Nombre del Fanfic: Abandonarte... jamás!!!

Capitulo: II

Autor: Very

Dedicado a: A todas las personas que aman X Files como lo amo yo desde hace 16 años, pero muy especialmente a mi reina, mi Lou que en este momento esta enferma. Te quiero amiga y te extraño horrores, recuperate pronto!!

Clasificacion: Sleeping Bags

Romance

Angst / Drama

Fanfic: Oficina de fox Mulder 
Lunes 8.45 a. m. 
 
 
Mulder estaba sentado ante su escritorio del sótano como cada lunes desde hacía siete años, sólo que aquella mañana no se parecía a ninguna otra, había pasado los dos últimos días casi sin dormir, pensando si había hecho lo correcto, se sentía tan miserable que los motivos que en un principio lo habían impulsado a actuar así, ahora le parecían estúpidos, hasta cómicos, tal vez Scully seguía a su lado porque quería, le había dicho que lo amaba, ¿no? ¿Y quién era él para decidir por ella lo que ella necesitaba? Era el hombre que más la amaría en el mundo, ese era, por eso había hecho lo que hizo, porque sabía que ella no era capaz de ver que él no podía ofrecerle más que dolor y tristeza, y ella se merecía más, mucho más de lo que él podía darle. 
Estuvo a punto de tomar el teléfono un millón de veces durante todo el fin de semana, pero no lo hizo, porque sabía que era un error, que si escuchaba el dolor y la decepción en su voz, correría a buscarla y como un estúpido le confesaría toda la verdad, le rogaría que lo perdonara, le juraría que jamás la abandonaría, que nunca volvería a lastimarla, pero eso no era lo peor, lo peor era que ella lo perdonaría, como lo hacía siempre, por eso no la había llamado. 
Scully entraría por esa puerta de un momento a otro y mientras él leía él desprecio en su mirada, le diría que se iba, que no podía seguir trabajando con él, que no podía permanecer en la misma habitación, ni siquiera en la misma ciudad, con un tipo tan vil y miserable, y sabía, siempre había sabido que perder su respeto, su lealtad, simplemente perderla a ella, y encima por sus propios actos, era lo peor que podría pasarle, pero si dentro de uno o quizás dos años él se enteraba de que ella era feliz, sabría que su engaño había valido la pena, porque el bienestar de ella merecía todo el dolor que él tuviera que sufrir para conseguirlo. 
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, que por primera vez en siete años, no escuchó los pasos que se acercaban por el pasillo hacia su oficina. 
La puerta se abrió de golpe y Mulder se sobresaltó pegando un brinco en su asiento. 
 
- ¡Buenos días, Mulder! - Le dijo mientras dejaba su abrigo en el perchero como cada mañana. 
 
- ¡Buenos días, Scully! ¿Has dormido bien? – No se atrevía a mirarla, temía encontrarse con su mirada, aún no estaba preparado para ver cuánto lo despreciaba. 
 
- De maravilla. ¿Y tú? 
 
- Más o menos, ya sabes, mi insomnio – seguía sin mirarla. ¿Cuándo le anunciaría ella su partida? 
 
- Si, ya veo, luces cansado. ¿Algún caso interesante? 
 
Él levantó la cabeza y por fin se enfrentó con sus ojos, lo que vio en ellos lo sorprendió, no era lo que había esperado, eran distintos, sí, ya no lo miraban con calidez, pero no estaban cargados de desprecio, no había dolor ni resentimiento en sus ojos, tenía una mirada distante, vacía, desprovista de toda emoción, como si ya no pudiera sentir nada, como si ya nada le importara. A Mulder se le encogió el corazón, eso no era lo que él había buscado, él quería que ella lo odiara tanto que no soportara verlo, pero aquello… ¡¡Dios!! ¿Qué había hecho? 
 
- ¡¡Mulder!! – La voz de Scully lo trajo de vuelta a la realidad. 
 
- Lo siento. ¿Qué decías? – Ella lo miraba interrogante, pero con una indiferencia helada que le traspasó el alma. 
 
- Nada importante. ¿En qué pensabas? Parecía que estabas a kilómetros de aquí. 
 
- En nada… - dudó un instante – En realidad, Scully, estaba pensando en lo que pasó entre nosotros la otra noche, yo… 
 
- Mulder… – lo interrumpió ella. 
 
- Escucha, Scully, imagino que después de esto tal vez te sea difícil, yo no… yo… tú…- estaba balbuceando, pero no podía pensar con claridad teniéndola tan cerca, su perfume invadía sus fosas nasales. 
 
- ¿Qué es lo que intentas decirme, Mulder? 
 
- Lo que trato de decir es que tal vez hayas pensado marcharte, pedir un cambio de sección o un traslado. 
 
- ¿Tú quieres que lo haga? 
 
- ¡¡NO!! - Su tono fue más elevado de lo que pretendía, pero no podía permitir que ella adivinara sus intenciones, porque entonces se empeñaría en quedarse. – Sólo quiero que sepas que si decides hacerlo lo entenderé. 
 
- ¿Y por qué iba a hacer algo así? 
 
-No sé, yo creí que tal vez te sentirías incómoda trabajando conmigo, que quizás ya no querrías verme. 
 
- Mulder, si lo que te preocupa es que te monte alguna escena, o que piense que entre nosotros hay algo que no es, te dije la otra mañana que todo estaba más que claro, que sé que lo que hubo entre nosotros no fue nada más que sexo. Creí que habías dicho que te gustaría repetirlo, pero si quieres podemos olvidarlo y ya. 
 
¿De qué demonios hablaba Scully? ¿Cómo se suponía que él iba a olvidar la noche más feliz de su vida? ¡Cielos! La situación se estaba volviendo en su contra. ¡Ahora era él el que se sentía herido! 
 
- Sólo me preocupa que nuestra relación laboral se vea afectada, Scully, eso es todo. 
 
- Pues no deberías preocuparte, no creo que eso suceda, siempre hemos sido capaces de hacer como si nada hubiera pasado - eso le dolió a él, pero no lo demostró. 
 
- Sí, supongo que tienes razón, pero recuérdalo, Scully, si decidieras marcharte, de veras que lo comprenderé. 
 
- Lo tendré en cuenta, Mulder. Ahora ¿podrías ir por un poco de café? Me he dormido y no he podido desayunar. 
 
- Si, desde luego, regreso enseguida – tomó su chaqueta y salió de la oficina. 
 
En cuanto los pasos de Mulder se perdieron en el pasillo, Scully se desplomó en la silla más cercana y soltó el aire que, sin darse cuenta, había estado reteniendo. 
Su máscara de frialdad de deshizo en cuestión de segundos, aquella representación había sido lo más difícil que hizo en su vida, no podía creer las cosas que dijo, ni siquiera sabía de donde sacó el valor para decirlas. Pero gracias al cielo había podido decirlo todo sin echarse a llorar como una niña, tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no arrojarse a sus brazos, había sido una conversación dolorosa. Mientras le decía todas esas mentiras no podía evitar recordar cómo era sentir sus manos por todo su cuerpo, la pasión con que la había besado, el ansia con que la había devorado, el deseo que reflejaron sus ojos verdes. Sintió un nudo en la garganta y los ojos se le humedecieron, hizo a un lado los recuerdos y parpadeó para alejar las lágrimas, no podía permitirse llorar, no en la oficina, Mulder volvería en cualquier momento y si la veía en ese estado, se daría cuenta de que le había mentido y empezaría a insistir de nuevo con lo del traslado. 
De pronto, algo de todo lo que hablaron hacía unos momentos le llamó la atención ¿Por qué Mulder pensaría que ella quería marcharse? ¿Por qué había insistido tanto en que podía hacerlo? Hasta le pareció ver decepción y frustración en sus ojos cuando le había dicho que no pensaba irse. Había sido muy extraño. ¿Acaso la querría fuera de su vida? Tal vez, pero ¿por qué?  
Definitivamente había algo raro en la actitud de Mulder. Podría ser que él quisiera alejarla para… ¡¡No!! No debía ilusionarse otra vez, ya había malinterpretado todo la otra noche y le había costado caro a su corazón. Eran imaginaciones suyas, él no estaba raro, simplemente era que su deseo de que la amara le jugaba una mala pasada. 
Sí. Eso era. Eso tenía que ser, porque si ella llegaba a saber que él la quería apartar de su lado para protegerla, que el cielo lo ayudara, porque no sabía en el lío que se había metido. 
 
Mulder salió de la oficina completamente aturdido. ¿Qué diablos había pasado allí dentro? Ella no se iba a marchar, a pesar de todo pensaba seguir a su lado. 
¿Qué era lo que había fallado? ¿Acaso era él el que se equivocaba al creer que Scully sentía algo por él? ¿Se había comportado como un bastardo para nada? 
No. La frialdad y la falta de emoción en la mirada de ella le decían que estaba sufriendo y que trataba de aparentar que no era así, él la conocía mejor que nadie, estaba dolida, pero no le dejaría saberlo. 
Sí, Su actuación había funcionado, sólo que no era suficiente, tendría que redoblar sus esfuerzos, y sabía perfectamente cómo hacerlo, haría todo lo que fuera necesario, se comportaría de una forma más ruin todavía, pero tenía que lograr que ella se marchara, que tuviera la vida que siempre había querido.  
Con nuevos planes rondando su cabeza, apresuró sus pasos hacia la cafetería. 
 
Quince minutos después, Mulder regresó a la oficina con los cafés, dejó uno sobre su escritorio y le pasó el otro a Scully sin decir palabra. 
 
- ¡Gracias! – Le dijo ella. En ese momento el teléfono comenzó a sonar, Mulder lo descolgó. 
 
- Mulder, si señor, enseguida subimos. - colgó - Skinner quiere vernos ahora mismo. 
 
- Seguramente tiene algo nuevo para nosotros – dijo ella poniéndose de pie. 
 
- Si, será mejor que subamos pronto, sonaba urgente. 
 
- Está bien, vamos. 
 
Salieron de la oficina, y por la fuerza de la costumbre, Mulder subió su mano para apoyarla en la espalda de Scully como siempre hacía, pero se detuvo a medio camino. Ella lo notó, pero no dijo nada, definitivamente él se estaba comportando muy extraño, y no solamente hoy, venía comportándose raro desde hacía más o menos una semana. Las dudas invadieron a Scully de nuevo. ¿Qué rayos se traía Mulder entre manos ahora? Esperaba que no fuera lo que estaba pensando. 
Salieron del ascensor y se dirigieron a la oficina de Skinner, Kimberley los saludó. 
 
- Buenos días, agentes, los está esperando, pasen por favor. 
 
- ¡Buenos días, Kim! - La saludó Mulder, con un tono seductor. 
 
- ¡Buenos días! - Le dijo Scully a la secretaria, disponiéndose a golpear la puerta de la oficina de su jefe. Ya con la mano en el pomo se giró y miró a su compañero que hablaba en susurros con “Kim” mientras le dedicaba unas sonrisas sensuales, Scully levantó una ceja y carraspeó, Mulder la miró. 
 
- Lo siento - dijo dirigiéndose a la secretaria - El deber me llama, ¡hasta luego Kim!  
 
Scully le dedicó una mirada inescrutable y entró en la oficina de Skinner, él la siguió. 
Su jefe no estaba solo, había una mujer con él, que se presentó como la agente Janice Beck, de la sección de crímenes violentos. Era una mujer muy bella, cabellos sedosos oscuros, alta, de piernas bien formadas. 
 
- Agentes - dijo Skinner - los he llamado porque la agente Beck está investigando unos homicidios, es un caso complicado y requiere la participación de los mejores agentes con los que cuenta el FBI, sé que no tiene nada que ver con los expedientes x, pero como estos días no hay mucho movimiento en su sección, supongo que no les importará echarle una mano a la agente Beck y su equipo - Skinner los miró como dándoles a entender que no era un pedido, si no una orden.  
 
- Espero contar con su ayuda - dijo la agente Beck mirando a Mulder - si tenemos suerte, solo serán un par de días, y los conocimientos en medicina forense de su compañera nos serían de mucha ayuda. 
 
Scully observó a Janice Beck, ni siquiera la había mirado cuando dijo aquello, de hecho, no había despegado sus ojos oscuros de Mulder ni un solo segundo desde que habían entrado ahí. Miró a su compañero, él la observaba como si esperara una respuesta. 
 
- Bueno, por supuesto que podemos ayudar – dijo Scully dirigiéndose a su jefe. 
 
- ¡Excelente! La agente Beck los pondrá al corriente del caso. Que tengan un buen día. 
 
En el trayecto hasta su oficina, la agente los puso un poco al corriente de la situación, era un caso de un asesino en serie, al que al parecer le gustaba jugar con sus víctimas, todas ellas habían tenido la posibilidad de salir de sus trampas con vida, pero ninguno lo había logrado.  
Pasaron el resto de la mañana trabajando, Mulder ayudaba a la agente Beck a elaborar un perfil, mientras Scully revisaba las notas del forense. Después de varias horas de trabajar, todos se sentían cansados. 
 
- Me voy a casa - dijo Scully - estoy agotada, a menos que pueda ayudar en algo más. 
 
- No es necesario, Scully, ve a descansar, yo revisaré un par de cosas más con Janice, y también me iré a casa - le dijo Mulder, sin mirarla.  
Scully apretó los dientes.  
 
- Está bien, hasta mañana - ninguno de los dos le devolvió el saludo. 
 
Una vez que escuchó cerrarse la puerta, Mulder levantó la mirada, sabía que la estaba lastimando, pero no paraba de repetirse que no tenía opción.  
Esa mañana, en cuanto vio a Janice Beck, supo que era su día de suerte, ella era el tipo de mujer que Scully creía que a él le atraía y había visto como lo miraba la morena, no era tonto, se lo comía con la mirada, así que había decidido aprovechar aquello para sus fines. 
 
Scully se dirigía al estacionamiento a grades pasos, estaba tan furiosa que casi corría, ¡maldito Mulder! ¿Qué de pronto se le había dado por coquetear con todas las mujeres que se cruzaban en su camino? Él, que nunca notaba las miradas de apreciación que le dirigían todas las mujeres del FBI, ¿de repente se había convertido en todo un seductor? 
Primero con “Kim”, después con “Janice”, si sólo le había faltado coquetearle a Skinner, ¡¡por Dios!! Pero no le importaba, podía coquetearles a las palomas si quería. 
“Eres una mentirosa, Dana Scully” - se dijo. ¿A quién trataba de engañar? Por supuesto que le importaba, lo amaba demasiado, pero si él quería jugar, jugarían, ella ya no tenía nada que perder. 
 
 
Departamento de Fox Mulder 
Cinco días después 
 
Estaba sentado en el sofá viendo la televisión, mejor dicho, el aparato estaba encendido, pero Mulder no le prestaba atención. Estaba comenzando a dudar de que su idea de hacerle creer a Scully que era un mujeriego fuera acertada, ella no se había mostrado molesta en lo absoluto, tal vez de verdad no le interesaba lo que él hiciera, y también estaba el problema de que no sabía que hacer con Janice Beck. El caso se había resuelto dos días después que Scully y él se incorporaran al equipo, resultó ser un loco que creía que hacía una obra de bien, según él, esas personas no valoraban sus vidas, por eso las ponía a prueba, las encerraba y les colocaba toda clase de aparatos, ellos debían hacer lo que fuera para liberarse de la trampa a tiempo y tener una segunda oportunidad de llevar una vida decente y valorarla como se debe. Era un completo desquiciado, que no tenía otra cosa que hacer que jugar a ser Dios, e iba a pasar muchos años tras las rejas. 
Por eso ya no lo preocupaba ese loco, aunque la agente Beck era otra cosa. No dejaba de llamarlo a la oficina, al móvil, al principio le había servido para darle a su compañera la impresión de que tenía algo con la otra mujer, pero el caso es que a ella no parecía importarle, y la situación se volvía cada vez más incómoda, él era consciente de que había coqueteado con la agente Beck, deliberadamente le hizo pensar que estaba interesado en ella, pero no era así y ahora no sabía como ponerle fin a aquello. 
¡Maldición! ¿Cómo era posible que todo le hubiera salido tan mal? No sólo no había logrado que Scully se marchara, si no que ahora tenía que soportar los avances de una mujer que nunca le interesaría, no después de haber estado con Scully, bueno, antes tampoco, hacía siete años que ninguna otra mujer le interesaba, sólo Scully. 
¿Qué demonios iba a hacer? No había logrado lo que se propuso, de hecho ahora todo le parecía más estúpido que nunca, así que había renunciado a sus planes de hacerla marchar, el problema era que las cosas estaban cambiando demasiado, ella ya no lo trataba como antes, era distante con él, casi fría. ¡Maldita sea! Las cosas habían dado un giro inesperado, en lugar de ser el bastardo que se propuso, más bien parecía la mujer despechada. 
Tenía que recuperar a Scully, pero ¿cómo lo iba a hacer? No podía confesarle la verdad, creería que era un idiota, bueno, en realidad lo era, ni siquiera podía recordar cómo fue que se le ocurrió ese estúpido plan de lastimarla, para alejarla de él, y que fuera feliz, ¡cielos!, sonaba tan cursi, que si no fuera porque se sentía destrozado por dentro se habría reído de si mismo. 
 
 
Departamento de Dana Scully 
Mismo día y hora 
 
Scully no podía dormir, pensaba en Mulder, para variar, cada vez estaba más segura de que le había hecho creer que no sentía nada por ella para alejarla, para hacer que se marchara, no podía ser una coincidencia que justo después de que intentara matarla un loco al que él había metido a la cárcel hacía 10 años, él le hiciera aquello y luego intentara convencerla de que debía marcharse, era la típica estupidez que se le ocurriría sólo a Mulder. Y pensar que era un hombre con una mente brillante, aunque estaba claro que no en lo que a mujeres se refería, el ejemplo de Janice Beck era una prueba de ello, al principio Mulder había coqueteado con ella, seguramente esperando que Scully se sintiera celosa, que le hiciera una escena o lo que fuera, no estaba del todo segura de lo que pretendía él con eso, tal vez quería provocarla para poder recordarle que le había dicho que aunque hubieran tenido sexo su relación laboral no cambiaría, y sí que había logrado ponerla celosa, de hecho, se había puesto hecha una furia, pero no se lo iba a demostrar. Durante los dos días que duró el caso, parecía que Mulder estaba más que interesado en la agente Beck, y también demostró interés las dos primeras veces que ella lo llamó a la oficina, pero ya por la quinta llamada, lo que demostraba se parecía más al terror que a otra cosa. Una sonrisa apareció en sus labios, pero enseguida su expresión se volvió a tornar seria, no debía olvidar que estaba furiosa con Mulder, él no tenía derecho a decidir qué era lo mejor para ella. Lo perdonaría, sí, porque lo amaba más de lo nunca hubiera creído posible, pero primero, le daría una cucharada de su propia medicina. 
 
 
Oficina de Fox Mulder 
A la mañana siguiente 
 
Cuando Scully llegó a la oficina el lugar estaba vacío, Mulder no estaba por ninguna parte. Dejó su abrigo y se puso a ojear unos expedientes que había sobre el escritorio, en eso estaba cuando se abrió la puerta y apareció su compañero. 
 
- ¡Buenos días, Mulder! 
 
- ¡Hola! Siento la tardanza, es que tenía algo que hacer. – había pasado por el despacho de la agente Beck, esperaba haber sido lo bastante claro en que no tenía interés alguno en ella. 
 
- No te preocupes, parece que seguimos sin mucho trabajo.  
 
Todo parecía normal, dos compañeros hablando de trabajo, o de la escasez de él, pero cualquiera que los conociera se habría dado cuenta que la situación era incómoda, porque no se miraban a la cara, ambos parecían muy interesados en sus zapatos. 
Se pusieron a trabajar con el papeleo atrasado, que parecía que aumentaba en lugar de disminuir, lo que se debía a lo poco que a Mulder le gustaba hacerlo. 
Llevaban casi hora y media trabajando, metidos cada uno en lo suyo, cuando Mulder levantó la mirada y le habló. 
 
- Scully… - empezó a decir, pero el timbre del móvil de ella lo interrumpió. 
 
- Scully, si. ¡¡Charly!! ¿Cómo te encuentras? Me da mucho gusto oírte, ha pasado tanto tiempo. ¿Estás en Washington? ¿Esta noche? Si, me daría mucho gusto verte. ¿A qué hora? Claro, ahí estaré, nos vemos, ¡adiós! – esa llamada era justo lo que ella necesitaba. Mulder aparentaba estar concentrado en el trabajo. - Lo siento, Mulder. ¿Qué era lo que querías decirme? 
 
Él se puso de pie y se acercó a ella, su mirada estaba nublada por algo que parecía enojo, y quizás también deseo. Scully, se levantó también de la silla con un expediente en la mano, pasó junto a él para guardar la carpeta en el lugar que le correspondía. 
 
- Estaba pensando que quizás esta noche, podríamos salir a tomar un trago, como aquella noche, ¿recuerdas? - El tono de Mulder era insinuante, suave como una caricia. Scully sintió mariposas en el estómago y respiró hondo sin volverse a mirarlo. 
 
- Lo siento, tal vez en otra ocasión, esta noche no estoy libre, Mulder - seguía dándole la espalda, se estaba tardando más de lo necesario en guardar ese expediente, pero necesitaba tiempo para tranquilizarse. 
 
- ¿Tienes una cita? 
 
- Pues, de hecho sí, voy a salir con alguien 
 
- ¿Cómo se llama, lo conozco? 
 
- Se llama Charly, y no, Mulder, no lo conoces, es un viejo amigo de mi familia - Se dio la vuelta para volver a sentarse, y supo que había cometido un error, Mulder estaba justo detrás de ella, demasiado cerca para su salud mental y la miraba con los ojos verdes completamente oscurecidos por la rabia y el deseo ¿Por qué diablos estaba enojado? ¡Ese hombre no tenía cara! 
 
- ¿Por qué no sales con él otro día? - Cada vez se acercaba más a ella, apoyó sus brazos en el mueble, la tenía atrapada, si quería salir tendría que tocarlo. 
 
- Porque le he dicho que saldría con él hoy. 
 
- Pero yo tenía esperanzas de que pudiéramos hacer algo especial hoy, quizás ir a aquel bar de la otra vez y repetir la experiencia, ¿no te apetece? 
 
- Ya te dije que en otra ocasión, debiste haberme invitado antes, ahora ya estoy comprometida y la verdad es que me hace mucha ilusión ver a Charly.- se apartó de él y pasó bajo su brazo, pero con un movimiento rápido Mulder la tomó de la muñeca y tiró de ella hacia él, la sujetó de la cintura, estrechándola contra su cuerpo. Su respiración se hacía cada vez más agitada. 
 
- ¿Por qué tantos deseos de verlo? ¿Acaso te gusta ese tal Charly? ¿Tuviste algo con él? 
 
- Mulder, qué…  
 
Él la silenció con un beso, no era un beso tierno, era exigente, apasionado, le separó los labios para introducir su lengua, mientras le acariciaba la espalda. El abrazo se volvió más ardiente, él bajó su mano hasta el borde de su falda, y comenzó a subir acariciando su muslo, al darse cuenta del rumbo que tomaba la mano de Mulder, Scully creyó que las piernas dejarían de sostenerla, metió sus dedos en el cabello de él, y cuando aquella mano cálida casi llegaba a su destino, el sonido del teléfono los sobresaltó y los hizo separarse. 
Mulder contestó, y ella agradeció para sus adentros, no estaba segura de poder encontrar su voz. Salió de la oficina y se dirigió al baño, se miró al espejo, tenía los labios hinchados por el beso, y las mejillas sonrojadas. Se echó agua fría en la cara y volvió al despacho. 
Mulder se había puesto la chaqueta y parecía que la estaba esperando. 
 
- Era Skinner quien ha llamado recién, parece que hay algo que quiere que investiguemos. - Sin esperar su respuesta se encaminó hacia la puerta y salió dejándola sorprendida, ¿por qué estaría tan molesto? 
 
 
Departamento de Dana Scully 
10.30 p. m. 
 
Hacía dos horas que Mulder estaba sentado en la oscuridad, como un animal al acecho. Había ido allí para… ya no se acordaba para qué, sólo recordaba haber sentido la necesidad de ir, se había quedado en el coche un rato contemplando la ventana del departamento de Scully, sabía que ella no se encontraba en casa, porque la luz estaba apagada. Había salido con otro, con el tal Charly, los celos lo estaban devorando y también la rabia, contra ella y contra él mismo ¡Qué idiota había sido! En su afán de querer alejarla, la había enviado directo a los brazos de otro, y se daba cuenta de que no podía soportarlo. Seguía siendo un maldito egoísta después de todo, quería que ella fuera feliz con otra persona, que tuviera una vida normal, pero quería que lo hiciera lejos de él para no tener que presenciarlo. 
¿Qué estaba haciendo ahí? Lo que antes le pareció una buena idea, ahora le parecía una estupidez. ¿Y si ella no llegaba a casa sola? ¿Y si él la acompañaba? ¡Dios, si tan sólo no fuera tan impulsivo! 
 
Scully entró en el ascensor de su edificio, la cena había sido muy relajante. Charly era una persona muy divertida, y siempre tenía alguna anécdota que contar, lo que le permitió a ella dejar de pensar en Mulder durante unas cuantas horas, aunque no tenía esperanzas de que fuera para siempre, ni siquiera había llegado a su departamento y él ya se había metido en su cabeza de nuevo. 
Las puertas del ascensor se abrieron en su piso, caminó por el corredor buscando las llaves, abrió la puerta y buscó la llave de la luz en la pared, un sonido en el interior la puso en alerta. 
 
- Es temprano para dar por finalizada una cita, ¿no te perece Scully? - Ella encendió la luz 
 
- ¡Cielos, Mulder!, me has dado un susto de muerte ¿Qué haces aquí? – dijo entrando y cerrando la puerta. 
 
- ¿No ha ido bien tu cita? - Preguntó con tono sarcástico. 
 
- La he pasado muy bien, la cena estuvo deliciosa, la compañía agradable.- mientras hablaba se quitó el abrigo y los zapatos, los dejó en la sala, ya los guardaría luego. Fue hasta la cocina - ¿Quieres beber algo? 
 
- Té helado, si tienes. Así que la cena estuvo deliciosa, ¿y qué tal el postre, o acaso no lo has comido todavía? 
 
- Si he comido postre, Mulder, de hecho creo que hacía mucho tiempo que no probaba un postre tan delicioso - no sabía por qué le seguía el juego, simplemente no podía detenerse.  
 
Se giró con dos latas de té helado en las manos y se topó con el pecho de Mulder, recordó la escena de la oficina esa misma mañana, sólo que esta vez la expresión de los ojos de él era diferente, la ponía nerviosa. 
Él le quito las latas y las puso sobre la encimera. Apoyó los brazos sobre el refrigerador, a los costados de ella. 
 
- Mulder, ¿qué haces? Déjame pasar - puso las manos en su pecho para empujarlo levemente hacia atrás, pero él la tomó de las muñecas y se las levantó por sobre la cabeza, apretándola más entre el refrigerador y su cuerpo. 
 
- ¿Acaso no te gusta? Hoy en la mañana no te quejaste. 
 
- Basta, Mulder, estoy cansada. 
 
- ¡Oh! ¿Es que estás satisfecha? - Mulder había comenzado a acariciarle un costado, subía y bajaba desde el borde de un pecho hasta la abertura de la falda, haciendo que la respiración de Scully se volviera pesada, irregular, inclinó un poco la cabeza y buscó la base de su cuello, lo acarició con la lengua dejando un sendero de fuego a su paso - ¿Acaso Charly, también te hace sentir así? - esas palabras la liberaron del hechizo en el que él la tenia atrapada. 
 
- ¡He dicho que basta Mulder!, por favor suéltame. 
 
- ¿Y qué pasa si no quiero? 
 
- No sé a qué estas jugando, pero yo no quiero participar. 
 
- Esto no es un juego, cariño, te voy a demostrar que nadie te puede hacer sentir como yo - él susurraba en su oído, su aliento hacía que ella se estremeciera.  
 
- ¿Por qué estás haciendo esto, Mulder? 
 
- ¡Porque eres mía! - dijo contra sus labios.  
 
La besó. Era un beso salvaje, que no daba nada y exigía todo, un beso dado para castigar, no para satisfacer, ella se retorció contra él intentando liberarse, aunque estaba empezando a sentirse excitada, no podía negar que la situación le gustara, Mulder la apretó más contra su cuerpo, haciéndole sentir su excitación. 
 
- ¿Ves lo que me haces, Scully?, ¡siéntelo! - Le dijo bajando una de las manos de ella hasta el bulto entre sus piernas. 
 
Al sentir la dureza de la masculinidad de Mulder contra su mano, ella se excitó más aún. Él volvió a apoderarse de su boca con la misma pasión y exigencia, ella le mordió el labio inferior, Mulder gruñó y su mano se coló debajo de su falda, llevaba medias con liguero, ¡¡Dios!! Él se endureció todavía más, le levantó la falda hasta la cintura y acarició su sexo por sobre el encaje de las braguitas, las apartó un poco e introdujo un dedo en su interior, rozó su clítoris y ella jadeó, estaba completamente mojada, le sacó rápidamente las braguitas y la levantó por la cintura para que lo rodeara con las piernas. 
Scully intentaba desabrocharle la camisa, necesitaba sentir su piel, finalmente consiguió desprender varios botones y pudo acariciar su pecho con las uñas, subió hasta sus hombros y lo atrajo hacia ella clavándole las uñas en la espalda, el enterró la cabeza entre sus pechos, de un manotazo le abrió la blusa arrancándole todos los botones, abrió el broche delantero del sujetador de encaje, y sus pechos quedaron expuestos, los lamió y succionó casi con furia, ella movía la cabeza de un lado a otro, mientras bajaba sus manos hasta el cierre del pantalón, una vez que lo bajó, metió una mano dentro y se encontró con la prueba de la excitación de él, lo acarició un momento, Mulder contuvo el aliento, le apartó la mano y terminó de desprenderse los pantalones con urgencia, se los bajó hasta los tobillos junto con el boxer, y con una rápida embestida la penetró, comenzó a moverse a un ritmo vertiginoso, ella lo incitaba a seguir así moviéndose con igual rapidez, sus caderas chocaban contra la puerta del refrigerador, estaban a punto de consumirse en una hoguera de sensaciones, el fuego crecía cada vez más, amenazando con devorarlos a los dos, hasta que finalmente lo hizo. Explotaron juntos en un grito primitivo, nacido de lo más profundo de sus entrañas. Mulder tenía la cabeza entre el hombro y el cuello de Scully, ella sujetaba los cabellos de él entre sus dedos, sus respiraciones aun eran agitadas, estaban agotados por la posición en la que se encontraban. Scully aún lo rodeaba por las caderas, Mulder creía que si se movía sus piernas no lo sostendrían. 
 
- Mulder, eso ha sido… 
 
- ¿Mejor que lo de Charly? - Dijo con tono hiriente. 
 
Ella se puso rígida. Lentamente desenredó su piernas de las caderas de Mulder, cuando sus pies volvieron a tocar el suelo se tambaleó por un segundo, se apoyó contra el refrigerador y cerró los ojos un instante para recobrar un poco la compostura. Abrió los ojos y lo miró, él se había acomodado la ropa ella comenzó a hacer lo mismo. 
 
- Creo que deberías marcharte - le dijo mientras se colocaba un poco la blusa, aunque no pudo prenderla. 
 
- ¿Por qué? ¿No puedo dormir aquí? ¿Temes que se entere? - Ella lo miró con cansancio, no entendía qué era lo que le pasaba, la desconcertaba la frialdad de su mirada y la dureza de su tono. 
 
- Por favor, Mulder, necesito descansar. 
 
- Ya lo creo, dos hombres en la misma noche, debe ser agotador ¿Con él también te has comportado tan salvaje, o eso es sólo por mí? - Ella lo miró, sus ojos destellaron, todo rastro de cansancio desapareció de su expresión. 
 
- ¡Vete al diablo, Mulder! ¿Quién demonios te crees que eres para tratarme como una cualquiera? ¡Justamente tú! Esto fue solo sexo ¿No fue eso lo que me dijiste la otra vez? 
 
- Si, pero no te dije que fueras a acostarte con el primer hombre que te invitara a salir, creí que tú eras diferente de la mayoría de las mujeres, Scully. 
 
- ¿Diferente de qué mujeres, de Janice Beck? 
 
- ¿Que tiene ella que ver en todo esto? Ella no se ha acostado con Charly. 
 
- ¡Maldita sea! ¡Yo tampoco me he acostado con Charly, no me he acostado con nadie más que contigo en años! 
 
- ¿Por que habría de creer que no lo hiciste? Estabas ansiosa, por verlo. 
 
- Cree lo que quieras, Mulder, me importa un bledo, no tengo por qué darte explicaciones. 
 
- Está bien, supongamos que no lo hiciste, pero seguramente querías hacerlo. 
 
- ¡No, maldito bruto, no lo hice y tampoco quería hacerlo, sencillamente porque Charly es Charlotte! 
 
- ¿Qué? - Si no se sintiera tan dolida, la cara de Mulder le habría hecho mucha gracia. 
 
- Que Charly es una mujer, es una amiga del instituto. – él se había quedado mudo, parecía que le hubieran tirado un balde de agua fría. 
 
- Scully, yo… tú…  
 
- Vete, Mulder – “Dios, has que se marche antes de que me derrumbe”, pensó 
 
- Pero, ¿por qué no…? 
 
- ¡¡¡He dicho que te vayas!!! ¡Déjame sola, Mulder, no quiero volver a verte, sal de mi casa! – Le dijo dándole la espalda. 
 
El abrió la boca para decir algo, pero al ver cómo temblaban los hombros de ella, la volvió a cerrar, se giró sobre sus talones y se marchó. 
Scully permaneció así un buen rato hasta que los sollozos desaparecieron, fue hasta la habitación y se echó sobre la cama sin cambiarse de ropa, las lágrimas inundaban sus ojos azules mientras pensaba qué era lo que haría ahora, no lo sabía, pero ya tendría tiempo para pensarlo, tenía todo el fin de semana para tomar una determinación. Se abrazó a la almohada pensando que no podría conciliar el sueño, pero el cansancio finalmente la venció. 
 
 

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