Autor: Gillean
Mulderson
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Tema: Weird.
Spoiler: Inmediatamente
después de Tithonus.
Rating: AP
La oscuridad me ha gobernado siempre, como un manto oscuro que me
protege de las emociones humanas y de la compasión. Nunca he
necesitado preguntarme nada, responder a nadie: los seres que se
arrastran en este mundo, que rara vez me presienten o me esperan,
nunca han despertado mi curiosidad hasta ahora. Por eso no puedo
comprenderme, sorprendido por estos pensamientos, esta vaga
espera que me suspende en una gota de eternidad.
La observo caminar con lentitud, seguramente pensando acerca de
lo que él le ha dicho, evaluando las posibilidades, las
teorías, descartando probabilidades. Aunque no poseo ese poder
aún, en este estadio ascendente de energía, casi puedo
escucharla pensar.
Él la mira esperando su respuesta, como si no pudiera
presentirla todavía. Sus ojos se demoran demasiado en sus ojos,
en el leve entrecejo, en el parpadeo involuntario de sus
pestañas. Vuelven a sus ojos, esperan.
-No lo
creo- dice ella, sacudiendo la cabeza, y él suspira con
impaciencia-. Tiene que ser más simple que eso.
El viento tenue me empuja un poco hacia ellos, y puedo
observarlos sostenerse la mirada. Alrededor, las luces titilantes
de la Navidad se apagan bajo la glacial fluorescencia de las
sirenas policiales y la inmaculada ambulancia. Los murmullos son
agotados y nerviosos, pero ellos están llenos de energía, tan
oscuros en las sombras como yo mismo, y sin embargo poderosos.
A él lo he visto muchas veces, más que a muchos otros seres de
este bajo mundo, desnudo de miedo como los animales que no
conocen el significado de la muerte. Se ha enfrentado a la
oscuridad, y aunque no la ha vencido -nadie puede-, no fue
derrotado tampoco. Antes he visto seres así, pero todos fueron
sometidos tarde o temprano. Sé que su destino, como antes de
esta vida y como las oportunidades que llegarán después, se
apagará en mi espada una vez más. No tiene miedo sino de lo que
conoce, y eso lo hace un adversario terrible; temer a lo
desconocido es propio de esos seres apagados y temerosos, pero
temer a lo que se conoce requiere un valor que muy pocos son
capaces de aceptar.
Ella, sin embargo, la que ahora levanta sus ojos azules hacia la
brisa helada de la noche, que parece presentirme, me ha mirado
una vez a los ojos, me ha visto, me ha tocado con sus dedos
tibios. Por un extraño momento, ha sido una conmigo. Nunca antes
había pasado.
Desde el polvo he visto erguirse a estas criaturas para buscar
las estrellas y los cielos, las he oído suplicar y rezar, las he
visto buscar sin hallar nunca. La sombra de mis alas las han
acompañado como ellas a mí, sin llegar nunca a estar juntos. He
seguido sus huellas en silencio, para apagarlas en silencio
también.
Y sin embargo ella, la de los ojos azules, la que me ha mirado a
los ojos antes de que mi mano la alcanzara, pudo verme
verdaderamente, como sólo uno ha hecho antes -hace siglos ya-, y
ha trocado, sin saber cómo, su destino.
Los ángeles transparentes, mudos y vacuos, descienden lentamente
entre los hombres de sobretodos negros, entre las luces hirientes
y la nieve que se arremolina en el suelo. Me miran sin verme, y
siguen su destino, leyendo los grandes Libros sin preguntar y sin
vacilar.
El hombre de mirada atenta le levanta el cuello del abrigo,
protegiéndola del frío, ajeno al vaivén tumultuoso de los
hombres moviéndose a su alrededor.
-Si tienes
alguna explicación más simple, me gustaría escucharla, Scully.
Ella mira otra vez hacia la sombra, hacia mí, y levanta sus ojos
hasta el hombre. Su voz asciende en pequeñas nubecillas que la
niebla traga.
-Cuando la
tenga, te la daré. La autopsia seguramente nos dará una pista.
Él hace un gesto de frustración, o quizá sea sólo de
resignación, no lo sé. La mira alejarse hacia el interior de la
casa totalmente iluminada, esquivando a los hombres que entran y
salen. Bajo la luz blanca del porche de entrada, su cabello
parece increíblemente rojo. La mirada del hombre, de pie sobre
la blanca nieve, dice muchas cosas que tal vez nunca pueda
expresar con palabras. Que quizá no tenga tiempo de decir.
Adentro, la mujer de ojos azules examina todo con el ceño
fruncido. Yo sólo puedo ver lo que vi la primera vez que entré,
hace quizá una o dos horas, pero ella busca más de lo que
encontrará esta vez. Es tenaz; lo he comprobado estas últimas
semanas, desde que la observo, e increíblemente sensible. Cada
vez que se mueve hacia donde estoy, creo que está mirándome de
nuevo, débil y valiente, como la primera vez.
Se saca los guantes de goma, desenrollándolos de sus dedos
finos, suspira, y asiente a algo que el oficial Durand, a quien
volveré a ver antes del amanecer, le dice.
Las huellas son invisibles para ella aún, también para el
hombre, pero seguirán aquí hasta que puedan verlas al fin. Los
fantasmales ángeles rodean al oficial de bigote gris, y él se
estremece.
-Nunca
había visto esta clase de crueldad, agente Scully- dice con su
voz grave, mientras la nieve de sus hombros se derrite, mojando
la gruesa chaqueta-. La sangre está salpicada hasta el techo.
Ella mira hacia arriba, pensando, analizando, guardando los
detalles en su memoria.
-Hace frío
aquí- dice vagamente, como si no notara las ventanas abiertas y
estremecidas.
El oficial Durand tiembla levemente, y asiente.
-Quizá
alguien esté caminando sobre nuestras tumbas.
Ella es hermosa, pero la belleza nunca perdura. Es valiente, y
ese valor es el que la escuda, es el que la amparará en la hora
final. Contra todos los designios, he visto los Libros, para
conocer su destino y el mío, cuando inevitablemente se toquen de
nuevo. Aún falta mucho, pero vendrá el día en que yo apague en
sus brazos los ojos de su hombre, cierre el círculo de luz de
esta vida y los una en el silencio.
Los he visto mirarse, tocarse y hablar sin palabras. Demasiadas
veces he contemplado el amor para no comprender que ésta es
sólo una manera más. Comprendo el miedo, porque es parte de su
naturaleza, y comprendo la esperanza. Sin embargo hasta ahora,
hasta el momento en que sentí los dedos tibios de esa mujer
rozar los míos cuando debí habérmela llevado, nunca lo había
sentido.
Es verdad que nada muere nunca, porque finalmente seré vencido.
Es verdad que el amor los unirá de nuevo en algún otro círculo
de luz, pero las oportunidades son tan pocas... ¿Aprenderán
ellos a aprovecharlas? ¿Sabrán aceptar y someterse a los
designios? El libre albedrío es algo que todavía no comprendo.
-¡Scully!
¡Ven a ver esto!
En el porche, la voz de Mulder hace eco en las paredes blancas, y
la mujer hace un leve movimiento hacia Durand, dejándolo solo en
la habitación, buscando pistas.
-Azrael.
Me vuelvo hacia la voz una vez más, silencioso. Mis ojos blancos
escrutan la noche, más allá de las fúlgidas alas que se
pliegan lentamente.
-¿No
tienes trabajo esta noche?
Ante mí, el Mensajero, el demonio es sólo otro ángel
transparente y luminoso. Infinitamente hermoso, pero terrible.
-¿Las
estrellas están alineadas, Lucifer?
-La línea
está trazada, como todas- luminoso y bello, él mira a Durand
detenerse ante la ventana abierta, oír la noche, los árboles
desnudos llenos de cristal de nieve. Sus cabellos, blancos como
los míos, rozan sus ojos fríos-. ¿Aun no sientes compasión?
Este hombre morirá, Azrael.
-Su línea
se completa- asiento con calma. Pienso en la mujer de ojos
azules, en su compañero, en las vidas que Lucifer aun no ha
tocado.
-Sientes
compasión- dijo él, su voz baja y terrible casi victoriosa.
-No.
También nosotros encontraremos nuestro destino, Lucifer.
-¿Lo
crees? ¿Crees que Él te aniquilará, como a mí?- el ángel
mueve la cabeza. Junto a los árboles negros por la noche, más
allá de la línea de visión, algo capta la atención de Durand.
Lucifer empieza a desplegar sus alas nuevamente, brillantes como
el oro. Durand pasa a través de la ventana hacia la noche. Lo
sigo tras Lucifer, en el aire súbitamente en calma-. Azrael,
¿acaso tienes fe?
Una sombra entre los árboles acecha a Durand, lejos de las luces
de la casa. Lucifer se detiene, observa. Pienso en la mujer de
ojos azules, en sus dedos tibios. Sé ahora que de un modo u
otro, todos los destinos se cumplirían.
Durand me ve ante él, entre los árboles, un segundo antes de
que mi mano lo alcance, casi al mismo tiempo que la sombra
inhumana cae sobre él. Como lechuzas de hielo, los ángeles en
las ramas llenas de nieve suspiran en silencio.
Lucifer asciende nuevamente hacia el cielo negro, y Durand, ante
mí, cae en la nieve roja.
La mujer de ojos azules se levantó de un salto.
-¿Scully?-
dijo Mulder, mirándola hacia arriba, pero sin dejar de
inclinarse junto a las gotas de sangre y pelo rojo del porche-.
¿Sucede algo?
-¿Has
oído eso, Mulder?
-No oí
nada. ¿Qué oíste tú?
Ella miró alrededor. Aunque las sirenas estaban apagadas, había
demasiada gente trabajando en el lugar para oír otra cosa que el
murmullo frenético y constante.
-Nada-
ella, lentamente, volvió a agacharse junto a Mulder-. No debe
haber sido nada.
FIN