chapter = 14
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Sin lugar a dudas todo el crédito es de Chris Carter.
Clasificación: MSR al extremo.
Dedicatoria: A las bitches: Vania my love que siempre ha estado ahí, Rovi Adams mi gran beta, gracias por todo y por aguanta mis arranques de escritora sin remedio y Estrella tu apoyo ha sido clave para esto.
A mis amigas incondicionales del MSN: Agent Macgirl, Karina y Rosa las quiero chicas.
A Paulina, a mí amado William y también a todas aquellas personas que me han escrito al correo, en los foros y que han hablado conmigo por MSN, gracias por su gran apoyo y por su infinita paciencia.
Nota: Hace un año publique este fic y un año después público su última parte. Me encanto escribir este fic y se ha convertido en mi favorito de los que e hecho. Así que muy orgullosa a pesar de los retrazos, los imprevistos con la PC y las fallas en el Internet al fin tengo la suerte y la dicha de entregárselos. Hasta la próxima entrega.
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = 5 años después
18 de mayo de 1820
Villa Macleoud.
Junto a la primavera y la música de fiesta se celebraba uno de los acontecimientos más importantes entre dos familias marcadas por un pasado turbio y problemático. La felicidad y la alegría era notoria entres esas dos familias que festejaban la unión de dos queridos miembros.
La novia era la mas hermosa del lugar y mas aun con el realce que le hacia su vestido de seda azul. Reía a carcajadas porque era una nueva mujer, ya no era la niña mimada de casa y mucho menos la bebe que tenia que ser cuidada por sus hermanos mayores.
Los que pensaban que esa chica rebelde y extraña jamás se casaría se habían equivocado y celebraban tal falta. Tal vez no se caso joven, como lo hubiera deseado su madre. Pero había madurado, se había convertido en mujer, amante y esposa. Bailaba en los brazos de su esposo, un prominente profesional en Europa y en Estados Unidos. La miraba embobado, finalmente por lo que tuvo que esperar había llegado. Ella era su esposa y él su esposo.
Al ritmo de la polca española los novios, las familias y los invitados bailaban amenamente. La fiesta se realizaba en el jardín trasero de la casa, al aire libre, en compañía de la naturaleza y el sol. A la novia le había hecho ilusión casarse como los nativos a pesar de las renuencias de su suegra, hermanas y el novio; pero su empeño siempre había sido más fuerte que el deseo de los demás.
Y como Charles Scully estuvo siempre enamorado le era imposible decirle no a Samantha Mulder.
-Se ven tan felices Samuelle, especialmente ella. Jamás la vi tan feliz- decía la Sra. Samuelle mientras se frotaba el vientre donde resguardaba un embarazo casi en termino.
-Si hubiera sabido eso la hubiera casado antes- comentaba el Sr. Samuelle.
-No fuiste tu quien quiso esperar cuatro años antes de llegar al matrimonio. Fue ella y siempre apoye su decisión- decía indignada la Sra. Samuelle.
-¡Llegaron!- grito la Srta. Mulder o mas bien la nueva Sra. Scully.
La música se detuvo y los invitados se preguntaban que ocurría con la novia. La nueva Sra. Scully corría hacia unas personas que salían del interior de la casa en dirección al jardín, hacia donde se celebraba la fiesta.
Las familias y los invitados no podían creer lo que estaban viendo. Samantha Scully se abalanzo contra un elegante caballero de traje gris, que recibió el abrazo con enorme afecto y cariño.
-Que bueno que viniste- le decía aun abrazada a él.
-Estoy feliz de poder verte de nuevo- agrego el caballero mientras dejaba de abrazarla.
El novio junto a las familias se acercaron a la novia y los recién llegados.
-¿Katherine? ¿Sr. Mulder?- les llamaba anonadado Charles Scully.
-¡Por Dios Charles! Quita esa cara- le pedía su hermana asombrada por su hermano.- Al parecer has visto un fantasma.
-¿Qué hacen aquí?- les pregunto con asombro.
-No podíamos perdernos la boda de nuestra hermana- respondió el Sr. Mulder.- Además debía asegurarme de que las suposiciones de Katherine fueran ciertas y al parecer así lo fueron- confirmo él.
-Tengo buen ojo para esto- miro a Samantha Scully.- Y me encantaría que mi nueva hermana me diera un abrazo.
Y la Sra. Scully no tardo en hacerlo mientras el Sr. Mulder le daba la bienvenida a la familia a Charles Scully. Entre el grupo estaba Margaret Scully, Katherine Scully o Katherine Mulder como en Inglaterra la llamaban, se acerco a ella, la observo atentamente mientras notaba que su madre seguía igual, como la había dejado. Hija y madre rompieron a llorar por la felicidad mientras se abrazaban. Y la hermana de esta se unía.
-Samantha ¿no me vas a presentar a tu esposo?- pregunto una elegante señora que acompañaba al Sr. Mulder y a la Srta. Scully.
-¡Madre!- exclamo con sorpresa la Sra. Scully.- ¿Madre que haces aquí?
-Quería presenciar la nueva locura de mi hija menor- respondió Lady Teena Mulder.
Los Samuelle y los Mulder solo pudieron mirar a la aristocrática dama con reproche.
-Es un placer conocerla Lady Teena- le dijo el Sr. Scully cortésmente.
-¿Es cierto que eres medico?- le pregunto duramente, el Sr. Scully asintió un poco asustado.- Gracias al cielo, no podía concebir a mi hija casada con alguien que no llenara mis expectativas- y dejando a un lado su comentario mal intencionado, miro a la Sra. Samuelle y se le acerco.- Elizabeth ¡Estas en cinta!- comento sorprendida.- Llegue a dudar de que algún día ustedes llegarían a darme nietos y verte así me hace completamente feliz- les dio una sonrisa que ellos no pudieron descifrar, los beso a cada uno y volvió junto con su hija menor.
-Mulder ¿Esta bebiendo de nuevo?- pregunto su hermano y el Sr. Mulder se hecho a reír.
Del interior de la casa salía una dama joven. De la mano llevaba una niña de cinco años y en el otro brazo sostenía a un niño de la misma edad que dormía. La niña corrió soltándose de la mano de su institutriz y se acercaba al Sr. Mulder.
-Papa ¿Cuándo volvemos a casa?- le preguntaba la niña con voz infantil mientras el Sr. Mulder la tomaba entre sus brazos para cargarla.
-Estamos en casa Dana y ellos son tu familia- le informo el Sr. Mulder a su hija.
-Buenas tardes- salido la señorita con el niño en brazos.- Lady Katherine, el joven Fox se ha vuelto a dormir- le informo la institutriz a la Srta. Scully.
-Debe estar muy cansando, el viaje fue completamente agotador- miro a su madre.- Mama, ellos son tus nietos. Dana y Fox.
-Son hermosos Katherine- decía emocionada la Sra. Scully mientras tomaba al niño en brazos.- Se parecen tanto a ti.
-Pues yo creo que son iguales a su padre- decía la Srta. Scully mientras el Sr. Mulder la abrazaba mas.- Son mis dulces tormentos.
-¡Dios! Si hablo así cuando nazca el mío pediré que me maten- comentaba jocosamente y la Srta. Scully acudió a ella para abrazarla.- Mírate, eres toda una tonta británica, el vestido, el pelo ¡el acento! Mulder ¿Qué has hecho con ella?- preguntaba fingidamente alarmada.- Estas hermosa.
Después de una pequeña charla los recién llegados se unieron a la fiesta. La familia estaba nuevamente reunida y crecía a pasos agigantados. Con nuevas uniones, nuevos y futuros nacimientos.
La celebración duro horas hasta que los novios partieron a disfrutar su luna de miel. Y cuando los invitados comenzaron a retirarse empezó hacer lo mismo los familiares. Y así quedaron solos los dueños de casa junto con la servidumbre. El Sr. Mulder se encontraba en el salón principal, observando de pie el fuego de la chimenea que repiqueteaba. La Srta. Scully que bajaba por las escaleras noto su ensimismamiento y se acerco e a él.
El al verla le brindo una sonrisa que ella supo responder y así se tomaron de la mano.
-¿Cómo te sientes?- le pregunto ella con deseos de saber qué sentía él al estar allí.
-Es todo tan distinto- comentaba mientras pasaba su brazo por los hombros de ella.- Esta casa, los jardines, el pueblo, las personas- expresaba melancólicamente.
-Han pasado mucho años y ya no somos los mismos- le dijo para reconfortarlo.
-¿Cómo te sientes tú?
-Aun necesito asimilar todo esto- cerro los ojos, respiro profundo y luego los volvió abrir.- Ni siquiera sé como reaccionaran las personas que no estuvieron en la fiesta, cuando se enteren que estamos de vuelta.
-¿Te preocupa?- le preguntaba mientas se sentaban en un sillón.
-No, de peores cosas me he tenido que preocupar- decía con tranquilidad.- ¿Y tú?
-Yo no los necesito a ellos Katherine. Yo solo te necesito a ti- la miraba fijamente con tanta devoción que la hacia estremecer.- Tu hermano ha hecho tan feliz a Samantha- expreso él cambiando rotundamente la conversación lo cual a ella no molesto.
-Si ¿Sabes que me dijo ella? Que a pesar de lo que yo pudiera pensar, ella ama mas a Charles que lo que yo te pueda amar a ti- decía atónita.
El Sr. Mulder soltó una carcajada ante lo dicho por la Srta. Scully. El sabía que Samantha Scully podía llegar a ser verdaderamente extremista.
-Jamás cambiara- agrego el Sr. Mulder.
-Eso es bueno. Odiaría que se convirtiera en alguien que no es. Samantha es verdaderamente autentica- expreso orgullosa por la compañera de su hermano.- Emma, la hija de Melissa, es hermosa ¿la viste?- el Sr. Mulder asintió.- Austen compro una casa en Netherfield, viven cerca de Elizabeth. Quiero visitarla pronto- concluyo reflejando felicidad.
Ambos se quedaron callados, observando el fuego repiquetear ante tanto silencio encantador y sobrecogedor. La Srta. Scully volvió a suspirar.
-Mulder te dije que esta casa es demasiado grande. Es imposible vivir en ella- se quejaba.
-¿Cuál es tu empeño en decir eso? Somos miembros de la corte real inglesa y merecemos esta casa- decía seriamente.
-Eres un presumido- volvió a quejarse.
El empezó a hacerle cosquillas cuando la escucho, así sacándole grandes carcajadas que no podía acallar. Ella termino recostada en el sillón y él sobre ella. Su lugar favorito. El se acerco a su rostro y cortando la distancia se besaron lujuriosamente y seductoramente. Un beso húmedo, verdaderamente excitante, como ellos eran.
-Además- hablaba él al romper el beso y continuando besando su rostro,- aun nos faltan ocho Katherine. Recuerda que me prometiste diez.
-No seas mentiroso- le dijo ella con los ojos cerrados, sintiendo como él le besaba el cuello.- Yo no te prometí diez niños. Es totalmente descabellado- él dejo de tocarla y ella lo miro molesta.- ¿Por qué demonios te detuviste?
-Porque no me complaces- respondió quejumbroso.
-Subamos a estrenar la cama que Elizabeth compro para nosotros y veras como te complazco- le dijo seductoramente.
El le dio una mirada lujuriosa e impaciente por ver como ella lo complacía, se puso de pie y la tomo por un brazo y ella grito entre risas cuando él la tomo para llevarla en hombros y salir corriendo en dirección hacia las escaleras.
20 de mayo
Villa Macleoud.
Una tarde de te en tan esplendido lugar era lo que se desarrollaba ese día entre seis maravillosas damas.
El te caliente servido en un elegante y fino juego de tazas traídos especialmente desde Inglaterra por la Sra. Scully le hacia compañía a una agradable tertulia vespertina.
Reían como las damas aristocráticas que eran haciendo curiosas anécdotas y hablando de las vivencias de la Srta. Scully en Inglaterra.
-Londres no es muy distinto de Boston…
-Claro, las mismas costumbres, las mismas personas, los mismos prejuicios- le interrumpió la Sra. Samuelle.- Aun no me explico como te adaptaste tan rápido.
-Debo confesarte que al principio fue difícil ver que no todos te miraban con agrado- le aclaro la Srta. Scully.- Pero todo luego se hizo más fácil cuando el Rey George III que en paz descanse me entrego el titulo de Lady- relato mientras comía unas galletas.
-Aun no entiendo esa parte de la historia- expuso confusa la Sra. Austen.- Tengo entendido que debes ser Lady cuando te cases con Mulder y no antes, no te correspondía el titulo ¿Por qué el Rey te lo otorgo?
-Todos saben que el Rey George III jamás estuvo bien de la cabeza. El día en que oficialmente le entregaba el titulo a Mulder comenzó a decir que no se lo daría si no se casaba antes- comento.
-¿Podrías ser mas explicita hija?- le pidió su madre.
La Srta. Scully comenzó hacer memoria, volviendo a aquel día que le entregaban el titulo al Sr. Mulder.
5 años antes
Palacio Real.
1 de diciembre de 1815.
El palacio real estaba mas en movimiento que de costumbre. Le otorgarían oficialmente el titulo de Sir al Sr. Mulder; pero todos se habían puesto nerviosos ante la recién renuencia del Rey a conceder el titulo.
-No puedo dárselo sino esta casado.
El Sr. Mulder que estaba arrodillado frente a él lo miraba incrédulo. No entendía nada y mucho menos la Srta. Scully y Lady Teena que estaban entre el publico de la corte.
-Su Alteza el titulo del Sr. Mulder consistía en que debía ser entregado cuando él cumpliera sus treinta años y él ya los cumplió- le explico el consejero real.
-Es absurdo ¿soltero y con titulo? No lo concibo- miraba con reproche al Sr. Mulder.- ¿Esta usted comprometido con alguien?
-Eh… ¿yo? Su Alteza…
El Sr. Mulder no sabía como explicarle al Rey que si lo estaba ya que era complicado decirlo y decir también que su prometida estaba embarazada.
-¿Y bien? ¿Lo esta?
-Si… pero…
-Maravilloso ¿Y donde esta la dama en cuestión?
El salón estaba en completo silencio. Lo que menos quería el Sr. Mulder y la Srta. Scully era que los pusieran en evidencia; pero Lady Teena no iba a permitir que su hijo se quedara sin titulo real.
-Su alteza, disculpe mi intromisión- expresaba delicadamente Lady Teena.- La joven que esta a mi lado es Katherine Scully, la prometida de mi hijo- comunico solemnemente.
-¿Y que espera ella acercarse hasta aquí?- preguntaba hastiado.
La Srta. Scully no podía ocultar la cara de susto, no quería acercarse a donde estaba el Rey y el Sr. Mulder; pero la mirada aprensiva que le daba la Sra. Mulder la obligaba a ir con el Rey.
Se acerco lentamente tratando de mantener la compostura y ocultar los nervios. Se arrodillo ante el Rey como pudo ya que su vientre estaba algo crecido y ella y el Sr. Mulder se miraban por el rabillo del ojo.
-Esta embarazada- exclamo con sorpresa el pobre Rey George III.
-Así es Su Alteza- confirmo la madre del Sr. Mulder.
-¿Y por que no están casados?- pregunto con insistencia, pero nadie respondió, nadie quería cometer alguna equivocación.- Es usted muy hermosa Srta. Scully, pero me consta que usted no es británica.
-No ha errado mal Su Alteza- le dijo la Sra. Scully.- Vengo de Nueva Inglaterra o más bien Boston.
-¡Boston! Es usted estadounidense.
-Así es Su Alteza.
La confirmación de la Srta. Scully hacia peligrar el titulo del Sr. Mulder y eso lo sabia la madre de este. Los británicos no estaban muy contentos desde que Estados Unidos se independizo en el 1776 y el Rey George III era uno de los más furiosos. Un Sir casado con una estadounidense era impensable.
-Llamen al sacerdote real- pidió el Rey con autoridad.- Tendremos una boda.
Todo el salón quedo estupefacto, especialmente quienes el Rey pretendía casar. Se querían casar, pero no cuando el Rey lo dispusiera, sino cuando ellos lo desearan.
-Su Alteza, me va a disculpar; pero una boda en estos…- decía el Sr. Mulder antes de ser interrumpido por el Rey.
-¿Acaso pretende usted que ella de a luz sin estar casada y sin el titulo que le corresponde?
-No necesariamente.
El Rey y la Srta. Scully le dieron una mirada de reproche a lo cual el Sr. Mulder solo pudo agachar la cabeza con vergüenza.
-Llamen al sacerdote real- pidió de nuevo el Rey.
-Su Alteza, el sacerdote real esta fuera de Londres- le dijo el consejero.- Creo que es imposible realizar una ceremonia matrimonial.
-Claro que es posible- dijo con sencillez.- Yo los casare.
-Pero mi Señor, usted no tiene se poder- le recordó alarmado el consejo.
-Claro que lo tengo, soy el máximo jefe de la iglesia anglicana…
-Cuando me decían que el Rey estaba loco no lo creía, pero ahora lo que estoy viendo es la afirmación de tales comentario- decía susurrando el Sr. Mulder.
-¿No te quieres casar?- le preguntaba la Sra. Scully perturbada.
-Claro que si- expresaba agitado.- Pero no quiero que nos case él ¡Esta demente!
-Es tu Rey y si El desea presidir nuestra boda debes sentirte honrado- expresaba la Srta. Scully con sorna.
-No te burles de la situación.
-¡Yo los casare!- y el palacio tembló ante el grito de Su Alteza.
5 años después.
20 de mayo de 1820
Villa Macleoud.
-¿Y los caso?- pregunto con sorpresa la Sra. Scully.
-Así es, a pesar de los ruegos de su consejero, nos caso. Rápido y sin perder ningún tiempo- relato la Srta. Scully.
-El Rey pudo estar un poco mal de la cabeza, pero ese día hizo algo memorable- comentaba Lady Teena mientras agitaba su abanico frente a ella.
-No todos ese día pensaron que fue algo memorable, sino algo reprochable. Yo no estaba casada con Mulder y Su Alteza no podía casarnos, nuestro matrimonio no es valido ante la ley de Dios y el hombre- aclaraba la Srta. Scully.
-Hija mía- expresaba Lady Teena con voz pasiva.- Nadie puede discernir cuando un Rey decide hacer lo que se le plazca ¿A caso le cuestionaron a Enrique VIII su divorcio y su renuencia a aceptar las leyes católicas?- preguntaba con inteligencia.
-Adoro a Enrique VIII, un hombre adelantado su tiempo y con pensamientos tan retrógrados como los míos- comentaba orgullosa la Sra. Samuelle.- Bien Lady Katherine, doctora Scully, Sra. Mulder ¿Cómo deseas que te llame?- le preguntaba picaramente y la Srta. Scully le daba una mirada de reproche.- Demasiados títulos querida…
-Nos encantaría saber como es eso de que eres doctora Katherine- le pedía su madre.
Y la Srta. Scully comenzaba a relatar como pudo convertirse en la primera mujer graduada en Oxford y con un titulo de medicina en sus manos.
5 años antes.
Palacio Real
1 de diciembre de 1815
El Rey George III ya había casado a la Srta. Scully y al Sr. Mulder como lo deseaba y a ambos le había concedido el titulo de Sir y Lady bajo las miradas de sorpresa y enfado de toda la corte real británica. Pero lo que sucedió después iba a repercutir en los cimientos de la misma Inglaterra.
-Yo deseo concederles su primer beneficio como nuevos miembros de mi corte real- le comunico con esa cara de trastornado que todos no podían dejar de notar.- así que hablen mis fieles súbditos, estoy para servirles- concluyo.
El Sr. Mulder no tenia que pedirle nada al Rey. El lo tenía todo, una gran fortuna, bienes, una nueva y agradable esposa que pronto le otorgaría la bendición de un hijo. No podía estar más que agradecido.
Pero la Srta. Scully a pesar de tenerlo todo en la vida necesitaba algo más. Algo que ninguna mujer de su época podía obtener, pero si se encontraba allí y podía pedirle algo semejante a Su Alteza no tenía nada que perder.
-Si esta en sus manos mi señor- decía delicadamente la Srta. Scully,- me gustaría que me permitiera estudiar es mi mayor deseo. Quiero convertirme en doctora y lo lograría si entrara a Oxford- le miraba fijamente, pero luego volvió a concentrar su mirar en la alfombra que se extendía frente a ella.- Claro si es su deseo concederme tal pedido.
Y la corte no podía creer la afronta de la nueva y extraña extranjera ¿Cómo se atrevía? Nadia estaba de acuerdo con su petición y sobre todo porque era mujer, las mujeres no estudiaban y mucho menos en una universidad con el prestigio de Oxford. Era ridículo, descabellado, patético e impensable ¿lo era?
-Pero hija mía, usted esta en cinta- le recordó el Rey.
-Podría estudiar después de tener a mí bebe. Créame Su Señoría, puedo ser una gran madre y una gran profesional.
El Rey se quedo pensativo por unos minutos. El Sr. Mulder miraba con orgullo y fascinación a la Srta. Scully, aunque tal vez ella no recibiera tal beneficio se convertiría en la primera mujer que habla con voz abierta sobre sus deseos de convertirse no solo en una rica y prestigiosa Lady sino en un erudito de la medicina.
El Rey miro a su escribano y le llamo con la mano. Este se acerco arrastrando los pies, llevando consigo un libro muy pesado y una pluma.
-Escribano- miro de nuevo a la Srta. Scully.- Escriba: Yo George III Rey y Señor de Inglaterra, países e islas conquistadas, decreto; que todas las mujeres pertenecientes a la corte real británica tienen el derecho y el deber de estudiar en Oxford cuando lleguen a la edad justa de veinte años. Sean solteras o casadas.
Y la sala volví a exclamar disgusto y descontento. Mientras la Srta. Scully sonreía complacida y el Sr. Mulder la ayudaba a ponerse de pie para abrazarla con amor por su nuevo logro y el consejero real empezaba a balbucear estupefacto.
-Deje de hacer eso, se ve ridículo- le pidió el Rey molesto.
-Mi Señor, usted no puede decretar eso…
-Soy el Rey, yo hago lo que se me venga en gana- le grito.
5 años después
20 de Mayo de 1820
Villa Macleoud.
La Srta. Scully se encontraba de pie mirando por un de los grandes ventanales de la casa. Sonriendo al ver como el Sr. Mulder correteaba y jugaba con los niños en el inmenso jardín de gardenias. Recordando aquella imagen que había tenido cinco años antes de tenerlos.
-Es increíble que el Rey haya permitido tal cosa- decía asombrada y hablando por primera vez la Sra. Mackenzie.
-No muchos estuvieron de acuerdo con el decreto- comento la Srta. Scully volviendo a mirar a las damas que estaban presentes.- Cuando empecé las clases en Oxford los maestros se mostraban iracundos y molestos. Yo los entendía.
-Viejos entupidos- expresaba con desdén la Sra. Samuelle, mientras se frotaba el vientre y ocultando una expresión de dolor.- Es tan típico de ellos.
-Jamás los reproche- comento resignada- era de esperarse, como acabas de decir. Pero seguí mi camino y termine lo que había empezado. Me convertí en doctora- decía orgullosa.
-Una doctora que no ejerce- agrego Lady Teena con estupor.- ningún británico desea atenderse contigo y lo sabes, aunque te pese.
-Pero es doctora y eso es lo que cuenta Lady Teena- le decía con reproche la Sra. Scully.
Y en ese instante se escucho un quejido salir de la garganta de la Sra. Samuelle. Todas la miraron confusa, ella tenía una expresión de dolor dibujada en rostro y la Srta. Scully por puro instinto se acerco a ella.
-¿Estas bien?- le pregunto preocupada al ver como la Sra. Samuelle se tocaba su abultado vientre.
-No lo se- volvió a quejarse.
La Sra. Samuelle intento ponerse de pie, pero al sentir un golpe en su vientre se sostuvo de la mesa, respirando agitadamente y tocándose el bajo vientre. Cuando Lady Teena Mulder se acerco a ella sintió bajo sus pies algo húmedo, la Sra. Samuelle acababa de romper fuente.
Todas las damas se miraron con sorpresa y sin hablar. La Sra. Scully tomo el lugar de su hija junto a la Sra. Samuelle y le tomo del brazo.
-Elizabeth, creo que ya sabes que va a pasar de aquí en adelante- le comentaba gentilmente la Sra. Scully.
-¿Podríamos dejarlo para otro momento? No creo que estar lista- decía nerviosa.
-Oh no Elizabeth, nadie puede detener un inminente nacimiento- le explico la Srta. Scully.- Mama, Lady Teena lleven a Elizabeth a la habitación que esta junto a las escaleras.
Las damas asintieron ante la petición de la Srta. Scully y con voces gentiles y calmosas llevaron a la futura madre a la segunda planta de la casa. La Sra. Mackenzie y la Sra. Austen se acercaron a ella con un dejo de emoción.
-Melissa necesito que vayas a mi habitación y me traigas un maletín de cuero que esta sobre mi mesa de noche, tiene mis iniciales- le indico.
-¿Qué harás?- le pregunto a su hermana.
Media hora después en la Villa Macleoud solo se escuchaban los gritos de dolor de la Sra. Samuelle. En la habitación todas las mujeres que se encontraban allí estaban ayudando a la parturienta y la doctora que la ayudaba dar a luz.
-Vamos Elizabeth, tu puedes- le decía la Srta. Scully.- Es muy fácil, solo tienes que pujar.
-¡Por favor cállate!- le gritaba la señora con voz adolorida.- No me digas eso porque sabes que no es cierto- le recordó y volvió a gritar.- ¡Dios! ¡Sacalo ya!- le ordeno.
-Eso solo puedes hacerlo tú.
Lady Teena Mulder miraba la escena con tranquilidad mientras mojaba la frente de la Sra. Samuelle con paños fríos. La Sra. Scully desgarraba grandes sabanas blancas mientras la Sra. Mackenzie y la Sra. Austen las remojaban en agua caliente y la Srta. Scully permanecía encima de la cama con las mangas de su vestido remangadas hasta los codos y con un gran delantal blanco el cual ya tenia algunas manchas de sangre.
-¡Necesito ver a Michael!
-¡Deja de gritar y puja!- le pedía iracunda, le molestaba la forma en que la Sra. Samuelle estaba tomando el asunto.
-¡No!- se encorvo y tomo por el cuello de su vestido a la Srta. Scully.- Envía por Michael ¡Ya!
Y ante ese ultimo grito y petición a la Srta. Scully no le quedo más remedio que llamar al marido de la Sra. Samuelle a pesar que era poco prudente tener a un hombre dentro de esa habitación. Siempre se decía que el parto solo debía ser presenciado por mujeres, parteras y doctores que tenían como profesión la ginecología obstetricia.
La presencia de los maridos o esposos estaba totalmente prohibida; pero en ese momento la Sra. Samuelle no entraba en razón, ya que como lo interpretaba su suegra el dolor le nublaba la mente. Cuando llamaron al Sr. Samuelle a la habitación este entro a ella junto a su hermano, el Sr. Mulder que al ver la sangre tuvo que sentarse en una silla que había en la esquina. No era lo mismo ver sangre propia de vida que ver sangre que daba el paso a la muerte.
El Sr. Samuelle se inmuto un poco, pero al ver el lloriqueo de su esposa por el dolor se sintió tan conmovido y triste que se sentó junto a ella tomándola en brazos.
-¡Oh esposa mía! ¿Qué te ha pasado?- preguntaba preocupado y asustado.
-¡Michael!- le llamaba.- Esto es tu culpa, solo tu culpa- le reprochaba y el asentía sintiéndose culpable, la Srta. Scully miraba a la pareja con incredulidad.- ¡Te odio!
El Sr. Samuelle solo asentía a los reproches de su esposa, entendía que todo era producto del dolor y la angustia. La Sra. Samuelle empezaba a gritar más fuertes y todos se detuvieron a ver como la cabeza de su hijo, de su primogénito se asomaba al mundo.
El Sr. Samuelle a su lado observaba todo asombrado y maravillado mientras la Srta. Scully le pedía a la Sra. Samuelle fuerzas y que mantuviera el ritmo que llevaba. Al Sr. Mulder tuvieron que buscarle un vaso con agua porque estaba palideciendo al transcurrir los minutos.
Un momento después todo había pasado como por arte de magia. Un fuerte varón se encontraba entre los brazos de la Srta. Scully que lo limpiaba y envolvía entre frazadas delante de las lágrimas de alegría y júbilo de unos padres que ya habían perdido todas las esperanzas en tener un heredero. Algunas damas lloraban por la emoción y la Srta. Scully no podía dejar de sonreír ante la visión de su nuevo sobrino político que era toda una belleza.
La Sra. Samuelle con el niño en brazos no podía dejar de demostrar felicidad y le agradecía al Señor por el milagro otorgado y su esposo le decía lo agradecido que estaba porque ella lo había convertido en un hombre completamente feliz. Después de un rato en la habitación permanecían los nuevos padres que reposaban en la cama junto a su nuevo hijo, la Srta. Scully y el Sr. Mulder que no podía dejar de ver a su sobrino el cual pretendía llenarlo de muchas atenciones.
-¿Cómo lo llamaran?- les preguntaba la Srta. Scully que permanecía de pie junto a la cama.
-Andrew, Andrew Samuelle- repetía el Sr. Samuelle sin dejar de mirar a su hijo.- Como mi padre- expresaba orgulloso.
-Virtuoso nombre es- alabo el Sr. Mulder.
-Gracias Katherine- le agradecía la Sra. Samuelle mientras la Srta. Scully no entendía el por qué del agradecimiento.- Hace unos cinco años, Samantha me dijo que tú traerías mi hijo al mundo y no le creí porque pensaba que jamás tendría hijos. Y ahora, solo puedo decirte gracias, gracias a ti lo tengo entre mis brazos. Y lo protegeré como el mayor de los tesoros- decía entre lágrimas de alegría.
La Srta. Scully le dijo que no tenia que agradecerle nada y dejando a solas a la feliz pareja con su nuevo hijo y salio de la habitación acompañada por el Sr. Mulder.
23 de mayo
Netherfield.
Hacía cinco años que la Srta. Scully no caminaba por las calles de su pueblo natal. Hacía cinco años había partido de allí en busca de un nuevo futuro, de una nueva esperanza, había partido de allí para olvidar un pasado tumultuoso lleno de tristezas y también partió de allí para seguir recordando lo que había dejado atrás.
Cinco años después estaba allí nuevamente, frente a la entrada de la pequeña ciudad decidida a recorrerla nuevamente como lo hubiera hecho en un tiempo lejano. Bajo del coche cuidadosamente, lo observo todo; cada árbol, cada edificio, cada persona que cruzaba a su lado y sonreía con nostalgia. El coche partió dejándola sola como lo deseaba, volviendo a la Villa Macleoud.
Empezó a caminar despacio, adentrándose al pueblo. Todas las personas que la conocían la miraban confundidos y sorprendidos ya que era extraño verla ahí, alguno que otro la saludaba, muchos la miraban con indiferencia y mirada acusadora; pero al pasar los años había aprendido a darle de lado a los pensamientos y miradas mal intencionadas.
Entro a la tienda de la Sra. Long, camino por las estanterías recordando que en uno de esos pasillos el Sr. Mulder se le había declarado y volvió a sonreír con alegría. Compro una caja de chocolates y mientras la pagaba la Sra. Long le decía el placer que le daba volver a verla. No todos sentían desprecio hacia ella sin ninguna duda.
Caminaba por el parque de Netherfield recordado cuando el Sr. Mulder la perseguía molesto, porque ella no se atrevía a confesarle sus sentimientos. Al bajar por la calle principal llego hasta la puerta del cementerio, un mendigo que se encontraba allí le llamaba suplicante y ella tan piadosa como cualquier dama con corazón calido le entrego diez monedas de plata y él se lo agradeció muy efusivamente. Cuando entro al cementerio compro flores y con los ojos cerrados, de memoria llego hasta la tumba de su padre. Dejo las flores sobre la cubierta de mármol, se arrodillo y rezo por su padre, lloraba ante el vació que tenia por la falta que le hacia en su vida.
Deseaba tenerlo con ella, que él pudiera disfrutar de la familia que ella había formado, de sus nietos de su encantador y magnifico compañero. Deseaba que él estuviera con ella para que viera que supo elegir bien. Pero sabia que su padre no sentía ningún rencor y que se sentía orgullo y feliz por ella.
Sin saber cómo, llego hasta la tumba del Coronel Skinner. La miraba fijamente sin pensar nada, una lapida de marfil negro, rezaba el nombre completo del militar con las fechas de su nacimiento y deceso conjunto a un extraño y confuso epitafio que decía: “El amor lo llevo a donde hoy descansa”. No lo entendió y mucho menos quiso entenderlo, no sentía rencor por él, solo lastima y así dejo una flor roja sobre la lapida antes de continuar con su camino.
Cuando salio de las hileras de las tumbas del cementerio y continuo por uno de los callejones principales no pudo dejar de encontrarse con una dama muy conocida por la Srta. Scully, la dama vestía completamente de negro y un velo le cubría el rostro.
Aun así la Srta. Scully no dejo de notar la mirada de odio que le expresaba la susodicha dama. Ella quiso continuar su camino, pero las palabras de la dama de negro la detuvieron.
-¿Acaso no piensas saludar a tu vieja amiga Katherine?-dijo volteándose a verla.
-Creo que usted no entra en mi listado de amistades Srta. Fowley- le advirtió antes de voltear para mirarla y con solemne educación dura.- Mis amistades no me desean ningún mal.
-¿Y tú crees que yo te deseo algún mal?- pregunto irónicamente.
-Mas de lo debido, sus ojos me lo demuestran- le comento secamente.
-¿Me odias? Yo debo odiarte mas- le refirió mientras se quitaba el velo que le cubría el rostro.- Debo odiarte mas porque me quitaste lo que yo mas deseaba, lo que tú sabias que por derecho me correspondía- le afronto directamente, sin ningún rodeo; tenia años esperando para decírselo.
-¿Qué le e quitado yo a usted?- preguntaba con ironía.- Creo que nada y si habla del Sr. Mulder debo decirle que no tengo la culpa que él me haya elegido sobre usted y que usted no pudo tenerlo para manipularlo a su antojo. El supo tomar una decisión, es algo que usted no puede reprochar ni discutir- le explico duramente.
La Srta. Fowley sentía rabia y término cortando distancia entre ella y la Srta. Scully, así invadiendo su espacio personal y sin la Sra. Scully esperarlo la Srta. Fowley rompió en insultos contra ella.
-¡Me lo quitaste! No lo niegues, deja de mentir, tú sabias que me interesaba y te metiste en mi camino. Lo engañaste, lo segaste, lo sedujiste y te metiste en su cama- continuo.- Puedes estar muy bien vestida, ser completamente educada, pero eres una ramera, una prostituta, una meretriz- le grito.
La Srta. Scully no espero a que ella continuara y la abofeteo, no podía soportar los insultos de una mujer que estaba completamente iracunda y despechada por no lograr lo que siempre deseo. La Srta. Fowley se cubría la parte de su rostro enrojecido mientras miraba con tirria a la Srta. Scully, ella al respirar agitada quiso mantener la compostura después de lo que le había hecho a su enemiga jurada.
-Comprendo su rencor, pero no puedo permitir que me hable así- le advirtió.
-No puedes hacer mas que eso, no eres nadie Katherine, nadie. Netherfield te desprecia y no te acepta, mejor vuelve por donde viniste; nadie aquí te necesita- le decía furiosa.
-Y yo no los necesito a ellos, ni la necesito a usted- le comento serena.- Tengo una familia, hijos y un hombre que me ama y con eso me basta- dijo hiriéndola en lo mas profundo de su alma, antes de continuar su camino miro con ojos lastimeros a la Srta. Fowley.- Lamento lo de su madre, era una dama que si merecía mis mas sincero respeto.
-¡Eres una hipócrita! ¡Aléjate de mí! ¡Te odio!- empezaba a llorar con rencor.- El día en que mueras seré eternamente feliz Katherine…
-Lady Katherine para usted, no somos iguales, jamás lo seremos- le dijo interrumpiéndola.- Jamás lo olvide- y victoriosa siguió su camino.
La Srta. Fowley continuaba llorando y ante la rabia termino arrodilla en el suelo. La Srta. Scully no volteo a mirarla, pero vio otra mujer que corría hacia ella, la Srta. Covarrubias se detuvo ante ella, pero la Srta. Scully solo pudo darle una mirada fría y continuo mientras ella hacia lo mismo ante la sorpresa y ayudaba a su prima a ponerse de pie; pero ella solo la golpeaba y la llenaba de insultos.
Después de ese encuentro tan molesto y acalorado la Srta. Scully decidió que era un buen instante para hacerle una visita a su hermana y conocer la casa que había adquirido muy cerca a la de los Samuelle. A su hermana no le hablo del encuentro que había tenido con la Srta. Fowley, pensó que no valía la pena y opto por olvidarlo.
El transcurso de la tarde lo paso en aquella casa, hablando con su hermana, disfrutando de su sobrina y de la felicidad de ambas. Ella le comentaba que el Sr. Austen había prosperado muy bien desde que había comenzado hacer negocios con el Sr. Samuelle y que Collins se había convertido en una gran plantación, gracias a ello habían obtenido grandes beneficios, la nueva casa en Netherfield y las acciones bancarias eran una de ellas. Y la Srta. Scully se sentía feliz por la nueva dicha de su hermana.
Antes de caer la tarde sintió deseos de volver con los suyos en Macleoud y su hermana no la detuvo, le ofreció un coche y así partió sin demora. Al llegar a Macleoud fue recibida por el mayordomo de la propiedad cuando le abrieron la puerta.
-Bienvenida Lady Katherine- le expreso mientras la ayudaba a bajar del coche.
-Gracias Arturo- expreso complacida.
-¿Cómo estuvo su paseo en Netherfield?- le preguntaba con curiosidad propia el mayordomo.
-Encantadora. Ah… procura que el coche que me trajo regrese a la propiedad de los Austen- le pidió mientras le entregaba su bolso a su dama de compañía y subían la escalinata hasta la casa.
-Se hará como usted ordena Lady Katherine…
-¿El Sr. Mulder y el Sr. Samuelle aun están practicando en el jardín trasero?- le pregunto al mayordomo.
-No Lady Katherine- negó,- el Sr. Samuelle partió hace unos momentos a Derby y Sir William descansa en la biblioteca- le comentaba mientras entraba al salón principal de la propiedad.- Ha pedido que no sea molestado.
-Creo eso no se aplica a mi Arturo- le decía divertida la Srta. Scully al prever el poco atino de su mayordomo con las palabras.- ¿Mis hijos duermen su siesta?- el mayordomo asentía, mientras la Srta. Scully miraba hacia las escaleras.- ¿Y Lady Teena?
-Lady Teena se encuentra en Derby, pensábamos que vendría con usted- comento desconcertado.
-No, no estuve en Derby, estuve en Derby ayer- le comentaba incomoda.- No entiendo porque no me dijo que iría hasta allá, pude haber pasado por la propiedad y así evitarle la molestia a mi hermana de ofrecerme un coche para venir hasta aquí- comentaba molesta y suspiro.- Es mejor que lo olvide- tomaba la espada del Sr. Mulder el cual la había dejado a un costado de uno de los muebles del gran salón.- Arturo, ofreceremos una fiesta por el bautizo de nuestro ahijado, Andrew. Debemos hablar con respecto a los preparativos mañana.
-De acuerdo señora- respondió el empleado.
-Bien, vuelve a la cocina y procura que no vuelvan a quemar el bistec del Sr. Mulder ¡Por Dios! Tienen dos noches haciendo lo mismo y él odia que hagan eso- le volvió a expresar molesta.
-Haré todo lo que este en mis manos Lady Katherine- expreso complaciente y se retiro.
La Srta. Scully decidió ir a la biblioteca para ver al Sr. Mulder llevaba consigo la espada de él, caminaba por un pequeño pasillo poco iluminado, adornado con pequeños paisajes y con paredes grises. Al llegar a la puerta, giro el pomo y al entrar todos sus sentidos de alarma se activaron al ver como un hombre muy conocido por ella le apuntaba con una pistola a un muy dormido Sr. Mulder.
Ella con destreza se acerco al infame caballero y coloco la punta de la espada en el cuello del hombre. Ella respiraba agitada y nerviosa, pero no perdía el control, el hombre aun seguía apuntado con el arma al Sr. Mulder y sus ojos expedían puro odio.
-Tiene dos opciones: bajar el arma y no salir herido de aquí o disparar y no poder verlo agonizar, yo no le daría tiempo para eso- le explicaba al caballero con tono amenazante.
El hombre no decía nada, solo seguía apuntando con el arma hacia la cabeza del Sr. Mulder. Su rencor, su odio, su rabia era tan grande que era imposible imaginárselo.
-¡Bájela ya!- le grito la Srta. Scully.
El Sr. Mulder ante tanta agitación a su alrededor abrió los ojos y su rostro entro en pánico al ver que su vida corría peligro. El arma estaba lista para lanzar el primer tiro.
-¿Krycek?- preguntaba confundido al ver como la Srta. Scully tenia una espada en su mano y apuntando hacia el cuello del Sr. Krycek, mientras que este le apuntaba a él con arma.- ¿Qué demonios esta pasando aquí?
-¿Quieres saber que pasa?- le pregunto con voz oscura.- Te voy a matar y tu ramera hará los mismo conmigo. Aunque lo dudo, no sirve ni para tabernera- decía con malicia.
-¿Cree que no soy capaz Sr. Krycek?- le preguntaba ella agitada.- Tiene una deuda pendiente conmigo, aun no he olvidado lo que intento hacerme en Pemberley ¿lo recuerda? Tengo motivos suficientes como para cortar su cuello con esta espada- le explicaba cuidadosamente.
-Pensé que le había gustado, como a todas las meretrices del mundo- decía burlonamente.
-Suficiente-grito ella y rápidamente le hizo un corte profundo al Sr. Krycek en la pierna.
El Sr. Krycek cayo de rodillas ante el dolor y dejo caer el arma, el Sr. Mulder su puso de pie de prisa y tomo la pistola en sus manos apuntándole con ella al que había intentando asesinarle.
El mayordomo y dos empleados más entraron a la biblioteca al escuchar los gritos provenir de allí.
-¡Vayan por el alguacil del pueblo!- grito la Srta. Scully mientras seguía amenazando con la espada al Sr. Krycek que seguía en el suelo.- Quiero esta rata fuera de mi casa.
El mayordomo y un empleado salieron de la biblioteca el otro se quedo allí, estático al ver la escena tan extraña.
-¿Qué demonios pasa contigo Krycek? ¿No te ha sido suficiente lo que has hecho contra nosotros?- le preguntaba histérico el Sr. Mulder.- Este no es tu estilo, tu estilo es enviar a otro para acabar conmigo. Así lo hiciste la última vez.
-Descubrí que si quieres que te hagan un buen trabajo debe hacerlo uno mismo- decía con rabia.
-Claro, con Skinner no te funciono- recordó.- Pero si quieres acabar conmigo ¿Por qué no me retas a duelo? Seria más ético y no esta infamia.
-Porque estoy harto que todo te salga a la perfección, estoy harto de que lo tengas todo, harto de que hasta el mismo Rey de Inglaterra te trate como su favorito y te conceda cientos de favores ¡Estoy cansado de eso! Y se acabara cuando te mueras- expreso con rabia.
-¿Usted también? Usted y su prima están llenos de envidia y veneno, me consta- comentaba la Srta. Scully provocando confusión en el Sr. Mulder.- ¿Sabe qué? Yo también estoy cansada de usted, de su prima y de todo lo que tenga que ver con ustedes ¿pero me ve tratando de matarlo? están ridículo su odio hacia nosotros que jamás lograre entenderlo y lamento mucho que Skinner haya sido arrastrado por ese odio, el cual lo llevo a la muerte…
-Yo mismo me encargare de que algo así no vuelva a ocurrir- le interrumpió el Sr. Mulder.
-¿Qué puedes hacer tú?- le pregunto el Sr. Krycek con una sonrisa burlona y de odio.- ¿Matarme? No seria capaz. Odio reconocer que lo de Skinner solo fue un accidente ¡Y también te aborrezco por eso!
-Mulder sino haces algo lo haré yo- le advirtió la Srta. Scully.- No quiero que mis hijos vean a este hombre.
-Calma- le pidió.- Esta degradación hacia mi y mi familia te costara el titulo- le comento.- Le escribiré una nota a George IV hablándole de lo que has hecho y todos tus privilegios se te serán retirados.
-El Rey no haría semejante cosa- le dijo el Sr. Krycek, tocándose la herida que no dejaba de sangrar.
-Tú lo acabas de decir Krycek, el Rey me concede cientos de favores y lo que le pediré no me será negado dada las circunstancias. No volverás a pisar estas tierras y mucho menos volverás a pisar la corte real- le amenazo.- Eso te lo juro.
El Sr. Krycek intento atacar al Sr. Mulder pero el empleado que estaba allí se abalanzo sobre el Sr. Krycek manteniéndolo en el suelo mientras seguía gritando insultos contra el Sr. Mulder y la Srta. Scully.
El mayordomo y el otro empleado entraron a la biblioteca y sacaron al Sr. Krycek por órdenes del dueño de la propiedad. La Srta. Scully dejo caer la espada cuando vio que se llevaban al hombre que estuvo a punto de quitarle lo más preciado en su vida y corrió a los brazos de él ante el susto y la agitación.
-Todo estará bien- le decía él en un susurro.
-No se que hubiera pasado sino hubiera entrado a tiempo- decía angustiada y a punto del llanto.
-No pienses en ello- y le beso la frente.- Te comportaste tan valerosamente.
-¡Cállate y escúchame!- le pidió antes de que él continuara con los halagos.- Quiero ese hombre bien lejos ¿es cierto lo que dijiste? ¿Pueden impedirle la entrada al país?- decía temerosa.
-Claro, intento matarme, pero… creo que exagere con lo del titulo, dudo que se lo quiten.
-Eso no me importa, solo lo quiero lejos de ti y de mis hijos. Es todo.
Volvió abrazarlo, suspiro en su hombro sintiendo que todo volvía a la calma después de lo ocurrido. Perder al Sr. Mulder le era impensable y quería mantenerlo mucho tiempo junto a ella, costara lo que costara.
Dos días después de lo acaecido se enteraron que un juez le había ordenado al Sr. Krycek salir inmediatamente del pueblo y del estado de Boston. El Sr. Mulder había hablado con un representante del Rey que vivía en el país y este le aseguro que el Rey atendería su petición con suma rapidez y estaba muy seguro que le pediría al Sr. Krycek volver a Inglaterra tan pronto fuera posible.
La calma volvió al cuerpo de la Srta. Scully ya no tenía nada que temer. Con el Sr. Krycek lejos del país y la Srta. Fowley mas tranquila después de lo sucedido en el cementerio ya podía tener una vida tranquila junto a los suyos.
26 de mayo.
Villa Macleoud.
En una tarde como cualquier otra, la villa Macleoud era inundada por la suave música de un piano, una niña de cinco años junto a su madre tocaba como un prodigio las suaves notas de una simple balada romántica.
La Srta. Scully sentía orgullo por los progresos de su hija, eran notorios, a Lady Teena le fascinaba decir que su nieta tocaba mejor que su hija a pesar de la experiencia obtenida por los años. La Srta. Scully solo podía pensar que sus progresos con el piano se debían a su inteligencia innata, adquirida por su padre. La Srta. Dana era una niña tranquila, con los ojos de su padre y el pelo de su madre, era un verdadero ángel.
A diferencia de su hermano, el joven Fox era inquieto y curioso, tenía el temperamento de su padre y a veces tenían que recurrir a los castigos para mantenerlo a raya, pero siempre salía librado por las intervenciones de sus abuelas que lo alcahueteaban cada vez que podían.
Y en ese instante el joven Fox entraba al cuarto de música gritando, perseguido por su institutriz. El niño era un verdadero diablillo y sus gritos obligaron a su hermana a detener su práctica.
-¡Fox!- le grito su madre.
-Lo siento Lady Katherine- se disculpaba la institutriz fatigada.- El joven Fox no desea almorzar.
-Madre, es horrible- se quejaba dando saltos quejumbrosos.
-Fox ven aquí- le pedía dulcemente su madre y el niño se acerco rápidamente.- Esta es la tercera vez que te niegas almorzar, tu comida se va a convertir en tu cena si sigues negándote a comer- le explicaba.
-Madre, odio los frijoles- manifestó.
-¿Por qué los odias?- le preguntaba.
-Porque saben horrible- contesto.
-Pero tú hermana opina lo contrario ¿verdad Dana?- la niña asentía firmemente.- ¿Ves? Si ellas se los come tú debes hacer lo mismo- le explico.
-Ella es rara- comento indignado ante lo dicho por su madre.
-Y tú eres un pequeño demonio- le gritaba su hermana ante la sorpresa de la Srta. Scully.- Los niños como tu Dios los envía al limbo por su comportamiento.
-¡Eso es mentira!- le grito.
-¡Es la verdad!- grito ella.
-¡Mama!- le llamaba el joven Fox.
-¡Niños!- les llamo la Srta. Scully.- Basta ¿Cuántas veces debo decirles que no deben discutir? Son hermanos- se puso de pie y sentó al joven Fox con su hermana.
-Madre, si piensas que voy a abrazarlo me niego- le advirtió la Srta. Dana a su madre.
-¿Por qué me odias?- le preguntaba su hermano con gran suspicacia.
-No te odio, solo me irritas.
-Lady Katherine ¿no se pregunta usted como pueden hablar así si tan solo tienen cinco años?- le preguntaba la institutriz a la Srta. Scully mientras los niños continuaban su discusión.
-¿Sabes Sally? Me encantaría tener esa respuesta, pero no la tengo.
En ese momento el Sr. Mulder entraba a la sala de música con dos pequeños paquetes. Los niños interrumpieron su discusión al verlo y se abalanzaron contra él para abrazarlo. El Sr. Mulder se arrodillo y los abrazo a cada uno con sumo cariño paternal.
-¿Cómo se han portado usted dos hoy?- les preguntaba con una agradable sonrisa.
-Fox interrumpió mis clases.
-Ella me llamo pequeño demonio.
Al Sr. Mulder no les sorprendían las quejas, siempre hacían los mismo cada vez que él llegaba y se sorprendía así mismo por sus deseos de tener mas hijos si con los que tenia les bastaba y les sobraba.
-Lo típico ¿cierto, Katherine?
-Jamás cambiaran- le decía acercándose a él y dándole un sutil beso en los labios.
-Buenas tardes Sir William- le saludo Sally.
-Buenas tardes Sally.
-Papa ¿Qué son esos paquetes?
-Uno es de tu hermano y otro es tuyo Dana, pero se los entregare si me prometen que no van a discutir en lo que queda de mes- les explico.
-¿Chantaje, padre?- pregunto el joven Fox con sorpresa.
-Es la única manera de callarlos a ambos- les recordó.- Bien, me prometen no volver a discutir.
-De acuerdo- expresaron los dos sin pensarlo.
-Al mes solo le queda una semana, puedo hacerlo- expuso la Srta. Dana mientras tomaba el paquete que le entregaba su padre.
La Srta. Scully empezó a reír ante el atino increíble de su hija al razonar tan inteligentemente. Y el Sr. Mulder solo podía pensar que sus retoños eran verdaderamente increíbles.
-Tengo algo para ti Katherine- le comunico el Sr. Mulder.
-¿Qué cosa?- le pregunto con curiosidad.
-Esta en el salón principal- miro a sus hijos.- Dana, Fox, quédense aquí con Sally ¿entendido?
-Si, padre- dijeron uno detrás del otro.
El Sr. Mulder tomo de la mano a la Srta. Scully y la llevo al salón principal de la casa. El sonreía ante el nuevo cuadro del lugar, estaba sobre la chimenea, una pintura enmarcada en madera preciosa y que era el orgullo del caballero.
La Srta. Scully estaba verdaderamente estupefacta ante la imagen se alejo del Sr. Mulder y miraba el cuadro fijamente, anonadada y asombrada.
-¿Qué te parece?- pregunto él con alegría.
-La imagen es oscura, fría, indiferente, aires de prepotencia y engreimiento salen de ella- expuso seria.- ¡Es horrible!
-¡Katherine! Criticas tu propio retrato.
Ella empezaba a reír mientras miraba el retrato que la mostraba a ella en toda su belleza y esplendor, por eso era el orgullo del Sr. Mulder. En la imagen llevaba aquel vestido azul y las joyas que lucio en aquel baile donde celebraron el cumpleaños del Sr. Mulder. El se acerco a ella y le abrazo por detrás, así juntos mirando la pintura.
-No puede creer que este aquí- expresaba con sorpresa la Srta. Scully.- ¿Cuándo llego?
-Una semana antes de la boda de Charles y Samantha, pero Michael había olvidado entregármelo, ya sabes por la boda y luego el nacimiento de Andrew. Es mi mejor obra Katherine.
-No digas tonterías- decía insegura.- No soy tan bella para decir que es tu mejor obra, me gusta mas la pintura que hiciste de los niños.
-Eres mi musa y que no se diga lo contrario- le discutió.- Es mi mejor obra, mi mejor pintura ¿y sabes por qué? Porque eres tú quien la complementa.
-Oh Mulder, cállate- giro para mirarlo fijamente, con amor y devoción.- Sabes que cada vez que me dices esas cosas rompo a llorar, odio eso- se quejo ante la risa del Sr. Mulder.- Creo que se vería mejor en el salón de té. Donde siempre quisiste que estuviera.
-No, ahora que lo veo ahí arriba me parece que es perfecto donde esta- decía serio.- Es el altar de mi diosa y es ahí donde deseo que sea venerada- le dio una mirada calida y transparente, ella solo pudo besarlo con profundidad.
De repente la casa se volvió a llenar de música y la pareja rompió el beso al escuchar el hermoso vals.
-¿Le enseñaste a tocar un vals?- preguntaba el Sr. Mulder con sorpresa.
-Debía enseñarle, escucho uno en la boda de nuestros hermanos y se obsesiono con ello. Ya sabes que es como tú, insiste hasta lograr lo que desea- le recordó.
-Es el mejor don de los Mulder- y ella le dio una mirada de incredulidad, él volvió a sonreír.- Me concede esta pieza Lady Katherine.
-Por supuesto Sir William- le manifestó.
Bailaban despacio, sumidos entre la bella melodía del vals. Se miraban fijos y sonreían tan abiertamente que era notoria la felicidad donde se encontraban embarcados. Bailaban como aquella vez, en el cumpleaños del Sr. Mulder donde tuvieron que ocultar sus sentimientos más profundos, pero ya no mas decían en silencio, podían expresarlo abiertamente y sin miedo alguno.
Se detuvieron un instante, solo mirándose fijamente, como si estuvieran hablándose mutuamente con sus pensamientos. Ella le acariciaba el rostro con una ternura que era capaz de conmover el corazón del Sr. Mulder.
-Dime que esto perdurara por siempre- le pedía tiernamente.
-Hasta que la última estrella del universo se apague- le comento mientras besaba sus labios rojos.
-Será eterno…
-Tu y yo seremos eternos- la estrechaba mas entre sus brazos, respirando su mismo aire y escudriñando en el interior de su mirada.
-Entonces no necesito saber más.
Y volvieron a besarse, continuaron bailando y amándose hasta el final de sus vidas y viviendo en los corazones de cada uno de sus descendientes, con sus enseñanzas y pensamientos. Y fueron eternos así, nunca fueron olvidados, su amor fue de poemas, de libros, de leyendas románticas.
Una historia entrañable, cursi para muchos, fascinante para otros. Lady Katherine y Sir William vivieron eternamente en las almas de los soñadores, sensibles y amorosos amantes de la vida.
¡FIN!
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