Nombre del Fanfic: E.B.E.
Capitulo: Final
Autor: scully78
Dedicado a: Hola, lo siento, olvidé escribir algunas palabras en la 1ª parte. Este fic está ambientado más o menos por la mitad de la serie, en la 4ª o 5ª temporada. Espero que os guste y estaré encantada de recibir feedback.
Un saludo a tod@s!!
Clasificacion: Mission X-Files
Accion
Suspenso
Angst / Drama
Fanfic: Hospital Naval de Bethesda. 03:16
La camilla volaba por los pasillos del hospital desde urgencias hasta el quirófano. Un enfermero la empujaba mientras que otros dos la rodeaban. Uno de ellos le puso a Scully una mascarilla de oxígeno mientras la otra enfermera controlaba su pulso continuamente. Mulder los seguía a la zaga.
-Qué tenemos aquí. –preguntó un médico de bata blanca, uniéndose a la comitiva.
-Un impacto de bala en la caja torácica. Es difícil determinar su situación. –le informó el enfermero que controlaba el pulso.
-De acuerdo, no perdamos más tiempo.
-Lo siento, señor, no puede entrar aquí.
Y dicho esto, la enfermera cerró la puerta del quirófano en las narices de Mulder quien, impotente, tuvo que esperar fuera.
Se pasó las manos por el cabello, demasiado tarde para darse cuenta de que las tenía manchadas de sangre. Suspiró resignado y se sentó en uno de los incómodos bancos de espera de los hospitales. Apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos.
No supo cuánto tiempo estuvo así, cuando unos fuertes pasos le hicieron mirar en la dirección de la que provenían, y descubrió que se trataba de su superior.
-¡Agente Mulder!. –exclamó cuando le vio. Aligeró el paso hasta llegar a su lado.
Mulder se puso de pie.
-¿Qué hace aquí? –le preguntó extrañado.
Skinner le ignoró.
-¿Cómo está Scully?
Mulder continuaba mirándole incrédulo.
-No, dígame qué hace aquí ¿cómo se ha enterado?
Skinner dudó antes de contestarle.
-El… Fumador me llamó.
Los ojos de Mulder se abrieron de par en par.
-¡¿El Fumador?! ¡Ese hijo de puta!. –gritó fuera de sí. Señaló la puerta del quirófano a sus espaldas sin apartar la vista de su jefe. -¡¿Él le ha hecho eso?!
El tono de voz de Mulder hizo que más de una persona se fijara en ellos. Skinner lo agarró de un brazo y se lo llevó lejos de miradas curiosas.
-Escúcheme Mulder, no ha sido él. Me llamó para advertirme que esto ocurriría si Scully no se deshacía de esa muestra. –Mulder abrió la boca para decir algo pero Skinner no le dejó hablar. –Sé que Krycek fue en su busca y volvió con las manos vacías. Aunque parezca mentira, quería evitar este incidente. Hay demasiados intereses de por medio como para que salga a la luz pública, porque entonces… sería muy peligroso para todos.
Mulder se observó la manos. Luego miró a Skinner.
-¿Y qué pretende que haga? ¿Que le entregue la muestra al Fumador?
-A cambio de la vida de Scully.
Los ojos se Mulder se nublaron.
-¡Scully podría morir en las próximas horas! Si me deshago de esa bacteria… ellos ganarán y yo lo perderé todo. –negó con la cabeza en un acto reflexivo. –No, me niego a hacerlo…
-Mulder…
-¡Usted no lo comprende! Me han estado engañando desde el principio. Me han utilizado y me han amenazado. Si todo el material del proyecto ha sido robado, no es culpa mía ¡maldita sea! Yo no tengo nada que ver en sus planes. Y Scully mucho menos… Dios, yo la arrastré a esto. –terminó susurrando y ocultándose el rostro con ambas manos.
Skinner le miró afligido. Estaba totalmente de acuerdo con Mulder pero temía que, si Scully sobrevivía, volverían a atentar contra su vida a cambio de la muestra. Ambos agentes ignoraban la complejidad del proyecto y las altas esferas de poder que alcanzaba.
Le había costado muchas llamadas a fuentes de confianza, prometiéndoles discreción absoluta y asegurándoles que se trataba de un asunto de vida o muerte… como así era. En el Pentágono estaban bastante cabreados e indignados con la desaparición de todo el material. Al haber distintos intereses volcados en ese proyecto, todos desconfiaban de todos. A Skinner le dio la impresión de que, al hablar con el Fumador, éste tenía una ligera idea de quienes habían podido cometer el robo, pero aún así no estaban a su alcance. La pequeña muestra que Scully había recogido, por casualidad, en aquel lugar del muelle bastaba para rehacer todos los planes. Y ése era el objetivo principal.
Hospital Naval de Bethesda. 08:30
Llevaban toda la madrugada en el hospital. Ninguno de los dos se movió de la puerta del quirófano, salvo para ir a por café o al baño. Mulder se levantaba de vez en cuando y paseaba por el pasillo. Skinner le observaba, apenas habían cruzado palabra excepto para intercambiar un par de frases irrelevantes.
Sobre las 6 de la mañana Mulder recibió una llamada. Era Frohike. Debido a su retraso, los pistoleros habían comenzado a preocuparse. Mulder les contó todo lo ocurrido... bueno, casi todo. Sabiendo que los tres tendrían la oreja pegada al auricular, habló despacio y claro. De repente, se le ocurrió una idea. Miró de reojo a Skinner, que estaba sentado a su lado y aparentaba no escuchar la conversación, y poniéndose de pie, se alejó unos metros por el pasillo.
-Tengo que pediros un favor, chicos.
Y tras conversar unos minutos, volvió al lado de su jefe.
-¿Sus amigos, los pistoleros?
Mulder asintió guardándose el móvil en un bolsillo de la chaqueta.
-¿Por qué será que siempre aparecen cuando usted y Scully están metidos en algún lío?
Mulder intentó esbozar una sonrisa en vano y se encogió de hombros.
Ahora, dos horas después de esa llamada, seguían esperando pacientemente.
-Aquí tiene.
Mulder levantó la vista y vio a Skinner tendiéndole un vaso de café. Era el sexto en cuatro horas.
-Gracias. –Lo cogió y le dio un sorbo. –Creo que después de esto no volveré a padecer de estreñimiento en mi vida.
Skinner sonrió y se sentó a su lado.
-Lleva mucho tiempo ahí dentro. –dijo, mirando hacia la puerta del quirófano.
Mulder asintió en silencio. Como si hubiera escuchado a Skinner, el cirujano apareció tras aquella puerta. Ambos se pusieron de pie como un resorte y se acercaron a él.
-¿Cómo está? –preguntó Mulder ansioso.
-Bastante bien. –respondió. -La bala se encontraba en una zona delicada pero, por suerte, quedó alojada en una costilla, así que no ha afectado a los pulmones.
Mulder suspiró aliviado.
-¿Puedo verla?
El médico negó con la cabeza.
-Todavía no. Está despertando de la anestesia y hay que controlarla. –vio la decepción en el rostro cansado de Mulder. –Pero no se preocupe, en unas tres horas, si todo va bien, pasará a planta. Su estado es completamente estable.
Se disponía a alejarse cuando Skinner le llamó a atención.
-Disculpe. –dijo, enseñándole su placa. –Me gustaría que me entregara la bala con el fin de analizarla en los laboratorios del F.B.I. La Agente Scully fue herida en un tiroteo.
-Claro. –asintió. -Por supuesto.
Y se marchó por donde había venido. Mulder volvió a sentarse.
-¿Por qué no se va a casa?. –le sugirió Skinner. Se acercó a él pero permaneció de pie.
-Qué.
-Scully está bien, ya lo ha oído. Y no podrá verla hasta dentro de tres horas. Váyase a casa, dése una ducha… coma algo. Por el amor de dios ¿se ha fijado en el aspecto que tiene?
Mulder se miró las manos, aún tenían restos de sangre seca, al igual que su camiseta.
-De acuerdo. –cedió al fin, después de pensárselo. –pero usted…
-No me moveré de aquí. –le aseguró.
Lentamente, casi sin ganas, se levantó y abandonó el hospital.
Apartamento de Fox Mulder. 09:42
Al abrir la puerta de su apartamento, comprobó que algo se lo impedía. Empujó con fuerza y vio que era la mesita de la entrada, tirada en el suelo. Cerró la puerta y se quedó ahí, de pie, observando el caos de su apartamento a la luz de la mañana que se filtraba por las ventanas.
-Joder. –susurró.
Todo estaba completamente patas arriba. Habían revuelto el sofá; la mesa del centro estaba volcada así como su ordenador y la silla del escritorio. Éste había sido desordenado por completo y los papeles y archivos estaban esparcidos por toda la sala. Menos mal que habían respetado la pecera.
Fue a su habitación y descubrió que había corrido la misma suerte. La cocina y el baño no estaban tan mal ya que había poco muebles que registrar.
Instintivamente, se llevó la mano al pecho para palpar el pequeño tubo de ensayo que Scully le había entregado y que ahora descansaba en el bolsillo interior de su chaqueta negra de cuero. Lo sacó para observarlo. Y pensar que esa pequeña muestra era la causante de todos sus problemas. Era consciente de que lo que tenía en sus manos era lo que había estado buscando durante años, y ahora que lo poseía, le causaba fascinación y a la vez repulsión. Sólo esperaba que su idea funcionara.
A pesar del desorden reinante, comenzó a desnudarse y se metió en la ducha.
Hospital Naval de Bethesda. 11:04
De vuelta al hospital, le informaron de que Dana Scully había sido trasladada a la planta de Traumatología, 2ª piso, habitación 605. Sin tan siquiera dar las gracias a la enfermera por la información, salió raudo hacia allí.
Cuando se acercó a la puerta de la habitación, Skinner salió de ella.
-¿Cómo está? –preguntó ansioso.
-Todavía está algo adormilada. Lleva preguntando por usted todo el tiempo.
Skinner se apartó de la puerta para que Mulder entrara. Éste la cerró muy despacito tras de sí y contempló a su compañera. Estaba realmente pálida salvo por las marcas del cuello. Su mejilla izquierda había mejorado considerablemente y la hinchazón de la nariz también había amainado. Un gotero, colgado a su lado, le suministraba algún tipo de calmante por el brazo.
Al oír la puerta, Scully se giró bruscamente.
-¡Mulder!. –su voz sonó un poco raspada, debido a la anestesia. Quiso incorporarse pero Mulder, suavemente, la empujó hacia atrás para que volviera a echarse en la cama.
-Eh, tranquila. –tomó asiento a su lado y le cogió de la mano. Se la llevó a su mejilla y luego le deposito un pequeño beso en la palma. –Ya estoy aquí.
Scully sonrió débilmente.
-No te vayas. –le pidió con el mismo tono de voz.
-No lo haré. –aseguró Mulder.
Scully cerró los ojos.
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Skinner esperaba fuera de la habitación, leyendo distraídamente un periódico. Había un tipo apostado en el mostrador de enfermería. Iba vestido con traje de chaqueta, era alto y el cabello oscuro hacía juego con sus ojos. Llevaba ahí bastante tiempo y miraba hacia la habitación de Scully con disimulo. Skinner ya se había dado cuenta e intentaba mantenerlo a raya.
Mulder salió de la habitación y se acercó a su jefe. Éste dobló el periódico y le miró.
-¿Cómo está? –preguntó.
-Se ha vuelto a quedar dormida.
-Por cierto –dijo Skinner tras unos segundos de silencio. -¿qué son esas marcas en el cuello? Y su cara…
Mulder suspiró ruidosamente.
-Le atacaron en su casa, ayer por la noche. –bajó la cabeza.
-¿Ve a aquel tipo? –el tono de voz de Skinner bajó considerablemente. Mulder miró hacia el mostrador de enfermería. –Lleva ahí desde que trajeron a Scully a planta y no quita ojo de la habitación.
El hombre del traje se dio la vuelta y comenzó a escribir en un papel, probablemente simulando rellenar algún impreso, luego se alejó por el pasillo.
-Debemos poner vigilancia 24 horas. –sugirió.
-No, eso llamaría demasiado la atención, usted mismo lo dijo.
-Pero si vuelven a por Scully…
-Ahora soy yo quien tiene la muestra. Por qué razón iban a volver a hacerle daño a Scully.
-Porque saben que es su punto débil, Mulder, por eso.
Mulder le miró e intentó disimular su sorpresa. Había dado en el clavo. Al parecer, Skinner conocía a sus agentes mejor de lo que ellos pensaban.
Sin pronunciar palabra, Mulder volvió a entrar en la habitación.
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Abrió los ojos lentamente y miró a su alrededor, reconociendo la habitación de hospital donde se encontraba. No sabía qué hora era ni cuánto tiempo había estado durmiendo pero se encontraba mucho más despejada que por la mañana. Su cuerpo debía de haber eliminado la anestesia casi por completo. Una dolorosa punzada en las costillas le advirtió que no debía moverse lo más mínimo ni respirar fuertemente.
La cabeza de su compañero reposaba a su lado en la cama. Se había quedado dormido. Scully le acarició el cabello y Mulder se despertó con un pequeño sobresalto.
-Lo siento. –susurró Scully.
-No… yo… -todavía estaba un poco desorientado. Consultó su reloj de muñeca –Oh, vaya, qué idiota. He debido dormir toda la tarde. –se pasó las manos por el cabello.
-Igual que yo. –sonrió débilmente.
Mulder le devolvió la sonrisa, y le cogió de la mano.
-¿Cómo te encuentras?
-Débil. Y el costado me duele mucho.
-Una bala quedó incrustada en una costilla. Eso te salvó la vida.
Scully asintió en silencio.
-¿Recuerdas lo que pasó?
-Todo. –de repente pareció recordar algo. -¿Y la muestra?
Mulder se llevó la mano al pecho indicando el lugar donde descansaba en su bolsillo.
-Pase lo que pase no te deshagas de ella.
Mulder ladeó la cabeza.
-Ya veremos. –dijo.
-Mulder no debemos…
-Scully escúchame. –la interrumpió y le habló muy despacio. –Esto no ha terminado aún. Ellos volverán y debemos estar preparados.
-Pero no puedes dársela. Esa bacteria podría ser una panacea y ellos la utilizarán con otros fines.
Mulder sonrió levemente.
-Tengo un plan.
-Oh, Mulder…
Skinner apareció en ese instante y cerró la puerta muy despacio. Mulder le miró un instante, no así Scully que no desvió la vista de su compañero. Temía que cometiera un error… otra vez.
-Ahora tengo que ir a un sitio ¿de acuerdo?
-No.
-Sólo serán un par de horas, Scully. –miró de nuevo a su jefe. –Skinner se quedará contigo.
Scully volvió a negar, esta vez en silencio. Mulder se levantó del incómodo asiento sin soltarle la mano. Con la otra, le acarició la cabeza como si fuera una niña. Se inclinó hacia ella.
-Volveré enseguida, ya verás. –susurró. Se inclinó un poco más y le dio un pequeño beso en los labios.
Scully le miraba con expresión asustada. Le retuvo un segundo más, luego le soltó la mano y le dejó ir.
Cuando salió al pasillo, Skinner le siguió. Con una mano en el pomo, y sin cerrar del todo la puerta, le preguntó:
-¿A dónde piensa ir?
-No puedo decírselo. –Skinner le lanzó una mirada desaprobadora. -Créame que no me movería del lado de esa cama por nada del mundo. Pero tengo que hacer esto… por Scully.
-Espero que sepa lo que hace.
Y dicho esto, volvió a entrar en la habitación y cerró la puerta.
-Yo también. –susurró Mulder para sí mismo.
Al abandonar el hospital, no vio ni rastro del hombre del traje.
Escondite de los Pistoleros Solitarios. 19:40
Unos insistentes golpes hicieron desviar las cabezas de los chicos de la pantalla del ordenador a la puerta. Los tres se miraron y Frohike fue a abrir.
-¡Ya va, ya va!. –exclamó, a la vez que quitaba los numerosos cerrojos y candados de la puerta.
-¿Qué haréis cuándo haya un incendio? –dijo Mulder a modo de saludo.
-¡Mulder, pasa, hombre!
Entró rápido y Frohike volvió a repetir la operación, esta vez a la inversa. Langly y Byers se acercaron a él.
-Creíamos que llamarías antes de venir. –dijo Byers.
-No sabía con certeza cuándo podría venir así que…
-¿Cómo está Scully? –le cortó Langly.
Frohike se acercó al pequeño grupo que habían formado y escuchó con interés.
-Bien… -contestó Mulder, mirando al suelo unos segundos. –Está bien. Por suerte la bala se quedó en las costillas… y no ha afectado a órganos vitales.
Hubo un incómodo silencio durante unos segundos, finalmente Frohike lo rompió.
-Bueno, a ver qué te parece lo que te hemos preparado.
Desapareció por una puerta al final de la habitación y volvió enseguida con un pequeño tubo de ensayo que Mulder reconoció al instante.
-¿Qué te parece? –preguntó Langly.
Mulder lo cogió y lo examinó. Era del mismo tamaño que el tubo de ensayo que él poseía, y lo que contenía en su interior tenía el mismo color, la misma textura y viscosidad que la bacteria extraterrestre.
-¿Qué es exactamente? –quiso saber.
Los tres pistoleros se miraron.
-Básicamente… aceite de motor, tinta china y… levadura –explicó Byers, casi avergonzado.
Mulder soltó una pequeña carcajada.
-Sois geniales, chicos. –se sacó del bolsillo la muestra “verdadera” y la puso al lado para compararlas. –Sí, esto servirá.
Se guardó la muestra falsa en el lugar donde había estado la otra.
-Ahora quiero que me hagáis otro favor. –pidió.
-Para eso estamos –dijo Frohike con una sonrisa, pero la expresión de Mulder era seria y rápidamente la borró.
Miró muy fijamente a sus tres amigos y les habló despacio.
-Quiero que esto permanezca aquí por tiempo indefinido y que, bajo ningún concepto, excepto que Scully o yo os lo pidamos, quiero que salga de este lugar. ¿Me habéis entendido? Es muy, muy importante.
Recalcó la palabra “muy” y los tres asintieron a la vez. Habían comprendido perfectamente. Mulder le dio el tubito de ensayo a Langly y éste lo cogió casi con devoción. Frohike y Byers se acercaron más para observarlo.
-Bien, chicos, ahora debo irme.
Se acercó a la puerta pero Langly le detuvo.
-Mulder, ¿qué es esto?
Mulder se giró y le pareció divertido ver a los tres, ahí de pie, con Langly sosteniendo la muestra, como si fuera lo más increíble que hubieran visto en su vida.
-Mejor dejo que lo descubráis. Os encantará.
Hospital Naval de Bethesda. 20:10
Scully no había cruzado una sola palabra con su jefe desde que Mulder se fuera, y él la había respetado. Fingiendo leer el mismo periódico de antes, no abandonó la habitación en ningún momento.
La puerta se abrió y ambos se removieron inquietos. Scully esperaba ansiosa a Mulder y Skinner esperaba que no fuera ninguna visita indeseada. Al comprobar que era una enfermera, ambos se relajaron un poco. Skinner dobló el periódico y observó a la enfermera, cuya placa decía Mary Gins.
-¿Cómo se encuentra, señorita Scully? –preguntó amablemente mientras cambiaba una bolsita del suero.
Scully no contestó, tan sólo hizo una mueca.
-Ya verá… -sonrió Mary. -Esto le aliviará.
-Qué es. –quiso saber Scully.
-Metamizol sódico. –respondió sencillamente.
Terminó de cambiar la bolsita y tras comprobar que el líquido caía correctamente por el tubo del suero, se dispuso a marcharse.
-Podría… podría darme algún relajante muscular. –casi rogó Scully. La enfermera pareció pensárselo unos segundos. -El dolor es insoportable.
-Está bien. –cedió al fin, y abandonó la habitación.
Skinner se puso de pie y se acercó a la cama de Scully.
-¿Qué hora es? –le preguntó a su jefe. Éste ni se molestó en consultar el reloj pues sabía por qué lo preguntaba.
-No tardará en volver.
-¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si está en peligro…
-Volverá de un momento a otro…
Apenas terminó la frase cuando la puerta se abrió bruscamente. Ni Mulder ni la enfermera aparecieron por ella, sino el hombre del traje oscuro. Éste golpeó a Skinner con rapidez en la nuca y cayó al suelo semi-inconsciente. Scully intentó gritar pero el tipo le tapó la boca con una mano. Al reconocer aquellos ojos oscuros, su demacrado rostro dejó traslucir terror.
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Mulder recorría los pasillos del hospital a paso rápido. Estaba ansioso por llegar y ver a Scully. No estaba seguro si contarle lo del cambio de una muestra por otra, y pensó que lo mejor sería esperar. Se pondría en contacto con El Fumador a través de Skinner y negociaría un trato: la muestra por la seguridad de Scully… y la suya propia.
Observó que la puerta de la habitación estaba entornada, le llamó un poco la atención pero nada más. Al entrar y ver la cama vacía, el corazón le dio un vuelco. Las sábanas estaban revueltas y el gotero había caído con violencia al suelo. Unos leves gemidos le hicieron bajar la vista y descubrir a Skinner tendido en el suelo.
-Señor… -se agachó junto a él y le ayudó a ponerse en pie.
-Estoy bien. –dijo mientras se llevaba una mano a la dolorida nuca. –Se ha llevado a Scully, el tipo del traje…
-Cuándo, cuándo ha sido.
-No hace ni cinco minutos, Mulder, vaya a por él. No debe andar muy lejos.
-¡Oiga, enfermera! –gritó Mulder mientras ayudaba a Skinner a sentarse.
La enfermera que atendió a Scully apareció por la puerta y observó la habitación atónita.
-¿Qué ha pasado aquí?
-Atienda a este hombre.
Y tras dejar a Skinner en buenas manos, salió disparado. No tenía ni idea de cómo o a dónde se podía haber llevado ese hombre a su compañera. Sin pensarlo, se dirigió a la escalera de incendios y comenzó a bajar frenéticamente. Estuvo a punto de caerse un par de veces pero no bajó el ritmo. Justo cuando iba a salir por la puerta grande que indicaba “Salida”, un movimiento por el rabillo del ojo le hizo girar de inmediato y vio cómo se cerraba otra puerta idéntica donde ponía “Lavandería”.
Sin dudarlo, se adentró por ella y se vio inmerso en una enorme sala llena de lavadoras y secadoras gigantes. Había carritos con ropa y sábanas por todas partes. El vapor y el calor que emanaban de las máquinas era casi insoportable. La estancia estaba desierta y poco iluminada. Las luces de emergencia, constantemente encendidas, le daban al lugar un aire siniestro.
Mulder empuñó su arma y comenzó a recorrer la gran sala. Tras el ruido de las máquinas le llegó un gemido pero no pudo saber con certeza de qué se trataba.
-¿Hay alguien? –se aventuró a preguntar en voz alta.
Un gemido, esta vez mucho más fuerte, le confirmó lo que ya sospechaba.
-¡¡Scully!! –gritó. Empuñando el arma y apuntando hacia delante, giró 360º. -¡Sal de donde estés, hijo de puta!
Nada, tan sólo el ronroneo de las máquinas. Una bala pasó silbando por la cabeza de Mulder y éste se puso a cubierto tras una gigantesca secadora.
-¡Tengo lo que buscas! ¡Tengo la maldita muestra!
Sacó el pequeño tubo de ensayo y lo alzó para que quedara a la vista. Mulder advirtió unas sombras y oyó una voz, mezclada con unos gemidos.
-Acércate. –le exhortó.
Mulder abandonó su posición con cautela y vio al tipo del traje que sostenía a su compañera y le apuntaba en la sien con una pistola. Scully yacía en sus brazos como un muñeco, su rostro estaba inexpresivo pero sus ojos reflejaban todo el dolor que sentía. Apenas se quejaba ya y no tardaría mucho en perder el conocimiento.
-Deje la pistola en el suelo. –Mulder le obedeció e incluso la alejó de una patada. –Y ahora deje la muestra ahí encima.
Hizo un gesto con la cabeza señalando una lavadora que quedaba a mitad de camino para ambos.
-No. –negó Mulder firmemente. –Primero, suelte a Scully.
El tipo hizo un gesto de rabia.
-No tengo ningún reparo en matar a su compañera, no ha hecho más que estorbar.
De pronto, un disparo hizo el silencio, hizo que el tiempo se detuviera por unos segundos para continuar después a cámara lenta.
Mulder abrió mucho los ojos, llenos de sorpresa y consternación. Vio cómo ambos cuerpos caían al suelo, aparentemente, inertes.
El hombre del traje yacía en el suelo, con la cabeza ensangrentada y los brazos estirados. La pistola se le había soltado de la mano. Scully estaba tendida junto a él, inconsciente.
El ritmo volvió a la normalidad, al menos para Mulder, y tras analizar a 1.000 por hora lo que había ocurrido en esos interminables segundos, se dispuso a acercarse a los cuerpos. Sin embargo, Alex Krycek surgió de la nada, cortándole el paso.
-De eso nada, amigo. –le dijo con su característico sarcasmo, a la vez que le apuntaba con una pistola.
Mulder le miraba en silencio, todavía atónito. Intentaba ver a Scully a través de Alex.
-Te la pedí por las buenas una vez, Mulder, y no me hiciste caso, así que ahora te la pido por las malas. –alargó la mano que tenía libre. –Dame la muestra.
Mulder no movió ni un músculo del cuerpo. Krycek dio un par de pasos hacia atrás e hizo intención de inclinarse hacia Scully.
-¡No la toques! –gritó Mulder. Sujetó el tubo tan sólo con el pulgar y el corazón de la mano derecha y lo alzó.
-Si haces eso que estás pensando, firmarás su sentencia de muerte, te lo advierto, Mulder.
Mulder fingió pensárselo mejor y agarró el tubo con la palma de la mano.
-Cógelo –dijo. –Y desaparece de nuestras vidas, Krycek.
Alex sonrió maliciosamente. Sin dejar de apuntar a Mulder se acercó a él y cogió la muestra que éste le ofrecía.
-Estás haciendo lo correcto. –le dijo, en un tono tan falsamente cordial que a Mulder le entraron ganas de darle un puñetazo en la mandíbula.
Y sin añadir nada más ninguno de los dos, despareció por donde había venido.
Mulder se arrodilló junto a Scully y la apartó del cadáver del tipo del traje. Comprobó su pulso en el cuello y la temperatura. Sólo había perdido el conocimiento, seguramente a causa del insoportable dolor del post-operatorio. La cogió en brazos sin ningún esfuerzo y la sacó de allí.
Apartamento de Dana Scully. 1 semana después.
-Hogar, dulce, hogar. –dijo Mulder alegremente al entrar en el apartamento de su compañera. Cerró la puerta tras de sí y dejó la bolsa de viaje en el suelo.
Scully miraba a su alrededor como si no reconociera el lugar. Habían pasado casi diez días desde que se fueran de allí, huyendo.
Tras el episodio de la lavandería, fue ingresada de nuevo. Esta vez sí tuvo vigilancia 24 horas por orden expresa de Skinner, y tanto él como Mulder, se turnaban para no dejarla sola. Preguntaba, insistentemente, qué había sido de la muestra pero Mulder siempre le sonreía y le decía que ya tendrían tiempo para hablar de ello. La recuperación fue lenta y dolorosa, de hecho, aún dada de alta en el hospital, seguía un tratamiento a base de calmantes y relajantes musculares, y pasarían al menos ocho o nueve meses hasta estar completamente restablecida. Aunque esperaba volver a trabajar en un par de semanas, tres como mucho.
Ahora, al estar en casa de nuevo y creer que todo había pasado, sentía ganas de llorar, esta vez de alivio. En vez de eso, sus ojos reflejaron sorpresa al posarse sobre la mesita del sofá, advirtiendo algo que estaba fuera de lugar. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se acercaba y cogía el ramo de flores que alguien había dejado ahí a propósito
-¿Son tuyas? –preguntó, a la vez que metía la nariz para aspirar el aroma.
Mulder se encogió de hombros.
-En realidad fue idea de tu madre. –bromeó.
Scully quiso reírse con ganas pero su herida se lo impidió. Se llevó una mano al costado.
-Lo siento. –se disculpó Mulder de veras.
-Oh, no por dios, no lo sientas. –sonreía abiertamente, lo que tranquilizó a su compañero. –Son preciosas, Mulder. Gracias. –se puso de puntillas y le dio un pequeño en los labios.
Ambos se quedaron mirando fijamente durante unos segundos. Scully, un poco avergonzada, apartó la vista y se sentó, con mucho cuidado, en el sofá. Su compañero hizo lo mismo a su lado.
-Bueno… -dijo cambiando de tema deliberadamente. -Creo que ya va siendo hora de que me pongas al día ¿no?
Mulder fingió pensárselo unos segundos, exagerando el gesto. Scully sonrió un poco.
-Pues… verás… -Mulder se retorcía las manos nerviosamente, no sabía cuál sería la reacción de su compañera al oír lo que tenía que contarle. –Temía deshacerme de la bacteria… ya sabes el descubrimiento tan importante que es, Scully. –ésta asintió imperceptiblemente. –así que… pensé en algo y... les pedí a los pistoleros que hicieran una réplica de ella.
-¿Qué? –exclamó Scully -¿un clon?
-No, una muestra falsa. Y créeme que la hicieron muy bien. –su compañera no supo que decir, así que Mulder continuó. –Quise negociar con ella, … pero se adelantaron.
Scully hizo una mueca, sabía perfectamente de lo que estaba hablando.
-Recuerdo… te recuerdo a ti apuntando al hombre que me sostenía… pero me temo que ya estaba en estado de shock… y… creo que caí al suelo. – le miró con interés. -¿Qué pasó luego, Mulder?
Éste pareció dudar antes de proseguir.
-Apareció Krycek de la nada. No me preguntes de dónde salió o cómo supo que estábamos allí. El caso es que… disparó al tipo del traje a quemarropa… –Scully le miró con ojos como platos. Mulder sabía lo que estaba pensando: que podría haberla matado a ella también. –Le entregué la muestra falsa… a cambio de tu protección y de no tener nada que ver con este asunto.
“Fin” –pensó Mulder. Pero Scully no dio por terminada la conversación.
-¡Mulder, a estas alturas ya habrán descubierto que les has engañado!
-Bueno, tal vez consideren que quienes han sido engañados somos nosotros. Que todo su empeño de querer recuperar algo de la bacteria ha sido frustrado… por terceras personas, como parece que así ha sido en realidad.
Scully consideró las palabras de su compañero unos segundos en silencio, pero no terminaron de convencerla del todo.
-No sé, Mulder… -negó con la cabeza con aire pensativo. -¿Y qué hay de la muestra, la verdadera?
-Puede decirse que se encuentra en el lugar más seguro del mundo.
Mulder sonrió pero la mirada de su compañera le exigía que fuera un poco más explícito, por favor.
-Bueno, si el escondite de los pistoleros no es el lugar más seguro del mundo… al menos es un lugar seguro ¿no? Además, podemos confiar en ellos.
-Sí, lo sé. –asintió Scully. -¿Y qué haremos con la bacteria?
-Para empezar olvidarnos de ella... –su compañera abrió la boca para protestar pero no la dejó hablar -… por una temporada. Sé que estás ansiosa por seguir estudiándola y hacerle un sinfín de pruebas, Scully, pero debemos dejar pasar un tiempo prudencial para que todo vuelva a la normalidad. Así evitaremos levantar sospechas.
“La normalidad” –pensó Scully. Qué querría decir Mulder con eso. Si cuando salían de una aventura ya estaban metidos de cabeza en otra… bueno, tal vez eso era “lo normal” para ellos.
-Lo comprendo. –respondió con resignación, mirando fijamente a las flores que descansaban en su regazo.
Mulder le acarició la espalda.
-Todo se acabó, Scully.
Aunque Scully no lo creía realmente, se esforzó por sonreírle como respuesta.
Despacho del D.A. Skinner. 20:10
Como siempre, no tenía prisa por volver a casa. Estaba adelantando papeleo y, además, debía redactar un informe, el cual explicara cuáles fueron las causas del tiroteo sufrido por la Agente Scully, así como su solicitud de vigilancia 24 horas. No resultaría nada fácil teniendo en cuenta las circunstancias, pero ya se le ocurriría algo. No era la primera vez en encubría a los agentes más indisciplinados del FBI… ni tampoco sería la última.
Les encomendara el caso o la misión que fuera, Mulder se involucraba con tanta pasión como le era posible e, irremediablemente, arrastraba a su compañera con él. Scully le seguía sin cuestionarse nada y se rebelaba en contra de las reglas. Hacía tanto tiempo de esto, que Skinner ya no reconocía en ella a aquella agente brillante y con futuro. Siempre tan seria y correcta en su trabajo, destrozando cada loca teoría de Mulder con su visión científica. No, ya no era la misma. Ni Mulder, ni él tampoco. Habían cambiado, igual que todo a su alrededor había cambiado, para bien o para mal.
El teléfono sonó, sacándolo bruscamente de sus pensamientos.
-Skinner. –contestó.
Tras una pequeña pausa para expirar el humo, su interlocutor habló con voz pausada y autoritaria, como siempre.
-Me ha engañado, director Skinner.
-¿Perdón?
-La muestra que tengo en mi poder, y que me fue facilitada por el Agente Mulder, ha resultado ser… basura. –otra calada. –No era eso lo que esperaba.
Skinner disimuló su sorpresa al oír aquello. Si Mulder tenía algo en mente, no se lo hizo saber.
-Siento decirle que estoy al margen de ese asunto…
-No tan al margen. -El Fumador dio otra calada y el silencio fue más prolongado esta vez. –No permitiré que esto quede así, y se lo haré saber a sus agentes.
Skinner, con el teléfono en la mano, se puso de pie lentamente, y apoyó la mano libre en su gran escritorio de madera.
-¿No ha pensado que tal vez Mulder y Scully pudieron ser engañados desde el principio? Porque sería hasta lógico; desviaron su atención mientras, no sé sabe quién, conseguía su propósito sin problema alguno. Cualquiera que conozca a Mulder sabe que se lanzaría sin pensar sobre cualquier esperanza vana. Es el cabeza de turco perfecto.
Silencio al otro lado de la línea. Increíblemente, El Fumador estaba reflexionando sobre ello.
-Abriré una investigación… -dijo al fin.
-Hágalo.
-…no oficial, por supuesto –continuó El Fumador como si no le hubiera oído. –No me importa lo que se invente en ese informe, señor Skinner, descubriré la verdad.
Skinner apretó la mandíbula.
-No sacará nada en limpio. –le aseguró.
-Eso, ya lo veremos. –y sin añadir nada más, colgó.
Sostuvo estúpidamente el teléfono unos segundos y, por fin, colgó. Se quedó de pie, con ambas manos apoyadas sobre el pulcro escritorio, pensando.
Ahora creía comprender a dónde había ido Mulder, y para qué, aquella noche que el tipo del traje le atacó y se llevó a Scully. Había sido muy inteligente de su parte y también peligroso.
Sólo esperaba que Mulder supiera lo que estaba haciendo… por el bien de todos.
FIN.
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