Nombre del Fanfic: Camino sin salida

Capitulo: IV

Autor: Señora del Fantasmal

Clasificacion: Sleeping Bags

Accion

Suspenso

Angst / Drama

Fanfic: Camino sin salida IV 
 
Autor: Señora del Fantasmal (pipermaru) 
 
Disclaimer: Estos personajes pertenecen a CC y 1013. Nadie, salvo mi mente maligna, sacará provecho de este relato. Tan sólo la satisfacción que recibo torturando a estos personajes. 
 
Tipo: Angst, angst, angst.... ¿he dicho ya angst?... O18W (por escenas de violencia y otras cosas que no adelantaré), y UST 
 
Spoilers: De momento no hay ninguno, así que los anti-spoilers pueden estar tranquilos. 
 
NOTA!! : QUIERO AVISAR QUE ESTE RELATO PUEDE NO GUSTAR A MUCHA GENTE POR ALGUNOS SUCESOS QUE ACONTECERÁN EN EL MISMO. RUEGO QUE LAS PERSONAS QUE NO ESTÉN ABIERTAS A SITUACIONES EXTREMAS, NO SE QUEJEN DESPUÉS DE LEERLO. HE AVISADO. POR CIERTO, NO PAGO TERAPEUTAS. 
 
Feedbacks: Por favor, mándenme sus opiniones a sra_delfantasmalARROBAhotmail.com, en el espacio debajo del fic o por medio de los mensajes privados. Este relato es muy importante por la transgresión que significa. 
 
 
* * * 
 
Oficina Central del FBI 
Washington DC 
 
 
Skinner dio a Mulder oficialmente por desaparecido frente a un grupo de agentes de su más estricta confianza y formó equipos de búsqueda, cuyos integrantes acataron la orden e inmediatamente se pusieron manos a la obra.  
 
Algunos se encargarían de registrar el apartamento de Mulder y entrevistar a los vecinos, mientras otros permanecerían en las instalaciones del FBI aguardando, si es que se trataba de un secuestro, el primer contacto del criminal.  
Scully decidió integrar la cuadrilla que haría trabajo de campo. Sabía que no podría permanecer inactiva, simplemente esperando en los interiores del edificio del FBI. Quería sentir que estaba haciendo algo por Mulder.  
 
Apenas Skinner finalizó de dar las instrucciones y delegar a Scully el puesto de dirigente, los agentes designados para realizar investigaciones de campo, partieron en dos autos hacia el departamento del agente desaparecido. Cuando arribaron, se separaron en dos grupos. Unos interrogarían a los vecinos y al portero, mientras los restantes – entre los que se encontraba Scully – buscarían con aparatos sofisticados manchas de sangre u otras evidencias.  
 
Scully optó por indagar en la computadora. Tal vez su compañero había estado recibiendo amenazas que había preferido mantener en secreto para no preocuparla. Digitó la clave de su correo electrónico y revisó cada mensaje. Ninguno contenía nada extraño.  
 
Pensó en la posibilidad de que los hubiera guardado en el disco duro e ingresó a sus documentos con una leve esperanza, que se desvaneció en cuanto falló en hallar algo. Tras deliberar consigo misma por unos segundos, resolvió buscar en los archivos abiertos más recientemente. Esta vez tuvo un poco de suerte al encontrar un perfil del asesino en serie que pretendían capturar. El archivo databa de dos noches atrás. Mulder había tenido el tiempo necesario para mostrarle este avance ¿por qué no lo había hecho? No dudaba de la honorabilidad de su compañero, pero no pudo evitar sentirse decepcionada.  
 
Guardó la información en un disquete y se encontraba apagando la computadora, cuando un agente se acercó para comunicarle las novedades, que eran escasas, por no decir, casi nulas. El portero había declarado haber visto salir al agente Mulder en la madrugada ataviado con ropa deportiva, pero nunca regresar, lo que explicaba la ausencia de las llaves de la puerta principal y su pistola de tobillo. Por lo menos algo habían conseguido esclarecer: Mulder había desaparecido en la calle, de madrugada, y posiblemente sin ningún testigo.  
 
Scully sintió que estaban aún peor que antes y deseó gritar de impotencia, pero se contuvo y tan sólo ordenó el término del registro y salió del departamento sin mediar una palabra más.  
 
 
* * * 
 
Apartamento de Scully 
08:45 pm 
 
Con el cabello aún húmedo por la reciente ducha y un plato de ensalada, se sentó estilo hindú en el sillón más amplio de su salón. Había impreso el perfil que había realizado Mulder a sus espaldas y ahora se disponía a leerlo y a compararlo con el informe correspondiente a cada autopsia. Aunque, en lo personal, el seguimiento de este asesino había perdido cartel de primordial, aún conservaba cierta importancia, por la cantidad de personas que eran víctimas potenciales.  
 
Las anotaciones escritas por Mulder no diferían de lo que ya se había especulado, y que consistía un factor en común entre todos los asesinos en serie: Infancia traumática, apego a la soledad, antecedentes penales por delitos menores, y una edad promedia entre los treinta y cuarenta años. Pero tras leer media página, Scully encontró conjeturas más sustanciales.  
 
“Ataca por las noches, y en calles solitarias. Conoce la rutina de sus víctimas porque las vigila durante días antes de decidirse a atraparlas. Probablemente hasta conversa con ellas. Y finalmente, aprendida la rutina y con un cálculo de margen de error cero, las captura. Para su propósito de adormecerlas y lograr llevárselas sin alertar a nadie, utiliza cloroformo. Me pregunto si eso habrá sido suficiente para neutralizarlas durante tantos días de constantes vejaciones. Quizás se rindieron fácilmente, no opusieron ninguna clase de lucha, conscientes de las escasas oportunidades que tenían de ganar. Mañana le preguntaré a Scully por el informe de la tercera víctima, tal vez aparezca alguna nueva sustancia.”  
 
¿Una nueva sustancia? Se preguntó Scully extrañada, pero acuciada por la duda analizó el tercer informe. Todo normal, como suponía. Sin embargo, en el cuarto informe de autopsia, el cual realmente no había revisado a conciencia, encontró la sustancia de la que Mulder intuía en su perfil. ¿Cómo lo había sospechado? ¿Una somera corazonada? Había presenciado antes la forma en la que Mulder se introducía en la mente de un asesino. Era un acto escalofriante y sobrecogedor, en el cual Mulder hacía gala de su apodo de tenebroso. Sin embargo, era igualmente asombroso que hubiese podido predecir lo del relajante muscular veterinario. Continuó cavilando sobre el flamante hallazgo y llegó a la conclusión de que seguramente el asesino tenía conocimientos de veterinaria. Pero pronto el sueño la invadió y se fue a dormir. Su último pensamiento se lo dedicó a Mulder a través de una plegaria. Le pidió a Dios que la ayudara a encontrarlo pronto y que estuviera bien.  
 
 
* * * 
 
 
Lugar desconocido 
 
Sus extremidades ya no estaban sujetadas. El asesino lo había liberado pensando que su víctima se encontraba demasiado malherida como para ensayar un escape. Y su intuición había sido acertada. Mulder no podía ni siquiera moverse. Estaba tendido de mala manera en el suelo andrajoso, con los músculos tiesos, cubierto de sangre de pies a cabeza, temblando, obnubilado.  
 
Físicamente estaba encerrado en esa habitación, pero mentalmente se encontraba muy lejos de allí. En otra época. Una época muy lejana que por años había intentado enterrar en su subconsciente, que por años había pretendido adjudicar al pasado de otra persona.  
 
En su torturada mente transcurrían imágenes de su padre gritándole completamente enervado, golpeándolo salvajemente, y la dolorosa indiferencia de su madre frente a este hecho. El abuso dio inicio luego de la desaparición de su hermana menor, cuando ella estaba bajo su cuidado. Su padre siempre fue un hombre de respeto, serio, parco en cuanto a demostraciones de cariño, pero jamás alguien de temer, hasta que Samantha desapareció.  
 
Fue a partir de esa tragedia que Mulder conoció el verdadero temor: aquel que paraliza, impide razonar, obstruye la garganta y acelera el corazón. Inocente él, no comprendía que su padre se hubiera convertido en un ser capaz de agredirlo física y verbalmente, sin ningún tipo de remordimientos.  
 
La primera agresión ocurrió la noche en que fue dado de alta en el hospital, tres semanas después del incidente de su hermana. Sus padres lo habían encontrado en la sala de la casa con los ojos muy abiertos, pero enrollado en el suelo, con una expresión de evidente terror en el rostro y recluido en sí mismo.  
 
Teena intentó inútilmente con un tono amoroso sacarlo de ese estado, mientras que Bill probó hacerlo también, pero de una forma violenta e inapropiada que su esposa no consiguió detener, únicamente los paramédicos cuando llegaron minutos después. 
 
El pronóstico del médico pediatra en el hospital de la zona fue catatonia aguda. Su madre se destrozó. Ahora no sólo había perdido a un hijo, sino a dos, y a este último por una enfermedad mental. Pero el doctor la tranquilizó asegurándole que con mucho apoyo y cariño, Fox podría recuperarse y volver a ser un niño normal. Teena hizo exactamente lo que el pediatra le indicó, mientras que Bill Mulder apenas se apareció por la habitación de su hijo mayor. Las pocas veces que lo visitó, fue sólo para recriminarle y exigirle que respondiera a sus preguntas sobre la desaparición de Samantha. No comprendía, o se rehusaba a comprender, que no era un simple capricho lo que impulsaba a su hijo a permanecer callado y retraído. En una ocasión, el médico le pidió que cambiara de actitud si no quería que le prohibieran la entrada al hospital, y esa fue la última vez que Bill se apareció por allí.  
 
Luego de ese hecho, debido a la perseverancia de Teena y los positivos estímulos que Fox recibía del exterior, un día sorprendió a todos pronunciando su primera palabra después de tres semanas completas en total mutismo. Con un susurro rasposo articuló el nombre de Samantha, haciendo llorar nuevamente a su madre no sólo de emoción, sino de tristeza por la respuesta que tendría que darle. No podía mentirle. Él era un niño de doce años muy astuto e inteligente, reconocería el engaño.  
 
Con temor de cómo la verdad podría afectarle, se la dijo. Sam no había vuelto a casa. Y automáticamente lo abrazó y lo acunó como cuando todavía era pequeño y no se avergonzaba de que lo meciera en su regazo o le diera un beso en la mejilla frente a sus amigos. Él quiso controlarse, quiso retener sus lágrimas para no parecer un bebé. Su padre le había dicho que no era de hombres llorar y menos frente a una mujer, pero no pudo contenerse y rompió a llorar y a estremecerse fuertemente. Jamás pensó que sería la última vez en mucho tiempo que sentiría esa protección y calidez que sólo el cuerpo de quien te ama sin reservas puede otorgar.  
 
Días después volvió a casa, pero únicamente con la condición del médico de que acudiera a terapia. Su padre lo esperaba en el pórtico de la entrada, sin embargo, no se dirigió a su hijo. Lo vio subir junto con su madre al segundo piso y luego entró a su oficina. Tomó durante toda la tarde, y en la noche se encontraba tan ebrio que torpemente entró a la habitación de Fox y comenzó a interrogarlo, aunque él mismo ya supiera la respuesta. Lo que no entendía era por qué, finalmente, los del consorcio no habían cumplido lo acordado. Se suponía que tenían que llevarse a Fox, no a su pequeña niña. Ese era el trato.  
 
Cegado por la ira y carente de control a causa del alto grado de alcohol en su sangre, agredió físicamente al niño que por años había sido su orgullo. Sin embargo, ahora el solo mirarlo le producía frustración y repugnancia. Solamente se detuvo cuando se sintió agotado. Salió del cuarto dejando al muchacho temblando, asustado, anonadado y sangrando. Esa fue la primera de muchas noches iguales, hasta que sus padres se divorciaron, y él se mudó a otra casa con su madre.  
 
* * * 
 
En el cuarto donde el cuerpo terriblemente herido del Mulder adulto se encontraba, un haz de luz iluminó la estancia momentáneamente y luego desapareció. Su peor pesadilla había regresado. El asesino se regocijó al ver a su presa quieta, pero aún respirando, tirada en el suelo. El hedor que se inhalaba en el lugar, mezcla de diversas sustancias corporales que hubiera provocado nauseas en cualquier otro ser humano, no afectó en absoluto a tan diabólico personaje. Estaba perfectamente acostumbrado.  
 
Se precipitó sobre la figura de su sacrificado al escucharlo musitar algo. Comenzaba a decir incoherencias. Y aunque por un lado esto lo llenaba de orgullo, porque significaba que había hecho un excelente trabajo, también lo sumía en una profunda congoja. Su mayor motivo de diversión estaba muriendo. Sin duda no se había equivocado escogiendo al agente del FBI. Se había arriesgado más de lo debido al decidir capturarlo, pero definitivamente no había salido decepcionado.  
 
Pateó una de sus piernas para calcular cuanto de vida le quedaba y, cuando Mulder reaccionó quejándose, supo que la fuente de su enfermizo placer aun no se agotaba.  
 
- No... papá... no, por favor... – susurró Mulder sollozante. El asesino volvió a reír. Era una escena patética. El arrogante y supuestamente brillante agente se había convertido en un tipo inútil y lastimero que le suplicaba a alguien que no se encontraba allí. El desquiciado ser se dedicó a observar con una insana satisfacción el frágil estado de Fox Mulder.  
 
Minutos después, se aburrió de permanecer tan inactivo y resolvió continuar con la segunda parte de su juego, aprovechando que aún era posible. Encendió la linterna que había traído consigo y enfocó su brillante luz en el rostro de su víctima, quien intentó cubrirse los ojos con las manos, pero estaba muy débil, y sólo pudo apretar los párpados con fuerza como única defensa, despertando la burla de su captor.  
 
- Vamos, no me digas que no es divertido – dijo sádicamente, sin dejar de apuntar su rostro con el aparato, riéndose de su maldad. Mulder se retorció de dolor bajó el foco de luz, hasta que la linterna fue retirada y abrió con cautela los ojos. No podía ver a su secuestrador, pero sabía allí estaba, posiblemente sonriendo.  
 
Aún no se había adaptado a la realidad del todo. La repentina y cegadora luz dañando sus córneas, lo había desprendido súbitamente de la hiriente atmósfera de recuerdos en que estaba sumido, la cual, sin embargo, prefería a la sensación de una mano rugosa recorriendo la parte interna de sus muslos con una suavidad y extraña ternura que le provocaba repulsión al extremo de hacerlo vomitar.  
 
Pero esta reacción no retractó las intenciones del asesino. Su mano continuó deslizándose con una delicadeza aterradora hasta envolver con desquiciado deleite lo que se encontraba expuesto entre las piernas de su víctima. El placer que sintió al estrujar sus genitales se materializó en una erección propia que duró tan sólo los segundos en que Mulder comenzó a gemir, pero no de goce – como hubiera deseado el depravado criminal – sino de pánico.  
 
Al reconocer con desagrado la clase de gemidos que emitía su “elegido”, incrementó la dureza de la presión de su mano e incrustó implacablemente sus uñas, arrancando un desaforado grito de dolor de parte del sufriente.  
 
- Pensé que tenía agallas, agente Mulder – dijo burlonamente, perseverando en su tortura – ¿En la academia del FBI no te entrenaron bien? – continuó jocosamente. 
 
- Mi compañera... va a matarte... cuando me encuentre, maldito – musitó entrecortadamente Mulder, sorprendiendo a su secuestrador, quien no esperaba una respuesta coherente a esas alturas. Sin embargo, sólo rió y atenazó aún más sus testículos.  
 
- Scully jamás va a dar con tu paradero. Y si lo hace... lo único que encontrará será tu cuerpo descompuesto comido por las ratas – dijo soltando una carcajada endemoniada. – Además – prosiguió - ¿crees que a ella realmente le importes? Piensa en lo que ha padecido y dime, sinceramente, si crees que ella querría rescatarte –.  
 
Independientemente de las lágrimas causadas por el excruciante dolor físico que sentía Mulder, un nuevo raudal escapó a su control, complaciendo al sujeto que enfrentaba en desigualdad de condiciones. Aunque Mulder no entendía como ese hombre sabía tanto de su vida, tuvo que admitir con triste resignación que tenía razón. ¿Por qué Scully querría salvarlo? Él se merecía lo que le estaba sucediendo. Y con esta certeza resquebrajándole el alma, se dejó vencer por la desesperanza y aplastar por sus emociones. Cuando el incompasivo criminal lo escuchó sollozar manifiestamente, libró sus genitales y volvió a sonreír con dicha. 
 
- No va a encontrarte – repitió. – Morirás al igual que los otros. Falta poco – sentenció poniéndose de pie. Segundos después, un haz de luz apareció en medio de la oscuridad y al instante desapareció.  
 
 
* * *  
 
Dana Scully despertó de su pesadilla inmersa en un convulsivo ataque de llanto que demoró en cesar. Cuando estuvo relativamente calmada, encendió la lámpara del velador y se detuvo a ver la hora en su reloj despertador: Las cinco y media. Sintió que era importante saberlo, quizá para estar al tanto del tiempo que Mulder llevaba perdido.  
 
Mulder. Por fin lo había visto, aunque fuera en sueños. Pero lo que había atestiguado era perturbador. Bebió un trago del vaso del agua que siempre dejaba a un costado de su cama antes de dormir y se levantó. Salió de su recamara y se sentó con las rodillas apretadas contra su pecho en el sillón de la sala.  
 
Rodeada por la débil luz dorada que entraba del exterior, indicador de que estaba amaneciendo, se concentró en la escena de su pesadilla: Un cuarto oscuro, Mulder prisionero en él y un desconocido agrediéndolo. “Agredir” era la única palabra que Scully se atrevía a emplear para describir lo que realmente había presenciado: un acto sórdido y atroz.  
 
Sabía lo que representaba este sueño: La pieza que faltaba para convencerse de que sus presentimientos estaban bien encaminados. Sin embargo, ¿cuánto podrían contribuir a la búsqueda? Las imágenes no guardaban ningún dato importante, salvo la confirmación de lo que una corazonada ya le había insinuado a Scully. 
 
Recostó su cabeza contra el respaldar, cerró los ojos y se esforzó por revivir la escena. Los gritos de Mulder regresaron, así como también las palabras del hombre que lo mantenía cautivo. Repasó cada frase pronunciada. El hombre la conocía, lo que significaba que había estado espiándolos, acechándolos, tal vez por varios días... 
 
Abrió los ojos de golpe. No va a encontrarte. Morirás al igual que los otros. Falta poco. Su mente se clarificó. Comprendió que no se trataba de un asesino en serie cualquiera, sino del mismo que había matado a la fecha a cuatro hombres. ¿Qué tan ciega podría haber estado? 
 
Excitada por el reciente descubrimiento, marcó el número del teléfono fijo de su jefe y esperó ansiosa a que le respondiera  
 
Voy a encontrarte, Mulder. Se dijo. Sólo aguanta un poco más, por favor.  
 
 
Continuará... 
 
 
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19/03/2006 
 
 
 
 

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