fanfic_name = El lado oculto de la luna
chapter = 4
author = Rain
dedicate = A quien le guste, a quien lo sigue con dudas, a quien le guste a ratos, a quien todavía no sabe si le gusta o no, a tod@s los que me decís algo al respecto.
Rating = sleeping_bags
Type = Angst
fanfic =
11.-RAZONES E INTENCIONES
A veces el problema es que sobran las razones.
Quizá nadie más en el mundo lo haga, pero Mulder se considera a sí mismo una persona muy racional. Está seguro de que Scully no tiene la misma opinión, de que ella le considera cualquier cosa menos racional. Apasionado, con suerte, impulsivo, sin duda, irreflexivo, quizá.
Acepta que es apasionado, con orgullo y que es impulsivo con cierta reticencia culpable pero no se considera irreflexivo.
Ni irracional.
De hecho el problema es que le sobran razones. Razones certeras, contrastadas, importantes, relevantes, para explicar porqué se está acostando con Scully. Tiene montones de razones que lo explican y eso no le hace ninguna gracia. Menos aún el tener razones de sobra también para explicar porqué lo está haciendo ella.
Querría preguntárselo, hablarlo. Resulta patético que él, que había hecho de las palabras “Yo no creo que tengamos nada de que hablar/ Yo lo tengo todo claro, ¿tú no?/Porque no dejamos simplemente que las cosas sigan su ritmo” se esté muriendo de ganas por hablar de una relación.
Sin embargo, hay dos poderosas razones para que no plantee el tema: La honrosa “No agobiar a Scully” y la vergonzosa “y ¿qué diré yo?”:
Le sobran razones pero, en el fondo, siente que ninguna lo explica todo. Tiene miedo de que Scully sí piense que la explicación más sencilla es la correcta, que las razones científicas que él maneja pero no cree lo expliquen todo, y tiene miedo de que en realidad sea así.
Le da aún más miedo ese profundo deseo de que sea de otro modo.
Tiene miedo de demasiadas cosas. Todo se ha precipitado. No es que recuerde lejanamente lo que es una vida tranquila, pero aún tiene cierta noción de lo que era tener las cosas claras y lo echa de menos. Saber lo que quiere y lo que no quiere, lo que cree y lo que no cree, lo que es correcto y lo que es equivocado, quienes son los buenos y quienes los malos, qué siente y qué no siente, qué debe hacer, cuál es el camino, cuál es el objetivo, cuales son las intenciones, cuáles son las prioridades.
12.-EL PROBLEMA
El problema no es jugar a darse
El problema no es de ocasión
El problema señor
sigue siendo sembrar amor.
El problema, Silvio Rodríguez
Scully no para de preguntarse cuál es el problema.
Ha formulado la pregunta de tantas formas como es posible: se ha preguntado cuál es su problema, cuál es el problema, cuál es el problema de Mulder, cuál es el problema de ambos y, lo peor de todo, si realmente existe un problema. Si realmente el problema no será la ausencia de problema.
Se hace otras preguntas igual de interesantes. Por ejemplo, no puede dejar de preguntarse dónde demonios ha ido a parar su decisión.
Su capacidad de decisión en general pero, en particular, su decisión de llevar las cosas con cuidado y lentamente, de mantener el control y el autocontrol, de no dejarse llevar ni por él ni por sus sentimientos con tanta facilidad, de no perderse...de no perderse en él.
Y, ante todo, de no volver a caer una vez que lo estaba consiguiendo.
Porque lo estaba consiguiendo. Desde que Mulder volvió de Nuevo México había logrado no perder el paso, mantener un poco las distancias, decir “No” de vez en cuando, ser seria y responsable.
Actuar como si supiese lo que estaba haciendo.
Salvo por aquello que ocurrió contra la puerta del despacho cuando volvieron a asignarles a los expedientes X se había comportado con bastante autocontrol.
Salvo por lo de pedirle que fuese el padre de su hijo se había mantenido a una distancia prudencial.
Lo estaba llevando incluso bien teniendo en cuenta que algún extraño mecanismo se había encendido en su interior y ahora consideraba a Mulder algo así como el hombre más deseable del mundo. Por resumir.
No llevaba la cuenta de las veces que se acostaban, ni perdía los papeles cuando estaban trabajando (salvo por el incidente de la puerta), ni actuaba de forma distinta a como lo había hecho durante los últimos años.
Ni tampoco se mostraba excesivamente implicada en esa relación.
Lo del bebé era independiente.
Lo de estar siempre juntos ya ocurría antes.
Scully intenta concentrarse en lo que tiene delante, en los informes sobre casos de brujería entre los que podrían encontrar alguna pista sobre el caso. Pero, por mucho que lo intente, su mente vuelve una y otra vez al problema, al cúmulo de problemas.
-La verdad es que la casa está bien. ¿No te gustaría vivir aquí, Scully? ¿No crees que podríamos ser felices en un hogar así, mi amor?
Montaña de problemas.
Mulder entra con la cena en una bandeja y la deja frente a ella, en la mesa. Ensalada y arroz. Coge a cambio un informe sobre un caso de vudú que sucedió en algún lugar que Scully no ha llegado a leer porque estaba pensando en el problema.
-El rosa no te sienta bien. Y me llamo Laura. –dice lo más cortante posible. Todo vale con tal de que los problemas no aumenten.
Mulder le sonríe.
-Bueno, este lugar le ha sentado mal a varias personas, ese es el problema.
El humor es su táctica. No sabe cuál es el problema con Scully, qué es lo que le hace mantenerse tan distante como está, especialmente teniendo en cuenta que no parecen ser sus sentimientos. Así que bromea, bromea constantemente, sobre su vida de pareja feliz, sobre una segunda luna de miel, sobre el buen uso que hace el FBI de sus fondos en algunas ocasiones, incluso sobre lo que pensaría Skinner.
Sonríe, bromea, sigue el juego, sea cual sea, deja que ella marque el ritmo, no tiene prisa, ni siquiera sabe a dónde va, ni siquiera le importa. Le importa ir con ella. Nada más.
Bajo esa superficie está la preocupación, el dolor y la impotencia.
La preocupación respecto a qué va a ocurrir entre ellos, el dolor de pensar que la razón por la que Scully marca constantemente las distancias es que no le considera bueno para ella y la impotencia que le causa no poder demostrarle lo contrario.
Desde su punto de vista lleva seis años demostrándole que no es bueno para ella. Incluso diría que se empeña en demostrarlo.
-¿En serio crees que no encajo?, -dice con una sonrisa irónica.
Scully está convencida de que, aunque se pregunte otras mil veces más, porqué demonios han tenido que encomendarles una misión así precisamente ahora no encontrará la respuesta.
-Ten cuidado, Mulder. Realmente no encajas,- le responde preocupada por lo que pueda ocurrir.
-Tú sí, -dice él con un rastro de dolor que Scully no llega a entender.
-Sólo es un papel.
Deja de mirarle, deja la conversación y eso atraviesa a Mulder,
Son demasiadas cosas, demasiados hechos contrapuestos. La noche anterior es sólo un ejemplo: Mascarilla verde y camisón que grita “No me toques” seguido de...aquello. Todo aquello. Toda la noche anterior. Todo lo que había ocurrido.
Es así desde el principio: Tan pronto está gimiendo su nombre como dice “No hagas eso”. Tan pronto está tan cerca que le quema, que le asusta, que tiene que alejarse, como dibuja una pantalla invisible sólo para alejarle.
No es que espere ni que desee que Scully actúe como una quinceañera enamorada porque no es una quinceañera y tampoco cree ni cree querer que esté enamorada. Siguen siendo amigos y se acuestan. Eso debería de estar bien, debería ser perfecto. Y Mulder no entiende por qué no lo es.
Pero no lo es.
Sólo es terriblemente confuso.
No tiene ni idea de cuál es el problema.
Aunque Scully tampoco, hay un pequeño problema dentro del montón que le preocupa especialmente hoy.
Entre todo lo que implica estar haciendo de dulce esposa complaciente de Mulder en una urbanización donde las personas tienden a desaparecer sin dejar rastro, tener que convivir con él las 24 horas sin posibilidad de huída salvo el bendito momento de bañarse, tener que fingir arrumacos en presencia de otros mientras él, que parece capaz de reírse de todo parece pasarlo como nunca, aparte de haber caído en la primera noche y no precisamente por iniciativa de Mulder, está ese problema.
Eso de “Mulder te...”
No puede ni imaginar las veces a lo largo de su vida que ha podido decir “Mulder te...”: “Mulder, ¿te has parado a pensar en lo que dices?”; “Mulder, ¿te parece que eso es posible?”; ”Mulder, te espero en el coche...”
“Mulder te...” no son palabras que deberían preocuparle en absoluto. Y no le preocuparían, si no fuese porque las dijo en la cama, mientras hacían el amor, justo en ese momento, a punto de llorar de felicidad y después de haber dicho que hacerle el amor era algo increíble.
Sí, increíble es la palabra.
Sólo que no sabe qué es más increíble. Porque ella no es así. Ella no se acuesta con su compañero, ella no le empuja contra la puerta del despacho y se arrodilla para bajarle la cremallera hablando de celebrar la vuelta al trabajo, ella no llama por teléfono y dice “¿Por qué no vienes?”, ella no le pide que sea el padre de su bebé, ella no ha estado a punto de decirle que le quiere y menos en esa situación.
No puede entender qué demonios le está pasando para haber perdido la cabeza una y otra vez. No puede entender que, de todo aquello, lo que le resulta menos chocante es haberle pedido ser el padre de su hijo.
No entiende nada.
Ella no puede estar jugando así con la que es la relación más importante de toda su vida, con el que es su mejor amigo, con el hombre con el que trabaja. Con alguien a quien quiere. quizá más que a nadie, aunque aún no sepa cómo.
De hecho, el “Te quiero” que se había quedado a medias no es el único nuevo problema, porque nunca antes habían hablado de lo que estaba ocurriendo como “Hacer el amor”. De hecho, una de las cosas que le hacía sentir que aún mantenía el control era que el sexo entre ellos era cada vez mejor, pero carente de implicaciones. A veces dulce a veces salvaje siempre tierno pero nunca romántico. Sólo sexo.
En realidad, lo que nunca debió ocurrir y, tal y como le había dicho después nunca volvería a ocurrir en el despacho es incluso menos preocupante. Porque ahora está hablando de hacer el amor, está hablando de decir “Te quiero”.
Va a tener un hijo de ese hombre mientras intenta mantener su relación dentro de la amistad a pesar de estar acostándose con él y no tiene lo suficientemente claro lo que siente y ahora tiene que pasar varios días conviviendo con él fingiendo ser su mujer y la primera maldita noche han hecho el amor y ella ha estado a punto de decirle que le quiere...
No, no sabe cuál es el problema: ¡Es imposible elegir!
-Scully, ¿estás bien?
Excitada por los recuerdos, sudando, temblando, al borde de un ataque de ansiedad.
-Sí.
-No lo parece.
-Estoy cansada.
-Ya. Lo siento.
Mulder sonríe con timidez y entonces Scully se da cuenta de que prefiere el sarcasmo y las bromas constantes. Cualquier cosa menos esa sonrisa y que baje la mirada de esa manera. Podría derretirse en ese mismo instante. De modo que habla, sólo por hablar.
-Un poco nerviosa.
-¿Por lo del bebé?
-Por favor no digas...No lo digas como si...
-¿Temes tener fe?
Mulder no sabe cómo enfrentarse al tema. En ningún momento lo ha sabido. Supo ser comprensivo ante su reacción de absoluta censura cuando le contó lo de los óvulos. Supo mantener bajo control su pánico inicial cuando ella se lo pidió. Supo pararse a pensar y decidir que sí quería. Supo aceptar como lo que era, como un amigo, su decisión de tenerlo sola. Supo analizar sus sentimientos hasta decidir que podría con ello, podría tener un hijo con Scully y considerar que era sólo hijo de Scully, vivir con el miedo de no saber si ella iba a mantener esa decisión o le permitiría ser algo más.
Llevó toda la situación con la responsabilidad y la generosidad que requería. Pero no le está resultando tan fácil no sentirse implicado.
¿Sólo espermatozoides? De acuerdo. ¿Mantenerse indiferente ante el hecho de que Scully va a tener un hijo? Eso es más difícil.
-La fe es peligrosa.
-Tú crees en Dios.
Scully sonríe, con esa sonrisa triste que le hace parecer tan fuerte.
Y Mulder no entiende cómo su mano puede estar tan lejos, ahí, a pocos centímetros. No entiende porqué no puede tocarla, levantarse y abrazarla, sólo acariciar su mejilla.
No entiende de qué extraña manera la persona que hace unas horas le pedía tenerle aún más dentro y era toda piel, sudor, gemidos, ahora parece envuelta en una burbuja impenetrable.
-Creer en Dios no es peligroso.
-¿Porque nunca hay un sí ni un no por respuesta?
-No es tan sencillo. –No quiere entrar en una discusión sobre religión. Ya es bastante lo que hay sobre la mesa.
Mulder permanece en silencio, mirándola a los ojos. Baraja opciones, pierde la noción del tiempo. Hasta que habla de nuevo.
-¿Quieres hablar de ello?
-¿De Dios o de la fe?
-¿Quieres hablar de lo que está ocurriendo?
A veces no sabe de dónde salen las palabras. Sólo ocurre. Su subconsciente, supone.
-¿A qué te refieres?
Se le nota demasiado. Ambos son conscientes de ello, por eso Mulder se olvida de lo de no agobiarla.
-No lo sé, Scully, ¿cómo llamarías a anoche, antesdeayer, el jueves, ...? Y no, no me refiero a que hizo buen día. Dime que no quieres hablar de ello, pero no me preguntes a qué me refiero.
Scully no puede evitar reír. Estallará de la tensión si no lo hace.
-Es...agradable.
De algún modo la tensión se ha ido, de esa forma extraña en que desaparece sin dejar rastro a veces entre ellos. De modo que la risa se contagia y Mulder la mira con ironía.
-Agradable. Las conversaciones con un desconocido en el kiosco de un aeropuerto son agradables.
-¿Bonito?-dice ella divertida por su expresión.
Pero esta vez la cara de Mulder es de verdadera desesperación.
-¿Intenso?
Ahora ríe, simplemente ríe.
-Venga ya, Mulder, ¿qué palabra te parecerá apropiada?
-Bueno, no estaría mal que dijeses que es lo mejor que te ha ocurrido en la vida.
-Vamos, seguro que esa es tu opinión al respecto.
Ha estado bien. Sin tensión, reírse un rato de todo, reír. Pero Mulder ya no ríe y Scully empieza a preguntarse si no hubiese sido mejor hablar en serio desde el primer momento, dado que es obvio que van a hablar en serio.
-Aún no estoy seguro.
-Es pronto,--murmura.
-No para saber que eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Pero no era esa la pregunta.
Por primera vez, Scully está segura. De que él sabe qué era lo que iba tras ese “Mulder te...”, de que es perfectamente consciente de que dijo “Hacer el amor”, de que no le es indiferente tener un hijo con ella, de que quizá le vaya a hacer tanto daño a ese hombre que no podrá perdonárselo nunca.
Él quizá sí podría perdonárselo, ella no.
Ahora la mano de Scully está cerca, en su rostro, suave. Le acaricia, se sienta a su lado y le acaricia no sabe durante cuánto tiempo.
Pero no dice nada.
Cuando ella habla de irse a dormir él dice que se quedará para acabar la revisión de casos. Cuando ella habla de ayudarle él responde con una sonrisa que no, que necesita descansar. Y ella quiere decirle muchas cosas pero tiene un problema:
Alguien tiene que mantenerse.
De modo que besa su frente y sube las escaleras
Durante una hora permanece tumbada, mirando a la puerta, esperando. Pero cuando Mulder llega ya le ha vencido el sueño. Y él permanece junto a la puerta, observándola, preguntándose cuál de todos los problemas es el que Scully ve.
Y también cuál de todas las posibles razones está provocando en él ese terrible miedo a ganar.
13.-HUELLA DACTILAR
Es sólo la yema del dedo corazón que se desliza por su nuca, suave, despacio, firme.
Pero puede sentirlo en todo su cuerpo.
Baja, sube, se reúne y estalla dispersándose.
Hay ligeras variaciones: a veces es el dorso de la mano en el cuello, a veces un beso suave en la sien, a veces un par de dedos que se apoyan innecesariamente en alguna parte de su cuerpo mientras realiza un movimiento. La cadera, la cintura, el hombro. Eso ocurre incluso fuera del despacho. Aunque en ese último punto sí es capaz de creerse que ya ocurría antes.
Mulder siempre ha sido el rey del contacto físico innecesario pero no era lo mismo. Aunque él jure que lo era, aunque él esté convencido de ello.
Desde que ocurrió, desde la primera vez que ocurrió, sobre todo desde que volvieron a ser asignados a los expedientes X y volvieron a la intimidad del despacho, Mulder suele acercarse y acariciarla, sin razón, sin excusa, sólo se acerca y desliza sus dedos, sus labios, sobre su piel.
Y ella dice
-No hagas eso.
-¿Por qué?-pregunta él sonriendo.
Scully se acerca a sonreír, pero no a contestar.
La respuesta es obvia: Están trabajando. No le gusta la idea de mezclar las cosas y sí existe una clara diferencia entre dormir juntos a veces cuando salen y besarse en el despacho.
Sin embargo, teme que deje de hacerlo, que un día haga caso a ese “No hagas eso” que incluso a ella le suena duro, que deje de tocarla, de dejarse caer como lo hace: sólo las yemas de los dedos, sólo un instante, esa búsqueda constante de contacto que le pone nerviosa, por supuesto, y le parece incorrecta, un poco, pero hace que aquel despacho frío, pequeño, oscuro y sucio parezca un buen lugar.
14.-ESA PAZ...
In peace we sleep entwined
And your love flows through me.
Though I lie here so still
I burn for you
I burn for you, Sting
No todo va bien, no tiene las cosas tan claras como querría, no está tranquila al respecto, tiene mucho miedo. Mucho.
Pero es que a veces se le olvida.
A veces se le olvida todo: Lo de ser compañeros, lo de que algo podría ir mal, lo de que quizá no sienten lo mismo o no esperan lo mismo de esa relación, lo de qué van a hacer al respecto y lo de que debe estar preocupada por ello.
Se le olvida.
A veces el tiempo se para y existe uno de esos momentos en que todo desaparece y sólo quedan ellos.
En esos momentos, Scully entendería porqué no formula las preguntas que querría sobre su relación ni comenta que cree que se les está yendo de las manos en algunos sentidos, ni lo de que se acabaron todos los lugares mínimamente públicos, si fuese capaz de pensar en ello.
Pero no es capaz de pensar en ello. En esos momentos no hay dudas ni excesos.
Sólo ellos.
Y es consciente de que está fuera de control pero no le importa en absoluto.
Ha salido el sol. No tan solo ha dejado de llover tras el terrible huracán sino que ha salido el sol.
Acaban de meterse en la cama tras una noche difícil. Una noche en la que Mulder podría haber muerto.
-Lo siento, -vuelve a susurrar ella sobre su cuello.
-No tenías opción,-repite él con voz adormilada,- hiciste lo correcto. Yo estoy bien, tú estás bien, el bebé está bien, el gato está bien...Además: tú piensas que me salvaste.
-Mulder…
-Vi al gato. Vi al gato y comprendí que el parásito estaba en el agua salada y que bastaba con salir a la lluvia.
-Vale, no voy a discutirlo.
Todo su cuerpo le pide no discutirlo, no discutir sobre nada, sólo sonreír y abrazarse a él. Dejar caer los párpados y envolver su cuerpo caliente.
No lo pensaron, no lo hablaron.
A veces ocurría y esas eran las veces en que Scully se olvidaba de todo lo que le asustaba y se dejaba llevar. Habían llegado al motel, habían cogido dos habitaciones, habían entrado en una, se habían quitado toda la ropa empapada, se habían secado y se habían metido en la cama.
No hacía falta pensar, ni decidir, sólo ocurría.
Era fácil, parecía inevitable.
No imagina otra opción más que dejarse arrastrar por el sueño en brazos de Mulder. A salvo, sabiendo que él lo está, después del infierno que ha sido pensar que podía estarse muriendo al otro lado de la puerta.
El sol alcanza la cama, siente el calor en los pies sumando oleadas a las que recorren su cuerpo.
-¿Te molesta la luz?, ¿quieres que baje la persiana?, -pregunta él adormilado.
-Me da igual, todo con tal de no movernos de aquí,- responde abrazándole más fuerte.
Mulder la mira. Duele abrir los ojos pero merece la pena si es para verla, desnuda, entre sus brazos, con el pelo revuelto, los ojos cansados, esforzándose por mantenerlos abiertos, para mirarle.
A veces Scully le atrapa de tal manera que duda de poder escapar de esa sensación, de esa profunda sensación de pertenencia, de eso que les envuelve manteniéndoles unidos.
Entonces bromea, antes de deshacerse,
Pero esta vez no le sale la broma, falla el tono, suena a otra cosa, a lo que es.
-Si no estuviese tan sumamente cansado te haría el amor hasta desfallecer, hasta deshacerme y desaparecer.
Ese suspiro del final no deja lugar a dudas, ni siquiera a Scully. Pero no le importa. Es uno de esos momentos en que nada le importa porque el mundo es perfecto por un instante: Los huracanes acaban, la lluvia te salva, el gato vive y Scully abraza en la cama.
Vale, sí, conspiraciones, mentiras, no confiar en nadie, eso, sí, vale: Mañana.
Ahora el mundo es perfecto y mirar a los ojos a Scully diciendo eso es casi mejor que que ocurra. Sobre todo si ella sonríe buscando palabras que no encuentra.
Esta mañana el mundo es tan perfecto que a Scully ni siquiera le importa no encontrar palabras y es capaz de creerse lo que Mulder siempre ha sabido: Que no las necesita si le mira a los ojos.
-Vamos, duerme,- acaba diciendo él, besando sus párpados que cada vez se levantan con más lentitud.
-No, necesito ver que estás ahí.
-No voy a moverme de aquí.-Le apoya la cabeza contra su pecho y le acaricia el pelo.-Duerme tranquila.
Se deja abrazar, intenta olvidar el miedo de hace unas horas, ahora todo está bien. Mulder está bien.
-Te necesito,-murmura. Demasiado bajo para que él lo escuche, pero no lo suficiente para no escucharse a sí misma.
14.-...ENTRE TEMPESTADES
Pero cuando despiertan vuelven a ser ellos, y a no serlo.
Cuando despiertan hay prisas para vestirse, una rápida discusión sobre quien va a la otra habitación a ducharse, preguntas y respuestas sobre a dónde ir, qué pondrá el informe, qué dirá Skinner y porqué siempre tiene que salir a colación lo de qué dirá Skinner, búsqueda de llaves, tropiezos con zapatos y monosílabos.
Y nunca, nunca hay un beso rápido. Nunca hay un beso dado sólo porque tiene que darse. Eso no les importa, eso hasta está bien, pero es que tampoco hay una mirada que se demora, una pequeña sonrisa ni un abrazo dado sólo porque es inevitable.
La sensación sí, la sensación está ahí. A veces insoportable, tanto que, en uno de esos choques tambaleantes de recién levantados, dos semanas antes, Scully se puso de puntillas hasta que no pudo más, agarró a Mulder por el cuello y tiró de él para besarle, exactamente de la misma manera que le había besado cuatro horas antes porque, por un instante, no fue capaz de entender qué hacía las cosas distintas en cuanto dejaban la cama.
En cuanto le soltó le dijo “Pero, ¿es que no puedes quitarte de el medio?”, pero eso no borró el beso.
Mulder quiere que vuelva a ocurrir, quiere que vuelva a ocurrir todos los días, incluso cuando no ha habido sexo la noche anterior.
Especialmente si no ha habido sexo la noche anterior.
Sin embargo, sabe que si ocurriese lo evitaría. En el fondo sabe, aunque en general no piense en ello, que si Scully no marcase las distancias lo haría él mismo.
Lo más duro es que sabe que hay razones para hacerlo. Sobran razones.
En todos los sentidos.
Sabe porqué besó a Diana. Cada vez que se repite que lo hizo tan sólo porque a fin de cuentas es Diana, no puede dejar atrás absolutamente todo lo que sentía por ella, en ese instante necesitaba más que nunca sentirse cerca de alguien y Diana estaba allí, a su lado; sabe que hubo algo de huída en ese beso.
La razón, aún así, sería que Scully se alejaba...
Pero no era Scully quien sentía cada vez más la necesidad de estar sola.
No era Scully quien había besado a otra persona.
Y no era la única que tenía miedo a que todo aquello se les escapase de las manos. A hacerse tanto daño que nada pudiese volver a ser como antes, cuando nada podría acercarse de lejos a lo que les unía.
Mulder no sabía en qué momento exacto había ocurrido, pero sabía con una certeza que nunca antes había sentido que Scully era la única persona para él en el mundo. La única con la que se sentía en casa y que era totalmente insustituible.
Por eso quería quererla, pero no sabía aún cómo y empezaba a confundir lo que quería sentir con lo que sentía.
A Scully le parecía tan obvio que nadie les entendería como ellos se entendían que temía que eso fuese todo. No es que fuese la persona más romántica del mundo y hacía ya tiempo que había renunciado a sueños de amores perfectos, pero tampoco le apetecía rendirse y aceptar conveniencia por amor.
Ni tenía totalmente claro haber pasado el límite de no retorno, querer vivir para siempre persiguiendo hombrecitos grises.
Y, con Mulder, la vida siempre sería eso.
Le gustaba, le gustaba por encima de todas las cosas, que la considerase su compañera, pero no estaba segura de que fuese a gustarle por el resto de sus días.
Aparte del indudable hecho de que esa vida personal en la que se refugiaba para evitar pensar que vivía para el trabajo estaba cada vez más cerca de ser absorbida por él.
Todo estaba cada vez más cerca de partir, dirigirse, implicar, incluir, ser parte de él.
Y le gustaba, pero no le gustaba que le gustase.
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