Una imagen vale más que mil palabras…
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Washington DC
Cuartel General del FBI
8.30 hs.
Los pasos seguros de la Agente Dana Scully resonaron en el pasillo del sótano que era conocido por los bromistas del FBI como la Residencia Siniestro. El eco provocado por sus tacones tenía una simple explicación: nadie andaba por allí si podían evitarlo y se aseguraban de evitarlo en forma muy eficiente, así es que la tenebrosa sensación causada por el rítmico repiqueteo más que incomodarla la sumía en una grata sensación de familiaridad.
Sin embargo la sensación de familiaridad se acabó en cuanto estuvo delante de la puerta del que había sido el despacho que compartiera con su compañero los últimos 7 años. Su mano se congeló en el pomo de la puerta en la que, hasta el viernes anterior cuando abandonó la oficina, figuraba una solitaria placa con el nombre de Fox W. Mulder. Ahora, debajo de dicha placa, resaltaba otra que decía Dana K. Scully.
Por un momento su mirada se quedó clavada en el reluciente pedazo de metal dorado y las palabras negras que rezaban su nombre, como tratando de asimilar la visión de su nombre en esa puerta.
- ¿Te gusta?
Sobresaltada, Scully giró hacia el lugar de donde provenía esa voz que siempre estaba resonando en su cabeza y se encontró con un Mulder vestido con su habitual traje oscuro, camisa gris y una corbata gris pizarra más oscura, que combinaba a la perfección. Por un momento el cerebro de Scully hizo un recorrido veloz a través de las fechas memorables y no pudo hallar ninguna que ameritara un regalo. Entonces pasó a hacer otra anotación en el sector de "Atenciones Especiales de Mulder" en su mente y comprobó que dicho sector aumentó considerablemente desde el memorable beso de año nuevo.
Mulder sonrió un tanto nervioso. El sábado por la noche, después de abrir la puerta de su departamento alrededor de quince veces para ir hasta el de ella y pedirle un replay de lo ocurrido en el hospital en año nuevo, tan sólo para comprobar que su memoria fotográfica aún funciona bien, y después de desistir todas las veces ya que seguramente a Scully no le parecería necesario dicho experimento para validar la funcionalidad de la mencionada memoria, se decidió por sorprenderla con este detalle. Había previsto toda una gama de reacciones a su regalo pero el mutismo no estaba entre las posibilidades que había barajado. Lentamente se acercó hasta ella y rozando suavemente la placa con los dedos intentó una vez más:
- Creí que era hora de que oficializáramos tu presencia en esta oficina. Es decir, pensé que tal vez era adecuado que todo aquel que llegara hasta esta puerta se diera por enterado que también es tuya. - Una vez más clavó sus verdes ojos en los azules que se hallaban unos cuantos centímetros por debajo de la línea de su visión y volvió a preguntarle - ¿Te gusta? ¿No te gusta? ¿Crees que se hubiera visto mejor con letras doradas en fondo negro? ¿Vas a pegarme? ¿Vas a hablar? ¿Respiras siquiera?
Las absurdas preguntas terminaron por sacar a Scully de su asombrado mutismo y sin despegar los labios más que para esbozar una trémula sonrisa le ciñó los brazos al cuello mientras decía:
- ¡Es perfecta, Mulder! Ni siquiera yo podría haber elegido mejor.
Mulder la abrazó estrechamente por la cintura, tal y como sucedía ante cualquier evento y con cualquier excusa últimamente. Y una vez más lo llenó la misma sensación de plenitud y paz que le embargaba cada vez que encerraba entre sus brazos la pequeña anatomía de su compañera. Se abrazaron en silencio durante lo que pareció ser una eternidad y lentamente Scully se separó lo suficiente para verlo a los ojos mientras tomaba su cabeza con sus dos manos y acariciaba suavemente el corto cabello.
- Gracias.
Y ahí estaba de nuevo, la electricidad, los ojos perdidos en los ojos, los labios entreabiertos como una invitación, los cuerpos casi pegados, todo el ambiente gritando ensordecedoramente y en estéreo "¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!" y el desenlace que todos esperamos: sonó el maldito teléfono. Mulder contempló los ojos azules que intentaban esconder la decepción de que se hubiera roto la magia del momento y haciendo lo que para él representó un esfuerzo sobrehumano, deshizo el abrazo en lo que indudablemente no podía decirse que fuera una acción acelerada ni mucho menos y abriendo la puerta caminó hasta el escritorio, mientras enviaba sus recuerdos al señor Bell y toda su familia agradeciéndole por haber proporcionado al mundo de tan maravilloso artefacto.
Levantando el tubo ladró su nombre con más fuerza de lo que las normas de cortesía exigía mientras Scully entraba en el despacho, colgaba el impermeable en el perchero y sonreía para sí misma al comprobar la reacción de Mulder ante tan inesperada interrupción.
Y mientras él escuchaba a quien estaba del otro lado de la línea, lo vio. Ahí, sobre el escritorio, había otra placa más, parecida a la que estaba en la puerta pero montada sobre una base de madera. Que Mulder hubiera puesto también una placa allí (ya lo de la puerta la había dejado descolocada por todo el día. Esto la descolocaría por todo el año) le parecía increíble. ¿Qué iba a hacer ahora este hombre? Scully estaba totalmente desconcertada. Se había pasado todo el fin de semana tratando de convencerse de que el beso de año nuevo sólo había sido eso, un beso de año nuevo, y lo más probable era que tuviera que esperar otros siete años antes de que un episodio parecido sucediera. Y encima el que él no la hubiera llamado ni una sola vez en esos dos días y tres noches prácticamente había logrado quitarle el sueño. Odiaba el que se hubiera acostumbrado tanto a que sonara el teléfono en la madrugada que se despertaba automáticamente alrededor de las 3 y si Mulder no la llamaba ella ya no podía dormirse. Como resultado, hacía tres noches que no dormía bien y esa mañana había decidido que ya estaba bien de hacer el ridículo, aún cuando sólo lo hacía ante sí misma ya que no había nadie que la contemplara comer helado viendo televisión a las 4 de la mañana mientras peleaba por no llamarlo para asegurarse de que estaba bien. Debía buscarse una vida ya que estaba segura de que nunca tendría el valor suficiente para derribar el muro que les había llevado todos esos años levantar y llevar esa relación a un plano menos platónico. Y ahora él tiraba todas sus resoluciones por tierra con tan sólo regalarle un par de placas con su nombre. Patética, definitivamente era patética.
Sin prestar atención a lo que Mulder estaba diciendo tomó la placa entre sus manos y deslizó sus dedos por las negras palabras, tal y como Mulder lo había hecho con la placa de la puerta y se sintió feliz y emocionada en un grado que rayaba en lo ridículo.
- Me pareció que era mejor que tuvieras el juego completo, para cuando pongamos tu escritorio. - La voz de Mulder volvió a sobresaltarla por segunda vez y se dio cuenta que él ya había colgado el teléfono y la miraba fijamente - Tiene una inscripción detrás.
Scully dio vuelta la placa y se encontró con una inscripción bellamente tallada que decía: "Gracias por quedarte conmigo, aún cuando por ello no te salves. Siempre. FM". Desconcertada ante la inscripción lo miró interrogante, pero Mulder sólo sonrió e hizo un ademán hacia la puerta:
- Skinner quiere vernos en su despacho.
Scully asintió y dejando la placa sobre el escritorio salió delante de él rumbo al ascensor. Mientras lo esperaban la frase tallada tras la placa le seguía dando vueltas en la cabeza. Le parecía una coincidencia increíble que Mulder hubiese hecho tallar algo que parecía sacado de su poema favorito, particularmente porque no recordaba haberle comentado ese poema en particular. Bah, en honor a la verdad no le había comentado de ningún poema que significara algo importante para ella. Ellos no tenían ese tipo de conversación.
Una vez dentro del ascensor se volvió hacia su compañero el cual ostentosamente contemplaba concentradísimo el panel que indicaba los pisos.
- ¿Qué significa la inscripción?
Mulder sonrió sin mirarla.
- Creí que no tendría que explicártela. ¿No es acaso ese tu poema favorito?
La cara de Scully era para alquilar balcones. ¿Cómo rayos sabía él sobre ese poema?
- ¿Y cómo sabes que es mi poema favorito?
Las puertas del ascensor se abrieron dando paso a tres agentes que los contemplaron como todos los contemplaban: esperando encontrar evidencias de que antes de que ellos entraran había estado arrancándose la ropa. Mulder no solía darle importancia a ese tipo de especulación, más bien le divertía que todos esos idiotas estuvieran creyendo que él iba a la cama con la pelirroja Reina de Hielo y se comieran los codos de pura envidia. Pero a Scully le reventaba que todo el mundo diera por sentado que ellos tenían una relación nada platónica… y no fuera verdad.
Dos pisos después bajaron dejando que el trío de agentes comentara los últimos chismes respecto a ellos, que según lo que ambos habían oído en los baños afirmaban que no sólo iban a la cama juntos, sino que aparentemente se habían casado en secreto, y caminaron hasta la oficina de Skinner. En el camino Mulder dijo:
- ¿Recuerdas hace unos meses cuando podía leer la mente?
Una alarma sonó en la cabeza de Scully. ¿No habría estado leyendo su mente justo cuando recordaba algunos de los sueños recurrentes que tenía con él?
- Sí – la seguridad de su voz era inversamente proporcional a la que sentía en realidad.
- Bueno, pues en esa época parecías estar obsesionada con ese poema y te repetías su título como un mantra "No te Salves, No te Salves". Así es que pensé que si era tan importante para ti entonces era adecuado poner eso tras tu placa.
- ¿Y cómo hiciste para encontrarlo? Su autor no es muy conocido aquí en Norteamérica.
Mulder le sonrió con su mejor sonrisa de niño travieso (Scully había bautizado a esa sonrisa "La convertidora de rodillas en gelatina") mientras le habría la puerta de la oficina de la secretaria de Skinner.
- Bueno, ¿sabes qué significa la I en FBI?
Skinner les saludó apenas entraron, indicándoles las sillas frente a su escritorio:
- Agentes, ¿han oído hablar del asesino serial que se hace llamar "Casanova"?
Mulder tomó el folder que Skinner le extendía, lo hojeó apenas y se lo pasó a Scully.
- Es un psicópata que se caracteriza porque mata sin un patrón fijo aparente, aunque tengo entendido que sus homicidios tienen en común a una agente del FBI que pertenece a un equipo especial que opera en Atlanta. Según parece está obsesionado con ella.
- Así es Mulder. El punto aquí es que en los últimos seis meses su actividad parece haberse intensificado y el agente a cargo del grupo especial de Atlanta me ha pedido su asignación temporal a este caso. Creemos que su experiencia como perfilista y la de la agente Scully como forense serán de ayuda.
Scully hojeaba el expediente y de repente se detuvo en una parte del informe:
- Las mujeres que mató en estos últimos meses… todas dijeron haber sido abducidas alguna vez – sus ojos azules se clavaron interrogantes en el Director Adjunto – Este tipo está matando a mujeres que dijeron haber sido secuestradas por extraterrestres.
- Sí, así es. Es por eso que consideraron que su ayuda puede ser muy valiosa. Sin embargo quiero que recuerden que el Agente O’Brain probablemente no considere eso un factor decisivo a la hora de atrapar a este tipo. Por favor, anden con pies de plomo – y a pesar de hablar en plural su mirada se clavó en Mulder.
Scully mantuvo su semblante serio a duras penas al oír a Skinner hablarles como una madre pidiéndole a sus hijos que no hicieran papelones delante de los invitados.
- Su avión sale en dos horas agentes. Buena suerte.
Mulder y Scully se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la puerta, pero no bien Scully salió Skinner levantó su mirada:
- Mulder, una cosa más.
Este miró a Scully como diciéndole que se adelantara y cerrando la puerta se volvió hacia el hombre que, según su criterio, era un maestro bailando con Dios y con el Diablo a diario.
- Señor.
Skinner se respaldó y se sacó los anteojos, mientras miraba al individuo que casi todo el mundo consideraba un maldito loco… excepto la mujer por la cual él les ayudaba cada vez que lo necesitaban. Y si ella era feliz siguiendo a ese excéntrico en cuanta locura a él se le ocurría lo menos que podía hacer él era tratar de que no sufriera por las consecuencias más de lo que ya lo hacía.
- Cuídela. Encaja demasiado bien en el perfil de las mujeres asesinadas.
Una vez más Mulder se preguntó hasta qué punto ese hombre lo ayudaría si Scully no estuviera con él a cada paso. Y una vez más le pareció que la respuesta obvia no le agradaba en absoluto. Sabía que no había nada entre el Director Adjunto y Scully, pero la única persona que soportaba pusiera los ojos sobre ella era Frohikie… y sólo porque sabía que el enano libidinoso no tenía ni la más mínima oportunidad de hacer realidad ni el más recatado de sus sueños. Pero Skinner… ¡diablos!, hasta él pensaba que era un tipo imponente… a pesar de su pelada.
Sin embargo, le tranquilizaba saber que no era el único que se preocupaba por Scully, particularmente le tranquilizaba que Skinner tuviera mejores y mayores oportunidades una vez que las cosas se ponían realmente feas. Así es que dejó de lado las punzadas de celos posesivos que le pinchaban el corazón y tan sólo asintió con la cabeza:
- No se preocupe señor. Si alguien quiere hacerle daño tendrá que pasar sobre mi cadáver primero.
Y acto seguido salió.
Atlanta
Cuartel del equipo especial del FBI
6 horas después.
Mulder y Scully se encontraban sentados en una amplio despacho, cómodo y muy masculino. Escritorio de por medio, el agente Damon O’Brain terminaba de encender un puro.
- Me alegra que hayan podido venir con tanta rapidez agentes. En realidad necesitamos un punto de vista nuevo.
- Esperamos ser de ayuda, señor. Aunque hace mucho tiempo que trabajé como perfilista creo que no he perdido la habilidad durante mi trabajo en mi asignación siguiente.
Damon O’Brain miró a los agentes a través de la cortina de humo formada por su puro. Había estudiado sus antecedentes y creía que realmente esos dos era un caso especial, no sólo por sus capacidades como investigadores sino por las características que presentaban como pareja.
Fox "Spooky" Mulder y Dana "Reina de Hielo" Scully eran muy conocidos en todo el FBI, no sólo en Washington, ya que sus actividades nunca pasaban desapercibidas. Y la última vez que estuvo en el cuartel general del FBI escuchó los comentarios acerca de la empatía con que se manejaban. Un viejo amigo le dijo que todos hacían apuesta acerca de cuánto tiempo hacía que dormían juntos, una vez que se dieron cuenta que hacer apuestas acerca de cuándo ella lo dejaría era perder dinero a manos llenas. Según su amigo nadie pensaba que esos dos eran sólo compañeros de trabajo porque la electricidad que los envolvía cuando estaba juntos y ese especie de diálogo sin palabras que solían mantener no era "normal". Y no fue hasta quince minutos antes, cuando entraron en su oficina, que no comprendió a qué se refería con que "no era normal".
Una vez más tuvo que maravillarse de lo tontos que pueden ser los seres humanos a veces, aún los más inteligentes. Él no se extrañó de la comunicación empática del par de agentes, ya que era algo que ya había visto antes y había aprendido a respeta y admirar ese tipo de relación.
- Estoy seguro de que así será. Bien, supongo que ya están enterados de que este tipo, que se hace llamar "Casanova", ha estado matando mujeres en los últimos 2 años y ha pesar de que incluso secuestró a uno de mis agentes el muy maldito tiene más recursos de los que podemos llegar a prever porque no hemos podido atraparlo. Sin embargo, ha habido un incremento en los asesinatos estos últimos seis meses y necesitamos detenerlo de una buena vez.
Scully sostenía sobre su falda el expediente que habían estado estudiando en el avión.
- ¿La agente que secuestró es la misma con la que tiene una especie de obsesión?
- Sí, la agente Dina De la Plazza. En estos momentos ella y su compañero, el agente Eduard Pariss, están en Ohio. Hace unas horas recibimos un llamado. Dos mujeres fueron reportadas como desaparecidas por compañeros de trabajo y familiares, una aquí en Atlanta y la otra en Ohio y pensamos que ambas pueden ser obra de Casanova. Me quedé a esperarlos para llevarlos a la escena del crimen, así es que si me acompañan…
Momentos después los tres abandonaban el edificio a toda velocidad. Llegaron a una casa de un barrio residencial de las afueras de Atlanta minutos después y se unieron a un hombre y una mujer que esperaban frente a la puerta de entrada.
El hombre, alto, de color, vestido con ropa de cuero y una extraña boina en la cabeza, era el agente Luke Garret y la mujer, menuda, de cabello ensortijado en demasía (esta fue una apreciación que figuró sólo en la mente de Mulder ya que Scully no se puso a pensar en ese detalle) y ataviada con el clásico traje del FBI, era la doctora Crista Swain, la forense del equipo. Después de las presentaciones les entregaron un equipo parecido a los que utilizaban los cantantes que eran audífonos y micrófono a la vez.
- Bien Luke, ¿qué tenemos?
La voz de Garret no desmentía la impresión de Mulder acerca de la posibilidad de que ese hombre hubiera trabajado como encubierto en las pandillas callejeras. Era el tipo de voz que imponía respeto porque podía ser peligrosamente suave.
- La entrada no ha sido forzada. Creemos que entró por la ventana del baño que está en la parte de atrás. No hemos entrado esperando que Dina y Eduard lleguen hasta la casa de la otra víctima.
- Eduard, ¿qué tienes por allá?
Una voz surgió por los audífonos tan clara como si su dueño estuviera a pocos metros.
- Lo mismo que ustedes. Las entradas están intactas y parece haber utilizado una ventana a un lavadero que da a la parte trasera de la casa.
O’Brian sacó su arma y su linterna.
- Bien, Dina, Eduard, los agentes Mulder y Scully de Washington estarán en el canal de radio. Ellos entrarán por la puerta trasera y Luke y yo por la delantera. Crista, entra después que nosotros. Lo haremos en forma sincronizada a mi cuenta de tres.
Todos se dirigieron a sus posiciones y mientras se apostaban en sus lugares listos para entrar Mulder trataba de ajustar los auriculares en su cabeza para que no se viniera abajo ante cualquier movimiento brusco.
- Dime Scully, ¿crees que podríamos pedir estos artilugios en el próximo caso que investiguemos?
Scully tan sólo levantó su ceja derecha, en una respuesta muda a tan absurda idea.
Mulder le sonrió mientras le guiñaba un ojo:
-¡Vamos Scully! ¡Ya tienes una placa en la oficina! ¿Qué te hace pensar que no lograremos estos aparatitos?
Cualquiera fuera la contestación que cruzó por la mente de Scully nunca la verbalizó pues justo en ese momento O’Brian ordenó entrar.
La casa parecía estar en orden, sin señales de violencia o pelea. Los cuatro agentes convergieron en el pasillo central y allí se le unió la doctora Swain, encargada de recolectar la evidencia forense y que llevaba una cámara que trasmitía a los agentes Pariss y De la Plazza lo que veían ahí y en cuya pantalla podía verse la casa de la víctima de Ohio.
- Damon – la voz de Eduard Pariss sonó en los audífonos – no encontramos señales de violencia hasta ahora. Nos dirigimos hacia lo que parece ser el dormitorio.
Un pasillo se abría ante ellos. Con cuidado avanzaron entrando en las distintas puertas que había en los lados. La voz de Dina De la Plazza interrumpió el tenso silencio:
- Hay una repisa en el pasillo frente a la puerta del dormitorio. Todos los adornos están en el piso. ¿Hay algo parecido ahí?
Scully apuntó con su linterna hacia una estantería de madera que había a un costado de la puerta de la habitación del fondo. Presentaba el mismo aspecto de la que aparecía en la pantalla de la video-cámara.
- Agente De la Plazza, soy la agente Scully. Hay una estantería con todo tirado aquí también – se acercó un poco más – Dígame, ¿hay algún libro ahí?
- Sí, es una edición de Frankenstein con tapas de cuero y lo que parece un grabado del monstruo en la tapa. Parece ser un libro caro.
Scully tomó el libro que había en la estantería. Era una edición de Frankenstein de tapas de cuero con un grabado del monstruo en la tapa que evidentemente no se conseguía en cualquier lado. Con cuidado se lo entregó a la doctora Swain quien lo puso en una bolsa de evidencia. Luego siguieron hasta el cuarto.
Los tres hombres contemplaban el lugar en silencio. La habitación estaba ordenada, la cama tendida, había ropa dejada sobre un sillón. En una tumbona junto a la ventana se veía una mujer sentada, con la cabeza caía sobre su pecho y los brazos colgando sobre su cabeza atados a unas sogas que pendían de ganchos que parecían taladrados en el techo.
Mientras O’Brian se acercaba a la mujer Eduard Pariss describía lo que veían:
- La habitación está en perfecto orden Damon. O la atacó antes de que se acostara o tendió la cama, pero estoy seguro que ordenó todo. Hay una mujer sentada en un sillón junto a la ventana. No puedo verle el rostro porque la cabeza le cuelga sobre el pecho, pero sus manos están atadas sobre su cabeza a una sogas que se sujetan a unos ganchos del techo. Creo que su cuello está roto. Me fijaré.
Scully miró a Mulder y casi pudo sentir las neuronas de su compañero trabajar. Realmente crispaba la piel ver dos escenas de crimen tan aterradoramente iguales. El agente O’Brian alumbró a la mujer mientras levantaba con cuidado la cabeza. Una expresión de espanto se pintó en el rostro de los tres agentes mientras una voz angustiada se escuchaba a través de los audífonos.
- ¡Por Dios!
El rostro de la mujer estaba oculto por una máscara de latex. Mulder y Scully se miraron sin entender el espanto generado por la máscara. Ambos sabían que un tipo como el que perseguían estaba lo suficientemente loco como para ocultar el rostro de sus víctimas.
- ¿Qué ocurre señor?
O’Brian soltó lentamente la cabeza de la víctima.
- Ese es el rostro de Dina.
Atlanta
Cuartel del Equipo Especial del FBI
3 horas después
Todos se hallaban reunidos alrededor de una mesa precedida por una enorme pantalla de televisión que abarcaba toda la pared, esperando la llegada de los dos agentes que venían desde Seatle para comenzar la reunión.
Además de los agentes Garret, O’Brian y Swain estaba el experto en computadoras Louie Void quien estaba terminando de compaginar los datos de las dos últimas víctimas en la base de datos de Casanova.
Todos tomaban café en silencio cuando entraron dos personas en la sala. Eran un hombre y una mujer, ambos ataviados con el típico traje del FBI… sólo que no se veían nada típicos. Más bien parecían estrellas de televisión. Él era un hombre muy alto, Mulder le calculó alrededor del metro noventa, de cabellos oscuros y cortos, una estructura ósea que asemejaba a la griega, ojos de un intenso color ámbar y una contextura física que denotaba largas horas de deporte más que de gimnasio. Vestía un traje pero en lugar de la camisa y corbata llevaba un pullover oscuro de cuello cerrado. En cuanto a la mujer, a ninguno de los dos agentes le cupo duda de que se trataba de Dina de la Plazza, ya que, aunque vivo, era el rostro que cubría a la mujer que habían visto horas antes. Como su compañero, era alta (Scully pensó que seguramente miraría a Mulder sin tener que levantar mucho la cabeza), de cabello color caoba intenso y unos grandes ojos muy oscuros que resaltaban notoriamente con su piel clara. Y a pesar de llevar un simple traje sastre con una camisa de cuello grande color sangre muy oscura, Scully sintió de pronto que lo mejor que podía hacer para no verse vulgar era pararse lejos de ella. Mulder, mientras tanto, pensó que era casi entendible la obsesión que ese maldito psicópata tenía con esa mujer. Parecía que podía hechizar a cualquiera sólo con aparecer y decidió castigar a los Pistoleros enviándoles una fotografía para que sufrieran por no poder conocerla.
O’Brian se sentó en la cabecera de la mesa.
- Agente Mulder, agente Scully, ellos son los agentes De la Plazza y Pariss, Dina y Eduard, Mulder y Scully vienen desde Washington.
La voz grave y bien modulada de Eduard Pariss le dijo a Scully lo que ella ya se había imaginado: ese hombre rayaba en lo perfecto. Pero quién quiere la perfección si puede tener a Mulder ¿verdad?
- Mucho gusto. He oído mucho de usted agente Mulder. Estuve en la sección de Crímenes Violentos hasta hace un par de años y usted es toda una leyenda ahí dentro. Su trabajo me pareció fantástico.
Dina de la Plazza se limitó a saludarlos con un "Mucho gusto. Bienvenidos" y se ganó la animadversión de Scully con esas tres palabras. Una pareja de perfectos ejemplares de la raza humana era demasiado para que el resto de los mortales soportara en una misma habitación. Sin embargo no le fue posible mantener demasiado tiempo el desagrado recién adquirido, ya que indudablemente esa pareja era mucho más que una increíble estampa de moda ejecutiva.
- Bien Crista, dinos que tenemos de nuevo.
La doctora Swain apoyó sus antebrazos en la mesa mientras las fotos se sucedían durante su exposición.
- Ambas mujeres son blancas, de 35 años, vivían solas y tenían hábitos sanos ya que se encontraban en buen estado de salud. Sabré más al respecto en cuanto pueda hacer la autopsia.
- La agente Scully te ayudará en eso Crista. Ella es médico forense.
- Lo sé y me alegra tener un par de manos que me ayuden y un cerebro que con quien comparar ideas. – Scully sonrió. Era la primera vez que consideraban su presencia beneficiosa desde que había sido asignada a los expedientes x – El examen preliminar no muestra signos de pelea así es que me inclino a pensar que ambas mujeres fueron narcotizadas antes de ser asesinadas para que no ofrecieran resistencia. Lo que en realidad me llama la atención es que por lo que he podido ver ambas murieron prácticamente hace 10 horas más o menos.
Garret levantó la vista de las notas que estaba tomando:
- ¿A la misma hora?
- Ahá. Eso nos lleva a pensar que esta vez Casanova no actuó solo.
Eduard Pariss se mesó los cabellos:
- Si Casanova tiene un cómplice entonces esto se pone definitivamente espeso.
O’Brian medió en la charla:
- Ambas víctimas estaban vestidas con el mismo traje: un Armani con camisa de seda y zapatos italianos. Y si mi poder de observación no me engaña eran bastante parecidos al traje que llevabas la semana pasada en Pasadena cuando atrapamos al tipo que mataba gente para donar sus órganos Dina.
- Si dejas de lado el detalle que el mío no es un Armani, sí son casi idénticos. Los zapatos también se parecen al par que llevaba ese día así es que podemos asumir que no sólo quería que se viesen como yo al colocarles la mascara sino que también las vistió como yo.
O’Brain se volvió hacia Mulder:
- ¿Qué opina usted Mulder?
Mulder, que se había mantenido aparte hasta ahora, miró las fotografías que parpadeaban desde la pared.
- Bueno, yo diría que estamos ante un tipo de alrededor de 35 años, cosa que ya sabemos porque la agente De la Plazza ha confirmado su edad aproximada, blanco, instruido. Probablemente tenga conocimientos de química ya que pudo fabricar una réplica del rostro de la agente De la Plazza para ponerla sobre sus víctimas. Tiene recursos económicos pues puede darse el lujo de viajar hasta Ohio para matar a alguien y además, la tecnología necesaria para fabricar una máscara sin tener a la persona para hacer el molde es bastante cara. El que eligiera un asesinato doble para presentar a su cómplice puede indicar que es la primera vez que trabaja con ella.
- ¿Ella? ¿Y por qué piensas que es una mujer?
- Porque no hay señales de lucha Scully y en todas las ocasiones anteriores si la hubo. Pero si su cómplice es una mujer eso explicaría el uso de narcóticos, los cuales lo privarían en circunstancias normales de disfrutar del absoluto pavor y dolor de sus víctimas. Además, la margen del mensaje obvio que las máscaras representan, son el rostro de una mujer. Y tenemos los libros, ediciones antiguas de Frankenstein, muy caras y poco comunes. A mi juicio estos indican que ha creado a su propio monstruo no sólo a su imagen sino también a la de la mujer que lo obsesiona. Yo buscaría a un hombre culto, rico, de buena y antigua familia, con conocimientos en química y computación y a una mujer con una contextura física parecida a la Agente de la Plazza, con antecedentes criminales y una personalidad fácilmente influenciable que haya salido hace poco de prisión.
- Pero, ¿por qué mujeres que dicen haber sido abducidas? No entiendo qué tiene eso que ver.
O’Brian seguía consumiendo su puro mientras entrecerraba sus ojos.
- Bueno, ¿usted a sido abducida agente De la Plazza?
Todos lo miraron con claras muestras de pensar que evidentemente no era capaz de resolver un caso sin involucrar a los hombrecillo verdes. Todos, excepto Scully, Dina de la Plazza y Eduard Pariss.
- En realidad agente Mulder…
- Por favor, llámennos sólo Mulder y Scully.
- Bien, en realidad Mulder, fui secuestrada hace alrededor de dos años y medio pero dudo mucho que hayan sido extraterrestres. Apostaría cualquier cosa a que eran muy humanos. Estuve desaparecida por 3 meses y luego me encontraron en un parque, inconsciente y sin memoria de lo ocurrido. Cuatro meses después Casanova apareció matando mujeres y dejando mensajes diciendo que me extrañaba.
Scully dio un respingo ante esta revelación. Esa mujer había pasado probablemente por lo mismo que ella. Miró a Mulder y casi puso escuchar la teoría que estaba tomando forma en el cerebro de su compañero. Se volvió hacia Crista Swain:
- Agente Swain…
Todos sonrieron al escuchar tan formal forma de dirigirse a quien todos llamaban simplemente Cris. O’Brian les dijo:
- Acá las cosas no son tan formales así es que por favor, evitemos todos los títulos y, de ser posible, los apellidos.
Scully sonrió:
- Bien, pueden obviar mi apellido si gustan pero aconsejo no hacerlo con mi compañero.
Divertidas miradas se dirigieron a quien de repente se sintió más observado que la Mona Lisa en el Louvre.
- Mulder estará bien para mí.
- Bien, una vez que hemos aclarado esto, Crista, las otras víctimas halladas hasta ahora ¿tenían algo extraño en la nuca?
- Pues, la verdad es que sí. Tenían una especie de microchip. Louie lo analizó.
- No pude encontrar nada parecido a esos chip y no he podido determinar la función en el cuerpo de esas mujeres.
Mulder y Scully intercambiaron sendas miradas.
- Ni lo encontrará. Hemos visto antes esos chips antes y puedo decirles que su función es un auténtico misterio, pero la experiencia nos ha enseñado que si son removidos de su lugar las mujeres enferman de cáncer y mueren en poco tiempo.
La pausada voz de Eduard Pariss lo interrumpió.
- ¿Y qué tiene que ver con Casanova?
- Creo que posiblemente la respuesta esté en la memoria de Dina.
Si ella pudiera recordar lo que ocurrió durante su secuestro tal vez descubriría que conoció a Casanova durante ese tiempo. Tal vez por eso él dice extrañarla. Todos consideraron la opción en silencio durante un momento. Finalmente el agente O’Brian apagó su puro y dijo:
- Bien, me parece que la teoría de Mulder es buena. Louie, compagina los datos que aportó Mulder con las bases de datos del ejército, laboratorios e instituciones médicas. También busca entre la gente que puede darse el lujo de vivir sin trabajar y busca las mujeres que salieron hace poco de la prisión que tengan algún tipo de parecido físico con Dina. Crista, sería bueno si tu y Scully pudieran acabar cuanto antes con las autopsias. Garret, averigua sobre los componentes de las máscaras y los vuelos a Ohio. Eduardo, ve con Mulder y averigüen todo lo que puedan acerca de los libros: su antigüedad, origen, quién pudo ser su dueño, etc. Dina, ven un momento a mi oficina por favor.
Todos se levantaron para ir a cumplir con los distintos encargos y mientras recogían sus cosas Scully aprovechó para acercarse a Mulder:
- Mientras buscas lo de los libros busca también un hotel donde alojarnos. Quizás el agente Pariss pueda ayudarte.
- Está bien.
Scully lo contempló durante un momento y dijo:
- ¿Qué opinas de todo esto?
Mulder le sonrió y acercándose a su oído le dijo:
- Pues no sé si atraparemos a ese maldito pero al menos ahora ya puedo dormir tranquilo. Ya sé en quién se inspira Armani al hacer sus colecciones de ropa ejecutiva. Apuesto tu sueldo a que tiene fotos de esos dos delante de su mesa de trabajo.
Scully levantó una ceja al escuchar que apostaba su salario.
- Mulder, si tú apuestas mi sueldo apostaré tu colección de revistas a que Casanova es uno de los extraterrestres de Roswell.
Mulder sonrió en su típica sonrisa derrite corazones que Scully detestaba… porque cada vez le resultaba más difícil resistir el saltarle al cuello y sellarle la boca cuando la esgrimía.
- Sólo recuerda que si haces eso perderé mis revistas y tendrás que ingeniártelas para que no las extrañe.
Dicho esto, tomó su sobretodo y se dirigió junto con Eduard Pariss al ascensor dejando a Scully llena de imágenes que le hicieron desear una ducha fría… muy fría.
Dos horas después todos estaban de vuelta en la sala de juntas, muy cansados, muy hambrientos, muy llenos de cafeína y deseosos de salir de allí para tomar un relajante baño caliente.
Mulder sentía que hacía siglos que había salido de ese lugar, después de recorrer innumerables librerías y hablar con demasiados expertos en antigüedades, lo único que quería era volver junto a Scully para contarle sus teorías y escuchar su consabido "no es probable". Amaba esa frase, tan de ella, que le hacía sentir parte del equipo y no un loco desquiciado como cuando le decían "eso es estúpido" y lo miraban con desprecio a él y con pena a ella, ya que todos pensaban que la pelirroja agente estaba condenada a sufrir junto a su loco superior.
El recuerdo de que él era su superior directo, el encargado de la sección de Expedientes X, lo hizo sonreír. Estaba tan acostumbrado a sentir que eran un equipo que muchas veces olvidaba que él estaba a cargo. Y la visión de los rojizos cabellos brillando bajo la luz de la sala hizo que se sintiera ridículamente en casa. Scully estaba releyendo algunas anotaciones que quería comentar más tarde con Mulder cuando literalmente lo sintió en la habitación. Desde entró en aquella sala aséptica y pensó que la figura que estaba acostada sobre esa extraña mesa en forma de cruz con la cabeza vendada sólo era el cadáver del hombre que amaba, había desarrollado una especie de sexto sentido para percibir su presencia. Y eso definitivamente le indicaba que todo estaba tomando un rumbo que no tenía marcha atrás. Había estado deseando que llegara la hora en que estuvieran en el hotel para poder sentarse en su habitación a escuchar teorías disparatadas, tomando cerveza de raíz y comiendo comida chatarra para terminar durmiéndose juntos frente al televisor. Está bien, hasta ahora nunca se había dormido juntos frente al televisor en una cama, el sillón de Mulder había sido el único mueble que habían compartido en sueños, pero pensaba que ya era hora de experimentar con algo nuevo. Como científica estaba ampliamente a favor de los experimentos. Quizás también podría ser una buena oportunidad para repetir lo del beso con algunas variantes, sólo para ver si el resultado de entrañas reducidas a gelatina era el mismo cuando al simple roce de labios le agregaran mucho de abrazos, menos luz, más tiempo, menos ropa…
- Tierra a Scully.
Scully se dio cuenta de repente de sus pensamientos, de la proximidad de Mulder, de sus pensamientos de nuevo y agachó la cabeza porque de pronto el incendio que sintió en su cara nada tenía que ver con sus hormonas y todo con vergüenza.
- Lo siento, estoy algo cansada. ¿Cómo te fue?
Mulder se dejó caer a su lado suspirando.
- Bueno, ¿sabías que hay tantas tiendas de antigüedades en Atlanta como huesos en el cuerpo humano? Parece mentira que un negocio que parece tan exclusivo sea tan compartido en una sola ciudad. ¿Y qué tal tu tarea compartida?
- Bueno, no puedo quejarme. Crista no sólo es una gran forense sino que además tienen lo mejor. Encontramos algunas cosas interesantes que creo serán de utilidad. ¿Encontraste hotel?
- Algo así.
Otra vez la ceja de Scully se levantó interrogante.
- ¿Algo así? Mulder no nos habrás registrado en un motel por hora ¿verdad?
- No, nos he registrado en un hotel que según me dijo Eduard tiene todas las comodidades de una casa.
Desde el otro lado de la mesa Eduard Pariss contemplaba en intercambio entre Mulder y Scully sonriendo. No le había pasado inadvertido el que Mulder comentara cada paso con su compañera a través del teléfono, ni el que Scully hubiera girado su cabeza para mirarlos apenas salieron del ascensor, ni tampoco el detalle de la conversación que saltaba de autopsias a hoteles como si fueran un viejo matrimonio comentando su día mientras cenaba. Sí, podía identificar lo que ocurría entre esos dos perfectamente… y podía decir con mayor precisión aún lo que iba a ocurrir inevitablemente. A esa altura de sus pensamientos O’Brian y Dina De la Plazza entraron y esta última se sentó a su lado y se hundió prácticamente en la silla. Parecía estar muy cansada. En realidad parecía estar aplastada. Y esa visión no le gustó nada. O’Brian captó su mirada preocupada e hizo un tranquilizador gesto con la cabeza, como dándole a entender que todo estaba relativamente bien.
- Bien, ¿qué tenemos?
Louie tecleó rápidamente en su ordenador mientras un mapa político del país aparecía en la gran pantalla de la pared.
- Compaginé los datos que me dijiste Damon y pedí informes a otras agencias pero según parece un maldito maniático introdujo un virus en más de una base de datos de la policía y lo están tratando de arreglar, así es que por el momento la búsqueda es muy amplia. 50.000 sujetos encajan con el perfil. Calculo que para mañana por la mañana ya lo habrán arreglado y podremos reducir esto. Hasta entonces… - levantó sus hombros en un gesto de impotencia.
- Demonios. Esos malditos crakers son más peligrosos que todos los Casanovas juntos. Bien, supongo que no tenemos más remedio que esperar por ese lado. Dina estuvo con el doctor Reynolds esta tarde.
Dina levantó sus oscuros ojos y mostró un rostro más demacrado que el de la máscara de las víctimas de esa mañana.
- El doctor Reynolds y yo intentamos una sesión de hipnosis regresiva pero lamentablemente tuvo el mismo resultado de la vez anterior. No puedo recordar ningún rostro que se asemeje a lo poco que vi de Casanova cuando me secuestró hace ocho meses. Lo siento, pero no tengo nada nuevo para agregar a lo que ya sabemos.
La frustración y la impotencia que se evidenciaban en su voz hicieron que Mulder se preguntara por primera vez qué se sentiría el cargar con la culpa de la muerte de casi veinte personas en la conciencia. Él sabía perfectamente lo que significaba un sentimiento de culpa profundo, pero era referido a la pérdida de seres queridos, no de vidas de personas inocentes que ni siquiera lo conocían, con familias enteras lamentando su desaparición y quizás culpándote de ella. Eduard pareció fulminar por un momento a Damon O’Brian con la mirada de una manera que Scully se asombró. Le recordaba la mirada de Mulder cuando volvió de su paseo con el fumador mientras estaban en el departamento tratando de ver el contenido de un disco que estaba vacío. Y el sólo recuerdo de la furia contenida que emanaba de él hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Su falta de palabras fue mucho más efectiva para decidirla a no volver a hacer algo semejante que toda una noche de recriminaciones. Sin embargo se asombró aún más por la calma con la que el agenre Pariss habló a continuación.
- Encontramos a tres anticuarios que dicen que tenían libros como los que encontramos. Aparentemente son de una edición especial que se hizo hace 100 años que sólo editó 20 ejemplares como los que tenemos. Para mañana por la mañana tendremos un listado de las familias que aparentemente los tienen entre sus colecciones o que los han adquirido recientemente.
- Los materiales utilizados para hacer las máscaras son bastantes comunes y se pueden conseguir en cualquier casa de artículos para tiendas de disfraces o implementos para el teatro. No pude hallar a nadie que tuviera listados de clientes para ese tipo de material a no ser que estemos hablando de estudios de televisión y empresas de efectos especiales. Ese es un callejón muerto. En cuanto a los vuelos, ya le di a Louie las listas de pasajeros que volaron hasta y de Ohio en las últimas 48 horas. Espero que cuando pueda reducir su rango de sospechosos sirvan de algo.
O’Brian asintió con la cabeza y dirigió su mirada a Crista Swain.
- La autopsia nos indicó que las dos víctimas fueron dormidas con un anestésico que les inyectaron. Murieron hace alrededor de 16 horas por una fractura en el cuello, en la base del cráneo más precisamente. Mulder miraba los datos de la autopsia en la pantalla y una vez más sintió que debería hacer un curso de chino para poder entender esos jeroglíficos médicos.
- ¡Vaya! Ambas con el cuello quebrado en el mismo lugar. Demasiado exacto para ser una coincidencia – Dina de la Plaza miraba la pantalla sin demostrar signos de necesitar curso de chino alguno – ¿Qué hay de fibras, cabellos y cosas así?
Scully tomó la segunda hoja del informe que tenía ante ella.
- Bueno, había cabellos color caoba en la mujer que encontramos aquí en Atlanta, del cual ya se pidió un examen de ADN para comparar con el banco de datos, y ausencia de todo tipo de fibra en la de Ohio. Me inclino a pensar que él se encargó del trabajo allá, no sólo porque está mucho más limpio sino porque las ataduras en las muñecas aunque eran iguales estaban mucho más apretadas en esa víctima. No encontramos signos de ningún tipo de tortura anterior o posterior a la muerte de ninguna de las dos mujeres y el cuello les fue quebrado con un golpe seco muy preciso que quizás tiene su origen en alguna especie de arte marcial.
El desasosiego se apoderó del equipo reunido alrededor de la mesa de conferencias. Evidentemente no lograrían nada hasta el día siguiente en que pudieran acceder a las bases de datos dañadas por el virus por lo que O’Brian dio una larga pitada a su puro y respaldándose dijo:
- Creo que lo mejor para todos será descansar esta noche. Nos reuniremos mañana a primera hora. Buenas noches a todos.
Dina De la Plazza se irguió bruscamente en su asiento para protestar pero él no le dio tiempo a decir nada.
- He dicho que todos debemos descansar. Especialmente tu. – Sin esperar respuesta se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta – Eduard, asegúrate de que no se quede aquí trabajando.
Scully y Mulder contemplaron la impotencia que hervía dentro de la hermosa agente. Eduard Pariss se levantó, salió un momento y volvió con los abrigos.
- Vamos Idie, es hora de ir a casa. Además, creo que te conviene. Según parece tu marido va a hacer la cena.
Dina De la Plazza lo miró y ante la determinación que se advertía a lo largo de toda la anatomía del agente Pariss, terminó suspirando y esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa mientras permitía que él la ayudara con su abrigo.
- ¿De veras? Pues en ese caso no desaprovecharé la oportunidad de tomar una largo baño mientras él cocina..
Eduard Pariss sonrió ante su comentario y se volvió hacia los silenciosos Mulder y Scully.
- Bien Mulder, recojan sus cosas y nos iremos. Espero que no te moleste Scully pero le ofrecí hospedaje a Mulder en mi casa. Pensé que era mejor que uno de esos odiosos hoteles a los que uno se tiene que resignar cuando lo mandan de una punta del país a la otra.
Scully se sintió asombrada por el ofrecimiento. ¡Diablos! No recordaba haber tenido tantas ocasiones de asombro como en ese día, pero Mulder ya estaba recogiendo su abrigo por lo que le sonrió a Eduard agradecida.
- Tienes razón. Gracias – de repente su vista cayó en la alianza que brillaba en la mano izquierda del agente Pariss – Pero, ¿tu esposa no va a enfadarse?
Mulder miró a Eduard Paris. Por una vez se le había pasado el detalle del anillo y se dio cuenta de que no recordaba que hubiese telefoneado a nadie para avisar que llevaba invitados a dormir. Sin embargo él se limitó a encogerse de hombros.
- No lo creo – y girando hacia la agente De la Plazza que terminaba de juntar papeles en su portafolio preguntó - ¿No te molesta que se queden hasta que terminemos con esto, verdad?
Ella le sonrió y ante la atónita mirada de Mulder y Scully comenzó a caminar hacia la puerta mientras decía:
- ¡Claro que no! Tenemos cuartos de sobra y además tú cocinarás mientras yo tomo un largo baño, ¿recuerdas?
Eduard Pariss se rió mientras salía detrás de ella:
- Bueno, tal vez tan sólo pida comida para llevar. Apuesto a que Mulder y a Scully les gusta la comida china.
Los mencionados Mulder y Scully salieron como autómatas detrás de la pareja mientras en su mente la imagen terminaba de encajar. ¡Por eso se veían tan increíblemente bien juntos! ¡Estaban casados!
- ¡Diablos Scully! Y todo este tiempo yo convencido de que el FBI no aceptaba que las parejas de agentes se relacionaran a escala personal. ¿Te das cuenta? No puedo creer todo el tiempo que he perdido por esa estúpida norma.
El estruendo provocado por lo papeles que salieron del portafolios de Scully al estrellarse en el suelo al oír tamaña declaración hizo que todo el mundo se preguntara qué diablos le habían hecho para tener esa cara de alelada mientras Mulder siguió hasta le ascensor sonriendo para sí mismo.
Continuará…
Este es el poema al que hace refernecia Mulder en la placa. Por supuesto, es MI poema favorito, pero creo que a Scully podría llegar a gustarle. Espero que les guste a estedes.