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Consecuencias

Autor: Enia

Disclaimer: Esto es una historia de ficción basada en Los Expedientes Secretos X, cuyos personajes no me pertenecen a mí sino a un señor llamado Chris Carte y a un par de corporaciones llamadas producciones 1013 y Fox. Siendo así, no gano dinero con esto, ni fama, ni fortuna, ni nada de nada.

Nota del Autor: Siempre he pensado que Scully está temblando en el sofá negro de Mulder mientras esperan ver qué hay en el bendito disco y Mulder, que silenciosamente sostiene el dintel de la puerta, es algo así como un volcán en peligro de erupción. Esto es algo que podría haber pasado después de que salieron del edificio de oficinas vacío, aún cuando seguramente no fue así.

Dedicatorias: Para todos aquellos que después de mi primer relato me animaron a seguir escribiendo. Gracias por su generosidad de espíritu. En especial a Missy, Giny, Carol, Josefa, Inma, Aniara, Paola, Chili, y todos y cada uno de lo que se molestaron en leer la otra historia y escribirme su opinión. Y a los que no lo hicieron, también,

Spoliers: An Ami

Tipo: URS definitivamente

Feedback: ¡Por favor! Escríbanme a merodriguezARROBAinfovia.com.ar

 


 

La lluvia caía formando caprichosos dibujos en la ventanilla a medida que el viento las dispersaba sobre el vidrio y a pesar de que tenía la vista clavada en él, Scully era incapaz de verlos. ¿Cómo era posible que esto le hubiera ocurrido? ¿En qué momento pensó que ese hombre, cuyo único acto bueno en la vida había sido darle vida al hombre que conducía en silencio a su lado, había decidido hacer algo por el bien de la humanidad?

Eso la devolvió a lo que la había hecho mirar sin ver por la ventanilla el paisaje que atravesaban en esa noche de tormenta. El silencio. Mulder no había dicho mucho desde que ella golpeara a la puerta de su departamento unas horas antes apretando en el bolsillo de su abrigo el disco como si fuera un talismán. El talismán que evitaría que la ira se desatara. El talismán que haría que la decepción que vio en sus ojos se evaporara.

No sólo le había mentido. Le había mentido para irse con el hombre que más daño le hizo en la vida, por su propia voluntad, persiguiendo una quimera que sabía no tendría al final, pero que quiso creer que tendría. Quiso creer.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta que Mulder había detenido el auto hasta que el aire húmedo que entró cuando abrió la puerta del conductor le llegó. Y al mirar hacia fuera pudo ver que estaban frente a la fachada de su casa en vez del portal del edificio de Mulder.

Abriendo la ventanilla miró a su compañero que había rodeado el vehículo y se dirigía resuelto a su puerta. El miedo a lo que se avecinaba endureció su voz más de lo debido cuando habló.

- Mulder, dejé mi auto en tu casa. Deberíamos ir hasta allá.

Mulder abrió la puerta de Scully con una violencia contenida que ella nunca le había visto. O al menos no le había visto usar con ella.

- Recogerás tu auto mañana. Ahora, será mejor que salgas de ahí y entremos a tu casa o mañana todo el edificio estará comentando lo que pasará aquí en un instante.

Scully contempló por un segundo la posibilidad de negarse a entrar con él a su casa y exigirle que la llevara por su auto. Sabía que Mulder no había querido ir hasta allá porque los pistoleros aún podían estar tratando de encontrar algo en ese maldito disco vacío y todo ese silencio sólo podía ser el preludio de una tormenta que no estaba muy segura de poder capear. Sin embargo, tomando valor salió del auto y caminó erguida hacia el edificio, demostrando una entereza que no tenía y ocultando el miedo que crecía dentro de ella a medida que el ascensor subía sin que ellos intercambiaran una sola palabra.

Scully metió la llave en la cerradura de la puerta y en ese instante deseó de todo corazón poder devolver el tiempo. No saldría entonces de allí con el fumador, contestaría la llamada preocupada de Mulder preguntándole qué le había pasado a su familia, ignoraría el impulso que la hizo ir a aquella oficina inexistente a ver a un hombre en el cual jamás debió confiar.

Mulder no se quitó la campera que estaba empapada y se quedó inmóvil en el medio de la sala en penumbras, con los brazos a los costados del cuerpo y el agua goteando de su pelo revuelto. La luz de los relámpagos iluminaba su rostro tenso a intervalos regulares, pero ninguno de los dos se percató de la oscuridad reinante.

Scully jugueteó un momento con las llaves en su mano y, como tratando de alargar el momento que inevitablemente llegaría, se dirigió al escritorio para prender la grabadora. Los números luminosos le indicaban que tenía 12 mensajes en el contestador e iba a prenderlo cuando la voz fría de Mulder la detuvo.

- No te molestes. Son todos míos.

La mano de Scully se congeló suspendida sobre el aparato. Cerró sus ojos como tratando de alejar la imagen de Mulder marcando como un loco su número y dejando mensaje tras mensaje en la máquina. Podía verlo en su confusión, podía oírlo en su miedo, podía sentirlo en su angustia. El que no hubiera estado allí en persona no era un impedimento para saber casi con exactitud lo que Mulder debía haber hecho y sentido desde el momento en que se percató que ella se fue con el fumador.

- Menos mal que decidí venir hasta acá y hablé con tu casero o ahora tendrías la máquina desbordada. Por supuesto, el saber que te habías ido con el fumador me dio la tranquilidad que necesitaba para que dejara de preocuparme por ti.

Scully no respondió. Suavemente dejó las llaves sobre el escritorio y venció la tentación de pedirle que por favor se fuera, que se quedara, que la perdonara, que por favor, por favor, no dejara de confiar en ella. Que no dejara de amarla.

- Mírame Scully.

La orden le llegó cortante y contenida. Enderezando la espalda se giró lentamente hasta quedar de frente a la única persona a la que sentía que debía una explicación de sus actos. La única a la que le concedía el derecho de pedirle una explicación de sus actos.

Mulder apretó las manos en un puño tratando de calmarse, de no perder el control. Pero le resultaba difícil. Demasiado miedo, demasiada angustia, demasiado frío. Cuando ella se negó a hablar con él por teléfono en la oficina de Skinner toda una serie de posibles consecuencias a la locura de haberse ido con ese asesino comenzaron a atravesar su mente como una película de horror y el tic-tac del reloj se transformó en una especie de tortura china a medida que el tiempo pasaba y ella no volvía.

No lo entendía. No entendía por qué ella arriesgó su vida para ir a buscar algo que, estaba seguro, sabía no iba a obtener. Ambos habían andado ese camino el suficiente tiempo como para saber que en la única persona en la cual podían confiar ciegamente era en el otro y que la única persona en la que jamás debían creer era en Spender. Y ella le había creído.

- Mulder…

- ¿Por qué Scully? ¿Por qué?

La mirada de ella estaba llena de culpa y desesperación. Y odiaba ser el causante de esas sensaciones pero no podía evitar cuestionarla. Tenía que hacer algo para calmar la tormenta que esos dos días de angustia habían formado en su interior.

La voz queda de Scully se oyó apenas más alto que un susurro en el cuarto.

- Ya te dije por qué.

Mulder dio un paso al frente y se detuvo otra vez. Peleaba consigo mismo, con la necesidad de zarandearla, de abrazarla, de gritarle, de besarla, de llevarla hasta la alcoba, sacarle esa ropa mojada y demostrarle sin palabras hasta qué punto la necesitaba.

- No Scully. Me dijiste lo que pasó. Lo que quiero saber es por qué decidiste arriesgar el cuello creyendo en el peor animal que hemos tenido la desgracia de conocer.

Scully tomó aire para hacer frente a lo que se venía. Pero no se atrevió a acortar la distancia que los separaba.

- Porque podría haber tenido la cura de todas las enfermedades. ¿No lo ves? Tenía buenas razones para hacer lo que hice.

- ¿Y fue por lo buenas que eran esas razones que te escapaste sin decirme nada? ¿O es que hay algo que no me hayas dicho que te obligó a mentirme?

La voz de Mulder resonó en la habitación como el trueno que le siguió. Scully podía ver que estaba más que furioso. Estaba asustado. Pero no le gustaba que le gritaran y no le gustaba que él escarbara dentro de ella como si fuera una criminal. Así es que, levantando el mentón junto con la voz, apoyó las manos en las caderas y presentó batalla. Al fin y al cabo no era el único que tuvo miedo ni que padeció angustia en ese maldito par de días.

- Lo suficientemente buenas como para arriesgarme.

- ¿Y podrías explicármelas una vez más? Quizás si las repites lo suficiente me convenzas de que son ciertas.

Scully comenzó a enfurecerse. La tensión a la que había estado sometido afloró y echando chispas por los ojos avanzó un par de pasos y lanzó su impermeable al sillón que tenía al lado.

- No tengo por qué seguir repitiéndote que lo hice para obtener algo que beneficiaría a todo el mundo. Claro, si se trata de ti las cosas son más simples. Haces tus actos de desaparición cuando se te antoja y yo tengo que aceptarlo sin rechistar pero resulta ser que ahora yo debo convencerte de que lo hice por una buena causa. ¿Quién rayos te crees que eres para hablarme así?

- ¡Soy el imbécil que se ha pasados los últimos dos días y medios sin comer ni dormir buscándote como un loco con el constante temor de encontrarte tirada en una maldita zanja del costado de cualquier camino!

- ¡Te dije que estaba bien!

- ¡Por favor Scully! ¡Dirías eso aún cuando estuvieras muriendo! ¡Si mal no recuerdo lo repetías constantemente en el hospital mientras todos contaban los minutos que te faltaban para que el cáncer ganara la batalla!

Scully sintió que la golpeaban con una mazo. La lógica de la respuesta de Mulder era demasiado fuerte como para rebatirla. Pero el que no le creyera le dolía. Y la enfurecía.

- ¡Pues para que el cáncer ya no le gane la batalla a nadie es que decidí arriesgar el cuello e ir con Spender! ¿Por qué no puedes creerme?

- ¡Porque no es suficiente! ¡Quiero saber la exacta razón que hizo que subieras a un auto con rumbo desconocido junto a un hombre que conocemos demasiado bien! ¡Y quiero saberlo ahora!

Los gritos de ambos debía haber despertado a todo el edificio a esas alturas. Si Scully hubiera tenido tiempo para pensarlo hubiera temido que los vecinos llamaran a la policía para denunciar que se estaba desarrollando una escena de violencia doméstica en el departamento. Pero estaba muy ocupada haciendo frente a la peor pelea que recordaba haber tenido con Mulder nunca. Cruzó sus brazos frente a su pecho como si fueran una barrera.

- Yo nada más tengo para decirte que no te haya dicho ya. Si no me crees es tu problema.

Mulder la miró desde donde estaba y sus palabras salieron antes de que tuviera tiempo de pensar en lo que estaba diciendo.

- ¡No Scully! ¡También es el tuyo porque si no me das una respuesta convincente no me quedará más alternativa que pensar que lo que ocurre es que no puedes dármela!

- ¡¿Y qué rayos se supone que significa eso?!

- Significa que a mí me parece que esto bien podría ser una manera sofisticada de crear una pantalla que te permitiera pasar un informe a la persona de quien recibes órdenes desde hace siete años.

Si Mulder quiso enfurecerla podía felicitarse porque lo consiguió. La ridícula acusación tuvo un efecto inmediato porque Scully avanzó hasta Mulder con las manos levantadas como puños y comenzó a golpearlo en el pecho mientras gritaba.

- ¡Cómo te atreves! ¡Maldito seas Mulder! ¡Cómo te atreves a pensar algo así!

Mulder trató de detenerla sujetando sus manos y en el forcejeo cayeron pesadamente en el sofá, quedando apretada entre Mulder y los almohadones, con sus manos firmemente sujetas por las muñecas sobre su cabeza por las dos tenazas en que se habían convertido esas otras manos que podían ser suaves como la seda al colocar un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja.

El rostro de Mulder estaba a escasos centímetros del de Scully y ella podía ver toda la furia en sus ojos y sentir la tensión de todo ese cuerpo que cubría el suyo.

- ¡Porque quiero saber la verdad! ¿Qué te hizo ir detrás de la quimera de la cura de todas las enfermedades? ¿Para qué querías algo así? ¿Será por la ambición de ser reconocida como la mujer que obtuvo lo más importante que el hombre puede desear tener?

- ¡No! ¡Para no tener que llorar ante tu cama la próxima vez que estés muriendo de algo que no conozco y que no puedo tratar!

El silencio siguió a las palabras de Scully y los ojos de ambos quedaron fijos en los del otro, digiriendo lo que acababa de decir, lo que ambos acababan de decirse. Scully pudo ver en esos ojos verdes todas las sensaciones que ese hombre había sufrido las últimas horas, el impacto de lo que le había confesado, la confusión, el miedo, el alivio, el enojo. Mulder vio cómo el azul mar con el que soñaba noche tras noche se tornaba cristalino por las lágrimas que amenazaban salirse sin remedio.

Y sin pensar en lo que hacía, la besó. No fue un beso amable, ni dulce, ni siquiera fue un beso de amor. Scully pudo sentir toda la desesperación, el miedo, el castigo. Ese beso era sin lugar a dudas un castigo, para ella y para él. Un beso duro, brusco, que buscaba y exigía. Un beso al que respondió de la misma manera en que se lo estaban dando. Parecía que con ese simple acto trataran de asegurarse que estaban juntos, que ya todo había pasado, que no debía volver a ocurrir.

Y tan bruscamente como lo inició, lo terminó. Ambos se quedaron mirando en silencio un momento. La voz de Mulder aún sonaba enojada cuando habló sin moverse de la posición en que se encontraba y sólo el jadeo que se colaba entre sus palabras delataban lo que acababa de ocurrir..

- Jamás olvides que cuando tomas una decisión como esa debes pensar por dos porque las consecuencias nos afectarán a ambos. Nunca vuelvas a olvidar que si te matan, también me matan a mí.

Y sin decir una sola palabra más se levantó y salió cerrando la puerta tras de sí, dejándola en el sillón, a solas en la oscuridad, con la fuerza de sus labios aún vibrando en su boca y el deseo latiendo en su corazón.

 

Fin.