Disclaimer: The X-Files y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Chris Carter, 1013 y la Fox. Son utilizados sin ánimo de lucro y no intento violar el copyright.
Tipo: XF y algo de mitología (a pesar de esta clasificación que no deja de ser convencional, la historia no es sólo lo que parece).
Rating: AP
Spoilers: la primera frase es de Biogénesis y luego ninguno en especial. La historia se situa en algún momento de la 7ª temporada entre Closure y Requiem, creo que este breve espacio de tiempo supone un paréntesis de relativa "felicidad" dentro de los X-Files, en fin, que cada uno busque los motivos.
Resumen: Encuentros terrestres.
Nota de la autora: Este fanfic está en parte inspirado en "El extraño animal del norte" de Lars Gustafsson (al menos algo de la idea inicial del relato), también hay una pequeña referencia a "Natural born killers" de Oliver Stone (genio creador de imágenes a quien le robo una), aunque la historia no tenga que ver con el argumento de esa película, así que no asustarse -:) También intento rendir un humilde homenaje a algunos de los guionistas de X-Files que más admiro, Darin Morgan y Vince Gilligan (supongo que hay algo de ellos en lo que he intentado escribir). Los que estan y los que se fueron nunca dejaron de sorprenderme así que pienso que aun le queda cuerda a la serie (eso espero). Por último, decir que agradeceré que me deis vuestra opinión, favorable o desfavorable, sobre el relato, así que escribidme por favor! muchas gracias de antemano a todos.
*****
EL VIAJE DE ANTON WEBER
Ana
<<Soy un viajero, una nave cada vez más vacía que
cruza el tiempo. Y cuando por fin llego a una orilla no tengo
nada que descargar [...] Les diré lo que soy: soy el ángel
protector de los insomnes, el mundo siniestro, claro y sin
sombras del velar eterno. Y ése es mi martirio.>>
Lars Gustafsson, El extraño animal del norte.
"Desde el espacio parece una abstracción..." Nada tan real y oxigenante como un planeta azul, me encanta este color. Sin duda ellos se abstraen de sus propios cuerpos limitados para poder observarlo en toda la plenitud que su humildad les permite, sueñan con su contorno mágico tumbados sobre una superficie blanca situada en las alturas de sus perspectivas. El eje aquí no existe, o al menos nunca lo hemos visto aunque intuimos su papel represor, delimita los campos de la imaginación planetaria.
Ellos sueñan y yo lo contemplo absorto desde mi nave espacial que avanza silente entre el vacío estelar. La velocidad que lleva sería demoníaca desde ciertos puntos de vista, es anti... anti principios establecidos, nada más falso que todo eso en lo que creen todavía. Su estructura, la de la nave, se podría definir como totalmente aerodinámica, característica muy útil en ciertos ambientes. Es sólida y a la vez flexible, siempre me maravilló ese material que emplean los técnicos, es realmente agradable al tacto. También es notoria la comodidad así como la facilidad con que se conduce a sí misma con su sofisticada inteligencia artificial sólo necesitada de algunos datos adicionales que los tripulantes proporcionamos. Robotiza todas sus funciones en pro de evitar la improvisación, somos increíblemente vagos. Esta es mi sentencia y también el refugio ante el que me rindo.
Atravieso basuras espaciales curiosas y antiguas y la falta de ocupación me conduce al tedio; nosotros inventamos el tedio, por eso somos tan inteligentes, o tan tontos según se mire, llevamos demasiado tiempo pensando en exceso. Se ha vuelto un círculo vicioso que engendra más inventos destinados a fomentar el tedio. ¿Y qué queda después de pensar? es un aburrimiento nutritivo y ejemplar de lo que es un mundo pacífico y culto en extremo, somos extremistas de la paz. Creo sinceramente que un día enloqueceremos.
Somos una sociedad atemporal, no se puede decir que seamos futuristas, el mismo concepto es algo totalmente estúpido y sin sentido, más bien constituimos la culminación de la utopía. La inmensidad del universo concede alas a la mente, éstas se baten furiosas en la zona desconocida, estamos ansiosos de poder descubrir, de aprender y emocionarnos con un regalo nuevo a los sentidos.
Cada vez se acerca más la nave a la atmósfera terrestre y
llega la hora de activar el camuflaje óptico y el dispositivo
antiradar. Desaparezco en la negra visión para descender sobre
la gran masa azul que tanto me fascina.
El aire tiene verdaderamente un sabor muy agradable, ciertas partículas nocivas estropean el conjunto pero en general es algo maravilloso. El parque está muy concurrido y es increíble la velocidad a la que se mueven, parecen filmados a cámara lenta, parecen absorbidos por la despreocupación. Un extenso manto verde se extiende ante mis ojos desprendiendo un olor a fresco, sí, es algo como húmedo diría yo. Y sobre esa hierba cortada de manera desigual se proyecta un juego de luces y sombras creado por unas ramas que se balancean impulsadas por una suave brisa. Arriba, desde aquí lo veo arriba, está el sol quemando el suelo y matando los cuerpos con sombras. Todos queremos morir siendo una sombra.
Creen moverse deprisa pero no conocen nuestra velocidad, el aislamiento que causa nuestra rapidez mental. Quiero tener tiempo para respirar y medio dormirme si quiero acunado por el tibio sol del atardecer. Enfrascado en estos pensamientos tardé un poco en darme cuenta de lo que se avecinaba. Varios hombres vestidos de negro, sí, de negro, salieron de un coche oscuro y se dirigieron directamente hacia mí.
-Les esperaba, aunque he de decir que encuentro que han sido un poco lentos, supongo que es inherente a su naturaleza-les dije.
-No hable.
Dicho lo cual fui introducido sin resistencia en aquel coche oscuro ante la indifencia de los paseantes. Al fin y al cabo la lentitud no era signo de caridad ya que ellos realmente creían en su rápidez, era imposible asumir cualquier responsabilidad.
Es realmente gracioso comprobar lo tosco de sus procedimientos, tengo la sensación de estar en una película, de esas ficciones hechas para entretener la inquietud; para nosotros son objeto de estudio: evidencias culturales. Aquellos hombres no relajaban el rictus de seriedad que irremediablemente causaba sonoras carcajadas en mí.
-Cállese ya.
-El silencio es más llevadero y también más malvado. Nadie que calle será inocente.
-Cállese ya-gritaron esta vez todos al unísono.
El viaje nos llevó hasta lo que parecía ser una base militar rodeada de la inevitable alambrada. Al bajar del coche me hicieron entrar en unas instalaciones no muy confortables donde fui encerrado en una celda bastante oscura. Pasados unos minutos de espera la puerta se abrió y un guardia me indicó que saliera. Me condujeron hasta una sala que al parecer servía para realizar interrogatorios, allí me senté frente a varios hombres con uniforme, algunos estaban de pie, otros sentados, pero ninguno me decía nada, parecía que esperasen la llegada de alguien. Entretanto yo examinaba la triste habitación que tenía las persianas bajadas y un mobiliario muy austero que hacía juego con el ambiente.
De pronto un hombre hizo irrupción en la sala, era algo mayor como revelaban sus canas y arrugas y aun así sus ojos tenían un vivo brillo que yo diría era de preocupación y enfado en esos momentos. Entró con un cigarrillo en la boca humeando toda la habitación por lo que la sensación de claustrofobia crecía por instantes. Antes de dirigirme la palabra, aquel hombre se paseó de manera impaciente por la pequeña estancia ante mi mirada serena; después se decidió a decir algo adoptando una posición de defensa dada mi evidente impasibilidad.
-¿Quién es usted?
-Ustedes me trajeron aquí, deberían saberlo.
-Usted no es un rebelde... pero no puede ser un colonizador, no quedamos así.
-Tranquilo, creo que ha habido un error.
-Sin duda lo ha habido pues los planes no hablan sobre infiltraciones de agentes de su raza sin nuestro conocimiento.
-Sinceramente, dudo que usted conozca cuál es mi raza.
-¿Qué está diciendo?
-Bueno, es evidente que han encontrado mi nave, y supongo que nunca habrán visto una cosa igual.
-Esa nave... ¿quiere decir que...?
-Quiero decir exactamente lo que usted está pensando pero no se atreve a decir. No sólo pululan hombrecillos grises por el espacio.
-Esto es una broma pesada.
-Lo dudo-dicho esto transformé mi apariencia mostrándoles mi auténtico aspecto; creo que quedaron bastante sorprendidos ante lo que vieron, sin duda estaban acostumbrados a formas muy primitivas.
-Bueno, bueno, ya está bien, ¿qué es lo que quiere?
-Yo no quiero nada en especial, en realidad soy lo que se llama un científico de amplias miras, me dedico al estudio de las diferentes civilizaciones que desde mi planeta conocemos. He de decir que su planeta es un reciente hallazgo, hablando en términos temporales relativos, concretamente estamos hablando de casi sesenta años-mientras yo hablaba la incredulidad y el desespero crecían en la mirada y en los gestos de mi interlocutor.
-Espere, ¿me está diciendo que es una especie de etnólogo espacial?-dijo con sorna.
Permanecí unos segundos en silencio pensando en qué decir para no perturbar más a aquellos hombres, era sin duda un contratiempo a mi tarea pero a la vez podía resultar enriquecedor para mis investigaciones que por lo habitual eran bastante aburridas.
-¿Saben que podría desaparecer de aquí ahora mismo y ustedes no recordarían nada?-bueno, eso no fue lo más sensato si quería tranquilizarles pero la verdad es que me estaban sacando de quicio. El hombre mayor que fumaba me miró inquisitivamente sopesando la situación.
-Llévenselo de aquí.
El techo estaba sucio, definitivamente lo estaba. Y la cama era muy incómoda para alguien acostumbrado a la máxima comodidad pues lo cierto es que en mi mundo no existían ni la suciedad ni la incomodidad, somos la perfecta limpieza. Cerré los ojos cansado de la decrepitud que me rodeaba y a mi pesar todo lo que me venía a la mente era tan artificial como insoportable. ¿Qué clase de mundo hemos creado?, ¿verdaderamente es mejor?; lo dudo, incluso podría llegar a acostumbrarme a este aire impuro pero deliciosamente real.
Tuve la sensación de que podría permanecer allí tumbado durante siglos, la idea me asustó por lo que decidí no dejarme llevar por las tentaciones mundanas para salir de esa celda. Al fin y al cabo yo había venido para trabajar, es decir, realizar esas investigaciones que constituyen la ociosidad de nuestra especie.
Miré a mi alrededor, ninguna ventana... es imposible no
desear estar bajo el claro cielo de este planeta.
No fue difícil salir, es más, todo es tan fácil para mí que cada día encuentro mis capacidades más insoportables... otra vez el maltido tedio. Fuera el calor era asfixiante, supongo que me encontraba en una especie de desierto enorme sólo atravesado por una interminable carretera rectilínea que se perdía en el borroso horizonte. El cielo ya no parecía tan amable pues mostraba toda su enfermedad en forma de polvo y calor, todo lo que cubría mi cabeza era amarillo y delirante. Caminé durante un rato y cuando ya había perdido la esperanza de cruzarme con alguien, un coche fue acercándose frente a mí. Hice señas para que se detuviera y lo hizo. Abrí la puerta del acompañante y asomé la cabeza para toparme con el curioso conductor. Éste era un hombre joven con pelo lacio y desordenado y una barba de tres días, su ropa consistía en vaqueros y camisa a cuadros y todo él emanaba un olor a sudor y arena del desierto.
-Hola, ¿le importaría que subiera al coche?
-¿A dónde va amigo?
-Pues, creo que al este.
-Yo voy hacia el oeste (Kalifornia).
-No me importa, en realidad no tengo prisa.
-Entonces suba.
El coche era enorme, era de esos coches americanos tan feos e incómodos, creo que llegaré a amar la incomodidad. Avanzaba entre convulsiones mientras yo me arrellanaba en la mugrienta tapicería. El conductor permaneció callado durante unos minutos y observándole creo poder decir que era bastante nervioso. No paraba de sudar, y no sólo por el calor, y su expresión era inquieta, temblorosa.
-¿Qué es lo que hacía en este desierto caminando solo, se le ha estropeado el coche?
-No, en realidad no venía en coche, se puede decir que he huido de un lugar.
-Sí, yo también, todos huimos de algún lugar.
-Un lugar que no nos gusta, o que se ha vuelto demasiado artificial.
-¿Quiere decir cómo vivir una mentira?
-Puedes llamarlo así.
-Yo he vivido siempre fingiendo.
-¿Qué fingías?
-Que era bueno, que quería a la gente.
-¿No te gusta la gente?
-No me gusto yo mismo... ¿cree que soy una persona nerviosa?
-Pues...
-Sí, puedo parecerlo, tengo también fijación por ciertos detalles obsesivos.
-Vaya...
-Me gustaría matarte.
-¿Y por qué no lo haces?
-Es demasiado tarde para vivir, ¿verdad?
-Y aun es más tarde para morir. Siempre llegamos tarde.
-Como todos-me dijo.
El coche se paró y yo bajé sin despedirme. Arrancó y cada vez fue cogiendo más velocidad hasta que lo perdí de vista. A él no le quedaba tiempo pero a mi me sobraba, estoy ebrio de eternidad.
Tanto calor afecta ligeramente a mis perfectos sentidos, una especie de mareo recorre mi cuerpo y nubla mi mente que se ve atacada por insistentes mensajes de descanso. Estoy cansado, me gustaría tanto abandonarme al sueño... ¿no es increíble?
Y mientras recojo las nuevas sensaciones observó como un escorpión se mueve lento por la carretera, camina erguido y orgulloso y de repente empieza a tambalearse, parece moverse al compás de un son desconocido para mí. Su mortal miembro baila, casi parece feliz y yo sonrío tontamente. Entonces termina su felicidad pues es aplastado por la rueda de un coche que ha aparecido como por arte de magia. Adiós, diablo del desierto.
-¿Quiere que le lleve?
-Sí, gracias.
Mi nuevo compañero de viaje me mira con ojos desorbitantes y rojos, agarra con fuerza el volante y emprende camino por la interminable carretera. Me gusta su compañía, parece ingénuo y feliz, expectante; todo se confirma al delatárseme su inocencia.
-Sabe, quiero ser abducido por extraterrestres.
-¿Por qué?-pregunto con la mayor naturalidad de que soy capaz.
-Pues, es difícil de explicar, supongo que espero vivir una experiencia realmente emocionante.
-¿Ha tratado de encontrar esas experiencias aquí?
-¿A qué se refiere?
-En este planeta puede hallar muchas sensaciones emocionantes.
-No me gusta mi vida, ni este planeta, ni la gente.
-¿No cree que se está traicionando a usted mismo?
-No, yo busco lo que quiero.
-Puede que lo busque en el lugar equivocado.
-Ya no hay nada aquí que me interese.
Mientras hablaba su mirada se volvió triste, tal vez trataba de justificar su actitud cobarde. Si antes sentí simpatía, ahora ésta se transformó en lástima por aquel espíritu que confundía rebeldía con cobardía. Su inconformismo no estaba justificado, definitivamente no lo estaba. Yo tenía ganas de decirle todo lo que dejaba atrás en su viaje suicida, tantas cosas hermosas que respiraban su mismo aire y que esperaban ser amadas.
-Yo llevo poco tiempo aquí pero... creo que ya amo este lugar-dije después de un largo silencio.
-¿Este desierto?-preguntó algo desconcertado.
-No, este planeta en general, me gusta su sencillez... y a la vez su caos constante.
-Es usted un tipo muy raro.
-Sí, lo soy-dije sin poder reprimir la risa-soy el único cuerdo que reconoce lo que los demás en su locura se empeñan en ignorar... y quisiera estar loco.
-¿Ha visto alguna vez un ovni?-me preguntó de repente aparentemente ya asumiendo mis delirios.
-Pues, no, creo que no.
-Pues esta es la mejor zona para avistarlos, ¿sabía que un gran número de ellos sobrevuela esta carretera cada semana?
-¿Por eso conduce por aquí?
-Sí, pronto oscurecerá.
Al decir esto me percaté de que el tiempo había pasado volando por lo que el crepúsculo mostraba ya todo su esplendor hundiendo el horizonte en sus entrañas al somnoliento astro. Había empezado a refrescar, una brisa suave y extrañamente fresca entraba por las ventanillas ofreciendo un aroma diferente, pensé que la tarde siempre huele diferente.
Él siguió hablando durante largo rato mientras yo permanecía absorto mirando la tenue franja roja que anunciaba la muerte del día. En lo alto las primeras estrellas brillaban con nitidez en un cielo limpio de humos y totalmente despejado... qué lejos estoy de casa; cierro los ojos y suspiro dejando que la voz de mi acompañante sea un susurro que me arrulla el tiempo del sueño. Me cuenta su vida, sus fracasos, sus decepciones, sus culpas, sus frustraciones, sus deseos, sus tristes ansias de una vida mejor. Pero se le ve muy triste y me pregunto porqué todo es suyo, ¿no es de todos el gran problema de la infelicidad? Pero es personal, una cuestión que nos une y nos separa pues todos lo escondemos, pero todos queremos en el fondo compartirlo y llorar sobre un hombro.
Yo no lloro, no recuerdo cuando lo hice por última vez o si realmente he llorado en alguna ocasión. Temo no ser capaz de sentir, temo estar consumiéndome en una vida artificial que se supone feliz, ¿por qué sospecho inequívocamente que no lo soy, que mi búsqueda no es otra cosa que una excusa que tapa lo que ansío realmente?
El chico habla y se consume, yo descanso el dolor apoyado en el coche tratando de olvidar, ahora sus palabras me duelen como pequeñas agujas, ataques que abren heridas que creí que no existían sobre mi perfecto cuerpo, puede que estuvieran debajo, más profundas y alejadas que un roce de mi físico casi incorruptible.
Ya ha oscurecido, una noche cerrada se cierne sobre el vehículo; qué familiar me resulta. No puedo escucharle más, pero lo que me ha contado me da la oportunidad y la ocasión para presentarme ante quienes son uno de los motivos de mi visita. Simplemente desaparezco preguntándome si él seguirá hablando solo o si ahora el silencio es su única compañía. Una dolorosa sensación recorre mi estómago; lo siento chico, ya es tarde para ti, no puedo ayudarte. Lo siento.
*****
-Y eso es todo señor Mulder.
Él permanecía sentado en el sofá con una cara graciosa y una expresión traviesa que creo poder decir responde a su aun infantil inquietud. Ella ya hace un rato que se levantó para ir a la cocina a preparar unas tazas de té, sin duda debía mostrarse desinteresada, distante y un poco como la figura que representa el sentido común en sus vidas. Me encanta como fingen, juegan y creen ingenuamente que nadie lo presiente; ella escucha atenta desde la cocina aunque trate de mostrar indiferencia, en realidad le gusta oír, pero también descubrir la pasión en sus ojos para después rebatirle su credulidad. Ella también es una creyente.
-Bueno... la verdad es que he escuchado muchos relatos de abducciones y he de decirle que el suyo es el más original.
-Yo no me dedico a ver esos programas sensacionalistas, si es eso lo que insinua.
-No, no, creo que no me ha entendido. Su relato es lo más alejado a lo que cuentan en esos "programas", me refiero a que nunca me habían dado tantos detalles interesantes.
-¿Así que le ha parecido interesante?
-Ha sido interesante, ¿verdad, Scully?-decía mientras ella aparecía portando una bandeja con tres tazas.
-No sé, Mulder, tú eres el experto-dijo en tono divertido.
-Vamos, sé que has estado escuchando, ¿qué te parece?
Ella se sentó a su lado y me ofreció una de las tazas. No dijo nada durante unos momentos esperando tal vez que su compañero siguiera insistiendo, le miró con cara de incredulidad y luego miró mi amable rostro de hombre mayor que entornaba los ojos acompañados de una sonrisa inocente.
-Señor Weber, ¿ha visitado a un médico después de la experiencia con extraterrestres que dice haber tenido?
-Verá, señorita Scully, ustedes son los primeros con quienes hablo de esto, en cierta manera ellos me pidieron que lo hiciera.
-Mulder... creo que me he perdido.
-Recapitulemos, usted dice haber sido abducido mientras sacaba la basura, una luz brillante le iluminó y le llevó levitando hasta lo que resultó ser una nave espacial. Allí unos seres muy altos y con aspecto angelical, ¿ha dicho eso?-yo asentí-...bueno, pues le hicieron una revelación.
-¿Cuál es esa revelación?-preguntó Scully.
Yo me acomodé en mi asiento a la vez que removía con una cucharilla mi taza de té con leche y tres terrones de azúcar. Di breves sorbos a la bebida manteniendo un silencio que pretendía impacientar a mis interlocutores, pasados unos instantes, y ante el temor de que me abordaran con prisas me decidí a relatarles lo que había estado meditando, aquello que sería la culminación de mis invenciones, lo que el agente Mulder había estado buscando y que para mí no era sino la historia triste contada por quien no tiene nada por conocer. Él, ellos, tienen suerte, aun brillan sus ojos; por eso le di un tono de grandilocuencia a mi narración.
-La narración, como la he llamado, es algo tan extraordinario que puede cambiar el curso de la historia de este planeta. Ellos existen, es más, son muchos, infinitos en número y forma. Los que a mí se dirigieron provienen de un planeta de una parte alejada de la galaxia y conocen de la existencia de nuestro planeta desde que se hicieron las primeras pruebas con bombas nucleares en Los Álamos, allá por 1943. Tienen repartidas por el espacio sondas que captan señales de radio por lo que la radiación emitida desde la tierra a partir de ese momento fue captada por sus receptores.-Hice una pausa en la que ellos aguardaron atentos a que continuara-A partir de entonces decidieron enviar a sus científicos para investigar, primero fueron pequeños artilugios robotizados que recopilaban información, cuando estuvieron seguros de que no había peligro algunos científicos interesados en estudiar la Tierra de primera mano decidieron venir personalmente. Estos seres fueron los que me abdujeron, no fue para realizarme dolorosos experimentos, sino para contarme el porqué de su visita.
-Me, me parece una interesante historia, pero... ¿por qué usted?-preguntó Scully.
-Soy un tipo normal y aun así tengo una gran capacidad de aceptación de lo que parece increíble. En realidad pienso que lo que querían era que comprendiera que no debía de temer, que ellos no venían a destruirnos. Verán, ellos son una civilización increíblemente más desarrollada que la nuestra, su planeta les proporciona lo que necesitan a la vez que mantienen relaciones comerciales con otros planetas. Pero no se dedican a la guerra, creo que han llegado a un punto en el que su enriquecimiento sólo puede ser cultural; por eso han venido.
-Vaya, parece un discurso... así que, ¿nada de hombrecillos grises?
-No, señor Mulder, se lo puedo asegurar.
-¿Por qué nosotros?
-Ustedes no me tomarán por un loco.
-Ella tal vez sí.
-Mulder...
-Perdona.
-El té estaba muy bueno.
-Gracias.
Miré a mi alrededor para encontrarme con la anaranjada luz que entraba por la ventana y que teñía de singular forma toda la estancia. Sus rostros lucían desconcierto, ¿asumirían el alcance de mi revelación? Debía de irme ya pero su espacio me parecía acogedor; puede que entre en sus mentes, puede que me decida a escuchar su vida cotidiana, sus pequeñas intimidades.
-He de irme, me ha gustado mucho hablar con ustedes.
-Espere, estaremos en contacto, ¿verdad?
-Aquí tiene mi dirección, como puede ver no vivo lejos, y yo ya sé donde encontrarles.
Detrás de la puerta y bajando por el ascensor podía oír sus palabras, sentados, iluminados de medio lado por la luz del atardecer.
-¿No te ha sorprendido?
-Ya casi nada me sorprende, Mulder.
-No sé, creo que nos ocultaba algo.
-Todos ocultamos algo.
La habitación se silenció en largos minutos mudos que acompañaban mi caminar por la acera. De pronto despertarían al habla para volver a su sueño silencioso.
-Puedes quedarte... si quieres.
Su cabeza descansó sobre el hombro de él consciente de su
acción, ella duerme o simplemente imagina que puede congelar ese
momento. El silencio interior vuelve sólo roto por el agradable
murmullo que procede de la calle.
CONTINUARÁ
nota: si habeis leído la historia de aquí arriba os lo agradezco mucho, este es el fanfic más largo que he escrito hasta ahora pues aun no ha acabado, por eso me gustaría oír vuestras opiniones para saber si vale la pena seguir o mejor lo deje porque la historia es un rollo. En fin, espero vuestros comentarios, por favor!!! De todas formas tendré que escribir la próxima entrega así que si quereis dar ideas serán bien recibidas, gracias a todos por estar ahí fuera.
(Bueno, tal vez esto no lo haya leído nadie y estoy hablando
a la nada... quiero creer que no es así).
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