chapter = 11
author = NikkyScully
dedicate = Disclaimer: Completamente de Chris Carter
Dedicatoria: A las b i t c h e s: Vania, amor mío, eres mi todo.
Estrella: Información para los fans de esta señorita, como en nuestro país ha comenzando la temporada de lluvia ella ya va a terminar cierto fic pendiente y sino lo hace la matamos entre todos. He dicho!
A Rovi: La beta que me da galletas para comer, eso si es cariño jajajaja.
A mis niñas: Valeska, Dinma y Chaite, mis niñas las extraño un montón.
A Rosa: Hakuna Matata, ósea no te angusties el libro te lo dare pronto.
G_Woman: Tu si sabes como perderte.
Karina y Agente Macgirl: Niñas, con ustedes mis desvelos valen la pena.
A Maru y Paulina: Conocerlas ha sido fenomenal.
A mi William querido, hoy me queme con el café pero no te preocupes, no fue nada. De todas maneras gracias por ser tan lindo conmigo.
Y especialmente a las personas que me han dejando tantos comentarios para continuar con el fic: Fanny, Piper_Scully, LizzyX, Mysticshiva, YIYI, hija_de_Mulder_y_Scully, Lily, Saranya y a todas las personas que han leído el relato.
Nota: Seguro ustedes se preguntan: ¿Cuando esta niña va a terminar este fic? ¿Saben que? Yo no tengo ni la menor idea.
Feedback: Ya saben a donde jro185ARROBAhotmail.com. Bexos a todos.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = Parte 11
Octubre 13
Mansión Macleoud
Como todo se había previsto para ese día, así sucedió. El Sr. Jefferson había sido muy eficiente al restaurar la gran propiedad y justo a tiempo para el banquete y el baile que sería ofrecido en ella. El lugar estaba hermoso, como lo quería el Sr. Mulder.
Muchos de los invitados fueron puntales al llegar, tal como lo requería el protocolo inglés a pesar de que los únicos extranjeros eran los Mulder, los Samuelle y los Mackenzie, pero los invitados en honor al festejado decidieron seguir la tradición.
La mansión estaba repleta con los mejores miembros de la sociedad de Netherfield y ellos aguardaban la llegada del anfitrión mientras se les servía ponche, vino, coñac y champaña.
La banda tocó por el transcurso de media hora, hasta que el mayordomo les pidió que dejaran de tocar para así anunciar la llegada del anfitrión.
-Y con ustedes Sir William de Kensington y su hermana Lady Samantha de Kensington.
Ambos bajaron por la hermosa escalera de madera pulida, seguidos por los Samuelle. Se detuvieron al pie de la escalera mientras todos los observaban, sobre todo por la hermosa acompañante del Sr. Mulder y muchos pensaban que era su esposa. Por ser miembros de la corte real británica los invitados les hicieron reverencia, pero ellos se sintieron incómodos.
-Por favor, esta noche mi hermana y yo deseamos sentirnos como verdaderos americanos ¿Y qué mejor manera que evitando que me llamen Sir William y a ella Lady Samantha? Esta noche sólo queremos ser el Sr. Mulder y la Srta. Mulder y para nuestros familiares y amigos del alma, sólo William y Samantha. Recuerden, es mi cumpleaños y las peticiones del festejado deben ser cumplidas al pie de la letra- todos los presentes rieron. -Bienvenidos a mi casa, gracias por todo y que disfruten la velada.
Los presentes aplaudieron sus palabras y él y su hermana se mezclaron entre la multitud como lo hicieron los Samuelle. Entre tantas personas, el Sr. Mulder buscaba a la Srta. Scully y al verse frustrado por no encontrarla se acercó a la Sra. Samuelle, quien se encontraba sentada en uno de los muebles dispuestos para ello en el salón.
-¿Dónde está, Elizabeth?- preguntó desperado.
-No lo se, querido- le contestó mientras se abanicaba. -Lestat fue muy preciso con la puntualidad en las invitaciones, debió estar aquí ya.
-En esto últimos días tus respuestas me están causando más pena que alivio- le dijo con cierta rabia.
-Lamento mucho si mis respuestas no sean de tu agrado, querido hermano, pero soy una mortal, no un oráculo. No puedo complacerte siempre- le discutió molesta.
-Llegará en cualquier momento, William, sólo debes aguardar. Por el momento debes hacer el papel de quien se divierte y sacar a bailar a cualquier señorita que se encuentre en el salón- le sugirió su hermano.
-¿A cualquiera?- preguntó.
-Sí.
-Samantha ¿Me concedes esta pieza?- le pidió el Sr. Mulder.
-Por supuesto, William- le dijo ofreciéndole su mano hasta que ambos llegaron al salón de baile.
-No era precisamente ese tipo de señorita- comentó el Sr. Samuelle.
Los Mackenzie se acercaron a ellos inmediatamente, las damas se saludaron al igual que los caballeros y la Sra. Mackenzie se sentó junto a la Sra. Samuelle.
-Estupenda fiesta, Elizabeth, hice bien en recomendarte a Lestat- se halagó así misma. -Es todo un profesional.
-Así es y lo hizo todo tan rápido. Aunque yo hubiera escogido una mejor mantelería, pero debo darle buen crédito. Hizo un excelente trabajo, siguió cada orden de Mulder y mía al pie de la letra.
-No toda- comentó el Sr. Samuelle.
-¿Por qué lo dices, querido?- preguntó su esposa.
-En ningún momento escuché que le ordenaras al Sr. Jefferson invitar al banquete de nuestro hermano al Sr. Krycek, a su prometida y a su prima- dijo con nervios.
-¡Oh por Dios!- exclamaron al unísono los Mackenzie.
-Veo venir una tragedia- expresó la Sra. Samuelle al ponerse de pie junto a la Sra. Mackenzie.
-¡Eso es imposible! ¿Cómo puede ser tan descarado y venir hasta aquí con ellas? No es de caballeros- expresó con desdén el Sr. Mackenzie.
-Nada es de caballeros en ese infame hombre- le secundó su esposa.
-Mulder no debe verlo- dijo la Sra. Samuelle.
-No podemos hacer un escándalo aquí, sacaré a William del salón para llevarlo hasta el jardín y explicarle la situación. Se que como hombre civilizado aceptará la presencia del Sr. Krycek en el baile- comento el Sr. Samuelle.
-Querido, Mulder es civilizado pero no racional- le recordó su esposa.
-Tienes razón, vuelvo en un momento.
El Sr. Samuelle corrió hasta el salón, sacando de éste al Sr. Mulder que se mostró tan desconcertado como su hermana por la actitud de su hermano. Ambos se les vio desaparecer del salón y así la Sra. Samuelle recuperó la calma; aunque después volvió a perderla al ver a los Austen entrando al salón acompañados por la familia Scully completa y detrás de ellos al Coronel Skinner.
Minutos después se le veía en la cocina de la mansión Macleoud tratando de ahorcar al Sr. Jefferson.
-¡Maldito! ¡Eres un inepto! ¡Un bueno para nada!
-¡Quítenmela de encima, se ha vuelto loca! ¡Quiere matarme!- pedía auxilio entre gritos y ahogándose por como la Sra. Samuelle lo tenía agarrado del cuello. -¡Auxilio! ¡Socorro!
-¡Calla sodomita incorregible! ¿Cómo pudiste? Arruinaste la fiesta de mi hermano ¡Eres un bastardo!
En ese momento entraban a la cocina el Sr. Samuelle y el Sr. Mackenzie seguidos por la Sra. Mackenzie. Los caballeros se dispusieron a alejar a la Sra. Samuelle del pobre Sr. Jefferson que ya se había empezado a poner azul.
-¡Suéltenme!- gritaba encolerizada.
-¡Basta Elizabeth!- le pedía su esposo.
-Sra. Samuelle, ha perdido todo rastro de prudencia, educación, encanto y glamour que ha de tener una dama inglesa como usted- decía el Sr. Jefferson mientras recuperaba el aliento.
-Más has perdido tú tomándote atribuciones que no te corresponden decorador de pacotilla ¡¿Quién te ordenó incluir en la lista de invitados al Coronel Skinner y al Sr. Krycek?! ¡Dime! Y deja de jadear.
-¿El Coronel Skinner?- preguntó el Sr. Samuelle con confusión.
-Lo hice porque habían pocos invitados en la lista. La fiesta necesitaba más aristocracia y un toque de heroísmo. El Coronel Skinner es todo un héroe y el Sr. Krycek es uno de los nuevos ingleses llegados a Netherfield- decía con orgullo.
-¿Y no se detuvo a pensar que tales personas no serían de nuestro agrado? ¿Que por ello mi esposa no los incluyo?- le preguntó el Sr. Samuelle.
-No, no lo hice. A nadie en Netherfield le desagradan. Ambos caballeros son admirados en Netherfield y sus familias también- aclaró.
-¿Alguien tiene una espada? Quiero liberar al mundo de un ser tan desagradable como este señor- dijo el Sr. Samuelle.
-Prefiero retirarme antes de que eso suceda. Todos ustedes están locos- y salió de la cocina corriendo.
-Michael, esto se ha convertido en una tragedia griega. Krycek esta bajo el mismo techo que William- comentó el Sr. Mackenzie.
-¿Dónde está Mulder?- preguntó alarmada la Sra. Samuelle y todos corrieron de vuelta al salón.
Todos quedaron atónitos al ver como observaba estático el Sr. Mulder bailar a la Srta. Scully con el Coronel Skinner. Los cuatro se acercaron a él.
-Lo siento tanto, Mulder, esto se nos fue de las manos. Lo lamento con el corazón- se disculpaba la Sra. Samuelle.
-La presencia del Sr. Krycek y su familia no me inquieta tanto como ver al Coronel Skinner bailando con la Srta. Scully. El se ve tan orgulloso al lado de ella, está feliz por tener el poder necesario para poder retenerla a su lado y ella sufre, en sus ojos se refleja la tristeza y se le ve morir. Y yo no puedo hacer nada, sólo observarla y amarla desde aquí. ¡Qué destino más cruel han dispuesto las parcas para nosotros!- decía con dolor el Sr. Mulder.
La Sra. Mackenzie al escuchar y ver la actitud del Sr. Mulder no pudo evitar la curiosidad y alejar a la Sra. Samuelle de los caballeros.
-Elizabeth ¿Qué ven mis ojos y escuchan mis oídos? ¿Acaso mis sentidos intentan engañarme?- preguntó con preocupación.
-No, mí querida Charlotte. Tus sentidos no te engañan ni intentan hacerlo. Lo que viste y escuchaste es tan real como el amanecer, el Sr. Mulder y la Srta. Scully están enamorados- le aclaró.
-¡Pero es inverosímil! Ella está comprometida y se dice que ama al Coronel- le discutió.
-Oh Charlotte, no te dejes engañar por los rumores, ni por las apariencias y pretensiones. Tú no sabes nada en realidad- le confesó.
-Cuéntamelo Elizabeth- le pidió.
-No puedo hablar, no se si sabrás permanecer callada- le dijo con cierta desconfianza.
-Me confunde tu desconfianza hacia mí. Soy una de tus más grandes amigas y sabes que se guardar secretos- le recordó.
-No hay mucho que contar- confesó resignada. -Se enamoraron sin quererlo, aquí en Netherfield y pasaron un estupendo verano, juntos en Pemberley. Hace poco Katherine rompió su compromiso con el Coronel y él lo rechazó haciéndole amenazas absurdas y ahora Mulder y ella no saben que hacer, eso supongo. El Coronel es un engendro de Hades y Katherine y Mulder sufren por su obstinación y orgullo.
-¡Qué terco puede llegar a ser un caballero como el Coronel Skinner!- expresó la Sra. Mackenzie mientras observaba a los prometidos bailar y al Sr. Mulder con expresión de ira.
-Charlotte ¿Recuerdas aquel baile en el palacio de Buckinham al que asistimos antes de que te casaras con Mackenzie?- le pregunto la Sra. Samuelle.
-Si, lo recuerdo perfectamente ¿Por qué lo mencionas?- preguntó curiosa.
-¿Recuerdas que querías darles celos a Mackenzie con Lord Bingley?
-Y aproveché la danza escocesa que tocaron esa noche para bailar con ambos a la vez- relató.
-Así es.
-Oh que maquiavélica Elizabeth- expresó reconociendo lo que ya estaba planeando su amiga.
-Me refino al pasar de los años- dijo con ojos malvados.
-Lo haces para jugar al cupido, pero te apoyo. Ve con Samantha y dile que saque a bailar a Mulder, yo iré con tu esposo y le pediré que toque esa balada- comunicó.
-Charlotte, tus ideas me sorprenden.
-Las inglesas cambian cuando se encuentran fuera de Inglaterra.
Y el plan se puso en marcha. La danza escocesa dio inicio obligando a medio salón a bailar la particular danza donde las parejas no solo bailaban juntas sino con otros a la vez.
Cuando el Sr. Mulder y la Srta. Scully se pusieron a bailar con sus respectivas parejas no se imaginaban que estaban conspirando a su alrededor para que pudieran reunirse. Entre movimientos sincronizados y pasos secuénciales, de uno, dos y tres. Los amantes se alejaban de sus parejas y aunque la regla exigía volver de nuevo a los brazos de su primera pareja eso no paso así, y al encontrarse los amantes la sorpresa no dejó de relucir entre ellos y la Srta. Scully le hizo una reverencia al Sr. Mulder, tan cortés fue que lo incomodó y le pidió que se pusiera de pie.
Había empezado otra danza, un baile en parejas donde no había cambios y ellos no lo pensaron dos veces para empezar a bailar juntos, mientras el Coronel Skinner se preguntaba porque había terminado bailando con la Srta. Mulder.
Todo se detuvo alrededor mientras bailaban. Sólo eran ellos dos y la música, tan enamorados y sin poder expresarlo, bailaban en silencio sin siquiera hablar, pero él mas que ella necesitaba decir algo. Asegurarse de que lo que estaba pasando era real.
-Si no te digo lo hermosa que estás, creo que cometeré una imprudencia. Supe elegir bien. Estás bellísima-y no dejó de notar sus mejillas enrojecidas.
-Estamos tan cerca y a la vez tan lejos que los halagos y la felicidad entre nosotros ya parecer una fantasía- dijo con cierta amargura.
-¿Qué fue lo que le dijiste al Coronel Skinner?- preguntó mientras miraba por el rabillo del ojo al ya mencionado Coronel. -Sólo tengo detalles, Katherine, pero no se nada más.
-La verdad, no lo amo y que deseo romper nuestro compromiso, pero jamás espere su inusual reacción- le comentó.
-No puedes aceptar que te trate como un objeto o un inmueble.
-No lo acepto, pero para él ya lo soy.
-¿Le hablaste de mí?- preguntó mientras acercaba su cuerpo más al de ella, algo que no era permitido ni nada ético, entre ellos no importaba.
-¡No!- respondió con perturbación. -No quiero que sepa de ti, no hasta después de que rompamos definitivamente.
-Él no va a romper contigo, ya te lo dijo. Si no le hablas de mí y de lo nuestro no dejará de insistir. Si no lo haces te casarás con él y tú y yo no tendremos futuro- le explicó.
-Debes entender que en esto no sólo estamos involucrados nosotros y Skinner, sino también el trabajo de mi hermano y el honor de mi familia- le manifestó.
-Te casaras conmigo, que importa el honor de tu familia y el empleo de tu hermano si podrán tenerlo todo y más si así tú lo deseas- le discutió.
-¡No Mulder! Has hecho suficiente por mi familia, pero no es necesario que te tomes toda la responsabilidad. Entiendo tus intenciones, pero no lo deseo así- le pidió.
-¿Y él sí puede porque planea casarse contigo?- le preguntó molesto.
-Hay algo que no entiendes, el futuro de mi hermano mayor está en las manos de Skinner y no puedo arriesgar eso, mi hermano no me lo perdonaría.
-Jamás pensé que fueras tan temerosa.
-¿Crees que temo que mi hermano no me perdone? ¿A su rencor? Sí, le temo, le temo a su rechazo, a su odio, a todo lo que pueda sentir contra mí. Tal vez él no ve lo que yo veo porque es más orgulloso que yo, pero en estos momentos tan críticos, él y mi familia dependen de mí.
-No puedes pensar así, sabes que existe otra salida. Olvídate del orgullo, el honor y la razón, no permitas que tu mente te controle tan irracionalmente, siente lo que te dicta tu corazón- le pidió.
-No sabes lo que dices, ya que no entras en mi disyuntiva familiar- le discutió.
-¿No entro?- preguntó ofendido, ella se quedó callada advirtiendo que lo que le había dicho había sido demasiado ofensivo para él. -¿Cómo puedes decirme eso si se supone que soy parte de tu mundo?
-Lo lamento, no quise decir eso- se disculpó.
-Aun así lo hiciste.
El baile finalizó con esa ultima oración, ambos se hicieron reverencias brindándose miradas frías y amargas; pero así él le ofreció la mano y ella la aceptó para llevarla donde se encontraban sus familiares. El Coronel Skinner estaba con ellos, acompañándolos como siempre y ostentando a su prometida como una simple joya. El Sr. Mulder saludó a la Sra. Scully, la madre, con cortesía haciéndole una minuciosa reverencia, mientras ella se abanicaba sin dejar de observar a tan galante y rico joven.
Luego de que éste saludo al Coronel no dejó de maquinar cientos de ideas para enviarlo al infierno. El Coronel Skinner reconoció que le agradaba la amistad que el Sr. Mulder tenía con su prometida porque era la única amistad masculina que él le permitía tener, a eso ambos lo miraron fríamente y con odio. Ella estaba unida a una bestia muy a su pesar.
Sin más preámbulos el Sr. Mulder les pidió que siguieran disfrutando de la fiesta y se retiró. Minutos después el Coronel Skinner le pidió a la Srta. Scully que bailara con él. Ella no pudo negarse. De repente la Sra. Scully, la madre, se vio libre para comentar algo que le carcomía y sin la presencia de los prometidos era el momento idóneo para hablar.
Comentó que era una pena para ella que su hija menor estuviera comprometida con el Coronel Skinner porque se había percatado que el Sr. Mulder era perfecto para su hija. El Teniente Scully protestó ante ello y la Sra. Scully le discutió a su hijo diciendo que el Sr. Mulder era un hombre encantador y muy inteligente; su nuera agregó a ello que le parecía inverosímil las palabras de su suegra ya que pensaba que ella odiaba al Sr. Mulder. La Sra. Scully aclaró que sus ideas comenzaron a cambiar después de que tuvo una singular conversación con el Sr. Mulder días atrás, ya que se habían encontrado en el parque y no pudieron evitar la conversación. Reconoció la verdad en las palabras de su hija, que primero debían conocer bien a las personas antes de juzgarlas.
El Teniente Scully estaba encolerizado con las palabras de su madre, pero ella no le dio mucha importancia. Le preguntó a su hijo político, el Sr. Austen, qué pensaba del Sr. Mulder, a lo cual este respondió que el Sr. Mulder era un hombre con grandes cualidades. No agregó más porque no tenía muchos deseos de abundar el tema, no quería ser muy revelador. La esposa del Teniente Scully había dicho que a la Srta. Scully le desagradaba el Sr. Mulder y que jamás se interesaría en un hombre como él. A esto la Sra. Austen respondió con cierta ira hacia su hermana política diciéndole que ella no sabía de qué hablaba, se consternaron tanto ante lo dicho que ella se sumió en el silencio.
Al llegar el Sr. Scully, después de haber bailado casi todas las piezas con casi todas las señoritas del salón, sus familiares olvidaron el tema ante la mirada curiosa de éste.
A las nueve de la noche fueron llamados los invitados para que pudieran disfrutar de un delicioso banquete especialmente preparado para esa ocasión, aunque el festejado no estuviera muy contento esa noche. Para él no había motivos para estarlo, no podía celebrar su cumpleaños número treinta con la mujer que amaba; aunque ella estuviera allí, él se sentía solo y muy lejos de ella.
La tonada de feliz cumpleaños y celebración lo sacó de sus pensamientos, la música venía de otra habitación de la casa, era su hermana quien tocaba para él y sonrió con melancolía mientras todas cantaban y dos empleados traían consigo un maravillo pastel de cumpleaños.
-Celebro tu cumpleaños tan pronto día tomó el sol y en este día glorioso llena de dicha el Señor, porque te consideramos como el regalo mejor, toma mi abrazo, tu amigo soy y mucha felicidad.
Así cantaron hasta que la música terminó y todos aplaudieron. Su hermano mayor y su hermana política se acercaron para felicitarlo y luego apareció su hermana menor para hacer lo mismo. La Srta. Scully los miraba lamentando su lejanía, quería estar a su lado y desearle lo mejor, abrazarlo y brindarle un beso de feliz cumpleaños.
El pastel esperaba con sus velas titilantes, esperaban a que su dueño las apagara mientras pedía un deseo. Su hermana menor le pidió que lo hiciera, a escuchar la petición de ella miró a la Srta. Scully, que se encontraba a quince sillas de distancia de él. Mientras apagaba las velas de su pastel pedía un deseo, el de no perderla, el poder solucionar todos los problemas a sus alrededor, el poder tener las fuerzas suficientes para seguir amándola a pesar de la lejanía de sus corazones y cuerpos. Demasiados deseos, tantos que no pudo decidirse por uno y se los lanzó todos a la cara a la diosa de la fortuna.
Cuando retiraron el pastel para repartirlo entre los invitados, los familiares del Sr. Mulder volvieron a la mesa, él tomo una copa entre sus manos mientras permanecía de pie.
-Quiero hacer un brindis, no por mí, sino por ti para que seas fuerte y aunque suframos la peor de las desdichas debes saber que mi corazón es todo tuyo y que no importan los conflictos porque siempre estaré ahí, junto a ti- levantó la copa al aire. -Salud.
Y los presentes confundidos ante el extraño brindis, no les quedó más remedio que brindar con él con las copas al aire. La Srta. Scully se había sentido conmovida y lo miraba fijamente con la copa levantada al igual que él. El Coronel Skinner, que estaba al lado de ella, contempló la mirada que el Sr. Mulder le brindaba a su prometida con cierta desconfianza y aunque no quería sacar conclusiones equivocadas le parecía extraña la mirada tan penetrante del Sr. Mulder hacia ese lado de la mesa, aunque tal vez miraba a otra señorita, supuso.
-Ese hombre se desvive por ti, querida hermana- expresó el Sr. Scully muy cerca del oído de su hermana, susurraba para que solo ella pudiera escucharla. -Quiero que me lo presentes.
-No es el momento, Charles- le comentó incomoda.
-No es para importunarte frente a él, es que quiero conocer a su hermana- le aclaró.
-¿Por qué quieres conocer a la Srta. Mulder?- le preguntó con extrema curiosidad.
-Jamás pensé que alguien tocara el piano mejor que tú, Katherine, ella me cautivó con su música.
La Srta. Scully estaba impactada: otro Scully atraído por un Mulder. Era increíble.
-Bueno Charles, ha tenido los mejores profesores de piano desde que tenía tres años. Es una gran pianista, pero sólo toca el piano cuando quiere halagar a alguien, como lo hizo con su hermano, pero casi todo el tiempo evita tocarlo- le comentó.
-No me importa, sólo quiero que me presentes a su hermano.
-De acuerdo, te lo presentaré después de la cena- le dijo dándose cuenta que su hermano no daría su brazo a torcer.
Mientras perduró la cena todos no dejaron de hablar del extraño brindis del Sr. Mulder y los amantes no dejaban de mirarse. Después de la cena, la Srta. Scully aprovechó que el Coronel Skinner bailaba con su madre y el Teniente Scully con su esposa para así presentarle a su hermano menor al Sr. Mulder. Este se encontraba solo en una esquina del salón observando todo a su alrededor mientras sostenía una copa de vino. Pudo ver a su amada del brazo de su hermano menor acercándose a él.
-Sr. Mulder, quiero presentarle…
-¿Joven Charles?- preguntó confuso el Sr. Mulder. -Vaya, es extraño verlo aquí.
-Para mí es mas extraño encontrarlo a usted en mi país y mi pueblo natal- expresó con gracia el Sr. Scully.
-Es bueno verlo, joven Charles.
-Lo mismo digo, Sr. Mulder.
Ambos estrecharon las manos como viejos conocidos y la Srta. Scully sin entender nada observaba como hablaban su hermano y el Sr. Mulder.
-Disculpen ¿Ustedes se conocen?
-Así es, Srta. Scully- comentó el Sr. Mulder.
-Charles ¿Por qué no me lo dijiste?- pregunto indignada.
-Quería estar seguro de que el Sr. Mulder era quien yo había conocido en Edimburgo. Katherine, el Sr. Mulder fue quien me inspiró para que estudiara Astrología, por él me he tomado un año sabático.
-¿Por mí? No lo creo, joven Charles- dijo con modestia el Sr. Mulder. -Usted ha tomado un año sabático por sus propios pensamientos e ideales, yo sólo le di un pequeño empujón para que se abriera camino.
-Y gracias a eso mi hermano menor es un demente, Mulder- le regañó la Srta. Scully.
-¿Hermano menor?- preguntó confuso.
-La Srta. Scully es mi hermana, Sr. Mulder, y me complace saber que ambos se tienen estima y afecto. Yo a usted lo admiro y ella a usted lo adora.
-Oh… creo que ha hablado con él, Srta. Scully.
-Sr. Mulder, con Charles es difícil ocultar un secreto- ambos sonrieron.
-Ahora que lo pienso, jamás me atreví a relacionarlos ambos, a pesar de que me ha hablado mucho del joven Charles, Srta. Scully. Jamás me atreví a relacionarlos como familia. Qué tonto he sido ante mi poca constancia con respecto a ese hecho.
-No se sienta mal, Sr. Mulder, a cualquier persona le pudo haber pasado- dijo el Sr. Scully.
-Mulder no es cualquier persona, Charles, eso tú lo sabes- dijo la Srta. Scully.
-Me disculpo.
-Increíble, eres hermana de mi pupilo y protegido, Katherine- expresó con orgullo y gracia el Sr. Mulder. -En cierta forma acabo de descubrir que no todos los Scully son de mente cerrada ante nuevas teorías sobre el universo.
-Si, pero no estamos aquí para hablar del sol, las estrellas y los habitantes en ella- le comentó. -Charles quiere conocer a tu hermana.
-Katherine, pudiste ser más sutil- pidió con cierta pena.
-Ella sabe que la sutileza no es parte de mis costumbres, joven Charles, por eso fue directa y franca- agregó el Sr. Mulder.
-Me ha dejado en evidencia- se quejó.
-¿Y usted cree que me negaría a presentarle a mi hermana? No, usted es un gran amigo.
Los dos hermanos sonrieron ante la confirmación; el Sr. Scully le ofreció el brazo a su hermana y ella lo tomó gustosa. Acompañados por el Sr. Mulder llegaron hasta donde se encontraba la Srta. Mulder.
Estaba sentada en uno de los extremos del salón, abanicándose constantemente y con rostro serio observando como los demás bailaban en el salón. Al advertir la presencia de su hermano y los Scully los miró fijamente con ojos verdes tan llenos de un misterio que fascinó al Sr. Scully.
-Hola Samantha- le saludó la Srta. Scully que al verla ya de pie no dudo en abrazarla.
-Hola Katherine, que encantador es verte- comentó. -El collar de…
-Samantha, quiero presentarte a Charles Scully, hermano de Katherine- interrumpió con la presentación, para evitar que su hermana dijera algo que no debía ser dicho. En cierto modo la Srta. Scully se desconcertó ante la interrupción.
-Es un placer, Srta. Mulder.
-El placer es mío, Sr. Scully- levantó su mano para saludar cortésmente al Sr. Scully.
-Samantha, el joven Charles es estudiante de término en medicina, pero en su tiempo libre estudia Astrología- le comentó el Sr. Mulder. -Él y yo nos habíamos conocido en mi último viaje a Irlanda ¿Recuerdas?
-Sí, diste una charla con respecto a la Astrología. Lo recuerdo perfectamente bien- agregó.
-Su hermano ha sido mi inspiración, Srta. Mulder- comentó el Sr. Scully.
-William ha sido una gran inspiración para muchos, Sr. Scully. No pongo en duda su admiración hacia él; pero dígame: ¿Está completamente de acuerdo con las locuras de mi hermano?
-No son locuras- refutó.
-Lo mismo digo- y ella sonrió encantada con el Sr. Scully.
-Con el permiso de su hermano, quisiera pedirle esta pieza- y extendió su mano. La Srta. Mulder buscó una expresión de negación en el rostro de su hermano, pero al no encontrarla le dio su mano al Sr. Scully.
-No suelo bailar inmediatamente con quienes me presentan, pero esta vez pasaré la regla por alto- cerró su abanico y fue al salón con el Sr. Scully.
-Alguien está en problemas- lanzó en una tonada graciosa la Srta. Scully.
-No entiendo- expresó confuso el Sr. Mulder.
-No debes dejar de advertir que mi hermano ha encontrado agradable a tu hermana y ella también a él. Si se le da rienda suelta a una amistad podrían ser algo muy parecido a nosotros- comentó la Srta. Scully con ilusión. -No lo censuraría.
-Son dos niños- sentenció el Sr. Mulder.
-Él es un hombre y ella una mujer. Charles sigue tus principios altruistas y Samantha te adora, vería en Charles a su hermano y… ya sabes…
-Estás pronosticando cosas que no van a suceder. Samantha es una niña, una jovencita muy diferente a las demás. Samantha jamás ha pensando en compromisos, noviazgos o boda. Sería completamente extraño que lo hiciera- y la Srta. Scully evitó reírse.
-No es el hecho de que se enamoren realmente, sólo quiero que entiendas que ella ya no es una niña- le recordó.
-No me lo recuerdes- dijo disgustado.
De repente ella sintió que la habitación giraba a su alrededor, uno de sus múltiples mareos sin explicación aparente. Él la sostuvo con prudencia por los hombros mientras la miraba asustado. Ella, sola, pudo sentarse en el sillón donde anteriormente estaba sentada su cuñada. El Sr. Mulder no pudo evitar la preocupación y se sentó con ella para después tomarla de la mano.
-¿Estás bien? Te descompensaste muy deprisa- le dijo preocupado.
-Estoy bien- contestó mientras se abanicaba para recuperar el aliento. -Sólo fue un simple mareo.
-Te pusiste pálida en pocos minutos- comentó con inquietud.
-Soy pálida- ambos sonrieron ante el chiste. -Estoy bien.
Ella al final había notado que él aun seguía sosteniéndole la mano y lo miró fijamente, una mirada de recordatorio; estaban en publico y no podían tocarse y mucho menos estar sentados tan cerca, aunque doliera. Él, con cierta rabia y melancolía le soltó la mano y se corrió un poco en el asiento para poner distancia entre ambos.
-¿Sigues molesto conmigo?- preguntó ella con la cabeza gacha.
-¿Por qué debería de estarlo?- preguntó con una sonrisa.
-Lo que te dije mientras bailábamos te incomodó mucho. No quise hacerlo- le dijo mientras observaba a todos, como bailaba su hermano menor con la Srta. Mulder. A su familia disfrutando de la fiesta y la mirada inquisidora de la Srta. Fowley.
-Entiendo, lo entiendo todo. Es tu familia y yo soy un testarudo, me comporté de una manera poco digna contigo. No debo presionarte, sólo tengo miedo, no quiero perder lo que tanto nos ha costado mantener.
Y ella sentía su temor porque ella también temía y era lógico. Había muchas cosas en juego y tan pocas opciones. Su expresión de tristeza pasó a ser a una de ira porque descubrió que la Srta. Fowley se acercaba a ellos con malas intenciones.
-¡Oh por Dios! Lo que nos faltaba.
-No pudo escoger peor momento- expresó con desaliento el Sr. Mulder.
-Buenas noches Sr. Mulder, Katherine- saludó la infame señorita.
-Buenas noches- saludaron al unísono poniéndose de pie.
-Feliz cumpleaños, Sr. Mulder- le felicitó.
-Gracias, Srta. Fowley.
-Sr. Mulder, su fiesta ha sido todo un éxito y usted es un gran anfitrión, pero mi pregunta es: ¿Por qué no baila? Sólo lo ha hecho dos veces en toda la noche.
-Al parecer has estado muy pendiente de lo que ha hecho el Sr. Mulder toda la noche, Diana- comentó la Srta. Scully con cierto descaro que hacia reír por dentro al Sr. Mulder. La Srta. Fowley sólo pudo brindarle una mirada de desprecio.
-No suelo bailar mucho ya que el don del baile no me fue otorgado. Sólo bailo cuando el momento lo amerita- le aclaró el Sr. Mulder a la curiosa señorita.
-Pero en el cumpleaños de la Sra. Mackenzie me demostró todo lo contrario ¿Recuerda que bailamos juntos esa noche?- le preguntó.
-Creo que nos acabábamos de conocer- el Sr. Mulder no pudo dejar de notar la mirada de hastío que reflejaba la Srta. Scully mientras aparentaba estar desentendida de la conversación.
-¡Qué encantadora diversión es el baile Sr. Mulder! Después de todo, no hay nada como bailar, aunque usted diga que sólo baila cuando el momento lo amerita. Yo tengo el baile por uno de los refinamientos de las sociedades cultas.
-Cierto, señorita; y posee también la ventaja de estar en boga entre las menos cultas del mundo. Todos los salvajes saben bailar- expresó el caballero con hastío.
La Srta. Fowley se limitó a sonreír.
-Su hermana lo hace deliciosamente- prosiguió tras una pausa al ver a la Srta. Mulder bailar con el Sr. Scully. -Y usted también.
Con la conversación y lo halagos respecto al baile, la Srta. Fowley pretendía hacer que el Sr. Mulder la sacara a bailar y la Srta. Scully comprendía muy bien esas intenciones y no le gustaban para nada porque se estaba muriendo de los celos. De repente, las cosas se tensaron más porque el Sr. Krycek sin un ápice de vergüenza se acercó al Sr. Mulder en compañía de su prometida, la Srta. Covarrubias.
-Sir William- le saludó el Sr. Krycek con altanería.
-Sir Alexander- le contestó advirtiendo que él también ya había recibido su título. Ni siquiera saludó a la Srta. Covarrubias.
-Excelente fiesta Mulder, estoy sorprendido que hayas enviando una invitación a la casa de mi prima en la cual mi prometida y yo estábamos incluidos- comentó con malicia.
-Desgraciadamente fue un error de nuestro coordinador de eventos. No se volverá a repetir, eso te lo prometo Krycek- le aseguró con obvio desdén.
-¿Cómo está, Srta. Scully?- preguntó el Sr. Krycek omitiendo las palabras del Sr. Mulder.
La Srta. Scully sólo lo miró con odio y agitación. Para ella él era un descarado; atreverse a dirigirle la palabra después de lo sucedido era de personas viles como él.
-Disculpe, Sr. Mulder, pero es hora de que vuelva con mi familia. Fue un placer hablar con usted y feliz cumpleaños- hizo una reverencia de despedida y sin mirar a los demás se retiró.
-¿Qué le pasa a Katherine? En mi humilde opinión se ha comportado de una manera muy grosera- expresó la Srta. Fowley.
-Ella no suele trata con personas que le desagradan- aclaró el Sr. Mulder.
-Habla como si la conociera muy bien, Sr. Mulder- comentó ella.
-Krycek, te agradecería que te retiraras de mi propiedad- lanzó el Sr. Mulder sin prestarle atención al comentario mal intencionado de la Srta. Fowley. -No me quiero ver en la obligación de llamar a la servidumbre para que te saque. Además quiero evitarle una escena bochornosa a la Srta. Fowley, que desafortunadamente no tiene la culpa de ser su prima- agregó.
-¿Desafortunadamente? ¿Quiere decir usted que debió ser mi culpa?- expresó dolida.
-Sí, si no fueran familia esto no hubiera pasado- explicó.
-Si tan molesto estas ¿Por qué no le pides a mi prima que se vaya también?
-No me tientes, Krycek- y se alejó de ellos muy molesto.
-Mira lo que has hecho, Alexander, lo has ofuscado ¿Estás contento? Estuve a punto de lograr que me invitara a la bailar- dijo enfurecida la Srta. Fowley.
-¿Cuándo entenderás que él no está interesado en ti?
-Sólo quieres contrariarme- le discutió.
-Él está enamorado de otra- le reveló con maldad su primo.
-No- rió perturbada. -Él está enamorado de mí- dijo con necedad. -Ahora vete a casa y envía el coche de vuelta- le pidió y luego se retiró.
-Krycek ¿De quién está enamorado realmente el Sr. Mulder?- preguntó la Srta. Covarrubias hablando por primera vez.
-De la Srta. Katherine Scully- le confesó. -Ellos son amantes, Marita, aunque traten de negarlo frente a nosotros. No se si lo sabías pero los Austen son familia de la Srta. Scully y Mulder pagó las deudas de los Austen ¿Tu mente percibe lo que yo veo?
-Claro Krycek, ella se acuesta con él y sus familiares reciben beneficios por ello. Reciprocidad amatoria. Eso lo podrías usar a tu favor- le recomendó.
-¿Cómo para qué?- preguntó con confusión.
-Te lo dejo de tarea, querido.
-Vamonos, ya hemos hecho suficiente aquí.
Y se fueron de la propiedad Macleoud con demasiada información en sus mentes, listos para usarla a su favor y hacer cualquier maldad que se les ocurriese. El baile continuó sin ellos y no hubo otro acercamiento entre los amantes en lo que quedó de la noche.
Sólo miradas fugaces y sonrisas amargas por el sentimiento de estar alejados y el dolor reinante en sus almas. La fiesta había llegado a su fin y aunque fue todo un acontecimiento muy poco le importaba al festejado que por protocolo debía despedir a los invitados en la salida, pero aun así no pudo despedirse de ella como quería porque su madre había tomado su lugar y con una mirada sólo pudieron decirse hasta luego.
Para poder regresar a Merynton tuvo que compartir el coche con sus dos hermanas y su madre. Estaban hablando sobre la fiesta y ambas señoras Scully no desaprovechaban el momento para criticar cualquier cosa que se presentó en Macleoud. Eso a ella poco le importó, solo podía dedicarse a mirar su anillo de compromiso, no el del Coronel Skinner sino el del Sr. Mulder.
-¿Qué tiene ese anillo que es capaz de llevarte lejos, Katherine?- preguntó su hermana política, la Sra. Scully.
-Nada- contestó secamente.
-¿Segura? He notado que lo miras más que tu propio anillo de compromiso y ahora que lo pienso jamás te lo había visto- la impertinencia de su cuñada podía sacarla de quicio, pero no se encontraba en condiciones para discutir y sólo le brindo una sonrisa amarga.
-Déjala tranquila, Tara ¿Qué tiene de malo que mire ese anillo? Sólo es un simple anillo ¿De acuerdo?- le amonestó la Sra. Austen.
-Sólo fue un comentario- se defendió.
-Un comentario demasiado impertinente. Atiende tus propias cosas, como por ejemplo: Educar mejor a tu hijo- le recomendó bien molesta.
-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó con indignación.
-Niñas, por favor ¿No creen que están un poco mayorcitas para este tipo de discusiones? Discuten por un simple anillo y para colmo la dueña no le ha prestado ni la mínima atención. Así que callen, es lo mejor- le recomendó la Sra. Scully.
El viaje continuó en total silencio, aunque la esposa del Teniente Scully había empezado a notar cosas extrañas en su cuñada que necesitaba aclarar y no iba a perder mucho tiempo en hacerlo.
Llegaron a Merynton sin complicaciones a pesar de lo tarde que ya era. La Srta. Scully junto a su familia entró a la residencia, en su rostros se reflejaba cierta tristeza, la cual no trató de ocultar, ya no le importaba mucho lo que pudieran pensar sus familiares. Sin despedirse de su prometido subió a su habitación, pero al entrar en ella se percató de que en realidad no se encontraba tan sola como quería estarlo.
Al girar sus ojos mostraron sorpresa al ver delante de ella a la figura imponente y celestial del Sr. Mulder. Con suma delicadeza se quitó la capa que cubría su cabeza dejando así ver su hermosa cabellera que caía sobre sus hombros. Ante él, ella era un ángel de marfil.
Ella lo interrogaba con la mirada ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Qué hacia ahí? ¿Qué se traía entre manos? Todas esas preguntas pasaron por su mente y ni siquiera se atrevía a moverse de donde estaba. Él estaba en las mismas condiciones que ella, no se movía ni siquiera un milímetro.
-Mulder- le llamó con voz débil, solo deseaba que él la escuchara, nada más. Ella decidió cortar distancia, necesitaba sentir su calor cerca de ella. -¿Cómo hiciste para estar aquí? No entiendo, yo salí y tú te quedaste en Macleoud ¿Cómo llegaste hasta aquí?
-Tengo un cochero muy rápido- le dijo en forma de burla, no pudo evitar acariciar su tersa mejilla ya que tocarla era lo que más deseaba en esos momentos.
-¿Cómo entraste? ¿Cómo supiste que ésta era mi habitación?- preguntó ella con los ojos cerrados, la sensación de su caricia la estaba acalorando de una manera agradable.
-No lo se, solo entré… debemos hablar.
-No debiste venir, sería muy peligro si te vieran aquí- le advirtió.
-Vale la pena el riesgo- comentó.
-Si estas aquí entonces no quiero hablar- agregó tajantemente. –Yo no quiero hablar, yo solo quiero que me beses hasta que el tiempo se detenga y se tome su propio tiempo para decidir cuando volver a comenzar con su faena.
Y él obedeció su pedido. La besó colmando cada rincón de su cuerpo y ella hizo lo mismo con él. Se besaron sin importarles el lugar o el momento, sólo eran ellos dos. Dejaron de besarse para brindarse un abrazo, ante el preludio de la pasión que empezaba a crecer entre ellos.
Se miraron intensamente y sin avisar, ella deshizo el nudo de la capa que él traía consigo haciéndola ceder al instante y lentamente cayó al suelo. No se veía sorprendido, la conocía, sabía que lo necesitaba como él a ella, así que no se sorprendió cuando se vio así mismo deshaciendo el nudo de la capa azul que ella llevaba.
Se vieron chocando contra la pared ante la desesperación de estar unidos rápidamente. No había marcha atrás, estaban ahí y el saber que podían ser vistos los excitaba en gran medida. Se besaban desenfrenadamente, mientras él ya había empezado a tocarla debajo de su vestido. Las manos frías del joven caballero hicieron salir de ella un suspiro ahogado que él contuvo en su boca. No podían ser escuchados.
Él había empezado a desatar los nudos de la parte trasera del vestido de ella para poder sentir la piel de su espalda, ella lo dejaba hacer acallando sus suspiros besándolo en el cuello. El se sacó la chaqueta en un movimiento brusco mientras ella luchaba por sacarle el corbatín blanco de gala y la camisa. Se besaban con ferocidad, con necesidad, con desesperación.
Se dejaron de besar un instante, sólo se observaban mientras respiraban agitados. De repente ella se sacó la orquilla que sostenía la mitad de su pelo haciéndolo caer y así se viera más abundante de lo que era. El la veía más hermosa así. Continuó con el vestido, estaba desatado por completo y sólo tenía que sacarlo para que cayera completamente sobre el suelo alfombrado.
Ella estaba en completa desnudez y él se mostraba fascinado. No le pasaban desapercibidos cada peca, lunar, curvas bien formadas, un vientre maravillo que resguardaba el mayor de los secretos y pechos destinados a la maternidad. Su piel blanquecina era tan solo iluminada por la luna, esta la hacía más bella ante los ojos de él y el collar que cubría su cuello brillaba en todo su esplendor complementando la figura embellecida.
Era la diosa Venus, su diosa Venus, la única que veneraba, rendía tributo y amaba. El se sacó la camisa lentamente al igual que los pantalones. Y ella se acerco a él abrazándolo por el cuello. Besos ligeros, donde saboreaban sus esencias los llevaron hasta la cama.
Debajo de él no estaba la niña que había conocido hace meses atrás, era toda una mujer, una mujer que lo daba y daría todo por él y él era consiente de ello, por eso la valoraba como ningún otro y se lo demostraba con cada beso fogoso, con cada caricia y cada suspiro silencioso.
Besaba sus pechos lentamente, disfrutando él tanto como ella. Seguía un camino por su piel de seda hasta su vientre, besándolo dulcemente, desconociendo que ese lugar se convertiría en el hogar de algo que sería demasiado importante para ellos dos. Ella evitaba reír o suspirar mordiendo sus labios, el fuego de la pasión, los envolvía y ella deseaba gritar como nadie, pero no podía, no ahí.
El dejó de besar su vientre y estaba dispuesto a continuar hacia la parte mas sensible de su Venus, pero ella lo miraba fijamente, lo llamaba con la mirada y él no pudo resistir ese llamado. Volvió a sentir sus labios dulces sobre los de él. Se besaban intensamente, como sólo ellos sabían hacerlo. Ella lo hizo girar sobre su espalda haciendo que ella quedara sobre él.
Quería brindarle lo mismo que el había hecho, pero de una manera distinta e intensa, porque estaba desesperada por unirse a él, sentirlo y que la llenara de extremo placer. Mientras besaba su bien formado pecho, su mano derecha fue en busca de su pene y él no pudo ahogar un gemido al sentir el tacto suave de tal mano.
Ella lo quería en ese instante, sin más preludios, porque el tiempo se agotaba y la tensión del lugar donde se encontraban les era algo incómoda, pero al parecer más le incomodaba a él que era el intruso que ella quien vivía en ese lugar.
Cuando Adonis rechazó a Venus esta lo convirtió en piedra por no acceder a sus deseos, era la leyenda griega. Pero el Adonis inglés no se atrevería a rechazar a la Venus irlandesa, no podía, porque ese Adonis amaba a su Venus.
Levantó la espalda del colchón, quedando así sentado y con ella sobre él y con sus piernas alrededor de su cintura, mientras él la sostenía con sus fuertes brazos por la espalda. Solo bastó un simple movimiento para que él empezara a entrar en ella, suave pero firme, encajados perfectamente entre besos y caricias.
Ella sintió cierta incomodidad al recibirlo, pero supuso que era por el tiempo trascurrido en el cual no había estado con él. Olvidó la molestia, dejándose llevar por el placer mientras ella misma empezaba a moverse sobre él.
Ligeros, calmados, suaves; pero sin lugar a dudas verdaderamente apasionantes, eran sus movimientos divinamente armonizados. Empezaron a moverse más deprisa al sentir que el clímax les avisaba de su llegada, ella gemía excitada ya sin recordar que podían escucharla. El le seguía el paso tras suspiros, gemidos y quejidos de pasión y volvieron a llegar juntos como almas gemelas, subieron al cielo y tocaron las estrellas de esa noche para volver otra vez, seguros de que seguirían unidos costara lo que costara.
Ella temblaba entre sus brazos y lloraba por amor, por el amor que intentaban revelar, por el amor que se les era prohibido, por lo que sentían uno por el otro. El la reconfortaba diciéndole al oído que la amaba más que a su propia vida y que nada cambiaría eso.
Se recostaron en la cama, cubiertos por las sabanas; ella se encontraba acurrucada junto a él absorbiendo su aroma tan característico y que tanto le encantaba. El sólo se dedicaba a acariciarle un hombro y mirar fijamente el techo.
-¿De quién es el collar?- preguntó ella simplemente y con los ojos cerrados. Él sonreía sorprendido al saber que ella no dejaba pasar nada por alto.
-Mi abuelo se lo regaló a mi abuela cuando se comprometieron, luego pasó a manos de mi padre y él se lo dio a mi madre así pasando a mis manos… y yo te lo regale a ti- le explicó sin mirarla, solo concentrado en esa simple caricia.
-Es muy tierno de tu parte, Mulder, pero creo que no debiste hacerlo. Es demasiado para mí- expresó con cierta incomodidad. -Además es una joya familiar. Debería ser de Samantha.
-Tu noble modestia no te deja entender- deshizo la unión para mirarla fijamente. -Esa joya te pertenece, como le perteneció a mi madre y mucho antes a mi abuela, porque representaba de forma material el amor que mi padre y mi abuelo sentían por ellas. Es lo que quiero que entiendas, es tuya porque te la ganaste, porque supiste como llegar a mi corazón y llenarlo de afecto… porque me amas y eso representa mucho- ella sonreía encantada.
-Yo no necesito joyas o vestidos bonitos para que me demuestres cuanto me amas- lo besó sutilmente. -Lo veo en tus ojos, lo escucho en tu voz y lo siento cuando me tocas.
-Bueno… si es así, entrégame el collar. Me dijeron que la Srta. Fowley lo observó tanto durante toda la noche que al parecer estaba celosa de que llevaras algo tan elegante; sería buena idea vendérselo en un excelente precio- decía burlonamente para fastidiar.
-¿No estás hablando en serio?- preguntó con sorpresa e indignación y él se hecho a reír sin poder evitarlo. Ella le colocó una de sus manos sobre sus labios. -Silencio, pueden escucharte.
-Si no te escucharon cuando gritaste mi apellido, te puedo asegurar que no me escucharon a mí- comentó pícaramente.
-Agradece que mi habitación es la que se encuentra al final del pasillo. A propósito, ¿como entraste?- preguntó curiosa.
-Por la ventana- le dijo antes de volverla a besar profundamente.
-Eres un pillo- expresó cuando él dejo de besarla, -pero creo que ya debes irte.
-Lo se- expresó con tristeza. -Pero primero dime que me amas- le pidió.
-¿Inseguro?- preguntó con asombro.
-No- exclamó deprisa, -es que me gusta escucharlo.
-Te amo- le dijo finalmente. -Te amo- y él volvió a sonreír -dos veces son mejor que una.
-Yo también te amo- le dijo ante la emotividad generada, le dio un último beso antes de pararse de la cama. Empezó a vestirse deprisa, aun faltaban unas horas para que saliera el sol y debía salir bajo el resguardo de la oscuridad, cuando se acercó a la ventana volvió a mirarla. -Buenas noches, Lady Katherine.
-Buenas noches, Sir William.
Y ante esa despedida el salio por el ventanal, el cual daba a un balcón. Con ayuda de las enredaderas que crecían debajo de dicho balcón bajo hasta el jardín así cruzándolo y caminado hasta la cerca de división de la propiedad.
A una esquina de la residencia un coche lo aguardaba y así subió al transporte para poder volver a casa sin saber que alguien se ocultaba entre las sombras vigilando cada uno de sus movimientos, a la espera de poder darle todo lo que sabía a la persona que lo había enviado a vigilar al Sr. Mulder.
Octubre 16
Mansión Merynton.
La mansión esa tarde se encontraba sumida bajo cierta tensión, la Srta. Scully seguía con sus extraños mareos y sus nauseas y vómitos habían aumentado considerablemente. Eran la confirmación de algo inminente.
Su hermana mayor al verla en ese estado no quiso regresar a Georgia, con tales sospechas no quería dejarla sola y mucho menos con una boda que se avecinaba.
La Srta. Scully se encontraba en su habitación en compañía de su hermana, se recuperaba de su último malestar a pesar de que era seguro que se iba a sentir mal nuevamente. Llamaron a la puerta y la Srta. Scully respondió al llamado, a la habitación entró la hermana política de ésta, la cual tenía un rostro de preocupación.
-¿Cómo sigues, Katherine?- preguntó al cerrar la puerta.
-Mejor, gracias por preocuparte- contestó.
No se mostró convencida, se frotaba las manos con nervios mientras caminaba hacia una de las ventanas de la habitación y mientras miraba hacia fuera comenzó hablar.
-No quiero contrariarte con mis palabras, Katherine, pero necesito saber la verdad- su tono de voz provocaba miedo entre la Srta. Scully y la Sra. Austen. -¿Estás encinta?
Las hermanas Scully se miraron con terror, la Sra. Tara Scully preguntaba algo que en realidad la Srta. Scully no sabía. La Sra. Tara Scully giró para mirarla fijamente ya que esperaba una respuesta inmediata.
-¿De qué estás hablando Tara?- preguntó con pánico.
-No quiero causarte pesar ni molestia. Ya te lo dije, pero quiero saber si estás encinta- aclaró.
-¿De dónde sacas eso?- le preguntó con ironía la Sra. Austen.
-Todos esos mareos y nauseas matutinas me hacen pensar que lo estás. Pasé por lo mismo antes de tener a Matthew- relató.
-Tara ¿te has vuelto loca? Está enferma por la tensión de la boda- comentó la Sra. Austen.
-Melissa, tú y yo hemos estado comprometidas y jamás nos enfermamos antes de contraer nupcias- aclaró con insistencia.
-Tara, no todos somos iguales- agregó la Srta. Scully.
-Solo contesta ¿Estás embarazada? Y si lo estas, ¿quién es el padre?- preguntó ya molesta.
-Me siento ofendida antes tus preguntas- expresó con nervios la Srta. Scully.
-Nunca has confiado en mí y lo entiendo, pero debes saber que sólo quiero ayudarte.
El silencio de la Srta. Scully le hizo entender que no tenía que decir nada y salió de la recámara furiosa. Ante la situación, las hermanas Scully se miraron aterrorizadas y reflejando nervios.
-Katherine ¿Lo estás?- preguntó ante la tensión generada por las preguntas de su hermana política.
-El único que puede ayudarme a confirmar eso es Charles.
Y su hermana le tomó la mano en señal de apoyo. Si en realidad las sospechas eran completamente ciertas las cosas se iban a complicar más de lo que en realidad estaban.
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