Autor: Gillean Mulderson

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Tema: Weird.

Spoiler: Inmediatamente después de “Tithonus”.

Descargo: Evidentemente, ni los personajes de Mulder y Scully son míos, ni pretendo con esta creación de Chris Carter obtener ninguna remuneración económica o de otro tipo.

Dedicatoria: a Alexfiles, fanática y shipper, aunque no lo reconozca. Esto también es tuyo. Y a mi querida Missy, mi faro de luz.

Rating: AP

 

Azrael

 

 

     La oscuridad me ha gobernado siempre, como un manto oscuro que me protege de las emociones humanas y de la compasión. Nunca he necesitado preguntarme nada, responder a nadie: los seres que se arrastran en este mundo, que rara vez me presienten o me esperan, nunca han despertado mi curiosidad hasta ahora. Por eso no puedo comprenderme, sorprendido por estos pensamientos, esta vaga espera que me suspende en una gota de eternidad.

     La observo caminar con lentitud, seguramente pensando acerca de lo que él le ha dicho, evaluando las posibilidades, las teorías, descartando probabilidades. Aunque no poseo ese poder aún, en este estadio ascendente de energía, casi puedo escucharla pensar.

     Él la mira esperando su respuesta, como si no pudiera presentirla todavía. Sus ojos se demoran demasiado en sus ojos, en el leve entrecejo, en el parpadeo involuntario de sus pestañas. Vuelven a sus ojos, esperan.

 -No lo creo- dice ella, sacudiendo la cabeza, y él suspira con impaciencia-. Tiene que ser más simple que eso.

     El viento tenue me empuja un poco hacia ellos, y puedo observarlos sostenerse la mirada. Alrededor, las luces titilantes de la Navidad se apagan bajo la glacial fluorescencia de las sirenas policiales y la inmaculada ambulancia. Los murmullos son agotados y nerviosos, pero ellos están llenos de energía, tan oscuros en las sombras como yo mismo, y sin embargo poderosos.

     A él lo he visto muchas veces, más que a muchos otros seres de este bajo mundo, desnudo de miedo como los animales que no conocen el significado de la muerte. Se ha enfrentado a la oscuridad, y aunque no la ha vencido -nadie puede-, no fue derrotado tampoco. Antes he visto seres así, pero todos fueron sometidos tarde o temprano. Sé que su destino, como antes de esta vida y como las oportunidades que llegarán después, se apagará en mi espada una vez más. No tiene miedo sino de lo que conoce, y eso lo hace un adversario terrible; temer a lo desconocido es propio de esos seres apagados y temerosos, pero temer a lo que se conoce requiere un valor que muy pocos son capaces de aceptar.

     Ella, sin embargo, la que ahora levanta sus ojos azules hacia la brisa helada de la noche, que parece presentirme, me ha mirado una vez a los ojos, me ha visto, me ha tocado con sus dedos tibios. Por un extraño momento, ha sido una conmigo. Nunca antes había pasado.

     Desde el polvo he visto erguirse a estas criaturas para buscar las estrellas y los cielos, las he oído suplicar y rezar, las he visto buscar sin hallar nunca. La sombra de mis alas las han acompañado como ellas a mí, sin llegar nunca a estar juntos. He seguido sus huellas en silencio, para apagarlas en silencio también.

     Y sin embargo ella, la de los ojos azules, la que me ha mirado a los ojos antes de que mi mano la alcanzara, pudo verme verdaderamente, como sólo uno ha hecho antes -hace siglos ya-, y ha trocado, sin saber cómo, su destino.

     Los ángeles transparentes, mudos y vacuos, descienden lentamente entre los hombres de sobretodos negros, entre las luces hirientes y la nieve que se arremolina en el suelo. Me miran sin verme, y siguen su destino, leyendo los grandes Libros sin preguntar y sin vacilar.

     El hombre de mirada atenta le levanta el cuello del abrigo, protegiéndola del frío, ajeno al vaivén tumultuoso de los hombres moviéndose a su alrededor.

 -Si tienes alguna explicación más simple, me gustaría escucharla, Scully.

     Ella mira otra vez hacia la sombra, hacia mí, y levanta sus ojos hasta el hombre. Su voz asciende en pequeñas nubecillas que la niebla traga.

 -Cuando la tenga, te la daré. La autopsia seguramente nos dará una pista.

     Él hace un gesto de frustración, o quizá sea sólo de resignación, no lo sé. La mira alejarse hacia el interior de la casa totalmente iluminada, esquivando a los hombres que entran y salen. Bajo la luz blanca del porche de entrada, su cabello parece increíblemente rojo. La mirada del hombre, de pie sobre la blanca nieve, dice muchas cosas que tal vez nunca pueda expresar con palabras. Que quizá no tenga tiempo de decir.

     Adentro, la mujer de ojos azules examina todo con el ceño fruncido. Yo sólo puedo ver lo que vi la primera vez que entré, hace quizá una o dos horas, pero ella busca más de lo que encontrará esta vez. Es tenaz; lo he comprobado estas últimas semanas, desde que la observo, e increíblemente sensible. Cada vez que se mueve hacia donde estoy, creo que está mirándome de nuevo, débil y valiente, como la primera vez.

     Se saca los guantes de goma, desenrollándolos de sus dedos finos, suspira, y asiente a algo que el oficial Durand, a quien volveré a ver antes del amanecer, le dice.

     Las huellas son invisibles para ella aún, también para el hombre, pero seguirán aquí hasta que puedan verlas al fin. Los fantasmales ángeles rodean al oficial de bigote gris, y él se estremece.

 -Nunca había visto esta clase de crueldad, agente Scully- dice con su voz grave, mientras la nieve de sus hombros se derrite, mojando la gruesa chaqueta-. La sangre está salpicada hasta el techo.

     Ella mira hacia arriba, pensando, analizando, guardando los detalles en su memoria.

 -Hace frío aquí- dice vagamente, como si no notara las ventanas abiertas y estremecidas.

      El oficial Durand tiembla levemente, y asiente.

 -Quizá alguien esté caminando sobre nuestras tumbas.

      Ella es hermosa, pero la belleza nunca perdura. Es valiente, y ese valor es el que la escuda, es el que la amparará en la hora final. Contra todos los designios, he visto los Libros, para conocer su destino y el mío, cuando inevitablemente se toquen de nuevo. Aún falta mucho, pero vendrá el día en que yo apague en sus brazos los ojos de su hombre, cierre el círculo de luz de esta vida y los una en el silencio.

     Los he visto mirarse, tocarse y hablar sin palabras. Demasiadas veces he contemplado el amor para no comprender que ésta es sólo una manera más. Comprendo el miedo, porque es parte de su naturaleza, y comprendo la esperanza. Sin embargo hasta ahora, hasta el momento en que sentí los dedos tibios de esa mujer rozar los míos cuando debí habérmela llevado, nunca lo había sentido.

     Es verdad que nada muere nunca, porque finalmente seré vencido. Es verdad que el amor los unirá de nuevo en algún otro círculo de luz, pero las oportunidades son tan pocas... ¿Aprenderán ellos a aprovecharlas? ¿Sabrán aceptar y someterse a los designios? El libre albedrío es algo que todavía no comprendo.

 -¡Scully! ¡Ven a ver esto!

     En el porche, la voz de Mulder hace eco en las paredes blancas, y la mujer hace un leve movimiento hacia Durand, dejándolo solo en la habitación, buscando pistas.

 -Azrael.

     Me vuelvo hacia la voz una vez más, silencioso. Mis ojos blancos escrutan la noche, más allá de las fúlgidas alas que se pliegan lentamente.

 -¿No tienes trabajo esta noche?

     Ante mí, el Mensajero, el demonio es sólo otro ángel transparente y luminoso. Infinitamente hermoso, pero terrible.

 -¿Las estrellas están alineadas, Lucifer?

 -La línea está trazada, como todas- luminoso y bello, él mira a Durand detenerse ante la ventana abierta, oír la noche, los árboles desnudos llenos de cristal de nieve. Sus cabellos, blancos como los míos, rozan sus ojos fríos-. ¿Aun no sientes compasión? Este hombre morirá, Azrael.

 -Su línea se completa- asiento con calma. Pienso en la mujer de ojos azules, en su compañero, en las vidas que Lucifer aun no ha tocado.

 -Sientes compasión- dijo él, su voz baja y terrible casi victoriosa.

 -No. También nosotros encontraremos nuestro destino, Lucifer.

 -¿Lo crees? ¿Crees que Él te aniquilará, como a mí?- el ángel mueve la cabeza. Junto a los árboles negros por la noche, más allá de la línea de visión, algo capta la atención de Durand. Lucifer empieza a desplegar sus alas nuevamente, brillantes como el oro. Durand pasa a través de la ventana hacia la noche. Lo sigo tras Lucifer, en el aire súbitamente en calma-. Azrael, ¿acaso tienes fe?

     Una sombra entre los árboles acecha a Durand, lejos de las luces de la casa. Lucifer se detiene, observa. Pienso en la mujer de ojos azules, en sus dedos tibios. Sé ahora que de un modo u otro, todos los destinos se cumplirían.

     Durand me ve ante él, entre los árboles, un segundo antes de que mi mano lo alcance, casi al mismo tiempo que la sombra inhumana cae sobre él. Como lechuzas de hielo, los ángeles en las ramas llenas de nieve suspiran en silencio.

     Lucifer asciende nuevamente hacia el cielo negro, y Durand, ante mí, cae en la nieve roja.

 

 

     La mujer de ojos azules se levantó de un salto.

 -¿Scully?- dijo Mulder, mirándola hacia arriba, pero sin dejar de inclinarse junto a las gotas de sangre y pelo rojo del porche-. ¿Sucede algo?

 -¿Has oído eso, Mulder?

 -No oí nada. ¿Qué oíste tú?

     Ella miró alrededor. Aunque las sirenas estaban apagadas, había demasiada gente trabajando en el lugar para oír otra cosa que el murmullo frenético y constante.

 -Nada- ella, lentamente, volvió a agacharse junto a Mulder-. No debe haber sido nada.

 

FIN