Nombre del Fanfic: Centralia

Autor: Farid Char

Dedicado a: María Paz ;)

Clasificacion: Mission X-Files

Suspenso

Terror

Fanfic: CENTRALIA 
 
RUTA ESTATAL 61, PENNSYLVANIA 
6:20 AM 
 
El sol hacía su aparición entre las verdes y suaves colinas que adornaban el horizonte. 
 
- ¿Louis? ¿Estás despierta? 
- Sí... ¿ya llegamos? 
- Eso creo… pero noto algo extraño, este lugar no se parece a Ashland. 
- Porque sólo te guiaste por unas fotos John, nunca habíamos venido antes. 
 
John hizo una mueca de descontento. No se mostraba convencido. 
 
- Espérame, voy a preguntar en esa gasolinera del frente. 
 
El viento silbaba con tono agudo y tenebroso, impactando contra la camioneta al igual que unas hojas secas. Louis esperaba impaciente, cada vez más inquieta sobre el lugar donde se hallaban, apenas distinguible por la gruesa niebla matutina y condimentada de aquel penetrante olor a ceniza. 
 
A cincuenta metros de distancia, el golpeteo de una puerta de madera alertó a un individuo. Sus ojos desorbitados se abrieron y un hilo de baba cayó de su boca. El murmullo incomprensible que emitía fue imitado por su compañero a un par de metros. Ambos caminaron lentamente al origen del ruido y descubrieron a ese hombre cansado, asqueado y evidentemente perdido, golpeando la puerta cada vez más fuerte. John dejó de golpear por un instante para llevarse una mano a la boca y toser. Sin previo aviso y en medio de la estupefacción, vio reflejados en el vidrio de la puerta a dos rostros pálidos y ojos totalmente blancos. El sonido de un golpe seco resonó en el lugar, apagando cualquier grito de auxilio en ese hombre cayendo muerto. 
 
Louis miraba continuamente su reloj. Se preguntaba por qué John tardaba tanto y por qué apenas estaban provistos de un mapa viejo y fotos sacadas de Internet para viajar por primera vez al pueblo de Ashland. Unos silenciosos pasos se aproximaban a la camioneta, pero los oídos sensibles de la mujer los detectaron. Ese par de tétricas siluetas deslizándose en la niebla despertaron su horror y le erizaron la piel. Apenas advirtió que ninguno de esos hombres era su esposo, encendió el vehículo y huyó de allí desesperada e impotente. Algo terrible le ocurrió a John. Ese lugar de ninguna manera era Ashland. 
 
Dos, cuatro y finalmente siete individuos de ojos desorbitados y murmullos incomprensibles, primero caminaban y luego corrían tras la frenética carrera del vehículo. Las siluetas siguieron afanosamente su marcha al notar que una emanación de gas y un hundimiento súbito del asfalto acababan de hacer volcar la camioneta, como a un kilómetro de distancia. Louis se dejó caer en medio de ese humo gris, empapada de sangre. Aturdida, sin fuerzas y a punto de perder la conciencia, alcanzó a ver cuando esos desconocidos la rodearon por completo. Un golpe en la cabeza salpicó de rojo el suelo. Luego, todo se apagó.  
 
HARRISBURG, PENNSYLVANIA 
1:02 PM 
 
- Me impresiona cuán frío es por estos lados, debí haber traído un abrigo de invierno… ¿puedes encender la calefacción, Mulder? 
- Por supuesto. Aún nos espera una hora de viaje hasta Ashland. 
 
Una suave ráfaga entibió el interior del vehículo.  
 
- Sabes, desde que partimos he tenido el temor que este sea uno de esos casos que, como sueles decir, le compete a la policía local y no a nosotros –apuntó él. 
- ¿A qué te refieres? 
- Se encontró una camioneta volcada y con marcas de sangre a un costado de la carretera 61, entre los árboles. No hay rastro de los ocupantes a pesar que, a juzgar por cómo quedó el vehículo, es muy poco probable que hayan quedado ilesos como para irse caminando de allí.  
- Pero tampoco te suena a un mero accidente. 
- Me suena a que hubo algún tipo de persecución que terminó muy mal. La policía local piensa que secuestraron a los ocupantes, una pareja de turistas que iba camino a Ashland, y están esperando que se contacten para pedir rescate. Sospecho que hay algo más. El lugar donde estaba la camioneta no se condice con un accidente de esas características, y el haberla encontrado más me parece un hecho afortunado.  
- ¿Crees que la estaban tratando de ocultar? 
- Sí. Alguien no quiere que encontremos a esa pareja. 
 
Lentamente el frío cedió su lugar al sol que se abría paso entre las colinas. La zona estaba plagada de ciudades pequeñas y una combinación de terrenos pastados y arenosos que rayaba en la monotonía. Uno de esos sitios donde todos se conocen, las leyendas urbanas florecen y los secretos a voces abundan. La desaparición de los Shackleton ya se conocía en todos los municipios del Condado de Columbia, y los rumores contradictorios hartaban la paciencia de las autoridades.  
 
Un mapache cruzó sorpresivamente la carretera. Mulder alcanzó a reaccionar a tiempo. 
 
- Sabes Mulder, ahora yo estoy teniendo el temor que sólo me has traído a un día de campo. 
 
Ashland era un lugar modesto. Sus poco más de 3.500 habitantes estaban enterados del caso y había una gran sensación de angustia, especialmente en Terry Shackleton, hermano mayor de John. Terry le había sugerido reiteradas veces que no era necesario hacer el viaje, considerando los pocos atractivos turísticos. Lo más destacable era el Pionner Tunnel, una antigua mina de carbón puro (antracita) del siglo XIX. En sus momentos de gloria, Pennsylvannia llegó a contar con más de 180.000 minas de carbón operacionales, constituyéndose en su principal actividad económica.  
 
Luego de recorrer unas pocas cuadras, los agentes arribaron a la jefatura local. La modestia del lugar se condecía con la del resto del pueblo. 
 
- ¿Puedo ayudarlos? -consultó un oficial que advirtió su llegada. 
- Sí, somos los agentes Mulder y Scully del FBI. Nos han solicitado por la desaparición de John y Louis Shackleton 
- Oh, soy el oficial Harris. Tengo entendido que los llamó el detective Thompson, pero él se encuentra en Scranton en estos momentos, recogiendo antecedentes del caso. Regresa esta noche. 
- ¿Scranton? -preguntó Scully. 
- Está a dos horas de aquí, en el siguiente condado. Allí viven los Shackleton y fue desde donde iniciaron su viaje. Por lo que sabemos, es primera vez que venían y nadie notó algo extraño al momento de su partida. Interrogamos a su hermano a quien venían a visitar, pero no obtuvimos mucho. La camioneta sigue acordonada en el lugar de los hechos. Mañana traerán una grúa desde Harrisburg. 
- ¿Podría llevarnos al lugar? 
- Por supuesto. Permítanme ir por el expediente. 
-Ah, oficial... esto ha ocurrido cerca de Centralia, ¿verdad? -inquirió Mulder. 
 
Harris y cinco oficiales sentados más lejos se miraron en silencio por unos segundos. Un par de ellos desvió la vista al suelo. 
 
- Eh... así es. Enseguida regreso -replicó. 
 
Los agentes salieron de la jefatura. Scully se mostró sorprendida de la actitud dubitativa de los oficiales. No pudo evitar dirigirse a Mulder: 
- ¿Centralia? 
- Te encantará, Scully. Es un lugar impresionante. 
- Nunca me lo mencionaste, pero parece ser un lugar tabú. ¿Es una base de extraterrestres o algo así? -Scully esbozó una graciosa sonrisa. 
- Mucho mejor. Un pueblo fantasma -replicó Mulder devolviéndole el gesto. 
- Genial. 
 
El oficial y los agentes partieron al sitio del suceso. A escasos quince minutos, atravesando una loma arbolada y dos antiguas minas de carbón abandonadas, un vehículo acordonado acaparaba la atención. La patrulla tomó un desvío que cortaba la carretera 61, por un camino de tierra poco transitado. Se estacionaron a escasos metros de una camioneta roja visiblemente maltrecha. Unos trescientos metros más allá se divisaban un par de casas. 
 
- Llegamos. Los acompañaré a revisar el vehículo -mencionó el oficial. 
- No hay problema. 
 
La camioneta estaba volcada, con el parabrisas empapado de sangre. La puerta parecía haber sido forzada, aunque el impacto contra el suelo pudo haberla dejado así. El interior se encontraba polvoriento y sucio. Scully examinaba el espacio circundante en busca de manchas de sangre que pudieran resultar de un presunto atacante. Mulder observaba curioso más allá de la carretera, de donde parecían emerger unas débiles columnas de vapor.  
 
- Oficial, ¿esas casas del fondo son parte de Centralia? 
- Sí, agente Mulder, una de las escasas diecisiete que quedan, junto con la capilla. -el oficial seguía denotando cierta incomodidad. 
- ¿Ya interrogaron a los habitantes? Está bastante cerca y más de alguien pudo haber visto algo. 
- Verá... el detective Thompson les hizo una visita, pero como siempre, es una pérdida de tiempo.  
- ¿A qué se refiere? 
- Centralia es un pueblo de pobres diablos amargados. Ese lugar fue desalojado por el gobierno en 1992, a causa del incendio perpetuo que hasta el día de hoy sigue quemando una veta de carbón subterránea -el oficial señaló una columna de humo negro hacia el horizonte-. La mayoría fueron reubicados en Ashland, pero otros insistieron en quedarse y nunca se llegó a un acuerdo legal. Hoy sólo quedan quince personas que viven en su propio pueblo fantasma, sin interés por el mundo exterior. Todos se conocen y parecen compartir la misma antipatía. Aunque hubieran visto algo estoy seguro que prefieren no inmiscuirse para evitar salir a la luz pública. Sólo quieren vivir como ermitaños y de paso intoxicarse con el humo permanente que sale de las grietas. 
- Me gustaría dar un vistazo, de todos modos. 
- Como quiera. Le advierto que no encontrará nada ahí. 
- Mulder, ¿puedes venir un momento? -inquirió Scully a unos metros de la camioneta. 
- ¿Qué ocurre? 
- Creo que encontré marcas que describirían el camino seguido por la camioneta. Pero son muy extrañas porque no muestran lo que llamaríamos un punto de impacto. Parece como si simplemente se hubiera volcado y deslizado por varios metros sin control. 
- ¿O sea? 
- Lo encuentro demasiado improbable. Si la camioneta no volcó súbitamente, la única opción es que haya sido...  
- ¿Arrastrada hasta aquí por alguien que intentaba ocultarla? 
- Es una posibilidad. Aunque se necesitarían varios hombres para eso. ¿Qué sugieres? 
- Sugiero que le hagamos una visita a Centralia.  
- De acuerdo, volvamos al auto. 
 
Los agentes volvían a la patrulla, donde Harris aguardaba con impaciencia. El sol quemaba con fuerza y hacía más intenso el olor a carbón quemado.  
 
Mulder se detuvo un momento. Contemplaba la carretera 61 al costado, que se cortaba en el desvío poco antes tomado por la patrulla. Se dirigió a Harris: 
 
- Oficial, este desvío de tierra en que nos encontramos ahora, ¿hasta dónde se extiende? 
- Por unos quince kilómetros más. Luego se retoma la 61, luego otro desvío y luego conecta con la carretera 54 que lleva a Mount Carmel. 
- Permítame un momento. 
 
Mulder cambió de rumbo y se dirigió a la carretera del costado, cerrada al tránsito. Scully se levantó y fue tras él. El camino asfaltado se notaba abandonado hacía ya varios años. Polvo, maleza y grietas de diverso tamaño se abrían paso como si de una hoja quebradiza se tratara. El humo se hacía sentir con fuerza. 
 
- Mira esto, Scully. Parece que alguien tomó el camino equivocado.  
- Son marcas de neumáticos derrapando –acotó ella-. ¿Crees que sean de la camioneta? 
- Es posible. Pero aún si se volcó acá, va ser difícil distinguir el punto de impacto entre la cantidad de grietas naturales que se levantan. 
 
- Mulder, mira esto –Scully señaló la berma. 
- ¿Qué es? 
- Creo que son gotas de sangre. Y dejan un pequeño rastro. 
- Mmm. Acompáñame. 
 
Mulder comenzó a caminar hacia la entrada a Centralia, distante unos cien metros. En el horizonte asfaltado se erigían delgadas y oscuras columnas, provenientes de pequeñas grietas. 
 
- Oí tu conversación con el oficial, Mulder. Parece que ya hicieron todo lo posible al interrogar a los ermitaños de este pueblo. ¿Por qué te interesa tanto? 
- No es un simple pueblo, Scully. Por debajo se encuentra una mina de carbón que ocupa decenas de hectáreas, ardiendo sin control desde los ‘60 y estiman que podría perdurar unos doscientos años más. El incendio subterráneo ha hecho colapsar esta carretera y el monóxido de carbono desde las grietas empezó a envenenar a la población. La gente que vive aquí por sí sola encierra un halo de misterio, y no me extrañaría que sepan algo.  
 
Una casa marrón era la puerta de entrada al pueblo. Las calles, al igual que la carretera 61, estaban polvorientas y con musgos creciendo de sus vías mortecinas. Un silencio sepulcral dominaba los alrededores. Los agentes escogieron una casa cualquiera para comenzar su búsqueda. Les atendió un viejo de vestimenta anticuada, sombrero de paja y mirada atemorizante: 
 
- ¿Qué quieren? –gruñó el viejo en su portal. 
- Buenas tardes señor, somos agentes federales. Queremos hacerle unas preguntas sobre la desaparición de una pareja a poca distancia de aquí... 
- Yo no vi ni oí nada, no me interesa y a nadie de aquí le interesa.  
 
Y el viejo cerró de un portazo. 
 
- Mulder, deberíamos...  
- No, espera -le interrumpió.  
Mulder restó importancia al hecho y comenzó a caminar hacia el final de la calle. A Scully le pareció que desde otra casa alguien los observaba por su cortina. Unos cien metros más adelante las campanas de una pequeña capilla otorgaban algo de vida a aquel paraje. Un auto en mal estado yacía junto a una callecita que al parecer no se usaba en cincuenta años. 
 
Mulder ingresó a la capilla. Todo estaba vacío e inmóvil, salvo por un par de velas encendidas cuyos fuegos danzaban. Unos pocos adornos, cuatro bancas y un crucifijo sufrían el desgaste del tiempo.  
 
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? -gritó Mulder al interior. Le extrañó que el piso estuviera muy limpio, a diferencia de las paredes con polvo y telarañas. Era evidente que concurría gente a ese lugar, pero no había mucha preocupación del aspecto.  
-Mulder, ven aquí -llamó Scully desde la entrada-. Un hombre se había acercado a ella.  
- Buenas tardes señor, somos agentes federales, ¿quién es usted? -preguntó Mulder al salir-. El hombre los miraba fríamente. 
- Soy el pastor Jacobs. Oficio la misa semanal. ¿Qué están haciendo aquí? 
 
Scully ahora notó que otra persona los observaba desde su ventana. Unos metros más lejos, el viejo que recién les cerró de un portazo había salido a mirar.  
 
- Estamos investigando la desaparición de unas personas -replicó Mulder. Su vehículo volcó a poca distancia del pueblo y queremos saber si alguien aquí ha visto algo.  
- No hemos visto nada extraño. Todos aquí se conocen y cualquier asunto se sabe rápidamente en toda Centralia. De otro modo ya habríamos avisado a las autoridades. 
- ¿Ha visto a estas personas? -Mulder le acercó una foto de John y Louis Shackleton. 
- No. 
- ¿Alguien más suele frecuentar este pueblo, que les parezca sospechoso? 
- No, señor. Centralia es una comunidad que ha vivido en paz por mucho tiempo y queremos que las cosas sigan así. No nos agradan los intrusos -apuntó Jacobs con una sarcástica mirada a Scully-. Si no tienen más preguntas, debo pedirles que se vayan. 
- Comprendo señor, pero antes me gustaría darle un vistazo al pueblo. Usted sabe, las fumarolas y todo eso... son un gran atractivo turístico -esta vez Mulder apuntó con sarcasmo. 
 
Jacobs se limitó a mirarlo con desagrado, y luego dio una mirada furtiva a los cuatro residentes que habían observado toda la escena. Scully notó que mientras se alejaban los residentes se acercaron al pastor, aparentemente para regañarlo por haber conversado con ellos. 
 
- ¿Crees que sólo sean unos pobres diablos amargados? -consultó Mulder con gracia. 
- Creo que ocultan algo, pero será difícil hacer alguna acusación formal sin evidencias. ¿Dónde vas?  
- Veo unas columnas gruesas de humo al final de esa loma. Quiero saber si sólo son remanentes del incendio. 
 
Los agentes salieron del pueblo y escalaron una pequeña loma, bajo la atenta mirada de ahora todos los pobladores de Centralia. Tenían claras intenciones de seguirlos, pero Jacobs los contuvo. A unos quince metros una columna de humo gris oscuro intoxicaba el ambiente. Las cenizas flotaban alrededor de un inmenso pozo de tres metros de diámetro. El fondo no era apreciable debido a la oscuridad y el humo que manaba de allí.  
 
- ¿Qué te parece Scully? ¿Será una parrillada gigante?  
- No, este es un pozo natural. El piso tuvo que haber cedido a una presión del gas subterráneo. Se ve bastante profundo -acotó ella-. 
- Sí, y hay otros por allá más pequeños. Este pueblo en cualquier momento se caerá y se cocinará junto a un montón de carbón. 
- Mulder, mira. 
- ¿Qué? 
- Ahí abajo. 
 
Scully señalaba una parte del pozo que sobresalía ligeramente. Un pequeño objeto brillaba a la luz del sol, apenas perceptible por el humo que ahora se hacía más oscuro. 
 
- Trataré de alcanzarlo -propuso Mulder al tiempo que cuidadosamente comenzó a bajar por el sector menos empinado del pozo. 
 
- Ten cuidado - Scully lo miraba preocupada. 
- Ya... ya está. 
 
Por poco resbala, pero Mulder logró hacerse con el objeto. El humo apenas dejaba ver y las cenizas disipaban un olor nauseabundo. Salió de ahí tosiendo.  
 
- ¿Qué es, Mulder? 
 
Sin controlar aún la tos, Mulder le mostró el objeto a Scully. Era un pequeño botón dorado, como de un abrigo. Tenía enhebradas unas hilachas color violeta. 
 
- Tal vez no signifique nada, pero voy a conservarlo -apuntó Mulder. 
- Sí. Vamos a cotejarlo con el hermano de John Shackleton por si lo reconoce. 
- Bien, ahora volvamos. Creo que tragué muchas cenizas... ¡puaj! 
- Espera. 
- ¿Qué pasa? 
- ¿Ves eso de allí? Ese pozo tiene algo diferente. 
 
Se acercaron con cautela. Había varias piedras blancas, polvo marrón y plantas especialmente dispuestas rodeando en círculo la entrada y adornando el pozo. Medía dos metros de ancho por uno y medio de largo. 
 
- No sabría decirte que significa –dijo Scully. Podría ser una advertencia de peligro de este pozo en particular. O una demarcación técnica, o un simple adorno, no lo se. También parece ser una forma de...  
- ¿De venerar este pozo? -sugirió Mulder. 
- No iba a decir eso... pero por el momento no le veo nada de especial, salvo que las demarcaciones parecen tener bastante tiempo y el humo tiene un color más pálido aquí. – Y huele peor. Quizás por eso lo marcaron. Volveremos después a averiguarlo.  
 
Los agentes emprendieron el regreso a la patrulla de Harris. A la distancia, un individuo de ojos desorbitados los contemplaba entre arbustos. Le caía un hilillo de baba. 
 
ASHLAND, PENNSYLVANIA 
6:43 PM 
 
Los agentes y el oficial retornaron con pocas pistas. Scully fue con Terry, el hermano de John Shackleton, para averiguar si le era conocido el botón encontrado; Mulder exploraba antecedentes de los habitantes de Centralia; el resto de oficiales aún se centraba en la tesis del secuestro y seguían indagando entre una lista de convictos prófugos y amigos de las víctimas. Una tormenta estaba a punto de desatarse en el pequeño poblado. Al menos serviría para mermar el permanente olor a ceniza y limpiar el aire. 
 
- ¿Agente Mulder? -llamó un oficial. 
- ¿Sí? 
- El detective Thompson en la línea 2, quiere hablar con usted. 
- Bien, gracias. 
 
Tomó el teléfono. 
 
- Mulder. 
- Buenas tardes agente, soy el detective Thompson. 
- Sí, cuénteme. 
- Voy manejando camino a Ashland, espero encontrarme con ustedes en unos veinte minutos. 
- Lo estaremos esperando. ¿Encontró algo en Scranton que nos pueda servir? 
- Nada al principio. Interrogué a amigos de los Shackleton y ninguno vio algo extraño cuando ellos partieron. Todos tenían coartadas convincentes, así que están descartados como sospechosos. 
- Comprendo. La agente Scully y yo visitamos el lugar de los hechos esta tarde y... 
- Sí, lo se. Debe haber sido un fastidio para ustedes tratar con los habitantes de Centralia.  
- En cierto modo... pero creo que conseguimos un indicio interesante. La agente Scully lo fue a corroborar con el hermano de John Shackleton. 
- Debido a eso lo llamo. Desde la jefatura me enviaron fotos de lo que usted y su compañera encontraron, un botón dorado. Averigüé con los amigos de los Shackleton y resultó todo un acierto. Ya estamos cerca de resolver el caso. 
- ¿A qué se refiere? ¿Lograron identificar el botón? 
- Espere un momento. Creo que alguien tiene un problema delante mío en la carretera. La tormenta es fuerte y no logro distinguir bien... oh... ¡por Dios! 
- ¿Detective? 
- ¿Qué demonios es esto? ¡Estos tipos vienen directo hacia mí!  
 
Mulder seguía escuchando a su interlocutor a lo lejos, como si hubiera dejado caer el teléfono celular. 
 
- ¡No! ¡Aléjense, desgraciados! ¡¡No, nooooo!! 
 
Se oyó un fuerte estrépito al otro lado de la línea, acompañado de un chirrido de frenada brusca. Se cortó la comunicación. Mulder no vaciló. 
 
- ¡Oficial Harris! ¡Alguien acaba de interceptar al detective Thompson mientras se dirigía hacia acá! ¡Que alguien llame a la agente Scully y le diga que se dirija a Centralia! 
 
Harris salió presuroso detrás. Afuera la lluvia estaba amainando. La patrulla partió a toda velocidad por la autopista. A juzgar por los veinte minutos que Thompson estimaba demorarse, cabía suponer que el incidente ocurrió más o menos a la misma altura de donde se encontró la camioneta. Junto a Centralia. 
 
Pasaron quince minutos y la patrulla desaceleró bruscamente. En medio del desvío yacía el auto de Thompson. Había chocado contra un poste de tendido eléctrico. El detective no estaba pero había un gran manchón de sangre en su asiento. Mulder y Harris comprobaron que nadie los acechaba. Se aprestaban a ingresar a Centralia.  
 
- ¿Ve eso? Señaló Mulder al final del pueblo. 
- Sí, parece una pequeña fogata.  
- Iré a investigarlo. Usted revise en las casas. 
- Bien. 
 
Se separaron. Mulder advirtió que la fogata estaba en el mismo lugar donde antes encontraron el botón y el pozo demarcado. Corrió y logró acercarse a escasos veinte metros de allí. La lluvia se había convertido en llovizna y dio paso a una niebla mezclada con cenizas. En ese momento observó que la fogata eran en realidad dos grandes antorchas sostenidas por individuos parados junto al pozo más grande. Acercándose a ellos, otros dos arrastraban un bulto en la tierra mojada. Era el detective Thompson, muerto. 
 
La escena transcurrió tan rápida que no dio tiempo a Mulder de reaccionar. En menos de tres segundos, los individuos que arrastraban a Thompson lo levantaron y lo arrojaron al pozo humeante. Acto seguido los otros dos arrojaron las antorchas encendidas. Comenzó a salir un espeso humo negro. Los cuatro seres hablaban en un idioma ininteligible. Recién allí Mulder notó sus rostros ajados y ojos completamente blancos y enormes. 
 
Comenzaron a caminar. En medio de la niebla, Mulder vio que otros tres seres los aguardaban en la entrada del pozo adornado. Apenas se reunieron todos, comenzaron a caminar alrededor de las piedras y esparcir un polvo marrón en ellas. Los siete individuos se arrodillaron ante el humo gris pálido y nauseabundo que desprendía. El ritual no tuvo tiempo de completarse. Mulder había caminado unos pasos para ver más de cerca, pero unas desgraciadas hojas crujieron. Lo descubrieron. 
 
Harris exploraba las casas sin éxito. Estaban todas vacías, incluso la capilla. Sin embargo, no pudo dejar de notar que el estado de las propiedades era extraño: las paredes estaban sucias y podridas; los electrodomésticos estaban oxidados y habían restos de comida molida en torno a un círculo de piedras en el suelo. Parecía como si la gente súbitamente adoptara un estilo de vida primitivo, aún viviendo en hogares modernos. Recibió una llamada de Scully. 
 
- ¿Oficial Harris? 
- Sí agente Scully, dónde está? 
- Llegando a Centralia. Intenté contactarme con el agente Mulder pero no responde su teléfono. ¿Qué está sucediendo allá? 
- Encontramos el auto del detective Thompson. Entramos al pueblo a investigar su paradero y nos separamos. Yo me encuentro investigando las casas pero no he hallado nada aún. 
- Entiendo. ¿Puede decirme su ubicación exacta? Ya estoy deteniéndome frente a la entrada del pueblo. 
 
La puerta de la habitación de espaldas a Harris comenzó a abrirse. Él alcanzó a darse vuelta, pero allí estaba un rostro ajado, maltrecho y salvaje que lo miraba impasible. Se abalanzó sobre el oficial y le partió el cuello. 
 
- ¿Oficial Harris, sigue ahí? ¿Oficial, me escucha? –Scully no tuvo respuesta. 
 
Mulder seguía corriendo a través de los árboles. Tres individuos lo venían siguiendo con herramientas primitivas en sus manos. Saltó una cerca y logró ocultarse en el patio trasero de una casa. Su pierna le sangraba pero guardó absoluto silencio. Uno de los seres apareció al otro lado de la cerca y lo estaba buscando. Mulder intentó verlo en la oscuridad de la noche y la niebla. A pesar de sus repulsivas facciones, conservaba un aire que le resultaba conocido. Era el viejo que les había cerrado de un portazo esa tarde.  
 
Afortunadamente se fue instantes después. Al parecer sus compañeros habían visto algo y lo estaban llamando. Mulder debía encontrarse con el oficial Harris y pedir refuerzos cuanto antes. Supuestamente Scully también venía en camino, pero no tenía modo de alertarla: su celular cayó al suelo mientras escapaba. Salió cuidadosamente de allí, rengueando un poco A la distancia vio un tercer auto junto al suyo y al chocado del detective. Luego desvió la mirada hacia la calle principal y se encontró impotente: catorce individuos, prácticamente la totalidad del pueblo, caminaban con antorchas encendidas nuevamente hacia el pozo. Ahora llevaban el cuerpo inerte de Harris, evidentemente con el mismo propósito de antes: lanzarlo al pozo grande y luego reunirse a completar su ritual en el pequeño demarcado. 
 
No había tiempo que perder. Debía idear un modo de controlar a esos salvajes hasta que llegaran los refuerzos. Fue hasta la puerta trasera de la casa donde se había ocultado y la abrió de una patada. El interior estaba hecho un asco y no podía reconocer la cocina, pero se apuró en reunir lo que necesitaba. 
 
Scully se había ocultado cerca de la capilla. Atestiguó el tétrico desfile de antorchas hacia la loma al final del pueblo, con el cadáver a cuestas de Harris. Pidió refuerzos a Ashland y fue acercándose de a poco ayudada por la niebla. No había rastros de Mulder.  
 
Cruzando la loma los esperaba otro individuo, aparentemente su líder. Vestía ropajes marrón oscuro y tenía pintado parte de su rostro. Sus ojos blancos brillaban en la oscuridad. Scully se agazapó con prisa y observó que los demás formaban un círculo alrededor del pozo grande. Dos de ellos tomaron el cuerpo de Harris y se disponían a lanzarlo. Scully no pudo aguantar más. 
 
- ¡Deténganse ahí! –gritó apuntando al grupo con su arma. 
 
Todos voltearon a ver. Comenzaron a respirar ruidosamente, como esperando el momento oportuno de abalanzarse contra ella. Sabían que eran más numerosos y no tenían nada que perder. Uno de ellos agarró un palo y corrió hacia la agente decidido a aniquilarla. Scully le dio un certero disparo en el pecho antes que lograra alcanzarla. Cayó muerto a dos metros de ella.  
 
Los demás se enfurecieron. El par que sostenía a Harris lo tiró al piso y se unió al grupo que comenzó a armar un círculo alrededor de Scully, impidiendo que escapara. Aparentemente le estaban dejando al líder el honor de asesinarla, con una enorme daga que portaba en su cintura. La agente se vio atrapada y rápidamente entendió que no estaba tratando con personas normales. Todos tenían sus rostros ajados, el cabello podrido, la piel carcomida y los ojos desorbitados. Estaba rodeada por un grupo de zombis fuera de control. Apareció la silueta de Mulder al final de la loma. 
 
- ¡Alto ahí, desgraciados! 
 
Los seres voltearon. Mulder llevaba consigo una gran bomba Molotov que se fabricó en la casa abandonada. El líder del grupo dijo algo a los demás entre balbuceos. La mitad acudió a perseguir a Mulder, mientras el resto seguía manteniendo cercada a Scully. El líder sacó su daga y corrió hacia ella.  
 
- ¡Scully, aléjate de allí! -gritó Mulder, al tiempo que encendía y lanzaba la bomba Molotov al interior del pozo pequeño. 
 
Scully disparó al líder justo antes que la apuñalara, cayendo agonizante. Comenzó a correr desesperadamente hacia Mulder, presa de la desesperación que el resto la viniera siguiendo. Sin embargo ninguno los seguía. Todos los seres acudieron con horror al pozo intentando sacar la bomba Molotov, que estaba a punto de consumir su mecha. Mulder tomó la mano de Scully en la cima de la loma y se lanzaron al suelo. Un estrépito sacudió la tierra cuando la bomba estalló al final del pozo, lanzando escombros y humo a la superficie. Los zombis salieron despedidos a unos metros de ahí, aturdidos e inconscientes. El humo gris pálido de antes se transformó en un viscoso humo negro, y el hedor de antes ahora era una mezcla de gasolina, aceite de auto y el resto de combustibles que Mulder logró reunir para hacer la bomba. 
 
Dos patrullas con refuerzos habían llegado a Centralia. El ruido de la explosión y el fuego alertaron de inmediato a los oficiales. Mulder y Scully seguían fuertemente abrazados en el piso, embarrados de lodo.  
 
JEFATURA DE POLICÍA DE ASHLAND 
10:02 AM 
1 DÍA DESPUÉS 
 
- Buenos días Mulder, ¿cómo te sientes hoy? 
- Cómo si hubiera pasado toda la noche fumando hierba. Aún estoy mareado de oler tanto humo. 
- Te entiendo. Me llegaron los resultados del laboratorio. Al interior del pozo que hiciste estallar se encontraron varios ejemplares de un hongo similar al Amanita muscaria. El incendio subterráneo de la mina de carbón comenzó a quemar una cepa que se encontraba allí. 
- ¿Amanita muscaria? 
- Es un hongo que puede encontrarse en diversos hábitats, incluso subterráneos como en este caso. La sustancia muscarina que contiene posee propiedades enteógenas, por lo cual muchas culturas antiguas lo usaban como estimulante. En altas dosis es muy tóxico, puede producir alteraciones neurológicas y comportamiento violento. Esta especie de hongo podía transportar la muscarina de forma volátil, por lo que al quemarse empezó a salir en grandes cantidades por ese pozo. También se encontraron otras sustancias que no pudieron ser identificadas. 
- Ayer estuvimos junto a ese pozo... ¿por qué no nos pasó nada? 
- Como te decía, sólo produce su efecto en altas dosis. Creo que los habitantes de Centralia estuvieron expuestos a esa sustancia por mucho tiempo, tal vez meses o incluso años. Primero les alteró su estilo de vida hasta que luego los convirtió en... 
- Zombis. 
- Bueno... es una manera de decirlo.  
- ¿Qué ocurrió con los habitantes? –consultó Mulder. 
- Todos fueron trasladados a unidades psiquiátricas en Harrisburg. Pedí que hicieran la autopsia en Quantico al que falleció, y el líder del grupo, el pastor Jacobs, se recupera satisfactoriamente en el hospital. Será complicado formular cargos porque todos están recobrando la normalidad tras dejar de aspirar la sustancia y no recuerdan lo ocurrido.  
- Lo que sí está claro es la clausura definitiva de Centralia –acotó Mulder. El pozo pequeño será sellado y hace una hora extrajeron los cuerpos arrojados al grande: el del detective Thompson, además de los de John y Louis Shackleton. Tal y como supuse. 
- Oh, ¡por Dios! ¿Cómo supusiste que la pareja estaba allí también? 
- Thompson venía a confirmárnoslo. El botón dorado que encontramos pertenecía al abrigo de Louis Shackleton, según la declaración de su madre que se encontró en el auto del detective. Los habitantes de Centralia sabían que él estaba investigando el caso y por eso lo asesinaron cuando venía de regreso.  
- Sí... –Scully no ocultaba su frustración.  
- Al menos el oficial Harris tendrá cristiana sepultura. Evitaste que lo lanzaran a esa fosa de carbón ardiente. Hiciste un buen trabajo. 
- Lo se... gracias por tu ánimo.  
- ¿Nos vamos? 
- Sí, vamos. 
 
Mulder le devolvió una sonrisa a Scully. Ashland quedó atrás y el pueblo de Centralia quedaba oficialmente cerrado al público. Pero allí abajo, a decenas de metros de profundidad, un incendio permanente seguía quemando la veta de carbón junto a otra cepa de muscarias que lentamente se consumían y esperaban pacientemente a las próximas víctimas que osaran descubrirlas.  
 
 
* * *

Continua: No

Comentarios: Yes / Si

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