nombre fanfic: El poder de la mentira (1)
nick autor: Rovi Adams
dedicado: A mi porrista oficial, Vania.
emily
suspenso
En uno de los rincones más oscuros de un parque, él esperaba por
la persona que
le había llamado par de horas atrás con la excusa de que tenía
información muy
importante, que no podía esperar. Una vez más le pedían
que ella no se
enterara... sus contactos anteriores hicieron lo mismo, a pesar de explicarles
tantas veces que podían depositar su confianza en ella; pero ahora la
situación
tomaba un matiz distinto, porque su compañera era la protagonista de
la
historia.
El lugar estaba desierto
y el frío le llegaba a los huesos. Era una de esas
noches ideales para estar acurrucado debajo de una buena frazada, mirando un
clásico del cine o, en su defecto, uno de los videos de Frohike.
Mirando el reloj con nerviosismo,
Mulder contaba los minutos y segundos que
pasaban. De no ser porque el nombre de Dana Scully figuraba entre las
informaciones que estaba por recibir, él se hubiera marchado a casa.
Finalmente divisó
la figura de un muchacho a escasos metros. Iba en una
bicicleta y, sin dejar de mirarlo, depositó un sobre amarillo en el banco
que
tenía al lado. Mulder avanzó rápidamente hacia él,
pero no lo suficiente para
alcanzarlo. Tendría que conformarse con recibir los datos, sin intercambiar
palabras.
Oficinas del FBI.-
-Mulder...
-Hmmm- respondió sabiendo lo que significaba ese tono de voz.
-No creo que a Skinner le
agrade eso de los mensajes del más allá que recibía la
señora Dunken. ¿Dónde quedaron los resultados de laboratorio?
¿Qué hay de las
sustancias alucinógenas que se encontraron?
Él se mantuvo con
la vista fija en el sobre que escondía debajo de varios
informes. Antes de que Scully llegara estaba revisando todo por segunda vez,
tratando de atar cabos y de encontrarle lógica a lo que estaba viendo.
-Mulder, no me estás escuchando- dijo ella a manera de reproche.
-¿Por qué
no haces tú el informe y así colocas todo lo que sea del agrado
de
Skinner?
Sorprendida y confundida,
Scully lo miró con firmeza, esperando encontrar en sus
ojos una explicación a tal forma de hablarle. No era la primera vez que
tenían
problemas por sus choques de ideas; en siete años habían aprendido
a lidiar con
eso y a llegar siempre a un acuerdo. Por esa razón, encontraba muy fuera
de
lugar el tono en que se había dirigido hacia ella.
-¿Está todo bien?- preguntó ella al ver que no decía nada.
-Estoy muy bien, Scully.
Dándose cuenta de
que no llegaría a ningún lado, la agente tomó el reporte
y lo
colocó nuevamente dentro del folder.
-Skinner nos espera.
Apartamento de Mulder.-
A pesar de haberse prometido
a sí mismo no seguir con esta tortura, no podía
evitar volver a estudiar las fotos que venían anexadas en el paquete
que recibió
de su nuevo contacto. Eran unas siete fotos en total, una especie de cronología
fotográfica de su compañera y sus reuniones secretas.
La primera de ellas, donde
aparece una Dana Scully muy joven, le trajo recuerdos
de su primer caso juntos y de cómo su instinto le llevó a pensar
de que se
trataba de una espía. Este sentimiento no le duró mucho pero,
a medida que
observaba cada año de compañerismo plasmado en una fotografía,
se arrepentía de
ello.
-Ella no es así-
se repitió una y otra vez tratando de convencerse de algo que
no podía estar pasando. Después de todo lo que habían vivido,
del daño sufrido,
las pérdidas... debía ser una persona demasiado cruel para ser
cierto.
Estaba muy agitado para
sacar conclusiones. Todo esto no era más que un conjunto
de "pruebas" cuya fuente era desconocida. ¿Por qué de
repente aparece alguien
que asegura que Scully me traiciona? ¿Por qué debo creerle?, se
preguntó tomando
el teléfono y marcando el número de los chicos.
Apartamento de Scully.-
Media hora de conversación
con su madre fue bastante reconfortante. La actitud
de Mulder en la oficina la mantuvo preocupada toda la tarde y su baño
de espumas
no funcionó al cien por ciento. Necesitaba alguna distracción
y eso fue
exactamente lo que la Sra. Scully hizo sin darse cuenta, mientras hablaba de
cuantos chismes familiares le llegaran a la mente.
Tras prometer que la visitaría
el fin de semana, Scully fue hasta la cocina por
un frasco de yogur. No había ningún trabajo por hacer, así
que se sentaría a ver
alguna película. Mientras más compleja fuera su trama, mejor.
Así no tendría
tiempo para pensar en la mirada fría de su compañero durante la
reunión con
Skinner, ni en el hecho de que no la había llamado.
La vibración de su
móvil le pegó un buen susto, pero su sorpresa fue más grande
al ver el identificador de llamadas. Había visto ese número una
sola vez. Y esa
vez fue suficiente para no olvidarlo jamás.
-Scully- respondió ella enmascarando sus nervios.
-Me alegra escucharla de
nuevo. Supongo que no ha olvidado nuestra última
reunión.
-No..
-Bien. Le recuerdo lo de mañana en la noche. Sea puntual.
Ella soltó el teléfono
automáticamente y se dejó caer en el sofá. Pensó
en las
muchas veces en que todo parecía terminar y siempre aparecía una
solución, en
cambio ahora todas las señales indicaban que era definitivo. No sabía
si era
bueno o malo.
Oficinas del FBI.-
Scully se sorprendió
de encontrar a Mulder tan temprano en la oficina. Quería
adelantar algunos trabajos pendientes, pero tal parecía que el agente
tenía la
misma intención y le estaba ahorrando el esfuerzo.
-Buenos días- saludó mientras se quitaba el abrigo -¿a qué debemos el milagro?
-Siente agradecimiento por
los milagros y no preguntes por qué suceden-
respondió éste con una actitud más agradable que la del
día anterior.
Ella le regaló una
pequeña sonrisa y fue a servirse un poco de café. Necesitaba
estar bien despierta para todo el papeleo de oficina.
-¿Estamos condenados a pasar un día de oficina?
-Me parece que sip, agente
Scully- dijo voltéandose a verla por primera vez.
Ella pudo notar las marcadas ojeras que traía.
-Bien. Así podremos
hablar- él la miró confundido. -No te asustes, Mulder- dijo
acercándose a él y dándole unas palmaditas en el hombro
-dije hablar, no
interrogar.
Él le dedicó
una sonrisa fingida y volvió su mirada a la pantalla del
computador. Se le estaba haciendo duro pretender que no pasaba nada, mucho más
sintiendo el calor que irradiaba su cuerpo a pocos centímetros del suyo.
Secretamente suplicaba que se alejara de él y no hiciera todo más
difícil. Pero,
¿cómo podría ella saber lo que pasaba por su mente?
¿O sabía ella
muy bien lo que estaba pasando? Esa fue la pregunta que lanzó su
parte paranoica, el diablillo Mulder.
-Scully...
-Dime.
Él cerró los
ojos y sacudió la cabeza ligeramente. No lo eches todo a perder, se
dijo. No en este preciso momento de tu vida.
-Olvídalo.
Washington Plaza Hotel.-
El inconfudible olor a Morley's
invadió sus pulmones con solo dar dos pasos
dentro de la habitación, lo que sin dudas significaba que él había
llegado
antes. Era lo mejor, así saldría más rápido de todo
esto y podría regresar a
casa a descansar.
-Póngase cómoda.
-No pienso estar aquí mucho tiempo, así que sea breve.
-Si empezamos de esa manera no terminaremos nunca.
Ella se mordió los
labios para no hablar otra vez. No era la mejor de las
situaciones y tenía que cooperar para que el trago fuera menos amargo.
-¿Se ha tomado tiempo
para interpretar las señales?- preguntó el fumador
retirándose de su rincón oscuro.
-Si se refiere al agente Mulder, debo decir que no estoy muy segura.
-¿No? Entonces ha
sabido guardárselo muy bien, porque Mulder está enterado- él
colocó el cigarrillo en el cenicero y al pensar en la siguiente frase,
media
sonrisa apareció en su rostro. -Debe estar muy ocupado pensando si es
cierto.
****
Caminando rápidamente,
ella cruzó el lobby del hotel y llegó hasta la puerta. Ya
en la acera, su marcha disminuyó un poco, al menos mientras buscaba un
taxi que
la sacara de toda la energía negativa que se respiraba alrededor. Su
celular
sonó justo cuando paraba una de las unidades.
-Scully.
-Soy yo. ¿Dónde estás?
-Saliendo del mall. Tenía
hacer algunas compras, así que aproveché el tiempo
libre. ¿Necesitas algo?
-Nop- dijo tras una breve
pausa. -Sólo avisarte que posiblemente viajemos
mañana. Skinner llamó y dijo que quiere vernos para hablar sobre
el caso.
-Ok.. gracias- ella cortó
la llamada rápidamente mientras subía al coche. Con
cierto nerviosismo acomodó par de mechones de su cabello, sin dejar de
ver la
avenida y su escaso tránsito. -Georgetown, chofer.
Mulder apretó el teléfono entre sus manos como si se tratara de
un enemigo a
muerte. Casi en estado de shock él observaba como su compañera
salía del "mall"
y se subía en el taxi que había detenido con una prisa bastante
sospechosa. Por
primera vez no quería dar crédito a lo que sus ojos veían...
por primera vez no
quería pruebas que demostrasen la verdad, porque la verdad era muy dolorosa
para
aceptarla.
Aceptar la verdad era aceptar que Dana Scully era una mentira.
Continuará...