Autor: Gillean Mulderson.

Disclaimer:  Evidentemente, ni los personajes de DD y GA son míos, ni pretendo con esta creación de Chris Carter obtener ninguna remuneración económica o de otro tipo. A pesar de estos copyright, sin embargo, que me demande CC si quiere por usar sus personajes, que no va a sacar mucho. Lo que sí pido es que no haga realidad esta pesadilla mía.

Dedicatoria: a Alexfiles, que prefiere en los relatos las lágrimas antes que los besos;
a Missy, por nuestros ángeles y nuestros demonios;
a Danny, por su incondicional amistad;
a Darío y Nahuel, por escribir en mis libros sus propias páginas de luz.
Gracias a todos ellos, y a quienes se molesten en leer una posibilidad más en un infinito mundo de posibilidades...

Spoilers: Lo poco que pude ver de "Réquiem", y una angustiada imaginación. Esta es la continuación, al mismo tiempo, de la trilogía de Azrael y la culminación de "Lápidas", otro fanfic publicado recientemente. Sería necesario leer algo de estos relatos anteriores para comprender un poco mejor este, aunque tampoco es seguro que así y todo sirva de algo.

Tipo: Angst

Rating: AP

 

AZRAEL III

 

"-¿Eres feliz?- le pregunta Caín.
-No- responde Lucifer-. Pero soy poderoso."
de "Caín".
Lord Byron.

 

Del diario de Azrael en los Libros de la Vida, septiembre de 2001 después de Micael.

El silencio de los ángeles.

 

El otoño se despereza entre las hojas rojas, apartando con sus dedos helados los montones encogidos bajo los árboles. La lluvia ha cesado ya, pero las desnudas ramas de los arces gotean todavía, sombras fantasmales en el atardecer. Todo está en silencio.

Hará frío en el cielo, porque las nubes se agitan locamente, en una carrera extraña. La noche es el mejor momento para morir, sin duda, porque las estrellas parecen más cercanas. El cielo oscuro, abierto sobre los ojos, parece recibir todas las almas. Si se pudiera elegir el momento, en medio de los febriles pensamientos sobre el más allá y las especulaciones sobre ángeles y demonios, sin duda sería éste. Todo parece cercano, eterno casi. Todo parece ser posible.

El taxi, en el camino desierto, se para con un traqueteo ahogado, cubierto por millones de gotas de lluvia. Las luces están encendidas adentro. Desde la rama rugosa del arce inclinado sobre la grava, observo silenciosamente al taxista salir, revisar el motor y maldecir en murmullos.

Ella está en silencio en el asiento de atrás, perdida en sus pensamientos. Está tan pálida, sus cabellos rojos mojados por la lluvia helada; hace tiempo que no la veo, pero hoy será nuestro último encuentro en mucho, mucho tiempo. Tiene los ojos enrojecidos, y como sé de dónde ha venido, también sé que ha llorado.

El día que la conocí, tan pálida y vencida como ahora, sus ojos no tenían esta luz triste; aferrada a la vida, tocó con sus dedos tibios los míos y apartó su mirada de mis ojos. En un Libro escrito desde hacía siglos, ella esquivó su destino y cambió el orden en las páginas de luz. Ahora posee un tesoro que le fue concedido por esa fuerza inmensa que la protegió de todo: su niño pequeño será su impulso, la encarnación de un amor que tardé mucho tiempo en comprender. Después de milenios llenos de lágrimas y de dolor, acompañado por las sombras que son mi segundo hogar e indiferente a las débiles criaturas que se arrastran en este oscuro mundo, la mujer que se llama Dana me concedió algo que no estaba previsto.

Mi destino estaba escrito desde el principio de los tiempos, desde que la mano creadora me sacó del polvo. Ángel de la Muerte, también estaba escrito que debía morir. Separado de los ejércitos celestes, odiado por los hombres, hasta que la conocí no había recordado que yo también tendría mi redención. Si Dana podía cambiar su destino por la fuerza del amor, también yo encontraría el mío, y descansaría.

Ahora la luz de los ángeles compañeros ilumina levemente el cielo. Están acercándose por la carretera, mientras el taxista de gruesos bigotes habla por el celular pidiendo auxilio para el coche averiado. Se acercan.

Es el momento, Dana Scully. Cumpliré con la promesa que te hice, y dejaré que tu hombre te contemple antes de acompañarme en su definitivo camino de luz. Su alma se posará en ti para bendecirte y despedirse; para cerrar el círculo perfecto y esperar otra oportunidad más allá del tiempo.

 

 

Las últimas nubes negras en el cielo se encienden con el rojizo resplandor de las llamas. La agente Scully corre hacia el auto oscuro lleno de humo, incrustado contra el viejo tronco raído de un árbol, aplastando el pasto mustio y mojado con sus pequeñas botas de piel. El taxista, llamando a los gritos con su celular a la policía, la sigue de cerca. El taxi abandonado se ve a lo lejos, unos quinientos metros más allá, en la carretera desierta.

Obviamente el conductor y el hombre conectado al respirador portátil están muertos, ensangrentados y retorcidos entre los hierros humeantes, y el tubo de oxígeno es una bomba de tiempo entre los chamuscados asientos. Ellos no han sufrido siquiera, como estaba escrito que sucedería; mi mano apenas los alcanzó un segundo antes del impacto, borrando de sus ojos todo calor. Sus ángeles compañeros me observan en silencio, de pie sobre las mojadas rocas del camino, apenas un paso por delante de Lucifer. El tercer ángel alado, de largos cabellos azules, se aleja levemente, acompañando a su protegido, herido y oculto tras los árboles del sendero. Llegará su hora dentro de poco, cuando el Libro mencione el nombre de Krycek, pero aún no es tiempo. La mujer de los ojos azules no lo ha visto aún, concentrada en sacar al único hombre que parece respirar todavía.

Las heridas son de consideración, pero deben arrastrarlo lejos del coche, liberándolo de su rasgado abrigo gris antes de que el amasijo de hierros calientes estalle. El taxista reza apresuradamente en voz alta, en un idioma parecido al italiano, haciendo sonreír a Lucifer.

-¿Aún no sientes compasión, Azrael?- se burla dulcemente casi, enfrentado a los ángeles que ascenderán hacia el Creador nuevamente. Orgulloso y bello como el sol, su luz esconde una soledad parecida a la mía. Sólo que yo ya no estoy solo.

-Todos los círculos se completan, Lucifer- respondo quedamente. El ángel de Dana, de pie tras ella, inclina sus alas para protegerla del Maligno, mientras que el ángel feroz vibrante de luz del hombre tendido en el pasto parece refulgir furiosamente. Ha llegado su hora de ascender, preparado o no, aunque para él será difícil abandonarlo. Ese es el peligro de ser un espíritu compañero: los protegidos son siempre vulnerables, mortales, y en algún momento hay que dejarlos ascender de este primitivo estadio de energía. Han pasado mucho juntos, y Azragh parece triste, pero todos deben completar su círculo, emerger de este mundo de sombras y empezar de nuevo hasta alcanzar la perfección. En un universo lleno de posibilidades, quizá ellos vuelvan a encontrarse una vez más.

Él está de cara al cielo, tan cubierto de sangre que es difícil poder verlo en la oscuridad. La agente Scully trata frenéticamente de detener las hemorragias más evidentes, mientras habla en voz baja, rápida, y el taxista unos metros más allá grita de nuevo por el celular.

-Dios mío, ¿qué le han hecho?- dice el hombre con fuerte acento italiano, observando a la hermosa mujer con las manos plenas de sangre hablarle al hombre lleno de cicatrices y ceniza. Su rostro está deformado por líneas rosadas y rojas apenas curadas, y los cortos mechones de cabello castaño están pegados a su cabeza por la sangre. Él intenta abrir los ojos, apenas dos ranuras oscurecidas por el dolor, para observar a la pálida mujer de cabellos rojos inclinada sobre él.

-Lo... lo hicimos... ¿verdad?- susurra apenas, y sólo yo puedo oírlo. Y sin embargo la agente Scully se detiene de pronto, y lo mira a la cara, ya sabiendo que ningún médico del mundo puede salvarlo. La astilla de hierro, legado de la puerta abollada y rasgada como un papel, se ha clavado demasiado profundamente en su estómago. Una muerte dolorosa y terrible, pero el hombre cubierto de sangre, apenas respirando sobre la tierra mojada, no siente dolor. La mano de Azragh lo protege, y el ángel de Dana, inclinado sobre ellos, los ilumina con la luz que los mortales no pueden ver. Todo está en silencio: hasta los pájaros del cielo huyen de Lucifer, que lo observa todo con sus níveos ojos fríos.

-Tampoco lo vencerás ahora, Lucifer- dice Azragh, y toca con sus dedos fantasmales la frente roja de Mulder. Los ángeles del anciano Spender y Bylock, el conductor, observan también en silencio, aguardando: su misión ha fracasado esta vez, doblegados por la fuerza poderosa del jefe de los ángeles rebeldes. El Creador instruyó en esos débiles mortales el libre albedrío, y ellos apenas han podido protegerlos hasta ahora. La próxima vez, seguramente lo harán mejor.

-¿Te crees poderoso, Azragh?- la sonrisa de Lucifer es feroz. Su luz empalidece la de los otros ángeles, pero no tiene poder sobre ellos, y lo sabe-. Tu mortal completará su círculo ahora, pero... ¿qué me dices de ella?

El ángel de Dana Scully se yergue en toda su estatura. Luminoso y callado, es tan bello como el alma que protege, y sus alas extendidas se interponen entre su elegida y el ángel maligno.

-No- dice con fuerza, y también Azragh avanza.

-No- digo yo entonces, quedamente. Él no vencerá esta vez, no me vencerá. Todos me miran, ángeles asombrados y brillantes. Mulder hubiera disfrutado ver eso-. Ya tienes a los tuyos, y pronto te daré también a Krycek. Deja a la mortal, Lucifer; no puedes hacer nada.

-¿Crees que ella no lo cambiaría todo, lo que fuera, por su hombre, Azrael?

-Te daré lo que corresponde, pero no lograrás más. Los círculos se completarán como es debido; tus esfuerzos terminan aquí. Conoces las reglas tan bien como yo.

-Ella no completa su círculo aún, Azrael.

-¡No!- grita el hombre tendido en el pasto mojado, de cara al cielo. Dana Scully intenta detener como puede la hemorragia, más pálida que nunca en su vida, pero algo ha llegado a ella a través de esa voz rasgada.

-¿Quién es usted?- susurra suavemente, tratando de ver entre la sangre y las cicatrices algo que sólo su corazón presiente-. ¿Cuál es su nombre?

Mulder, apenas elevado del suelo por los brazos frágiles de Scully, trata de abrir los ojos a pesar del dolor. Tan vulnerable su cuerpo como fuerte su alma, la mira primero a ella, tratando de memorizar esos rasgos de porcelana. Ningún Lucifer de los Universos Conocidos le quitará eso; ningún triste Azrael lo borrará con sus manos frías. Mulder es más rico que todos los reyes del mundo: el Creador ha sido generoso con él.

-No... dejaré... que lleguen... a ti...

-¿Quién es usted?- dice Scully, casi con miedo. La patrulla con sus sirenas luminosas empieza a hendir la noche con los ruidos urgentes de su llegada. El taxista, frenético, corre hacia la carretera para hacer señas, mientras los ángeles inmóviles apenas se agitan con la brisa nocturna.

-Entonces es verdad- dice Lucifer mirándome a los ojos-. Los mortales han llegado a ti, Azrael, después de todos estos milenios buscando tu propio albedrío. Ha sucedido por fin.

-Todos los círculos se completarán, Lucifer: también el tuyo y el mío. Toma lo que es tuyo y vete. Sabes que hay muchos círculos de luz que aún debes corromper.

-Quizá haya uno aquí mismo- responde el Señor de la Tierra, mirando a Dana.

-No- dice Azragh, con sus manos de guerrero hechos por el dedo de Dios casi cerradas.

-No- dice el ángel de Scully, casi sin voz. Y también la voz del mortal se eleva, entre el ulular de las sirenas que se acercan, del fuego que empieza a chirriar en el auto abollado contra el seco árbol:

-¡No!

Y sus ojos apenas abiertos, brillantes de dolor y de pena, miran a Lucifer con desafío. Este hombre exhausto ha pagado precios altos y difíciles, ha sido el punto débil de la lucha de Lucifer por muchos años, ha sido doblegado por un destino escrito gravemente en los Libros de Luz de Dios, pero no será vencido. Su círculo se cerrará, pero no será vencido.

-¿Cómo se llama?- dice Scully casi gritando, con un sollozo prendido a su garganta, tratando de distinguir en la oscuridad los rasgos afilados, los ojos llenos de sombras. Su dolor está abierto como una flor sombría bajo el cielo azul y la sangre roja, y yo, que he existido millones de años viviendo este instante, me inclino ante su hombre para cumplir su destino.

Sólo los seres especiales pueden verme en el instante en que mis dedos rozan su corazón para apagarlo por un momento, antes de que el Creador los lleve de nuevo a las páginas de luz; sólo por un segundo les es concedido contemplar su destino en mis ojos helados y aceptar la verdad. Y Mulder me mira en silencio, y después trata de abrir los ojos entre las sombras, para ver a su Scully una vez más.

-¡¿Cuál es su nombre?!

-Billy- susurra él, casi sin voz, y atrapa mi mano en el vacío.

 

 

Lucifer se ha marchado ya, llevándose con él el alma de Krycek. Los bomberos que tratan de apagar el fuego del auto que ha estallado lo encontrarán después, pálido entre los marchitos arbustos aplastados por el paso del automóvil. Dana Scully, con su ropa manchada de sangre, permanece dentro de la ambulancia observando inmóvil la tela de plástico negro cubriendo al hombre de las cicatrices.

El fuego se ha llevado todas las evidencias, convirtiéndolas en un puñado de cenizas. Todos los lógicos razonamientos que han guiado su vida, en las que ha anclado su visión del mundo desde hace años, no tendrán respuestas ahora. No habrá huellas dactilares, documentos, pruebas. No habrá exámenes especiales que demuestren que está en lo cierto, no después de la explosión que borrara las huellas del pasado en ese cuerpo maltratado y débil.

-Lo sabe. Ella lo sabe.

El ángel protector de Dana Scully me mira calladamente, y yo no respondo, porque sé que así es. Azragh se quedará un tiempo más en este bajo mundo para ampararla y cuidar de Billy. Un luminoso círculo de luz se ha completado, pero otro apenas empieza.

Todos, alguna vez, completaremos en nuestros propios libros nuestros pasos, y descansaremos. La oscuridad no es tal vez sino otro paso más en un camino lleno de estrellas.

Los ángeles luminosos están en silencio, y yo observo por última vez a Dana Scully, Agente Federal del FBI, mientras una lágrima cristalina avanza por la palidez de su mejilla. La próxima vez será la definitiva, pero aunque falte mucho tiempo, estoy seguro de que sus ángeles brillantes y la sombra del alma que no la ha abandonado la protegerán.

Ella me ha dado esperanza. Y cuando me presente ante mi Creador para cumplir mi destino, recordaré este instante y sabré entonces, como lo sé ahora, que nada muere nunca. Que mi poder no es definitivo.

Por fin descansaré.

 

 

FIN