Nombre del Fanfic: Lady Shadow
Capitulo: 3
Autor: Rovi Adams
Dedicado a: Las bitches y las personas que me leen, aun cuando me tardo una eternidad para publicar.
Clasificacion: Emily's Corner
Angst / Drama
Fanfic: Las trenzas habían sido sustituidas por coquetos rizos que caían sobre su espalda… su rostro ya no estaba tan limpio como lo recordaba; ahora llevaba labial, un ligero rubor coral en las mejillas y delineador que acentuaba su expresiva mirada. En verdad había perdido mucho tiempo; aquel tiempo en que su hermana empezaba a pintarse y modelar frente al espejo, a subirse a escondidas en los tacones de su madre, y él a burlarse de sus diminutos pechos que empezaban a notarse… burla que más tarde se convertiría en celos cuando algún chico voltease a mirarla.
Los días necesitarían más de veinticuatro horas para que ambos pudieran llegar al presente. El trayecto había sido largo, muy largo, pero no tan complicado. El rostro de su hermana era el de una mujer que había llevado una vida como la de cualquiera otra, con sus altos y bajos, con metas alcanzadas y muchas más por alcanzar, con inquietudes que resolver, con mucho amor que dar… con un espíritu tan revoltoso y tan Mulder como el suyo mismo.
Ese último pensamiento le causó una risa irónica: ella era la auténtica Mulder. Él no.
-FBI…- musitó Sam mientras se llevaba a la boca otra cucharada de helado. –La vida está obsesionada con complicarnos las cosas.
-¿Por qué lo dices?
-Porque siempre quise ingresar al FBI, pero Sor Elena insistía en que mi verdadera vocación se vería desperdiciada- ella sonrió al recordarlo. –Ahora me doy cuenta de que me conocía muy poco, Fox.
-O de que te conocía demasiado.
Samantha lo miró comprendiendo perfectamente lo que quería decir. En poco tiempo, ambos habían aprendido a comunicarse con la mirada, y habían comprendido que a pesar de haber estado separados por casi toda una vida, tenían muchas cosas en común. Eran dos seres apartados por las circunstancias y por decisiones que quizá nunca llegarían a comprender. Dos almas inquietas colocadas en extremos opuestos del laberinto… marionetas ignorantes de la vida que otros habían escrito para ellas.
-Quiero que me lleves a ese sótano- le pidió ella cuando el silencio comenzaba a extenderse, retomando un tema que había picado su curiosidad, pero que se había perdido entre tanta charla. La historia de su hermano se asemejaba más al guión de una complicada película de suspenso que al relato de la vida de un mortal cualquiera. –Quiero conocer el lugar en el que has pasado estos últimos años… debe ser apasionante tener una carrera como la tuya. Quizá yo esté a tiempo aun.
Mulder soltó una carcajada. De todas las cosas que había visto e imaginado en su extraña vida, trabajar junto a su hermana era quizá la más surrealista de todas, la que nunca se había asomado siquiera por su ilimitada imaginación. Con tanta energía de ambas partes, la reacción debía ser más que catastrófica.
-Me has hablado de tu trabajo, pero no me dirás que trabajas solo en una sección como esa- prosiguió Samantha mirando con cara de niña triste el bote de helado que se había terminado. -¿Quiénes trabajan contigo?
Mulder sintió una punzada en el pecho y su hermana no pudo pasar por alto la expresión en su rostro. Era muy difícil descifrar el sentimiento exacto que su hermano estaba experimentando, pero estaba completamente segura de que aquella pregunta fue como si le hubiera pinchado una aguja de repente.
-Fox…
-Tengo una compañera- respondió con un cambio radical en su tono de voz. –Ha estado conmigo por siete años.
-¿Y cómo se llama?- cuestionó esbozando una sonrisa llena de curiosidad, y queriendo restaurar la atmósfera de familiaridad que por un instante pareció quebrarse.
-Scully. Dana Scully- Sam asintió, invitándole a que continuara. El carraspeó y tomó un poco de aire. –Es mi contraparte científica… la persona que tiene los pies bien puestos sobre la tierra en cada caso.
Samantha no pudo contener la risa al imaginar ese escenario.
-¡Cielos! ¿Y han sobrevivido siete años?- Mulder asintió sonriendo ligeramente. Irónico que Sam se sorprendiera sin siquiera saber una cuarta parte de todo lo que habían vivido en ese tiempo; de cuánto había cambiado él como persona gracias a la compañía de la única persona que podía permanece a su lado sin el menor indicio de querer alejarse. –Tengo que conocerla- la declaración de Sam lo tomó por sorpresa. -¿Es posible?
-Claro… -su respuesta fue tan vaga como su propia convicción de que fuera posible complacer dicha petición. Todavía retumbaba en sus oídos el sonido de aquellos tacones a medida que se alejaban… su figura perdiéndose en la distancia era el retrato que adornaba su memoria cuando el nombre de Scully era mencionado.
“Claro que la conocerás… cómo no presentarte a la mujer por la cual te intercambié una vez, aun teniendo la certeza de que eras realmente tú”.
Samantha no necesitaba ser clarividente para comprender que algo no estaba bien del todo, pero no quería inmiscuirse en asuntos privados de Mulder. Aunque fueran hermanos, entendía que cada quien tenía su vida y sus secretos. La vida de Mulder podía parecerle transparente después de todo lo que había escuchado; prácticamente se había dedicado a su búsqueda y a su trabajo en los Expedientes X. Pero tras ver su reacción al tocar el tema de su compañera, se dio cuenta de que algo muy poderoso se ocultaba en su afligido corazón; algo que con simple empatía no podía deducir.
***
La luz del televisor pintaba en las paredes sombras monstruosas a las cuales él se había acostumbrado en la soledad de su apartamento. Era una costumbre, casi un rito, dejar el aparato encendido hasta que sus párpados se cerraban y las sombras se desvanecían… cada noche tenía que recordarse a sí mismo que vivía acompañado de los fantasmas del ayer.
Esa noche, en cambio, las sombras eran tan solo eso. Nada de fantasmas, ni demonios, ni recuerdos atroces. Sólo eran compañeras silentes de los objetos, con formas tan originales como la imaginación de quien las viera. El televisor estaba mudo y su luz cubría tímidamente a Samantha; apenas tocándola, dejando ver su rostro dormido a medias, como si desvelara un encantador misterio.
Acurrucado frente al sofá, Mulder contemplaba aquella imagen como si se tratase de un espejismo; temeroso de hacer ruido e incapaz de moverse para preservar la magia. La conversación quedó a medias… ella se quedó dormida a mitad de uno de sus apasionados relatos. Aparentemente, sus teorías tenían ese efecto somnífero… Samantha no era la primera en caer rendida en aquel sofá tras escuchar sus palabras.
Dándose cuenta de lo que hacía, cubrió los ojos con sus manos y empezó a masajear sus sienes, como si de esa manera era posible sacar ciertas ideas de su cabeza. Inconscientemente, estaba comparando a su hermana con Scully… más que comparación, era una especie de justificación que él mismo no podía entender. Aun sabiendo que actuaba mal, continuaba por el mismo camino con la terquedad que le caracterizaba. O quizá por temor a enfrentarse a una parte de su vida que no había tocado aun.
Pronto amanecería y él seguía dejándose consumir por las dudas. Quizá la luz de un nuevo día iluminaría esos rincones de su alma que seguían siendo devorados por una oscuridad infinita y cegadora. Cuando encontró a Samantha y la abrazó por primera vez, cuando sintió aquella paz abrumadora, pensó que toda la locura había llegado a su fin. Tan sólo fue el efecto de la euforia… la emoción de un momento que ya dejaba de ser efímero. Apenas se estaba dando cuenta.
***
-¿Cómo puedes dormir aquí?- preguntó Samantha moviendo la cabeza de un lado para otro, y dándose un ligero masaje en el cuello. Mulder seguía en el suelo en posición fetal… las palabras de su hermana sirvieron de despertador, así como el fuerte olor a café que provenía de la cocina. –Fox… ya no tienes edad para darte esos lujos- le dijo ayudándolo a ponerse de pie. –Creo que ninguno de los dos.
-Sí, mamá- respondió tambaleando rumbo a la cocina. –¿No encontraste algún ser de otra galaxia aquí?- preguntó señalando el desorden reinante en la cocina… desorden que sorpresivamente estaba empezando a desaparecer.
-No, nada de invitados indeseables- aclaró risueña, mientras se servía unas tostadas. –Ahora tengo otra preocupación…- le dio una mordida a una de las tostadas y fue a sentarse junto a Mulder. –Este lugar grita por la ausencia de una fémina, ¿acaso tengo un hermano célibe?
Mulder casi se atraganta con su tostada al escuchar semejante pregunta.
-¡Sam!- exclamó entre la tos que le atacó.
-Es que… - ella no podía controlar la risa ante la reacción que había arrancado su pregunta. –Vamos Fox… no hay que ser adivino para verlo.
Mulder seguía luchando contra el ataque de tos y Sam le daba ligeras palmaditas en la espalda sin mucha fuerza por la risa de que era presa. Parecía que él había vuelto a la adolescencia por el rubor tan marcado en sus mejillas.
-Lamento decirte que…- respondió revistiendo su semblante de una seriedad exagerada, digna de una de esas telenovelas tan famosas entre las amas de casa, -… los años de Playboy de tu hermano ya pasaron. Spooky Mulder, ¿lo olvidaste?
-Cierto, cierto… pero no termino de convencerme- Samantha le dedicaba una mirada escrutiñadora, de esas que le hacían pensar que ella tenía visión de rayos X. –Tus dotes de perfilista y agente federal no pueden ayudarte, porque lamento decirte que compartimos ese talento.
Sin tener más opción que aceptarlo, Mulder asintió y se quedó callado. Las palabras podían virarse en su contra, dada la astucia que tenía Sam para enredarlo. Ella sonrió sintiéndose victoriosa y, terminado su desayuno, tomó par de prendas de su maleta y fue hasta el baño.
-Termínate todo el café- le dijo antes de cerrar la puerta. –Nos espera un largo día.
***
Las letras del reporte se estaban tornando algo borrosas. Tenía ya mucho tiempo leyendo; era hora de tomar un receso, organizar todas sus cosas y hacer un repaso mental de todo lo que necesitaba para el caso. Estaba agradecida de que la reunión con Skinner fuera temprano y sin contratiempos; después del último encontronazo que tuvieron, pensó que no podrían entenderse, pero su superior se dejó contagiar de un poco de flexibilidad.
Su boleto de avión estaba sobre el escritorio esperando a que ella se decidiera a ubicarlo en su bolso. Fue en ese momento cuando de verdad sintió la ausencia de Mulder. Los preparativos para un viaje era algo que solía hacer sola la mayor parte del tiempo, pero ver un solo boleto en vez de dos le recordó que estaría sentada entre dos extraños - quizá tendría la dicha de ir junto a la ventanilla – y que el silencio sería el único acompañante en un viaje que sin dudas iba a ser largo, sin importar la distancia real a recorrer.
El reto que estaba a punto de enfrentar representaba una carga doble. El trabajo físico se duplicaba, pero eso era lo de menos. El equipo que ella y Mulder conformaban se caracterizaba por un equilibrio mágico que llevaba a una pronta resolución de los casos; un equilibrio conformado por dos polos, dos opiniones que convergían en un punto medio. ¿Podría ella desdoblarse para poder nivelar la balanza? La triste realidad era que su lado racional necesitaba de las locuras de Mulder para manifestarse en su máxima expresión.
Pero no podía estancarse porque su vida tenía que continuar y su trabajo también. El mismo tiempo le diría qué decisión debía tomar… si podía continuar sola en aquel laberinto sin final. Miró su reloj y se percató de que había perdido mucho tiempo en cavilaciones. Había un caso por resolver, un caso que no tenía que ver con que Mulder no pudiera estar ahí en ese momento.
Rápidamente, tomó sus cosas y le dio una inspección visual a la oficina. Estaba a punto de abrir la puerta, cuando escuchó unos pasos acercándose. Alejó la mano del manubrio, fue hasta uno de los archivos y pretendió estar buscando algo entre las carpetas mientras agudizaba su oído. Además de los pasos, podía escuchar dos voces… una masculina muy familiar, y otra femenina. No terminó de elaborar sus sospechas cuando abrieron la puerta.
-¿Scully?
-Hola Mulder- saludó volteándose y mostrando una expresión relajada. Junto a Mulder estaba una mujer alta, de larga cabellera negra, tez ligeramente bronceada y ojos avellana. No necesitaba introducción para saber de quién se trataba. Sus ojos eran la mejor carta de presentación.
-No pensé encontrarte aquí.
-No debería estar aquí- replicó cerrando el archivo. –Si no me apuro, llegaré tarde al aeropuerto- Mulder sintió un hueco en el pecho al escuchar esa respuesta, pero al ver los folders que su compañera llevaba volvió a recobrar el aliento. Scully percibió la preocupación de Mulder y le ahorró la pregunta. –Springfield, Massachusetts. Creo que es un simple caso de vudú, pero las autoridades locales insisten.
Él asintió y ambos se quedaron mirando en silencio. Cuando Scully desvió la mirada hacia la acompañante de Mulder, fue que éste se percató de que no las había presentado. Se sentía como un completo idiota por haberla olvidado temporalmente.
-Emm… vine para que conocieras a Samantha. Sam, ella es…
-Dana Scully- le interrumpió Sam con una gran sonrisa y tendiendo su mano a Scully.
Scully alzó una ceja ante la súbita interrupción, entonces respondió el saludo de Samantha. Mientras estrechaban sus manos, cientos de imágenes pasaban por la cabeza de Scully; ciertamente, no era el escenario que imaginaba para conocer a la persona que fue el motor que impulsó a Mulder en su búsqueda por la verdad.
La persona que indirectamente le dio a su vida un giro de trescientos sesenta grados.
Continua: Yes / Si
Comentarios: Yes / Si
Email del Autor: rovi.adamsARROBAgmail.com