chapter = 10
author = NikkyScully
dedicate = Dedicatoria: A las b i t c h e s: Vania, amor mío, eres mi todo.
Estrella: Información para los fans de esta señorita, como en nuestro país ha comenzando la temporada de lluvia ella ya va a terminar cierto fic pendiente y sino lo hace la matamos entre todos. He dicho!
A Rovi: La beta que me da galletas para comer, eso si es cariño jajajaja.
A mis niñas: Valeska, Dinma y Chaite, mis niñas las extraño un montón.
A Rosa: Hakuna Matata, ósea no te angusties el libro te lo dare pronto.
G_Woman: Tu si sabes como perderte.
Karina y Agente Macgirl: Niñas, con ustedes mis desvelos valen la pena.
A Maru y Paulina: Conocerlas ha sido fenomenal.
A mi William querido, hoy me queme con el café pero no te preocupes, no fue nada. De todas maneras gracias por ser tan lindo conmigo.
Y especialmente a las personas que me han dejando tantos comentarios para continuar con el fic: Fanny, Piper_Scully, LizzyX, Mysticshiva, YIYI, hija_de_Mulder_y_Scully, Lily, Saranya y a todas las personas que han leído el relato.
Nota: Seguro ustedes se preguntan: ¿Cuando esta niña va a terminar este fic? ¿Saben que? Yo no tengo ni la menor idea.
Feedback: Ya saben a donde jro185ARROBAhotmail.com. Bexos a todos.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = En tres días la Srta. Scully y su hermana mayor habían llegado a Netherfield. El miedo de ver a su madre enferma agitaba duramente el corazón de ambos.
Al llegar a Merynton no tardaron mucho en bajar del coche y entrar inmediatamente a la casa. En el recibidor le entregaron sus sombreros a la servidumbre, la Srta. Scully preguntó por su madre y le comunicaron que su madre ya tenía una semana sin salir de su recámara por el estado de salud en el cual se encontraba.
La Srta. Scully seguida por su hermana entraron al salón para luego subir las escaleras hasta el segundo piso; pero la Sra. Austen no pudo dejar de notar la presencia de un hombre bastante familiar para ella y volvió al salón para reencontrarse con él.
Mientras eso sucedía, la Srta. Scully ya había llegado a la habitación de su madre. Al verla, el alma se le quiso partir en dos y enseguida corrió a su lado tomándole la mano.
-Madre- le llamó.
La Sra. Scully abrió los ojos muy despacio, respiraba con dificultad y su piel estaba completamente roja por la fiebre. Dos lágrimas se escaparon por los costados de sus mejillas.
-Gracias a Dios que me da la oportunidad de verte de nuevo antes de partir y estar a su lado- decía entrecortadamente, como si estuviera muriendo.
-¡Por Dios mamá! ¿Qué dices?- preguntaba horrorizada.
-¿Dónde esta Melissa? Quiero verla- pidió.
-¿Qué tiene mi madre?- le preguntó la Srta. Scully a la Sra. Morris que se encontraba a su lado.
-Pulmonía, está muy enferma- le contestó.
-¿Cómo…? ¿Cómo la adquirió?- preguntaba con cierta duda.
-Las últimas lluvias. El sacerdote vino y…- no finalizó el comentario, no quería entristecer a la futura esposa de su hermano.
-Ha tenido mucha fiebre- agregó una de las mucamas que se encontraban allí.
-Tiene fiebre ahora- dijo para sí la Srta. Scully y enseguida pensó en algo para que su madre se recuperara. -Necesitas un baño, un baño de agua fría, mama. Necesitamos bajar esa fiebre.
-¡Por Dios Katherine! ¿Qué dices? Eso podría…
-Matarla mas rápido- finalizó por su futura nuera. -No pasará, el agua fría bajará su temperatura- le comunicó.
-Hija- la Sra. Scully sonreía incrédula. -Yo estoy bien, estoy en los brazos del padre- le dijo.
-¡Mamá! Tú no estas en los brazos de nadie. Estás delirando por la fiebre. Necesitas un baño- volvió a mencionar. -Sra. Morris, ayúdeme a levantar a mi madre. Doris, llena la tina con agua.
-No haré tal cosa Srta. Scully. Eso no ayudará a su madre- dijo negativamente la mucama.
-No cuestiones lo que quiero hacer. Sólo hazlo- le volvió a ordenar.
-Katherine, la mucama tiene razón. Además el doctor nos dijo que tu madre debe estar todo el tiempo en cama, no la podemos mover- comentó.
-¡Al diablo con lo que diga el doctor! Mamá no puede morir por una estupida pulmonía- decía desesperada. -Doris, llena la tina.
-No lo haré, señorita.
-Haga lo que le ordena mi hermana.
Todas las damas posaron sus ojos sobre el caballero que había hablado. Un caballero joven, rubio de grandes ojos azules como los de sus hermanos y que al parecer tenía el mismo carácter temperamental de su familia. La Srta. Scully sólo de verlo sonreía de alegría y confusión.
-Charles- le llamó con incredulidad.
El menor de los Scully entró a la recámara en compañía de su hermana, la Sra. Austen. La Srta. Scully se puso de pie y se colocó frente a su hermano, él la miro fijamente y luego a su madre. Los saludos vendrían después, primero debían resolver el conflicto de la enfermedad de su madre.
-Doris, llene la tina- le pidió con autoridad.
-Pero Sr. Scully, eso…
-No se lo vuelvo a repetir, llene la maldita tina- y las damas temblaron.
-¿Se van a quedar ahí o ayudaran a mi madre a levantarse de la cama?
-Charles, el médico dijo que no podían moverla- volvió a mencionar la Sra. Morris.
-Yo también soy medico y digo que lo que necesita es un baño- ordenó
nuevamente, con la mirada de orgullo y autoridad de los Scully.
-¡Por Dios! Es descabellado- dijo con perturbación la Sra. Morris.
-Si no quiere presenciar esto, Sra. Morris, le suplico que se retire- le pidió el Sr. Scully con educación.
La Sra. Morris se mostró irritada e incómoda y enseguida salió de la habitación. La mucama seguía sin moverse de donde estaba y con intenciones de no cumplir los mandatos de sus amos, sin embargo la mirada iracunda y de reproche del Sr. Scully la puso a trabajar enseguida.
El Sr. Scully se sentó donde se encontraba sentada con anterioridad la Srta. Scully junto a su madre y le habló pausadamente.
-Mamá, Melissa y Katherine te ayudaran a desvestirte para que puedas tomar un baño- su madre lo observó con cierta duda. -Confía en tu hijo por una vez en tu vida, el baño te hará bien.
-Yo siempre he confiado en ti- dijo acongojada, su hijo le besó la frente.
-Las dejaré solas y cuando terminen envíen a alguien a buscarme.
El Sr. Scully salió de la habitación para que sus hermanas pudieran ayudar a su madre con un poco más de privacidad.
Luego de que a la Sra. Scully se le dio el baño frío que deseaban sus dos hijos menores que tomara, la fiebre había bajado casi inmediatamente. El Sr. Scully le dio quinina, la cual había traído desde Escocia y la cual se utilizaba para evitar que la fiebre volviera a resurgir.
El Sr. Scully ordenó inmediatamente que se le preparara algo de comer, preferiblemente algo ligero y así se hizo. Luego de permanecer al lado de su madre por media hora vigilando el progreso de su mejoría decidió salir de la recamara y volver a la estancia de la residencia. Su hermana, la Srta. Scully, lo siguió cinco minutos después.
Al verse frente a frente no duraron en darse el abrazo fraternal que tanto necesitaban desde hacia mucho tiempo.
-¿Vas a llorar?- le preguntó en forma de broma. Ella deshizo el abrazo.
-No seas bromista, estoy emocionada por verte; pero eso no significa que vaya a llorar- le reprochó. -¿Cuándo llegaste?
-Llevo el mismo tiempo que tú aquí, acababa de llegar cuando tú lo hiciste- le relató.
-Pero ¿escribiste? ¿Nos avisaste que venías?- le preguntó con confusión.
-No, quería darles una sorpresa.
-Eso es muy escocés, Charles- dijo risueña.
-Si, lo se; pero mírate. Estás hermosa- dijo galantemente.
-Gracias y tú… tú. No puedo expresarlo, solo es que estoy tan feliz de verte.
-Y yo molesto.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?- preguntó preocupada. Él la obligó a tomar asiento.
-Charles- le llamó.
-¿Walter Skinner?
-¿Qué pasa con él?- preguntó curiosa.
-¿Cómo es posible que te vayas a casar con él?- le preguntó a un de pie y enojado.
-Me propuso matrimonio y yo acepté- le contestó calmada.
-¿Lo amas?- preguntó con consternación.
-¡Por Dios! ¿Qué pregunta es esa Charles?
-Ya me contestaste, no lo amas.
-Charles, hay cosas que tienes que saber, pero todo a su tiempo- le comentó recordando que la hermana de su prometido aun seguía en la casa.
-En tus ojos hay algo Katherine ¿Qué es?- intentó adivinar.
-Han ocurrido muchas cosas en tu ausencia Charles- dijo con cierta perturbación, luego se puso de pie y le tomó de las manos. -Hablaremos pronto, te lo prometo- respiró profundamente. -Debes estar cansando y hambriento, ordenaré que te preparen algo y que alisten tu habitación- le sonrió cariñosamente. -Estoy tan contesta de que estés de vuelta en casa.
-Yo también lo estoy.
Septiembre 2
Bosques de Netherfield.
La Sra. Scully se había recuperado satisfactoriamente de su pulmonía a pesar de los reproches que la Sra. Morris les lanzaba a los dos hijos menores de ésta.
Estaba tan bien que ya había vuelto a sus labores habituales como madre y cabeza de familia. No tardó mucho tiempo en hablar sobre los preparativos de la boda de su hija menor y esto a la Srta. Scully la ponía muy mal, extrañaba enormemente al Sr. Mulder y el consuelo que la Sra. Austen le brindaba ya no le era suficiente; se había puesto de muy mal humor y los preparativos de su boda no le importaban mucho por obvias razones.
Aunque la Sra. Scully no notaba la actitud de su hija porque pensaba que eran nervios de una novia emocionada, el Sr. Scully no lo dejó de notar. El decidió invitarla a pasear por el bosque para que se despejara y recordara los buenos momentos que vivieron allí cuando niños. Ella no se negó porque necesitaba salir de su casa.
Caminaban en silencio, disfrutando la compañía de cada uno; pero él era demasiado curioso y necesitaba saber que pasaba con ella. Llegaron a un claro del bosque y éste le trajo gratos recuerdos a la Srta. Scully. Se sentaron sobre la grama disfrutando el agradable paisaje que ofrecía.
-Pronto entrará el otoño- comentó el Sr. Scully.
-Así es- agregó ella.
-¿Qué es lo que no me has dicho?- preguntó directamente el Sr. Scully, tan directo que sorprendió a su hermana.
-¿Qué es lo que quieres saber, Charles?- le preguntó ella.
-¿Por qué te piensas casar con el coronel Skinner?- le preguntó él.
-Sabes porque me caso con él- le contestó.
-¿Por agradecimiento?- sonrió irónico. -Pensé que eras más inteligente, querida hermana.
-¿Quieres ofender mi buen juicio?
-¿Cuál juicio? Te piensas casar con un hombre por agradecimiento. Eso es no tener buen juicio- le dijo en forma de queja. -Te has convertido en el pago que le ofrece Bill al Coronel por los múltiples favores que le ha hecho a nuestra familia- le aclaró.
-¿Qué tratas de decirme con todo esto? Me siento tan confundida. Necesito saber a que se deben tus palabras.
-Que no quiero que te conviertas en la sacrificada de los Scully. Bill es teniente, tiene una buena esposa y un maravillo hijo; Melissa esta casada con un excelente caballero; yo estoy haciendo una carrera y nuestra madre está viviendo los mejores años de su vida ¿Y tú, Katherine? ¿Tú no mereces ser feliz al igual que nosotros?- le preguntó con desesperación en su voz.
-¿Crees que no seré feliz con el Coronel Skinner?- le preguntó con suspicacia.
-¡No!
-Yo tampoco lo creo así.
Lo dicho por la Srta. Scully sorprendió al Sr. Scully, tanto, que ya no sabía que pensar.
-¿Entonces por qué te comprometiste con él si no lo amas?- le preguntó.
-No me casaré, Charles- le anunció.
-¿Qué vas hacer? ¡Dios! Dime que romperás ese compromiso, porque si no te casas es que lo romperás…
-Querido hermano, calma- le suplicó. -Todo lo que has dicho ha sido correcto- el Sr. Scully se quedó pensativo. -¿Qué?
-¿Sabes lo que significa eso? Bill te va a querer matar, no lo aceptará- le recordó.
-Lo tengo bien sabido, pero no puedo arriesgar mi felicidad por agradecimiento.
-¿Si vas a romper ese compromiso por qué sigues con los preparativos de la boda?- preguntó con curiosidad.
-No tengo fuerzas para detener a mi madre. Está tan ilusionada que no puedo romperle el corazón- expresó con pena.
-Dolerá menos si lo dices ahora, porque cuando rompas el compromiso con el Coronel Skinner ella estará mas tranquila; pero Bill no te perdonará y Melissa…
-Melissa me apoya- él la miró confundido. -Melissa ya sabe sobre la decisión que he tomado.
-Katherine, yo sabía que no ibas a cometer semejante barbaridad. No has perdido la valentía que es tan digna de ti- ella sonrió con melancolía.
-No lo hubiera podido hacer si en mi vida no estuviera alguien que se ha ganado mi corazón- le comentó sin mirarlo.
-No te entiendo.
-Estoy… estoy…- se reía con vergüenza.
-¿Enamorada?- ella asintió. -¿Lo conozco?
-No- de su cuello colgaba un relicario, se lo sacó para mostrárselo a su hermano y este lo abrió. En el se mostraba una pintura en miniatura del hombre que amaba su hermana. El Sr. Scully pensó enseguida que lo conocía pero no dijo nada. -El es mi absoluta verdad y en el único en el cual confió.
-Me impactan tus palabras, Katherine ¿Dónde lo conociste?- preguntó curioso.
-Aquí, en Netherfield, de una manera accidentada. Al principio me parecía tan arrogante y prepotente, pero nó paso mucho tiempo para percatarme que es el único que ha podido entenderme y al cual puedo darle todo sin que me lo pidiese.
-¿Nuestra familia lo conoce?
-Sí, mi madre lo repudia y Bill cree que es un insignificante caballero.
-¿Y lo es?
-No, tiene un alma pura y hermosa.
-¿Me dirás su nombre?
-¡No!
-¿Inglés?- ella asintió. -Lo sospeché, siempre te han atraído los europeos, por eso estás encantada conmigo y diciéndome estas cosas- ella rió. -¿Te casaras con él cuando dejes al Coronel?
-No.
-¿Por qué razón?- preguntó alarmado.
-No es parte de nuestra naturaleza el matrimonio, por el momento- le aclaró.
-¿Y que les dice su naturaleza?
-Ama y el tiempo dirá, el tiempo nos unificará y veremos si estamos destinados a estar unidos en santo matrimonio- contestó.
-Mama va a querer matarse cuando te escuche decir todas esas cosas- le aclaró.
-Entonces que se conozca la verdad aunque el cielo se despedace- agregó.
-Eso fue muy profundo, Katherine. Haz cambiado, en todos los sentidos, especialmente en lógica y pensamiento- comentó.
-¿Crees que me ha influenciado?- preguntó y no esperó respuesta. -Si, lo ha hecho, pero para bien- le aclaró.
-¿Tendré el placer de conocerlo antes de que Bill o el Coronel lo maten?- le preguntó con una burla que a ella no le agradó.
-Nadie va a matar a nadie- se quejó. -Si te portas bien tal vez te deje conocerlo.
-Seré un niño bueno- y agachó la cabeza. -Veo que no soy el único con grandes noticias para la familia- su hermana lo miró curiosa. -Tomé un año sabático en la universidad.
-¿Qué?- pregunto con sorpresa.
-Lo se, lo se. Bill me va a matar, pero debía hacerlo. Me estoy embarcando en otros estudios y necesitaba alejarme un poco de la medicina- relató.
-¿Cuáles estudios?
-Astrología, el estudio de otros planetas, pero especialmente la vida en ellos.
Escuchar hablar al Sr. Scully era como escuchar al Sr. Mulder y eso a la Srta. Scully le impactaba en gran medida. La astrología era la pasión oculta de un abogado como el Sr. Mulder y al parecer el Sr. Scully se estaba inclinando por esa rama.
-¿La vida en ellos?- preguntó.
-No entenderías, Katherine.
-Eso crees- dijo, pero prefirió dejarlo con la incógnita. -¿Por qué la astrología, Charles?
-El invierno pasado, uno de los astrólogos independientes en Europa dio una charla en la universidad, él se convirtió en mi guía hasta que regresó a su país, creo. Y desde ese momento entendí que debía seguir sus pasos- relató.
-¿Qué le dirás a Bill?
-Estoy de vacaciones.
-Oh no señor. Usted será sincero tanto como yo.
-Es muy distinto- le explicó.
-¡Charles! Créeme, yo voy a romper un compromiso, pero tú dejaste tu carrera para estudiar las lunas de Júpiter- le discutió.
-¡Por Dios! No seas falaz.
-No soy falaz. Regresemos a casa, pronto caerá la noche.
El Sr. Scully se puso de pie luego de asentir y sin demora ayudó a su hermana a hacer lo mismo y regresaron a casa.
Septiembre 19
Merynton.
Tres semanas sin verlo, tres semanas sin saber nada de él y para ella significaba toda una vida alejada de él. Esos dos meses en los cuales vivieron tantas emociones significaron demasiado para ella y en esos momentos entendió que era nadie sino se encontraba él a su lado.
Faltaban cuatro días para la llegada del otoño y aun así los días se le hacían eternos. Deseaba la llegada del otoño como jamás se lo imagino, a pesar de que el otoño a la vez significaba amarguras para ella; pero ese día fue especial. Seguía siendo verano y aun podía ofrecerle alegrías.
Las damas de Merynton estaban reunidas cociendo biombos que eran parte del ajuar de matrimonio de la Srta. Scully. A pesar de no estar contenta con la actividad, se mantenía serena y resignada. De repente una de las empleadas entró con una carta para la Sra. Austen, ella al leerla no pudo ocultar su sorpresa y sus familiares la miraban curiosos.
-Los Samuelle ya están en Netherfield- dijo anonada.
Tal noticia alegró a la Srta. Scully, tanto a pesar de evitar que no lo notaran, no pudo, se le reflejaba en el rostro.
-Me invitan a tomar el té mañana- les comunicó.
-No entiendo ¿Por qué te escriben a ti y no a Katherine? Es ella que tiene relaciones con ellos- decía la Sra. Scully muy confundida.
-¿Cómo te explico, madre? Es que…- no sabía por donde empezar.
-Los Samuelle tienen una propiedad cercana a Collins- le ayudó la Srta. Scully.
-¡Imposible!
-Es cierto madre, hace poco el Sr. Samuelle y Austen se hicieron socios. Austen es el asesor en ventas del Sr. Samuelle- explicó la Sra. Austen.
-¿Pero cómo? ¿Cómo llego a pasar eso? ¡Dios! Eso es terrible. Austen haciendo negocios con semejante caballero, debe ser horrible para él tener que lidiar con tan desagradable persona- decía con desdén, pero las hermanas Scully no hicieron ningún comentario a respecto. -¿Iras a tomar el té con ellos mañana?
-No puedo negarme, es vital madre. El Sr. Samuelle es socio de Austen- volvió a decirle para convencerla y luego miró a su hermana. -¿Me acompañaras Katherine? Sabes que no soporto estar a solas con la Sra. Samuelle. Tan solo será un rato- decía con un desgano fingido.
Y la Srta. Scully reía para sus adentros. Fue una excelente idea que el mensaje que avisaba de la llegada de los Samuelle a Netherfield llegara a manos de la Sra. Austen y no de la Srta. Scully; era una buena distracción para la Sra. Scully, excelente cuartada para la hija menor de la familia.
-Por supuesto Melissa, me complacerá mucho ver de nuevo a la Sra. Samuelle- y su madre la miró con un reproche que no la perturbo.
Septiembre 20
Mansión Derby
La Srta. Scully se había colocado su mejor vestido, era de un color rosa pálido con hermosos encajes blancos, su gran cabellera caía sobre sus hombros, con la verdadera intención de la seducción y el pavoneo femenino de una mujer enamorada. Por ello sus intenciones no estaban centradas en ver a los Samuelle.
En el coche se quitó el anillo que la ataba al Coronel Skinner y lo guardó en su bolso, desde su salida de Georgia no se había quitado el que le había regalado el Sr. Mulder y aunque su madre siempre le preguntaba de donde había sacado tal anillo ella nunca le respondió.
La Sra. Austen no ocultaba su risa frente a su hermana, era imposible de creer que estuviera tan nerviosa, pero la Srta. Scully no le importaba que su hermana se burlara. Al llegar a Derby el corazón se le quiso salir del pecho y como aprendió de los Samuelle y los Mulder no esperó a que la ayudaran a bajar del coche.
Entró a la casa como perro por su casa a pesar de que Beatriz la quiso anunciar, no había entrado bien al salón cuando se vio saludando a la Sra. Samuelle.
-¿Qué paso? ¿No se supone que vendrían después del veintitrés?- preguntó curiosa.
-Mulder quiso venir antes – le dijo y luego miró a la Sra. Austen que entraba al salón. -Melissa- le llamó alegremente.
-Hola Elizabeth- y se abrazaron cordialmente.
-¿Qué haces aquí cariño?- preguntó la Srta. Scully al ver a la Srta. Mulder de pie delante de ellas. -Pensé que regresarías a Inglaterra- y no evitó darle un caluroso abrazo.
-No quise regresar, regresaré cuando William lo haga. Cuando vengas con nosotros- comentó.
-¿La Sra. Rossi vino con ustedes?- preguntó omitiendo el comentario de su cuñada que le había parecido extremadamente incómodo.
-Así es- contestó la Sra. Samuelle, -por favor, tomen asiento- se alarmó al ver ya sentada a la Srta. Scully. -Tú no Katherine, debes irte- le tomó de las manos.
-¿Por qué?- se puso de pie con cierta confusión. -Quiero ver a Mulder, Elizabeth- le dijo con emoción.
-Y lo veras, pero no aquí- le aclaró.
-¿Dónde está entonces? Si piensas enviarme a Georgia te puedes ir retractando de esa idea- le advirtió.
-¡No! Ni siquiera saldrás de Netherfield. Nuestro cochero te llevará con Mulder- le dijo.
-¿Adónde?
-Es una sorpresa- y a la Srta. Scully le brilló la sonrisa.
-Melissa…
-Descuida, ve. No me iré hasta que tú regreses- le dijo su hermana con cariño. -No puedo regresar a Merynton sin ti, ve que aquí yo espero. Además Elizabeth y Samantha sabrán como mantenerme ocupada.
-Gracias Melissa- agradeció la Srta. Scully.
-No me agradezcas nada, querida.
Sin despedirse salió del salón con dirección a la salida de la casa. El coche de los Samuelle aguardaba por ella y sin demora y con emoción subió a este. Uno de los empleados le cerró la puerta y el coche partió sin dilatación.
En pocos minutos el coche salió de Derby y en segundos se adentró al bosque. Que el cochero se alejara del pueblo preocupaba a la Srta. Scully. Había demasiado misterio alrededor y eso le traía cierta desconfianza.
Villa Macleoud
Ya habían recorrido casi cuatro millas desde que salieron del pueblo y la Srta. Scully pasó de la preocupación a la furia y de la furia al aburrimiento. El viaje la estaba cansando y al parecer el cochero la estaba llevando a ningún lado.
Cuando intentó acercarse a la ventanilla para abrirla y hablar con el cochero y pedirle una explicación, el carruaje se detuvo abruptamente obligándola a volverse a sentar estrepitosamente. Ella sacó la cabeza por una de las ventallitas y ante ella vio abrirse un gran portillo demasiado elegante ante los ojos de la Srta. Scully.
El carruaje volvió a andar, desplazándose por un camino de piedras grises y blanca, y árboles por donde se posaran las miradas. Todo le recordaba el camino hacia Pemberley, pero ese lugar no era Rogue y mucho menos Pemberley. El coche se volvió a detener y alguien le abrió la puerta, no quiso suponer quien había sido.
-Buenas tardes Srta. Scully- le saludó un hombre mayor, con traje de veedor y acento británico.
-Buenas tardes- le saludo ella con ojos de perturbación.
-El Sr. Mulder la espera en el salón de té, sígame para anunciarla- le pidió
-Descuide, conozco el camino- le aclaró.
El asintió educadamente dejándole el camino libre hasta el interior de la gran casa. Un olor a humedad le previno de la vejez de la mansión, madera preciosa entablada en las paredes decoradas con finos empapelados le daban la bienvenida a pesar de su notorio deterioro y no le pasó desapercibido el intento fallido de arreglo en ellos.
Llegó hasta donde debía encontrarse el Sr. Mulder. Una amplia habitación pintada de azul ceruleo y blanco colonial, grandes ventanales permitían el paso de la luz, una lámpara araña en cristal y un sillón que no combinaba para nada con la pintura que se encontraba frente a la gran y hermosa chimenea de marfil; pero por ningún lado estaba la presencia de su hombre.
-Bienvenida a mi humilde hogar.
Su voz grave hacía eco en la casa vacía, a una distancia prudente de ella mientras le pedía con su mirar que dejara de darle la espalda y ella así lo hizo. Y sus ojos se fundieron haciéndose ambos uno.
-¿Me puedes explicar qué te traes entre manos Mulder?- no pudo evitar preguntar a pesar de que su cuerpo clamaba por el de él.
-Yo, nada- dijo inocentemente mientras se acercaba ella sigilosamente como aquella vez en Derby, el día en que se besaron por primera vez.
-No me engañas, Mulder ¿Qué hacemos en la propiedad Macleoud?- preguntó curiosa.
-¿Cómo sabes que la propiedad tiene ese nombre?- preguntó con sorpresa y ya cerca de ella.
-¿Por qué lo llamas hogar?
-¿Por qué tan curiosa?- le preguntó tomándola por la cintura y haciéndose participe en el juego.
-¿Por qué no dejas de interrogarme y me besas?- le preguntó ya en un tono desesperado.
-¿Por qué…?
Esa vez ella lo calló con un beso furioso y necesitado, donde se decían “hola, que bueno verte” un beso de un reencuentro. Sus esencias interiores y exteriores volvían a mezclarse, pecando, blasfemando como ellos solo sabían hacerlo.
Habían nacido nuevamente con cada roce de sus lenguas. La alquimia misteriosa volvía surgir de entre ellos y en las miradas después del beso solo había deseo.
-¿Ves? Te ves mejor callado- le dijo ella en forma de burla.
-Lastimas mi ego vilmente, Katherine- le dijo con fingida molestia.
-¿En qué forma puedo reparar el daño causado por mis pensamientos y palabras mal intencionadas?- preguntó con fingida consternación.
-Ten otras palabras y pensamientos mal intencionados- le contestó él seductoramente, ella sonrió y se alejó de él observando todo a su alrededor.
-¿Te gusta?- le preguntó.
-¿La propiedad? Sí, es muy hermosa. Mi familia conoce a los dueños, los De Born. Excelentes personas- comentó.
-Los De Born ya no son los dueños- le aclaró.
-¿Disculpa?- preguntó mientras se quitaba su sombrero.
-Vas a decir que estoy loco, lo cual no te cuestiono; pero he comprado la propiedad- le comentó.
-¡Eso es absurdo!- le discutió. -Los De Born jamás venderían Macleoud- le comunicó.
-Eso es erróneamente una equivocación. La vendieron hace una semana, ahora yo soy el dueño- volvió aclararle.
-Pero… Mulder- sonrió confundida. -¿Qué piensas hacer con este lugar? Es demasiado grande para ti.
-No es tan grande, Pemberley es más grande- le recordó.
-Mulder, este lugar tiene diez habitaciones- dijo frustrada. -¿Qué harás con diez habitaciones? Se que estas acostumbrado a los lujos y comodidades, pero esto es demasiado para un hombre soltero y con una sola hermana, la cual no podría alejarse ni diez minutos de la cuñada que tanto adora ¡Dios! ¿Qué harás con diez habitaciones?- volvió a preguntar.
-Serán las habitaciones de nuestros diez hijos.
Ella sonrió con sorpresa, la aclaración la había dejado estática. El estaba pensando en tener hijos con ella, pensando en un futuro para ambos.
-Es inverosímil, pero siempre he querido tener diez niños. Verlos crecer en un lugar como este, corriendo de un lado para otro y que la madre de esos niños seas tú.
Estaba conmovida por sus palabras, tanto que no pudo dejar escapar una lágrima de alegría.
-¿Estás llorando?- le preguntó sorprendido.
-No- lo miró fijamente mientras arrastraba la lágrima de su mejilla con una de sus manos, hasta hacerla desaparecer. –Te oyes tan cursi, Mulder.
-Lo se- sonrió. -No le digas nada de esto a Elizabeth porque no dejaría de burlarse de mí, pasarían meses y ella no dejaría de hacerlo.
-Juro solemnemente no hablarle nada a Elizabeth de tus deseos de tener un ejército en vez de hijos.
-Gracias.
-De nada- se acercó a él. -¿Cuál otro motivo te condujo a comprar Macleoud?- le preguntó mientras lo abrazaba por el cuello.
-Está alejada de la ciudad, es tranquilo. Puede ser nuestro paraíso terrenal- le besó sutilmente en los labios. -¿Qué opinas?
-Y así no estaríamos sujetos al escrutinio de la sociedad de Netherfield cuando se enteren de los nuestro- comentó amargamente.
-Katherine, se que deseas hacerlo de otra manera, yo quisiera hacerlo de otra manera, pero no fue nuestra culpa que nos enamoráramos. Sólo pasó- le dijo con perturbación.
-Y no lo juzgo, sólo es que quiero evitar cosas…
-¿Qué cosas?
-No importa- prefirió dejar el tema por terminado. -Dijiste que te vendieron Macleoud hace una semana ¿Cómo? Estabas en Georgia hace una semana ¿O no?
-Descuida. En primavera la visité con Michael, a él no le gusto pero a mí me hechizó. Aun así no la compré inmediatamente por el hecho de que es muy cierto que es demasiado grande, pero luego llegaste a mi vida y pensé que me ayudarías a llenarla por lo menos de amor- sus labios se volvieron a unir momentáneamente. -Hace quince días le escribí a Steven Mackenzie y él hizo la transacción por mí. El Sr. De Born no quería venderla, pero ¿Quién le niega algo a un futuro miembro de la corte real inglesa?- dijo con falso orgullo.
-Eres un bravucón, obtienes todo lo que deseas a como de lugar. Esta propiedad te debió costar una fortuna- comentó.
-La cifra es insultante, pero todo sea en nombre del amor que te profeso- y volvió a besarla profundamente.
-Alguna día, Mulder, ese ego tuyo terminará mal parado- comentó borracha por el beso.
-Jamás- y ella se alejó.
-Hay que hacerle demasiadas cosas a este lugar, ha estado cerrado por varios años. Está muy deteriorada- comentó.
-No te preocupes, contraté al mejor decorador de Netherfield y prepárate porque cuando te mudes aquí conmigo enviaré por el pintor familiar de los Mulder a Londres. Esta casa debe tener un cuadro tuyo sobre esa chimenea.
-¡Estás loco! ¿Qué digo? Te estoy halagando ¿Para qué quieres un cuadro mío si me tienes frente a ti?- preguntó con curiosidad.
-Serás dueña y señora de este lugar. Y la casa necesitará un cuadro de la Sra. Mulder- le aclaró.
-¿Sigues pensando en la absurda idea de casarnos?- preguntó con fingida molestia.
-No te preocupes, algún día me aceptaras- dijo muy seguro y ella arqueó una de sus cejas en señal de escepticismo, -te lo juró.
-¿Sabías que es malo jurar?
-No estoy jurando por Dios ni por nada que se le parezca, así que puedo jurar todas las veces que quiera- volvió a cortar la distancia entre ellos dos. -Cambiando de tema ¿Te he dicho que te he extrañado?
-No- contestó.
-Te he extrañado terriblemente y te seguiré extrañando hasta que no estés definitivamente y completamente a mi lado.
-Te prometo que muy pronto todo eso cambiará- le aseguró con voz serena.
Septiembre 23
Merynton.
El otoño finalmente había llegado a pesar de que aun quedaban remanencias del verano y con él llegó la guarnición de Netherfield liderada por el Coronel Skinner. El pueblo les dio la bienvenida con orgullo por su victoria contra los indios rebeldes, los cuales intentaban recuperar sus tierras que por derecho les pertenecían, pero un gobierno liderado por blancos no lo entendía así.
La Srta. Scully no fue a la plaza para recibir a su prometido, hermano y cuñada como lo hicieron los demás miembros de su familia porque se encontraba indispuesta y fue mejor para ella. El acto de hipocresía odiaba hacerlo y evitaba desarrollarlo cada vez que se le presentaba una oportunidad.
Todos volvieron a la casa en compañía del Coronel Skinner que estaba ansioso por ver su dulce prometida, ella lo recibió como de costumbre con educación y atenciones a pesar de sus pocos ánimos por el hecho de no querer verle.
-Me dijeron que estabas indispuesta por ello no fuiste a la bienvenida en la plaza, dime querida ¿Te encuentras bien?- preguntó preocupado.
-Estoy bien- contestó secamente, -sólo me siento algo cansada, pero estoy perfectamente bien.
-Los preparativos de la boda nos tiene muy ocupados a todos en esta casa, no es raro que la novia se enferme por tantas ocupaciones- comentó la Sra. Scully.
-Si lo deseas podemos adelantar la boda, así evitaríamos que te descompenses más- le sugirió el Coronel Skinner a su prometida.
-¡No!- dijo con un sobresalto que no pudo ocultar. -No me pidas eso Skinner, la boda no se puede adelantar a pesar de nuestros deseos de unirnos eternamente- hablar así le encogía el estomago; -faltan muchas cosas por hacer.
Al menor de los Scully le impresionaba las palabras de la Srta. Scully hacia el Coronel Skinner. El conocía el secreto de su hermana y le impresionaba mucho más el poder que ella poseía para ocultarlo perfectamente bien.
-Esta reunión sería perfecta si Melissa estuviera con nosotros- comentó el Teniente Scully.
-Tuvo que volver a Georgia para estar al lado de Austen, prometió que volvería antes de la boda- le comentó su madre. -Ambos me preocupan, Melissa nos comentó que Austen está haciendo negocios con el Sr. Samuelle.
-Eso es terrible- espectó el Teniente Scully. -¿Cómo llego a suceder tal cosa?
-El Sr. Samuelle también tiene una propiedad en Georgia ¿Cómo dijo Melissa que se llamaba tal propiedad?- le preguntó a su hija la cual conocía los pormenores con más detalles.
-Pemberley, está a un par de millas de Collins. Estuvimos un par de veces en allá, tomando el té- y al decir eso recordó que debía omitir ese detalle.
-¿Estuvieron?- preguntó el Coronel Skinner confundido.
-Katherine pasó el verano con su hermana en Georgia. Fue bueno para ella pasar un tiempo alejada de tantas preocupaciones- salvada por la misma Sra. Morris, el Coronel Skinner no cuestionaba nada cuando su hermana aclaraba cualquier tema.
-Ya entiendo a que se debe tu ligero acento inglés. Demasiado tiempo con los Samuelle- comentó la esposa del Teniente Scully.
-¿Acento inglés?- preguntó perturbada la Srta. Scully.
-Sí, desde que llegué he notado un ligero cambio en tu léxico, acentuaciones fuertes y ciertas en ciertas palabras y énfasis en otras- comentó con inteligencia la Sra. Scully.
-Es irlandés Tara, no inglés. Es mi culpa, Katherine ha pasado mucho tiempo conmigo desde mi llegada, los Scully somos propensos a adquirir ciertos acentos fuertes- aclaró el Sr. Scully.
-Por cierto Charles ¿Cuándo regresas a Irlanda?- le preguntó su hermano mayor.
-Dentro de un año- contestó sin vacilar.
-¿Por qué?- pregunto con sorpresa.
-Me he tomado un año sabático para embarcarme en otros estudios y además tenía unos deseos inmensos de ver a mi familia- le contestó en señal de aclaración.
-¿Qué otros estudios?- preguntó fríamente.
-Astrología- contestó de manera desafiante.
Un silencio glacial se instaló en aquel salón de té donde toda la familia se encontraba reunida. Los dos hermanos se miraban fríamente, el Teniente Scully muy molesto y el Sr. Scully orgulloso por haber avivado el carácter de ogro que tenía su hermano mayor, le encantaba desafiarlo y ya lo había logrado.
El Coronel Skinner conocía ya desde hacía mucho tiempo la rivalidad y las discusiones sin sentido entre ambos hermanos. Optó por colocarse de pie para anunciar que se retiraba, no le gustaba mucho estar presente cuando los hermanos Scully decidían enfrentarse en discusiones.
-Fue un placer verte de nuevo, Charles- le dijo el Coronel.
-El placer fue todo mío, señor- le dijo el Sr. Scully ya de pie.
-Bill, te veo mañana en la guarnición- le informó.
-De acuerdo señor- le contestó.
-Skinner, deseo conversar contigo en privado ¿Crees que sea posible que vengas mañana a verme?- le preguntó la Srta. Scully.
-Me encantaría querida, pero la instalación del regimiento me mantendrá ocupado por un par de días. Estoy seguro que lo que me tengas que decir podrá esperar- dijo.
-Claro- dijo fríamente.
El Coronel Skinner le sonrió y con una leve reverencia se despidió de las damas y salió de la residencia en compañía de su hermana, la Sra. Morris.
Enseguida el Teniente Scully volvió a mostrarse molesto al igual que su hermana, pero no por la misma razón que su hermano. Estaba desesperada por hablar con el Coronel Skinner, romper el compromiso que la mantenía a su lado; pero para él no era importante el hecho de que ella deseaba hablar con él.
El pretendía conocerla, creía que ella querría hablar sobre la boda, los invitados, el banquete, los encajes, las flores de la iglesia, en fin; banalidades. Sin embargo no se acercaba a la realidad.
Guarnición de Netherfield.
Septiembre 31
No podía esperar, no podía hacerlo. No le importaba que él estuviera ocupado jugando al soldado ocupado con su pelotón, iba hablar con él. Su hermano menor intentó detenerla pero ni el ejército de Alejandro Magno la iba a detener en esos momentos.
Llegó a la guarnición de Netherfield, la cual regía su prometido en horas en que todos los oficiales se encontraban allí. La miraban con sorpresa y miradas halagadoras que ella no pudo evitar notar.
Preguntó donde podía encontrar al Coronel Skinner y uno de los tantos oficiales embobados que la observaban le ofreció su ayuda y la llevó hasta la oficina del Coronel. El al verla no pudo evitar su asombro.
-¿Katherine?
-Buenos días Skinner- le saludó.
-Buenos días- le contestó él poniéndose de pie.
Ella miró todo lo que le rodeaba, era una oficina rústica, un perchero simple, un escritorio en el centro, dos ventanales a cada lado con barrotes y pintada completamente de blanco hueso. Verdaderamente horrible y su fealdad la completaba un cuadro al óleo del Coronel Skinner sobre su caballo en una de las paredes.
-¿Qué te trae por aquí?- le preguntó ligeramente nervioso, era primera vez que la veía en esa oficina.
-Vine a verte- le contestó.
-Me impresiona verte aquí, jamás imaginé que vinieras a visitarme- le comentó.
-Skinner, olvidas que no soy igual a los demás. Me inquieta que me califiques como si fuera una señorita común- le cuestionó.
-Lo se, eres distinta ¿Dónde están mis modales? Por favor toma asiento- le pidió mientras tomaba una silla y la colocaba frente al escritorio.
Ella se sentó en ella medio incómoda. El lugar no le agradaba, pero debía soportar su estadía allí por el bien de su futuro.
-¿Quieres algo de tomar? ¿Coñac?
Ella sonrió de medio lado, definitivamente él no la conocía para nada, ni siquiera intentó hacerlo. Sólo se comprometió con ella para no pasar todo el resto de su vida solo y se había enamorado, pero de cualquier forma no la conocía.
-Café estaría bien, sin azúcar- le indicó.
El rápidamente y con cierta desesperación que a ella perturbó, tomo el café que humeaba sobre una improvisada estufa de carbón que tenía en la oficina y le sirvió en una taza demasiado rustica e informal para ella.
-Gracias- le dijo mientras recibía la taza que enseguida fue a parar sobre el escritorio.
-¿Y bien?- seguía interrogándola con la mirada mientras tomaba asiento.
-Tenemos que hablar Skinner, de algo muy importante.
-¿Y qué es eso tan importante de lo cual deseas hablar?
-De nuestro compromiso- contestó. -Se que anhelas casarte conmigo, pero yo no anhelo lo mismo. Yo no deseo casarme contigo- le comunicó sin vacilar, sin dudas y siendo valiente, mirándolo fijamente a los ojos.
-¿Te estas escuchando?- preguntó con desilusión.
-Skinner, esto fue un error desde un principio, yo me comprometí contigo pensando que cabía la posibilidad de tener un futuro a tu lado, que llegaría amarte; pero no ha ocurrido así. No deseo que los dos suframos con un matrimonio que no va a funcionar, eres un gran hombre y excelente caballero y se que más adelante podrás encontrar alguien que en verdad te ame. Es mejor que rompamos el compromiso- le dijo mientras dejaba el anillo que él le había regalado sobre el escritorio.
Los ojos del Coronel Skinner no reflejaban ninguna emoción, ninguna expresión. Se puso de pie colocando sus manos en el interior de los bolsillos de sus pantalones y caminó hasta la Srta. Scully para colocarse detrás de ella.
-No acepto el rompimiento- dijo él con voz lúgubre.
-Es lo más sensato- le aclaró ella empezando a sentirse alterada por los nervios que empezaban a crecer en la boca de su estomago.
-No comprendes Katherine- se agachó un poco para poder hablarle al oído, -estás unida a mí aunque no quieras. ¿Crees que puedes dejarme y hacer tu vida muy tranquila? No, no es tan sencillo cariño, no conoces las consecuencias por terminar conmigo. Si me dejas, Katherine, tu adorado hermano perderá su puesto en el ejército y también su trabajo, tu familia sería deshonrada ante los ojos de la sociedad. No valdrían nada si tú no te casas conmigo, porque todo lo que tienen es gracias a mí. No puedes dejarme, no tienes fortuna, ningún hombre aceptaría casarse contigo y si tu hermano pierde su trabajo, perderían todos sus privilegios ¿Te arriesgarías a eso?- le preguntó ante la amenaza hecha.
-No lo harías- dijo inquieta y nerviosa.
-Pruébame querida.
Y ella cerró los ojos después de haberlo escuchado detenidamente. No podía creerlo, nunca pensó que él se comportaría de esa manera, que no tenía el coraje suficiente para retenerla a su lado aunque ella no quisiera. Pensaba que era un ser bueno e inteligente, pero realmente se había equivocado. Ella se puso de pie para encararlo.
-No te amo y nunca lograrás hacer nacer ese sentimiento en mí- él tomó su mano a la fuerza y volvió a colocarle el anillo en su dedo.
-No me interesa que me ames.
Ella lo miró con odio e impotencia, ya no sabía que hacer, sólo podía odiarlo. Salió furiosa de la oficina mientras él sonreía triunfante y orgulloso.
Mansión Derby
Mismo día
Las remodelaciones que se le estaban haciendo a la residencia Macleoud tenían patas para arriba a todos los miembros de la casa. El Sr. Mulder había contratado a Lestat Jefferson, uno de los mejores decoradores en Boston. Tal caballero era demasiado excéntrico para los Samuelle y los Mulder, era perfecto, pero el hecho de que fuera sodomita o amanerado tenía nerviosos a los caballeros.
La Srta. Mulder se divertía con el Sr. Jefferson que había colocado su punto de trabajo en Derby para poder finalizar los arreglos de la residencia Macleoud.
El, junto a los Samuelle y la Srta. Mulder, se encontraba en el salón de costura, entre telas, bordados y papel decorativo. El Sr. Mulder había llegado y le parecía ver como su hermano intentaba emborracharse ya que así le era más fácil notar las insinuaciones del Sr. Jefferson.
-Michael ¿No piensas ir a trabajar hoy?- le preguntó el Sr. Mulder.
-Hoy es domingo- le dijo.
-Hoy es lunes, Michael- le recordó.
-Eso me importa un bledo- le dijo antes de darle un largo sorbo a su bebida. El Sr. Mulder se acercó al decorador y a la Sra. Samuelle.
-¿Cómo van?- preguntó.
-Quisiéramos saber qué le parecen estas cortinas- le preguntó el Sr. Jefferson.
-Sí Mulder… son para el cuarto principal- le dijo la Sra. Samuelle.
-Bueno, no se Elizabeth. Creo que deberías preguntarle a la dueña de la casa. Yo no se de estas cosas- contestó frustrado.
-¿Pero cómo quieres que le pregunte a ella? No esta aquí, no está en Macleoud y sabes mejor que nadie que no puede salir de donde está- le dijo con queja.
-Invítala a tomar el té- le sugirió.
-Imposible, su hermana volvió a Georgia- le recordó.
-Elizabeth, ingéniatelas.
-No soy bruja, Mulder.
-Disculpen, pero me gustaría saber quien es la dueña de Macleoud. Debo saberlo, no puede ser un secreto para mí, soy el decorador- se quejó con frustración.
-¿Por qué no llevan al Sr. Jefferson a casa de la dueña de Macleoud para que la conozca? Así su hermano se indignará y yo podré divertirme mas- y lanzó senda carcajada el Sr. Samuelle.
-Michael, cállate y usted encárguese de sus encajes y papel- le pidió con autoridad el Sr. Mulder, el Sr. Jefferson sólo atinó a tragar en seco.
-¿Le han dicho que tiene unos ojos muy bellos? ¿Son verde avellana o verde aguamarina?- le preguntó embobado.
-Verde avellana- contestó la Srta. Mulder y la mirada fría de su hermano no la inmutó. -Solo conteste por ti querido, nada más.
En ese instante el mayordomo de la residencia había entrado al salón de costura con una bandeja en mano y sobre ella una carta para el Sr. Mulder. El tomó la nota y sólo ver el sello le congelo el alma.
-¿Qué pasa William?- le preguntó su hermana.
-Es el sello real- le dijo atónito.
-¿Cuál sello real?- le preguntó su hermano que al parecer la borrachera seguía afectándolo.
-Es el sello real británico, el sello real del Rey Georges V- dijo anonadado.
-¿El loco?- preguntó la Sra. Samuelle con asombro.
-Elizabeth, no le digas así al Rey- ella le dio una mirada demasiado obvia.
-Só, el loco- contestó.
-¿Y qué esperas para abrirla?- le preguntó el Sr. Samuelle mientras se ponía de pie con algo de dificultad.
El Sr. Samuelle no dilató ni un momento en romper el sello y leer la nota.
-Se le informa por este medio que se le ha concedido el honor de pertenecer a la corte real inglesa bajo el titulo de Sir William Mulder, ya que ha cumplido la edad requerida para dicho título. Atentamente: Rey Georges V, Rey de Inglaterra.
-¡Vaya!- expresó con asombro el Sr. Samuelle.
-¿Desde cuando el Rey escribe sus propias notas?- preguntó la Sra. Samuelle con curiosidad.
-No termina- continuó leyendo. -Debe estar en Inglaterra para recibir dicha condecoración, pero el título ya es suyo- miró su hermano. -Es imposible, aun no cumplo los treinta.
-Los cumples dentro de catorce días- le recordó su hermana.
-¿Desde cuando el Rey escribe post data?- volvió a preguntar la Sra. Samuelle, no había duda que en los últimos años el Rey se había empezado a comportar de una manera muy extraña y no le pasaba desapercibido a sus súbditos, sobre todo a los que vivían fuera de Inglaterra.
-Es cierto, Samantha- dijo el Sr. Mulder.
-Es fenomenal, ya eres un Sir- dijo emocionada la Sra. Samuelle. -Samantha, el título concedido a tu hermano te convierte en Lady- le informó.
-Eso no representa ninguna satisfacción para mí- expresó con sorna.
-Pero qué pesimista Srta. Mulder ¿O debo llamarla Lady Mulder?- preguntó el Sr. Jefferson.
-No te atrevas Lestat- le amenazó.
-Esto es motivo de celebración- comentó el Sr. Samuelle. -Debemos celebrar tu nuevo título y tu cumpleaños William, será algo complicado, pero con algo de rapidez podremos ofrecer un banquete y un baile para dentro de catorce días. Será toda una travesía.
-Más bien una odisea, me gustaría celebrarlo en Macleoud- comentó el Sr. Mulder.
-Lestat- le llamó la Sra. Samuelle. -¿Crees poder preparar un banquete, un baile y tener lista la propiedad Macleoud para dentro de catorce días?
-Déjelo todo en mis manos Sra. Samuelle- le contestó con gusto.
En ese momento el mayordomo había entrado al salón de costura con otra corta, esa vez para la Sra. Samuelle. Ella la tomó y leyó el remitente.
-Esta carta no es para mí, es para ti, Mulder- le avisó.
-¿Por qué?
-Porque dice: para la Sra. Samuelle y cuando ella me escribe dice: para Elizabeth. Así que es para ti- le entrego la carta.
-Deben ser buenas noticias- comentó con una agradable sonrisa. Mientras leía la carta su sonrisa cambio a una expresión de inquietud e ira. -¡Demonios!- exclamó con rencor, cubriéndose los ojos por la frustración que le trasmitían las letras de aquella carta.
-Lestat, por favor déjanos a solas- le pidió la Sra. Samuelle al notar la tristeza en su hermano político.
-Me encanta todo el misterio que los rodea pero a veces suele ser tan frustrante- sintió la mirada penetrante y glacial de los presentes. -Bien, me iré. Debo preparar una fiesta. Sra. Samuelle, necesito que me envíe la lista de los invitados.
-No te preocupes, ahora lárgate- le gritó.
El Sr. Jefferson les hecho un ultimo vistazo a cada uno de ellos y se retiro.
-¿Qué pasó, William?- preguntó la Srta. Mulder.
-El Coronel Skinner rechazó romper el compromiso, amenazó a Katherine de quitarle el empleo a su hermano en la guarnición y de humillarlos a cada uno de ellos si Katherine insistía en romper el compromiso.
-Déjame ver eso- le arrebató la carta y leyó para si. -¡Esto es horrible!- expresó la Sra. Samuelle. -¡Ese hombre es un bastardo!- dijo indignada.
-¡Eso es muy obvio!- le secundó su esposo.
-Debo ir a verla- dijo el Sr. Mulder.
Cuando él intento llegar hasta la puerta, su hermano mayor lo detuvo y él lo miro con confusión.
-No debes ir a verla, no es sensato William- le aconsejó el Sr. Samuelle.
-Estás ebrio, déjame pasar.
-No- le dijo evitando nuevamente que saliera. -Debes pensar lógicamente, no puedes verla. Sería inverosímil.
-Es la segunda vez que tratas de evitar que haga ciertas cosas cuando se trata de Katherine. No me trates como un niño al cual tienes que proteger- le pidió.
-No te estoy tratando como un niño, sólo te estoy pidiendo que seas más racional esta vez- le aconsejó su hermano mayor, quien al parecer la magnitud del problema que atormentaba a su hermano menor le había quitado la borrachera. La lucidez había vuelto a su mente.
-Michael, esto se trata de Katherine y no puedo ser racional en estos momentos.
-¡Sí! ¡Ya se! Hablamos de la mujer de tu vida, la luz de tus ojos, tu estrella perdida… ya me cansé, William. Sólo te pido que uses la cabeza.
-¿Desde cuándo usamos la cabeza? Michael, actuamos por impulso, no por lógica.
-No te arriesgues- le pidió y el Sr. Mulder se rió en su cara.
-Tú arriesgaste todo por Elizabeth ¿Y me pides a mí que no me arriesgue por Katherine? ¡Eso es absurdo!- le discutió.
-Elizabeth y Katherine son dos casos muy diferentes. Elizabeth no estaba comprometida cuando nos conocimos, eso hizo las cosas mas fáciles; pero Katherine sí lo está y ahora está atada a un demente que no ama y Elizabeth se ato a uno al cual ama- le relató.
-Me siento insultado por mi propio hermano. Me estás echando en cara tu buena vida y tu buena suerte- se quejó.
-¡Te estaá yendo por la tangente!
-¡Caballeros!- les llamó a la atención la Sra. Samuelle. -No es momento para discusiones, hay otras maneras de resolver esto sin que estén peleando- comentó.
-Necesito verla Elizabeth, se que tú puedes ayudarme. Necesito saber qué pasó en realidad, qué le ha dicho ese mal nacido. Que fue lo que ella le dijo.
-Podré ayudarte- le informó.
-Bien, invítala a Derby- le pidió.
-Eso no puedo hacerlo, no se le permite salir de Merynton, lo sabes. Su madre la tiene como esclava preparando la infernal boda.
-Entonces tú y yo iremos a verla- le dijo.
-No somos bienvenidos, lo tienes bien sabido- le recordó desesperada, la insistencia de su hermano político la sacaba de sus cacillas.
-¿Entonces cómo diablos pretendes ayudarme?- preguntó iracundo.
-Tranquilo querido. Le escribiré a Melissa Austen en Georgia, ella es tu enlace con Katherine. La invitaré al baile por consiguiente, por mera educación debo invitar a los Scully también y la podrás ver en el baile- le relató.
-No puedo esperar catorce días, Elizabeth- dijo furioso.
-Eso o nada Mulder. Tú eliges, ya no podré hacer mas por ti; aunque quisiera, no puedo- dijo en forma de disculpa.
-De acuerdo- dijo con resignación.
-Aunque será difícil que te acerques a ella estando su madre y el Teniente Scully en el baile- le recordó.
-Tú has la maldita lista de invitados, yo me encargo de lo demás- dijo furioso antes de salir del salón.
-Se acercan días difíciles, lo siento- comentó la Srta. Mulder con voz oscura y tan particular de ella.
Octubre 11
Mansión Merynton
La impaciencia y la angustia estaban ganando terreno en su mente y corazón. La última semana se había convertido en un infierno en vida, el no haber recibido ni una nota por parte del Sr. Mulder y las amenazas constantes del Coronel Skinner cuando se encontraban a solas la tenían en un estado depresivo. Su salud había desmejorado y la explicación más lógica para sus recientes desmayos y vómitos descontrolados era el estrés reinante a su alrededor.
Su madre le pedía que se dejara atender por el médico del pueblo, pero era demasiado terca y se negaba. Tampoco los ruegos por parte de su hermano menor para que se dejara ver por él tuvieron éxito. Tenía sospechas por algo que en realidad no quería confirmar.
Ese día se encontraba en su habitación junto con su dama de compañía que la ayudaba a vestir para el almuerzo. Ambas combatían con un corset que se negaba a cerrar.
-No entiendo, jamás había sido un problema para cerrar- decía sofocada.
-Creo que ha subido de peso Srta. Scully- le comentó su dama de compañía.
-¿Qué dices mujer?- giró para mirarla con ojos molestos.- ¿Cómo te atreves a decir semejante ridiculez? Me quedaba perfectamente bien hace unos días atrás- volteó. -Termina tu trabajo.
-Pero no cierra señorita- le recordó.
-Ata las cintas aunque no cierre completamente y sal de la recamara cuando termines. Yo terminaré de vestirme.
La dama de compañía ató el corset resignada a pesar de que este no cerraba bien y luego salió de la recamara. La Srta. Scully terminó con lo demás sola hasta que escuchó que alguien tocaba la puerta de su habitación.
-Estaré abajo en un momento- contestó.
-Soy yo Katherine, tengo algo para ti- le informó la Sra. Austen del otro lado de la puerta.
-Pasa, Melissa- le pidió.
La Sra. Austen entró a la recamara con una gran caja, la Srta. Scully mostró curiosidad enseguida. La Sra. Austen colocó la caja de color blanco sobre la cama y enseguida acudió a cerrar la puerta con cerrojo.
-¿Me puedes explicar a qué se debe tanto misterio?- preguntó la Srta. Scully con afición.
-Esa caja es para ti- le contestó mientras sonreía divertida.
-¿Quién la trajo?- preguntó con la misma curiosidad.
-Austen, acaba de llegar de Georgia, pero pasó por Derby para hablar con el Sr. Samuelle con respecto a las cosechas del próximo verano y la Sra. Samuelle le pidió que te trajera ese obsequio y esta carta.
La Srta. Scully tomó la carta que le estaba entregando su hermana. El sobre color crema no tenia nada escrito pero le pareció curioso que el sello fuera el de los Mulder y no el de los Scully. Rompió el sello entre nervios y emoción y no dejó de mostrar una sonrisa al leer las palabras escritas en aquella misteriosa nota.
“Para muchos el día trece es el día de malos presagios, de malos espíritus y de mala suerte. Para mí el día trece significa un nuevo reencuentro, una nueva oportunidad para que mi corazón entristecido y mal humorado vuelva a sentir la alegría que vivió hace un tiempo atrás, aunque sea por unos momentos. Tu loco sin remedio W. M”
“PD: Espero que el día de mi cumpleaños lleves mi obsequio con orgullo. El vestido viene de parte de Elizabeth”
La Srta. Scully volvió a mostrar su sonrisa de alegría. Y como una niña pequeña subió a su cama para abrir sus obsequios. Sobre la caja grande con listón azul había una más pequeña, no tardo en abrirla y descubrir en su interior un hermoso collar de diamantes con rubíes azules y pendientes a juego.
-¡Por todos los Santos del Cielo! ¡Es hermoso!- exclamó con sorpresa. -El está demente. ¿Cómo puede enviarme algo como esto?- expresó perturbada.
-Porque es un hombre enamorado- le explicó la Sra. Austen mientras se sentaba del otro lado de la cama. -¡Es bellísimo! Y es perfecto para ti.
-El no debería hacer estas cosas- discutió. -¿Cuándo entenderá que para mí lo mas importante es que me llene de amor y no de joyas?
-Compréndelo Katherine, a los hombres les gusta regalar cosas como estas- señaló el collar y luego el anillo que el Sr. Mulder le había regalado a su hermana, -y más si tienen dinero ¿Y qué chica se niega a recibirlas? Tú te quejas, pero no veo que se las devuelvas.
-¡Melissa!- le reprochó. -No soy avara- y la Sra. Austen asintió con burla. La Srta. Scully dejó de prestarle atención para disponerse a quitar los listones azules que cubrían la caja mas grande. -Veamos que trama Elizabeth ahora.
Al sacar el ultimo nudo y dejarlos caer a un lado, levantó la tapa blanca que recubría la caja y detrás del papel satinado se podía ver algo azul ocultarse. Al retirar el papel sus ojos se abrieron de par en par al descubrir ante ella un hermoso vestido de seda azul y encajes blancos, digno de una princesa europea.
-¿Qué puedo decir?- preguntó son asombro.
-¿Precioso?- preguntó la Sra. Austen.
-Elizabeth lo escogió, pero estoy muy segura que Mulder le sugirió el color. A él le encanta verme cuando visto de azul, dice que hace un hermoso contraste con mi pelo.
-Y así es y al parecer te conoce lo suficiente como para saber que también es tu color favorito- comentó la Sra. Austen.
-¿A quién engaño?- preguntó con frustración. -No puedo llevar esto el día del banquete, si lo uso los demás harán preguntas. Por más que quiera, no puedo. Además ya elegí otro vestido y se lo mostré a mamá- decía mortificada.
-Descuida, este vestido lo enviamos a diseñar cuando estuviste conmigo en Georgia y lo habíamos olvidado cuando regresamos a Netherfield. Austen no los trajo y decidiste usarlo para el banquete- le sugirió.
-¿Y el collar?
-Fantasía- le recomendó.
-Melissa, tienes unas ideas que confunden, me intimidan y me… agradan- decía entre risas.
-Es que me he convertido en una buena celestina- ambas rieron como niñas frente a una travesura.
Continuara...
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