chapter = 3
author = Luvi_trustno1
dedicate = Disclaimers: No son míos, CC jamás se hubiera atrevido a escribir algo como esto, jejeje
Spoliers: Ninguno, créanme.
Dedicatoria:
Muy especialmente a mi amix Dimna_scully, por su confianza (tú sabes de dónde sale esta idea) y a todos aquellos que puedan seguir estas líneas.
Feedback: voy a agradecer muy especialmente cualquier comentario y apreciación no solo respecto del fic sino del tema en general porque es la primera vez que me aventuro a tocarlo de este modo; si no quieren hacerlo público, ya saben: susurro_indiscreto77ARROBAhotmail.com.
Nota 1: Por la temática tratada puede considerarse este fic como NR-18.
Nota 2: Si quieres seguir estas líneas, tienes que tener la “mente abierta a un universo de posibilidades”, caso contrario ni empieces.
¡No me odien, por favor!
*****
Rating = arcadias_dream
Type = Angst
fanfic = 3. El circo del fuego
Alexandria, Virginia.
Apartamento de Fox Mulder.
- De acuerdo. Es suficiente para mí- resopló Scully estirando las manos hacia delante como si así pudiera alejar aquello que la fatigaba.
Pero aquello seguía entre las manos de su compañero. Y también regado en la mesa de centro al costado del tazón a medio llenar de palomitas con mantequilla y la pila de cajas de comida china.
- Aún no hemos terminado.
- Te equivocas –dijo ella poniéndose de pie – Es sábado por la noche, estoy cansada y esto –ella levantó una de las fotos- no pasa de ser una portada de periódico sensacionalista… Definitivamente pasé mi límite.
- Tal vez tengas razón –dijo Mulder dejando el file sobre la mesa y frotándose los ojos.
- Me voy a casa, Mulder.
- Pero qué aburrida eres, Scully –dijo él sonriendo.
- ¿Perdón?
- Vamos, tú lo dijiste. Es sábado por la noche. ¿Por qué no hacemos algo diferente?
Ella levantó una de las cejas en un gesto muy propio.
- Mira Mulder, si piensas que voy a acceder a acompañarte a alguna de tus búsquedas, hoy no…
- Espera, espera… No pensaba proponerte nada de eso.
- ¿Ah no? ¿Entonces?
- ¿Por qué no vamos al dichoso circo de la periferia?
Scully se estremeció involuntariamente.
Era evidente que no había podido ocultar su semblante cansado de estos día, razón por la cual su compañero, que no había querido importunarla con preguntas, no se había separado de ella ni a sol ni a sombra a pesar de que para ello había tenido que inventar las cosas más inverosímiles hasta llegar al punto de rebuscar entre sus periódicos de hacía años y tratar de formar un caso con el reportaje de una mujer con un bebé lagarto en brazos.
La verdad era que durante esta última semana no había podido dormir bien, pero no había querido contarle a su compañero que, noche tras noche, se repetía el mismo sueño… Ella moviéndose para su compañero, acercándose a él, perdiéndose en sus ojos enigmáticos, en sus labios sensuales… Y luego descubrir que estaba en brazos de aquella exuberante mujer morena con acento francés.
El problema no era el sueño, sino lo vívido que era, lo real que parecía.
Y lo analizaba una y otra vez. Y una y otra vez se preguntaba qué clase de deseos inconscientes estaban tratando de aflorar.
¡Y ahora Mulder quería ir a ese lugar!
Una locura.
- Mulder, yo…
- Vamos… de todos modos mañana es domingo y podrás dormir hasta tarde. ¿Qué dices?
Y allí estaba otra vez, con aquella mirada de animalillo desvalido.
“¡Oh, qué rayos!”, pensó. Quizás fuera mejor ir y enfrentar su ¿miedo?... y terminar con esos sueños de una vez.
- Pero tú compras los algodones de azúcar –le advirtió.
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Periferia de Washington.
No era que hubiera muchos espectadores, ni los artistas parecían necesitarlos. Tal como lo recordaba, la tienda en la que se encontraba el escenario estaba plasmada de esa atmósfera mística.
El primero en aparecer fue el hombre que comía fuego. Su entrada por en medio de las flamas no fue menos impactante que su truco de meter pequeñas antorchas encendidas en su garganta y volverlas a sacar sin que éstas se apaguen.
Luego el mago, delgado y de anatomía bien formada bajo el ceñido frac que, para continuar con el ritmo, se llevaba un cigarrillo a la boca y al intentar apagarlo, en lugar de los clásicos aros de humo, obtenía pequeñas bolas de fuego que desechaba por detrás de su hombro.
- Interesante, ¿no lo crees? –le susurró Mulder.
- Te lo diré luego.
Pero lo cierto es que lo era.
Dos jóvenes rubios, casi unos niños, aparecieron por los lados haciendo malabares con antorchas encendidas mientras el mago se retiraba pasando desapercibido para ser reemplazado por dos testigos, dos hombres corpulentos, vestidos únicamente con pantalones negros y correajes del mismo color cruzando sus dorsos desnudos. Y cual si fueran verdugos de la edad media, llevaban los rostros cubiertos por unas oscuras máscaras negras en las cuales se reflejaban las llamaradas de las antorchas.
Poco a poco, los jóvenes de las antorchas fueron retrocediendo y los “verdugos”, con movimientos maquinales, se quitaron las máscaras elevándolas dejando ver que los artistas eran gemelos de espejo. Luego las unen a la altura de sus caderas, dejan que se deslicen sobre sus reversos y uno de ellos mete la mano en la abertura negra que se forma entre las máscaras y saca una pequeña lechuza.
- ¿Qué me dices ahora, eh Scully?
- De acuerdo, diré que tienes razón.
Scully miró a su compañero. Mulder tenía dibujada en su rostro una sonrisa de satisfacción. Eso podía deberse a que efectivamente estaba disfrutando el espectáculo o a que tenía abrazada a Scully por los hombros y ella hasta el momento no había hecho el más mínimo intento por deshacer esa unión, aunque no supiera exactamente por qué.
Bajó la mirada unos instantes para alejar esos pensamientos y luego volvió la vista al escenario.
El mago nuevamente, con un pequeño ratoncillo entre sus manos que pugnaba por escapar ante la mirada curiosa de un mimo vestido de arlequín blanco y negro.
Y luego el mago envolviendo completamente entre sus manos al pequeño animal para luego lanzarlo al aire.
Y lo que caía lentamente era un fino pañuelo blanco que fue atrapado con suavidad entre las manos del mimo mientras el mago volvía a desaparecer.
El mimo hace una bola del pañuelo y luego lo lanza al aire y tres pañuelos, blanco verde y rosa, regresan lentamente a sus manos para que él pueda hacer malabares con ellos, desplazándose en el aire como si pudieran describir órbitas circulares.
Entretanto, por lados, dos hombres gordos, como copias malas del villano “Acertijo”, aparecen por los lados, ambos con los ojos cubiertos por una cinta negra.
Scully se estremeció.
- No es real –susurró Mulder sin mirarla.
Scully apretó los labios para evitar hacer algún comentario. Continuó mirando.
Los dos hombres se acercan, por delante del mimo estiran la capa de seda escarlata que uno de ellos llevaba en las manos y a pasos lentos lo rodean mientras él sigue jugando con los pañuelos, indiferente. Se deja envolver durante unos segundos y luego, cuando la capa vuelve a estirarse, el traje de arlequín encierra la figura de una esbelta y delgada mujer con un antifaz negro sobre su piel morena.
- Llegó mi artista favorita.
- Ya lo creo que sí.
Aún continúa lanzando al aire los pañuelos que de pronto se pierden en la oscuridad y ella empieza a ejecutar su danza ritual, elástica y seductora, sin respetar el escenario, dejando que los movimientos de su cuerpo la lleven hasta el auditorio, hasta dos espectadores conocidos y se inclina, con la mano, hace el ademán de enviar un beso volado, supuestamente para el hombre que sigue sus movimientos.
Pero Scully, sin saber la razón, no hubiera podido jurar que iba dirigido a él.
Desdibujadas sus formas por las llamaradas de la misma antorcha que dio paso al primer artista, la joven se va perdiendo y todo quedo absolutamente envuelto en el silencio.
- ¿Te gustó? –dijo Mulder poniendo la mano izquierda en la espalda de su compañera para conducirla hacia la salida.
- Debo reconocer que sí. –ella le sonrió.
- ¿Qué quieres hacer ahora?
- Me prometiste un algodón de azúcar.
Mulder la miró felizmente sorprendido. Eran pocas las veces en que podía ver en su compañera algunos gestos o actitudes infantiles. Eso era lo que la hacía más intersante.
- De acuerdo, voy por él. Pero no vayas a desaparecer.
- No puedo, no traje mi auto.
- Así que siempre viniste … - la voz con acento francés a su espalda.
Scully no necesito girarse para saber de quién se trataba. Siguió mirando a su compañero que se alejaba.
- Es un espectáculo digno de volver a verse, lo reconozco.
- ¿Algún número en particular?
- En realidad no.
- Es un poco decepcionante… pero lo importante es que estás aquí… ¿Siempre se comporta así?
- ¿Qué? –ahora Scully si se volvió a verla. Michelle le señaló con la mirada a Mulder, entretenido en buscar el algodón más grande. Sonrió. – A veces.
- Son extraños ustedes dos.
- ¿A qué te refieres?
- Él está enamorado de ti y no te lo dice.
- Somos compañeros.
- ¿Abrazados en un sábado por la noche?
- También somos amigos.
- Es un poco tonto.
- ¿Por qué? –el comentario pareció molestar un poco a Scully.
- ¿De qué sirve que estés jugando con fuego si no estás dispuesto a quemarte en él?... Cuando quieres algo, es mejor tomarlo desde el comienzo. Nunca se sabe, de tanto esperar se puede perder la oportunidad… -dijo Michelle mientras tocaba distraídamente la punta de los cabellos de su interlocutora.
Scully se hizo a un lado bruscamente.
- ¿Qué crees que haces?
- O tal vez… -ella parecía no escucharla- sea que tú no estés segura de lo que sientes, que no has descubierto todo lo que eres capaz de hacer, el fuego que se anida dentro de ti y que terminará quemándote si alguien no lo hace salir.
- Será mejor que me vaya.
- Hasta pronto –sonrió Michelle.
Scully se dio la vuelta y empezó a avanzar hacia Mulder que la esperaba con los algodones en las manos. Se extrañó de su semblante así que dirigió la mirada hacia la artista con la que su compañera había estado conversando.
Ella le devolvió la mirada y le envió un beso volado al que él correspondió con una sonrisa.
- Encantadora chica –le comentó a su compañera.
- ¿Sólo porque te envía besos volados? Ni siquiera sabes qué mente retorcida puede haber dentro de ese cuerpo de diosa… -dijo casi con mordacidad.
- ¿Te sientes bien, Scully?
- Sí, sí… lo siento, estoy cansada. ¿Está bien si nos vamos ya?
- ¿Ya no quieres tu algodón? –mirada decepcionada.- Te busqué el más grande.
Scully miró a Mulder y no pudo evitar que una sonrisa aflorara a su rostro.
Que no estaba segura de lo que sentía… que estupideces podía llegar a decir esa mujer.
Claro que lo sabía. Sabía que era correspondida.
El que no lo dijeran no era importante. El silencio también expresaba mucho.
- Desde luego, si sólo por eso he venido hasta aquí –le dijo.
Sí, ella tenía allí todo lo que quería.
Continuará.
feedback = Sí/Yes
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