fanfic_name = Lovers Through Time

chapter = 6

dedicate = Disclairmer: Ya lo he dicho el siglo XIX me pertenece por completo.

Escrito por: NikkyScully.

Clasificación: Shipper ¿hay otra?

Dedicatoria: A las bitches: Estrella, Rovi Adam y Vania.

A mis niñas: Chaite, Dinma y Valex.

A las amigas incondicionales del msn: Rosa y G_Woman.

A la amiga incondicional del mail: Paula.

Y especialmente a las personas que me han dejando tantos comentarios para continuar con el fic: LizzyX, Claudia, Karinax, Piper Scully, Maru, Cristy, Mysticshiva, Macgirl, hija_de_Mulder_y_Scully, Lily, Saranya, XYIYI y a todas las personas que han leído el relato.

Nota: Les pido un favor, no se me desesperen con el fic porque desde ahora les advierto que es super largo, mas de lo que yo me imagine. Sorry por los inconvenientes.

Feedback: Ya saben a donde jro185ARROBAhotmail.com y como últimamente mi correo ha estado dando problemas pueden dejarme mensaje privado en las paginas donde este publicado el fic. Bexos a todos.

 

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = 1 de Julio.

Pemberley.

 

Los hermanos hablaban tranquilamente en el salón principal de la casa, mientras que la Sra. Samuelle corría de un lado para otro detrás de sus sirvientes, la Srta. Scully la observaba divertida y pasmada al verla.

 

En cualquier momento la gran puerta de la propiedad iba a ser abierta para la llegada apremiante de la hermana menor del Sr. Mulder y el Sr. Samuelle. Era la primera vez que ellos la verían en Pemberley, los Samuelle tenían mas de tres años sin verla y el Sr. Mulder no la veía desde el otoño pasado y era una gran oportunidad para que la Srta. Scully pudiera conocer a quien el Sr. Mulder catalogaba como su cuñada.

 

-¿Seguirá siendo la misma Samantha de hace tres años?- preguntó para sí mismo el Sr. Samuelle, pero su hermano no pudo evitar contestar.

-No ha cambiado en nada. Sólo que ahora es toda una mujer.

-Y toda una esquizofrénica digna de pertenecer a nuestra familia.

 

Ambos hermanos rieron. La Srta. Mulder ostentaba del mismo carácter, ímpetu, orgullo y aires de libertad que sus hermanos, pero había otras cosas diferentes a esas que la catalogaban como una verdadera excéntrica.

 

-¿Qué crees que opine de la Srta. Scully?- preguntó con curiosidad el Sr. Mulder.

-Mmm... Está más trastornada que tú. Le va a encantar- le dijo burlonamente. -¿Acaso te preocupa que la desapruebe?

-No, ya la desaprobaste tú. Samantha no tiene la necesidad de hacerlo.

 

Se escucharon objetos de cristales caer al suelo y romperse y enseguida la Sra. Samuelle apareció en el salón seguida por una risueña Srta. Scully y un grupo de sirvientes.

 

-Esto es el colmo. Ustedes conocen cada detalle para poner esta casa tan hermosa como un palacio, pero parece una pocilga- dijo exasperada.

-Pero Elizabeth, todo está perfecto- dijo la Srta. Scully sin poder borrar una sonrisa.

-No seas ridícula. Los manteles no están blancos, la platería está sucia- miró el cuadro de Samantha, -¿qué demonios es eso? ¿Eso es una mancha?

 

El Sr. Samuelle se acercó a su esposa y la obligó a sentarse en un sofá.

 

-Si no te calmas te vas a enfermar.

-¿Enfermar? No seas inoportuno Samuelle, eso es lo menos que debiera pasar en estos momento- contestó sofocada.

-Retírense, la señora no necesita de sus servicios. Gracias por todo- le indicó a sus sirvientes.

-No, no. Aun no han limpiado el piso.

-Cálmate- y los sirvientes comenzaron a retirarse. -Estás así porque tienes tiempo sin ver a Samantha y estás muy nerviosa.

-Ella es mi niña ¿lo sabías? Es mi pequeña lucecita.

-¿Se volvió demente?- preguntó el Sr. Mulder confundido.

 

De repente la campanilla de la entrada se escuchó y los presentes miraron atentos la puerta de entrada. En un instante esta se abrió de par en par y un lacayo entro apresurado, gritando que la señorita acababa de llegar.

 

La Sra. Samuelle se puso de pie y se acercó deprisa a la puerta, enseguida una señorita vestida de blanco, con un chal en crema, abundante cabellera larga y castaña, de ojos verdes y tan grandes como los de sus hermanos se apareció ante ellos. Enseguida al ver a la Sra. Samuelle se abalanzó contra ella para abrazarla con efusividad; sí muy cierto, era una Mulder. Ambas damas lloraron de alegría y la Srta. Scully se conmovió ante la escena.

 

-¡Dios! Esto es un milagro, Samantha. No sabes cuanto te extrañado.

-He contado las mareas, he visto cientos de veces la puesta del sol, la lluvia inmensa aguardando para ver este momento- expresó feliz la Srta. Mulder, luego puso su mirada sobre su hermano mayor y corrió hacia él para abrazarlo. –Dime que esto no es un sueño.

-No mi pequeña, estás aquí. Con tu familia- le dijo.

 

La Srta. Mulder dejó de abrazar a su hermano mayor al ver fijamente a su otro hermano mayor. Se acercó a él despacio pero no lo abrazo, estudiaba su mirada, notó que sus ojos estaban más lucidos de lo habitual y sonrió.

 

-¿Me vas a abrazar?- le preguntó curioso.

-Has cambiado William, me lo dicen tus ojos. Mmm... ¡Santo cielos! Es una mujer, hay una mujer en tu vida.

-¿De qué estás hablando?- le preguntó, pero sabiendo las habilidades que poseía su hermana pretendía hacerla cambiar de tema. –Samantha, llevamos más de cinco meses sin vernos, extraños tus abrazos.

-Fue terrible pasar las navidades solas en ese lúgubre castillo. Odio vivir ahí y tú lo sabías ¿por qué te fuiste y me dejaste sola?

-¿Hay alguna respuesta que te satisfaga?

-No- le aclaró.

-¿Entonces para qué me molesto en contestar?

 

Ella empezó a reír al escuchar la pregunta de su hermano y sin pedirle permiso le dio un fuerte abrazo que él retribuyo con igual intensidad, mientras eran observados por una nube vieja que había llegado con la señorita.

 

-Samantha, quiero presentarte a alguien- se acercaron a la Srta. Scully. -Ella es Katherine Scully, una gran amiga nuestra, Srta. Scully ella es mi hermana, Samantha Mulder.

-Es un placer conocerla al fin, Srta. Mulder.

 

La Srta. Mulder era por lógica propia mucho más alta que la Srta. Scully. Esta levantó la mano para saludarla cortésmente, pero la Srta. Mulder omitió la mano y la abrazó efusivamente como hizo anteriormente con los demás.

 

-Llámame Samantha, cuñada.

 

Lo había dicho muy bajo, pero la Srta. Scully lo escuchó perfectamente bien y se puso pálida y atontada al escuchar la hermana del Sr. Mulder decir semejante verdad. Deshizo el abrazo y la miró intensamente a los ojos.

 

-El placer es todo mío, Srta. Scully- observó a los presentes. -Es tan maravilloso estar con ustedes nuevamente. Al fin me siento en casa.

-¿Quién diría que eres la niña de trenzas que deje hace mucho tiempo atrás en Londres? Mírenla, tendremos que hacer otro retrato tuyo para tenerlo en Pemberley.

-Ni lo sueñes Michael. Sabes que odio posar, es muy agotador. ¿Quieres un retrato mío? Espera a que esté muerta.

 

Y rieron por la ocurrencia de la Srta. Mulder. Y se escuchó el carraspeo de una señora mayor detrás de ellos y voltearon a observarla. Era la señora rectitud en persona y la Sra. Samuelle había empezado a sentir disgusto.

 

-Familia, ella es la Sra. Rossi. Mi institutriz- les informó la Srta. Mulder.

-¿Institutriz?- preguntaron sorprendidos los Samuelle.

-Bienvenida a Pemberley, Sra. Rossi ¿Cómo está usted?- preguntó con cortesía el Sr. Mulder, que al parecer ya la conocía y no le caía nada bien.

-Gracias Sr. Mulder y estoy muy bien. Un poco inquieta por su hermana la Srta. Mulder, el viaje ha sido agotador y debe descansar.

-Estornudé tres veces desde que me bajé del barco y ya me quiere encerrar en cuatro paredes, Sra. Rossi. Déjeme comunicarle que mi madre no está y esto no es Londres.

-¿Ella es tu institutriz?- preguntó la Sra. Samuelle mientras miraba con curiosidad a la Sra. Rossi.

-Lamentablemente sí, Elizabeth- observó la mirada de desaprobación que le dio su institutriz. -Ya sé, que deje mí impertinencia o si no regresaré a Londres en el primer barco, de acuerdo Sra. Rossi, acataré sus estúpidas reglas. Elizabeth ¿dónde está mi habitación? Iré a encerrarme, si no lo hago moriré por respirar demasiado aire.

-Srta. Mulder, solo me aseguro de mantenerla en buena salud. Tanto como lo desea su madre- le aclaró con cierta autoridad la Sra. Rossi al punto de sorprender a los presentes. -Me gustaría ver la habitación que ocupará la Srta. Mulder antes de que se instale. Necesito ver en que área está y que tan limpia está- pidió nuevamente con una autoridad que molestaba a la Sra. Samuelle.

-Julia, acompaña a la Srta. Mulder y a su institutriz hasta las habitaciones que van a ocupar.

-Sí, Sr. Samuelle- dijo en un tono obediente su empleada.

 

 

La Srta. Mulder y la Sra. Rossi siguieron hasta el segundo piso de la residencia a Julia. Los demás habían quedado sumidos en un silencio incómodo, la Sra. Samuelle a través de sus ojos demostraba cierto rencor.

 

-¿Me puedes explicar que acaba de pasar Mulder?- le preguntó la Sra. Samuelle bastante molesta.

-Acaban de conocer a la única institutriz que ha permanecido junto a Samantha por más de seis meses- dijo de forma oscura el Sr. Mulder.

-¿De qué estás hablando?- preguntó consternado el Sr. Samuelle.

-Todos sabemos que Samantha es una niña rebelde, pocas institutrices han podido lidiar con su carácter a excepción de ti Elizabeth y ahora la Sra. Rossi.

 

La Srta. Scully sintió bastante curiosidad por lo que había comentado el Sr. Mulder. La Sra. Samuelle jamás le había comentado que en un tiempo atrás había sido institutriz y mucho menos de la Srta. Mulder.

 

-Tiene dieciocho años, creo que es exagerado por parte de nuestra madre obligarla a tener una institutriz- expresó molesto el Sr. Samuelle.

-Cariño, muchas jovencitas dejan de tener institutrices poco antes de contraer nupcias. Que Samantha tenga una no es nada fuera de lo común- le explicó. -¿De dónde Lady Mulder sacó a la Sra. Rossi?

-Del mismo instituto donde fuiste educada- le contesto el Sr. Mulder.

-¿El convento Las Carmelas?- preguntó con sorpresa. -Ese lugar ha creado a las peores institutrices de toda Inglaterra, aunque mi caso es muy diferente- comentó.

-Querida, mi madre te despidió por tus métodos pocos convencionales para con Samantha- le recordó el Sr. Samuelle.

-Querido, tu madre me despidió no por ser una mala institutriz, me despidió porque me acostaba contigo- comentó sincera y la sinceridad tan notable con la cual hablaba sorprendió en gran medida la Srta. Scully. La Sra. Samuelle la observó. -¿Qué te pasa querida?

-No, nada. Sólo estoy un poco anonadada con todo lo que están diciendo. Tan solo es eso- trató de ocultar nuevamente su ofuscación delante de ellos.

-No se sorprenda, Srta. Scully. Que Elizabeth haya sido institutriz de Samantha no es lo increíble, tal vez pronto descubra otras cosas que la sorprenderán mas- expresó con cierto terror el Sr. Samuelle.

-¡Por Dios Michael! La estás asustando, déjala en paz- le pidió el Sr. Mulder a su hermano.

-No, no lo hago- se defendió.

-¿Cómo mi niña puede soportar a esa infame mujer? Debe ser terrible, se nota que esa señora es toda una arpía- expresó asustada omitiendo la discusión de ambos caballeros.

-Yo solo se que por alguna razón Samantha no ha hecho uno de sus berrinches para deshacerse de ella. Tal vez sea buena y delante de nosotros se comporte como toda una bruja- explicó el Sr. Mulder.

-No Mulder, estás errado. Sus ojos demuestran todo menos buena voluntad. Mi niña debe estar aterrada. Debo ir y sacarla de las garras de esa infame- y salió corriendo en dirección al segundo piso. Los presentes la miraron confundidos.

-¿Seguro que no está loca?- volvió a preguntarle el Sr. Mulder a su hermano.

-¡Cállate William!- expresó con cierto desdén el Sr. Samuelle.

 

El comportamiento de los Samuelle y los Mulder era bastante impresionante para la Srta. Scully. Jamás se imaginó que existiera una familia como ellos, tan unidos pero por sus caracteres parecían alejarse uno de los otros, aunque en realidad no era así. Para ella eran de un mundo distinto, un mundo donde a ella le gustaría estar.

 

La llegada de la Srta. Mulder a Pemberley fue un gran motivo de celebración para la familia. Los hermanos no estaban tan juntos como en ese momento. Almorzaron amenamente aunque la Srta. Mulder no pronunció muchas palabras por la presencia de la Sra. Rossi en la mesa.

 

Aunque la Srta. Mulder no perdió el tiempo para estudiar con mucho cuidado a la Srta. Scully y esta se sentía cohibida, ser observada por la Srta. Mulder era ser observada a través de una lupa y aunque tenía la misma mirada de su hermano el Sr. Mulder, no se sentía tan confiada al sentirse observada por la hermana de este señor; era muy diferente a cuando él la miraba.

 

Luego del almuerzo, llevaron a la Srta. Mulder a conocer toda la propiedad de Pemberley y la Srta. Scully aprovechó para visitar a su hermana, la Sra. Austen, en Collins. Su visita se alargó hasta la noche y no pudo llegar a tiempo a Pemberley para la cena, a su pesar.

 

La Sra. Rossi obligó a la Srta. Mulder a retirarse más temprano de lo debido a sus aposentos, mientras que los demás se quedaron para hablar de las incidencias del día. El Sr. Mulder dejando que su hermano y su cuñada conversaran se dispuso a dibujar un lienzo de la Srta. Scully, mientras ésta leía un libro sin percatarse que volvía hacer el centro de atención del Sr. Mulder.

 

Los Samuelle, que no dejaban de estar atentos a los movimientos de la Srta. Scully y el Sr. Mulder, se retiraron más temprano de lo acostumbrado alegando que estaban muy cansados, pero era muy sabido para el Sr. Mulder que su familiares sólo pretendían jugar a los títeres a costa de otros y esto le provocaba una cierta risa que aumentó la curiosidad de la Srta. Scully.

 

Quedaron solos y el silencio se apoderó de ellos y era cómodo para ambos. De improvisto, la Srta. Scully se movió un poco de su asiento provocando la desconcentración del Sr. Mulder, que respiro frustrado por lo ocurrido: el dibujo se había echado a perder.

 

-No debiste- le regañó.

-¿No debí hacer qué?- preguntó contrariada.

-Moverte. El dibujo ha quedado arruinado- dijo con voz torcida.

 

Ella sonrió restándole importancia a lo que le había dicho el Sr. Mulder; se puso de pie para acercarse a él y tomar el dibujo que reposaba sobre las piernas cruzadas de este. Miraba el dibujo atenta, las facciones realzadas dándole el carácter más angelical posible y una línea deformada y bastante gruesa arruinaba los ojos embellecidos.

 

-Lo siento, no se volverá a repetir. Aunque deberías avisarme cuando desees dibujarme- le aconsejó.

-Eres más hermosa cuando no estas pendiente a mis deseos- le afirmó.

 

Ella volvió a sonreírle y le devolvió el dibujo. Se escuchó un cansado buenas noches salir de sus labios y antes de partir el Sr. Mulder la tomó por la cintura haciéndola caer sobre sus piernas y sobre el dibujo, quedando más arruinado que antes.

 

-El dibujo- le dijo entre risas.

-Puedo hacer otro- le dijo clavando sus verdes ojos sobre los de ella.

 

La Srta. Scully se sintió intimidada en segundos y bajó la vista por la pena causada, él la tomo por la barbilla obligándola a mirarlo y con extremada delicadeza besó esos labios rojos. El beso, que había comenzando inocentemente, se había vuelto pecaminoso en todos los sentidos. Ella con sus manos temblorosas tocó su pecho obligándolo a romper la unión y él volvió a mostrar ese rostro frustrado.

 

-Buenas noches Mulder, descansa- dijo mientras se ponía de pie.

-¿Descansar? No lo creo, me frustras- le dijo con voz burlona.

-El que suele esperar siempre tendrá una recompensa al final- le dijo con voz maliciosa antes de subir al segundo piso.

 

Ella entró a su habitación lo más pronto posible, su corazón latía fuertemente mientras en su cabeza recreaba lo que le había dicho al Sr. Mulder. Se preguntaba que si lo dicho fue cosa del momento o si en realidad ella esperaba darle esa recompensa. Dejó de pensar en ello y se cambió de ropa para irse a la cama y soñar con pasar otro día maravilloso con el hombre que amaba; luego analizaría las posibilidades.

 

Una hora después, se escuchaban varios pasos en el pasillo de los aposentos; puertas se abrían y se cerraban con extremada delicadeza y mientras la Srta. Scully dormía placidamente su puerta era abierta por alguien que no tenía sueño y tenía deseos de salir a disfrutar de una aventura nocturna. Se acercó a la cama de la Srta. Scully y con cuidado le tocó la mano haciéndola despertar con brusquedad y cubrirse con el edredón de su cama con cara de susto.

 

-¿Srta. Mulder?

 

Ella la hizo callar cubriéndole la boca e indicándole que no hablara, la Srta. Scully asintió y la Srta. Mulder retiro su mano de la boca de esta.

 

-Srta. Mulder, por Dios ¿qué hace aquí? No estoy vestida- le dijo con bastante contrariedad.

-Por favor, está más cubierta que Elizabeth en pleno invierno- tomó el albornoz de la Srta. Scully que reposaba sobre el diván y se lo entregó. -Aunque es mejor que te cubras, William no debe ver lo que aun no le pertenece.

-¿Qué?- preguntó sorprendida. -¿Qué esta diciendo?

-Vamos, ya es hora de que las hadas empiecen a salir- para la conveniencia de la Srta. Scully, esta omitió las preguntas realizadas. -William nos espera.

-¿Para qué?- le preguntó saliendo de la cama y colocándose el albornoz. -¿A dónde vamos?

-Al bosque, a ver hadas.

 

La Srta. Scully mostraba su habitual rostro incrédulo mientras seguía por el pasillo a una hiperactiva Srta. Mulder. Ésta bajó corriendo las escaleras mientras la Srta. Scully le decía que no hiciera ruido, pero la señorita hacía oídos sordos a las peticiones. Salieron de la casa corriendo una detrás de la otra y antes de entrar completamente al bosque ambas se encontraron con el Sr. Mulder que parecía muy lucido a pesar de tener la ropa de dormir puesta.

 

La Srta. Mulder corrió hacia él, pero la Srta. Scully se quedó a medio camino cubriéndose todo lo que podía con su albornoz; estaba apenada y avergonzada por mostrarse así frente a él; pero él estaba más pendiente en hacer que su hermana dejara de gritar como la esquizofrenica que era que en mirar a una nerviosa Srta. Scully.

 

-Me prometiste que vería hadas cuando viniera a Estados Unidos- dijo emocionada.

-Y están aquí, sólo tienes que mantenerte callada y mirarlas. Ahí están- apuntó hacia los árboles mostrándole a las presentes las luces verdes que brillaban entre ellos.

-Son hermosas ¿verdad Srta. Scully?- le preguntó.

-Eh... sí- expreso con confusión.

 

La Srta. Mulder dejó de gritar emocionada y pasó a un estado de enajenación bastante extraño. Se sentó en la grama y no volvió hablar más, su hermano la miraba encantado y luego se acercó a una Srta. Scully bastante confundida. Ella se acercó sigilosamente a él y evitando que la Srta. Mulder los escuchara le dijo a su hermano:

 

-No se si te ofenderás Mulder, pero esto ha llegado demasiado lejos. Esas cosas verdes no son hadas, las hadas no existen, lo que estamos viendo son luciérnagas- le notificó.

 

El bosque se llenó de los ecos de la risa del Sr. Mulder mientras que la Srta. Scully pensaba que él se burlaba de ella. Este imitó a su hermana y se sentó en la grama para observar el espectáculo de las luciérnagas que bailaban entre los árboles que se cernían frente a ellos.

 

La Srta. Scully miraba a los hermanos Mulder con bastante preocupación, no imaginaba que ambos padecieran de la misma locura; pero al parecer esto era hereditario y si los Mulder tenían problemas en la cabeza el Sr. Samuelle también y llegó a suponer que la madre de estos tres era quien les había trasmitido tal enfermedad. La Srta. Scully se sentó junto al Sr. Mulder, tenía que vigilarlos, pensó; así que era mejor mantenerse cerca de ellos para evitar que cometieran cualquier locura que sus cabezas estuvieran desarrollando.

 

-No me gustan los insectos, pero las luciérnaga siempre me han parecido muy bellas- dijo el Sr. Mulder rompiendo el silencio generado por los tres. Sintió la mirada penetrante de la Srta. Scully sobre él y así él la miro a ella. -Tal vez las hadas no existan, pero no le hace daño a nadie compararlas con otra cosa. Además a Samantha le gusta creer que sí existen y yo solo le sigo el juego.

-Eso no es sano- le refutó.

-¿Quién lo dice?- le preguntó para refutar su respuesta.

-Es otra de tus teorías trilladas- le sonrió, -como la de la sirena y los seres.

-Existen- volvió a refutarle.

-¿Es que nunca te das por vencido?- le preguntó con la curiosidad en los ojos.

-Si abandonas ellos ganan.

 

A ella le pareció extraño el comentario y como no se sentía tan lucida por el sueño, decidió olvidar la discusión generada entre ambos. Levantó la cabeza para observar el cielo bien iluminado por las estrellas parpadeantes y descubrió tanto como el Sr. Mulder que se podían ver todas sin la necesidad de utilizar algún instrumento para mirarlas.

 

-Casiopea brilla esta noche con todo su esplendor- le dijo la Srta. Scully.

-¿Puedes verla?- le preguntó sin dejar de mirar el cielo.

-Sí. Ahí esta- le indicó levantando uno de sus brazos para apuntar la estrella de la cual hablaba, -y a su lado Andrómeda. Y cuidándolas mas abajo está Perseo.

-Se cuenta que Acrisio, Rey de Argos, escuchó de los oráculos la profecía de que el amor de su hija Dánae sería funesto para él. Entonces decidió encerrarla en una torre donde no pudiera verla ningún hombre. Zeus estaba enamorado de ella y se convirtió en lluvia de oro para poseerla. De esta forma nació Perseo. Acrisio encerró a Perseo y a su madre en una caja y la botó al mar. Zeus ordenó a las olas a que condujesen la caja a orillas de la isla Serifos. El Rey de la isla era Polidectes, quien los rescató y varios años después se enamoró de Dánae. Cuando Perseo se hizo hombre, el Rey le sugirió que si quería la mano de Hipodamia debería hacer una gran hazaña. Perseo aceptó la propuesta y dijo que traería la cabeza de Medusa: Su aventura fue todo un éxito y le cortó la cabeza a la gorgona escapando sobre Pegaso. En el viaje de regreso, al pasar por Etiopía, salvó a Andrómeda de un monstruo marino que la iba a devorar. Cuando llegó a Serifos y se dio cuenta que el Rey sólo quería alejarlo de la isla cuando le sugirió lo de la gran hazaña, lo convirtió en piedra enseñándole la cabeza de medusa. Se convirtió en Rey de Serifos, le devolvió los talones halados a Hermes, le dio la cabeza de Medusa a Atenea y se casó con Andrómeda, con la que tuvo a Micenas, Alceo, Esteneleao, Helio, Néstor y Electrión.

 

La Srta. Scully lo miró con sorpresa y admiración cuando el Sr. Mulder terminó de contar la leyenda de Perseo y sus hazañas en la antigua Grecia.

 

-¿Cómo sabes tanto?- le preguntó con su habitual curiosidad.

-¿Cómo pudiste encontrar a Casiopea entre tantas estrellas? Créeme que no es tan fácil- le notificó y ella sonrió al escucharlo.

-Mi hermano Charles y yo acostumbrábamos a subir al techo de nuestra casa cuando niños y junto con papá mirar el cielo para poder observar las estrellas. Charles es más pequeño que yo, pero tiene una habilidad innata para ver las estrellas y saber cual es cual. Él me enseño un truco para encontrar a Casiopea... Perseo siempre estará detrás cuidando a Andrómeda y Casiopea estará al lado de quien es su hija para cuidarla también. Extraño a Charles- expresó con clara tristeza.

-¿Por qué?

-¿Por qué?- la pregunta la había ofendido. -¡Por Dios! Es mi hermano, llevo años sin verlo.

-Disculpa... pero yo no sabía eso- le aclaró.

-Oh... Dios, lo siento- se sintió apenada. -No te he dicho todo sobre Charles.

-Si es como tu hermano Bill, créeme que sé todo sobre él.

-No- rió entre dientes. -Charles es muy diferente a Bill, Charles tiene esa rebeldía y ese carácter que poseo yo, por eso está lejos. Bill y su esposa lo enviaron a Irlanda a estudiar en la universidad de Edimburgo.

-Edimburgo- expresó con sorpresa. –Es una de las mejores universidades en el mundo.

-Sí, pero eso no disipa mi tristeza.

-Algún día lo volverás a ver- le tomó la mano en señal de apoyo. -Así será.

 

Mientras las horas pasaban, la Srta. Mulder quedó dormida sobre la hierba después de tanta agitación por las luciérnagas que creía eran hadas. El Sr. Mulder y la Srta. Scully seguían hablando de las estrellas hasta que a ésta le ataco el frió de la madrugada y decidieron regresar a la casa.

 

El Sr. Mulder llevaba a su hermana en brazos hasta el segundo piso de la casa, acompañados por la Srta. Scully quien se encargó de abrirles la puerta para que el Sr. Mulder pudiera llevar a su hermana hasta su cama. Lo hicieron tratando de no despertar a la Sra. Rossi que dormía en la habitación contigua y que se comunicaban a través de una puerta. Al terminar de dejar a la Srta. Mulder en su alcoba ambos salieron para volver a sus respectivas habitaciones, pero no sin antes darse un beso de buenas noches.

 

2 de Julio.

Pemberley.

 

Las damas se encontraban reunidas en el cuarto de música de la gran propiedad. La Sra. Rossi estaba tratando que la Srta. Mulder practicara con el piano, pero ésta se mostraba renuente al hacerlo. Mientras que la Srta. Scully y la Sra. Mulder redactaban cartas que serian enviadas a diferentes destinos.

 

-He dicho que no quiero- cerró el piano con tal brusquedad que provoco la exaltación de los presentes. -No quiero tocar el piano hoy.

-Su madre desea...

-Mi madre desea que yo toque el piano mejor que todas las señoritas de Londres y lo he logrado ¿qué más quiere ella? ¿Qué toque mejor que las señoritas de Estados Unidos? Aunque lo que realmente mi madre desea es que yo sea la señorita recatada y perfecta de toda Inglaterra y que se avergüenza de que yo esté más loca que ella, aunque a veces creo que me tiene envidia por eso- sonreía de una forma temeraria.

-El que practica no olvida- le aconsejó su institutriz.

-Entonces practique usted Sra. Rossi- expresó con desdén.

-Bueno... sus clases del día de hoy serán canceladas.

-No habrá más clases de piano, ni hoy, ni mañana ni nunca- le aclaró. -Ahora déjeme a solas con mis hermanas y no es una petición es una orden.

 

La Sra. Rossi no quiso llevarle la contraria a la Srta. Mulder y por eso no discutió ante las órdenes de esta; salió sin decir nada y la Sra. Samuelle y la Srta. Scully miraban el panorama de manera aprensiva.

 

-La odio- expresó con sinceridad.

-No debería decir eso de su institutriz, Srta. Mulder- le dijo la Srta. Scully.

-Si vuelves a llamarme Srta. Mulder, te voy a cortar la lengua aunque mi hermano declare su odio contra mí.

 

La Srta. Scully sintió temor ante las palabras de la Srta. Mulder. La Sra. Samuelle la miró indicándole que no le temiera y que perdiera cuidado ante sus amenazas, pero la Srta. Mulder parecía muy convincente al hablar. Ambas dejaron de observarla y continuaron con su tarea de escritura, pero la Srta. Mulder se movía de un lado para otro sacándolas de su concentración.

 

-Si no te sientas voy a llamar a la Sra. Rossi- le advirtió la Sra. Samuelle y la señorita se detuvo.

-Katherine ¿por qué mi hermano y tú ocultan lo que tienen?- le preguntó con curiosidad natural.

-¿Qué tratas de decir querida?- le preguntó la Srta. Scully tratando de ocultar la incomodidad causada por la Srta. Mulder.

-Todos sabemos que son amantes...

-Samantha querida, yo no lo diría de esa manera- expreso la Sra. Samuelle tratando de corregir a su hermana política.

-¿Y cómo lo llamarías?- le preguntó posando sus ojos inmutables sobre los de su cuñada. -Así es como se los cataloga, Elizabeth y no hay ninguna mentira detrás de ello- volvió a mirar a la Srta. Scully. -Por mi parte les deseo todo el bien necesario y espero que dejen ese juego de estar ocultándose, hacen una excelente pareja y no deberían ocultar sus sentimientos- respiró profundamente. -Iré a montar a caballo, hace una agradable tarde.

 

Y la Srta. Mulder se retiró con tal tranquilidad que resultaba espantosa para el tema que había tratado con anterioridad. La Srta. Scully se sentía abochornada y el nerviosismo y la vergüenza se reflejaban en su mirar.

 

-Katherine...

-No digas nada- la interrumpió. -La Srta. Mulder me ha ofendido de manera indignante suponiendo cosas que no son, es tu cuñada pero no trates de excusarla- expresó con voz nerviosa.

-Ella tiene razón- dijo con discreción.

-¿Qué?- preguntó mas agraviada a un, llegando a suponer que mostrándose así su amiga evitaría hablar del tema.

-Creo que ya es hora de hablar Katherine- se puso de pie para sentarse en el sillón que se encontraba frente a un ventanal. -Siéntate conmigo querida.

 

La Srta. Scully estaba al borde la histeria, pensaba que la Sra. Samuelle la obligaría a hablar de un tema extremadamente privado y que solo debía ser tratado entre ella y el Sr. Mulder. Se paró lentamente de donde estaba y fue a sentarse junto a la Sra. Samuelle.

 

-Ya todos lo sabemos aquí- notó la expresión de sorpresa en el rostro de la Srta. Scully, pero decidió continuar. -Si te preocupa que Mulder nos haya dicho sobre su relación contigo, descuida, yo lo supe antes de lo que tú te imaginas.

-¿Desde cuando lo sabes?- preguntó con inquietud.

-Yo empecé a sospechar sobre ustedes dos cuando fuiste a tomar el té a Derby y Samuelle y yo lo encontramos encerrados en la biblioteca, ambos se veían tan nerviosos que no podían ocultar lo que pasaba. Luego la visita que Mulder y yo hicimos a Merynton, entre ustedes se sentía una tensión incontrolable que sólo personas como yo notarían; las palabras y las miradas dichas ese día fueron tan convincentes para yo creer que ambos estaban enamorados que no me sorprendió para nada...

-No entiendo cómo... es imposible que te hayas dado cuenta de semejante hecho. Hemos sido tan discretos- expresó con pena.

-A veces la discreción no lo es todo, querida- le sonrió. -No solo es necesario ver a las dos personas juntas en cuestión para percatarme de que tienen algo. Mulder desde que te conoció comenzó a comportarse diferente, te dibuja, es muy cierto y los quema para que nadie los vea, lleva un diario y desde su llegada a Netherfield se la pasaba y se la pasa escribiendo en él. Sus ojos cambian cuando está feliz, brillan maravillosamente y más cuando te ven a ti- sonreía con júbilo.

-Dios, yo... - su voz tenía un tono acongojado, pero sus ojos brillaban por felicidad.

-A Samuelle y a mí nos sorprende mucho que Mulder esté enamorado de ti.

-No soy lo que esperaban- expresó con desilusión.

-Bueno... sí, yo siempre creí que Mulder se enamoraría de una mujer como la Srta. Fowley y mi esposo pensaba que sería de una mujer como yo. Pero me complace saber que nos equivocamos- volvia a sonreír. -Mulder superó mis expectativas y me da mucho placer saber que tú eres la mujer que él ama; ahora la pregunta es ¿tú lo amas a él?

-Lo amo tanto que siento hasta miedo- bajó la vista. -Tengo miedo de que no podamos permanecer juntos como hasta ahora, tengo miedo de tantas cosas...

-Si se aman no hay porqué temer. El amor es el mejor talismán para alejar lo malo- le comunicó con mucha seriedad.

-Si, no debo temer. Todo saldrá bien.

-Aunque todo podría salir mal si no rompes tu compromiso con el Coronel Skinner.

-He estado pensando en ello.

-¿Has tomado una decisión?- le preguntó con seriedad.

-Sí- le anunció.

-Entonces la decisión que hayas tomado se que ha sido la correcta, no necesito saber más. Por el momento sólo preocúpate por pasar un excelente verano.

-Así será- le brindó una sonrisa. -Otra cosa, ¿Mulder sabe que ustedes saben de lo nuestro?- y observó la sonrisa de complicidad en el rostro de la Sra. Samuelle.

-Sí, no se sorprendió mucho cuando le dijimos que lo sabíamos, era de esperarse. Pero nos pidió que no te lo comentáramos, él se preocupa mucho por lo puedas sentir con todo lo que está ocurriendo.

-Puede ser tan extraño en un momento y en otro momento tan encantador.

-Así es William Mulder, una verdadera caja de sorpresas, como su hermana.

-Hablando de ella...

-No se lo dijimos- la interrumpió, -ninguno de nosotros lo hicimos. Ella tiene el don que me hace falta a mi, los vio y lo supo desde ese momento, y a veces me pregunto como lo sabe; pero los hermanos Mulder son un completo misterio.

 

Ambrose.

Esa misma tarde.

 

Tres personas se encontraban en uno de los jardines de esta casa de verano. Dos de ellos se dedicaban a practicar al tiro al blanco con arco y flecha, mientras eran observados por la otra persona que se encontraba sentada frente a ellos y que se dedicaba a dibujar el paisaje ofrecido por la naturaleza ese día.

 

-Vamos querida, no es tan difícil. Sólo apunta y dispara- le sugirió el caballero.

-No me digas como hacerlo, lo hago mejor que tú ¿recuerdas?

-No me ofendas.

-No lo hago, es la realidad querido primo.

-¿Hay algún caballero en Netherfield digno de pertenecer a nuestra prestigiosa familia, querida?- le preguntó la mujer que se dedicaba a dibujar.

-Oh si, créeme que si Marita.

-¿Y quién es?- le preguntó el caballero que lanzó una flecha al blanco con gran destreza.

-Es mi pretendiente, me asedia y trata de conquistarme. Pero aun no le he dado el sí; es inglés al igual que tú Alex, recibe más de veinticinco mil libras anuales y recibirá un titulo en la corte inglesa cuando cumpla los treinta.

-Oh... excelente candidato para ti Diana- expresó sorprendida la Srta. Covarrubias.

-Lo se y es tan atractivo, estoy perdidamente enamorada de él.

-Cuidado prima, el amor puede ser traicionero y cruel.

-¿Por qué me dices eso Alexander? ¿Acaso Marita no ha correspondido a tu amor?- le preguntó de manera maliciosa.

-Tú y tus pensamientos maliciosos, Diana. Algún día todo lo que pasa por esa cabeza de señorita caprichosa acaba contigo- le contestó su primo con rencor y miró a su prometida observando que ella lo miraba a él con éxtasis. -Marita, no me vas a creer a quien vi el otro día en las praderas de Pemberley.

-¿A quién querido?- le preguntó sin prestarle mucha atención.

-A William Mulder- le contestó.

 

La Srta. Fowley que se preparaba para lanzar una flecha, se asombró tanto al escuchar tal nombre que envió la flecha cerca de los perros que jugaban a un lado del blanco, el Sr. Krycek y la Srta. Covarrubias la miraron con confusión.

 

-Diana. Si sigues lanzando así vas a matar a mis perros.

-¿Qué dijiste?- sin quitar de su rostro la expresión de pasmo.

-Que tengas cuidado- le reprochó.

-No, no. Eso no, lo otro; el nombre que mencionaste. Repítelo- le pedía con desesperación.

-William Mulder- le repitió con algo de extrañeza.

-Es él, es él- repetía con alegría.

-¿Es él qué Diana?- le preguntó la Srta. Covarrubias con confusión.

-Él es mi pretendiente, el Sr. William Mulder es mi pretendiente.

-Eso es imposible- le refutó.

-No, no es imposible. Vive en Netherfield junto a su hermano y cuñada, llegó a Norteamérica en Enero ¿Qué hace en Georgia?

-¿Me lo preguntas a mí? Hace años que no lo veía. Lo único que te puedo decir es que su medio hermano es dueño de Pemberley y los Samuelle acostumbran a pasar el verano en esa propiedad.

-Es fantástico. Invítalo a tomar el te a Ambrose- le pidió.

-Ni lo sueñes, mis enemigos no entran a mi casa- y se alejó del lugar muy molesto.

-¿Qué le pasa? ¿Está loco? ¿Cómo puede....?

-Calmate Diana, no sabes porque Krycek no quiere tener al Sr. Mulder en Ambrose.

-¿Tú conoces la razón?- le preguntó.

-Se tienen odio, desde la infancia. El Sr. Krycek padre mató al padre del Sr. Mulder en un duelo, muy justo por cierto.

-¿Y por qué yo tengo que pagar por eso? No tengo la culpa del pasado turbio de nuestra familia. El Sr. Mulder es mi pretendiente y es probable que nos casemos, pero si se entera que Alexander es mi primo no querrá hacerlo.

-Bueno querida, dices que él está muy enamorado de ti y si lo esta no le importa quien es tu primo. Porque él está enamorado de ti ¿cierto?

-Claro que sí, perdidamente enamorado- respondió con duda en su voz.

 

Pemberley

En la noche

 

La Srta. Scully se encontraba en su habitación tocando el piano con la majestuosidad de un excelente concertista, sus dedos se deslizaban sobre las teclas del piano como brisa marina sobre el mar abierto.

 

La puerta de su habitación fue abierta por el Sr. Mulder y ella lo observó desde su asiento sin dejar de tocar el piano; la Srta. Scully le sonrió para que él se percatara de que ella no desaprobaba la indiscreción de que él entrara a su habitación sin la autorización de la señorita. Cerró la puerta tras de sí y con pasos seguros se acercó al diván para sentarse y observar a la Srta. Scully mientras tocaba el piano.

 

Cuatro lámparas de aceite alumbraba con sobriedad la gran habitación y así las sombras de los presentes se difuminaban en las paredes, mientras la música se diluía en igual forma entre ellos. Hasta que la Srta. Scully terminó la pieza con gran maestría y el Sr. Mulder pedía más de ella.

 

-No me prives del privilegio de escucharte tocar- le suplicó.

-Prefiero detenerme antes de que prefieras mi música antes que mi presencia- le aclaró.

-En mi vida tú estas primero- dijo de forma sincera y seria.

 

Ella sonrió ante lo que él le había dicho y así se puso de pie para acercarse al diván y sentarse junto a él. Juntaron sus labios mientras la pasión crecía y escudriñaba en el interior de cada uno la fogosidad existente. El Sr. Mulder deseaba tocarla y no tardó en hacerlo mientras a través de la tela de la bata de satín de la Srta. Scully frotaba y buscaba la piel bajo de ella.

 

Tocaba la piel suave de su pierna y la Srta. Scully solo pudo echar hacia atrás en un acto reflejo que desconcertó al Sr. Mulder. Ella se veía confundida, ningún hombre la había tocado de la manera en la cual él lo había hecho y sin decir nada ambos se alejaron.

 

-Lo siento- dijo él,- no quiero presionarte.

-No lo haces. Es que yo no estoy lista- dijo con voz penosa.

-Y por ello no quiero presionarte- le tomó la mano en gesto amoroso y se la besó. -Sabes que te amo y no te obligaría hacer nada que tú no quisieses hacer.

 

Y el Sr. Mulder no agregó más nada, le dio un ligero beso en los labios y salió de la habitación. La Srta. Scully tenía tantas dudas, tantos miedos, deseaba que él la hiciera suya, pero sus miedos y sus dudas la obligaban a rechazarlo en gran medida; pero intentaría remediar todo lo que pensaba con ayuda de una persona muy cercana a ella y que podría sacar esas dudas y esos miedos de su cabeza.

 

Mañana siguiente.

 

Las cortinas fueron abiertas de par en par dejando que la luz de la mañana iluminara toda la habitación de la Sra. Samuelle; ella empezó a moverse remolona entre sus sabanas, mientras hablaba con los ojos cerrados.

 

-Vuelve a cerrar esas cortinas, Luisa; sabes que no puedes despertarme a menos que yo te haya dando la autorización- le recordó a su criada.

-Despierta Elizabeth, necesito hablar contigo de algo sumamente importante.

 

La Sra. Samuelle abrió sus ojos lentamente, pero la luz no la dejaba ver la figura que se cernía frente a ella, pestañó un par de veces hasta acomodar su visión a la luz que provenía desde afuera.

 

-Luisa ¿Desde cuando te pareces a la Srta. Scully?- preguntó confundida.

-No seas tonta Elizabeth, soy yo- le rectificó.

-Se que eres tú. ¿Qué haces aquí?- le preguntó.

-Necesito hablar contigo- volvió a repetirle.

-Yo no quiero hablar, tengo sueño- metió su cabeza debajo del gran almohadón de la cama.

-Bien, mientras tu duermes yo hablo.

-Estás adquiriendo la terquedad de los Mulder y eso no es bueno Katherine- su voz se escuchaba difusa desde donde provenía.

-Son las once de la mañana. Deberías estar levantada, no es bueno que una señora deje el cuidado de su casa a unas criadas por ella estar durmiendo por placer.

-Soy una señora, no te lo voy a negar. Pero soy una señora que le importa un cuerno lo que digan los demás. Así que déjame dormir.

-No te quitaré mucho tiempo Elizabeth, sólo quiero que me contestes una pregunta.

-Pues pregunta rápidamente para contestarte de igual manera, así te vas y yo continuaré con mi sueño- dijo sin sacar la cabeza del almohadón.

-De acuerdo... no se como generar la pregunta.

-Como se generan todas las preguntas, preguntando- puntualizó.

 

La Srta. Scully lo pensó un par de veces antes de preguntar mientras la Sra. Samuelle estaba impaciente, quería seguir durmiendo y por el momento no le interesaba lo que quería preguntarle su más agradable amiga.

 

-¿Es doloroso perder la virginidad?

 

La pregunta salió del interior de su garganta casi en forma de susurro, pero las palabras “perder y “virginidad” fueron escuchadas por la ultima neurona del cerebro de la Sra. Samuelle así disipando su sueño, asomó su vista del interior de su almohadón y examinaba la mirada contrariada de la Srta. Scully.

 

-¿Sabes lo que me acabas de preguntar Katherine?

-Si- le confirmo.

-¿Por qué me preguntas eso?- le sonsacó con extremada curiosidad.

-No es educado pedir detalles y más si yo no quiero dártelos- le advirtió.

-Pero es menos educado preguntarle semejante cosa a una señora como yo- le recordó.

-Lo siento, no debí preguntar- e intento salir de la cama, pero la Sra. Samuelle la detuvo. -¿Qué ocurre?

-Dímelo tú a mí ¿Por qué quieres saber eso?

-Es sólo curiosidad.

-Katherine, sabes que no soy tonta. Se qué es lo que está ocurriendo- le dijo.

-Si lo sabes contesta mi pregunta y déjame ir- dijo evitando mirarla.

-Oh no... Claro que no, no iras a ningún lado querida amiga.

-¿Qué quieres de mí?- le preguntó con voz nerviosa.

-Nada, yo no quiero nada de ti. Pero se que tú quieres algo de mí y lo que quieres de mí es la respuesta a la pregunta que me hiciste hace un momento.

-Entonces contesta y no indagues más, Elizabeth. ¿No ves que estoy al borde de un ataque de nervios?

-No son nervios, son dudas y deseos de convertirte en la mujer del hombre que amas.

-¿Qué sentiste la primera vez?- preguntó sin mirar a la Sra. Samuelle, tenía un tono de voz muy allegado a la pena y a la vergüenza.

 

La Srta. Samuelle permaneció callada por unos segundos, los cuales fueron eternos para la Srta. Scully, ella apretaba sus manos nerviosamente mientras la Sra. Samuelle la miraba fijamente sin decir nada.

 

-¿Qué quieres que te diga?- le preguntó seriamente.

-Todo.

-Bien- carraspeó un poco y se acomodó mejor en el espaldar de la cama. -No es nada del otro mundo querida Katherine, sólo es incómodo al principio. Pero cuando te vas acostumbrando te llega a gustar- sus ojos brillaban picaramente. -Es una sensación exuberantemente divina, perder la virginidad, la pureza o la santidad es el acto más bello existente...- se detuvo unos segundos analizando sus palabras, -bien eso fue muy poético; ahora te lo diré de una manera simple. Puedes quedar confundida y te puede gustar, pero es mejor cuando lo sigues haciendo, gusta tanto que no puedo vivir sin eso y sobre todo si lo haces con la persona a la cual amas y no estoy hablando de perder la virginidad.

-Hacer el amor- agregó.

-Exacto, todo el mundo lo hace. Hasta las plantas hacen el amor- miraba hacia el vacío, -aunque las plantas no saben lo que es un orgasmo.

-El orgasmo es el placer en sí ¿cierto?- le preguntó sin titubear.

 

La Sra. Samuelle miraba a la Srta. Scully con sorpresa, le sorprendía saber que la Srta. Scully no tenía la cabeza tan vacía como pensaba.

 

-Sí. Estás en lo correcto, pero ¿cómo lo sabes?- le preguntó con un dejo de curiosidad.

-Lo leí en algún libro- le contestó sin querer dar muchos detalles.

-Ah... de acuerdo.

-¿No me dirás más nada?

-Ya te lo he dicho todo, Katherine... lo que me preguntas es algo que no te lo puedo enseñar. Es algo que se aprende solo, te dejas llevar por lo que sientes, te dejas guiar.

-Eso no me ayuda mucho- dijo con frustración en su voz.

-Este interrogatorio tan exhaustivo se debe a una sola cosa, me sorprendes Katherine- le dijo ignorando lo dicho. -Pensé que te guardabas para el Coronel Skinner y no para Mulder.

 

Para la Sra. Samuelle era muy obvia la situación en que se encontraba la Srta. Scully, esas preguntas y esa curiosidad se debían al deseo de entregarse por amor al Sr. Mulder.

 

A pesar de tener veinticuatro años, su mente no tenía los conocimientos de la Sra. Samuelle, la cual era dos años mayor y no por lo edad, si no por su relación con el Sr. Samuelle antes de casarse y después de casarse con el, pudo lograr conocer cosas que señoritas de familia solo tenían derecho de conocer a través de sus futuros esposos.

 

La Sra. Samuelle lo había dicho con anterioridad, la Srta. Scully merecía tener los mismos conocimientos que ella y solo por el hecho de ser diferente a los demás.

 

-¿Qué te hace llegar a tal conclusión?- le preguntó, pero sin dejar de esquivar la mirada inquisidora de la señora.

-No me preguntes eso, sabes como he llegado a ese punto. No necesitas negármelo- le aclaró.

-¿Acaso te preocupa que me entregue a tu cuñado?- le preguntó.

-No y por favor no digas “me entregue”. ¡Por Dios! No eres un paquete ni un mensaje. Eres una mujer que pretende tener relaciones íntimas con el hombre que ama- dijo con un poco de picardía.

-¡Jesús del cielo! Elizabeth no lo digas de esa manera, parece como si lo estuvieras disfrutando- expresó con el rostro sumido en la más profunda vergüenza.

-Oh querida, claro que lo disfruto. Mi mejor amiga y mi hermano son amantes y disculpa si te ofendo, pero es la verdad.

-A veces te tornas tan vil- le dijo.

-Gracias. Aunque mi pregunta es: ¿por qué con Mulder y no con el Coronel?

-Porque no puedo ser de un hombre al cual no amo, tan simple como eso.

-Oh sí... muy simple- repitió con seriedad..

 

Continuara...

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