fanfic_name = Amar es una cuestión de confianza
chapter = 1
author = Spooky2
Rating = touchstone
Type = Romance
fanfic = AMAR ES UNA CUESTIÓN DE CONFIANZA (I)
Spoilers: "La sexta extinción I y II", y la serie en general hasta principios de la séptima temporada.
Resumen: Mulder está postrado en la cama de un hospital incapacitado para hablar o comunicarse con el mundo exterior pero tiene un don que le está matando: puede leer la mente de la gente.
Nota 1: En la primera parte del relato es básicamente Mulder, o su pensamiento, el conductor de la historia. De ahí que no especifique gráficamente cuándo habla él, ya que NO habla, sólo piensa.
Médicos y enfermeras entran y salen sin cesar. Me miran con desilusión, sin esperanza y, en el mejor de los casos, con impotencia. La impotencia de quien se sabe superado por las circunstancias. Me auscultan, me toman la temperatura, me hacen an*lisis, radiografías... Pruebas y más pruebas. Sin saber que todo esto es inútil. No van a hallar la cura a mi estado físicamente vegetativo y mentalmente hiperactivo ni en sus probetas ni en sus encorsetados resultados clínicos. Me tratan como a un enfermo terminal común, como si mi vida pendiera de un hilo que, en cualquier momento, pudiera romperse dejándome a la deriva, alejándome del terrenal y corpóreo mundo de los vivos para adentrarme inexorablemente a otro estadio de conocimiento. Más espiritual e intangible poblado por todas aquellas personas que se resisten a morir y subsisten en un estado de duermevela comatosa que les arraiga incondicionalmente al mundo de los vivos.
Mi nombre es Fox William Mulder y estoy postrado en una cama de hospital. Sin poder moverme ni articular una palabra y, sin embargo, nunca antes había estado tan lúcido. Mientras mi cerebro materialmente se está destruyendo a un ritmo de vértigo, miles de imágenes y pensamientos me martillean la mente sin cesar. Por no hablar de las voces: entran, salen, deambulan, se ocultan, se exhiben... Todas ellas se adentran en mi mente, sin orden ni razón. Pero siempre est*n ahí. Susurr*ndome sus problemas, sus desilusiones, sus anhelos, sus oportunidades perdidas... La mayoría son voces anónimas, desconocidos que se cruzan en mi camino. Pero a veces, sólo unas pocas veces, pertenecen a alguien próximo. Como ahora.
Presiento tu llegada antes incluso de que pongas un pie en la habitación. Ni el intermitente ruido de las máquinas que me rodean y velan por mantener estables mis constantes vitales ha silenciado tu presencia. Demasiado poderosa para eclipsarla. Siempre has sido fuerte. La más fuerte de los dos. Una superviviente en el sentido literal de la palabra.
- Sé que puedes oírme, hijo mío... Si tan sólo pudieras hacerme una seña... -acariciándole maternalmente la mejilla-.
Mamá, no te esfuerces en verbalizar tus temores. Oigo tus dudas, tus derrotas, tus renuncias e incluso tus traiciones. A papá, a Samantha y a mí. No luches más por mí, mam*. Ya es tarde. Es demasiado tarde para salvarme de mí mismo y de los fantasmas que he alimentado a conciencia durante estos 25 años. Empiezo a estar cansado de tanta lucha, tanta resistencia, tantas renuncias. Y todo... ¿para qué?
- Te quiero, amado hijo... Aunque no te lo haya dicho mucho en los últimos años, te quiero. Sé que lo sabes, como sabes que no voy a permitir que te hagan m*s daño. Fox... Ya has sufrido demasiado -y tras depositar un austero beso en su frente, abandonó con determinación la habitación-.
¿Qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con él? ¡¿Qué estás dispuesta a darle esta vez?! ¡Mamá! ¡Vuelve! ¡Mamáaaaaaaaaaaaaa! Pero ya te has marchado. Hace tanto tiempo que me abandonaste que apenas noto tu ausencia ahora. La única diferencia es que, al menos, ésta es física: no siento tu calor, tu inconfundible aroma a atardeceres solitarios ni tu sosegada voz mintiéndome, diciéndome una vez más que todo saldrá bien. ¿Por qué, mamá? ¿Por qué te alejaste de mí permitiendo que las dudas y la culpa me carcomieran el alma? ¿Por qué dejaste de ser mi madre para convertirte en una presencia fría y distante cargada de ira?
Poco importa ya. Sé que mi tiempo toca a su fin, se agota aceleradamente. Intentarás, una vez más, darle esquinazo al destino aliándote con el mismísimo diablo sólo para ganar tiempo. Pero, aunque lo consigas, aunque logres alargar unos días o, si hay suerte, unos años mi vida, mi final hace tiempo que está marcado. Yo debería haber ido en el lugar de Sam. Todos estos años han sido un regalo para mí, porque es a MÍ a quien deberían haberse llevado y no a la dulce e inocente Samantha. Ahora lo sé. Y sólo ahora empiezo a entender la verdad de todas las cosas. La verdad y las implicaciones de todo lo que nunca ha sido dicho. Y, aunque sé que debo emprender el último viaje solo, no me siento preparado. Aún no. He dejado tantas cosas inconclusas... ¡Debería haber dicho y hecho tantas cosas cuando tuve oportunidad! Pero siempre lo postergaba para mañana. "Ya tendré tiempo", me decía a mí mismo. Cuán irresponsable he sido... ¿Acaso creía que viviría para siempre? Y ahora que necesito exorcizar mis demonios soy incapaz de articular una palabra, de transformar en sonidos mis pensamientos y sentimientos. Soy prisionero de mi mente autodestructiva.
Y mientras... ¿Dónde est*s, tú? Desde que todo esto empezó te siento lejos, muy lejos de mí. Si tan sólo pudiera tenerte a mi lado una vez m*s... Sé que no serían necesarias las palabras, nunca lo han sido entre nosotros. Una mirada y todo estaba dicho. Incluso más de lo que nunca nos permitimos verbalizar. Todo lo contrario que con Diana. Con ella todo siempre fue tan tangible, carnal, material, visceral... Los sentimientos nunca fueron nuestro fuerte. ¿Para qué hablar cuándo podíamos follar?
¿A qué has venido, Diana? ¿Qué quieres ahora de mí? ¿Acaso no te lo llevaste todo años atrás? Ya no me queda nada que ofrecerte. Los últimos pedacitos de mi orgullo te los mandé en la última carta que nunca llegaste a responder. Pero tú siempre pides más, siempre quieres y exiges más de mí. Percibo tu presencia mucho antes de que le ordenes a los guardias de la entrada que no dejen entrar a nadie en la habitación sin tu consentimiento. Scully. No has pronunciado su nombre, claro que no. Pero estás pensando en ella. Desde que me encerraron en este maldito hospital que no te la has sacado de la cabeza. No quieres que ella esté aquí conmigo. No puedes soportar la idea de verla a mi lado, junto a mi cama, cogiéndome la mano, susurrándome palabras al oído, luchando por mí, sosteniéndome cuando la oscuridad me cerca. La odias, incluso más de lo que ella te odia a ti. Aunque vuestras razones son distintas. Tú, por lo que ella y yo somos y, sobre todo, por lo que podemos llegar a ser. Y ella, por lo que fuimos y en lo que me convertiste. Dos mujeres. Pasado y futuro. Mi destrucción y mi salvación. Tan antagónicas y, sin embargo, tan vinculadas a mí...
- Sé qué dolencias sufres, Fox. He estado sentada observándote. Y sé que lo sabes. Sé que me conoces perfectamente, que no sólo te soy leal a ti, sino también a un hombre que desprecias -acarici*ndole suavemente la frente-. Tienes tus razones, pero cuando mires en mi interior sabr*s que yo tengo las mías. Fox... Fox, te quiero. Te quiero desde hace tanto... Eso también lo sabes, y no dejaré que mueras por demostrar lo que eres y lo que llevas dentro. Ya podemos estar juntos -y Diana selló sus palabras con un contenido beso en los labios-.
No, no podemos Diana. Nuestro momento pasó. Y si supieras descifrar mi mirada te darías cuenta de ello sin que yo tuviera que malgastar ni un ápice de energía contigo. Es una cuestión de confianza, Diana. Amar es una cuestión de confianza. Y yo no puedo confiar en ti. Ya no. Ahora que me he introducido en tu mente no tengo motivos para confiar en ti. Dices que quieres lo mejor para mí. Sí, lo mejor siempre y cuando no estropee tus planes. ¿Qué quieres? ¿Un anillo, una casita con verja blanca, un perro quizás, y niños revoloteando por el jardín? No, Diana. Esos planes no forman parte de mi idea de "felicidad". Renuncié a ese precepto romántico y bobalicón de "hogar" cuando me aventuré en los Expedientes X. En cuanto a la paternidad... Bueno, mi renuncia fue posterior. De hecho, no fue una renuncia "voluntaria". Simplemente me fue vetada esta posibilidad cuando a Scully le arrebataron la suya de ser madre. Nunca había tenido la necesidad biológica de ser padre. Nunca hasta que Scully perdió la posibilidad de engendrar una vida. Fue entonces cuando tuve la certeza de que nunca sería padre. No, si ELLA no era la madre de mis hijos.
Por todo esto, Diana, nunca podremos estar juntos. Hace un tiempo Scully intentó advertirme sobre ti, sobre tus lealtades. Y no la escuché. Es más, la cuestioné, y me arrepiento de ello. Estuve a punto de perderla, y todo por ti. Por aquel entonces, estaba cegado. No podía creer que tú me hubieras traicionado. Tú, que habías significado tanto para mí, no podías haberme vendido a mi peor enemigo. Al asesino de mi padre. Mi orgullo me impedía aceptar la verdad, y puse en entredicho a Scully y, sobre todo, sus intenciones para escarbar en tu pasado. Aún recuerdo su mirada de decepción en el bunker de los Pistoleros Solitarios. Y nuestra conversación posterior. Son pocas las ocasiones en las que Scully se ha mostrado vulnerable. Y ésa... Ésa fue una de ellas.
- Siempre me has pedido que no confiera en nadie y no obstante tú tienes una fe ciega en Diana.
- ¡Porque no me has dado motivos para hacer lo contrario!
- Bueno, pues entonces no puedo continuar ayudándote, Mulder.
- Scully, te lo estás tomando como algo personal...
- ¡Porque ES personal, Mulder! A parte del FBI lo ÚNICO que me impulsa son motivos personales y si pretendes privarme de ellos no tengo NINGUNA razón para continuar.
Cada vez que recuerdo esa conversación se me encoge el corazón. Estuvimos tan cerca de destruir lo "nuestro"... Aquellos eran tiempos difíciles. Se avecinaban cambios, en todos los niveles: profesionales y, sobre todo, personales. Y tu llegada, Diana, lo aceleró todo entre Scully y yo. Los lazos de fidelidad y amistad que siempre nos habían unido se estrecharon catapultando nuestra relación a otro nivel. Un nivel más personal, más íntimo. Más táctil. Todo había cambiado entre nosotros y, sin embargo, aparentemente todo permanecía igual.
¡Oh, Scully! ¿Dónde estás? Necesito tu fuerza, tu determinación, tu vitalidad, tu fe, tus creencias. Te necesito más de lo que he necesitado nunca a nadie y, a pesar de todo, la única persona que tengo a mi lado es a Diana, con su constante siseo, sus súplicas y sus infantiles sueños de un futuro juntos. Déjame, Diana. Aparta de mí tus manos manchadas de sangre. ¡Aléjate de mí! ¡Scuuuuuuuuuuuuuullyyyyyyyyyyyyyy! ¿Dónde estás?
- Fox, amor mío. Encontraré la forma de sacarte de aquí. De liberarte de lo que sea que te está matando. Y cuando todo esto haya terminado, empezaremos de nuevo. Lejos del FBI, de los Expedientes X y de todos. Fox... Te quiero y no permitiré que nada malo te ocurra -y tras estas palabras, Diana salió de la habitación. No sin antes dar órdenes explícitas a los guardias de no dejar entrar a nadie durante su ausencia-.
Si tanto me quieres, Diana, busca a Scully y tr*ela aquí conmigo. Deja que al menos me despida de ella. Estoy tan cansado... Las fuerzas me abandonan y con ellas las ganas de seguir luchando. ¿Para qué resistir cuando sabes de antemano que la batalla está perdida? -Mulder estaba exhausto, su cuerpo se había rendido al sueño a pesar de que su mente continuaba en estado de alerta. Habían transcurrido un par de horas cuando una voz muy familiar le sacó de su estado de duermevela.- Scully. Scully, sé que eres tú, podría reconocer tu voz entre millones. ¿Por qué has tardado tanto? Esos guardas de la entrada no te lo pondrán fácil. Diana les ha dado órdenes muy claras: nadie debe entrar y si es pelirroja, menos.
- Por favor. Necesito verle. Se lo estoy suplicando, por favor... -hablando con el doctor Harriman y los dos guardias de seguridad que custodiaban la entrada de la habitación de Mulder-.
- Está bien, pero sólo unos minutos - sentenció el doctor Harriman-.
- Gracias. Muchas gracias -y tras regalarle su mejor sonrisa, Scully entró en la habitación-. Mulder, soy yo -acercándose a su cama y acariciándole el rostro con delicadeza-. Sé que puedes oírme. Quiero que sepas lo que he descubierto. Lo que he hallado en África. Creo que si lo sabes encontrar*s la forma de seguir luchando. Necesito que sigas luchando... -con la voz tamizada por el llanto-. Encontré la clave, la clave a todas las preguntas formuladas. Es un rompecabezas, pero debemos encajar las piezas. Los dos. Y sé que puedes salvarte si sigues luchando. Mulder... Por favor... Lucha -y apoyó su cabeza en el regazo de Mulder estallando en un incontrolable llanto de impotencia-.
Scully, no llores. Por favor... Nunca he soportado ver tu rostro de alabastro surcado por las lágrimas. Y a pesar de todo, desde que nuestros caminos se cruzaron, he perdido la cuenta de las veces que te he hecho llorar. Siempre te causo dolor. Directa o indirectamente, pero siempre consigo lastimarte. Como ahora, que sufres por mí y por el futuro que me será vetado. Y, aunque no te permites pensar mucho en ello, por el futuro que no tendremos la oportunidad de compartir. Nuestro futuro. Tuyo y mío. De los dos.
¿Cuándo dejamos de ser SÓLO tú y yo para transformarnos en nosotros, Scully? ¿Cuándo sucedió? ¿La noche en que convertimos en piel, tacto, l*grimas, sudor y saliva nuestros sentimientos? No, fue mucho antes de nuestra primera vez. Y sin embargo no logro ponerle fecha. Todo siempre ha sido tan... natural entre nosotros que tipificar cuando nos convertimos en una entidad indisociable me parece algo vulgar. Pero esa noche... ¿Cómo olvidar esa noche que llevo grabada a fuego en mi corazón? Sé que tú la recuerdas tanto como yo. Y ahora también sé que, esos días en los que nos hemos permitido tocarnos más de lo habitual en el trabajo, durante la noche recreas en tu mente esa primera vez. Y te acaricias. Te acaricias con la delicadeza de una primeriza, como si fuera un sacrilegio despojar de sentimientos esa evocadora práctica masturbatoria. Sé que llegas al orgasmo sin apenas tener que rozarte, sólo con imaginarme a tu lado, lamiendo tus pliegues más íntimos y susurrándote al oído lo duro que me pones. Eso te basta para llegar al clímax. Oh, Scully. Recuerdo como si fuera anoche el calor de tu cuerpo desnudo, el inconfundible y embriagador aroma de tu sexo en mi boca, tu aterciopelada y granulosa voz al murmurar mi nombre al llegar al orgasmo, la textura y púrpura pigmentación de tu piel al entrar en contacto con el agua ardiente de la ducha, mi amargo sabor en ti... Dios, Scully. Es como si el tiempo se hubiera detenido en esa mágica y reveladora noche en la que dos almas solitarias compartieron un imperecedero instante de felicidad.
Por todo ello, no puedo aceptar mi destino. Me niego a morir. No quiero morir, Scully. Ahora que he bebido de ti, no puedo morir. Sálvame. Sálvame como has hecho siempre que he estado perdido. Tú eres mi faro, mi Osa Polar que me indica el camino a seguir. No permitas que me pierda en la maraña de voces que me nublan el juicio. Por favor, Scully -y antes de que se diera cuenta, una lágrima surcó el rostro de Mulder, sacando a Scully de su estado de ensimismamiento-.
- Oh, Mulder... Tengo que sacarte de aquí como sea, pero no puedo sin tu ayuda. Dime, ¿qué quieres que haga? Por favor... No tenemos mucho tiempo... Sé que de un momento a otro volver*n. Mulder...
Es tarde. Diana ya está aquí. Y encontrarte conmigo sólo empeorará las cosas. Scully, por favor, mírame. ¡Mírame! ¡Tienes que irte! ¡Escapa, Scully! ¡Por favooooor!
- Mulder... ¿Qué ocurre? ¿Quién viene? ¡¿Qué quieres decirme, Mulder?!
Ya es tarde...
- Vaya, vaya, vaya -Enfatizando estas palabras con una marcada pausa entre ellas-. Agente Scully. No esperaba encontrarla aquí -acercándose hacia la cama, donde Scully permanecía inmóvil sujetando la mano de Mulder-.
- Diana. La agente Diana Fowley en persona -girándose lentamente tras pronunciar su nombre completo-. Debía suponer que estaría detrás de todo esto. Usted y sus artimañas. ¿Qué le han hecho a Mulder? ¡¿Qué quieren de él?!
- Quiero lo mismo que usted, agente Scully. Lo mejor para Fox.
- Miente. Quizás su actitud ambivalente le valga con Mulder pero no conmigo, agente Fowley. Que no me gusta no es ningún secreto, como sé que yo tampoco soy de su agrado. Podría sobrellevar este sentimiento si confiara en usted. Pero, lamentablemente para ambas, no es así. Sé que sus alianzas son dudosas y sus intereses para con Mulder, m*s que cuestionables. Pero, a pesar de todo, sé que... -haciendo un verdadero esfuerzo para decir estas palabras-. Sé que le ama. Y a ese sentimiento apelo para que permita que me lo lleve de aquí a un lugar seguro donde poder tratarlo. Si no, morirá. No superará esta noche, agente Fowley. ¿Está dispuesta a cargar con la muerte de Mulder en su conciencia? -mirándola directamente a los ojos en una actitud retadora-.
- ¿Y por qué cree poder tratarlo mejor que nuestros médicos, agente Scully? No nos infravalore...
- No lo hago, créame. Antepongo la vida de Mulder a todo. Incluso al desprecio que me suscita estar en la misma habitación que usted. Si tuviera el mínimo indicio de que iban a salvarle me iría sin m*s y no estaría aquí implor*ndole por su vida. Pero sé, por todo lo que he visto y vivido en África, que aquí, con ustedes, morir*. Diana... Por favor... Si le ama, si de verdad le ama como dice, debe dejar que me lo lleve...
- El agente Mulder se va a quedar aquí, agente Scully -con un semblante impasible-. Ni usted ni nadie va a moverle de este hospital. Y ahora lárguese si no quiere que la mande detener por insubordinación.
- Se equivoca. Lo va a matar. ¿Me oye? ¡Lo van a matar!
- ¡Guardias! Llévense a la agente Scully y si opone resistencia, deténganla. ¡Es una orden!
Y antes de que Scully pudiera reaccionar, los dos guardias de la entrada se le echaron encima agarrándola de las manos, mientras, forcejeando, se resistía a desprenderse de la mano de Mulder.
- ¡Le va a matar! ¡Asesina! -llorando desconsoladamente-. Muuuuuulderrrrrrrr, no te rindas. Lucha, vendré a por ti. ¡Lucha! -y, tras zafarse momentáneamente de los guardias, se acercó de nuevo a la cama de Mulder y le susurró al oído: "Si tú renuncias, ellos ganan". Y selló sus palabras con un tierno beso en los labios-. No te rindas, Mulder. Sigue luchando. Por nosotros.
- Guardias, si la agente Scully vuelve a escaparse, esposarla. ¡¿Me habéis entendido?! -Perforándolos con la mirada-.
Pero esta vez Scully no opuso ninguna resistencia. No podía permitirse ese lujo. Un desliz por su parte y ¡zas! Se encontraría atada de pies y manos para poder ayudar a Mulder. Y eso era lo que Diana esperaba con enfermiza impaciencia. Un error, un pequeño error por su parte, y toda su furia caería sobre ella sin compasión. Y Scully no estaba dispuesta a darle ese placer. Ahora debía ser fuerte, fuerte por los dos.
Maldita traidora. Si pudiera te agarraría por el pescuezo hasta retorcértelo como a un pollo. ¡Dios, como la odio! Y pensar que Mulder se acostó con ella... ¡Puaf! La simple imagen de Mulder y ella juntos, muy juntos, sexualmente juntos me revuelve el estómago. Dana, debes serenarte, así no encontrar*s la solución a nada. ¿Y se puede saber dónde me llevan éstos ahora? Parecen los hermanos Dupont... ¡Dios, despiértame de esta pesadilla, por favor!
- ¡Ei, ei! ¿Se puede saber a dónde vamos? Ei! ¡Que estoy hablando con vosotros! -mirando indistintamente a izquierda y derecha-.
Pero los guardias continuaron con su rítmico y cadencioso caminar, sin alterar lo más mínimo su rumbo. Y, sin girarse a mirar a Scully, que estaba aprisionada entre ambos, que la mantenían agarrada con fuerzas por los brazos. Aunque habían sopesado la posibilidad de esposarla para evitar que se fugara, desecharon esa opción tras echarle un rápido vistazo: su envergadura no supondría un problema en caso de resistirse a sus órdenes. Era un objetivo fácil de inmovilizar.
El interminable pasillo del hospital parece sacado de una pesadilla inducida por drogas de dudosa legalidad. Las paredes inmaculadamente blancas, el suelo de un intenso gris piedra roto, tan sólo, por el constante y fantasmagórico reflejo de los fluorescentes sobre el frío pavimento. Ni rastro de médicos, enfermeras o cualquier persona relacionada directa o indirectamente con la asistencia sanitaria. Y ese olor. Ese maldito olor a desinfectante, flores marchitas, toallas húmedas, comida mortalmente "sana"... Y cloroformo. ¿Cómo? ¿Qué est*is haciendo? ¡Quitadme esto de la cara! Cabrones... Soltadme... ¡No! ¡Mulder!
Pero antes de que su cerebro terminara de procesar su súplica estéril, el cloroformo ya había surtido efecto. Dana Katherine Scully estaba, literalmente, fuera de combate.
- ¿Y ahora qué hacemos con ella? -Preguntó el guardia de menor envergadura a su compañero mientras sujetaba a Scully para evitar que cayera al suelo-.
- Lo que nos han ordenado -contestó con voz autoritaria su superior a la vez que cargaba en brazos el cuerpo inerte de Scully-.
Y sin intercambiar ninguna palabra más, los dos hombres abandonaron el pasillo de ese desértico hospital con una inconsciente Scully en brazos. Una mirada inocente podría vislumbrar cierto romanticismo hollywoodiense en esa escena: la de dos enamorados abandonando el hospital, con el amante cargando en brazos a su amada. Lástima que la realidad, una vez más, mostraba su lado más oscuro y tenebroso.
Tras abandonar el hospital, se encaminaron al parking, donde tenían aparcado uno de esos coches imposibles de identificar porque, oficialmente, no existían. Jamás habían sido comprados ni mucho menos matriculados. No constaban en ningún registro de la propiedad ni de matriculación. Simple y llanamente, eran coches fantasma. Ventajas de trabajar para el Gobierno. Aunque se trate de un maquiavélico poder a la sombra...
- Conduzco yo -sacando las llaves del coche del bolsillo de su refinado e impoluto traje de Armani. El Gobierno no tenía reparos para acicalar a sus empleados estrella-.
- No es justo, siempre me toca a mí el trabajo sucio... -con un evidente tono de desaprobación-. En la próxima vida me pido ser jefe, eh?
- No me llores y túmbala en el asiento trasero antes de que alguien sospeche -replicó con autoridad-. Y quédate con ella atrás, no quiero que en mitad del trayecto se despierte y nos cause problemas.
- Sí, jefe -con cierta ironía en su voz-. ¿Desea algo más su majestad?
- No me toques los cojones... Por menos de esto me he cargado alguien, así que métete la lengua por el culo y haz lo que te digo.
- Vale, vale... Tranquilo, sólo estaba bromeando. Esta misión te tiene un poco... alterado.
- No me gusta. ¡Joder, es una agente del FBI!
- Hemos hecho cosas peores. No entiendo este ataque de remordimientos de golpe...
- Olvídalo. Y entra de una puta vez en el coche. Cuanto antes nos larguemos de aquí, antes terminaremos esta maldita misión.
- ¡Ésta es una actitud positiva! -bromeando-.
Y tras girarse con cara de pocos amigos, se aposentó en el asiento del conductor con una dirección en mente: Georgetown, Maryland. Sus órdenes eran claras y la improvisación no tenía cabida en ellas: llegar al destino, suministrarle a la víctima la sustancia que, con sumo cuidado, custodiaba en su maletín y abandonar la escena del crimen sin dejar rastro. Un trabajo fácil y limpio. Y, a pesar de todo, a Willis le costaba horrores ejecutarlo sin remordimientos. Quizás se debía a su trabajo como agente federal, o quizás tal vez al hecho de ser mujer, su tez de porcelana en contraste con su melena y labios de fuego tampoco ayudaba demasiado. O, tal vez, sólo tal vez, todo se debía a ese amor añejo que vislumbró en su mirada cuando la apartaron de la cama de su compañero. La voz de Jack le sacó de su trance para devolverle al negro asfalto.
- Después de deshacernos de la chica te invito a una copa, Willis. Es una verdadera lástima -mirando a Scully-, porque es una preciosidad.
- ¡Cállate de una puta vez! Y ponte en movimiento, que ya hemos llegado -girándose hacia el asiento trasero donde Jack y Scully permanecían inmóviles-. Espera en el coche hasta que haya abierto el portal, después sal y carga con ella hasta el ascensor. Te estaré esperando arriba. ¿Entendido?
- Sí, tranquilo.
Y mientras Willis sacaba del maletero el maletín con todo lo necesario para ejecutar la misión, él observaba con curiosidad a esa pequeña y aparentemente inofensiva mujer que llevaba de cabeza a sus jefes. "¿Cómo algo tan frágil podía ser tan peligroso?", se preguntaba.
CONTINUARÁ
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