fanfic_name = Lovers Through Time
chapter = 2
author = NikkyScully
dedicate = Disclaimer: Bueno se sabe que los personajes de x-files del siglo XX son propiedad de CC. Pero yo estoy convencida que los del siglo XIX son míos.
Escrito por: NikkyScully.
Clasificación: No se como catalogarlo, no tengo dudas con respecto a que es shipper ¿Pero que tipo de shipper estaré hablando en el?
Spoiler: Tengo dudas si decir algo en esta parte porque si les digo algo se me van a confundir y no van a querer leer nada.
Dedicatoria: A las bitches: Las quiero un montón, gracias por ser como son.
A mis niñas, Valeska, Dinma y Chaite: También las quiero, gracias por su apoyo.
A las incondicionales del chat, Rosa y G_Woman: Gracias por soportar mis locuras y cuando me da por hablar temas raros en el msn.
A la incondicional del mail, Paula: Gracias por estar ahí (aunque desde hace mucho no se nada de ti ¿Dónde andas?)
Y agradecimientos especiales a quienes me escriben y me siguen apoyando para que escriba, como Karinax, Piper_Scully y Débora (adoro los resúmenes que haces para el fic cuando lo publicas).
Gracias a todos y a cada uno de ustedes.
Nota: Les tengo una noticia, gracias a mi beta principal Vania, que al parecer tenia unas copias de mi fic cuando empecé a escribirlo por primera vez ya tengo siete partes del fic completas y que no tendré que volver a rescribirlo, eso es a beneficio de ustedes. Empezare pronto a escribir las demás y no tendré tanto trabajo pendiente. ¿Se aguantaran ustedes con siete partes mientras tanto?
Feedback: Por favor envíenme comentarios, cualquier cosa que me indique que tengo luz verde para volverlo a rescribir, se los voy agradecer mucho. Envíen sus comentarios a Jro185ARROBAhotmail.com
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = Mansión Derby
La Sra. Samuelle entró a la biblioteca donde descansaba su marido en el sofá, gritaba su nombre mientras traía en su mano un sobre abierto. El Sr. Samuelle se espantó tanto por los gritos de su esposa que terminó en el suelo y ella lo miró con confusión.
-Samuelle, querido ¿Desde cuando duermes en el suelo?
-Querida, me encantan tus locuras... pero la próxima vez cuando entres a mi biblioteca y yo esté descansando no grites mi nombre como si te estuvieras muriendo.
-¿Desde cuando me corriges?
El pasó desapercibido el comentario, ella de todas formas nunca tendría arreglo y lo sabía cuando se casó con ella, miró el sobre que traía su esposa con cierta curiosidad.
-¿Qué es eso?
-Los Mackenzie nos invitan a su próximo baile. Es el próximo fin de semana.
Y él se sintió intrigado y bastante extrañado. No era una novedad que fueran invitados a un baile, lo que era novedad era el por qué. Si los Mackenzie eran tan nuevos en el pueblo como ellos, las dos familias se conocían mutuamente y era sin duda de que si querían ser aceptados en Netherfield no debían invitar a ninguno de sus bailes a los Samuelle.
-Es curioso- dijo el Sr. Samuelle a su esposa.
-Es sorpresivo- manifestó con parsimonia.
-¿Tienes algo que ver en todo esto? Convenciste a la Sra. Mackenzie de no recluirnos.
-No, claro que no- respondió exasperada -te puedo asegurar que no sé lo que pasa con los Mackenzie, es como si no les importara lo que digan los demás.
-Steven Mackenzie siempre ha sido un buen amigo, lo conozco desde la infancia y cabe reconocer que me quiere casi como un hermano.
-Entonces a él no le importa mucho las opiniones de las personas del pueblo.
-Y creo que tampoco a la Sra. Mackenzie.
En ese momento entro a la biblioteca un enmarañado y desprolijo Sr. Mulder que no le importaba como se encontraba en esos momentos. El Sr. Samuelle se puso de pie y lo miró preocupado.
-¿Otra vez buscando hadas Mulder?- preguntó entre la risa y la burla la Sra. Samuelle
-No.
-¿Qué te paso? Parece como si un millón de caballos te hubiera pasado por encima.
-No exageres, hermano. Es que tuve que salvar a una señorita de ser atropellada por un coche.
-Mmm... Mulder siempre has sido tan caballeroso, pero mira como quedaste- y gritó haciendo que los caballeros se cubrieran los oídos- Amanda, Amanda.
Y la criada apareció en fracciones de segundos.
-¿Sí señora?
-Prepárale el baño al Sr. Mulder y por favor no le pongas las sales de limón como la última vez.
-Sí, olía a pastel aquella vez- aclaró con cierta molestia.
-Sí, señora- y se retiró dejando a sus amos solos.
-William, nos han invitado a un baile el próximo fin de semana ¿Quieres venir con nosotros?
-No conozco a nadie del pueblo, no sería agradable.
-Para eso existen las presentaciones- aclaró la Sra. Samuelle.
-Los bailes no fueron hechos para las presentaciones.
Y los Samuelle rieron, ya se sabía. No se dejaban llevar por las reglas y presentar a William Mulder en el baile sería algo descabellado y divertido para los Samuelle.
-Tal vez consigas a la mujer ideal para convertirse en tu amante y luego en tu esposa querido hermano- expresó con alegría la Sra. Samuelle.
-He cambiado de opinión, si encuentro a la mujer de mi vida solo se convertirá en mi amante si así lo desea ella. Si no quiere convertirse en mi amante la cortejaré hasta verla convertida en mi amada esposa y no por obligación si no por amor.
Y sin más que decir hizo una reverencia y se retiró de la biblioteca dejando a los Samuelle muy confundidos. La Sra. Samuelle ni siquiera podía creer lo que había dicho su adorado hermano político.
-¿Escuchaste eso?
-No intentes entenderlo querida.
-Es que no... sería perder el tiempo. Odio cuando cambia de parecer como si no importara nada. Ya me estaba haciendo ilusiones.
-Alguna razón debe de tener.
-La única razón que tiene nuestro hermano es que en realidad no sabe lo que quiere.
20 de enero
Mansión Wickham.
El baile había empezado, toda la sociedad de Netherfield se había reunido para disfrutar de un gran baile ofrecido por los Mackenzie en honor a la esposa del Sr. Mackenzie la cual cumplía sus veintidós años.
Se podía ver de todo en la gran mansión, el Sr. Mackenzie había mandado a decorar toda la casa con las rosas favoritas de su esposa, las cuales solo crecían en Nuevo México y fueron mandadas a comprar allí para enviarlas a Boston para que no faltaran en el festejo.
Un excelente vino se podía disfrutar, la más cara champaña y los más gustosos bocadillos gourmet hechos por el mejor chef de Netherfield.
Había muchas personas congregadas allí. Aunque faltaban los invitados principales; los Samuelle, era típico de ellos llegar después de una hora de haber comenzado la fiesta y así fue. La Sra. Samuelle llegó cortejada del brazo por su hermano William Mulder y todos se detuvieron al verla, criticaban su forma de vestir y con quien había llegado. Por ética y lógica, una mujer casada debía llegar con su esposo a una fiesta y si este no podía asistir debía venir sola o acompañada por alguien bastante conocido por los demás en la fiesta; pero a la Sra. Samuelle no le importaba eso.
Fueron recibidos cordialmente por los Mackenzie, la Sra. Samuelle y el Sr. Mulder felicitaron a la festejada y los caballeros se saludaron como viejos amigos porque se conocían desde la infancia. Los caballeros dejaron a las damas para que conversaran sobre sus cosas, mientras que ellos se dedicaban a tomar vino y charlas sobre cosas de hombres.
-El Sr. Mulder está irreconocible Elizabeth- expresó la Sra. Mackenzie.
-Sí y anda buscando esposa, por eso lo traje.
-Y todos te miran como si hubieras cometido un pecado.
-Si se detuvieran tan solo un segundo a averiguar quién es y por qué vino conmigo tal vez dejarían de criticar mi proceder.
-Discúlpame, pero tú proceder ha estado fuera de ética. Viniste sin tu marido.
-No tengo la culpa de que mi esposo haya decidido venir un poco más tarde, tenía negocios que atender, querida Charlotte.
-Entonces debiste venir sola- pudo observar en los ojos de la Sra. Samuelle que era lo que menos quería, comprendió que no valía la pena reprocharla, ella nunca se dejaría llevar por las reglas de la ética y el protocolo; y por consiguiente decidió cambiar de tema. -¿Te enteraste del compromiso de la Srta. Scully con el coronel Skinner?
Y mientras hablaba observaba del otro lado del salón a la pareja de comprometidos. La Sra. Samuelle también posó su mirada sobre ellos y sintió rabia y decepción; y sin dudar mucho le explicó a la Sra. Mackenzie lo que pensaba sobre ese compromiso.
-Yo opino diferente, Elizabeth. Ella está bastante lista para casarse; cualquier caballero está bien para ella. Obsérvala, pelirroja, ojos azules tan grandes que no tienen luz, su nariz es muy pequeña complementado su contextura física que no tiene nada de gracia.
-Charlotte, ella es hermosa- replicó molesta con su amiga -su belleza no tiene comparación alguna, solo necesita alguno toques mágicos. Como los que yo conozco- observó que el coronel Skinner dejó sola a la Srta. Scully para ponerse a bailar con la madre de esta -discúlpame.
-¿Adónde vas?
-A hablar con Katherine.
-Espera a que el Sr. Mulder te pueda llevar hasta el otro lado del salón. No puedes cruzar así, no es educado.
-No puedo esperar a que un caballero me brinde su brazo para yo ir al otro lado del salón. Puedo hacerlo sola, tengo piernas- y se retiró dejando incómoda a la Sra. Mackenzie, se acercó a la Srta. Scully ocasionándole asombro -Hola Katherine ¿Te asusté?
-No te vi llegar- respondió pasmada.
-Hace poco que llegué, poco más de diez minutos ¿Cómo estás?
-Bien- respondió nerviosa.
-¿Qué te pasa?
-Nada, solo es que estoy sorprendida de verte aquí- hablaba cubriéndose la boca con su abanico, como queriendo evitar que la observaran hablar.
-Podrías dejar el disimulo. No soy una intrusa aquí, los Mackenzie son unas amistades muy cercanas a mí. Llevo años conociéndolos, por sus recomendaciones mi esposo y yo vivimos aquí.
-Oh, que bien. Y hablando de tu esposo ¿Dónde está?
-Se quedó en casa resolviendo algunos negocios- miró hacia la entrada -ah, allí llega.
Este se acercó deprisa y no pudo evitar darle un sonoro beso a su esposa, que provocó otra vez la crítica de los presentes y la incomodidad y a la vez la admiración de la Srta. Scully.
-Al fin llegas. Te extrañé.
-Yo también- miró a la Srta. Scully. -Buenas noches Srta. Scully.
-Buenas noches Sr. Samuelle- le dio la mano y este como acto de cortesía la tomó e hizo una reverencia -¿Cómo está usted?
-Muy bien y encantado de estar rodeado de tan hermosas damas.
Su esposa sonrió, pero la Srta. Scully se acaloró.
-Me incomoda tanta galantería, Sr. Samuelle.
-Acostúmbrate Katherine, Samuelle siempre ha sido muy galante con todas las mujeres que conoce.
-¿Dónde está William, querida?
-Hablando con el Sr. Mackenzie.
Continuaron conversando calmadamente hasta que hizo acto de aparición el coronel Skinner, la Sra. Scully, su hijo el teniente Scully y su señora esposa. Los cinco conversaban, la Srta. Scully se sentía bastante incómoda, su familia estaba renuente a aceptar que los Samuelle eran gratos amigos de ella, pero su prometido el coronel Skinner los aceptaba sin ningún remordimiento a pesar de que él opinaba lo mismo que los demás, pero él para no incomodar a su prometida aceptaba tal amistad.
Luego los Mackenzie junto con el Sr. Mulder se acercaron al grupo. El Sr. Mulder se sorprendió al ver a la Srta. Scully con ellos, fueron presentados cordialmente por la Sra. Samuelle que omitió el hecho de que la Srta. Scully estaba comprometida con el coronel Skinner, esta omisión no fue bien vista por la Sra. Scully que tenía deseos de ahorcar a la señora Samuelle por su impertinencia.
Los Mackenzie decidieron ir a la pista a bailar, así se animó un poco mas la fiesta. El teniente Scully hizo lo propio al sacar a su esposa a bailar, de improvisto el coronel Skinner fue llamado por su superior y tuvo que salir de la fiesta sin ni siquiera poder despedirse de su prometida y la Sra. Samuelle veía el camino libre y así fue.
-Elizabeth ¿Te gustaría bailar?- le preguntó su esposo.
-Tendré que declinar querido, hoy no me siento en ánimos- miró a su hermano y cuñado y luego a la Srta. Scully. -Prefiero disfrutar de una buena conversación con la Sra. Scully, aunque tengo una idea ¿Por qué tú Katherine no bailas con el Sr. Mulder?
Y los ojos de la Sra. Scully casi se salieron de sus orbitas. No quería que su hija menor bailara con semejante desconocido y la Sra. Samuelle lo notó.
-Pierda cuidado, Sra. Scully. El Sr. Mulder es un excelente bailarín.
-¿Desea bailar conmigo Srta. Scully?- preguntó mas que entusiasmado el Sr. Mulder.
Ambos se miraron fijamente, la Srta. Scully podía sentir sobre su piel la mirada penetrante y negativa de su madre, pero la fascinación y la curiosidad que sentía hacia el Sr. Mulder, este lo notó y sentía lo mismo que ella.
-Por supuesto Sr. Mulder, sería un placer.
Este le ofreció el brazo y la llevó a la pista. La Sra. Scully tenía su mirada fría dirigida a la Sra. Samuelle, esta ni siquiera se inmutó pero su esposo tragó en seco y le habló a su esposa al oído; lo que le había dicho provocó una sonora carcajada en ella que se escuchó en todo el salón.
Ambos bailan al ritmo de un vals, treinta minutos de nervios, treinta minutos de miradas confundidas, treinta minutos de acoplarse a los movimientos de cada uno para no intentar terminar en el suelo por algún paso torpe y si el Sr. Mulder no rompía el hielo hubieran sido treinta minutos de silencio total.
-Nunca me imaginé encontrar a una señorita tan mal educada en un baile como este.
-Y yo tampoco pensé que me encontraría a alguien tan grosero.
Ella fue directa, el sonrió al notar la seguridad de ésta en sus ojos azules.
-Debo suponer que es medio hermano del Sr. Samuelle.
-¿Le parece bien suponer lo que en sí es correcto? Sus palabras han sido inadecuadas y me sorprende saber que a usted eso no le importa mucho.
-Está usted en lo correcto.
-Estoy fascinado con usted.
-¿Debo sentirme halagada?
-Está en la obligación de sentirse halagada.
-No lo creo, me sentiré así cuando lo crea apropiado. No puedo sentirme halagada por alguien que ni siquiera conozco.
-Usted trata de contrariarme, no quiere rendirse ante mis encantos ¿Cierto?
-¿Cuáles encantos? Ha sido muy grosero.
-¿Le molesta? Discúlpeme, pero soy así.
-Sin duda es todo un arrogante.
-Y usted igual. No aceptó mi ayuda el otro día, cuando le salvé la vida.
-Sus palabras fueron ofensas hacia mí, por eso decidí que era mejor continuar sola.
-Ni siquiera me lo agradeció.
-Lo hice.
-Pero no como debía.
-¿Quería que le aplaudiera, que llorara ante usted y lo abrazara por su acto de valentía conmigo? Déjeme decirle que hubiera preferido morir a merced de ese coche. No suelo ser tan expresiva como usted lo deseaba.
El colocó su mano izquierda tan cerca de la espalda de la Srta. Scully que esta se sintió incómoda, aprisionaba su cuerpo contra el de ella y no le dejaba escapatoria.
-Creo que está volviendo a ser imprudente.
-Sé que le gusta que sea imprudente, Srta. Scully.
-Debería mantener reserva.
-¿Siempre tiene una respuesta para hacerme apasionar? Quiero hacer lo que estoy haciendo con usted.
-¿Apasionar? Creo que está recibiendo las señales equivocadas, Sr. Mulder.
El ignoró su comentario, acercó su boca al oído de esta, ella se estremeció ante tal acto; pudo notar la sonrisa que traía la Sra. Samuelle y su marido, pudo notar los comentarios de los demás, se sentía mal y estaba desesperada porque terminara el baile.
-Usted tiene una belleza tan extraña que me cautiva. Me recuerda a una sirena que vi una vez, cuando estuve en el Caribe- expresó con voz sutil.
-Yo no me parezco a una sirena- dijo nerviosa.
-Ya sabrá por qué se lo digo- y volvió a mirar sus ojos verdes sobre la mirada azul de ella -sin duda es tan hermosa como esa sirena.
-La comparación hacia alguien o hacia algo denota falta de tacto- expresó con antipatía.
El sonrió irónico y continuaron callados, a la Srta. Scully este caballero le hacía dudar y a la vez sentía algo por él que no lo lograba reconocer. El era oscuro, reconocía que podía llevarla a niveles peligrosos e insospechados si no se alejaba de él.
El notó la inseguridad en su respiración, el temor y el terror, pero a la vez notaba el poder, el orgullo y el carácter; y era sin dudar que ella poseía una pasión que esperaba salir de su interior, pero temía salir de allí y él tenia la esperanza de ser el responsable de sacar esa pasión del interior del caparazón ansioso de tal señorita.
El baile había terminado y el Sr. Mulder llevó a la Srta. Scully con su familia, el teniente Scully y él cruzaron sus miradas, protección y fascinación en ambas miradas; por última vez miro a la Srta. Scully con cierto calor que la hizo contrariar, hizo una reverencia y se retiró dejándola a ella más enredada que antes.
No volvieron a estar cerca en el transcurso de la fiesta, pero de vez en cuando cruzaban miradas, sus caracteres orgullosos se reflejaban en esas miradas.
El Sr. Mulder con su arrogancia y antipatía logró su título de no deseado y mal visto en la sociedad de Netherfield, de todas formas no le importaba mucho por el momento; sus intereses estaban en otra cosa o más bien sobre otra persona. Los Samuelle disfrutaron de la fiesta haciendo de las suyas, varias damas distinguidas no cesaban de tildarlos mientras le echaban las miradas de sus ojos críticos.
La Srta. Scully y la Sra. Samuelle volvieron a encontrarse en el transcurso del baile, no hablaron del Sr. Mulder ya que la Sra. Samuelle no hizo ningún comentario sobre el baile que habían disfrutado él y su amiga; y esto a la Srta. Scully le pareció perfecto, no quería hablarle sobre lo que pensaba respecto al Sr. Mulder ya que no era nada agradable.
El baile había terminado y todas las personas empezaron a retirarse. Los Samuelle y el Sr. Mulder retardaron su partida por una hora más, los caballeros no podían irse sin hablar de negocios futuros con el Sr. Mackenzie y las damas se dedicaban a hablar de lo excelente que había sido tal baile. Luego de esto partieron a la mansión Derby.
-Fue un excelente baile- decía la Sra. Samuelle en el sueño y el despertar, acomodaba su cabeza en el hombro de su esposo -Charlotte me dijo que es de suma importancia que hagamos un baile en la mansión Derby.
-¿Y quien asistiría?- preguntó con cierto desaliento -los muertos vivientes- agregó.
-No digas eso Michael, podrías llevarte una gran sorpresa si hablas de quien no debes hablar- dijo de forma tétrica.
-Eres oscuro Mulder, me encanta- expresó antes de caer rendida por el cansancio.
El Sr. Mulder venía un poco distraído, no dejaba de mirar a través de la ventanilla del coche y su hermano se percató de ello. Él tenía esa mirada que usualmente llevaba cuando había descubierto algo nuevo en su vida y que le fascinaba tanto al llegar al punto del sufrimiento.
-¿Qué te pareció el baile William?- le preguntó con la intención de saber que le ocurría.
-Estuvo bien... la misma sociedad prejuiciosa de siempre- expresó con cierto desprecio.
-Nosotros tres somos los únicos diferentes y es molestoso saber que ellos opinan lo mismo que nosotros opinamos de ellos. Para ellos vale la conveniencia y no la felicidad, la rectitud y los buenos modales son lo esencial en su vida.
-Conocí a alguien que se asemeja a nosotros- le informó.
-¿En serio? ¿Puedo saber quien es?
-Es una señorita y prefiero reservarme su nombre.
-Como quieras hermano... aunque sabes que lo averiguaré. Háblame de ella.
-Me hechizó, Michael; es una dama apasionada, orgullosa y de un carácter digno de admiración.
-Hay muchas mujeres como ella en Netherfield, será difícil para mí saber quien; pero sé que no solo buscas esas cualidades en una mujer ¿Qué tiene de diferente?
-Ella no trata ganar mi simpatía ni mi aprobación.
-Mmm... ¿Quién será esa señorita? Has despertado mi curiosidad hermano.
-Ya lo sabrás cuando la conquiste.
-Veo esperanza en tus ojos.
-Es seguridad.
-¿Te enamoraste?
-Me fascinó, es uno de los pasos.
-Ten cuidado, puede resultar lo contrario- le advirtió.
04 de Febrero.
Mansión Merynton.
Al fin la Sra. Samuelle pudo cumplir con su promesa de ir a la casa de la Srta. Scully para tomar el te, la Sra. Samuelle le dio su abrigo a la criada y la Srta. Scully la guió hasta el salón de te de la casa. Ahí estaban la cuñada y la hermana de esta, ambas le dieron la bienvenida a la Sra. Samuelle y tomaron asiento mientras les servían el te.
Empezaron hablar del baile y de banalidades, de vez en cuando la Srta. Scully participaba en la conversación, pero la Sra. Samuelle se mantenía callada, tantas banalidades la aburrían y pensaba que había otros temas mas importantes de que hablar.
-El baile ofrecido por los Mackenzie fue excepcional, si todos los bailes de Netherfield fueran iguales a ese esta ciudad sería mucho más glamorosa- expresó la Sra. Scully con una felicidad un poco extraña.
-Sí, sería estupendo. Se percataron que la Srta. Lucas estaba usando chifón, es horrendo que crea que puede usar chifón en invierno- agregó la Sra. Austen, hermana de la Srta. Scully.
-Sí, es cierto y hablando de vestidos; Sra. Scully, el color de su vestido me impresionó bastante ¿No cree que era un color poco adecuado para la velada?- preguntó la Sra. Scully.
-Era una fiesta- confirmó.
-Sí, pero se supone que se tiene que usar colores sobrios. Ese vestido era rojo escarlata, es el color de...
-Sí, sí, sí... el color del adulterio, pero es un color precioso y a mí me encanta; y con eso no quiere decir que yo sea una adultera- expresó con seriedad.
-Lamento mucho si mis palabras las ofendieron, Sra. Samuelle- expresó apenada.
-No, pierda cuidado. No suelo ofenderme tan fácilmente- dijo antes de tomar de su taza.
La Srta. Scully llevaba una mirada avergonzada por las palabras de su cuñada, la Sra. Samuelle la observó y le sonrió dándole a entender que no le molestaban esas palabras de criticas de la Sra. Scully.
-Sra. Samuelle ¿No le parece fantástico el compromiso de Katherine con el coronel Skinner?- preguntó la Sra. Austen.
-Sí, me impresioné tanto que estuve a punto de enfermarme.
-¿Por la felicidad?- volvió a preguntar.
-No, por el susto- le aclaró.
Y las presentes se indignaron, la Sra. Scully comenzó a protestar.
-Pero es un acontecimiento memorable digno...
-De salir corriendo y ahogarse en el río Clarson- expresó interrumpiéndola con cierta gracia, pero a ninguna de las presentes les pareció igual, incluso la misma Srta. Scully se sintió ofendida. -Me vas a excusar querida Katherine, pero sabes bien que no estoy de acuerdo con tal compromiso y debo ser sincera frente a tu hermana y tu cuñada, me conoces lo suficiente como para reconocer que no soy de las que guardan apariencias ni soy hipócrita como varias damas honorables de por aquí.
Se quedaron calladas despues de ese pequeña aclaración de la Sra. Samuelle, tomaban te tranquilamente; pero la atmósfera estaba tensa y todo por hablar del compromiso. La Srta. Scully aprovecho para encaminar la reunión hacia otro tema y sobre todo porque tenía cierta curiosidad que necesitaba saciar.
-¿Sabes Elizabeth? El Sr. Mulder me parece un poco extraño.
-Es la misma impresión que tuve cuando lo vi por primera vez- le explicó -William tiene una cierta simpatía por las cosas raras. Ha viajado mucho y ha visto mucho, cosas que te sorprenderían.
-¿Cómo que?
-No quisieras saber.
-Es un gran caballero y muy inteligente, es lo que pude notar- expresó la Sra. Austen.
-Es orgulloso e impertinente.
Ante tal comentario la Sra. Samuelle solo pudo sonreír con cierta sorpresa, pudo notar que a la Srta. Scully no le agradaba el Sr. Mulder; pero se sintió muy bien al saber que su amiga aun no perdía ese espíritu de sinceridad.
-¿Por qué dices eso Katherine?- preguntó la Sra. Scully.
-Tengo mis razones, solo un baile y pude notarlo. Es todo un arrogante.
Y la Sra. Samuelle rió a carcajadas, le gustaba escuchar a la Srta. Scully y pretendía escuchar más. Las demás estaban casi estáticas, lo que decía la Srta. Scully en verdad les impresionaba.
-Adoro tu sinceridad querida amiga, lo que me molesta es que el Sr. Mulder no ha dicho nada sobre ti.
-No creo que tenga que hacerlo.
-¿Qué habrá hecho él que provocó esa aversión tuya?
-Es algo que prefiero reservarme.
-De acuerdo, no indagaré- le dijo, pero quería saber por qué esa extraña hostilidad hacia su cuñado y prefirió averiguarlo en otro momento; no estaban solas y aunque a la Sra. Samuelle no le importaba prefirió mantener reserva sobre todo por la familia de su amiga.
-¿Dónde pasarán este verano usted y su esposo Sra. Samuelle?- preguntó la Sra. Scully, con la intención de olvidar la impertinencia de su cuñada.
-Aun no tenemos una idea clara. Falta mucho para el verano, Sra. Scully.
-El regimiento de mi esposo será enviado a Ohio este verano- expresó con cierta tristeza.
-Porque no le dices a Bill que te quieres quedar este verano en Boston.
-No, asumí un compromiso al casarme con él, adonde el vaya iré yo- le respondió indignada a su cuñada la Sra. Austen.
-Eso es tonto, no creo en eso de que hay que seguir al marido militar a cualquier lugar donde este vaya en tiempos de no guerra- les comunicó la señora Sra. Samuelle.
-Así siempre ha sido y seguirá así- volvió a decir la Sra. Scully.
-No se lo discuto, pero me parece tonto- miró a la Srta. Scully. -Harás lo mismo cuando te cases mi querida Katherine.
-Puedo asumir esa responsabilidad- expresó con cierto dejo.
-El Sr. Austen y yo tal vez pasaremos unas pequeñas vacaciones en los lagos- les comunicó la Sra. Austen a las presentes.
-Los lagos, son hermosos. Es una buena elección ir allí. Mi querido Samuelle y yo pasamos el verano pasado allá ¿Recuerdas Katherine que te lo comenté?- la Srta. Scully asintió ante la pregunta. -Fue tan perfecto y apasionante, recuerdo la puesta del sol y los maravillosos momentos nadando juntos en el lago y no precisamente tomando un baño.
La Sra. Samuelle y la Srta. Scully rieron cómplices, pero la Sra. Scully y la Sra. Austen se sintieron incomodas frente a tal anécdota. Luego de seguir conversando por media hora más, la Sra. Samuelle creyó que era el momento para partir a casa y así lo hizo, pero sin antes despedirse de sus anfitrionas e invitarlas a tomar el te en su casa cuando quisieran. Al partir la Sra. Samuelle, la Sra. Scully expresó con desdén que jamás pisaría la casa de semejante dama, pero la Sra. Austen y la Srta. Scully prefirieron no comentar nada al respecto.
Mansión Derby
La Sra. Samuelle llegó a su residencia sin ningún contratiempo. Fue recibida por su dama de compañía que la acompañó hasta su habitación para ponerse más cómoda, se había puesto su ropa de dormir y se había soltado el pelo; a su dama de compañía no le pareció apropiado porque las horas no eran dadas para vestir semejante ropa, pero la Sra. Samuelle no le prestó mucha atención.
Al terminar, decidió bajar hasta la biblioteca. Su cuñado y su esposo no estaban y ella se sintió cómoda con la soledad, pensaba en todo lo que le había dicho la Srta. Scully con respecto a su cuñado y hermano el Sr. Mulder.
Recordaba que la Srta. Scully le había dicho que su cuñado era orgulloso e impertinente, pero la Sra. Samuelle había notado algo que le pasó desapercibo hasta ese momento, la Srta. Scully había sido sincera, pero en sus ojos estaba el brillo de la admiración y el respeto a pesar de que quería hacerle entender a ella que la persona del Sr. Mulder le caía muy mal. Ese mismo brillo y admiración que muestra cuando está a gusto conversando con la Sra. Samuelle.
Ella no quería pensar en cosas que no eran, no podía ser posible. El Sr. Mulder ante la presencia de la Srta. Scully era un completo extraño, no podía expresar admiración por una persona que había visto sólo una vez y con el cual había hablado muy poco; pero si daba la casualidad que ese orgullo y esa impertinencia era del agrado de la Srta. Scully que le pareciera fascinante. Era inimaginable, pero no impensable; la Srta. Scully no era como las demás señoritas, ella era especial y a la Sra. Samuelle eso no le pasaba desapercibido.
Los caballeros llegaron a la mansión después de un largo día de trabajo, los tres conversaban amenamente sobre lo que habían hecho en el día y como la curiosidad de la Sra. Samuelle era más grande que una catedral le preguntó a su cuñado que le parecía la Srta. Scully, este le respondió que le parecía una señorita agradable y no volvió a decir más nada con respecto al tema.
La Sra. Samuelle comprendió que no valía le pena hacer figuraciones tontas, sabía que su cuñado podía molestar a cualquier persona y no era sorpresa que a la Srta. Scully le haya caído mal, pero ¿y el brillo en los ojos? Mejor dejaba de pensar en el brillo de los ojos de su amiga o se iba a volver loca.
1 de abril
Bosque de Netherfield.
La primavera al fin había llegado a la ciudad de Netherfield y la primavera se encargaba de hacer hermosa esta ciudad, pero sobre todo volver un paraíso el bosque de este.
El viento soplaba deliciosamente esa mañana, el sol brindaba un candor agradable, las copas de los árboles se movían y las flores parecían lucir su mejor vestimenta con sus colores característicos. Eso era lo que ofrecía el bosque de Netherfield, un paisaje digno de ser disfrutado.
La Srta. Scully acostumbraba recorrer el bosque en esas agradables mañanas de abril, tomó sus botas para caminar y su sombrilla para cubrirse del sol y salió de su casa bajo las protestas de su madre que le decía que una señorita no tenía la necesidad de ir a pasear sola al bosque; pero a esa señorita le gustaba pasar mucho tiempo sola y podía hacerlo si iba al bosque a caminar.
Caminó unos dos kilómetros desde su casa hasta que se introdujo con toda totalidad en el interior del gran bosque de Netherfield, podía observar las ardillas saltar de un árbol al otro con toda facilidad, las aves revoloteaban sobre los árboles en busca de comida o en busca de pareja ¿quién sabe? Mientras ella observaba todo eso pudo escuchar que alguien cantaba una tonadilla bastante particular, a ella le parecía graciosa y quería saber de donde provenía aquella voz tan desastrosa, siguió la tonadilla hasta percatarse que en uno de los árboles estaba trepado un caballero que ella conocía.
Él seguía cantando desafinadamente y ella no podía soportar la risa que esto le provocaba, él dirigió su mirada hasta al suelo y la miró, ella dejo de reír y él de cantar.
-¿De que se ríe Srta. Scully?
-De su voz- expresó sinceramente.
-Es muy mal visto que se burlen de la voz de un caballero.
-En realidad me burlo de su forma de cantar.
-¿Acaso mi voz es desentonada?
-Es desastrosa.
-No sea mentirosa. Hace poco pasaron dos señoritas y ellas me dijeron que cantaba muy bien.
-Querían ser corteses con usted.
-¿Y usted por qué no lo es conmigo?
-No tengo la necesidad de ser cortés.
-Ya entiendo.
-¿Qué hace ahí arriba Sr. Mulder?
-Observo el cielo.
-Está precioso, como siempre está en primavera- dirigió su mirada hacia arriba.
-En realidad no observo el cielo por su belleza si no por lo que hay en él.
-¿Las nubes?
-Los seres.
-¿Qué seres?- preguntó con desconcierto.
-Los seres que viven fuera de este planeta y de vez en cuando nos visitan.
-¿Disculpe?- preguntó con confusión.
-Hablo de otros seres Srta. Scully. Son seres muy diferentes a nosotros, los fundadores de Atlantis.
-Sr. Mulder. Atlantis es una leyenda griega, no existió- expresó escéptica.
-¿Usted tiene pruebas de eso?
-Los libros de literatura lo explican- refutó.
-No crea todo lo que dicen los libros Srta. Scully.
-Sr. Mulder, baje de ese árbol. Podría caerse y tener un accidente- dijo preocupada.
El notó esa preocupación en ella y decidió bajar del árbol, en el suelo había dejado su bastón y su sombrero. Cuando terminó de bajar del árbol los tomó y se acercó a la Srta. Scully.
-Es una sorpresa verla por aquí. No debería de venir al bosque sola.
-Conozco este bosque como si fuera mi casa, jugaba aquí de niña con mi hermano menor.
-Entiendo.
-¿Qué es eso de los seres?
-Ellos viven fuera de este planeta señorita, son visitantes galácticos.
-¿Galácticos? Sr. Mulder, creo que quiere jugar conmigo. Es imposible que existan personas fuera de este planeta.
-Yo no he dicho que son personas. He dicho seres.
El observó su expresión escéptica y le sonrió, comenzó a caminar dejándola atrás y ella le habló.
-También eso es parte de la historia de la sirena.
Y el volteó a mirarla.
-¿Recuerda lo que le dije esa noche?
-Cada palabra ¿Me lo va a explicar?
-La veo curiosa- dijo mientras se acercaba a ella.
-Usted provocó eso en mí.
-Los seres no tienen nada que ver con la sirena del Caribe.
-¿Esos seres tienen otro nombre?
-No le gustará escucharlo.
-Usted no conoce mis gustos.
-Mejor le cuento lo de la sirena- dijo mirándola fijamente a los ojos.
-Como usted prefiera.
-¿Le gustaría sentarse?
Y ella empezó a reír, le parecía un caballero completamente extraño. Ella volteó y comenzó a caminar seguida por él, llegaron hasta a un claro donde hacía mucha sombra y el viento refrescaba. Ambos se sentaron, la Srta. Scully cerró su sombrilla y el Sr. Mulder se quitó su sombrero y lo colocó junto con su bastón que ya estaba colocado junto a la sombrilla de la Srta. Scully.
-¿Y bien Sr. Mulder, que me dirá?- preguntó con seriedad.
El le volvió a mostrar esa sonrisa tan abierta, ella se estremeció.
-Hace cinco años estuve en el Caribe, exactamente en la isla de La Hispaniola...
-Una de las primeras islas descubiertas por Cristóbal Colón.
-Exacto. Un día estaba caminando por la playa de la isla y frente a mí, sobre una roca vi a esta mujer tan hermosa como una diosa, su pelo era tan rojo como el fuego... sus ojos eran azules y hechizantes; y tenía un cola en vez de piernas, las escamas de su cola parecían cristales de varios colores. Era verdaderamente bella.
La Srta. Scully lo miró con confusión, escepticismo, incredulidad y todas las expresiones de no creerle ni una sola palabra al Sr. Mulder. Respiró profundamente y el notó esas expresiones y sabía lo que iba a decir.
-Sr. Mulder, la sirena que usted creyó ver, era un manatí.
-¿Un manatí?- preguntó confundido.
-Cuando Cristóbal Colon describió lo mismo que usted me acaba de describir como una sirena, al pasar los años se descubrió que esa supuesta sirena era a lo que se le llama hoy un manatí.
-No me cree- expresó al notar que ella estaba contradiciendo lo que el decía y eso lo sorprendía bastante, otra señorita se hubiera sentido fascinada y hubiera pedido que le contara más. -Lo que yo vi no era un manatí, he visto los manatíes, son como focas; pero más grandes. Lo que yo vi era una sirena.
-Y estoy muy segura que me va a decir que le cantó y lo llevó hasta el agua y estuvo a punto de ahogarse- le dijo con cierta burla.
-No, ella no hizo eso.
-Me sorprende, pensé que lo diría.
-Tengo su imagen como una pintura en mi cabeza, no la he podido olvidar y al verla a usted la recuerdo más. Usted es tan hermosa como ella.
-Sr. Mulder...- expresó con nervios antes de ser interrumpida.
-Sí, ya sé, no me cree; pero no le presto mucha atención a su escepticismo señorita.
-Y yo creo que usted está demente.
-Me halaga- empezó a reír. -Hace mucho que no me decían eso.
-Entonces se lo repetiré cada vez que pueda, así siempre se sentirá halagado.
-¿Por qué siempre va a la defensiva?
-Es parte de mi naturaleza- observó el bastón del Sr. Mulder, le parecía extraño y hermoso a la vez, lo tomó entre sus manos para estudiarlo con curiosidad.
-Esta hecho de ébano verde, una madera exclusiva de La Hispaniola.
-Es hermoso, pero el mango, la figura... ¿Qué es?- preguntó con curiosidad.
-Es la figura del dios taíno de la luna, no recuerdo el nombre en estos momentos. La figura está hecha de marfil.
-Es un buen acabado- volvió su mirada al Sr. Mulder-. ¿Me hablará de lo seres?
-Si fue tan escéptica con lo que le dije sobre la sirena, volverá a comportarse igual si le hablo de los seres.
-Me confunde señor Mulder, pensé que le gustaba enfrentarse a mí- declaró risueña.
-Es bueno encontrar a alguien que refute todo lo que digo.
-Los Samuelle ¿No le discuten lo que dice?
-Solo me llaman loco y Elizabeth a parte de llamarme loco dice que le encanta todo lo que digo. Aunque usted me llama demente, me discute y no le agrada lo que le cuento. Eso me agrada a mí, me agradan las mujeres como usted y no sobrará decir que existen muy pocas.
-Me he dado cuenta que ha viajado mucho- manifestó, omitiendo lo dicho por el Sr. Mulder respecto a ella ya que la apenaba y le incomodaba, -aparte del Caribe, ¿dónde más ha estado?
-América del Sur, Central, Egipto....
-¡Egipto!- expresó sorprendida, -cuénteme de Egipto ¿Cómo es?
-Bueno...
Y así pasaron toda la mañana, el Sr. Mulder le contó a la Srta. Scully todo sobre Egipto, todo lo que el había visto allí y todo lo que aprendió. También le contó sobre su vida antes de llegar a los Estados Unidos, sus estudios en Oxford y muchas otras cosas.
Ella lo escuchaba atenta, con sed de aprender todo sobre ese caballero, era sin ninguna duda que le atraía y sentía miedo porque no era correcto, según su criterio personal; pero ella estaba fascinada con el hombre que estaba frente a ella y casi olvidó que tenia un compromiso sobre sus hombros que la obligaba a tenerle respeto a su prometido y no mirar a otro hombre.
Luego de tanta charla, decidieron regresar al pueblo. El Sr. Mulder acompaño a la Srta. Scully hasta su casa y se dispuso a despedirse de ella, pero antes le entrego la figura que tenia su bastón.
-No, no puedo aceptarlo- expresó avergonzada.
-Quédeselo, tengo una colección. Puedo prescindir de este- le confirmó.
-Entonces gracias, Sr. Mulder.
-Gracias a usted por una grata charla, tome el obsequio como tal agradecimiento. Que pase una buena tarde Srta. Scully.
-Igualmente Sr. Mulder.
El le hizo una reverencia y partió, ella se dispuso entrar a su casa. Cuando el Sr. Mulder regreso a la mansión Derby, encontró a su hermano y a su cuñada almorzando.
-Ya estábamos pensando que te habías perdido nuevamente hermano- le dijo el Sr. Samuelle.
-Fui al bosque a dar un paseo y vigilar el cielo- expresó antes de tomar asiento.
-Beatriz, ordena que le sirvan el almuerzo al señor- pidió la Sra. Samuelle.
-¿Y cómo te fue?- le preguntó su hermano.
-Mejor de lo que esperaba- miró el plato que le habían puesto al frente- ¿Qué es esto?
-Codornices agridulces, es un almuerzo típico americano- le explicó la Sra. Samuelle.
-¿Esto es una codorniz? Una codorniz es un ave, esto parece una rata- expresó incómodo.
-Es que las codornices americanas son más pequeñas que las inglesas hermano- le volvió a explicar la Sra. Samuelle.
-Será una ardua batalla acostumbrarme a la comida de este país- expresó el Sr. Mulder.
-Cambiaron todo su menú despues de que se independizaron de Inglaterra- le dijo el Sr. Samuelle.
-Y aun parece que llevan el mismo modo de vivir, excepto en el menú- agregó la Sra. Samuelle con cierta aversión. -Bien ¿Nos dirás como te fue en el bosque? ¿Viste algún ser?
-Mejor que eso, querida Elizabeth- expresó con alegría- volví a ver la mujer de mi vida.
-¿Hablas en serio hermano?- preguntó con curiosidad el Sr. Samuelle.
-No puedo mentir ante semejante hecho que ha inundando mi corazón de felicidad.
-¡Por Dios! En realidad estás fascinado- expresó impresionado.
-Creo que estoy enamorado- le confirmó.
-¿Qué es lo que no me han contado ustedes dos?- preguntó la Sra. Samuelle con cierta inquietud y desconcierto.
-Querida, nuestro hermano se ha enamorado de una señorita que conoció en el baile de los Mackenzie.
-No puede ser cierto.
-En realidad, ya la conocía; fue la señorita a la cual le salvé la vida.
-Estoy impresionado hermano.
-Y yo molesta ¿Por qué no me lo habían dicho?
-Creí pertinente mantenerte al margen del tema.
-William, eres inhumano e infame. ¿Por qué llegaste a la conclusión de que tenías que ocultarme semejante hecho?
-Porque no quería que tú y tus principios locos provocaran un caos. Me enamoré, eso es todo.
-¿Estás escuchado Samuelle? Me está llamando loca.
-Cálmate querida, William tiene razón al decirlo.
-¿Tú también?- lo miró indignada- esto es increíble, mi esposo y mi cuñado creen que estoy loca.
-Elizabeth, tu plan es que yo me enamore y a la vez causar que todo el pueblo se avergüence de lo que hacemos o yo hago. Eso yo no lo quiero.
-De acuerdo, pero debo recordarte que fuiste tú quien llegó diciendo que quería una amante; yo solo me ofrecí para complacerte y me dijiste que la encontrarías sola sin mi ayuda. Me imagino la desfachatez de señorita que pueda ser, estoy segura que es otra desdichada más, otra señorita que quiere contraer matrimonio por conveniencia; me imagino que estoy en lo correcto querido hermano- le pidió.
-No hermana, ella ni siquiera conoce mis intenciones y ella no es de esas señoritas que andan por hay buscando marido solo por conveniencia- le refutó, -ella es exactamente lo contrario, orgullosa e inteligente es, pero no trata de complacerme, no trata de buscar mi aprobación, me dice la verdad en la cara y es tan escéptica que ni yo mismo la puedo contradecir cuando ella me contradice a mí.
-¿De eso te has enamorado? Me confundes hermano, pensé que buscabas a alguien que creyera en todas tus locuras- le comentó el Sr. Samuelle.
-Yo lo creía así también, pero me di cuenta que no- le aclaró.
-Y bien adorado hermano ¿Quién es la afortunada? ¿Quién ha logrado atravesar esa barrera impertinente, orgullosa y testaruda que cubre tu corazón?
-Me reservo el derecho de comunicártelo hermana.
-¡¿Qué?! Esto no puede estar ocurriendo- miró a su esposo-. Samuelle ¿Tú la conoces?
-No, tengo la misma desdicha que tú, querida. Nuestro afortunado hermano me ha negado el derecho de saber quien es la señorita que ha conquistado su corazón salvaje.
-¿Por qué te niegas a hablarnos de ella? Somos tu familia- le reprochó.
-Por ser mi familia es que me niego a hablarles de ella. Les prometo que cuando logre conquistar su corazón ustedes tendrán el placer de conocerla.
-Ya que no quieres decir nada, es porque ella es un reto para ti- expresó la Sra. Samuelle.
-Yo no he dicho eso- dijo mientras negaba con la cabeza.
-Me encantaría cambiar de tema, me estoy sintiendo algo contrariado con todo esto. Además, si William dice amarla no podemos discutírselo y si solo siente admiración es su inconveniente, no el nuestro- aclaró de una manera indiferente.
-¿Pudiste ser menos frío al decir eso?- expresó el Sr. Mulder.
-No puedo ser más cálido, porque estoy siendo sincero y sin temor a equivocarme puedo decir que yo no quiero que tú te equivoques pensando que la amas y luego resulte ser lo contrario.
El Sr. Mulder no pudo protestar porque el Sr. Samuelle comenzó a comer perdiéndole todo el interés a la conversación, dejaron pasar el tema; aunque era muy seguro que el tema volvería a resurgir entre ellos muy pronto.
La Sra. Samuelle platicaba con su esposo, mientras que el Sr. Mulder no decía ni una sola palabra, solo se dedicaba a comer; se mostraba enfadado y era seguro que su enfado duraría un par de días.
-Querido Samuelle, ya que no asistiremos a la boda de Katherine Scully ¿Qué crees que sería apropiado para regalarle?
El Sr. Mulder que comía calmadamente, comenzó a toser por la impresión. ¿Boda? ¿Cuál boda? Para él era imposible que la mujer que lo había conquistado fuera a contraer nupcias, no se lo podía creer y sí era algo que lo perturbaba bastante. Su cuñada y su hermano pasaron desapercibidos su contrariedad y continuaron con el tema.
-Si eso te preocupa, puedes pedir algo por catálogo a Georgia.
-Quiero que sea algo especial, para ella. No porque contraerá nupcias con semejante hombre.
-¿Sigues pensando que no es el hombre correcto para ella?- le preguntó.
-Si, lo sigo pensado. Ella merece alguien como nosotros, como Mulder; pero no tan desquiciado, ella no podría soportarlo.
-Ella puede pensar igual que nosotros, pero no tiene la libertad esencial para expresar lo que piensa y siente.
-Ese matrimonio será una desgracia para ella.
-Disculpen- se levantó de la mesa.
El Sr. Mulder se retiró de la mesa, se volvía a mostrar impresionado; pero su familia no entendía a que se debía y continuaron almorzando. El Sr. Mulder subió deprisa a su alcoba, pensar que la mujer que pensaba expresarle sus sentimientos estaba comprometida con otro no le parecía lógico. Aunque pensó que su hermano podría tener razón, que solo era una simple obsesión; pero refrenó ese pensamiento, su hermano no sabía que él se había enamorado de la Srta. Scully y ocultárselo era lo mejor hasta poder contárselo en el momento apropiado.
Sospechaba que si se enteraba trataría de disuadirlo con respecto a tal sentimiento, pero obtendría el apoyo de la Sra. Samuelle y eso podría traer problemas entre la pareja de esposo y era lo menos que el Sr. Mulder deseaba, decidió primero aclarar lo que sentía y luego actuar por cuenta propia. Si era su destino estar con la Srta. Scully aunque el cielo se estuviese derrumbando así seria, él no daría un paso atrás y mucho menos sabiendo que era muy probable que la Srta. Scully correspondiera a tales sentimientos.
continuara...
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