Una imagen vale más que mil palabras…
2ª parte
Disclaimer: Ninguno de los personajes que aparecen aquí me pertenece ni pretendo hacer dinero con ellos. Sólo divertirme.
Spoilers: Toda las temporadas, pero principalmente la séptima.
Nota del autor: Esta segunda parte está centrada en la relación entre Mulder y Scully. Dejemos al asesino solo durante un rato. Veamos que pueden hacer los dos agentes de Atlanta para que Mulder y Scully se animen a dar un paso más allá.
Al final está el poema del cual hablan Mulder y Scully en la primera parte. Olvidé agregarlo en el primer envío. Mis disculpas
Feedback: ¡Gracias por escribirme! No dejen de enviarme sus opiniones. Me sirvieron mucho. merodriguezARROBAinfovia.com.ar
Tema: Supongo que es shipper y algo cómico.
Tipo: MRS, H, Apto para todo público.
Scully se acomodó furiosa en el asiento del acompañante del auto que Mulder había alquilado en el aeropuerto esa mañana (¿realmente había sido esa mañana que Mulder le había regalado esas placas tan maravillosas y habían tenido ese eléctrico momento tan maravilloso interrumpido por el nada maravillosos teléfono?) y sin decir una palabra se abrochó el cinturón de seguridad. Y sin que ninguno de los dos dijera nada Mulder arrancó dispuesto a seguir el auto de Eduard Pariss hasta su casa.
Scully iba sentada rumiando su enojo al comprobar el papelón que acababa de hacer cuando dejó caer su portafolio adentro un momento antes. Realmente esto estaba pasando de claro a oscuro. El muy infeliz no sólo le larga una bomba a las manos sino que se va muy campante, como si él nada tuviera que ver con su reacción (que había sido absolutamente lógica y natural) ante semejante declaración.
El muy bastardo, canalla, egocéntrico, paranoico, retardado emocional,... ¿acaso creía que porque era endemoniadamente sexy y ella tenía sueños recurrentes en los que había perfeccionado una increíble gama de posibles formas de quitarle esa camiseta gris podía largarle esas indirectas y dejarla sola después? ¿Acaso pensaba que ella le aguantaría ese tipo de actitudes por mucho tiempo? Ya era hora de decirle algunas cosas a este tipo. Sí, decididamente era hora de ponerle los puntos a algunas íes. Decidida a decirle unas cuantas verdades se giró para enfrentarse al deleznable sujeto, origen de toda esta disquisición interna, y empleando su mejor tono académico se dispuso a llevar a cabo su cometido.
- Mulder.
Aprovechando que se habían detenido en un semáforo el aludido Mulder la miró directo a los ojos. Sabía que estaba enojada con él por haberla descolocado con su comentario, así es que utilizó su mejor expresión de niño inocente. Nunca le había fallado antes y esperaba que no le fallara ahora. Y por supuesto tuvo razón. Scully no podía pensar racionalmente en un reto cuando él la miraba así. Corrección, no podía pensar racionalmente y punto. ¡Diablos! Tendría que haberse quedado mirando al frente.
- ¿Qué?
¡Rayos! Ahora ya no podría decirle nada. Un simple y estúpido ¿qué? y todos sus planes se iban al cuerno. Definitivamente se haría un análisis hormonal en cuanto volvieran a Washington. Algo estaba definitivamente mal en ella porque sólo tenía que mirarla para que sus hormonas salieran disparadas en una loca carrera, afectando lugares de su anatomía que definitivamente no era oportuno que se vieran afectados.
Nerviosa por el caos en que estaba cayendo sólo atinó a mirar al frente. Muy bien, así las cosas estaban mejor, adelante con el plan. Abrió la boca dispuesta a decirle todo lo que tenía pensado y se escuchó a sí misma diciendo la siguiente frase:
- Está en verde.
¡¿¿Está en verde??! ¿Esa era la feroz retahíla de insultos que tenía en la punta de la lengua? ¡Oh, qué diablos! Ella sabía hacía mucho tiempo que estaba total, absoluta y completamente loca por ese tipo. Quizá ya era hora de reconocer que también estaba loca a causa de ese tipo.
- ¿Te parece que ella me permitiría hacerle algunos tests sicológicos, Scully?
Suspirando, Scully se dio cuenta que acababa de abortar su plan sin siquiera comenzar. Valiente estratega estaba resultando ser. Se obligó a concentrarse en lo que Mulder le acaba de preguntar.
- ¿Acaso crees que está loca o algo así? A mí me parece que esa mujer de loca no tiene nada. ¿Para qué le quieres hacer un test sicológico?
- ¿Bromeas? Estudiábamos a Dina De la Plazza en el último año de la escuela de Sicología como un ejemplo perfecto de desarrollo de las inteligencias – ante el esperado levantamiento de ceja derecha de Scully, Mulder procedió a explicarse mientras se esforzaba por no perder de vista el auto de Eduard Pariss en el tráfico – Un estudio afirma que la inteligencia del ser humano se divide en siete categorías, las cuales no son necesariamente excluyentes la una de las otras pero es extremadamente extraño que todas se desarrollen por igual. No es común que quien tiene desarrollada la inteligencia lógico-matemática en grado sumo también tenga desarrollada en igual medida la inteligencia lingüística. Lo mismo ocurre con la que gobierna las capacidades físicas y las capacidades creativas a un nivel artístico.
Scully asintió en silencio.
- En otras palabras no sería sencillo hallar a alguien que fuera una combinación de Einstein, Shakespeare, Michael Jordan y Rembrandt con el nivel de excelencia de cada uno de ellos en su área intacto.
- Exacto. A lo largo de la historia del hombre el ejemplo más claro que podemos tomar de una persona con esas características es, indudablemente, Leonardo da Vinci, quien sin embargo no estamos seguros de que haya sido un gran deportista y por lo que sabemos sufría de lo mismo que la mayoría de los genios de la historia: fallaba en las relaciones interpersonales. Sin embargo, esta mujer no tiene ese último problema. No sólo ya tenía tres títulos universitarios a los 16 años sino que era una reconocida deportista en deportes de equipo como el basquet, el voleibol y el béisbol.
- Recuerdo que cuando estaba en la escuela de medicina una de las anécdotas más comentadas era referida a un examen que dio ante un profesor especialmente difícil. Estoy segura de que en realidad es una de esas leyendas típicas de las universidades pero todos la adaptaban a ella porque según la historia tenía 9 años cuando ocurrió.
Mulder la miró interesado.
- ¿Y qué decía esa anécdota?
- Algo sobre que el profesor le dijo que le haría una última pregunta y que si no le respondía correctamente la reprobaría y le preguntó cuántas páginas tenía el libro de Anatomía General Básica. Y ella contestó que eran exactamente diez menos que el de Derecho Romano. Entonces el profesor volvió a preguntar: Sí, pero ¿cuántas son?
- ¿Y entonces?
- Entonces ella respondió que lo lamentaba pero esa era la última pregunta.
Mulder comenzó a reír ante el desenlace. Podía imaginarse a una niña de nueve años protagonizando esa escena y el resultado era más que hilarante.
- Bueno, creo que con eso queda demostrado mi punto acerca de su inteligencia. Si la historia es cierta, eso fue brillante.
Scully sonrió recordando que la primera vez que escuchó esa historia también le había parecido una salida fantástica a una situación difícil. Había reconocido a la mítica estudiante de la escuela de medicina en cuanto dijo su nombre. Todo estudiante de medicina de los últimos 20 años siempre oía hablar al menos una vez durante su paso por la escuela de medicina acerca de la pequeña niña genio que se graduó con 10 años.
- ¿Y el test que le quieres hacer es para probar qué?
- Nada. Sólo es curiosidad de psicólogo.
- Ah.
Scully se relajó en su asiento. Sólo se trataba de curiosidad profesional. Podía manejar eso. No tenía problemas con las curiosidades profesionales de Mulder cuando estaba dirigidas al cerebro. Una vez más agradeció que la médico fuera ella. Dudaba mucho que pudiese haber lidiado con la curiosidad profesional de Mulder si él fuera doctor en medicina. Y menos al recordar el aspecto del objeto de estudio. Bueno, tal vez podría aprovechar la excusa y decirle a Mulder que quería satisfacer cierta curiosidad profesional referida a por qué le quedaban tan bien esas camisetas grises con pantalones negros.
Una vez más Mulder la sacó de sus divagues "profesionales".
- Parece que ya llegamos – ambos contemplaron una hermosa casa de dos pisos, no muy grande, con un gran jardín en el frente, cerca blanca y una entrada para autos en el costado que conducía hasta la parte de atrás en donde podía verse al final una cochera con un aro de basquet colgado sobre la puerta - ¡Vaya! ¿Esta casa no te recuerda algo, Laura?
- Sí. Que la próxima vez no tengo que olvidar elegir yo los nombres.
Media hora después Mulder terminó de acomodar sus cosas en el cuarto que le habían asignado, el cual tenía a todas luces el aspecto de pertenecer a un adolescente. Según le explicó Eduard, esa había sido la casa de sus padres y ese su cuarto cuando era joven. Scully tenía un cuarto al final del pasillo del segundo piso, lugar en el que se había encerrado después de proclamar su intención de seguir el ejemplo de la dueña de casa y tomar un buen baño. Parecía que por una vez no habrían tentadoras puertas comunicando cuartos contiguos.
Mulder contempló la biblioteca atiborrada de libros que iban desde historias de piratas escritas por Salgary y tratados sobre el derecho penal. Las paredes estaban llenas de diplomas obtenidos en distintos cursos mezclados con fotos que contaban una vida llena de sonrisas, deportes y Dina De la Plazza. Sobre unas estanterías, resistiendo el polvo y el tiempo, los trofeos que daban testimonio del amor por el deporte del antiguo dueño del cuarto le dijeron que Eduard Pariss era tan digno de los tests sicológicos como su esposa. Al fin y al cabo, no era común encontrar a dos personas con coeficientes mentales tan elevados que no sólo eran socialmente aptas sino que además vivían juntas.
Saliendo del cuarto se dirigió a la cocina en donde Eduard terminaba de preparar la cena. La espaciosa habitación hizo que Mulder sintiera una punzada de nostalgia por algo que no tenía en su vida: la calidez de la cocina de un hogar. Nadie podía acusarlo de haberle dado a la de su apartamento ningún toque que pudiera ser calificado como cálido. Bueno, seamos sinceros, si ni siquiera tenía comida cómo esperar que tuviera cosas como esos pequeños frasquitos de cerámica para los condimentos o las tazas colgadas de un rústico perchero en miniatura. Con un suspiro se dio cuenta que cada vez más seguido se encontraba deseando tener ese tipo de cosas en su vida.
- ¿Puedo ayudarte?
Eduard se dio vuelta y sacudió enérgicamente la lechuga que estaba lavando.
- ¿Sabes cocinar?
- No.
- ¿Sabes cortar lechuga en tiras finitas para una ensalada?
- No.
- Bueno, considerando que según lo que se dice por ahí eres un tipo brillante de elevado coeficiente intelectual creo que serás capaz de aprender. A Idie le molesta mucho comer la ensalada con las hojas de lechuga enteras. Mira, colócalas todas sobre esa tabla de madera, una encima de la otra, y la cortas en cintas a los ancho de la hoja. Ponla luego en ese bol que está ahí.
Mulder tomó todos los utensilios y se dio a la tarea de preparar la primer ensalada de su vida mientras rogaba que Scully no decidiera aparecer justo en ese momento o tendría con qué extorsionarlo por el resto de sus vidas.
- ¿Por qué la llamas Idie?
Eduard bajó el fuego a la salsa que estaba cocinando y abriendo la heladera sacó dos cervezas, le tendió una a Mulder y se apoyó en la encimera.
- La verdad es que no lo sé.
Mulder lo miró un tanto sorprendido.
- ¿No lo sabes?
- Bueno, tengo la versión de mis padres de por qué lo hago pero no recuerdo por qué decidí rebautizarla. Verás, mis padres y los de Dina eran muy amigos y el día que ella nació mi padre me llevó con él a conocerla. Dicen que estaba en la cuna, muy molesta, y que yo me trepé desde la falda de mi padre (que estaba sentado en la cama junto a la cuna), me acosté a su lado y ella dejó de llorar. Creo que ella y yo decidimos ser amigos en ese momento porque según la crónica familiar nos hicimos inseparables. Crecimos casa de por medio en este barrio y no hay recuerdo en mi vida que no comparta con ella. Y aún en mis recuerdos más lejanos nunca le dije Dina sino Idie y ella siempre me ha llamado Teddy. Si alguna vez la escuchas llamarme Eduard, sigue mi ejemplo y corre. No es saludable para nadie estar cerca cuando utiliza ese nombre. La última vez que lo hizo fue cuando quise escaparme de casa a los 5 años y ella se empeñó en acompañarme porque decía que un niño solo no sabe cuidarse.
- ¿Qué edad tenía?
- Tres años y medio. Pero ya era increíblemente tozuda así es que terminó buscando una mochila en donde puso unas manzanas, un par de postres envasados y unas galletas y salió muy decidida a cuidar de mí en mi huida.
- ¿Y qué pasó?
- Bueno, no me atreví a cruzar la calle por miedo a que le pasara algo, así es después de dar la vuelta a la manzana cuatro veces terminamos sentados toda la tarde en el cordón de la vereda y volvimos a casa para cenar.
El ruido del agua hirviendo a borbotones se mezcló con las carcajadas de los dos hombres y mientras Eduard ponía la pasta en la olla, Mulder terminó con su tarea y se sentó en la mesa que ya estaba puesta.
- ¿Y al fin terminó convirtiéndose en tu esposa?
Eduard terminó de revolver y se sentó enfrente de Mulder.
- Ella es mucho más que mi esposa. Es mi mejor amiga.
Mulder lo miró un momento mientras pensaba en lo que acababa de decirle. Sí, él entendía perfectamente el concepto subyacente en esa afirmación, pero le intrigaba qué era lo que lo había llevado a arriesgar la amistad que evidentemente tenían.
- ¿No te dio miedo? Es decir, ustedes eran amigos y corrieron el riesgo de perder todo al casarse.
Eduard lo miró y supo lo que Mulder quería saber. Entendía el miedo, la negación, los celos insufribles cuando aparecía algún posible candidato a novio, las comparaciones sistemáticas con cualquier mujer que conociera para que al final ninguna diera la talla porque ninguna era ella. Sí, él sabía lo que Mulder sentía y sabía que lo mejor que podía decir era absolutamente nada. O al menos en forma directa. Sólo cuando dejaron de decirle que se decidiera de una vez a casarse con Dina dejó de negarse el permiso a pedirle que fuera su esposa.
- Creo que nunca fui consciente del miedo. La negación cuando de amores y amistad se trata puede ser muy poderosa. Tanto que ni siquiera me daba cuenta que mi desagrado ante cualquier individuo que aparecía no era preocupación porque la lastimaran sino simples y llanos celos, y entonces me enzarzaba en grandes peleas porque yo los recordaba bajos, pelados, chuecos, libidinosos, de dientes torcidos y aliento a rayos. – Mulder se rió con ganas al escucha tan familiar descripción de una situación que conocía bien - Pero un día desperté y me di cuenta de que era un cobarde dispuesto a dar mi vida por ella pero incapaz de vivirla a su lado. Eso definitivamente requería de mucho más valor, trabajo y sacrificio. Y eso era definitivamente lo que quería hacer. Así es que fui hasta su casa, golpee a su puerta y cuando la abrió le pregunté sin rodeos si quería casarse conmigo.
Mulder imaginó la escena y sonrió divertido.
- ¿Y qué dijo?
- Bueno, al principio creyó que venía de una juerga por la hora. Eran las 6 de la mañana. Así es que se rió divertida y me dijo que pasara a tomar un café bien fuerte. Entonces se dio cuenta que yo tenía puesta la ropa que acostumbro usar para dormir y ahí fue cuando la sonrisa divertida desapareció. Así es que pasé, me serví el café y me llevó un par de horas convencerla de que no había nada mejor para nosotros que el matrimonio.
- No quiso aceptar, ¿eh?
- Ni hablar. Tuve que sacar a relucir toda mi oratoria y lógica para demostrarle que lo mío no era un lapsus ni el efecto retardado de una borrachera mayúscula.
Se levantó y fue colar los fideos. Mulder tomó su botella y la vació de un trago. Se sentía completamente identificado con la situación.
- Puedo imaginarlo, no te preocupes. Las mujeres siempre quieren una declaración de amor, pero si no la haces con música de fondo, velas y flores piensan que estás loco, drogado o borracho.
Eduard se rió mientras volcaba la salsa sobre las pastas y colocaba la fuente en el horno para evitar que se enfriara. Mulder lo miró en silencio un momento tratando de adivinar qué era lo que Dina de la Plazza pudo pensar era una excusa razonable para rechazar la oferta de casamiento de un tipo que sabía cocinar. Él no contaba con esa ventaja. Lo único que sabía hacer bien era pedir comida china.
- ¿Cómo lo lograste? ¿Qué le dijiste que la convenció?
Eduard volvió a sentarse.
- Bueno, fui sincero. Tu sabes, le dije todo eso que nosotros los hombres evitamos decir pero que son verdad. Como que era lo primero que venía mi mente cuando despertaba y que cuando iba a dormir aún quería oír su voz a pesar de haber estado con ella hasta unas horas antes.
- Y entonces la llamabas en la mitad de la noche sólo para escucharla y poder dormir.
- Exacto.
- Y que no hay nada comparable a poder oler su perfume en tu ropa después de haber pasado todo el día con ella.
- Tú lo has dicho.
- Y que no hay nada como la forma en que discrepa contigo.
- Lo ves. Tu sabes exactamente lo que dije. Créeme, cuando de mujeres racionales y lógicas se trata no hay como los argumentos razonables y lógicos para convencerlas de que uno es la persona indicada para ellas.
Mulder miró a Eduard mientras este se respaldaba y de pronto se percató que acababa de exponer las razones por las cuales él iba a trabajar cada día, lo que hacía que la vida aún tuviera sentido para él. Realmente, ese tipo era un genio. Había logrado que dijera en voz alta cosas que muchas veces no se atrevía ni a pensar por miedo a que se volvieran más reales de lo que ya eran. Y ahí estaba, declamando como si fuera un experto en temas de corazón y apenas llegaba a novato. Una sonrisa de complicidad se cruzó en los rostros de ambos hombres.
- ¿Y crees que esa táctica funcione con todas las mujeres racionales y lógicas?
Las voces de Scully y Dina se oyeron en la escalera y ambos dirigieron su mirada hacia la puerta.
- Sólo si es la mujer lógica y racional indicada.
Para el final de la cena tanto Mulder como Scully se alegraron de haber aceptado la hospitalidad de los Pariss. Había sido muy agradable haber podido disfrutar por un rato de buena comida y una charla divertida, plagada de relatos de aventuras infantiles de Dina y Eduard y descripciones de los casos más estrafalarios de Mulder y Scully, siendo indiscutible ganador de la noche el relato acerca de la caza de vampiros que hicieron en aquel pueblo dejado de la mano de Dios. Particularmente porque Mulder y Scully aún no se ponían de acuerdo acerca de lo torcido de la dentadura del sheriff chupa sangre, haciendo que Eduard casi se atragantara con la risa.
Una vez que terminaron de comer, mientras Dina y Scully terminaban de levantar los platos (Los hombres decidieron que les correspondía debido a que ellos habían hecho la cena. Ambos sabían que cortar lechuga para una ensalada no constituía ninguna hazaña culinaria pero se abstuvieron de comentarlo), Mulder pensó que sería buena idea hablar acerca de Casanova con Dina. Si ella era la causa de obsesión de ese tipo entonces probablemente en ella estaba la clave para atraparlo.
- Dina, ¿te molestaría si te hago algunas preguntas referidas al caso?
Dina le sonrió con menos brillo que durante la cena.
- ¿Te molestaría si te las contesto en la sala durante el tiempo de helado?
Mulder no tenía idea de a qué tiempo se refería.
- ¿Tiempo de helado?
Scully se rió al ver el desconcierto de su compañero.
- El tiempo de helado es un acto de suprema autocompasión femenina que sobreviene cuando surge algún problema amoroso o después de cualquier otra situación que genere el mismo grado de miseria en nuestro ánimo.
Eduard se sentó en uno de los dos sofás lleno de mullidos almohadones que había en la sala.
- Entonces proceden a atiborrarse de helado sin hacer caso de su conciencia porque están tan mal de ánimo que piensan que pueden permitirse comer lo que sea pues están justificadas.
Dina apareció en la sala con dos tarros de helado y cuatro cucharas medianas. Le entregó un tarro a Mulder, una cuchara a cada uno y se sentó junto a su esposo.
- Puedes considerar tiempo de helado a la noche después de haber encontrado dos mujeres asesinadas por un maldito que está obsesionado contigo y luego de haber estado tratando de encontrar en tu mente retazos perdidos de tu memoria para poder atrapar al mencionado maldito. – al ver que Mulder se quedaba de pie con el pote de helado en la mano se rió – La regla número uno del tiempo de helado es comer directamente del tarro sin servir pequeñas porciones en pequeñas compoteras. Así es que siéntate junto a Scully y comparte ese helado con ella. No tengo más tarros.
Mulder miró a Scully sentada en uno de los sofás con su cuchara en la mano esperando a que él se sentara y de repente este nuevo concepto del tiempo le pareció fantástica. Así es que se sentó a su lado bastante entusiasmado. Ese caso estaba resultando muy instructivo con respecto a la lógica femenina.
- Bien Scully, como es de chocolate haré un trato contigo. No te comas más del sesenta por ciento del pote y ordenaré mi escritorio cuando lleguemos.
Scully sonrió divertida mientras hundía entusiasmada la cuchara en la cremosa preparación.
-¿Si te dejo el cincuenta por ciento ordenarás toda la oficina?
Mulder engullo una buena cucharada antes de decirle con su mejor sonrisa.
- En tu sueños Scully.
Scully se rió y volvió a meter su cuchara en el tarro mientras Dina y Eduard los miraban en silencio. Ellos no tenían que hablar para decirse lo que estaban pensando y ambos estaban pensando que las probabilidades de que esos dos mantuvieran su platónica relación (ambos creían que su relación estaba aún dentro de los límites de lo platónico) durante mucho tiempo más eran mínimas.
Durante un momento nadie habló. Parecía que la actividad de engullir helado a mansalva era demasiado compleja como para poder hablar en el ínterin. Y la visión de un Mulder con un pequeño bigote de chocolate sobre el labio superior hizo que Scully le perdonara el papelón de unas horas antes, el desorden de la oficina, que no le hubiera hablado durante el fin de semana, en fin, todo lo que pudiera haber hecho durante los últimos dos meses más o menos.
Mulder, sin embargo, estaba anotando esta actividad a la cabeza de la lista de posibles actividades a realizar en futuras veladas con Scully. Siempre había pensado que el comer un helado con cucurucho era algo tremendamente sexy en una mujer pero comerlo a cucharadas del mismo recipiente... ¡diablos! eso sí que era excitante. Sin embargo, con un supremo esfuerzo dejó de mirar los movimientos de la cuchara de Scully para volver su atención al caso.
- ¿Qué puedes decirnos de Casanova que no esté en el informe?
Dina tragó otra porción antes de responder.
- Es un hombre de cultura elevada. Tanto su lenguaje como el ingenio que demuestra en la manera de dejar mensajes me parece que no son propias de un simple tendero que se aficionó a leer libros de texto académico.
- ¿Qué fue lo que pasó cuando te tuvo secuestrada? Tengo entendido que tardaron dos días en encontrarte.
- Nada. Me tuvo atada y roció mis ojos con aerosol de pimienta así es que los dos días que estuve prisionera no pude verlo. Sólo podía oír su voz y sus divagues acerca de los grandes planes que tenía para nosotros y lo feliz que sería una vez que nos dejaran tranquilos. – subió las piernas al sillón y se arrebujó contra Eduard que no decía nada – El lugar a donde me llevó era un viejo taller de ebanista abandonado, lleno de herramientas y aparatos herrumbrados, pero me dio de comer comida de alta cocina y me aseguró que el vino era de una cosecha selecta. No soy una experta en vino pero me inclino a pensar que no mintió, así es que creo que tienes razón en eso de que probablemente pertenece a una familia adinerada u obtuvo suficiente dinero como para poder hacer lo que hace sin tener que cumplir con un horario de trabajo. Su intensa actividad de estos últimos meses no habría podido llevarla a cabo si trabajara de 9 a 5.
Scully raspó el fondo del tarro y lo dejó junto con las cucharas sobre la mesa de café que había entre ambos sillones.
- ¿Y cuáles son sus planes?
- Bueno, dice que quiere que vivamos en la casa de sus antepasados. Piensa que seré una gran anfitriona en las fiestas que quiere dar para anunciar nuestro matrimonio o algo así. También habló de viajar a descubrir el origen de la cultura y el saber y dijo que dado que soy una persona que entra en la categoría de superdotada entonces no podría hallar a nadie mejor que yo para que disfrutara con él la aventura de conocer. – se estiró para dejar su tarro junto al de Scully – Habló mucho acerca de lo incomprendidos que son los genios y que era un alivio poder hablar de eso conmigo, ya que yo debía entender por lo que él pasó a lo largo de su vida pero no mencionó ningún detalle como escuela, compañeros, maestros, nada que nos diera una pista de adónde creció o dónde fue a la escuela.
Eduard se levantó y llevó los tarros vacíos y las cucharas a la cocina. Mulder pensó que debía ser muy duro para él el saber que la mujer que amaba estaba en constante peligro. Intentó imaginarse vivir como lo hacían ellos, mirando sobre su hombro a cada paso, con agentes federales apostados frente a la casa noche y día y ni hablar del circuito de vigilancia que colgaba de las esquinas de cada habitación de la planta baja. Esa agradable casa era en realidad una fortaleza custodiada por ojos de extraños las veinticuatro horas del día. ¡Y él pensó que tenía hábitos que fomentaba la paranoia!
- ¿Por qué creen que aumentó la cantidad de crímenes de estos últimos seis meses? ¿Hubo algún cambio en sus vidas que significara algo importante?
Eduard volvió a su lugar junto a su esposa y contempló el anillo en la mano izquierda. Su voz sonó entre desafiante y apocada al contestar.
- Hicimos público nuestro matrimonio.
Scully levantó sus cejas al percatarse del anillo que Eduard estaba mirando.
- ¡Rayos! ¡Cómo no nos dimos cuenta antes!
Mulder la miró intrigado.
- No nos dimos cuenta de qué.
Scully se levantó y fue a buscar a su habitación el folder con los expedientes forenses de todas las víctimas de los últimos meses y comenzó a poner las fotos en la mesa de café.
- Cuando entramos a las casas esta tarde me llamó la atención el que tuviesen las manos colgadas sobre su cabeza de ganchos puestos con demasiada simetría como para que estuviesen allí de antemano y la autopsia reveló que probablemente estuvieron colgadas mucho tiempo hasta que las sentaron en los sillones. Él quería que prestáramos atención a las manos, o mejor dicho a lo que había puesto en las manos.
Mulder y los Pariss contemplaron las fotos de las escenas de los crímenes.
- Todas las mujeres que ha matado en estos últimos meses llevan un anillo en su mano izquierda – Dina tomó una foto ampliada de la mano izquierda de la última víctima de Casanova - ¡Cielos!
Dina y Eduard se miraron y salieron corriendo hacia el piso superior seguidos por Mulder y Scully. Al llegar al piso superior entraron en su habitación y cada uno de ellos abrió un baúl que tenía el nombre del otro tallado en la tapa y miraron el contenido sin tocar nada.
- ¿Qué es? – Scully podía ver que ambos baúles estaban llenos de cartas, papeles y fotos.
Eduard siguió mirando con detalle la cerradura de su baúl mientras decía:
- El anillo que vimos en la foto es igual a uno que le regalé a Idie cuando cumplió catorce años porque mi padre iba a ser trasladado a otra ciudad. Es un símbolo de amistad y compromiso mucho más importante para nosotros que el que le regalé para nuestra boda.
Mulder comprendió.
- Y aunque tú no llevas ese anillo en tu mano izquierda sino en la derecha él supo su significado e hizo una copia para sus víctimas.
Dina asintió.
- La única manera de que lo supiera es si leyó nuestras cartas y para eso tuvo que haber abierto alguno de estos dos baúles, lo que quiere decir que entró en mi casa, en mí cuarto y husmeó en lo más sagrado que tengo.
La ira, la frustración y la impotencia teñían su voz mientras el golpe seco que hizo la tapa de baúl cuando la cerró delataba su furia. Evidentemente la situación ya la estaba desbordando. Sentada en el suelo del cuarto mirando el baúl sin verlo, las lágrimas cayeron por su bello rostro, húmedo testimonio de sus nervios destrozados y del miedo que comenzaba a roerle las entrañas.
Eduard se sentó junto a ella y rodeando su espalda con su brazo le habló con una calma que desmentía el brillo de sus ojos.
- Averiguaremos si los abrió y si es así entonces averiguaremos cuándo lo hizo. Cálmate Idie, lo atraparemos, ya lo verás. Nada malo va a pasarte, yo no lo permitiré.
Dina se levantó bruscamente e intentó calmarse.
- Lo siento. A veces esto es un poco más fuerte que yo. Les pido disculpas.
Scully notó el esfuerzo que esa mujer estaba haciendo para mantenerse entera y pensó que ya había sido suficiente por un día.
- No te preocupes. Creo que lo mejor es que todos vayamos a dormir. Como médico nos receto una buena noche de sueño.
- Scully tiene razón. Será mejor que descansemos. Buenas noches Eduard, Dina.
Eduard los miró agradecido y cerró suavemente el baúl que aún estaba abierto.
- Apoyo la moción. Mañana les contaremos a los otros lo que averiguamos. Buenas noches.
- Hasta mañana.
Mulder y Scully salieron del cuarto en silencio y en silencio se miraron en el pasillo. Mulder recordó que ella era una candidata perfecta para Casanova y el miedo volvió a él como en tantas ocasiones. Con suavidad colocó un mechón de pelo rebelde detrás de la pequeña oreja de Scully y sonriendo le acarició la mejilla con los nudillos.
- Si sufro de insomnio, ¿puedo golpear a tu puerta o prefieres que llame a tu celular?.
Scully evaluó la posibilidad de que él golpeara a su puerta a medianoche y la idea la estremeció.
- Después del día que hemos tenido si llegas a hacer cualquiera de las dos cosas te patearé el trasero.
Caminó hasta su cuarto y al cerrar la puerta lo vio allí, aún parado en donde lo dejó.
- Que descanses Mulder. Sueña con los angelitos.
El suave click de la puerta subrayó sus palabras. Mulder miró la madera detrás de la cual acababa de desaparecer el rostro de porcelana de Scully y suspiró.
- Entonces supongo que soñaré contigo.
Milagrosamente, media hora después estaba dormido.
A las cuatro de la mañana Scully maldecía una vez más su maldita costumbre de despertar a esas horas esperando que suene el teléfono. Obviamente, Mulder no iba a llamar. Es más, estaba segura de que su siniestro compañero dormía tranquilamente en su habitación mientras ella se preguntaba si sería cierta la bendita historia de la princesa y el guisante y alguien había puesto una de esas pequeñas esferas verdes bajo su colchón sólo para torturarla.
Después de diez minutos de dar vueltas en la cama y haber logrado que su cabeza quedara completamente tapada dejando sus pies al aire, decidió que era hora de practicar la terapia de té. Bajaría a la cocina, buscaría algún té (creía haber visto varias especies cuando acomodaba la cocina con Dina) y luego se forzaría a dormir.
Se puso su bata y sus zapatillas y sin hacer ruido bajó las escaleras tratando de no despertar a nadie. La luz encendida en una habitación contigua a la cocina le dijo que no era la única sonámbula de la casa y pensó que era Mulder tratando de pasar otra noche de insomnio. Pero no era Mulder quien estaba sentado frente a lo que parecía una mesa de trabajo manual sino la dueña de casa, vestida con una pijama y una bata tan grande que Scully no tuvo necesidad de pensar demasiado para decidir que era de Eduard. Parecía estar armando un rompecabezas o algo así.
- ¿No puedes dormir?
Dina se dio vuelta sobresaltada. Evidentemente no la había escuchado entrar en el cuarto.
- Parece que no soy la única. ¿Necesitas algo o sólo decidiste hacer un recorrido nocturno por mi cocina?
Scully advirtió la tensión detrás de la ironía.
- Pensé en asaltar tu colección de tés y tratar de seducir al sueño para que venga conmigo a la cama.
Dina sonrió ante la romántica explicación.
- Bueno, en la tesera que está sobre esa mesita hay té de manzana. Si quieres otro tipo de té busca en la alacena y ven a beberlo conmigo.
- El de manzana suena bien.
Scully buscó una taza y se sentó junto a Dina mientras esta seguía con su tarea.
- ¿Qué haces?
- Intento revestir esta mesa con pedazos de cerámica esmaltada. La idea es ponerla en el patio una vez que termine pero al paso que voy la madera se habrá vencido para cuando yo haya puesto el último recorte.
Scully contempló el gran pedazo de madera rectangular recubierto casi totalmente por pequeños pedazos de cerámica conformando un diseño caprichoso pero muy armónico.
- Se ve hermoso. ¿Hace cuánto que estás en esto?
- Ocho meses. – colocó una pieza más, tomó su taza y subió las piernas al cómodo sillón de mimbre en que estaba trabajando – Empecé cuando el insomnio se volvió algo demasiado habitual en mí. Así es que decidí que si no quedaba otra que pasar más de una noche en vela al menos podía hacer algo provechoso con mi tiempo. Además, mientras intento que las piezas encajen en el rompecabezas del diseño las piezas que conformar a los monstruos contra los que peleamos a diario parecen encontrar su lugar más fácilmente.
- Parece una buena terapia. Quizás yo también la pruebe un día de estos.
- ¿Sufres de insomnio?
Scully sonrió detrás del vapor de su taza.
- No. Pero Mulder sí.
- ¿Y entonces para poder pasar el rato te llama a media noche por teléfono?
Scully miró a la mujer que tenía enfrente con curiosidad. Si había arribado a esa conclusión por lo que ella había dicho debería tener cuidado con lo que dijera.
- Los beneficios de darle tu número telefónico a cualquiera.
Dina sonrió apenas.
- En cuanto se case se le pasará.
Scully nada dijo porque la idea de que Mulder no la llamara porque estaba durmiendo junto a una esposa que no fuera ella le parecía inconcebible. Y la idea de que no la llamara porque estaba durmiendo junto a ella le parecía imposible. Después de tantos años de llamadas telefónicas no lograba imaginarse un cambio de escenario que no incluyera camas separadas en cuartos separados con un teléfono de por medio. En más de una ocasión esto la hacía sentir que tenía una relación tipo hot line.
Ambas guardaron un agradable silencio mientras bebían su té. De repente Scully quiso saber más acerca de la relación de sus anfitriones. Al fin y al cabo parecía que tenía muchas similitudes con la de Mulder y ella. Quizás esa mujer de ojos brillantes tuviera las respuestas a todas sus preguntas, en particular a la que se refería a las reglas del buró respecto a las parejas de agentes involucradas sentimentalmente.
- Eduard dijo que Casanova debió haber empezado a matar a mansalva porque ustedes hicieron público su matrimonio. ¿Qué quiso decir con que lo hicieron público?
Dina evaluó durante un instante si debía contarle o no la verdad que sólo conocía Damon O’Brian, Eduard y ella y lo que vio la convenció de que Scully era alguien en quien podía confiar.
- Teddy y yo nos casamos hace ocho años en una cabaña refugio de los Alpes suizos – al ver la ceja levantada de Scully se sirvió un poco más de té y prosiguió – El padre de Teddy es ejecutivo en una multinacional y cuando Teddy tenía quince años fue trasladado a Francia por lo que los siguientes doce año no pudimos vernos. Los dos baúles que viste en nuestro cuarto tienen todas las cartas, mails y tarjetas que nos enviamos durante todos esos años. Creo que en cierta forma eso es lo que hizo nuestra relación tan especial, el que pudiéramos escribirnos semanalmente como si el otro fuera algo así como nuestro diario íntimo, pero con el agregado de una respuesta segura y una opinión sincera.
- ¿Quieres decir que no viste a Eduard durante doce años?
- No, pero tuve una visión de él que nadie más tuvo. Sabes, hay algo especial en la correspondencia, especialmente cuando es entre dos personas que no se verán el rostro. Es como si la vergüenza por lo que hiciste no existiera y pudieras contarle lo que sea. Eso fue lo que ocurrió con nosotros. No hay nada en mi vida que él no sepa y creo que sé todo lo que hay que saber de la suya en esos años, lo que me trajo aparejado el conocer su alma más que su apariencia. Él no tenía por qué mentirme ya que después no tendría que ver miradas de reproche ni gesto de juicio alguno. Así es que dos veces por semana nos sentábamos a escribir esa crónica de nuestros actos, sentimientos, deseos. En esos baúles hay un perfecto identikit de los dos y si alguien leyera esas cartas sería como si nos quitaran la careta en un baile de disfraces.
- Debe haber sido lindo poder contar todo lo que te ocurría sin temor.
- Créeme. No hay nada que yo valore más que lo que logramos a lo largo de esos doce años. Aprendí a amar a mi esposo a través de sus cartas, aún cuando no tenía idea de cómo se veía en persona. Claro que me había formado de una vaga idea ya que era adolescente cuando se fue pero puedes estar segura de que lo que había imaginado en nada se comparaba con la realidad. No es porque esté casada con él pero cuando lo vi después de todos esos años casi me caigo al suelo de la impresión. Si no me equivoco en ese momento entendí eso de que las rodillas se te vuelvan gelatina.
Scully recordó cuando entró por primera vez al despacho del sótano del FBI y pudo entender perfectamente lo que la otra mujer quería decir. Se acomodó mejor en el sillón para poder escuchar el resto de la historia que ya la había atrapado.
- ¿Y cómo fue que se encontraron de nuevo?
- Teddy me prometió que vendría para mi cumpleaños veinticinco sí o sí. Una semana antes estaba en Russia atendiendo unos problemas legales de un cliente suyo, pues en esa época ejercía como abogado, y yo estaba en Polonia en un curso de nuevas tecnologías para la cirugía láser. Supongo que existe algo llamado destino que hizo que ambos tomáramos el mismo tren rumbo a España en donde tomaríamos un avión hasta acá. Recuerdo que cuando entró en el vagón todas las mariposas del mundo quedaron atrapadas en mi estómago. Nunca en mi vida me había pasado algo así. Referencias posteriores afirman que a él le ocurrió lo mismo pero no estoy segura si se debieron a mí o a la Barbie de pechos de plástico que estaba sentada delante de mí.
Scully rió ante el comentario. Era evidente que creía en lo que su esposo le decía pero la imagen de una enorme muñeca sentada muy derecha en una butaca de tren con su sonrisa de dientes pintados le hizo mucha gracia.
- ¿Y qué pasó?
- El tren volcó. Yo perdí la conciencia y un sacerdote que había sentado junto a él le dijo que ahí cerca había un refugio y si él me cargaba me podían dejar ahí y volver por los demás. Teddy creyó que era una buena idea y lo siguió, pero el refugio estaba más lejos de lo que él pensó y el sacerdote no se dio cuenta de lo dañada que tenía su columna hasta que no llegó a él y dejó de moverse. Tú sabes que cuando uno está caliente las lesiones pueden pasar desapercibidas.
Scully asintió. Lo había visto muchas durante sus prácticas en el hospital. Muchos niños llegaban con fracturas que se hicieron en caídas ocurridas muchas horas antes de que comenzara a dolerles.
- ¿Y ya sabían quienes eran o aún no se habían reconocido?
- Supimos quienes éramos al día siguiente, cuando yo desperté y nos pusimos a hablar. Fue todo un shock saber que el tipo que tenía adelante cortándome el aliento era el mismo niño que durante las noches de tormento se recostaba a mi lado para que no tuviera pesadillas. Y ni hablar de él, que según parece esperaba encontrarse con una niña de un metro con dos trenzas. Los hombres pueden ser muy tontos a veces. Pero bueno, esa es otra discusión. La cosa es que el sacerdote tenía tan dañada la espalda que no podía caminar y una tormenta de nieve casi nos enterró en esa bendita cabaña que por suerte estaba bien aprovisionada, al menos para un par de semanas, por lo que decidimos quedarnos hasta que el tiempo mejorara. Entonces Teddy saldría a buscar el lugar del accidente en donde seguramente habría llegado la gente de rescate.
- No parecía muy probable que los buscaran ahí.
- No lo era. Pero pasó una semana y la tormenta no aminoró ni la salud del padre David mejoró. Supe que moriría al noveno día de llegar ahí. Tenía hemorragias internas que no podía curar sin una cirugía y lo único que podíamos hacer era rezar para que muriera lo más rápido posible ya que los dolores serían insoportables. Supongo que él también supo que moriría y nos rogó que le permitiéramos casarnos antes de que muriera para que pudiese irse en paz.
- Pero, ¿por qué?
- Bueno, según él la química entre nosotros era demasiado fuerte y aún cuando éramos seres conscientes y cerebrales estábamos ante una situación que podía tornarse extrema y las personas en casos extremos hacen cosas que no harían normalmente. No quería que en un acto de desesperación termináramos revolcándonos por los muebles de la cabaña ya que si moríamos no habría redención para nuestra alma. Y, como tú debes saber, la religión católica condena el sexo extramatrimonial, prematrimonial y aún en el matrimonio si no tiene fines de procreación, pero eso es discutible.
- ¿Cómo sabes que soy católica?
- Por tu cruz – una vez más Scully se asombró de la habilidad de esa mujer para sacar información de cualquier detalle – En fin, Teddy y yo somos católicos y después de dos días de peticiones constantes cedimos. Así, el padre David nos casó, nos aclaró que debíamos revalidar el matrimonio más tarde y a la mañana siguiente, murió. – una sombra de melancolía cruzó las facciones de Dina mientras parecía perderse en el recuerdo – Lo enterramos, volvimos al lugar del accidente y no le dijimos nada a nadie. Ni siquiera lo volvimos a hablar.
Scully estaba definitivamente atrapada por el relato.
- ¿Y tardaron ocho años en validarlo?
- Tardamos ocho años en aceptar que estábamos casados y que sin importar las excusas que pusiéramos nunca romperíamos ese matrimonio.
- Lo que nos lleva a qué fue lo que hizo que cambiaran de opinión.
- Bueno, como te dije antes, las tormentas nocturnas me provocan pesadillas y la única manera de poder dormir es que Teddy se recueste a mi lado. Supongo que en mi inconsciente siempre he sentido que estoy segura con él. De niño solía hacerlo sin que mis padres se enteraran, entrando a hurtadillas por la ventana y yéndose antes del amanecer. Después del accidente del tren se instaló en esta casa y una noche, hace seis años, durante una tormenta de verano estaba sentada en mi cama esperando que pasara cuando golpeó la ventana y me dijo que se quedaría conmigo hasta que la tormenta desapareciera. Desde ese momento siempre que había una tormenta entraba por la ventana y dormía a mi lado, aún cuando la mayoría de las veces yo no me enteraba hasta que al otro día veía las marcas de agua en el piso bajo la ventana. – una sonrisa brilló en el rostro dejando que Scully viera por un fugaz momento todo el amor y agradecimiento que su dueña sentía por el hombre que salía en medio de una noche de lluvia para que ella pudiera dormir – Hace un año hubo una tormenta que se desató bien entrada la noche, así es que no llegué a despertarme, pero a la mañana siguiente cuando abrí los ojos ahí estaba él, abrazándome dormido. En ese instante me di cuenta que ya estaba bien de esperar a que un trueno hiciera posible que él me abrazara mientras dormía.
- ¿Entonces le pediste que se casara contigo?
- No, no soy tan valiente. A decir verdad estaba aterrorizada ante la posibilidad de que él no compartiera lo que sentía. Sin embargo hace siete meses se presentó a las seis de la mañana en mi puerta y sin siquiera saludarme me pidió que me casara con él.
Vaya, parecía que el agente Pariss tenía el romanticismo de un mosquito. Si alguna vez Mulder se decidía a hacer semejante proposición esperaba que no pidiera consejo a Eduard Pariss. No quería imaginar lo que a esos dos podía ocurrírseles que sería una idea romántica.
- Supongo que dijiste que sí inmediatamente.
- ¡Bromeas! Dejé que se sentara y tratara de convencerme durante dos horas. Quería estar segura de que no estaba borracho o algo así. Pero no por nada era famoso en los juzgados por sus cierres en los juicios. Es muy bueno para convencerte y cuando uno quiere que la convenzan es mucho más fácil. Como sea, hablamos con Damon, le contamos la historia y no casamos.
- ¿Y qué paso con la regla del FBI acerca de las relaciones personales entre compañeros.?
Dina se encogió de hombros.
- Nos separaron y luego decidieron que éramos aún mejores juntos que separados por lo que nos permitieron trabajar juntos bajo constante evaluación. Hasta ahora no tuvimos problemas.
Una vez más el silencio llenó el cuarto. Sólo se oía el tic tac del reloj que pendía de la pared.
- Sabes Dana, aceptar que amaba a mi mejor amigo no fue lo difícil. Lo difícil fue darme cuenta que es imposible que no lo ame porque no existe más perfecta forma de amor que la verdadera amistad y nada puede salir mal si ya tienes eso.
- ¿Aún cuando un maldito te obligue a vivir en una casa que parece una fortaleza y haga que pases las noches armando un rompecabezas de mosaicos sobre esta mesa?
Dina se levantó y tomó la taza vacía.
- Hazme caso Dana, cuando el miedo es tan grande que se vuelve hielo en tu estómago y el sueño parece que se tomó el buque, no hay como acostarte junto al hombre que amas y dejar que te abrace. Entonces no hay psicópata alguno que pueda alcanzarte.
Mucho después de que Dina ya dormía plácidamente entre los brazos de su esposo, Scully seguía tomando té tratando de acomodar un rompecabezas mucho más complicado que el que conformaba la cubierta del pedazo de madera que tenía adelante.
Atlanta
Casa de Eduard y Dina Pariss
7.15 hs.
Mulder bajó las escaleras de muy buen talante. Había podido dormir toda la noche sin que las viejas pesadillas llegaran a su mente para atormentarlo y la mañana fresca y limpia auguraba un día fructífero. Esperaba que ese día podrían avanzar un poco más en el caso. Quizás tuvieran suerte y atraparan a ese loco en poco tiempo.
Las voces lo guiaron a la cocina en forma tan efectiva como el olor a café y pan tostado.
- Te digo Idie que no haré nada parecido a tratar el asunto de los baúles con pinzas. Ese maldito entró en mi casa, la cual está supuestamente custodiada por agentes armados y por ese maldito sistema de vigilancia. Te dije que esas cámaras eran una estupidez mayúscula.
La voz de Dina de la Plazza sonó más divertida de lo que Mulder hubiera esperado.
- Lo que dijiste es que esas malditas cámaras no permitirían que tuviéramos sexo en el piso de la cocina, cariño.
- ¡Y bien! Tuve razón. NO hemos podido hacer nada más audaz que agarrarnos de las manos en ninguna habitación de la planta baja.
- Sí, bueno, no creo que me guste este piso. El mármol italiano es demasiado duro y frío y lo más seguro es que alguno de los dos terminara con dolores en la espalda. No quiero imaginarme la cara de los agentes apostados en la puerta si tuviéramos que llamarlos para que nos ayudara a levantarnos mientras les explicas que estábamos tratando de probar la solidez del piso de la cocina.
El silencio que siguió a esta afirmación le dijo a Mulder que la señora de la casa acababa de silenciar a su esposo con una lógica a prueba de balas. Las carcajadas que siguieron le indicaron que podía entrar a la cocina sin problemas.
- Buenos días.
Eduard estaba sentado en una punta de la mesa junto a su esposa y ambos trataron de dejar de reír para saludar a Mulder.
- Buenos días Mulder. ¿Quieres café?
- Sí, gracias.
- Bueno, siéntate y sírvete tú mismo lo que quieras. Y ya que estás aquí, ¿Scully desayuna algo en especial?
- Unos espantosos yogures descremados. Siempre le digo que no constituye ningún alimento, pero insiste en ignorar mi consejo.
Eduard untó generosamente una tostada con mermelada mientras denegaba con la cabeza.
- Bueno Mulder, cuando decidas casarte descubrirás que el tema dieta es algo que escapa a la lógica por lo que terminarás por hacer lo que hacemos el resto de nosotros los pobres mortales que constituimos el selecto club de marido inteligentes. Le dirás que está delgada y te guardarás cualquier opinión acerca de sus hábitos alimenticios de dieta.
Los tres rompieron a reír mientras Dina le lanzaba un repasador por la cabeza con una puntería increíble.
- ¡Oh! ¡Cállate!
Mulder volvió a sentir esa nostalgia por lo que no tenía. Se maravilló de todo lo que esas últimas veinticuatro horas le habían enseñado acerca del amor, la amistad, las mujeres racionales y el tiempo de helado. Por primera vez vislumbró una posibilidad de felicidad en su futuro y pensó que quizás ya era hora de hablar con Scully acerca de algunos temas que nada tenían que ver con pequeños hombrecitos grises.
En eso, como si la hubiera traído con su pensamiento, Scully entró a la cocina vestida con su traje sastre, el cabello perfectamente peinado y su escasez habitual de maquillaje.
- Buenos días – una ceja se elevó sobre su ojo derecho al notar la algarabía que reinaba en la habitación. No estaba acostumbrada a tantas risas matutinas. Para ser totalmente sincera, no estaba acostumbrada a risa matutina alguna - ¿Qué sucede aquí?
Mulder le brindó su mejor sonrisa mientras le señalaba una silla a su lado.
- Eduard me estaba instruyendo respecto de las reglas que todo esposo inteligente debe seguir Scully cuando de desayunos dietéticos se trata.
¡Vaya! Esperaba que mister Romántico Pariss tuviera más imaginación para eso de la que tuvo para pedirle a Dina que se casara con él.
- ¿Y quién dijo que tú formarás parte del club de esposos para empezar? No creo que sea conveniente que te anotes en el de los inteligentes cuando aún no entras en el de principiantes.
Mulder la miró divertido mientras engullía una tostada.
- ¿Acaso piensas que mi fama de siniestro perseguidor de extraterrestres evitará que una mujer se anime a ser mi esposa?
Scully se sirvió café un la taza que Dina había puesto para ella.
- No Mulder, tu gusto en corbatas lo hará.
Los agentes que estaban apostados en un auto frente a la casa se preguntaron qué sería lo que divertía tanto a los ocupantes.
Atlanta
Cuartel del Equipo Especial del FBI
8.02 hs
- Lo que están diciendo es que Casanova buscó una compañera porque tú ahora estás casada.
- Exacto. Pero lo que más me preocupa es que debió entrar a la casa para poder leer las cartas de los baúles. Y si pudo hacerlo una vez sin que nos diéramos cuenta quién sabe cuántas veces más lo ha hecho.
Damon O’Brian dio una larga pitada a su puro mientras evaluaba los últimos acontecimientos.
- ¿Están seguros de que no pudo haber averiguado el significado de ese anillo por otro lado? Llevas ese anillo desde que te conozco Dina. Quizás tan sólo lo dedujo.
- ¿Lo hiciste tú por el sólo echo de vérmelo puesto siempre?
Damon negó con la cabeza.
- Bueno, eso contesta tu pregunta. Si tú, que eres nuestro amigo y compartes con nosotros a diario no te imaginaste siquiera que tuviera un significado en particular, cómo lo haría este tipo que tan sólo me espía pero que nunca se acerca como para saber quién soy en realidad.
Damon miró a sus dos mejores agentes un momento y se preguntó de nuevo cómo lograban analizar todo eso con sangre fría cuando les atañía en forma directa. Se levantó de su asiento y caminó hasta la punta de la mesa, mirando la galería de fotos que Louie exhibía en la gran pantalla de televisión.
- Bien, actuaremos bajo el supuesto de que entró en su casa y revisó sus cosas. Louie, busca todas las cintas de grabaciones de la casa de Eduard y quiero que busques la presencia de Casanova. Si entró, está filmado y lo veremos. ¿Ya solucionó la policía su problema tecnológico?
- Están enviándome la información en este momento. En cuanto la tenga catalogada te diré lo que encuentre.
- Bien, trata de que sea lo más rápido posible. Luke, averigua en las calles acerca de la posible compañera de Casanova.
Mulder levantó la vista de sus notas.
- Sería bueno que averiguaras acerca de un cambio de aspecto en salones de belleza. Si su objetivo era como creemos crear a alguien con su mente y la apariencia de Dina entonces probablemente haya hecho que cambie su peinado y arreglo para que se acomoden al de ella.
Luke anotó lo que Mulder le sugería mientras asentía con su cabeza. Damon se volvió a Crista.
- Quiero que estudies el historial médico de las víctimas desde que volvieron de sus supuestas abducciones. Tal vez podamos establecer algo más en común entre ellas aparte del bendito chip. Dina, Eduard, vuelvan con los anticuarios y averigüen sobre los libros. Quiero un listado completo de los propietarios de esas colecciones. Mulder y Scully, vayan y hablen con los familiares y amigos de la última víctima. Averigüen todo lo que puedas respecto al secuestro de que fue víctima. Si la teoría de Mulder es la correcta entonces deberemos saber todo lo que podamos acerca de esos secuestros.
Una vez dadas las directivas, el agente O’Brian se dirigió a su oficina mientras el resto del equipo empezaba a dispersarse. Scully guardó sus cosas y tomando su abrigo se dirigió al ascensor seguida de Mulder que iba mirando el listado de personas que tenían que visitar.
- Sabes Scully, cerca de una de las mujeres que tenemos que entrevistar hay un lugar que tiene una espectacular colección de películas antiguas. ¿Qué dices? Podríamos pasar por ahí un momento y me ayudas a elegir algunas películas adecuadas para el próximo tiempo de helado.
- Mulder, como ya te explicamos anoche el tiempo de helado requiere de desengaños amorosos o de la presencia de psicópatas asesinando a nuestro alrededor. No veo ningún psicópata revoloteando sobre nuestras cabezas.
- ¿El que no digas nada de la vida amorosa quiere decir que la tuya tiene un estado distinto al adecuado para sentarte a comer helado a mansalva?
Scully sintió que el estómago se le retorcía ante la conclusión a la que Mulder había arribado después de que ella deliberadamente obviara hablar del tema amor. Por supuesto que su vida amorosa estaba en un estado más que adecuado para comer kilos de helado, lo cual quedaba atestiguado por la cantidad de potes del mencionado postre que colocaba en el carrito de compras cada vez que iba al supermercado. ¿Acaso Mulder pensaba que ella comía lechuga y yogurt durante el día porque pensaba que una hamburguesa la haría engordar? Lo hacía para contrarrestar las horas que a veces pasaba frente al televisor mirando películas de amor enterrada entre almohadones, pañuelos de papel y cucharas llenas de chocolate.
- Mulder, eres el responsable directo del estado de mi vida amorosa. Contesta tú a esa pregunta.
¡Sí! Un tanto a favor de la Reina de Hielo. La cara de Mulder era impagable, con la boca tan abierta que lo más seguro que las moscas pensaran que tenían una nueva pista de aterrizaje disponible. El ascensor se abrió ante ellos y Scully entró en él con más tamaño del que tenía antes, felicitándose por lo bien que le había salido esa vez. Ya era hora de que le diera a probar una cucharada de su propia medicina. En ningún lugar estaba escrito que era privilegio de Mulder lanzar indirectas de ese calibre.
El mencionado Mulder iba a subir detrás de ella cuando Damon lo llamó desde la puerta de su oficina. Scully le sonrió mientras el ascensor se cerraba.
- Te espero en el estacionamiento Mulder.
Exasperado, Mulder giró sobre sus talones y se acercó al agente O’Brian.
- Mulder, supongo que tienes varios casos de mujeres abducidas en tus registros. Me gustaría que tú y Scully los revisen y comparen con los de todas las víctimas de Casanova para ver si podemos hallar algo en ellos que nos ayude a determinar algún lugar común.
- Seguro. Lo haré apenas cuando volvamos.
Mulder se dirigió directamente a las escaleras. No tenía paciencia para esperar el ascensor y tenía un par de cosas que decirle a Scully. ¿Qué diablos quiso decir con que él era el responsable directo de su vida amorosa? Tal vez ya era hora de hacer algo un poco más evidente que sacarla de la cama de madrugada para perseguir el Abominable Hombre de las Nieves. Quizás podría invitarla a un partido de béisbol o a ver la reposición de las películas de terror de los cincuenta que iban a pasar la próxima semana por el cable. Sí, era tiempo de lanzarse a la pileta. Si a Eduard le había salido bien con su técnica tan poco romántica (hasta a él le había parecido que Don Juan de Marco se hubiera pegado un tiro si hubiera presenciado la declaración de Eduard) a él también le resultaría. Sólo era cosa de tomar coraje.
Absolutamente decidido a comenzar el asunto invitándola a almorzar en algún momento del día, abrió la puerta del sótano y se dirigió al lugar en donde había estacionado el auto. Camino ágilmente mientras silbaba una desentonada melodía que con mucho esfuerzo podía ser identificada como Sólo Tú, esperando ver la familiar cabeza rojiza en el asiento del conductor (Scully siempre aprovechaba cualquier oportunidad para ponerse al volante), pero a medida que se iba acercando el silbido fue muriendo en sus labios y el paso pasó de ser una caminata ágil a una carrera.
La puerta del auto estaba abierta, el portafolios de Scully estaba abierto a un par de metros del vehículo y una nota esperaba tras el limpiaparabrisas. Mulder se detuvo junto al capó del auto y sintió que el miedo le subía por la espalda como una huracán helado y tuvo que sostenerse para no caer. Durante segundos que parecieron siglos el pánico lo inmovilizó impidiendo que el oxígeno llegara hasta sus pulmones y haciendo que las rodillas se le doblaran hasta que la furia hizo que corriera de nuevo hasta los ascensores.
El blanco papel sobre el parabrisas del auto anunciaba que no había cumplido con la promesa que le hizo a Skinner antes de salir. "Te extraño Dina. Pronto."
Continuará…