Disclaimer: The X-Files y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Chris Carter, 1013 y la Fox; son utilizados sin ánimo de lucro y no pretendo violar el copyright.

Dedicatoria: Ya era hora de hacer una dedicatoria, ¿no?

Este relato está dedicato a Gillean por seguir al otro lado del puente que hemos tendido acortando la distancia, ésta siempre fue relativa; gracias por las palabras, gracias por todo (éste también es un ángel extraño, un ángel espacial sin rumbo). También a Angélica, gracias por los ánimos y la música (la cita va por ti, espero que te guste). Dedicado igualmente a todos los que alguna vez me escribisteis y seguimos en contacto: Silvia, Ángela, Carolina... gracias a todos por estar ahí.

Tipo: XF, algo de mitología y H (muy poco y muy raro).

Rating: AP

Spoiler: Ninguno en particular salvo una frase algo trastocada de Je Souhaite y escenas que pueden recordar a otros episodios.

Resumen: Desencuentros espaciales.

Feedback: ¡Por favor! si alguien leyó la primera parte y ahora lee ésta, escribidme, necesito saber si ha valido la pena.

Nota de la autora: Esta es la segunda y última parte de este relato al que le ha costado un poco salir. La frase bajo el título es de la canción "Today" de The Smashing Pumkins, (sé de alguien a quien le gustan mucho). Pretende decir, al menos yo la interpreto así, que hemos de vivir intensamente el presente, un regalo sin precio de incierta duración, el futuro está demasiado lejos. Esta es una lección que tal vez hayan aprendido los personajes de este relato.

*****

EL VIAJE DE ANTON WEBER II
Ana

<<Today is the greatest day I´ve ever known
Can´t live for tomorrow, tomorrow´s much too long>> Billy Corgan.

Sentado en la oscuridad de la habitación de un apartamento que no es mío puedo observar el continuo movimiento del exterior. Los pasos se pierden en una marea de luces brillantes que se vuelven melancolía al topar con mis ojos. Aun les escucho, respirar, profundo.

No fue algo premeditado, no pretendí hacer una visita intencionada, no pretendí robarles su espacio de soledad. Ahora siento que no puedo controlar el juego que he iniciado.

Me maravilla la forma en que se manifiesta el amor en este planeta, se acoge a infinitas definiciones que hacen válido ese pequeño sentimiento. De donde yo vengo el amor de alguna forma ha muerto; sí, decimos que amamos, que conocemos, pero en realidad lo que aquí es una dulce lágrima allí es una dura mirada, lo que aquí es un susurro cálido allí es un trozo del vacío estelar. Decimos que amamos... pero sólo conseguimos vislumbrar esta acción forzando la máquina de nuestros estériles sueños.

Aquí puedo mirar a mi alrededor y por todas partes contemplo el amor, a veces se esconde, se disimula, quieren parecerse a nosotros, pero no pueden huir de su magnífica imperfección.

Sigo contemplando la riada de gente que cada vez se estrecha más para desaparecer tras las puertas de sus ficciones privadas, ¿cuándo dejarán de fingir? Un día despertarán para comprobar como han malgastado sus vidas, ¿cómo es posible que no se den cuenta de su riqueza?

El bar está bastante concurrido a estas horas y me siento en la barra pidiendo uno de sus deliciosos y nocivos brebajes. Saboreo con calma el líquido mientras lanzo una atenta mirada a la gente que me rodea. Algunos charlan animadamente entre sí, otros beben solos y los camareros van de un lado a otro con las bandejas. Sin que me dé cuenta un hombre se sienta a mi lado y no me percato hasta que me da un leve toque en el hombro.

-¿Qué tal?-me pregunta un hombre corpulento y joven que me mira con un rostro de duras facciones.

-¿Le conozco?

-Tal vez no, pero yo le he reconocido al instante, Tarfel, ¿verdad?

Aquel hombre me había dicho el nombre de mi planeta con la mayor naturalidad del mundo y yo empezaba a preguntarme qué clase de elemento extraterrestre se hallaba frente a mí. Notó mi perplejidad por lo que decidió tranquilizarme de algún modo.

-No se preocupe, sé guardar discreción.

-Eso no me preocupa, lo que no sé es cómo...

-Bueno, soy lo que se llama un cazarrecompensas espacial así que debo estar al tanto de la gente con quien trato. Aun con esa apariencia no se ha escapado a mi ojo.

-Entiendo-dije sonriendo-es extraño estar hablando con alguien así en un lugar como este.

-Sé lo que quiere decir... ellos son tan ignorantes-estuvo en silencio unos instantes para adoptar un tono serio abandonando el distendimiento anterior-la verdad es que esto no ha sido casual, yo le buscaba para decirle que le persiguen.

-¿Quiénes?-dije aun intuyendo de quien se trataba.

-Pues, por de pronto lo que queda del sindicato terrestre, que no es mucho.

-Lo que no entiendo es porqué me lo cuenta, creía que trabajaba para ellos.

-La resistencia paga bien.

-Dinero, siempre dinero... y tú también... ¿te pudeo tutear, verdad?-él asintió.

-Yo no soy como vosotros.

-Sea como sea pienso que tienes suerte.

-Eres muy gracioso.

-Vaya, aun tengo sentido del humor, esto sí que es todo un descubrimiento.

-Ahora en serio, yo de ti me andaría con cuidado, más ahora que tienen tu nave espacial.

-No me preocupa lo que ellos hagan... y la nave, bueno, puedo recuperarla cuando quiera.

-Es increíble.

-¿El qué?

-Tu actitud, tu despreocupación.

-Tu especie lleva una vida dura, es normal que no lo comprendas... es decir, desde Tarfel sabemos todo lo que pasa aquí, y la verdad, es de risa. Esos cabezones enanos y su asqueroso aceite, y luego están los pobres humanos siempre ingenuos hasta que los maten a todos; sin olvidar esos horribles clones deformes y toda esa gente majareta por los jueguecitos del sindicato-tomé un trago largo-sinceramente, me da risa... y la risa, amigo, se acerca demasiado peligrosamente al drama cuando se practica en exceso.

-Has hablado con ellos, ¿verdad?, con los dos agentes del FBI.

-Sí.

-Ellos viven el drama desde hace unos cuantos años, pero bueno, supongo que eso ya lo sabrás.

-Es tan fácil morir.

-Ah... yo sólo sé que la muerte en vida es la mejor forma de acabar con alguien.

-Por eso ellos viven aun.

-Pero no creas que ahora están tan mal las cosas, el sindicato está muy tocado y al viejo no le debe de quedar mucho para palmarla.

-¿Tú no tienes miedo de estar aquí hablando conmigo?

-En otro tiempo tal vez, pero ahora he comprendido que lo mejor es ir por libre, si juegas bien tus cartas sobrevivirás al final.

-La situación de este planeta es patética.

-Pues ayudádlos si tanta lástima os dan.

-Mira a tu alrededor, ellos no quieren ayuda, ni quieren la verdad... sólo quieren vivir en una buena casa, con un buen coche, y con una cuenta bancaria lo bastante abultada para permitirse de vez en cuando un capricho-él me miró graciosamente.

-Creo que te quedas corto en ambición, no seas tan generoso en sus bondades. Yo llevo mucho tiempo paseándome por este maldito planeta y te puedo asegurar que les encanta el olor a billetes.

Mientras hablabamos a nuestro alrededor nadie pareció interesarse por nuestra conversación, que de haberla seguido sin duda les habría parecido disparatada. Puede que aquí ya nadie se preocupe de lo que hagan o digan los demás, son todos entes privados que interactuan sólo por necesidad. Él terminó su copa e hizo ademán de marcharse.

-¿Sabes una cosa?, creí que serías un tipo más frío, no sé, me ha sorprendido que fueras tan abierto, no te hacen justicia en ciertos comentarios.

-Ese del que has oído hablar debe de ser mi hermano. Es un resentido.

Otra vez en este apartamento ajeno que por suerte o por desgracia está situado de forma que una luz intermitente de neón color rosa provoca fugaces destellos en la ventana, sin duda este no es uno de los mejores barrios de Whashington pero yo no hago gesto de apartarme del paisaje de colores. El viejo sillón está orientado hacia esa misma ventana y aquí sentado con unos pantalones largos y una camiseta interior cierro los ojos para esquivar la luz rosa. Si me esfuerzo puedo captar el ensordecedor sonido de infinitas voces que claman por ser atendidas. Todos prestan su voz a la imaginación y vienen a mi memoria páginas de libros que un día quemamos en nombre de más espacio, aun puedo recordar de qué forma olía el papel rancio y amarillento. Sus vidas, sus diálogos suspendidos en el aire, son parte de historias en blanco y negro, en papel y tinta.

Los agentes Mulder y Scully, o Fox y Dana, forma en la que jamás se llamarán sinceramente, también tienen una vida. Es una vida más allá del macrouniverso de conspiraciones en el que están envueltos, más allá de tanto daño intencionado. La vida que ellos tienen escondida es más sencilla, es simple, privada, íntima, cotidiana, casi vulgar. Ellos quieren hacer crecer ese escondido secreto que anhelan, pero, desgraciadamente, no saben cómo hacerlo.

¿Y quién soy yo para darles consejos, para arrojarles a la verdadera felicidad si ni tan siquiera la conozco? ¿Por qué vine a este planeta y me encontré con ellos? Fue un viaje voluntario en el que yo ya conocía la situación "bélica" de este planeta, pues aunque ellos lo nieguen aquí se libra una dura batalla, patética, sí, pero ardua. No me fijé en ellos por nada en particular, pero sin duda eran una pieza clave en esta guerra interplanetaria, son esenciales aun sin saberlo. Puede que un día le diga la verdad y le hable con la voz de la mente, tal vez aun pueda oírla y reconocer su excepcionalidad.

El cartel de neón rosa sigue parpadeando al tiempo que el teléfono suena insistente. Tres tonos y alcanzo a coger el auricular para escuchar una voz metálica al otro lado del aparato.

-Veo que ya ha llegado-le reconozco de inmediato.

-Alex Krycek.

-Anton Weber... curioso nombre el que ha adoptado.

-Los extraterrestres eramos comunistas en mis tiempos.

-Y yo soy ruso. Me gusta el nombre.

-¿Qué quiere?

-Saber que había llegado bien y tal vez entablar lazos diplomáticos para una futura colaboración.

-No pierde un segundo de su tiempo, ¿verdad?

-Me gusta ir al grano cuando me interesa.

-Pues yo me estoy armando de paciencia en mi estancia aquí, pero de todas formas gracias por su interés.

-Le aconsejaría que no me tuviera en tan poca consideración, puede que más tarde se arrepienta-hizo una breve pausa tal vez para comprobar si sus palabras habían hecho algún efecto- Le están persiguiendo, ¿sabe?, y yo aun tengo mi influencia en ciertos ámbitos.

-Hoy todo el mundo parece querer alertarme. No se preocupe señor Krycek, sé cuidarme solo. Y ahora, si no le molesta, me gustaría acostarme, ya hablaremos de eso que tanto le inquieta mañana.

-Mañana. Sé donde encontrarle.

Colgué lentamente sin despedirme. Apagué las voces en mi cabeza y me recosté en el colchón; todavía respiran, profundo.

*****

Paso los días paseando (viajando, analizando, estudiando, observando) y luego escribiendo, me he comprado una de esas máquinas de escribir manuales sólo para sentir el tacto del papel y el olor de la tinta. Me he entrevistado con Krycek, sin duda es un chico con muchos recursos pero con demasiada ambición para mi gusto. Le he contado varias cosas en las que parecía estar muy interesado: sobre mi planeta, mi trabajo, sobre nuestros conocimientos científicos, sobre mi conversación con Mulder y Scully ("¿qué les ha contado?"... "una bonita historia"). En realidad no tiene la menor importancia todo lo que le pueda contar a Krycek, el olvido, tarde o temprano, siempre llega de mi mano.

Mulder me ha llamado varias veces durante esta semana, quiere que volvamos a vernos, parece ser que se ha tomado mi "caso" como un expediente x extraoficial, como él lo llama. Le he dicho que soy escritor y que estoy muy ocupado con mi último libro, que en realidad no son más que borradores de los informes que tendré que presentar a mi vuelta ante el consejo científico. Se ha extrañado ante mis evasivas al haber sido yo quien acudí a ellos, en fin, ya se le pasará.

Repaso lo que he escrito sorprendiéndome de la forma en que con una extraordinaria rapidez mis informes van tomando forma impersonal y fría, ¡son realmente aburrida ciencia! En el fondo me gustaría vivir esta ficción que me he inventado. En el espejo me observo, ¿por qué elegí este aspecto? Soy tal vez el padre que nunca fui, o puede que el viejo renqueante que nunca seré; el hombre que nunca vivió en el espacio ni en el tiempo correcto, moriré siempre prematuramente o demasiado tarde, nunca en el momento exacto.

*****

Las calles de Washington son agradables para pasear, si caminas por la parte donde se encuentra el centro administrativo la gente es bastante diferente de la que encuentro por mi barrio, diferente y también más irreal. Esta es la vida que eligieron estos miles de funcionarios encorsetados en el traje gris que destiñe sus sueños. Los agentes del FBI también pertenecen a esta especie mas ellos dos parecen decididos a marcar una diferencia respecto al resto. Los altos árboles muestran un ramaje verde y espeso que deja paso a tímidos aromas de primavera, cerca de los monumentos hay muchas flores; la diferencia es salvadora, ¿pasearon ellos alguna vez entre estas flores?

El edificio J.Edgar Hoover no hace honor a su nombre, es demasiado triste para su pintoresco personaje. En recepción una simpática mujer me da una de esas graciosas etiquetas de visitante con la que me dirijo hacia el sótano donde está el despacho que busco.

La puerta está cerrada por lo que doy dos leves toques con los nudillos.

-Adelante-dice una voz femenina.

-Hola, ¿me recuerda?-la agente Scully está sentada frente a la pantalla del ordenador tecleando seguramente un tedioso informe, lleva puestas unas gafas que se quita cuando me ve entrar. Parece algo sorprendida.

-Señor Weber... ¿cómo es que ha venido?, la verdad es que ahora mi compañero no está así que...

-Bueno, él ha sido bastante insistente estos días tratando de hablar conmigo pero puedo hablar con usted, siempre y cuando no estorbe su trabajo.

-No, no, pase, puedo hacer una pausa, incluso es posible que Mulder regrese pronto, ha ido a buscar unos informes a otro departamento-pareció vacilar mientras hablaba y se levantaba del asiento-¿quiere un café?

-Me encantaría. ¿Sabe?, aun no he logrado saber porqué el café de máquina sabe mejor que el que se hace en casa.

-Pues...

-Déjelo, son tonterías de viejo. Pero vayamos al tema que me trae aquí.

-Explíquese-dijo mientras servía dos vasos de plástico con el oscuro líquido.

-En realidad he venido porque ellos han vuelto a comunicarse conmigo.

-¿Ellos?

-Los extraterrestres, ya sabe. Esta vez no me llevaron sino que mientras me sostenían en un estado de ingravidez en mi propio apartamento y rodeado de una intensa luz blanca-¿puede el blanco ser más intenso?-me hablaron mentalmente.

-¿Y qué le dijeron?-noté que el interés se despertaba en su interior a pesar de lo disparatado de mi historia.

-Qué la próxima vez que vinieran por mí me llevarían hasta su planeta. Comprenda que esté un poco asustado a pesar de lo que les conté en mi otra visita.

Dió un sorbo a su vaso y me miró con curiosidad.

-Realmente usted no parece muy asustado.

-Disimulo muy bien mis sentimientos, y después de todo el miedo no es siempre un sentimiento siniestro, puede ser inquietud.

-Ante lo desconocido... le comprendo.

-Es decir, ¿cómo puede dormir uno tranquilo sabiendo que dentro de tres días le van a llevar a un planeta lejano y desconocido?

-¿Tres días?

-¿No se lo mencioné?... ah no, no lo hice. Pues sí, tres días me dijeron.

-Por casualidad no le mencionarían el lugar donde le...-dudó-¿abducirían?, ¿lo llama usted así?

-Sí, abducción, experiencia... no tiene la menor importancia. Pero vayamos a la cuestión, el lugar es el puente este del Potomac, interestatal 395.

-¿No sé si aun estoy soñando o es que hoy me he levantado con mal pié?

-Parece un comentario más propio de su compañero.

-¿Eh?... perdone, estaba pensando en voz alta. Es que... no sé, todo esto me descoloca y supongo que no debería, es decir, llevo casi siete años con casos de este tipo pero lo suyo me parece tan... ¿transparente?... creo que aun no sé si tomarme su historia del otro día como un caso serio o como un extraño cuento de hadas.

-Le puedo asegurar que es muy serio-dije sin dejar de sonreír un instante.

-Perdone... estos días estan siendo muy movidos, sobre todo para mi interior-una leve sonrisa escapó de ese interior tal vez inconscientemente.

-Tal vez yo pueda ayudarla, siempre se me dió bien escuchar a los demás... no sólo sé contar tan interesantes historias.

-Es muy amable pero en realidad no se trata de ningún problema, es más bien una cuestión de cambios.

-Cambiar asusta por eso tal vez yo nunca tuve una vida intensa ni plena, me asustaba correr riesgos pero sobre todo tener que cambiar mi forma de vida debido a las consecuencias de dichos riesgos.

-¿Y los extraterrestres?

-Me asustan, pero no de la misma manera. Lo que de verdad asusta a la persona son los cambios que la afectan directamente, los cambios personales.

-¿Por qué tengo la impresión de que va a contarme la historia de mi vida en uno de sus extraños y breves relatos?

-Usted siempre pregunta, agente Scully, algún día deberá responder a la pregunta.

Ella no dijo nada, simplemente fue bajando su mirada hacia el suelo.

-He de irme, dígale al agente Mulder que les espero a los dos a las 23:00 horas en el puente este sobre el Potomac dentro de tres días, si es que quieren venir aunque supongo que así será-me levanté de la silla y me dirigí a la puerta deteniéndome sólo un momento-ah, se me olvidaba... el café estaba muy bueno.

-Gracias.

Ella se quedó allí sentada cavilando la respuesta. ¿Es antinatural mi presencia aquí? Tal vez provoco situaciones antinaturales, conversaciones antinaturales, un seguido de escenas raras e impensables que les hacen dudar.

Él entró poco después de que yo me hubiera marchado.("¿Me añorabas, Scully?"). Es un niño insistente en sus deseos pero demasiado viejo para asumir que éstos se materialicen. Las bromas fáciles no desterraban el miedo, el pavor, por una nueva realidad de encuentros demasiado cercanos. ¿Por qué les asusta la felicidad?, claro, no la conocen... y siempre temen lo desconocido, como se me pudo olvidar ese punto.

*****

Los tres días siguientes los pasé recolectando recuerdos. Dí largos paseos por la ciudad observando sus rostros, gente desconocida que mostraba la escondida emoción cada vez que tenía que interpretar un papel, tienen un escondite donde meten al yo cuando salen de casa, algunos nunca lo muestran ni siquiera allí... otros casi son felices.

Los olores son frescos y cargados de fragancias de alergia, para algo me sirven estos perfectos sentidos, ¡al fin! Los colores pintan la calle de un bonito papel de regalo para la vista, el cielo es hoy muy azul y unas fugaces nubes enormes pasan sin tregua para borrar los días que vuelan con ellas. La música de sus endemoniados aparatos casi me hace quedarme, podría pasarme días ante el viejo transistor que ofrece continuamente música de jazz desde que encontré esa emisora monotemática. Miles Davis sigue sonando en la radio.

El último día es una amarga despedida de este singular planeta. Esta noche espero una numerosa visita en el momento de mi marcha, vendrán los agentes del FBI, Krycek, los del sindicato persiguiendo mi nave... parecerá una reunión de viejos amigos, qué irónico. Después de todo para mí esto sigue siendo un juego en el que yo dicto las reglas, preferiría ser un simple espectador, un limitado ser ignorante y huir de la implicación. Ellos siempre se implicaron pero por una extraña razón nunca se implicaron en lo más sencillo e importante, tal vez ahora sea el momento.

Me encontraba apoyado en la barandilla del puente observando la tranquila corriente del río cuando las luces de un coche que se detuvo me cegaron momentáneamente. Mulder y Scully bajaron del vehículo y se dirigieron hacia mí, aun era pronto.

-¿Qué pasaría si cayera al río?-dije mirando fijamente la corriente que corría bajo mis pies.

-Espero que no señor Weber, no me gustaría mojarme para sacarle de ahí y luego coger un resfriado, esta noche refresca.

-Tiene a su doctora particular-dije mirando a Scully. Observé sus rostros ruborizados e idiotas, jamás imaginé lo divertido que podría ser decir la verdad, tal vez algún día deje de mentir cuando me encuentre con alienígenas, ya estoy harto de que me abduzcan.

-¿Han venido ya?-preguntó él con fingido aire distraido.

-Bueno... yo no veo todavía a nadie, ¿y usted?

-No, claro, supongo que vinimos demasiado pronto.

-¿Usted cree que vendrán, señorita Scully?

-No quiero decirle que dudo de usted, pero no sé muy bien qué pensar.

-Si he de serle sincero yo tampoco, señor Weber, sin embargo desde el principio me intrigó su historia y me gustaría ver el desenlace-dijo Mulder haciéndose notar.

Permanecimos allí esperando cerca de una hora, en ese tiempo ellos y yo casi no hablamos, puede que sus paciencias se fueran minando lentamente. Yo me mantuve a una distancia prudencial, hoy mi anterior afabilidad se volvió ante sus ojos desafío y comentarios burdos, la marcha me vuelve siempre uraño, pero sobre todo profundamente triste.

Ellos estaban apoyados en el coche, ¿tenían miedo a caer?, no, ya habían caído demasiadas veces. Hablaban con susurros en parcos comentarios banales y algún que otro reproche por la improductiva espera, los viejos tiempos atacan. Ella se sorprende de que su compañero siga entusiasmándose con esas cosas cuando en realidad ella misma espera impaciente que pase algo. Él la mira con disimulo cuando voltea la vista y tal vez roza su mano para asegurarse de que sigue ahí, ¿dónde cree que podría estar? Ella siempre fue más fuerte que él, en el fondo los dos lo sabían.

Cuando el sosiego ya se había instalado entre nuestro espacio un nuevo coche se detuvo sobre el puente. De éste bajó un hombre joven que pareció sorprendido de mi compañía, era Alex Krycek.

-¡Maldito! esto es una trampa, ¿verdad?-gritó Mulder sacando su arma.

-Yo de ti no haría eso, Mulder-le contestó Krycek quien tampoco era lento desenfundando.

-¿Qué está pasando aquí?-preguntó la sensatez de Scully.

-Simplemente he sido invitado a un espectáculo de luces... al parecer igual que vosotros.

-¿Usted le conoce, señor Weber?-me preguntó Mulder con una incrédula mirada.

-Guarden sus armas por favor... parecen niños pequeños-a Scully esto pareció divertirla a pesar de lo tensa de la situación.

-No me dijo que ellos también estarían aquí-Krycek fue guardando su arma lentamente mientras Mulder seguía apuntándole.-Oye, no seas idiota y lo estropees, esto es lo que siempre deseaste, ¿no?

-No me fío ni un pelo de las ratas como tú-pese a todo Mulder desistió en sus impulsos asesinos hacia Krycek-... y tampoco sé si podemos confiar en usted, señor Weber, después de conocer a sus contactos.

-No piense lo que no es, el señor Krycek es sólo alguien interesado en estos temas tanto como usted.

-Sí, ya-dijo irónicamente Mulder.

-Sea como sea ahora debemos esperar así que tranquilízate Mulder-dijo Scully tocando tu tenso brazo.

Ahora eramos un cuadro curioso de tensión y odio contenido. El silencio se podía respirar como un veneno amargo para ellos, yo simplemente me maravillaba de cuán complicadas son las relaciones humanas, el amor, el odio; todo ante mis ojos rezumaba dudas nunca expresadas con palabras, pero yo podía leer en sus ojos. Yo soy el único que sonríe aquí, bueno, tal vez Krycek también sonríe, aunque por diferentes motivos.

Los dirigentes "sindicales"-qué contradictorio y paradógico es el destino en las denominaciones-llegaron poco después con el viejo fumador al frente, no eran muchos, los suficientes para mantener a Mulder a raya después de que ante tal reunión de conspiradores su paranoia y desquicio le hicieran por poco abalanzarse sobre el viejo (¿he dicho ya que me gusta exagerar?, tal vez no, pues creo que esto se está volviendo demasiado "literario" en vez de "literal" así que cualquier parecido con la realidad puede ser simple coincidencia). Mientras tanto Scully intentaba calmar la situación manteniendo en todo momento el autocontrol del que se caracteriza, ¿cómo será cuando se enfada?, me gustaría verlo.

Después de que Mulder descargara su ira verbal sobre el fumador, éste reparó en mi escondida presencia lo que hizo que sus finos labios formaran una siniestra mueca que no sé si llamar sonrisa.

-¿Así que ahora cuenta bonitas historias al FBI? Creo que se equivocó de Oficina... y también se equivocó conmigo, ya ve que tengo muchos recursos para encontrarle.

-¿De qué está hablando, señor Weber?-preguntó Mulder.

-Ah, ¿pero no lo sabe?... cuénteselo, sepa que el agente Mulder ha entregado su vida a la búsqueda de la verdad que usted conoce.

-El planeta del que les hable, de donde dije procedían los extraterrestres que me raptaron... yo soy de ese planeta.

-¿Qué?

-Pellízcame, Scully.

-No se sorprendan, sólo les conté esa historia para no asustarles... y para que me creyeran-Krycek me miraba divertido, el fumador fumaba feliz pero en guardia y los dos agentes del FBI comprobaban en pocos segundos cómo años de constante e infructuosa búsqueda se reducían ahora al viaje fortuito de un extraterrestre que no tenía nada que ver directamente con su cruzada personal. La verdad viaja de la mano de la trivialidad, no es sacrificada... al menos esta verdad, existen otras más difíciles que ellos tardaron en afrontar. Para mayor convencimiento de quienes me rodeaban hice otra vez el numerito de mi transformación obteniendo casi idéntico resultado que la vez anterior en esa sala de interrogatorios.

-Ahora soy yo la que necesita un pellizco, Mulder.

-¿Eso no irá con segundas, Scully?

Incluso en estos momentos no pierden el sentido del humor, me gusta, así han de afrontarse las cosas. Volví a mi estado terrícola y el fumador pareció estar de acuerdo conmigo vistas sus siguientes palabras.

-¿No es graciosa y simple la verdad?-y estalló en carcajadas, por un momento pensé que se atragantaría con el humo, pero no, tan solo rió como tal vez no lo hiciera nunca-¿No creen que hoy es el día más grande de la historia?

Bueno, desde su humilde punto de vista tal vez si no fuera porque la realidad que viven no escribe sino las páginas apócrifas de su historia. Y como toda historia ésta también tiene un final, relativo siempre, pero necesario para sus cortas vidas.

-Ya saben la verdad, así que... yo ya me siento satisfecho de haber liberado una carga de sus conciencias.

-¿Qué quiere decir?

-La verdad es tan evidente que nunca la vemos y al no encontrarla la culpabilidad nos consume-a mí no, a ellos, pero eso ya sería demasiado complicado de explicar pues las cargas que yo soporto son de otra naturaleza, son la carga de la infelicidad y del tedio.

-Ya está bien de tanto hablar-dijo el fumador ya recuperado de su risa volviendo a su pose sarcástica habitual-llegó el momento de las despedidas... esta vez para todos.

-En eso tiene razón pues yo ya debo marcharme, mi nave me espera-dicho esto mi nave apareció en el cielo derramando la luz transportadora.

-¿Pero qué...?-La paralización involuntaria impidió a cualquiera detenerme.

-Ha sido un placer conocerles-dije estrechando las manos de los incrédulos agentes del FBI-mi trabajo ya concluyó por lo que he de volver a mi planeta, pero quién sabe, tal vez un día vuelva.

-Esto es real, ¿verdad?

-Nunca fue más real, y por favor, relájense, creo que deberían de disfrutar un poco más de esta maravillosa vida que poseen... ¿por qué no lo prueban de vez en cuando?

-¿Probar el qué?

-La felicidad.

Lo que luego pasó es bien conocido por cualquier ávido lector o visionador de todo tipo de material calificado como ciencia ficción, películas de serie B, series para siniestros y teóricos de la conspiración desquiciados... (amo sus absurdas diversiones). Yo me fui rodeado de una luz blanca, la nave desapareció tan rápido como llegó dejando una fugaz impresión de luz en el cielo. Ese fue mi último regalo de escenificación, una pérdida de tiempo y un espacio diferente donde despertar del olvido de mis juegos.

Por una oscura carretera, seguramente familiar para ellos, conducían no muy de prisa intentando recordar en qué loca misión se habían embarcado.

-No sé porqué me viene esto a la cabeza ahora pero... Scully, ¿eres feliz?

Ella le miró cansada esbozando una sonrisa que pedía una respuesta a la salida que había tenido su compañero.

-Soy medianamente feliz, Mulder... ya es algo.

-¿Qué falta en la otra mitad?

Ella simplemente giro la vista al frente y cerró los ojos. Faltara lo que faltara seguro que tenía solución. Y ellos no tenían prisa.

Epílogo desde una nave espacial:

Esto será breve sencillamente porque estoy muy cansado, este viaje me ha agotado más de lo que me hubiera imaginado, no sólo físicamente, esto es lo de menos, sino mentalmente. Ahora no me importa mucho el provecho que pueda sacar de mis investigaciones, tan solo una preocupante idea da vueltas en mi mente, es un sentimiento agridulce que me habla sobre el vacío que solía profesar, ¿conseguí robar un poco de sus esencias, sus vidas? Tal vez ese peso extraño es ese trozo de humanidad que me llevé sin saberlo, me pesa, pero creo que llegaré a acostumbrarme, también es posible que me enamore de esa nueva parte de mi ser.

El aparato comunicador me indica que tengo una llamada.

-Adelante-digo en tono seco.

-¿Cómo fue?, creo que te divertiste de nuevo con tus teatrales actuaciones.

-Las artes escénicas son una ciencia.

-Innecesaria, como todos los atributos humanos.

-Te equivocas, amar es necesario... si no queremos morir en vida.

-Entonces puede que ya estemos muertos.

Fin de la comunicación. Eso me temo.

Esto nunca comenzó.


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