Una imagen vale más que mil palabras…
4ª parte
Tema: A esta
altura me he dado cuenta de que es definitivamente shipper y la investigación de
un expediente aunque no sea x.
Categoría: MRS, H, investigación de un
expediente, Apto para todo público.
Autor: Enia
Feedback: ¡Gracias
por escribirme! No dejen de enviarme sus opiniones. Me sirvieron
mucho.
E-mail: merodriguezARROBAinfovia.com.ar
Spolier: Toda las
temporadas, pero principalmente la séptima.
Ninguno de los personajes que
aparecen aquí me pertenece ni pretendo hacer dinero con ellos. Sólo
divertirme.
Cuartel de
policía
Atlanta - 23.16 hs.
Eduard y Dina miraban en silencio
a través de los vidrios que separaban el lugar en donde ellos se encontraban y
la oficina del teniente de policía con quien Damon OBrian hablaba desde que
llegaron diez minutos antes. Luke Garret tomaba café sentado en una silla algo
maltrecha y Mulder ya había hecho un surco en el gastado piso de linóleo. Todos
se había ubicado a una distancia prudencial del furibundo Spooky Mulder, quien
no podía creer que todavía ese papanatas del teniente de policía no les hubiera
permitido ver a Leila Fulken.
- ¿Por qué diablos tenemos que esperar para
hablar con esa mujer? Scully está en manos de un maldito psicópata en estos
instantes y lo único que parece ser importante es la
jurisdicción.
Parecía bastante dispuesto a bajar la acristalada puerta de
una patada, tan dispuesto que Garret se paró y se colocó en su camino.
-
Mulder, en nada va a ayudarnos el que hagas lo que estás pensando hacer. Damon
logrará que nos dejen hablar con ella si le dejamos que haga su trabajo. Trata
de tranquilizarte o echarás todo a perder, viejo.
Mulder respiró profundo
y contó hasta cien. Sabía que debía controlarse. Girando sobre sus talones se
dirigió a la pared opuesta en donde un tablón de corcho anunciaba la búsqueda de
criminales como si se tratara de departamentos.
Un par de metros a
su izquierda la expectativa de poder terminar con esa pesadilla hacía que Dina
casi no se diera cuenta de lo que pasaba a su alrededor. El ruido de la central
de policía le llegaba desde muy lejos y no percibió los olores que saturaban el
ambiente. Olor a café, roscas, perfumes baratos de las prostitutas, sudor rancio
de los maleantes que prestaban declaración sentados en incómodas sillas de
plástico, desodorante de ambiente, a humedad, a gente. Siempre le había parecido
increíble que las personas, aún cuando recién salieran de la ducha, pudieran
tener olores tan distintos.
La puerta de cristal se abrió y Damon se
encaminó hacia el lugar en donde estaban Dina y Eduard. Mulder perdió todo
interés en el tablón de anuncios y Garret, que había vuelto a sentarse, se
levantó y se unió al grupo.
- Podremos hablar con Leila Fulken en media
hora. Dina y Eduard, quiero que hablen con el oficial de custodia de esa mujer y
averigüen la manera de presionarla. Si ella sabe dónde está Casanova tenemos que
saber dónde golpearla para que nos lo diga. Luke, tú y Mulder hablen con el
testigo del accidente. Averigüen todo lo que pueda decirles. Traten de sacarle
más de lo que le dijo a la policía.
Mulder no quería quedar al margen de
la conversación con la mujer.
- Quiero hablar con Leila
Fulken.
Damon negó con la cabeza.
- Ahora no. Necesito que
hables con el testigo presencial, que le ayudes a recordar los detalles que
necesitamos para poder ubicar la camioneta. La policía no pensó que se trataría
de un secuestro de un agente del FBI y fue muy parca en su interrogatorio –
Mulder se disponía a protestar pero OBrian lo detuvo con un gesto de la mano –
Mulder, habla con el testigo. Está en la sala de interrogatorios número
2.
Mulder se volvió y siguió a Garret a través de un laberinto de
escritorios y personas, bajaron un piso de escaleras viejas con barandales que
habían visto tiempos mucho mejores y entraron en una habitación que olía a
flores y que tenía sólo una mesa con cuatro sillas, una de las cuales estaba
ocupada por un muchacho de poco más de veinticinco años que tomaba
café.
- ¿Artur Pinki?
El muchacho miró a Luke Garret cuando le
habló y asintió con la cabeza. Parecía estar un tanto incómodo, como si esperara
que en algún momento alguien lo tomara del cuello y lo lanzara dentro de una
celda.
Luke se sentó delante de él y entrelazó sus manos sobre la
mesa mientras Mulder se sentaba a un lado en silencio.
- Artur, soy el
agente Garret y él es el agente Mulder del FBI. Quisiéramos que nos dijeras lo
que viste esta mañana.
Pinki jugueteó con el vaso vacío, tratando de
aparentar tranquilidad sin mucho éxito.
- Esta mañana estaba trabajando y
de repente sentí el ruido de neumáticos frenando de golpe. Cuando miré vi una
camioneta de limpieza que parecía no tener control. Un hombre conducía y la
mujer que iba a su lado parecía estar peleando con alguien que iba detrás. El
hombre parecía estar un poco aturdido, se agarraba la cabeza. Supongo que había
recibido un golpe o algo así, porque de pronto chocó contra un poste de
teléfonos. Fue ahí cuando la puerta del acompañante se abrió y la mujer cayó. En
ese momento vi a otra mujer que trataba de salir, pero el hombre la agarró del
cabello y la lanzó a la parte de atrás de la camioneta. Entonces se escuchó el
ruido de las sirenas y el tipo miró a la que estaba en el piso, se inclinó a
decirle algo, cerró la puerta y se fue. Dejó a la mujer ahí tirada, estaba como
atontada y se veía bastante malherida. Es decir, el cierre de su overol se había
roto, tenía la cara con raspones y su muñeca derecha estaba doblada hacia atrás.
Supongo que se la rompió al caer. Yo me limité a esperar a que la policía
llegara para contarles lo que vi. Eso es todo.
Garret anotó todo lo que
el muchacho iba diciendo pero ni él ni Mulder lo interrumpieron. Ambos quería
saber cuánto estaba dispuesto a decir sin que lo presionaran. Por lo visto
estaba de un ánimo más que cooperativo.
- ¿Pudo ver a la otra
mujer, la que iba en la parte trasera de la camioneta?
- No muy bien.
Pero cuando el hombre la arrastró del cabello pude ver que era
pelirroja.
Mulder sintió que la sangre le hervía al imaginar el tipo de
trato que ese animal le estaba dando a Scully. Y una vez más sintió que dentro
de él salía a flote todo tipo de impulsos homicidas, bastante parecidos a los
que experimentaba cuando veía a Krycheck o al fumador o a ese imbécil de agente
que le disparó a Scully cuando investigaban el caso del fotógrafo que trataba de
que la muerte le mirara a la cara. Dominando sus demonios sacó su billetera y
buscó una vieja foto en la que él y Scully estaban retratados juntos mirando las
ruinas del edificio que había estallado poco antes de que tuviera que viajar
hasta el Polo para poder ver a Scully desnuda en una cápsula. Byers se la había
dado después de recortarla del periódico. Se la tendió a Artur Pinki.
-
¿Se parecía a esta mujer?
Pinki tomó el recorte y lo estudió en silencio
un momento.
- Bueno, no estoy seguro, pero diría que sí. Sí, podría ser
ella. El cabello se ve muy parecido y me parece que llevaba un traje o algo
así.
- ¿De qué color?
- Oscuro. Negro, o tal vez azul. Estaba
lejos y no podía ver bien.
Garret golpeó su libreta con la
lapicera.
- ¿Cómo era la camioneta?
- Era una de esas
camionetas como de reparto de mercadería, como la que usaban en esa serie de los
ochenta, Brigada A. Sólo que era blanca con las letras en azul y pompas de jabón
por todos lados.
- ¿Qué decía?
- Lo siento, no recuerdo el nombre,
sólo que era azul y con muchas burbujas dibujadas por todos lados.
- ¿Qué
me dices del hombre? ¿Pudiste verle el rostro?
Pinki negó una vez más
mientras seguía jugando con el vaso.
- No. Tenía puesta una gorra y tenía
barba. Además, el sol reflejaba justo sobre el lado del conductor así es que no
pude verlo más que unos segundos cuando se agachó a decirle algo a la mujer que
estaba en el pavimento.
Mulder cruzó sus manos ante él sobre la
mesa.
- Dígame Artur, ¿escuchó lo que le dijo?
- No. Como le dije,
estaba lejos y había mucho ruido en la calle. Además, todo pasó muy rápido y no
pude fijarme bien. ¿Puedo irme ya? A mi patrón no le gustará nada que haya
estado aquí.
Mulder asintió con su conocida expresión de nada, la misma
que utilizaba cuando sabía que alguien le estaba ocultando algo.
-
¿Cuánto hace que saliste de prisión Artur?
Tanto Pinki como Garret lo
miraron, uno con miedo y el otro con asombro. ¿En qué momento Mulder se había
enterado que Pinki estuvo en prisión? Era un testigo, no un sospechoso. No lo
habían investigado.
- Ocho meses, señor.
- ¿Y por qué fuiste a
parar allí?
El muchacho se revolvió en su silla. Eso le pasaba por
cooperar de buena gana. Debió irse sin más y se habría ahorrado esto. ¡Diablos!
Si ni siquiera tenía que estar por esa zona. Cuando su patrón se enterara lo
despediría.
- Por robar unas baratijas. Pero ya cumplí con mi
condena.
- ¿Cuánto hace que trabajas en una florería?
Pinki estaba
cada vez más nervioso.
- Tres semanas.
- Y supongo que tu jefe no
sabe que estabas ahí cuando estabas ahí.
Garret no entendía a dónde
quería llegar Mulder con su interrogatorio, pero evidentemente veía algo que él
no estaba viendo, así es que esperó.
- No.
- Entonces, es lógico
suponer que a menos que alguien, como alguno de nosotros, no te excuse ante tu
jefe, pueden echarte.
Artur Pinki estaba tan asustado que no podía
quedarse quieto en su silla y se removía inquieto mientras Mulder lo seguía
mirando serena y amenazadoramente.
- Por favor, señor. Yo sólo le llevé
unas flores a una chica que conocí el sábado. Si mi jefe sabe que lo hice me
despedirá y fue bastante difícil conseguir este empleo.
- Entonces, dime
la verdad. ¿Qué fue lo que le sacaste a la mujer que estaba tirada antes de que
llegara la policía? No me mientas porque no estoy de humor. La mujer pelirroja
es mi compañera y estoy ansioso por patear traseros, literal y figurativamente
hablando.
El muchacho miró a Mulder tratando de decidir si estaba
diciendo la verdad y aparentemente llegó a la conclusión de que ese hombre
estaba dispuesto a algo más que patearle el trasero.
- Pensé que
nadie se daría cuenta. Al fin y al cabo el hombre lo arrojó cuando la mujer
estaba muy atontada para ver lo que le lanzaba. Le juro que no
quise...
Mulder lo interrumpió.
- Artur, estás malgastando mi
tiempo y el tuyo.
Pinki buscó en el bolsillo de su
chaqueta.
- No pensé que esa mujer fuera a necesitarlo.
Mulder
contempló la pequeña cruz de oro de Scully que Artur Pinki tenía entre los
dedos. La aprestó entre sus dedos con fuerza, se levantó y caminó a la
puerta.
- Buena decisión, Artur. Hablaré con tu jefe para decirle cuánto
nos has ayudado.
Garret lo siguió afuera sin apurarse demasiado, fiel a
su estilo, procurando que el muchacho no se diera cuenta de que no tenía ni la
menor idea de cómo Mulder supo que Casanova le había lanzado algo a la mujer.
Cuando estuvo afuera se acercó a Mulder que se había apoyado en la pared frente
a la puerta y contemplaba la cruz.
- Mulder, ¿cómo diablos supiste todo
eso?
Mulder guardó le cadena en el bolsillo superior interno de su
chaqueta.
- Estaba muy nervioso, con el tipo de nervios de todos lo que
alguna vez han estado en un lugar así y no les fue muy bien, así es que supuse
que ya había pasado por un interrogatorio. Dijo que no se había acercado hasta
que llegó la policía e insistió mucho en que estaba muy lejos, pero sabía
exactamente los daños que tenía la mujer, así es que obviamente se acercó pero
para algo que evidentemente no quería que supiéramos. Dado que es un ladrón no
me extrañó que le hubiera sacado algo. Supuse que quizás Casanova no se iba a
molestar en darle aliento a alguien que no podía oírlo, pero por su historial
imaginé que sí se molestaría en darnos un mensaje a nosotros, por eso pensé que
no le había dicho nada, sino que le había lanzado algo.
- ¿Y qué
significa esa cadena?
- Es de Scully. Ella nunca se quita esta cruz por
voluntad propia.
Garret no podría entender nunca cómo diablos los
perfilistas podían ver tanto en tan poco.
- ¿Y de dónde diablos sacaste
que trabaja en una florería?
Mulder se encogió de hombros.
- ¿No
lo notaste? Cuando entramos en la habitación el olor me hizo acordar a los
velorios y las habitaciones de hospital. Apestaba a flores.
Garret se
rascó la rapada cabeza mientras caminaban por el corredor rumbo a la sala en
donde iban a interrogar a Leila Fulken.
- ¡Cielos, viejo! No quisiera ser
tu hijo cuando intente mentirte acerca de cómo fue que estrelló el auto que no
le dejarás conducir.
Mulder sonrió con tristeza. No había muchas
posibilidades de que él tuviera que enfrentar esa situación a menos que
encontraran a Scully con vida.
El cuarto contiguo a la sala
en donde se encontraba sentada Leila Fulken no era muy grande, pero parecía
increíblemente pequeño debido a la ansiedad que evidenciaban los que se hallaban
en él. Damon Obrian, Luke Garret, Dina de la Plazza, Eduard Pariss y Mulder
destilaban impaciencia y una suerte de actitud expectante, esa especie de ansia
compartida que les causaba el saber que podían estar increíblemente cerca de
atrapar a uno de los criminales más buscados de los últimos
tiempos.
Damon los estaba matando con sus cigarros, pero era la única
muestra de su nerviosismo.
- Entonces piensas que Casanova le tiró la
cadena de Scully a Leila Fulken para que darnos un mensaje... ¿de qué?
-
De advertencia, supongo. Nosotros tenemos a su creación pero debemos recordar
que él tiene a uno de los nuestros. – Mulder contempló el rostro lleno de
moretones que ostentaba un gran parche en la sien derecha de la mujer que estaba
al otro lado del vidrio de doble vista – Me parece que Casanova quiere que
estemos seguros de que es él quien la tiene y no ningún otro. Calculo que lo más
probable es que quiera hacer un intercambio.
Eduard tenía las manos
metidas firmemente en los bolsillos de su pantalón. Estaba enfadado y asustado.
Podía sentir cómo Dina se estaba culpando peor de lo que lo había hecho Mulder
por todo lo sucedido. Al fin y al cabo, Casanova la perseguía a ella y no le
había pasado desapercibida la forma en que su esposa había congeniado con
Scully.
Dina no había hecho amigos desde hacía mucho tiempo, cuando
Casanova mató a su mejor amiga y la dejó colgando frente al edificio de la
ópera. Nunca olvidaría el dolor y la desesperación cuando la función terminó y
salieron para encontrarse el cadáver de la persona con quien había pasado gran
parte de la tarde de ese día. Desde entonces Dina no permitió que nadie que no
fuera él se acercara demasiado, y él se había alegrado de que pareciera que en
Scully hubiese encontrado alguien con quien poder trabar amistad. Al fin y al
cabo Scully era un agente entrenado, estaba en una sección tanto o más peligrosa
que la de ellos y vivía en otro estado. Todos factores más que convenientes dada
la situación. Y de pronto, aquí estaban otra vez, a merced de este
maniático.
- Pero ningún mensaje nos ha llegado y ya han pasado más de 14
horas desde que se la llevó.
Dina, al igual que Mulder, tenía la
mirada clavada en la mujer de la habitación contigua. Su voz sonó calma y
convencida cuando le respondió a Garret.
- Él llamará. Me parece que
Mulder tiene razón. Lo más probable es que quiera recuperar a su
creación.
- ¿Y qué haremos si quiere hacer un intercambio? Esa mujer es
una pieza demasiado importante para dejarla ir sin más. Debemos tener en cuenta
que quizás esta es nuestra mejor oportunidad de atrapar a ese maldito y si se la
devolvemos podría ser que no se nos presente otra.
Mulder lo miró con lo
que podríamos calificar era una mirada glacial.
- Si fui capaz de
entregar a quien creí era mi hermana desaparecida en una situación similar hace
algunos años no dudes ni por un segundo que le entregaré a esa mujer. No me
importa si eso atrasa la investigación. El recuperar a Scully no está en
discusión, aún si significa perder esta oportunidad.
Damon consideró que
era mejor cambiar de tema o alguno de los dos podía salir lastimado.
Evidentemente Mulder no consideraba ni remotamente la idea de no hacer lo que
fuera por traer a Scully y si su intuición no lo engañaba, aquel que se
atreviera a ponerse en su camino no saldría muy bien parado.
- Dina, ¿qué
te dijo el oficial de custodia de Fulken?
- Bueno, no dijo nada distinto
a lo que nos comentó Louie esta mañana. Pero aparentemente lo que la hace
vulnerable es su necesidad de aceptación y amor. Cada una de las veces que ha
sido atrapada cometiendo algún delito se determinó que lo había hecho por el
hombre de turno en su vida.
- Y supongo que tiene un talento natural para
elegir lo peor de la especie.
Dina le sonrió a Eduard sin que la sonrisa
llegara a sus ojos.
- No todas tienen mi ojo.
Todos guardaron
silencio durante unos segundos.
- Bien, ¿qué dices Mulder? ¿Quién crees
que debería hablar con ella?
Mulder apretó los labios con fuerza. Él
QUERIA hablar con ella, pero su instinto y su formación profesional le decían
que la mejor opción era Dina. La cuestión era si Dina podría hablarle sin perder
los estribos.
- Creo que Dina debe hacerlo – se volvió hacia Dina – Debes
hablarle con calma, hazle saber que tú tienes el control de todo. No sólo de su
estadía en este lugar, sino también sobre Casanova. Haz que se dé cuenta de que
ella no es nadie para ese tipo y que no importa lo que piense, él la abandonó.
Probablemente se haya formado una imagen de ti que tiende a ser la de una
estúpida. Debe haberse convencido de que no vales nada para poder soportar que
él haya intentado convertirla en ti. Borra esa imagen de su cabeza como más te
guste.
Dina asintió y una sonrisa que podía ser calificada de cruel se
dibujó en su rostro.
- Cómo tu digas.
Y girando sobre sí misma
salió del cuarto y entró en la sala de al lado.
Cuartel de
policía
Sala de interrogatorios N° 1
24.06 hs.
Leila
Fulken contuvo a duras penas el impulso de demostrar el odio que le causó ver a
esa mujer entrar en la habitación como si estuviese allí por una reunión
social.
Desde que había salido de prisión e ido a vivir con Jake había
visto ese rostro en todas partes. En los salvapantallas de la computadora, en
portarretratos, cubriendo el techo de los cuartos, dentro de todos lo cajones y
estantes de la casa. Incluso, después de aquella tarde en que la llevó de
compras y al salón de belleza, a veces lo veía al mirarse en el espejo. Odiaba a
Dina de la Plazza y ahora se presentaba frente a ella con al expresión del gato
que atrapó al canario. Pero se equivocaba si pensaba que ella traicionaría a
Jake. Ella amaba a Jake y Jake la amaba y no le cabían dudas de que vendría a
sacarla de allí. Quizás entonces podría idear la manera de meterse en esa casa
que se veía en el gran televisor del cuarto al que Jake no le dejaba entrar y la
mataría, lenta y dolorosamente.
Dina observó a su vez a este remedo de sí
misma. El cambio entre la mujer que esa mañana había contemplado en la foto del
prontuario y la que tenía adelante era notable. El cabello estaba arreglado
igual que el suyo, los ojos ya no eran castaños claros sino oscuro, por lo que
supuso que estaba usando lentes de contacto, y la ropa era muy parecida a la que
ella acostumbraba a usar para trabajar. El overol que llevaba cuando sufrió el
accidente estaba en poder de la policía pero le habían dejado la ropa que vestía
debajo del overoll hasta que la trasladaran a una prisión de máxima
seguridad.
Dina se sentó frente a la mujer sin decir nada y colocó la
carpeta con los antecedentes de Leila frente a ella sin sacarle los ojos de
encima. Y en los siguientes minutos no hizo nada más que mirarla fijamente, como
si estuviera evaluándola.
Leila la miró a su vez, esperando la andanada
de preguntas. Quería que le preguntara para poder reírse de ella por su
ignorancia. Quería hacerle saber que ella era lo único importante para el hombre
que se hacía llamar Casanova, pero que permitía que ella le llamara por su
nombre de pila, Jake. Pero a medida que los minutos pasaban y el silencio se
mantenía, la furia fue creciendo en ella. ¿Quién diablos se creía que era esa
perra? Mirándola con ese aire de suficiencia. Pero si pensaba que ella hablaría
primero estaba equivocada. Era muy buena en ese juego. Lo que no sabía era que
Dina era aún mejor.
Después de 5 minutos del más ominoso de los silencios
Dina dejó de recorrerla con la mirada y le clavó sus oscuros ojos, que por un
instante le recordaron a Leila un oscuro cielo de tormenta. Demasiado calmos,
demasiado brillantes, demasiado fríos.
- Bello anillo.
Leila se
desconcertó. Había estado esperando una andanada de preguntas acerca de Jake, de
dónde estaba, qué pensaba hacer con esa pelirroja de porquería que la había
golpeado en la camioneta. ¿Pero una elogio por el anillo? ¡Esa mujer era más
estúpida de lo que ella creía! Ni siquiera merecía la pena que le
contestara.
La sonrisa de suficiencia de Leila le dijo a Dina que Mulder
había tenido razón. Creía que era una estúpida. Su pregunta estaba destinada a
desestabilizarla, pero no en forma inmediata. Claro que Leila no podía
saberlo.
- ¿Por qué te lo regaló?
Leila comenzó a
inquietarse. ¿Cómo supo que Jake le había regalado ese anillo? Quizás la perra
no fuera tan estúpida después de todo. Debía tener cuidado. Debía mantener la
calma. Debía guardar silencio. Debía...
- Me gustaría que mi peluquero
pudiera verte. Siempre me dice que mi estilo es único.
Si al menos la
maldita se callara. Sería mucho más sencillo mantener la calma si no le
estuviera diciendo esas cosas.
Dina vio que Leila comenzaba perder la
calma. Su mirada ya no era tan engreída y su rostro comenzaba a tensionarse.
Bien, ella quería que se enfadara.
- ¿Sabes? Mirándote bien, te peinas
como yo, te vistes como yo y si mi olfato no me engaña, llevas hasta el mismo
perfume que yo. Creo que cualquiera podría pensar que tú... eres
yo.
Leila apretó sus manos una contra otra hasta que los nudillos se le
pusieron blancos. Esa maldita ramera barata la estaba haciendo enfadar.
-
Claro que eso no es posible, ¿sabes por qué? – Dina hizo una pausa mientras veía
cómo la otra mujer iba dando signos de furia cada vez mayores. Luego se respaldó
en su silla y siguió hablando como hasta ahora, suave, lento, pausado, calmo,...
exasperantemente clamo – Porque el hombre con el que comparto mi vida y mi
trabajo nunca me habría dejado tirada en la calle para que me llevaran a una
celda hasta que se me pudrieran los huesos. Él nunca me hubiera abandonado como
a ti.
Tanto Mulcer como los otros tres hombres notaron como la mujer
apretaba los labios y cerraba sus manos en puños, tratando de controlar su ira y
mantenerse en silencio. Todos se dieron cuenta de que era una batalla perdida
pero, aún así, Leila habló con voz bastante calma.
- ¿Te crees muy
inteligente, verdad? Sentada ahí, con ese estúpido aire de suficiencia, tratando
de penetrar en mi mente. Pues déjame decirte que no te resultará. No importa qué
hagas, no traicionaré a Jake. No te diré nada.
Una ola de excitación
corrió por la espalda de Dina al escuchar el nombre que se le había escapado a
Leila. Así que Casanova era "Jake" para esa mujer. Ahora que había roto su
mutismo, lo siguiente era hacer que hablara lo suficiente como para obtener más
información.
- No creí que tuvieras tanto espíritu de
sacrificio.
Leila Fulken esbozó una mueca que pretendía ser una sardónica
sonrisa.
- ¿Y quién dijo que tendré que sacrificarme? Jake me ama y
vendrá a sacarme de aquí. Me liberará de ustedes en sus propias narices y no hay
nada que puedas hacer – se respaldó en la silla y cruzó los brazos – Claro que
tú y el grupo de estúpidos con que trabajas ya deben estar acostumbrados a que
él haga todo frente a sus narices. Basta con acordarnos de Anne,
¿verdad?
Del otro lado del vidrio los hombres que contemplaban en
silencio el intercambio entre las dos mujeres se tensaron. Evidentemente ambas
estaban intentando sacar de quicio a la otra. La pregunta que todos se hacían
sólo se escuchó en los labios de Luke.
- ¡Perra! ¿ Creen que Dina podrá
controlarse?
Eduard miraba la escena con una furia casi palpable bajo la
fría calma de su mirada. Pero él conocía a su esposa como nadie y sabía que
podía confiar en que ella haría las cosas bien.
- Sólo hay una cosa que
se equipara a la inteligencia de Dina y eso es su capacidad de autocontrol –
miró a Luke y le sonrió con una sonrisa cruel – Si tú hubieras estado ahí en el
careo que tuvo con el tipo que intentó matarla apuñalándola veinte veces hace
cinco años sabrías de lo que hablo. Ese tipo supo sin lugar a dudas que lo mejor
para su salud era estar en prisión.
La voz fría y medida de Dina pareció
apoyar lo que su marido acababa de afirmar.
- Pero, si no me equivoco,
sus razones para hacer con Anne lo que hizo no fueron las que debería tener para
sacarte de aquí.
- Por supuesto que no. Él me sacará de aquí porque me
ama.
Dina logró darle a su voz un tono de absoluta duda.
- ¿De
veras?
Los ojos de Leila relampaguearon, pero su dueña no se movió. Sin
embargo, la tormenta que brilló en esos ojos le dijo a Dina que estaba a punto
de lograrlo. Y Mulder estuvo de acuerdo con ella en la habitación
contigua.
- Sé que crees que eres muy importante pero te engañas. Tú no
sabes nada de nada. Él me ama a mí.
- ¡Claro! Debí suponerlo al verte.
Indudablemente el que te haya transformado en una patética copia mía es un fiel
testimonio de su amor por ti.
De repente el dique que contenía la furia
de Leila se rompió y se levantó, estrellando la silla contra la pared en el
intento de alcanzar a Dina. Sin embargo, Dina estaba esperando su reacción y se
hizo a un lado para evitar el ataque. Antes de que Leila se diera cuenta, la
tomó por el pelo y le estrelló la cabeza contra la mesa mientras con la otra
mano le estrujaba la rota muñeca derecha que aún no había sido enyesada. Un
dolor agudo que le subió por el brazo hizo que Leila aullara.
En la
habitación de al lado Luke y Damon comenzaron a ir hacia la puerta, pero Eduard
los detuvo.
- No vayan ahí. Dina podrá manejarla.
En ese momento
Dina se inclinó sobre Leila y le habló al oído en un susurro
amenazante.
- Escúchame bien, pequeña estúpida. No me importa si te ama o
te odia porque cualquiera sea el sentimiento que le despiertes no evitará que te
pudras en la cárcel. Tú única oportunidad es que me digas a dónde llevó a la
agente Scully.
Leila forcejeó furiosa.
- ¡Púdrete! ¡Nunca te diré
lo que quieres saber y no importa cuánto me golpees, no puedes entrar en mi
mente!
Dina se rió con una risa que helaba la sangre.
- Jake no
vendrá por ti. Sólo fuiste un sustituto de lo que él realmente quiere y como te
creó a ti puede crear a cualquier otra. Pero tú, tú estarás aquí hasta que ya no
recuerdes cuánto tiempo llevas encerrada. Eso puedo
prometértelo.
Con un movimiento brusco la lanzó contra la pared
haciendo que se tropezara con la silla que momentos antes había
ocupado.
- Ahora, puedes hacer algo inteligente por ti y decirme adónde
llevó a la agente Scully y tal vez el juez piense que vale la pena no ser muy
duro contigo. Secuestrar a un agente del FBI es un delito federal y no recuerdo
que se haya tenido clemencia con aquellos que lo han intentado.
Leila se
levantó destilando veneno y sangre por la boca. Aún así, sonrió.
- Nunca
te diré lo que quieres saber. Esa maldita pelirroja sabrá que su cabello no la
salvará del hielo que le tiene preparado Jake, pero tú, tú sufrirás el fuego del
infierno. – y enderezándose comenzó a gritar - ¡Guardia! ¡Quiero a mi abogado!
¡No hablaré con nadie más hasta que llegue mi abogado!
La puerta se abrió
y un policía uniformado entró. Tomó a Leila del brazo para sacarla de allí. Dina
esperó a que llegaran a la puerta antes de hablar.
- En cuanto al
anillo... – Leila la miró y Dina levantó su mano derecha para mostrarle el
original – te lo regaló porque sabe que para mí es muy importante. Es la única
cosa que jamás me quito. Podría decirse que es parte de lo que me define, como
la ropa y el cabello.
Leila no le contestó, sólo dio la vuelta y permitió
que el policía la condujera a la celda.
Dina no llegó a desplomarse
en su silla cuando la puerta volvió a abrirse y Damon OBrian, Luke Garret,
Mulder y Eduard Pariss entraron en el cuarto.
Damon levantó la silla que
aún estaba en el suelo y miró a Dina con preocupación.
- ¿Estás
bien?
Dina le sonrió con tristeza mientras apretaba entre sus dedos la
mano que su esposo le había puesto en el hombro.
- He estado
mejor.
Mulder se paseaba inquieto por el pequeño cuarto.
-
Esa mujer no va a decirnos nada. Su fantasía es demasiado grande y nada va a
convencerla de que ese loco no está enamorado de ella.
Luke, que estaba
apoyado en la pared junto a la ventana, frunció el ceño.
- Pero todos
vimos cómo reaccionó cuando Dina la provocó diciéndole que evidentemente la
obsesión de Casanova es con ella.
Mulder negó con la cabeza.
-
Pero ella quiere creer que en realidad lo de Casanova es un capricho, que ella
es su verdadero amor.
Eduard se sentó en la mesa junto a
Dina.
- Creo que no nos quedará otra que esperar a que Louie encuentre
algo respecto a Adam Fletcher.
Damon asintió y se levantó de la
silla.
- Volvamos a la oficina. Seguiremos con lo que estábamos haciendo
y volveremos a intentar presionar a Fulken en un par de
horas.
Atlanta
Cuartel del Equipo Especial del
FBI
4.56 hs
Dina miraba las imágenes de su sala de estar con
una gran taza de café vacía en la mano cuando Mulder entró en la habitación y se
sentó en una silla a su lado.
- ¿Encontraste algo?
- Nada. –
girando su silla quedó enfrentada con Mulder – Nadie extraño ha entrado hasta
ahora por lo que tengo dos posibilidades. O él intervino el sistema de
vigilancia o...
- O es alguien que tú conoces.
- Pero si ese fuera
el caso, yo tendría que haberle reconocido cuando me secuestró.
- Bueno,
no tiene que ser necesariamente así. Quizás pudo modular su voz para que sonara
diferente o usar un deformador. Es un tipo inteligente y con recursos. No creo
que le haya preocupado que tú lo reconocieras por la voz pero el que te cegara
es un buen indicio de que probablemente lo conozcas. Ese es un factor
importante.
Dina sacó la cinta que había terminado e insertó otra. La
tarea ya era tediosa de por sí y el llevar casi veinticuatro horas despierta no
ayudaba demasiado.
Mulder, que no había podido llegar a nada nuevo viendo
los casos de Casanova, había decido ir a averiguar algo más acerca del origen de
todo el problema. En ella estaba la respuesta. Quizás si lograba entenderla a
ella, lo que la motivaba, lo que hacía que se mantuviera entera, podría llegar a
comprender mejor a Casanova.
- ¿Nunca has pensado en
renunciar?
Dina lo miró un instante en silencio y se levantó para
llenar su taza de nuevo. Con un suspiro se sentó.
- Una vez lo hice.
Llegó un momento en que no era posible que saliera a cenar sin que él me llamara
por teléfono al lugar en donde estaba comiendo. Me enviaba flores a la oficina,
me dejaba regalos en el auto. No importaba adónde estuviera, él parecía estar
allí también. Parecía que mi presencia lo incentivaba a matar, como si
estuviéramos teniendo una competencia. Entonces, renuncié.
- ¿Y por qué
volviste?
Dina clavó sus ojos en la taza que sostenía en las
manos.
- Él no se dio por enterado. Siguió mandándome cosas, dejándome
mensajes en todos lados diciendo que me extrañaba, que quería que volviera. Poco
antes de que Teddy y yo validáramos nuestro matrimonio fuimos al teatro. A la
salida, en un mástil que está delante del edificio, nos encontramos el cuerpo de
una de mis más viejas amigas colgando, sin ropa, con la frase "Te extraño Dina"
cortada en su torso desnudo.
Mulder se horrorizó ante la imagen que
se formó en su mente. La voz de Dina revelaba su dolor y furia al recordar los
hechos que la convencieron de volver.
- Anne no fue al teatro con
nosotros porque había conocido a un sujeto y esa noche tenían planes para ir a
cenar. Nunca pensé que él sería capaz de acercarse de esa manera a mis seres
queridos. Seducirla, enamorarla, hacer que se entusiasmara con él, para que me
hablara de su nuevo amor, para que yo no pudiera ignorar que si él quería que yo
volviese yo tenía que volver.
Mulder recordó las fotos de la escena del
crimen. Había revisado ese caso junto con los demás pero en ningún lado decía
nada de la relación que la víctima tenía con Dina.
- Lo
siento.
Dina se inclinó hacia delante y posó una de sus manos en la que
Mulder tenía apoyada sobre el apoyabrazos.
- No Mulder. Yo lo siento.
Lamento que todo esto haya ocurrido pero estoy segura que recuperaremos a Dana.
Es la primera vez que él se lleva a alguien en vez de matarlo directamente. Eso
nos dice que su objetivo puede ser otro.
Ambos guardaron silencio unos
minutos mientras miraban las pantallas de televisión. De repente, Dina dejó su
taza con fuerza sobre la mesa.
- ¡Cielos! ¡Cómo no se me ocurrió
antes!
Mulder vio cómo Dina se levantaba de la silla.
-
¿Qué?
Dina tomó su abrigo y su bolso, deteniéndose sólo el tiempo
suficiente para decir
- Si es posible que el sistema de vigilancia sea
intervenido entonces Jonh Gallaguer, el dueño de la empresa que instaló el
sistema de vigilancia, debe saber dónde buscar. Dile a Damon y a Teddy que
estaré con Gallaguer. Veré que revisen el sistema.
Y sin esperar
respuesta, salió.
Mulder asintió y miró las pantallas donde las imágenes
de la casa de los Pariss se sucedían. Eduard entró en el cuarto buscando a su
esposa.
- Mulder. ¿Dina no está aquí?
- Me pidió que les dijera
que iría a la empresa que instaló el sistema de vigilancia para hacer que el
dueño lo revisara. No encontró a nadie extraño en las filmaciones y cree que
quizás lo han intervenido.
Eduard se sentó en la silla que hasta hacía
unos minutos había ocupado Dina y contempló las pantallas junto con Mulder. En
ese momento un hombre de cabellos castaños y ojos negros estaba en primer plano
arreglando la cámara.
- ¿Quién es él?
Eduard miró el individuo por
encima de su taza y frunció el ceño.
- John Gallaguer. Es el dueño de la
empresa que instaló el sistema de vigilancia. Hace unos meses atrás hubo una
subida de tensión que dañó las cámaras y hubo que reemplazar dos de
ellas.
- ¿Y es común que él haga el mantenimiento del
equipo?
- No lo sé – durante un momento vieron como el hombre iba de una
cámara a la otra – Es extraño, considerando que una vez me dijo que él jamás
hacía ese trabajo.
La idea comenzó a germinar en la mente de ambos
hombres al mismo tiempo.
- ¿Qué saben acerca de Gallaguer?
Eduard
comenzó a sentir que un nudo se le formaba en el estómago. Levantándose se
dirigió seguido de Mulder a la puerta.
- Damon hizo los arreglos
para instalar el sistema. Fue parte del trato para que Dina volviera al trabajo
después de que encontráramos a Anne.
En el pasillo se cruzaron con Damon
OBrian y Luke Garret saliendo de la cafetería. Eduard le tomó el brazo con tanta
fuerza que casi le hace volcar el refresco que tenía en la mano.
- ¿Quién
aprobó que la empresa de Gallaguer instalara el sistema de vigilancia en la casa
de Idie?
Damon, tomado por sorpresa, se detuvo a pensar.
- Bueno,
ha instalado los sistemas de seguridad para nosotros desde hace casi dos años.
Ganó una licitación un par de meses antes de que apareciera Casanova. ¿Por
qué?
Los ojos de Mulder brillaban con esa luz que Scully había empezado a
identificar. Era cuando comenzaba a desanudar la madeja para hallar el camino a
la solución.
- Dina piensa que tal vez podrían haber intervenido el
sistema y Gallaguer aparece en las filmaciones de la casa arreglando
cámaras.
Louie se dirigió hasta ellos saliendo de su oficina.
-
Eduard, acerca de la información que me pidieron desde el hospital. Adam John
Fletcher, nacido hace 31 años en Nueva York, hijo de Simon y Alice Fletcher. Su
padre se dedicaba a la exportación de alimentos y carne mientras su madre hacía
beneficencias. Era voluntaria en varios centros de la ciudad. Cursó Ingeniería
Electrónica en la universidad de California y se graduó con altas calificaciones
pero sin honores. El que Dina lo hubiera descubierto haciendo trampas en el
concurso de barricadas evitó que se los dieran. Se mudó a Boston tres años
después de graduarse y a partir de allí se pierde el rastro.
Los cinco
hombres se sentaron en torno a la mesa de reuniones y Louie hizo aparecer una
vieja foto del anuario de secundaria de Fletcher. Eduard comenzó a sentir que se
le helaban las manos y la adrenalina comenzaba a fluir por su sistema. La foto
no decía mucho, era vieja y presentaba a un desgarbado adolescente.
-
Busca si por casualidad él y Ciccionetti tomaron clases juntos o participaron de
los mismo grupos.
- Ya lo hice. Según los registros de la universidad
cursaron juntos una materia en primer año. No existe ningún registro de
pertenencia a clubes o agrupaciones universitarias por parte de ninguno de los
dos.
Muder casi no podía estar sentado.
- ¿Quién era la
madre de Fletcher?
Louie tecleó en su máquina buscando la información.
Cuando la pantalla se llenó con los datos cinco pares de ojos se miraron entre
ellos asombrados. La voz de Eduard era apenas un ronco susurro.
- Dina
fue a verlo para pedirle que revisara el sistema de vigilancia de
casa.
Los cuatro hombres se levantaron como si fueran uno y se dirigieron
a la salida a la carrera.
Louie quedó solo contemplando la
pantalla. La sala quedó silenciosa, iluminada por la gran pantalla de televisión
en donde una mujer bonita sonreía. A un lado de la foto los datos de la madre de
Adam Fletcher brillaban como burlándose de ellos por haber estado allí todo el
tiempo sin que los vieran.
Alice Fletcher, hija única, heredó de su madre
la fortuna que ésta había heredado del dueño de los puertos de Nueva York a
fines del siglo diecinueve. Nombre de soltera: Alice Gallaguer Quinly. Nombre de
su abuelo, Adam Quinly.
Atlanta
Gallaguer Security
6.01
hs.
Damon había esperado antes de ordenar que toda la caballería se
lanzara tras Gallaguer. No quería que Gallaguer huyera al escuchar el ruido de
las sirenas.
Damon, Luke, Eduard y Mulder estaban dando vuelta el
despacho de John Gallaguer. No había rastros de él ni de Dina cuando llegaron,
excepto el auto de la agente estacionado en el área de estacionamiento. Los
empleados que iban llegando eran interrogados y cada rincón del lugar estaba
siendo revisado. En los últimos diez minutos habían hecho de aquel lugar un
auténtico caos.
La sensación de ineptitud que los embargaba sólo se
veía apocada por la de miedo. Gallaguer tenía a Scully y ahora tenía a Dina y
ellos no sólo no habían sido capaces de encontrarlo a tiempo sino que, además,
le habían facilitado las cosas al permitirle entrar en la casa del objeto de su
obsesión.
- ¡Diablos! ¡No puedo creer que esto haya ocurrido otra
vez!
Eduard estaba francamente desesperado. Era interesante ver
cómo los roles se habían invertido en una hora. Ahora era Mulder quien tenía que
contenerlo. Tuvo que tomarlo fuertemente del brazo para que no le descerrajara
un tiro al guardia de seguridad que no les quería dejar entrar. Ese infeliz no
tenía idea de lo cerca que estuvo de, por lo menos, quedarse sin una de sus
rodillas.
De repente, la figura de John Gallaguer se recostó en el dintel
de la puerta. Por un instante ninguno de los que estaban en el cuarto lo vieron.
Sólo por un instante.
- Buenos días agentes. Me imagino que a estas horas
ya deben haberse dado cuenta que de nada les vale destrozar mi oficina, eso no
les devolverá a la agente Scully. Y mucho menos a Dina.
Mulder no se
percató de quien era, pero le bastó ver la cara de Eduard para saber que estaba
ante Casanova. Eduard acortó la distancia que lo separaba de la puerta y tomando
a Gallaguer por el pullover negro que llevaba puesto lo lanzó al centro de la
habitación. La fría amenaza de los ojos color ámbar al acercarse otra vez al
hombre que estaba en el suelo hizo que los otros tres reaccionaran. Damon y Luke
sostuvieron a Eduard. Mulder miró al hombre que se había llevado a Scully y
luchó por controlarse. Ya era bastante con tener que contener a Eduard. Si ese
tipo había ido a la boca del lobo entonces él debía averiguar por qué.
-
¿ Dónde están?
Gallaguer lo miró desde el piso y con calma se arregló el
pullover. Cuando habló lo hizo como si estuviera en una amistosa partida de
póker y no en un cuarto lleno de hombres dispuestos a lincharlo.
- Agente
Mulder. Me alegra que hayas venido a unirte al juego. Indudablemente tu
presencia ha hecho que sea más... dinámico, por así decirlo. Necesitábamos
alguien que inyectara ideas nuevas. Estos tres tipos no son muy eficaces y el
juego se vuelve aburrido.
Los tres tipos a quienes se referían aún
estaban entrelazados. Eduard sabía que no debía matarlo, pero pensó que tal vez
al juez no le molestaría que lo lastimara. Se soltó de los otros dos hombres
justo cuando Casanova volvía a hablar.
- Sabía que finalmente lo
deduciría. Supongo que fueron los libros lo que los llevó a mí. Me alegra que
hayan podido deducir mi acertijo, pero no fueron lo suficientemente rápidos.
Señores, están en jaque y yo tengo sus piezas más preciadas.
Una vez más
Mulder repitió la pregunta.
- ¿Dónde están?
La risa de Gallaguer
inundó el cuarto, crispándoles los nervios.
- Tu compañera está bien. Es
muy poco dada a cooperar, pero en líneas generales podemos decir que está
viva... aún. Pero no es para mantener esta charla insustancial que he venido. He
venido a proponerles un trato.
Eduard se adelantó hasta donde estaba
Casanova y antes de que nadie pudiera evitarlo desenfundó su arma y le disparó
en el hombro derecho. Gallaguer aulló de dolor mientras se presionaba el hombro
lastimado, pero Edurad se inclinó sobre él y sostuvo firmemente su arma sobre el
tobillo izquierdo. Su voz cortaba el aire, mil veces más peligrosa por su calma.
Tan calma que a los tres hombres que contemplaban la escena se les erizó la
piel.
- Mi esposa me explicó que el cuerpo humano puede resistir entre
quince y veinte impactos de bala antes de que entre en colapso por el dolor y el
plomo, siempre y cuando uno no dispare a zonas vitales. Comenzaré por los pies,
seguiré por las rodillas, luego quizás pase por las manos, las muñecas y los
codos. Me aseguraré que no mueras. Así es que piensa con detenimiento en lo que
vas a decirme porque por cada respuesta incorrecta recibirás una bala. ¿Dónde
están?
- Te enviarán a prisión por esto. No puedes
dispararme.
Eduard le apoyó el cañón del arma en el tobillo
derecho.
- ¿Dónde están?
Damon se adelantó para detenerlo pero
Mulder se interpuso en su camino.
- Déjalo.
Damon y Luke se
dieron cuenta que debían hacer algo para detener lo que estaba ocurriendo.
Evidentemente Mulder no sólo no les dejaría que evitaran lo que estaba
sucediendo. Quizás hasta ayudaría a Eduard con un par de disparos.
-
Eduard, no hagas esto. No arruines tu carrera por este bastardo. Baja el
arma.
Eduard no lo miró, estaba concentrado en Casanova quien comenzó a
darse cuenta de que ese hombre estaba dispuesto a torturarlo.
- No
arruinará mi carrera el dispararle a los tobillos a un criminal que huye
resistiéndose al arresto. Tampoco si las balas se alojan en sus rodillas. En
cuanto a las manos, puedo decir que estaba armado. Mulder me apoyaría en mi
versión.
Mulder sonrió.
- Dos armas. Cuando ya no pudo correr
empezó a dispararnos y no tuvimos más alternativas que responder al
fuego.
Gallaguer miró a Eduard.
- Tengo un trato que ofrecerte y
si eres lo suficientemente inteligente lo aceptarás antes de que la agente
Scully y tu esposa mueran. Sólo yo sé dónde están, pero si no se apresuran lo
único que les quedará será su helado recuerdo.
Mulder apoyó una mano en
el hombro de Eduard para evitar que le disparar de nuevo.
- ¿Cuál es el
trato? ¿Quieres a Leila Fulken de vuelta?
Gallaguer le sonrió
divertido.
- No, lo que quiero es el perdón del gobernador.
Un
silencio sobrecogedor cayó en el cuarto mientras los que allí estaban se daban
cuenta de lo que ese maldito estaba pidiendo.
Damon no podía creer que la
única forma de recuperar a Dina y Scully fuera otorgándole a ese animal un
perdón con el que saldría impune. Luke dio un paso hacia Mulder y
Eduard.
- Yo opino que Eduard debería mandarlo a que trate de conseguir
el perdón de Dios.
Casanova no le prestó atención. Sus ojos no se
apartaban de los de Eduard.
- El gobernador es tu amigo. Llámalo. Dile
que me dé un perdón por todos los cargos que se me imputan y yo te llevaré hasta
donde está Dina. Pero te recomiendo que te apresures. Calculo que sólo tienes 3
horas como máximo y hasta que no tenga el perdón en mis manos no los llevaré
adonde están.
Lentamente, Eduard se puso de pie y miró a Mulder. Todos
sabían que lo que estaba por suceder era un suicidio profesional, pero también
sabían que la opción era perder a las mujeres que amaban y eso sería el peor de
los infiernos. Edurad tomó su celular y marcó el número del gobernador. No
necesitaba el permiso de Damon para hacer eso.
Veinte minutos después
Artur Langton entraba seguido de su secretario privado. Nadie más había podido
entrar en el cuarto desde que Casanova atravesó la puerta y Garret despachó a
todos los empleados después del disparo. La empresa estaba silenciosa y
vacía.
El gobernador vio al hombre con el que en más de una oportunidad
había compartido noches de cenas y reuniones sentado en un sillón sosteniéndose
el hombro derecho. Damon OBrian estaba sentado en el escritorio, Luke Garret
junto a la puerta, un hombre que no conocía parado cerca de Gallaguer y Eduard
sentado justo frente al sillón, con su arma apuntado directamente al hombre
herido. Ambos hombres se miraban fijamente en lo que parecía ser un duelo
privado que no presagiaba nada bueno. Gallaguer lo miró tranquilo cuando
entró.
- Buenos días Artur.
El gobernador trataba de
entender lo que Eduard le había explicado por teléfono.
- Eduard, qué
está ocurriendo. Qué es eso de que Gallaguer es Casanova.
Eduard no se
movió ni apartó la mirada de Casanova para responder.
- Jonh Gallaguer es
Casanova. Ayer en la mañana secuestró a la agente especial Dana Scully del FBI
en el sótano del edificio en donde están nuestras oficinas y hace unas horas se
llevó a Idie. Quiere hacer un trato contigo por la vida de
ellas.
Casanova le sonrió con tranquilidad. El gobernador no podía creer
que nunca se hubiera dado cuenta de que era un monstruo. El secretario miró a su
jefe y viendo que no decía nada miró a Gallaguer con el ceño fruncido.
-
El gobernador no hará ningún trato con usted, señor Gallaguer. Todos saben que
la política oficial es no acceder a los requerimientos de
secuestradores.
Gallaguer lo miró con desprecio, como considerando que
casi no valía la pena responder a esa afirmación. Casi.
- Oh, pero este
es un caso especial. El gobernador hará el trato que yo le ofrezco, ¿verdad
Artur? Tú y yo sabemos que no vas a negarte.
Artur Langton se estremeció.
Jonh Gallaguer sabía que estaba enamorado de Dina, se lo había dicho una noche
en que se pasaron de tragos. Indudablemente estaba utilizando eso para forzarlo
a hacer ese trato. Él sabía que no podría negarse.
- ¿Qué
quieres?
- Tu perdón. Firmado y sellado. Una vez que mi abogado lo tenga,
los llevaré a donde están Dina y la agente Scully. Pero te digo a ti lo que les
dije a ellos. El tiempo se les acabará en unas dos horas más o menos.
El
gobernador miró a su amigo, recordó todas las veces que había pensado lo
afortunado que era Eduard por tener a Dina, recordó cuánto había deseado estar
en su lugar. Y se dio cuenta que no podría vivir sabiendo que él pudo salvarle
la vida a la mujer que una vez le salvó la suya en una sala de emergencias y no
lo hizo.
- Llama a tu
abogado.
Continuará...