chapter = 6
author = Luvi_trustno1
dedicate = Disclaimers: No son míos, CC jamás se hubiera atrevido a escribir algo como esto, jejeje
Spoliers: Ninguno, créanme.
Dedicatoria:
Muy especialmente a mi amix Dimna_scully, por su confianza (tú sabes de dónde sale esta idea) y a todos aquellos que puedan seguir estas líneas.
Feedback: voy a agradecer muy especialmente cualquier comentario y apreciación no solo respecto del fic sino del tema en general porque es la primera vez que me aventuro a tocarlo de este modo; si no quieren hacerlo público, ya saben: susurro_indiscreto77ARROBAhotmail.com.
Nota 1: Por la temática tratada puede considerarse este fic como NR-18.
Nota 2: Si quieres seguir estas líneas, tienes que tener la “mente abierta a un universo de posibilidades”, caso contrario ni empieces.
¡No me odien, por favor!
*****
Rating = arcadias_dream
Type = Angst
fanfic = Resumen
Cuando la tentación de amar y ser amado llega a ser superior a las propias fuerzas, a veces es imposible no pecar…
*************************************************
6. Pecados
Lo que se encontró Mulder al abrir la puerta y entrar con los paquetes en la mano, lo extrañó sobremanera.
La mujer que respiraba agitadamente, mirándolo como a un extraño, vestida apenas con el corto albornoz, era su propia compañera.
- ¿Scully? ¿Te sientes bien?
Pero estaba claro que ella no tenía intenciones de responderle. Sólo seguía mirándolo sin ver.
Depositó los paquetes en la mesa y se acercó a ella.
Tendría que tratar de arrancarle una palabra, aunque lo lógico era que respirara con profundidad y exclamara su clásico “estoy bien”
Lejos de lo que esperaba, la mirada de ella se clavó directamente en la suya para mostrarle dos enormes lagos de desesperación y culpa que pugnaban por desbordarse.
Y se asustó muchísimo.
- ¿Por favor, dime qué te sucede?
Y aún tardó unos segundos en reaccionar cuando ella se echó a su cuello tratando en vano de contener el llanto.
La estrechó entre sus brazos con fuerza, como si así pudiera impedir los temblores del cuerpo femenino. Podía sentir como ella crispaba los puños en su espalda y la apretó más, como si de ese modo pudiera introducirla dentro de su cuerpo y protegerla de aquello desconocido que la lastimaba.
Estuvieron unos minutos así, él estrechándola y acariciándola, ella apretándose a su cuerpo. Hasta que poco a poco el llanto profuso empezó a dar paso a los suspiros profundos y luego, a medida que iba haciendo más suave el abrazo, también la respiración de ella recobraba su natural ritmo.
- ¿Te sientes bien? –susurró aún sosteniéndola.
- Sí – ella asintió con la cabeza pero sin atreverse a mirarlo- Yo… lo siento…no sé…
- Sólo tranquilízate, ¿si? Luego dirás lo que quieras, ¿está bien?
- Mjú
Mulder estaba sorprendido. Nunca en su vida había visto a su compañera como ahora. Era una pequeña niña asustada y desvalida. La vio sentarse lentamente en la cama, con las manos juntas sobre las piernas y la cabeza inclinada.
- Puedo… puedo ver que no has tomado ese baño que me dijiste –dijo intentando tomar un ritmo cotidiano de conversación.
Ella negó con la cabeza.
Entonces él fue hacia el baño y comprobó que el agua de la bañera a medio llenar estaba fría. La dejó ir y luego preparó él mismo la tina para su compañera.
Cuando regresó al dormitorio la encontró con las manos cubriéndose el rostro.
- ¿Scully?
- Mmmm?
Mulder no pudo evitar sentirse culpable nuevamente.
Tal vez su compañera había empezado a dar síntomas del estado de estrés que había estado acumulando a lo largo del tiempo que estaban juntos.
- Te espera tu baño, no dejes que se enfríe el agua.
Ella se volvió para mirarlo. Ya no lloraba pero tenía el rostro cansado y los ojos aún enrojecidos.
Le sonrió.
- Gracias –le dijo poniéndose de pie – No tardaré.
- No te preocupes. Tómate el tiempo que quieras.
Cuando Scully salió, llevaba un polo gris claro que evidentemente era suyo y pantalones sueltos, aún tenía la toalla envolviéndole la cabeza. Se le veía mejor.
- ¿Quieres hablar?
- No. Sólo quiero comer algo.
- Bueno –él decidió dejarlo así por ahora. No iba a presionarla.
- ¿Qué conseguiste?
- Unos wafles con miel de mapple y café… Pero ya deben estar un poco fríos.
- No importa –ella sonrió.
Desayunaron en la cama mirando dibujos animados, riendo ambos por las ocurrencias de los Looney Toons.
Cuando Scully se sacó la toalla de la cabeza, ya empezaba a sentir los efectos relajantes del baño tibio.
Sin decir nada, se acercó aún más a su compañero que estaba aún sentado y concentrado en la televisión, le cogió un brazo y se rodeó con él.
- Oye… -exclamó Mulder gratamente sorprendido.
Pero se abstuvo de hacer cualquier otro comentario. Solamente abrazó a su compañera y dejó que su cabellera, rizada por la humedad, se depositara en su hombro.
Con ayuda del control remoto apagó el televisor y se recostó para ayudarla a acomodarse mejor. Tiró de la cobija que estaba a sus pies, y la estiró sobre ambos.
Mientras Scully iba perdiendo la conciencia para sumergirse en el mundo de los sueños, él soñaba conscientemente. Podía sentirla, podía verla dormir, acariciar su cabellera sin que ella protestara. Como si tenerla entre sus brazos en la cama fuera cosa de todos los días.
Todavía pensaba en esto cuando se quedó dormido.
*************************************************
Annapolis, Maryland.
Departamento de Dana Scully.
Viernes 09:44 p.m.
Estaba cansada y malhumorada. Nuevamente su “adorable” compañero la había dejado con todo el papeleo. No había pasado ni un día desde que habían regresado a Washington, pero allí estaba él haciendo de las suyas nuevamente.
Cuando llegó por la mañana a la oficina sólo encontró una nota encima del escritorio.
“Sabes que no me doy por vencido. Estaré de regreso en un par de días”
Había regresado a New Jersey.
Sintió la tentación de marcar el número celular y preguntarle como estaba.
Pero se sentía tan enfadada que se dijo a sí mismo que si él quería seguir persiguiendo quimeras, ella no se lo iba a impedir.
Ya estaba cansada de eso.
Que hiciera lo que le viniese en gana.
Estar encerrada entre el enorme desorden de papeles de esa oscura y húmeda oficina le empezó a dar náuseas.
“Aquí solo están los indeseables del FBI”, repitió en su mente las primeras palabras del siniestro agente Mulder, aún antes de conocerlo en persona.
¿Y qué diablos había hecho ella para que le concedieran gratuitamente el título de indeseable?
Ya ni siquiera sus amigos de Quántico la recordaban como Dana Scully.
Sólo era la “Señora del Fantasmal”
Y ni siquiera eso.
Porque si así fuera, él no podría prescindir de ella con tanta facilidad.
Tal vez Michelle tenía razón.
Al lado de Mulder nunca sabría lo que es sentir.
“Al diablo”, se dijo para concentrarse en su trabajo.
Pero en el transcurso del día, en lugar de calmarse, empezó a sentirse peor.
Así que después de terminar el informe, ir a alimentar a los peces de Mulder y tomar una taza de café completamente sola, definitivamente el mal humor se había tornado somático.
Sentía que se le partía la cabeza-
Entró a su departamento cerrando de un enorme portazo
- ¡Maldita sea! –exclamó al pisar la correspondencia.
La tomó y encendió la luz, mientras arrojaba el bolso y el abrigo sobre el sofá. Revisó rápidamente, cuentas pendientes, estados financieros… Y un sobre en tono palo rosa, perfumado.
Por un segundo sintió que el corazón dejó de latir en su pecho.
Dejó todos los otros sobres encima de la mesa de la sala y sosteniendo aquel fue a sentarse.
Sabía perfectamente quién era el remitente aunque no estuviera consignado y no se atrevía a abrirlo. Con suavidad, lo depósito junto con los otros, pero continuó mirándolo, estrujándose las manos más frías que de costumbre.
Al cabo de media hora finalmente se decidió a inspeccionar su contenido.
Una tarjeta, simple, también perfumada y escrita con la misma caligrafía del mensaje adherido a la flecha.
Il n'y a rien si sincère que mon coeur
et il peut vous donner ma vie juste.
Sin saber por qué las lágrimas empezaron a derramarse tibias y silenciosas sobre sus mejillas, humedeciendo la nota que sostenía entre las manos.
Se puso de pie y buscó en el cajón del escritorio la nota anteriormente recibida y las llevó contra su pecho dirigiéndose a su habitación. Las dejó sobre la mesa de noche y se sentó en la cama, con la cabeza apoyada en las manos.
Tras unos minutos y casi como una autómata se desnudó y se colocó un albornoz. Llenó la bañera con agua caliente, tanto como podía soportarlo y se sumergió en ella intentando no pensar. Y del mismo modo, cuando el agua empezó a enfriarse, salió de la tina y aún con el cuerpo húmedo, sin preocuparse por dejar pasar el agua o por colocarse el pijama, se metió en la cama.
“Dormir para olvidar”, se repetía como una oración. “Dormir para olvidar”
Pero incluso el sueño le rehuía.
Cuando no pudo resistir dar una vuelta más, pateó el cobertor y de un salto salió de la cama.
Buscó a toda prisa en el armario: sacó unos jeans, una blusa de botones en color marfil y un sweater en tonos azules y negros. Se vistió tan rápido como pudo, se pasó el cepillo por el cabello y, sin maquillarse, tomó las llaves del auto y salió raudamente.
Las manos le temblaban cuando encendió el contacto del vehículo.
Pero ya tenía decidido hacia donde iría y por nada desistiría ahora que había tomado el valor para hacerlo.
**********************************************
Periferia de Washington D.C.
Todo estaba exactamente como lo recordaba, el mismo ambiente místico, la misma semipenumbra por doquiera que estuviese. Se dirigió hacia la pequeña carpa donde se representaban las funciones, pero al parecer esta noche no había función.
A decir verdad, todo parecía estar siendo empacado para una nueva partida.
“Regresa a casa y olvídalo todo”, le dijo por un momento su racionalismo mientras la sensación de tensión en el estómago crecía a cada segundo.
Y casi estuvo a punto de hacerlo.
- Sabía que vendrías – escuchó una voz suave y seductora a su espalda.
- ¿Cómo? –le dijo cerrando los ojos y sin atreverse a voltear.
- No…no lo sé…
Scully se dio cuenta de que para Michelle estaba resultando igualmente difícil que para ella. Probablemente porque nunca antes había tenido que enfrentarse a la situación de enamorarse de alguien ajeno a su mundo, porque nunca antes había tenido que disputar con un varón el amor de una mujer.
Entonces, con mayor seguridad, se volvió.
- Pero ya estoy aquí. –se encontró con su mirada.
Su interlocutora asintió. Tras unos segundos de silencio le tendió la mano.
- Ven conmigo –susurró.
Scully aceptó la mano de la mujer y se dejó conducir hacia una pequeña casa rodante.
Era cálida, toda decorada en tonos atigrados, el piso recubierto con una alfombra a tono y con una iluminación muy suave. Donde quiera que posara la vista, todo emanaba la misma sensualidad, el mismo misticismo acentuado por el suave aroma a incienso.
- ¿Te gusta?
- Es… muy propio, diría yo… Va contigo.
Y allí estaba, nuevamente el silencio.
La mujer morena intentó romperlo.
- ¿Por qué…?
- Shhh. Si haces una sola pregunta me iré y no voy a retornar jamás.
Michelle asintió. Muy despacio se acercó a ella y puso con delicadeza las manos sobre las mejillas de Scully quien cerró los ojos. Sentía que la respiración se le cortaba, pero también podía sentir el temblor de las manos de Michelle al acariciarla, el temblor de sus labios al rozar los suyos...
Cuando sintió que el rostro de Michelle se alejaba un poco del suyo, abrió los ojos para encontrarse con su mirada. Sin oponer resistencia alguna, dejó que la mujer le quitara el abrigo y el sweater y luego muy despacio empezó a desabotonar la blusa hasta que la hizo deslizar por sus hombros. Después empezó a deslizar las manos por su cuerpo hasta toparse con los pantalones. Desabotonó el pantalón y bajó la cremallera sin brusquedad. Metió sus manos cálidas por entre la prenda y la hizo descender acariciando las piernas de Scully que no se movía un milímetro de su posición ni aún cuando Michelle empezó a recorrer el camino de regreso con los labios.
Al llegar a su altura, empezó a deshacerse de sus estrechas prendas oscuras hasta quedarse únicamente con la ropa interior de encaje en color perla que hacía un contraste mágico con su piel canela y sus ojos almendrados.
Pero si alguien pensaba en contrastes en ese momento era precisamente Michelle, que se quedó observando unos segundos a la mujer que estaba de pie frente a ella, exhibiendo la oscuridad de sus prendas íntimas sobre su piel blanquísima, inmóvil como una diosa de de marfil acostumbrada a ser objeto de veneración.
Michelle rodeó a Scully e hizo deslizar las tiras del sujetador mientras sus labios recorrían la nuca marmórea, luego soltó el seguro y dejó caer la prenda cubriendo con sus manos los pechos de Scully quien empezó a ceder al deseo, inclinando la cabeza hacia atrás para permitir a la mujer acariciarla también con los labios.
Scully, aún con los ojos cerrados, se sintió tomada de la mano y guiada hacia la cama; Michelle se situó a su lado y empezó a recorrerla con los labios, milímetro a milímetro, hasta llegar al límite de su vientre para desprenderla de la única prenda que aún protegía su intimidad.
Y sintió unos labios explorándola, labios que la estaban conduciendo al borde del abismo.
Lo extraño era que de pronto esos labios eran sólo eso, labios que se habían perdido.
Continuará.
feedback = Sí/Yes
email = susurro_indiscreto77ARROBAhotmail.com