fanfic_name = El lado oculto de la luna
chapter = 5
author = Rain
dedicate = A quien le guste, a quien lo sigue con dudas, a quien le guste a ratos, a quien todavía no sabe si le gusta o no, a tod@s los que me decis algo al respecto.
Rating = sleeping_bags
Type = Angst
fanfic = Derechos legales: Mulder y Scully no me pertenecen, son personajes propiedad de Chris Carter, 1013 y Fox. La historia es mía, aunque inspirada en la serie, lo cual es obvio porque ni CC, ni 1013 ni la Fox hubiesen permitido a los personajes... ciertos comportamientos. No pretendo obtener beneficios económicos con esta historia (sí, yo también me río ante la simple idea)
Rating: NR-18
Spoilers: Hasta el final de la séptima temporada y Per manum.
16.-ALREDEDOR DE LA LUNA
Cuando Mulder tenía ocho años, su madre le preguntó qué querría ser de mayor y él dijo que astronauta.
-Pero, cariño,-dijo ella sonriendo-estarías muy lejos, estarías flotando alrededor de la luna. No podrías estar con los tuyos.
-Os llevaría a todos conmigo, -había respondido él.
No es que tomase exactamente una decisión pero, cuando Diana se fue, Mulder supo que debía estar solo. Era algo que parecía haber estado meditando siempre y por fin tomaba forma. Su destino era ese: la soledad. Desde los catorce años se había sentido solo y había buscado la verdad de distintas formas. Ahora estaba más solo que nunca y tenía el trabajo perfecto para buscar la verdad. Parecía el final de un largo camino y el principio de uno nuevo.
La única mujer que se había acercado a entenderle también se había ido y la echaba de menos pero sabía demasiado sobre echar de menos para preocuparse de ello. Ella estaba bien y no volvería. Nada que hacer en ese aspecto. Mucho que hacer en otros.
Tenía su trabajo y se tenía a sí mismo. Eso era todo y así debía ser. No había otras opciones, no las quería. Nadie estaría dispuesto a seguirle a dónde debía ir.
Parecía como si hubiese mucho que perder en ello: Compañía, cariño, comprensión, familia, algo así como un poco de felicidad también. Conceptos de los que conocía más la teoría que la práctica, a decir verdad. No había mucho que perder, sólo la esperanza de que ese tipo de cosas pudiesen formar parte de su vida.
Así era como debía ser y lo aceptó como un hecho. Se tenía a sí mismo y a su trabajo.
Eso era todo.
Pero, entonces, Scully entró por la puerta...
17.-PERDIDOS
God have mercy on the man
Who doubts what he's sure of
Brilliant disguise, Bruce Springsteen
Son las dos de la madrugada y las únicas luces son las de los faros del coche. Nada más desde hace unos diez minutos, cuando dejaron a la derecha, a cosa de un kilómetro de la carretera, la última casa.
Las otras luces, las que perseguían, desaparecieron mucho antes.
Sabe que ya no les alcanzarán, pero no quiere abandonar, no quiere reconocerlo. Aunque no tiene idea de dónde están y es tarde, se da otros diez minutos.
-Nos hemos perdido, -acaba diciendo Scully.
Es un murmullo, suave, sin mala intención, por eso no soporta que él actúe como si no lo hubiese escuchado.
-Lo has perdido y nos hemos perdido, no tienes idea de dónde estamos.
Sólo un poco más alto, sólo un poco menos suave, sólo un poco molesto.
Pero él sigue actuando como si no lo escuchase.
-Te has perdido.
Ahora sí, ahora para el coche en la cuneta y golpea el volante.
-Debimos tomar el otro camino.
Scully piensa un “Te lo dije”, pero se lo calla. Está cansada, demasiado, de todo. No le apetece discutir ni echar nada en cara. Sólo dormir.
-Quizá si....
-Basta, Mulder. Quizá nada. Es tarde, no hemos cenado, he vomitado hace una hora y desde entonces he tenido que estar en un coche a 140 por hora, tengo frío. Estoy cansada, Mulder, y tú también. No puedes seguir. No vas a encontrarlo. De acuerdo, quizá parte de los archivos estaban en ese furgón, pero ese furgón está lejos y ya no lo vamos a encontrar por más que nos tengas a ambos dando vueltas por esta maldita carretera durante el resto de la noche.
-Dijiste que...
-Y si lo alcanzásemos, ¿crees realmente que nos lo iban a dar con una palmadita en el hombro?.... ¿qué mas da que lo alcancemos?, en ese vehículo van dos hombres armados, ni siquiera huían, sólo...
“Sólo nos ignoraban”, eso era lo que estaba pensando, pero no quiere decirlo, sólo quiere dormir.
-Dijiste que te encontrabas bien. Siempre lo dices.
Permanecen en silencio. Ninguno de los dos recuerda cuántas veces han estado así, perdidos, habiendo perdido.
-Porque siempre lo estoy,- responde ella con cansancio.
Mulder la mira, pero no hay respuesta. No sabe si está enfadada o dolida y no sabe porqué. Sólo que le agota que a veces sea tan críptica.
-Ya.
Arranca el coche y conduce carretera adelante, en busca del primer motel.
El silencio cada vez es más denso, más incómodo, más cargado de preguntas.
Siente que la está perdiendo, pero no del modo que siempre imaginó, no hay distancia, no hay un hombre, no hay otro trabajo. Están cerca, en todos los sentidos y, sin embargo, Scully se está alejando, porque quiere. “Porque no me soporta”, piensa.
Están bajando la montaña y siente como si se fuese formando una inmensa bola de nieve hecha de dudas y recelos. Cada pequeño detalle aumenta hasta superar con creces el límite de lo irremediable: El hecho de que no le acompañase a Nuevo México, sus celos por Diana, y por Karin Berquist, alguien con quien sólo se había escrito, la distancia con que le trató la mayor parte del tiempo que pasaron en aquella urbanización, justo cuando podían haber estado juntos sin problemas...
La cadena se rompe por un instante y piensa que es imposible que le odie y que quiera tener un hijo con él.
Deberían ser hechos incompatibles. No lo entiende.
No está acostumbrado a no entender a Scully. Está acostumbrado a conocerla, a saber lo que piensa, lo que siente, aunque ella no lo diga. Acostumbrado a asentir con la cabeza cuando ella deja escapar alguna información sobre sí misma pensando “Claro, eso creía yo”.
Pero ahora no la entiende. En absoluto. No entiende cómo está enfocando su relación en los últimos meses. A veces le asusta hasta qué punto se acerca a él y otras siente que está cada vez más lejos pero no llega a entender qué la mueve.
-Sabes Scully,- le dice mientras aparca el coche frente al que es sin duda el motel más sórdido de todo el estado de Washington, y también el único en más de cien kilómetros a la redonda,- las cosas son más fáciles de saber cuando te las dicen.
Ella le mira con cansancio. Piensa que aún está dolido por no haber seguido con la persecución o por haber perdido de vista el coche, y responde por inercia.
-Estaba bien, Mulder, no te preocupes. Siento haberlo nombrado.
Quizá es el miedo, o la rabia acumulada después de pensar durante esa última media hora en que ella se estaba alejando de él, o el sueño, o que es lo primero que pasa por su cabeza.
-Pues entonces no haberlo nombrado. No sé, desde que volvieron a asignarnos los expedientes X, parece que siempre estuvieses en otra cosa.
Ahora Scully tiene los ojos totalmente abiertos. Desapareció el cansancio, el dolor de estómago, el hambre.
-¿Insinúas que no hago mi trabajo?
-Lo siento pero era importante para mí.
-Para mí también. Pero parar no es abandonar. Y a menudo se te olvida.
Un nuevo silencio, tenso, como lo es todo últimamente.
-Supongo que hay sacrificios que no puedo pedirte que...
-¿Cuándo ha sido necesario que me lo pidas?- le corta ella mirándole con dolor.
Quiere callar pero también decirlo. Quiere no hacerle daño, todo lo que quiere es no hacerle daño, pero no sabe cuánto tiempo podrá aguantar callándose ciertas cosas. Cosas sobre lo que siente cuando él ve una de esas luces, da igual que sea un OVNI; un fantasma, un furgón con documentos del gobierno sobre una operación llevada a cabo hace años, da igual cuál sea el caso: el mundo siempre desaparece cuando hay un caso. Cosas sobre lo que es correr detrás de cada estúpida zanahoria que alguien decide ponerles delante.
-Supongo que para ti no es como para mí.
-Y, ¿qué te hace suponerlo? Porque dudo que sean los hechos.
-No he dicho que no hagas tu trabajo. He dicho que estás en otras cosas.
Qué extraño mecanismo ha convertido un “A menudo me cuesta saber en qué estás pensando” en un “No estás pensando en lo que debes” es un misterio que a Mulder le encantaría resolver, si no fuese porque acaba de crear un verdadero problema cuya resolución es prioritaria.
-Por supuesto que estoy en otras cosas, Mulder. Existen otras cosas.
-Scully, no quería decir que...
Scully sale hacia la recepción, pero se vuelve a los pocos pasos.
-Cambia de compañera. Seguro que conoces a alguien que entiende las cosas como tú.
No puede creerlo. Está acostumbrada a todo tipo de reacciones excesivas por parte de Mulder cuando algo se le escapa de las manos. En ocasiones la ha culpado, pero nunca ha cargado contra ella de ese modo. Algo en su interior se mantiene racional e intenta entender qué demonios puede estar pasando por su mente para hacerle reaccionar así, el resto de su cuerpo simplemente desea alejarse lo más posible de él y así de lo que acaba de decirle.
Al parecer van a ser unos 5 metros. Sin paredes de por medio.
Algunas veces deseaba que no hubiese más que una habitación. Lo deseaba en voz baja, como se desean las cosas que no se deben desear. No era una cuestión de compartir cama, no tenía nada que ver con que quizá así ocurriría algo entre ellos. Era algo más sutil y más importante, algo relacionado con escuchar su respiración, con poder hablar mientras se dormían y a veces, un poco, con la seguridad de tener a alguien cerca.
Otras veces, simplemente no le había importado. Ocurría, era distinto, un poco más incómodo por lo de compartir baño y cambiarse de ropa, por los canales de la tele y el insomnio de Mulder, pero no tenía mayor importancia.
Pero esta noche, esta precisa maldita noche, la idea le parece terrible.
Sólo una habitación.
Sólo una cama.
Acababa de decirle que podía cambiar de compañera.
Terrible.
Mulder no la mira mientras se lo dice. Mira el suelo, entre molesto y culpable. Murmura algo sobre poder dormir en el coche.
-Dormiremos en la cama, Mulder, los dos, -es su única respuesta mientras coge la maleta.
Escueta, práctica, racional. Lo que no ha podido ser hace un momento, cuando no pudo evitar decir “eso”.
Camina con paso firme hacia la habitación. Intenta convencerse de que todo irá bien si sigue siendo racional y evitando decir estupideces hirientes. Bastará con eso. Dormirán y mañana será otro día. Hablarán de lo que haya que hablar, volverán a Washington ciudad desde Washington estado y se olvidarán de todo.
De todo.
Sabe que Mulder no se olvidará de nada. Y que ella tampoco. Pero lo práctico no es pensar en ello.
-Vaya, Mulder, tienen tu mismo decorador.
Eso no ha sido precisamente práctico.
La habitación número 8 del Heartbreaker Inn es lo más sórdido que Scully haya visto en sus años de moteles, carreteras, dormir cuando se puede donde se puede y “Cualquier superficie horizontal sirve para descansar mientras no se demuestre lo contrario”. El espejo en el techo que le ha llevado a decir “eso” no es nada cuando una se fija en las luces de neón, las mantas con estampado de leopardo, la cama redonda y los “artísticos” desnudos que adornan las paredes.
Mulder iba a decir algo parecido a “Seré bueno y te dejaré dormir en el coche”, pensando que un chiste ayudaría, pero el comentario le ha dolido.
El también está cansado y hambriento. El ya sabe que ha metido la pata, que no deberían estar allí y que no tenía porqué haber dicho ciertas cosas: No hace falta que Scully sea tan hiriente, no hace falta que se lo recuerde.
Nunca ha hecho falta que le culpe: Se basta y se sobra para eso.
Y, desde luego, tampoco esta vez va a intentar hacerle entender que la cama y el espejo aparecieron y punto, que las cosas pasan y punto, que las personas han formado parte de tu vida y punto. Si no se ha tragado lo de la apuesta durante una borrachera con Frohike para explicar lo primero, no le resulta obvio lo segundo y no entiende lo tercero es su problema.
De modo que el “Muy gracioso, Scully” que murmura no tiene nada de jocoso y bastante de dolido. Deja la maleta sobre un sillón y abre la cama.
-Está limpia.
Se desnuda y se pone un pantalón de pijama y una camiseta. Sin hablar, sin ni siquiera mirarla. Mientras, ella saca los bocadillos que compraron hace unas 24 horas sólo por si acaso e intenta ser práctica y racional
-Deberías comer, Mulder.
Ni siquiera le contesta, sólo se mete en la cama, de espaldas a ella y se tapa.
Scully desenvuelve un bocadillo y se lo come lentamente, sin ganas, como si fuese un proceso necesario que siguiese un orden. Al terminar, bebe agua, se cambia y se mete en la cama, de espaldas a él, apaga la luz.
Decenas de corazones rojos fluorescentes comienzan a brillar en las paredes de la habitación. Se pregunta hasta qué punto ha llegado aquello para que no puedan reírse de algo así. No soporta la tensión, y trata de no pensar en ello analizando cómo, en ocasiones, la culpa cambia de bando constantemente en una discusión, cómo lo ha hecho entre ellos esa noche. Ella no tenía la culpa de nada. Ella recibió el soplo del almacén en Seattle en el que se guardaban expedientes de niños abducidos durante los años setenta, ella se lo comunicó a Mulder, ella le animó a ir y le apoyó en todo momento, ella aguantó a pesar de que se sentía mal, dijo que sería mejor seguir la carretera que, al parecer, habría sido la correcta para perseguir a aquellos hombres que lo habían incendiado, ella no empezó la discusión. Sin embargo, ahora parecía la culpable.
Pero eso no la consuela. Ni siquiera le permite pensar que el problema era aquella estúpida discusión. Ojalá pudiese pensarlo. Ojalá fuese tan sencillo. Ojalá fuese sólo un poco sencillo.
Los corazones se apagan lentamente y se va sumiendo en el sueño. Le siente respirar en su espalda. Poco a poco han ido acercándose. Piensa en que hace mucho frío o, quizá, sólo se están quedando dormidos y deja de importarles el enfado. Quiere la espalda de Mulder contra la suya, cada vez que cierra los ojos, a punto de caer en el sueño. No cuando los vuelve a abrir, entonces recuerda lo que han dicho, lo de tenerle lejos, cómo él ha mostrado que la quería lejos. Va y viene en cada abrir y cerrar de ojos, entre el sueño y la vigilia, hasta que se deja caer, casi del todo, y se apoya en el calor de su espalda, casi dormida, casi incapaz de decidir si está soñando esas palabras:
-¿Sabes, Scully? Desde hace años, para mí, somos tú y yo. Y luego está el resto del mundo. Diana me importa pero pertenece al resto del mundo. Muchas cosas me importan, pero pertenecen al resto del mundo. Es una pena que no lo sepas.
Quiere decirle que lo sabe. Resistir un poco más al sueño y susurrar un “Lo sé”, pero lo cierto es que no lo sabe.
Y bendice al sueño, por sacarla de allí.
A Scully no le gustan las preguntas personales. No le gusta que se las hagan y no le gusta hacerlas. Las cuestiones personales de cada uno no le parecen un tema de preguntas y respuestas sino algo que sólo se debe contar cuando surge, cuando a la persona le resulte cómodo, cuando es necesario. Una decisión que se debe tomar sin la presión de una pregunta.
Sabe que Mulder no es así. Es respetuoso y no acostumbra a hacer preguntas pero sabe que se muere por hacerlas. La combinación de una curiosidad extrema y unos estudios de Psicología lo hacen incluso lógico. Por eso Scully aprecia de forma especial su autocontrol en ese sentido.
Pero, aquella mañana en aquel bar de carretera fue ella quien no lo tuvo.
Poco antes de hacer esa pregunta, que temía y deseaba a partes iguales, recordaba cómo él le había dicho, pocos meses después de que comenzasen a trabajar juntos, que era mejor mirar a los ojos al preguntar algo comprometido:
-Tú retiras la mirada cuando estás interrogando a alguien y pasas al terreno de las preguntas demasiado personales.
-¿Y?
-Creo que eso pone aún más nerviosa a la gente, sólo eso. En realidad, un interrogatorio resulta más cómodo si se tiene la sensación de que quien pregunta tiene todo el control. Salvo para quien intenta esconder algo. De modo que, sea cual sea el caso, siempre es mejor mostrarse seguro.
Un consejo profesional dado hacía cinco años. Pero no podía apartarlo de su mente mientras aquella terrible pregunta se iba formando.
A raíz del caso, hombres-lobo, para Mulder; un animal fugado y una mujer extraña con una capacidad de fascinación sobre Mulder aún más extraña, para Scully; comenzaron a hablar del comportamiento social de los lobos mientras desayunaban.
Mulder tenía extensos conocimientos sobre el tema, lo que le hacía pensar a Scully que debía haber mantenido contacto con aquella extraña mujer durante mucho tiempo. De cualquier modo, no necesitaba confirmación tras ver cómo se comportaba ella con él. Era obvio que algo les unía, aunque no se habían visto nunca. No comprendía cómo podía vérseles tan unidos a pesar de que sólo se habían escrito correos electrónicos.
Y él jamás se lo había comentado. Ni un detalle, ni una palabra, ni una insinuación al respecto.
Casi como con Diana. Antes de conocerla, Scully sabía que Diana había existido, pero poco más.
Tuvo que acudir a los pistoleros para saber más.
Eso sólo podía significar una cosa: Había sido muy importante para él.
De hecho, a pesar de todo, Scully tenía la sensación de que lo era aún.
Mulder hablaba de territorialidad y de monogamia, de parejas unidas de por vida.
Y Scully se aferraba a la gracia que le hacía la idea de que una conversación sobre lobos le hubiese hecho pensar en Diana para evitar hacer esa pregunta que rondaba su mente desde que la conoció. Una pregunta cuya respuesta estaba segura de conocer ya: ¿Qué habría ocurrido si Diana hubiese decidido quedarse?
-La idea de tener un compañero de por vida suena demasiado romántica, cuesta un poco asociarla con los lobos, ¿no crees?
Hundida en sus pensamientos, Scully llegó a pensar por un instante que era ella y no él quien había pronunciado esa frase.
-¿No crees en la monogamia?-, estaba segura de que era él quien le había contestado así, aunque las palabras parecían haber salido de sus propios labios.
Mulder la miró con una sonrisa maliciosa.
-Vaya Scully, así que ha llegado el momento de hablar de “eso”.
-Hablábamos de lobos, -respondió ella, demasiado tensa, consciente de que no le podía mirar a los ojos,- Tu amiga parece creer que son mejores que las personas. Quizá también sean más románticos.
-Supongo que los ha estudiado lo suficiente para fijarse en las similitudes tanto como en las diferencias.
Hubo un silencio ligeramente incómodo que hizo que Mulder intuyese un tema subyacente. Desde que había conocido a Karin ella se había comportado de forma territorial lo cual le hacía pensar que quizá a Scully le importaba bastante el tema de la monogamia entre ellos.
De hecho, Mulder intuía que a Scully le importaba ese tema desde mucho antes. Tampoco es que a él le resultase extraño, o le importase, pero le resultaba excesiva la preocupación que ella había mostrado sobre la absurda posibilidad de que Karin estuviese enamorada de él.
“Nunca subestimes a una mujer”, le había dicho.
Considerar que Scully estaba celosa era subestimarla un poco, ya que creía obvio que no había razones.
Desde luego, no se lo iba a preguntar: no quería ponerla en esa situación.
-Es gracioso, -acabó diciendo él, tratando de aliviar la tensión,-que con la cantidad de gente que existe resulte tan difícil encontrar a alguien que te entienda, que le importen las mismas cosas que a ti, que busque lo mismo.
Scully sonrió tranquila y le miró a los ojos, tal como él le había aconsejado hacer.
-¿Era así con Diana?
Aquello le dolió aunque lo entendió. Ese era el tema subyacente. Sí la había subestimado: Scully no estaba preocupada por aquella mujer a la que él apenas conocía sino por aquella con la que había compartido su vida, su trabajo, su lucha.
Eso sí tenía sentido, mucho, en realidad.
Tenía ante sí a su perfecto opuesto preguntándole por su imperfecto igual. La respuesta era que sí, que era así con Diana. Pero aquello no significaba lo que parecía porque, si tenía algo claro, era que ya no era lo que quería.
Aunque lo hubiese sido todo por un tiempo.
Aunque lo hubiese besado de nuevo, unos meses atrás.
Quería justo lo que tenía ante sus ojos. Y mucho tiempo para poder explicárselo. Quizá tanto como le había llevado entenderlo totalmente.
-Con Diana todo fue fácil hasta que todo se volvió difícil.
Pensó que debía contarle lo del beso, que de algún modo se lo debía. Pero no pudo.
De modo que Scully no supo nada sobre el beso entre Diana y él, sólo que Mulder había respondido a esa pregunta mirando hacia otro lado, ocultando algo, dudando.
Y sacó sus conclusiones.
No es precisamente raro que se despierte excitada. No ha sido demasiado raro en los últimos años, cuando el sexo brillaba por su ausencia en su vida. Tampoco ha sido raro en los últimos meses, sólo que solía tener bastante que ver con Mulder, con lo que él hacía, con eso de “No te puedes ni imaginar tu expresión cuando despiertas del todo”.
Pero esta vez es distinto, no tiene que ver con lo que él está haciendo y sí con mucho de lo que ha hecho últimamente, con un sueño que mezclaba imágenes, hechos reales, entre ellos.
Cuando despierta del todo esta vez, él no la está mirando ni menos tocando. Está abrazada a él y le acaricia pero él permanece quieto, de espaldas. Ni siquiera le toma las manos. Cuando despierta del todo se retiene, mantiene el abrazo, a la espera.
Fuera llueve, dentro Mulder se vuelve hacia ella y la mira. Ella espera. Pero no algo así.
-¿Por qué te estás alejando de mí?
“Qué más da si no lo consigo”, es lo que piensa.
No medita la respuesta porque desde el primer instante sabe que va a utilizar todas las verdades de las que dispone para mentirle.
-Llevo seis años a tu lado, estoy abrazada a ti a kilómetros de cualquier lugar, he mentido, luchado, dejado cosas por ti, te he pedido que seas padre de mi hijo, ¿cuál es tu concepto de alejarse?
Mulder sabe cuál es su concepto: Que a pesar de todos esos hechos sienta que no quiere, que no está segura, que desconfíe, que tenga celos, que no le diga las cosas claramente, que le oculte sus sentimientos. Eso es alejarse: Estar más lejos a pesar de estar más cerca.
Pero no sabe decir eso así que dice otra cosa:
-No entiendo porqué quieres tener un hijo mío.
Y Scully suspira aliviada, porque no va a tener que mentir.
-Porque ninguna otra opción tendría sentido.
Sus ojos se llenan de lágrimas, como un reflejo, quizá en un simple reflejo. Mulder la besa, sólo para evitar que llore. Luego todo se le escapa de las manos, justo como lleva una hora decidiendo que no permitirá que ocurra. Considera que es lo peor que puede hacer en esos momentos, que no es la solución a lo que está ocurriendo, quizá incluso es el problema, pero esos ojos llorosos, esas palabras, esos labios contra los suyos no le dejan salida. Las dudas se evaporan, como ocurre cada vez que se acercan lo suficiente y el calor lo inunda todo.
Scully lo inunda todo. Ella, con él, mientras el resto del mundo queda fuera.
Scully siente que el resto del mundo está lejos pero, esta noche más que nunca, que la razón es que están perdidos. Está perdida dentro de él, eso es cuanto ha conseguido a pesar de haberse jurado que no lo permitiría. Y eso le hace sentir injusta. Tiene graves problemas y en vez de enfrentarse a ellos sola se está escondiendo en él. Siente que no tiene control sobre nada de lo que está ocurriendo: Sólo va a la deriva en ese pequeño mundo de sexo y tristeza, de unión y desesperanza. También algún tipo de amor que podría justificarlo todo de algún modo...pero aún no lo tiene claro. No le parece una buena señal ser incapaz de hablarlo con él.
Ahora puede verle, sentirle a su alrededor, en todas partes. Pero de pronto se siente realmente mal, todo cambia y cree comprender: Ambos están totalmente perdidos y no se están ayudando, ni a sí mismos ni el uno al otro, sólo se hunden. Se están hundiendo juntos en sus oscuras vidas como se hunden el uno en el otro y el hecho de hacerlo juntos sólo hace que parezca menos terrible.
Sólo hace que se sientan bien mientras tanto y así no luchen.
Sólo es sexo, tristeza y desesperanza.
Cuando Mulder tenía 15 años, poco después de lo de Samantha, tenía un truco para dormir: Se tomaba el pulso. Cada latido era una señal, un paso que acercaba el futuro y todo lo que el futuro implicaba. Un paso que le acercaba a salir de aquella casa, al indudable momento que llegaría, en que encontraría a su hermana, al día en que algo volvería a tener sentido.
Cada latido era también una prueba de que estaba vivo. A veces no le gustaba demasiado esa idea, a veces la odiaba, pero eso no le restaba fuerza. No había muerto, seguía ahí a pesar de todo, su corazón seguía latiendo y eso significaba que él seguía luchando.
Aún estaba vivo, lo estaba logrando, un latido más, contra el dolor, contra la muerte, acercándole a la verdad, a un futuro con esperanza, a un futuro distinto. Cada latido era una prueba de vida.
Como los gemidos de Scully entre sus brazos. Variables en intensidad y velocidad, llenos de significado, de anhelo, de deseo, de vida. Fuerza y rabia. Igual que con los latidos, siempre tenía un poco de miedo a que el siguiente no llegase, a veces la espera, ese segundo de espera, se hacía eterno y le llenaba de dudas, pero llegaba, siempre llegaba.
Otro latido
Otro gemido
Otra prueba
Pruebas vivas que se suceden en el tiempo
A pesar de que siempre parezcan a punto de detenerse, de que cada una podría ser la última
Podría ocurrir
Está ocurriendo
Es plenamente consciente de ello, lo ve, siente como algo, no sabe qué, se ha roto. Se detiene, antes de que ella diga que lo siente, antes de que diga que no puede seguir. Sólo se detiene y la mira, aún más preocupado que confuso.
-¿Qué ocurre?
-No...no lo sé, no puedo seguir, lo siento.
Se tumba a su lado, toma su cara en sus manos, pero ella le abraza y se esconde en su pecho repitiendo una y otra vez que lo siente.
A Mulder no le importa detenerse, sólo le importa, necesita, saber qué es lo que ocurre, de modo que cada “Perdona” es respondido con un “¿Qué ocurre?”, de modo que vuelve a tomar su rostro y le obliga a contestar.
Pero ella no quiere contestar, no quiere decir nada sobre la inmensa tristeza que acaba de descubrir como único fondo de todo lo que les une. Miles de ideas, imágenes y sentimientos cruzan su mente, pero no hay palabras.
Scully necesita tiempo para pensar pero no lo tiene.
No puede evitar mirar el espejo. Cierra los ojos y por fin aparecen palabras “No estoy segura de lo que siento y me importas demasiado para que pueda permitirme esa duda”.
Pero no puede decir algo así y no tiene tiempo para inventar las palabras que digan lo que le ha ocurrido, de modo que dice una media verdad. Algo cierto, relacionado, y terriblemente incompleto.
-Es...este lugar. De pronto todo me ha parecido...sórdido.
No sabe de dónde han surgido esas palabras y está demasiado ocupada preguntándose si es ella el elemento sórdido para decir otras antes de ver su efecto.
Mulder suelta algo parecido a una risa irónica. Deja de abrazarla, ya no puede, pero aún le aprieta la mano, ella está temblando y una cosa es el rechazo que le ha producido lo que ha dicho y otra que pueda alejarse del todo cuando sabe que lo está pasando mal.
-El espejo, quizá-murmura ella tratando de quitarle importancia.
Hay muchas cosas que aún no sabe de Scully y que, al menos hasta hace un minuto, se moría de ganas por descubrir, pero hay otras que sí sabe: Sabe que a Scully le gustan los espejos, sabe que no tiene miedo al sexo y sabe que no da importancia a los lugares.
-No es el espejo, es lo que refleja. Somos nosotros, soy yo,-murmura él.
Ha sido una afirmación. Se sienta, dándole de nuevo la espalda.
Scully siente como todo su cuerpo grita. Grita por abrazarle de nuevo, por negar lo que ha dicho. Siente como todo su ser estalla para alcanzarle, para meterse en él y borrar toda duda. Es como si todo lo que es, su cuerpo, su mente, su alma estuviesen por primera vez de acuerdo y se uniesen para gritar...algo.
-Mulder.
-¿Qué?
Ni siquiera se vuelve.
-Mírame.
Ahora sí. No está enfadado ni dolido, como ella esperaba, sólo triste. Infinitamente triste.
-Ven.
No quiere hacerlo, al menos recuerda que no quería cuando decidió salir de esa maldita cama, pero lo hace, se tumba de nuevo frente a ella, mirándola a los ojos, paciente, resignado.
Llega a creer que ella no va a decir nada, sólo le mira, quizá con más cariño que nunca y eso es algo difícil de decir, quizá con más ternura, con más compasión y más tristeza de las que recuerda haber visto en ella.
Cuando ha pasado demasiado tiempo para que recuerde algo distinto a estar atado a su mirada ella apoya su frente en la suya, como siempre han hecho.
-No hay nada sórdido en este reflejo.
Y Mulder no puede evitar sonreír, en paz por primera vez desde hace meses.
Porque ahora está seguro de que hay cosas que siempre se mantienen.
Y punto.
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