Nombre del Fanfic: Camino sin salida
Capitulo: VI
Autor: Señora del fantasmal
Clasificacion: Sleeping Bags
Accion
Suspenso
Angst / Drama
Fanfic: Camino sin salida VII
Autor: Señora del Fantasmal (pipermaru)
Disclaimer: Estos personajes pertenecen a CC y 1013. Nadie, salvo mi mente maligna, sacará provecho de este relato. Tan sólo la satisfacción que recibo torturando a estos personajes.
Tipo: Angst, angst, angst.... ¿He dicho ya angst?... O18W (por escenas de violencia y otras cosas que no adelantaré), y UST
Spoilers: De momento no hay ninguno, así que los anti-spoilers pueden estar tranquilos.
NOTA!! : QUIERO AVISAR QUE ESTE RELATO PUEDE NO GUSTAR A MUCHA GENTE POR ALGUNOS SUCESOS QUE ACONTECERÁN EN EL MISMO. RUEGO QUE LAS PERSONAS QUE NO ESTÉN ABIERTAS A SITUACIONES EXTREMAS, NO SE QUEJEN DESPUÉS DE LEERLO. HE AVISADO. POR CIERTO, NO PAGO TERAPEUTAS.
Feedbacks: Por favor, mándenme sus opiniones a sra_delfantasmalARROBAhotmail.com, en el espacio debajo del fic o por medio de los mensajes privados. Este relato es muy importante por la transgresión que significa.
* * *
En el auto, de camino a la casa donde esperaba se hallara su compañero, miles de sentimientos contradictorios se arremolinaban en el pecho de Scully. Sentía felicidad, pero también un temor muy grande. Un temor tan inmenso que opacaba su felicidad y mermaba su esperanza.
Quería sonreír, pero una corazonada le decía que era demasiado pronto para eso, que sería una ingenuidad atreverse a hacerlo. Había visto a Mulder en sus pesadillas y, si lo que había visto reflejaba la realidad, entonces habría más razones para llorar que para alegrarse. Sin embargo, no quería admitir tan cruel destino para su compañero, más que eso, su amigo.
La tragedia marcó la vida de Mulder a una edad en la cual no se debería conocer más que de juegos y alegrías constantes. Era tiempo de que la misma vida le retribuyera algo de benevolencia. Su lado ingenuo rogaba por que así sucediese. Su lado racional, formado a costa de violencia y dolor vividos en carne propia, sabía de la futilidad de sus plegarias. Por ello, no se arriesgaba a esperar algo bueno. Por ello le ardían los ojos. Estaba aguantando las lágrimas. Se había jurado no permitir que Skinner volviera a verla débil.
Él también lucía afectado. No era para menos. Su mandíbula estaba tensa, sus manos cogían firmemente el timón, y su mirada no se desviaba de la vía. En las esquinas viraba como un autómata, prácticamente, sin desacelerar. Y en los semáforos, ni siquiera aguardaba el pase a color verde para avanzar. Si un policía intentaba ponerles una multa, estaba dispuesto a no detener el auto.
* * *
Tal casa se encontraba a unos cuarenta y cinco minutos de la anterior, en una zona rural, exenta de puestos comerciales y, ciertamente, casi sin población humana. Puro contacto con la naturaleza, ya que él área estaba poblada de enormes pinos y un lago. Las pocas casas que habían estaban separadas entre sí por un tramo de bosque de aproximadamente cien metros. Si alguien gritaba, su voz se perdía en el aire sin que fuera escuchada, principal motivo para que el asesino escogiera este territorio para concretar sus felonías.
Aquella calma se rompió intempestivamente cuando cuatro autos se detuvieron en medio de la calle desierta, y de ellos descendieron agentes del FBI cargando armas, Dana Scully y Walter Skinner incluidos. Al bajar, vieron a un hombre salir aprisa de la casa y supieron quien era antes de poder distinguirle bien el rostro.
- ¡Alto, deténgase ahí! ¡FBI! – gritó uno de los oficiales. El que respondía al nombre de John Feishman se detuvo a la orden, haciendo creer a los agentes que se entregaría, sin embargo, de forma imprevista, empezó a correr de nuevo. Alguien ejecutó un disparo al cielo, pero al no servir para detenerlo, la persecución dio inicio. El sospechoso se internó en el bosque, por lo que los oficiales no tuvieron otra opción que perseguirlo a pie. Skinner se unió a ese grupo, pero sólo tras impedirle a Scully que los acompañara, recordándole que su deber ahora era encontrar a su compañero.
No entró sola en la casa, sino que la escoltaron dos oficiales más. El asesino, en su rápida huida había olvidado cerrar la puerta de la casa, lo que les facilitó el ingreso. Con sus armas apuntando hacia delante, caminaron por un largo pasillo que desembocaba en la sala. El agente Jason siguió por ese camino, mientras que Scully junto con el joven agente Keaton, ingresó a uno de los primeros cuartos, ubicado al lado derecho del pasadizo. Se trataba de la cocina.
Scully no demoró en avistar la portezuela de madera que se encontraba en el suelo y, directamente, se dirigió allí. Se disponía a abrirla manualmente cuando notó que estaba cerrada con candado. Sacó su arma, pero el agente que la acompañaba disparó a la cerradura antes que ella, abriendo la trampilla.
- Yo entraré primero – dijo el agente Keaton. Así intentó hacerlo, pero al asomar la cabeza para hacer un rápido reconocimiento del lugar con la ayuda de su linterna, retrocedió, con una mano cubriéndose la nariz y un gesto de repulsión plasmado en el rostro.
- ¿Qué pasó? – preguntó Scully, viéndolo alejarse de la entrada del sótano. Pero antes de que pudiera responderle, ella descubrió el causante de su reacción: el pestilente olor que emanaba de aquel lugar. Sin embargo, eso no detuvo su propósito. Comenzó a descender por las escaleras mientras escuchaba al novato agente vomitar en el piso de arriba. El hedor la mareó al principio, pero ya recuperada y asentada sobre el piso del sótano, tanteó la pared con su mano izquierda, buscando el interruptor de la luz. No lo encontró y tuvo que recurrir a su linterna. Fue en el segundo espacio que alumbró donde encontró lo que desesperadamente buscaba. Mulder, era Mulder… pero su aspecto difería tanto de él… Por más que quiso, no se atrevió a acercarse. No pudo acercarse. Por primera vez en su vida, el horror la paralizó.
- ¿Agente Scully? ¿Halló algo? – escuchó que le preguntaba el agente Jason y fue entonces cuando reaccionó; sin embargo, le costó encontrar su voz.
- Sí…- dijo débilmente, y luego con más potencia repitió – Sí. Encontré al agente Mulder. Llame a una ambulancia – caminó hasta el cuerpo que a la luz de la linterna se veía sin vida – Dios, Mulder… - murmuró entrecortadamente imaginando lo peor. Tenía miedo de tocarlo y comprobar que estaba muerto. Sabía que de ser así, preferiría morirse ella también. Estalló en un llanto de alivio cuando al examinarlo descubrió que aún tenía pulso. Era lento, pero latente, igual que su respiración. No obstante, sabía que podía entrar en paro respiratorio en cualquier momento.
La escasa iluminación que le ofrecía su linterna alcanzaba a exhibirle un rostro convertido en un amasijo de sangre y deformaciones, incomparable al que ella observaba a diario. No se aventuró a explorar otras partes de su cuerpo.
El pequeño recinto se llenó de luz, permitiéndole apreciar con detalle el estado de su compañero. Y lo que vio le revolvió el estómago. No existía centímetro de su cuerpo que no estuviera libre de algún golpe o corte, algunos más severos que otros. Pero fue su zona pélvica lo que le causó mayor conmoción. No quiso seguir mirando. Se sacó el abrigo y tapó con el a Mulder.
El agente Jason llegó a su lado, justo en el momento en el que Scully reposaba la cabeza de Mulder sobre su regazo y se inclinaba para abrazarlo sin dejar de repetirle palabras amorosas; aunque él estaba inconsciente, quería creer que en algún nivel podía escucharla. Siempre había escuchado que las personas en estado de coma podían escuchar y sentir lo que se decía y se hacía a su alrededor. Ella esperaba con todo su corazón que fuera cierto.
- La ambulancia ya está en camino - A diferencia de Keaton, el agente Jason era un hombre con muchos años de experiencia, que había dirigido y participado en las más célebres persecuciones de asesinos en serie. Se rumoreaba que podría llegar a ser el próximo director del área de Crímenes Violentos. Luego de Fox Mulder, era el que más éxitos había conseguido en esa sección. En su vasto historial tenía la captura de asesinos tan o más crueles que el que ahora estaban atrapando, pero su frío profesionalismo no había eclipsado su lado compasivo, que lo convertía en el buen ser humano que era. No pudo evitar un escalofrío al observar el estado del agente secuestrado. Mientras, Scully no dejaba de hablarle suavemente, entre sollozos a su compañero:
- Vas a estar bien. Te lo juro. Ya estoy aquí y no me voy a ir. Resiste, por favor…-
Las sirenas de la ambulancia empezaron a escucharse, débilmente, a la distancia. Pronto llegarían, y Scully se reconfortó por eso. En ese momento, sin su maletín de primeros auxilios, no había mucho que pudiera hacer por Mulder, sólo sostener su cuerpo salvajemente magullado y transmitirle aliento, esperando que por unos minutos, fuera suficiente para mantenerlo vivo.
Los paramédicos estuvieron allí cinco minutos después. Scully tuvo que soltar a Mulder para que pudieran subirlo a la camilla, donde le colocaron una máscara de oxígeno y demás aparatos indispensables. Pero no se separó de él durante todo el camino hasta la ambulancia.
- Quiero ir con él – demandó. Los paramédicos, al percibir su angustia, no pudieron negarse. Scully subió al vehículo, y éste partió. Ella no soltó su mano hasta que llegaron al hospital Memorial, y con urgencia lo condujeron a la sala de emergencia. Mulder acababa de entrar en paro respiratorio. Quiso entrar con él, alegando su condición de médico, pero esta vez le prohibieron el acceso. Se tuvo que conformar con esperar noticias de su compañero, sentada en una de las incómodas sillas de la sala de espera. Su aspecto era impresentable, el traje que llevaba puesto estaba manchado de sangre y otras sustancias, pero en ese momento era lo que menos le importaba. El cansancio y la sensación de impotencia se evidenciaron en ella al agachar la cabeza y sujetársela con las manos. En esa misma posición la halló Skinner cuando arribó al hospital media hora más tarde.
- Agente Scully – dijo acercándosele. Puso una mano sobre su hombro izquierdo, sobresaltándola. – Lo siento - se disculpó.
- No lo sentí llegar, señor -
- ¿Tiene noticias del agente Mulder? – preguntó sentándose a su costado. Ella negó con la cabeza en silencio, incapaz de hablar. Sentía que era culpa suya que Mulder estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. Si ella no lo hubiera ignorado los últimos días, quizá Mulder no hubiera sentido la necesidad de salir a esa noche. Hacer ejercicio era para él una forma de despejarse cuando estaba preocupado por algo, y no podía dejar de pensar en ello. El caso que investigaban podría haber sido una de las razones, pero también sabía que era por el rechazo que había sentido de su parte. Cuando más debían de estar unidos como compañeros para encontrar al asesino, ella lo había tratado con indiferencia, hablándole sólo lo indispensable. ¿Y todo por qué? Ya ni siquiera recordaba por qué… Esta vez él no había hecho nada para enfadarla. Simplemente a veces se hartaba de la vida que por voluntad propia había elegido, que le demandaba la mayor parte de su tiempo, que la aislaba de su familia, que le exigía privarse de eventos importantes, porque tenía que estar preparada para viajar de improviso. Pero ahora ni siquiera eso le parecía una excusa adecuada para el comportamiento tan insoportable que había adoptado y que, sin duda, hirió a su compañero. Tras su desaparición, no quedó ni rastro de esa Scully. Lo que daría porque Mulder estuviese en ese instante junto a ella, hablándole sin parar e intentando hacerle sonreír. Pero si él sobrevivía, probablemente nada volvería a ser como antes. Varias lágrimas se desbordaron de sus ojos. Skinner sabiendo exactamente lo que debía decirle, comenzó:
- Escuche… Mulder va a estar bien. Sé que esta es la situación más difícil por la que a él le ha tocado pasar, pero usted sabe lo fuerte que es, lo hemos visto salir victorioso de otras tragedias – Scully asintió, recordando todas las desavenencias de las que su compañero había salido fortalecido – Ahora él va a necesitar el apoyo de todas las personas que lo quieren, pero especialmente a usted. Y por eso tiene que ser fuerte. Con su soporte yo sé que el saldrá adelante. No se preocupe - terminó de decir abrazándola con vacilación al comienzo, no muy seguro de que ella quisiera su consuelo, sin embargo, cuando la sintió llorar en su pecho y sus brazos enrollando su espalda, se atrevió a estrecharla con toda la fuerza de la que era capaz. Ella sollozó en sus brazos durante varios minutos, hasta que consiguió dominar de nuevo sus emociones y se dio cuenta de lo incómoda de la situación, por el lugar público donde se encontraban y porque ante quien acababa de derrumbarse era su jefe. Rápidamente se secó las lágrimas.
- Lo siento, no sé que me pasó, yo… - murmuró sin mirarlo a los ojos, avergonzada, pensando que él también se sentiría incómodo. Pero Skinner comprendía lo herida que estaba y que necesitaba a alguien con quien desahogarse. Además, él había iniciado el acercamiento y ella lo había aceptado, hecho que lo sorprendió. – Fue sólo un impulso – intentó disculpar su comportamiento, cuando en realidad Skinner sabía que no necesitaba hacerlo. Por la razón que fuera, a él internamente le había complacido que ella no lo rechazara.
* * *
Una hora después, seguían esperando por noticias del estado de Mulder; doctores y enfermeros salían y entraban de la sala de emergencias con urgencia, pero ninguno se les acercaba a informarles. Scully miró el reloj de pared, ubicado sobre la estación de enfermeras. Casi dos horas habían transcurrido desde que ingresaron a su compañero. Esta espera comenzaba a angustiarla tanto o más que lo vivido las veinticuatro horas antes, pero si hasta el momento no había recibido noticias, quería decir que Mulder estaba resistiendo.
- ¿Lograron atrapar al asesino? – preguntó Scully.
- Eh… no exactamente. Murió durante la persecución – explicó Skinner.
- ¿Cómo? – preguntó Scully con algo de decepción. Aunque la ley divina no permitía la venganza y las normas federales tampoco, con mucho gusto sabía que hubiera utilizado su arma contra él.
- Tras perseguirlo durante varios minutos, conseguimos acorralarlo, una bala le había caído en el hombro, pero él prefirió lanzarse de un puente antes de que lo atrapáramos. Cayó al lago. No creo que haya sobrevivido. – se detuvo a observar la reacción de Scully. Ella compartió su opinión, asintiendo con la cabeza, aunque ligeramente ausente. – Algunos de nuestros hombres están allí, inspeccionando el área. No queremos sorpresas. Pero como le dije, no creo que lo encuentren con vida. –La agente volvió a asentir aprobando su proceder. Sin embargo, a Skinner le pareció más un movimiento automático y su boca se abrió para preguntarle si se encontraba bien, pero enseguida la cerró. La respuesta era bastante obvia. Se paró y se dirigió a la máquina dispensadora. Un café le caería bien a su agente en ese momento. Cuando regresó, ella demoró unos segundos en coger el vaso de plástico humeante que le tendía.
- Gracias – susurró asiendo con las dos manos el recipiente, intentando trasmitirse a si misma un poco de calor.
- ¿Llamó a su madre?- le preguntó Skinner volviéndose a sentar, bebiendo café también.
- No, lo olvidé – respondió con cansancio, frotándose el rostro con una de sus manos. – Será mejor que la llame ahora – dijo.
- No, no se preocupe, lo haré yo – se ofreció Skinner sacando se celular.
- Gracias – susurró simplemente Scully, sin fuerzas para oponerse. Su jefe se levantó y le dio la espalda mientras realizaba la llamada. No demoró más de dos minutos. No le había dado detalles de la situación de su hijo, únicamente que se encontraba en el hospital Memorial, en estado grave. Ella prometió tomar el primer avión a la capital.
- ¿No quiere que envíe a alguien a su casa para que le traiga algo de ropa? - preguntó Skinner apreciando la condición de la vestimenta de su agente. Ella se miró y recién fue consciente de que estaba hecha un desastre, pero sonrió pensando en lo poco que le importaba. Sí, necesitaba apremiantemente una ducha y un cambio de ropa, pero en la circunstancia que se hallaban, cualquier cosa que atañera a su comodidad o propia salud, le parecía una trivialidad; sin embargo, Skinner tenía otros planes en mente. - O puedo pedirle a la enfermera que le preste algo con que vestirse - insistió al sentirla dudar. Decidió evitar mencionar que también requería de un buen baño, sólo para no ofenderla.
- Creo que eso estaría bien – aceptó Scully, no pensando en su propio bienestar, sino únicamente para que Skinner no creyese que se estaba descuidando.
Una de las enfermeras, de nombre Carol, le prestó un pantalón del clásico color verde de hospital, una camisa del mismo tono y zapatillas, que Scully no quiso ponerse todavía, por temor a que el doctor decidiera hacer su aparición, justo cuando ella no estaba presente.
Su instinto le dio la razón cuando al cabo de cinco minutos, un doctor delgado, con anteojos, y con una pronunciada calvicie, no acorde con los cuarenta años que aparentaba tener, salió con gesto cansado de la sala de emergencias.
Skinner y Scully salieron ansiosos a su encuentro antes de que el doctor llegara hasta ellos.
- ¿Agente Scully del FBI? – preguntó el doctor.
- Sí, soy yo, y él es el director adjunto Walter Skinner. Trabajamos con el agente Mulder. ¿Cuál es su estado? Soy doctora, así que no me esconda nada, por favor – pidió intentando permanecer calmada. El médico asintió y empezó a hablar con una inflexión firme y amable a la misma vez, consciente de que lo que diría sería doloroso de asimilar.
- Hemos estabilizado al paciente, sufría un shock hipovolémico, se ha realizado una transfusión y parece haber reaccionado bien. Aunque estable, se halla en una situación muy delicada, son demasiadas las lesiones externas e internas. Sin embargo, las que realmente me preocupan son las internas. Una de las costillas rotas perforó un pulmón, produciendo un edema bastante grande. Hemos drenado el pulmón, pero no sabemos con precisión lo perjudicado que se encuentra el órgano. A esto hay que sumarle un traumatismo craneoencefálico, que en un principio no parece de gravedad extrema, pero que no podemos ignorar. - Scully escuchaba con atención, armándose una idea clara de la gravedad de las lesiones de Mulder, mientras Skinner entendía lo esencial, no muy familiarizado con los términos médicos.
- También presenta un tobillo roto, el cual ya se ha intervenido, colocándole yeso ortopédico - se detuvo en ese punto de su largo diagnóstico. Luego, bajando el volumen de voz, dijo - Hay algo más que tienen que saber… El paciente presenta graves laceraciones en la zona rectal, cosa que sólo me lleva pensar que ha sido víctima de abuso sexual. Además, encontramos semen de otra persona en el área afectada - Scully sintió que la invadió un vértigo y, sin una pared cerca en donde apoyar casualmente su mano para no revelar su indisposición, recurrió a respirar profundamente un par de veces. Por suerte, disimuló bien y ninguno de los dos hombres que la acompañaban se dio cuenta. Sabía lo que ese depravado le había hecho a su compañero, pero que otra persona lo confirmara, fue devastador.
- ¿Puedo pasar a verlo? – preguntó con la garganta sofocada por las lágrimas.
- En este momento las enfermeras están preparando a su compañero para llevarlo a una habitación privada en la sala de cuidados intensivos, pero podrá pasar a verlo en quince minutos – dijo con una sonrisa amable antes de retirarse.
Sin decir una palabra, Scully dio media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo. Skinner inteligentemente no intentó seguirla. Su agente necesitaba un tiempo a solas para meditar sobre la situación.
***
15/10/06
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