fanfic_name = Lovers Through Time

chapter = 5

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Definitivamente sigo diciendo que los Mulder y Scully del pasado me siguen perteneciendo y quien diga lo contrario que me escribida diciéndome las razones por las cuales no son míos.

Escrito por: NikkyScully.

Clasificación: Es MSR a la antigua.

Dedicatoria: A las bitches: Estrella, Rovi Adam y Vania.

A mis niñas: Valex, Dinma y Chaite.

A las amigas incondicionales del msn: Rosa y G_Woman.

A la amiga incondicional del mail: Paula.

Y especialmente a las personas que me han dejando tantos comentarios para continuar con el fic: LizzyX, Claudia, Karinax, Piper Scully, Maru, Cristy, Mysticshiva y a todas las personas que han leído el relato.

Feedback: Ya saben a donde: jro185ARROBAhotmail.com

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = El viaje se programo sin ninguna demora. Los Samuelle, junto con el Sr. Mulder partieron a Georgia el día veintiuno al igual que lo hicieron las hermanas Scully. Viajar hacia a Georgia en carruaje constaba una travesía de dos días por camino. En dos días los Samuelle y el Sr. Mulder llegaron a Georgia, pero las hermanas Scully llegaron a Georgia tres días después porque se detuvieron a recoger en el camino al Sr. Austen, esposo de Melissa Austen.

 

24 de Junio

Rogue

Georgia.

 

Georgia era un estado perteneciente al antigua Nueva Inglaterra. Luego paso a ser partes de las treces colonias que pertenecían al nuevo país llamado Estados Unidos. Un estado formado entre tierra y esclavos, donde lo más importante era poner a la tierra producir cualquier cosa que el hombre estadounidense pudiera aprovechar.

 

Una tierra de agricultores y ganaderos, terratenientes millonarios tenían las mejores tierras en Georgia y donde ellos no trabajaban, sino sus esclavos. A pesar de eso, Georgia tenía un condado espectacular, Rogue, el condado más grande de todo el estado en si. Hermoso por sus paisajes y sus playas que nacían de las mismas costas del atlántico. En Rogue se encontraba el hogar de Melissa Austen, hermana de Katherine Scully. Ahí había empezado su vida como casada y adoraba Rogue, tanto como adoraba la maravillosa y a la vez modesta casa que compartía con su esposo.

 

Las plantaciones donde se encontraba esa casa, eran las conocidas plantaciones de Collins; lo único que le había quedado al Sr. Austen después de la muerte de su padre, ahora él se encargaba de mantener viva esa pequeña plantación porque era su patrimonio, aunque las cosas estuvieran difíciles en esos momentos.

 

Llegaron a Collins sin ninguna complicación. La Srta. Scully la visitaba por primera vez, a pesar de que su hermana estuviera viviendo allí desde hacia ya cuatro años. Los pocos empleados que tenían dentro de la casa los recibieron y enseguida entraron todo el equipaje al interior de la vivienda mientras los dueños de casa y su huésped seguían en el jardín observando la hermosa casa.

 

-Es hermosa Melissa, me encanta- decía la Srta. Scully muy feliz por su hermana.

-Gracias Katherine- agradeció la Sra. Austen.

-Y será mucho más hermosa cuando la remodelemos- comento el Sr. Austen.- Eso te lo puedo asegurar.

-Austen, primero debemos pensar en la plantación. Necesitamos todo el capital necesario para que la plantación sea como antes- decía con cierto reproche hacia su marido.

-Lo se y te prometo que lo haremos Melissa- decía esperanzado el Sr. Austen mientras tomaba las gráciles manos de su esposa.- Vamos Katherine, entremos. Collins también es tu casa.

-Gracias Austen.

 

Los tres entraron a la casa y después de una pequeña tertulia y te con galletas el Sr. Austen se retiro para empezar a trabajar nuevamente en su patrimonio. La Sra. Austen se encargo de llevar a su hermana a la cual seria su nueva habitación por lo que durara el verano, eso pensaba ella, porque no sabia que su hermana tenia otros planes.

 

-Espero que estés cómoda Katherine. Gia te ayudara a desempacar la ropa y luego te dejare para que descanses del viaje- se acerco a ella y le dio un caluroso abrazo.- Será tan gratificante tenerte aquí- y volvió acercarse a la puerta.- Te veo mas tarde.

 

A la Sra. Austen salir de la habitación enseguida la Srta. Scully borro su sonrisa fingida de felicidad mostrando después un rostro lleno de culpabilidad. Se sentó en la cama y sin saber porque poso sus ojos sobre la esclava que estaba de pie ante ella.

 

-¡No!- exclamo la Srta. Scully al ver a la esclava acercarse a sus baúles y abrirlos.

 

La esclava con cierto temor se acerco al marco de la puerta y cerro los ojos como quien esperaba un castigo. A la Srta. Scully le pareció extraño su reacción. La Sra. Austen la había llamado Gia, Gia era bastante alta, una tez muy clara poseía a pesar de que era negra, sus ojos eran bastante negros y llamativos, llena de harapos expedía desde su interior cierto temor.

 

-Lo siento, no debí gritarte- se disculpo.

-Discúlpeme usted a mi Srta.- se disculpo ella sin ni siquiera mirar a la Srta. Scully.- No debí acercarme a los baúles sin su autorización.

-Si, pero te asuste. Y mira como estas ahora, no quise espantarte. Es que no quiero desempacar.

-Lo entiendo.

-¿Quieres algo de tomar?- pregunto con preocupación en su voz al ver que la esclava a un seguía nerviosa.

 

Ella se sorprendió ante el gesto de la Srta. Scully. Se suponía que ella debía pedirle que se fuera, pero al contrario le preguntaba si quería algo de tomar. La esclava negó con la cabeza.

 

-Gia ¿Te llamas Gia cierto?- pregunto la Srta. Scully.

-Si- respondió tímida.

-Es un bonito nombre, tu mama tuvo excelente acierto al colocártelo cuando naciste ¿sabias que es italiano?- sonrió al ver que la esclava volvía a negar con la cabeza.- Así es, viene de Roma, Italia. Me han dicho que es un bello país- saco un sobre de su bolso y enseguida cambio de tema con el cual trataba de ganarse a la esclava.- Gia necesito que me hagas un favor- la esclava volvió a mirarla con la timidez innata en su naturaleza.- Necesito que envíes esto a Pemberley- le mostró el sobre a la esclava y ella lo tomo entre sus manos.

-Le diré a la Sra. Austen que le ordene al mensajero llevarlo.

-No- dijo con cierta turbación.- Mi hermana no puede saber de ese mensaje, debes tratar que llegue a manos de la Sra. Samuelle, esposa del Sr. Samuelle, dueño de Pemberley y mi hermana no se puede enterar ¿podrías ocultar el secreto? ¿Podrías llevarlo tú a Pemberley?

-Si señorita, cuando usted quiera.

-¿Podría ser ahora?

 

 

Pemberley

Mismo día.

 

La Sra. Samuelle tomaba la carta que le hacía entrega una de sus esclavas. Al mirar el sello reconoció el símbolo familiar de los Scully y abrió la carta enseguida; al terminar de leer le dijo a su esclava con esos ojos tan profundos y fríos que ya no la necesitaría. En ese momento entraron el Sr. Samuelle y el Sr. Mulder, venían vestidos con ropa de cabalgata y se veían agitados por el ejercicio.

 

-Katherine llegó a Georgia.

 

Les informó sin esperar a que se sentaran para descansar. El Sr. Mulder disimulaba la mirada curiosa que observaba todo a su alrededor en busca de la Srta. Scully en cualquier lado de la casa y el Sr. Samuelle le prestó la más mínima atención a la noticia; se veía tan cansado que se lanzó en el primer sofá que vio.

 

-¿Y dónde está?- preguntó el Sr. Mulder más ansioso que calmado.

-En Collins.

-¿En Collins? ¿Qué hace en Collins?- preguntó confundido el Sr. Samuelle.

-Sí. Collins pertenece al esposo de su hermana mayor.

-¿Stephen Austen es esposo de Melissa Scully?- volvió a preguntar aun mas confundido.

-Así es.

-Que desdichada. Las Scully no eligen bien a sus maridos; estuvieron a punto de quitarle esa propiedad al viejo Austen y hace poco pasó a manos de su hijo y él tiene grandes esperanzas de que esa hacienda producirá lo debido y se convertirá en una de las mejores plantaciones de Georgia- sonrió irónico. -Es un iluso.

-Es un hombre trabajador.

-Con trabajar mucho no logrará que esa hacienda produzca lo mismo que Pemberley. Pemberley produce el 90% de algodón en Georgia y ninguna otra hacienda podría alcanzar tal cifra.

-Collins no produce algodón querido, produce coles.

-¿Coles? Que negocio tan poco productivo, yo en sus cabales vendería esa hacienda. Las hermanas Scully me intrigan, eligen a los caballeros menos agraciados de fortuna para contraer matrimonio con ellos, aunque como dije una vez mujeres como ellas no pueden conseguir excelentes partidos.

-¿Y cómo son ellas, querido?- preguntó confundida la Sra. Samuelle.

-Ya sabes, carecen de gracia, de belleza, poca inteligencia... ya te lo expliqué una vez- dijo mientras tomaba un vaso con jugo que le traía una de sus esclavas.

-Pues a mí me parece todo lo contrario, hermano. La Srta. Scully tiene todas las facultades de una bella mujer y de inteligencia es extremadamente agraciada- expresó el Sr. Mulder con un tono defensivo que sorprendió a la Sra. Samuelle al notar que su cuñado no ocultaba lo que sentía por la Srta. Scully.

-Dirías lo contrario si no estuvieras enamorado de ella William- le refutó su hermano.

-Creo que te estás equivocando. Sólo quiero hacerte notar lo injusto que eres con tus críticas hacia las Scully; además tú nunca has sido prejuicioso cuando se tratan de señoritas o señoras- se defendió.

-William ¿crees que Elizabeth y yo no sabemos de tus sentimientos hacia la Srta. Scully?- le preguntó.

 

Y el Sr. Mulder no se inmutó ante la pregunta generada por su hermano mayor, pero sí le parecía increíble que él ya supiera algo que mantuvo en secreto por tanto tiempo. No quería que lo descubrieran, pero conociendo la curiosidad y los conocimientos de la Sra. Samuelle ese secreto no iba a permanecer mucho tiempo en la oscuridad como él pretendía.

 

-No queremos reprocharte lo que sientes hacia ella. Todo lo contrario, queremos brindarte nuestro apoyo- le comunicó la Sra. Samuelle. –Estamos sorprendidos, eso es muy cierto; pero estamos felices.

-Yo no he dicho que estoy contento- protestó el Sr. Samuelle, pero la mirada de su esposa lo hizo rectificar. -No estoy contento, pero tampoco molesto.

-Comprendo todo lo que me dicen y se porque no lo reprochan, porque les encanta hacer de las suyas...

-¿Podrías explicarte mejor?- le preguntó su hermano.

-Quieren divertirse y su manera predilecta de diversión es hacer enfurecer a los demás con su proceder y sus costumbres... esto para ustedes es un motivo más para ofuscar a todo un pueblo. Por eso no se mudan definitivamente a Pemberley, porque quieren lograr que la comunidad de Netherfield explote de la rabia hacia ustedes o hacia mí.

-No pudiste ser más explícito, Mulder- le celebró la Sra. Samuelle con esa sonrisa maliciosa que siempre mostraba cuando tenía un plan en mente.

-Elizabeth, para mí esto no es un juego; amo a la Srta. Scully y no pienso hacer de eso un circo y les voy a pedir un favor; que ella no se entere de que ustedes están al corriente de estas circunstancias.

 

Y sin más que decir salió de la casa con esa molestia que nunca pasaba desapercibida a sus familiares, ellos estaban consternados por su reacción y era lógico que él reaccionara de esa manera; al Sr. Mulder nunca le gustaba llamar la atención y era algo que su familia muy a pesar tenía que respetar. La Sra. Samuelle se sentó junto a su esposo con una cara de desilusión impactante.

 

-Pensé que podía divertirme, pero veo que no- expresó.

-¿Entonces? ¿Viene a Pemberley sí o no?- le preguntó su esposo.

-Llega mañana, aun no le ha dicho a su hermana que pasara el verano con nosotros.

-La Srta. Scully no sabe tomar decisiones a la ligera, todo lo que tiene que hacer lo deja para última instancia. Es lo que me preocupa, no es la mujer adecuada para William, ni como amante ni como esposa.

-Debes entender perfectamente, querido, que existen muy pocas mujeres parecidas a mí.

 

Y ambos rieron cómplices. El Sr. Samuelle quería para su hermano una mujer exactamente igual a su esposa, pero a veces no todos los deseos se cumplen como debería de ser.

 

25 de Junio

Collins.

 

La Sra. Austen recorría toda la planta alta de la residencia hasta llegar a la puerta de la habitación de su hermana menor. No tocó para entrar, sabía que ella ya estaba despierta; pero cuando entró se sorprendió mucho al ver a su hermana alistándose para salir.

 

-¿Adónde vas, Katherine?

 

Al preguntar, miró todo a su alrededor: las valijas aun estaban sin desempacar y al parecer las gavetas estaban vacías, ya presentía que su hermana tenía que decirle algo que no le iba agradar.

 

-Será mejor que hablemos, Melissa. Siéntate conmigo.

 

Ambas se sentaron a la orilla de la cama. La Sra. Austen miraba el rostro de su hermana con bastante confusión, se sentía angustiada al ver a la Srta. Scully en esos instantes.

 

-Debo irme- le dijo.

-¿Adónde?

-A Pemberley.

-¿A Pemberley? ¿Qué hay en Pemberley?- le preguntó sorprendida.

-Me invitaron a pasar el verano allá- le comunicó.

-¿Te invitaron? ¿Quiénes? No conocemos a los dueños de Pemberley- dijo mortificada.

-Yo sí- dijo apenada.

-Katherine, no logro entender lo que tratas de decirme.

-Los dueños de Pemberley son los Samuelle. La Sra. Samuelle hace unos días me invitó a pasar el verano en su propiedad, pero la única manera de yo poder lograr pasar el verano con ellos era haciendo que tú me trajeras hasta Georgia- dijo más apenada aun.

-¿Qué?- expresó sorprendida. -¡Dios! ¿Qué has hecho?

-Lo siento, Melissa, te usé y no debí; pero quiero estar con ellos.

-¿Pero por qué? Nosotros estamos aquí, somos tu familia- la Srta. Scully no dijo nada, prefirió evitar la mirada de su hermana y ella lo comprendió. -¡Oh por Dios! Quieres estar con el Sr. Mulder... eso... es una locura Katherine.

-La persona que me dijo que intentara ser feliz no me puede decir que es una locura.

-Me usaste infamemente- dijo ofendida, -a mí que soy tu hermana, quien te ha querido más que a nadie en este mundo...

-No digas eso, Melissa, me haces sentir tan mal...

-Deberías- interrumpió. -Ves en mí lo que no soy- se paró rápidamente de la cama, -me usaste vilmente, me viste como tu alcahueta y eso no te lo perdono.

-El me ama Melissa, me lo ha dicho. Está perdidamente enamorado de mí.

-Es algo que lo tengo aclarado Katherine, pero aun así no me puedes usar para tus juegos sucios y perversos.

-Lo que quiero hacer no es perverso, solo quiero estar con él antes de entrar a mi infierno en vida.

 

Al decir estas palabras el corazón de la Sra. Austen se acongojó de tal manera que toda su rabia contra su hermana se convirtió en lástima y pena. Escuchó los pequeños sollozos de su hermana menor y corrió junto a ella para consolarla y abrazarla.

 

-Déjalo, Katherine. Rompe ese tonto compromiso...

-No puedo, no puedo- decía entre sollozos -sabes más que nadie que no puedo. Sólo quiero estar con el Sr. Mulder, sólo quiero ser feliz por unos instantes. De todas formas la felicidad no puede ser eterna.

-No debí gritarte- deshizo el abrazo para mirarla. –Es que me molesta que no me mantengas al tanto de tus travesuras, sabes que yo te apoyaría en lo que hicieras- y la Srta. Scully sonrió entre lágrimas.

-Es que tenía miedo de que te negaras a traerme si te lo decía desde un principio.

-¿Negarme? Nunca, no sería justo de mi parte negarte esa pequeña felicidad.

-La Sra. Samuelle tuvo razón al decir que eres mi alcahueta- y ambas rieron.

-Bueno, soy una alcahueta comprensible- su rostro se torno serio. –Katherine, disfruta todo lo que puedas, descubre un verdadero amor al lado de ese caballero; pero ten mucho cuidado, a veces no todo resulta como parece.

-Lo sé- le aclaró.

-Ahora quiero que para la próxima me mantengas al tanto. Si hubiera sabido esto desde un principio no hubieras pasado la noche en Collins.

-Te prometo que la próxima vez será diferente.

-Eso espero. Ahora vamos, se te hace tarde y aunque la Sra. Samuelle no utiliza la ética de la puntualidad los Scully siempre hemos tenido la buena fama de ser puntuales- y volvieron a sonreír -Enviare un mensaje a Pemberley, así estarán todos preparados para tu llegada.

-No soy una condesa ni una emperatriz para que me traten con extremada cortesía.

-No te menosprecies querida, porque tú vales más que una condesa o una emperatriz.

 

Ambas hermanas se brindaron una sonrisa dulce y de alegría. Luego bajaron al primer piso de la casa mientras los esclavos se encargaban de llevar el equipaje al coche; se encontraron con el Sr. Austen en la puerta y su esposa le habló de los planes de su hermana en Pemberley y las razones de su partida tan abrupta de Collins; este le brindó sus mejores deseos para pasar un lindo verano en Pemberley y la Srta. Scully les comunicó que los Samuelle deseaban verlos en Pemberley pronto, que eran tan bienvenidos como ella en tan notable propiedad.

 

Los Austen la despidieron con pesadez y tristeza, luego ella subió al coche despidiéndose de ellos a través de la ventana del coche con la mano. El coche salió a paso ligero de Collins y enseguida se empezó a trasladar por un camino de piedra; Pemberley se encontraba a dos millas de distancia y al llegar el cochero se lo comunicó a la Srta. Scully.

 

Ella contemplaba los bosques de Pemberley con admiración, era un lugar hermoso, digno de una pintura, grandes bosques y altas colinas. Subieron gradualmente durante otra media milla más y por fin llegaron a una elevación desde la cual se distinguía la casa Pemberley, situada juntos frente al valle de grandes extensiones, al otro extremo las grandes plantaciones de algodón de quienes era dueño el Sr. Samuelle y aunque la Srta. Scully tenía muchas preocupaciones y temores todo eso no le pasó desapercibido ni por un instante.

 

Se veían hombres de color ir y venir con sus instrumentos de trabajo y la Srta. Scully pensó que la esclavitud que esas personas vivían era injusta. Descendieron por la ladera de la colina que al principio cubría en gran extremo la visibilidad de la casa. Al parar el coche, la Srta. Scully sintió un nudo en su estomago, respiró profundamente un par de veces hasta notar que la puerta del coche le había sido abierta; se percató que alguien le ofrecía la mano para ayudarla a bajar y ella así la acepto pero su sorpresa fue descomunal al notar que el caballero que la ayudaba a bajar del coche era el mismo Sr. Mulder.

 

-Bienvenida a Pemberley Srta. Scully- le dio la bienvenida, mostrándole esa sonrisa que a ella tanto le encantaba y sin quitar en ningún momento la mirada sobre sus ojos; al Sr. Mulder le causaba gracia la expresión que tenía la Srta. Scully en su rostro, era la expresión de sorpresa y aunque ella se esperaba verlo allí no se esperaba esta cortesía en él.

 

De pie, uno justo frente al otro, él parecía un árbol frente a ella y ella un simple arbusto. Se miraban con pasión y devoción, amor y deseo, pero el hechizo se rompió porque los Samuelle estaban presentes y la Srta. Scully se alejó del Sr. Mulder con un poco de pena y nerviosa; la Sra. Samuelle se acercó a ella para darle un efusivo abrazo de bienvenida.

 

-Bienvenida a Pemberley, Katherine.

-Gracias Elizabeth.

-Bienvenida Srta. Scully- le besó la mano cortésmente el Sr. Samuelle, -espero que su estadía en nuestra propiedad sea de su agrado.

-Sé que será de mi agrado, Sr. Samuelle.

-Vamos adentro. Así podrás ver la casa. Es hermosa- dijo con orgullo la Sra. Samuelle.

-Si es tan hermosa como la veo por fuera, por dentro debe ser un verdadero sueño.

 

Caminaron lentamente hasta la entrada de la casa, los caballeros detrás de las damas. La Sra. Samuelle apoyaba su brazo de la Srta. Scully, sosteniéndola como para que no llegara a escaparse, estaba muy contenta por tener a su amiga en su casa, pero mucho más contenta por saber que su amiga tenía un romance con su hermano político.

 

Al entrar a la casa fueron recibidos por dos esclavos vestidos como mayordomos, algo que sorprendió mucho a la Srta. Scully; bueno, ya estaba sorprendida desde que entró a la propiedad de Pemberley, cada esclavo que vio iba vestido con ropas elegantes como cualquier aristócrata de raza blanca, pero como reza el dicho “el que se viste de seda mono se queda” y ellos eran esclavos e iban a morir siendo esclavos.

 

No tardaron mucho en llegar al gran salón principal de la casa, era bastante amplio. Muebles de madera imperial lo ocupaban, la pared central lo ocupaba un cuadro con la imagen del Sr. Samuelle, se veía imponente y poderoso, al lado; otro cuadro el de la Sra. Samuelle y el cuadro no le hacía juicio a su gran belleza y porte inglés. En las otras paredes cuadros de los padres del Sr. Samuelle, pero la Srta. Scully no le prestó mucha atención a estos, su atención fue captada por el cuadro del Sr. Mulder; se veía en él mucho más imponente que su hermano y sus ojos llevados a acuarela se veían más cálidos y perfectos, esa mirada plasmada en lienzo hechizó a la Srta. Scully sin percatarse que había otro cuadro en el gran salón donde lo primordial era la presencia de una familia bastante disfuncional pero muy querida para el Sr. Samuelle.

 

-¿Katherine?- la llamó la Sra. Samuelle, sacándola de sus pensamientos tan profundos. -¿Quieres tomar asiento? Debes estar muy cansada.

-Gracias Elizabeth- tomó asiento en una de las butacas pequeñas del salón y no pudo dejar de mirar la gran escalera imperial que llevaba al segundo piso, tenía un estilo clásico que se ligaba con el barroco. -No puedo pasar por alto que tienen una hermosa casa.

-Deje los halagos, Srta. Scully. Somos modestos a pesar de lo que tenemos. Aunque no puedo dejar de decir que compré esta propiedad pensando en los gustos de Elizabeth.

-No puedes dejar de decir que tu esposa tiene un gusto muy estrambótico- expresó con burla el Sr. Mulder mientras tomaba asiento y notó la pequeña sonrisa de la Srta. Scully, que al parecer le había parecido gracioso lo dicho por él.

-La odias, Mulder, y no entiendo por qué si es hermosa- expresó la Srta. Samuelle tratando de defender su regalo de bodas bastante grande.

-Yo hubiera deseado algo más sencillo, Elizabeth. Los exteriores de la casa son hermosos, el paisaje es espectacular, pero la casa es demasiado grande para tan solo dos personas.

-Lamentablemente, querido hermano, tú no fuiste quien se casó conmigo sino ella, a ella es a quien tengo que complacer y la casa es ideal para ambos- expresó el Sr. Samuelle también tratando de defender la propiedad que compartía con su amada esposa.

-Creo que recibiría el apoyo de la Srta. Scully al decir que es un regalo de bodas muy exagerado- dijo el Sr. Mulder.

-Lamento pensar lo contrario, Sr. Mulder, y no poder apoyar su opinión, se debe respetar los gustos de cada cual a pesar de no ser de nuestro agrado. Aunque nunca me han gustado las casas grandes, debo reconocer, esta me parece admirable.

 

Y ahí estaba ella otra vez, llevándole la contraria como siempre y él se deshacía de emoción por verla así, actuando así, era lo que amaba de ella y era algo que no podía negar. El Sr. Mulder le sonrió dándole a deducir que ya había entendido el sermón y ella sonrió triunfante, esas miradas de flirteo empezaron a desarrollarse entre ellos desde la llegada de la Srta. Scully y los Samuelle ya lo habían notado desde un principio.

 

Se vieron interrumpidos por dos criadas que traían limonadas para ellos y la Srta. Scully notó que ellas también llevaban ropas aristócratas, esos vestidos eran exclusivos para personas blancas y alguien se hubiera escandalizado por verlas vestidas así; pero la Srta. Scully llegó a entender que los esclavos de los Samuelle no eran iguales a los demás de la región.

 

Se veían relajadas, limpias y en el rostro se les reflejaba una felicidad notable; le dio las gracias a una de ellas cuando le brindó el vaso y esta criada no reprimió una sonrisa y parecía que era habitual en ella hacerlo.

 

-Sr. Samuelle, he notado algo desde mi llegada a Pemberley. Sus esclavos visten como blancos- expresó mas confundida que alarmada por la situación.

-No son esclavos- le dijo. -Son mis empleados.

-Bueno sí, es una forma muy educada de decirlo. Pero siguen siendo esclavos.

-Creo que no entendiste, Katherine. Lo que Samuelle trató de decirte es que ellos son libres. Todos los empleados que trabajan dentro de la casa son libres.

-Para mí estas personas son iguales a nosotros a pesar de sus diferencias en la piel, en el pelo y los ojos. No tienen la necesidad de vestir como locos por el simple hecho de ser diferentes y tienen derecho a ser libres. Yo les he otorgado ese derecho.

-¿Y los que trabajan en la plantación son libres?

-No, pero si me piden la libertad no dudaría en dárselas, pero creen estar mejor siendo esclavos que hombres libres y les he explicado muy bien el verdadero concepto de la diferencia entre las dos cosas y aun así no quieren la libertad. Yo por mi parte los trato como semejantes a mí, tienen sueldo, viven cómodos, tienen una educación y no los trato como si fueran animales de corral como muchos de los terratenientes en Georgia.

 

Y en eso se llegó a incluir al Sr. Austen, aunque le causara pena saber que su cuñado era igual a los demás no podía negarlo; pocos hombres pensaban como el Sr. Samuelle y pocos hombres trataban a sus esclavos como él los trataba.

 

-Puedo adivinar que usted piensa muy diferente a mí, señorita- le dijo el Sr. Samuelle.

-Se equivoca, Sr. Samuelle. Yo creo lo mismo que usted, pueden ser diferentes a nosotros en el color pero son seres humanos y merecen el mismo respeto que un blanco.

-Eso es de admirar, Srta. Scully, me complace mucho saber que es muy diferente a las demás damas- dijo el Sr. Mulder con tono galante y elogioso. -Pocas damas piensan como usted, creen que los ideales de mi hermano son errados.

-No, claro que no son errados. Pero la pregunta precisa sería: ¿Usted piensa lo mismo que su hermano?

-Por supuesto que sí- aclaró muy seguro de sí, notó una sonrisa de complacencia en ella que él en igual manera le respondió. –Creo que es algo que llevamos en la sangre, a pesar de solo ser medio hermanos.

-Si no lo dijeran nadie se enteraría- les dijo la Sra. Samuelle.

-¿Por qué negar la realidad, querida?

-Porque no es algo tan obvio. A pesar de ser medio hermanos tienen un gran parentesco.

-Es algo de las pocas cosas que podemos agradecerle a nuestra adorada madre, el parentesco- dijo el Sr. Mulder.

-Que no se te olvide la locura, William.

-Nuestra madre no está loca- le respondió el Sr. Mulder.

-Pues de alguien debimos heredar la paranoia, te aseguro que no fueron nuestros padres. Eran hombres que vivían en un sano juicio de cordura.

-Ser personas con juicios distintos a los demás y pensamientos retrógrados no los catalogan como locos o dementes. Yo por mi parte los veo así- les dijo la Srta. Scully.

-Ella tiene toda la razón al decir algo tan obvio- les dijo la Sra. Samuelle.

-Si todos pensaran como ella sería un mundo tan distinto- le dijo el Sr. Samuelle a su esposa.

-Creo que pasarán algunos años antes que la humanidad piense como ella- respondió con pesadez el Sr. Mulder.

 

El se frustró de momento, pero la mirada profunda de la Srta. Scully logró que él olvidara lo injusta y patética que podría ser la vida con ellos y se reveló a sí mismo que era mejor amar y ser amado, antes de ponerse a pensar en lo cruel que podrían ser las demás personas.

 

Se vieron interrumpidos por uno de los mayordomos de la residencia avisándoles a los caballeros que había llegado un terrateniente en busca del dueño de la propiedad. Ambos se disculparon por dejar a las damas solas y salieron del salón por uno de los pasillos de la casa seguidos por el mayordomo. La Srta. Scully se sentó junto a la Sra. Samuelle y esta le tomó las manos con aprecio.

 

-Estoy tan feliz que estés aquí. Sé que no fue fácil para ti decirle a Melissa que pasarías el verano en Pemberley ¿Cómo lo tomó?- le preguntó con notoria preocupación.

-Mejor de lo que hubiera pensado, sólo me reprocho la manera tan vil en que le mentí. Pero aprueba que esté aquí.

-Sé que ella tenía muchas esperanzas en pasar el verano contigo, sé que no es divertido pasar los veranos en propiedades tan grandes como éstas y la entiendo. A veces se torna aburrido. Espero que le hubieras dicho que es bienvenida a Pemberley.

-Se lo dije, en cualquier momento ella y su esposo nos agraciarán con una visita.

-Entonces puedo respirar tranquila, no quiero que Melissa piense que le estoy robando a su hermana.

-Melissa nunca llegaría a pensar tal cosa- sonrió. -Tú le agradas, aunque parezca lo contrario.

-Me complace mucho saber eso de tu hermana- de repente sintió una presencia detrás de ella y giro la cabeza para ver una de sus criadas. -¿Ocurre algo, Julia?

-El equipaje de la señorita ya fue llevado a los aposentos que usted dispuso para ella.

-Oh... perfecto- se puso de pie. –Vamos Katherine, te mostraré tu nuevo lugar de descanso.

 

Ambas se pusieron de pie y caminaban sin prisa hasta las escaleras y la Srta. Scully no pudo dejar de notar esa vez el cuadro que pasó desapercibido con anterioridad. Era el cuadro de una señorita de nos más de dieciséis años, bastante alta, de una gran caballera castaña y rizada; y sus ojos verdes tenían gran parentesco con los de sus hermanos, pero esta señorita tenía el mismo porte que el Sr. Mulder, supuso sin equivocarse que era la imagen de Samantha Mulder.

 

Cuando terminaron de subir por las escaleras seguidas por la criada se adentraron al angosto pasillo del segundo piso de la residencia. Bastante iluminado con grandes ventanales que dejaban pasar agradablemente la luz del sol por grandes cortinas blancas.

 

Más cuadros se cernían en las paredes, al igual que repisas en madera preciosa adornadas por finos jarrones chinos y japoneses y acompañados por grandes espejos suspendidos en las paredes. El piso de madera era cubierto por una larga y hermosa alfombra persa blanca, el orgullo de la Sra. Samuelle.

 

Se detuvieron frente a una de las puertas del segundo piso y la criada les abrió. Detrás de esta apareció una hermosa alcoba bastante amplia para la nueva ocupante, una gran cama de madera preciosa con pilares adornados con ribetes en tela reposaba en el centro de la habitación; la cubría un hermoso edredón de seda y lino.

 

Frente a la gran cama se posaba un gran ventanal con cortinas blancas daban vista hacia una pequeña terraza, se podía notar el pequeño piano blanco que ocupaba una esquina y al otro extremo un tocador de madera blanca con espejo y frente a la cama un diván blanco que se posaba justo delante de una hermosa chimenea.

 

La Srta. Scully estaba impactada por ver la hermosa habitación que le había sido asignada, se sintió apenada por la atención recibida por parte de la Sra. Samuelle que lo único que quería era que su adorada amiga se sintiera cómoda, como si estuviera en su propia casa.

 

-¿Te gusta?- le preguntó la Sra. Samuelle con extremada curiosidad.

-No sé que decir Elizabeth- expresó pasmada.

-Eso era exactamente lo que quería, que no pudieras decir nada cuando la vieras. Sé que te parece preciosa y aquí dormirás- dijo mientras se colocaba en el centro de la gran habitación.

-No puedo aceptar tus deseos de que yo ocupe esta habitación. Es demasiado para mí- expresó con reserva.

-Por favor Katherine, evita la honradez frente a mí. Yo quiero que estés cómoda y esta habitación tiene gran parentesco a ti, es clara, pura y tiene ese toque de belleza tan poco particular que tienes.

-Me apenas- dijo sin poder ocultar lo ya dicho.

-Lo lamento, pero digo la verdad- la tomó de las manos y la llevó al centro de la habitación.- Estas paredes dicen tu nombre y es algo innegable.

-Bueno, yo tampoco puedo negar que me parece espectacular- sonrió con pena, -podría descansar aquí.

-Me encanta escucharte hablar así. Las mucamas se tomaron la molestia de desempacar por ti.

-Toda su ropa ha sido colocada en el vestidor- dijo la criada que aun seguía de pie frente a la puerta, esperando cualquier orden de su señora.

-Sé que querrás descansar un poco, así que Julia y yo te dejaremos a solas.

-Me gustaría enviarle un mensaje a mi hermana, para avisarle que he llegado con bien.

-Bien, tu haz la carta y llama por la campanilla a una de las criadas en la cocina. Le entregaran la carta al mensajero y él llevara el mensaje a Collins ¿Te parece bien?

-Sí- afirmó.

-De acuerdo. Vamos Julia, dejemos a la señorita sola y acompáñame, necesito saber que es lo que traman las cocineras para esta noche.

 

La Sra. Samuelle salió de la habitación seguida por la criada. La Srta. Scully se acercó al gran ventanal y lo abrió de par en par, sonrió al recibir sobre su rostro el viento agradable de aquella tarde. Salió a la pequeña terraza y se acercó al barandal para poder observar con emoción el hermoso paisaje que se anteponía ante sus ojos azules, respiró alegremente el aire puro que le brindaba el perfecto cielo azul y en su mente sólo se dibujaba un solo pensamiento: amar y ser amada.

 

Luego decidió volver a su habitación, para poder redactar el mensaje que le enviaría a su hermana; pero sus intenciones fueron disueltas por la presencia del Sr. Mulder que observaba con curiosidad las flores de un jarrón que estaba sobre una de las cómodas de la habitación.

 

-Elizabeth tomó una buena decisión al otorgarte esta habitación. Es tan hermosa como tú- expresó con cierto tono atento. -Pero sé que no me equivoco al suponer que te sientes incómoda en ella.

-Supones bien, pero creo que tendré que acostumbrarme a las atenciones que me otorga tu cuñada.

-Y tendrás que acostumbrarte a las mías. Vine a darte la bienvenida- levantó la vista para posar sus ojos verdes sobre la mujer que amaba.

-Ya me la diste, o lo olvidaste- le dijo con cierta turbación nerviosa.

-No a mi manera.

-¿Y cuál es tu manera?- le preguntó con curiosidad.

 

El se acercó a ella despacio otorgándole esa sonrisa de complacencia y confianza que a ella le hacía sentir feliz y la hacía olvidar una realidad que no quería aceptar. Después de unos segundos sintió los labios de él sobre ella, hurgando en lo mas recóndito de su ser y su existir. Volvieron a sonreír contentos al terminar el beso.

 

-Esa es mi manera- le confirmó.

-Pues me parece un poco extraña ¿Así es como les das la bienvenida a las demás señoritas amigas de tu familia?- preguntó divertida ante la pregunta generada.

-Sólo a las que amo y créeme que sólo ha sido a una.

 

Ella borró de su rostro la sonrisa de burla que traía y se sonrojó ante lo dicho por el Sr. Mulder. Este la abrazó y ella se acurrucó entre sus brazos para respirar su dulce aroma y adaptarse a él.

 

-Hay algo de lo cual tenemos que hablar- le dijo la Srta. Scully.

 

El sabía de qué se trataba, sobre el compromiso de ella; pero se sentía tan feliz en esos momentos que tomó la decisión de no hablar sobre ese tema hasta que la situación lo ameritara. Llegó a suponer que de todas formas, de todas las maneras posibles ese compromiso no iba a terminar en boda y que ellos iban a terminar juntos.

 

-No quiero hablar de eso, sólo quiero estar contigo- le dijo dulcemente.

 

Ella comprendió lo doloroso que podría ser para él separarse de ella y se afligió porque sabía que eso inevitablemente iba a suceder.

 

27 de Junio.

Praderas de Pemberley.

 

Los dos días subsiguientes transcurrieron lo más normales posible, en lo que cabía, ya que solo el hecho de que la Sra. Samuelle no dejara un solo segundo a solas a la Srta. Scully enfadaba mucho al Sr. Mulder y su cuñada lo sabía, pero le agradaba molestarlo, se divertía haciéndolo.

 

Sólo contaba los días para la llegada de su hermana menor, la Srta. Mulder se encargaría de ocupar el tiempo de la Sra. Samuelle y por consiguiente él podría pasar mucho más tiempo a solas con la Srta. Scully.

 

Se encontraba en la pradera, recostado sobre la grama observando la simplicidad del cielo azul de Georgia, hasta que sintió el galope precipitado de un caballo que le pasaba por encima de su cabeza, se puso de pie y observó en la distancia que quien cabalgaba como un jinete experto era la Srta. Scully. Asustado por suponer que se encontraba en peligro subió a su caballo y la siguió, mientras más se acercaba a ella la llamaba a viva voz.

 

Ella al escucharlo paró el caballo rápidamente mientras el Sr. Mulder se acercaba a ella agitado y preocupado. Ella lo observó confundida.

 

-¿Algún problema, Mulder?

-¿Que si algún problema?- preguntó sofocado. -¿Estás bien?

-Claro que estoy bien ¿Por qué tendría que estar mal?

 

El se sintió desconcertado ante su respuesta y ella le sonrió divertida, entendió la preocupación en él.

 

-Pensé que tu caballo estaba desbocado.

-¿Desbocado? No, claro que no. Estaba trotando.

-¿Trotando?- preguntó confundido. -¿Llamas trotar a correr de una manera tan impetuosa como esa?

-Soy impetuosa.

-Katherine, casi me matas de un susto- expresó con terror. -¿Las señoritas de este país acostumbran a trotar como tú?

-No, porque no tienen mi mismo ímpetu- expresó con orgullo.

-Vaya, has vuelto a ser la señorita que conocí en Netherfield- expresó con sorpresa.

-Nunca he dejado de serlo y si te molesta que sea así, lo siento, pero es algo que no puedo cambiar en mi forma de ser.

-No te he pedido que lo cambies. Recuerda que es una de las cualidades que más admiro de ti.

-Troté en el cumpleaños del presidente- dijo burlona para cambiar de tema.

-¿Corriste de igual manera en el cumpleaños del presidente?- preguntó sin entender por qué el repentino cambio.

-Dije que troté.

 

Sin más que decir hizo girar su caballo para empezar a “trotar” de nuevo, él la siguió con la vista admirando su vivacidad y tomó la decisión de seguirla con la misma velocidad a caballo. Ella llegó a una pequeña elevación y bajó del caballo antes que llegara el Sr. Mulder y se echó a correr, él hizo lo mismo y al alcanzarla empezaron los juegos de manos; la tomó por la cintura para hacerla girar, ambos reían con alegría mientras el sol iluminaba el beso fogoso que se daban mutuamente.

 

Y el sol se apagó, las nubes se volvieron negras y la Srta. Scully al abrir los ojos divisó la imagen de un jinete que se les acercaba rápidamente, entre besos trataba de hablar.

 

-Bájame, alguien se acerca- dijo apurada, mientras el Sr. Mulder la dejaba en el suelo desconcertado.

-¿Pero quién?- giró su cuerpo y sus ojos verdes se llenaron de odio al observar al hombre que había bajado del caballo y termino de acercarse a ellos.

-Buenos días, Sr. Mulder- saludó un hombre de cabello negro, vestido de igual color y ojos verdes de maldad.

-Buenos días, Sr. Krycek- dijo devolviéndole el saludo. La Srta. Scully no pudo dejar de notar el tono repulsivo que utilizó el Sr. Mulder para saludar al desconocido.

-Es bueno verlo por aquí- dijo el Sr. Krycek.

-No puedo decir lo mismo y lo sabe- respondió cortante.

 

El tono era muy parecido al usado por la Sra. Samuelle cuando se encontraba hastiada. Algo ocurría entre los dos caballeros, el ambiente estaba tenso y ella se sentía fuera de lugar.

 

-¿Qué hace aquí Sr. Krycek?-preguntó con extremada curiosidad.

-Tengo una propiedad muy cerca de aquí. ¿Ha oído hablar de las plantaciones de Ambrose?

-Así es.

-Son mías, tengo una casa de verano ahí- le aclaró.

-Entonces tengo que recordarle que estas praderas no son parte de Ambrose. Esto es Pemberley, propiedad de mi hermano.

-Lo tengo claro. Todos los terratenientes tenemos permiso del Sr. Samuelle para cabalgar por estas praderas.

-Vaya, nunca pensé que Michael pudiera cometer tan graves errores.

 

El Sr. Krycek omitía casi todas las palabras odiosas del Sr. Mulder, su atención estaba más centrada en la belleza de la Srta. Scully que en lo que le estaba diciendo su enemigo declarado. Ella se sentía incómoda, se sentía hastiada al notar como él la miraba embelesado.

 

-Los vi y me tomé la libertad de acercarme para saludarlos. ¿Quién es la hermosa señorita que lo acompaña?

-Ella es Katherine Scully, amiga de la familia. Srta. Scully, él es el Sr. Alexander Krycek, otro maldito bastardo de la sociedad inglesa.

-Sr. Mulder...

-No lo reprenda Srta. Scully- la interrumpió. –El solo se está divirtiendo, es un placer conocerla.

 

Cuando él le tomó la mano para saludarla, la Srta. Scully sintió vibraciones negativas recorrer todo su cuerpo, este hombre no era tan agradable como aparentaba y ella sin conocerlo empezó a sentir el mismo repudio por él, el mismo repudio que sentía el Sr. Mulder en esos momentos.

 

-El placer es todo mío.

-Sr. Krycek, la señorita y yo hemos de retirarnos. Aun no hemos desayunado, espero no tener que verlo por aquí mientras que yo permanezca en Pemberley.

-Mmm... creo que eso no podremos evitarlo. Me gusta cabalgar todos los días.

-Entonces yo lo dejaré de hacer para evitar molestias. Vamos Srta. Scully.

 

El Sr. Mulder ayudó a la Srta. Scully a subir a su caballo y luego él subió al suyo. Ella notó la molestia en él y seguía sin entender lo que pasaba.

 

-Espero volver a verla señorita.

-Yo... - se vio interrumpida por el Sr. Mulder.

-Le recomiendo evitar tener algún acercamiento con la señorita. No está tratando con la Srta. Covarrubias- dijo tratando de defender lo que por derecho le correspondía.

 

Sin decir más nada, ambos partieron a la residencia de Pemberley. El Sr. Mulder corría velozmente y la Srta. Scully trababa de seguirle el paso; unos minutos después, al llegar a las caballerizas, él bajó del caballo casi en movimiento y se dirigió corriendo a la casa, ella bajó del caballo con ayuda de uno de los lacayos y trató de seguirlo.

 

-Mulder... Mulder, espera. ¿Qué ocurre?

-Necesito hablar con mi hermano- dijo buscando por todos lados la presencia de su hermano.

-¿Por qué?

 

Entraron a la casa y él detuvo a una de las criadas que se dirigía hacia las escaleras.

 

-¿Dónde está mi hermano?- preguntó con desesperación.

-El Sr. Samuelle está en su estudio, señor- respondió confundida.

 

El soltó a la criada casi logrando que ella terminara en el suelo y se dirigió a uno de los pasillos de la casa seguido por la Srta. Scully. Se detuvieron frente a una puerta blanca de cristales.

 

-Mulder...

-Déjame Katherine- y entró al estudio cerrando la puerta. -¿Por qué no me lo dijiste Michael?- le preguntó a un Sr. Samuelle más concentrado en un libro que en su hermano.

-¿De qué me hablas?

-¡De Krycek!- le lanzó el fuete en la cara. -¿Por qué no me dijiste que vive cerca de aquí?

-Para evitar tus ataques de histeria.

-¿Por qué siempre tratas de evitar lo inevitable? Sería más lógico que no le permitieras pasearse por las praderas de Pemberley como si fuera uno de tus lacayos, así no me hubiera enterado de su presencia- dijo con un tono de voz muy elevado.

-Sabía que había pasado algo por alto.

-¡¿Te estás burlando?!- preguntó furioso.

-No. Por eso no te lo dije, para evitarte este disgusto- se puso de pie. -Pero ya veo que no funcionó... William, debes calmarte y enfocar esa ira en otras cosas ¿No crees?

-Mi ira es prerrogativa para los Krycek ¿Sabes por qué no lo mate cuando lo vi frente a mí?

Porque la Srta. Scully estaba conmigo.

-Gracias a Dios.

-Cierra la boca Michael- expresó con molestia. –Debiste decírmelo desde un principio, pero te advierto algo, Michael, si me vuelves a ocultar algo como esto te va a pesar y mucho ¿Lo entendiste?

-Por supuesto- tragó en seco ante el terror.

 

El Sr. Mulder salió deprisa del estudio casi llevándose por delante a la Sra. Samuelle. Este subió por las escaleras y se escuchó el sonido estrepitoso de una puerta al cerrarse, el Sr. Samuelle se encontraba al pie de la entrada del estudio y miró a las dos damas perturbadas frente a él.

 

-Siento mucho esta escena, Srta. Scully, lo siento- y entró al estudio.

-¿Qué pasa Elizabeth?- le preguntó confundida.

-Dímelo tú. Estabas aquí antes de que llegara- le dijo mientras se acercaba a ella.

-No sé lo que pasó. Estábamos en la pradera, tu cuñado y yo y se nos acercó un caballero que puso muy intranquilo y molestó al Sr. Mulder.

-¿Sabes quien es?

-Alexander Krycek.

 

La Sr. Samuelle entornó los ojos al escuchar tal nombre, su rostro mostraba preocupación e intranquilidad. Le pidió a la Srta. Scully que la siguiera hasta el jardín para poder hablar con mas tranquilidad, se sentaron en una de las banquetas blancas que ocupaban el hermoso jardín lleno de rosas y la Sr. Samuelle seguía con ese rostro tan perturbado que confundió en gran medida a la Srta. Scully.

 

-Sé que los problemas familiares no son temas dignos de tratar, Katherine. Pero tú eres una gran amiga de nuestra familia y tienes derecho a saber lo que está ocurriendo entre nosotros- le dijo en tono de desasosiego.

-No logro entenderte, Elizabeth- expresó con preocupación.

-El Sr. Krycek y Mulder se tienen odio- trató de aclararle.

-Es algo muy fácil de percibir Elizabeth, pero no entiendo el por qué.

-Escucha- respiró profundo antes de continuar. –Hace años, los Krycek y los Mulder compartían una amistad muy agradable. Ambas familias fueron llevados a la corte inglesa y los patriarcas de estas se les fueron concedidos los títulos inmobiliarios que siguen ostentando hoy. Un día Sir Alexander Krycek padre, acusó a Sir William Mulder padre de ladrón, calumniador y embustero pero todos sabían que no era cierto. Sir William era un hombre honesto y bueno, pero con un defecto; poseía un orgullo que lo llevaba a limites peligrosos. Siendo así reto a duelo a Sir Alexander y lamentablemente Sir Alexander mató a sangre fría pero justamente en ese duelo a Sir William. Desde ese momento Mulder siente un odio incandescente por todo lo referido a los Krycek, incluyendo a Alexander Krycek hijo en eso.

-Pero, el Sr. Mulder... ¿no retó a un duelo al padre del Sr. Krycek?- preguntó muy contrariada por lo que había dicho la Sra. Samuelle.

-Desafortunadamente Sir Alexander murió a destiempo y Mulder no pudo vengar la muerte de su padre. Desde niño todo lo ocurrido lo ha seguido como una infame pesadilla.

-Pero Alexander Krycek hijo no tiene la culpa de lo que hizo su padre en el pasado ¿por qué el Sr. Mulder se empeña contra él?

-Porque Alexander Krycek es igual a su padre, una rufián víbora que encanta y luego pica. Ahora sé que Mulder está en su habitación lamentando el pasado, sufriendo porque él y su hermana crecieron sin un padre y nunca quiere recibir apoyo de nadie. Eso es lo más grave.

 

La Srta. Scully se sintió tan afligida por el pasado del Sr. Mulder, que sentía como su corazón se encogía por el sentimiento de tristeza. El hombre que amaba sufría callado y ella quería ayudarlo, pero como le había dicho la Sra. Samuelle él nunca quería liberar esa pena con alguien, siempre solo.

 

Ambas entraron a la casa y la Sra. Samuelle decidió reunirse con su marido para hablar en privado sobre lo sucedido. La Srta. Scully subió al segundo piso de la casa para ir a su habitación para cambiarse de ropa. Al terminar con lo planeado salió de su habitación y antes de llegar al final del pasillo pensó que podía hablar con el Sr. Mulder, supuso que si hablaba con ella sobre lo ocurrido se sentiría mejor.

 

Tocó la puerta de la habitación del Sr. Mulder y al no escuchar ningún sonido puso su mano sobre el picaporte de la puerta y para su sorpresa descubrió que la puerta no tenía cerrojo. Al abrir la puerta descubrió una habitación en semi penumbras, todas las cortinas estaban cerradas, excepto una que iluminaba espantosamente la gran habitación.

 

El Sr. Mulder estaba sentado frente a esta ventana, haciendo creer que miraba el paisaje, pero era muy obvio que pensaba en su padre y lo que él no pudo hacer para restaurar el honor de su familia.

 

-¿Qué haces aquí?- le preguntó a la Srta. Scully con voz sombría.

-Todos están tan acostumbrados a suponer que no quieres ver a nadie que ni siquiera se percatan que no le pones cerrojo a la puerta- dijo mientras cerraba la puerta tras de si.

-Conocen la regla de no molestarme cuando estoy pensando. Tú deberías conocerla también- volvió a hablarle con la típica voz oscura.

-Yo no soy ellos- le reprochó.

-¿Quién eres tú?

-Alguien que te ama y sufre al verte sufrir- les respondió sin temer a llegar a ser sincera.

-No quiero que mis demonios te arrastren conmigo- le dijo afligido.

 

La Srta. Scully se acercó a él sigilosamente, posándose cautelosamente frente a él para que la viera. Él seguía mirando hacia el frente y ella se arrodilló ante él para tomar una de sus manos que reposaban en el respaldo de la elegante silla de madera tallada. Gentilmente, con sus labios rojos besó la mano del hombre que veneraba y amaba y él se sintió liberado.

 

-No dejes que tus demonios opaquen tu maravillosa vida llena de luz. No lo permitas.

 

El la miró al escucharla y ella le ofreció una agradable sonrisa que ilumino la oscura habitación. El tomó la mano de ella que reposaba sobre la de él y se la besó con la misma intensidad de afecto recibida anteriormente.

 

-Mulder- y vio que él cerraba los ojos.

-Mmm...

-Tengo hambre y aun no he desayunado. ¿Me acompañas o prefieres quedarte aquí molesto mientras yo hago travesuras con las fresas que adoro comer?- le preguntó con voz sensual y maliciosa.

-Eres malvada, Katherine- sonrió ante lo confirmado.

-Las malas mañas se consolidan cuando otros que tratas las tienen.

 

Ambos rieron alegremente antes de ponerse de pie simultáneamente, salieron de la habitación uno detrás del otro y bajaron hasta al comedor de la gran casa para desayunar junto a los Samuelle.

 

Los Samuelle se mostraron atónitos al verlos llegar juntos, pero mucho más sorprendidos al ver en ese momento al Sr. Mulder muy tranquilo y sonriente. Aunque trataban de ocultar sus sentimientos frente a los Samuelle era muy obvio que uno vivía para el otro y que la Srta. Scully era un ancla para el Sr. Mulder.

 

continuara...

feedback = Sí/Yes

email = jro185ARROBAhotmail.com