Nombre del Fanfic: Lady Shadow
Capitulo: 1
Autor: Rovi Adams
Dedicado a: todo el que me recuerda y me sigue, a pesar de ser tan dejada con esto de los fics... thx!
Clasificacion: Emily's Corner
Angst / Drama
Fanfic:
Todo había empezado el lunes. No sabía si había sido una llamada telefónica, una carta o un correo electrónico... todo lo que sabía era que había empezado a perderlo de alguna manera. Y la peor parte era que desconocía la razón. Hubo tiempos en los que la distancia entre ellos era mayor que un océano, pero entonces ella podía llegar hasta él y sanar sus heridas. Hubo momentos en que pensaron que todo había terminado, sin embargo encontraban la luz al final del túnel.
Ahora no podía encontrar la forma porque no había ningún túnel. Todo era luz y sus ojos estaban siendo cegados por su fuerza. No podía creer que después de todo ese tiempo enfrentando las facetas más oscuras de Mulder, simplemente no sabía cómo enfrentar su lado feliz.
Lo había visto sonreír con alegría, verdadera alegría, pero esas sonrisas eran tan efímeras como los momentos de felicidad que ambos tenían. Lo había visto iluminar la oficina con un simple gesto, pero sus rayos de sol nunca prometían una eternidad. Así que había aprendido a vivir esos segundos como si fueran los únicos y últimos.
Estaba acostumbrada a ser desertada. Sí, aunque le doliera al principio, pero se prometió no sucumbir ante las jugadas injustas de su compañero, o se volvería loca. Estaba acostumbrada a que la dejara atrás, pero no estaba acostumbrada a permanecer atrás. No importaba cuán lejos él fuera, siempre regresaba a ella. Ahora estaba justo allí, a pocos centímetros de distancia, pero sabía que no había regresado a su lado.
Había algo. Y necesitaba saber qué era. Tan solo estaba asustada de preguntar y recibir la respuesta... la verdadera respuesta.
Nada estaba bien. Eran las ocho de la mañana y Scully estaba de pie frente a su escritorio, como si el fantasma de Mulder estuviera supuesto a darle una explicación. Era todo lo que había conseguido hasta ahora: su alma inquieta volando a través de su mente, alimentando un retrato de amenazaba con desaparecer.
Porque para bien o para mal... él había cambiado.
***
Únicamente acompañada por los lápices que colgaban del techo, la oficina le parecía una celda de castigo en la cual tenía que cumplir la sentencia de soportar el silencio de su compañero. Por primera vez en muchos años, el teléfono no timbró durante el fin de semana. No hubo un avistamiento repentino, algún caso extraoficial o una historia demasiado interesante para esperar hasta el lunes. Todo se resumió en una marcada e incómoda ausencia.
Estaba sentada en el sillón de Mulder desde las siete de la mañana, estudiando la oficina desde una perspectiva poco usual. Así la encontró Skinner, con los ojos puestos en la nada del sepulcral sótano del edificio Hoover, dando vueltas a las tuercas de su cerebro a ver si así encontraba la ansiada respuesta.
-Agente Scully...
-Hola señor- respondió mecánicamente, aun sumergida en su ausentismo. -¿Qué le trae por estos rumbos?
-Vine a comunicarle que el agente Mulder vendrá más tarde- dijo con cierto nerviosismo.
Scully lo miró por primera vez, con la misma frialdad de los glaciares. Si Skinner iba a entrar en el juego de los misterios, entonces ella jugaría también. Y lo haría perder.
-Con una llamada telefónica era suficiente... de Kimberly inclusive.
El director adjunto comprendió entonces en qué lugar del acertijo se encontraba. En un frágil trampolín que se balanceaba sobre aguas turbulentas.
-Quise venir, eso es todo.
-¿En serio?- preguntó con cierta dosis de cinismo. -Es muy considerado de su parte- añadió volviendo su vista hacia uno de los archivos que se encontraba al fondo de la oficina. No quería hablar. Deseaba estar sola y hundirse en la oscura fosa donde habitaban sus pensamientos más ocultos, aquellos que nadie pensaría jamás de la siempre correcta Dana Scully.
Pero Skinner parecía no entender lo que ella quería, porque él era incapaz de leer su mente como sólo Mulder podía hacerlo.
-Scu...-
-No quiero escucharlo- le interrumpió sabiendo lo que venía y alzando una mano que representaba esa enorme muralla que tanto deseaba a su alrededor. Cuando pasaba de ser "agente Scully" a simplemente "Scully", las cosas se alejaban del ámbito profesional. Y todo asunto personal que saliese de la boca de su superior tenía el nombre de un hombre. Mulder. Lo último que deseaba escuchar, pensar, ver, sentir...
-Pues tendrá que hacerlo- comentó el director en el tono más autoritario que había escuchado en toda su vida laboral, mientras iba hacia la puerta y la cerraba con seguro. Si Mulder era terco, Skinner lo era aún más. Ella había olvidado ese pequeño detalle. Si había venido hasta el sótano a hablarle de su compañero, tenía toda la seguridad de que no saldría de ahí sin haber escuchado la historia completa, con punto y coma. Y por eso estaba deseando mandarlo al mismo infierno al que secretamente había enviado a Mulder dos días atrás.
-El agente Mulder está atravesando una situación algo complicada,- comenzó Skinner acercándose nuevamente al escritorio, -de la cual estoy enterado porque, como su supervisor inmediato, me he visto en la obligación de cuestionarlo, ante la actitud tan irresponsable que ha tomado en cuanto a su trabajo en la última semana...
-¿Puede saltarse el protocolo?- expresó Scully con una agresividad que la sorprendió a ella misma. -Ya no estamos en terreno oficial, ¿o sí?
-No- le respondió éste mirándola fijamente. -Pero su actitud no ayuda en nada, ni a mí ni al agente Mulder.
-Si supiera de lo que habla, puede estar seguro de que ésta no sería mi reacción- su sinceridad fue un golpe seco para su superior, ya que él conocía a la perfección cómo funcionaba la relación entre ella y Mulder. -Así que, no me explique algo que no voy a entender. No trate de hacerme comprender por qué Mulder no ha sido capaz de decirme lo que sucede.
-Él confía en usted.
Ella mordió su labio inferior, mientras en su cabeza sus neuronas daban millones de vueltas.
-Creo que ya no- confesó sin ocultar su decepción.
***
Las propiedades de la manzanilla podían calmar sus nervios, le decía su madre cuando lo observaba ansioso por algo, mientras le ofrecía una taza de infusión. Según Scully, podía relajar de tal manera que incluso él, que sufría de insomnio, podía llegar a dormir con sólo una taza antes de acostarse. La verdad era que en varias ocasiones había tenido su propia sobredosis de esa maravillosa infusión sentado en el sofá de su compañera o en su alfombra, sin que surgiera algún efecto parecido en su organismo. Había pasado muchas noches junto a ella hablando de cosas puramente vanas esperando que el té exorcizara los demonios que le acechaban, sin obtener efecto alguno. Sólo la voz sutil y suave de Scully tendía a surgir ese efecto en él... hasta esa tarde en que lo percibió en otra mujer, cuando lo absorbió en su piel, en sus cabellos.
Sintió que, conforme se iba impregnando de su olor, así mismo se iba llenando de una sensación que le devolvía la paz que tanto ansiaba. Sentía como los demonios que se mostraban indestructibles, ahora se rendían ante aquel aroma restaurador. Vio como el mar inmenso de sus pesadillas, donde habitaban los peces de sus culpas y sus flaquezas, se abría en dos ante él para darle paso en esa carrera que había emprendido hacía ya demasiados veranos cálidos, en los cuales hasta el sol de hoy pensó que se hundiría.
Mientras hacía uso de su memoria fotográfica para poder recrear el primer instante en que la vio, luego de tanto tiempo sin ver sus hermosos ojos, le asaltó el espacio y el tiempo recordándoles que habían pasado demasiados otoños, muchos inviernos, incluso veranos; pero que jamás había visto florecer una primavera como hasta ese día.
Se perdieron en un abrazo donde no podía reconocer cuáles eran sus brazos y cuáles eran los de ella; donde sus corazones conversaban entre latidos al unísono, retumbando en sus oídos por todas las respuestas. Y fue en ese momento donde su vida recobró el color, donde dejó de ver todo en blanco y negro para perderse en el mundo casi mágico del arcoíris.
Sintió la ausencia de su alma en el mismo momento en que sintió que la recobraba. Era algo que no sabía que tenía hasta que la descubrió entrando en él cuando la abrazó. No supo cuánto tiempo permanecieron así, abrazados; no supo si fueron horas o minutos; sólo supo que no la quería soltar hasta no estar seguro de que era una realidad y no otro de sus sueños tan realistas. De ser así, debía llenarse de ella lo suficiente para poder soportar hasta el próximo encuentro.
Mientras caía la tarde, sus dedos acariciaban su pelo negro enredándose en las casi imperceptibles ondas de su melena, que bajaba un poco más de sus hombros. Rompió el abrazo por unos minutos para entrevistar sus ojos saltones llenos del ayer que les fue robado, en los cuales pudo leer las memorias del pasado furtivo cuando juntos eran felices. Aun quedaba en sus mejillas las sombras de las lágrimas amargas que fueron derramadas en el tiempo que estuvieron separados.
***
La oficina volvía a estar desierta, como lo había deseado toda la mañana. No sabía cuánto tiempo llevaba apoyada contra la puerta, como tratando de evitar que alguien entrara e interrumpiera su comunión con el silencio. Las últimas palabras que le dirigió a Skinner la tomaron por sorpresa, era una confesión que ella misma no esperaba porque resultaba muy doloroso analizarlo y descubrir que era cierto.
Su mayor temor había escapado de sus labios y, ya que las palabras habían sido pronunciadas, no había vuelta atrás. Incluso Skinner resultaba un mentiroso al presentarse ante ella y decirle que Mulder llegaría más tarde. Era mediodía y no sabía nada de él. El fin de semana se convertiría en una semana completa y quién sabe cuántos días más.
Mulder le había contagiado su insomnio. A las tres de la mañana estaba despierta mirando hacia la mesita de noche, esperando alguna historia sin sentido nacida de la última idea absurda que cruzara la mente de su compañero. Lo espero hasta que el sol salió... lo esperó mientras tomaba un café que no se mezclaba con el azúcar... lo esperó en el ascensor mientras descendía hasta el sótano.
Volvió a mirar la oficina y se sintió alienada por completo. Era una sensación extraña e incómoda, como si llegara a casa de algún desconocido y le dejaran de pie en la sala principal sin que la invitaran a sentarse o a esperar. Daba ligeros pasos sobre su propio eje, preguntándose qué era lo más correcto. ¿Sentirse como en casa o abandonar?
***
Mulder la encontró recostada de la pared, mirando hacia la diminuta ventanilla que comunicaba con el exterior. Sus ojos carecían de luz... de no ser por el ligero movimiento de su pecho al respirar, parecería una figura de cera.
Siendo honesto consigo mismo, reconoció que había olvidado a Scully por prácticamente cinco semanas. Verla allí, totalmente sumergida en sus pensamientos, lo trajo bruscamente de vuelta a la realidad. Pero esa realidad cambiaría muy pronto, porque la vida le había dado una oportunidad que nunca pensó que tendría.
El problema era que no sabía cómo encajaría Scully en su nueva realidad, porque ella era parte de un mundo del que planeaba alejarse por completo.
-Scully...
Ella frunció el entrecejo y se despegó de la pared. Su reacción era lenta, como si tratara reconocer esa voz que le llamaba.
-Scully, soy yo.
-Tú- susurró aun sin mirarle. Era muy plausible que su mente estuviera tratando de llenar un hueco que sin éxito alguno pretendía ignorar. Podía caer rendida ante sus alucinaciones y tener una interesante charla con él; quizá se liberaría de tanta tensión y rabia acumuladas sobre sus hombros. Sentía llevar el peso de todo el sistema solar cada vez que tenía que atravesar los pasillos del Hoover para reencontrarse con la tormentosa ausencia.
Mulder avanzó hacia ella notablemente preocupado. Conociendo la reacción de Scully en las ocasiones en que había desaparecido anteriormente, tenía la certeza de que le esperaba una seria y prolongada conversación; pero esa seguridad de saber a lo que se enfrentaba se esfumó en cuanto vio el rostro desanimado de su compañera. La situación era mucho más seria de lo que podía imaginar.
-Scully... te debo una disculpa- dijo colocando ambas manos sobre los hombros de ella, para asegurarse de que tenía su total atención. La sintió estremecerse ante el primer contacto, mas su alteración se vio rápidamente reemplazada por el vacío que se reflejaba en sus ojos.
Ella le miró por primera vez, con una frialdad tan sincera que llegaba hasta sus entrañas. No había un dejo de preocupación en su expresión, más bien de frustración e ira reprimidas. De no haber conocido su carácter medido, hubiera pensado que le propinaría una bofetada en ese mismo momento.
-No sé qué es aquello tan importante que hace que nuestra confianza valga una mierda- habló sin molestarse en filtrar lo que sus verdaderas emociones le dictaban. -No sé por qué diablos he tenido que pasar unas cuantas semanas en el infierno, sin saber siquiera un indicio de lo que pudo haber sucedido. No sé qué tan poderosas puedan ser tus razones... Lo único que sé es que no puedo seguir trabajando contigo, porque ya no te conozco.
La sorpresa de Mulder fue tal que sus palabras se quedaron en un intento cuando vio que Scully abandonaba la oficina. Su cuerpo caía sobre la misma pared que sostenía a su compañera... sus piernas flaqueaban y su corazón latía tan deprisa que pensó que se detendría en cualquier momento. No podía estarle sucediendo esto cuando por fin su vida volvía a tener sentido; pero en el fondo supo que había cavado su propia tumba por comportarse como un monstruo egoísta.
No pudo ver cuán pesado era el otro lado de la balanza, hasta que vio el desequilibrio en que volvía a caer su mundo. Ahora le tocaba el mayor reto de su vida: equilibrar las dos partes que daban sentido a su existencia.
***
Continua: Yes / Si
Comentarios: Yes / Si
Email del Autor: rovi.adamsARROBAgmail.com