Título: Después de todo. 
Autor: Enia
Disclaimer: No son míos Stop Son del surfista y una productora y un canal de tv Stop... Lástima Stop
Spoliers: Mmmmm...noopp. No hay de eso. O, al menos, no lo hay concientemente. 
Nota de la autora: Como bien saben esto es una historia de ficción. CC ni en su más remotas y alocadas ocurrencias habría consentido que algo así sucediera.
El título lo tomé prestado de esa hermosa canción de Peter Cetera que canta con Cher.
Dedicatorias: una vez más, a Ariel por sentarse a darme su opinión a pesar del sueño y el cansancio, a Carol, por ser tan buena a la hora de ejercer de betta reader y a Isa, que siendo tan noroma como es fue capaz de encontrar mi historia pausible y querer que la termine. Gracias, ladies, no se qué haría sin ustedes.
Feedback: Vamos... please... ¿qué puede costarles escribirme un par de palabritas? Las que sean, me gustan todas.


"After all the stops and stars
We keep coming back to these two hearts
Two angels who've been rescued from the fall
After all that we've been through
It all comes down to me and you
I guess it's meant to be
Forever you and me, After All

(Después de todas las paradas y comienzos 
Seguimos volviendo a estos dos corazones
Dos ángeles que han sido rescatados de la caída
Después de todo lo que hemos pasado
Todo se resume a mí y a ti
Creo que está dicho que así debe ser
Para siempre tu y yo, después de todo)"

After All - Peter Cetera




Departamento de Dana Scully
Maryland
8.32 p.m.

Scully se miró en el espejo por quincuagésima vez y llegó a la conclusión que debería ponerse a investigar cómo era posible que en el breve lapso de tiempo transcurrido entre esa mañana, cuando se miró después de bañarse, y ahora pudiera haber adquirido 20 kilos y toneladas de celulitis. Sin lugar a dudas, se trataba de un fenómeno paranormal.
El vestido color granate oscuro no le quedaba como el día anterior. El día anterior se veía mejor, parecía un guante. En este momento se parecía sospechosamente a un maldito vendaje para contener inflamaciones. 
- ¡Demonios!
Se giró para mirar dentro del armario, por las dudas se le hubiera escapado algún vestido de esos que compraba más por sentirse femenina que porque tuviera muchas oportunidades para usarlo, y se dio cuenta que el bendito armario estaba vacío... Sí, tenía una preciosa réplica del monte Everest hecha en ropa sobre su cama.
Enfadada consigo misma por la situación, se paró en medio del cuarto.
- ¡Basta Dana! No eres una colegiala tonnta a punto de ir a su baile de graduación, eres un agente del FBI que está por asistir al aniversario de ese bendito baile. El que Mulder vaya a acompañarte no es motivo para que entres en pánico.
Y acto seguido, con un gemido de consternación, se dejó caer sobre el montón de ropa, asombrada de cómo era que había terminado quedando con él por pareja para esa noche.

Cuartel General del FBI
Oficina de los Expedientes X
4 horas antes

Scully entró en la oficina y se encontró con Mulder que, sentado en su silla, masticaba semillas de girasol mientras contemplaba unas fotos que no quiso acercarse a mirar. La experiencia le había enseñado que cuando demostraba un mediano interés en alguna cosa que él no insistiera en mostrarle primero, terminaba corriendo a su lado por alguna alcantarilla, porque su sola curiosidad transformaba cualquier insignificancia en algo fantástico para investigar.
Fue hasta el archivador, guardó el fólder que traía en la mano y estaba por ponerse a terminar de escribir el informe atrasado que tenía en el computador cuando la voz de Mulder le llegó en un tono sospechosamente neutro.
- Scully... te llamó por teléfono una muujer. 
Ella siguió buscando un recibo que no encontraba en el mar de papeles en que estaba convertida la mesa alrededor del computador, por lo que no prestó mayor atención a lo que él decía o hacía.
- ¿Dijo quién era?
- Rebecca Ledrow.
En ese momento levantó su vista y la clavó en los ojos verdes que tenían esa mirada inocente que siempre ponía cuando había hecho algo que no debía. Y empezó a rogar a todos los dioses de todas las religiones que alguna vez había oído nombrar para que tuvieran piedad de ella.
- ¿Algún mensaje?
- Que no te olvides que la reunión es a las 9.45 de la noche y que espera que esta vez si puedas ir acompañada.
Las plegarias fueron inmediatamente suspendidas. No tenía sentido seguir rezando si esos dioses cretinos no la escuchaban. 
De todas las personas del mundo que podían llamar cuando ella no estaba, justo tenía que ser Rebecca Ledrow. ¿Y acaso no había nadie más que pudiera haber atendido el maldito teléfono? ¿Es que Mulder siempre tenía que tener ese maravilloso sentido de la oportunidad cuando de su vida privada se trataba? Scully supuso que, dado que eran los únicos habitantes de ese calabozo, no había muchas probabilidades de que una amable secretaria interceptara ese tipo de llamadas, por lo que resignándose a su suerte, asintió con la cabeza y se volvió para terminar lo que estaba haciendo murmurando un escueto:
- Gracias.
Por supuesto, esperó que la conversación terminara ahí. Pero los Reyes Magos no existen, así es que ni diez segundos después la voz de Mulder le llegó desde el escritorio.
- ¿Así que esta noche tienes tu fiesta dde aniversario de graduación?
Ni siquiera se volvió a mirarlo. Sólo eso le bastó para saber que Rebecca y él habían departido alegremente más tiempo del que resultaba conveniente para su salud.
- Sí.
-¿Irás sola?
"Oh-oh"
- Sí. George está ocupado, así que iré ssola.
Mulder la miró alarmado.
- ¿George?
La ceja de Scully se levantó divertida.
- Clooney.
El tono irónico no amilanó al sujeto repantigado en la silla, a unos metros de distancia, pero la contestación le devolvió el aire a los pulmones.
- En ese caso, creo que es conveniente qque te diga que esa mujer, Rebecca, usó un tono tan... condescendiente, que no pude resistirme.
Scully lo miró ceñuda desde su propia silla. Esto no le estaba gustando nada. 
- ¿Y se puede saber a qué no pudiste ressistirte?
La cara de cordero degollado era su única defensa. Mulder lo sabía, así que no tardó ni dos segundos en adoptarla.
- Le dije que no se preocupara tanto porr que irías acompañada.
La cara de Scully era un poema. Si hubiera tenido su arma a mano, lo habría acribillado. ¡El muy zopenco! Respiró hondo para calmarse y contó hasta diez antes de hablar.
- Mulder, ¿puedes aclararme por qué le ddijiste eso? 
- Bueno, fue por su tono de voz - e imittando el tono afectado de Rebecca, dijo - "Pobre Dana, siempre viene sola a nuestras reuniones y me preocupa que no quiera venir este año porque se siente desubicada. Después de todo, es la única que no ha podido encontrar a su pareja". 
- ¡¿Y por eso tuviste que decirle que irría acompañada?! Mulder, no me preocupa ir sola a esas fiestas, ni me siento desubicada por no haber "podido encontrar pareja". Pero ahora todo el mundo estará esperando para ver a quién llevo y ya puedo verles las caras de "la dejaron plantada" cuando haga mi acto de aparición unipersonal. Gracias Mulder, eres todo un compañero.
Y enfadada consigo misma por permitir que eso la afectara y con Mulder por meter su enorme nariz donde no debía, se giró y se puso a teclear furiosa. Pasaron varios minutos en silencio, sólo acompañados por el sonido de las teclas al ser aporreadas por los dedos de Scully, hasta que Mulder se puso de pie y, acercándose hasta donde estaba ella, se apoyó en el borde de la mesa que estaba a sus espaldas y, cruzándose de brazos, la miró fijo.
Scully siguió trabajando, si prestarle mayor atención. O al menos, en apariencia. Sabía que estaba ahí, mirándola. Lo sabía porque cuando hacía eso ella nunca podía hilvanar ideas coherentes y creía haber visto la frase "se presentaron anomalías en la cresta de la cabeza del occiso, justo al lado de su dedo meñique"... Una segunda lectura le dijo que la frase estaba en la pantalla, así es que Mulder debía estar mirándola fijo.
Por unos segundos siguió con su tarea hasta que, ante el mutismo de su observador, giró su silla para verlo cara a cara.
- ¿Qué? ¿Alguna otra cosa que no hayas ppodido resistir decirle a Rebecca y que yo deba saber?
Mulder, con su cara de perrito aún presente, le habló muy calmo y pausado. 
- No, no. Yo... estaba pensando...
- ¿Piensas?
Obvió el comentario sardónico y siguió adelante con su idea.
- Que ya que te metí en este brete lo meenos que puedo hacer es ayudarte a salir de él.
La ceja levantada de Scully fue más que suficiente. Bien, al menos no le había lanzado nada... todavía, por lo que se decidió a terminar de exponer su idea.
- Y pensé que tal vez yo podría ir contiigo a esa fiesta.
Un silencio sepulcral cayó en el lugar después de tamaña proposición. Scully lo miró en silencio, fijo, quieta. Parecía que ni siquiera estaba respirando. Finalmente, su respuesta le llegó helando el aire entre ellos.
- Mulder, ¿acaso crees que soy tan dignaa de lástima que vas a sacrificar tu sacrosanta noche de juego de los Nicks sólo para venir conmigo y que la gente no me mire con cara de condolencia?
- Primero, no eres digna de lástima. Me ofrezco a ir contigo porque creo que sería divertido. Y segundo, no sacrificaría nada. Existen las videograbadoras.
Scully evaluó su propuesta por un segundo. No tenía que pensar demasiado las cosas para saber que ir a una de esas fiestas espantosas con Mulder representaría el fin de su reinado como la soltera de la promoción y, además, sabía perfectamente bien que él era muy capaz de seducir a todas esas arpías con sólo elevar la comisura de su labio. Pero también estaba segura de que ir hasta allí con él, pasarse toda la noche fuera de su calidad de compañeros, con este hombre rezumando... bueno, todo lo que rezumaba a diario, pero fuera del contexto del trabajo, sería demasiado para sus hormonas. Las pobres ya estaban bastante alteradas como para agregarle baile, champagne y globos al asunto.
Esto último fue lo que la decidió a rechazar su oferta... lástima que su cerebro y su boca no estuvieran muy bien conectados, porque en lugar de la amable negativa que iba a darle, se escuchó a sí misma diciendo.
- Muy bien. Sólo recuerda que la idea fuue tuya.


Departamento de Dana Scully
Maryland
8.55 p.m.

Scully terminó de arreglar todo el lío de ropa que tenía en la cama y decidió que debía terminar con tanta alharaca. Sólo iba a una fiesta con Mulder. Y Mulder era su mejor amigo. Entre otras cosas, claro. También era su compañero. Y su superior, supuestamente. Y el tipo más sexy que conocía, claro. Y al que mejor le quedaban las camisetas grises con chaquetas de cuero negro. Y...
- Basta, Dana. No es el momento adecuadoo para dar rienda suelta a la ratonera en que se ha transformado últimamente tu cabeza. 
Con decisión, terminó de maquillarse, se puso perfume en todos los lugares en donde los catálogos dicen que hay que hacerlo, se recogió el pelo en un moño más o menos desarmado, que dejaba mechones cayendo por su rostro y cuello y se colgó su mejor gargantilla. 
El timbre sonó justo cuando se daba un último vistazo en el espejo y, aunque no estaba convencida del todo de que su aspecto fuera algo diferente al de un embutido, abrió la puerta y se quedó de piedra.
Ella sabía desde hacía mucho que su compañero era un tipo sexy, con mayúsculas, pero nunca, ni en sus más remotos sueños, imaginó que podía verse ASI. Ni el verlo con traje a diario la había preparado para la impresión que le causó el tenerlo delante con ese traje oscuro impecable, de abotonadura alta y con corbata clara. 
Mulder le sonrió, metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones impecablemente planchados.
- Hola.
Scully reaccionó al escuchar su voz y, sonriéndole, se hizo a un lado para dejarlo entrar.
- Hola. Pasa.
Mulder entró y se quedó de pie, mirándola. Scully, algo incómoda por ese escrutinio, se llevó la mano al pelo.
- ¿Pasa algo? 
Mulder le sonrió.
- Nada. Es que estás... te ves muy bien Scully.
Scully sintió que se ruborizaba.
- Gracias - lo miró con ojo crítico y lee sonrió con picardía - Tu tampoco estás nada mal. ¿De dónde sacaste ese traje? No te lo había visto antes.
Mulder se balanceó sobre sus pies y encogió sus hombros. Por supuesto que no iba a decirle que lo había comprado para la ocasión. No era ni remotamente recomendable hacer ese tipo de declaración en ese instante.
- Es porque no lo uso demasiado. Es lo qque mi madre llamaba "el traje para fiestas".
Scully se acercó a él y olió cerca de la solapa. 
- ¡Vaya! Pensé que olería a naftalina. ¡Qué buena excusa! Se felicitó internamente por su rapidez para encubrir el que no hubiera podido reprimir el deseo de oler su perfume. 
Mulder la miró entre sorprendido y divertido.
- ¿Y no es así?
Scully contempló esos ojos verdes, tan cercanos de los suyos, y sintió que se mareaba un poco. La combinación de esa sonrisa, con esa mirada, con ese perfume era algo extremo. ¿Si lo besaba podría argumentar que quería comprobar si sabía a mentol?
- No.
Mulder tomó su mano y la acercó a rostro, sin apartar su mirada de la de ella.
- No quería desentonar contigo. Tú tampooco hueles a naftalina. 
Scully se quedó quieta, mientras veía a Mulder contemplar la delicada pulsera que llevaba en la muñeca. Algo nerviosa, retiró su mano y, sonriéndole, decidió poner distancia entre ellos.
- Yo... recojo mi bolso y podremos irnoss.
Y salió de la sala antes de que tuviera que echar mano del argumento del mentol. ¡Cómo era posible que pudiera verse tan endemoniadamente sexy por el sólo y simple hecho de ponerse un traje de etiqueta! Ella lo veía de traje siempre... no con ese tipo de traje, más adecuado para ir a una fiesta que para perseguir monstruos y asesino, pero eran trajes. ¡Cielos! Esa noche iba a ser muy larga.
Mulder se acomodó el cuello, que le ajustaba un poco para su gusto y se secó la frente con un pañuelo. La vista de Scully cuando le abrió la puerta lo dejó sin aliento. Siempre había sabido que era una mujer hermosa y era consciente de que sus sentimientos por ella, los cuales hacía mucho tiempo que había aceptado, hacían que la viera más hermosa aún, pero la mujer de vestido granate que le abrió la puerta, con el cabello cayendo alrededor de su rostro, fue más de lo que él se había imaginado.
Se paseó nervioso por la sala, diciéndose que debía mantener la calma y controlarse. Le había llevado mucho tiempo conseguir una oportunidad como esa para poder salir con ella sin la presión de que fuera una cita declarada, pero que fuera una cita al fin. No debía echarlo todo a perder, no era un adolescente de 17 años dominado por sus hormonas y sus emociones... era un hombre adulto. O eso decía su edad.
Escuchó los pasos de Scully acercándose y se detuvo en sus paseos, retomando la pose indolente de quien no tiene ningún motivo para estar nervioso. Scully apenas lo miró, tomó su estola de piel y, abriendo la puerta, lo invitó a salir.
- ¿Nos vamos?
- Sí, claro.
Mulder se acercó y le cedió el paso, cerrando la puerta él mismo y entregándole la llave después. Scully la guardó en su bolso y cuando él apoyó su mano en su cintura para guiarla, como había hecho en miles de oportunidades antes, ella sintió que le quemaba la piel a través de la delicada tela del vestido y se estremeció. Sí, definitivamente, esa iba a ser una noche muy, muy larga.

Salón de fiestas
9.56 p.m.
El lugar estaba bellamente decorado, con globos, flores y paños que formaban caprichosos diseños. La música era agradable y el ambiente distendido.
Una mujer de cabello rubio, curvas generosas y un vestido que Scully calculó que debió costar demasiado si consideraban el cómo se le veía puesto, se acercó a ellos apenas entraron en el lugar. Cualquiera hubiera dicho que estaba esperando su llegada.
- ¡Dana! ¡Qué alegría verte! Por un momeento temí que el hombre con el que hablé esta tarde no te diera el mensaje. 
Scully sonrió apenas, mientras la mujer la besaba en la mejilla y lanzaba una mirada evaluativa a Mulder, quien esperaba junto a Scully en silencio a que ella lo presentara.
- Sí, me dijo lo preocupada que estabas por mi asistencia. 
La mujer miró a Mulder fijamente y Scully sonrió apenas.
- Rebecca Ledrow, él es Fox Mulder.
Mulder tendió su mano para estrechar la de la mujer, que le sonreía como si estuviera ante un fenómeno paranormal. 
- Buenas noches, señora Ledrow.
Scully suspiró imperceptiblemente. Tal vez esa noche sería muy larga para ella, pero esa bruja no volvería a tratar de darle teléfonos de hombres disponibles, como hizo la última vez que estuvieron juntas. Divertida vio como la miraba haciendo ese gesto que había aprendido a identificar en su juventud y que significaba algo así como "¡Vaya! ¡No es gay!". Bruja.
- ¡Oh, no soy señora! Y, por favor, llámmame Rebecca, Fox. 
Scully casi se atragantó con la risa al escucharla nombrarlo y miró a Mulder divertida, esperando a ver qué le contestaba. Pero el muy cretino le sonrió y dijo:
- Rebecca. Es un placer conocerte.
- Igualmente.
Se volvió a Scully y la tomó del brazo, mientras la hacía caminar hacia el interior del salón, dejando a Mulder un tanto rezagado en un gesto que podría haber sido tomado como normal o involuntario por cualquiera que no conociera a esa mujer.
- ¡Me alegra tanto que estés aquí! - bajjó la voz, mientras acerca su cabeza a la de Scully en un intento de que Mulder no la escuchara - ¡Por Dios! ¿De dónde sacaste a este hombre? ¿De un aviso de Armani?
Scully se detuvo y sonrió apenas, mientas discretamente se soltaba.
- En realidad, lo descubrí en un sótano..
Mulder se paró a su lado, con lo que Rebecca volvió a sonreírle y se despidió con un gesto.
- Por favor, sírvanse ponche y disfrutenn la noche. Diviértanse.
Mulder paseó su mirada por el salón mientras Scully se arreglaba su estola.
- Hay algo que no me has dicho Scully. - ¿Qué?
- ¿Tienen en estas fiestas de esos decorrados para sacarte fotos? Esos que son como una pérgola de flores. En mi baile de graduación no había y siempre he querido una foto de esas.
La ceja de Scully se levantó hasta las sienes y rió divertida.
- ¡Mulder! Conociendo a Rebecca, seguro que hasta la música es de época pero realmente me sorprendes. ¿En verdad siempre has querido una de esas fotos?
Una voz llegó desde sus espaldas, evitando que Mulder pudiera responder.
- ¿Dana Scully?
Se giraron y vieron a una mujer que más que bella se veía agradable, con su vestido sencillo color negro y oscuro cabello recogido.
- ¿Mary Whisper?
Ambas mujeres se abrazaron, contentas. Scully se separó y la miró sonriente.
- ¡Te ves muy bien!
- Y parece que eso te asombra.
- ¡Oh, no! Es que te ves tan... bien. Mee alegra verte.
- Y a mí.
Scully se volvió y se hizo a un lado.
- Mary, él es Fox Mulder. Mulder, ella ees mi más vieja amiga de la escuela, Mary Whisper.
Mulder estrechó la mano de la mujer.
- Mucho gusto. 
- Igualmente.
Al ver que se trataba de una de esas reuniones especiales de mujeres que hacía años que no se veían, dijo a Scully:
- Si no les molesta, iré a buscar algo ppara tomar. ¿Querría tomar algo, Mary?
- No, gracias. Estoy bien así.
- Muy bien. Enseguida regreso.
Y sin preguntarle a Scully qué quería tomar, Mulder se alejó. Mary esperó a que estuviera lo suficientemente lejos como para que no pudiera oírla y le sonrió a Scully.
- Tengo que decirlo, desde que llegué a la fiesta el comentario generalizado era que vendrías acompañada... lo que no me imaginé es que vendrías acompañada por tu compañero. ¿Desde cuándo sales con él? La última vez que hablamos insististe en que eran sólo amigos.
Scully sonrió apenas mientras paseaba su mirada por el salón.
- Aún somos sólo amigos. No salgo con éll, pero se ofreció a acompañarme. 
- ¿Y no salen?
- No. 
- Entonces, ¿por qué se ofreció a acompaañarte?
- Porque habló con Rebecca esta tarde y se le ocurrió decirle que yo no vendría sola.
- ¿Y?
- Y yo sí iba a venir sola.
La mirada de Mary era cada vez más especulativa.
- ¿Y le pediste que te acompañara para nno quedar en ridículo?
- No, le dije que se fuera al cuerno porr meterse en donde no debía. La idea de acompañarme surgió de su conciencia culpable.
- ¡Imagino que ya le habrás agradecido aa Dios por su conciencia!
Scully miró a su amiga y viendo el brillo en los ojos de la mujer, se echó a reír.
- ¡Oh, Mary! Déjate de tonterías. Mulderr sólo es mi amigo, no me acuesto con él, no salgo con él. Además, es mi compañero y la política de la agencia prohíbe las relaciones sentimentales entre parejas de agentes. Si algo como lo que propones llegara a suceder, seguramente nos separarían y antes de lo que tardo en contártelo estaría trabajando en Utah.
Mary la miró como si estuviera evaluando la posibilidad de pegarle para que se despabilara.
- Dana, si no estuviera casada y fuera ttan feliz con mi marido, sería una más de todas esas arpías que en este instante están sonriéndole sobre sus ponches.
Scully dirigió su mirada hacia la mesa de bebidas. En efecto, tres mujeres con vestidos más que sugestivos y exhibiendo a todas luces un mensaje de "disponibles", reían tontamente de alguna de las bromas más tontas aún de Mulder. Y por un momento sintió el deseo de ir hasta allí y ahuyentarlas. 
- Y no me digas otra vez eso de que sóloo son amigos. Puedo reconocer actitudes territoriales en tres segundos y captar la química a kilómetros de distancia. Y aquí huelo a combustión instantánea. Así es que dime la verdad, si no fuera tu compañero y no tuvieras toda esa estupidez del reglamento de por medio, ¿cuánto crees que pasaría antes de que yo recibiera la invitación a tu boda?
Scully levantó sus cejas y abrió sus ojos hasta lo indecible. Pero el sincero interés en los ojos de su amiga relajó su expresión y la hizo reírse.
- Créeme, esperarías una eternidad.
Mary dirigió una mirada a Mulder, que se acercaba a ellas con vasos en la mano y, sonriendo con picardía, dijo:
- ¿Todavía prefieres el vino blanco helaado a cualquier cosa en una reunión?
Scully elevó se ceja, extrañada por su pregunta.
- Sí, ¿por qué?
- Porque el hombre con el que sólo mantiienes una amistad no te preguntó qué querías tomar. Si trae vino blanco, cuando te llegue un conjunto de ropa interior no lo devuelvas, es un regalo mío para tu ajuar.
Mulder llegó hasta ellas y, tendiendo una copa a Scully, dijo:
- Vino blanco. Helado.
Scully tomó la copa que Mulder le tendía y esbozó una sonrisa tenue. Mary los miró y apretó el brazo de Scully, como un gesto de despedida.
- Te lo enviaré en color granate. Me parrece que ese es EL color. 
Le sonrió a Mulder y dijo:
- Fue un placer conocerte, Fox. Si me diisculpan, iré a rescatar a mi esposo. A estas alturas Freddie debe estar contándole por quincuagésima vez el minuto final del partido con que ganaron el campeonato interestatal de fútbol hace siglos.
Y con un gesto de la mano, se despidió.
Scully contempló a Mulder.
- Mulder, pareces un gato que ha atrapaddo al canario dentro de la jaula. ¿Acaso has descubierto algo interesante?
Mulder le sonrió con la cara llena de travesura.
- Pues, la verdad es que sí. Ya sé en dóónde está el arco de flores y globos para la foto. ¿No quieres una?
La sola imagen de sí misma sonriendo con Mulder bajo un arco de los enamorados le hizo tanta gracia que rompió a reír, atrayendo sobre ellos las miradas de las personas que estaban cerca. Tal vez la noche sería larga, pero al menos sería divertida. 



Dos horas después

Mulder miró el patio desde la ventana. Se sentía feliz. La sensación era tan extraña que le había llevado una buena parte de la noche darse cuenta que era felicidad. 
En las últimas dos horas había descubierto que Scully era más dada que él a ese tipo de reuniones. Por los comentarios que había escuchado, había asistido siempre, excepto a la de dos años antes y por la fecha supo que fue porque estaba en el Triángulo de las Bermudas rescatando su trasero del agua, en su aventura con el Queen Anne. En cambio él no había ido a casi ninguna. Es más, ahora que lo pensaba, no lo habían llamado el año anterior. Tal vez se cansaron de invitarlo y que no fuera.
El ruido de risas que se escucharon cuando se abrió la puerta que daba al salón lo hizo regresar de su divague y volver a Scully. 
Durante la velada había podido ver esa parte de su compañera que no veía casi nunca. Había visto a la mujer que probablemente estaba siempre latente bajo la fría capa de control que mostraba a diario. La había escuchado conversar de temas que no involucraban palabras como autopsia, quiromancia o brujería, reír con los chistes tarados de ese individuo que la miraba como si fuera un oasis en el desierto y él estuviera deshidratado. Y había visto ese destello posesivo en su mirada cuando él charló por demasiado tiempo con Lily-algo porque no podía encontrar una manera educada de mandarla al cuerno, a ella y a sus pómulos nuevos.
Se apoyó contra el afeizer de la ventana, vigilando en el reflejo del vidrio el lugar por el que vio entrar a Scully un rato antes. La había visto salir del salón pocos minutos después de que el individuo deshidratado lo hiciera y con un una sensación de intranquilidad que prefirió no rotular con nombre alguno, la siguió. Por supuesto que no era para comprobar que no estaba a punto de encontrarse con ese tipo en un lugar apartado. Por más que ese enano se lo había propuesto, lo había sabido en cuanto lo vio desde un extremo del salón, por la forma en que se inclinó para hablarle. Pero ella no había aceptado. Lo supo por la sonrisa que le dedicó. Pero, de todas maneras, no pudo resistir el impulso de saber a dónde iba. 
Bien, iba al baño. Debió suponerlo. Todas las mujeres van al baño en las reuniones. Por lo que se acercó a la ventana que estaba al final del pasillo al que daba la puerta por la que Scully había desaparecido y quedó casi oculto entre las cortinas, esperando a que ella saliera.
La puerta se abrió y Rebecca y otra mujer que no conocía salieron del baño y se dirigieron hacia donde él estaba, sin verlo. Tal vez por eso no se privaron de hablar como lo hicieron. La voz de Rebecca cruzó el pasillo hasta Mulder, con total claridad.
- ¡Querida, no vas a negármelo! ¡Ese hommbre no puede tener en realidad algo con ella! Dana es la mujer más fría que conozco y puedo asegurar que no recuerdo haberme encontrado con un hombre que exude tanta sensualidad en mucho tiempo.
- ¡Ni que lo digas! Escuché que es un coompañero de trabajo. Tal vez le deba algunos favores y por eso accedió acompañarla. 
- O le tuvo lástima. Sophie Bolsower me dijo que una amiga suya cuya hermana tiene un amigo que trabaja en la recepción del edificio Hoover le contó que le dicen La Reina de Hielo. ¡No creo que sea por su calidez! Apostaría cualquier cosa a que trata a todo el mundo con ese aire de reina intocable y perfecta.
- Además, ¿has notado que él no ha bailaado con ella en toda la noche? 
- Sí, por supuesto que lo he notado. Y llo que es mejor, ¡no la llama por su nombre! Estaba cerca en un momento en el que estaban charlado y él le dijo Scully. ¿Te imaginas?
- Perfectamente. Ese hombre es demasiadoo...hombre, como para querer entablar una relación con alguien que parece tener un impedimento fisiológico para relacionarse con los especimenes del género masculino. ¿Recuerdas en el secundario? No hubo muchacho en que ella se fijara que yo no fuera capaz de atraer.
- ¿Te acuerdas de Jack Shoutton? ¡Estabaa tan segura de que iba a invitarla a aquel baile! ¡Aún puedo ver la cara que puso cuando le dijiste que te había invitado a tí!
- Dana debió aprender en aquella época qque los hombres no se sienten atraídos por los cerebros envasados en extracto. Ellos buscan pasión, fuego, calidez. No alguien que espera que le llamen por su apellido.
- Tal vez ella pretenda que le llamen aggente Scully en todo momento, para dejar sentado su posición.
- ¡¡Su posición de frígida!!
Ambas mujeres rieron maliciosas, mientras volvían al salón, dejando a Mulder con las manos crispadas y los labios apretados. Iba a salir de detrás del cortinado que había evitado que lo vieran cuando vio reflejada en la ventana la imagen de Scully, parada a unos metros.
Evidentemente había salido del baño sin que las mujeres lo notaran y, más evidentemente aún, había escuchado gran parte de lo que estas habían dicho sobre ella. Mulder sintió que la furia crecía dentro de él al ver la palidez en el rostro de su compañera y la fuerza con que estaba apretando su estola entre las manos, claro signo de que esas palabras maliciosas la habían llevado de vuelta hasta Jack Shoutton, la secundaria y esas víboras vestidas con gasa. Y luego, cuando ella respiró profundo, irguió la cabeza y alisó la piel que acababa de estrujar con fuerza, entrando en el salón con su mejor expresión de nada, la admiró.
Esa era la mujer que siempre había estado a su lado, la que se había enfrentado a todo y todos. Ahora podía darse cuenta desde cuando ella se mantenía firme en sus posturas, erguida ante personas que se empeñaban en denigrarla. Él siempre había pensado que era una habilidad que adquirió al ir al trabajar con él, pero ahora se daba cuenta de que hacía mucho tiempo que Scully venía practicando su fortaleza. Y la amó aún más por eso.
Con repentina decisión, salió de su escondite y entró en el salón. Barrió el lugar con la mirada y la vio buscando entre la gente. A él, seguramente. Tal vez quería irse. Él lo hubiera querido. Pero no iba a dejar las cosas así.
Fue hasta el tipo que ponía la música y le pidió una canción. Después, caminó seguro cruzando toda la pista hasta llegar a donde estaba Scully tratando de ser amable con el grupo de mujeres que parecían haberla acorralado contra la mesa del ponche. No necesitaba ser un genio para ver que estaban tratando de que les respondiera la pregunta del millón de dólares. Una sonrisa perezosa cruzó su rostro al llegar lo suficientemente cerca y escucharla decir, con firmeza:
- No me acuesto con él. ¿Cuán difícil ess asimilar esa idea?
Una mujer que llevaba algo que Mulder definió como sotana, la codeó.
- Mucho. Especialmente después de echarlle una ojeada.
Scully elevó su ceja por un segundo, en ese típico gesto de reprimenda que tan bien él conocía.
- Sussie...
La voz de Mulder interrumpió la letanía, al tiempo que los acordes de la canción que había pedido comenzaban a sonar.
- Disculpen.
Las tres mujeres lo miraron, un tanto sobresaltadas, tratando de leer en su expresión cuánto había escuchado de lo que habían estado diciendo. Mulder puso su mejor cara de póquer, esbozó su sonrisa, esa que Scully odiaba porque podía vencerla en tiempo record y, alargando la mano hacía ella, dijo:
- Me parece que esa es nuestra canción.<
Scully lo miró un tanto extrañada. Ellos no tenían una canción. Es más, sólo en una oportunidad había bailado con Mulder. En aquel extraño caso del hombre deforme que amaba a Cher... y ahora que prestaba atención, esa que estaba cantando era Cher. Con alguien más. Como sea, no había pensado que él quisiera bailar. No asociaba a Mulder con pistas de baile.
Él la miró tranquilo y sonriente. Aún tenía su mano extendida y levantó levemente sus cejas, en una muda reiteración de su pedido.
Scully le sonrió apenas y apoyando si mano en la de él, dijo:
- Claro.
Mulder tiró de ella hasta el mismo centro de la pista y enlazándola por la cintura, la pegó a su pecho más de lo que las escuelas de baile afirmaban que era lo correcto y comenzó a moverse al compás cadencioso de la música lenta.
Scully no recordaba haber estado tan nerviosa por un baile desde el secundario, por lo que sintió la imperiosa necesidad de hablar.
- ¿Nuestra canción?
La voz de Mulder le dijo que estaba sonriendo.
- ¿Nuestra cantante te parecería mejor?<
- ¿Nuestra cantante?
Mulder bajó sus ojos y los clavó en los de ella.
- Scully, deja de cuestionarme. Sólo fuee una frase. 
Scully fue a decir algo cuando él la hizo girar, diciendo:
- Y sólo es un baile. No bailo demasiadoo y me gustaría disfrutar del momento. ¿Quieres disfrutarlo conmigo o prefieres seguir haciendo planteos?
Scully lo miró por un momento y finalmente, se acercó un poco más a él, aceptando sin palabras la invitación que le hacía. Bailaron en silencio por un rato, dejando que la música los envolviera. Scully se relajó, apoyándose levemente en él, acercándose más aún y Mulder deslizó su mano hasta que su brazo casi rodeó por completo su espalda. Se estaba bien así, pensó. Más que bien. Se estaba perfecto.
- ¿Con quién canta?
La voz de Scully lo sacó de su paraíso particular, en el que ya estaba varios pasos adelantado a ese momento. Bajó sus ojos y la miró divertido.
-¿Bruce Springstein?
Scully le golpeó el brazo, riendo.
- ¡Por favor, Mulder! Ni castrándose tenndría ese tono de voz.
Mulder rió, atrayendo las miradas de algunas parejas que estaban cerca.
- No tengo idea de quién es él. Puedo iddentificarla a ella.
- Sí, yo también.
La conversación pareció decaer, sumiéndolos de nuevo en el silencio, mientras Cher y Peter Cetera proclamaban a los cuatro vientos que siempre estarían juntos, después de todo.
- ¿Sabes? Antes no me gustaba tanto Cherr. 
Scully sonrió sobre su hombro, comprendiendo.
- ¿El caso del muchacho deforme?
- Aja.
- Bueno, es algo que tenemos en común. - ¿El caso del muchacho deforme?
- El gusto por Cher.
Mulder sonrió por sobre esa cabeza rojiza que llegaba justo debajo de su mentón. El perfume de Scully le llenaba los sentidos, de la misma manera que lo hacía su cuerpo pequeño que se mecía a la perfección con el suyo, como si estuvieran continuando con una danza que había sido interrumpida hacía siglos y recién en ese instante pudieran retomarla. Como si no fuera la segunda vez que bailaban juntos.
Cuando la canción terminó, Mulder no la soltó, la mantuvo pegado a él hasta que la música sonó de nuevo y comenzó a moverse una vez más, lento y pausado, como si no tuviera prisa, como si nada más le importara excepto bailar con ella.
Pasó un largo rato hasta que Scully, que se sentía casi adormecida por la música y por el calor de los brazos de Mulder, escuchó cómo el corazón de él comenzó a latir con fuerza. No se atrevió a moverse, se quedó esperando hasta que escuchó su voz.
- ¿Scully?
- ¿Sí?
- He pensado en invertir estas dos semannas de vacaciones en recorrer la ruta de la costa y quedarme a explorar uno de esos pueblos pesqueros del norte.
Scully se separó de él apenas y lo miró con una ceja alzada.
- Mulder, ¿no estarás por irte a perseguuir alguno de esos casos tan estrafalarios e improbables que sólo puedes investigarlos en tu tiempo libre, verdad?
Mulder le sonrió.
- No. Sólo quiero ir a descansar un pocoo. No tengo vacaciones desde hace tanto tiempo que ya ni recuerdo cómo son.
- Bien. No quiero tener que salir corrieendo a salvar tu trasero de algún lío.
EL tono de amonestación de la voz de ella lo hizo reír. Tal vez no sería mala idea meterse en algún problema sólo para tenerla con él. Pero denegó con la cabeza mientras retomaba el vaivén de sus cuerpos, el cual Scully había detenido al pensar en toda la gama de problemas posibles en los que Mulder podría involucrarse recorriendo pueblos pesqueros en sus vacaciones.
- Scully, soy muy capaz de tomarme vacacciones sin meterme en problemas. ¿Acaso no confías en mí?
- Confío en que eres completamente capazz de tener cualquier cosa menos una vacaciones normales.
- Entonces, tal vez deberías venir conmiigo, así te ahorrarás el viaje a toda velocidad, en caso de que tengas que rescatarme.
Scully no supo qué decir. Su primer instinto fue aceptar, pero se dio cuenta de que lo que él le proponía era que se fueran JUNTOS de vacaciones. No habría trabajo, ni casos, ni nada. Sólo... vacaciones. 
Algo nerviosa, le sonrió y decidió salirse por la tangente. 
- Lo lamento, Mulder. Pero he planeado ppasar estos días con mi madre en la casa de Billy. No creo que tenga fuerzas para ir a perseguir lo que sea que quieres perseguir en ese lugar al que quieres ir. Y no pienso ir corriendo a rescatarte, así es que no te metas en líos o tendrás que salir solo de ellos.
- Tú te lo pierdes.
- Define perder.
Mulder se quedó callado y la miró a los ojos. Scully, que no recordaba que Mulder la hubiera mirado así nunca, o al menos que lo hiciera mirándola a la cara y no subrepticiamente, se sintió algo incómoda, como si él estuviera buceando en su alma. Se separó de él y, colocándose la estola en los hombros, le sonrió apenas.
- ¿Te parece si nos vamos? Ya es tarde yy estoy cansada.
Mulder metió sus manos en los bolsillos del pantalón, más para evitar tomar su cabeza y besarla que por frío o incomodidad.
- ¿Cómo? ¿No nos sacaremos la foto en ell arco de los enamorados?
Scully levantó su ceja.
- Mulder, ese no es un arco de los enamoorados y nosotros no somos amantes.
Y girando sobre sí misma, comenzó a caminar hacia la salida. Mulder la siguió, mientras decía:
- Bueno, la noche es joven. Podríamos soolucionar ese problema antes de que termine y sacarnos la foto, ¿no crees?
La oportuna aparición de Rebecca y la mujer con la que Mulder la había escuchado hablar un rato antes evitó que Scully se cayera en ese preciso instante. ¿Acaso ese hombre le había propuesto que se transformaran en amantes? ¿O con "ese problema" se estaba refiriendo al maldito arco? Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no quedarse mirándolo con la boca abierta y prestarle atención a lo que le estaban diciendo.
- ¡No se estarán por ir, verdad! ¡Pero ssi aún no empezó la subasta de solteros! Pensé que querrías estar en ese evento, Dana. ¡Es tan divertido! A mí me encanta y estoy dispuesta a dar bastante dinero si el lote es bueno.
Scully la miró con el ceño fruncido levemente mientras Rebecca miraba a Mulder. ¡Esa mujer era la peor víbora rastrera que había conocido en la vida! Estaba por contestar cuando sintió que Mulder la tomaba por la cintura, la acercaba a él y desenfundado su mejor sonrisa, la miró con expresión de agradable sorpresa.
- ¡No sabía que te agradaban las subastaas de solteros! 
Scully lo fulminó con la mirada.
- No me agradan.
Mulder se rió y miró divertido a las otras dos mujeres.
- Siempre he dicho que no es bueno que uuna mujer sepa que lo puede tener a uno todos los días sin pagar. Después no quieren participar en estos eventos.
Scully levantó su ceja hasta el nacimiento del pelo y Rebecca los miró suspicaz, pero Mulder no le dejó tiempo para acotar nada.
- Rebecca, espero que puedas comprar lo que buscas. Pero si nos disculpan, el día ha sido ajetreado y tenemos que ultimar detalles para nuestras vacaciones, así es que dejaremos lo de la subasta para el próximo año. Muchas gracias por todo. Que tengan buenas noches.
Y dicho esto caminó hacia la puerta, inclinando la cabeza a modo de despedida mientras las mujeres lo miraban con una mal disimulada boca abierta. Apenas atravesaron la puerta, Scully se separó un poco de él y mirándolo con ese gesto reprobador le dijo:
- Mulder, ¿te das cuenta de que les has dicho a mujer que sólo puede conseguir un hombre comprándolo?
Mulder le abrió la puerta exterior y sonrió enigmático.
- ¿De veras? Creí que le estaba deseandoo buena suerte con su inversión de caridad.
Y sin decir nada más, la guió hasta el auto y galantemente, le abrió la puerta.
Scully se subió en silencio y esperó a que se hubieran alejado unas cuantas cuadras del lugar para volver a hablar. Le había llevado todo ese tiempo asimilar el que Mulder, entre otras cosas, también le había dicho a Rebecca que "iban a preparar sus vacaciones". Juntos. Sus vacaciones juntos. 
¡Cielos! Rebecca debía estar comiéndose los codos en ese instante. Había visto la mirada de deseo en sus ojos al recorrer a Mulder cuando habló de la subasta y parecía muy dispuesta a desenfundar su billetera con tal de conseguir una noche con él. Bueno, era todo un acontecimiento el que un hombre la hubiera humillado de tantas maneras sutiles en una sola noche.
Sonriendo para sí misma, prendió la radio y se acomodó mejor en el asiento. Era una noche hermosa y de repente se percató de que hacía mucho que no disfrutaba tanto de una salida. En particular, de ese tipo de salidas. 
- ¿De veras estás cansada?
Scully apenas movió su cabeza para poder verlo mejor. Mulder la miraba mientras esperaba a que el semáforo les diera el paso.
- Sí. Estas reuniones me agotan mucho máás que tratar de seguirte en alguna de tus ideas.
Mulder arrancó cuando el semáforo le dio el paso, mientras meneaba la cabeza y sonreía.
- Scully, no te agota "seguirme". Es todda esa contraria que te empeñas en llevarme lo que te cansa. Si no fueras tan obstinada en algunos puntos...
- ¿Obstinada??!
- ... y entraras en razón un poco más seeguido...
- ¡¿¿Entrar en razón??! Un momento... - ... verías que todo se te haría mucho más sencillo.
- Mulder, si piensas que con esa argumenntación harás que consienta sin más cada una de tus ideas descabelladas estás muy equivocado.
- Mis teorías no son descabelladas.
- ¿A no?
- Nunca me hiciste sentir que lo fueran para ti. 
Esa sola frase calmó a Scully más rápido que la morfina. La manera tranquila y agradecida en que la dijo hizo que se diera cuenta de que la había estado azuzando para que reaccionara. Y ella, como siempre, cayó. Lo miró por un segundo, contempló su perfil, la frente amplia, los ojos pequeños, la nariz grande, esos labios que durante la noche alguien había dicho que seguramente podrían besar a alguien hasta hacerlo sentir que nada más podía ser importante en este universo y se dio cuenta de que en realidad él tenía razón. Nada era descabellado para ella. Excepto, quizás, la idea de no ver ese rostro a diario, de no escuchar esa voz a toda hora, de no sentir ese perfume inundando sus sentidos, de no ser acariciada por esa mirada. Sólo eso podía ser descabellado.
Se respaldó de nuevo, sintiéndose cálida y segura. Las calles conocidas desfilaron ante sus ojos y las recorrieron en silencio hasta que Mulder detuvo el auto frente al edificio de departamentos de Scully.
Detuvo el motor y, bajando, dio la vuelta para ayudarla a salir. Scully sintió que ese simple gesto la emocionaba. No recordaba que él hubiera tenido ese tipo de gesto alguna vez. Es más, recordaba perfectamente aquella ocasión en Jersey cuando le lanzó las llaves por encima del techo para que se fuera conduciendo sola mientras él perseguía a esa mujer salvaje del bosque.
En silencio caminaron hasta la entrada y Scully esperó a estar dentro del ascensor para volverse a mirar a Mulder.
- ¿Entras por una taza de café?
Mulder la miró por un momento y denegó con la cabeza.
- Gracias. Pero dijiste estar cansada y es tarde y no quiero molestarte. 
Scully se maldijo internamente. ¿Acaso le creería si le decía que el cansancio desapareció en cuanto él le abrió la puerta del auto? ¡Demonios! ¡Debió darle otra excusa para irse de la fiesta!
- En ese caso, gracias por acompañarme. La pasé realmente bien.
La sonrisa de Mulder abarcaba toda su cara y la llenaba de calidez, haciendo que el frío desapareciera. ¿Cómo era posible que se viera siempre tan guapo? ¡No había derecho!
- Bueno, si el próximo año George Clooneey vuelve a estar ocupado para esta ocasión, no dudes en llamarme. 
Scully sonrió. Amaba esa habilidad que tenía para hacerla sentir ligera y arrancarle una sonrisa.
- Me parece que George perdió su oportunnidad.
El ascensor se abrió y caminaron hasta la puerta de Scully. Ella metió la llave en la cerradura, abrió y se volvió a mirarlo, sin decidirse a entrar y terminar la noche.
- ¿Cuándo piensas salir?
- En dos días. Tengo que arreglar algunoos asuntos antes. ¿Y tú? ¿Cuándo viajas?
- Mañana al mediodía.
- ¿Quiere que te lleve al aeropuerto? - Gracias, pero mi madre lo hará.
- Creí que iba contigo.
- No, viajará en un par de días. Tiene ccosas que hacer.
Mulder asintió y la contempló en silencio, sin decidirse a irse. Ella sostuvo su mirada, deseando que se quedara.
- Supongo entonces que no te veré.
- No, supongo que no.
- En ese caso, que tengas buen viaje. Y salúdame a tu familia, por favor.
- Gracias. Y gracias por acompañarme. - Fue un placer. 
Una vez más ambos se quedaron en silencio, mirándose. Finalmente, Mulder levantó una mano y enganchando un mechón de cabello rojizo detrás de la oreja de Scully, acarició levemente su mejilla y dijo con voz queda.
- Buenas noches, Scully.
- Buenas noches, Mulder.
Se dio la vuelta para irse mientras ella se quedaba en el vano de la puerta, viéndolo alejarse. No se había alejado mucho cuando sin poder resistir el impulso, lo llamó:
- Mulder.
Él se detuvo y la miró interrogante, pero sin acercarse.
- ¿Me llamarás para decirme en dónde esttás?
Él sonrió de nuevo.
- Entre otras cosas.
Y haciendo un gesto con su cabeza, caminó por el corredor. Scully se quedó en donde estaba por un largo rato, incapaz de apartar la vista del lugar en donde lo había visto desaparecer. Finalmente, con un suspiro entró en su departamento y, cerrando la puerta, se apoyó en ella, frustrada. ¿Por qué no podía terminar la cita como cualquier otro hombre la habría terminado? ¿Tanto le hubiera costado besarla? ¡Rayos!

Casa de Billy Scully
Tres días después
7.35 p.m.

Scully contemplaba las llamas de la chimenea, mientras disfrutaba de la paz del atardecer y esperaba, con una muy bien disimulada impaciencia, a que Mulder la llamara.
Desde que salió de Washington, le había llamado a diario. Primero para saber si había llegado bien, luego para contarle algo que los pistoleros le habían comentado, luego para decirle el lugar en dónde estaba quedándose y ahora esperaba que fuera para contarle sobre algo sobrenatural que había descubierto y que requería de su presencia. Pero la llamada todavía no había llegado y ella se sonreía al pensar en la argumentación que quizás le expusiera para convencerla de ir con él. Y ya que se había propuesto ser totalmente sincera consigo misma durante esas vacaciones, reconoció que estaba ansiosa por escuchar sus argumentos. Y por rebatirlos. Y por rendirse finalmente y viajar hasta dónde él estaba.
El ruido de Billy y su esposa, que llegaban de recoger a Maggie del aeropuerto, hicieron que saliera de su ensimismamiento y, levantándose, fue a abrazar a su madre.
- ¡Dana! Me alegra verte.
- ¿Cómo estuvo tu viaje?
Maggie se sentó en el sillón mientras Tara colgaba los abrigos en el closet y Billy cargaba sus valijas al piso superior.
- ¡Uf! Algo turbulento, pero bien.
Tara se acercó sonriente.
-Supongo que el hombre con el que converrsabas a la salida no tuvo nada que ver con que el viaje estuviera "bien" a pesar de las turbulencias, ¿verdad?
Scully miró a su madre, que se ruborizó levemente mientras amonestaba a su nuera.
- ¡Tara! Yo ya no tengo edad para estas cosas. - miró a su hija y sonrió - Sólo estaba siendo amable. Después de todo, viajamos en asientos contiguos, no podía irme sin despedirme.
Scully sonrió, divertida por el embarazo de su madre. Pero no le pasó desapercibido el brillo en esos ojos que hacía mucho tiempo que no veía brillar.
- Supongo que al menos te habrá pedido ttu teléfono.
Maggie la miró con cara de travesura y asintió con la cabeza, arrancando risas de su hija y su nuera. Recuperó la compostura antes que ellas y agitó sus manos, tratando de que se callaran.
- ¡Shh! No quiero que Billy se entere o tendré que soportar una escena.
Tara bajó la voz y dijo:
- No te preocupes, cualquier cosa, podemmos decir que hablábamos de Dana y Mulder.
- ¡Oye!
Tara se rió mientras se levantaba.
- Dana, la verdad no ofende. Y no puedess negar que nada captaría tanto la atención de tu hermano como decirle que realmente hay algo entre tú y ese extraño compañero tuyo. Ahora, si me disculpan, iré a ver a mi hijo. Es hora de que vaya a dormir.
Y diciendo esto, salió de la sala, dejando a Scully a solas con su madre.
- Y, ¿cómo está Fox?
Scully sintió que un leve rubor cubría sus mejillas, pero le sonrió a su madre mientras se respaldaba y subía los pies al sillón.
- Muy bien. En este momento está en un ppueblo costero, disfrutando de sus vacaciones. O al menos, eso espero.
- Supongo que no hace falta que te preguunte si has hablado con él en estos días.
- Supones bien.
Maggie se acercó a la chimenea y extendió sus manos, tratando de recuperar el calor que el viaje desde el aeropuerto le había quitado.
- Sabes, me encontré con Sara Pringle, lla madre de Sussie Pringle, tu compañera de la preparatoria, en la iglesia anteayer. 
Scully sintió que lo que hasta ese momento era un leve rubor se intensificaba notablemente. Más exactamente, se sintió incendiada. ¿Por qué el mundo tenía que ser un pañuelo? Su madre era espectacular a la hora de enterarse de cosas que ella no había pensado contarle.
- ¿De veras?
Maggie la miró como diciendo "no te hagas la tonta conmigo".
- Me dijo que Sussie le contó que habíass ido acompañada a la fiesta de promoción. Y por la descripción entusiasta que escuché, tu acompañante era Mulder.
Scully asintió, pero nada dijo, por lo que Maggie volvió al ataque.
- ¿Hay algo que no me hayas dicho sobre tú y Fox?
Scully la miró y sonrió, denegando.
- Mulder se ofreció a acompañarme porquee cometió el error de meter su enorme nariz en donde no debía y después sufrió un ataque de cargo de conciencia. Eso es todo. No hay nada que tenga que decirte sobre él y yo que tu no sepas mamá.
Maggie sonrió a su vez y se sentó a su lado, tomando una de sus manos.
- ¿Has hablado con él hoy?
- No. 
- Pero va a llamar, ¿verdad?
Scully intentó mantener su rostro sin expresión alguna. Era una lástima que su madre la conociera tan bien.
- Mamá, está de vacaciones. ¿Por qué habbría de llamarme?
Maggie leyó entre líneas que la excusa de Dana para quedarse con el niño mientras su hermano y su cuñada iban al aeropuerto a buscarla, tal y como le comunicó Billy, sólo era para tratar de estar en la casa por si él llamaba. 
Hacía mucho tiempo que había aprendido que la necesidad de Mulder por hablar con su hija cada vez que ella se encontraba lejos de él, aún si estaba reunida con la familia, sólo era equiparable a la necesidad de su hija por hablar con él.
Palmeó las manos de Dana y sonriendo, dijo.
- Si llama, salúdalo de mi parte, ¿quierres? Ahora, si me disculpas, iré a tomar una ducha antes de la cena.
Scully sonrió y vio como su madre salía de la sala. Definitivamente, le salía muy mal tratar de mentirle a esa mujer. Y la verdad era que Mulder ya debería de haberle llamado.

Casa de Billy Scully
Dos días después
10.35 a.m.

Scully marcó el número por sexta vez y la voz de la computadora le confirmó lo mismo que le había dicho las cinco veces anteriores. El número solicitado no estaba en servicio.
Nerviosa, dejó el teléfono sobre la cama y miró a través de la ventana la lluvia que caía en el jardín. Mulder no la había llamado en tres días. No se habría preocupado, de no haber sido porque el impulso por escuchar su voz fue más fuerte que ella y al marcar el número de su móvil, esa maldita computadora le cantó su anuncio.
¿Dónde diablos se había metido? ¿Le habría ocurrido algo? ¿Por qué no la llamaba? ¿Estaría herido o en problemas? 
Se levantó de la cama y comenzó a pasearse por el cuarto, tratando de decidir qué hacer. No quería parecer alarmista, pero ese silencio la estaba matando. ¿Y si había sufrido un accidente?
La sola idea del accidente le puso la piel de gallina, recordando las innumerables veces que había llegado apenas a tiempo para arrancarlo de las manos de la muerte. Volvió a sentarse y, llamando a informes, pidió que la comunicaran con el hospital del pueblo en el que Mulder le dijo que estaba. Pero en el hospital no tenían registro de ningún Fox Mulder, ni siquiera tenían registro de ningún accidente en la última semana.
Colgó una vez más, después de agradecer a la recepcionista y luego de unos momentos de incertidumbre, volvió a levantar el tubo, llamó un taxi, después reservó un pasaje en el aeropuerto y, levantándose, buscó su maleta en el armario y comenzó llenarla con la ropa que había llevado. Tenía que ir a ver por sí misma y asegurarse que estuviera bien. 
Estaba por cerrar la maleta cuando sintió unos golpes en la puerta y su hermano entró en el cuarto, con una pila de toallas en la mano.
- Dana, Tara me pidió que te trajera esttas toallas por si quieres...
Su voz se desvaneció al ver la maleta que su hermana estaba cerrando. Dejó las toallas sobre la silla que había junto a la puerta y la miró extrañado.
- ¿Qué haces?
Scully miró a su hermano y se preparó para la batalla que vendría. Sabía que Billy se enfadaría pero no podía quedarse allí, comiéndose las uñas, hasta que la llamaran para darle una mala noticia.
- Yo... debo irme Billy.
- ¿Dónde? Pensé que ibas a quedarte hastta la próxima semana.
- Sí, iba a hacerlo, pero... bueno... deebo irme. Yo... tengo que irme.
Billy la miró ceñudo mientras cruzaba los brazos.
- ¿Es por Mulder? ¿Acaso te ha llamado ppara que vayas a acompañarlo a alguna de esas locas aventuras a las que parece ser un adicto?
Scully se acercó a su hermano y lo miró fijo a los ojos. Era hora de que desmitificara esa imagen que tenía de su compañero. Por más que no estuviera tan errada.
- No, Billy. Mulder no me ha llamado. - ¿Entonces? ¿Adónde vas?
Scully no apartó sus ojos de los de su hermano y respirando hondo, dijo la verdad.
- Voy a buscarlo.
- ¿A buscarlo?
Billy estaba cada vez más confundido y su enojo se balanceaba entre el extremo de muy enfadado y el de apenas molesto.
- Billy, no me ha llamado y no puedo darr con él. Su teléfono no contesta, dice que no está en funcionamiento y yo temo que le haya pasado algo. Debo ir a ver si está bien.
- ¿No te ha llamado? ¡Pero, si has hablaado con él casi a diario desde que llegaste!
Ella bajó su cabeza y denegó con la cabeza.
- No he hablando con él en tres días, Biilly. 
- ¡Y porque no has hablado con él en sóllo tres días vas a cruzar medio país! Dana, tal vez no llamó porque por una vez decidió dejarte disfrutar de unas vacaciones normales y corrientes con tu familia.
Scully sonrió con tristeza.
- No es tan considerado, Billy. Aunque mmás no sea para contarme cómo el aire riza las olas, él hubiera llamado. Por favor, no quiero discutir contigo, pero realmente debo irme.
- ¿Y qué pasa si no le ha ocurrido nada?? Tal vez sólo quiere estar solo. ¿Has pensado que quedarás en ridículo si llegas y resulta ser que está perfectamente bien?
La voz de Scully era firme al responder.
- No me importa si quedo en ridículo. ¿NNo lo entiendes? No puedo quedarme aquí, con la incertidumbre de no saber cómo está. Si en algo tienes razón es en que Mulder tiene una increíble habilidad para meterse en líos y yo no podría vivir conmigo misma si algo que yo pude evitar le ocurriera sólo porque yo no quise exponerme al ridículo.
Billy comenzó a pasearse por el cuarto mientras se pasaba la mano por el rostro. De repente, se detuvo delante de ella y la miró con gesto cansado.
- No lo entiendo. Sólo porque no te llamma piensas que está en problemas. Y si te llama, seguro que es porque está en problemas. Dime una cosa, ¿hasta cuándo tu vida será ir detrás de este hombre, sea lo que sea que él esté haciendo?
Scully contempló a su hermano durante un largo momento dejando que su silencio respondiera por ella mientras él la miraba fijo. Podía ver cómo él estaba procesando lo que ella dijo y lo que no. Finalmente, apoyó sus manos en los hombros de su hermana y dijo:
- Dana, dime la verdad. Y no me salgas ccon divagues ni excusas. ¿Cuánto tiempo más seguirás así? ¿Es que alguna vez dejarás de hacer esto? ¿Alguna vez será suficiente?
Scully lo miró y dijo quedo, pero con convicción. 
- No, Billy. Con él, nunca será suficiennte.
Billy asintió a su vez y apretó sus labios.
- ¿Quieres que te lleve al aeropuerto? Scully sonrió a su hermano y lo abrazó.
- No, gracias. Un taxi debe estar por lllegar.
Cogió la maleta y se encamino a la puerta, pero Billy la llamó antes de que la atravesara.
- Dana.
Ella se giró y lo miró.
- ¿Sí?
- ¿Él vale la pena?
Scully asintió con determinación.
- Siempre.
La miró, vio la preocupación en esos ojos color de mar y le sonrió.
- Realmente espero que esté bien.
Scully le sonrió abiertamente y sintió que un peso enorme se le quitaba de encima.
- Gracias. 
- Llámame para avisarnos que llegaste biien.
- Lo haré.
Y haciendo un gesto con su mano, bajó las escaleras, se despidió precipitadamente de su madre y su cuñada y salió para tomar el taxi que la esperaba para llevarla al aeropuerto. Sólo esperaba que la predicción de su hermano de que haría el ridículo se hiciera realidad.

Continuará...