author = Luvi_trustno1
dedicate = Dedicatoria: Considerando lo escrito, no creo que sea saludable dedicárselo a alguien… todavía soy joven para morir…
Advertencia: Este es uno de esos fics que empiezan a ser sin saber a dónde van a llegar porque probablemente no lleguen a ninguna parte. Así que por eso no he leído el resultado final. Pido disculpas de antemano, solo quería relajar la mente.
Rating = arcadias_dream
Type = Romance
fanfic = Edificio J. Edgar Hoover
Jueves 08
11.36 a.m.
- Sabes que es una tontería, Scully.
Mulder y Scully entraban al ascensor luego de salir de la oficina del Director Adjunto Walter Skinner.
- Son las órdenes- dijo ella cerrando los ojos y recargándose en una las frías paredes del ascensor.
Estaba tratando de controlar su respiración, mientras Mulder oprimía el botón con destino al estacionamiento.
En realidad Scully no podía entender el alboroto que estaba armando su compañero. Ella había escuchado impávida las órdenes, aunque dentro de sí la niña que había estado asustada los últimos días saltó de felicidad.
Desde luego que eso ocurría muy dentro de ella.
Aunque en realidad había temido lo peor.
Había temido que los separaran.
- Mensajes encriptados… qué pérdida de tiempo…
- Tómalo como unas vacaciones.
- Es contraterrorismo, Scully. No digo que no sea importante, pero ¿qué tenemos que ver con eso? ¿No te das cuenta de que están tratando de atarnos de manos para que no continuemos nuestro trabajo?
- ¿Qué trabajo Mulder? –acababan de salir del ascensor y Scully se paró en seco frente a él- ¿Qué trabajo? Entiéndelo de una vez, cerraron los expedientes X, no van más. Y mientras tú sigues buscando sinrazones, yo creo que debemos darle las gracias a Skinner por mantenernos…
- ¿Juntos?
- Ocupados…-ella movió la cabeza negativamente en señal de resignación- Sólo es un curso de dos semanas. Ahora me voy a casa. Y te aconsejo que hagas lo mismo.- Ella se dio la vuelta y echó a andar.
- Hey, Scully –Mulder la veía subir al auto- ¿Qué harás el fin de semana?
- Te veo en Quántico el lunes, Mulder- ella puso en marcha el vehículo.
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Academia del FBI
Quántico, Virginia
Miércoles 14
7.20 p.m.
- Por favor, formen parejas –había dicho el Jefe Hawkings.
Pero Scully no lo había oído. Continuaba mirando hacia la puerta, esperando que se abriera. Mulder llevaba ya 20 minutos de retraso.
- ¿Le molestaría trabajar conmigo? –una voz grave la sacó de su abstracción.
- ¿Qué?... eh, no, desde luego.
- Debo confesarle que necesitaré ayuda.
- ¿Cómo es que lo han enviado al curso cuando este ya está comenzado.
- Yo lo pedí. En realidad, a raíz de mi experiencia, conozco un poco de esto.
- ¿Trabaja en Contraterrorismo?
- Sí… perdón, no me he presentado. Soy Roderick Mitchell.
- Dana Scully, encantada –le sonrió.
Durante unos segundos, mientras hablaban, clavó la vista en el agente Mitchell. Era alto, aunque no tanto como Mulder; tenía unos ojos oscuros de mirada penetrante, su voz era clara y profunda y de su persona emanaba un aire de seguridad y autosuficiencia incluso cuando decía necesitar ayuda.
- La agente Jones les hará entrega de una hoja… -continuaba el jefe Hawkings- ¡Ah, agente Mulder! Celebro verlo, suponíamos que ya no vendría.
- Lamento el retraso –dijo con ironía a manera de excusa.
Scully levantó la mirada y no fue necesario que se volviera para saber que había ido a sentarse detrás de Mitchell… muy, muy cerca de la atractiva agente Vanesa Randall.
- ¿Podemos trabajar juntos?
Scully escuchó ese insinuante tono de voz que tanto conocía. Entonces hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no escuchar más y concentrarse en el mensaje que tenía frente a sí y que debía tratar de descifrar.
Al promediar las 9.30 p.m. terminó la clase. Se despidió del agente Miltchell con la cortesía del caso.
- ¿Vamos? – escuchó a Mulder tras de ella mientras cerraba su maletín. Asintió.
- ¿Qué te ocurrió? – le interrogó camino al estacionamiento.
- ¿A qué te refieres?
- A tu demora.
- Ah, eso… pensé que no lo habías notado. Te vi tan entretenida con tu amiguito…
Scully no daba crédito a lo que oía. Mientras permitía que Mulder le abriera la portezuela del auto, trataba de descifrar en su expresión si estaba bromeando o si llevaba impreso algún matiz de celos. Pero le fue imposible.
- No te entiendo.
- Te veo mañana.
- Mulder, apenas lo conozco – le dijo desde la ventanilla mientras él le hacía adiós con la mano sin volverse a mirarla.
“¡Al diablo!”, pensó encendiendo el auto. “No tienes porqué darle explicaciones, Dana”
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Academia del FBI
Viernes 16
7.02 p.m.
- Hola Fox
La despampanante agente Randall se sentó a su izquierda.
Ya había notado que ese saludito no le gustaba para nada a Scully, pero no había podido decirle que no lo hiciera. Quizás fuera ese modo tan peculiar de pronunciar las palabras, quizás fueran esos enormes ojos oscuros, su muy bien contorneada figura de 1.75 de estatura, su cabellera castaña cuidadosamente peinada…
Sí, era hermosa. Una belleza completamente diferente a la de Scully…
Y era inteligente, aunque no tanto como Scully…
Scully, Scully… ¿dónde diablos se había metido? Ella no solía retrasarse.
Entonces ella entró. Vestía impecablemente, como siempre, pero no formal sino más bien juvenil, con una blusa de gasa en torno verde agua y pantalones café.
- Hola –le dijo y sentó delante de él en el momento en que el Jefe Hawkings entraba.
Si lo que había hablado el jefe durante la última media hora era importante, Mulder no lo sabía. Sólo sabía que Scully llevaba una coleta para sujetar su cabello oro rojizo y el escote de su blusa exponía ante él su blanquísima piel; su cuello se le presentaba como una tentación cada vez que ella inclinaba la cabeza hacia su derecha para apoyarla en su mano.
No pudo evitarlo.
Sin percatarse de que la agente Randall prestaba atención a cada uno de sus movimientos, dirigió su dedo índice a la curva del cuello de su compañera y lo hizo descender acariciando la piel de su espalda.
Como lo había previsto, ella no dio muestras de notarlo. Sin embargo, Mulder pudo sentir cómo contenía el aliento.
Disimuladamente, bajó la mano hacia su pupitre.
Y sonrió.
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Alojamiento de Dana Scully
Martes 20
02.14 a.m.
No podía conciliar el sueño por más que lo intentaba. Eran únicamente dos frases pronunciadas por cualquiera en el tocador de damas.
- El sábado salí con Collins, el domingo con Ryan…- contaba la agente Randall con picardía justamente en el momento en que Scully entraba.
- Hola… Hola… ¿Oí bien?
- Sí –respondió Sara McCall- Uno para cada día de la semana.
- ¿Y hoy a quién le toca?
- Me parece que a Bates…- rió Randall.
- ¿Te das cuenta? –Scully miró con aire de ofendida a McCall- No debería acapararlos a todos sin dejar nada para las demás…
- Tú no tienes de qué preocuparte, vas bien con Mulder…
El comentario hizo que Scully sintiera paralizarse sus miembros mientras su corazón empezaba a latir más rápidamente.
- Por favor, Vanesa –y mientras sentía el calor que ascendía a sus mejillas, se repetía que allí estaba la razón por la cual jamás participaba de charlas en el tocador- Es mi compañero.
- ¿Y? –Ella le miró con absoluta inocencia- ¿Cuál es el problema?
¿Cuál era el problema?, se volvió a preguntar dando la enésima vuelta sobre su cama. ¿es que eres tan evidente, agente Scully?
El timbre del teléfono celular llamó su atención.
- Scully.
- ¿Estás bien? –la voz familiar.
- Sí, claro. ¿Y tú?
- No puedo dormir.
- Eso no es novedad.
- La novedad es que tú estés despierta aún…
- ¿Quién ha dicho eso?
- Contestaste demasiado pronto…
- Creo que mi subconsciente ya sabe a qué hora va a sonar el teléfono. - ella sonrió.
- Tal vez… bueno, te dejo descansar.
- De acuerdo. Intenta dormir.
- Claro.
Scully alejó el celular de su oído al notar el corte y se quedó mirando el aparato unos segundos como si nunca lo hubiese hecho.
Ese había sido el problema durante estos cinco años.
El problema era que no había ningún problema.
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Academia del FBI
Quántico, Virginia.
Viernes 23
08.14 p.m.
Mulder entregó la hoja del examen ante la mirada perpleja de sus compañeros y del jefe Hawkings.
- ¿Ha concluido, agente Mulder?
- Creo que sí –levantó las cejas con aire travieso.
Scully tenía la vista clavada en su hoja, no quería mirarlo.
Aunque, desde luego, eso se había vuelto frecuente en estos últimos días. Incluso las dos ocasiones en que los hicieron trabajar como pareja, intentaba esquivar su mirada.
A decir verdad, intentaba esquivarlo a él. Cielos, cómo extrañaba el oscuro y húmedo sótano. Allí podían actuar con la libertad que quisieran, con los límites que ellos mismos se impusieran, a salvo de miradas curiosas y de comentarios… ¿malintencionados?
En este lugar, donde debían estar destinados a socializar un poco, ella se había sentido como un raro conejillo de Indias al que todo el mundo mira por encima de la caja.
Y sabía que Mulder también se sentía así.
De otro modo, no actuaría como lo hacía.
- Los calificativos le serán enviados directamente a su superior inmediato –le decía el jefe Hawkings a Mulder.
- De acuerdo. ¿Puedo retirarme?
- Si gusta, agente Mulder.
- Gracias.
Antes de salir, Mulder paseó la vista por la clase y la posó justo detrás de Scully, donde estaba la encantadora agente Randall, que estos últimos días había buscado ocupar aquel lugar, sólo para darse el gusto de evitar cuánto pudiera el acercamiento entre ellos.
Mulder, sin ningún tipo de reparo, le guiñó un ojo y ella correspondió con una amplia y seductora sonrisa.
“Sí, a eso me refiero”, se decía Scully que miraba la actitud de su compañero sin levantar la cabeza.
Veinte minutos más y Scully se levantaba de su pupitre para entregar su hoja. Y junto a ella Randall. Se despidieron del jefe Hawkings dando las gracias y salieron del aula.
- ¿Vas al estacionamiento? –interrogó Vanesa mientras se arreglaba el cabello con las manos.
Era evidente que iba a encontrarse con alguien. Y Scully suponía con quien. A su juicio, era increíble que Mulder pudiera haber estado esperando tanto tiempo.
- No, necesito ir al tocador.
- Bueno, yo tengo prisa. Tengo que aprovechar esta noche antes de volver a Utah. Ha sido un gusto trabajar contigo, tenía deseos de conocerte. A ambos. –dijo sonriendo.
- Lo que hace la fama, ¿verdad?
- Pues sí, tienen que vivir con eso. Bueno, adiós.
Y repentinamente Scully se sintió abrazada por Vanesa. Demasiado fugaz como para creerlo. Levantó las cejas algo abrumada.
- ¡Oye Dana! – le dijo Randall cuando ya estaba en el ascensor. Ella se volvió. –De vez en cuando quítate la coraza.
Scully permaneció en ese mismo lugar incluso segundos después de que las puertas del ascensor se cerraron y éste se puso en movimiento.
Lentamente fue al tocador. Cuidadosamente arregló su peinado y alisó su chaqueta negra. Y se quedó mirando a la mujer del reflejo. Piel blanca, quizás demasiado, ojos grandes y claros, maquillaje suave, poco seductor.
“Completamente diferente”, se dijo como justificación para la actitud de su compañero.
A estas alturas ella conocía perfectamente sus gustos en cuanto a mujeres se refería.
Sonrió con tristeza y miró su reloj. Casi las nueve. Tenía que marcharse de una vez si no quería encontrarse con el grupo entero que debía estar finalizando el examen.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el estacionamiento, salió buscando las llaves del coche en la bolsa.
- Perdón –dijo al tropezar.
- Deberías fijarte por donde caminas.
- ¡Mulder!... ¿qué haces aquí?
- Esperándote, que más. No he traído auto y tengo hambre así que tendrás que llevarme a comer.
- Pero… yo pensé que irías…
- ¿Con Vanesa? – dijo tomándola por el brazo y echando a andar- Me decepcionas Scully, ¿tan poco me conoces?
- Bueno Mulder, esa forma de salir del aula…
- Ah, lo dices por eso – Mulder tomó las llaves de las manos de su compañera y la llevó hacia el lado del copiloto abriéndole la puerta- Era una forma de darle las gracias.
- ¿Las gracias?
- Mjú, me dijo algo digno de tomarse en cuenta… ¿Te importaría que fuéramos por un poco de comida china?
- Eh… no, claro…
- Tenemos que darnos prisa, nuestro vuelo sale a las tres.
- ¿Ya reservaste los pasajes?
- Desde luego. Quiero volver a Washington lo antes posible. ¿Tú no?
- Pues, sí –ella levantó las cejas y esbozó una sonrisa mientras miraba a su compañero poner en marcha el vehículo.
Durante unos minutos se hizo el silencio. Scully observaba a su compañero. ¿Por qué no podía molestarse con él cada vez que hacía planes para ambos aún sin consultárselo? Probablemente porque ambos sabían perfectamente que ella siempre diría que sí.
La luz roja del semáforo detuvo la marcha.
- Mulder... ¿Qué es eso tan importante que te dijo Vanesa para que lo consideres digno de ser tomado en cuenta?
- En realidad me hizo una pregunta, algo que me hizo cuestionarme muchas cosas.
- ¿Cuál?
- Esa…
- No comprendo…
- Me dijo “¿Cuál es el problema?”, ¿comprendes?
Scully asintió. Desde luego que comprendía. Sintió la mirada penetrante de su compañero clavada en la suya y la sostuvo unos segundos. Luego sonrieron. Entonces ella recostó la cabeza en el asiento mirando a través de la ventanilla.
El semáforo dio verde y Mulder puso el vehículo en marcha.
FIN
Aqp, 11/06/06
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