Nombre del Fanfic: Black Eye

Capitulo: 1

Autor: Farid Char

Dedicado a: A mi futura "Touchstone", en el futuro :)

Clasificacion: Touchstone

Romance

Accion

Suspenso

Angst / Drama

Fanfic: ***BLACK EYE*** 
 
 
PRESCOTT, ARIZONA  
3:40 PM  
 
- ¡Papá, papá! Dijiste que me ayudarías con mi tarea... ¿por qué tardas tanto? 
- Dame unos minutos hijo... casi termino con la cortadora de césped. 
- ¿Kevin? No interrumpas a tu padre, está muy ocupado en el jardín. Vamos, yo te ayudaré -sugirió la madre mientras veía a su esposo por la ventana, ocupado como siempre arreglando algún aparato en el jardín. 
 
Kevin siguió protestando, pero aceptó la ayuda de su madre. El día era infernalmente caluroso y el ventilador de casa apenas combatía los embates del sol. Él y su madre se sentaron junto a un escritorio y comenzaron a repasar un libro. Ella intentaba que su hijo aprendiera mejor si le recitaba la materia lentamente mientras él escuchaba: 
 
“...entonces a raíz de la reforma protestante de Lutero, la relación entre Estado e Iglesia cambió radicalmente y sobrevinieron una serie de limitaciones a su intervención, estableciéndose una secularización que...” 
 
El niño tenía un rostro ido, como si estuviera en cualquier parte menos allí. La madre se lo advirtió con un dejo de frustración: 
 
- Kevin, si vas a estar así de desanimado no aprenderás nada... vamos, préstame atención -inquirió ella. 
 
Kevin no respondía. Su rostro pasó a estar pálido y se le abrieron los ojos. Comenzó a respirar agitadamente. Estaba notoriamente asustado. 
 
- Hijo, ¿qué sucede? ¿Te sientes bien? 
- Mamá, ¿sientes ese ruido? Viene de afuera... parece un zumbido... ¿lo sientes? - musitó el pequeño angustiado. 
 
La madre volteó a mirar la ventana que daba al patio. Lo único extraño era el horizonte borroso a causa del vapor caliente manando del suelo, pero unos segundos después ella también lo sintió. Un zumbido como de abeja, muy débil, parecía provenir de allá afuera. De pronto se sintió un zumbido atronador, como una ráfaga de aire enrarecido que hubiera caído del cielo. Se movió un poco el piso y cayeron un par de jarrones. 
 
¡Kevin! ¡Al suelo, ahora! -gritó la madre. 
 
Ambos se refugiaron bajo el escritorio sin saber que ocurría. El zumbido continuó unos momentos y una ráfaga de aire caliente se coló por las ventanas. La cortina parecía haberse chamuscado un poco. En ese momento oyeron unos gritos lejanos: 
 
- ¡Ayúdenme! ¡Auxilio, me está matando! -gritaba el padre de Kevin desde el jardín. 
- ¿Billy? -murmuró la madre al tiempo que se levantaba y corría a la puerta. 
 
El hombre yacía en el jardín con quemaduras en casi todo su cuerpo. Un aire cálido, enrarecido y de olor indescriptible llenaba el ambiente. 
 
- ¡Billy! ¡Por Dios, no! ¡¿Qué sucedió?! -gritó su esposa, tratando en vano de socorrerlo.  
 
Era tarde. El hombre había muerto a causa de las quemaduras, al igual que muchas otras personas en la calle, como si las hubiera fulminado un rayo. El horror y el llanto se apoderaron de los habitantes que se salvaron parcialmente por haber permanecido en sus casas. Un tipo de ráfaga asesina mató instantáneamente a una veintena de personas. 
 
OFICINAS CENTRALES DEL F.B.I. 
WASHINGTON D.C. 
1 MES DESPUÉS 
 
Scully avanzaba a la oficina bebiendo un sorbo de su vaso de refresco. El calor hacía notar la presencia estival en la capital de EE.UU. El único al que no parecía afectarle era su compañero, quien leía absorto unos papeles. 
 
- ¡Hola Scully! Ya me estaba impacientando -saludó él. 
- Sí... ¿Qué es tan urgente? 
- Ven, necesito mostrarte algo. 
 
Mulder le mostró una impresión de un mensaje de correo electrónico. 
 
- ¿Qué es eso? -preguntó ella. 
- Un e-mail que me reenvió Langly. En principio tuvo dudas, pero los otros pistoleros lo convencieron que podía tratarse de un asunto serio. Es un mensaje codificado que le llegó de una fuente anónima. 
- ¿Codificado? 
- Sí, encriptado de modo que no despierte sospechas a un usuario común, pero sí fuera legible para un hacker.  
- ¿Y de qué se trata? 
- Es una advertencia de peligro solicitando ayuda. El mensaje es breve pero conciso: 
 
“Proyecto Black Eye posible causa incidente T°. Acción urgente. // EA.EA-LLZ.ZT ’//” 
 
- Pues... si es breve pero no me parece conciso ni claro. ¿Qué significa? -consultó Scully desconcertada. 
- Ni los pistoleros ni yo sabemos con certeza qué es el proyecto Black Eye, pero el mensaje intenta decir que eso causó o estuvo relacionado con un desastre ocurrido hace un mes en un pueblo al centro de Arizona... Prescott. 
- ¿Cómo sabes que ocurrió en esa ciudad? ¿Y qué significan las letras del final? 
- Ahí está tu respuesta. Langly reconoció la secuencia como coordenadas geográficas: 34°34’ N y 112° 27’ O. Corresponden a Prescott. 
- ¡Pero son letras! ¿Cómo pueden ser coordenadas? 
- En realidad es lenguaje leet. Se usan caracteres alfanuméricos morfológicamente similares a letras o números que se quiere representar, lo que en principio lo hace incomprensible a un novato. Por ejemplo el número “2” se escribe “Z”; el “7”, “T”, los símbolos // significan “N” y ’// es una “W”.  
- ¿Lenguaje leet? 
- Lenguaje de hackers -sonrío Mulder. 
- Comprendo -dijo ella con un suspiro. ¿Qué ocurrió hace un mes en Prescott? 
- Una ola de calor muy extraña -Mulder le alcanzó la página de un periódico-. Al principio ocupó muchas primeras planas porque murieron decenas de personas en el pueblo, pero se lo atribuyó a un fenómeno propio de la estación y el clima de Arizona. En último término, al calentamiento global. Al igual como las fuertes olas de calor que han azotado Europa en los últimos años. 
- Sí, aunque esto es raro, Mulder. La ola parece haberse focalizado mayoritariamente en el pueblo, registrándose picos de temperatura en tres días seguidos. Según esta noticia cada uno de esos días se alcanzaron ¡56 grados Celsius! 
- Langly nos consiguió algo más –acotó Mulder-. Imágenes satelitales ampliadas de Prescott en los tres días que registraron olas de calor.  
- Mmm, veo algunas casas, autos, un vehículo mal estacionado y algo que parecen ser molinos a pocos kilómetros de allí. Sólo parece un pueblo rústico –señaló Scully.  
- Lo investigaremos. 
 
Ella se quedó cruzada de brazos por un momento, mirando al vacío. 
 
- Mulder... esa fuente que contactó a los pistoleros... ¿cómo sabemos que es confiable? 
- No sabemos, pero si no funcionara... al menos te quedará un lindo bronceado -Mulder le guiñó un ojo. 
 
PRESCOTT, ARIZONA  
9:10 PM 
36 HORAS DESPUÉS 
 
Un trueno lejano hacía ecos en las montañas, y las nubes algodonadas parecían abalanzarse en picada contra el suelo. El mal tiempo ofrecía una vista melancólica a los ojos que hace sólo unos días contemplaron la peor ola de calor en varias décadas. Una fiera lluvia con granizo se desataba contra Prescott y hacía difícil desplazarse al automóvil de los agentes. 
 
- ¡Wow! ¿Tan pronto llegó la época de villancicos? –apuntó Mulder. 
- Esto es insólito, Mulder, una granizada en pleno verano en el desierto de Arizona... ten cuidado por donde conduces.  
- Parece que estamos en el centro del pueblo.  
- No creo que podamos hablar con alguien en estas condiciones, tal vez sea mejor refugiarnos enseguida en un motel hasta que pase la tormenta –sugirió ella. 
 
Un granizo del tamaño de una pelota de tenis impactó en el parabrisas, fisurándolo y dejando entrar un poco de agua al interior. 
 
- Está bien... eh... Scully, ¿oyes eso? 
- ¿Qué? 
- Por allá. 
 
El sonido de una ambulancia llegando a una casa alertó a los agentes. La sirena tronaba mientras dos paramédicos sacaban a una anciana en camilla, que vociferaba incoherencias. Aparentemente había sido herida por la granizada. 
 
Scully bajó del auto y corrió hacia la ambulancia a su propio riesgo. La lluvia era intensa y la mayoría de los granizos eran pequeños, pero de vez en cuando caía uno capaz de dejar inconsciente a una persona. Mulder avanzó un poco el auto para acercarse a su compañera. 
 
- ¡Hey, ustedes! –gritó Scully a los paramédicos. 
- ¿Quién es usted? –preguntó uno de los hombres. 
- Mi nombre es Dana Scully, soy agente federal. ¿Qué le ocurrió a esa mujer? 
- No sabemos. Llamó agonizante al 911 diciendo que algo le había estallado en la cabeza. Suponemos que le cayó una bola de granizo. Déjenos pasar... –dijo el hombre. 
- ¿A qué Hospital la llevan? 
- Saint Helens. 
 
Scully volvió al auto con Mulder. Su rostro empapado y mechones pelirrojos desordenados cautivaron a su compañero. 
 
- La llevan al Hospital Saint Helens. No se en qué ayude, pero tenemos una opción de ver si hay más damnificados y saber si alguno puede decirnos de dónde salió esta granizada. 
 
Los agentes partieron al Hospital, ubicado en la periferia de Prescott. La lluvia arreció un poco pero no se detenía. Una vez allí, constataron que recientemente se había internado a otras cinco personas. Los médicos sólo permitieron acercarse a la anciana que hace poco había arribado. El resto estaba en salas de observación, aún en riesgo vital. Afuera se oían gotas impactando las ventanas y el susurro de una tormenta lejana. 
 
Mulder esperaba en un pasillo mientras Scully consiguió entrar a una sala de intervención donde examinaban a la anciana. Conversaba con otros médicos sobre su situación. Unos veinte minutos más tarde por fin salió. 
 
- ¿Qué ocurrió? -preguntó él. 
- Tiene un trauma en la nuca. Podría ser un granizo que le impactó, pero descubrí algo más que a primera vista no tiene mucho sentido. 
- ¿Qué es? 
- Mientras venía en la ambulancia reclamó que le dolía mucho el oído. Pedí que le hicieran un examen y vimos daños en el oído interno. Pero no es posible que sólo por un impacto en su nuca se haya afectado esa zona. Puede ser sólo una afección senil. 
- Mmm. 
- ¿Qué ocurre, Mulder? 
- Eso que dices. Revisé la ficha de cinco pacientes internados recientemente. Dos son adultos que sufrieron algún accidente debido a la granizada, pero los otros tres son ancianos que en su ficha también figura un fuerte dolor en su oído. 
- Entonces no tiene que ver con la granizada -apuntó Scully. 
- Tal vez sí -replicó Mulder llevándose una mano a la sien-. Volvamos al pueblo, quizá pasamos algo por alto. 
 
Emprendieron el regreso al centro de Prescott. Scully se había quedado con una copia del diagnóstico preliminar de la anciana, acordando con los médicos que le informaran de su evolución. La granizada había parado para convertirse en lluvia torrencial, algo igualmente inusual para el clima de Arizona. Las calles estaban vacías y se apreciaba algunos daños menores: autos con parabrisas rotos y unos cuantos árboles caídos. El centro del pueblo era bastante reducido y a sólo trescientos metros se encontraba el cruce hacia la ruta estatal 89. Los agentes se estacionaron en una zona a resguardo por si granizaba de nuevo. 
 
- Todo vacío -apuntó Scully con decepción. 
- Como una película de terror -acotó él. 
- ¿Qué hacemos aquí, Mulder? Fuera de los casos aislados en el hospital, veo difícil establecer una conexión entre aquello y esta granizada que nos sorprendió a nuestra llegada, o la ola de calor que ocurrió hace un mes. Y eso sin considerar el proyecto Black Eye, del cual no tenemos pistas. Tal vez sólo fue una conclusión paranoica de un fanático de las conspiraciones... 
 
Mulder sonrío al oír la última frase. 
 
-...y quizás estos eventos tengan más relación con un fenómeno climático no menos artificial, pero que ya escapa a nuestras posibilidades. 
- ¿Te refieres al calentamiento global? 
- Sí. Hemos visto en las noticias cómo funciona este fenómeno, y cabría esperar que una de sus consecuencias sea ver fenómenos inusuales para ciertas regiones del planeta. Así como Arizona hoy sufrió una granizada, en países húmedos se sufren sequías. El hecho que la ola de calor se haya focalizado en este pueblo pudo verse acentuado por los incendios forestales que anualmente golpean esta región. 
- Mmm... comprendo -Mulder parecía prestar más atención a algo que veía afuera. 
- ¿Qué estás viendo? 
- Aquél vehículo de allá. Desde que llegamos está ahí parado junto al cruce que conecta con la carretera. Pero no parece haber sufrido una avería o accidente. 
- Pues sí... sólo parece mal estacionado. 
- Mulder volteó a mirar a su compañera. 
- ¿Qué ocurre? 
 
Mulder comenzó a hurgar entre los papeles que traían del caso. Había recordado algo. Luego de unos segundos pareció encontrar lo que buscaba. 
 
- ¿Qué buscas? -apuntó ella curiosa. 
- Las imágenes satelitales que me envió Langly. Muestran varias partes de Prescott ampliadas. La primera vez que las viste notaste un detalle -Mulder sacó la larga tira de imágenes que buscaba y se las dio a Scully. 
- ¿Qué cosa? 
- Dijiste que había un vehículo mal estacionado. Langly nos envió imágenes satelitales de Prescott de toda la semana en que ocurrió el incidente, pero sólo en tres días de esa semana se registraron olas de calor. Fíjate que sólo en esos días aparece ese vehículo, pero no en el resto sin picos de temperatura. La zona donde está mal estacionado es junto a un cruce de carretera. 
- ¿Piensas que aquel vehículo es el mismo? ¿Que estamos viendo la misma zona de estas imágenes satelitales?  
- Tú sabes que no tengo buena orientación espacial, pero apostaría que vemos el mismo lugar y que la gente de ese vehículo no está precisamente jugando una partida de póker. 
- El vehículo de estas imágenes parece ser color marrón, pero no estoy segura de aquél. Está demasiado oscuro y la lluvia no deja ver bien. 
- ¿Qué te parece si echamos un vistazo? 
 
Mulder salió del auto, seguido por su compañera. Se acercaron con sigilo al vehículo, una van Dodge Caravan, que tenía sus luces de estacionamiento encendidas. La oscuridad y la lluvia no dejaban ver claramente, pero el vehículo parecía ser marrón y tener una antenita parabólica blanca en el techo, como las de las casas con televisión por cable satelital. Los agentes se hicieron un gesto y sacaron sus armas. Estaban a unos diez metros de la van, que definitivamente era marrón. En eso, alguien dentro del vehículo advierte los pasos acercándose y los mira por el espejo retrovisor. Mulder lo advierte. 
 
- ¡Señor, usted! ¿Puede bajar del vehículo? Somos agentes federales -dijo Mulder mientras enseñaba su credencial a distancia. 
 
El tipo abrió los ojos con evidente angustia. Dejó de mirar por el espejo, encendió el motor y emprendió la carrera a alta velocidad.  
 
Los agentes corrieron por instinto unos metros, pero ya era muy tarde. Regresaron al auto y comenzaron la persecución de la van por la ruta 89. 
 
-¡¿Mulder, qué demonios sucede?! 
- No lo se Scully, sólo se que nuestra única pista está huyendo en dirección noreste. 
- Al menos la antena del techo nos dice que ese vehiculo no tiene fines convencionales. 
- Tenía unas letras escritas en el costado, pero no alcancé a leerlas.  
- Mulder, ¿hacia donde lleva este camino? 
- Flagstaff. 
 
Paulatinamente la lluvia iba quedando atrás. Los agentes lograron alcanzar la van y continuaron siguiéndola a distancia prudente. Se había hecho poco más de medianoche y la distancia ya se apreciaba pálidos puntitos amarillos y azules. Eran las luces de la ciudad de Flagstaff, distante unos cien kilómetros de la ya lejana Prescott. Sonó el celular de Scully. 
 
- ¿Agente Scully? 
- Sí, Doctor Hanson. ¿Tiene noticias sobre la evolución de la señora Norris? 
- Eh... lamentablemente no son buenas. La señora Norris falleció hace unos minutos. Tuvo un aneurisma repentino y no pudimos hacer nada. Nuestro único dato de relevancia fueron exámenes que mostraron alteración grave en el oído interno. Algo fuera de contexto si la razón de su deceso fue el impacto en la cabeza. También falleció otro paciente de edad por la misma razón. Puedo enviarle el informe a un correo o dirección de fax que me indique. 
- Sí... eh... gracias Doctor, lo comunicaré pronto para eso. Hasta luego. 
- Hasta luego. 
 
-¿Qué pasó? -preguntó Mulder. 
- La anciana que llevaron al Hospital, falleció. Tuvo un aneurisma en el oído interno, lo cual se relaciona con un debilitamiento de la pared arterial, pero eso no tiene ninguna relación con el supuesto impacto de granizo. A primera vista sólo nos topamos con un caso aislado de afección común senil, pero también murió otro paciente de edad por la misma causa. Uno de los que dijiste estaba internado por un dolor en el oído. 
- En otras palabras...  
- No lo se, Mulder. Primero muere una veintena de personas debido a una ola de calor, y ahora un par de ancianos al mismo tiempo que una granizada, ambos fenómenos inusuales en esta área geográfica. Pero no veo cómo podría relacionarse este último evento con las muertes. 
- Tal vez la respuesta vaya allí. Mira. 
 
Los agentes ya habían entrado en Flagstaff, y ahora la van realizó un viraje brusco a la izquierda. No podían precisar si descubrieron que los seguían, pero el vehículo seguía una ruta definida. Unas cuantas calles después, por fin pareció detenerse. Se estacionó junto a un gran portón enrejado que unos hombres empezaron a abrir desde adentro.  
 
- “Bell-Link Enterprises” -leyó Mulder en el frontis del edificio donde estaba entrando la van.  
- Es una empresa de telecomunicaciones -apuntó Scully. 
- ¿Sí? ¿Por qué un empleado de una empresa que instala teléfonos y televisión por cable huiría del FBI? 
 
Scully hizo una mueca de desconcierto. Mulder por fin llegó al portón enrejado, donde la van ya ingresó totalmente y se perdió de vista. Unos guardias les impidieron el paso. 
 
- ¡Señor, deténgase! No pueden pasar. 
- Sólo queremos hablar con los señores del vehículo que acaba de entrar -Mulder y Scully se apresuraron en mostrar sus credenciales. 
- Este recinto es propiedad privada de Bell-Link, no pueden pasar si no tienen una autorización. 
 
Scully miró furtivamente al interior de la instalación. A través de las rejas del portón de divisaban otros vehículos estacionados, pero dos de ellos le llamaron la atención: un par de van negras con matrículas azules. 
 
- ¿Puede decirme al menos quienes eran los hombres del vehículo que ingresó? 
- Son empleados de la compañía, y no puedo decirle más. Ahora retírense. Si quiere hablar con ellos o alguien específico, pueden venir mañana y solicitarlo a su supervisor, por la entrada principal. 
 
Mulder miró con desagrado al oficial, pero obedeció. Retrocedió el auto y viró bruscamente a otra calle. Scully le comentó lo que había visto: 
 
- Mulder, no te desanimes. Creo que aquí sucede algo extraño y podemos averiguarlo. 
- ¿Por qué lo dices? -preguntó él, frustrado. 
- Vi que en el estacionamiento interior había dos vehículos con matrículas del Departamento de Defensa. 
 
Mulder abrió los ojos, sorprendido. 
 
- ¿En serio? -replicó él-. Pues... eso nos dice que esto puede ser mucho más complejo de lo que creemos, Scully. Tal vez nos acerquemos al proyecto Black Eye, después de todo. 
 
FLAGSTAFF, ARIZONA 
8:42 AM 
 
Mulder y Scully llegaron temprano al edificio de la empresa. En la Mesa Central una secretaria les tomó la identificación y acto seguido llamó a un supervisor. Las miradas curiosas de algunos empleados por ver a dos agentes del FBI eran evidentes. 
 
- ¡Buen día, agentes! Soy el supervisor de operaciones, Matt Lebb. ¿En qué puedo ayudarlos? 
- Señor Lebb, necesitamos que nos informe acerca de un vehículo de esta empresa, que anoche llegó proveniente de Prescott. Anoche intentamos hablar con su ocupante pero huyó y sólo pudimos seguirlo hasta el portón trasero. ¿Sabe qué estaba haciendo en ese pueblo? -consultó Mulder. 
- Verá, no tenemos un registro tan detallado del tráfico de nuestros vehículos, pero... Prescott se encuentra dentro de nuestras áreas de cobertura, prestando servicios de telecomunicaciones a empresas y particulares. Ayer nos llegaron tres órdenes de servicio desde ese lugar, por lo que un vehículo nuestro pudo estar allá. ¿Qué tiene de extraño? 
- Dígame, señor... ¿tendrá un registro de las órdenes de servicio de un mes atrás? -preguntó Scully-. Queremos saber qué hacía ese vehículo allí en tres días específicos. 
 
Mulder miró al fondo de un pabellón de cubículos. Una empleada los miraba nerviosa. 
 
- Oiga, espero que no esté sospechando de alguna actividad ilegal de nuestra compañía... pero esa información se archiva y la manejan algunos de nuestros empleados. Si desea puedo hablar con ellos y pedirles... 
- No, no se preocupe -se adelantó Mulder-. ¿Podemos hablar nosotros con un par de ellos? No tardaremos demasiado. 
- Claro, no hay problema -asintió el supervisor con un dejo de sospecha. 
 
Mulder avanzó con su compañera unos metros hacia el pabellón de cubículos. 
 
- Scully, ve qué puedes averiguar. Yo hablaré con una empleada del fondo que nos miraba extraño recién. Tal vez sepa algo. 
- De acuerdo -apuntó ella. 
 
Scully se dirigió a un empleado que archivaba las órdenes de servicio, mientras Mulder siguió hasta el último cubículo. La empleada, una chica joven visiblemente nerviosa, tipeaba algo en su computador disimulando no advertir la presencia del agente. 
 
- Buenos días -saludó él-. Soy el agente Fox Mulder del FBI y me gustaría hacerle unas preguntas. ¿Le importa si me siento junto a usted? 
- Hola... no... No hay problema, tome asiento. 
 
La chica se sintió levemente ruborizada al ver a Mulder. Le brillaban los ojos. 
 
- ¿Cuál es su nombre y a qué se dedica aquí? -consultó el agente. 
- Me llamo Maira Baron. Soy analista de sistemas de la compañía -afirmó ella, intentando que su voz no tartamudeara. 
- Dígame, Maira, ¿cuánto conoce de los servicios que presta la empresa? 
- La verdad no demasiado. Trabajo en el área de Investigación y es ese Departamento el que me supervisa. Me encargo de generar software dedicado a experimentar con nuevas tecnologías para telecomunicaciones satelitales. 
- Wow, eso suena muy interesante. ¿Qué tipo de nuevas tecnologías investigan? 
 
Maira observó por encima del hombro de Mulder y vio a tres hombres que la observaban con frialdad, notoriamente incómodos. 
 
- Verá, con gusto le diría todo lo que se al respecto, pero... 
- Oh, comprendo, son secretos corporativos. 
- No, no es eso... es que en realidad no se muy bien lo que se hace con la información que proveo, o los resultados de las investigaciones que se realizan. Últimamente me he sentido algo presionada, porque creo que mi superior me ha estado ocultando información. Información de investigaciones que no desea sean totalmente conocidas por los demás empleados. 
- ¿Se le ocurre qué tipo de investigaciones serían esas? 
- Sólo se que es algún experimento sobre ondas de radio de alta frecuencia y... 
 
Maira se detuvo al ver que uno de los hombres que la observaban avanzó un poco hacia ella, como intentando escuchar. La chica prosiguió con tono de voz más bajo: 
 
- ...que las emiten a la alta atmósfera. Disculpe que no pueda decirle más, pero mi superior ha estado observándome. Sólo puedo decirle que él es quien tiene la información completa de esas investigaciones.  
 
Mulder advirtió la preocupación de Maira. Optó por no seguir interrogándola. 
 
- De acuerdo, no se preocupe, Maira. Nos encargaremos. 
- Bueno... gracias. 
 
Mulder se levantó raudamente y avanzó en dirección al superior de la empleada. Ella no dejaba de observar a Mulder y respiraba agitadamente luego de aquella breve conversación. El supervisor, de nombre Roy Burroughs, fue notoriamente más frío en sus respuestas y dejó entrever la poca colaboración que estaba dispuesto a ofrecer a Mulder, escudándose en el argumento de no poder revelar secretos corporativos. Tampoco pudo obtener demasiado sobre el propósito del vehículo de la empresa en Prescott. Lo único confirmado es que la misma Dodge Caravan había estado en el pueblo los días de la ola de calor, por servicios prestados a algunas empresas locales. Más allá de eso, fue imposible revisar el vehículo que persiguieron anoche o dar con el paradero de su conductor. Tampoco hubo una respuesta satisfactoria acerca de los vehículos del Departamento de Defensa, de los cuales el supervisor, Matt Lebb, dijo no tener conocimiento. Dichos vehículos ya no estaban en el estacionamiento. 
 
Los agentes salieron del edificio. Scully fue la primera en hablar: 
 
- Bueno, Mulder, a menos que tú hayas conseguido algo mejor, creo que estamos en un punto muerto. Según la información que me dieron dos empleados, todo estaba en orden con las órdenes de servicio. Vi comprobantes timbrados y firmados por un representante de las empresas locales de Prescott donde se prestó algún servicio: instalación de cable satelital, circuitos cerrados de televisión o telefonía.  
- Creo que algo se oculta ahí dentro Scully, pero sólo unos pocos lo saben. Al parecer el área de Investigación lleva a cabo experimentos tan secretos que ni sus subordinados directos los conocen completamente. La empleada que interrogué sospecha que su supervisor directo está involucrado. 
- ¿También el primer supervisor con el que hablamos? 
- No, no creo que el señor Lebb ni otros empleados tengan idea de lo que ocurre. La empleada me contó un poco de lo que sabe sobre esa investigación. Al parecer investigan la emisión de ondas de radio de alta frecuencia a la atmósfera. No es mucho, pero es un comienzo. 
- ¿Crees que de eso se trata el proyecto Black Eye? 
- Es posible. Por ahora se me ocurre que esta noche montemos guardia ante cualquier actividad sospechosa. 
 
Esa noche se convertiría en una larga monotonía. Ya era de madrugada, todo estaba oscuro, los empleados de la compañía se habían retirado y el excesivo silencio se hacía exasperante. Durante la tarde, los agentes consiguieron imágenes termales provistas por la Oficina Meteorológica de un pequeño aeródromo de Prescott. Habían descubierto que durante los días de la ola de calor, los niveles térmicos más altos se encontraban en un punto en particular del pueblo. Más exactamente a las afueras de éste, a unos veinte kilómetros. La precisión era sorprendente y dio paso a una breve discusión sobre la artificialidad de aquellos fenómenos climáticos. El mismo caso se repetía con una imagen termal del día de la granizada: el punto más frío se localizaba en el mismo lugar. 
 
- Aún no lo crees, ¿verdad, Scully? -señaló finalmente Mulder, mientras mordía una semilla de girasol. 
- ¿Qué estemos en presencia de una modificación artificial del clima? Lo veo improbable. Entiendo que la tecnología necesaria para algo así sea posible, pero necesitaría una producción de energía demasiado grande, una cuyo nivel de inversión no sería posible ni justificable para una simple empresa de telecomunicaciones. El hecho que haya visto vehículos del Departamento de Defensa otorga una duda razonable, pero no es suficiente prueba para afirmar que estén involucrados de algún modo en esto. 
- Tal vez descubrir esa conexión sólo sea cosa de tiempo -apuntó el. 
- Tal vez. Por cierto, esa empleada que interrogaste esta mañana... parece que ella sí hizo una conexión contigo -señaló Scully con aire receloso. 
- ¿A qué te refieres? -preguntó él, sonrojado. 
- Por la forma en que te miraba. Conozco a las mujeres. 
- ¡Ja! Vaya, eso sonó muy a “Departamento de Defensa de los intereses de Dana Scully”. 
- Mmm... -ahora fue ella quien no pudo ocultar ruborizarse. 
 
En ese momento, el portón enrejado comenzó a abrirse. Una van azul salió lentamente, llevando en su interior lo que parecía una comitiva de personas. El supervisor Roy Burroughs iba sentado al lado del conductor, quien advirtió a los agentes repostados frente al edificio. Sólo les dedicó una mirada de desprecio. 
 
Mulder y Scully siguieron al vehículo, pero no por mucho tiempo. Se internó con rumbo desconocido en la carretera estatal 40 con dirección Oeste. Aquella ruta no llevaba a Prescott, sino a un camino cuya localidad más cercana estaba a unos 400 kilómetros. No tenían pruebas de que aquello no fuera más que un viaje de negocios, que partía de madrugada para llegar a primeras horas de la mañana a su destino. Optaron no forzar una persecución en vano y volvieron al motel de Prescott, acordando examinar al día siguiente aquel lugar donde se concentró la ola de calor. 
 
PRESCOTT, ARIZONA 
2:23 PM 
 
Los agentes emprendieron su nueva búsqueda a través de un camino de tierra. Mediante un GPS fueron acercándose a las coordenadas donde se concentraron los fenómenos climáticos. Scully notó que a unos dos kilómetros algo estaba bloqueando el camino. 
 
- ¿Qué es aquello de allí? -dijo ella apuntando al frente. 
- No lo se. Parece un terreno cercado -replicó él sin soltar el aparato de posicionamiento-. Espera, sí lo es. Y hay unos hombres ahí. Están armados.  
 
Mulder optó por conducir el auto detrás de una loma. Afortunadamente el camino era suficientemente accidentado para poder observar a distancia sin ser descubierto. Los agentes treparon a la loma y observaron por unos binoculares el terreno cercado. 
 
- Sí, definitivamente son militares –apuntó Mulder, mientras entregaba los binoculares a Scully. Y lo que hay ahí dentro parecen antenas. Como las de recepción de televisión. 
- Sí, tienes razón. Creo que el área cercada es circular, de diámetro no mayor a unos cien metros. Debe haber unas veinticinco o treinta de esas antenas. ¿Qué propósito tendrán? 
- Scully, ¿te fijaste en esto? –Mulder le señaló las rocas a su alrededor. 
- Parecen quemadas –dijo ella, al tiempo que levantó una pequeña y ésta se disolvió en sus dedos-. Como si hubieran sido expuestas a altas temperaturas por un breve instante. Es posible que tenga que ver con esas antenas, pero ¿cómo sabremos su utilidad con esos guardias armados allí? 
- Lo averiguaré –Mulder marcó un número por celular. 
 
Una pausa. La cobertura telefónica tenía cierta interrupción en medio del desierto. Por fin contestó una voz: 
 
- El Pistolero Solitario, habla Langly. 
- Hey, es Mulder, ¿cómo estás? 
- Yo muy bien, pero no puedo decir lo mismo de Frohike... Byers lo está ayudando ahora a expulsar un hueso de pollo que se le atoró en la garganta. 
 
Unas arcadas lejanas de Frohike se oían a lo lejos. 
 
- Comprendo... eh, chicos, necesito su ayuda urgente con algo. Me encuentro en Arizona con la agente Scully y a un kilómetro estamos viendo una treintena de antenas dispuestas en un área cercada circular, resguardada por militares armados. ¿Tienen conocimiento de algún proyecto militar que involucre este tipo de aparatos? 
- Sí... pero necesitamos algún dato concreto. ¿Qué apariencia tienen esas antenas? –consultó Langly. 
- Cada una es una gruesa vara metálica enterrada en el suelo, con varias antenas saliendo en todas direcciones en el extremo superior. Como si fueran aspas de un helicóptero. 
- ¿Cómo aspas de helicóptero? –preguntó Byers a lo lejos.  
- Creo que Byers tiene la información que buscas –dijo Langly mientras le entregaba el teléfono-. En tanto, Frohike respiraba aliviado en un sillón tras expulsar el hueso. 
- ¿Mulder? Esas antenas que estás investigando... se relacionan con la información que te dio Langly de un proyecto Black Eye? ¿El que supuestamente estuvo relacionado con una ola de calor? 
- Así es.  
- Entonces no tengo dudas, Mulder. Las antenas que estás viendo son parte del proyecto HAARP. Las estoy cotejando en una base de datos y son idénticas a como las describes –explicó Byers, mientras veía varias imágenes de antenas en un monitor. Desde hace años han encubierto experimentos con ondas de radio enviadas a la ionosfera, disfrazadas de investigación académica. 
- ¡Oh, diablos! Tienes razón... debí haberlo pensado antes. Los contactaré pronto chicos, muchas gracias. 
 
Mulder se llevó una mano al mentón.  
 
- ¿Qué ocurre, Mulder? 
- Scully, ¿alguna vez oíste del proyecto HAARP? 
- Entiendo que se relaciona con experimentos en banda de radio del espectro, ¿por qué? 
- Sí, esa es la versión oficial. HAARP es sigla de “High Frequency Active Auroral Research Program” (Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia), un proyecto militar basado en la emisión de ondas de radio de alta frecuencia a la ionosfera terrestre, calentándola, y así facilitar comunicaciones a largas distancias usando un sistema de resonancia atmosférica en vez de satélites. Eso proporciona una comunicación prácticamente invisible y no está limitada por la curvatura de la Tierra, pues la información enviada mediante esas ondas usa la propia atmósfera para propagarse. Las ondas se envían a través de esas antenas que estamos viendo. 
- De acuerdo, ¿pero eso en que se relaciona con los incidentes de Prescott?  
- En que ese método es altamente invasivo e inseguro. Según el propio creador del proyecto, las ondas son tan energéticas que en teoría son capaces de modificar el clima cada vez que se emiten. Entre los posibles efectos se cuenta una distorsión climática severa desde el lugar de emisión de ondas, diferencias de presión, debilitamiento de la capa de ozono y hasta un desplazamiento en la altura de la ionosfera, lo cual afectaría la navegación aérea e incluso el campo magnético terrestre. Algunos la consideran una avanzada arma terrorista, capaz de crear climas a conveniencia con el objetivo de perjudicar a alguna ciudad o nación en particular, fabricando tormentas o sequías. 
- Oh, ¡por Dios! ¿Estás diciendo que aquí experimentan un arma de guerra con civiles inocentes? ¿Qué la ola de calor y la granizada fueron intencionales? 
- No lo se. Los efectos de calentar la ionosfera son tantos y tan impredecibles que tal vez aún no logran medirlos con precisión. Intuyo que estimaron una posible ola de calor como resultado de este experimento, y por eso lo ejecutaron en Arizona, para que pasara inadvertido en este clima. La granizada pudo ser un resultado climático no deseado. Si a eso le sumamos que la interacción con la ionosfera genera ondas de baja y muy baja frecuencia, eso explicaría por qué los ancianos del hospital fallecieron. Sus oídos internos no soportaron la potencia de esas ondas. 
- Mulder, si todo lo que dices es real, entonces esto implica directamente al Departamento de Defensa. Y a ese tipo Burroughs de Bell-Link. Él está coludido para llevar a cabo estos experimentos, usando a la compañía como pantalla para encubrirlo. 
 
Sonó el celular de Mulder. 
 
- ¿Agente Mulder? 
- Sí. 
- Habla Colin, de la Oficina de Meteorología. Consideré oportuno llamarle por algo que en estos momentos estoy viendo en mi pantalla. 
- ¿De qué se trata? 
- Hace unos minutos noté un alza súbita de la temperatura cerca de la costa de California. Las lecturas indican que se elevó hasta los 61º en la localidad de Hemet. Me informan que ya se registraron cuatro muertos. 
- De acuerdo, gracias. 
 
- ¿Mulder? 
- Era el meteorólogo. Una ola de calor en California. Son ellos de nuevo.  
 
Los agentes no perdieron tiempo. Se alejaron del accidentado sitio y tomaron rumbo al aeródromo de Prescott, en busca de un helicóptero que los llevase a la zona del último evento. Era la oportunidad de atrapar a Burroughs y poner en evidencia el experimento. 
 
HEMET, CALIFORNIA 
5:12 PM 
 
Tras poco más de una hora de vuelo, Mulder y Scully ahora se encontraban con un paisaje desolador. Parecía que una bomba hubiese caído en aquel rústico paraje californiano. Todos miraban asustados desde las ventanas de sus casas. El sonido de una ambulancia lejana aún rondaba en el ambiente. Poco antes de aterrizar en el pueblo, los agentes vieron desde el helicóptero lo que parecía ser un terreno cercado en el desierto. Este era el emplazamiento de otro grupo de antenas, y eran evidentes los intentos fallidos de sus responsables por pasar inadvertidos. Las olas de calor eran demasiado intensas, y esta última terminó cobrando la vida de 14 personas.  
 
Mientras recorrían, los agentes vieron una pareja adulta llorando sentados en una acera. 
 
- Lamentamos interrumpirlos, somos los agentes Mulder y Scully del FBI.  
- ¿Qué desean? -preguntó el hombre, sin dejar de sollozar y abrazar con fuerza a su compañera. 
- Estamos investigando la causa de recientes muertes asociadas a fenómenos climáticos. Nos informaron que hace pocas horas se registró un súbito aumento de la temperatura en este pueblo y hemos venido enseguida desde Arizona. ¿Alguno de ustedes puede contarnos qué ocurrió? 
- Nosotros... simplemente estábamos en casa, nos disponíamos a almorzar... cuando de pronto Sam me advierte que oye un zumbido... -dijo la mujer. 
- ¿Un zumbido? -preguntó Scully. 
- Sí, era muy leve, apenas se sentía... y ahí fue que de pronto se rompieron los vidrios de una ventana y toda la casa se llenó de un calor insoportable. Era como si estuviéramos dentro de un incendio, aunque no había fuego. Allí fue cuando reparamos que nuestro hijo Jimmy estaba afuera, en el patio... y estaba... ¡oh, Dios! 
 
La mujer no pudo continuar. Se le quebró la voz y rompió en un llanto desconsolado. 
 
- ...y estaba muerto, lo encontramos con quemaduras en casi todo su cuerpo. Como si lo hubiera golpeado una repentina ráfaga de fuego -concluyó el hombre. 
 
Los agentes se miraron. Luego volvieron a la pareja: 
 
- Luego que eso ocurrió, ¿vieron algo que les pareciera extraño? -preguntó Scully. 
- Comenzaron a llegar las ambulancias... otras personas en la calle también habían sido fulminadas. Y un estúpido que conducía una van casi nos atropella mientras esperábamos por ayuda. 
- ¿Una van? ¿Podría describir como era? 
- Tenía algo como una antena parabólica en el techo. Y decía algo en el costado. Bell... Belink... Belli... algo así. 
- ¿Pudo ver en qué dirección se fue? 
- Sí, tomó la ruta 79 hacia el Sur. 
- Vamos -dijo Mulder a su compañera. Ya sabían lo que debían hacer. 
 
Los agentes partieron en un auto alquilado. La ruta tomada por la van podía haberla llevado a varias ciudades, pero afortunadamente su descripción le bastó a un oficial de peaje para indicarles que el vehículo tomó un cruce con destino a la ciudad de Oceanside, en la costa de California, distante unos setenta kilómetros de allí. La adrenalina consecuente de Mulder haría el viaje más corto de lo previsto. 
 
Ya en la ciudad, luego de dar muchas vueltas y preguntar a algunos habitantes, finalmente los agentes encontraron el edificio de la sede de Bell-Link, con el propósito de dar con la van y sus ocupantes. Ingresaron al edificio armados, pero la mayoría de los empleados parecía haberse ido. Sólo había luz en un par de oficinas. Maira Baron salió de una de ellas. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse de nuevo al agente Mulder. 
 
- ¿Maira? ¿Qué hace usted aquí? -preguntó Mulder desconcertado. 
- Ayer mi supervisor nos trasladó aquí temporalmente, a mí y todo el Departamento de Investigación. Nos ordenó hacer unas simulaciones de software para un experimento en conjunto con la oficina de Arizona.  
- Maira, no se si se ha enterado, pero hoy ocurrió una tragedia en un pueblo cerca de aquí. Una ola de calor mató a muchas personas y creemos que un experimento de la compañía está involucrado.  
- ¡Oh, Dios! ¡Lo sabía! Esto es horrible... 
 
Ella no pudo ocultar su angustia por sentirse tan responsable involuntariamente de lo ocurrido, a la vez de utilizada por su jefe para la consecución de aquél experimento. Comenzaron a caerle lágrimas por sus rosadas mejillas. Mulder la tomó de los brazos y la miró fijamente, intentando hacerla reaccionar: 
 
- Maira, escúcheme. Necesitamos atrapar a su supervisor. Es posible que ahora mismo esté planeando activar de nuevo el experimento. ¿Tiene idea de dónde está? 
- Antes de traernos aquí, el vehículo que nos transportaba se detuvo en el puerto. Él se bajó allí y lo último que vi fue que estaba hablando con alguien junto a una lancha negra. 
- Muy bien, iremos tras él, ¿sí? No se preocupe, ¿de acuerdo? 
- Sí... sí... por favor, tenga cuidado. 
 
Mulder miró por algunos segundos a Maira, antes de correr a buscar a Scully para dirigirse al puerto. La chica salió al frontis del edificio y alcanzó a ver mientras los agentes emprendían el rumbo, aliviada porque de alguna manera todos los problemas terminarían. Pero luego reparó con horror en la voz que le hablaba mientras se acercaba a ella por detrás. Era Roy Burroughs. 
 
- ¿Maira? ¿Acaso no me habías visto? Hiciste muy mal en hablar con esos agentes, pero ya me encargaré de ti. Antes voy a acabar con ese par de entrometidos. 
 
Roy ignoró a su empleada y salió del edificio tras los agentes. Maira ya se sabía expuesta a la venganza que podía tomar con ella su supervisor, y supo que no tenía nada que perder. Salió a toda prisa al puerto para advertirles del peligro. 
 
PUERTO DE OCEANSIDE, CALIFORNIA 
7:34 PM  
 
Los agentes se encontraron con una difícil búsqueda. Había más de cuarenta embarcaciones, entre lanchas, botes y un par de lujosos yates atracados en el puerto. Y la oscuridad comenzaba a apoderarse del paisaje, pues hace varios minutos que el sol se puso. Sin embargo, sólo unas pocas lanchas aún realizaban faenas en el mar, y una sola de ellas estaba anclada. Era la más lejana, pero su color negro y nombre de letras blancas eran inconfundibles: “Black Eye”. 
- Ahí está. La tenemos -dijo Mulder apuntando con el índice a la embarcación.  
 
Acto seguido, el agente bajó hacia una de las lanchas atracadas y la desenganchó. 
 
- ¿Qué haces? -preguntó Scully. 
 
Voy a dar un vistazo. Necesito que te quedes aquí por si Burroughs sigue en el puerto.  
 
Mulder encendió el motor y luego de un par de movimientos torpes, logró ponerla en movimiento y darle dirección hacia la lancha negra. Scully veía toda la maniobra mientras seguía atenta los alrededores. No había rastro de Burroughs.  
 
Cuando Mulder ya se hubo alejado veinte metros, Scully oyó unos gritos acercándose a sus espaldas. Maira venía corriendo, casi sin fuerzas. 
 
- ¡Agente! ¡Agente! ¡Deténgalo! 
- ¿Maira? ¿Qué sucede? -Scully intentó contenerla. 
- Mi supervisor estaba en el edificio cuando hablé con ustedes, no me había fijado. Viene en camino para matarlos. El agente Mulder está en peligro, por favor dígale que se aleje de esa lancha. 
- ¿Dónde está Burroughs? ¿Qué es lo que hay en esa lancha? 
- No se dónde está. Creo que en la lancha hay una consola automática que activa las ejecuciones del experimento. Es lo que mi supervisor me pidió que diseñara, un software autónomo manipulable a distancia. 
- ¡Entonces allí está la evidencia que buscamos! ¿Por qué debería alejarse? 
- Ya le dije, Roy quiere matarlos. Querrá destruir la evidencia antes de ver expuesto el proyecto Black Eye.  
 
Scully miró con angustia a Maira, compartiendo su preocupación. Tomó el celular y contactó a su compañero, quien hace unos segundos había abordado la lancha. 
 
- ¡Mulder! ¿Estás ahí?  
- Sí Scully, estoy dentro de la Black Eye -respondió con excitación-. Lo tenemos, está todo aquí. La lancha está vacía y es básicamente una gran consola. Veo pantallas con registros del experimento en Arizona y California... también veo algo sobre Alaska... 
- ¡Por favor, saque al agente Mulder! -insistió Maira. 
- Mulder, sal de ahí inmediatamente. Roy Burroughs está tras de ti. 
 
Pero Mulder estaba hipnotizado por lo que veía. Tenía ante él una colección de pruebas directas de uno de proyectos militares mejor resguardados de los últimos años. 
 
- Scully, no creerás esto, veo imágenes en tiempo real de las antenas y... 
- Mulder, ¡sal de ahí ahora! 
 
En ese momento, Scully y Maira vieron una van marrón frenar de golpe en el puerto. Era Roy Burroughs, que había notado la presencia de los agentes y la intercepción de la lancha. Tipeaba algo en un notebook mientras miraba la embarcación. 
 
- ¡Maldita sea, Mulder! ¡Sal de la lancha, Burroughs va a destruirla! 
 
Luego de oír el tono angustiante de su compañera, Mulder pareció salir de su trance. Miró por la ventanilla de la lancha hacia el puerto, donde las dos mujeres le hacían señas desesperadas. A pocos metros, una van marrón daba cuenta de que algo se avecinaba. Mulder dejó caer su celular, enterándose por fin del peligro inminente. 
 
Cinco segundos más tarde, un estruendo ensordecedor acompañado de un tétrico fulgor iluminaron la noche de Oceanside. El suelo del puerto retumbó, haciendo caer a Scully y Maira Baron. La Black Eye había explotado en mil pedazos. 
 
CONTINUARÁ...

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Email del Autor: faridARROBAaustrinus.com