author = dana_x
Rating = emily_corner
Type = Angst
fanfic = EDIFICIO J. EDGAR HOOVER
WASHINGTON D.C.
9:10 a.m.
La agente Mónica Reyes leía concentrada un informe. Lo había terminado hacía un rato, y lo estaba repasando para que después lo firmaran todos. No sintió que alguien había entrado al despacho, hasta que le tocaron el brazo.
D: Hola Mónica.
R: John, me has asustado.
D: Ya veo, ni te enteraste cuando entré.
R: No, estaba leyendo.
D: Bueno, en realidad me alegro de que estés tú sola, me gustaría contarte algo.
R: Claro, lo que sea.
Mónica dejó el informe a un lado para escuchar a su compañero, y Dogget cogió su silla y la situó enfrente de la de Reyes. Antes de empezar a hablar, le cogió la mano.
D: Verás Mónica, tú y yo somos compañeros desde hace tiempo, y amigos más que compañeros, y sé que aunque no te haya contado esto antes, no te enfadarás y lo comprenderás. Necesitaba mantenerlo en secreto, no me gustan los cotilleos, y aunque a veces tenía la tentación de contártelo, de compartirlo contigo, no lo hacía por miedo a que algo cambiara. También sé que eres mi mejor amiga, y que lograrás alegrarte por mí. Lo sé.
R: Claro John, pero dime de qué se trata.
D: Verás, desde hace algún tiempo, yo…. he estado saliendo con alguien…y bueno, hemos decidido dar un paso más.
Mónica se quedó sin palabras, y la expresión de su rostro cambió aunque intentó disimular. No podía creer que Dogget, el hombre que quería, le estaba confesando que tenía novia. Se obligó a sí misma a contestar, pues la expresión de John cambió al ver que ella no decía nada.
R: Me alegro un montón por ti, John, te mereces lo mejor.
D: Gracias, sabía que lo harías.
R: ¿Y cual es el paso que daréis? ¿Os vais a vivir juntos? –preguntó con un nudo en la garganta.
D: No, hemos decidido casarnos.
R: ¿Casaros? –en esos momentos, la cara de Reyes era un poema-.
D: Sí, dentro de 3 semanas, por el juzgado. Por eso quiero pedirte que seas una de mis testigos, por favor, no me puedes decir que no.
R: Claro que no, quiero decir, lo haré encantada –dijo sin mucho afán, y con unas ganas horribles de llorar-.
D: Esto… hay algo más.
R: ¿Qué?
D: Mi pareja, la conoces.
R: ¿Así? ¿Y quién es?
D: Es… Kimberly.
R: ¿Kimberly? ¿La secretaria de Skinner?
D: Sí. Nos encontramos un día por ahí, nos pusimos a hablar, y bueno, el resto salió solo.
R: Oh vaya, pues me alegro por ti, bueno, por los dos –se acercó a él y le dio un beso en la mejilla-.
D: Gracias, dentro de un rato nos reuniremos aquí todos para darles la noticia, no les digas nada ¿vale?
R: Claro, tranquilo, no lo haré. ¿Me disculpas? Tengo que ir al servicio –dijo al tiempo que se levantaba-
D: Por supuesto, vete.
PASILLOS DEL FBI
WASHINGTON D.C.
9:20 a.m.
Los agentes Mulder y Scully llegaban en esos momentos al trabajo. Era tarde, pero parecía no importarles. Mulder caminaba con una mano en la cintura de su compañera, y la miraba a la cara mientras hablaban.
M: Scully, ¿te he dicho que estás preciosa?
S: Sí, Mulder, tres veces desde que nos hemos despertado. Además, hemos llegado, es hora de empezar a disimular –le dijo separándose un poco de él-.
M: Vamos Scully, todo el mundo lo sabe, tenemos un hijo juntos, ¿recuerdas?
S: Sí, pero hemos quedado en que aquí somos simplemente Mulder y Scully, los compañeros de trabajo.
M. De acuerdo –le dice al tiempo que le da un fugaz beso en los labios-.
S: Vete yendo, tengo que hacer una parada en el baño.
M: No tardes, te echaré de menos.
S: ¡Mulder!
Scully entró en el baño y fue directa a mojarse la cara. No había dormido bien (en realidad, ninguno de los dos lo había echo), y necesitaba despejarse. Se dijo a sí misma, que lo siguiente que haría sería tomarse un café bien cargado. Le pareció oír algo, y cerró el grifo. Oyó unos sollozos y se dispuso a descubrir de donde provenían. Abrió todas las puertas sin hacer ruido, hasta que llegó a la última, y descubrió que estaba medio abierta. La abrió lentamente y se sorprendió.
S: ¿Mónica? ¿Estás bien?
R: No –le dijo ésta llorando-.
S. Ehh, ¿qué pasa? –le dijo Scully agachándose a su lado y cogiéndole la mano-.
R: Es John.
S: ¿Le ha pasado algo?
R: No. Pero su felicidad es mi desgracia.
Scully la miró sin comprender. Supuso que los dos habían discutido, aunque no era normal, se llevaban muy bien, y tampoco era normal ver a Mónica así. Se incorporó un poco y la abrazó. Mónica respondió al abrazo.
S: Vamos, tranquila, respira un poco y cuéntame que ha pasado.
R: Él… se casa.
S: ¡¿Qué?!
R: Sí, parece ser que lleva tiempo manteniendo una relación, y que ahora han decidido casarse.
S. Oh, vaya.
R: ¿Pero sabes con quién? Con Kimberly.
S: ¿Kimberly? ¿La secretaria de Skinner?
R: Sí –dice Reyes echándose a llorar de nuevo-.
S: Increíble. Son las dos personas que jamás pensé que se casarían, y menos juntas.
R: Yo tampoco.
S: Shhh. Vamos Mónica, tranquila.
R: ¿No te das cuenta? He perdido mi oportunidad.
S: Ya, sé que deberías de habérselo dicho antes, pero ahora no puedes hundirte. Ya encontrarás a alguien, seguro.
R: No, llevo mucho tiempo enamorada de John, como para ahora olvidarlo de pronto. No puedo.
S: Pero debes intentarlo, no puedes pasarte el resto de tu vida llorando por él.
R: Lo sé –dijo Mónica secándose las lágrimas-
S: Venga, lávate un poco la cara, y vamos a trabajar ¿sí? –dijo levantándose y ayudando a Mónica a hacerlo-.
R: Me ha pedido que sea una de sus testigos.
S: ¿Y qué le has dicho?
R: Que sí. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me negara?
S: No, supongo que no.
R: Ha quedado en que nos reuniríamos todos en el despacho para contarlo, y me ha pedido que no os dijera nada, así que haz como si no lo supieras.
S: De acuerdo, no te preocupes. Voy yendo. Lávate y no tardes –le dio un dulce beso en la mejilla y salió del cuarto de baño-.
DESPACHO DE LOS EXPEDIENTES X
WASHINGTON D.C.
9:42 a.m.
Cuando Mónica entró en el despacho que compartía con Dogget, Mulder y Scully, se encontró que estaba lleno de gente: Dogget y Kimberly, Skinner, Mulder y Scully. Supuso que la gran noticia iba a ser contada.
D: Mónica, qué bien que estés aquí. Aunque tú ya lo sepas, me gustaría que estuvieras aquí.
R: Claro –dijo al tiempo que llegaba a su silla y se sentaba-.
Sk: Bueno, ¿y cual es esa noticia que tienen que darnos? Los dos juntos –preguntó Skinner que algo sospechaba-.
K: Bien, pues veréis, hay veces que uno no planea las cosas, y por una casualidad, su corazón ve distinto a la persona que ve todos los días, que le saluda con una sonrisa aunque casi nunca se dirija a ti, y bueno, eso es lo que nos ha pasado a John y a mí.
M: O sea, ¿nos estáis intentando decir que sois pareja?
K: Exactamente.
Los tres miraron inconscientemente hacía Mónica, que intentaba aguantar el tipo y no llorar.
S: Vaya, pues enhorabuena, nos alegramos un montón –dijo Scully disimulando-.
Sk: Sí, aunque suene un poco extraño.
D. Bueno, pues todavía hay algo más.
M: ¿Más? No me digas que vais a ser papás –dijo un divertido Mulder-.
D: No, pero esperamos llegar a serlo. Nos casamos en tres semanas, y queremos que vosotros cuatro seáis los testigos. Mónica ya ha dicho que sí. ¿Y vosotros que decís?
M: Claro, me encantan las bodas.
S: Por supuesto John, cuenta con nosotros. ¿Verdad Señor?
Sk: Sí, claro, encantado –dijo Skinner que miraba a Mónica. Se preguntaba cómo Dogget no se había dado cuenta de que su compañera estaba enamorada de él. Pensaba que la historia de Mulder y Scully se repetía, pero que esta vez no acabaría igual de bien-. Espero que sean muy felices.
K: Gracias, Señor. Para nosotros es muy importante que apruebe nuestra relación.
Sk: ¿Por qué no iba a hacerlo? Si todos hemos aceptado la relación de Mulder y Scully, es normal que la suya también. Además, ustedes no son compañeros directos. Y yo no soy nadie para impedírselo. Eso sí, aquí son sólo compañeros, nada de marido y mujer.
D: Lo sabemos Señor, gracias. Nada cambiará, se lo aseguro. Y entiendo que se sienta un poco raro, su secretaria y uno de sus agentes, pero todo será igual.
Sk: Eso espero.
K: Bueno, tengo algo que hacer. ¿Me acompañas John?
D: Claro.
Y se van, dejando a los cuatro solos en el despacho. Skinner se acercó a Mónica, que mantenía la cabeza baja y lágrimas en los ojos. Posó su mano sobre su hombro.
Sk: Agente Reyes, ¿se encuentra bien? –preguntó, aunque ya sabía la respuesta-.
R: Ajá –dijo intentando disimular-.
M: Vamos Mónica, disimulas muy mal –dijo Mulder acercándose también, seguido de Scully-.
R: Lo siento –y rompió a llorar de nuevo, esta vez sin importarle que se dieran cuenta-.
Sk: Vamos, tranquila. Sabía que algún día el agente Dogget se volvería a enamorar, y si no era de usted, sería de otra.
R: Ya, pero yo no quería que eso sucediera.
M. Pero tú no le dijiste nada, Mónica, él no sabe que tú lo quieres, y no puedes culparlo por enamorarse.
R: Lo sé, eso es lo que más me duele –dijo con voz ahogada-.
Sk: Además, debería imaginármelo, por las miraditas, y bueno, lo de aquel día…. dijo Skinner como hablando para sí-.
R: ¿Usted lo sabía?
Sk. Bueno, algo sabía, los encontré muy acarameladitos en mi sofá.
R: ¿En su despacho?
Sk: Sí.
R: Oh vaya –y volvió a llorar desconsoladamente-.
Sk: Vamos, tranquilícese –y la atrajo hacía sí abrazándola. Mónica se dejó llevar-.
Estuvieron un rato así. Mulder y Scully observando como Skinner consolaba a Mónica y como ésta lloraba desconsoladamente. Después de un rato, se tranquilizó, y se separó de su jefe.
R: Gracias, por todo.
M: Sino hemos hecho nada.
R: Habéis estado a mi lado, y eso es importante.
S: Somos amigos ¿no? –le dijo Scully sonriendo-.
R: Sí.
Sk: Vamos, ahora a trabajar.
M: De acuerdo.
Skinner se despidió y ellos empezaron a trabajar. Al rato llegó Dogget, feliz y sonriendo. Se sentó e hizo como sus compañeros, se puso a trabajar.
DOS SEMANAS DESPUÉS
DESPACHO DE LOS EXPEDIENTES X
WASHINGTON D.C.
8:54 a.m.
Habían pasado dos semanas y algo desde que Dogget y Kimberly habían anunciado su boda, y esa era la semana decisiva. Dogget estaba feliz. Ninguno de sus compañeros, lo había visto nunca tan contento. Mónica Reyes había intentado evitar todo lo que pudo a su compañero. Difícil, pues compartían despacho, pero lo intentaba. Cada noche, después del trabajo, Dogget, Mulder, Scully, Skinner y Kimberly solían irse a tomar algo, pero Mónica nunca iba, siempre ponía una excusa, y John dejó de invitarla. Quería estar sola, llorar su amargura, y no lo podía hacer estando con John. Sabía que si seguía trabajando con él, nunca sería feliz, y muchas veces pensó en pedir el traslado, pero le gustaba su trabajo, y estaba a gusto. Se repetía, que después de la boda, ella se encontraría mejor, y conseguiría seguir su vida. También había tenido la tentación de contarle a John la verdad, de decirle que estaba enamorada de él, que no se lo había dicho antes por miedo, pero ella no era tan egoísta como para estropearle todo, porque sabía que después ya nada sería igual entre ellos, y no quería arruinarle la vida. Por eso decidió tragarse sus lágrimas y hacer como si no pasara nada.
Estaba triste, y John se daba cuenta de eso, pero ella siempre le decía que estaba bien, que no le pasaba nada y que se preocupara porque todo saliera bien, que a ella no le pasaba nada. Ese día, estaba todavía más triste, pues había escuchado sin querer en el baño, a Kimberly contarle a una secretaria que ya estaba todo listo, que llevaría un traje precioso pero sencillo, pues era por el juzgado, y eso le hizo sentir a Mónica peor.
Estaba en el despacho, pasando un informe, cuando entró Kimberly.
K: Mónica, ¿puedo pedirte un favor?
R: Claro.
K: Necesito que vayas esta tarde a la tienda y me recojas el traje, es que a Skinner le ha surgido una reunión de última hora y tengo que quedarme y no puedo hacerlo. ¿Lo harías?
R: Claro, por supuesto, tranquila.
K: Gracias. Voy a tu casa cuando salga y lo recojo. Aquí tienes la tarjeta de la tienda. Eres un sol.
R: Gracias –dijo, y observó como Kimberly salía del despacho-.
Guardó la tarjeta en el bolso, y sintió como las lágrimas volvían a sus ojos. No quería llorar, no allí, y se tapó los ojos con las manos.
M: Hola Mónica –dijo Mulder entrando en el despacho-. ¿Estás bien? –preguntó después de mirarla-.
R: Sí –mintió, aunque Mulder sabía que no lo estaba-.
M: Mónica, no puedes seguir así, y lo sabes –acercó su silla a la mesa de Mónica-.
R: Ya. ¿Tú que hubieras echo si Dana te dijera que se casaba con otro hombre antes de que confesarais que os queríais?
M: Lo hubiera matado –dijo éste sonriendo-. No, es broma. Pues no lo sé. Supongo que lo dejaría estar. Que me aguantaría. Yo habría perdido mi oportunidad, y no creo que se lo confesara, eso nos haría más daño a los dos. Aunque mi corazón me dictara que se lo dijera, que no dejara que se casara con el otro.
R: Es lo que me dicta mi corazón. Pero mi cabeza también me dice que no le diga nada. John se merece ser feliz, y si es con Kimberly, pues que se case, eso es lo que él quiere.
M: Y yo creo que eso es lo que debes hacer –mientras hablaba, le cogió la mano dulcemente-.
R: Tú no eres el más indicado para dar este tipo de consejos, tardaste ocho años en confesarle a Scully que estabas enamorado de ella –respondió ella sonriendo-.
M: Lo sé, y vosotros, o tú, has cometido el mismo error que nosotros.
R: Tienes razón, y no sabes como me arrepiento.
En ese momento, John entró en el despacho. Mulder miró a Mónica y le sonrío. Ésta, le devolvió la sonrisa.
APARTAMENTO DE MÓNICA REYES
WASHINGTON D.C.
19:49 p.m.
Desde su conversación con Mulder, Mónica se sentía algo mejor, hasta que fue a la tienda a recoger el traje de Kimberly. Fue directa a su casa, y dejó el vestido en su dormitorio. Lo miró durante un largo rato, y aguantó las ganas de sacarlo de la bolsa y probárselo. Se imaginó que era ella la que lo llevaría puesto en apenas tres días. Lo dejó allí, y se fue al salón.
Estaba tumbada y con un cojín tapándole la cara, cuando llamaron al timbre. Supuso que sería Kimberly, y se levantó con desgana. Abrió y se la encontró allí.
K: ¡Hola Mónica! ¿Qué tal? –dijo Kimberly con alegría-.
R: Bien, gracias. Pasa –se apartó un poco para que Kimberly entrara-. Voy por el vestido.
Mónica entró en su habitación, y le echó un vistazo al vestido por última vez. La próxima vez que lo vería, lo llevaría puesto la mujer que ahora estaba en su salón, la que le había robado el amor del hombre que quería. Lo cogió y salió de allí.
R: Aquí tienes.
K: ¿Lo has visto? –preguntó Kimberly-.
R: Sí, lo sacaron en la tienda y me lo enseñaron –mintió Mónica-.
K: ¿Y te gusta? A mí me encanta. Es muy sencillo, pero bueno, es una boda por el juzgado, no por la iglesia.
R: Sí, muy bonito. Irás muy guapa –dijo Mónica deseando que se fuera. Nunca se imaginó que esa mujer hablara tanto. Nunca le había dicho más de cinco palabras seguidas. ¡Cómo habían cambiado las cosas!-.
K: Bueno, me voy. Te dejo descansar. Hasta mañana.
R. Hasta mañana.
Reyes cerró la puerta, y ya no pudo reprimir las lágrimas. Ya no quería hacerlo. Se fue a su habitación, se tumbó y lloró.
DESPACHO DE LOS EXPEDIENTES X
WASHINGTON D.C.
09:42 a.m.
Reyes llegaba tarde. Había llamado a Skinner para decirle que llegaría más tarde, que tenía unas gestiones que hacer, y entraba en esos momentos en el despacho. Dogget hablaba por teléfono, y Mulder y Scully discutían presumiblemente sobre una teoría. Ninguno de los tres se fijó que había llegado. Se sentó en su silla y esperó. Dogget colgó el teléfono y la saludó.
D: Buenos días, Mónica. Tienes mala cara. ¿Te encuentras bien?
R: Sí, he dormido mal, eso es todo.
M: ¿Y por qué llegas tarde?
R: Tenía cosas que hacer. ¿Hay algo para hoy?
M: Nada. Parece que todos se han puesto de acuerdo para dejarnos unos días libres.
S: Podemos aprovechar para ordenar un poco el despacho. Entre los cuatro acabaremos rápido.
M: A mí se me ocurren cosas más interesantes que hacer, Scully –dijo Mulder acariciándole la pierna a Scully, que estaba sentada en la mesa-.
S. ¡Mulder!
M: Bueno, sólo era una idea.
En ese momento, llamaron a la puerta. Entró Kimberly y se fue directa a Dogget, y lo besó. Ahora que se iban a casar, y que todo el mundo lo sabía, no se ocultaban. Mónica apartó la vista.
K. Chicas, ¿qué os parece si mañana vamos a tomar algo por ahí?
S: Claro, como una despedida de soltera ¿no?
K: Sí. ¿Qué dices Mónica?
R. Ehh. Sí, claro.
K: Bien.
Mónica se levantó y se puso la chaqueta.
R: Como no hay nada que hacer, me voy a casa. Si necesitáis algo, llamadme al móvil –y salió del despacho-.
K: ¿Le pasa algo?
S: No, está cansada, eso es todo.
Kimberly pareció conforme con la explicación. Volvió a besar a John, y se fue.
DESPACHO DE SKINNER
WASHINGTON D.C.
13:15 p.m.
Scully necesitaba hablar con Skinner, así que se dirigió a su despacho. Cuando llegó, Kimberly no estaba, y la puerta de Skinner estaba entornada, así que supuso que no había nadie, y dio media vuelta. Pero oyó algo dentro y decidió entrar. Llamó a la puerta despacio, y como no contestaba nadie, entró. Vio a Mónica que estaba sentada en uno de los sofás, con las piernas encogidas y la cabeza sobre las rodillas.
S: ¿Mónica? ¿Te encuentras bien? ¿Qué haces aquí?
Mónica levantó la cabeza y la miró.
R: Cuando me iba, me encontré con Skinner, y él me obligó a venir aquí.
S: ¿Y dónde está ahora él?
R: Se fue a comer, yo no tengo hambre. Me dijo que me podía quedar aquí.
Scully ya se había sentado al lado de Mónica y la abrazó con cariño.
S: Mónica, Mónica, Mónica. Debes olvidar a John, se casa en dos días y es lo mejor. Deja de torturarte de esta forma.
R: Lo sé, pero no puedo dejar de pensar en él.
Scully se separó bruscamente de ella y la miró a los ojos.
S: Entonces, díselo.
R: ¿Decirle qué?
S: Que lo quieres, que no puedes vivir sin él y que se olvide de Kimberly.
R: No puedo hacer eso, Dana, ni siquiera sé si John me quiere, y si se lo dijera, sólo empeoraría las cosas. Además, me extraña que tú me digas esto.
S: Lo sé, pero si de vedad lo quieres, deberías luchar, Mónica, decirle la verdad que llevas guardada desde hace mucho.
R: Tú lo harías ¿verdad? Si fuera Mulder, no dejarías que se casara –dijo Mónica sonriendo-.
S: Esperaría hasta el último momento, seguro, pero creo que se lo diría. Si no quieres hacerlo tú, se lo diré yo –dijo Scully levantándose-.
R: ¿Tú? Pero….
S: Mónica, eres mi amiga y no quiero verte sufrir, y si tú no tienes el valor suficiente, lo haré yo por ti –y dicho esto, salió del despacho-.
DESPACHO DE LOS EXPEDIENTES X
WASHINGTON D.C.
13:37 p.m.
Dana Scully entró decidida a su despacho, y como esperaba, sólo se encontraba en el Dogget, pues Mulder había salido a comer. Cogió una silla y se sentó cerca de John.
S: John, ¿tienes un momento?
D: Claro, Dana, cuéntame –dijo Dogget mirándola-.
S: Quería hablarte de Mónica.
D: ¿De Mónica? ¿Pasa algo?
S: Verás, supongo que has notado que estas semanas está…. como decirlo, un poco rara.
D: Sí. ¿Tú sabes lo que le pasa?
S: Sí, ella…. Mónica está…. –Scully miró a los ojos a John, y se dio cuenta de que no podía contárselo, que John estaba enamorado de Kimberly, y que no podía decírselo-. Ella ha sufrido un desengaño amoroso y lo está pasando mal –en realidad, no había mentido-.
D: Oh, vaya. ¿Y por qué no me lo habrá contado? Somos amigos, nos contamos todo.
S: Ya, pero tú estabas feliz por tu boda, y no quería que te preocuparas por ella. Por eso no te lo contó.
D: Bueno, voy a ir a hablar con ella y decirle que puede contar conmigo.
S: ¡No! Quiero decir, no le digas nada, ella no sabe que te lo he contado. Simplemente, abrázala, y dile que estarás siempre a su lado, pase lo que pase.
D: De acuerdo.
S: Está en el despacho de Skinner.
D: Voy enseguida.
John se levantó, y fue en busca de Mónica. Scully se dio cuenta de que ella también había sido una cobarde por no poder contárselo, pero al mirarlo a los ojos, vio a un hombre enamorado, vio la misma mirada de Mulder cuando la miraba a ella, y supo que no podía decírselo. Respiró hondo y pensó en Mónica. Lo pasaría mal, pero tendría que superarlo.
DESPACHO DE SKINNER
13:54 p.m.
John vio la puerta entreabierta y entró. Vio a Mónica en el sofá y se dirigió hacía allí. Ella lo miró mientras él se acercaba y la abrazaba.
D: Mónica, ¿estás mejor? Sabes que puedes contar conmigo para todo. Da igual que me vaya a casar, somos amigos y eso no va a cambiar nada, y me puedes contar todo como antes, ¿de acuerdo?
R: Claro –dijo una Mónica desconcertada-.
D: Bien, entonces no quiero que sufras, que te lo guardes para ti, ¿vale?
R: Ajá.
Dogget la besó en la cabeza y se levantó. Salió del despacho como había entrado. Mónica se quedó allí, desconcertada, y sabiendo que Dana no le había dicho la verdad a John. Se levantó y fue a buscar a su amiga.
VESTÍBULO
14:04 p.m.
Mónica encontró a Scully en el vestíbulo, justo cuando ésta se disponía a salir. La llamó, y Scully esperó a que se acercara.
R: Dana, no le contaste nada ¿verdad?
S: No, fui incapaz. Es un hombre enamorado, Mónica, y yo no soy nadie para hacer que deje de serlo.
R: Yo no te pedí que lo hicieras –dijo con tristeza-.
S: Lo sé, fue cosa mía. Me inventé una excusa.
R: Me di cuenta de eso.
S: Vamos, te invito a comer.
R: Está bien.
CASA DE MÓNICA REYES
WASHINGTON D.C.
20:23 p.m.
La casa permanecía a oscuras. La única luz que se veía era la que entraba por la ventana de la calle. La agente Mónica Reyes lloraba en silencio tumbada en el sofá. Hacía un rato que había llegado, y no se había movido de allí desde que llegó. No tenía fuerzas para levantarse y prepararse algo de comer, a pesar de que tenía hambre y sed. No tenía fuerzas para nada, sólo para llorar. Sabía que no debía hacerlo, que durante las dos últimas semanas había llorado más que en toda su vida, pero no podía evitarlo. Se decía a sí misma, que no quería ser la víctima, que debía olvidar a John he intentar ser feliz, pero en aquellos momentos le era difícil hacerlo, así que se olvidó de todo y se abandonó al llanto.
09:08 a.m.
Había dormido muy poco por la noche. Se quedó dormida en el sofá, y sobre las tres de la mañana, se acostó en la cama. Se había disculpado con Kimberly por no ir a tomar algo, pero lo que menos le apetecía, era charlar y reírse con ella.
Se metió en la bañera y se dio un largo baño. Tenía alrededor de dos horas para prepararse, pues a las once, Skinner había quedado en que pasaría a recogerla. Se vistió y se peinó sin muchas ganas, tenía una cara horrible, los ojos hinchados y ojeras, pero aún así, se dijo que tendría que mostrar un poco de alegría por la boda de su mejor amigo. Era un día muy importante para John, y aunque a ella le dolía en el alma que se casara (por mucho tiempo que pasara, sabía que nunca lo olvidaría), él estaba feliz.
Llamaron a la puerta, cogió su bolso y salió.
JUZGADOS
WASHINGTON D.C.
12:05 p.m.
John besaba a Kimberly, ya eran marido y mujer. La poca gente que había en esos momentos en la sala, se acercaba a felicitarlos. Los novios reían y charlaban, y nadie reparó en las lágrimas que salían de los ojos de Mónica. Permanecía sentada, y miraba fijamente a un punto indeterminado. Se sobresaltó cuando John se acercó a ella.
D: ¿Mónica? ¿Estás llorando?
R: Es de alegría, Te deseo lo mejor, John –se levantó y lo abrazó. En ese momento, Kimberly se acercaba a ellos-.
K: ¿Qué tal?
R: Kimberly, enhorabuena. Os deseo lo mejor, espero que seáis muy felices –y también la abrazó-.
K: Gracias, Mónica. John, vamos a hacernos algunas fotos.
D: Claro, vamos.
Sacaron algunas fotos, y se dirigieron al restaurante.
RESTAURANTE FLOURISH
WASHINGTON D.C.
14:18 p.m.
Los invitados charlaban animadamente, mientras transcurría la comida. John y Kimberly se acercaba de vez en cuando, y hablaban y reían, mientras Mónica estaba ausente de todo. Tenía a su derecha a Skinner, y a su izquierda a Dana, con William en brazos. Ellos se preocupaban por ella, pero ella parecía que no estaba allí. Contestó cuando le preguntaron, pero apenas tocó la comida.
En el momento del brindis, Mónica cogió su copa, y sin que nadie se diera cuenta, salió a la calle. Con la copa de champán en la mano y su sencillo vestido color crema, se sentó en las escaleras. Miró al cielo y lloró amargamente como nunca antes lo había echo.
FIN
¿A qué soy mala? jejejeje. Sé que tal vez Mónica no se comportaría así, ¿pero qué mujer no se sentiría la más desgraciada del mundo si el hombre del que está locamente enamorada estuviera a punto de casarse?
Tengo otro final, así que si queréis que lo publique, ya sabéis, comentarios, comentarios, comentarios.
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