chapter = 2
author = Luvi_trustno1
dedicate = Disclaimers: Mulder, Scully, William, The Lone Gunmen pertenecen a Chris Carter, la 1013 y Fox, no obtengo ningún beneficio económico por este relato.
Spoliers: Ninguno en particular.
Tipo: Un poco de Angst, un poco de MSR, creo.
Dedicatoria: a todos los que me han apoyado en esta aventura que es escribir fics, pero sobretodo a mi amiga Altamirus, que, a pesar de la distancia, ha estado allí para mí en los momentos difíciles. Gracias amiga, te quiero mucho.
Rating = arcadias_dream
Type = Angst
fanfic = *************************************
Resumen: Mulder se marchó sin dejar ninguna explicación, a excepción de una carta jamás abierta y olvidada por años. Ahora, una “casualidad” de la vida la pone nuevamente frente a él. ¿Será capaz de revelarle su gran secreto?
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- ¡¿Qué demonios cree que está haciendo Mulder?!
Walter Skinner acababa de entrar a la habitación de Fox Mulder. Estaba recuperándose, el tratamiento a base de antivirales que Scully había ordenado para él estaba dando resultados.
Ella había estado al lado de su compañero cuando despertó y aún cuando volvió a quedarse dormido.
Sólo contemplándolo, confirmando una vez más que un milagro es posible.
Fue el mismo Skinner quien le dijo que se fuera a casa. En su estado, el esfuerzo excesivo era demasiado peligroso.
Le habló de su preocupación y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Se lo has dicho?
- No…-susurró ella- aún no… Parece no darse cuenta muy bien de las cosas todavía… Pero lo haré…
- Ve a casa, yo me quedaré con él.
Y la vio alejarse, llevando en su vientre la esperanza.
Y ahora, la causa de aquella luz especial que envolvía el ser de esa mujer, estaba intentando torpemente ponerse de pie.
- Voy a dar un paseo –apenas audible la voz.
- ¿Se volvió loco? Tantos meses en un ataúd han alterado definitivamente su discernimiento…
- ¿Ataúd? –Mulder se quedó paralizado.
- Estabas muerto, Mulder. El que puedas mirarme a la cara en este momento es un milagro…
- Muy bien Walter… -dijo él sentándose con dificultad- Ahora cuénteme toda la historia.
Y el Director Adjunto Walter Skinner lo hizo, le contó toda la historia.
O casi toda.
Le habló de su abducción, de ser testigo de su desaparición. Le habló del cazador haciéndose pasar por él, le habló de cómo lo hallaron muerto y de su sepelio.
Y de sus sospechas, de cómo lo hallaron muerto en vida.
Le habló de Krycek, de que le ofrecía una vacuna a cambio de un trato, de cómo la dejó caer. De Billy Miles.
Y del temor que lo llevara a desconectarlo de la vida artificial, posibilitándole un despertar.
- ¿Qué clase de trato quería Krycek?
- Eso debe preguntárselo a Scully
Sí, porque adrede había omitido narrarle el embarazo milagroso de ella; no quería quitarle ese derecho.
- Sabes que si sigo aquí la pongo en peligro.
- Sé que apenas puedes moverte, estás bajo tratamiento.
- Vas a tener que conseguir el modo de que me den las indicaciones y yo tendré que ver el modo de cómo administrármelo.
- Scully no va a perdonarnos si te dejo salir de esta habitación.
- No espero que me perdone Walter –lo miró directamente a los ojos- Sólo que algún día comprenda que lo hice por ella.
Skinner no encontró en esa mirada el mínimo rastro de ironía. Sólo un temor profundo, el que se tiene sólo cuando se piensa que se puede perder a alguien.
Lo confirmó entonces, confirmó que el amor de un hombre puede llegar a ser lo suficientemente grande como para sacrificar lo único que daba sentido a continuar con vida.
- Necesita que la protejan.
- Lo harás por mí.
- Es una locura…
- No tengo otra salida…
Y probablemente no la había. Él tenía que alejarse y tenía que hacer que la alejaran de todo esto.
Quizás su partida la decepcionara tanto que abandonaría la lucha que habían empezado juntos.
“Tiene que haber algo más”
Skinner le consiguió un papel y un bolígrafo. Apenas podía manejarlo. Su mano temblaba por la debilidad, por el dolor que lo quebraba y que apenas se hizo visible en un par de gotas cristalinas que fueron a depositarse en el papel.
Lo metió en el sobre y no puso a quién estaba dirigido. No era necesario, ella lo sabría.
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Universidad de Yale
New Haven – Connecticut
Silencio. Durante un par de minutos sólo guardaron silencio y se miraron a los ojos, intentando reconocerse, intentando adivinar qué parte de aquello era real.
De repente ella desvió la mirada y rompió el hielo.
- Cierra la puerta y dime qué quiere decir esto.
La voz que brotó de su garganta parecía venir de ultratumba, incluso a sus propios oídos.
El hombre, alto y esbelto, de cabellos castaños con las sienes ya plateadas por los años, ojos verdes de mirada aguda, enfundado en unos pantalones vaqueros y una casaca negra de cuero, avanzó hacia la puerta y la cerró.
- Soy George Hale –dijo sin volverse.
- Yo sé quien eres –dijo ella. Estaba tan erguida que parecía que iba a romperse en dos.- Esto no es una casualidad ¿verdad? ¿Es un retorno inesperado el tuyo o es un regreso con todas las de la ley?
- Es un regreso con todas las de la ley, pero sólo prestado. Desde luego, si los pistoleros te jugaron una mala pasada a ti, peor me la jugaron a mí. No he venido a verte, estoy aquí por pura casualidad. Me pidieron que trajera unas muestras a la doctora Zimmele, no sabía que eras tú –dijo depositando una bolsa de papel sobre el escritorio.
Ella tragó en seco su dolor, ese dolor que parecía volver a su garganta después de tantos años. Una mezcla amarga de ayer y odio, apenas un recubrimiento de un muy grande y viejo amor.
- Toma asiento y dime por qué después de cinco años de haberte ido sin un adiós, regresas de pronto –trataba de sonar indiferente pero no podía –Imagino que has conseguido mucho de aquella verdad que buscabas y ahora quieres los detalles…
El hombre continuaba mirándola con los mismos ojos de ayer. Estaba desarmándola y no podía permitirse eso. El tiempo había transcurrido y ella había cambiado, se había esforzado mucho por ello.
- Es curioso, no te imaginas qué curioso me parece todo esto… -continuó- No quiero enfadarme, deseo juzgar todo esto a través de mi gran humanidad…-dolor camuflado en una ligera capa de ironía.
- Muy generosa…-dijo él con ese particular aire irónico de ayer- pero yo no busco tu generosidad Scully –él avanzó hacia la mesa sobre la cual apoyó el codo y tamborileó ligeramente los dedos sobre la madera- ni tampoco busco el pasado. Cuando me fui lo hice con todas las consecuencias y si te digo la verdad, lo hice para no dañarte más, porque cada día que pasaba cerca de ti era poner en peligro tu vida…
- Así que decidiste escapar de m…- No terminó de pronunciar la frase.
Katherine Zimmele tragó en seco mientras apretaba los labios; debía hacer acopio de toda su paciencia y su cordura para escucharlo; no estaba dispuesta a quebrarse ante él.
Porque era cierto, allí estaba nuevamente, después de tanto tiempo.
Era su destino el que la miraba a través de aquellos ojos verdes perdidos en el tiempo, atrapados en su memoria.
Y tratar de luchar contra él era demasiado necio.
- Lo lamento, yo… No necesitas darme tantas explicaciones Mulder.
- Me pregunto si vas a rehusar trabajar conmigo por ser quien soy.
- No, claro que no… El tiempo ha pasado y ahora somos prácticamente dos extraños –ella arqueó una ceja y evitó mirarlo directamente a los ojos.
George Hale se puso de pie dejando sobre la mesa la bolsa de papel.
- Te puedo asegurar, Scully –dijo solemnemente y su voz seguía siendo para ella igual de seductora- que nunca intentaría perturbar tu vida. Tu intimidad es tuya y la respetaré siempre, como lo hice en mi ausencia. Ahí te dejo un par de muestras, son de distintos lugares pero es necesario que las compares.
- Espera Mulder –dijo ella recogiendo la bolsa y mirando en el interior, como si la hubiera traído cualquier otro colaborador- No las has etiquetado.
- No es necesario, conozco perfectamente cada detalle de esas rocas para saber cuál es cual. ¿Cuándo crees que estarán los resultados?
- Pues, imagino que tardarán un par de días. Debo pedir apoyo al departamento de Petrología.
- De acuerdo, estaré aquí pasado mañana. Gracias por todo – Hale se encaminó hacia la puerta.
La doctora Zimmele lo siguió con la mirada, una mirada analítica. Seguía siendo el de siempre, aunque en sus ojos había un tenue tinte de dureza, algo que le gritaba que había visto demasiado, que había llorado demasiado quizás.
El sonido del teléfono la distrajo.
- Hola –respondió con tono cansado.
- ¿Katherine?
- Sabía que eras tú…- Se llevó una mano a la frente y sintió que temblaba- Lo hicieron adrede ¿cierto?
- Estoy en la ciudad, los invito a comer algo.
- No estoy de humor…
- Vamos, no te alteres… Tú siempre has sido muy serena, no pierdas el control ahora…
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La doctora Zimmele entró en el restaurante llevando a un niño de la mano. Al verla, el hombre se puso de pie con una sonrisa.
- ¡Hola! –dijo con los brazos abiertos mientras aguardaba al niño que corría ya hacia él -¿Cómo está este genio?
- ¡Bien tío Melvin!
- Hola Frohiki.
- Katherine –él la miró con ternura- ¿Cómo estás?
- ¿Quieres la verdad o la mentira?
- Es malo mentir –intervino el niño.
- Lo sé cariño –ella miró con amor al pequeño, su cabello castaño, sus ojos intensamente azules – Sólo bromeaba con tu tío.
- ¿Qué quieren comer?
- Yo quiero…
- Algo muy ligero, ya es un poco tarde y después cierto genio puede tener pesadillas…
- ¿Está bien si sólo pido un helado? Uno chiquitito…- rogó el pequeño
Sintió que el corazón se le recogía dentro del pecho, ese gesto de animalillo desvalido… Era innegable que estaba en sus genes.
- Oh vamos –intercedió Frohike.
- De acuerdo, pero uno pequeño.
El niño sonrió mirando a su “tío” quien también sonreía con complicidad. Frohike llamó a la mesera e hicieron el pedido.
La doctora, durante casi veinte minutos, estuvo escuchando charlar a su hijo animadamente con Frohike, quien lo adoraba.
En realidad, esos tres siempre lo habían adorado y protegido, al igual que el mismo Walter Skinner. Se preguntó que estaría haciendo en esos momentos, hacía más de dos años que había perdido el contacto con él, pensando en que era lo mejor para ella, para el niño.
- Así que sí te gusta la escuela…
- Sí, pero a veces yo quiero hacer cosas y no me dejan…
- Paciencia genio, paciencia…. Cuando salgas de vacaciones irás a visitarme y te enseñaré muchas cosas novedosas…
- Pues no sé si iremos.
- ¿Por qué?
- Mami está un poco molesta con ustedes…
La mujer miró extrañada a Frohike un segundo y luego clavó la mirada en su hijo que seguía hurgando la copa con la cucharilla en busca de los residuos de helado con el mismo empeño con el cual su padre buscara un día probar la existencia de vida extraterrestre.
- Cariño, ya terminaste –Ella le arrebató con delicadeza la copa y el cubierto y limpió su boca con la servilleta- ¿Quieres ir al tobogán un rato mientras charlo con tu tío Melvin?
- Sí – dijo él con una sonrisa abierta.
- Sí, claro. –Se puso de pie y tomó al niño en sus brazos- Discúlpame, ahora vuelvo.
Dejó al niño en el tobogán que desembocaba en la piscina de pelotas y cerró la reja. Todavía sentía angustia cuando se separaba de él, pero sabía que era una vieja paranoia que aún no lograba desterrar. Regresó a la mesa.
- Él lee la…
- Sí –ella cortó la frase- Sería tonto negarlo. Al comienzo parecían solo casualidades, una conexión entre madre e hijo, quizás. Pero día a día parece manifestarse con mayor claridad, ya no sólo lo hace conmigo, a veces sucede con Rose.
- ¿Siempre?
- No, en realidad no. Parece que puede captar con mayor claridad nuestros pensamientos cuando estamos más emotivos de lo normal.
- Como tú después de tu encuentro…
Ella lo miró a los ojos como escrutándolo.
- No respondiste a mi pregunta por teléfono –dijo al fin.
- Sí lo sabía, lo sabíamos los tres.
- ¿Lo sabía Mulder?
- Claro que no.
- ¿Me estás diciendo que Mulder no sabía que iba a encontrarse conmigo esta mañana?
- Así es.
- Pero eso fue una… una… emboscada para ambos, Frohike…
- No lo sé, lo pensamos mucho. Cuando Hale, o Mulder, o como quieras llamarlo nos buscó, realmente lo vimos mal. Nos habló de su situación, de lo que había vivido y, naturalmente, preguntó por ti. Dijo que daría lo que fuera por volver a verte, aunque sólo fuera de lejos.
No pudo evitarlo y se adelantó hacia la mesa con cierta violencia mal disimulada al escuchar a Frohike.
- ¿Le han dicho lo otro?
- No, no creímos oportuno inmiscuirnos en temas tan íntimos… eres tú la que tienes que decírselo, para bien o para mal, para separarse definitivamente o para volver a estar juntos…
- ¿Volver a estar juntos? ¿Qué rayos significa eso?
- Eso es otro asunto…
- Pareces olvidar lo que tuve que pasar cuando él decidió abandonarlo todo, lo que sufrí cuando lo creí muerto, la locura de recuperarlo y luego sólo se larga sin media palabra…
- Vamos Scully, tú eres demasiado inteligente para condenarlo como un desalmado.
- Desde luego que no…
- Por otra parte, es mentira que no te dijo nada.
- ¿A qué te refieres?
- Nunca quisiste escuchar, o mejor dicho leer, lo que quiso decirte…
Ella levantó la vista hacia él mientras mantenía los labios apretados.
- Bueno –dijo desviando la mirada- Lo hemos hablado y eso pertenece al pasado. Podemos trabajar juntos, relativamente hablando, en lo que sea estrictamente necesario.
- ¿No crees que olvidas mencionar algo? –se encontró con la mirada interrogante de ella- No pensarás que es sólo tuyo.
- Lo sé.
- Yo me pregunto qué dirá Mulder cuando sepa que casi cuatro meses después de haberse ido nació un hijo suyo. Es lo primero que tenías que haberle dicho.
- ¿Y cómo? ¿A dónde se supone debía enviarle la invitación al baby shower, eh?
- De acuerdo, no sabías dónde. Pero ahora lo tienes aquí. ¿Le has dicho esta mañana que es padre de un niño de cuatro años? ¿Se lo has dicho Scully?
- No.
- Pues es por donde tendrías que haber empezado.
- Ya es tarde –dijo ella poniéndose de pie –Voy por mi hijo.
- Dana, tú sabes cuánto te queremos; eres una mujer digna y sobretodo humana… pero dejarás de serlo si te callas la paternidad de un hijo que no sólo es tuyo. Ese niño tiene derecho a saber que hay un padre por ahí que es suyo.
- Nunca le he negado a mi hijo la existencia de su padre, nunca le he dicho que está muerto, nunca le dije que era un semidios o un malnacido.
- Es que no es ninguna de las dos cosas.
- Lo sé, lo sé –inhaló casi con dificultad- pero es que ha pasado tanto tiempo… Yo sé de él hoy porque lo he visto, todo lo que ha sucedido en estos años lo ignoro y, para ser sincera, no sé si quiero saberlo.
Sin decir otra palabra, desvió la vista hacia donde estaba su hijo y se dirigió a él. Con el niño en brazos, regresó hacia donde Frohike esperaba, luego de cancelar la cuenta.
- ¿Quieres que te lleve a tu hotel?
- No, ya es tarde y este genio tiene que dormir –dijo acariciando la cabeza del niño- Te llamaré mañana, ¿de acuerdo?
- Sí. Gracias por la invitación.
- Claro.
Frohike vio a la mujer avanzar hacia la salida mientras que el pequeño reposaba la cabeza en el hombro de su madre.
Es cierto, él amaba a esa mujer casi desde siempre.
Siempre se había dicho que lucharía por verla feliz, sin importar lo que tuviera que hacer para conseguirlo.
Ahora ya estaba dado el primer paso.
El resto del camino, tendrían que caminarlo ellos.
Como fue ayer.
Continuará.
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