fanfic_name = El lado oculto de la luna
chapter = 7
author = Rain
dedicate = A quien le guste, a quien lo sigue aunque no le convence, a quien me cuenta lo que le parece, a quien me anima, a quien me hace críticas, a quien tiene paciencia para esperar la siguiente parte.
Rating = sleeping_bags
Type = Angst
fanfic = 26.-PREGUNTÁNDOSE
Maybe I’m crazy, but it's crazy and it's true
I know you can save me, no one else can save me now but you
[…]I would do anything for love, and I’ll be there ´ til the final act
But I’ll never forgive myself if we don't go all the way tonight
I’d do anything for love, Meat Loaf.
Lleva media hora preguntándose porqué llevaba media hora preguntándose porqué ya no se acuesta con Scully. Acaba de darse cuenta de que durante todo ese tiempo ha estado lanzando una pelota de base-ball contra la pared de separación entre sus habitaciones. Se sorprende de que no haya venido a gritarle. Está tumbado en la cama, con los pies sobre el cabecero, el avión sale a las diez de la mañana y son las dos. Es incapaz de dormir y la tele no funciona.
La primera media hora le llevó a un par de conclusiones: Es que ella no quiere y le parecía sórdido. Tras esas conclusiones lo único que logró fue una ligera sensación de tristeza, una intensa añoranza y una profunda sensación de fastidio.
Es incapaz de entender cómo podía considerarlo sórdido. Entiende que no quiera, esas cosas pasan, pasan mucho más a menudo de lo que uno quisiera: las personas no quieren acostarse contigo, bueno, ocurre, ¿qué se le va a hacer? Pero, ¿sórdido?…Después de aquellos meses, de todos los momentos en que habían estado tan sumamente cerca, mirándose a los ojos, diciendo cosas que, al menos él, no decía precisamente a cualquiera y todo parecía tan abierto, real, sincero, claro, perfecto, profundo. Tan profundo. Y se sentía tan cerca de ella que creía imposible, imposible que fuese lo que fuese no estuviesen sintiendo lo mismo. Fuese lo que fuese.
Quizá a veces hubiese sido brusco, precipitado, rápido, sólo sexo, sólo una huída, un modo de escapar de la realidad, pero otras veces…
Es capaz de aceptar que aquello no había sido lo habitual entre personas perdidamente enamoradas, quizá no lo habían sido, está claro que ella no y no piensa volver a planteárselo respecto a sí mismo en este momento porque en este momento tiene que decidir de una vez por todas qué demonios ha pasado.
Porque ha pasado semanas dolido, semanas intentando ser comprensivo y volver a lo que eran antes, semanas obsesionado con aquel maldito escritor hijoputa que no sólo se la llevó a la cama, cosa que puede soportar, no de buena gana pero lo puede soportar, sino que además logró entenderla. Entenderla. ¿Cómo puede alguien con dos dedos de frente entenderla?
Lanza la pelota con fuerza.
Ha pasado tiempo con el cerebro hirviéndole y tiempo tratando de aceptar lo de Diana, tiempo preocupado del tema del bebé pero necesita un tiempo y lo necesita ya, para decidir porqué las cosas han acabado así.
Es una cuestión de orgullo profesional. Necesita saberlo, entender cómo es posible que para Scully todo fuese nada, todo fuese sexo, frío, vacío, sin sentidos, sin sentimientos más allá de algún tipo de compasión mutua, quizá.
Todo lo que para él significa tanto.
Scully entra por la puerta de comunicación, sin llamar, sin saludar, los ojos entreabiertos. Mulder piensa que debería taparse con algo, no es que esté desnudo pero sí lo suficientemente poco vestido para que se note en qué ha estado pensando. Pero no hay nada a mano.
-Mulder, ¿por qué lanzas una pelota contra esa pared?
Está enfadada y él se siente pequeño, muy pequeño.
-Es la que está enfrente de la cama.
-Bien, ¿por qué lanzas una pelota contra la pared?
-Es que no podía dormir. No funciona la tele,- acaba diciendo.
Es obvio que ella está enfadada o lo estaría si estuviese lo suficientemente despierta para ello.
Le mira y retira la vista. No parece incómoda, sólo molesta. Vuelve a su habitación y reaparece con su maleta. Por un instante Mulder piensa algo que no es capaz de creerse del todo, obviamente la ha malinterpretado. La tristeza le envuelve, absurda, molesta, infantil.
-En mi habitación sí. Vete a mi habitación, pon la tele y haz lo que te dé la gana mientras no implique demasiado ruido. Mulder, hemos acabado con un caso hoy, mañana tenemos que estar en Los Ángeles y las personas normales dormimos.
Se deja caer sobre la cama sin esperar siquiera a que él se levante. Le empuja las piernas con la mano y da la vuelta a la almohada sobre la que él tenía apoyados los pies.
-Lárgate, por favor,- gime.
El se sienta y la mira. Desearía preguntarle, preguntarle montones de cosas, someterla a hipnosis, hacerle un interrogatorio, inyectarle el suero de la verdad, lo que fuese con tal de saber la respuesta “¿Qué es lo que sientes, qué es lo que piensas, qué te une a mí y qué te separa y por qué, por qué, por qué nunca me lo dices? Y, ya que estamos en ello, ¿a qué coño se refería aquel cabrón con qué estabas enamorada y por qué me empeño en pensar en ello?”
Pero todas esas preguntas le parecen absurdas, tontas, inmaduras. Desde luego no son preguntas para hacerle a alguien como Scully, ni siquiera cuando esté despierta y no enfadada. Quiere darle libertad y no atosigarla…y se da cuenta de que sólo quiere eso con la estúpida esperanza de que algún día vuelva a él.
Entonces vuelve la añoranza, la tristeza y el fastidio.
-Mulder, ¿por qué sigues aquí?-pregunta ella sin abrir del todo los ojos.
-No lo sé.-Es cuanto se le ocurre decir. “Porque no entiendo del todo porqué tengo que irme” también se le ocurre pero no lo dice.
-Quiero dormir, ¿entiendes?
No lo entiende del todo, no entiende porqué prefería dormir con él hace un par de meses y ahora le echa de la habitación. Nunca le había echado así de la habitación, ni siquiera antes. Pero se levanta y se va, porque a las anteriores se ha unido una fuerte sensación de ridículo, el ridículo de pretender que algo es como ya está claro que no es.
-Que duermas bien, Scully.
Ella ni siquiera contesta.
Pero la almohada huele como su pelo y toda la calma que ha logrado mantener desde aquella noche se desmorona. No es que haya sido fácil, ha habido momentos en que resultaba duro quedarse en el gesto, en la suavidad de una caricia, de unas palabras amables, pero lo ha mantenido como algo que tenía que ser así. Ahora ni siquiera lo entiende, no es capaz de determinar de dónde vino aquella decisión, porqué se sintió tan dolido, porqué no pudo ser sólo un mal momento.
-Porque ella no lo busca, -se responde
Y cruza el límite. Hunde la cara en la almohada y se deja arrastrar por esas imágenes en las que ha intentado, no sin esfuerzo, no demorarse cada vez que surgían.
Puede verla, escucharla, sentirla, olerla, saborearla, con toda nitidez. Desnuda, gimiendo, suave, empapada, rodeándole, sus ojos clavados en los de él, podría estar ocurriendo ahora si no fuese porque algo se rompió aquella noche, podría estar debajo de él en este mismo instante, la sensación se hace insoportable pero, cuanto más duele, más se hunde en ello. Ya no puede reconocer el olor en la almohada y lo odia, odia todo, se odia, la odia mientras sigue recordando todos aquellos momentos en que estaba claro que no había razones para tener una pared de por medio, nada de por medio, piel sobre piel, más allá incluso.
Escucha los golpes en la puerta. No le da tiempo a pensar antes de decirle que pase. Se tapa con la manta, intenta controlar la respiración.
-Mulder, siento molestarte pero he pensado que…
Le mira y él piensa que es imposible que no se dé cuenta.
-¿Te encuentras bien?,- le pregunta con extrañeza. La luz es tenue pero no lo suficiente.
-Sí, estoy bien. ¿Qué…
-Lo siento, no quería, no pensé…Lo siento.
Scully huye cerrando la puerta. No sabe dónde meterse. Piensa que no debería dejarse afectar por algo así pero no puede evitar sentirse confusa, avergonzada y excitada.
Se mete en la cama maldiciendo a Mulder que se las ha arreglado en una hora para no dejarle dormir, hacerle cambiar de habitación, quitarle el sueño y preocuparla.
Excitarla también pero, quizá si no piensa en ello, desaparezca. O no. Es resistente pero ver esa expresión está un poco más allá de lo que puede soportar sin inmutarse.
-Scully.
Desde luego que él esté en la puerta de la habitación no va a ayudar.
Ni siquiera le mira, ni responde.
-¿Si te digo que no es lo que parece, sonreirás?-, continúa él. Nervioso.
Scully sonríe, le mira, responde.
-Lo siento, no debí entrar así.
-¿Qué querías?
-Parecías…alterado. Sólo quería preguntarte porqué. Ahora ya no me apetece demasiado. Exceso de información, ya sabes.
Mulder piensa por un instante que es probablemente el peor momento para preguntárselo pero esas palabras son como una bola de nieve que ya ha empezado a rodar y siente cómo le arrastran hacia la cama junto a la que se arrodilla y salen, a borbotones, como si no tuviesen que ver con él.
-Llegué a hacerte daño. No supe…ver que te estaba haciendo daño, ¿verdad? No fui capaz de ayudarte, sólo de hundirme contigo.
Ella espera un momento, le mira extrañada, tierna, absolutamente sorprendida.
-No. No es eso. No lo entiendes.
Le abre la cama invitándole a entrar.
-Ven, anda, esto va a ir para largo. Dormiré en el avión.
Y le cuenta muchas cosas, más de las que Mulder recuerda que le haya contado nunca, sobre lo vacía que se sentía y cuánto confiaba en él, sobre tener hijos y aquello que él dijo respecto a que esperaba que no les separase, sobre sentir que le pedía demasiado y no tener del todo claro si estaba siendo egoísta, sobre el miedo a que se estuviesen equivocando al llevar su relación de un modo distinto y la posibilidad de perder la amistad que tenían.
A Mulder le parece un cuento coherente aunque desordenado, dulce y cálido, y, como a él le gustan, sin moraleja.
Se acerca a recordar que lo único que quería era la moraleja esta vez, pero la sensación de cercanía le puede.
-En realidad, Mulder, -acaba diciendo ella, ya casi dormida de nuevo-lo que temía era hacerte daño.
-Nunca dejarás de sorprenderme,-responde él. Se le ha contagiado el sueño y, aunque ronda su mente algo sobre estar enamorada y escritores locos y tatuajes y sordidez y porqués y palabras exactas…todo flota demasiado confuso y lejano. Mientras que Scully está cerca. Vuelve a estar cerca, como aquella mañana mientras se miraban a los ojos, frente a frente, cosas que no cambian.
-Sorprenderte, ¿te sorprende que tema hacerte daño?-Scully teme por un instante haber dicho demasiado. Teme y se siente ridícula ante la posibilidad de que él considere que no podría hacerle daño.
-En absoluto. Lo que me sorprende es que me lo digas…y que no me lo dijeses. –Se acerca más, ha estado intentando mantener ciertas distancias pero ya está demasiado dormido y es demasiado tarde.-No, nunca dejarás de sorprenderme, -repite antes de dormirse. Con preguntas aún dando vueltas, pero sintiendo que importan mucho menos.
27.-PRUEBAS
-Dime.
-No lo diré: entre tus labios me tienes,
beso te doy, pero no claridades.
Agua en la noche, Pedro Salinas.
Llueve, como si el cielo fuese a desaparecer y el agua tuviese prisa por llegar al suelo. Scully está sentada en el asiento del copiloto, esperando a que Mulder compruebe lo que ella tiene claro: que la oficina del Sheriff ya está cerrada. En la radio dan el parte meteorológico, que dice lo que ya sabe, que va a llover durante el resto de la tarde y toda la noche.
Y se pregunta cuantas cosas que ya sabe tendrá que seguir oyendo mientras piensa en llegar al motel y dormir, lo único que pueden hacer ahora, a no ser que a Mulder se le ocurra que pueden hacer otra cosa.
Que seguro que se le ocurre.
Le ve hacer señas desde la puerta de la oficina del Sheriff, niega con la cabeza.
-Maldita sea, Mulder, ya lo sabías.
Se acerca, paraguas en mano, aunque resulta bastante inútil a causa del viento, los zapatos empapados.
Cena caliente, cama caliente y dormir hasta las ocho, las siete quizá. Por favor, nada de visitas al cementerio de madrugada.
Mulder mete el pie en un charco. Scully sonríe a su pesar. Y algo ocurre. Algo en ese tropiezo tonto en esa acera llena de grietas provoca un escalofrío y Scully piensa que debería desnudarle y secarle. Se mueve incómoda en el asiento.
-Por Dios, Dana, no tienes quince años.
Claro que no. No los tiene. Algo le dice que por eso precisamente esa imagen que se ha colado en su mente en la que Mulder está sentado en la cama de un motel cualquiera temblando, envuelto en una toalla y ella está sentada a su lado, rodeándole por la cintura con las piernas, abrazada a él, frotándole la espalda para que entre en calor, es una prueba más de que no los tiene.
Mulder entra en el coche, tira el paraguas sobre el asiento trasero. Parece molesto.
-¿Por qué….llueve?
Arranca el coche. Ella piensa que debería haberse quitado el abrigo, también está mojado. La imagen sigue ahí.
-Verás, pequeñas partículas de polvo permiten que el agua se condense…
Se detiene aposta. Le mira de reojo y ve como intenta disimular una sonrisa.
-De acuerdo,-dice él.-Son las nueve y media, no se puede hacer nada hasta mañana, iremos al motel, cenaremos y nos acostaremos. Sí, lo sé, ya me lo dijiste.
-¿Nada de cementerios hoy?
Mulder le mira algo sorprendido. No hay nada que hacer en ningún cementerio. Luego entiende que sólo es un modo de hablar.
-¿Cuándo he insistido yo en ir a un cementerio a medianoche bajo la lluvia? A veces no sé qué imagen tienes de mí, Scully. Cualquiera que te oyese…pensaría que tengo algo de siniestro.
-No, por Dios. Quién iba a pensar eso. El hecho de que fuese lo primero que hicimos juntos no es motivo.
-Eso pienso yo.
-El hecho de que se haya repetido en numerosas ocasiones…dejémoslo en que no es para contarlo.
Mulder la mira sonriendo. Ella mira la calle, con una sonrisa suave. Encuentra una belleza extraña en la ciudad al atardecer, el sol al fondo bajo nubes grises, llueve copiosamente y las calles están vacías, iluminadas por una luz diáfana. Se siente bien. Intenta evitar la otra imagen pero no la montaña de recuerdos, de todos los atardeceres, amaneceres, noches, mañanas, tardes, en el coche, en moteles, en cementerios, hablando, esperando, buscando. Juntos, en silencio, en calma, en paz. En esa extraña paz tumultuosa que implica estar con Mulder.
-¿Qué pensabas de mí al principio?, -le pregunta él. Tiene ganas de hablar. Realmente le ha fastidiado el retraso del avión que provocará un retraso aún mayor en el caso. Es un día perdido pero ha sido un día agradable. Esperar con Scully hace que esperar suene muy distinto.
-No sé, -se encoge de hombros, sin mucho interés.-Que eras inteligente, abnegado, un buen psicólogo, un obseso del trabajo,…algo peculiar. Lo que me habían dicho, básicamente.
-Así que no esperaste a formar una opinión propia. Ummm peligroso.-Quiere más respuesta o más juego. Van juntas, cree, y no andan lejos hoy.
-No es que tu forma de actuar me lo negase, precisamente. –Le mira con las cejas levantadas y Mulder piensa cuánto ha cambiado todo y a la vez qué poco en siete años.-Muertos que salían de sus tumbas, cruces en la carretera, hemos perdido siete minutos,
-Fueron nueve.
-…nueve minutos (nada que decir respecto a la obsesión por el trabajo), abducciones, me creo lo que dicen los locos pero no me creo lo que dicen los cuerdos,…
-No fui yo quien apareció desnudo en tu habitación hablando de que los extraterrestres me habían dejado su señal.
Se arrepiente de decirlo: Extraterrestres dejando señales en Scully no es precisamente la definición de un buen chiste. Teme que le haya molestado.
-No estaba desnuda.-replica Scully golpeándole el brazo.- Tú también te hubieses asustado.
-No, no venías desnuda, sólo te quitaste la bata nada más entrar.
-Llevaba ropa interior.
-¿En serio? No lo recuerdo así.
-Sé que llevaba ropa interior y sé que lo sabes. Años viendo supuestas fotografías de avistamientos no es excusa para que tu memoria fotográfica retoque imágenes.
-No estoy seguro de que sea precisamente esa costumbre la que ha modificado el recuerdo pero, dejémoslo estar.
Scully vuelve a sonreír y a golpearle el brazo. Decide que tiene que retirar ya esa imagen que se ha formado en su mente o, si siguen hablando y alguien nombra el contacto físico innecesario, habrá que preguntarse quién es el experto. Pero no puede evitarlo, intenta recordar si alguna vez ha ocurrido, exactamente así, exactamente eso…Cree que no, sólo es una bonita mezcla de hechos que si recuerda.
-¿Qué pensaste tú?,-dice sólo por hablar.
Mulder finge reflexionar un instante.
-Que eras una espía.
Scully sonríe al pensar que aquello duró unos… ¿días?, ¿horas? ¿Un par de minutos?
-Bueno, al parecer ambos acertamos. -No quiere haberlo visto pero lo ha visto, en sus ojos, durante un instante, una ligera alerta. -Al menos en aquel primer momento.
Y la tensión provocada por su escapada con el Fumador, que por fin había parecido diluirse en los últimos dos días, reaparece.
-Mulder, ¿el adjetivo “paranoico” aún no ha aparecido en esta conversación verdad?
No hay nada jocoso en su tono. Es consciente de que no debe darle importancia, sólo es el reflejo de un antiguo miedo, pero no puede evitar que le duela.
-Lo pensé al principio y era cierto al principio. Eso es todo.
Mulder se reprocha haberlo mostrado. Es algo estúpido y lo sabe pero Scully traicionándole es su “hombre del saco” particular: Da igual que sea ridículo, da miedo.
-Lo creíste al principio y dejaste de creerlo, pero no de pensarlo.
De pronto parece que hace más frío. Los últimos rayos de sol se ocultan tras los edificios. Ambos quieren volver a donde estaban unas cuantas frases atrás, pero no saben cómo.
-Scully, eres la única persona en la que confío y no, quizá lo pienses pero no, porque seas la única en que puedo confiar, no es un hecho desesperado ni provocado por la eliminación de otras opciones, sino porque eres la única que ha demostrado ser digna de confianza. Tú misma lo has dicho: Pensar no es desconfiar, pensar a veces sólo es buscar pruebas para algo que ya sabes. Yo ya sé que confío en ti.
Scully a veces piensa que Mulder dedica sus horas de insomnio a pensar frases odiosamente perfectas que decirle. Porque no es posible o no sería justo que esas sentencias que le suelta a veces surgiesen de pronto. Hay tantas cosas que Mulder ha dicho y que se han quedado grabadas a fuego en su mente que se pregunta si habrá sitio para más. Pero siempre aparece otra.
Ella también le dice cosas, sí, claro que se las dice, pero no recuerda ninguna que merezca grabarse a fuego.
Recuerda un “lo que faltaba” en respuesta a un “te quiero”, y un considerable número de pucheros, lágrimas, besos en la frente y “me voy antes de hacer algo que me apetecería, porque eso no puede ser bueno”.
Una vez le dijo que sólo se jugaría la carrera por él y él contestó algo sobre amor y té…Al menos aprendió de aquello, no se puede decir lo mismo de ella.
Lo malo, lo peor para ser exactos, es que ella necesita de esas pruebas, las guarda, las memoriza y las repite en su mente. Pero no las da. Aquella noche en aquel motel, cuando todo se torció aún no sabe hacia dónde, le recitó sus pruebas de que se mantenía a su lado, pero sonaron a reproche y lo sabe. Eran un reproche, además dicho para evitar hablar de que realmente, en cierto modo, se estaba alejando de él. Le parece injusto y le duele pero no sabe cómo evitar ser como es. Porque, si de algo ha servido aquello, es para darse cuenta de que no quiere alejarse.
Quiere estar cerca, quiere tocarle y no tener que preocuparse de hasta qué punto. La imagen que se ha acomodado ya en su mente es sólo una de tantas y no puede negarse que aparecen a todas horas.
El deseo está ahí y no esta hecho de sexo, tristeza y soledad, ya ni siquiera añade el “no sólo de eso”. Está hecho de deseo, de cariño, de confianza, de otras palabras a las que no se les puede poner un “pero” que justifique su miedo. El miedo le arrastra y eso le avergüenza.
Piensa en el Fumador, en su tristeza, pero sobre todo en esas jodidas palabras: “Moriría por Mulder pero no se permite amarle”. “Vaya si me lo permito”, pensó, y tuvo que desmontar la palabra “amarle” de formas distintas para ver como encajaba en su modo de comportarse con él. Por supuesto que le ama, pero no se permite amarle. No es tan contradictorio como parece, tiene pruebas de que no lo es, porque lleva tiempo haciéndolo y sin saber cómo salir de esa situación.
-¿Me psicoanalizas, Mulder?
No es una pregunta que desea haber hecho, aunque a la vez se odia por estar buscando cómo huir de ella.
Mulder la mira algo sorprendido. Creía que sólo guardaba silencio algo avergonzada por haber reaccionado así, pero parece que ha habido mucho más dentro de ese silencio.
-¿A qué te refieres?
Scully intenta quitarle hierro al asunto sin retirar del todo la pregunta. Prefiere disfrazarlo de juego aunque realmente quiere saber qué pasa por su mente cuando piensa en ella.
-Bueno, eres psicólogo, ¿dirías que alguna vez me has psicoanalizado?
Mulder sabe una cosa, y es que esa es una de las preguntas que aparecen en los libritos de “Cómo mantener una buena relación con las compañeras de trabajo con las que te has acostado y que te importan un mucho más de lo normal” dentro de la lista “Preguntas sin respuesta correcta”.
-No sé, Scully, eres médico, ¿dirías que me alguna vez me has hecho un examen físico?- Ella le mira fingiendo reproche.- Vale, no es lo mismo, a ti te molestaría que te psicoanalizase mucho más de lo que a mí me molesta un examen físico.
Otro hecho que Scully odia: Mulder sabe arreglárselas para decir la verdad y que no suene como algo demasiado serio, mientras que ella transforma en demasiado serios sus intentos de evitar la verdad.
-No has respondido,-le dice con una sonrisa irónica.
Mulder aparca el coche y suspira. “Por supuesto que sí y por supuesto que no, en parte, por partes, lo he intentado, lo he evitado, claro que lo he hecho, mil veces, y ninguna lo he dado por válido porque…te veo demasiado cerca para poder verte con nitidez.”
-Digamos que…si tuviese que ser tu psicólogo, te recomendaría otro especialista. Ya puestos, un especialista en otra rama de la psicología. He visto temblar tus manos, en ocasiones, mientras me curabas. Lo mío sería…es un poco más difícil de controlar.
El frío se ha ido de nuevo, a un lugar muy lejano. Scully le entiende, le entiende a la perfección, “estoy demasiado cerca para que me veas”, piensa, “y también estás un poco ciego para no darte cuenta de cuánto cuesta controlar ese temblor”.
Ahora hay otro temblor que no puede controlar. Hay algo en ese coche aparcado en las afueras de una ciudad de cuyo nombre ni se acuerda que se le ha colado hasta el fondo del alma y le está haciendo temblar. Sabe que se escapará y se perderá en la nada en cuanto abran las puertas y no le apetece que eso ocurra aún.
-Tú necesitas la fe, yo necesito las pruebas. Es un buen sistema de trabajo pero…-se calla el hecho de que va más allá del trabajo.- ¿Por qué dirías tú que necesito tanto las pruebas?
Mulder se siente estúpido, un inútil como lo que se supone que es, como lo que se supone que Scully le está pidiendo que sea, un psicólogo, ya que no es capaz de determinar si esa pregunta es retórica. La respuesta, en cualquier caso, es la misma.
-No quiero jugar a este juego, Scully.
Lo dice con suavidad, más bien con dulzura. No ve el temblor pero sí siente ese algo que está a punto de escaparse.
-Los dos sabemos que ya has jugado a este juego, -cejas levantadas, seguridad fingida-sólo te estoy preguntando por el resultado.
Él suspira de nuevo, mira al frente, intenta alejarse para verlo con nitidez, piensa, Scully y las pruebas, recuerda y analiza, le cuesta un poco y sabe que no va a ser un diagnóstico. Tampoco cree que ella espere eso.
-No son las pruebas,-comenta despacio, -es la seguridad. No necesitas las pruebas sino la seguridad que te aportan. Necesitas seguridad, controlar las situaciones, la necesitas para sentir que las controlas y, para ti, la seguridad es…cuantitativa más que cualitativa, de tal modo que nunca hay pruebas suficientes ya que siempre puede haber más de modo que ese nivel de seguridad aumente. Quizá porque…eres perfeccionista y buscas –“autosuficiencia no es la palabra, no debe serlo, buscar otra, no volver a nombrar la necesidad”-valerte por ti misma, ser capaz, eres activa ante los problemas y las dificultades y eso implica aportar soluciones, quieres resolver y, ante todo, no pasar a ser parte del problema y para eso es precisa la seguridad propia, no la ajena que necesitaría de fe y por tanto no podrías darla por algo seguro. Las pruebas te dan esa seguridad, que por otro lado, no deja de pedirte más pruebas.
Lo ha dicho todo sin mirarla. Cree que ha dicho demasiado. Se da cuenta de que está hablando de ella ante ella y eso no puede ser una idea demasiado buena, así que intenta redirigirlo al trabajo.
-Yo “quiero creer” y tú quieres saber. Hasta cierto punto, trabajar conmigo supongo que potencia eso. Quizá no sea exacto, quizá incluso se le puede dar la vuelta y decir que yo quiero saber y tú creer. Es un equilibrio difícil.
Lo último no le parece que tenga mucho sentido pero, precisamente por eso, le da fuerzas para volver a mirarla. Y se encuentra con sus ojos húmedos y una sonrisa extraña.
-¿Todavía me vas a dejar compartir mesa contigo en la cena o ahora es cuando me dices que me meta mi opinión por donde me quepa?-“El humor es bueno”, piensa Mulder, “el humor salva vidas”.
-¿Sabes lo que es el empirismo, Mulder?
-Por supuesto, me lo has explicado varios miles de veces.
Scully sonríe de forma abierta, las lágrimas parecen retirarse.
-Tiene que ver con que, en las mismas condiciones, el mismo proceso siempre dé los mismos resultados.
-Exacto,-dice ella con una sonrisa triste y cierto orgullo.
-Y añadiré una vez más que eso es difícil cuando el proceso se esconde, y viaja a la velocidad de la luz, y el gobierno intenta ocultarlo, y es algo tan desconocido que no podemos prever su comportamiento ni encerrarlo en una botellita para ver si sigue teniendo extraterrestres dentro un par de años después.
Pero Scully, una vez más, no está pensando en Ovnis. Esta pensando en ellos. Y en un hecho que no se repite, se mantiene, bajo distintas condiciones, bajo cualquier condición. Hay muchas palabras para nombrarlo con sutiles diferencias en su definición y a ella ninguna le gusta demasiado. No son palabras seguras.
Prefiere el concepto, un concepto cada vez más claro, cada vez con más pruebas de esas que, sea totalmente correcto o no el análisis de Mulder, necesita. El concepto que tiene que ver con poder compartirlo todo con alguien, sentirse cerca, sentirse parte, sentirse, simplemente, con ese algo que les envuelve estén donde estén y que, aunque lo parezca, nunca se escapa por más que abran o cierren puertas. Esa paz que surge a veces al mirar los ojos de Mulder, aunque a menudo en ellos haya todo menos paz. Esa paz que, algunas veces, sólo algunas, ha sido capaz de poner en ellos y que le ha hecho sentirse, más que nunca, parte de la solución, segura, necesitada, querida, plena.
-En realidad, a veces, el resultado también es el mismo aunque cambien las condiciones.
Y Mulder piensa que debería devolver su maldito diploma o dejar de dudar de que Scully está hablando de lo que cree que está hablando.
-¿Las mismas luces en distintos cielos?
-Sí, las mismas luces en distintos cielos.
Scully sonríe. No se siente del todo cómoda en la seguridad pero por más que la explore intentando encontrarle grietas, se parece tremendamente a la seguridad. Sólo respecto a sí misma, pero esa es la historia de siempre y se permite rellenar con fe los espacios que hablan de que, quizá, aún haya mucho por hacer. Se hará. Ella empezará a hacerlo, siente que ya ha empezado.
Están cerca. Pocos centímetros. Mulder quiere muchas cosas, tantas que no sabe por dónde empiezan. Lo de investigar hasta encontrar un modo de leerle la mente suena bien pero precisaría tiempo y, quién sabe, quizá ella tenga razón y eso sea imposible. Luego está el método clásico, las preguntas, sólo que ese método no funciona bien con Scully: Empirismo.
Le acaricia la sien, retirándole el pelo. Pregunta aunque, al igual que la caricia, sólo es un gesto.
-¿Qué ocurre, Scully?
Por un instante, cree que va a ocurrir, porque Scully abre la boca y va a decir algo pero entonces la luz de unos faros le hace retirar la mirada y volver, a donde siempre, a lo de siempre.
-Nada nuevo, en realidad. No te preocupes.
Un coche ha aparcado tras ellos y ella se da cuenta de que no pueden seguir ahí ahora. No puede hablar ahora y no sabe bien qué era lo que tenía que decir, de todos modos. Ni siquiera puede sólo besarle para decirle algo aunque sea sólo parte.
¿Qué iba a decirle a fin de cuentas?
Necesita horas de insomnio para decidirlo.
Mulder sonríe con cierto desdén. Salen del coche. Él, dudando si merecería la pena disparar al conductor que les ha interrumpido o si simplemente debe aceptar que Scully no dice, Scully nunca dice. Scully necesita pruebas, lo suyo es buscarlas. Pero no darlas, no recordar que los demás también las necesitan.
O puede que todo sea más complicado y el miedo que siente tenga una base que va mucho más allá de su torpe análisis. O puede que todo sea más sencillo y sólo él quiera verlo complicado. Puede que ella tenga claro lo que quiere, y aún más lo que no quiere.
28.-AQUÍ
Burning bridges, one by one
What I’m doing can’t be undone
Burning bridges, Garth Brooks.
Caminan en silencio, un silencio incómodo, desagradable, hasta las habitaciones. Sin mirarse, pensando. Scully, en que debería haber hablado, dicho algo, en que tiene que empezar a hacer porque él está dolido, cada vez más. Calcula unas 9 posibilidades contra una de que sea eso. La 1 es que ella no entienda nada y que Mulder, simplemente, le tenga cariño. Mucho, pero sólo eso.
Mulder no piensa, discute. Sigue discutiendo en su mente lo que no se atreve a discutir con ella: Porqué no le dice simplemente lo que quiere y lo que espera de él.
Que le diga lo que siente, lo da por imposible.
Scully se detiene frente a su puerta, juega con la llave entre las manos, siente que algo se le escapa. Quizá no para siempre pero sí colina abajo, y que tendrá que hacer el ridículo movimiento de correr y correr tras ello hasta llegar al fondo y entonces empezar a buscar. Cada instante, por primera vez en mucho tiempo, le parece infinito y precioso, de modo que, cuando él introduce la llave, no puede permitirlo.
-Mulder.
-¿Qué?
-Te has callado algo.
Se acerca, sin mirarle.
-No, Scully, yo diría que tú te has callado algo.
Está visiblemente enfadado. Ni se preocupa de ocultarlo.
-Algo de lo que piensas de mí. La peor parte supongo.
Permanecen junto a la puerta. Mirándose entre el reto y la tristeza.
-Estoy helado, -acaba diciendo él. Está temblando.
Entra, y Scully le sigue sin saber muy bien porqué pero sintiendo que no hay otra opción. Está a media colina y ahora lo ridículo sería volver atrás.
Mulder se sienta y se quita zapatos y calcetines.
-He pisado un charco,-dice. Incluso en esa frase hay rabia.
A Scully le hace gracia la combinación de obviedades y novedades que ha escuchado en la última media hora. Ríe levemente.
-¿Qué es lo que te hace gracia?
-Nada, nada, lo siento.
Él entra en el baño y sale con una toalla y aún más enfadado.
-Autosuficiencia, Scully, una inmensa e increíble autosuficiencia que deja fuera…
Se detiene. Quizá es demasiado. Es cierto pero es demasiado y sabe que ella es consciente de ello. En parte las preguntas sí eran retóricas.
Se quita el abrigo y la chaqueta, se afloja la corbata. El pasillo estaba helado pero en la habitación hace un calor insoportable o él siente un calor insoportable, agobiante por la humedad. Camina hacia la ventana, de espaldas a ella para no acabar la frase.
Scully ha dejado de reír. Soporta lo de la autosuficiencia, no lo que él no ha dicho.
-Yo no te dejo fuera.
-Por Dios, Scully, te fuiste con el Fumador sin decir nada. Un problema familiar pero, eh, todo estaba bien. Todo está siempre bien. ¿Eso no es autosuficiencia?
-¿Cuántas veces te has ido tú a la otra punta del maldito mundo sin avisar?
-Era para protegerte.
-Tenía que hacerlo y tenía que hacerlo así, ya hemos tenido esta conversación. La hemos repetido una y otra vez.
-De acuerdo, volvamos a las conversaciones que no hemos tenido. ¿Qué ibas a decirme en el coche?
-Nada.
-¿Sabes que pienso de ti y de las pruebas? ¿Quieres saberlo?
-Te lo he preguntado, ¿no?
Mulder la mira, él sí sabe lo que decir pero no cuál va a ser el final de esa conversación. No puede ni imaginarlo. Pero aún está lo bastante dolido, por todo, por todo lo que no sabe y siente que debería saber.
En otro momento quizá sentiría que en parte es responsabilidad suya.
-Necesitas las pruebas porque necesitas aprobación y, si tienes pruebas de todo, nunca podrás equivocarte, nunca podrán decirte que no tienes razón.
-Eso es lo que piensas de mí.
-No, Scully, no te equivoques: Pienso miles de cosas de ti. Sólo no preguntes las que no quieras saber.
Se mantienen de pie, mirándose a los ojos, a tres metros de distancia. Scully piensa que es ridículo, vuelve a preguntarse si tiene quince años pero la respuesta salta al instante: Si tuviese quince años recorrería ese espacio, daría los pasos, quizá dudando, pero lo haría. Porque si los tuviese no habría vivido todo lo que ha vivido y no estaría muerta de miedo a la vista del daño que se pueden hacer. Que ya se están haciendo. Que ya se han hecho demasiado.
-¿Qué tal si pasamos a las cosas de las que no hemos hablado, Scully? Igual va siendo hora, igual hasta se está haciendo tarde.
Cuando le ve dar el primer paso, lento pero decidido, siente que tiene que hablar. No por decir, sólo para mantenerse en pie.
-¿Qué quieres saber?
Dos, tres pasos.
-Lo que quieres, sería una buena opción.
Cuatro, cinco, un par de centímetros de sus labios.
-¿De qué quieres pruebas? O ¿qué es lo que quieres? Te doy opciones.
-Son preguntas difíciles.-todavía tiene voz, cree que eso es una buena señal. Que esté entrecortada y tiemble no tanto, pero no se puede pedir todo.
-Entonces también te daré tiempo. Un poco más. Luego esto cambiará. Luego habrá otras preguntas y, te aseguro, que me valdrá un sí, un no e incluso un puede.
Le besa, corto, fuerte y profundo. Scully piensa en la gravitación universal, cuando la distancia es lo suficientemente pequeña es inevitable. Aún se tiene en pie. Buena señal.
-¿Sí, no o puede?
La voz, sin embargo, ha desaparecido.
Otro beso, lento suave, sentido, onda expansiva del primero, ya no hay rabia y Scully puede sentir eso. Recuerda, de pronto, cómo podía sentir cada pequeña variación en él cuando hacían el amor.
Y lo de mantenerse en pie se hace más difícil. Se hace más bien confuso.
Mulder se siente en la cuerda floja, es todo atención porque cualquier palabra, cualquier gesto, un ligero movimiento hacia atrás, bastaría para detenerle.
Pero no hay tal.
Le besa el rostro, con una suavidad infinita, como si fuesen aún las ondas de ese primer beso perdiéndose lentamente. Susurra en su oído, la voz ya rota.
-Sí, no o puede, por favor.
Quizá es el temblor en la voz o quizá la desesperación lo que mueve las manos de Scully hasta su cintura, sólo un roce, un ligero movimiento, suficiente.
Y Mulder recuerda que era más fácil hablar así, que una de las cosas que no podía soportar haber dejado atrás era lo claro que resultaba todo con ella, hablando así. Y esa claridad le ciega. El susurro se hace gemido, el eco de ese gemido en ella le hace empujarla, sólo un par de pasos, sobre la cama. Scully se deja caer, él se mantiene sobre ella hasta que abre los ojos.
-¿De qué quieres pruebas esta vez?
Pero ya no hay rabia, más bien súplica.
-No te estoy pidiendo pruebas.
-Pero las quieres. No sé si sobre ti o sobre mí, o ambas, pero las quieres. Las necesitas.
Scully se acerca a besarle mientras le rodea fuertemente con las piernas, pero él le sujeta las manos sobre la cabeza, suave aunque firme.
-Shhh, habla primero.
Demasiados sentimientos confusos. Piensa que las pruebas son exactas y es obvio que eso es maravilloso.
Mulder no debe entender ese hecho.
Sentimientos confusos aunque puede que exactos pero tiran en dos direcciones, ni siquiera es preciso determinarlos para ver esa tendencia. Unos hablan de huir y otros de dejarse caer, de permanecer ahí. Si sale ahora de esa habitación nada de lo que está ocurriendo volverá a repetirse. Mulder se esconderá, y sabe hacerlo aún mejor que ella, aunque a veces no lo parezca. Todo volverá hacia atrás, como si el tiempo pudiese mágicamente moverse en ambas direcciones.
Lo que es peor: no volverá hacia atrás, salir de esa habitación no es volver al pasillo. Es un error, el tiempo no se mueve de forma mágica, nada vuelve a dónde estaba. Esa es la cuestión. Si sale de esa habitación, algo se romperá y será para siempre. No se puede deshacer lo que está hecho, sólo se puede romper. Si se queda, tampoco volverán atrás. De modo que es simple, muy simple: Haga lo que haga, estará en terreno desconocido. Cada pequeña decisión contará y será irrevocable.
-Suéltame las manos.
Lo dice con toda la suavidad que puede. Aún así, ve la culpa en sus ojos. Le suelta. Hace un gesto de retirarse, pero ella le acaricia la cara, lentamente, y eso le inmoviliza.
-Hay muchas cosas que no sabes, Mulder.
-Soy consciente de ello, créeme.-Suena irónico, no enfadado, ya, pero irónico.
Y Scully sonríe.
-Y hay muchas que yo no sé.
Mulder se inclina levemente, susurra casi sobre sus labios.
-Pregunta.
-¿Sabrías tú decirme acaso lo que quieres?
Mulder piensa. Primero, que Scully es bastante buena dándole la vuelta a las cosas. Luego, que quiere hacerle el amor pero eso, por más que ahora le parezca una prioridad, no lo es. Después, que efectivamente es algo difícil de responder. Pero no es necesario porque, esta vez, la pregunta era retórica, tiene gracia, teniendo en cuenta que es la primera que hace sobre él.
-No es algo fácil de determinar. ¿No crees?
-Sé lo que quiero.
-Pero no darle forma. Ves, ahora sí me entiendes.
Mulder se tumba sobre el costado, pensando en que debe pesarle y en que no podrá no besarla, a pesar de todo lo que está diciendo que en parte le molesta y todo lo que no está diciendo que en parte necesita saber. Pero Scully vuelve a rodearle con las piernas y a acariciarle.
-No apuestes a que te entiendo. Nunca dices nada, Scully. Siempre estás bien, siempre puedes hacerlo sola, siempre "No es necesario". Siempre callas. Te entiendo, en parte, de acuerdo, pero resultaría mucho más fácil si me dijeses las cosas. Dijiste que temías hacerme daño. Ni siquiera dijiste porqué, de qué manera. Dijiste que estabas cerca pero no porqué te alejabas y sigues sin decir lo que quieres.
"Si me quieres, si me necesitas, si sientes que me tienes". Las tres cosas suenan tan altas en la habitación que ninguno de los dos puede creer que no se hayan pronunciado.
Y los dos quieren oír un "Por supuesto" en el beso que empieza, aunque no esté. Aunque quizá nunca vaya a estar.
Caderas antes que manos, manos antes que labios y labios antes de que todo se confunda, de que las camisas se desabrochen, demasiado rápido y las pieles hagan contacto de forma eléctrica deteniéndoles en un instante, en un abrazo demasiado fuerte. Un dolor que se echaba de menos.
-Estás rompiendo las normas.-Hay una mezcla de risa nerviosa y voz rota en deseo en esas palabras de Mulder.
-¿Qué normas?
Ella le besa el cuello. No sabe qué normas son ni le interesan demasiado en estos momentos.
-Dije que primero hablar y después hacer. -Mordisco en su hombro y Mulder se pregunta si de verdad merece la pena seguir el juego-Aunque estoy dispuesto a olvidarlo.
Pero Scully sigue el juego, por algo parecido a que está demasiado feliz y demasiado triste para no hacerlo.
-Hablas demasiado, Mulder. Eso es parte de lo que me he callado antes.
Le besa en la boca, recuerda lo que era eso, todo su cuerpo lo recuerda a la vez. Todo su cuerpo le pide recordar el resto. Le desabrocha los pantalones, hunde las manos lentamente bajo la tela, sus dedos se mueven suaves, pulgares sobre los huesos.
Mulder susurra en su oído un "¿Dónde has estado?".Recorría su espalda en un arañazo que acaba de volverse manos abiertas que apenas la rozan. Ella le mira a los ojos.
-Aquí.
Porque siente que sus manos siempre han estado sobre él. Temblorosas, pero seguras. Era cuestión de formas, pero siempre era la misma cuestión.
-Mentira, -dice él en una sonrisa que dice lo contrario y que, en esos momentos, lo es todo para Scully: Prueba de que lo cree.
-Sabes que es verdad.
Quizá es la mayor confesión que ha hecho al respecto, piensa él, tanto que se sorprende de no haberla esperado. Se da cuenta de que, con Scully, la costumbre de no decir siempre habita en las palabras más que en los hechos. Y cree. Porque nada de lo que está ocurriendo, ni las manos de ella recorriendo su cuerpo ni el modo en que acepta y responde a sus caricias, deriva de los hechos ni de las palabras. Es una constante.
Distintas luces en distintos cielos, las mismas luces en distintos cielos y la misma luz en el mismo cielo. Para él eso también son pruebas y se siente responsable por primera vez esa noche, de estar empeñado en no ver.
-Sé que es verdad, pero...
Otro beso que le calla, quizá con razón. Hablar es hablar y el resto es idioma.
De modo que da el último paso decidiendo creer, olvidar el método y fijarse en los hechos.
Aunque Scully sigue hablando, supone que algo relacionado con seguir manteniendo el control, cuando se coloca a sus pies y arrastra la ropa que le queda retirándosela.
-¿Sabes? Sigue siendo Moby Dick
-¿Qué sigue siendo Moby Dick?,- murmura besando sus tobillos.
-Lo que buscas.
Se arrodilla sobre la cama, a sus pies, la barbilla sobre las rodillas de ella observándola, recreándose.
En parte sin querer, sólo porque no puede evitarlo, sólo porque la imagen atrapa sus ojos.
En parte queriendo, porque el recorrido quiere acabar en los de ella y quiere ver que hay en ellos.
Ese viaje sin tacto pero que parece tenerlo sobre su cuerpo hace que Scully acepte que lo que intenta es mantener cierto control, como ese estúpido reflejo de mantener el aire dentro cuando estás bajo el agua, aún sabiendo que no vas a resistir más por ello.
-Hablas de la verdad en singular, siempre lo haces. Quieres encontrar la verdad que está ahí fuera, como una ballena blanca única, con nombre propio, inmensa y fantástica, bella aunque terrible. Y no te das cuenta de que en realidad la verdad es un conjunto de pequeñas verdades, que a veces están muy cerca, diría incluso que muy dentro, nadando confusas, de todos los colores, a veces bastante oscuras.
El recorrido termina, en sus ojos hay demasiadas cosas para poder analizarlas todas, un mar completo.
-Eres un mal pescador, Mulder.- Esa era la última burbuja de aire, ahora le falta.-Bueno, lo último probablemente sea falso, pero querías que hablase.
Mulder mantiene la mirada sonriendo a pesar de que se muerde el labio inferior. Ella siente que está ya en el fondo, sin aire.
-Que dijeses, quería que dijeses. No es lo mismo que hablar.
Mantiene la sonrisa, sin dejar de mirar sus ojos, desliza las puntas de los dedos, rodillas abajo a lo largo de los muslos y Scully abre las piernas de forma casi inconsciente, en ese recorrido que se le hace eterno, esforzándose en mantener los ojos abiertos, seguir hablando.
El se inclina y besa su vientre, ella cierra los ojos. Rodea su espalda con las piernas, atrayéndole aún más. La besa subiendo por su cuerpo, sus dedos acariciándola. Los labios ya en su cuello, susurrando su nombre sobre su piel, su nombre que es de él, y que le hace pensar que son siempre los mismos, que nada cambia mientras cambia, que nada va a cambiar en ese nuevo camino, en esa nueva decisión.
Siempre ha estado ahí, y él, y ambos seguirán estándolo el uno para el otro ocurra lo que ocurra, deje de ocurrir lo que deje de ocurrir y vuelva a ocurrir lo que vuelva a ocurrir.
Tener el control es saber cuándo y cómo perderlo, decir a veces es dejar de hablar y querer quizá es más que actuar en consecuencia pero desde luego empieza por ahí.
De modo que actúa, en consecuencia, siente, dice, ambas cosas son lo mismo porque se preguntan y se responden constantemente, movimiento con movimiento, beso con beso, gemido con gemido, manos a manos, caricia a caricia, en una conversación en la que parecen estar más de acuerdo que nunca y en la que ninguno de los dos quiere callar una sola opinión porque todas tienen cabida.
Scully está sobre él, le tiene dentro, la siguiente vez que es consciente de algo con forma definida en lugar de mezcla móvil de cuerpo contra y con cuerpo. Abre los ojos y ve los suyos abiertos, mirándola, el gesto contraído, formas de nuevo mezcladas.
Todo dicho en unos segundos que no tienen porqué decir nada, pero dicen, más que nunca. Aunque, mientras se deja caer tumbándose a su lado, es consciente de que siempre han dicho más de lo que ella quería reconocer. Y sonríe como sabe que nunca antes ha sonreído después de hacer el amor.
Porque ha olvidado cosas sobre consecuencias que hacía demasiado que no era capaz de olvidar.
Piensa en ello, intenta incluso meter un "Y, ¿ahora qué?" pero no puede. Quizá más tarde, otro día, en otra vida, nunca se sabe.
Pasan los minutos, el dorso de la mano sobre el hombro de él, sólo por mantener el contacto. Cree que se ha dormido, se vuelve a mirarle y entonces la sonrisa desaparece, porque Mulder está despierto, los ojos bien abiertos, mirando el techo.
Triste.
Lo intenta pero no hay otras posibilidades: Triste.
-Mulder.
-Dime,-dice volviéndose hacia ella. Ve la pregunta en sus ojos.-Sólo pensaba.
Scully debería preguntar “¿en qué?”, ambos lo saben, pero Scully no pregunta, al igual que no responde.
Y Mulder no se siente capaz de decir que pensaba en el bebé. Extraño, cree, pero es así. La relación es fácil pero no es la causa, la causa es otra. Han vuelto a su mente ideas sobre que igual Scully sí ha estado siempre ahí, como ha dicho, y que ha estado porque quería. Eso ha traído el bebé, la imposibilidad y la idea de que es una pena.
Todo lo que ha podido pensar en los últimos minutos es un repetido "Es una pena".
-¿Te sientes mal?-, acaba diciendo ella. "Te arrepientes" es demasiado difícil de decir.
-No es eso. No es eso en absoluto.-Esboza una sonrisa forzada pero tranquilizadora.-Sólo pensaba. Pero no te preocupes,-continúa, acariciando su mejilla.-Me encantan los peces de colores, aunque no los sepa pescar.
Ironía y humor. Tranquilizadores aunque Scully quiera saber mucho más, muchas más pruebas. Le fastidia pero lo acepta.
-Olvida todo lo que he dicho.
-Se hará lo que se pueda, pero no apuestes.
Espera un instante, pero no hay más respuestas. Acaba pensando que será mejor dejarle solo un momento. Mejor si es sólo un momento.
-Iré a por algo de comer.
Se sienta sobre el borde de la cama. Demasiado lejos para Mulder.
-Será tarde.
-Había una máquina de sándwiches,-responde sin mirarle.
Mulder la agarra fuertemente de la cintura justo antes de que se levante, la tumba a su lado, la aprieta con fuerza.
-Luego.
-Mulder...
-Sólo un momento, sólo un momento.
Pero se quedan dormidos en ese momento.
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