El Favor II  El Favor II  El Favor II

Título: El favor - Segunda Parte
Autor: Enia
Disclaimer: Puede que los personajes que no salieran de mi cabeza, pero les aseguro que las ideas, palabras, acciones y delirios me pertencen por completo, no a CC o a 1013 y mucho menos a la Fox.
Spoliers: después de pensarlo detenidamente, supongo que es antes de que Scully se embarace, cualquiera sea el momento durante la séptima temporada.
Dedicatorias: una vez más a las personas que con tanto cariño insisten en decirme que debo dedicarme a esto. 
Aprovecho la ocasión para hacer público mi agradecimiento a Lola por darme la idea que hizo que Mulder llevara Magnolias de Acero, a Carol e Isa por confiar tanto en mí y mi poder de observación, y, junto con las antes mencionadas, a Zulay, Blas, Agus y Giny por ser las primeras en mostrar entusiasmo y apoyarme, sin importar lo ridícula que sea la idea que se me cruza por la cabeza.
Nota del Autor: Muy bien, Mulder ya aceptó proveerle a Scully del fruto que produce y puede que Scully haya "dicho" que nunca pensó en acostarse con él, pero seamos sinceras, está mintiendo como loca. Y yo soy católica y creo firmemente en el plan creador de Dios, por lo que la ciencia no tendría que tener mucho que ver en el resultado final de todo este enredo.
Tipo: He decidido que es MRS, tiene un toque de H y es una auténtico expediente X.
Feedback: ¡Qué sería de mi sin el feefback! ¡Vivo porque existe! Por favor, aunque sea para cachetearme, escríbanme a merodriguezARROBAinfovia.com.ar



Martes 29 de Mayo
Clínica de Fertilización 
Washington DC
1.25 p.m.

Mulder estaba sentado en la silla, tan rígido que parecía que lo había metido al potro de tortura. Nunca en su vida se había sentido más desubicado que en ese maldito consultorio mientras esperaba a ese maldito médico. No entendía cómo era que Scully no había vuelto del baño aún. Dijo un segundo y ya había pasado un siglo.
Miró su reloj por millonésima vez, deseando estar a cientos de kilómetros trabado en una lucha cuerpo a cuerpo con el Yeti, cuando la puerta se abrió y Scully entró apresuradamente para relajarse al ver que estaba solo en la consulta.
- ¿Todavía no ha llegado?
- No. 
Scully se sentó en la silla contigua a la de Mulder, más nerviosa aún que él por lo que estaban por hacer. La noche del domingo le había parecido que no podría haber hecho nada mejor que pedirle a Mulder lo que le pidió, pero ahora, mientras esperaban ahí sentados para decirle al doctor que ya tenía el donador de semen y estaba lista para la inseminación asistida, la cosa no le pareció tan fantástica. Es decir, ese era un paso tan... íntimo en su vida y allí estaba, con un hombre al que amaba más que a su vida, que la conocía en cada gesto y cada reacción pero que no sería capaz de decir con exactitud cuál era su marca de shampoo favorita porque no hablaban de su vida privada.
Bueno, en honor a la verdad, habían empezado a hacerlo. No representó gran problema para ella contarle lo de Daniel y Mulder pareció absolutamente cómodo con su presencia la noche en que le confirmó que su madre se había suicidado, pero eso no era conocerse,... conocerse. Era empezar a conocerse bajo la lupa de la intimidad. Y, por el momento, la lupa en cuestión tenía el tamaño de la cabeza de un alfiler.
De repente sintió que el silencio, tan amigable y cómodo en toda ocasión, se volvía aprehensivo. Necesitaba hablar de algo antes de que la vergüenza le ganara y saliera corriendo de ese lugar para esconderse debajo de la cama y no salir hasta navidad.
- Espero que no se tarde demasiado o tenndremos que volver otro día. La hora del almuerzo ya casi acabó.
Mulder, que no percibía a la perfección la incomodidad que invadía a Scully, sacó a relucir su viejo y conocido sentido del humor, fiel tabla de salvación en ese tipo de situaciones.
-Es que debe ser una tarea monumental emmbarazar a tantas mujeres al día. El pobre tipo debe quedar hecho una piltrafa y tal vez viene arrastrándose por los pasillos.
La ceja de Scully lo reprendió mientras una tenue sonrisa se dibujaba en sus labios. Iba a responder algo cuando la puerta volvió a abrirse y un hombre delgado, de cabello un tanto escaso y anteojos, entró y les sonrió.
- Lamento con la demora. Es que esta maññana ha faltado uno de los doctores, he tenido muchos procedimientos y estoy un poco abarrotado.
La vista del delgado y cansado doctor, junto con su disculpa, hizo que Mulder tuviera un ataque de risa. ¡Dios! ¡Ni que lo hubiera escuchado detrás de la puerta! Una oportuna patada de Scully en la espinilla hizo milagros para lograr desaparecer la risa que amenazaba salir sin control y para cuando el doctor se sentó en su silla ambos pudieron mostrar unos rostros un poco más relajados que el que habían exhibido los últimos minutos.
- Soy el doctor Vassellman.
Scully le sonrió.
- Doctor Vassellman, soy Dana Scully y éél es Fox Mulder. Supongo que el doctor Grey le habrá llamado.
- Sí, hablé con él ayer por la tarde y mme comentó su caso. Usted ha sufrido de esterilidad durante los últimos cinco años y ahora parece que este estado se ha revertido y usted quiere quedar embarazada.
- Sí, así es.
El doctor Vassellman ojeó el expediente que tenía delante de él sobre el escritorio durante un momento y después cruzó sus dedos sobre la mesa para mirarlos.
- Por su expediente puedo ver que no se determinó el origen de la esterilidad ni la razón por la cual la misma desapareció. ¿Es eso correcto?
Ella y Mulder habían pensado con cuidado qué era lo que iban a contar cuando llegara ese momento, por lo que con toda seguridad, asintió.
- Sí doctor. Verá, soy agente del FBI y creemos que la causa puede haber sido un procedimiento quirúrgico al que fui sometida hace algunos años, cuando fui raptada durante una investigación, pero no estamos seguros de cómo se revirtió.
- ¿Y ahora quiere quedar embarazada?
> Scully, más nerviosa por esa entrevista de lo que había estado cuando la llamaron por la explosión del edificio de Dallas, retorció sus manos en el regazo.
- Quiero aprovechar la oportunidad. Soy doctor y sé que los embarazos aumentan su riesgo a medida que la edad avanza y, aunque no soy demasiado grande para tener un bebé, me gustaría que fuera ahora.
El médico asintió gentilmente con la cabeza, sin dejar de notar que Scully hablaba en primera persona, como si esa decisión sólo le afectara a ella, y que Mulder tenía la vista clavada en el extraño estampado de cochinitos rosas de su corbata, como si su presencia allí fuera algo fortuita o ajena a las decisiones que se estaban tomando. Había notado al entrar que ambos estaban un poco nerviosos, pero más que con ellos mismos, con la situación, lo que era normal así es que esta actitud lo desconcertó un poco.
- ¿Y puedo preguntarles por qué se han ddecidido directamente por la fertilización asistida? Es decir, muchas parejas prefieren intentar el método natural, aunque sea durante un tiempo, antes de pensar en algo como esto. ¿Qué es lo que los llevó a venir inmediatamente aquí?
Scully, que pensó que el doctor Grey le habría dicho que ella era soltera y sin pareja estable, se quedó un poco cortada ante la pregunta. Mulder se percató que la había tomado desprevenida, por lo que se apresuró a aclarar el punto.
- Nosotros no tenemos una relación sentiimental así es que por eso es que decidimos recurrir directamente a la ciencia y dejar a la naturaleza a un lado, por así decirlo. La doctora Scully no es mi esposa, es mi amiga. 
El médico los miró un tanto desconcertado. No es que no hubiera tenido antes casos así, pero hubiera jurado que eran un matrimonio. Los matrimonios tenían ese no sé qué especial que hacía que él se diera cuenta inmediatamente cuando se trataba de parejas estables y cuando eran parejas conflictuadas que querían bebés para tratar de apuntalar la relación. Había aprendido con el tiempo a identificar esas pequeñas señales que le decían si debía comenzar de inmediato con el tratamiento o mandar a los aspirantes a padres a que hablaran con el psicólogo para que arreglaran sus problemas antes de complicar más las cosas con un bebé. Y definitivamente pensó que estaba ante una pareja estable y feliz de estar junta.
Aprovechando lo que Mulder acababa de decir, Scully se apresuró a aclarar.
- El señor Mulder y yo nos conocemos dessde hace casi ocho años y estamos seguros de que, aún cuando no tenemos una relación sentimental, nuestra amistad es lo suficientemente fuerte y estable como para que le podamos brindar al niño todo el amor, comprensión y contención que necesita. Yo creo que él será un excelente padre y realmente le agradeceríamos mucho si nos ayuda.
El médico los contempló durante un instante y después escribió algo en un papel que le alargó a Mulder.
- Comprendo lo que ustedes están dicienddo pero aún así voy a tener que pedirle a ambos que vayan a ver al doctor Palietra, el psicólogo de la clínica. En casos como los de ustedes, es un requisito importante a cumplimentar antes de empezar con cualquier tratamiento y no puedo hacer nada hasta tanto él no me entregue un informe satisfactorio. Una vez que lo haga comenzaremos inmediatamente con el tratamiento.
Scully lo miró, entre impotente y enfadada. Sabía que algo así podía pasar, pero no podía evitar el sentirse molesta por tener que ir al psicólogo para que le dieran un visto bueno. Sin embargo su raciocinio ganó a sus emociones.
- Está bien. Haremos una cita ahora mismmo. Muchas gracias por todo doctor.
Se levantó y estrechó la mano del médico, Mulder hizo lo mismo y ambos salieron del consultorio sintiéndose chasqueados. Mulder la contempló caminar en silencio a su lado, abatida, como si sintiera que su primer intento hubiera sido un acto fallido y deseó haber podido decirle al médico que no había problema, que ellos eran un matrimonio, sin todo el asunto del sexo incluido pero matrimonio al fin, y que no habría nunca un niño más amado y deseado que ese. Pero sabía que eso no cambiaría las cosas, por lo que empujó la puerta vaivén y le sonrió a Scully mientras decía:
- Te dije que no tenía restos para hacerrlo hoy. Demasiada carga para un hombre tan delgado.
- ¡Mulder....!


Martes 29 de Mayo
Departamento de Dana Scully
Georgetown 
2.53 a.m.

Scully giró en la cama por centésima vez, preguntándose en qué momento su confortable colchón de resortes se había transformado en una maldita cama de clavos. Aporreó la almohada en un intento de ablandarla y dejando caer su cabeza en ella, contempló la lluvia que azotaba los cristales de la ventana. La luz de los relámpagos iluminaba el cuarto cada tanto, mientras el ruido de los truenos hacía que todo vibrara. 
Estaba intranquila desde que salieron del hospital. No podía evitarlo, a pesar de ser conciente de que no tenía ninguna razón para ello y eso la enfurecía. Sabía que tendría que haber esperado que el director de una clínica de tanto renombre y prestigio fuera lo suficientemente consciente de la enormidad de la tarea que llevaba a cabo como para que tomara todos los recaudos necesarios antes de realizar tan complejos procedimientos. Pero aún así, le enfadaba la espera, el que su capacidad para ser una buena madre y la de Mulder para ser un gran padre fuera cuestionada sólo porque su fantástica relación no incluía el irse a la cama juntos cada tanto.
Un nuevo relámpago iluminó la cómoda bajo la ventana, permitiendo que se vieran con total claridad los objetos que había sobre ella. Scully paseo la mirada por su cuarto, recordando aquella ocasión en que ese maldito demonio entró dispuesto a darle un baño de despedida, para después arrancarle seguramente las uñas y dejarla morir en una húmeda mortaja color rojo. Recordó el aspecto que tenía todo, con los adornos rotos, vidrios por todas partes, la cama desarreglada, el baño lleno de velas. Y el ofrecimiento de Mulder: "Recoge algunas cosas, nos iremos de aquí por un tiempo". Era curioso, no había prestado atención en ese momento al plural de la oración, como si ambos vivieran en ese departamento y, en lugar de haber estado instalada en la casa de él por una semana, hubieran ido a parar a un hotel.
Tomó conciencia, una vez más, de cuánto había él entrado en su vida, no sólo en la laboral, sino en la personal. Tal vez el médico no lo sabía, pero ellos no necesitaban de una libreta matrimonial para ser... bueno, lo que sea que fueran. Es decir, Mulder siempre estaría allí para ella y su hijo, para siempre. No se echaría atrás sólo porque los habían mandado al psicólogo. El no haría algo así.
Presa de una ansiedad que tildó de ridícula, se sentó y, tomando el teléfono, discó el primer número que tenía en memoria. El teléfono sonó por tercera vez cuando su vista cayó en los grandes números rojos de su radio despertador y se percató de que eran casi las 3 de la mañana.
- Hola.
La voz de Mulder la tomó por sorpresa, como si no hubiera sido ella quien marcara el número de su casa para preguntarle si todavía quería ser el padre de su bebé. Avergonzada por la hora tanto como por el motivo de su llamada, se quedó muda por un instante, sin atreverse a contestar.
- Hola.
Scully tomó conciencia de lo ridículo de la situación y colgó, tapándose con las mantas hasta el cuello. ¡Dios! Tenía que dejarse de tonterías o Mulder se echaría atrás porque nadie quiere tener un hijo con una mujer desequilibrada, aún cuando el desequilibrio se debiera a las hormonas. Porque seguramente toda esta conducta errática era causada por un desarreglo hormonal.
El teléfono sonó, sobresaltándola. Volvió a sentarse y lo levantó al cuarto timbrazo. Sabía quien era y se moría de la vergüenza.
- Hola.
- Hola Scully. ¿Dormías?
Scully sintió que se ponía colorada, como si él la hubiera descubierto con la mano dentro del tarro de galletas.
- Hola Mulder. ¿Ocurre algo?
¡¡¡¿Ocurre algo?!!!! ¡Ocurre que acabas de llamarlo a las tres de la mañana y les has colgado sin decir palabra!
- No, nada. Es que...
Mulder dudó, como si estuviera evaluando en decirle para qué la llamaba a esas horas. En vista de que la cosa iba para largo, Scully se acomodó sobre las almohadas, que ya no sentía de piedra.
- ¿Qué? 
- Bueno, es un poco tonto.
- Mulder, no recuerdo que lo tonto de allgún tema te haya detenido antes para llamarme a estas horas. 
- Está bien, pero recuerda que tú me peddiste que te lo contara. 
- ¿Qué es Mulder?
- Tuve un sueño un tanto extraño.
Por un momento se quedó desconcertada. Había pensado que él sabía que era ella quien le acababa de llamar para colgar sin decir palabra, no esperaba que él la llamara para contarle un sueño.
- ¿Y?
- Era contigo.
- Aja.
- Verás, soñé que íbamos al psicólogo dee la clínica y que después de entrevistarnos a los dos nos decían que yo no era adecuado para ser el padre del niño y que si querías tener el bebé deberías aceptar a otro candidato que ellos tenían.
Scully sonrió para sí, pensando en toda esa teoría que afirmaba que los sueños revelaban los temores que todos tenemos guardados en nuestro interior. Si era cierta, Mulder estaba más inseguro que el doctor Vassellman acerca de sus capacidades.
- ¿Y quien era el otro candidato?
- Fronhikie.
Scully no pudo evitar reírse al imaginarse la escena, y sus carcajadas llenaron el cuarto mezclándose con las de Mulder, al otro lado de la línea.
- Mulder, tu imaginación es lo más parannormal que he encontrado desde que trabajo contigo.
- Supongo que eso quiere decir que no haas considerado a Fronhikie como una posible segunda opción, ¿eh?
- ¡Por favor! NO ES una opción, ni segunnda ni última. Vuelve a dormir Mulder, estoy segura de que, mientras no hables de tus aficiones varias a determinados artículos de distribución restringida, nos irá bien con el psicólogo.
- Está bien. Hasta mañana Scully.
- Hasta mañana Mulder.
Scully colgó el teléfono y, sonriendo para sí misma al recordar el sueño de Mulder, se arrebujó entre las mantas y se durmió casi enseguida. 
Mulder colgó el receptor y se recostó, contemplándose en los espejos que había sobre su cama. Sonrió también, pero no por el recuerdo de un sueño que no había tenido sino por la voz de Scully al responder. Tal vez debió decirle que tenía un identificador nuevo de llamadas que los chicos le habían dado hacía dos días y que sólo llamó para asegurarse que estaba bien después de que le había colgado sin responder cuando él atendió el teléfono, pero al escuchar el tono aprensivo con que contestó se dio cuenta que estaba un tanto intranquila y no quiso ponerla en evidencia. Qué importaba que lo hubiera despertado, lo menos que Scully merecía era que la tranquilizara de cualquier duda o miedo que tuviese, aun cuando ella no supiera que lo hacía con total conciencia de ello.


Jueves 31 de Mayo
Clínica de Fertilización
Consultorio del Doctor Paliestra
Washington D.C.
12.45 p.m.

El doctor Paliestras contempló al alto individuo que entró en su oficina y se dirigió hasta él. Se lo veía bastante tranquilo, aún cuando se percibía un cierto temor encubierto en él. Se fijó en su cabello corto, un poco levantado, el traje oscuro, a juego con su camisa y corbata, los zapatos lustrados, las uñas cuidadas. Indudablemente, era un individuo medianamente pulcro, al menos en lo que a arreglo personal refiere. Claro que eso no decía nada con respecto a cómo era el orden de su casa, pero era un indicio de estabilidad mental.
Le llamó la atención los ojos, eran un tanto tristes y se veía como un dejo de culpa en el fondo de sus pupilas. 
Le tendió la mano y anotó mentalmente que su apretón fue firme y horizontal. Empezaban bien, el tipo no se ponía por encima ni se consideraba menos.
- Buenas tardes, soy el doctor Paliestraa.
- Fox Mulder.
El doctor Paliestra se sentó mientras lo invitaba a imitarlo con un gesto de su mano.
- Mucho gusto señor Mulder. Tome asientoo por favor.
- Gracias.
Mulder paseó su vista por el austero despacho, despojado de todo detalle personal. O el médico era nuevo en el lugar o deliberadamente no había incluido nada que le diera a sus visitantes una idea de quién era realmente.
El doctor Paliestra lo miró en silencio por un momento, permitiendo que hiciera tranquilo su revisión, hasta que Mulder volvió a mirarlo.
- ¿Es la primera vez que ve a un psicóloogo?
Mulder sonrió de lado.
- No, veo a uno todas las mañanas mientrras me afeito.
Por un momento el doctor pareció sorprenderse.
- Perdone, pero ¿no es usted agente del FBI?
- Sí, pero tengo un doctorado en sicologgía. Empecé a trabajar en el campo de la sicología criminal, antes de trabajar en mi asignación era perfilista en Crímenes Violentos.
El doctor se respaldó y unió sus manos delante de él, concentrando toda su atención en Mulder.
- Me imagino que es una campo muy intereesante, aunque crudo.
- Digamos que no es como para comentar een el repaso de las actividades diarias durante una cena familiar. Pero tiene razón, es interesante y crudo. Como se suele decir, aunque es un trabajo sucio, alguien tiene que hacerlo.
El médico asintió con la cabeza mientras agregaba a la imagen del hombre que tenía adelante el que considerara una obligación necesaria el escrutar en las retorcidas mentes de los que perdieron su humanidad. Algo así requería de fortaleza, mental y física. Y el que este hombre, después de hacer algo así, se viera tan entero hablaba de su resistencia a la presión.
- ¿Y en qué trabaja ahora? Deduzco por llo que dijo que ya no está en Crímenes Violentos.
Mulder miró al hombre que tenía delante y evaluó qué respuesta darle. No quería mentirle, pero sabía que si le decía que se dedicaba a investigar una conspiración del gobierno para encubrir un pacto extraterrestre, lo más probable era que ni él ni Scully fueran aprobados como padres, por lo que decidió dar la respuesta más elegante posible.
- Trabajo en una sección que se dedica aa investigar todos los casos que las otras secciones no pudieron resolver por presentar características un tanto... extrañas, por así decirlo. Por lo general son archivos un tanto viejos o casos que no entran en las clasificaciones normales del buró y requieren de algún tipo de investigación especial.
El doctor Paliestra se dio por satisfecho de la explicación. No estaba allí para juzgar el tipo de trabajo que realizaba, sólo la relación que lo unía a la mujer con la que planeaba tener un hijo.
- Dígame señor Mulder, ¿cómo conoció a lla doctora Scully?
Mulder se acomodó en el sillón, preparándose para hacer una revisión de la historia de sus últimos siete años de vida, al menos.
- Ella fue asignada para trabajar conmiggo hace poco más de siete años. Recién se graduaba de la academia y supongo que mis superiores pensaron que me vendría bien tener un médico forense en el equipo.
- ¿Cuántas personas conforman el equipo??
- Ella y yo.
El doctor anotó ese dato en su cuaderno entre signos de pregunta. Sabía que no era extraño que las personas que trabajaban juntas desde hacía tanto tiempo, y solos, desarrollaran una relación más allá de lo laboral, pero según lo que le dijo el doctor Vassellman ellos no eran una pareja en el sentido sentimental de la palabra.
- ¿Y siempre ha sido así, sólo ustedes ddos? ¿No ha habido otra persona en algún momento que trabajara con ustedes?
- Sí. He tenido otro compañero hace unoss años, pero fue cuando ella fue secuestrada durante una investigación de un caso y como sólo fue por un periodo de unas pocas semanas, no lo tengo muy en cuenta. Básicamente, hemos sido nosotros dos desde el comienzo. Y fuera de eso, en el FBI se trabaja por parejas y ella es mi compañera oficial.
- Comprendo. ¿Cuál es entonces su relaciión con ella fuera de la laboral?
Mulder se concentró. Quería dar la mejor respuesta posible a esta pregunta ya que le parecía muy importante.
- Scully es mi mejor amiga. Creo que lo es desde casi el momento en que la conocí. En este tipo de trabajo, los lazos que uno entabla con aquellas personas que están con uno codo a codo, arriesgando su vida por uno y salvando nuestra vida son muy fuertes. Y creo que mi amistad con ella es la relación más estable que he mantenido con una mujer, fuera de mi madre, por supuesto. Pero estamos hablando de relaciones por elección, no las que nos vienen dadas por nacimiento.
- ¿No tiene una pareja o alguien a quienn haya estado viendo de forma regular? Tal vez el que trabaje con la doctora Scully le dé la impresión que es la persona más cercana a usted y no está considerando a otras personas sólo porque no las ve tan seguido.
- No tengo una relación sentimental desdde hace mucho.
- ¿Cuánto?
Mulder se movió un poco incómodo.
- Algo así como 8 años.
El doctor lo miró con curiosidad. No era que él se interesara por los hombres, pero objetivamente hablando, el tipo no le parecía mal parecido y reconocía, por lo ingenioso de su respuesta cuando le preguntó si no había visto antes un psicólogo, que era un hombre de mente rápida, probablemente muy inteligente. No podía creer que no hubiera salido con nadie en los últimos años.
- ¿Y eso no le parece significativo?
> - Bueno, no del todo. Mi trabajo es muy exigente, doctor. Viajamos mucho, Scully dice que a veces siente que recordará su vida como una sucesión interminable de autos alquilados, carreteras polvorientas y moteles baratos. Mi vida social no es una prioridad por ahora y, para se honesto, no he sentido la necesidad de conocer a alguien. Estoy muy bien por ahora.
- ¿Tiene familia, señor Mulder?
- No. Mi madre murió hace poco y era el único familiar cercano que tenía.
- Lo lamento. Debe ser duro todavía paraa usted.
- Hay días en que lo es más que en otross.
Durante un instante ninguno de los dos dijo nada. Como si estuvieran haciendo una revisión de lo hablado hasta ese momento. El doctor Paliestra miró sus escritos y volvió su mirada a Mulder.
- Por lo que me dice, usted no tiene unaa relación sentimental, no tiene familia directa y no tiene vida social. ¿Diría que es un solitario o que su aislamiento social actual es sólo una consecuencia circunstancial de su trabajo?
- Diría que no creo estar solo, doctor. Tengo amigos, quizás no muchos ni del tipo de los que lo acompañan a uno a beber cerveza un sábado por la noche, pero sí son personas que se preocupan por mí, por mi bienestar y salud. Reconozco que, quizás por una especie de deformación profesional, no soy una persona dada a confiar fácilmente en alguien y por eso las relaciones que mantengo puedan interpretarse como algo frías, o distantes, pero eso no quiere decir que sea un ermitaño. O que no haya personas que me importen.
- Entiendo. Y usted confía en la doctoraa Scully. 
No fue una pregunta, fue una afirmación. Mulder pensó que ya estaba bien de retacear información y decidió poner en palabras lo que el otro hombre intentaba sonsacar con tacto y tiempo.
- Lo diré como es para que no tengamos qque alargar demasiado esto. Scully es la mejor persona que conozco. Es una mujer fuerte, íntegra, con fuertes principios religiosos y morales, con valores familiares muy arraigados y un gran sentido de la lealtad. Si se pregunta cuán importante es ella para mí, lo que está pensando es correcto. Ella es la persona más importante de mi vida. Tal vez sea por la cantidad de veces que me salvó la vida, o que arriesgó la propia por mí, tal vez porque, en un trabajo en donde la incertidumbre es moneda corriente y la confianza un lujo que no es fácil permitirse, ella representa mi constante. Ha sido mi amiga y compañera a pesar de quien sea y de lo que sea y, sinceramente, siento y pienso que el que haya me haya pedido que sea el padre de su hijo es lo más grande que me ha pasado hasta ahora y estoy convencido de que no podría encontrar a una mujer mejor que ella para que sea madre de un hijo mío.
- ¿Y no ha pensado en la posibilidad de aparezca alguien con quiera compartir su vida y tener hijo en un futuro? ¿Qué ocurrirá entonces con el hijo que ahora piensa concebir con su compañera?
- Doctor, usted no me ha entendido. Yo yya encontré la persona con quiero tener a mi hijo. Y tal vez no duerma en mi cama, pero definitivamente, comparte mi vida. 
El doctor Paliestra miró a Mulder a la cara, escrutando su rostro, tratando de ver cuánto de verdad había en lo que le estaba diciendo.
- Está diciéndome que, de cierta manera,, ha pasado los últimos años sin una relación porque está enamorado de su mejor amiga.
Mulder le sonrió.
- Le estoy diciendo que sin importar el tiempo que pase, ni lo que ocurra, yo siempre estaré junto a Scully y seré parte de la vida de mi hijo, con o sin relación sentimental de por medio.
El doctor sonrió y asintió con su cabeza, como dándole a entender que comprendía.
- Gracias señor Mulder. Le agradezco muccho que haya venido a verme. Y le deseo suerte.
Mulder le tendió la mano mientras se levantaba.
- Gracias a usted.
Se encaminó hacia la puerta cuando el doctor lo detuvo.
- Una cosa más señor Mulder.
Mulder se giró para mirarlo.
- ¿Sí?
- ¿Por qué la llama Scully? 
Mulder sonrió abiertamente mientras se encogía de hombros.
- Es una de esas cosas del destino, la ccerveza de raíz y el té helado.
Y haciendo un gesto de despedida con la cabeza, salió al pasillo.
Scully esperaba sentada en una butaca de tela azul oscura. Parecía algo nerviosa, cosa que Mulder consideró lógica, dado que era él el que había estado allí dentro, sin su supervisión y diciendo quién sabe qué cosas. Le divertía ver la ansiedad en esos ojos color cielo.
- Hola.
Scully se puso de pie, mostrando más calma y aplomo del que él sabía que sentía.
- ¿Cómo te fue?
Mulder encogió sus hombros una vez más mientas metía sus manos en los bolsillos del pantalón.
- No lo sé. Como tú bien sabes por experriencia, con los loqueros nunca se sabe cómo va a irte.
Scully sonrió ante el comentario, y lo miró a los ojos, quizás buscando ánimo, quizás buscando certezas. Mulder se acercó y apretó suavemente su brazo.
- Entra. Esperaré a que salgas para que comparemos notas camino a la oficina.
Ella asintió y caminó hasta la puerta, golpeando en ella. La voz del doctor le llegó desde dentro, invitándola a pasar. Miró a Mulder una vez más, que todavía estaba de pie mirándola, y esbozando una mueca que no llegó a ser sonrisa, abrió y entró, cerrando a su espalda.
El doctor Paliestra se quedó un tanto sorprendido. No esperaba a una mujer pequeña, menos pelirroja. Por alguna razón, lo que Mulder le había dicho de ella le había hecho pensar en una mujer más grande, o al menos alguien con mayor presencia física. Sin duda, formaban una buena pareja y un hijo de ambos sería muy bello.
Se levantó, extendiendo su mano para saludarla.
- Doctora Scully, soy el doctor Paliestrra. Es un placer.
- Igualmente.
Scully estrechó su mano y se sentó donde él le indicó cuando hizo lo propio. Tal y como lo había hecho con Mulder, contempló a Scully antes de que hablaran, dejando que el lenguaje corporal hablara por ella. Y le gustó lo que le dijo.
Se percató, por su arreglo, que al igual que su compañero era una persona que cuidaba su higiene y arreglo personal, desde el cabello bien cortado hasta las uñas apenas barnizadas con un color transparente, pasando por su rostro casi libre de todo maquillaje, le dijeron de alguien práctico que no daba importancia a la exhibición. Los ojos eran grandes, directos, tal vez algo tristes, pero no tenían el dejo de culpa que había notado en los del hombre. Había un cierto aire de confianza en sí misma que le habló de entereza y coraje.
- Doctora Scully, el señor Mulder me ha contado que la conoció hace más de siete años cuando la asignaron a trabajar con él y que es usted médico forense.
- Sí.
- ¿Puede contarme por qué decidió trabajjar en la medicina forense?
Scully pensó un momento la respuesta que debía dar. No se planteaba a menudo el por qué de esa elección. Finalmente le habló, clavando sus ojos en los de él.
- Supongo que es porque me resulta más ffácil tratar con personas que han fallecido que luchar la batalla de la vida y la muerte, presenciando a diario el dolor de quienes vienen a que uno les alivie. 
- ¿Nunca ha ejercido la medicina con perrsonas vivas, por así decirlo?
- Sí, claro. Muchas veces me he topado ccon situaciones que requirieron de mis conocimientos médicos, pero no lo hago de forma profesional. Excepto claro, con Mulder. Soy su médico personal, pero creo que es más por una cuestión de comodidad y cercanía que por otra cosa.
- ¿El señor Mulder es la única persona qque tiene en su cartera de clientes vivos?
Sclly le devolvió la sonrisa con que festejaba su propia frase.
- Sí, es el único.
- Doctora Scully, tengo entendido que ussted le pidió al señor Mulder que fuera el padre de su hijo. ¿Puede decirme por qué decidió pedirle algo así a él?
- Porque es mi mejor amigo y no conozco a alguien mejor que él. Creo que será un gran padre.
- Pero usted es una mujer joven y, si mee permite decirlo, muy bella. ¿No cree que acaso podría llegar a conocer a un hombre con quien quiera compartir absolutamente todo, además de una gran amistad?
Scully entrelazó sus dedos en su regazo.
- No lo sé, supongo que las probabilidaddes inmediatas son bastante remotas. Desde que conozco a Mulder hemos trabajado mucho, viajado aún más y eso no me ha dejado mucho tiempo para hacer vida social. Tengo algunos amigos y una hermosa familia y en líneas generales estoy muy contenta con mi vida.
- ¿Le satisface esa vida un tanto solitaaria que me está describiendo?
- Digamos que por el momento no me molessta demasiado.
El doctor Paliestra anotó un par de cosas en su cuaderno antes de levantar la vista para mirarla de nuevo.
- Me dijo que desde que conoció a su commpañero no ha tenido tiempo para hacer vida social. ¿Cómo era su vida antes de conocerlo?
Scully suspiró apenas, en un gesto prácticamente imperceptible.
- Distinta. Supongo que si tuviera que ddescribirla con una palabra podría ser aburrida, o monótona. Verá, Mulder es una persona increíble, está lleno de ideales e ideas. Recuerdo que la primera vez que lo vi, me impresionó su juventud. Es una especie de leyenda en la sección de Crímenes Violentos y yo había pensado que era mayor, no espera a alguien joven de cabella un tanto largo y ojos tristes.
- ¿Le provoca lástima?
Suclly lo miró y respondió rotunda.
- No. Mulder jamás me provocaría lástimaa. Yo lo admiro y respeto. Es un hombre íntegro y gentil, alguien amable y considerado, pero por encima de todo eso, es mi amigo. Creo que puede ser porque hemos pasado muchos peligros juntos, pero de todas las personas que conozco, incluyendo a mi familia, es en quien más confío. Le confiaría mi vida con los ojos cerrados y, desde luego, le confiaría la vida de mi hijo.
Se inclinó hacia delante, sentándose en la punta del sillón, pero su voz aún sonó calma cuando habló.
- Doctor Paliestra, comprendo que usted debe asegurarse de que las parejas que vengan a pedir un embarazo presenten un mínimo de estabilidad, pero le aseguro que Mulder y yo tenemos una relación mucho más estable de la que podrá encontrar en matrimonios de años. No hay nadie que reúna mejor todas las cualidades que busco en el hombre que quiero como padre de mis hijos y si quiere que sea absolutamente sincera, no tengo ningún interés en buscar a alguien más que las tenga. Yo quiero tener mi hijo con él.
- Doctora Scully, ya que usted ha sido ssincera conmigo seré sincero con usted. Puedo ver que usted y el señor Mulder tienen una relación de amistad y respeto mutuo muy fuerte y valedera, quizás la que todos queremos lograr con nuestras parejas, pero me gustaría saber por qué quiere tener este bebé ya, de esta manera. ¿No se han planteado la posibilidad de llevar su relación a un plano más íntimo y concebir a su hijo por medios naturales?
Scully se respaldó y respiró hondo. La confesión que acababa de hacer le había costado un gran esfuerzo.
- Doctor, tal vez le resulte extraño, peero no, no lo hemos hecho. Mi amistad con Mulder es lo más importante que tengo en la vida y me satisface plenamente, o al menos lo ha hecho hasta ahora. Pero, al mismo tiempo, la realidad diaria en que me he visto inmersa me han hecho tomar conciencia de lo efímera que es la vida y de lo fugases que son las oportunidades que se nos dan. He sido estéril los últimos cinco años por razones que no hemos podido determinar y ahora que sé que puedo tener un hijo, creo que es el mejor momento para tenerlo.
- ¿A pesar de que no tendrá a un hombre a su lado día y noche para compartir con usted todo esta experiencia?
Scully le sonrió.
- Yo tengo un hombre que me acompañará ssiempre, que es más de lo que muchas mujeres casadas pueden llegar a aspirar.
El doctor Paliestra le sonrió.
- Sí, tiene razón. Es más de lo que muchhas mujeres casadas recibirán. Le agradezco su sinceridad y su presencia, doctora Scully. 
Scully estrechó su mano, mientas ambos se levantaban.
- Gracias a usted.
La acompañó mientras se dirigían a la puerta.
- Supongo que han perdido su hora de almmorzar, ¿verdad?
- Si usted trabajara con Mulder sabría qque eso no es nada raro.
El comentario le recordó que quería preguntarle algo.
- ¿Puedo preguntarle por qué lo llama poor su apellido?
Una sonrisa divertida cruzó las bellas facciones de Scully.
- Ahora, por costumbre. En un comienzo, por un asunto acerca del destino y el té helado.
El doctor sonrió a su vez y le abrió la puerta.
Mulder se paró en cuanto la vio salir y, despidiéndose del doctor Paliestra con un movimiento de la cabeza, emparejó su paso con el de Scully mientras se dirigían al final del pasillo, conversando acerca de algo que el psicólogo no llegó a escuchar. Se quedó allí, mirándolos alejarse. Había querido verlos juntos, aunque más fuera por unos segundos, pero le había bastado para coincidir con su amigo Vassellman acerca de ese no sé qué que los definía como una pareja. Sonriendo, meneó su cabeza y entró a su oficina, cerrando la puerta a sus espaldas.

Jueves 31 de Mayo
Departamento de Dana Scully
Georgetown
7.05 p.m.

Scully entró en su casa, dejando su bolso sobre la mesa de la correspondencia mientras seguía argumentando acaloradamente.
- No Mulder, es imposible que algo pareccido a una ameba gigante se introdujera en el acuario para capturar a ese oceanógrafo. Búscate otra explicación porque no presentaré a Skinner un informe con esa teoría como explicación.
Mulder cerró la puerta a sus espaldas y se quedó de pie, mirándola mientras se dirigía hacia el escritorio para chequear sus mensajes. 
- Scully, las marcas en el cuerpo de esee hombre lo dicen todo y sus investigaciones indican la posibilidad de la existencia de esta cosa. Si hubieras leído sus escritos con más atención, estarías de acuerdo conmigo.
Scully lo miró con una de esas miradas que le había valido su mote de Ice Queen mientras pulsaba el botón de reproducción de los mensajes. Enseguida, la voz del doctor Vassellman llenó el cuarto.
- Doctora Scully, soy el doctor Vassellmma. Le llamaba para informarle que el informe del doctor Paliestra ha sido completamente satisfactorio, así es que la espero la próxima semana junto con el señor Mulder para explicarles los pormenores del tratamiento. Por favor, comuníquese con mi secretaria para concertar una cita a su conveniencia. Gracias.
Scully se quedó como petrificada, casi sin creerse lo que escuchaba. Había pasado toda la tarde tratando de no pensar en la entrevista de esa tarde y sus posibles implicancias. Sabía que Mulder no había mencionado nada parecido a hombrecitos grises o conspiraciones gubernamentales, pero aún así sentía un secreto temor a que no los aprobaran.
Mulder la miró en silencio y, después de un momento, una gran sonrisa iluminó su rostro. Se acercó a ella y se paró a escasos centímetros de ella, esperando a que dijera algo.
Scully lo miró con los ojos muy abiertos, pero al verlo acercase, sonrió aliviada y feliz y sin pensarlo demasiado, lo abrazó. Ninguno de los dos dijo nada, demasiado felices y emocionados como para expresarlo con palabras y concientes de que acababan de embarcarse en la más atrevida aventura de su vida. 

Continuará...