“LA SÉPTIMA EXTINCIÓN: AEROLITOS”

1ª parte

 

SUSANNA

 

 

Disclaimer: Desgraciadamente los personajes de Mulder y Scully no son míos (ojalá nos perteneciera a los fans o al menos en parte) sino que son de CC, de la FOX y la 1013 y de todos los que se benefician.

 

Dedicatoria: bueno, principalmente quiero dedicarle este relato a Gillean K. Mulderson por su apoyo y paciencia, y por sus emails diarios llenos de ánimos y alegría.

Y en segundo lugar lo dedico a Merry, mi amigo internauta de Granada, que se considera mi lector oficial (no te lo discuto), se autodeclaró a si mismo y no pude hacer nada (je je).

También aprovecho a mandar un saludo a todos los fans, sobre todo a los españoles, que lo estamos pasando muy mal con todo esto de Tele 5. (Tenemos que ganar la guerra, chicos).

Y dedicado a DD, GA, y  CC, aunque nunca lleguen a leer esto (nunca hay que perder la esperanza). Si CC leyera esto… el tema le encantaría.

 

Nota del autor: este es mi primer fanfic. Esta idea se lleva gestando en mi cabeza desde hace un año y me decidí a escribirla después de ver todos estos fanfics maravillosos que aquí se publican.

Este relato se sitúa después de Closure.

 

Aclaración: El fenómeno “Aerolitos” es un hecho real. El verano de 1999 cayeron en diferentes partes de España estos bloques de hielo. No hubo víctima alguna. Este fanfic parte de ese hecho, aunque yo lo he exagerado y he añadido cosas que realmente NO sucedieron.

 

Feedback: Yo sé que esto es importante. Yo a cada relato que leo envío un feedback al autor porque sé que es necesario para continuar, para saber si gusta o no. Por eso pido por favor que no dejéis de escribirme aunque sólo sea  una línea. Realmente lo necesitaré. Sé que los fanfics son leídos por mucha gente…

Escribid a: susana.puenteARROBAretemail.es

 

Tipo: XF (investigación) y algo de Angst y UST.

 

 

 

 

AFUERAS DE UN PUEBLO CERCA DE LÉRIDA

CATALUÑA, ESPAÑA.

MARTES, 25-6-2000, 21:33 h.

 

La noche encontró a Juan Valles camino de su casa. Venía de los campos que rodeaban la ciudad de Lérida. La jornada laboral había terminado por hoy. Su camioneta iba llena de provisiones cultivadas en su pequeño huerto. De repente algo cayó enfrente del auto obligándolo a frenar e impedirle retomar la marcha. Bajó cuidadosamente y examinó cauteloso el objeto o lo que fuera aquello que lo impedía continuar. Ante sí se encontró un gran bloque de hielo de grandes dimensiones. Subió nuevamente al coche con la intención de avisar a la policía local la cual se encontraba apenas a dos kilómetros de distancia. El cielo no estaba nublado, más bien se podían observar perfectamente las estrellas.  Al levantar la vista vio que algo se movía en el firmamento, algo que caía y que se acercaba al suelo peligrosamente a una velocidad más que elevada. No tuvo tiempo para reflexionar pues aquello se estrelló contra su auto atravesando el cristal delantero y dejando sin vida el conductor.

 

<…bloques de hielo de distintas dimensiones han aparecido esta mañana en diferentes zonas del territorio español. Considerado un fenómeno inexplicable queda por averiguar el origen de estas enormes piedras heladas. Científicos españoles se han puesto en contacto con meteorólogos de todo el mundo para iniciar una exhaustiva investigación con tal de determinar dicho objetivo…>

La señora Valles apagó su televisor con desgana. No estaba para humores. Su marido no había aparecido en toda la noche y asustada había dado aviso a la policía de la desaparición. Unos golpes secos en la puerta la hicieron levantar de sus pensamientos. Dos chicos con el uniforme de policía se encontraban ante su vivienda.

 

-“Buenos días, señora Valles. Tenemos que comunicarle algo”-comenzó el más alto.

 

-“Buenos días agentes. Pasen, por favor.”

 

-“Siéntese señora.”

 

-“No, gracias. Estoy bien así.”

 

-“Como desee. Hemos encontrado a su marido. Al parecer sufrió algún tipo e ataque.”

 

-“¿Se encuentra bien?”

 

-“Verá señora. Temo que no pudimos hacer nada. Cuando lo encontramos esta mañana en su camioneta ya era demasiado tarde.”

 

 

Ya no pudo seguir escuchando las palabras del agente pues sus piernas empezaron a flaquearle hasta caer desmayada.

 

 

 

 

 

OFICINAS CENTRALES F.B.I

WASHINGTON DC

DOS SEMANAS MÁS TARDE

 

El agente Fox Mulder se hallaba como cada mañana revisando antiguos archivos secretos intentando sacar de ellos algún vestigio más de esa verdad que tanto ansiaba encontrar. Y todo ello era un simple entretenimiento a la espera de que su jefe les asignara otro expediente x. Últimamente estos eran escasos y él y su compañera Dana Scully se pasaban el día hablando de sandeces por hacer algo y, de paso, se cogían horas libres turnándose en la oficina para no dejar ésta vacía.

 

Hoy Scully no llegaría hasta una hora más tarde. Mulder ya la echaba de menos.  ¿Cuánto hacía que no discutían sobre algún caso? Demasiado tiempo. Echaba en falta las teorías científicas de su compañera que arrebataban cualquier indicio sobrenatural de lo que pensaba Mulder. La chica escéptica que se negaba a creer en él, en sus teorías más descabelladas; aunque él sabía que muy en el fondo empezaba a cambiar de idea por todo lo que habían visto y vivido, lo cual era innegable.

 

Mulder dejó los archivos a un lado y empezó a recordar cuando se conocieron. Lo hacía muy a menudo y ello lo hacía sentir de buen humor. Temía que algún día pudiera olvidar, pudiera olvidar a ella… pero sabía que eso era imposible, pues Scully era la persona más importante en su vida aunque se negaba a reconocerlo. Después de más de seis años de compañerismo, en el sentido más amplio de la palabra, esa amistad que había para con ella se había convertido en algo incapaz de descifrar: ¿dependencia?, ¿obsesión?, ¿cariño?. Recordó aquella pequeña figura que se acercó a él por primera vez con timidez: “es usted el agente Mulder?”. <Yo me giré quedando cara a cara con ella. Me llamó la atención su pelo rojizo y aquellos grandes ojos azules que parecían mares, un azul penetrante que me cautivó desde el primer instante.

Claro que yo no confié en ella hasta tiempo después. La naturaleza de los casos que investigaba asustaba a ciertas personas que fueron las que me impusieron esa escéptica compañera. Yo supuse que era una espía o que venía para desacreditar mis teorías sobre los hombrecillos verdes.  Me di cuenta  que ella no venía para eso. Desde el primer momento me ayudó en todo, compartió sus teorías sin mala intención. Me sorprendió que en ese cuerpo tan pequeño hubiera tanta fortaleza física y espiritual, y me lo demostró con el simple hecho de que era graduada en medicina forense y en física, una tarea nada fácil de llevar a cabo.>

 

Mulder empezó a sentirse algo acalorado.  Estaban a mediados de julio y en el sótano hacía un calor insoportable apenas mitigado por un ventilador situado estratégicamente en una de las esquinas del cuarto. Decidió salir a tomar el aire. Nadie le echaría en falta por un rato. Caminó fuera del edificio hasta un parque cercano donde solía acercarse cuando necesitaba reflexionar. Se sentó en uno de los bancos más apartados del ruido infantil y se quedó mirando la laguna que se extendía a sus pies. No supo cuánto tiempo pasó así mirando fijamente el agua. Ni siquiera notó el suave toque de una mano posándose en su hombre derecho.  La voz de esa persona lo sacó de su ensoñación.

 

-“¿Estás bien, Mulder?”-preguntó Scully sentándose a su lado.

 

-“Si, sólo pensaba.”

-“Fui a la oficina y no estabas. El agente Wilson me dijo que habías salido. Sabía que te encontraría  aquí.”

 

-“Me conoces demasiado bien, ¿eh?”-djjo Mulder sonriendo pero sin dejar de mirar enfrente.

 

-“Después de más de seis años no te debería extrañar. Por cierto, debemos volver. La secretaria de Skinner dijo que el jefe nos espera a las 10 en su despacho.”

 

-“Un día que salimos a tomar el aire y nos reclama. ¿Otro expediente?”

 

-“Ni idea, Mulder. A decir verdad espero que sí por que hecho en falta algo de acción. Empiezo a aburrirme.”

 

-“Empiezas a parecerte a mi, Scully. ¡No puedes vivir sin los expedientes x!”

 

-“Vamos, sabes que eso no es verdad. Pero si no hay vacaciones en verano me aburro mucho. Y para estar encerrados pasando calor en el  sótano prefiero investigar aunque sólo sean excentricidades para salir de allí.”

 

-“Vale, vale. No te vayas a enfadar. Por fin en algo estamos de acuerdo.”

 

-“Si no nos damos prisa vamos a llegar tarde con Skinner, y no lo queremos disgustar, ¿verdad?”-dijo Scully cogiendo la mano de su compañero y empujándolo para que se levantara.

 

Mulder se levantó al fin  con aire de vencido y ella soltó su mano. El silencio entre ellos reinó mientras hacían el camino de regreso al edificio Edgar E. Hoover, donde se hallaban las oficinas.

 

 

 

-“Los agentes Mulder y Scully han llegado, señor” –anunció la secretaria por el comunicador.

 

-“Gracias, Kimberly. Hazlos pasar” –respondió Skinner des del interior de su despacho.

 

 

La puerta se abrió dejando paso a los dos agentes.

 

 

-“Buenos días agente Scully. ¿Agente Mulder?”

 

-“Buenos días señor –respondió Dana.”

 

-“Buenos días. ¿Qué nos trae por aquí, señor? ¿Un expediente X?” –preguntó Mulder un tanto impaciente – “o…¿qué hemos hecho mal esta vez?”

 

-“Paciencia agente Mulder. Siéntense, por favor. De momento no han hecho nada malo que yo sepa” –dijo Skinner sonriente ante el comentario del agente.

Los agentes se miraron ante la sorpresa de la sonrisa de Skinner. Era una de las pocas veces que lo veían divertirse con un comentario.

 

-“Verán” –continuó Skinner- ha llegado a mis manos, efectivamente Mulder, un expediente y quiero que lo investiguen.

 

-“¡Uff! Ya nos venía bien salir un rato de la caldera” –exclamó Fox-. “Perdón señor.”

 

-“No es algo oficial que concierne a nuestro país. Unos científicos han pedido ayuda al FBI y creemos que ustedes son las personas más adecuadas para ello. El caso es que tendrán que viajar. Y algo lejos de aquí. Así que serán como unas vacaciones, pero tendrán que trabajar.”

 

-“¿Viajar? ¿Dónde, señor?” –preguntó Scully.

 

-“España.”

 

-“Eso está muy lejos. ¿Y qué ha ocurrido allí para ser tratado de expediente x?” –preguntó Mulder.

 

-“Yo no he especificado que se tratara de un expediente x. Ya he dicho que era algo extraoficial porqué no incumbe a nuestro país. Simplemente han ocurrido una serie de fenómenos meteorológicos, si se le puede llamar así, que quizás les interesa investigar a los dos. Se trata de que hace aproximadamente dos semanas cayeron en diferentes zonas del país bloques de hielo de procedencia desconocida. Bloques de más de un metro de diámetro capaces de destrozar un edificio entero. No les digo más. El resto de información la encontraran en el archivo”  -Skinner hizo un ademán de que ya se podían ir-. “¡Ah! Parten mañana a las 8 de la mañana. Pueden retirarse a prepararse. Tienen el resto del día libre para ello.”

 

 

Los agentes salieron de oficina aún demasiado extasiados por el caso que les habían mandado investigar. Por la cabeza de Mulder ya fluían las más descabelladas teorías desde que su jefe dijo las palabras “de extraña procedencia”. Llegaron al sótano y se sentaron cada uno en sus correspondientes sillas. Mulder se deshizo de la corbata reglamentaria y se desabrochó un par de botones de la camisa ante el calor que había acumulado ahí

 

-“Y bien. ¿Qué piensas de esto, Scully?”

 

-“Mulder, sé que ya tienes suposiciones pero será mejor que te las calles de momento. Primero vamos a mirar los papeles para saber más sobre el caso, ¿te parece?”

 

-“Vale, Scully. Cómo mandes.”

 

-“Según lo que dice aquí se trata de la caída de bloques de hielo de diferentes medidas. Se han encontrado por todo el país. Los sitios más destacados son el este, Cataluña, el norte, País Vasco, y el sur, Andalucía. Científicos de todo el mundo y meteorólogos se reunieron para investigar. Llegaron a varias conclusiones: pensaron que pueden ser restos de la cola de algún cometa, o pedazos de algún meteorito…”

 

-“Scully…”

 

-“¿Si?”

 

-“¿Podemos dejarlo para mañana cuando lleguemos? Estoy algo cansado por el calor y no aguanto permanecer aquí un minuto más.”

 

-“Claro, te entiendo. Mañana nos esperan 8 horas de avión. Yo también tengo ganas de descansar. Vamos” –dijo Scully recogiendo los papeles esparcidos por el escritorio y ordenándoles dentro del archivo.

 

 

Mulder se arregló la camisa y la corbata. No quería que lo vieran de estar por casa en el trabajo y le cayera otra bronca. Salieron de la oficina con algo de prisa para tomar aire fresco de la calle.

 

-“Scully, ¿tienes los billetes de avión?”

 

-“Sí, me los dio Skinner al salir.”

 

-“Te recojo mañana a las 6:30, ¿de acuerdo? Ponte el despertador dormilona” –dijo Mulder antes de meterse dentro del coche- Seré puntual, agente Scully.

 

-“Mire cómo me río,  agente Mulder” –respondió ella en tono burlón- “El dormilón es usted.”

 

 

Scully se alejó en busca de su coche que se encontraba más abajo.

 

 

 

APARTAMENTO DE DANA SCULLY

12:15 h.

 

Ya habían pasado dos horas y seguía con la maleta por hacer. No sabía exactamente qué llevarse. Encima  la cama estaba esparcido medio armario. Dudaba si debía coger el bañador, si tendrían tiempo libre para hacer unas mini vacaciones. Skinner les dijo que sería como un pequeño descanso pero…

El ruido del teléfono la sobresaltó.

 

-“Scully.”

 

-“¡Hey, Scully! ¡Soy yo, tu querido compañero!”

 

-“¿No sabes que poner en la maleta?”

 

-“¿Me has leído el pensamiento?”

-“Quizás”

 

-“Algo me dice que te sucede lo mismo.”

 

-“Quizás” –contestó Dana aguantándose la risa.

 

-“¿Te llevas el bañador, o el bikini?”

 

-“¿Qué te hace pensar eso, Mulder?”

 

-“En España es verano, hay sol y hay hermosas playas. Ideal para unas vacaciones.”

 

-“Te recuerdo que vamos para trabajar.”

 

-“¿Y cuando no hemos trabajado? ¿Me llevo el bañador, o no?”

 

-“Llévatelo por si acaso. Y añade de todo un poco. Creo que pasaremos allí lo que queda de mes y parte del siguiente. Podemos pedirle a Skinner unas semanas de descanso. Hace tres años que no cogemos vacaciones como Dios manda.”

 

-“¿Pedirle vacaciones a Skinner, Scully? No te reconozco. ¿La trabajadora de Scully pidiendo unas vacaciones? Debes estar peor de lo que pensaba…” -contestó Mulder riéndose-. “Me refiero a la falta de descanso. Pero…no estaría mal. No cuesta nada intentarlo. Hasta mañana entonces. Y gracias.”

 

-“Hasta mañana.”

 

 

 

APARTAMENTO DE FOX MULDER.

 

Terminó de colgar el teléfono. ¿De veras le había preguntado a Scully si se llevaría el bañador o el bikini? Dios, no se lo podía creer. Ella pensaría que era un pervertido.

Una hora más tarde la maleta estaba hecha. No sabía ni lo que había metido ahí dentro. De todo. Eso hacía que ésta fuera enorme. Parecía que se llevaba el armario entero.

 

 

 

CASA DE MARGARETT SCULLY

AFUERAS DE WASHINGTON

13:45 h.

 

-“¡Dana, hija!” –exclamó la señora Scully en abrir la puerta.

 

-“Hola mamá” –contestó pasando al interior de la casa.

 

-“¿Qué te trae por aquí? Hacía días que no venías.”

 

-“Lo siento mamá. He estado muy ocupada” –mintió-. “Venía a decirte que mañana parto fuera por un caso.”

Dana se sienta en el sofá de la salita seguida de su madre quien le trae un vaso de agua. Ella se lo agradece con un gesto de asentimiento con la cabeza. El sudor le resbala frente abajo.

 

-“Ni en verano os dejan tranquilos. ¿Dónde vais esta vez?”

 

-“España.”

 

-“¿España? Eso está muy lejos.”

 

-“Lo sé mamá. Pero el trabajo es el trabajo.”

 

-“¿Comemos juntas?”

 

-“Claro, ya lo tengo todo preparado y no hay más que hacer.”

 

-“¿Cuánto tiempo estaréis fuera?”

 

-“No creo que éste sea un caso que nos lleve mucho, pero en caso que sea así aprovecharemos para coger unos días de vacaciones que Skinner nos debe desde hace tres años.”

 

-“Y bien que hacéis. Un descanso no os vendrá mal. Además podréis aprovechar para resolver vuestros asuntos personales.” –dijo poniendo cierto énfasis en las dos últimas palabras.

 

-“¡¿Mamá?!” –preguntó exaltada Scully-. “Sabes que Mulder y yo somos compañeros de trabajo y nada más. No sé porqué te empeñas en ver cosas que no hay.”

 

-“No he dicho nada, hija. ¿Nos vamos?”

 

-“Claro…-respondió algo confundida.”

 

 

 

CASA DE LOS MULDER

MARTHA’S VINEYARD…

14:15 h.

 

Mulder se encontraba en su antiguo hogar. Desde que falleció su madre a causa de su suicidio, lo visitaba una vez por semana para recoger el correo acumulado, echar un vistazo y limpiar superficialmente, aunque luego parecía como si no hubiera hecho nada. Todo seguía normal. Las paredes y los muebles estaban vacíos de fotografías. Éstas las había quemado su madre antes de morir. Mulder no entendía el motivo. Se encaminó al dormitorio principal de la planta de arriba. Al pasar por delante del cuarto dónde estaban las cosas de su padre se paró. La puerta estaba entreabierta. No recuerda haber entrado allí en su anterior visita. Es más, no había entrado en esa estancia desde hacía años. La había borrado de su mente cuando se trasladó a su actual apartamento. El hecho de enfocar su mirada hacia esa pequeña abertura que apenas dejaba entrever una pared de la habitación hizo aflorar imágenes para él medio olvidadas que permanecían en su subconsciente. Con un empujón de mano acabó de abrir la puerta. Ante si vio dos figuras infantiles vagamente familiares echadas en el suelo con una caja entre las manos. Tardó en darse cuenta de que eran él y Samantha con uno de sus secretos.  Mulder cerró los ojos y sacudió la cabeza. Los volvió a abrir y su visión desapareció. Entró con paso decidido al interior de la estancia. Alcanzó la estropeada silla que estaba junto al gastado escritorio de su padre y la acercó al armario. Se subió en ella y con el brazo barrió la base de arriba del mueble. Le llevó unos segundos encontrar lo que buscaba. La caja de un amarillo gastado por los años apareció en el fondo tocando la pared. La bajó con sumo cuidado. En su interior se hallaban las fotos que sólo él y su hermana conocían, fotos que su padre tenía escondidas allí por un motivo que ellos desconocían entonces. Ni su madre sabía de su existencia. Mulder bajó la caja al comedor y se sentó en el sofá. Abrió el paquete que contenía la hamburguesa que había comprado por el camino y comenzó a devorarla. Su estómago ya no aguantaba más. Su otra mano no ocupada comenzó a recorrer las fotografías una por una. Las miraba detalladamente, como si quisiera recuperar todos y cada uno de los minutos pasados con Samantha observándolas. Todas las personas que allí aparecían no significaban nada para él. Suponía que eran amigos de su padre. Entre ellos no se sorprendió al ver la cara del Fumador, o de Kurzswell entre otros apenas conocidos. Entre las fotos encontró varias postales y cartas. Se sorprendió que fueran de España. Tenían delante hermosos paisajes de montaña y playa. Miró el reverso y vio que todas estaban escritas por un mismo remitente: John Reynolds. El nombre no le dijo absolutamente nada. Cada una de ellas era de un sitio distinto. El tipo ese se mudó mucho, pensó Mulder. Todas estaban fechadas entre 1974 y 1988. La última era de noviembre del último año, enviada desde una localidad de la costa norte oriental española cuyo nombre no le sonaba para nada ni recuerda habérselo oído pronunciar a su padre. Por la intensidad con que estaban escritas las cartas pensó que debieron haber sido muy amigos en años anteriores. Pero una amistad por carta va perdiendo intensidad hasta que queda en el olvido. Mulder apenas recuerda los amigos de su padre. A decir verdad ni siquiera sabía si conservaba alguno antes de su muerte. Desde que se mudó a su propio apartamento su relación para con él había sido escasa y fría, y desconocía la vida social de su padre. Acabó de comerse la hamburguesa y se metió las postales y las cartas en el bolsillo de su pantalón. La puerta de la entrada se cerró tras él con un golpe mientras se dirigía a su coche estacionado enfrente.

 

 

 

EN ALGÚN LUGAR DE WASHINGTON.

 

Unos hombres se paseaban por la habitación arriba y abajo. Otros se encontraban sentados. Una importante reunión estaba teniendo lugar.

 

HOMBRE # 1: “Otra nueva evidencia. ¿Qué haremos esta vez?”

 

H # 2: “Supongo que intentar esconderlo. Como siempre.”

 

H # 1: “¿Y la víctima? ¿Cómo sabremos que no la descubrirán?”

 

H # 3: “La víctima está a buen recaudo. En caso extremo haríamos incinerarla.”

 

H # 4: “Eso en caso de emergencia.”

 

H # 1: “¿Está informado el FBI del suceso?”

 

H # 3: “Si”

 

H # 2: “¿Han enviado ya alguien para investigar?”

 

H # 3: “Claro, a nuestros agentes preferidos.”

 

H # 2: “Habrá que hacer algo. Una oportunidad así no la van a desaprovechar. Si no lo impedimos esta vez se saldrán con la suya. Las pruebas serán demasiado evidentes a la empiecen a husmear.”

 

H # 3: “Esta vez hay una desventaja. No están en su territorio. Desconocen la política que se sigue allí. Lo desconocen todo.”

 

H # 1: “Pero son fuertes, y conocen demasiado. No les será difícil habituarse a las circunstancias.”

 

H # 4: “Considero que habrá que vigilarlos de cerca. Como siempre –dijo dirigiéndose al hombre que se encontraba en un rincón de la sala y que seguía escuchando sin medir palabra en el asunto- ¿Estás de acuerdo?”

 

H # 5: “Claro. De eso me encargaré yo” –respondió abandonando la sala no sin antes aplastar lo que le quedaba del cigarrillo en el cenicero que había encima de la mesa de la estancia-. “Como siempre” –añadió a regañadientes.

 

 

 

 

POTTER’S RESTAURANT

 

La comida transcurrió tranquila, sumida en el silencio. Madre e hija terminaron sus respectivas ensaladas.

 

-“Mamá. Te veo algo cansada. ¿Te encuentras bien?” –preguntó Scully preocupada.

 

-“Si, sólo que no duermo bien. Será por el calor.”

 

-“Quizás te vendría bien tomarte unos días de descanso. No sé… irte a la playa y dejar que hagan las cosas por ti sin tener que preocuparte.”

 

-“No sé, Dana. Sabes que nunca he sido partidaria de las vacaciones fuera de casa.”

 

-“Lo sé. ¿Porqué no le preguntas a Laura si quiere acompañarte? Juntas lo pasaríais bien” –insistió Scully.

 

El timbre del móvil la interrumpió.

 

-“Scully… si, de acuerdo… nos vemos dentro de una hora en mi apartamento… hasta ahora.” –colgó el teléfono y lo guardo de nuevo en su bolso.

 

-“¿Quién era?” –preguntó curiosa su madre.

 

-“Mulder” –y antes de que preguntase qué quería añadió- “Ahora quiere revisar el caso antes del viaje.”

 

-“Ya te hecha de menos, ¿verdad? Si ya digo yo que no podéis vivir separados ni unas horas.”

 

-“Mamá… Sólo quiere revisar el caso. Como hacemos siempre.”

 

-“Claro” –decidió no insistir- “Voy a pedir la cuenta y nos vamos.”

 

 

 

 

APARTAMENTO DE SCULLY

16:10 h

 

Nada más llegar a casa Scully se puso algo de ropa más fresca. Unas bermudas que encontró en el fondo del cajón del armario y que hacía años que no se ponía y una camiseta ancha de la universidad de Quántico de la misma antigüedad. Sus pies descalzos recorrían el apartamento arriba y abajo. Cogió la carpeta del caso y la depositó en la mesa de la salita frente al sofá. Unos pasos en el pasillo le indicaron que Mulder había llegado. Le abrió la puerta antes de que éste tocara.

 

-“¿Todo listo ya, compañera?”

 

-“Si, pero vamos a trabajar en el caso si queremos descansar para mañana” –le cortó ella antes de que se fuera por las ramas-. “¿Quieres tomar algo? Tengo té helado.”

 

-“Perfecto. Té helado para el calor va de maravilla.”

 

Scully volvió de a cocina con dos vasos. Ambos se sentaron en el sofá y comenzaron a repartirse los papeles del caso.

 

-“Bien, Scully. El caso trata simplemente de la caída de bloques helados. Según los informes oficiales no hay víctima alguna, ¿cierto?”

 

-“Cierto. Las primeras hipótesis realizadas por científicos españoles en colaboración con otros de distintas nacionalidades europeas apuntan a que puede tratarse de parte de la cola de un cometa. Tampoco se descarta la posibilidad de que sea parte de un meteorito.”

 

-“Scully. Si se tratara de un meteorito éste hubiera sido detectado por telescopios.”

 

-“Si y no. Mulder no es necesario que sean detectados. ¿Sabes cuantos meteoritos caen en nuestro planeta diariamente?”

-“Miles. Quizá millones.”

 

-“Cierto. Y no llegan a chocar con el suelo porqué se desintegran en las capas atmosféricas. Si tuviéramos que prestar atención a cada no de esos cuerpos los científicos no descansarían nunca.”

 

-“¿Alguna razón para que éstos no se desintegraran?”

 

-“Muchas, Mulder. De todos modos hablaremos con expertos meteorólogos para que nos den su opinión de los hechos. La astrología no es mi campo, aunque estudié algo sobre ella durante la carrera de física.”

 

-“¿Qué te parece si dejamos lo teórico para cuando lleguemos?”

 

Scully hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

 

-“Bien” –continuó el agente-. “Parece que la caída de estos ‘cuerpos celestes’ está bastante repartida. En la zona sur no se ha podido conservar ninguno dadas las altas temperaturas. En cambio consta que algunos habitantes de la zona noreste conservan pedazos. De hecho allí una antigua fábrica vacía desde hace años quedó totalmente destrozada. Este edificio se encuentra a las afueras de un pueblo. No se causaron daños materiales, pues ésta no tenía ya valor alguno. Su estado era de abandono, propiedad del ayuntamiento. Habitantes de ahí se acercaron y conservaron partes reducidas en sus congeladores particulares.”

 

-“¿Los conservan por pura curiosidad?”

 

-“Si. Y empezaremos a investigar por ahí. Nos moveremos por esa zona. Haremos transbordo  en la capital, Madrid, y luego de ahí cogeremos otro avión hasta Barcelona. Allí tenemos cita con las autoridades, quienes nos pondrán al corriente de las últimas noticias. Y luego ya veremos que rumbo toma la investigación.”

 

-“No veo porqué han llevado este caso a las autoridades americanas, y menos aún al FBI.”

 

-“Ni yo. Pero será divertido. Unas pequeñas vacaciones y un caso fuera de rutina. De pequeño tuve una fijación por la astronomía y el universo en general.”

 

-“Mulder, te recuerdo que este caso no es una afición.”

 

 

Pasaron el resto de la tarde hablando. Dejaron el caso a un lado y empezaron a comentar banalidades que no venían a cuento.  Mulder no quiso decir nada a su compañera sobre su intención de visitar, si fuera posible, al amigo de su padre, el remitente de las cartas encontradas aquella tarde. Las horas pasaron rápidamente. Era tarde y el hambre se apoderó de sus estómagos. Aprovecharon para pedir algo de comida china. Hacía tiempo que no lo hacían. Eran las nueva de la noche pasadas cuando Mulder abandonó el domicilio de su compañera. Scully no tardó mucho en acostarse. Mañana debían partir temprano.

 

AEROPUERTO DE WASHINGTON

MIÉRCOLES, 9-7-2000

7:30 h.

 

<<Primer aviso para el vuelo 793 con destino Madrid, España>> -anunció una voz de mujer por los altavoces.

 

Mulder y Scully se encontraban en la cafetería del aeropuerto tomando un breve desayuno. Dos figuras los observaban de muy de cerca.

 

-“Ya sabes cual es tu trabajo en todo esto” –dijo el Fumador a su acompañante.

 

-“Claro, siempre me toca a mi hacer la faena sucia y enfrentarme a esos dos” –respondió Krycek.

 

-“Procura ser lo más discreto posible. Si te ven el pelo sabrán que hay algo raro.”

 

-“Sé muy bien de qué va todo esto, ¿vale? Tus colegas me lo dejaron bien claro desde el principio” –respondió en un tono burlón.

 

 

Krycek arrancó el billete de las manos del Fumador y se dirigió a su puerta de  embarque.

 

Quince minutos más tarde lo hacían los dos agentes.

 

 

 

 

AEROPUERTO DE BARAJAS, MADRID

8:30h (hora local española)

 

-“Scully, no sé tu, pero yo me muero de hambre.”

 

La agente echó un vistazo al reloj de la central.

 

-“Mulder, hoy desayunaremos dos veces. Si vamos a pasar unas emanas será mejor que nos acostumbremos a la hora local.”

 

-“¿A qué esperamos? Nuestro vuelo a Barcelona no sale hasta dentro de una hora.”

 

 

Mientras se dirigían hacia la cafetería a Mulder le pareció ver entre la multitud una cara que le resultaba familiar. Ésta se perdió enseguida y el agente enseguida desechó la idea de encontrarse con un conocido. Su prioridad era, ahora mismo, llenar el estómago.

 

 

 

 

 

AEROPORT DEL PRAT, BARCELONA.

10:20 h

 

Ambos agentes se encontraban más que cansados después de pasarse casi medio día subidos en un avión. A este cansancio se debía sumar la desorientación horaria y el asfixiante calor cargado de humedad. Decidieron sentarse en uno de los bancos a la espera de la persona que los había de llevar ante as autoridades.

Al poco rato apareció un hombre trajeado de unos 50 años de edad. Se acercó a ellos con cautela y en un inglés con acento español preguntó:

 

-“¿Son ustedes los agentes del FBI?”

 

-“Si” –respondió Mulder-. “Somos los agentes Fox Mulder y Dana Scully.”

 

-“Bien, soy el agente Alberto Ramírez, de la policía local. Llámenme Alberto.”

 

-“Alberto, verás” –comenzó a hablar Mulder no sin tener cierta dificultad en pronunciar el nombre español-. “Hemos tenido un largo viaje y la verdad es que nos gustaría descansar un poco.”

 

-“Agentes…”

 

-“Llámenos Mulder y Scully a solas” –corrigió Mulder.

 

-“Mulder. No tenía intención de ponerlos a trabajar ya. Iba a llevarles a una pensión tranquila a las afueras de la ciudad para que se tomaran hoy el día libre y se acostumbrasen al cambio horario.”

 

-“Discúlpenos entonces, Alberto. Se lo agradecemos” –dijo Scully en señal de disculpa ante el impertinente comportamiento de su compañero y echando una mirada inquisiva a éste.

 

 

El agente de policía los condujo hasta el parking del aeropuerto dónde tenía estacionado su vehículo. Él mismo los llevaría hasta su alojamiento. A primera vista, pensó, los dos agentes americanos hacían una pareja extraña. Era la primera vez que estaba con agentes del FBI.  Le sorprendió que la agencia federal americana estuviera interesada e involucrada en asuntos fuera de su estricta política, pero en esta investigación estaban metidos varios países europeos y no sabía cuantos más. El caso de los bloques de hielo se había convertido en algo de interés internacional.

 

Mulder se sentó en el asiento de copiloto mientras que a Scully le tocó ir detrás.

 

Después de quince minutos de recorrido Alberto estacionó delante del hostal “La bodega”. Estaba alejado del ruido urbano a una de las bandas de la carretera nacional que salía de Barcelona en dirección a Lérida.

 

-“Bueno, aquí estamos. Es de los más confortables que hay en esta zona. Espero que les guste. Esta tarde se les enviará un agente para que les traiga el informe y además les acompañará allá dónde vayan. Les servirá de intérprete y guía. Además él les traerá un coche alquilado para que puedan desplazarse.”

Alberto fue a recepción a pedir las llaves de las habitaciones contiguas asignadas y se las entregó. Después se despidió amablemente de los agentes esperando verlos pronto y se marchó en dirección a su comisaría.

Mulder y Scully se instalaron en las habitaciones 20 y 21 que habían en la primera planta del hostal. Ambas eran idénticas y el mobiliario consistía en una cama doble, una mesita, un pequeño escritorio con una silla, un sillón y un armario.

Mulder entró al cuarto de Scully por la puerta de contacto.

 

-Eh, compañera. Yo me voy a echar un rato.

 

-Yo también. El viaje ha sido agotador.

 

-A las dos te llamo para ir a  comer, ¿vale? Hay un restaurante aquí al lado.

 

-Bien Mulder.

 

Él cerró la puerta de nuevo. Scully se tiró sobre el blando colchón y enseguida se quedó dormida. El cansancio no le permitió divagar la mente y la llevó a un profundo sueño. El aire acondicionado apagó el calor y permitió a la agente dormir en un ambiente fresco y relajante.

 

 

 

HABITACIÓN DE MULDER.

4:30 h.

 

La comida había transcurrido relajada. El pequeño restaurante situado al lado del hostal dónde estaban alojados era acogedor y fresco, ideal para descansar en un día caluroso. Apenas había comensales, a excepción de los agentes y algún que otro viajero que había hecho una parada para comer, el local estaba vacío y tranquilo.

 

Mulder y Scully se encontraban revisando los documentos nuevamente a la espera de la llegada del agente que les había de traer el vehículo alquilado para poder desplazarse.

 

El agente resultó ser una mujer. Llegó media hora más tarde con  el coche asignado y la documentación oficial necesaria para la investigación.

 

-“¿Son ustedes los agentes del FBI?” –preguntó en un correcto inglés al abrirse la puerta de la habitación 21 ante si.-Soy la agente Andrea Vilas. Como saben estaré a su disposición para ayudarles en la investigación.

 

Ella extendió a la mano a modo de saludo. Los agentes la acogieron encantados.  La mujer se veía muy joven y bien parecida. Sus cabellos completamente lisos castaños claros estaban recogidos en una coleta que le llegaba hasta los hombros

 

-“Hola. Soy Dana Scully, pero llámame simplemente Scully.

 

-“Y yo soy simplemente Mulder. Odio las formalidades”.

 

-“Bien. A mi llamadme Andrea. En fin, les traigo los informes. No hay mucho más de lo que ya saben pero si quieren examinarlo antes de ponernos en marcha, adelante.”

 

Andrea se sentó con los agentes dentro de la habitación y empezaron a ojear papeles.

 

-“¿Por dónde recomiendas que empecemos a investigar ?” –preguntó Mulder interesado.

 

-“En primer lugar quisiera que nos dirigiéramos hacia Lérida, dónde empezó todo esto. Como deben haber leído allí aún se conservan algunas pruebas que podríais examinar. Porque, tu eres científica ¿verdad? –comentó mirando a Scully la cual asintió ante el comentario- Quizás te interesaría examinarlas. He oído ciertas cosas del tipo de trabajo que realizáis en Washington, de los llamados Expedientes X. Creo que en parte por eso se ha solicitado vuestra presencia.”

 

-“¿Has visto, Scully? Somos famosos fuera de nuestro país –comentó Mulder ante la declaración de Andrea.

 

-“¿Entonces empezamos por ahí ?” –preguntó Scully ignorando el comentario de su compañero. –“¿Cuándo partimos?

 

-“Por hoy creo que ya habéis tenido viaje suficiente. Descansad. Nos iremos mañana temprano. Son dos horas de carretera” –dijo Andrea levantándose de la silla. –“Yo estaré en la habitación 25 por si me necesitáis.”

 

 

 

COMISARIA CENTRAL DE LÉRIDA.

Jueves, 10-7-2000

11:30 h.

 

Los agentes siguieron a Andrea hasta el interior de la comisaría. Tenían una cita con el jefe de la policía local. Al entrar todas las miradas se dirigieron hacia ellos.

 

-“<¡Hey, Andrea! ¡Cuánto tiempo sin verte!>” –dijo uno de los policías que estaba por ahí. En la sala sólo se encontraban tres agentes.-“<¿A quién traes de visita?>” –añadió mirando a los dos desconocidos que la seguían.

 

-“<Son agentes del FBI. Vienen a investigar el caso de los aerolitos>”.

 

-“<¿FBI?>” –preguntó el joven policía ilusionado y algo nervioso.

 

-“Mulder, Scully, este es Jordi, otro de los agentes implicados en el caso” .

 

-“Hola” –dijeron los agentes americanos al unísono y extendiendo sus manos para saludar.

 

-“Vaya…eh…encantado” -balbuceó Jordi respondiendo al saludo aún sin creerse que estaba ante dos verdaderos agentes federales americanos.

 

Andrea se adelantó al despacho del jefe de policía Marcos.

 

-“<¡Andrea! ¡Cuánto tiempo!>” –exclamó Lluís Marcos al ver a la joven.

 

-“<Hola, señor>” –respondió la agente a tan efusivo recibimiento-. “<Supongo que estará informado de la llegada de dos agentes de la Oficina Federal Americana>”.

 

-“<Claro. ¿Han llegado ya?>”

 

-“<Si. Han venido conmigo>”

 

-“<Hazlos pasar. Por cierto: tu tío no está en su despacho. Se ha tomado unas vacaciones. Estará en casa.>”

 

-“<Gracias, señor. No dudaré en hacerle una visita lo antes posible>” –dijo saliendo en busca de los agentes.

 

-“¿Agentes Mulder y Scully del FBI?” –preguntó Marcos indicando las sillas delante de su mesa para que se sentaran.

 

-“Si, señor” –respondió Mulder por los dos.

 

-“Supongo que ya dispondrán de toda la información sobre el caso e los ‘aerolitos’ y…”

 

-“Perdón… ¿aerolitos? –preguntó el agente dificultosamente al pronunciar tal palabra.

 

-“Si, bueno. Es el nombre con que se conocen aquí esas masa de hielo” –los agentes asintieron-. “En fin, si ya están al corriente de todo solamente me queda por darles la pista por la que deben empezar” –el jefe de policía alargó la mano por encima de la mesa arrastrando un pedazo de papel-. “Ésta es la dirección de unos testigos que guardan una parte de hielo en su hogar. De momento eso es todo lo que puedo ofrecerles para empezar. No creo que la masa tenga nada de particular, pero dado el tipo de casos que investigan hemos considerado necesario que la examinen si fuera posible.”

 

-“Claro, señor. La agente Scully es científica y nos puede proporcionar su opinión” -dijo el agente enorgullecido al recordar que la inestimable ayuda que su compañera le había ofrecido tantas veces sería útil nuevamente.

 

Los agentes se levantaron y tendieron sus manos a Marcos, quién los acogió amablemente.  Andrea se levantó también de su silla situada en una esquina de la habitación y abrió la puerta.

 

-“<Da recuerdos a tu tío, hija”> -dijo Lluís Marcos dirigiéndose a la joven.

 

-“<Serán dados. Adiós>”

 

-“Mantenedme informado de todos los pasos que deis”

 

 

En su camino hacia el exterior de la comisaría Andrea fue saludada por otros tres policías que habían vuelto de alguna misión. Uno de ellos se quedó mirando fijamente a los agentes, tu tez morena le delataba que pasaba muchas horas al sol. Su mirada siguió la salida de los tres personajes y luego dirigió su atención hacía lo que estuviera haciendo.

 

 

 

-“El jefe de policía te tiene mucha estima, ¿verdad?” –preguntó Mulder a Andrea.

 

Se encontraban dentro del coche e iban en camino de un motel que les había recomendado la joven.

 

-“Si. Lo conozco desde hace mucho tiempo, desde mi infancia. Trabajó con mi tío hace ya algunos años. Ahora él es el capitán de la comisaría, el jefe de más rango”.

 

-“Vaya, así que tu tío es una persona importante”.

 

-“Si”.

 

El silencio se adueñço de la conversación.

 

-“¿Sabes, Andrea? Hablas el inglés con mucha soltura y correctamente. No parece que seas española –convino Scully.

 

-“Precisamente fue mi tío quién me familiarizó con el idioma. Es americano, de un pueblo de la región de California”.

 

-“¿Cómo se llama? –preguntó el agente.

 

-“Francisco Rovira”

 

-“Ese no parece un nombre americano”

 

-“No. Veréis, al llegar aquí se lo cambió no sé por qué motivo. Su verdadero nombre es John… Ray, Rey…no recuerdo exactamente”.

 

-“¿Reynolds?”

 

-“Si, creo que era ese. ¿Cómo lo has sabido?

 

-“Tal como comenzaba intuí que podría tratarse de ese. Es un apellido muy común entre los californianos”

 

Mulder soltó esa excusa sin pensar. Le salió por si sola. Su corazón se aceleró. No quería dar las verdaderas explicaciones del por qué había pensado en ese apellido. Tarde o temprano debía contárselo a Scully. No era algo que debía ocultar.

 

-“Vaya, Mulder. No sabía que te dedicaras a estudiar el origen de los apellidos –dijo una Scully sorprendida por los supuestos conocimientos de su compañero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HOSTAL MONTAÑA DEL ORO

HABITACIÓN DE SCULLY

18:45 h

 

El resto del día había transcurrido pacífico. Habían tenido tiempo de reponerse de tanto viaje tras dormir unas horas. Ahora si que se sentía plenamente relajada y con ganas de afrontar otra investigación. Podía escuchar los pasos arriba y debajo de su compañero en el cuarto contiguo. Se paró delante de su puerta y, al fin, después de unos segundos vacilantes se decidió a llamar.

 

-“Pasa, Mulder” –dijo Scully quien se encontraba tumbada en la cama.

 

-“Hola, Scully” .

 

No supo continuar. Ni siquiera sabía para qué había venido. Por una parte quería exponerle sus dudas y descubrimientos acerca el amigo de su padre, pero no se sentía seguro. Scully se veía tumbada en la cama vestida con unos pantalosnes y una camiseta cortos. A Mulder le chocó tal visión acostumbrado a verla en traje. Su mirada recorrió de punta a punta la estancia. Era igual a la suya: poco mobiliario y espaciosa.

 

Scully notó su prolongado silencio e intentó sacarlo de sus cavilaciones.

 

-“Mulder, te noto algo distante, despistado. ¿Te preocupa algo? No has abierto la boca desde que hemos salido de la comisaría”.

 

-“Verás” –se decidió a decírselo-. “Antes de ayer estuve e casa de mi madre. Ya sabes, para ver como estaba todo…”

 

Scully sabía que Mulder no había asimilado totalmente la pérdida de su madre, pero insistía en visitar la casa periódicamente para procurar su conservación. Temió que aquella visita hubiera vuelto a abrir nuevas brechas en su compañero. Se sentó al borde de la cama e hizo un gesto a Mulder para que se sentara junto a ella.

 

>…cuando subí al dormitorio encontré la puerta del antiguo despacho de mi padre abierta y un impulso me empujó a entrar. Dentro empecé a tener recuerdos, y éstos me llevaron a una caja de fotografías que ya tenía olvidada. Encontré algo; unas cartas dirigidas a mi padre de un amigo que tuvo –Mulder se sacó del bolsillo del pantalón el manojo de sobres y postales. <

 

Scully lo cogió y empezó a revisarlo. Se fijó que todo tenía un mismo remitente: una persona llamada John Reynolds. Pensó en lo que quería su compañero. Todo podía ser un simple coincidencia, aunque era difícil. Mulder continuó adivinando los pensamientos de su compañera:

 

>…Scully antes de que digas nada déjame decirte que no puede ser una simple coincidencia. Se trata de la misma persona: el tío de Andrea. Parece imposible que dos hombres con el mismo nombre hayan decidido abandonar un mismo país por una causa desconocida y que se hayan instalado en otro y en la misma región.<

 

-“Conociéndote, Mulder, está claro que no te conformarás con las cartas”

-“Hay otra cosa, Scully. Las fechas en que fueron escritas van de 1974 a 1988. 1974, Scully. Diciembre de 1974. Lo que significa que este hombre desapareció poco después de la… desaparición de mi hermana.”

 

<No. Otra vez no. ¿Qué pretendía Mulder? ¿Hacerse daño de nuevo? La brecha abierta tras el “descubrimiento” de la muerte de Samantha aún no estaba del todo curada. Hacía poco tiempo desde que su compañero había visto el fantasma de su hermana junto con el de otros niños desparecidos, cosa que le llevó a admitir por fin su muerte y el fin de su búsqueda. Que por fin podría dormir con la conciencia tranquila sin que mil pesadillas lo acechasen por las noches y dejarlo sin sueño. Éstas últimas semanas habían sido muy duras para su compañero: tras admitir la muerte de su hermana sobrevino el suicidio de su madre. Comprendió que se sintiera atraído por cualquier indicio que le llevara a algo relacionado con Sam. >

 

-“Mulder. No indagues más en el tema de tu hermana. Ella está muerta. Tu mismo lo dijiste tras…”

 

-“Lo sé.”

 

-“Entonces, ¿qué pretendes buscar ahora? ¿Qué es lo que te queda por encontrar? Ya no puedes decir: ‘a mi hermana’”.

 

-“Respuestas” –Mulder vaciló-. “Ese hombre fue, por lo que pude averiguar de las cartas, el mejor amigo de mi padre. Los pocos ‘amigos’ que tuvo mi padre eran os que formaban parte del Sindicato. Todo lleva a pensar que Reynolds también formó parte de él, y que es de él de quien está huyendo. Tal vez por ver algo que no pudo asimilar. La cuestión es que se marchó poco después de lo de mi hermana. A lo mejor tenga algo que ver, quizás me pueda ayudar”.

 

-“Sólo conseguirás hacerte daño. Si te pones en contacto con él quizás pongas en peligro su vida. ¿Correrías ese riesgo?”

 

-“Si. Sabes que me gustan los riesgos”

 

-“¿Eso es realmente lo que deseas?

 

-“Si. Quiero averiguar lo que hace el Sindicato. Pistas, pruebas, lo que sea.”

 

-“Entonces intentaré ayudarte en lo pueda.”

 

Mulder cogió la mano de Scully mirándola y la sostuvo entre las suyas. Emitió una sonrisa amarga.

 

-“Gracias” –se levantó y se dirigió hacia la puerta que separaba las habitaciones-. “Buenas noches, Scully”

 

-“Buenas noches, Mulder. Descansa”

 

Él asintió y cruzó la puerta que luego cerró tras de si.

Scully se puso el pijama corto y se tumbó de nuevo en la cama. El aire fresco de la noche penetraba por la ventana abierta. Eso ayudó a que la agente quedara dormida profundamente en pocos minutos. En el cuarto contiguo su compañero siguió el mismo camino.

 

 

 

LABORATORIO QUÍMICO DE LÉRIDA

VIERNES 11 DE JULIO DEL 2000

9:45 h.

 

Scully se encontraba delante del bloque de hielo al que debería realizar la ‘autopsia’. Esa mañana temprano habían ido Andrea, Mulder  ella a visitar a los testigos que tenían en posesión al ‘aerolito’. Resultó que hacía dos días habían venido unos científicos pidiéndoles el hielo para examinarlo. Los vecinos quisieron quedar con un pedazo, y el resto se lo dieron a los científicos. Decidieron examinar el trozo que estaba en posesión del laboratorio químico.

Y ahora ahí estaban los tres, pendientes de que ella decidiera abrir a la ‘víctima’.

Scully cogió un piquete y un martillo y comenzó a golpear el hielo hasta partirlo y dejar al descubierto nada más que hielo. ¿Esperaban encontrar algo más?

 

-“Mulder, ¿realmente pensaron que encontraríamos algo anormal en esto?

 

Su compañero se encongjó de hombros.

 

-“No sé, Scully. Supongo que tomaron precauciones. Todo se puede esperar de algo que procede del espacio exterior.”

 

-“¿Esperaban ver un embrión de algún hombrecillo gris? Ellos mismos se podían haber encargado de esto. No sé porqué han pedido nuestra presencia.”

 

-“¿De verdad habéis visto hombrecillos verdes? Digo.. ¿grises? ¿extraterrestres?” -preguntó Andrea después de escuchar el comentario de Scully.

 

-“Yo sí, y ella también” .Scully giró los ojos y él sonrió-. “Aunque no lo admite. No cree demasiado en estas cosas, por decir nada.”

 

-“Vaya, que suerte. A mi me encantaría ver alguno” –dijo Andrea mientras salían del laboratorio.

 

 

 

 

Ya estaban de nuevo en coche. Mulder era esta vez el conductor teniendo de guía a la joven.

 

-“¿Os importa si pasamos un momento por casa de mi tío? Quisiera saludarle”.

 

-“Claro que podemos pasar. A nosotros también nos gustaría conocerlo, ¿verdad, Scully? –ésta asintió desde el asiento de copiloto.

CASA DE FRANCISCO ROVIRA

CALLE JACINT VERDAGUER, VECINDARIO Nº 3

LLÍVIA, LÉRIDA

12:45 h

 

La casa estaba situada al principio de un largo y tranquilo vecindario en un pueblo a diez kilómetros de Lérida, unos cinco minutos de camino. Ésta estaba rodeada por un frondoso jardín y en medio un caminito de piedra que conducía hasta la puerta de entrada a la vivienda.

Nada más aparcar el coche Andrea salió disparada a tocar el timbre. En pocos segundo la puerta se abrió dando paso a un hombre de entre 55 y 60 años, alto y con el cabello castaño claro cubierto ya por alguna que otra cana. Tío y sobrina se fundieron en un largo abrazo, parecían os personas muy unidas. De hecho lo eran; para Andrea, Francisco había sido como un padre cuando perdió al verdadero siendo ella pequeña.

 

-“<¡Cariño, mira quién ha venido a vernos!>” –gritó el hombre hacia el interior un vez se hubo desecho el abrazo. Al momento salió a su encuentro una mujer de su misma edad que se abrazó también a su sobrina.

 

Los agentes, ajenos a la escena, se acercaron por detrás de Andrea.

 

-“<Sólo he venido a saludaros>” –dijo Andrea al notar los pasos de los agentes detrás suyo.

 

-“<Vaya, llevas compañía.>” –dijo el hombre mirándolos.

 

-“<Si, son agentes del FBI. Están investigando el caso de los ‘aerolitos’. Querían conocerte>” –les hizo un gesto para que se acercaran-. “Mulder, Scully… mi tío”

 

Francisco observó al hombre que le había presentado s sobrina. ¿Agentes de FBI en España?

 

-“¿Mulder? –preguntó algo confuso- ¿ Fox Mulder?

 

-“El mismo” –dijo el agente confundido.

 

-“¿Eres Fox Mulder? ¿El hijo de William Mulder?

 

-“Si, ¿me conoce?

 

-“Dios mío. Nunca creí volver a verte, ni si te reconocería. Has crecido mucho, Fox”.

 

Mulder estaba todavía más confundido. No había pensado en el hecho de que lo conocería, ni siquiera recordaba haberlo visto en persona.

 

-“Perdone, ¿cómo es que me conoce? No recuerdo haberlo visto nunca”

 

-“Por favor, pasad dentro. Podremos charlar más tranquilamente. Aquí fuera hace mucho calor” –se apartó de la puerta para dejar paso-. “Agente Scully, perdone que no la haya saludado. Es un placer” –dijo dándole la mano.

-“No..no importa” –contestó una Scully algo aturdida. Andrea la seguía en su estado de shock-. “Encantada de conocerlo también”.

 

 

Al poco rato estaban todos sentados en el sofá del salón de la casa con un refresco entre las manos.

 

-“Verá, señor Rovira” –empezó a relatar Mulder-. “Descubrí unas cartas que recibió mi padre y cuyo remitente se había trasladado a este país, en esta zona. Quería aprovechar que veníamos a investigar un caso por aquí e intentar ponerme en contacto con usted. Y se dio la casualidad que hablando con Andrea, que ha sido asignada como nuestra guía, llegamos a descubrir que usted coincidía con la situación que vivió el remitente de las cartas y que llevaba el mismo nombre: John Reynolds.”

 

-“Efectivamente yo soy esa persona, llámame Fran, Fox.”

 

-“No esperaba que me reconociera” –excusando su desesperación ante este hombre.

 

-“Lo comprendo. Te conozco prácticamente desde que naciste, Fox. De verdad que me alegra volver a verte.”

 

-“No recuerdo haberlo visto por casa”

 

-“Pues de hecho Marcia, mi primera esposa, y yo veníamos muchas veces  cenar a tu casa. Tu tenías 13 años cuando yo me marché. Mantuve contacto con tu padre hasta que él me dejó de escribir y yo hice lo mismo” –hizo una pausa-. “Por cierto, ¿cómo está Bill?”

 

-“Murió hace seis años”

 

-“Vaya, no lo sabía. Lo siento, Fox”

 

-“No importa, ya está superado”

 

-“¿Y Teena?”

 

Scully que hasta ahora había estado escuchando comprendió que su compañero quería estar  solas con Fran. Mulder le lanzó una mirada y ella comprendió.

 

-“Andrea, ¿vienes con tu tía a tomar un poco el aire?” –preguntó la agente.

 

Ella entendió enseguida. Se levantó y acto seguido lo hizo Marta, la tía. Salieron al patio. Scully lanzó una mirada hacia Mulder y éste se lo agradeció con un gesto de asentimiento con la cabeza. Cuando estaban fuera él contestó:

 

-“Murió hace poco más de mes y medio”

 

-“Vaya, Fox. De veras que lo siento.”

 

Mulder negó con la cabeza. Y luego soltó:

-“Mi padre... murió asesinado”

 

-“¿Han atrapado quien lo hizo? –dijo él visiblemente preocupado.

 

-“Creo que usted sabe quien fue el responsable. Así como quien presionó a mi madre hasta el punto de que se suicidara.”

 

Fran entendió que Mulder ya sabía toda la historia y que ya se había topado con problemas. Ambos sabían que se refería al Sindicato.

 

-“Tu padre quiso protegerte de ellos”

 

Mulder soltó una medio sonrisa. <Protegerme. Seguro que lo hizo..>

 

-“Usted también formó parte, ¿verdad? Y al igual que mi padre quiso desentenderse demasiado tarde. Usted logró huir, pero a él lo mataron.”

 

-“Me temo que fue así. No quería seguir ahí después de lo que vi.”

 

-“¿Qué vio? ¿Las pruebas que le hicieron a Samantha?”

 

Fran parecía dolido con el comentario del hijo del que fue su mejor amigo.

 

-“Ella no fue la única persona ni lo único que vi”

 

-“Lo sé” –Mulder pensó en Cassandra Spender y las revelaciones que les dio. Ella también formó parte de las pruebas-. “Samantha está muerta”

 

-“Eso no es posible, Fox. Nos prometieron que nadie moriría”.

 

-“Vi su fantasma. La agente Scully y yo estábamos en un caso de niños desaparecidos… en fin, es una larga historia. Pero, no me lo acabé de creer. En ese momento quise creer. Quiero creer que está muerta y está en paz. Me sentí aliviado de saber que estaba en un lugar seguro, que ya no sufriría. Pero ya no sé que creer.”

 

-“Fox, sé que estás en los expedientes x. Lo único que puedo decirte es que a veces la realidad es una cosa y al poco tiempo es al revés. Nada es lo que parece.”

 

-“Gracias” –dijo levantándose- “Espero verle de nuevo antes de volver a Estados Unidos.

 

-“Claro, Fox. Aquí siempre serás bienvenido en esta casa.”

 

 

Los dos hombres salieron al jardín al encuentro de las mujeres.

 

-“¿Por qué no os quedáis a comer?” –preguntó Marta.

 

-“Gracias por la invitación, señora Rovira. Pero no nos es posible.” –desistió Mulder caballerosamente.

 

-“Bueno, entonces en otra ocasión.”

 

-“Andrea” –el agente se giró hacia ella- “Quédate si quieres. Luego te venimos a buscar”

 

-“¿Estáis seguros? ¿Os apañaréis sin mi?” –ellos asintieron- “Bueno, entonces vale,pero no me vengáis a buscar. Ya me llevará mi tío.”

 

Los agentes se despidieron y les aseguraron volver a verse pronto.

 

 

 

Un hombre joven estaba en su coche, aparcado más arriba en el mismo vecindario. Observando todos los movimientos de los agentes. Marcó un número de móvil.

 

-“Diga” –contestó una voy al otro lado del auricular.

 

-“Soy Alex Krycek”

 

-“¿Tienes noticias?” –preguntó la voz del Fumador.

 

-“Claro. Todo va perfectamente según el plan. El hielo fue recogido y reemplazado como pedisteis. Parece que nuestros amigos han quedado algo decepcionados con el resultado y han desistido un poco.”

 

-“Bien.”

 

-“Ahora mismo salen de hacer una visita al que parece ser un familiar de la compañera que va con ellos. Alguien llamado Francisco Rovira, por si quieren chafardear.”

 

-“Claro, Alex. Nos mantendremos en contacto. ¿Tuvo buen viaje?”

 

-“Si, gracias” –contestó y colgó.

 

 

 

HOSTAL LA MONTAÑA DE ORO

HABITACIÓN DE MULDER

1:50 h

 

Scully llamó a la puerta de Mulder y, como no obtuvo respuesta, decidió pasar. Lo encontró tirado en su cama con la cara roja y algo mojada. <Está sudando> pensó. Luego se dio cuenta de que había estado llorando.

 

-“Mulder…” –se sentó a su lado- “¿Qué ocurre?”

 

Mulder terminó de limpiarse las lágrimas. No quería que Scully lo viera así pero era inevitable. Algún día tenía que desahogarse.

 

-“Nada. Quizás lo necesitaba” –paró un segundo y luego continuó- “John Reynolds es la persona de la que te hablé. Formó parte del Sindicato y ahora escapa de él por el mismo motivo que mi padre, con la única diferencia de que a él aún no lo han encontrado y a mi padre sí.” –volvió a pararse- “Gracias por hacer salir a Andrea y a Marta”.

 

-“Comprendí que eso era algo que os pertenecía a Fran y a ti.”

 

-“Dijo que no era posible que Sam estuviera muerta.”

 

-“Mulder... Será mejor que no pienses en eso ahora.”

 

-“Scully, ¿crees que después de lo que me ha dicho voy a continuar como si no supiera nada?” –se sentó en la cama.

 

-“Tu hermana no está aquí, Mulder. Considérala muerta, desaparecida, lo que quieras. Pero no la busques más. ¿Crees que si está viva ellos te permitirían encontrarla? Harán como hasta ahora. Si debes encontrarla la encontrarás”.

 

Mulder soltó un respingo y volvieron a surgir lágrimas de sus ojos. Scully lo abrazó con fuerza. Puso su cabeza en su hombro y le permitió llorar.

 

-“Llora, Mulder. Llora cuanto quieras. Luego te sentirás mejor” –dijo sin dejarlo de abrazar.

 

 

                                                CONTINUARÁ

 

 

¿Os ha gustado? Aún está por llegar lo más interesante. Pero si queréis que continúe me lo tenéis que decir. Si llegas hasta aquí.. gracias por leer