AUTOR: Gillean K. Mulderson

DISCLAIMER: Lo sé, lo sé: Mulder, Scully y todos los demás pertenecen a la terrible y genial mente de Chris Carter y la Ten Thirteen, a la piel de DD y GA, a Fox y a todos los Copyright que se les ocurra poner, pero la imaginación es nuestra, y tenemos que entretenernos en algo hasta que empiece la octava temporada.

SPOILER: Ninguno en especial, aunque podría suceder al principio de la 7ª Temporada.

Comentarios a: gilleanARROBAuol.com.ar

TIPO: Un poco Weird, un poco UST. La fórmula que nos tiene en vilo desde hace siete años. AP.

DEDICATORIAS:

A Alexfiles, por supuesto; sin tus comentarios nada sería lo mismo;

A mi querida Missy: si tuviera que enumerar las razones, serían más largas que mi relato; eres una semilla de luz, amiga;

A Ana, por descubrir un Oasis en el desierto, por ese poema precioso y las casas sin puertas;

A Susanna, por su espíritu y su fe; pronto estarás también en estas páginas.

Gracias a todos ellos, y a quienes se molesten en leer una posibilidad más en un infinito mundo de posibilidades...

 

 

 

INVIERNO EN NUEVA YORK

 

Vampiros modernos y viejas impresiones.

 

 

“...We see things that they´ll never see...”

(“...Nosotros vemos cosas que ellos nunca verán...”)

de LIVE FOREVER. OASIS.

 

QUEENS, NUEVA YORK, 22 DE ENERO DE 2000. 23.45 PM.

 

     A veces las sombras de la nieve bailan como con un ritmo propio, siempre nuevo y eterno a la vez. Dibujan arabescos en el aire, se depositan silenciosamente una sobre otra, amontonándose en las ramas desnudas de los árboles, en el suelo mojado.

     El invierno es el mejor momento para vagar por las calles, porque todos están demasiado ensimismados en llegar a casa para mirar alrededor, para verme observándolos desde la oscuridad. El viento helado me golpea también, pero no tengo frío. Quizá un poco de hambre, pero a base de templanza, de una paciencia que he aprendido a controlar, prefiero observar en silencio antes de ceder. Es un juego que llevo a cabo desde hace unos años: observar, imaginar pensamientos, conductas, y después divertirme al comprobar si estaba o no en lo cierto.

     Hay un olor a papel quemado en la esquina de la oscura calle, donde vagos andrajosos a pesar del frío se arremolinan a calentarse las manos. La nieve y este viento gélido apagarán pronto las débiles llamas, y desde lejos observo a los hombres barbudos y mugrientos murmurar cosas que el viento se lleva. Esos no me interesan, aunque en épocas de escasez me he tenido que conformar: los hombres sin sueños no tienen una sangre fuerte, y yo siempre he preferido lo mejor.

     Una muchacha pasea un tembloroso remedo de perro al otro lado de la calle. Más allá, un anciano inclina la cabeza contra la fuerza del viento y avanza con dificultad entre los montones de nieve. ¿Dónde están los que valen la pena?, me pregunto. Tal vez calentitos en sus casas, mirando ese aparato ruidoso y bebiendo cerveza. La cerveza da un amargor en la sangre que no me agrada del todo; las hamburguesas también tienen su efecto en mí, porque he notado el sabor de la grasa en mi lengua aún días después. La vida moderna me llevará a la perdición, pero los pueblos son demasiado lentos para mi gusto. Prefiero estas luces remotas y estos hombres anónimos, demasiado preocupados por el futuro para ver el presente. Para verme a mí.

     Tengo el presentimiento de que esta no será una buena noche. Demasiado frío, tal vez; la sangre caliente busca las estufas antes que las calles. Quizá deba conformarme con alguno de esos vagos después de todo.

     Un movimiento atrae mi atención al otro lado de la calle cuando estaba dándome casi por vencido. Oh, bueno; no creo tener tan mala suerte después de todo. Esa bonita pelirroja frente al Benz gris parece necesitar ayuda. Y a pesar de tantos siglos, de tantas vidas, todavía sigo siendo un completo caballero.

 

 

 

 

 

 -No, Mulder, no es necesario- el aliento de la mujer asciende en pequeñas nubecillas que se pierden en el viento helado-. Llamaré una grúa y tomaré un taxi apenas rellene los papeles... No, te digo que es mejor... Tengo mi reglamentaria... Aunque sea Queens, ¿qué tiene eso..?.. Está bien, si quieres salir de un hotel con calefacción a este frío polar... ¿Mulder? ¿Mulder?

     Con más resignación que enfado, la joven mujer con piel pálida como la nieve corta la comunicación. ¿Reglamentaria? Una policía... sangre caliente y fuerte: casi no puedo creer mi buena fortuna. No es muy alta, y hasta parece frágil, pero he aprendido a reconocer que las apariencias son engañosas (bien, después de todo, yo soy un ejemplo perfecto). Su cabello es de un hermoso rojo, mi color preferido, y la nieve parece tener predilección en caer sobre él, mientras con fuerza inusitada, ella cierra el capó del auto. Un auto descompuesto, una calle vacía; los vagos ebrios de la esquina casi no cuentan. No, demasiado fácil, pienso; mejor observar un poco más. La espera, esta pausa lenta y desconocida para ella, es una anticipación gozosa para mí. Oh, qué bueno es esto: esperar, observar, adivinar y luego obtener mi recompensa.

 -Calle 12 y Pinewood. Sí, un Mercedes Benz gris... ¿Mi número de seguro?..

     Desde aquí casi puedo sentir el calor de su piel. Es bonita; sus ojos azules son como una mañana fría de invierno, pero hay algo en ellos que nunca había visto. Una especie de luz interior... Tiene unas manos hermosas, pequeñas y de dedos lagos; sus mejillas están apenas rosadas por el frío, y sus labios se mueven sensualmente cuando habla. Sin dudas es bonita; hace siglos casi no tengo esta suerte.

 -¿Algún problema, agente Scully?

     Will Castle. El dueño de uno de los mejores lugares para beber en Queens, si es que te gusta beber alcohol. Personalmente, prefiero las cosas más fuertes, pero también “W Bar” es un buen sitio para conocer gente. Y si hay algo que me gusta mucho, sin duda, es conocer mucha gente.

 -No, ya he llamado al servicio de reparaciones. Vendrán pronto con una grúa- qué voz preciosa, bien modulada, ligeramente ronca por el viento helado. Me pregunto si acostumbra gritar cuando está asustada, o sólo es de esas que miran en silencio, mudas de terror, mientras la luz de sus ojos se vacía.

 -En la radio dijeron que hay un accidente de choques múltiples en Broading y la Séptima. Quizá tarden tiempo en venir, ¿por qué no entra?

     Ella mira a Castle un instante. Entonces me doy cuenta de que no soy el único que piensa que el joven dueño de este bar de mala muerte está ligando. Pero bien, ¿qué hombre en su sano juicio no lo comprendería?

  -Estoy esperando a mi compañero- bravo por ella: marca su terreno y espera que nadie se acerque a él. Unas palabras inofensivas y efectivas a la vez. Conque su compañero, ¿eh?... con él debe haber hablado hace un momento. El infame Mulder que tiene un cuarto de hotel con calefacción en esta ciudad gigantesca y fría.

 -Nada impide que lo espere dentro, agente Scully. Tal vez tenga suerte y venga alguno de los hombres por los que ha preguntado antes.

     El rubio Will es joven, a pesar de su imponente estatura y su barba de dos días demasiado prolija para ser casual. Todavía no sabe cuándo abandonar una causa perdida, el pobre chico.

 -¿Tan tarde, señor Castle?

 -Créame, agente Scully; la noche recién empieza- cuánta razón tiene, pienso con una sonrisa. Avanzo un poco más por la calle, con mi abrigo negro lleno de nieve, y desde la puerta del bar, Castle me mira y se dirige a ella-. ¿Lo ve? Ése que viene ahí es LeBrock.

   Ella se da vuelta del todo para mirarme. El impacto de su mirada es poderoso; si no fuera porque duraría más que su vida, le confesaría aquí mismo todos mis pecados para que no dejara de mirarme nunca. Caramba, si sus ojos son tan maravillosos, su sangre debe ser ambrosía.

 -¿Señor LeBrock? ¿Adam LeBrock?

     Mi nombre nunca había sonado tan bien. Claro, es que no suelo presentarme muy a menudo con mi verdadero nombre. Los Smiths y los Johnsons son nombres más apropiados, menos presuntuosos. Pero es que también soy un poco vanidoso en ocasiones; la inmortalidad es un asunto serio, después de todo.

    Enderezo las solapas de mi abrigo, donde los copos de nieve resbalan dejando un rastro húmedo. Me pregunto qué verá ella ahora; un hombre demasiado alto, demasiado serio, demasiado pálido tal vez. Suelen decirme que mis ojos son extraordinarios, verdes como los del mismo demonio; que mi sonrisa es cautivadora. Pero son más bien requerimientos de mi condición, de mi forma de vivir en este mundo de sombras. En ocasiones contadas, hay personas que son capaces de ver más allá de las apariencias; no le temo a eso, más bien espero que esta sea una de esas ocasiones.

 -Soy Adam LeBrock.

 -Agente Especial Dana Scully, FBI- dice, sacando una cartera que ni siquiera me molesto en mirar cuando me detengo frente a ella. ¡Una agente del FBI! Dios debe existir después de todo-. Quisiera hacerle unas preguntas, señor.

 -Claro, ¿en qué puedo ayudarla? ¿Quiere entrar agente... eh...?

 -Scully.

 -Agente Scully. Hace frío aquí afuera.

     Ella asiente rápidamente, en una circunstancia en la que otras mujeres hubieran dudado aunque fuera un solo segundo. Un barrio oscuro de Queens, un bar casi vacío y dos hombres que la doblan en tamaño, y ella sólo asiente con confianza, precediéndonos a la entrada del local. No sólo es bella, con esos rasgos de princesa de nieve, sino que además es increíblemente valiente. Demasiado.

     Will Castle se vuelve tras la barra en penumbras; en un rincón casi oscuro, un hombre flaquísimo bebe sin respirar una botella opaca de whisky, y la mesa de billar parece una mole abandonada en medio de las mesas vacías. Qué sitio tan encantador.

 -¿Qué beberán?

     Castle puede estar consumido por la lujuria, pero es el dueño del bar, después de todo. Ella, sin desprenderse uno solo de los botones de su abrigo, me observa silenciosamente mientras pido una medida de ginebra. No quisiera estar demasiado embotado para no disfrutar después bien el momento.

 -Estoy investigando un caso de homicidio, señor LeBrock, de una joven llamada Callista Jensen, hace seis días. ¿La conoce?

      Callista... así que ese era su nombre. La bonita agente Scully me muestra un par de fotografías a color –hermoso invento-, desde donde una muchacha morena sonríe confiadamente.

 -No sabía su nombre- por qué engañarla; decir la verdad es un juego complicado y divertido, lleno de sombras, más aún que las más elaboradas mentiras. Las personas normales no están preparadas para conocer la verdad, o por lo menos no la parte de la verdad que no quieren oír. Me pregunto qué esperará que le conteste; “Sí, la conocía, y gritó mucho cuando la sorprendí en ese callejón desierto, después de haberla seguido tres manzanas. Pero no la hice sufrir demasiado, agente Scully; su cuello era demasiado frágil para soportar la presión de mis manos”. La miro a los ojos, brillantes y atentos aún en esta oscuridad relativa frente a la barra-. ¿Cómo murió?

 -Le quebraron el cuello, señor LeBrock, después de haberle extraído toda la sangre del cuerpo.

 -Déjeme adivinar: dos pequeñas marcas rojas en la garganta, ¿eh? Y vieron a un hombre de largos colmillos salir volando antes del amanecer.

     Ella no hace caso de lo que parece un sarcasmo y es en realidad la verdad. Castle pone una taza de café que huele a rayos delante de ella, y casi no puedo evitar sonreír. El café es mucho mejor que la cerveza cuando está bien caliente.

 -Testigos afirman que habló con usted en este bar la misma noche de su asesinato, señor LeBrock.

 -La recuerdo. Me pidió fuego, pero yo no fumo. Fumar es malo para la salud, agente Scully; puede acortar las expectativas de vida, y un cáncer de pulmón no entra en mis planes.

 -¿Qué le dijo?

 -Sólo eso; pidió fuego. Después se sentó a mi lado, en el mismo banquillo que ocupa usted ahora, y empezó a murmurar, aunque no creo que estuviera hablándome a mí. Pidió algo de beber... ¿verdad, Will?

 -Vodka- respondió el aludido, que fingía repasar los vasos mientras seguía atentamente nuestra conversación. Vodka, por supuesto. Ahora reconozco ese peculiar sabor.

 -¿La vio hablar con alguien más? ¿Salir con alguien del bar?

 -Puede que haya hablado con alguien más, no lo sé. En cuanto a salir con alguien, me parece que salió sola. La noche estaba muy fría, y dijo algo de ir temprano a trabajar.

 -¿Hacia qué hora fue aproximadamente eso, señor LeBrock?

 -No miré la hora. Suelo estar aquí hasta que Will cierra, o poco antes.

 -¿Y esa noche?

 -¿Hace seis días? No recuerdo, agente Scully. Pero si dijo que debía levantarse temprano, pues creo que se fue temprano.

     La puerta del bar se abre inesperadamente, dejando entrar una ráfaga de aire helado. Un par de copos de nieve se posa rabiosamente en el diminuto tapete de la entrada, y unos enormes zapatos oscuros los pisan sin misericordia. Vaya, vaya, vaya. Apuesto mi reloj, que perteneció a quien llamaban Jack the Stripper (¡cuando recuerdo cómo gritaba..!) a que este es el hombre del hotel con calefacción.

 -Scully.

 -Hola, Mulder.

     Sus ojos verdes, casi oscuros en esta penumbra vacilante, miden el local rápidamente, a Will, al hombre de la mesa del rincón y finalmente a mí. Es alto y delgado, con un cabello un poco mal cortado para mi gusto y una nariz que difícilmente pasaría desapercibida. Pero es guapo, si el brillo de los ojos de la fría agente Scully es un indicador de intensidad. Hasta Will se da cuenta, me parece, porque se yergue cuan alto es tras la barra y lo mira duramente.

 -Me imaginé que estarías aquí- dice el que se llama Mulder, y se acerca del todo. Se para detrás de la agente Scully como si tuviera todo el derecho del mundo a estar ahí, y si eso no es delimitar posesivamente un territorio, es que no he aprendido nada en estos setecientos veintiún años.

 -Este es Adam LeBrock. Señor LeBrock, mi compañero el agente Fox Mulder. El señor LeBrock recuerda haber hablado con Callista Jensen la noche que la asesinaron.

 -Si hablar es solamente decir que no...

      Ella me ignora, mientras Mulder ocupa el banquillo al lado del suyo y clava sus ojos en mí, tratando de leer más de lo que dicen las palabras. ¿Acaso pensé antes que esta sería una mala noche? Dos agentes del FBI el mismo día, y ni siquiera he tenido que buscarlos; demasiado bueno para ser verdad. El invierno en Nueva York suele ser escaso en provisiones, pero de vez en cuando me toca una racha maravillosa de buena suerte. Ojalá dure mucho.

 -Señor LeBrock.

 -Agente.

 -Entonces conoció a Callista Jensen.

 -Casualmente, sí. Intercambiamos un par de palabras, como le decía a la agente Scully. Según parece, fue la noche en que la asesinaron.

 -De una manera particular.

 -Es cierto. Parece que el conde Drácula encontró Transilvania un poco alejada de la acción- termino mi bebida pausadamente, sabiendo que no me quitan los ojos de encima, y les digo lo que parece que quieren oír-. Quizá sea alguna pandilla con muchas horas de televisión encima; han dado cada serie en la TV últimamente...

 -¿No cree en los vampiros, señor LeBrock?

 -Mulder... - susurra la agente Scully, un poco incómoda. Yo le sostengo la mirada al agente Mulder un instante, y no puedo evitar sonreír. ¿Un agente formal y serio del FBI preguntándome eso? Las sorpresas no terminarán nunca. No sé cómo sobreviviré al aburrimiento después de esta noche.

 -He vivido lo suficiente para saber que no todos los cuentos con los que me asustaban de niño son verdad, agente Mulder. Hay muchos crímenes en esta inmensa ciudad, y hay demasiados psicópatas y locos. Todas las personas tienen que creer en algo, es lo normal. Algunos se escudan en sus dioses, y rezan; otros tratan de escapar de sus miedos más profundos de la manera que pueden. Hay hombres-lobo, monstruos en los lagos, muñecos asesinos o calabazas gigantes que se comen a la gente. ¿Qué diferencia hay entre Drácula y los marcianos, agente Mulder? El miedo es el mismo, la gente muere igual.

 -Interesante filosofía, señor LeBrock.

 -Oh, vamos, ¿va a decirme que usted sí lo cree? ¿Un hombre que no se refleja en los espejos, que se convierte en murciélago y chupa la sangre de los seres humanos? ¿Cree sinceramente que a esa chica la mató un vampiro?

 -Lo concreto es que se ha encontrado a una muchacha muerta y con las huellas de un asesinato ritual de características peculiares- acota la agente Scully, con su ronca voz y un gesto nervioso de sus ojos-. Y estamos investigando el caso, señor LeBrock. Le agradecería que intentara recordar si vio o escuchó algo extraño esa noche.

     Oh, vamos, pienso desilusionado; justo cuando la conversación se ponía interesante. Me hubiera gustado por una vez encontrar a alguien con la mente lo suficientemente abierta. Claro; me he encontrado antes con obsesos, con presuntos seguidores del mal y toda esa barahúnda de idiotas e ignorantes que están dispuestos a creer que el poder lo es todo. El hombre es un animal extraño, que teniendo en sus manos la posibilidad de elegir, se contenta con dejarse guiar, por seguir ciegamente los pasos de los otros sin saber siquiera a dónde se los conduce.

 -No hubo nada extraño esa noche, agente Scully. Por lo menos para mí- respondo entonces, pidiendo a Will otra copa con un gesto apenas perceptible de la mano. Will Castle, sin molestarse en simular que no está pendiente de la charla, llena otra vez mi vaso.

 -¿Suele frecuentar este lugar, señor LeBrock?- pregunta entonces el agente Mulder. Tengo la extraña sensación de que ninguna pregunta de él cae en saco roto, como si juntara las palabras para armar un puzzle complicado. Sería interesante medir mis fuerzas con él; no sucede muy a menudo que me encuentre con alguien lo suficientemente interesante para intercambiar un par de palabras apenas.

 -Sí, cuando estoy en la ciudad. Aquí nadie hace preguntas... o por lo menos no las hacía. Nadie se mete en la vida de los demás, y en ocasiones, agente Mulder, el silencio es la mejor compañía.

 -¿Es que tiene algo que ocultar, señor LeBrock?

    Me vuelvo un poco más hacia él, y por el rabillo del ojo sorprendo la mirada que el agente Mulder da al espejo sobre la barra de bebidas. Mi imagen se refleja en él, por supuesto; ningún ser por sobrenatural que fuera podría quebrar las leyes de la física de tal manera. ¿Acaso él piensa lo contrario?

 -¿No lo tiene todo el mundo? Mis secretos, particularmente, no son grandes. Pero no incluyen asesinatos rituales- por lo menos hasta ahora-. ¿Soy un sospechoso?

 -Estamos investigando, señor LeBrock, juntando información y recopilando datos. Le repito, cualquier detalle es importante- la agente Scully se yergue un poco más en el banquillo, como si estuviera dudando de su profesionalidad-. ¿Sabe si aquí había algún amigo de Callista Jensen esa noche?

 -No lo sé. Ella estaba aquí cuando llegué, me parece, porque puso música en esa máquina de la esquina. Y cuando se marchó, me quedé aquí charlando con Will. No vienen muchas mujeres a este sitio, y no debió haberse sentido muy cómoda. No sé si vino con un amigo, o si se encontró con alguien al salir de aquí. Vi a la muchacha, me pidió fuego y le dije que no; más tarde se fue, y eso es todo.

     El celular de la agente Scully suena entonces, y la bonita pelirroja se levanta y se aleja un poco para responder con tranquilidad. Tres pares de ojos masculinos siguen sus movimientos por un momento, disfrutando la vista de su sinuosa espalda y los frágiles hombros donde descansan las puntas de su cabello rojo, pero miro al agente Mulder, que en ese momento parece perdido en sus pensamientos. Will, detrás de la barra, se inclina un poco más para ver a la mujer de pies a cabeza y no perderse ni un detalle y el agente Mulder lo mira con frialdad.

     Me pregunto qué clase de relación tendrán estos serios agentes del FBI. Mulder parece cansado, pero no había pasado ni media hora desde que ella le hablara en la calle hasta que él apareció aquí. Llegó más rápido que el auxilio mecánico, y sin embargo parece imperturbable, como si fuera lo más natural del mundo estar en esos momentos, en la medianoche helada, interrogando posibles sospechosos de un asesinato junto a su preciosa compañera. Las relaciones humanas son todas diferentes, pero hay en ellas cosas en común que siguen una especie de regla general; ellos, en cambio, parecen haberse olvidado de esas reglas. Caramba, me pasaría toda la noche observándolos si pudiera.

 -¿Por qué investiga el FBI este caso, agente Mulder? ¿No corresponde a la policía de Nueva York encargarse de esto?

      El agente Mulder me mira con sus impasibles ojos verdes, mientras el murmullo de la voz de ella habla con el auxilio mecánico. Will se aleja un poco, repasando por milésima vez los vasos.

 -Es un asunto federal. Callista Jensen era una menor de edad que se escapó de su casa en Dallas.

 -¿Menor de edad? ¿Quién lo hubiera dicho? Parecía mayor, lo bastante como para entrar aquí y beber lo que quisiera.

 -Las apariencias engañan, señor LeBrock.

     Touché.

 -Indudablemente, agente Mulder. Y su trabajo es saber por qué, ¿me equivoco?- la ginebra nunca había sido tan buena en el bar de Will, pero mi sed crece, y ningún alcohol del mundo puede agotarla-. Vampiros en Nueva York; ¿no suena eso a una mala película de trasnoche?

 -Posiblemente.

 -Pero usted cree que es una probabilidad, ¿verdad? He visto cómo su compañera habla de crimen ritual, y usted sólo pregunta lo que le interesa. Hay muchos locos sueltos en el mundo, agente Mulder, ¿por qué creer en vampiros? La mente humana es mucho más compleja de lo que se supone. Uno nunca se cansaría de mirar o de aprender sus intrincadas telarañas.

 -¿A qué se dedica usted, señor LeBrock?

 -¿Se refiere a trabajar para vivir? Me mantengo de la renta de mis propiedades, señor Mulder, heredadas de mi familia en Europa, como seguramente ya sabrá.

 -Me refiero a durante el día, ya que por lo visto suele pasar las noches aquí.

 -Escribo, ocasionalmente me conecto a la Internet y repaso el mercado de valores. No me dedico a nada en particular. Tengo un apartamento a pocas calles de aquí.

 -En la calle Ride.

 -Así es.

 -¿Sabe que Callista Jensen fue asesinada en un callejón de Pinewood y Ride? 

 -¿No me diga?

 -Tal vez sepa entonces que ha habido una serie de asesinatos de características particulares estos últimos meses, todos en un radio no mayor a treinta manzanas a partir del parque de Blue Skill. Muchachas trabajadoras, prostitutas, vagos; todos con el cuello quebrado antes de haber sido prácticamente vaciados, sin que una sola gota de sangre quedara en el lugar de los hechos.

     Lo miro impasible; ¿qué querrá que le diga? De todas maneras la lista no es tan larga, y no es sólo mía.

 -¿Drácula otra vez? Entonces, si hay que seguir las reglas de los clásicos, señor Mulder, ¿por qué ellos no se han convertido en vampiros también? ¿O lo han hecho?

     La risita de Will, apenas contenida, no parece afectar al agente.

 -No, no lo han hecho. Pero no todos los que son mordidos por vampiros se convierten también en uno, señor LeBrock; tienen que ser elegidos para ello. Hay reglas y ritos que cumplir.

 -Parece saber mucho sobre ello.

 -Hago mi trabajo.

     La agente Scully se acerca entonces, una visión pálida en la escasa luz del lugar. Mulder se levanta, en un gesto caballeroso que hasta a mí, educado en las más exquisitas escuelas europeas, me parece un poco exagerado. O será quizá que la modernidad y el sabor de las hamburguesas me están haciendo un poco de mella. Finjo no prestar atención a su conversación en susurros.

 -No podrán venir a buscar el automóvil hasta mañana en la mañana- dice la agente Scully en voz baja, y el reflejo de la tenue luz ilumina por un instante un diminuto crucifijo colgado de su cuello. Una creyente, quién lo diría; ¿o a pesar de su aparente escepticismo, se ha preparado para rechazar cualquier posible ataque del monstruo que están buscando?-. Tendremos que dejarlo aquí esta noche, e irnos en taxi. Mañana enviarán un nuevo automóvil que espero funcione mejor que éste; ¿has tenido noticias del laboratorio?

 -No, aún analizan si el ADN encontrado en las heridas de las tres últimas víctimas corresponde a saliva humana, y si son compatibles entre sí.

 -¿Crees que ha sido una sola persona, Mulder?

 -Es posible.

 -Los otros dos sospechosos no han aparecido por aquí esta noche; quizá debamos visitarlos en sus direcciones mañana.

 -Quizá.

 -¿En qué piensas, Mulder?

 -En que a veces las apariencias engañan, Scully. En que a veces sólo vemos lo que queremos ver.

 

 

 

 

     No nieva ya, y la calle está más desierta que nunca. Los observo caminar hacia Blanch Street desde la oscuridad, esperando el momento. Hay algo en su forma de andar que me intriga. Están solos, separados por varios centímetros, y ninguna parte de sus cuerpos, de sus pesados abrigos de agentes federales se roza siquiera; y sin embargo está ahí, esa energía pura, callada, la manera en que él se inclina hacia ella, la forma en que ella levanta sus ojos para verlo. Me trae lejanos recuerdos del pasado, de la época en que todo era más sencillo, y al mismo tiempo hace crecer mi sed, la parte de mí que no conoce fronteras o remordimientos.

    La eternidad fue creada para los dioses: la vida a cambio del poder. Somos dioses en esa pequeña medida, en la inutilidad del paso del tiempo, en la falta de muerte. Pero somos dioses encerrados con un hombre en el mismo cuerpo, buscando esquivar los sentimientos, buscando evitar lazos o emociones, sin lograrlo del todo nunca. Esos dos pobres mortales, con sus americanas impecables, con su mundo de reglas y preceptos, con sus vidas en esta gran ciudad desnuda y fría, tienen más ahora de lo que yo nunca tendré.

 -Yo quiero a la chica- la voz de Will, grave y urgente, me saca bruscamente de mis cavilaciones. La avenida principal, Road Place, queda apenas a una calle, y aunque a veces me he arriesgado a que me vieran, en esta ocasión no me apetece comer apresuradamente y después huir.      

 -¿Tu madre no te enseñó que no se juega con la comida, Will?

 -Si los asustas lo suficiente, el corazón late más rápido y la sangre sale a borbotones, parece explotarte en la boca. No tiene comparación con ninguna otra cosa en el mundo.

     A veces la impaciencia de Will me divierte: quiere aprenderlo todo, experimentarlo todo de una sola vez. Y a veces, como hoy, es una interrupción en un juego que debe ser jugado con reglas más precisas, más inflexibles, para disfrutar la enormidad de cada paso. Hoy esa impaciencia es exasperante, mal recibida.   

  -Debes aprender a esperar, a elegir el momento adecuado. Nunca obtendrás el poder absoluto si no cumples las reglas.

 -Reglas... hace seis años que me estás diciendo lo mismo. No puedo elegir, no puedo empezar. ¿Acaso no viste a la pelirroja? Esa chica Jensen no le llega siquiera a la suela de sus pequeños zapatitos.

 -¿Quieres que sea tu primer trabajo completo?

     Will me mira con suspicacia, sus ojos azules llenos de recelo. No tendrá suerte hoy; cada vez me convenzo más de que nunca podrá llegar a ser un buen aprendiz. Hijo de vampiros de pura sangre, mi raza se extingue demasiado rápidamente; los aprendices son bastardos, mezcla de sangre humana y sangre de dios, pero insuficientes siempre para honrar nuestra casta. Quizá, Will, haya llegado tu turno de honrar como mejor sepas a tu amo.

 -¿Me dejarás la chica?

 -Quizá podríamos tender una trampa. Debes aprender a no dejarte llevar por impulsos; debes aprender a disfrutar los juegos de poder... Piensa; si encontraran un cadáver más, un asesinato más en estas calles, ¿no volverían acaso?

 -¿Vas a dejarlos ir hoy?

 -Volverán, Will.

     Vaya que volverán. Los agentes cruzan la calle hacia Road Place, rodeados por la nieve y el viento gélido de enero. Si encontraran un cadáver más...

 -La sangre de la chica debe ser como miel caliente- dice Will, observándolos alejarse con cierto rencor, y exponiendo la curva vulnerable de un cuello fuerte y robusto. Ha bebido conmigo lo mejor que tiene el hombre, aparte de sus lágrimas, y sé que su sangre se ha fortalecido. Y yo nunca, nunca, me conformo con algo que no sea lo mejor.

 

 

 

 

CASTWOODS HOTEL, HABITACIÓN 624. 23 DE ENERO, 8.45 AM.

   

     Ha caído mucha nieve por la noche, y todos los sonidos parecen apagarse en esta inmensidad blanca. Me detengo frente a la ventana empañada de la habitación antes de ponerme la chaqueta y bajar a desayunar; Mulder me estará esperando seguramente, preparado para visitar a los otros dos sospechosos. La noche anterior, Adam LeBrock me ha dejado una extraña sensación de falsedad que no he comentado con Mulder, pero que él seguramente comparte. Estuvo callado en el viaje, y a pesar de que suele exponer sus ideas escuetamente, mientras arma el rompecabezas en su mente, su silencio no me pareció usual. Hay algo en esta ciudad que no acaba de gustarme; en este invierno blanco, parece suspendida en una espera que sólo logra hacerme sentir inquieta.

    Los golpecitos en la puerta me hacen dar un leve respingo. Cuando camino por la mullida alfombra, me doy cuenta de que ni siquiera me he puesto los zapatos aún.

     Mulder no debe haber dormido casi, y sin embargo aparece ya vestido, con la corbata oscura bien anudada y su rebelde cabello domado por los treinta minutos que suele durarle. Parece tenso, como siempre que está al borde de un descubrimiento terrible.

 -Scully- me dice, inclinándose un poco sobre mí, en voz baja para que la anciana de la habitación de enfrente, con el cabello ligeramente azul de tan teñido, no oiga lo que tiene que decirme a pesar de sus evidentes esfuerzos-. Ha habido otro asesinato.

     De inmediato despierto del todo, abandonando mis pensamientos inquietantes.

 -¿Dónde?

 -En Blanch Street y Pinewood- dice él, y me mira a los ojos-. Encontraron muerto a Adam LeBrock.

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ....