fanfic_name = Pecados en la oscuridad

chapter = 4

author = Luvi_trustno1

dedicate = Disclaimers: No son míos, CC jamás se hubiera atrevido a escribir algo como esto, jejeje

Spoliers: Ninguno, pero hace mención a Space y Beyond the Sea de la primera temporada

Dedicatoria:

Muy especialmente a mi amix Dimna_scully, por su confianza (tú sabes de dónde sale esta idea) y a todos aquellos que puedan seguir estas líneas.

Feedback: voy a agradecer muy especialmente cualquier comentario y apreciación no solo respecto del fic sino del tema en general porque es la primera vez que me aventuro a tocarlo de este modo; si no quieren hacerlo público, ya saben: susurro_indiscreto77ARROBAhotmail.com.

Nota 1: Por la temática tratada puede considerarse este fic como NR-18.

Nota 2: Si quieres seguir estas líneas, tienes que tener la “mente abierta a un universo de posibilidades”, caso contrario ni empieces.

 

¡No me odien, por favor!

 

*****

 

Rating = arcadias_dream

Type = Angst

fanfic = 4. Cosas viejas.

 

 

Annapolis, Maryland.

Departamento de Dana Scully.

Domingo.

 

 

El haberse acostado tan tarde le había servido. Había dormido sin tener ese sueño extraño nuevamente.

Desde luego, eso podía deberse a que ya no tenía sospechas o dudas respecto de Michelle.

Ahora estaba segura de que aquella mujer había puesto los ojos en ella.

Siempre es halagador que alguien se fije en ti, se decía aún con los ojos cerrados.

Pero esto iba más allá de cualquier expectativa.

“¿Por qué yo?”

¿Acaso ella irradiaba esa aura? ¿Acaso ella también sería así y no lo había descubierto? ¿Acaso sólo alguien como Michelle podía verlo? ¿Era esa la razón por la cual hasta ahora no era capaz de establecer una relación real y duradera?

Se sentó en la cama y sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos. Miró el reloj.

7.17 a.m.

Todo estaba tranquilo, los sonidos habituales de esta hora no estaban presentes y era fácil sentirse inmersa en una irrealidad apacible.

Irrealidad.

Recordó a su visitante nocturno.

Se colocó la bata y salió de la habitación en puntillas.

Sí, allí estaba, vestido y el t-shirt gris y los boxers y cubierto apenas por una sábana. Aún dormía.

Por un momento tuvo el deseo de acercarse y acariciarlo.

Y, por un segundo, tuvo la fugaz visión de una mujer rubia, Comandante de Comunicaciones de la NASA, en el oficio del sepelio del Comandante Belt.

“También se llamaba Michelle”

Hacía tiempo de eso. ¿Por qué lo recordaba?

Quizás porque entonces, al verla al lado de su prometido, al que casi había perdido en el espacio, también había sentido el deseo de tomar la mano de su compañero, de que él se volviera a verla.

Y, como entonces, una sensación de soledad se anidó en su pecho obligándola a bajar la mirada.

Parpadeó lentamente levantando las cejas y luego, mientras tragaba la saliva con sabor a angustia, fue hacia la cocina y puso a calentar un poco de agua.

Se acercó a la ventana.

Allí estaba, abajo, junto a un árbol, vestida como un duendecillo, mirando hacia ella, hacia sus ojos.

Durante unos instantes, a pesar de la distancia, le sostuvo la mirada. Hasta que una sonrisa se dibujó en el rostro moreno.

Y, sin saber porqué, Dana Scully devolvió la sonrisa.

Entonces Michelle buscó en su pequeña bolsa y extrajo una cartulina doblada. Siempre sonriendo, hizo un par de piruetas y estiró la cartulina.

Tenía forma de corazón.

Scully ni siquiera escuchó el pito de la tetera que le indicaba que el agua estaba hirviendo. Sólo seguía mirando a la grácil figura que agradecía gestualmente y danzaba alrededor del árbol cual auténtica figura extraída de un cuento animado.

 

- ¿No vas a apagarla?

 

Se volvió sobresaltada al oír la varonil voz a su espalda.

 

- ¿Scully? ¿Estás bien?

- Eh? Yo… - desvió unos segundos la mirada hacia la ventana- sí, sí… claro –ella ya no estaba.

- ¿Piensas dejar que se evapore?

- ¿Qué?

- El agua – Mulder señaló la tetera.

 

Entonces la estuchó pitando. Apagó la cocina sintiéndose como una niña tonta.

 

- ¿Quieres algo de café?

- Claro – Mulder se frotó los ojos y se pasó las manos por el cabello.

 

Ella sirvió en silencio un par de tazas de café caliente y las llevó a la mesa, seguida de su compañero que ni por asomo había pensado en ponerse los pantalones.

 

- ¿Qué tal dormiste?

- Bastante bien para no ser mi sofá. –sonrió Mulder.

- ¿Eso es un cumplido? –dijo ella desde la cocina a la que había regresado por el azúcar.

- Quizás.

- ¿Quieres que te prepare algo de comer?

- No, gracias. Sólo siéntate a beber tu café. Me mareas cuando das tantas vueltas…

- De acuerdo…

 

Nuevamente se hizo el silencio. Ella miró a su compañero llevarse la taza a la boca y beber un sorbo, luego dejó la taza, bostezó y volvió a frotarse los ojos como si no acabara de despertar. Con la luz de un día que amenazaba nuevamente con ser frío, empezó a fijarse en sus cabellos castaños aún revueltos, en su parpadear lento, en sus ojos de un verde indefinible, en sus labios de eterna expresión infantil, inocente. Y no pudo evitar que una oleada de ternura le atenazara la garganta ante cada pequeño detalle, todo parecía tan cotidiano que hasta dolía.

Tampoco pudo evitar que su compañero posara la mirada en ella, en sus ojos que semejaban dos mares a punto de desbordarse. Y una expresión de preocupación se dibujó en su semblante.

 

- ¿Te sientes bien?

 

No respondió. No se sentía capaz de hacerlo, ni siquiera se sentía capaz de respirar. Levantó las cejas en señal de total indefensión y bajó la mirada.

 

- ¿Dana…?

 

“Dana”, repitió para sí. ¿Cuándo había sido la primera vez que había escuchado su nombre brotar de los labios de su compañero? Sí, lo recordaba. Allá, cuando lo de su padre. En el viaje a Raleigh, en aquel cuarto de hotel donde continuaba sentándose frente a la silla vacía como si pudiera ver al fantasma de su padre, en el cuarto de hospital donde él se recuperaba apenas de la bala que le había perforado el fémur. Allá, donde por primera vez había sentido rondar a su alrededor el miedo a perderlo.

¿No pensó entonces que el oírlo pronunciar su nombre parecía algo tan familiar que parecía ocurrir desde siempre? ¿Acaso no pensó entonces que no era difícil acostumbrarse a eso?

También eso había sido solamente un sueño. Como todo. Su corazón era un depósito lleno de cosas que se habían hecho viejas de tanto estar guardadas, de no ser utilizadas.

Quizás, bajo otras circunstancias, alguien hubiera podido coger cada una y formar un mundo pequeño, cálido e íntimo para ser feliz con ellas.

Pero no ellos. Jamás descubrirían el modo de usarlas.

Levantó la mirada con aire desolado.

 

- ¿Qué ocurre, Dana?

- No me llames así –dijo ella apretando los párpados con la fortaleza que da el saberlo todo perdido.

 

Mulder la miró sorprendido.

Y lastimado.

 

- Yo… no sabía que te disgustara.

- No es eso… es sólo que suena… extraño…

- Otros te llaman así…

- Otros se llaman por sus nombres… -ella lo miró directamente a los ojos- nosotros no…

 

Mulder volvió a sentir el aguijón de la culpabilidad.

Era cierto. Él había marcado esa línea bajo una excusa tonta.

Lo real era que después de lo de Diana había quedado tan dolido que había temido confiar.

 

- Creí que te lo había explicado.

- Déjalo Mulder, pertenece al pasado.

- No parece…

- Lo lamento… no sé por qué lo mencioné.

- ¿Por qué no me dices qué te ocurre?

- Nada… es sólo que… no te lo había dicho pero últimamente he tenido sueños extraños…

- ¿Pesadillas?

- No, en realidad no… yo… estoy cansada… -ella se puso de pie.

 

Él se cruzó en su camino. La tomó por los hombros y ella se abrazó a su cintura unos minutos. Luego sintió la mano cálida de su compañero en su rostro y el beso tierno que depositó en su frente.

 

- ¿Por qué no intentas dormir?

- Sí, creo que lo haré -ella intentó sonreír. Se apartó lentamente de su lado. – Cierra bien al salir –le dijo sin mirarlo.

 

También aquellas caricias le parecieron muy viejas.

 

 

Continuará.

 

feedback = Sí/Yes

email = susurro_indiscreto77ARROBAyahoo.es