Nombre del Fanfic: Terra Incognita

Autor: Farid Char

Dedicado a: Grupo The X-Files Chile

Clasificacion: Mission X-Files

Accion

Suspenso

Terror

Angst / Drama

Fanfic: ***TERRA INCOGNITA*** 
 
 
EN ALGÚN LUGAR DEL OCÉANO PACÍFICO  
7:31 PM  
 
La lluvia estival arreciaba con violencia sobre la pequeña embarcación. Yacía encallada y se movía ruidosamente, como si en cualquier momento se fuese a despedazar. El crepúsculo amenazaba con dejar todo en tinieblas en poco tiempo, mientras a escasos doscientos metros unas siluetas se contrastaban contra el diluvio. 
 
- ¡Corre, corre, corre! 
- ¡No puedo! ¡Te digo que no puedo! 
- ¡Aún nos siguen, desgraciado! 
- ¡No puedo! ¡No puedo! 
 
Dos disparos impactaron a tres metros de ellos. 
 
- ¡Maldita sea, van a matarnos! 
- ¡Llévalo tú! 
- ¡Vamos, ya casi llegamos! 
- ¡Toma, llévalo! 
 
Los hombres continuaron su carrera. La pequeña embarcación comenzaba a dibujarse entre el terreno accidentado y la lluvia imparable. Pero los disparos se seguían sucediendo uno tras otro. En la arena, en la roca, por encima de sus cabezas, en todos lados. Finalmente un disparo alcanzó el talón de uno de ellos. 
 
- ¡Mierda, me dieron! ¡Mierda, mierda! 
 
La sangre comenzó a chorrear y confundirse con la lluvia. El hombre seguía corriendo, desesperado, con la respiración ruidosa, bajo un dolor insoportable. 
 
- ¡Levántate, ya casi llegamos! 
 
Tres siluetas negras se acercaban cada vez más deprisa. Era evidente que la lluvia no les dejaba ver con claridad a sus objetivos. La orilla de playa estaba a menos de cuarenta metros. Los fugitivos sólo tenían que abordarla, soltar las amarras y largarse de allí.  
 
- Lo logramos, ¡llegamos! 
 
Treinta metros. 
 
- ¡Agarra tu navaja! 
 
Quince metros. 
 
- ¡Tú cortas las amarras y yo agarro el timón! 
 
Un disparo sordo. Un hombre cayó de rodillas al suelo. 
 
- ¡Noooo! 
 
Cayó de bruces. Le habían perforado un pulmón. 
 
- ¡Hijos de puta! 
 
No había tiempo para lamentaciones. El hombre se levantó con desdén, corrió afanosamente tan veloz como se lo permitieron sus piernas e ignoró estoicamente los disparos cada vez más cercanos, incluso aquél que impactó de lleno en su brazo derecho. Las siluetas negras se aproximaban a veinte metros, sólo detenidas por el barro y los tropezones.  
 
El hombre subió a la embarcación. El hilo de sangre del brazo manchaba todo a su paso. Rengueaba. Lagrimeaba. Sin perder tiempo cortó las amarras, casi a fuerza bruta. Afortunadamente la corriente le era favorable y en cuanto diera vuelta el timón comenzaría a alejarse rápidamente de ese lugar infernal. 
 
Un disparo en la ventana de la cabina. El hombre instintivamente se agachó, agarró el timón y dio media vuelta como pudo. El agua se colaba por todos lados y había riesgo de zozobra, pero por lo pronto, logró escapar de allí. El Sol se había ocultado, todo quedó en oscuridad y las tres siluetas negras se sabían impotentes ante el fugitivo. Habían fallado. 
 
A poca distancia de allí, el cuerpo del hombre inerte era testigo mudo de la espectacular escapada de su compañero. Sin embargo, no era el único. A unos cien metros orilla adentro yacía otra víctima de los asesinos anónimos. Una entidad delgada y de baja estatura, cuyos ojos negros ya no volverían a recibir la luz del Sol.  
 
 
HOTEL BURNSLEY 
DENVER, COLORADO 
5 DÍAS DESPUÉS 
 
Un cordón policial cerraba el paso a periodistas y curiosos en el segundo piso del Burnsley. El gerente del hotel y varios empleados eran interrogados, con escasas posibilidades de hallar pistas. Sólo un impreciso retrato hablado y una borrosa imagen de la cámara de seguridad, daban cuenta del último individuo que al parecer estuvo en contacto con el occiso de la habitación 203, cinco horas antes de su muerte. Un grupo de oficiales mantenía despejado el hall central, mientras en la entrada permanecían apostados unos reporteros que cubrían en vivo para el noticiero. 
 
Mulder venía saliendo del hotel. Afuera vio a mucha gente intentando saber qué ocurría, pero uno de esos rostros le pareció familiar. Era un tipo de edad avanzada, lentes gruesos, abrigo y sombrero negro. Parecía bastante nervioso. 
 
Sonó el teléfono celular. 
 
- Hola Scully. 
- Mulder, ¿dónde estás? 
- En Denver. Me topé con un asunto interesante y decidí venir a dar un vistazo. 
- Y de paso olvidaste nuestra reunión con Skinner. Estoy con él ahora y tiene mucho interés en saber qué cosa es más importante que nuestro reporte del caso de Pennsylvania. 
- Dile que estoy atendiendo algo mucho más complejo. De hecho necesito tu ayuda aquí. Te reservaré boletos para esta tarde. 
- Mulder... luego hablamos –cortó ella. 
 
El viejo de abrigo y sombrero seguía perturbándolo. Miraba insistentemente el cerco policial. El cuerpo del hombre que falleció en extrañas circunstancias ya estaba en la morgue, pero las pericias continuaban y pronto saldría el forense a dar declaraciones.  
 
Finalmente se decidió a hablarle al viejo. Éste hizo una mueca de desconfianza instintiva cuando el agente se acercó. 
 
- Señor, no se asuste. Soy el agente especial Fox Mulder del FBI.  
- ¿FBI? ¿También están metidos en esto? –se extrañó el viejo. 
- En realidad estoy haciendo una investigación personal. Entiendo que ocurrió un posible crimen anoche en este sitio. 
- Pues me parece raro que se interese por éste en particular. ¿Acaso tiene pistas para resolverlo? 
- Es posible. Su rostro me parece familiar. Creo haberlo visto en alguna convención en Atlanta sobre la oleada OVNI de 1995, organizada por la Red Mutual OVNI.  
- Ya lo creo. Soy Jerry Guirland, secretario de MUFON. 
- Oh, ahora recuerdo. Usted dio una de las conferencias. 
- Así es, pero... no entiendo cómo a usted puede interesarle... 
- Señor Guirland –le interrumpió Mulder-, no pude evitar notar su angustia mientras miraba el cordón policial. ¿Usted conocía a la víctima? 
 
El viejo se exaltó un poco. Hizo un gesto para seguir la conversación algunos pasos más lejos del tumulto de curiosos. Un hombre de barba los observaba. 
 
- No directamente. De hecho, eso es lo que vengo a decirle a los policías ahora que van a comenzar su investigación, para dejar en claro que MUFON no tiene ninguna responsabilidad en este caso. Pero ¿usted cómo lo supo? 
- Según la pista que manejo, cabía la posibilidad que la víctima tuviera alguna relación con los OVNI o alguna otra conspiración en especial –replicó Mulder-. 
- Este asunto nos afecta profundamente a mí y a toda la directiva de MUFON. Lucas llegó a Estados Unidos hace sólo dos días, con intención de entrevistarse con alguien de la organización. Alcanzamos a intercambiar un par de correos electrónicos. Fui enviado a entrevistarlo y corroborar su historia, pero es indudable que alguien se adelantó a silenciarlo. Y ese desgraciado, no contento con llevarse toda la evidencia, lo asesinó a sangre fría... 
- ¿De qué evidencia me habla? 
- De una tan grande que no me parece prudente contársela en público. 
- Está bien. ¿Le parece si nos vemos esta noche en un bar del centro de la ciudad? Esta es mi tarjeta.  
 
Guirland frunció el ceño, mostrándose suspicaz. 
 
- De acuerdo, señor Mulder. Lo llamaré. 
- Sólo trate de pasar desapercibido. Seguiré investigando con las pistas que manejo. Hasta más tarde. 
 
Mulder se alejó de Guirland y la multitud. Lentamente el cordón policial se iba disolviendo, mas no así el halo de misterio en torno a la víctima. Lo único que sabía es que era extranjero, que murió asfixiado por anhídrido carbónico en su bañera, y que un misterioso visitante fue a verlo cinco horas antes. Necesitaba a Scully.  
 
 
FÁBRICA GATES RUBBER PLANT 
3:02 PM 
 
Un Opel Vectra se estacionó a pocos metros de la entrada. La fabrica abandonada lucía roñosa y polvorienta, pero en buen estado. Denver se discernía a la distancia como un mero conjunto desordenado de edificios, árboles y montañas. Las puertas de un portón metálico se abrieron para recibir al visitante, quien abandonó el vehículo portando un maletín de aluminio.  
 
- Bienvenido nuevamente –le saludaron. 
 
El visitante no respondió. Lucía cansado, transpirado y respiraba con rapidez. Tenía su barba desordenada y el pelo reseco. 
- No tienes muy buena cara. ¿Cómo resultó todo? 
- Vengo del hotel –respondió él-. La situación está controlada. 
- ¿Seguro de ello? 
- Sí. 
- ¿Has traído el encargo? 
- Aquí está.  
 
El tipo lanzó el maletín sobre la mesa de madera. En torno a ella estaban sentados cuatro individuos de rostros difusos, envueltos en sombras. Uno de ellos procedió a abrir el maletín y verificar su contenido. Lo miró por unos segundos, cerrándolo violentamente luego. 
 
- ¡Eres un imbécil! Le replicó al visitante. 
- ¿Qué ocurre? 
- Te han engañado. Han quitado la llave incrustada. Sin ella no puedes usar el artefacto. 
- Eso es imposible. El aparato estaba entero, y así es como estaba cuando lo tomé. Él escapó con el aparato íntegro. 
- ¿Escapó sólo? 
- Estaba con alguien, pero lo eliminamos.  
- ¿Y no se te ocurrió que mientras él escapaba con el artefacto, su compañero pudo tomar la llave? Así se aseguraban en caso que atraparan a uno de ellos. 
- Si así fue, entonces no hay por qué preocuparse. El cadáver aún debe conservar la llave. 
- ¿Entonces qué esperas? ¡Vuelve a buscar a ese muerto y tráenos la llave! 
 
El hombre miró al grupo con ojos desorbitados, lleno de furia. Tomó de nuevo el maletín, dio media vuelta y abandonó la fábrica con pasos rápidos. Subió al vehículo y se marchó a toda velocidad. 
 
 
MOTEL BROADWAY PLAZA 
 
Mulder estaba lavándose los dientes, sin notar que la puerta de su habitación se abría. Apenas salió del baño se encontró súbitamente con Scully en el portal. 
 
- ¿Qué es esto, servicio a la habitación? –dijo él, señalándola con una sonrisa mientras aún tenía el cepillo en la boca. 
- Muy gracioso, Mulder. No volé dos mil kilómetros sólo para verte chorreando pasta de dientes y vistiendo pantalones cortos. Necesito saber por qué me hiciste venir. 
 
Mulder se sacó el cepillo. 
 
- Te lo diré enseguida. ¿Me conseguiste los datos que te pedí? –replicó él, mientras volvía al baño a enjuagarse. 
- Sí, aquí están: “Lucas Valdés, 30 años, de nacionalidad chilena. Es ingeniero, pero desde hace un par de años comenzó a dedicarse a la ufología. Tenía contactos en MUFON y vino a Estados Unidos a concertar una entrevista, dada la circunstancia que supuestamente consiguió una evidencia irrefutable de vida extraterrestre”. Hasta este punto, ya comienza a tener sentido que te hayas interesado en este caso, Mulder. 
- Continúa. 
- Paso a leerte el reporte policial: “El individuo fue encontrado muerto ayer, a las 22:05 horas, en la habitación 203 del Hotel Burnsley, por una mucama. Falleció envenenado por anhídrido carbónico en la bañera, debido a que la llave del gas quedó abierta. Aunque originalmente se pensó en un suicidio, se sospecha que pudo haber participado un sujeto que lo visitó unas cinco horas antes del deceso. Esta hipótesis tomó fuerza al detectarse que faltaba una de las pertenencias de Valdés: un bolso de mano negro”. A juzgar por esto todo parece indicar que se trata de un homicidio. Sólo falta que las pruebas de laboratorio lo confirmen. 
- Así es. 
- Pero... de acuerdo, Mulder, vuelvo a tener dudas. ¿Por qué te interesó tanto este caso? El tipo tenía que ver con los OVNI, pero hasta ahora no veo nada muy inusual. Tampoco hay indicio alguno de la supuesta prueba que dice haber conseguido para entrevistarse con un miembro de MUFON. ¿Dónde está el misterio? 
- El homicida. ¿Ya viste cómo se identificó en el hotel? 
- Según puedo leer aquí, interrogaron a la recepcionista. El hombre que fue a visitarlo era un tal John Arntzen. Está grabado por la cámara de seguridad. Es un hombre blanco, de pelo largo y barba. Y el eventual asesino, seguramente. 
- Es Krycek. 
- ¿Alex Krycek? ¿Cómo lo sabes? 
- John Arntzen es un alias que utiliza. Y ese “look” con que lo ves en la cámara... también lo ha usado antes. Lo reconocí enseguida. 
- ¿Y por qué Krycek estaría involucrado en esto? 
- No se. Pero apuesto a que no estaría allí si no se tratara de algo grande. Agendé una cita esta noche con el miembro de MUFON que iba a entrevistarse con la víctima. Lo encontré mientras investigaba en el Hotel Burnsley. 
- Si es así, deberíamos tener cuidado. ¿Dónde quedaron de verse? 
- En un bar del centro. Me llamará durante la tarde para confirmar. 
 
Scully volvió a ver la imagen capturada por la cámara de seguridad, incrédula. Luego volteó a ver otra imagen del cuerpo sin vida de Valdés. Tenía los ojos cerrados y un extraño rigor mortis. Estaba tendido dentro de la bañera, pero definitivamente no murió simplemente envenenado por inhalación de gas. 
 
 
AVENUE BAR & GRILL 
10:13 PM 
 
Guirland llegó con bastante adelanto. Estaba en una mesa pequeña, bebiendo whisky, notoriamente nervioso. Portaba su sombrero y abrigo habituales. Unos metros más lejos un gentío bailaba. Por un instante le pareció que era observado por alguien de la multitud. No le dio importancia. Alzó la vista mientras los agentes traspasaban el umbral de la puerta. Mulder se dirigió hacia él. 
 
- Señor Guirland, ella es la agente Scully, mi compañera. 
- Buenas noches. 
- Buenas noches, agente. Siéntense, por favor. 
- Le he comentado a la agente Scully algunos detalles sobre este caso. Es posible que tengamos identificado al asesino, pero nos gustaría saber algunos detalles sobre la víctima. Para empezar, ¿por qué pidió entrevistarse con usted? 
 
Guirland miró a los costados y por encima del hombro de los agentes. Habló en voz baja: 
 
- Lucas me contactó hace una semana desde Chile. Ha trabajado en ufología hace unos 5 años y, sabe, en ese país la actividad OVNI es bastante frecuente, pero nunca va más allá de avistamientos aislados, fotografías y unos cuantos videos. Pero esta vez ocurrió algo sorprendente. Tanto así, que podría revolucionar lo que sabemos sobre existencia de vida extraterrestre... 
 
Observó el rostro de incredulidad de Scully.  
 
- ...y, se que esto le parece un montón de cuentos, señorita, pero Lucas consiguió algo que nos podría abrir las puertas a uno de los misterios más famosos de la Humanidad. 
- ¿A qué se refiere? –preguntó Mulder. 
- Hace una semana, Lucas salió desde el puerto de Valparaíso con otro ufólogo, Franco Urquiza, en una barcaza arrendada. Navegaron por más de dos días en busca de una isla, de donde anteriormente unos marinos reportaron haber visto enormes luces parpadeantes, tan brillantes como un faro, estacionadas en la orilla. 
- ¿Qué tiene eso de extraño, señor Guirland? ¿No pudo ser precisamente eso, un faro de ayuda a la navegación? –inquirió Scully. 
- Ahí está el detalle. Oficialmente, esa isla no existe. 
- ¿No existe? 
- Es una isla fantasma, o eso era. Un marino italiano la reportó en el siglo XIX y la bautizó Podestá, por el nombre del navío donde viajaba. En realidad la describió como un islote de pequeñas dimensiones, pero podría ser mucho más grande. 
- ¿Y los ufólogos la encontraron?  
- Para completa sorpresa de ellos, así fue. Iban dispuestos a encontrar lo que ellos creían era una base extraterrestre en medio del océano. Hallaron mucho más que eso. 
- ¿Qué cosa? 
- Lucas no me aclaró con precisión, pero hay algo extraordinario en esa isla. Dijo que había una especie de protección, un campo de fuerza o magnetismo que no les dejaba pasar más allá de cierto punto. Cada vez que lo intentaron, una especie de electricidad estática los obligaba a retirarse. Y allí fue cuando descubrieron que no estaban solos. 
- ¿Quién más estaba allí? 
- Vieron cuatro siluetas, más allá de unas dunas. Pero las siluetas venían caminando desde el interior de esa zona protegida por el campo de fuerza. Lucas está completamente seguro que uno de ellos era un extraterrestre. 
 
Scully hizo una mueca de disgusto. Guirland prosiguió: 
 
- Aunque no pudieron determinarlo, parecía que esa entidad entregó algo a esas tres personas. Pero en cuanto las siluetas abandonaron la zona del campo de fuerza, ellos no dudaron por un instante. Se acercaron sin que los vieran, y sacaron todas las fotografías que pudieron. Las tomó Franco, con mucha dificultad porque había comenzado una fuerte lluvia. Allí fue cuando Lucas hizo lo más estúpido que pudo habérsele ocurrido. 
- ¿Qué hizo? 
- En el momento en que los hombres venían volviendo, y el extraterrestre regresaba a la zona del campo de fuerza, Lucas se acercó a ellos ignorando las advertencias de su compañero. Los acechó, y en cuanto se descuidaron, les quitó el artefacto y salió corriendo. Franco salió corriendo junto con él, pero sólo Lucas logró llegar a la barcaza y huir. Los hombres mataron a Franco de un disparo en la espalda. 
- Demasiado aventurado, ¿no cree? 
- Lucas tuvo una razón para eso, que me explicó en su correo. Mientras Franco fotografiaba, advirtió que el artefacto en cuestión era un Brazalete Àurico.  
- ¿Qué es eso? 
- Una herramienta que sólo se consideraba teórica en la comunidad ufológica. Es un aparato extraterrestre que sirve para traspasar puertas dimensionales o campos de fuerza, pero que además otorga ciertas cualidades sobrehumanas a su portador. Si lo que había en esa isla era invisible debido al campo de fuerza, entonces el brazalete era la clave para entrar en él, y revelar que la Isla Podestá es en realidad una inmensa base de estos seres, y por ello ha sido tan difícil constatar su existencia. Debe estarse camuflando continuamente. 
- Entonces eso fue lo que Krycek le robó a Lucas –reflexionó Mulder. 
- ¿Cómo dices? 
- El bolso de mano que desapareció de su habitación. Ahí tenía el brazalete que le iba a mostrar a Guirland. 
- ¿Usted conoce al asesino? –preguntó éste. 
- Digamos que sí. Y apostaría que era uno de los que mató a Franco ese día. ¿Tiene las coordenadas de la isla Podestá? 
- En mi automóvil tengo una copia impresa del correo electrónico, junto con todos los datos del sitio. Voy a buscarlos. 
 
Guirland salió del bar hacia su vehículo, estacionado enfrente. Scully quedó mirando a Mulder con expresión dubitativa, casi adivinando sus intenciones. 
 
- ¿No querrás viajar allá, cierto? 
- Lees mi mente Scully, somos el uno para el otro –bromeó él-. Pero considéralo. Considera que hablamos de una isla que podría tener toda la verdad que buscamos. Creo que Krycek hizo un intercambio con uno de esos seres, probablemente a petición del Sindicato. Estoy seguro que aún podemos encontrar pruebas de ese encuentro, así como el cuerpo de Franco y sus fotografías. Ajusticiarían a Krycek y sus cómplices... 
 
Un ruido desgarrador se escuchó afuera del bar. Mulder y Scully salieron disparados y tomaron sus armas. Nada. Un grupo de gente dentro del bar se agolpó a las ventanas, atemorizados por el grito. Finalmente se oyó un quejido desde el automóvil de Guirland. Un hombre salió corriendo en dirección a un callejón. 
 
- ¡Voy tras él Scully! ¡Llama a una ambulancia! 
 
Mulder emprendió la persecución contra el hombre, mientras Scully corrió hacia Guirland. Yacía junto a la puerta abierta de su vehículo, sangrando copiosamente de su garganta. Parecía como si se la hubieran apretujado con un cascanueces. 
 
- ¡Deténgase, agente Federal! 
 
El hombre corría velozmente por el callejón. Dio vuelta varios basureros antes de saltar una reja y correr a la calle siguiente, antes que casi lo atropellase un camión. Mulder lo seguía con dificultad, tropezándose con los obstáculos que dejaba el tipo. Parecía ser extremadamente veloz. 
 
- ¡Dije que se detenga! 
 
Mulder disparó a la distancia. El hombre cambió de dirección y saltó la valla de un edificio en construcción. Subió un par de andamios desesperadamente. Se había cortado con algo y sangraba de una pierna. El agente lo seguía en medio de la más absoluta oscuridad, sólo interrumpida por las luces intermitentes de una ambulancia lejana. 
 
El hombre corrió por un piso de madera que conducía a un andamio superior. Mulder subió por otras escaleras enclenques, sin saber si resistiría su peso. Mientras lo hacía notó que el individuo llevaba algo brillante ajustado a su brazo izquierdo. Vestía entero de negro y lucía larga melena y barba. Subió un tercer, un cuarto y por último un quinto andamio. Ahora corría por un piso metálico cubierto por plásticos y lonas. Un paso en falso y caería al vacío. 
 
- ¡Detente Krycek! ¡No tienes salida! 
 
Ya identificado, se rehusó a obedecer, pero antes atinó a mirar de reojo a Mulder con sonrisa burlesca. Mulder corrió tras él en el piso metálico, intentando apuntarle con su arma, sin éxito. Alcanzó a notar que mientras corría hacia el final del pasillo, Krycek parecía ajustarse de manera especial el objeto adosado a su brazo. Acto seguido, se lanzó al vacío. 
 
-¿Pero qué…? 
 
Mulder avanzó hasta el final del corredor, extenuado. Krycek no estaba por ninguna parte. De algún modo sobrevivió a una caída de cinco pisos y ahora había desaparecido. 
 
A unas cuadras de allí, la ambulancia se llevaba el cuerpo sin vida de Guirland y una patrulla ya se había hecho presente en el lugar. Mulder llegó a los pocos minutos. 
 
- Le destrozaron la tráquea, Mulder. Se la apretaron con algún tipo de herramienta, aunque a juzgar por las marcas de su cuello, parece haber sido hecho sólo con la fuerza de una mano. ¿Cómo es posible? 
- Fue Krycek. Lo seguí por unas cuantas calles hasta que lo perdí. Llevaba puesto el brazalete.  
- ¿Estás seguro? 
- Eso creo. Y es lo único que explica la forma en cómo murió Guirland. Él dijo que otorgaba a su portador cualidades sobrehumanas. De hecho, parece haberse esfumado en el aire mientras lo seguía. Como si hubiese usado el brazalete para saltar a otra realidad. ¿Encontraste algo más? 
- Lo que sea que haya tenido en su automóvil, desapareció. Krycek se llevó los datos de la isla consigo. Lo lamento. 
- No... está bien. De hecho, podría ser un indicio. 
- ¿De qué hablas? 
- Krycek no ha terminado su trabajo. Aún está en busca de algo en esa isla. Si es así, podemos adelantárnosle y llegar antes que él. 
 
 
AEROPUERTO ARTURO MERINO BENITEZ 
SANTIAGO, CHILE 
5:20 PM 
 
- Bien, Mulder, ¿por dónde comenzamos? –preguntó Scully, mientras pasaban por Aduana. 
- Supongo que por registrarnos en un hotel diciendo que somos recién casados. Tal vez hagan descuentos a parejas por visitar la Cordillera de los Andes. ¿Nunca quisiste conocerla? 
 
Ella se quedó mirándolo con su típica expresión de ironía mezclada con sorpresa. 
 
- No se, Mulder. Tal vez quede demasiado mareada después que me hagas navegar por medio océano Pacífico –replicó ella. 
 
Luego de instalarse, partieron a reunirse con un ufólogo conocido de Valdés. Santiago era una ciudad movediza, agitada y cosmopolita, sin mucho espacio a la discreción. Debió haber sido un duro reto para Lucas pasar inadvertido llevando consigo un artefacto extraterrestre y no despertar sospechas hasta su arribo a Estados Unidos. Los agentes tomaron el Metro de Santiago, en principio suspicaces de pasar desapercibidos como agentes del FBI en una ciudad sudamericana. Pronto se darían cuenta que viajar en Metro era la forma óptima de viajar anónimamente: los pasajeros eran absolutamente indiferentes y pasaban la mayoría del tiempo mirando a las puertas de los vagones, como si fueran espejos. Salvo por una joven de pelo rizado, que dedicó varias miradas coquetas a Mulder. Éste le correspondió por breves segundos. Se bajaron en Estación Los Héroes. 
 
- ¿Dónde estaría esperándonos tu contacto, Mulder? 
- En un Paseo frente a esta estación. Aquél que ves allá. 
 
Cruzaron la extensa Avenida principal, hasta el Paseo Los Héroes que exhibía las primeras flores veraniegas. En un banco junto a un árbol los esperaba su contacto, quien se paró a saludarlos, esforzándose por pronunciar bien el inglés. 
 
- ¿Agente Mulder, agente Scully? 
- Sí. 
- Soy Rubén Riffo, investigador y amigo de Lucas y Franco. Lamento enormemente lo ocurrido y haré todo lo posible por resolver este caso. Siento que en cualquier momento la policía me llevará detenido. 
- ¿Por qué? 
- Por sospecha de homicidio. No creyeron una sola palabra a Lucas respecto a la desaparición de Franco, y se negaron a corroborarla basándose en que oficialmente no existe la isla adonde fueron. Estaban a punto de interrogarlo cuando viajó a Estados Unidos, y ahora que ha fallecido, pretenderán hallar un culpable entre su círculo de colegas. Lucas vivía sólo aquí en Santiago. 
- Creemos tener pistas de lo que ocurrió en esa isla. ¿Cree que pueda llevarnos? 
- Sí, partiremos enseguida a Valparaíso. En el puerto nos espera un yate pequeño que podrá llevarnos en poco más de cincuenta horas.  
- Supongo que conoce la ubicación exacta –consultó Scully. 
- Como ya debe saber, según las cartas de la Armada chilena la isla Podestá no existe. Sin embargo, yo y varios colegas verificamos muchas fuentes que señalan la ubicación de la isla en las coordenadas 32º15’ S y 89º 08’ O. Son las mismas que utilizaron Lucas y Franco para su viaje. 
- Perfecto. 
 
Emprendieron el viaje a la ciudad vecina de Valparaíso. En más de una ocasión a Mulder le pareció que eran seguidos de cerca, pero el ufólogo se adelantó a tranquilizarlo: era temporada de vacaciones, y la mayoría de santiaguinos abandonaba la ciudad. Un helicóptero de Carabineros sobrevoló justo por encima de ellos antes de perderse en el horizonte atiborrado de nubes. 
 
 
AGUAS DEL OCÉANO PACIFICO 
72 HORAS DESPUÉS 
 
- ¿Scully? 
- Sí... creo que me quedé dormida. ¿Ya llegamos? 
- Rubén dice que estamos a un par de horas de alcanzar las coordenadas. ¿Te sientes bien? 
- Eso creo. Me he mareado un poco con el viaje y tengo algo de fiebre, pero lo superaré. ¿Tú te sientes bien? 
- Sí, es sólo que... estaba pensando. 
- ¿En qué? 
- En que me hayas acompañado hasta aquí. Se que desde el principio todo esto te ha parecido una locura. 
- Yo... pienso que toda esta misión nos conducirá a algo, después de todo. No lo que tú esperas encontrar, probablemente. Pero tengo tanta certeza como tú de que hallaremos la evidencia necesaria para aclarar estas muertes. Tranquilízate, Mulder. Mi disposición a seguirte siempre se ha mantenido en pie.  
 
Mulder sonrío. Puso su palma en la frente de Scully para medir su temperatura. 
 
- Estoy bien, se me pasará –replicó ella. 
- Sabes... sentí curiosidad por algo que comentó Guirland esa noche en el bar. 
- ¿Qué cosa? 
- Que lo que descubrió Lucas nos abriría las puertas a uno de los misterios más famosos de la Humanidad. Me pregunto si se refería al tipo de misterios que me viene a la mente. 
- ¿Cómo qué, la Atlántida? ¿En medio del Pacífico? 
- Quien sabe. 
 
Un golpe sacudió el yate de un lado a otro. Scully cayó de la cama y Mulder apenas logró contener el equilibrio. 
 
- ¡Agentes! –Gritó Riffo-. ¡Agentes, por favor vengan! 
 
Mulder y Scully se reincorporaron y salieron prestamente del camarote, pero debieron agacharse en el acto. Una lancha pequeña les seguía y alguien allí disparó a mansalva. Se desplazaron gateando hasta la cabina de mando. 
 
- ¡Rubén!, ¿se encuentra usted bien? 
- ¡Me han dado en el brazo! ¡No puedo continuar timoneando, tenemos que deshacernos de ellos! 
- Cálmese, no creo que vuelva a atinarnos con este oleaje. Scully, ve si puedes curarle la herida. Voy a tomar el timón. 
- De acuerdo. 
 
Mulder tomó el mando y enfiló un giro brusco a estribor. La lancha pequeña se quedó atrás por unos instantes, pero luego reanudó la persecución. En su interior iban dos hombres vestidos de negro, de rostros irreconocibles. Las olas se sacudían violentamente contra ambas embarcaciones, conspirando contra su dominio. Se estaban aventurando a aguas cada vez más violentas.  
 
Dos disparos impactaron en el cristal de la cabina. 
 
- ¡Scully! ¡Llévatelo de aquí! 
 
Scully tomó del brazo a Rubén y lo arrastró por la cubierta, indicándole que gatearan hasta un pequeño camarote de servicio donde había un botiquín de emergencias. El bamboleo hacía que una gran cantidad de agua se colara en cada oleaje. Controlar el timón se volvió una tarea titánica y parecía que se rompería en cualquier momento. Mulder hizo un nuevo giro a babor con intención de sacar distancia de su perseguidor. 
 
Un nuevo disparo impactó en el techo de la cabina, causándole un agujero.  
 
- ¡Scully, afírmense bien! 
 
Sin saber si su compañera o Rubén les oían, Mulder dio media vuelta con rapidez hasta quedar completamente de frente a la lancha. Cuando la tuvo en la mira, aceleró por completo los motores y se lanzó en una frenética arremetida contra sus perseguidores, que no tuvieron tiempo de ejecutar una maniobra evasiva. La embarcación timoneada por Mulder, más grande y maciza, impactó de lleno contra la pequeña partiéndola en dos. La explosión hizo caer al suelo al agente.  
 
- ¡Mulder! ¡Mulder! –gritó Scully desde el interior del camarote de servicio. Rubén estaba por caer inconsciente debido a la pérdida de sangre. 
- ¡Scully! ¿Me escuchas? 
- Te escucho, Mulder. ¿Dónde estás? 
- Acercándome a ti.  
 
Mulder y Scully se encontraron en la puerta del camarote y se abrazaron brevemente, mientras el yate seguía moviéndose de lado a lado. A escasos metros, y esparcidos en una pequeña área, los restos de la lancha pequeña terminaban de incendiarse. No había rastro de sus ocupantes, salvo por una chaqueta de cuero que flotaba efímeramente. 
 
- No le caemos bien a alguien aquí, Scully. 
 
 
32º15’ S - 89º 08’ O 
 
El sonido de gaviotas lejanas interrumpió la monotonía de las olas rompiendo contra el yate. El choque de hace unas horas no le causó mayores daños, salvo una pequeña filtración que no les impediría volver de regreso. Habían alcanzado las coordenadas previstas según el receptor GPS, pero la isla no estaba a la vista, como si el océano se la hubiese tragado. Sin embargo, oír a gaviotas en las cercanías sólo podía indicar una cosa: tierra. Un montículo apenas perceptible se erigía sobre el horizonte a unos trescientos metros.  
 
Scully entró a la cabina de mando. Tenía un pequeño corte en su frente y la mancha de un hilo de sangre en su polera. 
 
- Hey, despertaste. ¿Te sientes mejor? 
- Creo que sí, pero aún siento algo de ardor. ¿Dónde estamos? 
- A juzgar por una estructura que alcanzo a ver al fondo, diría que estamos llegando. Las coordenadas estaban ligeramente erradas. ¿Cómo está Rubén? 
- Un poco contuso, pero fuera de peligro. Logré detenerle la pérdida de sangre. 
- Bien.  
- ¿Cómo estás tú? No has descansado ni un minuto -Scully le pasó su mano por la frente-. Tienes fiebre. 
- No te preocupes. -Tomó la mano de Scully de su frente y la retiró con delicadeza. 
- Iré a traerte un poco de agua. 
 
Arribaron. La isla resultó ser diminuta. Un manchón insignificante en el mapa, que incluso era posible desapareciera por momentos durante la marea alta. Apenas se levantaba unos tres metros por encima del nivel del mar, y no obstante su topografía era accidentada. El terreno se veía duro y salpicado por montículos de arena gruesa. Mulder saltó fuera del yate para asegurarla con las amarras. Rubén ya estaba repuesto y fue en busca de los equipos para examinar el lugar. Scully descendió y se unió a Mulder. 
 
- Cuida de no resbalarte. ¿Ya viste eso? 
- ¿Qué cosa? 
- Veo unas amarras en esas rocas. 
- Han de ser las que quedaron de la embarcación de Lucas. 
- Eso espero. Ten los ojos abiertos. 
 
Comenzaron a recorrer la isla. Era de aspecto ovalado, de no más de dos kilómetros de circunferencia total. Un extraño tintineo se escuchaba en el ambiente, pero podían ser muchas cosas. Las rocas de la orilla habían sido moldeadas por el agua y al chocar hacían un ruido similar a golpear constantemente un vidrio. Rubén apuntó al suelo: 
 
- Miren. Parecen pisadas. 
 
Unas huellas no definidas se advertían en la arena. Estaban plasmadas en el terreno fangoso y luego solidificadas con el calor diurno. 
 
- Rubén, usted despidió a sus compañeros cuando partieron desde Valparaíso. ¿Recuerda cómo iba vestido Franco? 
- Llevaba una chaqueta de cuero café oscuro... y creo que pantalón negro.  
- De todos modos, no se si quede mucho por ver, Mulder –interrumpió Scully. Recuerda que el cuerpo lleva una semana descomponiéndose. 
- Lo se. Prepárate para encontrarte con algo repugnante. 
- Mira eso, Mulder. 
 
Scully le indicó el suelo. Había múltiples huellas no definidas. 
 
- Parece el rastro de varias personas corriendo a la vez, en esa dirección. Distingo al menos tres pares.  
- Podrían ser de los asesinos que siguieron a los ufólogos.  
- Hay otras huellas aquí, algo más extrañas. 
- Parecen huellas de niño. 
- Esto me desconcierta. Vamos a ver. 
 
Corrieron en la misma dirección que las huellas. Parecían hacerse más profundas y definidas. Un par de gaviotas pasaron por encima de ellos. Luego un objeto opaco a unos veinte metros. Tenía aspecto de bulto magullado, con unas pocas partes que brillaban débilmente con luz blanquecina. Eran los huesos a la vista de Franco Urquiza, mordisqueados por gaviotas. 
 
- ¡Dios mío! –exclamó Scully, llevándose una mano a la boca. 
 
El cuerpo yacía en avanzado estado de descomposición. Aún vestía la chaqueta de cuero, pero su camisa estaba rajada y los pantalones podridos. El rostro era prácticamente irreconocible y se repartían manchones de sangre seca a su alrededor. El hedor nauseabundo apenas dejaba respirar. La postura del cuerpo denotaba una muerte lenta y dolorosa, con los miembros rígidos y en posición de lucha. 
 
- Le dispararon por la espalda –argumentó ella, señalando una rotura circular en una parte de la chaqueta.  
- Comprendo –dijo Mulder, apenas aguantando el olor. ¿Tienes las mascarillas y guantes? 
- Sí. 
- Voy a revisarlo. 
 
Mulder se acercó a inspeccionar. Un poco cubiertos por la arena estaban los lentes de Franco, que el agente depositó en una bolsa de evidencias y posteriormente en su bolsillo. Notó que había un hueco en la arena, como si algo se le hubiese caído al occiso. Tal vez una cámara fotográfica o un pequeño bolso de mano. Los asesinos habían vuelto a robar la evidencia antes de abandonarlo. 
 
- Parece que los homicidas fueron listos –acotó él, frustrado. 
 
Procedió a abrirle un poco la chaqueta. Estaba tiesa como una roca y desteñida por el Sol. Había otras manchas de sangre en la parte interior y un bolsillo que parecía estar herméticamente sellado. Contenía un pequeño bulto. Mulder forcejeó un instante para descubrirlo. 
 
- ¿No puede abrirse? 
- Descuida, sólo un poco más... ¡ya está! 
 
Con delicadeza, Mulder retiró un pequeño objeto del interior del bolsillo. Era una pieza metálica cilíndrica del tamaño de un encendedor, con inscripciones extrañas. La adornaban relieves en ambos extremos. El material parecía aluminio. 
 
- ¿Qué es eso? 
- No se, pero por lo visto sus asesinos olvidaron requisárselo. Posiblemente esto buscaba Krycek y por eso robó los archivos de Guirland, buscando esa información faltante. 
- ¿Para qué necesitaría esa pieza?  
- Lo ignoro. ¿Dónde está Riffo? 
- Estaba con nosotros hace un momento. 
 
Rubén había desaparecido. Se había rezagado sólo por unos instantes. 
 
- ¡Rubén! ¡Rubén!  
 
Sin respuesta. Un susurro sordo. 
 
- Rubén, ¿puede escucharme? –gritó Mulder. 
 
- Mulder, silencio. Oigo algo. 
- ¿Dónde? 
- Por allá. 
- Toma tu arma. 
- Escucha. 
 
El susurro se había vuelto un claro gemido de dolor de procedencia indefinida. Mulder lo escuchaba como a unos cincuenta metros adelante. Scully lo sentía hacia su derecha, como a veinte metros. No se advertía rastro alguno. Sintieron un grito aterrorizado detrás de ellos. Voltearon al instante. 
 
- ¡Scully, cuidado! 
 
El cuerpo de Rubén cayó detrás de ellos desde una altura indeterminada, como si una mano invisible lo hubiese arrojado con fuerza contra los agentes. Golpeó a Scully en el hombro y cayó agonizando al suelo. Tenía la mandíbula destrozada y los brazos dislocados. La sangre le brotaba a borbotones como si le hubieran reventado las vísceras por dentro. Scully se agachó instintivamente a tomar su pulso. 
 
- Falleció. 
- ¿Pero qué demonios...? 
 
Krycek dio una patada a Mulder por detrás, tumbándolo contra el suelo. Luego corrió hacia Scully y la tomó del cuello, sin darle tiempo a tomar su arma. Llevaba puesto el brazalete. 
 
- ¡Suéltala! ¡Suéltala infeliz! –Mulder le apuntó con su arma desde el piso. 
- Baja el arma, Mulder, o la estrangulo –respondió Krycek con una impresionante calma. 
- ¡Suéltala te digo! 
- Mulder...  
 
Le mostró su brazo con el brazalete, acercándolo al cuello de su compañera. Ella lo miraba sin poder articular palabra. Mulder tiró el arma al suelo, preso de la impotencia. Krycek se alejó unos metros de él. 
 
- ¿Qué demonios quieres, desgraciado? ¡Si le haces daño a Scully te mato! 
- Veo que la estimas mucho. Hacen una buena pareja. 
- ¿No te basta con toda la gente que ya has matado, idiota? ¡¿Qué demonios quieres?! 
- Un trato justo. Dame la llave y yo te devuelvo a Scully. 
- ¿La llave? ¿Qué llave? 
- La que tomaste del esqueleto de ese inútil. 
 
Mulder se llevó su mano al bolsillo. Tomó el objeto y lo contempló brevemente. 
 
- ¿Esto? 
- Así es. Es mi puerta de entrada a la verdad que tú nunca podrás conocer. Y tu compañera tampoco. 
 
Krycek acarició la mejilla derecha de Scully con el brazalete. 
 
- ¡Basta! Ahí lo tienes. 
 
Mulder le arrojó el artefacto, dispuesto a tomar su arma en cuanto tuviera la oportunidad. 
 
- ¡Vaya, no opusiste ninguna resistencia! Veo que ya conoces el poder de esto. Me lo dieron unos amigos. Tus hombrecitos grises. 
- Sólo se que eres un asesino, Krycek. ¡Suelta a Scully ahora! 
- Un placer hacer negocios contigo. Lástima que tendrán que pasarse la eternidad atrapados en esta isla. ¿Ya viste lo que le hice a tu transporte? 
 
Mulder volteó brevemente hacia un costado, en dirección a su yate. Se estaba incendiando. 
 
- ¡Hijo de...! 
 
Krycek le arrojó a Scully, que apenas tuvo tiempo de abrazar a Mulder antes de perder el equilibrio. Ambos cayeron al suelo mientras Krycek retrocedía ágilmente algunos pasos. Luego tocó el brazalete con su mano derecha, manipulando algo en su superficie. Se desvaneció en el aire antes de que Mulder lograra apuntarle con su arma. Se volvió a Scully: 
 
- ¿Estás bien? 
 
Scully abrazó a Mulder con fuerza. Sangraba un poco de la nariz. 
 
- Sí... sí... ¿qué demonios sucede, Mulder? ¿Qué llevaba Krycek? 
- El brazalete que robó a Lucas. Le da fuerza sobrehumana. Lo usó para matar a Rubén y ahora acaba de usarlo para desaparecer de nosotros. Incendió nuestro yate.  
- ¿Pero cómo...? 
- Es extraterrestre. 
 
Un silencio. Pisadas rápidas a lo lejos. 
 
- ¡Mulder, mira! 
 
Krycek corría en dirección opuesta a los agentes, alejándose rápidamente. Se había teletransportado a sólo unos metros de ellos. Fueron tras él. 
 
- ¡Cuidado con las rocas, Scully! ¡Sólo tenemos una oportunidad de atraparlo! 
- ¡Mulder, mira! 
 
Scully le señalaba el terreno delante de ellos. A medida que se acercaban a su objetivo la arena y las rocas del suelo parecían verse ligeramente borrosas, como si fueran parte de un espejismo. El aire también parecía estarse enrareciendo y no dificultaba la persecución, pero progresivamente la hacía más incómoda. Krycek trastabilló un poco, pero seguía su rumbo. Mulder tropezó con algo y cayó al suelo. 
 
- ¡Mulder!  
- Estoy bien, estoy bien, sólo me topé con algo... 
- ¡Oh, por Dios!  
 
El agente había tropezado con un hueso en el suelo. Había otro al lado y otros un poco más allá, medio cubiertos por la arena. Había un segundo cuerpo, prácticamente reducido a un esqueleto. Pero no uno cualquiera. 
 
- Scully, esto... son los restos de un... 
- ¡Volveremos luego! ¡No tenemos tiempo! 
 
Mulder sintió una sensación de impotencia. Sabía que tenía ante sí la presencia misma de la verdad, pero no podía detenerse. No ahora. Supo mantener la mente fría y siguió adelante, mientras el aire se hacía más espeso y la tierra más borrosa. El trayecto se hacía inexplicablemente más difícil de atravesar. Vio a Krycek a lo lejos que disminuía su velocidad, como si estuviera llegando a algún punto específico. Aprovechó la instancia y le apunto con su arma. Le dio de lleno en la pantorrilla derecha. 
 
- ¡Mierda! ¡Hijo de puta! –exclamó Krycek, dándose media vuelta. Mulder venía tras él. 
 
Krycek avanzó como pudo a su objetivo. Desde donde estaba, el aire era suficientemente espeso como para impedir el paso, ahora bajo una suerte de magnetismo que repelía el acceso. Se llevó su mano al bolsillo y extrajo la llave que le dio Mulder. La tomó con cuidado y la insertó en una ranura del brazalete, diseñada específicamente para ese fin. El objeto se iluminó con luz rojiza y emitió un zumbido bajo, como de abeja. 
 
Sin embargo Mulder estaba prácticamente encima. Scully se quedó rezagada unos metros pero también le perseguía con arma en mano. Con sus últimas fuerzas Krycek avanzó unos metros más, usando el brazalete para acceder a la zona custodiada por el campo de fuerza magnético. Mulder se abalanzó sobre Krycek en el preciso instante que traspasaba la barrera. 
 
Scully vio que Mulder y Krycek desaparecían frente a sus ojos. Intentó traspasar el umbral sin éxito. Una fuerza inexpugnable detenía todo avance en medio de un aire gris oscuro. Ni el yate, ni las gaviotas ni el resto de la isla eran ahora visibles. 
 
. ¡Suéltame, suéltame! 
 
Mulder y Krycek cayeron al suelo, pero antes que éste lograra reponerse, el agente lo aturdió de un certero puñetazo en el rostro. Se tumbó en el suelo por unos segundos, rendido del esfuerzo. Llamó a Scully desde donde estaba, pero no recibió respuesta. Sintió que la atmósfera enrarecida de recién había desaparecido. El aire pasó a ser ahora de escaso oxígeno, como si se encontrara en la cima de una montaña. Había que esforzarse por respirar.  
 
Aprovechó de quitarle el brazalete a Krycek, con algo de forcejeo. La pieza emitía un leve resplandor y era tibia al tacto. Procuró tocarla sólo con los bordes, en vista que ignoraba cómo se desencadenaban sus poderes. Una vez lo tomó, no pudo evitar percatarse que todo el entorno había cambiado. 
 
Mulder estaba mirando la otra mitad de la isla, dentro del campo de fuerza a la que el brazalete les permitió entrar. Desde afuera la barrera y el interior eran invisibles, pero en su interior se hallaba un mundo etéreo: un río de aguas brillantes, un panteón, objetos octaédricos colgando de vegetación desconocida, estructuras enormes erigiéndose en terreno sólido, como si fueran gigantescos centros de operaciones. Junto a ellos, una docena de aeronaves estaba dispuesta en formación. Eran naves espaciales. 
 
- Es increíble. Es... un oasis. 
 
Mulder se levantó. Caminó unos pasos hacia delante y luego volteó. No veía a Scully. El resto de la isla no era visible al interior del campo de fuerza, excepto parte del cielo, como si estuviese cubierto por una gigantesca claraboya. El lugar se mostraba aparentemente desierto, pero los signos de sus habitantes estaban repartidos por todos lados. Los objetos octaédricos tenían inscripciones en la misma lengua ininteligible del objeto recuperado del bolsillo de Franco. 
 
Caminó hasta la delgada vía por donde transitaba el río. El agua era de tonalidad celeste brillante, aunque viéndolo de cerca no pudo precisar qué líquido era realmente. Por su superficie flotaba algo parecido a cristales de cuarzo muy frágiles, que parecían tener otro cristal adentro de un material rojizo, tal vez hierro. Con dificultad tomó uno de ellos. 
 
El silencio reinaba. No se oía el mar ni el viento exterior. Scully lo debía estar llamando desde afuera, pero Mulder recién dimensionaba su entorno. No terminaba de comprender cómo llegó allí, pero sabía tenía que ver con el brazalete de Krycek. Al menos éste seguía inconsciente. 
 
Vio que unos monitores estaban dispuestos en las paredes de las estructuras. Uno de ellos mostraba imágenes sucediéndose continuamente, de diversos lugares de la Tierra. Las pirámides de Gizeh, Stonehenge, Tunguska, Chernobyl, los Cayos de Florida.  
 
Otro monitor mostraba una secuencia de datos escritos en lenguaje indescifrable, salvo por una matriz que se desplazaba lentamente de abajo hacia arriba. Eran nombres. Cada uno con datos personales como edad, sexo, ubicación geográfica y grupo sanguíneo. También había una fecha específica asociada a cada persona. Mulder instintivamente quiso buscar nombres familiares a él, pero no entendía como operaba el monitor. No era un computador ni había modo de buscar los datos, hasta que advirtió que el monitor tenía una tecnología de reconocimiento táctil. Con dificultad logró desplazarse entre los datos de nombres: 
 
“Mulder, Samantha A. 8F 01973X011NK27AA CHP-MST“  
 
Mulder mantuvo la calma. Mientras la secuencia continuaba se encendieron unas luces verdes en el suelo. Del panteón se encendió una luz anaranjada y una nave se comenzó a elevar desde su interior. Alcanzó una altura considerable para luego salir disparada por los aires, a través de la claraboya magnética con vista al cielo.  
 
Mulder sintió una presencia tras él. Volteó. Una entidad de baja estatura lo observaba y alrededor de una treintena se aproximaba a rodearlo.  
 
Una luz fluorescente comenzó a inundar el lugar y un sonido como de olas furiosas ahora se oía rompiendo contra el campo de fuerza. Pero no eran olas. Un terremoto. Una erupción. Una licuefacción. Sea lo que fuese, la única defensa que Mulder disponía era el brazalete, que apenas atinó a levantar para enseñárselo a la criatura. Una luz cegadora le hizo soltar el artefacto. El sonido de un millón de cristales rompiéndose a la vez le hizo tronar los oídos y auguraba estrellarse uno a uno contra su cabeza. 
 
La tormenta estaba desatada en el exterior. Como aquella noche hace una semana en que la sangre se confundió con el agua. Los cumulonimbus, prácticamente encima, desataban toda su furia de rayos y truenos que bloqueaban hasta a los más perseverantes rayos de Sol. La marea alta comenzó a inundar la isla Podestá. 
 
- ¡Mulder! ¡Mulder! 
 
El agua empezó a brotar de las entrañas de la isla. Los agujeros de las huellas comenzaron a llenarse de líquido. Los cuerpos inertes de Franco y Rubén se desvanecían en medio del temporal.  
 
- ¡Mulder, despierta! 
- ¿Scully? 
- ¡Tenemos que irnos de aquí! ¡Toda la isla se hunde! 
 
Mulder no lograba componerse, había despertado lejos de donde estaba. Scully no perdió tiempo y levantó a su compañero, situándole delicadamente el brazo alrededor de su cuello. Comenzaron a moverse sin rumbo sobre un terreno cada vez más fangoso e inestable. Un sonido lejano de cristales rompiéndose interrumpió brevemente el tronar de las gotas. 
 
- ¡Scully! Estamos... estamos atrapados, Krycek incendió nuestro yate, ¿hacia dónde vamos? 
- ¡Vi otra embarcación en una orilla! ¡En aquella dirección! -señaló con dificultad. 
 
Otro temblor de tierra, esta vez más fuerte. El suelo se estaba resquebrajando.  
 
- ¡Scully, lo he visto!  
-¿Qué? 
¡Están allí! ¡Es toda una ciudad y ellos están por todos lados! Vi el nombre de Samantha... 
- ¡Mulder, no hay tiempo! ¡Afírmate con fuerza! 
 
Llegaron a una pequeña embarcación en la orilla. Se movía a vaivenes y tenía las llaves en el contacto. Scully ayudó a su compañero a subir las escaleras. Él estaba entumecido y le ardían los ojos. Un sonido subterráneo auguraba que la isla estaba a punto de sumergirse por completo. La fuerza del derrumbe causaba que olas gigantescas se precipitaran contra el lugar. Los huesos de la criatura desconocida que ambos vieron mientras perseguían a Krycek, pasaron junto a los agentes en un torrente rumbo al océano. Mulder alcanzó a advertirlo, sin fuerzas para ir por ellos. Recién en ese momento se dio cuenta que ya no tenía el brazalete consigo. Scully subió las escaleras y se disponía a encender la lancha. 
 
Un nuevo sonido de cristales rotos y un alarido de auxilio a la distancia. Una silueta se acercaba a ellos, rengueando. 
 
- ¿Qué es eso? -gritó Scully. 
- Es Krycek -respondió Mulder. 
 
La silueta se hizo definida entre la lluvia. Krycek sangraba aún de su tobillo. 
 
- ¡No me dejen aquí! -gritó. 
 
Mulder se levantó de su sitio y saltó de la lancha tras Krycek. Scully no lograba hacer arrancar la embarcación. El agua se colaba incansablemente sobre la cubierta. 
 
- ¡Mulder! ¡Apresúrate! 
 
Krycek resbaló y cayó al suelo. Estaba siendo arrastrado por el agua hacia el océano. En el último minuto Mulder le agarró de un brazo y lo llevó hacia la lancha. Krycek respiraba ruidosamente mientras el horizonte adquiría una tonalidad enteramente azul.  
 
- ¡Ni me lo agradezcas, gusano! ¡Sólo quiero que te enjuicien y mueras en una celda, como la rata que eres! 
 
Mulder llegó a la lancha prácticamente nadando, arrastrando a Krycek. Scully los subió con toda su fuerza al interior, mientras por al lado pasaba una de las tablas chamuscadas del yate donde habían arribado. Lograron encender el motor y abandonar el lugar con la tormenta aún encima. Cinco minutos más tarde la isla Podestá desaparecía completamente del océano. 
 
 
OFICINAS CENTRALES DEL F.B.I. 
WASHINGTON D.C. 
1 SEMANA DESPUÉS 
 
El ascensor descendió por fin en el sótano. Scully caminó hasta la oficina y advirtió que junto a la puerta aún estaba una de las maletas del viaje, con la etiqueta “SCL” adjunta al mango. Mulder estaba sentado con los pies sobre el escritorio, mientras manipulaba y miraba fijamente unos lentes. 
 
- ¿Cómo te encuentras?  
- De maravilla. ¿Y tú? 
- Bueno... a diferencia tuya, ya desempaqué mis cosas -exclamó ella mientras daba una mirada de reojo a la maleta. 
- ¿Cómo te fue con la Marina chilena? 
- Esta mañana me enviaron su informe. Gracias a las gestiones del FBI accedieron a corroborar nuestros datos sobre la existencia de la isla Podestá, pero sin éxito. Enviaron una fragata a las coordenadas pero no encontraron absolutamente nada. Una docena de buzos se sumergió a las profundidades y no hallaron ningún rastro de una isla sumergida. Sin embargo encontraron el cuerpo de Rubén Riffo y la chaqueta de Franco Urquiza.  
 
- ¿Y el tipo que nos disparó cuando llegábamos a la isla? 
- No hallaron nada. Sólo unas pocas tablas y restos de aparatos electrónicos que posiblemente sean de nuestra embarcación incendiada. Ya tienen la confesión de Krycek y le levantaron cargos por homicidio en primer grado. Está encerrado en el... “Recinto Penitenciario Colina 2”. Una oficina gubernamental está pidiendo su repatriación. 
- No me extrañaría que eso sea obra del Fumador. 
 
Scully guardó silencio, al notar la frustración de su compañero.  
 
- ¿Qué tienes allí?  
- Son los lentes que tomé del cadáver de Franco. Me estaba preguntando... qué habrá visto a través de ellos aquel día. 
- Mulder, lo lamento. Se que nada de esto te consuela, pero... 
- ¿De qué hablas? 
- De toda esta búsqueda. Nuestra historia es improbable de ser verificada, fallecieron personas, estamos con las manos vacías y... lo que sea que hayas visto en ese lugar, ahora yace hundido. No desmentiré lo que dices que viste, pero no se qué más podemos hacer. Al menos lograste frustrar los planes que haya tenido Krycek con esa arma. Ese “brazalete” también desapareció. 
- Sí... lo se. 
- Voy a entregarle este informe a Skinner y luego vamos a almorzar, ¿te parece? 
- De acuerdo. Este viaje al extremo austral me dejó un extraño apetito por comer cosas de mar. Dicen que son afrodisíacas -acotó él. 
 
Scully le respondió la sonrisa. Luego partió donde Skinner. 
 
Mulder tomó su bolso de mano que aún tenía bajo el escritorio. Todos esos días sin desempacar, intentando olvidar los malos ratos, y no había reparado en darle un vistazo a ninguno de los souvenir que alcanzó a traer: una postal de la Cordillera de los Andes y la miniatura de un ser mitológico llamado Trauco. Procedió a abrir el bolsillo delantero del bolso. Aún tenía una bolsita plástica rotulada “Evidencia” y un pequeño objeto dentro. Con delicadeza tomó la pieza y la posó sobre el escritorio. El diminuto cristal de cuarzo resplandecía débilmente, mientras su pequeño cristal rojizo interior parecía rotar sincrónicamente, o tal vez todo era efecto de su imaginación.  
 
Se quedó mirándolo por unos minutos más, convencido de que Scully diría que aquello no era más que otro souvenir chileno. Lo arrastró muy despacio con su palma dentro de un cajón de su escritorio. Tomó su chaqueta y partió rumbo al almuerzo afrodisíaco. 
 
* * *

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