Una imagen vale más que mil palabras…

4ª parte



Tema: A esta altura me he dado cuenta de que es definitivamente shipper y la investigación de un expediente aunque no sea x.

Categoría: MRS, H, investigación de un expediente, Apto para todo público.

Autor: Enia

Feedback: ¡Gracias por escribirme! No dejen de enviarme sus opiniones. Me sirvieron mucho. 

E-mail:
merodriguezARROBAinfovia.com.ar

Spolier: Toda las temporadas, pero principalmente la séptima.

Ninguno de los personajes que aparecen aquí me pertenece ni pretendo hacer dinero con ellos. Sólo divertirme.



Cuartel de policía

Atlanta - 23.16 hs.


Eduard y Dina miraban en silencio a través de los vidrios que separaban el lugar en donde ellos se encontraban y la oficina del teniente de policía con quien Damon OBrian hablaba desde que llegaron diez minutos antes. Luke Garret tomaba café sentado en una silla algo maltrecha y Mulder ya había hecho un surco en el gastado piso de linóleo. Todos se había ubicado a una distancia prudencial del furibundo Spooky Mulder, quien no podía creer que todavía ese papanatas del teniente de policía no les hubiera permitido ver a Leila Fulken.

- ¿Por qué diablos tenemos que esperar para hablar con esa mujer? Scully está en manos de un maldito psicópata en estos instantes y lo único que parece ser importante es la jurisdicción.

Parecía bastante dispuesto a bajar la acristalada puerta de una patada, tan dispuesto que Garret se paró y se colocó en su camino.

- Mulder, en nada va a ayudarnos el que hagas lo que estás pensando hacer. Damon logrará que nos dejen hablar con ella si le dejamos que haga su trabajo. Trata de tranquilizarte o echarás todo a perder, viejo.

Mulder respiró profundo y contó hasta cien. Sabía que debía controlarse. Girando sobre sus talones se dirigió a la pared opuesta en donde un tablón de corcho anunciaba la búsqueda de criminales como si se tratara de departamentos. 

Un par de metros a su izquierda la expectativa de poder terminar con esa pesadilla hacía que Dina casi no se diera cuenta de lo que pasaba a su alrededor. El ruido de la central de policía le llegaba desde muy lejos y no percibió los olores que saturaban el ambiente. Olor a café, roscas, perfumes baratos de las prostitutas, sudor rancio de los maleantes que prestaban declaración sentados en incómodas sillas de plástico, desodorante de ambiente, a humedad, a gente. Siempre le había parecido increíble que las personas, aún cuando recién salieran de la ducha, pudieran tener olores tan distintos.

La puerta de cristal se abrió y Damon se encaminó hacia el lugar en donde estaban Dina y Eduard. Mulder perdió todo interés en el tablón de anuncios y Garret, que había vuelto a sentarse, se levantó y se unió al grupo.

- Podremos hablar con Leila Fulken en media hora. Dina y Eduard, quiero que hablen con el oficial de custodia de esa mujer y averigüen la manera de presionarla. Si ella sabe dónde está Casanova tenemos que saber dónde golpearla para que nos lo diga. Luke, tú y Mulder hablen con el testigo del accidente. Averigüen todo lo que pueda decirles. Traten de sacarle más de lo que le dijo a la policía.

Mulder no quería quedar al margen de la conversación con la mujer.

- Quiero hablar con Leila Fulken. 

Damon negó con la cabeza.

- Ahora no. Necesito que hables con el testigo presencial, que le ayudes a recordar los detalles que necesitamos para poder ubicar la camioneta. La policía no pensó que se trataría de un secuestro de un agente del FBI y fue muy parca en su interrogatorio – Mulder se disponía a protestar pero OBrian lo detuvo con un gesto de la mano – Mulder, habla con el testigo. Está en la sala de interrogatorios número 2.

Mulder se volvió y siguió a Garret a través de un laberinto de escritorios y personas, bajaron un piso de escaleras viejas con barandales que habían visto tiempos mucho mejores y entraron en una habitación que olía a flores y que tenía sólo una mesa con cuatro sillas, una de las cuales estaba ocupada por un muchacho de poco más de veinticinco años que tomaba café.

- ¿Artur Pinki?

El muchacho miró a Luke Garret cuando le habló y asintió con la cabeza. Parecía estar un tanto incómodo, como si esperara que en algún momento alguien lo tomara del cuello y lo lanzara dentro de una celda. 

Luke se sentó delante de él y entrelazó sus manos sobre la mesa mientras Mulder se sentaba a un lado en silencio.

- Artur, soy el agente Garret y él es el agente Mulder del FBI. Quisiéramos que nos dijeras lo que viste esta mañana.

Pinki jugueteó con el vaso vacío, tratando de aparentar tranquilidad sin mucho éxito.

- Esta mañana estaba trabajando y de repente sentí el ruido de neumáticos frenando de golpe. Cuando miré vi una camioneta de limpieza que parecía no tener control. Un hombre conducía y la mujer que iba a su lado parecía estar peleando con alguien que iba detrás. El hombre parecía estar un poco aturdido, se agarraba la cabeza. Supongo que había recibido un golpe o algo así, porque de pronto chocó contra un poste de teléfonos. Fue ahí cuando la puerta del acompañante se abrió y la mujer cayó. En ese momento vi a otra mujer que trataba de salir, pero el hombre la agarró del cabello y la lanzó a la parte de atrás de la camioneta. Entonces se escuchó el ruido de las sirenas y el tipo miró a la que estaba en el piso, se inclinó a decirle algo, cerró la puerta y se fue. Dejó a la mujer ahí tirada, estaba como atontada y se veía bastante malherida. Es decir, el cierre de su overol se había roto, tenía la cara con raspones y su muñeca derecha estaba doblada hacia atrás. Supongo que se la rompió al caer. Yo me limité a esperar a que la policía llegara para contarles lo que vi. Eso es todo.

Garret anotó todo lo que el muchacho iba diciendo pero ni él ni Mulder lo interrumpieron. Ambos quería saber cuánto estaba dispuesto a decir sin que lo presionaran. Por lo visto estaba de un ánimo más que cooperativo. 

- ¿Pudo ver a la otra mujer, la que iba en la parte trasera de la camioneta?

- No muy bien. Pero cuando el hombre la arrastró del cabello pude ver que era pelirroja.

Mulder sintió que la sangre le hervía al imaginar el tipo de trato que ese animal le estaba dando a Scully. Y una vez más sintió que dentro de él salía a flote todo tipo de impulsos homicidas, bastante parecidos a los que experimentaba cuando veía a Krycheck o al fumador o a ese imbécil de agente que le disparó a Scully cuando investigaban el caso del fotógrafo que trataba de que la muerte le mirara a la cara. Dominando sus demonios sacó su billetera y buscó una vieja foto en la que él y Scully estaban retratados juntos mirando las ruinas del edificio que había estallado poco antes de que tuviera que viajar hasta el Polo para poder ver a Scully desnuda en una cápsula. Byers se la había dado después de recortarla del periódico. Se la tendió a Artur Pinki.

- ¿Se parecía a esta mujer?

Pinki tomó el recorte y lo estudió en silencio un momento.

- Bueno, no estoy seguro, pero diría que sí. Sí, podría ser ella. El cabello se ve muy parecido y me parece que llevaba un traje o algo así.

- ¿De qué color?

- Oscuro. Negro, o tal vez azul. Estaba lejos y no podía ver bien.

Garret golpeó su libreta con la lapicera. 

- ¿Cómo era la camioneta? 

- Era una de esas camionetas como de reparto de mercadería, como la que usaban en esa serie de los ochenta, Brigada A. Sólo que era blanca con las letras en azul y pompas de jabón por todos lados.

- ¿Qué decía?

- Lo siento, no recuerdo el nombre, sólo que era azul y con muchas burbujas dibujadas por todos lados.

- ¿Qué me dices del hombre? ¿Pudiste verle el rostro?

Pinki negó una vez más mientras seguía jugando con el vaso.

- No. Tenía puesta una gorra y tenía barba. Además, el sol reflejaba justo sobre el lado del conductor así es que no pude verlo más que unos segundos cuando se agachó a decirle algo a la mujer que estaba en el pavimento.

Mulder cruzó sus manos ante él sobre la mesa.

- Dígame Artur, ¿escuchó lo que le dijo?

- No. Como le dije, estaba lejos y había mucho ruido en la calle. Además, todo pasó muy rápido y no pude fijarme bien. ¿Puedo irme ya? A mi patrón no le gustará nada que haya estado aquí.

Mulder asintió con su conocida expresión de nada, la misma que utilizaba cuando sabía que alguien le estaba ocultando algo.

- ¿Cuánto hace que saliste de prisión Artur?

Tanto Pinki como Garret lo miraron, uno con miedo y el otro con asombro. ¿En qué momento Mulder se había enterado que Pinki estuvo en prisión? Era un testigo, no un sospechoso. No lo habían investigado.

- Ocho meses, señor.

- ¿Y por qué fuiste a parar allí?

El muchacho se revolvió en su silla. Eso le pasaba por cooperar de buena gana. Debió irse sin más y se habría ahorrado esto. ¡Diablos! Si ni siquiera tenía que estar por esa zona. Cuando su patrón se enterara lo despediría.

- Por robar unas baratijas. Pero ya cumplí con mi condena.

- ¿Cuánto hace que trabajas en una florería?

Pinki estaba cada vez más nervioso.

- Tres semanas.

- Y supongo que tu jefe no sabe que estabas ahí cuando estabas ahí.

Garret no entendía a dónde quería llegar Mulder con su interrogatorio, pero evidentemente veía algo que él no estaba viendo, así es que esperó.

- No.

- Entonces, es lógico suponer que a menos que alguien, como alguno de nosotros, no te excuse ante tu jefe, pueden echarte.

Artur Pinki estaba tan asustado que no podía quedarse quieto en su silla y se removía inquieto mientras Mulder lo seguía mirando serena y amenazadoramente.

- Por favor, señor. Yo sólo le llevé unas flores a una chica que conocí el sábado. Si mi jefe sabe que lo hice me despedirá y fue bastante difícil conseguir este empleo.

- Entonces, dime la verdad. ¿Qué fue lo que le sacaste a la mujer que estaba tirada antes de que llegara la policía? No me mientas porque no estoy de humor. La mujer pelirroja es mi compañera y estoy ansioso por patear traseros, literal y figurativamente hablando.

El muchacho miró a Mulder tratando de decidir si estaba diciendo la verdad y aparentemente llegó a la conclusión de que ese hombre estaba dispuesto a algo más que patearle el trasero. 

- Pensé que nadie se daría cuenta. Al fin y al cabo el hombre lo arrojó cuando la mujer estaba muy atontada para ver lo que le lanzaba. Le juro que no quise...

Mulder lo interrumpió.

- Artur, estás malgastando mi tiempo y el tuyo. 

Pinki buscó en el bolsillo de su chaqueta.

- No pensé que esa mujer fuera a necesitarlo.

Mulder contempló la pequeña cruz de oro de Scully que Artur Pinki tenía entre los dedos. La aprestó entre sus dedos con fuerza, se levantó y caminó a la puerta.

- Buena decisión, Artur. Hablaré con tu jefe para decirle cuánto nos has ayudado.

Garret lo siguió afuera sin apurarse demasiado, fiel a su estilo, procurando que el muchacho no se diera cuenta de que no tenía ni la menor idea de cómo Mulder supo que Casanova le había lanzado algo a la mujer. Cuando estuvo afuera se acercó a Mulder que se había apoyado en la pared frente a la puerta y contemplaba la cruz.

- Mulder, ¿cómo diablos supiste todo eso? 

Mulder guardó le cadena en el bolsillo superior interno de su chaqueta.

- Estaba muy nervioso, con el tipo de nervios de todos lo que alguna vez han estado en un lugar así y no les fue muy bien, así es que supuse que ya había pasado por un interrogatorio. Dijo que no se había acercado hasta que llegó la policía e insistió mucho en que estaba muy lejos, pero sabía exactamente los daños que tenía la mujer, así es que obviamente se acercó pero para algo que evidentemente no quería que supiéramos. Dado que es un ladrón no me extrañó que le hubiera sacado algo. Supuse que quizás Casanova no se iba a molestar en darle aliento a alguien que no podía oírlo, pero por su historial imaginé que sí se molestaría en darnos un mensaje a nosotros, por eso pensé que no le había dicho nada, sino que le había lanzado algo.

- ¿Y qué significa esa cadena?

- Es de Scully. Ella nunca se quita esta cruz por voluntad propia.

Garret no podría entender nunca cómo diablos los perfilistas podían ver tanto en tan poco.

- ¿Y de dónde diablos sacaste que trabaja en una florería?

Mulder se encogió de hombros.

- ¿No lo notaste? Cuando entramos en la habitación el olor me hizo acordar a los velorios y las habitaciones de hospital. Apestaba a flores.

Garret se rascó la rapada cabeza mientras caminaban por el corredor rumbo a la sala en donde iban a interrogar a Leila Fulken.

- ¡Cielos, viejo! No quisiera ser tu hijo cuando intente mentirte acerca de cómo fue que estrelló el auto que no le dejarás conducir.

Mulder sonrió con tristeza. No había muchas posibilidades de que él tuviera que enfrentar esa situación a menos que encontraran a Scully con vida.




El cuarto contiguo a la sala en donde se encontraba sentada Leila Fulken no era muy grande, pero parecía increíblemente pequeño debido a la ansiedad que evidenciaban los que se hallaban en él. Damon Obrian, Luke Garret, Dina de la Plazza, Eduard Pariss y Mulder destilaban impaciencia y una suerte de actitud expectante, esa especie de ansia compartida que les causaba el saber que podían estar increíblemente cerca de atrapar a uno de los criminales más buscados de los últimos tiempos.

Damon los estaba matando con sus cigarros, pero era la única muestra de su nerviosismo.

- Entonces piensas que Casanova le tiró la cadena de Scully a Leila Fulken para que darnos un mensaje... ¿de qué?

- De advertencia, supongo. Nosotros tenemos a su creación pero debemos recordar que él tiene a uno de los nuestros. – Mulder contempló el rostro lleno de moretones que ostentaba un gran parche en la sien derecha de la mujer que estaba al otro lado del vidrio de doble vista – Me parece que Casanova quiere que estemos seguros de que es él quien la tiene y no ningún otro. Calculo que lo más probable es que quiera hacer un intercambio.

Eduard tenía las manos metidas firmemente en los bolsillos de su pantalón. Estaba enfadado y asustado. Podía sentir cómo Dina se estaba culpando peor de lo que lo había hecho Mulder por todo lo sucedido. Al fin y al cabo, Casanova la perseguía a ella y no le había pasado desapercibida la forma en que su esposa había congeniado con Scully. 

Dina no había hecho amigos desde hacía mucho tiempo, cuando Casanova mató a su mejor amiga y la dejó colgando frente al edificio de la ópera. Nunca olvidaría el dolor y la desesperación cuando la función terminó y salieron para encontrarse el cadáver de la persona con quien había pasado gran parte de la tarde de ese día. Desde entonces Dina no permitió que nadie que no fuera él se acercara demasiado, y él se había alegrado de que pareciera que en Scully hubiese encontrado alguien con quien poder trabar amistad. Al fin y al cabo Scully era un agente entrenado, estaba en una sección tanto o más peligrosa que la de ellos y vivía en otro estado. Todos factores más que convenientes dada la situación. Y de pronto, aquí estaban otra vez, a merced de este maniático.

- Pero ningún mensaje nos ha llegado y ya han pasado más de 14 horas desde que se la llevó. 

Dina, al igual que Mulder, tenía la mirada clavada en la mujer de la habitación contigua. Su voz sonó calma y convencida cuando le respondió a Garret.

- Él llamará. Me parece que Mulder tiene razón. Lo más probable es que quiera recuperar a su creación.

- ¿Y qué haremos si quiere hacer un intercambio? Esa mujer es una pieza demasiado importante para dejarla ir sin más. Debemos tener en cuenta que quizás esta es nuestra mejor oportunidad de atrapar a ese maldito y si se la devolvemos podría ser que no se nos presente otra.

Mulder lo miró con lo que podríamos calificar era una mirada glacial.

- Si fui capaz de entregar a quien creí era mi hermana desaparecida en una situación similar hace algunos años no dudes ni por un segundo que le entregaré a esa mujer. No me importa si eso atrasa la investigación. El recuperar a Scully no está en discusión, aún si significa perder esta oportunidad.

Damon consideró que era mejor cambiar de tema o alguno de los dos podía salir lastimado. Evidentemente Mulder no consideraba ni remotamente la idea de no hacer lo que fuera por traer a Scully y si su intuición no lo engañaba, aquel que se atreviera a ponerse en su camino no saldría muy bien parado.

- Dina, ¿qué te dijo el oficial de custodia de Fulken?

- Bueno, no dijo nada distinto a lo que nos comentó Louie esta mañana. Pero aparentemente lo que la hace vulnerable es su necesidad de aceptación y amor. Cada una de las veces que ha sido atrapada cometiendo algún delito se determinó que lo había hecho por el hombre de turno en su vida.

- Y supongo que tiene un talento natural para elegir lo peor de la especie.

Dina le sonrió a Eduard sin que la sonrisa llegara a sus ojos.

- No todas tienen mi ojo.

Todos guardaron silencio durante unos segundos.

- Bien, ¿qué dices Mulder? ¿Quién crees que debería hablar con ella?

Mulder apretó los labios con fuerza. Él QUERIA hablar con ella, pero su instinto y su formación profesional le decían que la mejor opción era Dina. La cuestión era si Dina podría hablarle sin perder los estribos.

- Creo que Dina debe hacerlo – se volvió hacia Dina – Debes hablarle con calma, hazle saber que tú tienes el control de todo. No sólo de su estadía en este lugar, sino también sobre Casanova. Haz que se dé cuenta de que ella no es nadie para ese tipo y que no importa lo que piense, él la abandonó. Probablemente se haya formado una imagen de ti que tiende a ser la de una estúpida. Debe haberse convencido de que no vales nada para poder soportar que él haya intentado convertirla en ti. Borra esa imagen de su cabeza como más te guste.

Dina asintió y una sonrisa que podía ser calificada de cruel se dibujó en su rostro.

- Cómo tu digas.

Y girando sobre sí misma salió del cuarto y entró en la sala de al lado.


Cuartel de policía

Sala de interrogatorios N° 1

24.06 hs.


Leila Fulken contuvo a duras penas el impulso de demostrar el odio que le causó ver a esa mujer entrar en la habitación como si estuviese allí por una reunión social.

Desde que había salido de prisión e ido a vivir con Jake había visto ese rostro en todas partes. En los salvapantallas de la computadora, en portarretratos, cubriendo el techo de los cuartos, dentro de todos lo cajones y estantes de la casa. Incluso, después de aquella tarde en que la llevó de compras y al salón de belleza, a veces lo veía al mirarse en el espejo. Odiaba a Dina de la Plazza y ahora se presentaba frente a ella con al expresión del gato que atrapó al canario. Pero se equivocaba si pensaba que ella traicionaría a Jake. Ella amaba a Jake y Jake la amaba y no le cabían dudas de que vendría a sacarla de allí. Quizás entonces podría idear la manera de meterse en esa casa que se veía en el gran televisor del cuarto al que Jake no le dejaba entrar y la mataría, lenta y dolorosamente.

Dina observó a su vez a este remedo de sí misma. El cambio entre la mujer que esa mañana había contemplado en la foto del prontuario y la que tenía adelante era notable. El cabello estaba arreglado igual que el suyo, los ojos ya no eran castaños claros sino oscuro, por lo que supuso que estaba usando lentes de contacto, y la ropa era muy parecida a la que ella acostumbraba a usar para trabajar. El overol que llevaba cuando sufrió el accidente estaba en poder de la policía pero le habían dejado la ropa que vestía debajo del overoll hasta que la trasladaran a una prisión de máxima seguridad.

Dina se sentó frente a la mujer sin decir nada y colocó la carpeta con los antecedentes de Leila frente a ella sin sacarle los ojos de encima. Y en los siguientes minutos no hizo nada más que mirarla fijamente, como si estuviera evaluándola.

Leila la miró a su vez, esperando la andanada de preguntas. Quería que le preguntara para poder reírse de ella por su ignorancia. Quería hacerle saber que ella era lo único importante para el hombre que se hacía llamar Casanova, pero que permitía que ella le llamara por su nombre de pila, Jake. Pero a medida que los minutos pasaban y el silencio se mantenía, la furia fue creciendo en ella. ¿Quién diablos se creía que era esa perra? Mirándola con ese aire de suficiencia. Pero si pensaba que ella hablaría primero estaba equivocada. Era muy buena en ese juego. Lo que no sabía era que Dina era aún mejor.

Después de 5 minutos del más ominoso de los silencios Dina dejó de recorrerla con la mirada y le clavó sus oscuros ojos, que por un instante le recordaron a Leila un oscuro cielo de tormenta. Demasiado calmos, demasiado brillantes, demasiado fríos.

- Bello anillo.

Leila se desconcertó. Había estado esperando una andanada de preguntas acerca de Jake, de dónde estaba, qué pensaba hacer con esa pelirroja de porquería que la había golpeado en la camioneta. ¿Pero una elogio por el anillo? ¡Esa mujer era más estúpida de lo que ella creía! Ni siquiera merecía la pena que le contestara.

La sonrisa de suficiencia de Leila le dijo a Dina que Mulder había tenido razón. Creía que era una estúpida. Su pregunta estaba destinada a desestabilizarla, pero no en forma inmediata. Claro que Leila no podía saberlo.

- ¿Por qué te lo regaló? 

Leila comenzó a inquietarse. ¿Cómo supo que Jake le había regalado ese anillo? Quizás la perra no fuera tan estúpida después de todo. Debía tener cuidado. Debía mantener la calma. Debía guardar silencio. Debía...

- Me gustaría que mi peluquero pudiera verte. Siempre me dice que mi estilo es único.

Si al menos la maldita se callara. Sería mucho más sencillo mantener la calma si no le estuviera diciendo esas cosas.

Dina vio que Leila comenzaba perder la calma. Su mirada ya no era tan engreída y su rostro comenzaba a tensionarse. Bien, ella quería que se enfadara.

- ¿Sabes? Mirándote bien, te peinas como yo, te vistes como yo y si mi olfato no me engaña, llevas hasta el mismo perfume que yo. Creo que cualquiera podría pensar que tú... eres yo.

Leila apretó sus manos una contra otra hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Esa maldita ramera barata la estaba haciendo enfadar.

- Claro que eso no es posible, ¿sabes por qué? – Dina hizo una pausa mientras veía cómo la otra mujer iba dando signos de furia cada vez mayores. Luego se respaldó en su silla y siguió hablando como hasta ahora, suave, lento, pausado, calmo,... exasperantemente clamo – Porque el hombre con el que comparto mi vida y mi trabajo nunca me habría dejado tirada en la calle para que me llevaran a una celda hasta que se me pudrieran los huesos. Él nunca me hubiera abandonado como a ti.

Tanto Mulcer como los otros tres hombres notaron como la mujer apretaba los labios y cerraba sus manos en puños, tratando de controlar su ira y mantenerse en silencio. Todos se dieron cuenta de que era una batalla perdida pero, aún así, Leila habló con voz bastante calma.

- ¿Te crees muy inteligente, verdad? Sentada ahí, con ese estúpido aire de suficiencia, tratando de penetrar en mi mente. Pues déjame decirte que no te resultará. No importa qué hagas, no traicionaré a Jake. No te diré nada.

Una ola de excitación corrió por la espalda de Dina al escuchar el nombre que se le había escapado a Leila. Así que Casanova era "Jake" para esa mujer. Ahora que había roto su mutismo, lo siguiente era hacer que hablara lo suficiente como para obtener más información.

- No creí que tuvieras tanto espíritu de sacrificio.

Leila Fulken esbozó una mueca que pretendía ser una sardónica sonrisa.

- ¿Y quién dijo que tendré que sacrificarme? Jake me ama y vendrá a sacarme de aquí. Me liberará de ustedes en sus propias narices y no hay nada que puedas hacer – se respaldó en la silla y cruzó los brazos – Claro que tú y el grupo de estúpidos con que trabajas ya deben estar acostumbrados a que él haga todo frente a sus narices. Basta con acordarnos de Anne, ¿verdad?

Del otro lado del vidrio los hombres que contemplaban en silencio el intercambio entre las dos mujeres se tensaron. Evidentemente ambas estaban intentando sacar de quicio a la otra. La pregunta que todos se hacían sólo se escuchó en los labios de Luke.

- ¡Perra! ¿ Creen que Dina podrá controlarse?

Eduard miraba la escena con una furia casi palpable bajo la fría calma de su mirada. Pero él conocía a su esposa como nadie y sabía que podía confiar en que ella haría las cosas bien.

- Sólo hay una cosa que se equipara a la inteligencia de Dina y eso es su capacidad de autocontrol – miró a Luke y le sonrió con una sonrisa cruel – Si tú hubieras estado ahí en el careo que tuvo con el tipo que intentó matarla apuñalándola veinte veces hace cinco años sabrías de lo que hablo. Ese tipo supo sin lugar a dudas que lo mejor para su salud era estar en prisión.

La voz fría y medida de Dina pareció apoyar lo que su marido acababa de afirmar.

- Pero, si no me equivoco, sus razones para hacer con Anne lo que hizo no fueron las que debería tener para sacarte de aquí.

- Por supuesto que no. Él me sacará de aquí porque me ama.

Dina logró darle a su voz un tono de absoluta duda.

- ¿De veras?

Los ojos de Leila relampaguearon, pero su dueña no se movió. Sin embargo, la tormenta que brilló en esos ojos le dijo a Dina que estaba a punto de lograrlo. Y Mulder estuvo de acuerdo con ella en la habitación contigua.

- Sé que crees que eres muy importante pero te engañas. Tú no sabes nada de nada. Él me ama a mí.

- ¡Claro! Debí suponerlo al verte. Indudablemente el que te haya transformado en una patética copia mía es un fiel testimonio de su amor por ti.

De repente el dique que contenía la furia de Leila se rompió y se levantó, estrellando la silla contra la pared en el intento de alcanzar a Dina. Sin embargo, Dina estaba esperando su reacción y se hizo a un lado para evitar el ataque. Antes de que Leila se diera cuenta, la tomó por el pelo y le estrelló la cabeza contra la mesa mientras con la otra mano le estrujaba la rota muñeca derecha que aún no había sido enyesada. Un dolor agudo que le subió por el brazo hizo que Leila aullara. 

En la habitación de al lado Luke y Damon comenzaron a ir hacia la puerta, pero Eduard los detuvo.

- No vayan ahí. Dina podrá manejarla.

En ese momento Dina se inclinó sobre Leila y le habló al oído en un susurro amenazante.

- Escúchame bien, pequeña estúpida. No me importa si te ama o te odia porque cualquiera sea el sentimiento que le despiertes no evitará que te pudras en la cárcel. Tú única oportunidad es que me digas a dónde llevó a la agente Scully.

Leila forcejeó furiosa.

- ¡Púdrete! ¡Nunca te diré lo que quieres saber y no importa cuánto me golpees, no puedes entrar en mi mente!

Dina se rió con una risa que helaba la sangre.

- Jake no vendrá por ti. Sólo fuiste un sustituto de lo que él realmente quiere y como te creó a ti puede crear a cualquier otra. Pero tú, tú estarás aquí hasta que ya no recuerdes cuánto tiempo llevas encerrada. Eso puedo prometértelo. 

Con un movimiento brusco la lanzó contra la pared haciendo que se tropezara con la silla que momentos antes había ocupado.

- Ahora, puedes hacer algo inteligente por ti y decirme adónde llevó a la agente Scully y tal vez el juez piense que vale la pena no ser muy duro contigo. Secuestrar a un agente del FBI es un delito federal y no recuerdo que se haya tenido clemencia con aquellos que lo han intentado.

Leila se levantó destilando veneno y sangre por la boca. Aún así, sonrió.

- Nunca te diré lo que quieres saber. Esa maldita pelirroja sabrá que su cabello no la salvará del hielo que le tiene preparado Jake, pero tú, tú sufrirás el fuego del infierno. – y enderezándose comenzó a gritar - ¡Guardia! ¡Quiero a mi abogado! ¡No hablaré con nadie más hasta que llegue mi abogado!

La puerta se abrió y un policía uniformado entró. Tomó a Leila del brazo para sacarla de allí. Dina esperó a que llegaran a la puerta antes de hablar.

- En cuanto al anillo... – Leila la miró y Dina levantó su mano derecha para mostrarle el original – te lo regaló porque sabe que para mí es muy importante. Es la única cosa que jamás me quito. Podría decirse que es parte de lo que me define, como la ropa y el cabello.

Leila no le contestó, sólo dio la vuelta y permitió que el policía la condujera a la celda.


Dina no llegó a desplomarse en su silla cuando la puerta volvió a abrirse y Damon OBrian, Luke Garret, Mulder y Eduard Pariss entraron en el cuarto.

Damon levantó la silla que aún estaba en el suelo y miró a Dina con preocupación.

- ¿Estás bien?

Dina le sonrió con tristeza mientras apretaba entre sus dedos la mano que su esposo le había puesto en el hombro.

- He estado mejor. 

Mulder se paseaba inquieto por el pequeño cuarto.

- Esa mujer no va a decirnos nada. Su fantasía es demasiado grande y nada va a convencerla de que ese loco no está enamorado de ella.

Luke, que estaba apoyado en la pared junto a la ventana, frunció el ceño.

- Pero todos vimos cómo reaccionó cuando Dina la provocó diciéndole que evidentemente la obsesión de Casanova es con ella.

Mulder negó con la cabeza.

- Pero ella quiere creer que en realidad lo de Casanova es un capricho, que ella es su verdadero amor. 

Eduard se sentó en la mesa junto a Dina.

- Creo que no nos quedará otra que esperar a que Louie encuentre algo respecto a Adam Fletcher. 

Damon asintió y se levantó de la silla.

- Volvamos a la oficina. Seguiremos con lo que estábamos haciendo y volveremos a intentar presionar a Fulken en un par de horas.




Atlanta

Cuartel del Equipo Especial del FBI

4.56 hs


Dina miraba las imágenes de su sala de estar con una gran taza de café vacía en la mano cuando Mulder entró en la habitación y se sentó en una silla a su lado.

- ¿Encontraste algo?

- Nada. – girando su silla quedó enfrentada con Mulder – Nadie extraño ha entrado hasta ahora por lo que tengo dos posibilidades. O él intervino el sistema de vigilancia o...

- O es alguien que tú conoces.

- Pero si ese fuera el caso, yo tendría que haberle reconocido cuando me secuestró.

- Bueno, no tiene que ser necesariamente así. Quizás pudo modular su voz para que sonara diferente o usar un deformador. Es un tipo inteligente y con recursos. No creo que le haya preocupado que tú lo reconocieras por la voz pero el que te cegara es un buen indicio de que probablemente lo conozcas. Ese es un factor importante.

Dina sacó la cinta que había terminado e insertó otra. La tarea ya era tediosa de por sí y el llevar casi veinticuatro horas despierta no ayudaba demasiado.

Mulder, que no había podido llegar a nada nuevo viendo los casos de Casanova, había decido ir a averiguar algo más acerca del origen de todo el problema. En ella estaba la respuesta. Quizás si lograba entenderla a ella, lo que la motivaba, lo que hacía que se mantuviera entera, podría llegar a comprender mejor a Casanova.

- ¿Nunca has pensado en renunciar? 

Dina lo miró un instante en silencio y se levantó para llenar su taza de nuevo. Con un suspiro se sentó.

- Una vez lo hice. Llegó un momento en que no era posible que saliera a cenar sin que él me llamara por teléfono al lugar en donde estaba comiendo. Me enviaba flores a la oficina, me dejaba regalos en el auto. No importaba adónde estuviera, él parecía estar allí también. Parecía que mi presencia lo incentivaba a matar, como si estuviéramos teniendo una competencia. Entonces, renuncié.

- ¿Y por qué volviste?

Dina clavó sus ojos en la taza que sostenía en las manos.

- Él no se dio por enterado. Siguió mandándome cosas, dejándome mensajes en todos lados diciendo que me extrañaba, que quería que volviera. Poco antes de que Teddy y yo validáramos nuestro matrimonio fuimos al teatro. A la salida, en un mástil que está delante del edificio, nos encontramos el cuerpo de una de mis más viejas amigas colgando, sin ropa, con la frase "Te extraño Dina" cortada en su torso desnudo. 

Mulder se horrorizó ante la imagen que se formó en su mente. La voz de Dina revelaba su dolor y furia al recordar los hechos que la convencieron de volver.

- Anne no fue al teatro con nosotros porque había conocido a un sujeto y esa noche tenían planes para ir a cenar. Nunca pensé que él sería capaz de acercarse de esa manera a mis seres queridos. Seducirla, enamorarla, hacer que se entusiasmara con él, para que me hablara de su nuevo amor, para que yo no pudiera ignorar que si él quería que yo volviese yo tenía que volver.

Mulder recordó las fotos de la escena del crimen. Había revisado ese caso junto con los demás pero en ningún lado decía nada de la relación que la víctima tenía con Dina.

- Lo siento.

Dina se inclinó hacia delante y posó una de sus manos en la que Mulder tenía apoyada sobre el apoyabrazos.

- No Mulder. Yo lo siento. Lamento que todo esto haya ocurrido pero estoy segura que recuperaremos a Dana. Es la primera vez que él se lleva a alguien en vez de matarlo directamente. Eso nos dice que su objetivo puede ser otro.

Ambos guardaron silencio unos minutos mientras miraban las pantallas de televisión. De repente, Dina dejó su taza con fuerza sobre la mesa.

- ¡Cielos! ¡Cómo no se me ocurrió antes!

Mulder vio cómo Dina se levantaba de la silla.

- ¿Qué?

Dina tomó su abrigo y su bolso, deteniéndose sólo el tiempo suficiente para decir

- Si es posible que el sistema de vigilancia sea intervenido entonces Jonh Gallaguer, el dueño de la empresa que instaló el sistema de vigilancia, debe saber dónde buscar. Dile a Damon y a Teddy que estaré con Gallaguer. Veré que revisen el sistema.

Y sin esperar respuesta, salió.

Mulder asintió y miró las pantallas donde las imágenes de la casa de los Pariss se sucedían. Eduard entró en el cuarto buscando a su esposa.

- Mulder. ¿Dina no está aquí?

- Me pidió que les dijera que iría a la empresa que instaló el sistema de vigilancia para hacer que el dueño lo revisara. No encontró a nadie extraño en las filmaciones y cree que quizás lo han intervenido.

Eduard se sentó en la silla que hasta hacía unos minutos había ocupado Dina y contempló las pantallas junto con Mulder. En ese momento un hombre de cabellos castaños y ojos negros estaba en primer plano arreglando la cámara.

- ¿Quién es él?

Eduard miró el individuo por encima de su taza y frunció el ceño.

- John Gallaguer. Es el dueño de la empresa que instaló el sistema de vigilancia. Hace unos meses atrás hubo una subida de tensión que dañó las cámaras y hubo que reemplazar dos de ellas. 

- ¿Y es común que él haga el mantenimiento del equipo?

- No lo sé – durante un momento vieron como el hombre iba de una cámara a la otra – Es extraño, considerando que una vez me dijo que él jamás hacía ese trabajo. 

La idea comenzó a germinar en la mente de ambos hombres al mismo tiempo.

- ¿Qué saben acerca de Gallaguer?

Eduard comenzó a sentir que un nudo se le formaba en el estómago. Levantándose se dirigió seguido de Mulder a la puerta. 

- Damon hizo los arreglos para instalar el sistema. Fue parte del trato para que Dina volviera al trabajo después de que encontráramos a Anne.

En el pasillo se cruzaron con Damon OBrian y Luke Garret saliendo de la cafetería. Eduard le tomó el brazo con tanta fuerza que casi le hace volcar el refresco que tenía en la mano.

- ¿Quién aprobó que la empresa de Gallaguer instalara el sistema de vigilancia en la casa de Idie?

Damon, tomado por sorpresa, se detuvo a pensar.

- Bueno, ha instalado los sistemas de seguridad para nosotros desde hace casi dos años. Ganó una licitación un par de meses antes de que apareciera Casanova. ¿Por qué?

Los ojos de Mulder brillaban con esa luz que Scully había empezado a identificar. Era cuando comenzaba a desanudar la madeja para hallar el camino a la solución.

- Dina piensa que tal vez podrían haber intervenido el sistema y Gallaguer aparece en las filmaciones de la casa arreglando cámaras.

Louie se dirigió hasta ellos saliendo de su oficina.

- Eduard, acerca de la información que me pidieron desde el hospital. Adam John Fletcher, nacido hace 31 años en Nueva York, hijo de Simon y Alice Fletcher. Su padre se dedicaba a la exportación de alimentos y carne mientras su madre hacía beneficencias. Era voluntaria en varios centros de la ciudad. Cursó Ingeniería Electrónica en la universidad de California y se graduó con altas calificaciones pero sin honores. El que Dina lo hubiera descubierto haciendo trampas en el concurso de barricadas evitó que se los dieran. Se mudó a Boston tres años después de graduarse y a partir de allí se pierde el rastro.

Los cinco hombres se sentaron en torno a la mesa de reuniones y Louie hizo aparecer una vieja foto del anuario de secundaria de Fletcher. Eduard comenzó a sentir que se le helaban las manos y la adrenalina comenzaba a fluir por su sistema. La foto no decía mucho, era vieja y presentaba a un desgarbado adolescente.

- Busca si por casualidad él y Ciccionetti tomaron clases juntos o participaron de los mismo grupos.

- Ya lo hice. Según los registros de la universidad cursaron juntos una materia en primer año. No existe ningún registro de pertenencia a clubes o agrupaciones universitarias por parte de ninguno de los dos. 

Muder casi no podía estar sentado.

- ¿Quién era la madre de Fletcher?

Louie tecleó en su máquina buscando la información. Cuando la pantalla se llenó con los datos cinco pares de ojos se miraron entre ellos asombrados. La voz de Eduard era apenas un ronco susurro.

- Dina fue a verlo para pedirle que revisara el sistema de vigilancia de casa.

Los cuatro hombres se levantaron como si fueran uno y se dirigieron a la salida a la carrera. 

Louie quedó solo contemplando la pantalla. La sala quedó silenciosa, iluminada por la gran pantalla de televisión en donde una mujer bonita sonreía. A un lado de la foto los datos de la madre de Adam Fletcher brillaban como burlándose de ellos por haber estado allí todo el tiempo sin que los vieran.

Alice Fletcher, hija única, heredó de su madre la fortuna que ésta había heredado del dueño de los puertos de Nueva York a fines del siglo diecinueve. Nombre de soltera: Alice Gallaguer Quinly. Nombre de su abuelo, Adam Quinly.


Atlanta

Gallaguer Security

6.01 hs.


Damon había esperado antes de ordenar que toda la caballería se lanzara tras Gallaguer. No quería que Gallaguer huyera al escuchar el ruido de las sirenas. 

Damon, Luke, Eduard y Mulder estaban dando vuelta el despacho de John Gallaguer. No había rastros de él ni de Dina cuando llegaron, excepto el auto de la agente estacionado en el área de estacionamiento. Los empleados que iban llegando eran interrogados y cada rincón del lugar estaba siendo revisado. En los últimos diez minutos habían hecho de aquel lugar un auténtico caos. 

La sensación de ineptitud que los embargaba sólo se veía apocada por la de miedo. Gallaguer tenía a Scully y ahora tenía a Dina y ellos no sólo no habían sido capaces de encontrarlo a tiempo sino que, además, le habían facilitado las cosas al permitirle entrar en la casa del objeto de su obsesión.

- ¡Diablos! ¡No puedo creer que esto haya ocurrido otra vez! 

Eduard estaba francamente desesperado. Era interesante ver cómo los roles se habían invertido en una hora. Ahora era Mulder quien tenía que contenerlo. Tuvo que tomarlo fuertemente del brazo para que no le descerrajara un tiro al guardia de seguridad que no les quería dejar entrar. Ese infeliz no tenía idea de lo cerca que estuvo de, por lo menos, quedarse sin una de sus rodillas.

De repente, la figura de John Gallaguer se recostó en el dintel de la puerta. Por un instante ninguno de los que estaban en el cuarto lo vieron. Sólo por un instante.

- Buenos días agentes. Me imagino que a estas horas ya deben haberse dado cuenta que de nada les vale destrozar mi oficina, eso no les devolverá a la agente Scully. Y mucho menos a Dina.

Mulder no se percató de quien era, pero le bastó ver la cara de Eduard para saber que estaba ante Casanova. Eduard acortó la distancia que lo separaba de la puerta y tomando a Gallaguer por el pullover negro que llevaba puesto lo lanzó al centro de la habitación. La fría amenaza de los ojos color ámbar al acercarse otra vez al hombre que estaba en el suelo hizo que los otros tres reaccionaran. Damon y Luke sostuvieron a Eduard. Mulder miró al hombre que se había llevado a Scully y luchó por controlarse. Ya era bastante con tener que contener a Eduard. Si ese tipo había ido a la boca del lobo entonces él debía averiguar por qué.

- ¿ Dónde están?

Gallaguer lo miró desde el piso y con calma se arregló el pullover. Cuando habló lo hizo como si estuviera en una amistosa partida de póker y no en un cuarto lleno de hombres dispuestos a lincharlo.

- Agente Mulder. Me alegra que hayas venido a unirte al juego. Indudablemente tu presencia ha hecho que sea más... dinámico, por así decirlo. Necesitábamos alguien que inyectara ideas nuevas. Estos tres tipos no son muy eficaces y el juego se vuelve aburrido.

Los tres tipos a quienes se referían aún estaban entrelazados. Eduard sabía que no debía matarlo, pero pensó que tal vez al juez no le molestaría que lo lastimara. Se soltó de los otros dos hombres justo cuando Casanova volvía a hablar.

- Sabía que finalmente lo deduciría. Supongo que fueron los libros lo que los llevó a mí. Me alegra que hayan podido deducir mi acertijo, pero no fueron lo suficientemente rápidos. Señores, están en jaque y yo tengo sus piezas más preciadas.

Una vez más Mulder repitió la pregunta.

- ¿Dónde están?

La risa de Gallaguer inundó el cuarto, crispándoles los nervios.

- Tu compañera está bien. Es muy poco dada a cooperar, pero en líneas generales podemos decir que está viva... aún. Pero no es para mantener esta charla insustancial que he venido. He venido a proponerles un trato.

Eduard se adelantó hasta donde estaba Casanova y antes de que nadie pudiera evitarlo desenfundó su arma y le disparó en el hombro derecho. Gallaguer aulló de dolor mientras se presionaba el hombro lastimado, pero Edurad se inclinó sobre él y sostuvo firmemente su arma sobre el tobillo izquierdo. Su voz cortaba el aire, mil veces más peligrosa por su calma. Tan calma que a los tres hombres que contemplaban la escena se les erizó la piel.

- Mi esposa me explicó que el cuerpo humano puede resistir entre quince y veinte impactos de bala antes de que entre en colapso por el dolor y el plomo, siempre y cuando uno no dispare a zonas vitales. Comenzaré por los pies, seguiré por las rodillas, luego quizás pase por las manos, las muñecas y los codos. Me aseguraré que no mueras. Así es que piensa con detenimiento en lo que vas a decirme porque por cada respuesta incorrecta recibirás una bala. ¿Dónde están?

- Te enviarán a prisión por esto. No puedes dispararme.

Eduard le apoyó el cañón del arma en el tobillo derecho.

- ¿Dónde están?

Damon se adelantó para detenerlo pero Mulder se interpuso en su camino.

- Déjalo. 

Damon y Luke se dieron cuenta que debían hacer algo para detener lo que estaba ocurriendo. Evidentemente Mulder no sólo no les dejaría que evitaran lo que estaba sucediendo. Quizás hasta ayudaría a Eduard con un par de disparos.

- Eduard, no hagas esto. No arruines tu carrera por este bastardo. Baja el arma.

Eduard no lo miró, estaba concentrado en Casanova quien comenzó a darse cuenta de que ese hombre estaba dispuesto a torturarlo.

- No arruinará mi carrera el dispararle a los tobillos a un criminal que huye resistiéndose al arresto. Tampoco si las balas se alojan en sus rodillas. En cuanto a las manos, puedo decir que estaba armado. Mulder me apoyaría en mi versión.

Mulder sonrió.

- Dos armas. Cuando ya no pudo correr empezó a dispararnos y no tuvimos más alternativas que responder al fuego.

Gallaguer miró a Eduard.

- Tengo un trato que ofrecerte y si eres lo suficientemente inteligente lo aceptarás antes de que la agente Scully y tu esposa mueran. Sólo yo sé dónde están, pero si no se apresuran lo único que les quedará será su helado recuerdo.

Mulder apoyó una mano en el hombro de Eduard para evitar que le disparar de nuevo.

- ¿Cuál es el trato? ¿Quieres a Leila Fulken de vuelta?

Gallaguer le sonrió divertido.

- No, lo que quiero es el perdón del gobernador.

Un silencio sobrecogedor cayó en el cuarto mientras los que allí estaban se daban cuenta de lo que ese maldito estaba pidiendo.

Damon no podía creer que la única forma de recuperar a Dina y Scully fuera otorgándole a ese animal un perdón con el que saldría impune. Luke dio un paso hacia Mulder y Eduard.

- Yo opino que Eduard debería mandarlo a que trate de conseguir el perdón de Dios.

Casanova no le prestó atención. Sus ojos no se apartaban de los de Eduard.

- El gobernador es tu amigo. Llámalo. Dile que me dé un perdón por todos los cargos que se me imputan y yo te llevaré hasta donde está Dina. Pero te recomiendo que te apresures. Calculo que sólo tienes 3 horas como máximo y hasta que no tenga el perdón en mis manos no los llevaré adonde están.

Lentamente, Eduard se puso de pie y miró a Mulder. Todos sabían que lo que estaba por suceder era un suicidio profesional, pero también sabían que la opción era perder a las mujeres que amaban y eso sería el peor de los infiernos. Edurad tomó su celular y marcó el número del gobernador. No necesitaba el permiso de Damon para hacer eso.


Veinte minutos después Artur Langton entraba seguido de su secretario privado. Nadie más había podido entrar en el cuarto desde que Casanova atravesó la puerta y Garret despachó a todos los empleados después del disparo. La empresa estaba silenciosa y vacía.

El gobernador vio al hombre con el que en más de una oportunidad había compartido noches de cenas y reuniones sentado en un sillón sosteniéndose el hombro derecho. Damon OBrian estaba sentado en el escritorio, Luke Garret junto a la puerta, un hombre que no conocía parado cerca de Gallaguer y Eduard sentado justo frente al sillón, con su arma apuntado directamente al hombre herido. Ambos hombres se miraban fijamente en lo que parecía ser un duelo privado que no presagiaba nada bueno. Gallaguer lo miró tranquilo cuando entró.

- Buenos días Artur. 

El gobernador trataba de entender lo que Eduard le había explicado por teléfono.

- Eduard, qué está ocurriendo. Qué es eso de que Gallaguer es Casanova.

Eduard no se movió ni apartó la mirada de Casanova para responder.

- Jonh Gallaguer es Casanova. Ayer en la mañana secuestró a la agente especial Dana Scully del FBI en el sótano del edificio en donde están nuestras oficinas y hace unas horas se llevó a Idie. Quiere hacer un trato contigo por la vida de ellas.

Casanova le sonrió con tranquilidad. El gobernador no podía creer que nunca se hubiera dado cuenta de que era un monstruo. El secretario miró a su jefe y viendo que no decía nada miró a Gallaguer con el ceño fruncido.

- El gobernador no hará ningún trato con usted, señor Gallaguer. Todos saben que la política oficial es no acceder a los requerimientos de secuestradores.

Gallaguer lo miró con desprecio, como considerando que casi no valía la pena responder a esa afirmación. Casi.

- Oh, pero este es un caso especial. El gobernador hará el trato que yo le ofrezco, ¿verdad Artur? Tú y yo sabemos que no vas a negarte.

Artur Langton se estremeció. Jonh Gallaguer sabía que estaba enamorado de Dina, se lo había dicho una noche en que se pasaron de tragos. Indudablemente estaba utilizando eso para forzarlo a hacer ese trato. Él sabía que no podría negarse.

- ¿Qué quieres?

- Tu perdón. Firmado y sellado. Una vez que mi abogado lo tenga, los llevaré a donde están Dina y la agente Scully. Pero te digo a ti lo que les dije a ellos. El tiempo se les acabará en unas dos horas más o menos.

El gobernador miró a su amigo, recordó todas las veces que había pensado lo afortunado que era Eduard por tener a Dina, recordó cuánto había deseado estar en su lugar. Y se dio cuenta que no podría vivir sabiendo que él pudo salvarle la vida a la mujer que una vez le salvó la suya en una sala de emergencias y no lo hizo.

- Llama a tu abogado.


Continuará...