Sabores: SALADO (1 de 5)

Resumen: Un ataque informático sobre los ordenadores del FBI lleva a Mulder y Scully a investigar extraños sucesos en una residencia de Ancianos. Las circunstancias les obligan a trabajar con un conocido enemigo.
Clasificación: MSR, +18, algo de humor.
Spoilers: Primeras temporadas.
Disclaimer: Estos personajes pertenecen a la Fox, a Chris Carter y a la 1013.
Nota: por favor manden comentarios a mariagran18ARROBAhotmail.es

 

Oficina central del FBI, Washington D.C,
9 de Junio 5:10 am

Nada, aparentemente, cambió en la enorme sala de ordenadores; quizás un termómetro de resistencia de platino, capaz de apreciar una variación en una milésima de grado, hubiera podido detectar como los circuitos eléctricos aumentaban su temperatura, provocado por el paso de los miles de Tbytes de información por fracción de segundo.

Poco a poco, el gusano informático fue ampliando sus anillos, engordando y multiplicando el número de sus tentáculos, hasta convertirse en millones de nanocélulas de cáncer electrónico que devoraban la información a una velocidad vertiginosa. En sólo unos minutos la temperatura sufrió un efecto rebote, descendiendo a medida que los almacenes de memoria, ahora formateados a su estado germinal, dejaban de funcionar. Agotado el suministro de información comestible, el gusano, como un moderno Saturno devorando a sus hijos, acabó por engullirse a si mismo, deshaciéndose uno por uno, de todos sus brazos.

El símbolo del sistema parpadeó sobre la pantalla negra del único monitor que continuaba encendido. Fue entonces cuando, en algún lugar del enorme edificio de oficinas, la alarma de intruso informático saltó.

Apartamento de Dana Scully
7:15

La prenda había acabado olvidada en uno de los cajones de mi cómoda, empapándose con el tiempo en un olor rancio. Algunos años, desde que mi hermana, en un alarde de su peculiar humor, me la regalara la Navidad antes de su muerte. Nunca la saqué de su envoltorio, mas aún desde que ella nos dejó, “para la nueva y remodelada Dana”, dijo mientras yo deshacía el paquete de colores en el que lo envolvió “así romperás la rigidez del FBI y arrastrarás a todos los agentes a tu paso por los pasillo de la oficina…”, a sus palabras todos rieron mientras, ante mi cara de pánico ella arrancaba la caja de mis manos para exhibir ante toda mi familia el caro y sugerente wonderbra de color negro y copas transparentes, “¿a quien volverás loco con esto hermanita?... afortunadamente mi madre si que tuvo la compasión de retirarlo de sus manos mientras mis mejillas aún conservaban parte de color.

Ahora, de nuevo, la tela volvía a recibir la luz, ni siquiera sabía si era la talla correcta, pero no lo dudé mientras dejaba caer a mis pies el albornoz para colocarlo sobre mi piel; como si de una rápida operación de estética se tratara, mis pechos subieron más de lo que nunca había recordado. Nunca fueron pequeños, ni demasiado caídos, pero tengo que reconocer que la prenda resultaba milagrosa, elevándolos hasta hacerlos rebozar sobre el tejido. Me volví sobre mis talones para observar mi cuerpo entero, desnudo por lo demás, en el espejo del armario, sonreí, pensando que me veía hermosa, aunque algo pequeña… por eso completé mi atuendo de MataHari con unas diminutas bragas negras y unos tacones de aguja “bien Dana, hoy irás vestida para matar… , o al menos disfrutarás sintiéndote así internamente”.

Mientras cogía del armario el traje de chaqueta negro pensé que rompería las reglas con una camisa verde agua. El último botón quedó demasiado alto para mi gusto, por eso lo arranqué, si no existía no habría tentación de cerrarlo de nuevo, a la vez que me volvía a mirar en el espejo; sonreí, no llevaba puesta la falda y las medias de lycra negra hacían que mis piernas se vieran bastante mas largas de lo que son imbuidas en los altos zapatos de tacón. La falda aún reposaba sobre la cama, creo que sin pensarlo había elegido la más estrecha y corta, no demasiado descarada, reconozco que mi fondo de armario no es demasiado provocador, pero logré que quedara por encima de las rodillas enrollando el borde de la cintura. Esa mañana planché mi pelo con dedicación y usé el rojo mas intenso en mis labios, ocupándome expresamente de delimitar el borde con un lápiz, justo lo suficiente como para hacerlos milímetros mas gruesos de lo que habitualmente eran.

Antes de salir del apartamento volví a mirar la imagen que el espejo me dedicaba y temblé, la parte de mujer fría, cerebral y beata que hay en mí me hizo dudar, por eso tomé un imperdible y lo prendí en la blusa, ahora sólo se verían unos diez centímetros del canal de unión de mis pechos, apretados por la presión de la prenda y el encaje del sujetador apenas era visible desde mi perspectiva.

Supuse que me había equivocado en el momento que aparqué el coche. Incluso antes de sacar el pie y hacer que mi peso reposara sobre la acera. Fue evidente que la longitud y estrechez de mi falda, combinada con la altura de los zapatos, me impedía salir de forma airosa del vehículo sin dejar que toda la acera de enfrente tuviera una visión clara de las tres cuartas partes de mis piernas. “Malditos coches tan bajos…, maldito volante pegado al asiento…, malditas piernas cortas…”. El tiempo delante del espejo me había hecho retrasarme mas de lo habitual, por eso reprimí el instinto de volver a casa para deshacer el desastre. Además, la mitad de mis “compañeras” del FBI bajaban en ese momento en tropel de sus automóviles, junto con el resto de sus compañeros masculinos que parecían haberse citado en la puerta en ese momento “lógico, las 8:14, todos llegan justo a tiempo antes de las 8.15, ¡eficientes funcionarios… auténticos hombrecillos grises…¡”.

Ahora sólo me quedaba cargar lo mas dignamente con mi error matutino y subir las escaleras hacia el hall del edificio esperando que hoy el director adjunto no nos reclamara, no hubiera ninguna reunión de última hora y por supuesto mi compañero tuviera una indisposición que le impidiera aparecer por la oficina.

Mientras atravesaba el pasillo tuve la sensación que todos me miraban “no puedes ser mas tonta Dana, te crees de verdad Mata Hari, tienes las piernas pequeñas con lo que enseñar diez centímetros mas de lo habitual no importa demasiado, y además, los sujetadores, por muy `wonder´ que sean no hacen milagros…”.

Afortunadamente todos acabaron dejando el ascensor antes que yo, por lo que pensé que mis esfuerzos por tapar mi escote iban a acabar por el momento. Sin embargo, mis piernas volvieron a temblar en el último giro de pasillo, antes de llegar a la oficina del sótano, la luz que salía a través de la puerta semiabierta me recordó que él, como era habitual, había llegado antes que yo.

Nadie ha tenido la facultad de hacerme temblar antes como lo hace este hombre, ni siquiera los maniacos asesinos que hemos perseguido durante años, ni las decenas de cadáveres que he abierto en canal mientras sus ojos vidriosos me miran negándose a cerrar los párpados bajo el rigor mortis.

Temblar, aún antes de mirarlo a los ojos; sólo con sentir su olor, flotando en el pasillo por el que cada día pasa impregnando las paredes con su aroma, entre ácido y salado, olor a colonia de bebé y crema de afeitar, colándose en mis sentidos y haciendo que vibre como la cuerda tensa de un arpa.

Ahí está, en camisa, con las mangas remangadas hasta los codos, mientras sus dedos hacen rodar un lápiz sobre los labios, izquierda y derecha, otra vez izquierda, sintiendo apenas la presencia de su tonta compañera que se pierde en el vello oscuro que cubre sus brazos y envidia la pequeña goma roja que corona el lápiz entre sus dedos.

“Buenos días… ¿has tenido un buen sueño Scully?” siempre la misma bienvenida, sin apenas levantar los ojos del papel. Haciéndome sonrojar al recordar que, de nuevo, mi acompañante nocturno e involuntario, ha sido el sueño que de forma recurrente acude a mi cada semana, especialmente los domingos, cuando después de casi dos días sin verle acabo acostándome apenas a las nueve de la noche, prometiéndome que no pensaré en sus enormes manos, en sus largas piernas, en sus anchas espaldas de nadador…, en nada enorme de su enorme anatomía; para acabar despertando, horas después, envuelta en sudor, mojada y excitada como una gata en celo murmurando su nombre tras una preciosa y húmeda pesadilla en la que el sólo recuerdo de lo que he hecho sobre esa cama hace sonrojar el crucifijo colgado en la pared.

El teléfono está sonando, sonando, sonando… y el lo deja, a pesar de que su mano reposa sólo a unos centímetros; se que lo escucha, porque el lápiz ha dejado de rodar sobre sus labios y espera quieto a que ocurra algo…, no lo entiendo ¿Por qué no contesta?, es la hora en la que Skinner nos manda llamar a través de su secretaria, ¿acaso le gusta el sonido estridente que provoca?,

Se que el director adjunto no es muy paciente y no soportaría tener que explicar por qué aún no estamos en el despacho, así que su pasividad me obliga a moverme desde la puerta acelerando mi paso a cada nuevo pitido, hasta llegar al escritorio y dejarme caer para alcanzarlo.

Entonces soy consciente, en el breve lápsus de tiempo que tarda en elevar sus ojos hacia mí, de que he caído en su pequeña trampa. Mi vientre reposa sobre la tapa de la mesa, un brazo alargado sujeta el auricular, mientras, el otro lucha por evitar que el peso del bolso que resbala por mi antebrazo me haga caer aún más hacia él, sólo a una cuarta de sus pequeños ojos verdes, que sonríen no en dirección a los míos, sino al escote de mi camisa totalmente expuesto, supongo que hasta dejarle ver con toda claridad el tamaño exacto de mi ombligo y todo lo que queda desde allí hasta mi cuello. ¡Que pardilla puedo llegar a ser¡.

Haciendo gala de una habilidad casi fonambulística, logro girarme sobre mí misma evitando que tanto el bolso, el auricular y la pelirroja caigan al suelo perdiendo la poca dignidad que les queda por salvar.

“Aquí la agente Dana Scully” Logro articular mientras mi espalda se esfuerza en devolverme la verticalidad.

No lo veo, no lo escucho, pero juro que con mi nuca soy capaz de vislumbrar la sonrisa que se dibuja sobre sus labios… “Si, dígale al director que subiremos ahora mismo…”, en cuanto le meta una bala a este gracioso entre los ojos…, o mejor entre las piernas.

“Me encanta ese salto mortal que acabas de ejecutar Scully, digno del circo mundial, no creo…” No le permito acabar, estampándole mi bolso, mientras me giro, apenas sin apuntar, sobre los hombros. ”Skinner quiere vernos”, con bastante parsimonia deja el lápiz sobre la mesa y empieza a bajar las mangas de su camisa. “¡ahora Mulder¡, creo que la cosa corre prisa, será mejor que dejes el pase de modelos para otro momento”.

No ha dicho nada mientras recorríamos el pasillo hasta el ascensor, ni mientras apretaba el botón del piso de Skinner, tampoco, afortunadamente me ha desafiado con su sonrisa. Supongo que el tono de mi voz mientras se colocaba la chaqueta ha sido lo suficiente severo como para arriesgarse a ningún comentario más.

De nuevo creo volver a verle curvar los labios cuando atravesamos el pasillo hacia el despacho del director adjunto, coincidiendo sospechosamente con la mirada que me propinan las dos parejas de agentes masculinos con las que nos hemos cruzado, definitivamente no he estado muy acertada con mi vestuario esta mañana…

Ya intuía yo que los años son garantía de saber estar. Sólo mi jefe se ha comportado como un caballero esta mañana. Puedo decir que no he descubierto ninguna mirada desviada hacia otro lugar que no sea su mesa, sus papeles o la cara de mi compañero, mientras ha durado toda la entrevista; de hecho, puedo afirmar que no me ha mirado ni una sola vez desde que hemos entrado en su despacho, aunque se ha dirigido en varias ocasiones hacia mi persona, no ha levantado la cara de sus papeles mientras lo hacía.

“El expediente del caso lo tienen sobre la mesa” Comienza a hablar aún antes de que nos hayamos sentado. “Les he preparado una copia para cada uno…” De forma acompasada mi compañero y yo abrimos la carpeta para encontrarnos con la imagen en blanco y negro que nos devuelve la mirada. Es un hombre atractivo, no más de cuarenta años, de enormes ojos claros, imposibles distinguir su color en la ajada fotografía dicromática, ¿azules?, puede que grises, pero de un gris casi transparente. El pelo cortado a cepillo puede ser rubio, o quizás prematuramente blanco.

“Jeremías Partasrathy”, la voz de Skinner me hace separar los ojos del rostro en dos dimensiones que parece horadarme. “… 35 años, 1,83 cm de altura, oficialmente muerto en febrero de 1997.”

“¿Oficialmente?, Mulder se ha adelantando a mí repitiendo la pregunta que ha surgido en mi cabeza.

“Oficialmente en 1997 se encontró su cadáver quemado en el interior de su casa. El informe determinó muerte por inhalación de monóxido de carbono, tras un incendio provocado por un accidente doméstico.”

“¿Qué ha hecho el difunto para que merezca nuestra atención?”

“Bien, Mulder, ante ustedes tienen a la persona que tiene el record de intromisiones en la red informática del FBI, cinco veces desde 1994 hasta su muerte; la última provocó el caos de todo el soporte informático de la oficina central de investigación; los virus que dejó tras su paso acabaron con cientos de gigas de información almacenadas, un material irrecuperable en su formato informático que ha tenido que ser vuelto a digitalizar desde entonces con un gasto que asciende a muchos ceros”

Vuelvo a mirar la foto, ahora reconozco en sus ojos transparentes un resto de inteligencia superior y una punzada de locura subyacente. Hay que ser alguien muy inteligente para entrar hasta cinco veces de manera impune en los ordenadores del FBI; brutalmente inteligente y…. realmente lunático. Vuelvo a observar a mi jefe, nos ha permitido un minuto para observar el rostro del pirata informático “¿Y bien señor?, si murió en 1997 ¿Cuál es el problema?”

“El sábado volvieron a atravesar los cortafuegos de seguridad del FBI”, su pausa apenas le da tiempo para respirar levantando su cara hacia mi compañero “La firma es inconfundiblemente la del difunto Jeremias.”

“Supongo que es obvio señor, pero ¿han evaluado la posibilidad de un imitador?, ¿tal vez un discípulo?” Por supuesto, la de la pregunta evidente y lógica soy yo.

“Es lo primero que los informáticos has descartado. Desafortunadamente el origen del virus nos lleva hasta…” El director adjunto se aclara un poco la garganta a la vez que afloja el nudo de su corbata antes de continuar hablando “… bueno, el origen del virus está en la tumba de Jeremias…; ya se lo que van a decir, físicamente está situada en el interior de la tumba, donde algún otro pirado informático le enterró con su ordenador portátil, totalmente calcinado, cuya ultima dirección de IP asignada coincide con el origen del virus, ¡no me pregunten como puede ser eso¡, les aseguro que entiendo mucho menos que ustedes de estas cosas, pero los expertos informáticos aseguran que el origen del virus está en ese ordenador inservible, enterrado bajo dos metros bajo tierra y que al parecer no ha sido vuelto a poner en funcionamiento desde entonces”

“¿Quiere decir que el origen del virus se remonta un periodo temporal en el que Jeremías vivía?” Afirmo mientras leo el informe de los especialistas, que en sus conclusiones deducen que el virus fue lanzado en febrero de 1997, el mismo día de la muerte de Jeremías.

“Para mi la informática si que es un auténtico expediente X, pero por esa misma razón creo que esos piratas son capaces de crear cualquier tipo de artificio” Mulder nos sorprende al no plantearse ni por un instante que el caso pueda ser un posible expediente X.

“Bien, no creo que esto tenga demasiado que ver con su sección, pero por arriba andan muy revueltos con el tema, así que quiero que se dediquen a él a fondo, y encuentren al imitador o en su defecto el origen físico del virus…perdonen, esto… quiero decir el ordenador que está enviando el virus a la oficina central; ya lo haya programado Jeremías o algún hombrecillo gris perdido… ¿han comprendido?”

El director adjunto, haciendo gala de un nerviosismo inusual, se ha levantado de su mesa para acompañarnos hasta la puerta; no se si estoy especialmente sensible hoy, pero juraría que le capto algo como un leve tartamudeo mientras me franquea la salida con una mano sobre la puerta y otra en el marco contrario, obligándome a pasar por entre sus brazos abiertos. Por obvias razones de tamaño, a Mulder le deja la salida completamente libre.

Ahora caminamos de vuelta hasta nuestro sótano, de nuevo en silencio, con la novedad de nuestras carpetas amarrillas bajo el brazo. A sólo diez pasos de la puerta del despacho, Mulder acelera su ritmo hasta colocarse en una imitación casi clónica de la postura del director adjunto.

“Un momento Scully, quiero probar esto…” Mientras con su cabeza me invita a pasar entre los arcos formados por sus brazos. “¿Sabes?, Skinner es casi tan alto como yo…, ¡Ajá, viejo zorro…”, murmura entre dientes mientras entro realmente sorprendida por su actuación.

“No se porque tienes tan buen humor…, me temo que nos han endosado uno de esos casos que no hay quien los resuelva sin acabar con un expediente abierto por alguna u otra razón… ¡Qué cosa tan absurda pretender que un ataque informático sea evaluado como un expediente X¡”. Mientras me giro me doy cuenta que aún estoy justo debajo de él y que se acerca, invadiendo mi espacio vital con su habitual gesto, así que continúo hablando intentando ignorarle. “No me gusta la actitud de Skinner ¿te has dado cuenta que ni siquiera me ha mirado a los ojos mientras hablábamos?, me parece que hay algo que no nos ha contado…”

Ahora, a diez centímetros de mi boca, por que mis tacones me han elevado diez y el ha bajado su cabeza otros tantos, Mulder vuelve a sonreír de manera jocosa:

“No te enfades Scully, pero francamente dudo que alguien del sexo masculino sea capaz de mirarte hoy a los ojos, y reconozco que son de un azul precioso…, teniendo en cuenta el panorama que ofrecen tus…, de hecho aún no he logrado comprobar si te has quitado las lagañas esta mañana”

Supongo que debería decir algo para cambiar la conversación, pero mis neuronas, puede que influenciadas por el vértigo que me producen la altura de mis tacones y la mirada de lujuria que veo en su cara no son capaces de efectuar una sola conexión lógica. “Te aseguro que desde esta altura, que casualmente es la misma que tiene Skinner, el panorama es abrumador… ¡Me encanta el encaje negro¡”

Con un atropellado movimiento consigo desentumecer mis piernas para que vuelvan a obedecerme y me redirijan hacia detrás del escritorio, no voy a responder a sus comentarios, fundamentalmente por que sigo sin nada que decir, así que le ignoro mientras se vuelve hacia el perchero para librarse de su chaqueta y se sienta en su lado del escritorio murmurando a los papeles que hay sobre la mesa “Francamente, nunca hubiera pensado que tenías ese lunar…”

Despacho de Fox Mulder
8:10

El dolor de cabeza lleva golpeándome todo el fin de semana; y ese dolor punzante, que repiquetea sobre mis sienes a intervalos regulares, junto con el calor del ambiente, hacen que no pueda parar de moverme sobre la silla. En apenas media hora he tenido que cambiar de posición una vez por minuto, sin lograr que la temperatura del aire que respiro deje de abrasar mis pulmones. Creo poder afirmar, como especialista en expedientes X, que el aire caliente de este edificio desafía las leyes físicas que le obligan a subir hacia los pisos superiores para quedarse concentrado en las paredes de mi propio despacho.

Dejé la puerta abierta, incluso tuve la tentación de seguir a oscuras, así no colaboraría con el calentamiento del entorno aportando la radiación de una lámpara encendida; pero fue evidente que no podría trabajar en esas condiciones, no hay ningún punto de luz natural en el despacho, a excepción de la cristalera abuhardillada por la que a estas horas no entra claridad; así que, muy a mi pesar claudiqué y encendí la bombilla que me pareció mas alejada. Para mi desesperación el calor ha seguido subiendo a medida que han pasado los minutos y la brisa que llega desde el pasillo apenas provoca un roce de frescor en el ambiente, lo suficiente para dejarme respirar. Espero que el prometido arreglo del aire acondicionado no tarde demasiado, o no encontrarán de mí más que restos de ropa sobre la mesa.

Me quité la chaqueta nada mas llegar, para luego remangar las mangas de la camisa todo lo que mi compostura de agente del FBI me permite; aunque tengo que luchar contra el instinto primario de sacarme la corbata y abrir los botones de la camisa; pero creo que eso sí que es demasiado, incluso para Mr Spooky.

No consigo concentrarme en estas condiciones, y la impaciencia que flota en mi vientre mientras espero que ella llegue no ayuda a mejorar mi estado, impidiéndome que me fije en la misma página del expediente que descansa sobre la mesa desde hace veinte minutos.

Llevo dos días sin verla. No es mucho tiempo, un fin de semana corriente. He reprimido mas de cien veces el deseo de descolgar el teléfono y marcar su número; cien veces en sólo las 51 horas, 14 minutos y 27,… 28,… 29,… 30… segundos sin ella.

No quiero molestarla, no quiero parecer pesado, se que tiene vida mas allá de mí, pero mi mente se niega a admitir ese hecho tan obvio, mi mente y mi cuerpo.

Este dolor de cabeza…, este calor asfixiante…

Ahora oigo llegar sus tacones, en un ritmo in crescendo desde la salida del ascensor, con su cadencia propia…, pero no recuerdo esos zapatos.

He aprendido a reconocer el sonido de cada uno de sus pares; los rojos, que suele llevar con el traje del mismo tono oscuro; los azules, levemente mas anchos y cómodos, con un sonido mas quebrado al andar, siempre se los pone cuando sabe que tendremos que caminar por el campo; los negros, mas bajos, pero que le hacen unos pies preciosos, pequeños y de tobillos finos, los calza cuando viste pantalones; confieso que esos diminutos pies blancos son mi debilidad, lo que daría por acariciar la fina piel entre sus dedos…

…aunque estos de hoy son nuevos, el toque sobre el suelo es más seco, los pasos más cortos, posiblemente de tacón alto.

Justo antes de que su presencia atraviese la puerta cojo entre mis dedos el lápiz que tengo más cerca, dudo un instante porque ni siquiera tiene la punta afilada, ¡da igual¡ me esfuerzo en leer ese expediente, con la foto de algún abducido de ojos desorbitados, que tengo sobre la mesa. No puedo permitir que note como espero de manera impaciente a que ella traspase la puerta.

Se está retrasando, los pasos se han detenido y parece dudar antes de entrar. Espero, lo suficiente para que mis nervios se desaten y en gesto nervioso lleven el lápiz despuntado hacia la boca.

De nuevo el sonido de sus pasos, ahora más decididos.

¡Dios!, ahí está. Bajo la cara con precipitación hacia mi amigo de papel, aunque llego a verla a penas por un segundo, lo suficiente para que mi memoria fotográfica procese toda la imagen.

¡Esta mujer me va a matar!... ¿qué lleva puesto?, me ha bastado un segundo y soy consciente de que esta noche no voy a dormir y de que mis manos van a tener trabajo extra para calmarme las hormonas.

La falda la conozco, si la comparo con las imágenes archivadas en la mente que me llegan de ella, quizás ha sufrido un proceso de acortamiento tras ¿un lavado?… La blusa la he visto muchas veces, pero nunca le había sentado tan bien, supongo que los retazos de piel que rebozan sobre su escote ayudan a esa sensación. Creo que los pechos deben ser los que siempre ha traído a la oficina, pero… ¿qué mente perversa los ha mantenido durante años apresados bajo metros de tela?

¡Y esos tacones….!, definitivamente son nuevos, de lo contrario los hubiera reconocido.

Ella siempre viste seria, impecablemente FBI, pero sus zapatos no son así, se permite un toque de alegría, un cambio de color y una altura levemente mas atrevidos de lo entendible en una agente del FBI. Pero… ¡por favor!, esos tacones me están perforando los tímpanos gritando ¡soy una máquina de sexo!... y me está constando más de lo normal controlarme.

No puedo pensar más allá de sus pies, así que sigo con la mirada en los papeles esperando que baje el nudo que se me ha formado en la garganta.

“Buenos días… ¿has tenido un buen sueño Scully?” Y suelto la misma frase de todos los días, desde luego… con esa originalidad y mi facilidad de palabra, seguro que en algún momento de los próximos veinte años lograré que caiga rendida a mis pies.

Por fin levanto la cara, ¡vaya!, está roja, no entiendo como, pero algo de lo que he dicho la ha alterado bastante, y mira que he sido capaz de articular pocas sílabas. Así que me envalentono y me atrevo a seguir hablando, puede que ese modelo se merezca algún comentario por mi parte, a ver si se anima a deshacerse del armario repleto de trajes de convento.

¡Porras!, ahora suena el teléfono.

Y hago algo muy malo, se que es mi compañera, mi amiga…, puede que la única, pero no soy de piedra y la idea que atraviesa mis neuronas es demasiado tentadora, así que conscientemente ignoro el sonido estridente y dejo que ella conteste.

Bien, sólo ha dudado un par de segundos, no habla, pero como preveía se ha abalanzado sobre la mesa.

Soy malo, y puede que me mate, pero juro que la vista de su blusa abierta a escasos centímetro de mis ojos merece la bala entre las cejas que voy a recibir en pocos segundos.

Hombre muerto, pero hombre feliz y tremendamente excitado… Ruego para que mi cadáver se relaje antes de ser examinado por que, de lo contrario, el forense se va a llevar una enorme sorpresa.

La voz que apenas oigo susurrar al otro lado del teléfono parece que me ha salvado la vida, al menos de momento. Ella se ha girado haciendo gala de una habilidad casi felina, dándome la espalda y apoyando su precioso trasero sobre el escritorio, provocando que la tensión de la tela de la falda dibuje el contorno de sus caderas a sólo unos centímetros de mis dedos.

Tengo que hablar, porque no creo poder controlar esa mano que la tiene tan cerca, y si ahora le toco el culo si que voy a ser un cadáver en los próximos segundos.

“Me encanta ese salto mortal que acabas de ejecutar Scully, digno del circo mundial, no creo…”.

No noto que ha terminado su conversación telefónica, de hecho vuelvo a la realidad después de recibir un bolsazo en el hombro. Deduzco que está algo enfadada, lo que me confirma con el mohín de sus labios, ¿Cuándo vas a dejar que te coma esa boquita de fresa Scully?

“¡Ahora Mulder¡” Casi grita mientras recompongo mi camisa en un intento de alejar mis pensamientos del calor de su cuerpo, que ahora se suma al de la habitación. Paro un segundo para reflexionar y mirarla a los ojos. No se a que te refieres, porque si has contestado a la pregunta que acaba de hacer mi mente, voy a necesitar todas las fuerzas de asalto del FBI para dejarte salir de este horno.

“…creo que la cosa corre prisa…”. Y mi boca empieza a abrirse… ¡Atención!.. Fox Mulder, ¡aterrice inmediatamente!

“…será mejor que dejes el pase de modelos para otro momento” Y con la mirada que me dirige hace que el calor que siento, y el amigo que tengo entre las piernas decaigan tan rápido como es capaz de hacerlos subir.

Hay que ver el lado positivo, al menos voy a poder salir sin problemas de detrás del escritorio.

No ha dicho nada mientras salimos hasta el ascensor. No se a dónde demonios se dirige pero no me voy a jugar la vida preguntándoselo.

Creo que ha apretado el botón del piso de Skinner; bueno, parece que tendremos reunión matutina.

Tampoco pretendo hacerla enfadar aún más, pero no puedo evitar obsequiar con una sonrisa a las dos parejas de pardillos que nos hemos cruzado y que han dejado un rastro de babas a su paso. ¡Esta es Mi Scully chicos!, ¿Reina de qué?.

Hay dos cosas por las que ha merecido la pena que me levante esta mañana, la que se lleva el premio, sin duda, ha sido la vista de los pectorales de Scully, ¡Wow…!, aún estoy sudando, aunque desde que hemos entrado en el ascensor la temperatura debe haber bajado como quince grados por efecto del aire acondicionado del edificio; la otra, sin duda es la cara que ha puesto Skinner al ver a Scully, creo que le ha debido de crecer hasta el pelo de la impresión, el pelo y algo mas supongo…. Ni siquiera ha acertado a darnos los buenos días, ¡con lo educado que es este hombre…!

“El expediente del caso lo tienen sobre la mesa” Aborda el tema aún antes de que nos hayamos sentado. “Les he preparado una copia para cada uno” Me da un poco de pena, ya sabía yo que andaba detrás de Scully, pero no lo suponía tan colado, vamos, casi como yo.

He abierto la carpeta que nos ha dado, aunque no logro interesarme en lo que dice. Scully parece mirar con bastante atención la foto que aparece en el expediente, así que mi curiosidad me obliga a mirar la imagen. Es un tipo corriente, por tanto no le dedico mas atención de la que merece y me distraigo mirando las medias negras de mi compañera… aunque intento evitarlo acabo llegando hasta el límite de su falda, donde sus piernas se han cruzado dejándome ver la parte interior de uno de sus muslos,… contente Mulder, ¡Que mañanita llevo…!.

“Jeremías Partasrathy”, la voz de Skinner me hace separar los ojos de las piernas de Scully e intentar centrarme en la conversación. “… oficialmente muerto en febrero de 1997”

“¿Oficialmente?”. Si hablo a lo mejor hasta me centro; de manera que repito la única palabra que he logrado retener.

“Oficialmente en 1997 se encontró su cadáver quemado en el interior de su casa… El informe determinó muerte por inhalación de monóxido de carbono, tras un incendio provocado por un accidente doméstico” Bueno, me ha respondido con algo coherente, con lo que deduzco que no he estado demasiado desatinado.

“¿Qué ha hecho el difunto para que merezca nuestra atención?”

“Bien, Mulder, ante ustedes tienen a la persona que tiene el record de intromisiones en la red informática del FBI, cinco veces desde 1994 hasta su muerte; la última provocó el caos de todo el soporte informático de la oficina central de investigación; los virus que dejó tras su paso acabaron con cientos de gigas de información almacenadas…un material irrecuperable en su formato informático que ha tenido que ser vuelto a digitalizar desde entonces con un gasto que asciende a muchos ceros”

Vuelvo a mirar la foto, menudo personaje tenía que ser este, digno de formar cuarteto con los `pistoleros solitarios´

“¿Y bien señor?, si murió en 1997 ¿cuál es el problema?” A Scully parece que sí le funcionan las neuronas, así que dejo que hable por los dos.

“El sábado volvieron a atravesar los cortafuegos de seguridad del FBI” Aunque la pregunta se la ha realizado ella, contesta dirigiéndose a mí “La firma es inconfundiblemente la del difunto Jeremías”

“Supongo que es obvio señor, pero ¿han evaluado la posibilidad de un imitador?, ¿tal vez un discípulo?” ¡Vaya pregunta tonta!, rectifico, a ella también se le han recalentado las neuronas en el rato que ha estado en el sótano.

“Es lo primero que los informáticos has descartado. Desafortunadamente el origen del virus nos lleva hasta…” La ha mirado por unos segundos, la ha mirado y… ¡le he visto tragar saliva, mientras se aflojaba el nudo de su corbata! “… bueno, el origen del virus está en la tumba de Jeremías…; ya se lo que van a decir…, físicamente está situada en el interior de la tumba, donde algún otro pirado informático le enterró con su ordenador portátil, totalmente calcinado, cuya ultima dirección de IP asignada coincide con el origen del virus…¡no me pregunten como puede ser eso¡, les aseguro que entiendo mucho menos que ustedes de estas cosas, pero los expertos informáticos aseguran que el origen del virus está en ese ordenador inservible, enterrado bajo dos metros bajo tierra y que al parecer no ha sido vuelto a poner en funcionamiento desde entonces”

“¿Quiere decir que el origen del virus se remonta ….?” Scully sigue a lo suyo, aunque no acabo de oír lo que pregunta, me estoy divirtiendo con los esfuerzos de Skinner por no mirarle el escote.

“Para mi la informática sí que es un auténtico expediente X, pero por esa misma razón creo que esos piratas son capaces de crear cualquier tipo de artificio” Hablo, creo que debo decir algo para romper un poco la tensión del ambiente.

“Bien, no creo que esto tenga demasiado que ver con su sección, pero por arriba andan muy revueltos con el tema, así que quiero que se dediquen a él a fondo, y encuentren al imitador o en su defecto el origen físico del virus…” No he podido evitar guiñarle un ojo al jefe en el breve instante que ha levantado de nuevo los ojos de los papeles y creo que ha cogido la indirecta “Perdonen, esto… quiero decir el ordenador que está enviando el virus a la oficina central; ya lo haya programado Jeremías o algún hombrecillo gris perdido… ¿han comprendido?”

Ahora es el que me sorprende en este intercambio de miradas, guiños y complicidad. Se ha levantado de detrás de la mesa para acompañarnos hasta la puerta y de alguna manera mágica ha conseguido que Scully pase por entre sus brazos abiertos, a escasos centímetros de él. A mí, evidentemente me ha dejado la salida libre, pero no se ha resistido a darme una palmada sobre el omóplato mientras murmuraba sobre mi oído un “!que pase un buen día… agente!”, bastante explícito.

Camino levemente atrasado hacia el sótano; sigo dándole vueltas a la maniobra de Skinner. ¡Y yo era el de el coeficiente de inteligencia alto!, vaya, vaya con el calvete…

Cuando quedan unos metros para la puerta del despacho, no lo pienso y acelero el paso para realizar mi propia maniobra de voyeurismo.

“un momento Scully, quiero probar esto…” Y la invito a pasar entre mis brazos con un movimiento de cabeza. “¿sabes?, Skinner es casi tan alto como yo…, Ajá, viejo zorro”

“No se porque tienes tan buen humor…, me temo que nos han endosado uno de esos casos que no hay quien los resuelva sin acabar con un expediente abierto por alguna u otra razón…¡Qué cosa tan absurda pretender que un ataque informático sea evaluado como un expediente X¡”. Y mientras me habla permanece ahí abajo, en lo que supongo es un gesto retador, regalándome de nuevo, la visión de ese par de montañas; así que en un movimiento instintivo bajo la cara para ponerme a su alcance, por si se le ha pasado por la cabeza concederme un roce de sus preciosos labios; en fin, si quiere guerra que no diga que yo no pongo de mi parte… “No me gusta la actitud de Skinner ¿te has dado cuenta que ni siquiera me ha mirado a los ojos mientras hablábamos?, me parece que hay algo que no nos ha contado…”

No puedo evitar sonreír, ¿de verdad no se ha enterado de nada?, pero ¿esta mujer no se ha mirado en el espejo antes de salir de su casa?, ¿no se da cuenta de que he tenido que ir casi mordiendo por los pasillos a medio edificio federal y marcando el territorio como si fuera un auténtico zorro?

“No te enfades Scully, pero francamente dudo que alguien del sexo masculino sea capaz de mirarte hoy a los ojos, y reconozco que son de un azul precioso…, teniendo en cuenta el panorama que ofrecen tus …” No me refiero a sus atributos femeninos por su nombre, pero el gesto y la mirada que le dedico creo que son bastante explícitos. “…de hecho aún no he logrado comprobar si te has quitado las lagañas esta mañana…”.

No dice nada, ni hace ningún gesto con sus cejas, ¡creo que he logrado desconcertarla!... me gusta, debería dar la conversación por zanjada, pero callar no es mi fuerte “Te aseguro que desde esta altura, que casualmente es la misma que tiene Skinner, el panorama es abrumador… ¡me encanta el encaje negro¡”

Con lo que me parece un atropellado movimiento se dirige, sin contestar, hacia detrás del escritorio, así que yo hago lo propio y con la mayor tranquilidad del mundo, aunque el calor, la vuelta del dolor de cabeza y la presencia de Scully están volviendo a afectar mi serenidad, giro hacia el perchero para librarme de este tormento de chaqueta y sentarme en mi silla. “Francamente, nunca hubiera pensado que tenías ese lunar…”. Definitivamente tengo problemas para saber cuando callar.

Despacho de Fox Mulder
12:30

Desisto, voy a tirar la toalla. Llevo mas de dos horas haciendo equilibrios con el portátil para conseguir que la pantalla tape lo que no hace mi blusa y lo único que he conseguido ha sido acalorarme y un tremendo dolor de espaldas. Al principio todo fue bien, me bastó reubicar el imperdible que ¡Dios sabe bajo que tipo de inspiración divina! prendí en ella esta mañana antes de salir; aunque un poco forzada pude incluso realizar varias llamadas a lo largo de la mañana sin tener que mirar cada minuto hacia mi escote para comprobar que no enseñaba mas de lo habitual, desafortunadamente la cosa duró hasta que al girarme de forma brusca para contestar el teléfono el imperdible reventó atravesando la mesa en vuelo supersónico para acabar aterrizando sobre los papeles de un sobresaltado Mulder. El esfuerzo de mantener la boca cerrada le debe haber costado bastante, ni siquiera me ha mirado, se ha limitado a devolverme el imperdible, alongado e inservible, haciéndolo rodar sobre la mesa con un leve impulso de sus dedos. Igual hasta le invito a comer.

Después de varios intentos para devolverlo a su estado original y ante su evidente inutilidad decidí que la única forma de mantener un poco la compostura era trabajar con el portátil delante e intentar no moverme en la medida de las posibilidades, de eso hace dos horas…

Pero ahora abandono, al fin y al cabo ya ha visto de sobra durante la mañana, desde todos lo ángulos posibles, la parte superior de mi anatomía; y, después de todo es Mulder y confieso que no me importaría demasiado que me viera como mi madre me trajo al mundo…, aunque preferiría otras circunstancias mas equilibradas.

El expediente que nos ha entregado Skinner es un auténtico jeroglífico; contiene montones de lecturas informáticas que me tienen totalmente perdida. Hago el amago de volver a coger el teléfono por vigésima vez, pero me retraigo, no estoy de humor para hablar nuevamente con nadie del servicio informático, las últimas diecinueve veces me han tratado como si fuera una auténtica analfabeta informática; por lo visto se supone que todo el mundo debe tener una cultura informática básica, de la cual es evidente que carezco. Así que me esfuerzo por releer el informe.

Despacho de Fox Mulder
14:10

No aguanto, me duele la espalda, me siento torpe y hace un calor increíble en este sótano. Aunque a él no parece afectarle, no ha dicho casi nada en toda la mañana y me da la impresión de que no tiene ningún problema en entender el expediente. Sólo se ha quejado en algún momento de un fuerte dolor de cabeza, pero cuando he hecho un amago de levantarme para explorarle me ha detenido con un brusco movimiento de manos “No hace falta Scully, no tengo fiebre, es sólo migraña…, no dormí bien anoche”

“!Que calor!... ¿no crees que hace un calor horrible?”. Tengo que hablar, para romper la tensión del ambiente, me acabo de dar cuenta de que inconscientemente llevo varios minutos dando suspiros, en parte por el dolor de espaldas que me he auto inflingido, en parte por el tremendo calor del ambiente; pero, el último y mas profundo, ha surgido espontáneamente cuando he visto como ha paseado la punta de la lengua por encima de su labio inferior, en lo que supongo es un gesto de concentración, que en mi ánimo ha logrado justo el efecto contrario.

“¿Calor?... no, yo no tengo calor… ¿tienes calor Scully?” Ahora me está mirando y juro que, a pesar de sus palabras, puedo ver como hay leves gotas de sudor sobre la raíz de su pelo, en el límite de las patillas; así que le contesto con una mueca que no dejo que se convierta en sonrisa.

“Este expediente es imposible,… no voy a volver a llamar a esos tipos de informática para que me aclaren ni una sola duda más“ Cierro el portátil para enfatizar que requiero que me preste atención; necesito unos segundos de silencio y un golpe de bolígrafo sobre la mesa para hacerle reaccionar y que me vuelva a mirar “Será mejor pedir la ayuda de algún agente especialista durante toda la investigación, voy a llamar…”

“No hace falta Scully, hace dos horas le mandé un e-mail al director solicitando ese tipo de apoyo” La sorpresa de mi cara debe ser evidente, porque ensaya un amago de sonrisa antes de que continúe hablando.

“No me lo creo… ¡en este despacho hay falta de comunicación Mulder!.. ¿Cómo no me lo has dicho antes?, llevo dos horas peleándome por teléfono para pedir información y a penas he conseguido descifrar la décima parte de estos informes”

“No se, creía que no lo necesitabas, me ha parecido que andabas muy suelta con el tema y que lo controlabas… la verdad es que he pensado que el único que no entendía nada era yo”

El sonido del teléfono ha cortado mi réplica, así que aún en proceso de autocontrol, dejo que sea él quien conteste.

“Despacho de Fox Mulder… y Dana Scully” Menos mal que ha rectificado incluyendo mi nombre “!Ah hola...!, si claro…” Se perfectamente que habla con una mujer, joven para mas señas y posiblemente bonita, por la cara de bobo que pone y por la risita tonta…, no lo puede remediar. “…bien dígale al director adjunto que ahora subimos” Así que es la secretaria de Skinner, no se que clase de historia se traen estos dos con esas risitas que se intercambian, reconozco que me requeman los celos por mas de un segundo “Ahí tienes a tu experto informático” Mulder habla mientras cuelga el teléfono y se dirige hacia la percha arreglándose la camisa “El director quiere que subamos, parece que nos han buscado a alguien”

Despacho de Walter Skinner

Mientras atravesamos la puerta del director compruebo que él nos espera de pié apoyado sobre la parte frontal de su mesa. Aún va impecablemente vestido, es evidente que el aire acondicionado en esta planta es óptimo y permite a los ocupantes de cada uno de los despachos mantener la compostura. No puedo decir lo mismo de su cara, desencajada y levemente menos morena de lo habitual.

“Buenas tardes señor… muchas gracias por atender tan rápidamente la solicitud del agente Mulder… no creo que estemos capacitados para llevar este caso sin la ayuda adecuada…” Hablo mientras Mulder cierra la puerta tras de mí, y con sólo unos pasos de diferencia nos acercamos hasta el director. Sospecho que hay algún problema, por que Skinner no me mira, a pesar de ser la única que habla, y dirige su mirada por encima de mis hombros topándose directamente con la de Mulder.

“Agente… quiero aclararle que la idea no es para nada mía… de hecho si de mi dependiese les aseguro que…”

“Venga ya…!, ¿esto es una broma?” Me freno cuando oigo como Mulder corta de forma brusca las palabras de Skinner. Y es cuando veo como este último observa la reacción de mi compañero. Siguiendo su mirada logro distinguir la fuente de los problemas que vengo intuyendo desde que he entrado en la habitación.

“Buenos días… agentes!” La voz, la conocida voz, procede de la otra puerta del despacho. Joven y acariciadora voz masculina con un leve tinte de dureza. Está apoyado sobre su hombro izquierdo, posiblemente también sobre su prótesis, alto moreno e impecable en todos sus gestos.

“ya conocen al agente Alex Krycek…”

“¿Agente?... ¿a qué pez gordo te has tirado esta vez para volver al FBI Krycek?”

“!Mulder¡… le aseguro que para mí también es difícil esta situación, pero quiero que se comporte como un agente federal, no depende de nosotros decidir cuando y quienes entran a formar parte del FBI”

“Se perfectamente cuales son mis deberes, señor… pero no me van a obligar a estar bajo el mismo techo que este gusano”

He permanecido apartada de las miradas de estas tres fuerzas de la naturaleza, que me hacen empequeñecer y sentirme ignorada bajo el cruce de sus miradas, observando como iban sucediéndose los acontecimientos.

Un segundo a penas de silencio y siento como algo cambia a mis espaldas, me giro bruscamente a mi derecha para ver a Mulder, empuñando su arma reglamentaria del FBI en dirección al asesino de su padre, mientras intento comprender como han girado los acontecimientos para llevarnos hasta este momento.

“!Guarde ese arma!” El tono de Skinner es lo suficiente grave como para hacer reaccionar a Mulder por unos segundos; pero se que no lo bastante para hacerle desistir de aquello que está dispuesto ha hacer, así que me vuelvo sin pensarlo hasta colocarme con el cañón de su pistola pegado en el pecho.

Y mientras leo sus ojos puedo saber lo que atraviesa su memoria fotográfica, cada una de las instantáneas de la muerte de Bill Mulder años atrás. Asesinado por una bala que había salido de la pistola del mismo hombre que le planta cara a escasos tres metros.

“No haga tontería Mulder….” El no escucha lo que le dice el director, ahora es Skinner el ignorado. Su mirada alterna desde mis ojos a la mirada verde que supongo le desafía desde el fondo de la habitación. No se mueve durante más de diez segundos, así que le hago volver a mirarme apretándome aún más contra el frío metal de su pistola. Se que entiende todo lo que le digo con la mirada; que comprendo como se siente; que, si por mi fuera, yo misma apretaría ese gatillo, pero que ese no es el camino, este no es el momento ni el lugar; y sabe, que de nuevo, no voy a dejar que cometa ese error.

“No tengo todo el día para morir Mulder…” El demonio no debería tener ese tono de voz, tampoco ese aspecto, ni esa risa, que me hace retirar por unos segundos la vista de mi arcángel vengador. Unos instantes lo suficientemente largos como para que Mulder me esquive y camine en largas zancadas hacia Krycek, colocando su pistola entre las cejas del hombre, sin que él haya movido ni un músculo para evitar la situación.

Ahora se miran, separados escasamente por el arma. Mulder se muerde el labio inferior, mientras Krycek mantiene la sonrisa elevando retadoramente la barbilla.

He intentado acudir hacia ellos, pero la mano férrea de Skinner me ha atajado por el hombro, haciendo que permanezca alejada, como una mera espectadora, de esta situación que ya dura demasiado. Siguen enfrentando sus miradas durante lo que me parece una eternidad, hasta que la voz de Mulder rompe el silencio.

“Necesitas un pelado Krycek, tendré que matarte otro día que tengas mejor aspecto”. Mulder separa su arma mientras vuelve a colocarle el seguro, volviéndose hacia mí para entregármela “Siento decirle que tiene una enorme rata en el despacho, señor”

“Bien, si ha logrado calmar su necesidad de adrenalina le ruego que se siente y escuche lo que le tengo que decir” Skinner me ha librado de la tenaza de su mano y ahora observa como Mulder se deja caer cansinamente sobre uno de los sillones situados delante de su mesa. Con un gesto de la mano me invita a tomar asiento en el segundo. “Como ya suponen, el agente Krycek será su apoyo como experto en informática en este caso”

“¿Experto en informática?, no sabia que…”

“Hay muchas cosas que no sabes de mí, Dana…” Y ese Dana, saliendo de su boca, me araña las tripas “Tengo muchas sorpresas ocultas… puede que algún día te muestre alguna…”

Nadie responde a sus claras insinuaciones, aunque con el rabillo del ojo veo como Mulder castiga con las uñas el brazo del sillón.

Yo prefiero ignorarle, conozco su forma de actuar; provocadora, desafiante y cruel, esperando la respuesta nerviosa de su víctima y no le voy a dar ese gusto.

“Bien, eso es todo, espero que no me den ningún tipo de problemas con este asunto, ¿entendido?” Nos hemos levantado para dirigirnos hacia la salida, ahora abierta por la mano de Krycek “¿Les he dicho que si me han oído agentes?”

“Alto y claro, señor…” Mulder habla mientras empuja el hombro de Krycek al salir, sin apenas girar la cabeza hacia su interlocutor.

Tomar el ascensor ha sido un error y aunque lo he visto venir no he podido evitarlo; esos dos hombres no pueden convivir en un espacio tan pequeño. Aunque la capacidad del habitáculo es de más de veinte personas, el aire es escaso en estos momentos, denso y pesado, a pesar de que sólo lo ocupamos tres personas. Instintivamente me he colocado en medio de ellos dos, no soy ningún obstáculo infranqueable, pero si no se rozan a lo mejor no empiezan a saltar las chispas como si fueran dos trozos de sílex.

Bien, ya hemos bajado dos plantas, desafortunadamente nadie ha subido en ellas, tirando por tierra mis esperanzas de romper esta tensión. Miro hacia Mulder, ha colocado su chaqueta de forma que le permite acceder rápidamente a su pistola, reubicada de nuevo en la cartuchera de su cadera. Krycek, nos ignora por completo, limitándose a observar como van disminuyendo los dígitos en el panel del ascensor. Solo quedan tres plantas.

El movimiento ha sido demasiado rápido para la altura y lo desgarbado de su cuerpo, así que me cuesta creer que ha ocurrido de verdad ante mis propios ojos sin que pueda hacer nada para evitarlo. En el último instante he alargado la mano para coger su chaqueta, en un vano intento de detenerle, consiguiendo tan solo romper hasta hacerme sangrar, tres de las cinco uñas de mi mano derecha.

“¿Vuelves a sentirte cariñoso Mulder?” No entiendo como puede seguir hablando cuando las manos de mi compañero le aprisionan la garganta mientras lo aplasta contra la pared, se que no aprieta de la forma que es capaz, pero tampoco se trata de una caricia. Ahora suelta su cuello, para bajar hasta la solapa de la chaqueta, observándolo en silencio; sospecho que la próxima parada será un puñetazo en la boca del estómago, le he visto hacerlo decenas de veces. No me muevo, en el fondo quiero ver ese golpe.

“Eres patético”, le escupe Krycek a la cara “¿Qué viene ahora?, ¿vas a pegar a un tullido?...” Su frase ha detenido el brazo de Mulder justo antes de golpearle; por unos segundos tan sólo, lo suficiente para hacerle coger más impulso y acabar asestándole un puñetazo mucho más fuerte, que hace que el hombre se doble sobre sí mismo en un gesto de intenso dolor; un gesto silencioso, que no se permite ni un leve sonido, mientras se yergue de nuevo para enfrentar, con retadores ojos, a su agresor “No tienes huevos Mulder… nunca los has tenido… si antes hubiera sido yo quien te apuntaba entre las cejas no dudes que habrías acabado con los sesos esparcidos en el despacho…” Sigue sin intentar defenderse, conoce a Mulder demasiado bien, sabe que así lo provoca más; aunque ahora, viendo como sonríe, dudo si siente cierto placer depravado cuando él le golpea. “¿Quieres llevar una cruzada?... Tú no eres un cruzado, no vales como tal, no eres como yo… Para ser un auténtico cruzado sólo hay que servir a un dios, sin cuestionar sus decisiones. No puedes depender más que de ti mismo y no puedes mostrarte débil; no debes dejar que conozcan tus carencias y tus necesidades… y tú, tu tienes un gran punto débil ¿lo sabes verdad?, y sabes que ellos lo conocen ¿eh Mulder?... Tu no eres un cruzado, no eres mas que un peón perdido sobre un enorme tablero de ajedrez…”

“Pues este peón se basta para darte por culo a tí y a tu dios, Krycek”

El pitido del ascensor al detenerse en el primer piso del edificio ha hecho que Mulder se separe bruscamente dirigiéndose hacia la puerta que ha comenzado a abrirse.

“Ahora te veo en el despacho Scully, bajaré andando, no soporto este olor”

 

Automóvil de Fox Mulder
18:25

Mientras conduzco en dirección a mi apartamento, no puedo evitar recordar los acontecimientos que se han sucedido esta mañana. Lo que comenzó con un quizás excesivamente caluroso día de verano, ha terminado con esquirlas de veneno en mis venas.

Aún siento arqueadas al pensar que voy a tener que convivir durante los próximos días con la presencia de ese asesino. El hecho de que posiblemente sea el hombre que acabó con la vida de mi padre es sólo una más de las razones de mi aprensión. No me gusta, no me fío y no creo que haya ni un solo gesto, ni una acción en su miserable vida que no tenga un motivo.
Alguien quiere que esté junto a nosotros cuando descubramos aquello que nos han enviado a buscar; aunque no alcanzo a ver cual es la razón de fondo, se que existe y voy a prepararme para cuando por fin de la cara.

Tengo que controlarme en su presencia; reconozco que me hago mas miserable de lo que soy ante él, y sé que termino siguiéndole el juego; y aunque me cueste admitirlo, acaba llevándome a su terreno.

No se me ha pasado por la cabeza, en ningún momento, la idea de dispararle; no en el despacho de Skinner y delante de medio FBI, pero no he podido resistir ver su cara cuando le apuntara entre los ojos ¡El muy hijo de puta me ha leído el pensamiento!, sabía que era un farol; eso, o está realmente mal de la cabeza, porque no ha temblado ni un segundo. Bien, es sólo el primera asalto, se que tiene que existir un punto débil bajo esa fachada de frialdad, y lo voy a descubrir en algún momento; bueno Krycek, ¡juguemos un poco!

No iba a matarlo, pero le hubiera partido con gusto esa cara de niñato; ella, de nuevo me ha impedido revelar la ira que me invade; me ha mirado, en silencio, y con sólo eso ha vuelto cordero al lobo que yo no puedo reprimir. Sólo su mirada, su voz, su templanza…; mi debilidad, la debilidad de éste aspirante a cruzado, clara como el agua para todo el mundo que me rodea y evidente, según parece, para todos mis enemigos.
Bien, haré tripas y trabajaré con Krycek, de momento al menos, hasta descubrir su jugada.

Automóvil de Dana Scully
18:35

Hace sólo media hora que he abandonado las oficinas del FBI. Sigo centrada en los sucesos del día, mientras mi coche me lleva, casi de forma automática, de vuelta a casa. No pensé decir esto jamás, pero he visto trabaja de nuevo a Mulder y Krycek, codo con codo en un expediente X. Después de los primeros momentos de tensión parece que Mulder ha llegado a la conclusión de que cuanto antes cerremos el caso, antes perderemos de vista a ese tipo. Además, hay que reconocer que maneja bastante bien el tema informático, al menos desde mi punto de vista de iletrada en la materia. Por supuesto el trato sigue siendo tenso y los insultos aparecen de forma recurrente, pero al menos no se han lanzado a darse de golpes, y eso es un avance.

El teléfono está sonando; me hago a un lado con el coche en el primer espacio que veo.

“Soy yo Scully, ¿dónde estás?”

“Estoy llegando a casa Mulder” Aún cuando no ha pronunciado su nombre puedo reconocer perfectamente su voz.

“Han llamado de la oficina, se ha producido un nuevo ataque informático. Esta vez han localizado el origen en una Residencia de ancianos en West Alohah. Creo que debemos ir allí ahora, el equipo de informáticos ya está trabajando sobre el terreno”

“Muy bien, ¿dónde quieres que nos veamos?”

“Tu casa queda en el camino. Te recogeré en el aparcamiento, en 15 minutos”

“Allí estaré”

Apartamentos de Dana Scully
18:45

Cuando he llegado el coche de Mulder ya me esperaba en el aparcamiento. Está reclinado sobre el capó con los brazos apoyados hacia atrás. En cuanto me ha visto se ha acercado hasta la ventanilla hablándome antes de que apague el motor.

“¿Nos vamos Scully?

“Bien, sólo déjame que suba a mi apartamento un segundo…” Hablo mientras abandono el coche.

“Tenemos prisa, deberíamos llegar antes de que esos manazas informáticos acaben con todas las pruebas”

“Esto también corre prisa Mulder…” Le miro sin dar detalle de lo que pienso hacer. Así que, en un gesto de discreción, él me invita a seguir, indicándome con la mano que me vaya. A pasos acelerados me dirijo hacia el edificio.

“¡Eh, Scully…!” Giro al oír su voz cuando aún no he recorrido más que unos metros “¿No pensarás cambiarte de ropa?”. Duda unos instantes antes de continuar “Creo que no hay tiempo…”

“No te preocupes” Sonrío sin poder evitarlo, su cara de circunstancias es evidente. “Sólo voy a cambiarme los zapatos, estos me están matando”

“¡Ah…!, los zapatos…¡Vaya!” Y no lo entiendo, pero ahora pone cara de resignación.

“No voy a perder el tiempo, llamaré Krycek por el camino. Volveré en dos minutos”

Mientras atravieso el hall del edificio hago la prometida llamada. Aunque no sabría darme una explicación científica, mis dedos se han empeñado en temblar mientras marco su número de teléfono; tampoco entiendo que es lo que revolotea en mi estómago mientras oigo su voz al otro lado de la línea de teléfono. Como médico empiezo a sospechar que puedo tener algún tipo de descontrol hormonal grave; aunque creo que el diagnóstico exacto que daría Mulder es que necesito darme un revolcón cuanto antes.

Pretendía ponerme un zapato más bajo y cómodo, pero cuando he abierto la puerta del zapatero me he imaginado a mi misma con ese tipo de calzado caminando entre ellos dos, tan altos y perfectos, como si salieran de un anuncio de perfume. Así que en un acto de rabia, uno más en el día de hoy, he optado por el par de mayor tacón que tengo; al menos no pareceré un pegote enano y regordete entre esas dos columnas del Partenón.
He tardado algo mas de dos minutos colocando un nuevo imperdible, esta vez a prueba de explosiones, sobre la blusa, aunque no demasiado alto, debo confesar que me ha gustado la leve sensación de poder femenino que he sentido esta mañana.

Esa sensación que vuelvo a manifestar mientras me dirijo hacia el coche dónde Mulder me espera haciendo repiquetear los dedos sobre la chapa. Se que me mira y empiezo a pensar que le gusta lo que ve.

Ahora es él quien sonríe mientras hago esfuerzos para entrar en el coche con esos zancos sin que mi falda suba más allá de lo aceptable.

“¿Estos son tus zapatos cómodos Scully?.., ¿Dormir en una cama de pinchos también entra en tu concepto de cómodo?”

“Yo me siento cómoda con ellos, Mulder” Miento descaradamente intentando parecer lo mas sincera posible “Aunque parezca increíble es cuestión de acostumbrarse”

“¿No sientes vértigo?”

“¿Sientes tú vértigo al tener la cabeza tan lejos del suelo Mulder?”

“No, pero lo mío es natural. Mi cabeza siempre está ahí”

“Siento contrariarte, pero a veces tu cabeza está en todos los sitios menos ahí”

“¡Touché!” Y sonríe a la calzada mientras pone el coche en marcha.

Residencia de ancianos BAYVIEW MANOR
11 WEST ALOHA STREET
Washington D.C
19:05

El edificio debe tener al menos 30 años, aunque el entorno aparece conservado y los jardines cuidados, quizás demasiado imbuido en el caos circulatorio que le rodea. Cuatro plantas en un solo bloque de ladrillo rojizo. Las ventanas de madera blanca destacan sobre el color caldera dándole un aspecto pueblerino en medio de la gran avenida repleta de edificios modernistas. A medida que nos acercamos, el olor a rancio va invadiendo el ambiente. Ese olor, o puede que la sensación que experimento cada vez que voy a uno de estos lugares; por muy tranquilos que parezcan no dejo de sentir esa vaga punzada de abandono en los rostros curtidos de las personas que subsisten, al final de sus días, en estos lugares.

Antes de llegar a la puerta, una mujer nos ha dado al encuentro, viste un pijama azul de sanitario; es hermosa y se mueve ágilmente, a pesar de sus más de cincuenta años. Quiero creer que inconscientemente, me ignora para dirigirse a mi compañero.

“¿Son ustedes también de la policía?”

“Agentes Dana Scully y Fox Mulder, del FBI” Le aclara él.

“Supongo que querrán ver la sala de ordenadores. Acompáñenme, sus compañeros llegaron hace ya media hora“ Sigue hablando mientras nos conduce al interior “Les ruego que no alteren demasiado el entorno; nuestros pacientes necesitan una rutina muy cuidada para no verse afectados y estos últimos días ya hemos tenido más movimiento de lo deseable”

“¿Han tenido algún otro problema?”

“No agente, salvo algún fallecimiento más de lo normal”

“¿Más de lo normal?, ¿A que se refiere con mas de lo normal, señora….” Mulder deja abierta su pregunta, haciendo hincapié en el hecho de que aún no nos ha dicho su nombre.

“!Oh, perdón…!, soy la Doctora Bowles, he olvidado presentarme, yo también ando algo alterada”

“¿A que se refiere con algún fallecimiento mas de lo habitual, doctora?” No puedo reprimir la mirada de desaprobación hacia Mulder, ¡este hombre es capaz de ver un expediente X en cualquier sitio!

“Bueno…, solemos tener una muerte cada dos o tres meses mas o menos. Tengan en cuenta que la media de edad es de 82 años” Hace una pausa para franquearnos la entrada en un enorme salón en el que, al menos quince ancianos, vegetan delante del televisor “Pero estas dos últimas semanas han fallecido cinco abuelos”

“Supongo que habrán corroborado que se trataba de muerte natural” Hablo para convencer a Mulder de que no hay nada extraño en la muerte varios ancianos octogenarios.

“Yo misma comprobé que había fallecido y firmé la documentación. Aunque le confieso agente, no se me pasó por la cabeza que no se tratara de muertes naturales, no podemos realizar una autopsia cada vez que perdemos un paciente. A esta edad, salvo algún accidente por una mala caída, la muerte es un hecho de lo más natural.

Finalmente hemos accedido a lo que parece la sala de ordenadores. Lo de sala es lógico, aunque la habitación no tenga más de diez metros cuadrados; lo de ordenadores, en plural, me parece exagerado cuando compruebo que sólo existen dos equipos, situados en ambos extremos; el de la derecha parece ser una reliquia rescatada de algún cementerio informático; el de la izquierda, en función del bullicio que hay a su alrededor, es el origen del problema.

Tres hombres, vestidos con trajes de chaqueta oscuros, trabajan con sus portátiles conectados al ordenador de sobremesa. Uno de ellos, casi un gigante, alto y realmente obeso, se ha vuelto hacia nosotros cuando hemos entrado; sobre la solapa de su americana cuelga una identificación del FBI.

“Buenas tardes, soy el agente Davidson, ¿son ustedes los de los expedientes …. X? “ La mueca de su redonda cara mientras pronuncia esa X me hace especular que ha oído hablar de nosotros más de la cuenta “Somos de la sección de delitos informáticos… ¿es usted el agente al mando?” Valga omitir que, por supuesto, mira hacia Mulder sin plantearse si quiera que sea yo quien llevo la investigación; puede que tenga algo que ver con el hecho de que mi vestuario no sea hoy demasiado serio.

“Así es, soy Fox Mulder, ella es Dana Scully”

“¿Fox Mulder?” El hombre duda unos segundos mientras repite el nombre, acompaña el gesto con un leve estrechamiento de nuestras manos “Señorita Scully… Si me siguen por aquí les contaré lo que hemos encontrado”

“Bien, el virus informático, y creemos que su programación tienen su origen en este equipo, o al menos las modificaciones realizadas sobre el caballo de Troya que han usado como programa base….“ Sospecho que Mulder se está enterando tan poco como yo. Afortunadamente la puerta se abre en el momento en que creo que su cabeza va a empezar a girar sobre los hombros “…de cualquier forma ese programa que en principio sólo permitía abrir conexiones no aprobadas por el usuario, ha mutado hacia una forma muy maliciosa de gusano informático que se copia a si mismo y se propaga de una manera que hasta ahora no conocíamos….”

“¡Vaya… hablando de gusano informático…!” Aún antes de volverme, las palabras de Mulder me dejan claro quien acaba de entrar en la habitación.

El agente Davidson detiene un momento su discurso mientras ambos nos giramos hacia la entrada, por la que un Alex Krycek perfectamente vestido, peinado y afeitado acaba de aparecer en dirección a nuestro grupo.

“¡Agente Davidson…!” Se presenta.

“Hola, soy el agente Alex Krycek“ Habla mientras le tiende su única mano.

“¿Alex… Krycek?” Duda un momento antes de estrecharla, y repite el nombre en voz baja “entones… ¡usted es el agente al mando!, me han dicho que tenía que hablar con Krycek”

Tirando de la manga de la americana, arrastro a Mulder fuera de la sala para impedir que salte sobre la yugular de Davidson.

“¿Cómo que agente al mando?, ¿has oído a ese elefante, Scully?” Antes de que pueda empezar a aplicar mi particular respuesta balsámica para intentar calmarlo, siento que alguien se acerca a mí echándome el aliento en el oído.

“Está aquí… ha venido por nosotros, y nos va a llevar uno a uno…” La cara de sorpresa de Mulder me hace volverme para enfrentarme a un anciano de ojos transparentes y pelo demasiado largo y alborotado, cuya altura le ha obligado a encorvarse para quedar al nivel de mis oídos.

“Perdone… ¿me decía algo?” Viste pantalón y camisa de pijama color crema, con los botones mal emparejados y un leve hilo, de lo que parece leche, le cae por la comisura del labio.

“Le he visto ¿sabe?, y es difícil de ver, se mueve como un gato…” Mientras habla su mano temblorosa ha cogido la mía, haciéndome sentir el roce de una piel apergaminada y reseca. Aunque el tacto no me es desagradable del todo, la mirada que me dedica me hace retroceder hasta topar con mi espalda en el pecho de Mulder, el brusco movimiento, o quizás la expresión de mi cara le han hecho salir apresuradamente de la sala. Aunque tarde, me arrepiento del gesto instintivo de repulsa que acabo de hacer, al fin y al cabo no es más que un anciano senil.

“Perdone señorita…” La doctora se ha acercado hacia nosotros para disculparse “es sólo Elliot, es inofensivo, padece alzheimer, como casi el noventa por ciento de nuestros pacientes”

“Lo siento, no pretendía asustarlo, es sólo que me ha sorprendido verlo de pronto tan cerca” Hablo mientras contemplo y masajeo la zona que aún siente su roce.

Mulder me coge la mano, que sigo mirando con algo de aprensión, y con sus dedos logra hacer desaparecer la sensación de calor que el contacto de la mano del anciano me ha dejado. Le miro, y en silencio le agradezco el gesto.

“¿A quien se supone que dice haber visto?” El la interroga, con mis dedos aún apretados.

“¡Vaya imagen mas tierna…!” La voz de Krycek hace que Mulder me suelte de manera brusca. Pero aún antes de recobrar la compostura, el alarido que surge del piso superior nos hace girarnos hacia el hall, donde la figura de la doctora Bowles se recorta sobre la puerta.

“Creo que provenía de la segunda planta” La mujer habla sin dirigirse a nadie en concreto.

“¿Dónde están las escaleras?” Mulder la interroga mientras corre hacia el hall sin darle tiempo a contestar, ni casi, a apartarse de su camino.

“A la derecha agente…, las principales”

Mientras subimos apresuradamente los escalones soy consciente de que me estoy jugando la piel con estos zapatos, así que me paro un segundo para quitármelos dejándolos en el suelo. Es entonces cuando el grito vuelve a retumbar en el edificio. Cuando llego al segundo piso ellos ya están allí, esperando una nueva señal que les haga decidir el siguiente paso.

De una de las habitaciones surge un enfermero, y cuando el tercer grito suena nos confirma que proviene de la tercera planta

“Último pasillo a la derecha… creo que es la señora Saff”

Aunque atropelladamente hemos llegado a la habitación del tercer piso. La anciana está inmóvil sobre la cama, atada con una correa que le aprieta el pecho, pero sus ataduras no evitan que agite convulsivamente los miembros inferiores hasta casi hacerlos levitar sobre el colchón; mientras, su garganta, vuelve a rugir con un grito imposible.

“¿Qué ha ocurrido?” Mulder es el primero que ha alcanzado la cabecera de la cama y le habla mientras toca su frente.

“¡!Ahí…, ahí…, se ha ido por ahí!” Su inmovilidad sólo le permite señalar con la cabeza abriendo desmesuradamente los ojos, en dirección a una puerta en la pared de la derecha.

“Es el baño” aclara la doctora Bowles.

Sin apenas darme tiempo a pensar, me dirijo hacia allí comprobando que sólo está entornada, así que entro con facilidad para encontrarme en un aseo semioscuro. Con la mayor precipitación que puedo palmeo la pared en busca del interruptor de la luz; son necesarios al menos tres intentos antes de conseguirlo. Mientras, en la penumbra soy capaz de distinguir una sombra a mi izquierda, semioculta por la cortina de la ducha… unos segundos, y cuando la luz atraviesa la oscuridad dejo por unos instantes de enfocar, cegada por la súbita claridad; aunque llego a oír como se mueve la puerta del otro lado.

“Esa puerta da a la habitación contigua, el baño es común.” Mientras la oigo, intento calmar el bombeo de sangre desde mi corazón, provocado por el susto de haber escuchado su voz tan inesperadamente.

Mulder ya ha abierto la puerta y se encuentra dentro del dormitorio, ahora Krycek le acompaña mientras yo aún intento recuperarme.

En la habitación hay una mujer tendida en el suelo, por los utensilios de limpieza esparcidos a su alrededor supongo que se trata de una asistenta. Después de agacharme a su lado compruebo que aún respira, entonces abre los ojos levemente.

“Se ha ido…” Su voz, apenas un susurro me obliga a acercarme mas “…me ha golpeado por detrás, pero le he visto abrir la puerta del pasillo”

Con la serenidad recuperada me yergo para dirigirme lo mas rápidamente posible a la salida de la habitación.

“Que alguien atienda a esta mujer…, tiene un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza” Grito a mis espaldas mientras corro por el pasillo, aún sin saber bien hacia donde debo dirigirme.

“¡Scully, espera…!” Puedo oír los pasos de Mulder tras de mí.

“¡Creo que va hacia abajo!” y mientras hablo giro levemente la cabeza para comprobar su posición, ahora Krycek también me persigue.

“Id por las del fondo, yo iré por las principales” Con el rabillo del ojo veo como se separa de nosotros. Aún sigo delante, aunque cada vez la distancia con Mulder es menor. Hasta que logra superarme dejándome varios pasos atrás.

Cuando llegamos al final de las escaleras atravesamos el pasillo que divide la planta baja del edificio en dos. Me ha parecido ver un movimiento en la puerta que justo acabamos de pasar y que creo puede conducir al sótano. Así que vuelvo sobre mis pasos, mientras Mulder, unos metros mas adelantado, se pierde en un giro al final del pasillo.

Me encuentro ante unas escaleras estrechas; después de descender unos veinte peldaños llego hasta una puerta semiabierta; sin detenerme a pensar, la abro ayudándome del cañón de mi pistola.

Entro, y vuelvo a estar a oscuras, así que otra vez tanteo la pared en busca de una clavija de luz.

La oscuridad absoluta me mira desde el fondo, y mientras mis dedos, cada vez mas nerviosos, buscan apresurados el interruptor, la claridad a mis espaldas desciende a medida que la puerta que acabo de atravesar comienza a cerrarse tras de mí.

Permanezco alerta durante lo que me parece una eternidad intentando agudizar mis sentidos en esa completa negrura.

Puede que sea miedo, pero creo oír la respiración de alguien más en esta opacidad que ahora me rodea, y me temo que lo tengo muy cerca. Aprieto el arma, aunque no creo que sirva de nada sin un blanco al que apuntar.

Entonces lo huelo, un leve y dulzor aroma a almizcle, mezclado con la humedad que emana de las paredes de ese lugar, y el olor se hace cada vez mas intenso, hasta hacerme toser; no oigo nada, pero se que está ahí.

“¡Mulder!” Grito, para pedir ayuda y para romper este silencio que me rodea.

“¡Mulder!, estoy aquí…. en el sótano Mulder!”

Unos segundos más de silencio y vuelvo a gritar el nombre de la única persona que, estoy segura, ya me está buscando. Silencio.

Espero, espero mientras mis sentidos se llenan de ese olor.

Cuando soy consciente de que saltará sobre mí, la luz surge a mis espaldas atravesando el suelo de cemento, haciendo que mi sombra se dibuje, alargada, sobre él. Mi sombra y la de alguien más que ha salido de mi izquierda, a escasos centímetros, para volver a camuflarse entre los claroscuros del fondo.

“Scully, ¿Qué haces aquí?” Esa voz… ¡dios, como amo esa voz!

Mulder se ha acercado haciendo que el aire vuelva a mis pulmones. Sin contestarle enciendo el interruptor que ahora puedo distinguir claramente sobre la pared, a sólo un palmo de dónde mis dedos lo había buscado.

He vuelto a ver movimiento al final de la estancia iluminada de lo que parece un cuarto de lavandería, repleto de sacos de ropa apilados. Con un gesto de la mano hago que mi compañero me siga mientras camino hacia el fondo.

“¿No pretenderás que nos metamos ahí, verdad Scully?” Mulder señala con disgusto la pequeña puerta metálica, de apenas un metro de altura que tenemos delante.

“La he visto moverse ahora mismo, y es el único lugar donde se me ocurre que puede haberse escondido”

“¿Escondido?, ¿qué se ha escondido Scully?, ¿has logrado ver a alguien?”

“No preguntes lo que he visto o lo que he sentido, no te va a gustar la respuesta” Mientras hablo me adentro en lo que parece el acceso a unas viejas conducciones de agua caliente, sorprendentemente, aún en uso “Creo que esto reparte el agua caliente desde la caldera a todo el edificio” Camino, bueno, avanzo casi en cuclillas a través de un pasillo de poco mas de un metro cuadrado; Mulder, aunque con reticencias ha acabado siguiendo mis pasos. Tengo que hacer grandes esfuerzos por no rozar con la espalada las tuberías de agua caliente suspendidas desde el techo; por las maldiciones que le he oído, supongo que a Mulder le está siendo mucho más complicado maniobrar dentro del pasillo.

Hemos andado unos diez metros sin que ocurra nada, y el calor está empezando a ser insoportable.

“¿Ves algo ahí delante Scully?”

“El pasillo gira a la derecha en unos pasos, no creo que sea mucho mas largo”

“Eso espero. Tengo la espalda destrozada, no creo que pueda seguir en esta postura mucho rato más y voy a tener que tirar esta chaqueta, ya he dejado parte pegada en estas malditas tuberías y, esto… ¿no crees que hace algo de calor?”

Ha sonado un ruido seco, un golpe a nuestras espaldas y me freno temiendo saber de donde procede.

“¿Eso no habrá sido la puerta, verdad Scully?”

“Mulder… ¡empieza a caminar hacia atrás ahora mismo!” Casi grito mientras me tropiezo con él en mi afán de desandar el camino lo más apresuradamente posible.

El proceso de retorno es un poco más lento y atropellado de lo deseado. Además, ahora empezamos a ser dolorosamente conscientes de la temperatura del ambiente que nos rodea. Unos segundos después volvemos a estar a oscuras y siento como Mulder da un pequeño quejido mientras me frena situando una de sus manos en mi cadera.

“Acabo de tocar la puerta con mi trasero Scully… y además de estar condenadamente caliente, creo que se ha cerrado.”

“Tienes que abrirla. Tenemos que salir de aquí antes de que empecemos a sublimar “

“No puedo volverme, no tengo sitio, voy a tener que hacerlo de espaldas” Le oigo durante un rato, primero intenta encontrar una maneta o un pomo, para acabar golpeando la puerta dando patadas hacia atrás. Tras diez minutos de intensos golpes acaba por rendirse.

“No hay forma, creo que han cerrado desde fuera, vamos a tener que esperar a la caballería…” Y por el tono de su voz, entrecortada y jadeante, soy consciente de que el esfuerzo en esta atmósfera asfixiante le ha hecho casi perder el aliento.

“Mulder, la temperatura es muy alta, no podemos aguantar mucho aquí. Debemos volver a entrar, habrá algún respiradero al final del pasillo” No me responde, sólo coloca su agotada mano sobre mi espalda.

Comienzo a recorrer de nuevo el túnel, avanzando hacia la luz que creo ver al final. Ahora el trayecto es mas pesado, noto como el aire caliente entra en mis pulmones y comienzo a sudar por todos los poros. A mi espalda oigo la respiración agitada de Mulder, soy consciente de que necesita bajar su temperatura rápidamente, ha realizado un enorme esfuerzo y mi cuerpo actúa como barrera impermeable a la escasa brisa de aire que llega desde el exterior.

“Mulder, ¿estás bien?” Ahora me responde con una larga expiración de aire seguida de un cachete en el culo; lo que me hace pensar que aún le quedan algunas fuerzas. Alargo mi mano hacia atrás para tomar la que ha puesto sobre mí y tiro de él arrastrándolo en mi camino hacia el recodo que creo vislumbrar a pocos pasos. “Vamos, estamos cerca”

Por fin puedo ver el agujero practicado en la fachada; está cerrado por las aspas de un ventilador, y giran impulsadas por la corriente que crea la diferencia de temperatura con el exterior. Avanzo un poco mas rápido, azuzada por la brisa de aire que empiezo a notar y por el descenso de la temperatura a medida que me acerco.

“Ahí está Mulder… ¿notas el frescor?”

“Define frescor…”, acierto a oír “vas a tener que sujetarme Scully, creo que no voy a llegar” Noto como su mano deja de apretar la mía, y comprendo que ha perdido el conocimiento. Con toda mi energía tiro de él hasta hacerle descansar sobre mi espalda, creo que voy a morir en este momento, su peso me hace caer de rodillas hasta casi rozar el suelo con la cara.

De algún sitio saco fuerzas para arrastrarme un par de metros hasta el agujero, donde casi puedo oler el hilo de aire fresco que entra desde la calle.

“Hemos llegado… Mulder… Mulder… tienes que levantarte, no puedo seguir cargando contigo… Mulder…” En un último esfuerzo, agarro sus brazos para acercarlo, por encima de mi cabeza, a una zona menos caliente. “Mulder… despierta…, necesito que te recuperes” Tras unos momentos eternos vuelvo a sentir que se mueve sobre mí.

“!Dios… que gusto Scully!, ¡que fresquito se está aquí!

“No lo creerías si tuvieras ochenta kilos de carne caliente encima“ Hablo aplastada bajo su peso.

“¡Vaya!.. ¿Así que ahora sólo soy para ti ochenta kilos de carne caliente?” A pesar de lo agotada que estoy, casi puedo reír su broma “Aunque en este momento te cueste creerlo, puedo hacer que soportar mi acalorado peso sea muy agradable…”

“¡Mulder.., levanta ahora mismo!”

19:40

Hemos descansado más de quince minutos, recuperando en parte las fuerzas; a pesar de que sigue haciendo un calor insoportable, el habernos quitado las chaquetas, aunque ha sido una maniobra muy complicada, nos ha permitido que sintamos un poco menos la agobiante temperatura. Los teléfonos móviles descansan, sin cobertura, sobre la pared, con la vaga esperanza de que capten alguna señal.

“Intenta ver si podemos salir al exterior por ahí, Scully” Mulder, ahora casi recuperado, lleva cinco minutos divagando sobre el método mas adecuado para escapar de aquí.

“Ya lo hago, pero el ventilador está soldado al marco, no hay manera de retirarlo”

La única forma de seguir soportando la elevada temperatura y la falta de aire respirable, es permanecer lo mas cerca de la fachada y aprovechar al máximo el escaso soplo templado que entra desde el exterior. Por eso, ahora Mulder está pegado, casi apoyando su pecho contra mi espalda, mientras con los brazos estirados sobre mis hombros intenta hacer fuerza sobre el marco del ventilador que nos cierra el paso.

“¡Eh…! ¿hay alguien ahí?” Vuelve a repetir la frase por enésima vez “Necesitamos ayuda!” Grita de nuevo, pero sus palabras apenas salen al exterior, amortiguadas por los sonidos de la concurrida avenida situada a escasos metros.

“Me temo que no nos pueden oír con este ruido” Hablo mientras observo el paisaje, a escasos 50 cm del suelo.

19:55

Llevo casi veinte minutos en la misma posición, acuclillada, y empiezo a sentir temblores en las articulaciones, se que los músculos de mis piernas no van a aguantar mucho mas. El suelo está tan caliente que me es imposible colocarme sentada o siquiera de rodillas sobre él.

“Mulder, tengo que levantarme un poco” A mi espalda él se ha mantenido con las piernas estiradas, todo lo que le admite el escaso espacio hasta el techo, e inclinado hacia delante para poder recibir algo de frescor del exterior que le permita respirar, procurando no dejar caer su peso sobre mí.

“De acuerdo, pero no puedo dejarte mas espacio ahí abajo, tengo estas tuberías ardiendo a milímetros de mi espalda”

“Vale… sólo déjame estirarme unos minutos, casi no siento las rodillas” Consciente de lo comprometido de la situación no tengo mas remedio que estirar las piernas, con lo que acabo colocando mi parte posterior justo en el hueco de su pelvis. Aunque lo hago con todo el cuidado posible no puedo evitar rozar sus pantalones.

“Scully…. ¿pensarás mal de mí si te digo que esta situación me está excitando?”

“Pues, siento decirte que aún tengo las piernas flexionadas…” Y acabo de erguirme hacia arriba mientras noto como él coloca sus manos a ambos lados de mis caderas, en lo que creo es un intento de reducir el roce que inevitablemente se va a producir. Azorada, intento evitar el contacto bajando la cabeza para agarrarme a las aspas del extractor.

Inmediatamente soy consciente de mi error cuando comprendo que lo que he logrado es elevar, aún mas de lo que estaba, mi trasero, y hacer que mi blusa baje hasta los hombros por efecto de la gravedad.

Como un resorte, subo el torso de nuevo para recolocar mi ropa; aunque lo único que consigo es golpear con mis nalgas su entrepierna, mientras la blusa queda enredada sobre si misma.

“Scully…., no te muevas más”

“Yo no me estoy moviendo”, miento mientras vuelvo intentar reposicionarme.

“No…., perdona… debe ser la rubia del fondo la que se me está refregando…”

“¡Mulder!, yo no te estoy refregando nada…”

“Bien, pues deja de hacer eso… que no estás haciendo” Calla, y empiezo a temblar cuando noto como sus manos acarician mi espalda hasta llegar a los hombros “ya te coloco yo la ropa…”, lentamente, arrastra la tela hasta la cintura, donde la sujeta entre sus dedos, manteniendo las manos en contacto con la piel de mis caderas.

Le siento respirar agitado y juraría que ahora noto entre mis nalgas algo que no estaba allí, al menos no de esa forma.

El calor empieza a volver a pesarme, y me censuro a mi misma porque no puedo evitar pensar en lo que está pasando; porque sólo la posibilidad de que mi roce le esté induciendo una erección y que sea lo que ahora estoy sintiendo apretada sobre mi, está provocando que algo más que sudor comience a aparecer entre mis piernas. Suspiro, y sin poder frenarlo, mi cuerpo responde en un acto reflejo, acomodándose aún más contra su pelvis; necesito una ducha fría ¡ahora mismo!

Siento como se agita detrás de mí; dudo un instante, pero el leve hipido que oigo parece inconfundible.

“Mulder… ¿estás llorando?” Deja de moverse unos segundos para explotar en una enorme carcajada.

“¿Llorando?” Vuelve a reír de forma explosiva “no… por favor…”

“No puedo creer que te estés riendo en una situación tan peligrosa…., patética y bochornosa” Le censuro duramente mientras él sigue dando carcajadas.

“¿peligrosa?, te aseguro que podría ser más peligrosa y… por supuesto, mucho más bochornosa”

“¿Más peligrosa?, no comprendo como”

“Pues yo acabo de imaginarlo” Dejo que ría unos segundos y continúa hablando “Krycek podría haber entrado tras de mí en esta ratonera…” Habla mientras en un gesto claramente erótico se aprieta sobre mí. No puedo reprimir malgastar una de las escasas bocanadas de aire que me llegan en una enorme risotada.

No se si odiaré el resto de mi vida a Krycek mas por las veces que nos ha traicionado, por los asesinatos que ha cometido o por asomar su cara por el agujero de ventilación justo en ese momento.

“Vaya Dana… ¡no sabes cuanto me alegro de verte!”

“¡Hijo de puta…!” Oigo como grita Mulder a mis espaldas en dirección al hombre que acaba de salvarnos; mientras, en un gesto que me deja realmente sin palabras, apoya ambas manos sobre mis pechos.

Aún, intentando recuperarme de la sorpresa observo los ojos verdes de Krycek, justo dirigidos hacia las manos de Mulder que luchan por cerrar los extremos de mi blusa, entonces comprendo…, ¡maldito escote!

“¡Aparta las manos Mulder!” Grito mientras le palmoteo los brazos “ya me tapo yo”

Krycek se alejas con una sonrisa en los labios para hablar con Davidson. Unos segundos después vuelve a acercarse acuclillándose delante del agujero.

“El agente Davidson está dando la vuelta, os abriremos dentro de unos momentos”

“Dile a ese hipopótamo que no meta el culo en este túnel o tendrán que dinamitar todo el edificio para sacarnos de aquí” Mulder habla, aún recostado sobre mi espalda.

Sala de ordenadores
20:10

Creo que este va a ser el día más largo de mi vida. Debo haber perdido al menos tres kilos de fluidos en el interior de esas conducciones; por eso sigo bebiendo, como un poseso, de la botella de dos litros de agua mineral que me ha traído uno de los enfermeros de la residencia; mientras, contemplo apoyado en el marco de la puerta como mis compañeros vuelven a inspeccionar el ordenador.

Mi aspecto debe ser deplorable, sudado, despeinado y sin chaqueta ni corbata; comparado con la pulcritud de Krycek, tengo que parecer un vagabundo. Creo que en estos momentos, hasta a Davidson le sienta mejor la ropa.

Ella, sin embargo, vuelve a estar perfecta; sólo ha necesitado cinco minutos en el baño para volver a ser una diosa. Peinada, maquillada y con la ropa recompuesta. Desde mi posición no puedo evitar contemplar como camina, casi flotando, sobre esos zapatos de tacones imposibles. Y mientras la miro, mi cabeza vuelve hasta hace sólo quince minutos, cuando la he tenido apretada contra mí de esa forma, ¡Dios….!, si hubieran tardado sólo dos minutos más no creo que hubiera resistido sin subirle la falda. He tenido que recurrir a contar marcianos y a pensar en Krycek para no llorar de dolor y el esfuerzo aún hace que me palpite la entrepierna.

Se ha apoyado sobre la silla frente al ordenador, donde Krycek se ha sentado y mientras veo como conversa con él, el agua que acabo de beber vuelve en forma de bilis hacia mi garganta. Si sigue mirándola así voy a tener que matarlo.

En un acto de territorialidad pura me acerco hasta ellos.

“¿Ya te has recuperado?” Me habla mientras aún permanece apoyada sobre su silla “Alex me acaba de explicar como…” No acabo de oír lo que me dice, ¿ahora llama a este cerdo por su nombre de pila? “…pero aún hay que averiguar quién lo ha programado, ¿lo he explicado bien?” Y la complicidad que reflejan sus palabras me hace un boquete en el estómago.

“Ven Scully, quiero hablar contigo” Me la llevo hacia una esquina, y aunque no se muy bien que le voy a decir, al menos he conseguido separarlos “¿Habéis averiguado que es lo que ha ocurrido en la habitación de la señora Saff? “

“La doctora Bowles, ha hablado con ella. Afirma que había alguien o algo en la habitación, y que había venido a por ella, ¿te suena?”

“Es lo mismo que dijo tu admirador, ¿cómo se llamaba… Elliot?”

“No es mi admirador, no te rías Mulder, es sólo un pobre viejo. Creo que se trata de una especie de histeria colectiva, la mitad de los internos está convencida de que hay algo siniestro que se los está llevando uno por uno…, llevando a la tumba”

“Pero realmente hay algo, tú has visto algo en el sótano, ¿no?”

“No lo se, no estoy segura de lo que he visto, ni siquiera si he visto algo” Titubea unos segundos antes de confesar “Tenía miedo, bastante miedo… y para quien tiene miedo todo son ruidos”

“No creo que Dana Scully me esté confesando que ha pasado miedo”

“No me avergüenzo Mulder, el miedo suele surgir de nuestra ignorancia, de no saber a que nos enfrenamos, y yo he sentido miedo, estaba totalmente oscuro no sabría distinguir lo que he visto de lo que he creído ver, ni lo que sentido de lo que he temido sentir. A veces tememos más a lo que no logramos ver, porque podemos imaginarlo todo y la verdad pocas veces llega a ser tan pavorosa como nuestra imaginación”

“¿No crees entonces que esos ancianos digan la verdad?”

“Creo que la dicen, es su verdad, lo que ellos han creído ver” Me mira a los ojos unos instantes, haciéndome partícipe de su racionalidad científica “puede que vean algo, hasta creo que hay alguien que se está aprovechando del estado en que se encuentran para entrar en sus habitaciones con algún propósito. De hecho alguien nos ha tenido que cerrar la puerta, pero dudo que ese alguien no tenga un nombre y un apellido”

“Podemos marcharnos ya” Krycek se ha acercado a nosotros cargando con un ordenador portátil “he recogido toda la información necesaria, y el equipo de delitos informáticos también ha terminado”

Restaurante Mexicano Cantina Zapata
21: 10

Llevamos diez minutos sentados entorno a esta mesa vestida de cuadros rojos y blancos. Aún no comprendo como me han convencido entre los tres para venir aquí. Estoy completamente molida, mi ropa está manchada y mi pelo ondulado por la humedad que ha soportado; y ni que decir tiene que me encuentro sucia, sudada y mis medias acabaron, totalmente destruidas en una papelera de la Residencia de Ancianos. Para completar el cuadro, los pies me están matando, estoy acalorada y lo peor de todo, aún me tiembla todo el cuerpo cuando él cruza su mirada con la mía, porque sigo sintiendo el calor de su roce más abajo de mi cintura.

“No se van a arrepentir agentes” Davidson no ha dejado de hablar emocionado desde que hemos llegado al restaurante “es la mejor comida Mexicana al norte de la frontera” Y aunque en un principio pudiera tener algo de hambre, sólo con contemplar lo que esa fantástica comida puede hacer con un cuerpo, me acaba de dejar sin ningún apetito “María es la mejor cocinera que conozco, y les aseguro que conozco a muchas… Je, Je supongo que lo habrás supuesto ¿no?” El tipo sigue hablando sin parar mientras acaricia su enorme panza.

El tamaño de nuestro anfitrión nos ha obligado a sentarnos los tres en el mismo banco, aunque apretados ninguno se ha arriesgado a un pisotón del enorme agente de delitos informáticos. Así que aquí estoy, franqueada por ellos dos intentando, de nuevo, servir de colchón a las miradas que se están dedicando. No se si me he perdido algo, pero noto a Mulder mucho mas tenso que esta mañana, si es eso posible, así que intento conversar con Krycek para que no responda a sus provocaciones.

“Muy bien…. Aquí están los burritos, el guacamol, el chile, el…” Y mientras, la que supongo es Maria o alguna pariente cercana, empieza a dejar sobre la mesa una docena de platos rebosantes, Davidson nos relata, de la A a la Z, lo que presumo es toda la carta del establecimiento. Creo que voy a vomitar.

“Y bien… ¿quién es el extraterrestre?” Habla mientras comienza a devorar el plato más próximo, incitándonos con su mano a imitarle “Coman, coman, ya me darán la razón… ¡la mejor cocinera a este lado de la frontera…!” El silencio de la mesa es sólo roto por el ruido de sus maxilares. Giro para ver los rostros de Mulder y Krycek respectivamente, anonadados con su visión.

“¡Menudos cobardes…!” murmuro, inclinando la cabeza sobre mi cuello para que sólo ellos dos me oigan. Así que ante su pasividad agarro la primera bandeja que alcanzo y comienzo un cara a cara, bocado a bocado, contra el contrincante que tengo en frente, a ver quien puede más. Hoy no estoy para dietas.

Aunque tardan en comenzar, mis compañeros acaban ganándome la partida por varios platos de diferencia, no hay nada como retar a un hombre para llevarlo a donde quieres.

Asilo de ancianos BAYVIEW MANOR
21:15

El intruso se ha refugiado en las sombras del solitario jardín, lejos de cualquier fuente de luz artificial, y espera agazapado al refugio de un seto. Bajo el calor asfixiante de la noche de junio, alcanza a distinguir como las luces de cada una de las habitaciones se apagan a medida que la enfermera del turno asciende piso a piso. Puede oír como los ruidos diurnos van eclipsándose, para dejar paso al pasional canto de las cigarras macho. Pronto acabará la espera.

Levanta la vista para comprobar que su objetivo está allí, a doce metros del suelo, abierta, como cada una de las ventanas del edificio, en un vano intento de capturar la leve brisa nocturna. Gira la cabeza a izquierda y derecha, desentumece los músculos, agarrotados por las horas de espera y en un salto comienza a escalar la pared vertical, ayudado sólo por los largos dedos de sus pies y manos. En la oscuridad de la noche, el sonido de sus uñas escarbando la pared en un esfuerzo por no caer al vacío, es lo único que le delata.

Ha dejado atrás los dos primeros pisos, aún con estancias encendidas y se dirige hacia la tercera ventana de la tercera planta, al llegar a ella se detiene, asiéndose con algo de dificultad al alféizar, desde su posición observa el interior de la habitación.

El anciano se agita en la cama. Imperceptiblemente sus globos oculares describen círculos bajo los párpados cerrados. El sueño REM ha llegado.

La cama se ha movido bajo su endeble cuerpo, apenas apreciable para el observador; es entonces cuando la quebrada mano del hombre atrapa la sábana en un gesto involuntario, elevándola hasta la línea de sus hombros; la pesadilla está aquí, acosando el débil cuerpo octogenario.

El hombre, al que ahora llaman Elliot, comienza a recordar; recuerda cuando no había dolores, cuando su cuerpo obedecía, cuando no había vacíos de memoria y la noche no estaba repleta de ruidos; y sus ojos, que ya no son transparentes, dejan escapar una solitaria lágrima de olvido.

A través de la ventana abierta la luna dibuja siluetas danzantes sobre el suelo de madera, mientras los visillos, acunados por el viento, se adentran hasta rozar las extremidades del viejo, permitiendo que el intruso quede velado por su sombra. Silencio; los pies desnudos del visitante se acercan a la cama, dejando un rastro de huellas húmedas sobre el piso.

Entonces el sueño cesa bruscamente, y el anciano abre los ojos mientras yergue el cuerpo movido por un resorte invisible, lo suficientemente rápido para vislumbrar en la penumbra la silueta blanquecina que arrastra los visillos al salir. No grita, esta vez se limita a volver a reposar la cabeza sobre la almohada, la pesadilla ha sido muy clarificadora, tal vez su hora ha llegado.

Restaurante Mexicano Cantina Zapata
21: 50

Creí que sería imposible, pero entre los tres han acabado con todo lo que María no ha traído a la mesa; yo, de lo poco que necesité comer para llenarme, debo de haber hecho hace siglos la digestión. No me pesa decir que estaba equivocada, la comida era realmente buena. Ahora observo anonadada las dos botellas de tequila que reposan sobre la mesa.

“Supongo que a estas horas ya se puede decir que no actuamos como agentes del FBI, ¿no es así compañeros?” Davidson es el único que aún parece tener aliento para seguir hablando, y no para de hacerlo mientras nos sirve a cada uno un `chupito´ del alcohol.

“No, muchas gracias…, yo no voy a beber” Y me da la impresión de que acabo de decir una blasfemia enorme, porque María, aún no se si es ella, pero en fin…, ha empezado a despotricar en español dirigiéndose hacia mí mientras se empeña en llenar mi copa.

“María está un poco ofendida, es un regalo de la casa” Bueno acabo de averiguar dos cosas; primero, efectivamente es María; segundo, no voy a tener mas remedio que pegarme un buche de tequila si no quiero que esta mujer me arrastre de los pelos; en fin, supongo que funcionará como digestivo.

“Vamos Scully, solo uno” todos me miran expectantes, “tienes que poner sal en tus dedos…” Y aunque conozco perfectamente el ritual, dejo que Mulder coja mis manos y deposite la pizca de sal entre mis dedos pulgar e índice, para llevarlos a mi boca donde no puedo evitar mirarle a los ojos mientras los lamo. Luego, bebo de un trago el alcohol sin dejar de observarle, para acabar chupando un trozo de limón.

“¡Wow… Scully!, ¿a que no eres capaz de repetirlo sin pestañear?” Y aunque yo no soy un hombre, reconozco que a veces cuando me retan, reacciono de igual manera.

“Saben, desde que recuerdo el Tequila ha sido mi bebida preferida, pocas personas le toman el gusto; proviene del agave, una planta mexicana que sufre un largo proceso para llegar al tequila, debe estar en óptimas condiciones de madurez” Davidson sigue hablando mientras entre cada frase para, tomando aire y otro vaso de tequila. El problema surge cuando todos acabamos acompañándolo en cada brindis.

“La costumbre de beber tequila acompañado de sal y limón es casi tan antigua como el tequila” Hablo, y soy consciente de que, aunque mis frases son correctas y engarzadas, cierto temblor está apareciendo en mi voz “… aunque no es el estilo mexicano, ellos lo suelen tomar sólo; la sal se utiliza para aminorar el efecto agresivo en la boca ya que activa la salivación y esto disminuye el primer impacto, si inmediatamente se chupaba un limón se puede aliviar el escozor sobre la garganta”

Y aunque en cada sorbo noto la potencia de esta bebida, me gusta su sabor y me agrada sentir el calor que me quema; la sensación de sentir como mi cara se pone caliente para luego, tras chupar la sal y el limón, notar como mi garganta se aclara.

“Pero conviene recordar lo que dicen del tequila….” Krycek habla a la vez que detiene mi brazo, antes de que me pueda llevar la sal a la boca para un último sorbo de tequila; me observa, y en un gesto lento lame sobre mi mano, deslizando y girando la lengua en el hueco formado entre mis dedos, con un movimiento visiblemente insinuante; sigue hablando a la vez que me mira alternando entre mis ojos y mi boca a escasos centímetros de mí “… hace olvidar, lima asperezas, acerca amigos, se te olvida el hambre, causa rubores, suelta la lengua, elimina la timidez, fomenta relaciones románticas, te da calor…”

“….y mejora la digestión” Acabo la frase soltando mi mano para llevar la bebida a mis labios con una sonrisa.
Mientras, no puedo evitar comprobar con alivio que Mulder aún no ha regresado del aseo.

Automóvil de Fox Mulder
22:25

Hemos tardado casi 20 minutos en llegar hasta el aparcamiento de mi casa y se que estoy realmente borracha, lo que confirmo cuando intento salir del automóvil con el cinturón de seguridad aún colocado.

Mulder debe estar también algo afectado, o no me explico como no ha soltado ninguna gentileza, porque aunque he intentado disimular, el rebote que he dado en el asiento ha sido del todo evidente.

Intento aguantar mi verticalidad en el ascensor y me estoy empezando a enfadar, porque aunque soy consciente de que tengo afectadas las funciones motoras se perfectamente que mis funciones cerebrales están a pleno rendimiento; de hecho, hasta ahora aún no me he planteando seriamente detener el elevador entre cualquier piso y lanzarme sobre mi compañero, de momento claro.

Bueno, ya estoy en casa, creo que esta noche voy a conseguir pasar la prueba.

Mulder me acompaña hasta la puerta. No me ha rozado desde que salimos del restaurante, así que noto un vacío en mi espalda cuando no coloca sus manos en ella al darme paso a mi apartamento.

“Buenas noches Scully” Y realiza un amago de marcharse.

En el instante antes de que se gire, me he acercado a él, repitiendo el gesto tantas veces realizado en los últimos años; me empino mientras apoyo las manos en sus hombros hasta conseguir, a duras penas, alcanzar la altura necesaria; él, como cada vez que nos abrazábamos de esa forma, realiza el gesto automático de depositar sus manos a ambos lados de mis caderas, ayudándome con su impulso a elevar mi cuerpo haciendo que nuestros pechos se unan en un leve contacto; es entonces cuando me toca depositar un beso en su mejilla, pero esta vez el final va a cambiar…

…porque he movido la cara, y la he visto; una tenue gota de sudor, solitaria, suspendida en mitad de su cuello, en el límite entre la incipiente barba y la prominencia de su garganta. La he visto y no he podido reprimir el gesto de posar los labios justo en ese lugar; en un arrebato, arrastro la punta de la lengua por esa humedad salada hasta llegar a la base de su barbilla y de allí hasta el pómulo derecho dónde finalmente, acabo depositando un beso de amigo sobre el lunar que habita en él.

No se mueve, no dice nada, aunque he advertido como su cuerpo ha vibrado bajo mi contacto y eso me ha vuelto osada; sonrío, manteniendo la mirada en evidente dirección a sus labios.

“Buenas noches Mulder”, me muerdo el labio inferior, haciendo asomar deliberadamente los dientes superiores “Que tengas bonitos sueños” No espero su contestación mientras me giro hasta el dormitorio, dejándolo en la entrada.

Oigo como cierra suavemente antes de marcharse, así que me vuelvo y mientras observo la puerta soy consciente del estado de euforia que provoca el alcohol que recorre mis venas. “No pretendí hacerlo” me digo a mi misma en voz alta, “sólo iba a ser un abrazo más, un abrazo de amigos, ni siquiera un beso de buenas noches”, pero a pesar de que el arrepentimiento lucha por salir a flote no puedo evitar sonreír mientras relamo mis labios en un intento de recuperar el regusto salado que su piel ha dejado en ellos.

Automóvil de Fox Mulder
22:50

Me ha lamido,… ¡me ha lamido el cuello! Y he dudado, he dudado durante un segundo; he dudado entre abalanzarme sobre ella contra la pared… o marcharme de allí. Afortunadamente no estoy lo suficientemente borracho; desgraciadamente creo que ella sí.

De eso hace veinte minutos, aún sigo aquí.

Vuelvo a mirar la luz que sale desde su ventana, si me esfuerzo casi puedo ver su silueta atravesando la habitación, se que debo irme, ya he hecho la parte mas difícil, apartarme de su calor y llegar hasta aquí, pero mi mano se niega a girar la llave del contacto. Entonces la luz desaparece de su ventana, dándome fuerzas para arrancar el motor; hoy ganará la mente.

Apartamento de Dana Scully
22:45

Vuelvo a estar desnuda, como esta mañana, frente al espejo, han pasado 16 horas y diez mil sensaciones; sigue haciendo calor y en contra de lo que suelo hacer, camino desnuda hacia la cama, sabiendo que hoy no usaré pijama.

Me tumbo, abrazando la almohada entre las piernas e intento cerrar los ojos, y la mente; intento no pensar, no recordar y no imaginar. Aunque tengo el firme propósito de dormir, mi corazón late acelerado, mi piel tiembla de necesidad y mi cuerpo se agita de deseo. Se lo que voy a soñar, se lo que voy a vivir y se que hoy tendré no uno, sino dos acompañantes nocturnos.

Al fin y al cabo, la contradicción es la sal del pensamiento.

CONTINUARÁ