chapter = 8
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: ¿Cuál es la gracia de poner aquí: No son míos son de CC si a él le da igual lo que hagamos con ellos?
Escrito por: NikkyScully.
Clasificación: MSR y supuestamente algo de HUMOR que lo tengo en duda.
Dedicatoria: A las b i t c h e s: Vania, Ana y Rovi ¡Las b i t c h e s al poder!
A mis niñas: Valeska, Dinma y Chaite, mis niñas las extraño un montón.
A Rosa y G_Woman: Se puede saber donde andan?
Karina y Agent Macgirl: Chicas, ustedes son lo mejor que ahí. No cambien.
A Paulina: Me encanto hablar por msn contigo, espero que podamos volverlo hacer pronto
Y especialmente a las personas que me han dejando tantos comentarios para continuar con el fic: LizzyX, Maru, Icezard, Paulax, Victoria, Mysticshiva, hija_de_Mulder_y_Scully, Lily, Saranya, Memo, DanaKS, Magico y a todas las personas que han leído el relato.
Nota: Digamos que ya ni se para donde voy.
Feedback: Ya saben a donde jro185ARROBAhotmail.com. Bexos a todos.
Rating = touchstone
Type = Alternative Universe
fanfic = 15 de julio
Collins
Era una tarde tranquila en tal propiedad. Un elegante coche aguardaba en el
exterior a la persona que había llegado de visita a tan modesta residencia.
El olor a té de manzanilla, galletas y pastel de mora inundaban el lugar
haciéndolo mas acogedor.
Dos hermanas y grandes amigas compartían un momento íntimo.
-Puedo ver que te han tratado muy bien en Pemberley ¿Ese broche es nuevo?
Nunca te lo he visto- comentó la Sra. Austen mientras servia un poco de té.
-Sí, es nuevo- sonreía encantada. -Fue un regalo de Mulder- volvía a
sonreír.
-Mmm… no puedes ocultar tu emoción hermana- comentaba en forma pícara.
-¿Es tan obvia?- preguntaba con cierta pena.
-Sí, pero no es malo. Sólo estás enamorada- confesó con sinceridad.
-Es una verdad demasiado innegable que llega al punto de conmoverme- expresó
extasiada.
-Y dime Katherine: ¿Han hablado de matrimonio?- preguntó directamente.
La Srta. Scully no pudo ocultar su sorpresa frente a esa pregunta. La
palabra matrimonio no era conocida por el Sr. Mulder y ella no lo iba a
obligar a hacer algo que no estaba dentro de sus principios. Además ella
aprendió que para amar no se necesitaba establecer un contrato pre-nupcial,
eso sólo lo hacían las personas que estaban juntos por conveniencia. Y la
Srta. Scully sentía un verdadero amor hacia el Sr. Mulder, no sentía esa
necesidad de casarse con él.
-Es algo que no nos preocupa Melissa- y le dio un sorbo a su tasa de té.
-¿Por qué?- preguntó con curiosidad.
-Porque no necesitamos casarnos. Estamos bien juntos, créeme- le confesó.
-¿Y tu compromiso con el coronel Skinner?
-No quiero hablar de eso- comentó esquivando el tema.
-Si no quieres hablarlo conmigo, quiere decir que el Sr. Mulder y tú aun no
han hablado de ello- dijo secamente.
-No y tampoco es primordial- le dijo sin vacilar.
Para la Srta. Scully ese tema no era primordial, aunque le estaba rondando
por la cabeza desde hacía ya mucho tiempo, pero no encontraba la manera de
afrontarlo con el Sr. Mulder.
Luego algo le llamó la atención sin quererlo. Cuando llegó a Collins fue
recibida directamente por su hermana, ningún esclavo llegó para recibirla.
Cuando entró a la casa, su propia hermana guardó su sombrilla y luego la vio
preparar el té con ayuda de una sola esclava.
Era algo extraño, porque anteriormente había estado en Collins y había un
número considerado de empleados en la casa. Pero ese día el número estaba
reducido hasta casi cero.
En los ojos de su hermana pudo notar cierta preocupación que trataba de
ocultar conversando respecto a otras cosas.
-¿Qué es lo que no me has dicho?- preguntó concisamente.
-No te entiendo, Katherine.
-¿Dónde están tus esclavos?- preguntó sin vacilar.
-En la plantación- contestó con una sonrisa fingida.
-Hablo de los esclavos de la casa- comentó.
La Sra. Austen ocultó su rostro entristecido, pero sabía que tarde o
temprano tendría que hablar con su hermana. Guardándose la pena para más
tarde, puso una servilleta de tela sobre su regazo para servirse mas té.
-Austen los vendió- confesó casi entre dientes.
-¿Por qué?
-Porque necesitamos el dinero- miró a su hermana mientras decía eso, en sus
ojos se reflejaba la angustia.
-Pensé que a Austen le había ido bien con sus negocios en Ohio- confesó con
cierta turbación.
-Sí, pero…- se detuvo unos momentos antes de aclarar las cosas con su
hermana. -Escucha Katherine, estamos pasando por algunos problemas
económicos. Austen y yo tenemos la esperanza de que se resolverán.
-Yo no entiendo nada- comentó perturbada. -Pensé que estaban bien
económicamente hablando.
-Estábamos. Escucha, el padre de Austen en vez de dejarle una excelente
fortuna a Austen sólo le dejo deudas que él tuvo que pagar despajes y
finalmente nos quedamos sin nada. Para poder producir en la hacienda Austen
tuvo que hipotecar las tierras y la casa, pero no ha dado resultados. La
cosecha fue excelente pero las ganancias no dieron para pagar las deudas;
Austen vendió los esclavos y con el poco dinero que obtuvo en Ohio pagó la
mitad, pero los acreedores lo siguen presionando. Estamos desesperados,
Katherine y es más preocupante ya que el Sr. Krycek está presionando a
Austen para que le venda la propiedad ya que Collins colinda con los
terrenos de Ambrose.
-¿Cómo puede hacer eso? Está loco, Austen no puede permitírselo. Escúchame
Melissa, evita que Austen le venda la propiedad al Sr. Krycek- le suplicó
mientras la tomaba de las manos.
-Sería nuestra única salvación- dijo con consternación.
-Melissa, Alexander Krycek es un ser infame. Evita que Austen le venda
Collins.
-¿Conoces al Sr. Krycek?
-Sí, es primo de Diana Fowley y enemigo de Mulder. Solo has lo que te estoy
pidiendo. Evítalo- volvía a suplicarle. –Escríbele a Bill, dile que
necesitas ayuda.
-No, no Katherine. Bill tienes sus propios conflictos, no puedo ahogarlo con
los míos. Este es un problema que Austen y yo podemos resolver, te lo estoy
comentando para no tenerte al margen, porque tú me lo has pedido.
A la Srta. Scully le enfadaba la situación en la que se encontraba su
hermana. Ella era una mujer buena y su marido también, era imposible que
estuvieran en semejantes tempestades. Quería ayudarlos, pero no tenía
dinero; pensó que tal vez el broche que días atrás le había regalado el Sr.
Mulder podría ayudarlos. Cuando la Srta. Scully se lo puso entre las manos a
la Sra. Austen esta se indignó.
-No, no puedo- decía exasperada. -Esto te pertenece Katherine, esto es lo
que te demuestra lo mucho que te ama el Sr. Mulder.
-Él me lo demuestra todos los días con sus palabras y sus actos, no necesito
ese broche. Tú, hermana mía, lo necesitas más que yo, sería de provecho para ti y
Austen. Es una joya de mucho valor, ella tal vez pueda resolver todos sus
problemas- le explicaba con todos los deseos de ayudar.
-Lo siento Katherine, no puedo aceptarlo- y muy afectada por la situación se
levantó de la mesa y entró directamente hacia la cocina.
Era el orgullo Scully dominando el corazón de la Sra. Austen. Un orgullo que
podía llegar a ser ridículo a veces, pero la Srta. Scully lo entendía porque
ella a veces sentía ese orgullo. Entendía que las Scully siempre querían
resolver sus problemas a solas sin la ayuda de algo o de alguien.
Y aunque estaba en problemas no se iba a dejar caer tan fácilmente, porque
era una Scully y ellos no se dejaban vencer por cualquier cosa.
Pemberley
Mismo día
El sonido de un metal chocando uno contra otro llenaba cada rincón de la
propiedad. Dos hermanos practicando un deporte milenario, sudados por el
ajetreo, sus cuerpos atléticos se podían ver a simple vista a causa de las
camisas pegadas a sus cuerpos.
El Sr. Samuelle arremetía con fuerza contra el Sr. Mulder, pero este podía
seguirle el paso. Aunque a veces por pura suerte evitaba los golpes de su
hermano que iban dirigidos especialmente hacia su pecho agitado por tanto
ejercicio.
El rostro del Sr. Mulder reflejaba preocupación, su hermano se estaba
tomando el juego muy en serio.
-Cuidado Michael. Tan sólo es una simple práctica- exclamaba mientras
chocaba su espada contra la de su hermano.
-Créeme William, al decir que mi intención es la de lastimarte- volvió a
remeter de nuevo cortándole un trozo de su camisa.
-¿Estás demente? ¿Otra vez de nuevo con eso? Pasó hace ya mucho tiempo, era
una simple competición y no fue mi intención- se agachó evitando que su
hermano le cortara la cabeza.
-Tenías diez años y yo trece, fuiste capaz de ganarle a tu propio hermano.
Eso no te lo perdono, William Mulder.
Uno de sus golpes fue tan certero que pudo cortar la mano con la cual su
hermano sostenía la espada, que luego tuvo que soltar a causa del dolor punzante.
-Ah…
El Sr. Mulder se quejaba y agitaba la mano sangrante con dolor y el orgullo
herido. En ese instante apareció un ángel ante ellos que los miraba con
cierta gracia y a la vez burla. Ella no dio las buenas tardes, sacó uno de
sus pañuelos y se acercó al Sr. Mulder para curar su herida.
-Pensé que los ingleses no practicaban este arte tan barbárico- expresó sin
mirar a los caballeros, toda su concentración estaba centrada en curar la
herida del Sr. Mulder.
-¿Arte barbárico? Srta. Scully, la esgrima es uno de los deportes de defensa
más reconocidos alrededor del mundo. No hay nada mejor que defender el
orgullo con una espada- expresó con toda inteligencia y jactancia.
-Es posible, pero prácticamente ha sido relevado. Ahora las personas se
defienden con leyes y abogados ¿O no Mulder?
-Ah… -se volvió a quejar, -Katherine, me está doliendo.
-Tan sólo es una pequeña cortada. Además no es de caballeros quejarse por un
pequeño dolor.
-Soy inglés, nos quejamos por lo que sea.
El comentario hizo reír a la Srta. Scully. Era cierto, los ingleses tenían el
poder de quejarse por todo y aun así no era mal visto. En ese momento pensó
en algo para darle una estocada al gran orgullo del Sr. Samuelle.
-Bueno, supongo que los ingleses al ser tan educados no deberían defenderse
de esa manera ¿No cree Sr. Samuelle?
-Srta. Scully, los ingleses tenemos dos maneras de defendernos, con una
espada y si se quiere ser mas educado con un abogado, pero el hombre que se
defiende con un abogado no es visto como hombre. Los abogados están para
llevar las cuentas de sus clientes, redactar testamentos, comprar cosas….
-No me recuerdes lo aburrido de mi profesión- volvió a quejarse el Sr.
Mulder.
-Volviendo al tema original. Tal vez los americanos han relevado la esgrima,
pero los ingleses no podemos relevar algo que nos enseñaron nuestros primos
los franceses.
El Sr. Mulder y la Srta. Scully no pudieron reprimir sus risas. Y el Sr.
Samuelle se sentía ridiculizado y ya se veía molesto por la actitud de su
medio hermano y su amante. Enfadado tomó asiento en la banqueta más cercana
del jardín.
-Michael, te hace falta aprender un poco de historia. Nosotros fuimos los
creadores de la esgrima- le aclaró el Sr. Samuelle.
-Eso no es cierto- le discutió.
-Eso hasta tu hermana lo sabe y odia la historia- le aclaró.
El brillo de la espada en el suelo llamo la atención de la Srta. Scully,
ella se acercó a ella para agacharse y tomarla entre sus manos. Le fascinaba
la estructura metalizada de tan grandiosa arma, elegante y a la vez fatal.
Se levantó y seguía observando el objeto filoso en sus manos. Giró para ver
al Sr. Mulder, en sus ojos se mostraba cierta lujuria. Una lujuria que
sorprendía hasta el mismo Sr. Mulder.
-Debo confesar que me fascinan. Las batallas con espadas me parecen tan
excitantes, el metal chocando contra otro, la estructura fría atravesando la
carne, una herida fatal y sangre. Una vida yéndose lejos gracias a algo tan
elegante como la espada.
Las palabras de la Srta. Scully pusieron el tono tétrico a la conversación y
sin el Sr. Mulder esperarlo sintió el filo de la espada que sostenía la
Srta. Scully en su cuello, bastante cerca de la yugular. El Sr. Samuelle se
impactó al ver la escena y los ojos del Sr. Mulder daban a demostrar,
gracia, miedo y confusión. Todo a la vez.
La Srta. Scully aun seguía con su mirada lujuriosa y un brillo de desafío.
El Sr. Mulder se preguntaba que era lo que ella se estaba proponiendo.
-Katherine ¿Qué haces?- hablar para él era bastante dificultoso, la espada
hacia presión y su manzana de Adán rozaba contra el metal. Era una sensación
muy incómoda.
-Vamos Mulder, en guardia- ella sonreía con orgullo.
-Katherine…- la Srta. Scully presionó más el filo de la espada contra su
cuello.
El Sr. Samuelle se puso de pie. El rostro de su hermano ya estaba reflejando
dolor. Se acercó a la Srta. Scully con suma delicadeza, ella parecía no
bromear y él no quería provocarla.
-Srta. Scully, lo que está haciendo es peligroso- le advirtió. -No atacaría
un hombre desarmado ¿Verdad?- le preguntó inquieto.
-Jamás Sr. Samuelle, no es nada ético. Déle su espada al Sr. Mulder- le
pidió.
-Katherine, no tienes la debida instrucción- decía el Sr. Mulder con voz
ahogada.
-Obtuve la debida instrucción a la edad de los cuatro años- confesó
divertida.
Y se alejó de él, volviéndose a poner en guardia, esperando por el Sr.
Mulder. El la miró extasiado, sabía que ella no iba a desistir en su
desafío. Tomó la espada de su hermano y se colocó en guardia.
El primer choque de su espada contra la de la Srta. Scully le advirtió que
ella sí estaba calificada para combatir. Cada arremetida por parte de él
ella la esquivaba con mucha facilidad y destreza. A los pocos minutos ella
lo tenía acorralado.
En cada ataque había miradas intensas de valentía, ella era fuego ardiente
en esos momentos y él jamás había visto una actitud de guerrera como la de
ella. Esa actitud lo tenía deslumbrado y no le importaba que ella estuviera
ganando el combate, tenía que poseerla en esos momentos.
Ella seguía arremetiendo y el Sr. Mulder estaba encantado con el juego.
Aunque ella era buena, él era mejor, pero la escena se veía difícil, ambos
eran buenos. Esquivaban las embestidas de cada uno. El brillo y el sonido
metálico de las espadas al chocar volvían a retumbar en cada parte del
jardín.
El advirtió algo, estaba tan segura de sí misma por lo que estaba haciendo
que se distraía con facilidad. El era tan buen espadachín que pudo advertir
esa debilidad. El momento era idóneo y bajo la mirada expectante del Sr.
Samuelle, el Sr. Mulder aprovechó, un golpe certero contra su oponente y
había logrado quitarle la espada, la cual cayó a una distancia prudente.
Ella no se lo creía, estaban tan agitados y él sonreía alegre por su proeza,
pero ella no se iba a dejar ganar tal fácil. Corrió hacia donde estaba su
espada y se agachó para tomarla, pero el Sr. Mulder era mas rápido que ella,
logró pisar la espada con su bota evitando que ella la tomara y con mirada
triunfante coloco la punta de su espada debajo de la barbilla de la Srta.
Scully. Ella se levantó muy despacio.
Ambos respiraban agitados por tanto ejercicio. La Srta. Scully tenía una
expresión risueña aunque tenía la punta de la espada del Sr. Mulder debajo
de su barbilla.
-Me ha rasgado mi camisa favorita, Srta. Scully- le dijo con voz agitada.
-Eso no es cierto, ya estaba rasgada- se defendió con el rostro enrojecido
por la fatiga.
-Aun así pienso cobrársela a usted- le aclaró con altanería.
-Pues debo decirle que no tengo ni un centavo en estos momentos, Sr. Mulder
¿Cómo pretende cobrarme?- le preguntó mientras miraba la espada en su
barbilla.
-No me interesa el dinero, prefiero cobrarme la camisa de otra manera-
confesó tentadoramente.
-¿Estaremos pensando en lo mismo?- preguntó lentamente.
El no contestó, dejó caer la espada y con furia tomó entre sus brazos a la
Srta. Scully. Se unieron en un beso pasional, furioso y agresivo; donde
tomar aire no era lo primordial, sus pechos agitados correspondían a la
pasión desbordante por cada poro de sus cuerpos.
Mientras se besaban hizo acto de presencia la Sra. Samuelle, se veía
acalorada y al parecer su abanico no la estaba ayudando a pesar de que ella
lo estaba agitando con desesperación. Al ver a su cuñado y su amiga besarse
frente a su esposo sin ninguna pena colocó en su rostro una expresión de
hastio y desagrado.
-¡Por Dios! ¿Es que no se cansan? Hacen eso frente a nosotros como si fuera
lo más natural del mundo. Ya me estoy cansando, para mí era mejor cuando
intentaban ocultar su relación delante de nosotros. Era más sano para todos
nosotros- se quejaba.
A pesar de las quejas de la Sra. Samuelle los amantes no se alejaban, pero
ya había sido el momento porque sus cerebros estaban pidiendo oxigeno.
Mientras se alejaban sonreían atontados.
-Samuelle ¿Fue provechosa la práctica?- le preguntó su esposa.
-Sí, cumplí con mi cometido.
-¿En serio?- pregunto descreída, luego miró al Sr. Mulder.- ¿Le dejaste
ganar, Mulder?
-Sí- contestó sincero.
-Me lo temía.
-Eso no es cierto- se quejó indignado el Sr. Samuelle.
-Pues claro, dejé que me cortaras. Estaba harto de tus quejas, llevas más de
quince años recordando aquel hecho- le explicaba.
-Esto es infame- exclamó el Sr. Samuelle molesto.
-Vamos, dejen de hablar. Ordené que les sirvieran algo de tomar en la
biblioteca para que se refresquen.
Los Samuelle entraron a la casa. La Srta. Scully dilató su entrada porque el
Sr. Mulder estaba recogiendo las espadas y dejándolas sobre una mesa que
había sido colocada para ese fin en el jardín.
-¿En serio lo dejaste ganar?- preguntó con curiosidad
-Sí- contestó sincero.
-¿Y por qué no me dejaste ganar a mí?
-Jamás me dejaría ganar de ti.
-No seas tan ególatra, Mulder- le dijo enfadada.
-Estás confundiendo las cosas Katherine, eres mejor que Samuelle en esto.
Mejor de lo que yo pensaba, jamás me dejaría ganar de una persona que sabe
más que mi hermano- confesó.
-Bueno, si tienes razón- agrego con cierta pena. Debía reconocer que jamás le
ganaría si no se esforzaba.
-Vamos, quiero tomar algo.
-De acuerdo.
Entraron a la casa tomados de la mano. Al entrar a la biblioteca no sólo
encontraron allí a los Samuelle sino también a la Srta. Mulder que estaba
sentada frente a una mesa de dibujo. Sobre la mesa tenía una de las hojas
destinadas para dibujos a carbón y afanosamente dibujaba sin mirar a nadie a
su alrededor.
El Sr. Mulder se acercó a uno de los muebles más cercanos y se sentó en él
pesadamente, ya que estaba cansado por tanta fatiga y ejercicios a tan altas
horas de la tarde. Todos los presentes excepto por la Srta. Scully hablaban
sin prestarle mucha atención al ensimismamiento de la Srta. Mulder.
La Srta. Scully curiosa por naturaleza se acercó a la hermana del Sr. Mulder
y sus ojos mostraron contrariedad y sorpresa al ver lo que esta estaba
dibujando.
-Samantha ¿Qué es eso?- preguntó estupefacta.
-Un ser- contesto la Srta. Mulder con voz calmada y sin mirar a la Srta.
Scully.
Los Samuelle y el Sr. Mulder miraron rápidamente a la Srta. Scully, la
palabra que ella acaba de pronunciar los había desesperado. El Sr. Mulder
miró enseguida a la Sra. Samuelle y más tarde a su hermano, ambos tenían
rostros de terror. De repente el Sr. Mulder se paró de donde estaba y se
acercó a su hermana menor.
-Samantha ¿Podrías dejarme ver tu dibujo?- le preguntó con duda.
-Sí- y le entregó el dibujo sin vascilar.
El Sr. Mulder estaba estático y estupefacto, los Samuelle estaban nerviosos y
la Srta. Scully confundida. La Srta. Mulder no reflejaba ninguna emoción. El
Sr. Samuelle tan preocupado como su hermano menor se acercó a su hermana
agachándose frente a ella.
-Samantha, cariño ¿los has vuelto a ver?- preguntó con cierta consternación
que trataba de ocultar.
-Sí- contesto rápidamente y con voz suave.
-¿Desde cuándo cariño?- preguntó sin esperar.
-Desde que Mulder se fue de Chelsea- confesó.
Los hermanos varones de mostraron consternados. La Sra. Samuelle tuvo que
sentarse ya que se sentía verdaderamente afligida por lo que acaba de
dibujar la Srta. Mulder. Ella de repente se mostraba confundida por la
actitud que estaban mostrando sus familiares, no estaba esperando una
respuesta como esa por parte de ellos.
-Samantha, eso es imposible. Tú dejaste de verlos cuando yo me fui de
Chelsea- le aclaró el Sr. Samuelle.
-Michael, ellos siempre estarán ahí, aunque no los vea por algún tiempo
siempre estarán ahí. Ellos nunca dejan este mundo, tú lo sabes. William,
dile que estoy diciendo la verdad- le pidió la Srta. Mulder con
desesperación.
-¡Jesús del Cielo! Samantha… yo… es que…
-Deja de balbucear Elizabeth, eso no nos llevará a nada- le pidió su esposo
muy molesto.
-¿Hice algo malo?- preguntó la Srta. Mulder asustada.
-No cariño, tú no hiciste nada- la calmó el Sr. Mulder. Luego guardó el
dibujo sobre la carpeta que estaba sobre la mesa. -Samantha ¿Quieres ir a
cabalgar un rato conmigo?
-Claro- contestó jubilosamente.
-Bien, sal y dile a John que prepare nuestros caballos. Yo iré a colocarme
otra camisa ¿de acuerdo?
-De acuerdo- le dijo con una brillante sonrisa. -¿Nos acompañas Katherine?
-No, pero gracias cariño- le contestó consternada por la actitud de los
demás. Ella estaba más confundida que la misma Sra. Samuelle.
La Srta. Mulder se levantó de su asiento y salió corriendo de la biblioteca
como una niña pequeña. Los Samuelle y el Sr. Mulder mostraban rostros
oscuros y confusos, el Sr. Mulder salió de la biblioteca sin decir nada.
-Samuelle- le llamó su esposa.
-No vale la pena hablarlo- le dijo.
-Pero…
-Ya hemos sufrido demasiado con este tema Elizabeth. Es mejor pasarlo por
alto- le aconsejó.
-Entiendo que tú lo pases por alto, pero Mulder no es como tú. Por alguna
razón no le hizo más preguntas a Samantha.
-¡Suficiente!- le pidió molesto, se acercó a ella tan deprisa que llegó al
punto de asustarla. -Entiende esto Elizabeth, Samantha no es una jovencita
normal, no ganamos nada llenándola con preguntas que la pueden enfermar más
de lo que está ¿De acuerdo?
-De acuerdo- contestó aterrorizada.
Largas zancadas pusieron fuera del salón al Sr. Samuelle. La Sra. Samuelle
no tardó mucho en echarse a llorar con sollozos silenciosos que conmovían
aunque no lo pareciera a la Srta. Scully. Ella se sentó a su lado
ofreciéndole un pañuelo como símbolo de apoyo, ella lo tomó reflejando
gratitud en sus ojos enrojecidos por las lágrimas.
Era la primera vez que el Sr. Samuelle le hablaba de esa manera a la Sra.
Samuelle frente a personas que no eran parte de su familia. El siempre había
sido cariñoso con ella frente a los demás y por ello a la Srta. Scully le
parecía extraño que él le hubiera hablado de esa manera. Aunque la Sra.
Samuelle no lloraba por las palabras que le dijo su esposo sino por lo que
había sucedido con la Srta. Mulder, pero eso era algo que la Srta. Scully no
podía llegar a entender.
La tarde brillante de ese día se convirtió en una tarde gris, los habitantes
de la casa estaban apagados y no mostraban la alegría que siempre mostraban.
Cada uno de ellos se encerró en su propio mundo, incluso la Srta. Mulder que
después de haber llegado de cabalgar con su hermano volvió a mostrarse
retraída y poco amistosa con los que la rodeaban.
Fueron llamados a cenar y aunque todos se reunieron para alimentarse nadie
dijo nada en la mesa. Todos muy callados sólo se brindaban miradas dolorosas
y amargas. Todo era tan incómodo que enervó al Sr. Samuelle el cual se
levantó de la mesa y volvió a encerrarse en su biblioteca, minutos después
hizo lo mismo su esposa encerrándose esa vez en su habitación.
Los pocos que quedaron en la mesa terminaron de cenar sin decir ni una sola
palabra. El Sr. Mulder al terminar se levantó de la mesa y salió de la casa.
La Srta. Mulder y la Sra. Rossi volvieron a sus aposentos y a la Srta.
Scully no le quedó más remedio que disfrutar de su postre sola y con la
cabeza enmarañada de interrogantes.
Más tarde, ella se encontraba en su habitación leyendo un libro a la espera
de que el sueño llegara por ella. Toques suaves a su puerta le indicaban que
el Sr. Mulder deseaba verla.
-Pasa- le pidió.
El entró sin mucha demora a la habitación y ella no pudo dejar de notar su
rostro entristecido. El ya había cerrado la puerta, pero no se había
acercado completamente a la cama, estaba de pie en medio de la habitación
sin hablar y guardando distancia, ella se dio cuenta de su duda y con sus
ojos le indicó que se acercara.
Cerró el libro poniéndolo sobre su mesilla de noche y le dio espacio en la
cama levantando la frazada. El entendió la invitación y terminó de acercarse
para sentarse junto a ella en total silencio.
-¿Por donde puedo empezar?- preguntó el Sr. Mulder con voz ida.
-Desde el principio- le pidió la Srta. Scully. El Sr. Mulder sonrió ante tal
petición.
-Te estás empezando a parecer a Elizabeth- le comentó.
-Eso es bueno ¿no?- sonrió dulcemente.
El le tomó la mano y la entrelazó entre las suyas para darle un beso cálido.
La Srta. Scully pudo notar su miedo, él no estaba muy listo para hablar con
ella con respecto a su hermana, pero sabía que él quería hacerlo a pesar de
su terror.
-¿Qué opinas de Samantha?- le preguntó sin quitar la vista de la mano
pequeña y blanca de la Srta. Scully.
-¿Honestamente?- preguntó con cierta turbación.
-Sí- confesó serio.
-Es extraña- contestó sin vacilar respirando profundamente.
-Papa murió cuando ella apenas era una bebé, por eso no lo recuerda-
relató. -Era la niña más alegre y traviesa que jamás había conocido, ella es
lo más preciado que tiene nuestra familia. Cuando tenía once años
desapareció misteriosamente de su alcoba y Samuelle y yo la buscamos
intensamente por todo Londres, pero al parecer no se encontraba por ningún
lado. Dos semanas después yo me encontraba en Oxford comenzando mis estudios
avanzados cuando se me avisó que había sido encontrada. Inmediatamente
regresé a Chelsea, nuestro hogar en Londres. Cuando llegué no encontré a la
Samantha que conocía, sino otra, era asustadiza, gritona, iracunda;
estábamos conmocionados por lo que estaba ocurriendo con ella, los médicos
decían que era algo pasajero, que se encontraba bien de salud, que pronto iba
a ser la misma niña. Pero no fue así. Ella no hablaba, no jugaba, no llenaba
nuestra casa de risas alegres, sacaba de quicio a todas las institutrices
que se les contrataba…
-¿Y Elizabeth?- preguntó curiosa.
-Fue la única persona capaz de soportar la actitud irritante de Samantha.
Ella logró que no lograron otras, Samantha sólo era capaz de hablar con
Elizabeth, pero no lo hacía con nadie que fuera parte de su familia, mi mamá
se alejo de ella; Samuelle se recluyó en el trabajo y yo solo me quedé a
esperar a que el tiempo pasara. Samantha comenzó a dibujar esos extraños
rostros…
-Los seres- agregó interrumpiéndolo. -¿Ese es su nombre o Samantha los llama
así?
-Samantha los llama así. Un día la encontré en la biblioteca de la casa,
sentada en el suelo con montones de libros… yo no le dije nada, ya se me
hacía costumbre verla haciendo cosas extrañas. Ella levantó la vista y me
dijo: La respuesta está en los libros y la verdad está en las respuestas.
Fueron las primeras palabras dirigidas hacia mí después de lo ocurrido,
habían pasado dos años.
-¿Y qué decían los libros?- preguntó la Srta. Scully.
-La leyenda de Atlantis, quienes la crearon… ya conoces el mito- le recordó.
-Personas de otros mundos llegaron hace millones de años a la tierra y
crearon Atlantis, un lugar maravillo donde las personas podían deslizarse en
grandes platos volantes y navegar por las aguas… eso es lo que dice el mito-
relato con cierto escepticismo.
-Elizabeth nos comentó que Samantha le había dicho que ella había estado con
ellos el tiempo que estuvo desaparecida. Que ella los conoció.
-Pero Mulder, tú sabes que Atlantis no existe y mucho menos esas personas de
otros mundos. Por alguna razón Samantha ha dicho todas esas cosas ¿No crees
que es por llamar a la atención?- preguntó con cuidado para no lastimarlo. –El Sr. Samuelle dijo que Samantha está enferma.
-Michael dice eso para no decir que Samantha está loca, pero Samantha ni
está enferma y mucho menos loca. Algo le pasó a ella y yo he pasado toda
mi vida inquiriéndolo, necesito saber qué le pasó, necesito saber la verdad-
comentó con cierta angustia.
-Tú deseas que sea la misma niña de antes- comentó mientras buscaba sus ojos
para que la miraran.
-Tal vez… no lo se. Michael y yo somos quienes somos porque Samantha nos
cambió. Michael es un misceláneo y yo un demente- le confesó. -No se si
querría que algo de eso cambiase.
-Serías muy distinto del hombre al cual conozco ahora. No se si yo tampoco
lograría asimilar tener a otro William Mulder a mi lado.
El sonrió complacido ante sus palabras. Ella sabía como llegar hasta su
corazón y calentarlo. Estaba calmado, ya había hablado con ella, ya no había
secretos que ocultarle, ella era parte de su vida y debía saber cada uno de
sus secretos.
Notó algo interesante. Él ya había hablado con ella, pero la Srta. Scully aun
seguía reflejando su típico rostro de preocupación y esa vez no se debía a
él. Algo más la tenía inquieta y el Sr. Mulder necesitaba saber que era.
-Te toca a ti- le dijo directamente.
-¿Qué?- preguntó embrollada.
-Cuéntamelo, qué te preocupa- le pidió cariñosamente.
-No es nada- le dijo.
-Vamos Katherine ¿Qué te pasa?- insistió.
-Yo estoy bien… es sólo que no se si comentártelo. No tiene que ver conmigo.
-Pero aun así eso te tiene preocupada- confesó.
-Es cierto, me afecta. Es mi hermana- le aclaró.
-¿Qué pasa con ella?
-Su esposo y ella tienen problemas económicos. No es nada, no tienes porque
preocuparte también- le dijo tratando de disipar su curiosidad.
-Katherine, si no me lo dices lo averiguaré de cualquier forma- dijo
insistentemente.
-De acuerdo. Austen ha vendido la mitad de los esclavos de Collins porque
necesita el dinero para pagar la hipoteca de las tierras y la casa, pero no
ha sido suficiente. Están desesperados, si no pagan la hipoteca lo perderán
todo y es mucho peor la historia, porque el Sr. Krycek está presionando a
Austen para que le venda la hipoteca. Collins colinda con Ambrose y él
quiere unificar los dos terrenos.
-Si compra Collins, Ambrose será igual que Pemberley. ¡Por Dios! Es un
bastardo. El esposo de tu hermana no puede venderle la hipoteca a Krycek-
dijo mientras se quedó pensativo.
-Lo se, se lo advertí a Melissa. Tú y yo sabemos que Krycek no es lo que
parece, por eso le dije a Melissa que evitara que Austen le vendiera la
hipoteca- se percató de que el Sr. Mulder se había quedado pensativo. -Mulder,
Mulder- le llamó, -Mulder- y éste la miró. -¿Qué pasa? Te quedaste
cegado.
-Lo siento. Hay que hacer algo para ayudar a tu hermana y Austen… pero por
el momento te pido que no te preocupes, tal vez ocurra algo que pudiera
ayudarlos a salir de sus problemas. Sólo hay que esperar. No tiene sentido
que te angusties con todo esto sin aun Austen no ha vendido Collins- le
pidió calmadamente.
-Tienes razón, no tiene sentido que me preocupe antes de que pasen los
hechos.
El le sonrió para tranquilizarla y luego se acercó a ella para besarla
profundamente. Así ambos olvidaron cada uno de sus problemas, sumiéndose en
su amor crecido y pasional.
Al día siguiente la Srta. Mulder volvió a mostrarse extraña. La Sra.
Samuelle la había encontrado dibujando un ser en una de las paredes de la
casa. La travesura, como la catalogo el Sr. Samuelle, no pasó a mayores ya
que el extraño dibujo fue removido enseguida y el tema no fue ampliado ni
hablado ni por la Srta. Mulder ni por sus allegados.
Aunque la Srta. Mulder no sabía en que pensar, sí sabía como actuar y
haciendo lo mismo que los demás tampoco habló de tema. En los días
subsiguientes los Samuelle decidieron invitar a los Austen a pasar todo el
día en Pemberley, sobre todo para animar un poco las cosas en tal propiedad
ya que se estaban tornando negras.
La Srta. Scully se alegró mucho por recibir a su hermana y cuñado en
Pemberley. Tal vez despejarían un poco la mente de los problemas ayudaría a los
Austen ¿Y qué mejor manera de hacerlo que pasar un día completo en
Pemberley?
20 de julio
Pemberley
El desayuno estaba previsto para la diez. Los Austen fueron puntuales en
llegar. La Srta. Scully y el Sr. Samuelle fueron los primeros en darles la
bienvenida.
-Sr. Austen, Sra. Austen bienvenidos a mi humilde morada- les dio la
bienvenida el Sr. Samuelle.
-Gracias Sr. Samuelle. Para nosotros es un honor que nos haya invitado- dijo
el Sr. Austen mientras estrechaba la mano con el Sr. Samuelle.
-Para mí esta casa es como suya Sr. Austen- miró a la Sra. Austen y le
ofreció la mano para saludarla.- ¿Cómo está Sra. Austen?
-Muy bien, gracias Sr. Samuelle- decía mientras seguía estrechándole la
mano. -Tengo que agradecerle el gran favor que nos ha hecho, no se como
pagárselo…
-Sra. Austen, no me agradezca nada que me apeno en gran medida- decía el Sr.
Samuelle intimidado mientras le sostenía la mano. -Además, me apetece hacer
negocios con su esposo- miró al Sr. Austen. -Así que Sr. Austen, pasemos a mi
despacho. Tengo unos excelentes puros que deseo que pruebe- miró a las
presentes. -Damas.
-Pueden caballeros- dijo la Srta. Scully risueña y con cortesía.
Los caballeros se retiraron del salón, dejando a las damas solas. La Srta.
Scully se preguntaba que era lo que tenía que agradecerle su hermana al Sr.
Samuelle. Pero la Sra. Austen no se hizo esperar para saciar la curiosidad
de la Srta. Scully.
-No se que hiciste para convencer al Sr. Samuelle de que nos ayudara con
nuestras deudas y la cosecha, pero lo que hiciste te quedó perfecto.
Katherine, nunca pensé que se lo llegarías a decir- dijo la Sra. Austen con
un tono de indignación fingida ya que se notaba que estaba muy feliz.
-¿De qué estás hablando Melissa?- preguntó confundida.
-Hace dos días atrás el Sr. Samuelle llegó a Collins con un abogado notario
y con ellos traían papeles que certificaban que Austen había saldado todas
sus deudas y nos obsequió cuarenta esclavos de la misma hacienda de
Pemberley. Le preguntamos que por qué lo hacía y nos contestó que cierta
persona le había pedido que nos ayudara. Y la única persona que sabía de
nuestro problema eras tú- le dijo después de haberle relatado todo lo que
había hecho el Sr. Samuelle por ellos.
-Sí, pero yo no le dije nada al Sr. Samuelle- le aclaró.
-¿Entonces quien se lo dijo si no fuiste tú?
Y la Srta. Scully supuso enseguida quien había sido y se sonrojó por la pena
y la alegría.
-¿Qué pasa Katherine?
-Sra. Austen- le llamó la Sra. Samuelle que ya bajaba por las escaleras y se
les acercó. -Que bueno es tenerla en Pemberley- y al acercarse le brindó un
abrazo amistoso.
-Gracias por la invitación.
-No me lo agradezca.
La Srta. Scully estaba fuera de esa conversación, estaba más pendiente a la
nueva travesura que había hecho su amante que a la conversación que
sostenían su hermana y su amiga.
-Disculpen, debo hacer algo antes del almuerzo.
Palabras que no entendieron las presentes y quien las había dicho no
corrigió. Salió corriendo hacia las escaleras y subió rápidamente mientras
sostenía la falda de su vestido para no caerse. Al llegar al segundo piso
seguía corriendo y al llegar a la puerta de la habitación del Sr. Mulder
abrió sin tocar.
Él se estaba poniendo su chaleco cuando giró para mirarla. Se veía
confundido por verla de pie ante él tan agitada y feliz ¿feliz? Sí, feliz.
Sin decirle nada se abalanzó contra él y lo besó con pasión. Al principio él
lo había tomado con cierta sorpresa, pero luego correspondía de igual manera
el beso verdaderamente profundo.
Finalizaron el beso buscando aire y él aun seguía confundido.
-No se por qué lo hiciste, jamás me imagine que hicieras algo así por mi
familia. Mulder… prácticamente ni los conoces y ya has hecho mucho por
ellos. ¿Hablaste con tu hermano?- preguntaba agitada.
-Katherine ¿De qué estas hablando?
-Hablaste con tu hermano para que ayudara a Austen con las deudas y lo hizo.
-¿Cómo supiste eso?- preguntó aturdido.
-Melissa me lo acaba de decir- le confesó.
-Demonios, las Scully no saben guardar un secreto. Se supone que no tenías
porque enterarte.
-No conoces del todo a las Scully. No los contamos todo.
-Ya me percaté de ello- comentó risueño.
-Mulder ¿Cómo convenciste a tu hermano para que ayudara a Austen?
-Bueno…
-Tu hermano pagó las deudas de Austen y le regaló cuarenta esclavos, nadie
hace semejante favor sin pedir nada a cambio. Dime ¿Qué tienes que hacer o
que tiene que hacer Austen?- preguntó presurosa.
-Calma Katherine, Austen ni yo tenemos que hacer nada- dijo mientras le
tomaba las manos para calmarla. -En realidad quien pago las deudas del
esposo de tu hermana fui yo- sonrió al ver la expresión de sorpresa en el
rostro de la Srta. Scully. -Michael se encargó de hablar con los acreedores
y hacer las transacciones, yo sólo tuve que poner mi firma- le explicó.
-Eso no es cierto- expresó descreída. -Melissa me dijo que Samuelle había
llevado a Collins unos papeles que lo acreditaban como quien había pagado
las deudas de Austen- le explicó.
-Porque eso fue lo que hicimos que creyeran tu hermana y su esposo- le
aclaró.
-¿Por qué?
-¿Tengo que explicártelo?- le preguntó sin dejar de darle una mirada
subjetiva.
-Tienes razón. ¿Por qué un desconocido pagaría las deudas de dos personas que
conoce a través de sus familiares? No tienes nada que ver con ellos. Es más
factible que el favor viniera de manos de Samuelle ya que su esposa es mi
mejor amiga- lo miró fijamente. -¿Pero por qué lo hiciste tú?
-Porque no me gusta verte triste, cuando tus ojos pierden el brillo que lo
caracterizan por culpa de la tristeza siento que me pierdo- le confesó con
voz baja y suave.
-¿Cómo podré pagarte tanta gratitud?- le preguntó tratando de ocultar sus
lágrimas.
-Amándome como siempre lo has hecho- le contestó.
La felicidad que embargaba el corazón de la Srta. Scully la hizo llorar y
abrazarse fuertemente al dueño de las palabras que la hacían desfallecer.
-¡Hey! Todo lo que he hecho es por tu felicidad, no por hacerte llorar.
-Mulder- dejó de abrazarlo, -estoy llorando porque estoy más que feliz.
Estoy enamorada.
-Es muy fácil de notar- sonreía mientras le secaba las lágrimas. -Aunque
debo confesar que esto no solo lo hice por ti, también lo hice por mí y
puede resultar egoísta el motivo.
-No te entiendo.
-Me dijiste que Krycek quería comprar Collins y pensé que ayudando a los
Austen lograría darle una estocada a su orgullo. Por eso mi firma figura en
los verdaderos papeles de los saldos de las deudas, se que Krycek no tardará
mucho en enterarse y va querer matarse- dijo con una sonrisa maliciosa.
-Mulder, eso es tan vil- expresó con sorpresa. -Pero si eso te hace feliz
¿Por qué he de reprochártelo?
-Porque eres recta- le contestó.
-Una persona recta no estaría pensando en lo que yo- le dijo en un tono
seductor.
-¿En que estás pensando?- le preguntó mientras se mojaba los labios.
-En lo que tú estas pensando en estos momentos, pervertido- expresó risueña.
-Nos esperan allá abajo.
-Puedes hacerlo rápido. Lo has hecho antes ¿O no?- dijo con mirada
lujuriosa.
-¿Llevas liguero?- le preguntó mientras la tomaba en sus brazos.
Ambrose
Mismo día.
El Sr. Krycek tenía el odio y la furia dibujada en su rostro. Mientras
tiraba o rompía todo lo que encontraba a su paso.
La Srta. Fowley y la Srta. Covarrubias miraban el espectáculo y el berrinche
de forma asustada y debían temer aunque ya estaban acostumbradas a los
arranques de ira del Sr. Krycek.
-¡Krycek! ¡Por Dios calmate!- le pedía la Srta. Covarrubias.
-¿Cómo quieres que me calme? ¡El loco de Mulder se salió con suya
nuevamente!- y lanzó una pequeña figura de hierro contra un ventanal
exaltando a las presentes.
-¿De que estás hablando, primo?- preguntó la Srta. Fowley.
-Evitó que yo comprara Collins pagando las deudas del imbecil de Austen.
-Eso es imposible Alexander, el Sr. Mulder no tiene motivos para ayudar a
pobres diablos. Estás mintiendo- le discutió su prima.
-¿Mintiendo?- se acercó a su prima de manera agresiva. -Todos en el banco de
Rogue lo saben, yo vi su firma en los papeles que lo acreditan como quien
saldó tales deudas. La vi con estos ojos los cuales se los comerán los
gusanos cuando llegue el momento justo.
-¿Podrías ser menos repulsivo?- expresó asqueada su prometida.
-Repulsión siento yo hacia Mulder. Me sobran deseos de verlo destruido-
expresó con odio.
-No te expreses de esa manera con respecto a mi pretendiente- le pidió su
prima.
-Entonces procura casarte con él antes de que yo lo mate con mis propias
manos- le dedicó una mirada aterradora. -Aunque debo decirte que verlo
casado contigo no me detendría para acabar con él- y salió del salón.
-Lamentablemente Krycek sólo está hablando por hablar- le comentó la Srta.
Covarrubias.
-¿De que hablas?- le preguntó confundida.
-Krycek no puede vivir sin su némesis, la vida se le haría muy aburrida. Lo
más grande que pudiera hacer contra el Sr. Mulder es lastimar su orgullo o
su honor, ¿Pero matarlo? jamás- le aclaró.
-No se si pensar igual que tú, Marita. Alexander es muy impredecible- expresó
con temor.
Pemberley.
Los Austen estaban pasando un día muy agradable en la propiedad de
Pemberley. Descubrieron que los Samuelle y los Mulder no eran como se
especulaba; como decía la Srta. Scully, había que llegar a conocerlos
profundamente para poder entender su forma de actuar y proceder.
Después de un desayuno que se tornó largo porque los invitados y dueños de
casa conversaron como si se conocieran de toda la vida, dieron un paseo a
caballo por toda la propiedad de Pemberley. Los Austen querían conocerla
completamente, porque habían escuchado muchas cosas sobre tal propiedad.
Posterior al paseo, había llegado la hora del almuerzo. La Sra. Samuelle
había ordenado que prepararan un área cerca del lago para que los invitados
y sus familiares pudieran almorzar al aire libre. Al llegar al lugar, las
miradas cómplices entre los amantes no pasaban desapercibidas, la Srta.
Scully y el Sr. Mulder se sonreían mutuamente sin razón aparente. Los
Samuelle, la Sra. Austen y la Srta. Mulder pasaban desapercibidos la actitud
de los amantes, pero el Sr. Austen no pudo hacer lo mismo que los demás,
para él era muy extraña la actitud de la Srta. Scully hacia el Sr. Mulder;
pero lo que él no sabia era que para ambos, el estar ahí significaba muchas
cosas. El lago les traía los recuerdos de sus primeras pasiones vividas.
Al terminar el almuerzo en el lago los caballeros se dispusieron a practicar
al tiro al blanco mientras las damas sólo estaban ahí sentadas, viéndolos
mientras hablaban.
Los dueños de casa descubrieron que la Sra. Austen no era como los demás
miembros de la familia Scully. Melissa Austen tenía dos fachadas, la mujer
sumisa y recatada frente a sus hermanos y su madre, pero delante de los
Samuelle, el Sr. Mulder y su esposo era más liberal y mente abierta, casi
igual a la Srta. Scully.
A la Srta. Scully no le sorprendida la actitud que tenía su hermana frente a
sus amigos. Desde niña siempre tuvo presente que su hermana no era lo que
pretendía ser.
-¿Qué estás diciendo?- preguntaba el Sr. Austen con sorpresa.
-Las mujeres deberíamos ir a la universidad- le contestó su esposa.
Los caballeros se mostraron azorados. El Sr. Mulder al escuchar tal
respuesta falló su tiro enviando la flecha al lago y su hermana menor
comenzó a reír divertida, las demás damas le daban la razón a la Sra.
Austen.
-¿Qué haría una mujer en la universidad?- le preguntó su marido.
-Estudiar, prepararse, aprender más de lo que sabe. Estar en igualdad de
condiciones- le explicaba.
-Me va a disculpar Sra. Austen, pero una mujer aprende todo lo que tiene que
aprender en su hogar- le comentó el Sr. Samuelle con tono muy educado.
-Me va a disculpar usted a mí Sr. Samuelle, pero tocar el piano, pintar,
coser, cocinar y cantar, no creo que sea la mejor educación para una mujer-
le refutó la Sra. Austen.
-Excelente respuesta Sra. Austen- le alabó la Sra. Samuelle.
-Lo considero inverosímil ¿Cierto William?- le preguntó el Sr. Samuelle
buscando su apoyo.
-Una mujer no tiene la suficiente mentalidad para ir una universidad-
comentó el Sr. Mulder mientras preparaba su arco para lanzar su próxima
flecha.
-¿Consideras que no podemos tener la misma inteligencia que ustedes?-
preguntó la Srta. Scully indignada ante la respuesta de su amante.
-Dios las hizo débiles, de poco pensamiento lógico. Dios hizo a las mujer
para servir a sus maridos y cuidar a los hijos- le contestó apuntando a su
blanco.
-¿En realidad piensas eso? ¿Piensas eso cuando estamos juntos? Ya sabes…- le
preguntó con una mirada aterradora. Y el Sr. Mulder volvió a fallar el tiro.
-¡Demonios!- miró a la Srta. Scully con turbación mientras bajaba el arco. -En
realidad pienso que Dios hizo a las mujeres sólo para amarnos- le contestó.
-Eso es verdaderamente hermoso, pero no es correcto ¡tú eres ateo! En tus
teorías no debe haber ningún requisio de religión- le discutió.
-Las mujeres podemos y tenemos el derecho de ser tratadas igual que a
ustedes. Olvidar las preferencias, los prejuicios y la discriminación.
Estamos en un mundo moderno ¿Por qué seguir con la vieja técnica de que la
mujer debe estudiar en casa, casarse y tener niños?- preguntó la Sra.
Austen.
-Todo lo que el hombre hace por la mujer lo considero machismo- comentó la
Sra. Samuelle.
-¿Machismo?- preguntaron confundidos los caballeros.
-Esa palabra ni siquiera existe- le discutió su marido.
-Pues ya existe, es la palabra correcta para catalogar la superioridad que
sienten los hombres hacia la mujer. Ustedes tres son machistas- les aclaró
la Sra. Samuelle.
-Entonces yo no lo soy, yo no me considero superior a ninguna de ustedes- le
dijo el Sr. Samuelle apuntando hacia su blanco.
-¿Dejarías que yo llevara a cabo tus negocios?- le preguntó su esposa
tratando de perturbarlo.
-¡Nunca! Buen intento, Elizabeth- y no falló el tiro.
-Eso es machismo- le discutió.
-Eso es sentido común ya que usted no es capaz de realizar algo como eso,
Sra. Samuelle- comentó el Sr. Austen.
-Ahí radica el hecho de que si nos dejaran entrar a las universidades
pudiéramos trabajar lo mismo que ustedes. Necesitamos un mundo homogéneo-
comentó la Sra. Scully.
-Tengo por seguro que algún día las mujeres seremos igual a ustedes- dijo la
Sra. Samuelle.
-Estás demente- le discutió el Sr. Mulder.
-Mulder, no logro entenderte ¿No eres quien habla sobre una sociedad
homogénea?- le preguntó la Srta. Scully.
-En un futuro ¿pero ahora? Nuestra sociedad no está preparada para tales
cambios, sería desastroso- le explicó.
-Pero para que algo así se lleve a cabo en un futuro debemos empezar ahora-
agregó la Srta. Scully.
-Pues que lo empiecen nuestras nietas, algo así no estoy preparado para ver.
Además el tema se está volviendo pesado. Hablemos de otra cosa más
productiva- aconsejó el Sr. Samuelle.
-Estás huyendo Samuelle- le dijo su esposa.
-Un Samuelle no huye, se retira con educación- le aclaró.
-Patrañas querido.
-Katherine ¿Si pudieras estudiar en una universidad que estudiarías?- le pregunto su hermana mayor.
-Medicina, como Charles- le contexto ella.- Siempre me ha gustado ayudar a las personas cuando están enfermas, tendría mas vocaciones que nuestro hermano.
-Los decanos no permitirían una mujer en la universidad y mucho menos estudiando medicina- comento el Sr. Austen.
-Eso lo tengo bien sabido- aclaro con cierta molestia.
-Katherine, ya que tanto te preocupa que los hombres sean machistas como dijo
Elizabeth. Yo te muestro una bandera blanca pidiéndote que te acerques, así
te enseñare a usar el arco- le pidió.
-A las mujeres se nos enseña a usarlo Mulder- le aclaró con dudas en sus
ojos, no entendía sus intenciones. -Ese deporte no entra en la categoría que
estamos planteando.
-Sí… pero debes recordar que no todas las mujeres saben usarlo, como todas
saben tocar el piano. Así que yo me ofrezco como instructor para que
pertenezcas a las mujeres que sí saben usarlo- y le brindó una sonrisa
seductora que ella no pudo rechazar.
La Srta. Scully se puso de pie y se acercó al Sr. Mulder. El le dio el arco
y ella le dio la espalda. El Sr. Samuelle y el Sr. Austen se sentaron junto
a sus esposas para poder apreciar el espectáculo que iban a dar los
enamorados.
-Muy bien Katherine, primero que todo tu cuerpo siempre debe estar derecho-
colocaba sus manos sobre las caderas de la Srta. Scully de forma
provocativa.
-¿Qué haces Mulder?- preguntó con algo de nervios.
-Primero las caderas, luego las manos- le aclaró.
-Oh…- agrego ella en un susurro.
El Sr. Mulder la ayudó a colocar la flecha entre el arco y su mano. Le
indicó que tenía que tensar los brazos y hacer mucha fuerza, llevar el arco
hacia atrás pero sin soltar la flecha.
-Firme, muy firme… todo hacia atrás- le indicaba mientras volvía a colocar
sus manos sobre sus caderas. -Ahora suéltala.
El tiro de la Srta. Scully fue certero, demasiado perfecto para ser su
primera vez. Los presentes estaban pasmados, excepto la Sra. Austen que ya
conocía la historia de la Srta. Scully con el arco.
-Perfecto, demasiado- comentó el Sr. Mulder asombrado. -¿Has hecho esto
antes?
-Sí, pero tú enseguida supusiste que no sabía usarlo- le comentó orgullosa
por su hazaña.
-Nunca dejas de sorprenderme, Katherine- comentó atontado.
-Es mi cometido en esta vida- le aseguró.
Mientras ellos hablaban el Sr. Austen comentaba algo muy particular con su
señora esposa.
-Hacen bonita pareja.
-¿Qué?- ella lo miró atónita.
-Se nota que están verdaderamente enamorados. Es fácil de notar. No te
preocupes Melissa, yo no lo censuro, más bien lo apruebo- y sus ojos
brillaron al ver la sonrisa calmada de su esposa.
Mientras ellos disfrutaban de la tranquilidad que brindaba el lago alguien
no muy lejos los observaba con ayuda de unos bifocales. Sus ojos verdes
mostraban una ira incandescente y toda esa ira solo era para una persona en
todo el grupo que se divertía a unos metros.
-Disfruta de tu triunfo Mulder, disfruta de tu gloria. Tal vez ganaste esta
batalla, pero te juro que la felicidad no te va a durar mucho- y no tardó
mucho en retirarse de allí, con su amenaza ya lanzada sobre ellos.
continuara...
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