Nombre del Fanfic: MOTPAKUT, La Oscuridad

Capitulo: 6

Autor: Soy Tu Cero

Clasificacion: Mission X-Files

Suspenso

Fanfic:

—6— 
 
Sección 05 — Hansel Foods 
10.30 a.m. (Junio de 1994) 
 
Algo apretados en el ascensor bajaban tres obreros, un capataz, un ingeniero y Ronald Keaton. Ronald, eufórico en su primer día de trabajo en meses, esperaba el descubrimiento importante que las fotografías de las piezas auguraban. Ya era hora de dejar atrás la nube negra, pensaba y también en como cambiaría su vida y la cara que pondrían los Rectores de la Universidades que le cerraron la puertas luego del bochornoso incidente. 
El ascensor toco fondo y mientras los obreros abrían las rejas de éste, Ronald les escuchó decir: 
—...Mira, ves. No creo que el viejo hiciera esto para una ampliación. 
—Ampliación, no. Pero sí una excavación para instalar generadores geotérmicos o para esconder los desechos que hacen sus maquinarias viejas como él. 
—Bromeas... Yo estoy seguro que está haciendo esto para encontrar oro. 
El capataz y el ingeniero que no participaban en la conversación se miraron de soslayo, salieron del ascensor y uno de ellos informó a Ronald: 
—El ascensor llega hasta aquí, ésta es la sección 03. El otro nivel lo bajaremos caminando y sus utensilios —indicó las cajas que restaban espacio al ascensor— las bajaremos por medio de cuerdas y poleas. 
—¿Perdón, pero no vamos a la sección 05? 
—No está más abajo, está al lado... ve esa abertura no más ancha que una puerta, allí está la 05. 
Ronald asintió y observó todo el lugar del ancho de un estadio de fútbol con una pista al lado derecho y unas excavadoras estacionadas en un extremo, frente a ellas estaba la abertura señalada por el capataz. No sabía como habían hecho la construcción, ni para qué. Por lo que acaba de escuchar nadie podía dar una buena respuesta. 
Ronald entrenó a los obreros el día anterior para que tuvieran cuidado en el manejo de sus herramientas y en los elementos arqueológicos que fueran apareciendo. No quería que dañaran nada, necesitaba las piezas integras para cuando sus colegas le refutaran su investigación. Tenía algo grande entre manos 
Ronald Keaton fue profesor de arqueología hasta mediados del año anterior, hasta que se descubrió el amorío que tenía con la esposa del Rector. Keaton no entendía en que momento decidió volver a ella... Aunque siendo sincero no podía olvidar que todo fue por culpa de sus genitales. Al descubrirlo el rector armó la historia de acoso de Ronald a una de sus criadas y a alumnas de la Universidad. Fue la muerte académica y social para Keaton quien tuvo que buscar otras maneras de sobrevivir luego de no poder seguir la docencia. Así fue como a principios de año llegó ante Hansel Denmark pidiendo patrocinio para realizar un estudio socio—arqueológico entre las culturas indioamericanas de la zona. Denmark escuchó todo su discurso y luego le indicó que a pesar de que era un filántropo no podía pasar por alto ciertos comentarios que había escuchado. 
Sin embargo a pesar de esos antecedentes Denmark le llamó dos días atrás, le pidió la mayor reserva. En su despacho le comunicó a Ronald Keaton — Arqueólogo que podía quedarse con el suculento cheque y las piezas arqueológicas que mostraban las fotos y las restantes, siempre y cuando en su investigación dijera que todo fue encontrado 10 kms más al este. A Denmark le interesaba continuar su "Ampliación Subterránea", y Keaton con las fotografías entre manos supo que su vida tendría un gran giro. Y así sería. 
Tres horas de trabajo en la pequeña caverna, iluminada por cuatro potentes focos, dejó al descubierto un círculo de treinta frasquitos de greda en perfecto estado, incluyendo sus tapas, en el centro había un esqueleto con huesos corroídos por el tiempo, a un lado algunas piezas de vestimenta, al otro unos cuchillos y flechas de piedra. El polvo del esqueleto lo removía Ronald con una brocha. 
Ronald miraba asombrado la ominosidad que emanaba la composición de las piezas. Debía ser ritual, no cabía duda. 
—Permiso —dijo tras él el Ingeniero, que se había marginado de la operación junto con el capataz, y escuchó como tomaba fotografías. 
Ronald se molestó. ¡Como se atrevía! Si él sentía miedo de tocarlas, hasta de enumerarlas con tiza. No dijo nada, en cambio se concentró de remover suavemente el polvo de las manos del esqueleto que sujetaban en su pecho otro pequeño frasco de greda. Éste tenía unas marcas muy similares a otras que vio en piezas del continente africano. ¿Hasta dónde tenía raíces esto? Estaba ante un descubrimiento crucial, mucho más de lo que imaginaba. 
Su mente ya comenzaba a prever lo que sucedería. Y claro, no ocurrió nada de lo que imaginaba. 
Había enumerado los treinta y un frasquitos y los pusieron todos juntos en una gran caja. Antes, Ronald, le había tomado sus propias fotos para poder duplicar la escena en su estudio. Cuando le sacaba fotos al esqueleto, se asustó al escuchar al capataz decir: 
—¿Y se puede mirar lo que contienen? 
Ronald pensó en que todo era una broma, pero de todas formas se puso de pie y miró al capataz justo en el momento en que quitaba la tapa del frasquito con las marcas. 
El ingeniero sonreía y los obreros los miraban asustados, tal vez por las historias que le contó Ronald cuando los entrenaba: sobre la posibilidad de que un recipiente cerrado o una habitación albergara esporas o virus primitivos que podían ser letales para el ser humano actual. Y claro, esto era mucho peor. 
Al principió no ocurrió nada, luego vino un ligero zumbido y todo comenzó a temblar. Las luces bajaban y subían su intensidad. Todos se asustaron y sus rostros no cambiaron cuando salió del frasco que sujetaba el capataz lo que vieron como una serpiente negra, que saltó a su ojo y lo atravesó cual lanza. Al instante saltó a los frasquitos y los destapó. 
El ingeniero sujetó el cuerpo de su amigo. Desde su posición no vio como la criatura que aumentó su tamaño, no mayor a un gato, subió por la pared con una forma cercana a una manta raya. En el techo de la sección 05 se agitó, aumentando el temblor, algunas rocas cayeron bloqueando la salida. 
Los obreros, de pie, tocando hombro con hombro miraban asustados a la criatura que seguía en el techo. El ingeniero miró el agujero en la cabeza del capataz y luego centró su atención en la criatura. En cambio Ronald estaba embobado como un niño ante un juguete nuevo, su lado racional buscaba como definir a la criatura de la cual él era un privilegiado en ver. 
La criatura saltó a la cabeza del ingeniero, la envolvió y se cerró devorándola. Los obreros con exclamaciones de sorpresa y sin apartarle la mirada a la criatura que volvió a subir al techo, se apegaron a la pared. Ronald seguía en el mismo lugar, al lado del esqueleto, notó que la criatura creció en tamaño. 
La criatura saltó a uno de los obreros, este puso sus manos de defensa y fueron devoradas, incluyendo su hombro y parte de la cabeza. Algo similar pasó con los dos obreros restantes. La criatura con tres veces su tamaño volvió al techo y se ubicó por encima de Ronald, quien la miraba queriéndola comprender. Ajeno a su futuro. Ronald miraba asombrado los reflejos tornazulados de la criatura que se veían en sus movimientos y los sonidos que recién ahora escuchaba: como susurros. 
La criatura cayó del techo y lo envolvió. Ronald alcanzó a formular un pensamiento... 
 
 
Hospital Denmark, 
Unidad de Cuidados Intensivos 
2.30 p.m. (dos días después) 
 
Su cabeza era un hervidero. Bullía en información, imágenes y sonidos. 
Su último pensamiento siendo Ronald Keaton fue "¿Qué eres, maravillosa criatura?", al principio recibió respuestas que le fue difícil comprender hasta que en un momento su mente se abrió y comprendió todo. La criatura comenzó a compartir información con él que le permitían, como si estuviera allí, ver el pasado de civilizaciones antiguas. Así supo que a la criatura le llamaban "Motpakut". Decir que estaba honrado es poco, se sentía bendecido, por eso aceptaba sin problemas el nombre que Motpakut le quiso dar, el apodo que su padre le daba siendo niño: Stanley. Así le llamaba cada vez que lo golpeaba y lo dejaba al borde la inconsciencia. 
Sus ojos poco a poco comenzaron a ver el cuarto del hospital, en los momentos en que sus dedos de la mano derecha hormigueaban intensamente. Movió su mano izquierda, que vio con agujas y sondas, para rascar su otra mano y palpó el muñón a la altura del codo. Motpakut interrumpió su grito, a cambio le hizo una petición. Para cumplirla debía salir de allí. 
Aprovechó el cambio de turno a las 3 de la tarde. Alcanzó los casilleros de los enfermeros, tomó un abrigo y unos zapatos, ambos le quedaban grandes. No encontró pantalones. Dentro del abrigo halló unas llaves de un volvo. Salió lo más sigiloso que pudo y ya estaba fuera buscando el auto cuando arriba los enfermeros se daban cuenta de su ausencia. 
Llegó a la cabaña que arrendaba a las afueras de Devon Valley casi una hora después. Entró rompiendo un vidrio de su cuarto. Se cambió de ropa y se lavó la cara, se miró en el espejo. Daba la impresión de estar despertando recién y, de cierta manera, así era. 
En la mesa del escritorio que estaba en sala de estar, tomó la carpeta que contenía las imágenes que le entregó Denmark. Quería comentarle lo que había descubierto. 
"No. No hagas planes para ti. Yo haré lo mío primero" 
Antes de entrar al auto le pareció que su cuerpo se hinchaba y se ponía pesado. Lo que quedaba de su brazo derecho le dolió. "Vuelve a la casa, estoy débil. Esperemos la noche". Motpakut no le dejó volver a pensar en el momento de debilidad. 
Salieron de la cabaña una vez que sol se ocultó. Stanley condujo a toda velocidad. Motpakut le exigía ver a Hansel Denmark. 
 
7.14 p.m. 
 
Stanley detuvo el volvo en el estacionamiento de la fábrica. Miró el edificio de oficinas, se preguntó quién podría oponerse a su encuentro con Denmark. 
Nadie reparó en él. 
Recorrió la ruta que conocía para llegar a la oficina y se cruzó con un par de personas, algunas secretarias.  
—Señor Keaton, usted por acá —dijo la secretaria de Denmark al verlo, una mujer de unos cincuenta años que usaba los lentes en la punta de la nariz. 
—¿Quiero ver a su jefe? 
—Claro, claro... está al teléfono, pero no tengo dudas que querrá verlo. Espere, le aviso. —Volvió en seguida y le indicó que entrara. 
Hansel Denmark colgaba el teléfono cuando Stanley ingresó en su elegante y espaciosa oficina. Una pared estaba repleta de libros a lo alto y ancho, otra tenía un amplio ventanal que permitía ver la pequeña ciudad. "Ahora entiendo porque el hospital, su población y esta fábrica las puso en los cerros y a las afueras de Devon Valey. Para exhibirse. Ahora me doy cuenta que a Denmark le gusta mostrar su poder, sus logros", se dijo Stanley para sí y para Motpakut. 
—Veo que se encuentra bien de salud... Por favor, tome asiento. Quiere beber algo, o prefiere un café. 
—No. Nada. 
—Puedes retirarte Rosemarie. Tal vez yo necesite dos de esas cosas verdes —al ver la indecisión en Rosemarie añadió—. Figue, creo que se llama. Y por cierto llama a Pritchard. 
La mujer salió asintiendo. Stanley se acercó a una silla. No la ocupó obligando a Denmark a ponerse de pie. Hansel Denmark era un hombre que no demostraba sus ochenta años. De complexión fuerte. El toque cantarino en su vozarrón, que se le ajustaba, daba la impresión de ser tozudo en sus ideas. 
—Dejó al hospital totalmente alborotado ¿Y eso para venir a verme? 
Motpakut analizaba a Denmark con las opiniones de Stanley almacenadas en su mente. Lo contrastaba con las imágenes de gente que conoció Motpakut y las que conoció Ronald. Buscaba a alguien poderoso y despiadado como lo fue el padre de Ronald. No lo hacía para encontrar un aliado sino que un nuevo portador. De Denmark le interesaba su poder, la esfera a la que pertenecía y por lo que sacaba del cerebro de Stanley lograba comprender el estado de actual de la civilización.  
Motpakut sabía que estaba frente a un hombre al final de su edad, tal vez su cuerpo no lo podría asimilar. Haría el intento, no importaba las perdidas. 
—¡Vamos! ¿No me dirá nada? —preguntó Denmark. 
Stanley no le escuchaba, sus ojos se agrandaron a la par como se abría su boca y de ésta dejaba salir una sustancia negra y viscosa. Comenzaba un leve temblor en el edificio. Denmark se asustó, comenzó a presionar el botón que le comunicaba con Rosemarie. Abriendo y cerrando la comunicación, sin dejar de mirar la criatura frente a él. 
—¡¿Qué sucede?! —gritó con una voz quebrada. 
Afuera Rosemarie también se asustó, escuchó parte de su grito por el intercomunicador con esa voz que nunca había escuchado en su jefe. Lo silenció para llamar a seguridad. Recién había hablado con Hugh Pritchard comunicándole que allí se encontraba Keaton. No había alcanzado avisar a seguridad que su jefe quería a dos guardias (sus trajes eran verdes). En seguridad le contestó Figueroa (Figue), de turno a esa hora. 
—¿Dígame? —dijo tranquilo sin saber lo que ocurría en el piso sobre él. 
—Venga, venga... traiga ayuda. Venga a la oficina de Hansel Denmark 
Sobre la mesa Motpakut asemejaba un perro distorsionado. Apareció un grupo de ojos rojos que miraron un instante a su presa, petrificándola de miedo. La criatura se abalanzó a su cabeza, envolviéndola y buscando los orificios de la nariz y la boca para entrar en él. A Denmark le fue imposible cualquier reacción. Los gritos de terror en su cabeza eran los suyos originados por el dolor. Un manto oscuro tapaba sus recuerdos, Motpakut manipulaba su mente. "No tiene poder. Es sólo un humano decrépito", dijo la criatura. 
El manto oscuro se llevó la vida de Denmark. 
Motpakut volvió al inconsciente Stanley. Estaba demostrado que el cuerpo de Stanley servía como portador. 
Figueroa y Liedman llamaron a la puerta de la oficina de Hansel Denmark, sin obtener respuesta. Lo mismo ocurría con el intercomunicador, una inquieta Rosemarie lo activaba. 
—¡No esperen más, por favor! —les gritó a los guardias. Estos dieron una patada a la puerta. Se abrió al instante dejando ver el cuerpo de Hansel Denmark en su silla con la cabeza hacia atrás y su boca abierta. Las cortinas se agitaban, los ventanales estaban rotos. No estaba Stanley. 
Figueroa se acercó a Denmark, le tocó la muñeca y se rompió como la cerámica. La mano cayó al suelo y se deshizo en un polvillo como cenizas. El espanto fue un escalofrió que recorrió la espalda del guardia. Se alejó del cuerpo, miró a Liedman que miraba las cenizas de la mano, interesado, sin dejar de mascar un chicle. Su actitud le dio fuerzas a Figueroa que se acercó y miró por la boca el cuerpo vaciado. 
 
8.20 p.m. 
 
Hugh Pritchard vio los policías dentro de la oficina de Denmark, entre ellos estaba Bont que le hizo un pequeño movimiento de cabeza. Se acercó al cuerpo, ya se le había comentado el estado. 
—Quiero que tengan cuidado cuando se retire el cuerpo. Recomiendo que se lo lleven con silla y todo —señaló Pritchard a los oficiales que rodeaban el cuerpo. Pritchard notó que su voz tenía una leve vibración. No aceptaba la muerte de Denmark, quien con los años se había convertido en un amigo. 
—Vamos afuera —le dijo Bont sujetándolo del hombro—. Está la máquina del café, nos vendrá bien uno cargado. 
Pritchard asintió. En su mente revivía momentos con Hansel. Como las veces que salieron a pescar con todo el grupo. Hansel Denmark fue un pescador experimentado que compartía sus conocimientos y que hacía recordar las lecciones con ácidas bromas. 
—¿Y Rosemarie? 
—La mandé a su casa. Estaba demasiado triste y comentaba estupideces. Como los trabajos menores que le mandó hacer durante el día el viejo. Pensé que podía ponerse histérica y la mandé con una oficial a su casa. 
—Ella me dijo que estaba Ronald Keaton aquí. 
—Sí, saltó por la ventana. Aún no lo ubicamos. Espero encontrarlo me gustaría que contara que ocurrió. 
—¿Y él lo hizo? —Pritchard preguntó por preguntar, ya asociaba el estado del cuerpo con los de la sección 05. También le interesaba lo que contaría Keaton. 
—No lo sé. Ni me imagino cómo —Bont no mostraba su molestia a Pritchard que se interponía entre la máquina. Deseaba mucho un café. 
—¿Por qué? 
—No lo viste bien, ¿no?. El viejo está totalmente hueco, si hasta parece uno de esos conejos de chocolate huecos por dentro. 
 
 
Hospital Denmark 
 
—Parecía un comentario fuera de lugar y sin embargo era el más acertado -le dijo Pritchard a Mulder, en ese momento estaba de pie junto a la ventana-. Y era mucho más frágil, se deshizo al menor toque cuando se quiso sacar del despacho. Sólo quedaron sus ropas intactas. 
La historia que contó Pritchard de los sucesos de junio 1994 fue como una historia oficial, no del todo precisa y carente de las sensaciones humanas. Fue un relato que entregó pocos detalles nuevos a los que ya figuraban en los documentos contenidos en el sobre manila del pasado lunes. Pritchard le habló de los cuerpos mutilados encontrados en la sección 05 junto al inconsciente Keaton, a quien le faltaba un brazo. Pritchard fue uno de los pocos testigos citados por Denmark. 
También le contó que Keaton fue encontrado a la semana, alguien lo reconoció entre los vagabundos. Fue arrestado, interrogado y no se sacó nada. Había perdido parte de su cordura y personalidad. Era otro hombre que prefería lo llamaran Stanley. Nunca se pudo probar nada y fue liberado. 
Pritchard le dijo que su interés por saber que sucedió en la sección 05 y en el despacho de Denmark lo motivaron a financiar la investigación arqueológica. Al ver los resultados comprendió el rol de Ronald Keaton en las desapariciones de Devon Valley, y no pasó mucho tiempo en que pensará en que la solución era Fox Mulder. 
—De tal palo, tal astilla –dijo Pritchard. 
"¿Qué historias de mi padre conocerá este sujeto?", se preguntó Mulder centrando su atención en el vaso que contenía el agua de los hielos derretidos. 
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