fanfic_name = El lado oculto de la luna

chapter = 6

author = Rain

dedicate = A quien le guste, a quien lo sigue aunque no le convence, a quien me cuenta lo que le parece, a quien me anima, a quien me hace críticas, a quien tiene paciencia para esperar la siguiente parte.

A Lessa, por críticas constructivas y más que acertadas.

Rating = sleeping_bags

Type = Angst

fanfic = • Derechos legales: Mulder y Scully no me pertenecen, son personajes propiedad de Chris Carter, 1013 y Fox. La historia es mía, aunque inspirada en la serie, lo cual es obvio porque ni CC, ni 1013 ni la Fox hubiesen permitido a los personajes... ciertos comportamientos. No pretendo obtener beneficios económicos con esta historia (sí, yo también me río ante la simple idea)

• Clasificación: NR-18, MSR, Angst.

• Rating: NR-18 (esta parte no…pero creo que va a ser la única que se libre)

• Spoilers: Hasta el final de la séptima temporada y Per manum.

Nota: A lo largo de todo el relato, a pesar de estar situado en la sexta y la séptima, he tenido en cuenta un hecho que se descubre en la octava temporada: todo lo relacionado con el episodio Per manum. Sin embargo, no incluyo lo relacionado con Without, es decir, en este relato Mulder está sano a lo largo de la séptima temporada (más o menos, excluyendo bichos en los pulmones y tal), nada de tumores cerebrales.

 

 

CUARTO CRECIENTE

 

 

18.-CONFÍA EN MÍ

 

All the things you said to me today,

Change my perspectives in everyway.

These things count to mean so much to me,

Into my faith, you and your baby.

It´s out there, if you want me I´ll be here

Dreaming my dreams with you

Dreaming my dreams, Cranberries.

 

Scully apoya la frente sobre la fría pared del ascensor, deja caer los párpados, respira profundamente. No quiere salir a la calle con lágrimas en los ojos pero desea llorar. Desea volver, desea huir y desea llorar, gritar, reír a carcajadas, hacer todo lo que no debe hacer. Cualquier cosa menos salir calmada del edificio de Mulder y volver a su casa. Cualquier cosa menos calmarse.

 

Cuando la puerta se abre, se da cuenta de que se ha equivocado al pulsar el botón y está en el garaje. Se alegra por ello, eso le da tiempo para respirar y calmarse. Pulsa el botón del piso de Mulder mientras se repite que no puede volver, no puede llamar de nuevo a su puerta sólo para abrazarle: Sólo lo hace para darse tiempo. Se seca las lágrimas, endereza su espalda, respira profundamente, pulsa el botón del portal. Las puertas se abren y se cierran dejando entrever la puerta del apartamento 42.

Él está dentro, vivo.

No puede ir a abrazarle, llamar de nuevo a su puerta y no decir nada, sólo apoyar la cabeza contra su pecho, cambiar dedos por labios, quedarse a su lado unas horas hasta cansarse de mirarle y de ser consciente de que vuelve a ser él.

No puede hacer eso porque Diana ha muerto y él necesita tiempo para pensar y descansar.

Atraviesa el portal y sale a la calle pensando que lo único que importa es que vuelven a tener todo el tiempo del mundo.

 

Tiene calor, pero no se quita el abrigo. Ha dejado el coche a dos manzanas, sintiendo que necesitaba caminar un poco antes de verle. Ahora lo lamenta: Huir y esconderse, llegar a casa y llorar. Las calles están llenas de personas que aprovechan el soleado domingo, pasean sonrientes como si sus vidas no hubiesen estado a punto de perder lo más importante.

 

“Mi constante, mi piedra angular”, “Eras mi amiga y me decías la verdad”, esas frases resuenan en su cabeza mientras camina a paso ligero, deseando llegar al coche y esconderse del mundo. Porque todo ha cambiado de nuevo, todo ha empezado de nuevo y no puede soportarlo, se siente a punto de estallar.

Las ideas se suceden desbocadas: Mulder inconsciente, la nave en África, las visiones, Holstein estaba en coma desde hace dos semanas pero rezó con él hace unos días, ¿ver para creer?, Diana le traicionó pero murió por salvarle. Todo parece dar vueltas sin sentido. No sabe en qué creer, no sabe en qué confiar, qué es verdad y qué es ilusión.

 

Recorre la ciudad, ahora con una sola idea en su cabeza: Mulder sí ha sabido en qué creer, en qué confiar cuando todo se desmoronaba: En ella.

 

Se deja caer sobre la cama y llora hasta quedarse dormida. Duerme entre sueños confusos. El calor y los nervios, el cansancio acumulado, le hacen mantenerse en un estado semiconsciente, esperando una llamada, otra visión, con miedo a despertarse y descubrir que él no está bien.

 

Al final de la tarde, consigue por fin un sueño tranquilo en el que está de nuevo ante la puerta de su apartamento y Mulder le abre, la cabeza libre de vendas. Él le besa suavemente los labios y cambia las palabras “Sí lo sabes, Scully. Siempre lo has sabido: Soy tu constante, tu piedra angular. Crees en mí. Confía en mí.”

 

 

19.-CORAZÓN

 

¡Lo saben ya hasta los muertos!

¡Y tú sin saberlo!

Rafael Alberti

 

Se quedó mirándola mientras ella dormía. No era nada nuevo aunque cada vez era distinto. La razón volvía a ser la preocupación: Alguien había estado a punto de arrancarle el corazón a Scully hacía unas horas.

Ella dormía en el sofá, ni siquiera había querido meterse en la cama, quizá por miedo precisamente a quedarse dormida. No habían discutido demasiado porque él se quedase, a pesar de que Scully repitió que estaba bien y que no era necesario.

Pero él sabía que nada estaba bien.

 

Hacía dos años de aquel caso. El tatuaje seguía en su lugar y él lo había visto demasiadas veces, las suficientes para considerarlo parte de ella más que parte de un mal recuerdo.

Dos años atrás todo era distinto: La idea de sexo con Scully bailaba en su mente, pero demasiado nebulosa e inquieta para tomarla en serio. Era algo para pasar el rato, tras alguna discusión estúpida, cuando el insomnio se empeñaba en quedarse, poco más.

Prácticamente, nada más.

Sin embargo, había caído en el tópico y había sentido que la estaba perdiendo al ver la foto del tatuaje, el informe toxicológico con positivo en LSD y el informe policial donde no había nada sobre lo que dudar: Ella había estado en el domicilio del acusado.

Había pasado la noche allí.

Mulder recordaba con nitidez cómo su corazón había dado un vuelco. Porque tenía muy claro que la vida de Scully era sólo asunto suyo, pero era también...

 

Se levantó del sillón y todos sus músculos le recordaron que llevaba demasiado tiempo allí. Amanecía, y decidió que sería mejor tomarse un café.

La cocina de Scully estaba tan colocada como el resto de su piso. Limpia, ordenada, perfecta.

Entendía que alguien como ella necesitase pequeñas dosis de caos, pero no que eso la llevase al apartamento de “su” vecino, a la cama de “su” vecino. De nuevo un desconocido que le había hecho daño. De nuevo “no él”.

“Porque, puestos a hacerle daño mejor de mano de un conocido, ¿no?”, pensó sarcástico.

 

No encontraba el azúcar y estaba haciendo demasiado ruido. No podía entender cómo podía tenerlo todo tan colocadito y que el azúcar no apareciese por ninguna parte. No podía entender nada. No entendía ni de lejos cómo demonios ella había acabado en la cama de aquel hombre que era su vecino porque se había mudado allí para estar cerca de ella, y parecía saber todo sobre ella, y tenía el valor de decir que ella ya estaba enamorada.

¿Es que nada iba nunca a tener sentido con Scully?

Porque nada tenía sentido.

Nada.

 

Todo debería haber estado bien porque, cuando uno se toma las cosas con calma, todo debería ir bien. Uno no tiene la madurez de comportarse correctamente con otra persona para que todo acabe tan mal como si hubieses perdido la cabeza y te hubieses dejado llevar.

Claro que, por otra parte, nada estaba mal, tenía que reconocerlo. Lo que no soportaba era justo que nada estaba mal.

 

Desde aquella terrible noche en Washington, todo era aún mejor que antes. Todo era perfecto y eso le iba a volver loco. Se comportaban de modo impecable, ambos: atentos, cuidadosos, cercanos, incluso cariñosos el uno con el otro. Era algo muy agradable, era incluso mejor que antes, quizá porque no había tabúes por romper ni tampoco la tensión que llegó a crearse durante aquellos meses en que se habían acostado.

Pero no lo soportaba porque, dentro de esa perfección, echaba algo terriblemente de menos. Y no era sólo lo obvio, de hecho era algo bastante difícil de determinar: estaba por determinar.

 

De algún extraño modo, ella era todo para él y no estaba seguro de qué era él para ella. Sólo sabía que un maldito escritor hijoputa había escrito a la perfección a Scully y que él era un jodido psicólogo licenciado cum laude en Oxford, genio en perfiles, y era incapaz de entenderla.

Eso dejando a un lado que no era el último que la había tenido en la cama a pesar de que, por muy siniestro y muy rarito que fuese, nunca había intentado sacarle el corazón ni había creado un personaje que lo hiciese, cosa que no se podía decir de todo el mundo.

¿A qué venía eso de que estaba enamorada?

¿Por qué le daban tanto miedo esas palabras?

¿Por qué tenía la sensación de que le estaba mirando desde la puerta justo en el momento en que daba un puñetazo en la encimera?

-¿Mulder?

-No encuentro el azúcar.

 

Se acercó a él, hasta llegar a su lado, con su pelo revuelto y los ojos hinchados, el pijama descolocado dejando ver parte de su hombro derecho. Olía a ella, esa mezcla imprecisa de sus cremas, y su suavizante, y su desodorante y su olor, cuando se sacudió el pelo y levantó el brazo para coger un tarro con azúcar de la balda superior.

Mulder se preguntó porqué de nuevo no, porqué había vuelto a ese estado en que no podía morderle un poco en el cuello, sólo porque estaba allí delante y era insoportable la idea de no hacerlo.

-Deberías dormir un rato, Mulder.

Scully intuía que él había pensado demasiado aquella noche, ella también a fin de cuentas. Ambos lo hacían constantemente.

Cuando se volvió, él evitó mirarla. Tomó el azúcar y se sentó a tomar el café, casi ignorando su presencia. Pero Scully sintió que no podía irse, debía esperar algo, quizá una pregunta que intuía desde que había leído aquella novela basada en ella.

 

-¿Cómo lo hizo, Scully?-, acabó murmurando él.

-Yo diría que se conocían y eran cómplices. Respecto a lo que vi que me hacía...supongo que me indujo de algún modo a....Quizá alguna droga....Porque no tengo cicatriz y eso es imposible si...ocurrió lo que parecía.

Mulder esbozó una sonrisa y siguió sin mirarla.

-Sabes que no estoy de acuerdo en eso. De todos modos, no tengo aún la mente clara para formular una teoría.

 

Acababa de darse cuenta de que no le importaba, por una vez no le importaba en absoluto el caso en sí mismo, sólo ella. No porque hubiese estado en peligro, era obvio que se encontraba bien, sino por todo lo demás: Cómo aquel hombre había logrado verla así.

 

Scully había dicho “Creo que me conoces lo suficiente” cuando le preguntó si tenía algo de real esa parte del relato en que ella acababa en la cama del escritor. Se suponía que debía creer que todo era una fantasía enfermiza de un hombre solitario.

Eso era lo que debía y lo que quería creer pero no podía dejar de preguntarse qué habría ocurrido si él no hubiese entrado, pistola en mano, en casa de Pagget para detenerle. ¿Hubiesen permanecido como les encontró, sentados en su cama, hablando y tomando café?, ¿o quizá las tazas acabarían en el suelo y ellos tal como describía el libro?

 

Podía ser cierto que Scully necesitaba sentirse deseada, admirada, que a veces se sentía incapaz de llegar a donde él llegaba, que se preocupaba por lo que él pensaba de ella; aunque lo primero no le parecía del todo acorde con su personalidad y lo segundo…no le parecía demasiado cierto.

El caso es que aquel desconocido parecía haberla visto con una claridad a la que él jamás había llegado.

En parte, por eso no podía parar de preguntarse qué demonios significaba aquel “La agente Scully ya está enamorada”

 

-Supongo que te preguntas qué hacía en casa de Pagget, -murmuró Scully sin decidirse entre mostrarse fuerte o indiferente.

-Es tu vida, -respondió él. Era la menor de las preguntas, de hecho tenía bastante claro los porqués aunque no le gustasen nada.

 

Scully quiso responder algo, aunque no llegó a decidir qué. No tenía una respuesta para sí misma, ni sabía porqué era en aquella cama en la que había estado a punto de terminar cuando prefería, con diferencia y pruebas, la del otro lado de la pared.

 

Sólo sabía que Pagget definitivamente se había equivocado y había sido capaz de reconocer su error.

No se podía decir lo mismo de todo el mundo.

 

Permanecieron sentados en la cocina, mirando a la ventana, al suelo, al vacío. Esperando respuestas, formulando preguntas.

 

 

20.-DE ÁRBOLES Y BOSQUES.

 

A veces los árboles no dejan ver el bosque.

 

-Ten cuidado, Dana: Los que huyen no saben hacia dónde van,- dijo Jack Willis una fría mañana de diciembre, después de que hiciesen el amor por primera vez.

 

Muchos años después, Scully permanecía frente al espejo de su baño, mirando un reflejo que sonreía a ratos, y pensaba en esas palabras.

 

Hacía una hora que su no-cumpleaños había acabado. Mulder había decidido regalarle una clase de Base-ball, deporte que le seguía pareciendo estúpido salvo en el caso de que alguien te rodease con sus brazos para enseñarte a batear. Mulder no estaba de acuerdo en lo primero aunque había dado muestras de preferir lo segundo. Le había dado una larga charla sobre cómo el Base-ball se basaba en utilizar la fuerza del contrario en tu favor. “Como la vida misma”, había dicho, “las bolas vienen hacia ti sin que puedas prever cómo y todo consiste en saber llevar el juego, adaptarte, aceptar lo que llega e intentar redirigirlo en tu provecho”.

-¿Esa es tú filosofía de vida, Mulder? Déjame que lo dude.

-Haz lo que yo te diga y no hagas lo que yo hago.

 

Habían paseado toda la noche sin rumbo, sin preocuparse de ello. Durante toda la noche ese extraño cosquilleo se había mantenido. Quiso atribuirlo a que aquello era lo más parecido a una cita desde hacía demasiado tiempo pero no se esforzó demasiado.

 

 

Scully no tenía muy claro cómo habían llegado a aquel acuerdo de terminar con el sexo, aún menos si ella había llegado a tener voz o voto en dicha decisión. Quería pensar que sí, porque eso significaría que era fuerte y responsable, alguien capaz de renunciar a algo por el bien común y para preservar una relación importante. Le gustaba pensar que era un acuerdo tácito y no un estúpido malentendido en el que ninguno de los dos se atrevía a dar el paso de preguntar. Sobre todo, quería pensar que no era causa de que le había hecho daño, de que Mulder hubiese creído que, para ella, él no era importante, sólo alguien con quien acostarse porque las cosas iban mal y que había acabado resultando aburrido, demasiado vacío de significado, que se había cansado de él.

 

“Sórdido no es una bonita palabra”, pensó.

-Maldita sea, Dana, ¿en qué estabas pensando?

La sonrisa del espejo había desaparecido.

“En que estábamos perdidos y solos, y esas no son buenas razones”.

La pregunta se basaba en una palabra, la respuesta en no haberlo vuelto a intentar y, el efecto de las cervezas que se había tomado, acortaba las distancias entre ambas.

-Quizá para él era algo más.

Le atemorizaba el “sí” y le atemorizaba el “no”.

“Quizá fuese suficiente decidir si lo era para ti. Quizá estás ante un inmenso árbol que no te deja ver el bosque”.

 

Aquella mañana, en brazos de Jack, Scully era más joven y, a pesar de que la esperanza no era precisamente su fuerte en aquella época, había osado responderle “Pero, a veces, huyendo se llega a donde se iba”.

 

Se tumbó en la cama y se quedó dormida mirando el teléfono, en cierto modo a la espera, pensando en que ahora sabía batear.

Pero no fue con eso con lo que soñó.

 

Al otro lado de la ciudad, Mulder, completamente despierto, también miraba el teléfono, pensando en llamar y repitiéndose: “No, hoy precisamente no.”

 

 

21.-DE ENTRE LOS SUEÑOS

 

Pero, cuanto más me cura,

Al ratito, más me escuece

Porque amar es el empiece

De la palabra amargura

Una rosa es una rosa, Mecano

 

-Eh.

Lo primero que vio al despertar fueron sus ojos, luego fue consciente de su rostro dañado, las pequeñas heridas que lo cubrían totalmente, y recordó de golpe, los sueños y la realidad, sus manos encontrándose. Intentó moverse y un dolor intenso se extendió por todo su cuerpo. Su piel, al igual que la de ella, estaba en carne viva.

-¡No te muevas! En serio, no es una buena idea, -dijo Scully con una sonrisa.

Estaba tumbado en una cama de hospital. Ella, sentada a su lado, aún convaleciente pero más recuperada. Habría pasado menos tiempo que él sometida a aquella cosa que intentaba devorarles, pensó. Porque sólo había sido eso, todo lo demás era una farsa, imaginación, pensamientos inducidos por quién sabe qué.

 

-¿Qué tal estás, Scully?

-Un poco mejor que tú esta vez.

-Última vez que vamos a la montaña, de verdad, la próxima vez a la playa. Las montañas son muy peligrosas. No me gustan las montañas: están llenas de cosas raras, y bichos, y hombres-polilla y de todo. No más bosques. Prométemelo.

-Me parece que tu calmante es mejor que el mío,-dijo Scully divertida-y también que cuando se te pase el efecto cambiarás de opinión.

-Tú siempre piensas eso,-respondió él, mirándola fijamente.

Scully quiso decir algo, algo distinto y también acercar la mano y acariciarle, eso habría sido suficiente y sutil. Pero todo estaba en carne viva.

-Skinner está llevando el caso. Han cerrado la zona. Era un hongo lo que mató a aquella pareja, lo que nos atrapó y nos tuvo bajo tierra-extendió sus manos mostrando las heridas- devorándonos mientras nos mantenía dormidos. Supongo que ya lo sabes.

A Mulder no le molestó el cambio de tema. Encontraba una calma agradable en lo habitual y aquello era habitual.

-Sé que no fueron extraterrestres, que esta vez estaba equivocado.

 

Pensó que debía ser el calmante, el caso es que se sentía triste, muy triste y muy cansado. Lamentaba haberle dicho todo aquello sobre que debía respetarle más porque a menudo era él quien acababa teniendo razón. De pronto se sentía injusto, egocéntrico, estúpido. Inmóvil. Deseando sólo alargar la mano y rozar los dedos, primer recuerdo real que tenía, en la ambulancia, los dos heridos pero todo de nuevo en su sitio.

 

-Un hongo, ¿eh?-dijo aguantando unas enormes ganas de llorar que no sabía demasiado bien de dónde venían.- Así que todo tenía explicación científica. Diría “Estarás contenta” si no tuvieses el aspecto que tienes.

Esperaba una sonrisa pero Scully no sonrió, sólo recordó lo que había soñado estando inconsciente: Mulder muerto y todo el mundo dándole la razón a ella.

-Hay cosas que me importan más que tener razón.

Mulder extendió la mano y tomó la suya. Dolía un poco, sólo un poco.

-Lo sé.

 

Se quedó dormido de nuevo y sintió que algo le estaba devorando mientras tanto, pero él era incapaz de determinar el qué. Sostenía la mano de Scully y sentía por ello una mezcla de paz y culpa: La sensación de que ella intentaba sacarle fuera de la oscuridad mientras él tiraba hacia abajo, tratando de retenerla.

 

 

22.-EL TÉ, LA VERDAD Y LOS CROISSANTS (AÚN CALIENTES).

 

And you know, that I´m gonna be the one

Who will be there

When you need someone to depend upon.

When tomorrow comes, Eurhythmics

 

Están sentados en el coche haciendo una vigilancia. Hace tiempo que se han olvidado de lo que son los turnos. Tienen cierta noción de que existe alguna norma al respecto pero, para ellos, los turnos se reducen a turnarse en dormir sin salir del coche. Es más seguro, más cómodo, más agradable.

 

Ella mira a través de los prismáticos y él la observa aún somnoliento: acaba de despertarse. Está amaneciendo y la calle permanece en silencio. Sólo le ha rozado la cintura susurrando un “Estoy despierto”.

 

-Nada nuevo en este tiempo-, ha respondido ella mientras le pasaba una lata de té. –Sigue dentro de la casa.

-Me vas a odiar por decirlo, pero quizá nos podríamos haber ahorrado esta vigilancia. Será un asesino pero es una persona demasiado normal para preocuparse de vigilarle por la noche.

-Mulder, tú crees que es un devorador de cerebros.

-Sí, pero un devorador de cerebros muy aburrido.

Scully le mira con ese toque de censura y ceja levantada.

-Tienes ojeras,-dice él.

-Gracias, Mulder, tú tampoco tienes buen aspecto.

-¿No te cansa a veces el trabajo?-, ronronea bostezando pesadamente.

-Que yo recuerde, llevo unos seis años cansada. Algunos fines de semana duermo más de ocho horas. Algunos, pocos. Pero yo no culparía exactamente al trabajo: La mayor parte de los casos que me mantienen en vela maravillosas noches de dormir en el coche, comer bocadillos y…disfrutar de la intimidad que dan los arbustos ni siquiera deberían ser casos. Así que no me voy a quejar esta vez que es obvio que hay un caso y he cenado un plato combinado en una gasolinera con baños que tenían llave.

-Bueno, puedes consolarte pensando en la otra opción: ¿A qué podría aspirar una mujer como tú?, ¿congresos de Medicina con descansos en los que se sirve caviar, baños con un montón de bolsitas de esas pequeñas con jabones, y algodones y todo eso, y compartir tu tiempo con cirujanos cerebrales capaces de hacer milagros?

-Sí, algo así.

-Debiste hacer algo terrible en otra vida, Scully.

-No sé, ¿me tengo que fiar de tu versión de los hechos?, ¿de lo que viste en aquella regresión?

-No sabría decirte…Yo creo que algunas cosas no cuadraban. El destino debe ser algo más complicado de lo que parece.

Scully sonríe. No quiere hacerlo, no quiere pensar que se refiere a lo que parece a juzgar por su mirada. Acaba pensando que sólo es un cumplido.

Duran demasiado, silencio, mirada y sonrisa. Scully huye con lo primero que se le ocurre.

-Tú podrías tener un puesto importante,-ríe ante la sombra de ofensa que aparece en los ojos de Mulder.-Más importante, más respetado. Ser el mejor creador de perfiles del FBI.

Se acerca a ella. Demasiado, como siempre. Susurra en su oído.

-Y, ¿quién ha dicho que no lo sea?

-No hablamos de que lo nieguen, hablamos de que nadie lo afirma.

-Tú lo crees.

-Y tú que yo soy buen médico.

-No me importa demasiado ser Mulder el Siniestro.

 

Pero ella no puede decir que no le importa ser la “Señora Siniestro”. Hay muchas cosas que no le importan, pero no llega a tanto. Desvía la mirada, sonríe con desinterés. Mulder puede sentir ese dolor que le produce el no ser suficientemente valorada por los demás. Hay muchos aspectos en los que no se siente capaz de aislar a Scully lo suficiente de todo lo que siente por ella como para analizarla fríamente, pero también hay cosas que sabe.

 

-¿Sabes qué?-, le dice después de reflexionar.- Entiendo que no lo dejes ahora, entiendo que no lo hayas dejado durante los últimos años, pero nunca he llegado a entender del todo porqué no lo dejaste al principio.

La mira fijamente. “Lealtad”, piensa. Scully es con diferencia la persona más leal que ha conocido nunca: Incapaz de abandonar a alguien. Es cuanto se le ocurre, no es lo que quiere creer. Quiere creer que quería, que deseaba tanto como él descubrir la verdad.

Ella sigue sonriendo con cansancio, la mirada perdida en la casa que vigilan.

-Te habrías ahorrado muchas cosas,-“y ninguna buena”, piensa. Siente lástima por ella, y cierta culpa.

-Quizá me guste este trabajo, simplemente.

Vuelve a mirarle, parece aún más cansada.

-Hay lugares a los que no puedes ir de visita,-continúa.- No puedes ver lo que yo vi en aquellos primeros meses y luego dar la vuelta, cerrar los ojos. No puedes tener frente a ti la manipulación y las mentiras, el engaño, ser consciente de que sabes cosas que nadie más sabe y que nadie quiere saber, pero que son ciertas e importantes, y simplemente olvidarlo, volver al otro lado.

Mulder se alegra de descubrir ese factor, el factor “verdad”, el rechazo profundo que crea en ella ese engaño. La lástima se mezcla, una vez más, una vez de tantas, con la admiración.

-Sí se puede, Scully. Todo el mundo lo hace.

Ahora es ella quien se acerca demasiado, en parte porque realmente quiere, en parte por simple juego. Porque, entre las muchas cosas que han hecho interesantes todos estos años, están ese juego y ese jugador.

-Yo no. Y tú tampoco.

 

Se recuesta en el asiento, le pasa los prismáticos y cierra los ojos.

-Pero estaría bien que hoy nos sacrificásemos menos que de costumbre por la causa y comiésemos en un restaurante de verdad.

Mulder sonríe. Se muere por besarla. Por un instante intenta auto-justificarse pensando que no es nada sexual, sólo una profunda expresión de cariño, hasta que se da cuenta de que, efectivamente, sólo es eso. Entonces recuerda que alguna estupidez indeterminada ha hecho que dejen de besarse y le acaricia la frente.

-¿Qué te apetece?

-Lo que sea menos hamburguesas, por favor.

Un par de minutos después murmura un “Gracias”, emocionado.

Scully lo escucha, aunque no sabe a qué se debe, inmersa en una fantasía de camas blandas y conferencias interesantes en las que te sirven café siempre recién hecho y croissants con mantequilla aún calientes.

 

 

23.-GRACELAND

 

And I may be obliged to defend

Every love, every ending

Or maybe there´s no obligations now

Maybe I’ve a reason to believe

We all will be received in Graceland

Graceland, Paul Simon

 

A Scully nunca le había parecido tan lento un avión como cuando volvía de África.

 

Hizo el viaje de noche. Intentó dormir. Estaba agotada y sabía que nada más llegar a Washington todo serían prisas y nervios, pero ya tenía prisa y estaba nerviosa.

Miraba por la ventanilla, una inmensa luna sobre el océano. Si bien había estado muchas veces en una situación similar, temiendo que él muriese o estuviese ya muerto, nunca le había parecido tan en sus manos.

Recordó la Antártida, cómo él había conseguido lo imposible, encontrarla y salvarla de una muerte segura. Ahora la situación era la opuesta y temía tanto fallarle que, durante los últimos días, había momentos en que le costaba simplemente respirar.

 

Scully se había criado con tres hermanos, había tenido amigos, no muchos pero buenos, un total de seis compañeras de piso a lo largo de sus años de universidad, una compañera asignada durante su entrenamiento en el FBI.

Pero nunca se había sentido unida a alguien como se sentía unida a Mulder. Se había intensificado con el tiempo, pero tenía memoria suficiente para saber que era mucho más que cuestión de tiempo.

 

Había escuchado montones de charlas formativas y asistido, (por llamarlo de algún modo), a varios seminarios sobre la importancia de la relación entre compañeros. Bien es cierto que, en esos seminarios, se había dedicado a intentar convencer a Mulder de que asistiese a las charlas, en ocasiones; a escaparse con él para visitar los emplazamientos de los juicios de Salem, cosa por la que aún se sentía culpable; incluso había acabado apilando cadáveres para salir de un laberinto de túneles situado bajo un bosque, demostrando así cómo el trabajo en equipo puede salvarte la vida.

Cuando escuchaba aquellas primeras charlas sobre la importancia de confiar en el compañero y mantener la unidad, solía reírse. Todos lo hacían, era fácil hacer bromas sobre el tema. Después de seis años de servicio, aquellas charlas le seguían pareciendo irrisorias aunque ya no le resultaban exageradas, más bien al contrario. Aquello tan repetido de “Poner la vida en manos de otro” se había transformado en costumbre, era casi una tradición. Cuidar, preocuparse, confiar, a veces desconfiar, discutir, apoyar, soportar, esforzarse en comprender, esforzarse en hacerse entender.

Había vivido tantas cosas con Mulder, desde apilar cadáveres hasta creer la locura de que un pobre hombre transformaba a sus empleados en zombis, desde dispararle hasta hacerle el amor, desde delatarle cuando creyó que colaboraba con un grupo radical hasta fingir que le delataba.

Locura compartida y razones divididas. Siempre en su contra y siempre a su favor.

Se secó las lágrimas sobre el mismo océano inmóvil y negro, ante la misma luna creciente y luminosa.

Porque el maldito avión seguía sin avanzar y Washington, con Mulder allí, loco y solo, estando demasiado lejos.

 

Era tanto lo que había llegado a compartir con aquel hombre que sólo había sido un superior al que espiar, un par de años y a otra cosa, un puesto de paso, algo raro e interesante con un profesional con el que probablemente aprendería mucho; lo que había llegado a compartir, vivir, sentir, tener, ser. Tanto, tan extraño y tan cierto.

 

Por otro lado, seis años daban para conocer muchos defectos. La paranoia y la presunción, ese convencimiento de que todo era una conspiración y él el único capaz de descubrir la verdad, fueron los primeros defectos de que habia sido consciente. Seis años después, por demasiadas razones, consideraba que no eran defectos tan terribles. De hecho le costaba considerarle paranoico.

Había otros que había descubierto más tarde y aún mantenía como defectos: Entre ellos estaba el hecho de que siempre intentase retenerla, que mostrase sus sentimientos de forma clara sólo cuando ella intentaba alejarse. Había ocurrido, poco antes de lo de la Antártida, cuando decidió irse. En el pasillo de su casa le había dicho todo aquello sobre que ella le había mantenido honesto. Se habrían besado, si no hubiese sido por lo de el shock anafiláctico, lo de ser secuestrada y todo lo demás.

Pero sabía que tampoco habría ocurrido si ella no hubiese decidido marcharse.

Podría considerar un defecto su modo de ocultar sus sentimientos si no fuese porque era consciente de que ella los ocultaba más y mejor. Mulder nunca había sido demasiado claro pero siempre había dicho, de forma extraña, anárquica, inapropiada, a menudo sin darle oportunidad de réplica, de forma tan brusca que era imposible tomarle en serio, tomarlo con calma, digerir lo que decía.

En general, cuando sentía que la estaba perdiendo. Porque había un sentimiento que Mulder no ocultaba desde hacía demasiados años: que la necesitaba.

Aunque Scully nunca había entendido muy bien para qué.

 

Los Pistoleros le creían, había otras personas que le creían, Diana le creía. Ella le llevaba la contraria, incluso cuando le creía.

-Quizá sea eso, -murmuró con una sonrisa.

En esos momentos, sin embargo, tenía claro que él la necesitaba aunque ni se acercaba a saber si iba a ser capaz de ayudarle.

Y el maldito avión seguía sin avanzar colgado del cielo en medio de ninguna parte.

 

Eran demasiados años y eran demasiados recuerdos para seguir dudando de lo que seguía dudando: de que hubiese algo más allá de esa necesidad que en algunos momentos le parecía patológica. Porque había algo más que Mulder llevaba tiempo sin ocultar, desde luego el suficiente para darse cuenta. De hecho, ella se había dado cuenta en múltiples ocasiones, sólo que luego siempre encontraba un modo de dejar a un lado ese conocimiento: Mulder llevaba mucho tiempo sin ocultar que la quería, que la quería de verdad, sin condiciones ni condicionantes, sin razones y con ellas, mucho más allá de lo que la necesitaba.

Y, en ese momento, pensó que sólo había sido conciente de ese hecho para temerlo, había huido de ello, había cerrado los ojos, se había empeñado en creer que no era así por miedo a hacerle daño, por miedo a no corresponderle y tener que abandonarle. Se dio cuenta de que en realidad también temía lo contrario, que él le hiciese daño, ser sólo alguien útil, necesario incluso, pero nada más. O incluso, como había ocurrido ya una vez en su vida, que a pesar de todo aquellos sentimientos sólo sirviesen para destrozarles

A ambos.

 

Quizá fue el cansancio, la desesperación, no ver las luces de Washington a pesar de que ya deberían aparecer o la sensación de que iba a saltar en pedazos si seguía pensando en ello, pero Scully hizo una promesa, una de esas que hacía tiempo no pronunciaba por su costumbre de acabar rompiéndolas: Se prometió que, si lo lograban, si Mulder salía de aquello sano y salvo, dejaría de temer lo que sentía, dejaría de huir de ello, y dejaría de una vez por todas de evitar sentirse feliz.

 

Las luces aparecieron y Scully supo que rompería su promesa.

Pero nunca se permitió volver a dudar respecto a lo que sentía.

 

 

24.-TIEMPO

 

If you want a father for your child

Or only want to walk with me a while

across the sand

I´m your man.

I´m your man, Leonard Cohen.

 

-Siempre parece que va a haber tiempo para todo.

 

Son las primeras palabras que dice Scully, en horas quizá. Mulder no tiene claro cuánto tiempo ha pasado desde que entró por la puerta y pudo verlo todo escrito en sus ojos. El “no” rotundo y definitivo, la certeza de que ya no había posibilidad. La última oportunidad de tener hijos desaparecida.

Desde ese momento sólo un abrazo mantenido, sentados en el sofá.

Intenta convencerse de que sólo es algo de ella, como ha intentado desde el momento en que se lo pidió, en que le dijo con aquella sonrisa nerviosa que quería que él fuese el donante pero que no tendría que ocuparse de nada más. Pero ahora es consciente de que nunca llegó a convencerse.

 

-¿Estás dormido?-, le pregunta aún sin mirarle.

-No, no estoy dormido.

Está semi-tumbada sobre él, la cabeza sobre su pecho, algo relacionado con oír latidos. Dejó de llorar hace tiempo. Mulder había empezado a pensar que ella sí se había quedado dormida.

 

-Supongo que es algo inevitable, inherente al ser humano, pensar que siempre hay tiempo. Para irse, para quedarse, para decir y desdecir, para hacer, para tener, para conseguir, para vivir, en definitiva. Cuando pensaba que iba a morir, tardé en ser capaz de luchar, en convencerme que aún quedaban cosas por hacer, al principio sólo podía pensar en lo que ya no podría hacer. Siempre piensas que hay tiempo y, cuando te das cuenta de que no es tanto, resulta difícil no perderlo pensando precisamente en lo que ya es imposible.

Ahora sí le mira, pero Mulder no sabe qué decir. Nunca ha tenido tan poco claro qué decir.

-Estoy cansada, Mulder, estoy muy cansada.

-Deberías intentar dormir,-murmura él.

-No me refiero a eso.

-Sé que no te refieres a eso.

Pero es que no se le ocurre nada que pueda cambiar nada. Quiere que se duerma para que deje de pensar, que el tiempo pase muy rápido y pueda superarlo. Quiere olvidar lo que ha sentido durante ese tiempo en que la posibilidad ha estado ahí.

Olvidarlo aún antes de definirlo.

 

-Estoy cansada de pensar que habrá tiempo.

-Lo sé, Scully.

Se abraza a él lentamente, las manos en sus costados y un temblor difuso, mezcla de cansancio, tensión y llanto. En realidad quiere ser fuerte y decirle que se vaya, pero se siente incapaz. Entiende más que nunca porqué suele mentirle diciendo que está bien: Ésta es la otra opción, deshacerse entre sus brazos.

Sería mejor haber mentido y llorar sola. Imposible, pero mejor.

 

Mulder sigue buscando palabras que no existen. Sólo la aprieta contra su pecho, cada vez más, hasta casi hacerle daño. Pero a Scully ese dolor le tranquiliza, lo suficiente para dejar de llorar. Lo suficiente también para dejar de pensar en su dolor.

-Deberías pensar en ello, Mulder. Tú nunca piensas en ello. Te has olvidado de lo que es vivir para ti mismo. A veces dudo de que alguna vez lo hayas hecho. O, quizá, no lo has olvidado. Quizá sólo lo dejas estar en algún lugar oscuro de tu mente. Ni siquiera lo sé.

 

Se incorpora y le mira fijamente. Mulder le teme. Lleva tiempo temiéndolo pero ahora está ahí, a punto de ser pronunciado.

-¿Lo deseabas?-, pregunta Scully. Se lo ha preguntado a sí misma desde el principio, ahora necesita saberlo.

-Deseaba lo que tú deseabas.

-Sabes que no es esa la pregunta.

Por supuesto que lo sabe. Mulder sabe eso y también que, sea cual sea la respuesta (la cual cada vez está más clara), a ella le dolería escucharla en este momento. Así que no responde.

Mantiene su mirada, la acaricia y no responde.

-Tú aún tienes esperanza,-acaba diciendo Scully, con una sonrisa rota, sabiendo que no habrá respuesta e intuyéndola.-Intenta no olvidarlo del todo.

Se recuesta de nuevo, se siente ya lo suficientemente agotada para quedarse dormida.

 

Mucho tiempo después, Mulder susurra un “Sólo más allá de los milagros”.

 

 

25.-TAN LEJOS, TAN CERCA

 

And if you listen, I can´t call

And if you jump, you just might fall.

Stay (Faraway, so close), U2

 

El dolor les aleja durante un tiempo.

No hay muchas palabras que añadir a nada. Los dos saben que se quieren, se necesitan, se tienen, mientras caen las malas noticias. El fin de la esperanza fue la primera. Mulder aún no sabe cómo aceptarlo, Scully intenta mantenerse entera, pero sólo consigue sentirse culpable por haber hecho que se implicase y por haberse permitido a sí misma volver a tener fe.

 

Se sienten cerca pero no saben cómo actuar. Todo entre ellos parece un laberinto cubierto de niebla. Tan pronto dicen como callan, culpan como se sienten culpables, creen que se equivocaron en un momento y luego que la equivocación fue otra. La unión se mantiene, incluso la felicidad en algunos momentos. Sin embargo, respecto a su relación, todo está dominado por una profunda sensación de sino, determinista e inapelable, de que no hay más salida que estar juntos porque no hay nadie más en el mundo que no esté a años luz.

 

“Lo que nos une es dolor y muerte”, piensa Scully a veces. Luego recuerda que, lo que siente estando cerca de él, es todo menos dolor y muerte. Le suena a estúpida excusa para no dejar de tener miedo.

Sabe que deberían sentarse y hablar de lo que sienten hasta aclararlo pero lo deja, lo lleva dejando a un lado desde hace demasiado tiempo. Primero porque no lo tenía claro, luego por no echarse atrás, luego porque Diana había muerto y por la convalecencia de Mulder, luego porque acababan de saber que no podían tener un hijo juntos (aún le resulta extraño verlo de esa manera), la madre de Mulder, el cadáver de Samantha. Se plantea que nunca va a haber un momento de calma porque no recuerda uno duradero desde que le conoce, pero vuelve el miedo, al rechazo y a rendirse, al dolor de la pérdida, una pérdida que siempre está cerca.

Se ha prometido que no se dejará vencer por el miedo, que dirá lo que siente, que será consciente de que todo duele, de que es imposible huir del dolor, de que quizá no hay tanto tiempo como parece para cambiar de opinión y dar el paso…pero está demasiado acostumbrada a mirar hacia otro lado.

 

Mulder no lo intenta, sólo tiene el deseo y lo ahoga. Lleva años ahogando deseos, dejando el sexo a un lado, escondido en cajones oscuros, evitando implicarse en relaciones. Con Scully, sabe que ya está implicado. Podría no volver a acostarse con ella en la vida, podría incluso no haberlo hecho nunca y es consciente de que, aún así, estaría totalmente implicado. Es verdad que no le importa mucho cómo sea su relación, mientras exista y ella se sienta bien. Pero también es verdad que la desea y, a veces, se le hace difícil la situación. Sólo a veces, sólo un poco, detener una caricia antes de que vaya demasiado lejos, a veces resulta difícil pero, no preguntarse qué ocurriría, le resulta siempre imposible.

El problema es que está convencido de que Scully no quiere otro tipo de relación distinta a la que tienen. A veces llega a plantearse lo poco habitual que es que ella exprese sus sentimientos y que eso podría ser una señal. Luego vuelve a ocultarse tras el miedo, el eterno miedo a perderla.

 

Besos suaves, leves roces, sonrisas. Nada que diga demasiado. Nada que pueda volver a implicar un cambio que ninguno de los dos está seguro de desear. A fin de cuentas, las cosas no tenían que cambiar, ése era el trato.

Sólo una calma aceitosa, desesperante aunque anestésica.

 

Entre el caos y el dolor, buenos momentos.

Mulder piensa que tiene tanto de huída lo que está ocurriendo como lo que ocurría antes. “Nos acostábamos para olvidar la crudeza del mundo real, ahora lo evitamos para olvidar la crudeza de lo que sentíamos. Es la misma huída con distinto foco. Más fácil el sexo que mirarse a uno mismo, más fácil evitar el tema y hablar tranquilamente de tonterías amables que mirarnos a los ojos. Te parecía sórdido, dijiste, y no volviste a intentarlo, pero fue dentro de esa sordidez donde estuviste a punto de decirme que me querías, donde más has sonreído, donde más has llorado, donde más cerca te he sentido, donde más cerca me has sentido. Sólo tengo una palabra tuya, una decisión que aún ignoro en qué se basa, contra hechos. Tus adoradas pruebas grabadas en mi mente. Todo es complicado pero no todo es igual de complicado. Lo único que ocurre es que ahora es más difícil aclarar los sentimientos de lo que fue decir que nada iba a cambiar, que no había nada más que el deseo de estar cerca. Sí, sé que yo también me mentí. En realidad nos mentimos demasiado a nosotros mismos para poder considerar que nos mentimos el uno al otro. Ese es el problema y también la razón por la que es imposible guardar rencor. Ahora es más difícil volver y reconocerlo que seguir hacia ninguna parte. Más difícil aceptar la realidad que cargar con la culpa. “

 

Se tumba en su cama y mira la pared que le separa de la habitación de Scully, la eterna pared de todos los moteles y hoteles del país, que cambia de color y sentido, que siempre es el mismo muro visible, y piensa en esas cosas.

Intenta recordar y colocar su relación en el tiempo, ver una pauta, una evolución, razones y hechos. Y cree que tiene razón al pensar así.

Pero también que Scully ha tomado una decisión y es ella, en todo caso, quien debe dar el paso.

También cree que le ha hecho daño y se lo volverá a hacer.

También cree que no sienten lo mismo.

También cree que ella tiene miedo, y él, y que es lógico tenerlo.

También cree que hay mucho que perder.

Cree cosas y más cosas hasta quedarse dormido.

 

 

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