fanfic_name = SU JUGUETE PREFERIDO IX
chapter = IX. CAPITULO FINAL
author = Dana69
dedicate = A todos
los que lo leais, a todos los que lo venis siguiendo desde
el principio, a todos los que me animabais a seguir hacia delante con él,
a
terminarlo.
NOTA DE LA AUTORA: Este relato lo comence hace ya 10 meses!!! Si es mucho
tiempo, casi un año de mi vida me ha acompañado. Me da mucha pena
el llegar al
fin, pero ya era hora. Si algo me cuesta a la hora de escribir es darle un
titulo a mis historias y ponerle FIN. No queria, no queria hacerlo. Ya
comprobareis que es un capítulo doble, su longitud es el doble que sus
anteriores partes y eso es debido a mi incapacidad para resumir, no puedo, es
superior a mi soy tremendamente descriptiva!! Tambien a que mis neuronas no
dejaban de sugerir nuevas ideas, ideas que mis dedos se negaban a no escribir.
Bueno que me siento feliz porque lo he conseguido, he logrado terminar esta
historia para la cual contaba con cuatro posibles finales. No me decantaba por
ninguno, a todos les faltaba algo en mi opinion, asi que he hecho mix de todos
ellos y esto es lo que ha resultado de esta mezcla extraña que me he
sacado de
la manga. Solo deseo que la espera haya merecido la pena y que cuando lo leais
no lo considereis un tiempo perdido.Que me lo hagais saber tanto si os gusta
como sino. FEEDBACKS PLEASE!!!
UN BESAZO ENORME A TODOS!!
Rating = sleeping_bags
Type = Suspense
fanfic = SU JUGUETE PREFERIDO IX (CAPITULO FINAL)
Es la una de la
madrugada cuando llegamos a la fábrica. Todo se ve diferente a
esta hora. Un espacio desierto únicamente invadido por una silueta que
se
aproxima hasta nosotros. La tranquilidad y el silencio priman en el ambiente.
Pasamos la tarde adelantando trabajo en torno al informe que Skiner nos pedirá
cuando regresemos a Washington. Informe que esperamos poder terminar mañana
si
logramos aclarar el misterio esta misma noche.
Cenamos en un lugar
tranquilo que nos recomendó, hoy mismo, el señor Bellows.
Paseamos por el pueblo contemplando la vida tan distinta a la de nuestra
ciudad, mezclándonos entre sus gentes, recorriendo sus lugares, impregnándonos
de esta relajación. Disfrutamos del silencio, del ruido, de la noche,
de estos
habitantes entre los cuales hoy nos encontramos, entre los que solo somos dos
más. Dos personas anónimas paseando.
Nuestros pasos
nos llevan a descubrir un hermoso parque. La luz de la luna
refleja nuestras siluetas sobre el agua de un pequeño estanque. El embrujo
de
la luna, luna llena, como la que brilla sobre nosotros en estos instantes
provoca el robo de un beso, de una caricia. Tras él, la unión
de nuestras manos
se disuelve para fundirnos en un abrazo, en un nuevo beso. Un cuerpo a cuerpo,
una exploración superficial del otro.
Dos personas disfrutando
de su amor. Dos personas viviendo esta noche. Dos
personas en un mundo paralelo. Un mundo paralelo que durante mucho tiempo nos
hemos negado. Ahora, se revela ante nosotros como algo nuevo, algo mágico,
pero
no por ello menos real. Estamos aquí, en algún lugar, los dos,
juntos, y eso es
lo que cuenta. Siempre ha sido así.
Que más
da aquí o allí, en el fondo siempre ha dado igual. Estos días,
han sido
como un dulce paréntesis en nuestras vidas. Mis pretensiones son que
este
paréntesis este presente siempre. Que mañana sienta lo que siento
hoy, lo que
sentí ayer. Ella esta conmigo, y se que así será.
Su boca explora
la mía lentamente, como quien descubre un nuevo lugar, con
cautela, dulzura y destreza. Nuestros cuerpos ya no son un secreto, pero a cada
momento nos descubrimos nuevamente. Se han convertido en pocos días en
el
templo del otro, el lugar que no se quiere abandonar. Con ella estoy en casa.
Nuestras manos
reposan unidas a ambos lados. Deslizo nuestra unión tras su
espalda rodeándola, estrechándola más contra mí,
mientras nuestro beso se hace
eterno.
Hundo mi rostro en su cuello aspirando su aroma, besando su piel, mientras
susurra mi nombre, como un lamento, como una plegaria.
Separo nuestras
manos para agarrarla firmemente por el trasero, apretándolo,
acercándola a mi tanto como puedo. Mis labios abandonan su cuello para
posarse
furiosamente sobre los suyos. La calma se ha esfumado dando paso a un repentino
huracán.
Trata de separarse.
Se echa hacia atrás en un intento por detener este impulso
animal que se apodera de mí. Sus manos cuelgan a ambos lados de su cuerpo.
Mientras su pecho se aleja de mí sus caderas se unen con más fuerza.
No busca
la distancia, no me detiene, sino la provocación. Su cuello se alza ante
mí con
todo su esplendor. Mi lengua parte de su escote recorriendo cada centímetro
hasta su barbilla, donde se detiene para morderla suavemente. Un bocado
abierto, una insinuación, una limitación de terreno. La miro antes
de volver a
invadir su boca mientras mis manos siguen masajeando, agarrando fuertemente
sus
glúteos.
Nos frotamos como
dos animales en pleno parque. Mis caderas arremeten contra
las suyas una y otra vez a la vez que sus manos toman posiciones. Mi culo es
la
parte afortunada sobre las que ellas se posan. Creo que ambos tenemos una
fijación enfermiza con esta parte de nuestra anatomía. En lo que
a mi se
refiere han sido muchos años observándolo, mirando la sensualidad
de la que
Scully hace gala cuando lo mueve en cada uno de sus pasos. Impulsado por esta
idea separo mis manos de él, solo para volver a agarrarlo con mayor ímpetu.
Diversos gemidos
logran salir de la fusión de nuestros labios. Es el momento
menos oportuno. La excitación invade nuestro torrente sanguíneo
a pasos
agigantados, la misma velocidad a la que se nos aproximan dos parejas.
M: Scully…
Cada vez están
más cerca y Scully sigue empeñada en que reviente la cremallera
de mis pantalones. Sus manos se han deslizado ágilmente hacia la zona
delantera. Es valiente. Esta jugando con un arma cargada, un arma a punto de
dispararse.
M: Scully…
Mis manos ascienden.
Coloco una de ellas en su cintura mientras la otra sigue
acariciándola a lo largo de la espalda, hasta detenerse en la nuca. Dejo
de
besarla retirándome hacia atrás. Ella busca nuevamente mis labios
ajena a las
personas que se nos acercan. Si les viera estoy seguro de que no lo haría.
Sujetándola
con ambas manos logro retenerla. Pero no consigo más que un agudo y
sensual sonido salga de su garganta antes de volver a lanzarse sobre mis
labios.
M: Scully…
Nada. Ni caso. Voy a terminar hablando con esas dos parejas.
En un último
alarde de lucidez, la agarro por la cintura y la hago girar. Su
espalda presionando contra mí. Todo su cuerpo se queda quieto excepto
su pecho,
que sube y baja agitadamente repetidas veces.
Acerco mis labios
hasta ella, susurrándola, sin separar mis manos de su
cintura.
M: Tenemos compañía.
Nos quedamos como
estamos hasta que pasan por nuestro lado, dándonos las buenas
noches antes de seguir bordeando el estanque.
S: Mulder… Que vergüenza… ¿Cómo no me has avisado antes?
M: Scully trate de hacerlo.
S: A veces eres poco convincente Mulder.
M: Scully…
Batalla perdida. Mejor abandonar esta guerra y comenzar otra.
Mis manos ascienden
a lo largo de su cuerpo hasta cercar sus perfectos senos, a
la par que mi lengua recorre de un solo lametón el contorno de su rostro.
S: ¡¡¡¡ Mulder !!!!
Me alejo de ella,
riéndome, antes de que se gire y me agreda. Scully es muy
capaz.
S: Eres peor que un crio Mulder.
M: Si Scully, pero este crio te hace perder la razón. Lo acabas de demostrar.
Vuelve a girar
sobre si misma y comienza a andar ignorándome totalmente. Cuando
se queda sin argumentos es su técnica favorita. Evasión o victoria,
patentado
por Dana Scully.
En un par de zancadas
estoy justo detrás. La rodeo con mis brazos y comienzo a
dar pasos torpes pegado a su cuerpo, a su espalda, a sus piernas, a su cuello,
a toda ella...
La irregularidad de nuestros movimientos nos lleva hasta la entrada del parque.
A pocos metros aparcamos el coche.
A medida que su silueta se acerca descubrimos que se trata de uno de los
vigilantes. Nos recibe en la entrada, informándonos que su compañero
acaba de
realizar la ronda rutinaria de cada hora. Nada extraño por el momento.
Nada
reseñable. Nos dirigimos a la tercera de las naves. La zona ya nos es
conocida,
por lo que nuestros pasos van directos hasta el lugar de las desapariciones.
Tras una rápida inspección observamos que todo se encuentra como
días atrás.
Uno de ellos se
nos acerca ofreciéndonos tomar un café. Le seguimos hasta el
lugar donde le espera su compañero. Estamos seguros de que nada sucederá
hasta
las 5 de la madrugada.
Nos encontramos sentados en una de las mesas dentro de la cantina para
empleados. El contenido de las tazas ha ido bajando paulatinamente conforme
nuestra conversación avanzaba. El sonido de mi móvil rompe bruscamente
la
tertulia. La mirada de Scully se fija sobre la mía antes de contestar.
Me alejo un poco de ellos pese a que permanecen en silencio, imagino intrigados
por una llamada a estas horas.
Dirijo mi mirada
hacia Scully mientras escucho atentamente lo que me comunican
desde el otro lado de la línea. Palabras lejanas transforman mis gestos,
llevándolos desde la sorpresa hasta la decepción. Sus ojos inquietos
me
recorren tratando de hacerse una idea de lo que me están diciendo, de
lo que ha
sucedido. La expresión de sus rostros denota preocupación. No
es para menos.
M: De acuerdo ahora mismo vamos para allá.
S: ¿Qué ocurre Mulder? ¿Quién era?
M: Era el sheriff. Tenemos un suicidio.
S: ¿Qué? ¿Un suicidio? ¿De quién?
M: Vayámonos
Scully. Te lo contare por el camino. Señores, volveremos lo más
rápido que podamos.
Las tres de la madrugada y contando.
La casa se erige frente a nosotros a medida que nos aproximamos. La poca
iluminación de la entrada recrea el escenario de una típica película
de
misterio. La luces de un coche patrulla confunden las facciones de las tres
personas aquí presentes.
Entre lloros y
lamentos nos relatan lo sucedido las últimas horas. Ambos nos
adentramos en el lugar. Al llegar al dormitorio nuestras expresiones cambian.
Estamos acostumbrados a ver de todo, nuestro trabajo es así, pero no
por ello
deja de afectarte, de impactarte cada vez que lo enfrentas. El cuerpo sin vida
de una persona yace en el interior. La sangre se extiende a su alrededor en
pequeños cauces absorbidos por la alfombra que cubre el suelo.
El arma blanca
que ha sesgado su vida se encuentra a escasos metros de su mano
derecha.
Causa de la muerte: desangramiento. Las venas de sus muñecas seccionadas
nos
remiten nuevamente al caso. La manera de quitarse la vida es igual a la de los
vigilantes de hace diez años, igual a la de Karl.
Nos agachamos junto
al cuerpo. Scully lo examina superficialmente. Observa sus
ojos, abiertos, queriendo ver el mundo por última vez.
S: ¿Has
visto su mirada Mulder? ¿La expresión de su rostro? Es como si
por fin
descansara, como si se hubiera liberado de todo sufrimiento. Sus ojos abiertos
queriendo retener el último instante, queriendo llevarse algo.
M: ¿Scully te has fijado en sus muñecas? No lleva reloj de pulsera.
S: Quizá se lo quito antes de poner fin a su vida.
Me incorporo examinando
el cuarto. No encuentro rastro alguno de ningún tipo de
reloj. Entro en el lavabo y ahí esta, la prueba de la conexión
con el caso.
Restos de uno de los espejos hecho añicos en el suelo. Dos relojes de
pulsera
tirados junto a ellos. Al cogerlos observo que uno de ellos no funciona. Marca
las doce, pero no posee indicador de fecha.
Intento modificar la hora pero no me es posible. El otro marca la hora
correcta, las 3:45. Scully se acerca hasta mí y los observa.
M: Se detuvo a
las doce Scully, como el resto de los relojes de las anteriores
víctimas.
S: Se cumplió su plazo.
M: Así es.
El forense junto
con una serie de agentes entra en la habitación cuando la
abandonamos. En la puerta el sheriff nos espera.
Sheriff: Bien agentes ¿Qué opinan? No pondrán en duda que ha sido un suicidio.
M: No, por supuesto que no.
Sheriff: Me temo que tiene un pero.
M: El suicidio
fue inducido. Esta muerte fue pactada hace un año por la
victima, pero el lo desconocía. Las desapariciones ocurridas hace 10
años y sus
posteriores muertes son exactas a esta. Exactas a las ocurridas cinco días
atrás. Se trata de una maldición Sheriff. Una maldición,
que provoca la muerte
voluntaria de los desaparecidos al año de su regreso.
Sheriff: ¿Una maldición? ¿Hablan en serio?
S: Así es.
Provocada por un reloj. Un reloj que, por resumirlo de alguna
manera, te concede un deseo. Un deseo que has de valorar, de cuidar, puesto
que
si no lo haces tu vida tocara a su fin. Es el precio a pagar. La muerte a manos
de uno mismo.
La confusión
se materializa en su rostro. A nosotros nos ha llevado tiempo
descubrirlo y asimilarlo. En cinco minutos no podemos pretender que una persona
lo haga.
M: Se que es complicado
de entender. Que resulta extraño, pero es cierto. La
causa de todo es un reloj sobre que el que recae la maldición que le
ha
descrito mi compañera. Creemos saber como detenerla, como ponerle fin.
Esta
noche todo se repetirá. A las cinco de la madrugada, los dos vigilantes
desaparecidos hace cinco días regresaran al lugar del que desaparecieron,
y
nosotros estaremos allí. Trataremos de evitar que dentro de un año
dos nuevos
suicidios tengan lugar.
Sheriff: De acuerdo,
ustedes son los expertos. ¿Están seguros de cómo terminar
con todo esto?
S: A las cinco se lo diremos, pero creemos que si.
Sheriff: Bien,
estaremos en contacto. Si necesitan cualquier cosa avísenme. Me
voy a acercar hasta el hospital. La ambulancia se llevo a la esposa de la
víctima con un fuerte ataque de ansiedad.
S: ¿La esposa? ¿Estaba casado?
Sheriff: Separado.
Ambos nos miramos
tratando de comprender, de interpretar la nueva información.
Estaba casado, separado. Un nuevo dato que le convertía en el candidato
perfecto.
M: Scully, creo que deberíamos hablar con la esposa.
S: ¿Por qué lo haría?
M: Lo desconozco,
por eso tenemos que hablar con ella. Quizá así lo logremos
entender.
El sheriff se nos
acerca después de dar instrucciones a dos de sus agentes. El
cansancio es perceptible en todos nosotros y aún no ha empezado lo mejor.
Presiento que la noche va a ser muy larga.
Nos despedimos
de él esperando reunirnos nuevamente al término de la noche. No
tenemos tiempo de acompañarle, la fábrica nos espera.
Las cuatro de la madrugada y las manecillas siguen girando.
La oscuridad se
disipa ante la luz procedente de los faros. Las líneas
discontinuas del asfalto se suceden ante mí, al igual que los pensamientos
que
revolotean en mi cabeza. Un bombardeo continuo de ideas, de preguntas, de
posibles respuestas. El silencio en el coche contrasta con el bullicio de mi
cerebro. Neuronas peleando por una explicación.
Una caricia. Su
mano sobre mi rostro. Es todo lo que necesitaba para volver. Y
regreso. Y aquí estamos de nuevo, en el mismo lugar del que salíamos
hace
aproximadamente una hora.
S: ¿Estas bien Mulder?
Agarro su mano
y deposito sobre ella un cálido y largo beso. La extiendo
pegando la mía junto a ella, palma con palma. La diferencia de tamaños
define
una leve sonrisa en mis labios. Entrelazo nuestros dedos cerrando nuestra
unión, y la vuelvo a besar.
M: Junto a ti siempre estoy bien.
Amar. Desconocía su significado, su poder, hasta que Scully me lo mostró.
Sus manos delimitan
mi rostro antes de aproximarlo al suyo, antes de unir
nuestros labios.
Besar. Esto lo
conocía, pero ahora se ha convertido en necesidad. De saber a
necesitar. De la abstinencia a la dependencia.
Una taza más y la cafeína sustituirá a mi sangre. Eternidad,
en eso se esta
convirtiendo esta noche. Sentados sobre el frío suelo esperamos. Frente
a
nosotros sobre uno de los estantes el reloj. Cinco minutos y el devenir
incierto se tornara palpable, resuelto.
La voz del vigilante
nos devuelve a la realidad. Nos incorporamos situándonos a
su lado. Su expresión denota nerviosismo. Scully apoya su mano sobre
uno de sus
hombros apretándolo ligeramente, tratando de infundirle algo de calma.
Una luz brillante,
cegadora, invade sin previo aviso el almacén. No logro ver
nada. Una corriente de aire helado impacta sobre nosotros. Coloco la mano sobre
mi rostro tratando de detener la fiereza con la que nos arremete. Mis ojos
tratan de adaptarse a la deslumbrante luz.
M: ¡¡¡ Scully el reloj!!! ¡¡¡ No lo veo!!!
No veo el reloj,
no veo a Scully, no veo nada. Trato de caminar hacia delante
pero cuanto más me acerco mas fuerte es la corriente. De pronto la encuentro
frente a mi, Scully esta en el suelo con el reloj en una de sus manos.
S: ¡¡ Mulder !!
M: ¡¡ Scully !!
Un súbito
impacto me derriba cayendo junto a ella. Nuestros ojos se elevan, se
abren, se ciegan ante la figura que aparece ante nosotros. Un halcón
desplegando sus alas. El batir de ellas con una fuerza indescriptible provoca
esta corriente que apenas si nos permite movernos.
Me tumbo sobre
Scully tratando de protegerla. El reloj entre sus manos se
detiene justo cuando marca las doce, momento en el cual el ojo de su parte
superior se ilumina. Un haz de luz sale de él que contrasta con la oscuridad
en
la que hemos quedado sumidos.
Oscuro, todo esta
oscuro, únicamente tres rayos de luz entrelazándose en el
aire, creando un único epicentro. Tres ojos, dos del halcón y
el tercero del
reloj. El día, la noche y su conexión al mundo. Tres puntos de
partida que
finalizan en una unión. La unión del Dios y su maldición.
M: ¡¡¡ Ahora Scully !!!
Horus. Sus ojos
es lo último que veo. Sol y luna, luz y sombras. El día y la
noche se mezclan en escasos segundos.
Mis ojos recuperan
progresivamente la visión. Bajo mi cuerpo Scully comienza a
moverse. Compruebo que se encuentra bien antes de incorporarme. Frente a mi
tres cuerpos tendidos sobre el suelo, tres vigilantes, los dos desaparecidos
y
el que nos acompañaba antes de que todo se tornara confusión.
Me aproximo hasta
ellos seguido por Scully. Ella les toma el pulso y comprueba que están
vivos.
Mientras van reaccionando observo el almacén. Cerca del lugar donde nos
encontrábamos localizo el reloj. Me acerco hasta él y recojo las
tres partes en
las que ha quedado dividido. El reloj en si esta completo, solo se han
desprendido dos de sus partes, los ojos que estaban engarzados en él.
Uno de
ellos lo extrajo Scully justo cuando se ilumino, el otro debió desprenderse
posteriormente. Esta detenido. Trato de ponerlo en hora y lo consigo, sus
manecillas giran hasta detenerse en las 5:10, hora que marca mi reloj.
El péndulo vuelve a estar en movimiento.
Este típico
olor que impregna el ambiente de todos los hospitales se apodera de
mi sentido del olfato. Debería de estar acostumbrado, pero no lo estoy,
es un
olor que me repugna. Ante nosotros la habitación 428.
Su mirada se clava
sobre la nuestra cuando entramos. Una mujer que la acompaña
en la estancia se disculpa ante nosotros antes de salir.
S: Buenas noches.
Somos los agentes del FBI, Mulder y Scully. ¿Qué tal se
encuentra señora...
Nadia: Nadia por favor, llámenme Nadia.
S: ¿Qué tal se encuentra Nadia?
Nadia: Haciéndome
a la idea de su muerte. Hacia semanas que no nos veíamos,
hablábamos si, por teléfono, pero no es lo mismo. No se si saben
que estábamos
separados. Tuvimos problemas y le pedí un tiempo, necesitaba poner mis
ideas en
orden. Esto ha sido un duro golpe para mí, ni siquiera pude despedirme
de él.
Las lágrimas
invaden sus ojos paulatinamente conforme nos va relatando sus
últimos momentos junto a su marido.
M: Nadia, ¿No sabía usted como lo estaba pasando él?
Nadia: Si, como
les he dicho estábamos en contacto. El estaba bien, bueno todo
lo bien que se puede estar cuando estas separado de la persona que amas no por
voluntad propia. El respetaba mi decisión, sabia que yo lo necesitaba,
de no
haber sido así no me hubiera alejado de él. Estábamos esperando
un hijo y sufrí
un aborto. Eso resquebrajo los pilares de nuestro matrimonio.
Scully esta mirando
el historial medico de la paciente cuando sus ojos se abren
desmesuradamente antes de posarse sobre los míos. Le devuelvo una mirada
interrogante. Cuando reacciona así es que algo no cuadra.
S: Nadia, ¿Ha dicho que estaba esperando un hijo?
Nadia: Así era.
S: Pero eso no
es posible, en su historial figura que usted tiene un problema
en la matriz que hace imposible el que pueda concebir.
Nadia: Lo se, fue
un milagro que quedara embarazada, pero así fue. Ambos
deseábamos tener descendencia.
M: ¿Un milagro Scully?
S: Nadia, cuando sufrió el aborto, ¿Qué le dijeron los médicos?
Nadia: Era un embarazo
de riesgo por el problema que acaba de mencionar, los
médicos así me lo explicaron cuando perdí al bebe.
M: Nadia ¿Fue un aborto natural, tuvo algún accidente?
Nadia: Verán
fue culpa mía. Mi marido y yo tuvimos una fuerte discusión una
noche, salí rápidamente del despacho donde nos encontrábamos,
tropecé justo al
borde de las escaleras y caí hasta llegar al final de ellas. Eso provoco
el
aborto.
Las lágrimas
vuelven a amenazar sus ojos, a nublar su mirada, mientras las
nuestras se buscan, se interrogan, se responden.
S: ¿Esa discusión a la que se refiere fue provocada por su marido?
Nadia: Dos personas
no discuten si uno no quiere. Incluso las discusiones en
una pareja son cosa de dos, no hay un culpable, sino dos.
M: ¿Cuándo se quedo usted embarazada?
Nadia: Hace un año aproximadamente.
S: Tenemos algo que decirle.
M: Su marido no se suicido voluntariamente. Fue victima de una maldición.
Nadia: ¿Qué? ¿A que se refiere? ¿Una maldición? ¿Qué maldición?
M: Se trata del
caso que estábamos investigando, de una serie de extrañas
desapariciones que nos trajeron hasta aquí. Esas desapariciones eran
provocadas
por un antiguo reloj sobre el que recaía una maldición. Su marido
estuvo en
contacto con él. La maldición consistía en la formulación
de un deseo, el cual,
le era concedido a aquel que lo solicitaba. Pero era un arma de doble filo.
Si
no se era capaz de valorar lo concedido, la persona en cuestión que hubiera
solicitado su ayuda ofrecería su vida voluntariamente al cabo de un año.
S: Nadia, creemos
que eso fue lo que le sucedió a su marido. La forma de
quitarse la vida y otros indicios concuerdan con las muertes que venimos
investigando, las muertes a las cuales llegan todos los que han estado en
contacto con el reloj que ha mencionado mi compañero.
M: ¿Se pregunta por que lo hizo? ¿Cuál fue su deseo?
S: Su embarazo.
Su hijo. Por él ofreció y posteriormente sacrifico su vida.
Como usted ha dicho, las discusiones en una pareja afectan y son provocadas
por
ambas partes, pero solo él estaba afectado por la maldición. Solo
él debía
valorar como el que más el milagro del que iba a ser beneficiario, el
hijo que
tanto ansiaban.
Sus manos cubren
parcialmente su rostro. Antes de retirarlas trata de limpiar
las lágrimas que nuevamente hacen acto de presencia. Scully que hace
unos
minutos se había sentado junto a ella en la cama, posa una de sus manos
sobre
las suyas. Ella las separa para abrazarse levemente a Scully, que la rodea con
sus brazos. Sin palabras, el aire se las ha llevado, siempre es así,
las
palabras se van tan rápido como vienen, quedando solo lo que provocan
en
nosotros.
Imagino el desconcierto
que estará experimentando en estos instantes. Su marido
se quito la vida. No es un consuelo que lo haya hecho a causa de una maldición.
La amaba y ella no estaba junto a él. Todo lo hizo por amor, el motor
más
poderoso en el complejo engranaje que mueve el mundo.
S: Nadia, si necesita
algo llámenos, estaremos hasta esta tarde en el pueblo.
Nuestro vuelo sale a las 18:00.
Nadia: Gracias agentes. Lo siento, son demasiadas emociones en poco tiempo.
M: Lo comprendemos. Cuídese.
Salimos de la habitación
con un nuevo destino sin abandonar el hospital. Una
planta más abajo se encuentran los vigilantes recientemente aparecidos.
Nuevamente frente
a una puerta, habitación 322. Llamamos y una voz procedente
del interior nos invita a entrar. Dos camas para dos hombres, que hoy por hoy,
para mi son los más afortunados. Christian Marcus Adams y George Robert
Forrester, han dado la espalda a una posible muerte, por lo menos a manos de
ellos mismos.
S: ¿Qué tal se encuentran?
Mark: Mejor que nunca agente Scully. ¿Verdad George?
George: Así es. Gracias por todo agentes.
M: ¿Qué hora tienen? Es broma.
Mark: Las 6:30 de la mañana del primer día de mi nueva vida.
S: ¿Del primer día de su nueva vida?
Mark: Si, cuando
a uno le pasan estas cosas se dice que vuelve a nacer, por eso
el primer día de mi nueva vida.
George: No le hagan
caso. Estamos bien. La doctora nos ha dicho que todas las
pruebas que nos han realizado indican que nos encontramos perfectamente, en
unas horas estaremos en casa.
M: ¿Siguen sin recordar nada?
Mark: No agente
Mulder. No puedo decirle nada de lo sucedido estos cinco días
que usted dice que hemos estado desaparecidos.
George: Yo tampoco
logro recordar. No se donde hemos podido estar, ni lo
sucedido durante este periodo de tiempo.
S: No se preocupen,
por los datos que tenemos de las anteriores victimas
creemos que no recordaran nada nunca. Pero lo importante es que se encuentran
bien.
M: Si, los relojes
funcionan perfectamente, no hay tiempo limite, sus vidas no
han sufrido cambios. Todo ha terminado.
Mark: Gracias por todo agentes.
S: Bueno Mulder,
creo que aquí ya no tenemos nada más que hacer. Mark, George,
encantada de haberles conocido, aunque haya sido en estas circunstancias.
M: Si encuentran
algún otro objeto extraño, avísennos antes de ponerlo en
funcionamiento.
George: Eso haremos.
Nos despedimos
de ambos antes de abandonar la habitación. Dirigimos nuestros
pasos hasta la salida del hospital. La luz del día impacta sobre nosotros
como
un jarro de agua fría. Nuestras últimas horas en esta bella población,
y aun
tenemos que hablar con el sheriff. Llegamos hasta el coche y antes de entrar
me
apoyo sobre la puerta rememorando los últimos acontecimientos. Scully
me
observa desde el otro lado antes de acercarse. Sus brazos rodean mi cintura
a
la vez que se deja caer sobre mí.
S: Todo ha terminado Mulder.
M: Siempre que esos dos ojos no vuelvan a colocarse en él Scully.
S: Nos los llevamos
con nosotros Mulder, son pruebas, nadie volverá a ponerlos
en el reloj. Un deseo es una dulce tentación.
M: Si, es demasiado tentador. Poder tener o saber lo que quieres…
S: Mulder no.
M: ¿No qué?
S: ¿No estarás pensando en utilizarlo? No te lo permitiré.
M: Scully yo no
necesito ese reloj. Mi deseo se ha hecho realidad sin él.
Aproximo su rostro hacia el mío suavemente antes de besarla. Lo que más
anhelaba ya lo tengo. Scully, su cariño, su comprensión, su entrega,
su amor,
era lo que yo quería y eso ya es una realidad, mi realidad. Separamos
nuestros
labios lentamente mientras nos miramos. Le coloco un mechón de pelo rebelde
que
me impide ver la belleza de sus ojos. Agarra mi mano y la besa, y cada uno de
sus besos llega hasta lo más profundo de mí, removiendo mis entrañas,
elevando
el ritmo de los latidos de mi corazón. Corazón que le pertenece.
S: ¿Qué
te parece si nos vamos a desayunar antes de ir a hablar con el
sheriff?
M: Me parece una gran idea Scully, te iba a proponer exactamente lo mismo.
S: Pues vayámonos.
Introduce su mano
en el bolsillo de mi pantalón y por unos momentos consigue
que mis hormonas se disparen. Su mano tan cerca de mi, en este momento,
“cerebro”. Si, pues es ahí, aparte del lugar donde se esta
concentrando toda mi
sangre, con lo único con lo que pienso. Un roce, justo antes de sacar
las
llaves del coche.
S: Hombres. No se os puede tocar.
Es cierto, tiene
toda la razón. Aquí estoy yo intentando relajarme después
de
un leve roce. Creo que esto no va a pasar a mayores, siempre y cuando se aleje
de mí, aunque no parecen ser sus intenciones. Vuelve a acercarse. Más.
Un poco
más, hasta que lo que antes fue un leve roce ha pasado a ser contacto,
presión.
S: Tengo ganas
de volver a casa y celebrar que hemos resuelto el caso. Una
fiesta privada, solo tú y....
No la dejo terminar.
La beso. Invado su boca desesperadamente. Sus malévolos
susurros me lo estaban poniendo muy difícil. Su sola presencia dispara
mi
testosterona.
M: Monta en el coche o no respondo de mí.
S: Yo conduzco.
Sus risas se mezclan
con el rugir del motor. Salimos del hospital
encaminándonos a un lugar tranquilo en el que poder desayunar. Un buen
desayuno
es lo que necesitamos después de esta larga noche.
Una vez cumplida
la primera misión, ya con el estomago lleno nos dirigimos
hasta la comisaría para terminar con la segunda. El sheriff nos recibe
ofreciéndonos un café, que rechazamos amablemente. No más
cafeína hasta
mañana.
Sheriff: Parece que todo ha terminado.
M: Así es.
Sheriff: ¿Fueron al hospital?
S: Sí, comprobamos
que ambos vigilantes se encuentran perfectamente, y hablamos
con Nadia.
M: Le explicamos
lo que le sucedió a su marido, como fue víctima de la
maldición que recaía sobre el reloj.
Sheriff: Entonces
agentes podemos cerrar el caso. No volveremos a tener más
desapariciones ni más muertes.
S: Desapariciones no habrá más eso lo podemos asegurar, pero muertes…
Sheriff: ¿Qué quiere decir? Explíquese.
M: No le podemos
asegurar que durante el tiempo que el reloj estuvo en la
fábrica nadie más entrara en contacto con él. Hemos investigado
a todos los
empleados y no tenemos motivos para sospechar lo contrario. Pero no sabemos
si
alguien ajeno a ella pudo hacerlo.
Sheriff: Esperemos que no.
S: Esperemos. Nosotros
nos vamos, a las 18:00 sale nuestro vuelo, y aun tenemos
que hacer las maletas.
M: Aquí
tiene una copia de nuestro informe, en el están todos los detalles del
caso por si tiene alguna duda.
Sheriff: Gracias por su colaboración agentes.
M: Adiós Sheriff.
Sheriff: Que tengan buen viaje.
Scully abre la
puerta de su apartamento y ambos entramos dejando las maletas
cerca de la entrada. Me dirijo hacia la cocina y abro la nevera en busca de
algo frío, con la sed que traigo creo que voy a dejar a Scully sin zumo.
Me
bebo, como segundos antes había predicho, todo el contenido del envase.
S: Mulder tienes vasos en el armario.
M: No era necesario lo iba a terminar.
S: Me voy a dar una ducha, lo necesito con urgencia. Y tu también.
M: Scully si quieres que te frote la espalda solo tienes que pedirlo.
S: Para empezar, la espalda esta bien.
Dicho lo cual gira
sobre si misma y quitándose la camisa la arroja al suelo. Se
aleja creando un sendero de ropa conforme va avanzando hasta llegar al baño,
donde se detiene.
S: Por si no recuerdas donde esta.
Comienzo a recorrer
el camino hasta ella cuando suena mi teléfono. Vuelvo sobre
mis pasos hasta llegar a la mesa de la cocina donde había dejado mi chaqueta,
y
contesto.
M: Mulder.
No más noticias
por hoy. Ponemos fin a una maldición, encontramos a los dos
desaparecidos, un suicidio que no esperábamos, y ahora el sheriff me
comunica
que una nueva muerte ha tenido lugar minutos después de que tomáramos
nuestro
vuelo.
Llego hasta el
baño y me encuentro a Scully sumergida en la bañera. Su visión
descoloca mis sentidos. “¿Pero no iba a tomar una ducha?”
Tengo que comunicarle
lo que me acaba de decir el sheriff, la cuestión es ¿podré
hacerlo teniéndola
desnuda frente a mi? Una densa capa de espuma la cubre quedando únicamente
retazos de su piel al descubierto. Suficiente para nublar mi razón.
M: ¿Scully?
S: ¿Quién era Mulder?
M: ¿No ibas a darte una ducha?
S: Cambie de opinión. Ven y cuéntame.
M: Scully…
S: El agua se enfría.
M: Scully…
S: ¿Por qué no te metes aquí conmigo y dejas de balbucear?
Vale hasta aquí
llega mi capacidad de control y raciocinio. La rapidez con la
que voy dejando mi cuerpo al descubierto le sorprende hasta ella. No somos
nadie, una palabra, una simple insinuación y estamos a su merced. Ignorantes
esclavos, ellas siempre llevan el control.
Deslizo mi cuerpo
al interior de la bañera colocándome detrás de ella,
envolviéndola totalmente con mis extremidades. Mientras la estrecho entre
mis
brazos aspiro el aroma que desprende su pelo, para continuar hasta su cuello
donde registro en mi mente un nuevo olor. Deposito un dulce beso sobre él
antes
de comenzar a contarla mi conversación telefónica.
S: Mulder, cuéntame ¿Quién era?
M: Era el sheriff.
Hubo un nuevo suicidio instantes después de que embarcáramos
en el avión.
S: ¿Qué?
¿Quién? Dios Mulder pensábamos que todo había terminado.
¿A quién
pasamos por alto?
M: A la esposa del señor Bellows.
S: ¿Nadia?
M: Si. El supo
ayer que iba morir, nosotros se lo dijimos Scully, cuando le
contamos que el tiempo que les quedaba de vida se materializa en los relojes
de
pulsera, que no era que estuviesen averiados como pensaba que le había
sucedido
al de su hermano. Pero por algún motivo no pudo avisarla. Ella se quito
la vida
antes de que le dieran el alta. El sheriff acudió al hospital cuando
se lo
comunicaron y la encontró con las venas seccionadas exactamente igual
que su
marido. Antes de llamarnos quiso cerciorarse de si se trataba de un suicidio
provocado por la perdida de su esposo o por la maldición, y fue hasta
su
apartamento.
S: Encontró su reloj ¿No es cierto?
M: Marcaba las doce del 31 de Diciembre.
S: ¿Cómo no se nos ocurrió Mulder?
M: Scully no podríamos
haber hecho nada por ella. Era su destino, ella lo
escribió hace un año.
S: En ningún
momento pensé que hubiera sido cosa de ambos, creí que únicamente
fue Zack, el señor Bellows, quien formulo el deseo.
M: Tal como ella dijo, en una pareja todo es cosa de dos.
Se gira levemente,
me mira, y me desarma, esos enormes ojos azules me embrujan.
Siempre he sido consciente del hechizo que desencadena su mirada. Se aproxima
hasta mis labios posando los suyos sobre ellos en un suave beso. Eleva su mano
y con uno de sus dedos recorre el contorno de los labios que hace unos
instantes besaba.
M: ¿Sabes
lo que es la locura Scully? Locura es lo que siento por ti. Locura de
amor. Loco por tu amor, y loco sin él. El amor y la locura siempre van
de la
mano.
Su mirada me estudia
mientras su preciosa cabecita escucha atentamente todo lo
que digo.
M: Te contare una
historia Scully. Cuentan que una vez se reunieron todos los
sentimientos y cualidades del hombre. La locura propuso: “Vamos a jugar
al
escondite” Es un juego, explicó, en el que yo me tapo la cara y
comienzo a
contar mientras os escondéis, y cuando haya terminado, el primero que
yo
encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia y la alegría dio
tantos saltos que
terminó de convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que
nunca le
interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió
no
esconderse. ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, menos
nosotros Scully.
La soberbia pensó que era un juego muy tonto, pero en el fondo lo que
le
molestaba era que la idea no hubiese sido de ella, y la cobardía prefirió
no
arriesgarse.
El agua se esta
enfriando y decido que es hora de salir de la bañera. Me
levanto poniéndome su albornoz y la ayudo a incorporarse para después
estrecharla entre mis brazos, uniéndonos ambos bajo la misma prenda.
Mientras
sigo relatándola la historia llegamos hasta el dormitorio donde caemos
sobre la
cama. Rodamos por ella hasta que logra despojarme del albornoz que nos cubría.
Nuestros cuerpos permanecen desnudos uno al lado del otro.
M: Uno.
La beso.
M: Dos.
La beso.
M: Tres, empezó a contar la locura.
La vuelvo a besar.
Esta vez un beso largo, un beso húmedo, un beso que detengo
puesto que quiero terminar de contarle la historia.
M: La primera en
esconderse fue la pereza que como siempre, se dejó caer tras
la primera piedra del camino.
Impregno su cuello
con delicados besitos, y una vez que he cubierto cada
milímetro de su piel desciendo hasta su pecho por donde mi lengua se
pasea
insolentemente una y otra vez. Sus senos, dos montañas que me enloquece
explorar.
M: La fe subió
al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo,
quien por su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol
más alto.
Sus pezones se
endurecen en mi boca alternativamente mientras bebo de ellos.
Solo cuando calmo mi sed prosigo mi ruta de descenso. Mis dedos describen los
límites de su vientre a la par que mi lengua permanece quieta en su pequeño
ombligo, rodeándolo, cercándolo, describiendo círculos
concéntricos a su
alrededor.
M: La generosidad
casi no logra esconderse, cada sitio que encontraba le
parecía maravilloso para alguno de sus amigos, un lago cristalino para
la
belleza, el hueco en un árbol para la timidez, una ráfaga de viento
magnífico
para la libertad, y así terminó ocultándose en un rayo
de sol.
Separo sus piernas
situándome entre ellas, mi escondite favorito. Su mirada se
funde con la mía justo antes de que comience a explorar su Monte de Venus.
Mis
dedos lo recorren seguidos de cerca por mi lengua, la cual lame y succiona
suavemente, una y otra vez sus labios, hasta detenerse en su clítoris
donde me
recreo. Dibujo círculos sobre él, primero en el sentido que marcan
las agujas
del reloj y luego en el contrario. Los sonidos que llegan hasta mi me incitan
a continuar, a no parar, pero lo hago. Me detengo dedicándole una maquiavélica
mirada. Mis palabras se diluyen en el ambiente a la par que mis dedos se
pierden entre su sexo.
M: El egoísmo
encontró un sitio muy bueno desde el principio pero solo para el.
La mentira se escondió detrás del arco iris, la pasión
y el deseo en el cráter
de un volcán. Cuando la locura estaba terminando de contar, el amor aún
no
había encontrado sitio para esconderse, hasta que al fin divisó
un rosal y
decidió esconderse entre sus flores.
Desciendo a lo
largo de una de sus piernas, besando toda su piel, para después
realizar el camino inverso. Me detengo un instante para atrapar entre mis
labios, nuevamente, su clítoris antes de repetir el mismo ritual con
su pierna
derecha. Un grito aflora de su garganta cuando me apodero de su punto más
sensible, pero recupera su fingida calma cuando me alejo nuevamente.
S: Mulder,…la… historia… como… termina…
M: Un millón
contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue
la
pereza solo a tres pasos tras una piedra.
Uno de mis dedos
se introduce en ella mientras mis besos regresan a su vientre,
describiendo líneas imaginarias sobre él, líneas que me
llevan nuevamente hasta
su pecho. Recorro el camino ya conocido sembrándolo de suaves y lentas
caricias
mientras susurro la continuación del relato cerca de su oído.
M: Después
escuchó a la fe discutiendo con Dios y a la pasión y el deseo
las
sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a
la envidia, y
claro, pudo deducir donde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que
buscarlo, el solito salió de su escondite.
Mis palabras caminan
a lo largo de su rostro, rozando sus mejillas, sus labios,
hasta volver a detenerse de nuevo cerca de su oreja, donde antes de continuar
atrapo su lóbulo entre mis dientes, entre mis labios, impregnándolo
de mi
saliva, de mi deseo.
Ya no es uno sino dos, los dedos que entran y salen de ella mientras mi pulgar
gira y gira en el exterior, sin prisa pero sin pausa, haciéndola vibrar
sobre
mi mano una y otra vez, estremeciéndose con cada uno de mis movimientos,
gimiendo. Agudos sonidos que invaden la habitación, envolviéndome
en ellos,
haciendo que toda mi sangre se concentre en un único sitio.
M: De tanto caminar,
sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza. A
la duda la encontró sentada cerca sin decidir aun en que lugar esconderse.
Así
fue encontrando a todos. Al talento, la angustia, la mentira, y hasta encontró
al olvido que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.
Mis labios buscan
con urgencia los suyos. Los encuentro listos para recibirme,
para acogerme. Besos fogosos, besos largos, besos húmedos van dando paso
a una
creciente excitación. Mi mano abandona su interior y lentamente asciende
a lo
largo de su cuerpo hasta separarse de él cuando está a la altura
de nuestros
labios, labios que separamos cuando la introduzco en mi boca saboreando todo
su
ser. Se incorpora levemente y me hace girar para colocarse sobre mí,
y con un
ágil movimiento me introduce dentro de ella, lentamente, para permanecer
quieta
cayendo sobre mi pecho, buscando un nuevo beso.
S: Mulder…
M: Si…
S: ¿Logra… encontrar… el… amor?
M: El amor no aparecía por ningún sitio.
Comienza a moverse
lentamente al principio, como quien quiere perpetuar el
momento, como quien quiere no perderse nada, como quien no quiere desencadenar
lo inevitable, ralentizando cada una de sus acometidas.
Me incorporo llevándomela
conmigo, hasta colocarla bajo mi cuerpo, hasta
arroparla con el mío, uniendo nuestras pieles hasta el punto de no saber
donde
termina su cuerpo y empieza el mío.
M: La locura buscó detrás de cada árbol…
La primera de mis embestidas la hace estremecer entera.
M: Bajo cada arroyo…
Empujo.
M: En las cimas de las montañas…
Empujo.
M: Cuando estaba
por darse por vencida divisó un rosal y comenzó a mover las
ramas…
Uno más, hasta dentro, penetrándola totalmente.
M: De pronto, escuchó un doloroso grito…
Empujo.
M: Las espinas habían herido los ojos del amor.
Empujo.
Sus manos abandonan
mi culo deslizándose a lo largo de mi espalda, arañándola
ante un nuevo embiste, antes de buscar las mías. Nuestra unión
provoca que todo
mi cuerpo repose sobre el suyo. Deslizo nuestras manos sobre su cabeza hasta
estirarnos totalmente sobre la cama y empujo una vez más haciendo la
penetración tan profunda como puedo. Nuestros labios se buscan mientras
acelero
el ritmo progresivamente. Dentro y fuera, una y otra vez, y todo se repite
hasta que alcanzamos el orgasmo, primero ella para después hacerlo yo.
La
fusión de dos cuerpos, de dos almas. Un devenir premeditado. Un encuentro
pactado.
Mi rostro descansa
cerca de su cuello respirando su olor, un olor sexual que
invade nuestros cuerpos, que impregna el ambiente. Me rodea entre sus brazos
mientras nuestras agitadas respiraciones van normalizándose, mientras
recuperamos el aliento. Nos movemos solo para sumergirnos bajo las sabanas.
Uno
frente al otro unidos en un abrazo, recorriéndonos con suaves y constantes
caricias.
S: Mulder, ¿Qué le ocurrió al amor?
M: El amor había
quedado ciego. La locura no sabía que hacer para disculparse,
lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta
prometió ser su lazarillo. Desde
entonces, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.
Sus manos cercan
mi rostro acariciándolo antes de besarme dulcemente. Pequeños
besos me recorren, labios que se niegan a alejarse, a detenerse. La acerco más
contra mí, haciendo desaparecer cualquier resquicio de distancia, ignorando
el
significado de la palabra espacio, invadiéndolo.
M: Tú eres mi amor y mi locura Scully.
Sus labios rozan
mi frente, mis mejillas, la punta de mi nariz, mi boca, antes
de susurrar apenas sin aliento, estremeciéndose, temblando sobre mí,
el “te
amo” más sincero que cualquier persona haya sido capaz de pronunciar.
Progresivamente
los brazos de Morfeo nos van acogiendo en su seno. Ahora él
vigila, no solo nuestro sueño, sino nuestro amor, una locura compartida
por
dos.
FIN
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