Nombre del Fanfic: Black Eye II
Capitulo: 2
Autor: Farid Char
Dedicado a: Mi amiga Carmen, de España ;)
Clasificacion: Touchstone
Romance
Accion
Suspenso
Angst / Drama
Fanfic: ***BLACK EYE II***
Los focos halógenos y motores de una decena de lanchas acaparaban la atención en la ciudad de Oceanside. Los buzos de la Guardia Costera habían permanecido más de dos horas recuperando restos del Black Eye y cualquier pista del paradero de Mulder. La explosión había sido tan devastadora que aquella lancha negra quedó reducida a añicos, y las expectativas de hallar algún resto significativo eran realmente pocas. Misma opinión se extendía entre los marinos sobre la ubicación del agente. Los buzos peinaron un área considerable alrededor del puerto, sin éxito. El oficial a cargo de la búsqueda se lo hizo saber a Scully:
- Agente, me temo que debemos suspender momentáneamente la búsqueda. La marea está fuerte y la oscuridad no ayuda mucho. Nuestros buzos hallaron algunos restos de la lancha que explotó, pero no tenemos noticias de su compañero. Tal vez la corriente haya arrastrado demasiado su cuerpo y...
- ¿Cómo dice? –replicó ella, angustiada.
- Lo lamento... pero dado lo ocurrido aquí... creo que estamos buscando un cadáver.
Scully no pudo decir nada. Bajó la mirada y, rendida, sólo tuvo fuerzas para llorar.
MOTEL NINE
OCEANSIDE, CALIFORNIA
11:14 PM
La agente volvió al motel con Maira. En estos momentos, lo único a lo que Scully podía aspirar era llegar al fondo de esto con aquella empleada como testigo clave, necesitando protección de los individuos detrás del proyecto Black Eye y la desaparición de Mulder.
- Señorita Maira, necesito que me diga todo lo que sabe respecto a este caso. Mi compañero no puede ser localizado y temo lo peor –Scully no podía ocultar su quebradiza voz al pronunciar estas palabras-. ¿Fue usted quien envió un mensaje codificado por Internet solicitando ayuda?
- Sí. Lo envié a un foro de hackers. Uno de ellos dijo que tenía contactos en el FBI y se encargaría de divulgarlo.
- ¿Cómo se enteró que su jefe estaba detrás de todo esto? Mulder dijo que es analista de sistemas y no tenía demasiado acceso a las investigaciones.
- También soy radioaficionada. En mi casa, en Flagstaff, tengo algunos equipos y me comunico con amigos de Arizona.
- ¿Y bien?
- Cuando ocurrió la ola de calor en Prescott, en la noche logré captar algunas transmisiones que me resultaron familiares. Al principio pensé que eran ruido de fondo, pero logré sintonizar la frecuencia y oír un breve mensaje: “Prueba de largo alcance ejecutada. Black Eye Arizona contactando base Alaska. Contacto Roy Burroughs. Solicita confirmación”.
- ¿Alaska?
- Al principio tampoco lo entendí. Luego me di cuenta que lo que estaba escuchando era una transmisión de radio desde Arizona a Alaska, emitida exactamente en el día y hora en que ocurrieron las olas de calor. El proyecto en que yo y el resto de mi equipo trabajamos en Bell-Link se llama Black Eye, pero hasta antes de esa transmisión pensé que sólo se trataba de investigación propia de la compañía. Luego supe que era mucho más: Black Eye era un proyecto para comunicación a largas distancias, que de algún modo causó alteraciones climáticas. Allí entendí que la energía que estábamos usando era mucho mayor de lo que pensaba, y me asusté muchísimo, pero tenía miedo de enfrentarme a mi supervisor. Por eso pedí ayuda.
- El agente Mulder y yo descubrimos un grupo de antenas que alguien dispuso a las afueras de Prescott. ¿Cree que de allí se hayan enviado esas ondas de alta energía?
- Sí, estoy segura. Sabía que se enviaban a través de antenas, pero nunca logré saber su ubicación exacta. Ni de dónde habrán sacado los medios para conseguir su potencia.
- Es posible que el Departamento de Defensa esté implicado. Vimos vehículos con matrícula de ellos en el estacionamiento de la empresa.
- ¡Oh, Dios! No sabe cuánto me asusta esto...
- Por eso debemos detenerlos. ¿Conservó una grabación de ese mensaje que oyó en su equipo de radioaficionada?
- Sí, usé clandestinamente equipos de la compañía para hacerlo, y convertí el contenido de la cinta radiofónica a formato digital. Esos archivos están en el computador de mi oficina en Flagstaff.
- ¿No se quedó con algún respaldo?
- No... pero podría entrar al computador que me asignaron aquí en la sede de Oceanside, y acceder remotamente a los archivos usando el servidor de Flagstaff.
- Bien. Necesito que consiga el archivo de esa grabación, junto con todos los antecedentes del proyecto Black Eye. Espero que sea suficiente para conectar el caso con Bell-Link y procesar a Roy Burroughs como el responsable. De momento hice que todos los empleados de la empresa en Oceanside concurran mañana a primera hora a la jefatura local. Imagino que Burroughs no se presentará, pero usted tendrá la tranquilidad de conseguir los archivos necesarios. Habrá policías custodiando.
- De acuerdo, gracias.
- Bueno –dijo finalmente Scully, en un suspiro-. Le conseguiré una habitación mientras tanto. Estará segura aquí.
Maira asintió con tímida sonrisa. Un grillo cantaba bajo la Luna llena que iluminaba con fuerza y delineaba sombras fantasmagóricas; y un lejano sonido de barco en el puerto revivía la pérdida que Scully no podía sacarse de la cabeza. Dejó instalada a la chica en un cuarto del motel, pero la agente no volvió al suyo. Fue a su auto y tomó rumbo al puerto.
PUERTO DE OCEANSIDE
3:32 AM
Los buzos hacía rato se fueron. Aún permanecía una lancha grande de la Guardia Costera, cerca de la orilla, pero toda la tripulación dormía y el silencio era casi absoluto en los alrededores, a excepción de pequeñas olitas que rompían contra unos roqueríos. La marea estaba alta pero el mar se había tranquilizado un poco. Un montón de pequeñas partes de madera, aluminio y plástico quemado, provenientes de la explosión, flotaban iluminados por el blanco satélite.
Scully se apoyó en la parte delantera del auto y miró al océano. Miró a la izquierda, a la derecha y al fondo, lo más que su vista le permitía. Sabía que era en vano, pero no podía dejar de hacerlo. No podía alejar de su pensamiento esa visión de Mulder, de saber dónde estaba y mantener la esperanza que se hubiera salvado. Muchos flashbacks rondaron su mente y todos eran procesados con una multitud de emociones difíciles de etiquetar. No podía aceptar que este fuera simplemente el fin. Que su compañero hubiera caído en manos de un desgraciado proyecto con desgraciados propósitos, que ya dejó suficientes consecuencias a manos de implacables fenómenos climáticos.
La fría brisa de madrugada y el silbido del viento daban un aire calmo, pero angustiante al ambiente. Una lágrima recorrió su mejilla derecha. Las estrellas brillaban. Scully alzó su vista al cielo y recordó una ocasión que Mulder se las había enseñado. Una noche cualquiera, apacible y diáfana. Una segunda lágrima. El sonido del mar enturbiaba la tranquilidad y un leve rastro de humo en el aire aún era testigo latente del momento en que el tiempo se detuvo, hace poco menos de siete horas.
- Te necesito –se dijo en el silencio, con voz apagada.
Dos lágrimas impactaron de lleno en el suelo de tierra, siendo rápidamente absorbidas.
No había nada que hacer.
Scully regresó al auto, abrió la puerta, se sentó en el asiento y apoyó sus manos en el volante. Pero se quedó allí, con los ojos fijos en el mar y sus labios humedecidos. A lo lejos, muy lejos, quizás del bote de un pescador solitario o un bar bohemio invisible, se oía con toda claridad “Sea of Love” de The Platters.
Scully cerró los ojos, apoyó su cabeza sobre el volante y se largó a llorar en el triste desconsuelo, sin más compañía que el humo, la música, el mar y las estrellas.
EDIFICIO BELL-LINK ENTERPRISES
7:56 AM
Maira Baron había salido con premura a conseguir lo que necesitaba. Debía establecer conexión remota con la caza matriz de Arizona y obtener el archivo que exponía el proyecto Black Eye. Dos guardias apostados en la entrada le abrieron paso. El edificio estaba vacío. Todos los empleados se encontraban en la jefatura a la espera de ser interrogados por Scully y algunos oficiales de policía local que colaboraban en el caso, mientras Roy Burroughs seguía prófugo.
El temblor en sus manos era evidente. Ella era una chica tímida, acostumbrada por mucho tiempo a los dictámenes de sus superiores, especialmente de Burroughs. En dos años había terminado por resignarse a no saber más que lo necesario sobre el destino de su trabajo. Mas, a pesar de la frustración, angustia y control al cual era sometida, su rostro no dejaba de irradiar una envidiable tranquilidad. Habrá sido la alegría por acabar con el malvado proyecto o haber conocido al agente Fox Mulder... algo influía en que su presencia irradiara paz y belleza alrededor. Y ella era una chica muy linda, ciertamente.
La conexión con Arizona se estaba estableciendo. Unos segundos después, allí estaba:
“Digital_radio_capture_112_frequency.rm”
La descarga comenzó. Maira, sin embargo, no podía sacarse de la cabeza que su jefe podía descubrirla. Aún se sentía observada por él. Aún sentía que ni la protección policial la dejaba a salvo; lo único que tenía claro es que después de esto querría abandonar para siempre aquella empresa.
- ¿Señorita? ¿Le falta mucho aún? –le gritó a lo lejos uno de los guardias.
- Acabo de terminar –replicó ella, al tiempo que retiraba un CD con el archivo copiado.
De a poco fue entendiendo la magnitud del proyecto. Aquella transmisión que oyó con su equipo de radioaficionada era sólo una parte de lo que Black Eye podía hacer. Recordó que su jefe era un ex Marine y se desempeñó como ingeniero en comunicaciones con propósitos bélicos. Las comunicaciones durante una guerra eran un campo aún sin resolver, por las dificultades que plantea enviar transmisiones a los aliados sin que éstas sean detectadas. Sin embargo, Burroughs presuntamente participó en estos experimentos a nivel mucho mayor, al grado de utilizar la misma ciencia de comunicaciones de largo alcance como potencial arma silenciosa. Una cuya fuente de alimentación, ondas de radio de alta frecuencia, fuese tan brutal que afectase la composición misma de la capa atmosférica donde ésta se propaga. Considerando los efectos climáticos y electromagnéticos de esta alteración, no era difícil vislumbrarla como una elegante, silenciosa y mortífera arma de destrucción masiva. Aún a costa de la salud del planeta y la débil capa que nos protege de los peligros del espacio.
Burroughs supo aprovechar desde el principio su posición en una importante compañía de telecomunicaciones para llevar a cabo aquel proyecto militar.
Maira abandonó el edificio. Supuestamente debía dirigirse a la jefatura y entregar cuanto antes la grabación a Scully, pero tomó un desvío. A la distancia un helicóptero revoloteaba el puerto y ella sabía de qué se trataba. La búsqueda de Mulder y recuperación de restos del Black Eye se habían reiniciado.
En el puerto todo era un caos. Muchas voces se entrecruzaban:
- ¡Busquen alrededor de los islotes!
- ¡Quiero a Stallman, Jones y Montagu arriba, ya se les acaba el oxígeno!
- ¡Saquen a esos pescadores, ahora mismo!
Cinco lanchas de la Guardia Costera peinaban la zona, apoyados por buzos y un equipo especial de recuperación. Un fuerte viento en dirección norte disminuía la sensación térmica y algunas gotitas que parecían levantarse del mar, en realidad caían del cielo. Comenzaba a llover. Una van marrón pasó lentamente por allí, pero nadie la advirtió.
Maira miraba el mar, desconsolada. Sabía que nada podía hacer, pero no sabía exactamente por qué estaba allí. Se exponía innecesariamente, pero sentía que era su deber. Se sentía en parte responsable por todo, pero especialmente por la desaparición de Mulder. Él se esforzó por resolver este caso y hacer justicia en nombre de aquellos inocentes que murieron. Él había arriesgado todo para descubrir la verdad, pero la cruel verdad lo atrapó en sus redes. Ella lo extrañaba.
Comenzó a caminar en dirección del viento. Lo hacía mirando al suelo, de brazos cruzados, casi sin prestar atención al frío que le ponía la piel de gallina. Su mirada era perdida, ida, como una hoja de otoño que se desliza sin rumbo a merced de la corriente. Así siguió caminando por varios metros, hasta que las lanchas, los buzos y el helicóptero no eran más que puntitos silentes.
“Buenos días. Soy el agente Fox Mulder del FBI y me gustaría hacerle unas preguntas. ¿Le importa si me siento junto a usted?”
No lograba apartarlo de su mente. No se dio cuenta que había caminado más de quinientos metros, hasta unos roqueríos donde ni lanchas ni botes podían hacerse paso. Cruzó la barandilla que separaba la costanera de la playa y se dirigió a las rocas. La llovizna era suave, pero el viento helaba manos y pies y pensó que podía sentarse un momento y reponer energías, antes de volver a la jefatura.
La espuma se acumulaba en el borde de aquellos roqueríos. Las olas no rompían con fuerza, y Maira buscó una roca suficientemente firme donde sentarse con vista al mar. Se acomodó la bufanda y se sentó, con las piernas flectadas y el rostro pegado a las rodillas. Esperó.
Un traqueteo intermitente se oía unas rocas más allá. Como si otra roca más pequeña, un cangrejo o un trozo de algo estuviera enganchado y chocando cada vez que las olas rompían. Luego de unos segundos, un borde extraño se hizo notar por una pequeña cuña. Era el extremo de un tablón delgado, color ocre. Una mano se sostenía con fuerza de él.
- ¡Oh, Dios mío! –gritó.
Maira corrió como pudo entre las irregulares y filudas rocas. El acceso era sumamente complicado, pero la chica logró acercarse como pudo hasta quedar a medio metro de aquel hombre aferrado del tablón, aparentemente toda la noche. Era Mulder.
- ¡Agente Mulder! ¿¡Puede escucharme!? –le dijo ansiosa.
Mulder no respondía. Estaba casi inconsciente y temblaba. Tenía síntomas de hipotermia.
A pesar de sus delgados y pequeños brazos, sacó fuerzas de la nada y logró sacarlo del agua. En realidad lo que más le costó fue separar sus dedos del tablón. Los tenía fuertemente sujetos, y producto del frío estaban casi pegados. Una vez fuera, Maira lo cubrió con su abrigo y bufanda, intentando que pusiera uno de sus brazos alrededor del cuello. Comenzaron a caminar con los primeros rayos del sol.
Un par de taxis pasaron de largo por la avenida, hasta que uno los recogió. Mulder apenas podía abrir los ojos; sólo pudo abrazar instintivamente a Maira, que lo seguía arropando y abrigando como podía. Tras interminables quince minutos, lograron llegar a la habitación del motel que Scully reservó a la chica. Caminaron despacio. Mulder aún goteaba y el abrigo estaba completamente empapado. Ella lo acostó en su cama, le quitó la camisa mojada y rápidamente lo cubrió con un par de frazadas. Él estaba tan desorientado que no podía coordinar palabra, pero tras unos segundos, al saberse de alguna manera a salvo, dejó de luchar y terminó por dormirse.
Los tibios rayos del sol se colaban por la cortina. Afuera se oía una agradable melodía de origen desconocido. Una limonada, un termómetro y un jarrito de agua caliente reposaban en el velador. Maira, sentada en la cama junto a Mulder, volvió a sumergir un trapo húmedo para ponerlo en su frente. Ya no temblaba y se le había quitado el tono azul de la hipotermia. Estaba tendido, con las extremidades extendidas y los ojos cerrados. Ella lo miraba con ternura. De hecho no podía parar de mirarlo y reflexionar ante la suerte de haberlo encontrado. Se sentía tranquila de haber salvado una vida, como contraparte a todas las que se perdieron en los últimos días.
Ella sonrío y no se contuvo a la emoción. Se acercó lentamente a Mulder y lo abrazó con cierta inocencia, mientras una lágrima escurría por su mejilla derecha. Mulder estaba despertando.
- ¿M-...Maira?
Ella se sintió sorprendida. Separó sus brazos y se irguió.
- ¿Agente Mulder? ¿Cómo se siente?
- Bien... pero creo que tragué mucha agua de mar. ¿Dónde estamos?
- En un cuarto de motel que me consiguió su compañera. Lo encontré en la orilla de playa, como a medio kilómetro de donde estalló la lancha. No sabe la alegría que sentí al saber que estaba vivo –dijo ella, ruborizada.
- Sí, la verdad también me siento feliz por eso. Tengo un dolor espantoso en las manos.
- Parece que pasó la noche aferrado a un tablón de la lancha. También tiene una quemadura en el brazo, tal vez por la explosión.
Mulder se miró el brazo izquierdo. Tenía un moretón algo inflamado.
- Yo... apenas recuerdo lo que pasó –dijo él con una carraspera-. Me lancé al mar y luego hubo un ruido atronador. Nadé lo más lejos que pude y agarré lo primero que encontré para mantenerme a flote. Luego no recuerdo nada más y...
- Descuide, ya está a salvo –interrumpió ella con una sonrisa.
- Gracias... de veras, no se cómo agradecerle. Nos ayudó mucho a todos en este caso –respondió con cierta complicidad.
- La agente Scully me encargó conseguir unos archivos de audio que pueden ayudar a exponer a Burroughs. Espero que eso sea suficiente, ahora que hizo desaparecer el resto de evidencia.
- No toda –acotó él.
- ¿A qué se refiere?
Mulder hurgó en su bolsillo, que continuaba un poco mojado. Con cierta dificultad extrajo una pequeña pieza metálica que entregó en las manos de Maira.
- Antes de saltar de la lancha alcancé a extraer esa pieza de la consola principal. No se muy bien qué es, pero me pareció una parte electrónica que de alguna manera puede servir para exponer el proyecto. ¿Puede identificarlo? –consultó el agente.
- Es un transistor conmutado. Contiene registros brutos de las ejecuciones del proyecto, en código binario. Posiblemente tenga registradas las últimas veces que se activó, tanto en California como Arizona.
- Mmm, suena bien. Pero si sólo contiene esa información, no hay modo de relacionarlo aún con Bell-Link y Burroughs. Sus responsables siguen estando en las sombras.
- No, no es así. Yo acabo de conseguir esto –Maira sacó un CD de su cartera y se lo acercó.
- ¿Qué contiene?
- La copia digital de una transmisión que capté con mi equipo de radioaficionada, hace un mes. La capté el mismo día y hora de una de las olas de calor. En ella se menciona el nombre del proyecto y de mi jefe. Uniendo la información de esa transmisión con los registros brutos del transistor, bastaría para exponer a Burroughs.
Mulder sonrió a Maira. Se preguntaba qué hubiera sido del caso de no ser por su intervención. También se preguntaba si la forma en que ella lo miraba era sólo genuina alegría por estar cerca de resolverlo. Cuando ella lo notó, sonrió y bajó la mirada.
- Necesito contactar a la agente Scully. Debo mostrarle lo que tenemos.
- Sí... no se preocupe, yo la llamaré –dijo ella.
Maira se levantó de la cama y salió de la habitación a buscar un teléfono.
Unos veinte minutos después, el encuentro de Scully con Mulder fue sobrecogedor. Tanto que Maira no quiso mirar. La escena transcurría en cámara lenta, como si el devenir del tiempo hiciera una pausa para que aquel momento se saboreara más dulce. Cuando ella corrió hacia él, fue como si no se hubiesen visto en un millón de años. Como si fuera lo único que querían hacer mientras el mundo se caía a pedazos. Los agentes se abrazaron con fuerza, uniendo sus mejillas. Ella lo besó en la frente y él cerró los ojos. Parecían en un trance mágico que les impedía separarse, al menos hasta que sus pulsaciones y respiración disminuyeran a niveles normales.
- ¿Agente Scully? –interrumpió Maira.
- Sí, yo... disculpe, estoy muy emocionada –dijo ella mirando de reojo a Mulder.
- De eso se trata la vida, ¿no? –acotó él con gracia-. Bueno, ahora que estamos todos aquí, sólo queda juntar las piezas.
- ¿Qué conseguiste, Mulder?
- Logré hacerme de un transistor conmutado, que según Maira contendría registros brutos de las ejecuciones del experimento. Ella por su parte consiguió un archivo de audio donde se menciona el nombre del proyecto y su supervisor.
Maira sonrió, pero seguía pensando en el reencuentro de ambos agentes.
- ¡Muy bien! entonces partamos –sugirió Scully.
- Aún tenemos un problema.
- ¿Cuál?
- Antes que llegaras, Maira examinó el transistor para ver si tenía daños. Estructuralmente está entero, pero resultó dañado por haberse llenado de agua y a menos que se ajusten un par de componentes, no será legible.
- De acuerdo... ¿cómo lograremos repararlo?
- Eso comentábamos hace un momento –interrumpió Maira-. El transistor tiene piezas delicadas y se necesita mucho conocimiento y herramientas específicas para desmontarlo. Personalmente no me siento capaz de ello ni cuento con lo necesario.
- En Bell-Link tampoco conseguiríamos algo –acotó Scully. Esta mañana interrogué a catorce empleados y todos están fuera de sospecha, excepto dos.
- ¿Quiénes? –consultó Mulder.
- Un par de asistentes de Burroughs, que también sigue prófugo. Según sus expedientes son los más experimentados en electrónica, además de tener acceso a información clasificada de la empresa. Posiblemente sólo ellos sabían todo sobre el Black Eye.
- Mmm... entiendo.
- ¿Alguna idea, Mulder?
- Sí. Toma el transistor y acompáñame.
Mulder se dirigió a la joven antes de salir de la habitación:
- Maira, necesito que te quedes aquí. Si ocurre algún problema, llámanos y vendremos enseguida, ¿sí? –dijo mientras le tendía una tarjeta con su número celular.
- Está bien –asintió ella, con algo de resignación.
- Te veré luego –se despidió.
Afuera seguía la suave llovizna. Los agentes abordaron el auto mientras una camioneta, dos autos y una van circulaban lentamente detrás de ellos.
- ¿Dónde vamos, Mulder?
- Al servicio postal expreso. Necesito que los pistoleros le den un vistazo a este aparato.
- ¿Enviarás una pieza de evidencia al otro extremo del país? Mulder, eso puede tardar demasiado tiempo...
- Tal vez, pero no podemos confiar en nadie más en este momento. Se que los chicos tienen lo necesario para repararlo. Es nuestra clave para hacer la conexión y exponer el proyecto. Relájate, deberían tenerlo en sus manos a más tardar esta noche.
- De acuerdo... –asintió Scully dudosa.
El transistor fue cuidadosamente empacado. Los pistoleros fueron avisados del encargo e intentarían repararlo esa misma noche. Mientras tanto, los agentes debían encontrar a Burroughs y sus asistentes, pero había pocas pistas. La noche que explotó la Black Eye todo sucedió demasiado rápido para seguirle el rastro a su vehículo. Los empleados interrogados en la mañana fueron liberados, pero el edificio de Bell-Link seguía en custodia policial. Sonó un celular.
- Mulder.
- Agente, le habla de nuevo Colin, desde Prescott. ¿Dónde se encuentra usted?
- En Oceanside, California. No me diga que hubo otra ola de calor...
- No, pero estoy recibiendo lecturas muy extrañas en mi monitor. En este momento hay altos niveles electrostáticos en las dos zonas donde hubo olas de calor, me refiero a Prescott y Hemet, pero también en cinco localidades más de la costa Oeste. Es como si en todos estuviera aconteciendo una tormenta eléctrica, pero el clima en todos esos sitios está despejado y soleado. No tiene sentido.
- De acuerdo, gracias. Por favor llámeme de nuevo si nota otra actividad inusual.
- Bien.
- Gracias. Adiós.
- ¿Qué ocurre? –preguntó Scully.
- El meteorólogo avisa de altos niveles electrostáticos en algunos lugares, incluyendo donde hubo olas de calor. Como si una gran batería se estuviera descargando...
- ¿Descargando?
- ¡Diablos! ¡No, tenemos que impedirlo!
Mulder dio un giro brusco en una esquina. Enfiló al cruce de carretera.
- ¿Qué sospechas, Mulder? ¿Crees que están reactivando el experimento?
- No, todo lo contrario. Podrían estarse deshaciendo de la evidencia ahora que tenemos pruebas para incriminarlos. Querrán desaparecer las antenas. El lugar más próximo donde deberíamos hallarlas es cerca de Hemet, donde ocurrió la reciente ola de calor. Hacia allá nos dirigimos.
HEMET, CALIFORNIA
4:39 PM
Mulder no se había equivocado. Tras corroborar datos meteorológicos, lograron llegar al lugar exacto donde un grupo de antenas idéntico al de Prescott era custodiado por militares armados. Sólo que ahora las cosas cambiaron. La veintena de antenas originales seguía en pie, junto a instrumentos para medir la velocidad del viento. Pero tanto cerco como militares habían desaparecido.
- ¿Por qué habrán dejado las antenas? –se preguntó Scully.
- Ya deben estar descargadas y no sirven para enviar ondas de alta energía. Al menos podemos usarlas como evidencia de la conexión de Black Eye con el proyecto HAARP.
Scully se acercó a examinar una de las antenas. Se veía contrariada.
- ¿Qué ocurre, Scully?
- Creo que... no podrás establecer esa conexión que dices.
- ¿De qué hablas?
- Estas son antenas comunes y corrientes de recepción de televisión. Están diseñadas para servir de enlace y ampliar la cobertura en pueblos aislados del desierto. Incluso tienen marcas y registros de los canales que usan la frecuencia de estas antenas.
Mulder se sintió abatido.
- Las cambiaron. Esos hijos de perra quitaron las antenas de HAARP y pusieron otras para ocultar lo que en verdad hacían. Son distintas. Míralas, no tienen la misma forma en los extremos. Las antenas superiores no tienen forma de aspas de helicóptero. Tú las viste.
- Mulder, yo...
- Olvídalo. Volvamos a Oceanside. Que hayan quitado estas antenas no implica que no puedan ponerlas en otro lugar y seguir experimentando.
- De acuerdo, volvamos. Pero veo difícil que continúen el experimento, a juzgar por cómo están desapareciendo las evidencias que quedan. Burroughs se vio obligado a destruir la consola de mandos de la lancha para no ser expuesto. ¿Crees que tengan otro sitio desde donde continuar?
- Sí, es posible. No creo que Burroughs destruyera la lancha a sabiendas que también destruiría su proyecto. Debemos encontrarlo.
OCEANSIDE, CALIFORNIA
7:33 PM
Dos patrullas con sus luces estroboscópicas encendidas estaban estacionadas junto al motel. Un policía tomaba notas en el umbral de la habitación donde los agentes habían dejado a Maira Baron. Temieron lo peor. Acudieron con prisa.
- ¿Oficial? Somos agentes federales, ¿puede decirnos qué ha ocurrido?
- Una joven que alojaba en este cuarto ha desaparecido. El huésped de junto oyó ruidos y luego vio salir un vehículo marrón a toda velocidad. Al parecer la secuestraron.
Mulder no siguió oyendo al oficial y entró a la habitación. Había una almohada y ropa en el suelo. Dos cajones habían sido abiertos y registrados. Una mancha de sangre se advertía en la alfombra. Segundos más tarde entró Scully.
-¡Desgraciados! ¡Bastardos! –maldijo Mulder.
- Esto no me lo esperaba –señaló ella-. Nadie sabía que estábamos aquí. Burroughs tuvo que habernos seguido.
- ¿Por qué tenían que llevársela?
- Creo que se enteraron del archivo que descargó desde el edificio de Bell-Link. Era una prueba incriminatoria y ella la tenía consigo. Cálmate, nada dice que ella no esté bien. El oficial me dijo que están patrullando toda la ciudad. Cerraron los puntos de salida.
Mulder seguía desconsolado. Había tomado un cariño especial por Maira, quien esa mañana le salvó la vida. Rescatarla de sus captores era lo único que tenía en mente.
Pero los peritajes no estaban dando éxito. Mulder y Scully colaboraron en la búsqueda por cada rincón de Oceanside. La sede de Bell-Link había sido nuevamente clausurada y sus empleados activos vueltos a interrogar.
Después de dos horas, lo único que encontraron, por fin, era la van marrón donde presuntamente Maira fue secuestrada. El vehículo estaba abandonado en un callejón y no encontraron huellas en su interior, salvo un par de gotas de sangre en el asiento trasero. Pero nada más. Ya oscurecía y no había nuevas pistas, pero para entonces los retratos de Maira y sus captores rondaban en todas las jefaturas de California.
10:57 PM
Mulder y Scully regresaron al motel, con las manos vacías. No tenían transistor, ni archivo de audio, ni antenas, ni sospechosos. Y la testigo clave del caso podía estar siendo forzada a entregar la información. Nada les impedía deshacerse de ella cuando dejara de serles útil.
Sonó un celular. El agente contestó desganado.
- Mulder.
- Mulder, es Frohike. Tenemos noticias para ti. Hace hora y media nos llegó el transistor que enviaste. Nos pusimos a trabajar enseguida en él y logramos repararlo. Tal como decías, contiene registros de funcionamiento del Black Eye: fechas, horas, condición climática y hasta los niveles de energía emitida en cada caso. ¡Parece que hemos vuelto a resolverte el caso!
- Frohike, no sabes cuánto les agradezco, pero estoy en una situación delicada. Secuestraron a una testigo que contenía otra pieza de evidencia, sin la cual no podemos establecer una conexión necesaria. En este momento temo por su vida.
- ¡Wow! Eso explica todo. Entonces te interesará la segunda noticia que te tenemos.
- ¿De qué hablas?
- Langly recibió un nuevo mensaje codificado, tal como la primera vez. Son coordenadas cifradas nuevamente en lenguaje leet. Al principio pensamos que indicaba el punto de otra ola de calor, pero el satélite dice que esas coordenadas están en el mar y no se ha registrado ningún aumento de temperatura allí. Si tu testigo es la misma persona, esto podría ser un mensaje de auxilio indicando sus coordenadas actuales.
- ¿¡Qué!? ¡Frohike, dame esas coordenadas, las necesito urgente!
- Enseguida. Déjame ver... el mensaje dice “// EE.LO.AB-LLT.ZG.EP ’//”, que equivale a 33º10’48’’ N y 117º26’39’’ O. Eso es cinco kilómetros mar adentro del puerto de Oceanside, en California.
- ¡De acuerdo, gracias! –Mulder colgó el teléfono, excitado-. ¡Vamos Scully, se donde está Maira!
Mulder partió corriendo de la habitación hacia el auto. Scully salió tras él.
SUBMARINO ESTRATÉGICO USS NEVADA
11:25 PM
El pequeño habitáculo no daba espacio alguno para distracciones: sólo un teclado, una enorme pantalla de computador y muchos botones parpadeantes era lo que habían puesto frente a Maira Baron, custodiada por los dos asistentes de confianza de Burroughs, que revisaba unas notas. Se acercó a la joven.
- Señorita Maira, supongo que no debo repetirle la urgencia en que termine lo que está haciendo –dijo él-. Lamentablemente usted es la única que sabe activar manualmente esta consola, pero no tenía otra alternativa luego que me obligó a destruir mi lancha.
- Señor, por favor...
- ¡Cállate! Ya diste suficientes problemas trayéndome al FBI y metiéndote donde no debías. Y no contenta con eso, quisiste darles una grabación de la que nunca me hablaste–. Burroughs miró de reojo el CD que le quitó a Maira, sobre un mesón. Continuó:
- Apenas termines de configurar la consola, quiero que despiertes a todos los grupos de antenas y envíes una transmisión conjunta a las bases de HAARP mundiales: Alaska, Puerto Rico, Noruega y Rusia. Será la prueba final de nuestro poder para transmitir por todo el globo sin ser detectados. Esta vez ni siquiera por ridículos radioaficionados.
- Pero señor, eso creará olas térmicas que barrerán con todo a su paso y...
- ¡Dije que te callaras! –Burroughs sacó un revólver y le apuntó-. Sólo haz el maldito trabajo y me desharé de ti.
Maira obedeció. Bajo una presión apenas soportable, comenzó a activar los parámetros para ponerse en línea con las estaciones de Europa. Alaska y Arecibo, en Puerto Rico, ya estaban online. Sin embargo, la chica se las arregló hace un momento para enviar un breve mensaje de auxilio a los Pistoleros, aprovechándose de un bug de seguridad del servidor. Ahora mismo buscaba la manera no sólo de estancar la secuencia de encendido, sino también dejarla inutilizable. El software pedía instrucciones:
BLACK EYE PREPARADO. SOLICITANDO COMANDOS DE ENCENDIDO AUTOMÁTICO:
Generador del núcleo: Y/N
Encendido primario límite 3981 MW: Y/N
Encendido secundario límite 4072 MW: Y/N
Calibración de frecuencia 7.8 MHz: Y/N
Rutina UHF: Y/N
Rutina VHF: Y/N
Rutina ULF: Y/N
Receptor HF: Y/N
Magnetómetro de flujo: Y/N
Configuración cuenta regresiva: Y/N
Arranque simultáneo maestro: Y/N
Arranque simultáneo diferido: Y/N
UNA VEZ TERMINADO, SECUENCIA DE ENCENDIDO AUTOMÁTICO COMENZARÁ
Maira activaba cada comando e introducía valores. El comando crítico para boicotear el encendido de las antenas era “Configuración cuenta regresiva”, y debía ser sumamente cuidadosa para que ni Burroughs ni sus asistentes lo notaran.
Uno de los asistentes interrumpió:
- ¿Señor?
- ¡Diablos, Miller! ¿No ves que estamos ocupados? ¿Qué quieres?
- El radar detectó una embarcación aproximándose.
- ¿Qué? ¡Mierda!
Burroughs salió corriendo, encargando a Miller que vigilase a Maira. En la sala de mandos del submarino, dos oficiales de Marina monitoreaban al intruso. Era una lancha pequeña que provenía del puerto de Oceanside.
- Marino, ¿qué esta pasando? Se supone que este submarino es indetectable al radar.
- Lo ignoro, señor Burroughs. Según la reglamentación de Guardia Costera, tampoco debería transitar alguien por aquí.
- ¿No podemos sumergirnos o emprender la marcha?
- No hasta que se haya enviado la orden a las antenas –advirtió el marino-. La lancha se encuentra a treinta metros y acercándose a veintidós nudos. ¿Quiere que lancemos un torpedo?
- Olvídalo, me encargaré yo mismo –dijo furibundo. Sacó su revólver y salió de la sala.
Afuera, los agentes estaban impotentes ante el enorme submarino negro. Se divisaban tres escotillas con luces mortecinas saliendo de cada una. Mulder detuvo la lancha junto a la nave y saltó a su superficie. Luego ayudó a subir a Scully. Caminaron sigilosamente hacia una de las escotillas y echaron un vistazo. Nada a la vista.
- Saca tu arma. Esto no pinta bien –dijo él, mientras empezaba a girar una manivela.
Mulder abrió la escotilla. Una vez dentro se hallaron frente a dos pasadizos. Uno conducía a un pabellón superior y el otro a un subterráneo. Se separaron. El silencio reinante definitivamente no era buen agüero. Sólo unas farolas rojas intermitentes cortaban la oscuridad del lugar.
Scully no podía ver nada en el pabellón. Encendió su linterna y logró discernir un débil haz blancuzco al fondo. Podía ser la entrada a un salón. Avanzó silenciosamente y notó que era una puerta de vidrio. Miró a través de ella con cautela. A unos diez metros estaba Maira, custodiada por un hombre armado.
La situación era complicada, pero no había tiempo que perder. Abrió rápidamente la puerta y apuntó al hombre.
- ¡No se mueva! ¡Soy agente federal! ¡Arroje el arma!
Miller volteó totalmente sorprendido, al igual que Maira. El hombre hizo un amago de rendirse y dejar el arma en el suelo, pero rápidamente rodó por el suelo, agazapándose detrás de un estante.
- ¡Maira, salga de aquí, ahora! –gritó Scully, al tiempo que también se atrincheraba detrás de un mesón.
La chica corrió como pudo y logró salir. Miller erró al dispararle y Scully intentaba cercarlo. Se produjo un leve tiroteo antes que el hombre lograra escabullirse por otra puerta. Ella lo siguió con extrema precaución. Comenzaron a sonar algunas alarmas y encenderse luces rojas y azules en las paredes.
- ¡Scully! ¿¡Dónde estás!? –gritó Mulder, que oyó los disparos.
Sintió un ruido detrás de él. Una silueta pasó corriendo escaleras arriba, seguida por otra más grande. Mulder se devolvió y subió las escaleras también.
- ¡Señor Burroughs! –llamó Miller por intercomunicador.
- Ya lo se, inepto, Maira escapó. La vi correr y vine tras ella. Ustedes encuentren a esos desgraciados agentes.
- Señor, creo que tenemos problemas más graves. Los marinos dicen que las antenas no se encenderán.
- ¿¡Por qué no!? Yo mismo vi a Maira hacerlo, alcanzó a activarla.
- Sí, pero modificó la configuración de la cuenta regresiva. Entró en un bucle infinito y no la podemos deshacer.
- ¡Maldita sea! ¡Búsquenla, ahora!
Mulder alcanzó a detenerse cuando vio a Burroughs armado en el umbral de la escotilla. Una voz baja escondida lo interrumpió.
- Agente Mulder.
- ¿Maira?
- Por favor, sáqueme de aquí.
- Venga, vamos.
Mulder y Maira salieron sin ser sorprendidos por Burroughs. Buscaron otra salida. Scully no se veía por ningún lado. Finalmente encontraron otra escotilla de salida. Mulder giró la manivela con fuerza y Maira se apretaba contra su brazo respirando agitadamente.
- ¿Cómo nos iremos de aquí? –preguntó ella.
- Vinimos en lancha. Al final de la proa, debemos apurarnos.
Corrieron por la cubierta del submarino. La lancha aguardaba a escasos quince metros, pero no podían irse sin Scully y en cualquier momento podía aparecer Burroughs y los demás. Las alarmas seguían sonando por todo el lugar. Ya en la proa, Mulder tomó la mano de Maira para subir la barandilla y saltar a la lancha. Pero un estruendo hizo caer a Mulder. Un disparo lejano de Burroughs le había alcanzado el hombro.
- ¡Agente Mulder! Gritó Maira, desesperada. Intentó socorrerlo mientras él se apoyaba en la barandilla, preso del dolor. Un hilo de sangre le estaba empapando la camisa.
- No debiste escapar, Maira –la confrontó Burroughs mientras se acercaba con el arma aún humeante-. Y tus amigos tampoco debieron venir. Pero ese es un problema que voy a solucionar ahora mismo.
Mulder no podía moverse. Apenas atinaba a apoyarse en la barandilla, viendo cómo aquella silueta levantaba un revólver y le hacía caer en cuenta que estos eran sus últimos segundos. Pero Maira, que no podía permitir que una bala terminara con la vida de su salvador, logró interponerse en la trayectoria del disparo. La bala impactó en su clavícula. Maira pasó a llevar a Mulder en el intento de salvarlo, y ambos cayeron de la barandilla hacia el mar. La corriente empezó a arrastrarlos casi enseguida.
Burroughs, no contento con ello, se acercó a la proa para finiquitar a Mulder y Maira. Los tuvo en la mira, mientras ellos, indefensos, luchaban como podían por mantenerse a flote. Pero el último disparo no provino de su arma, sino de la de Scully, que en el último momento le disparó por la espalda. Roy Burroughs cayó sin vida.
PUERTO DE OCEANSIDE
3:24 AM
La Guardia Costera y una comitiva especial de la Policía habían arribado al USS Nevada. Scully logró reducir a los asistentes de Burroughs y el par de marinos, que no iban armados. Una búsqueda frenética se estaba llevando a cabo nuevamente en el mar. Esta vez no había ninguna seguridad de hallarlos vivos o muertos. La corriente era fuerte esa madrugada y el equipo de rescate tenía serias dificultades para progresar.
A unos setecientos metros de allí, en unas rocas, Maira y Mulder estaban en sombras. El disparo que recibió el agente le impedía mover su brazo y nadar. Maira se desangraba y comenzaba a desorientarse mientras su pulmón derecho sufría hemorragia interna. Sin embargo, ella lo mantuvo a flote por casi media hora y ahora intentaba dejarlo a salvo, subiéndolo a una roca alta. Pero ella no subía. Sólo se afirmaba de la roca con sus manos, luchando contra la corriente.
- M-Maira... ¿Qué haces? Ne... necesitas ponerte a salvo –le dijo él, temblando.
- No... no puedo –ella estaba al borde del colapso.
- ¡Claro que puedes! –dijo él, mientras le tendía su mano. Vamos, afírmate, se que puedes hacerlo.
- No, no... agente Mulder, quiero darle esto.
Maira sacó algo de su chaqueta ensangrentada. Era el CD con la grabación de audio, que alcanzó a tomar antes de huir del submarino. Mulder lo tomó y con mucha dificultad lo guardó en su bolsillo.
- ¡Vamos Maira, puedes lograrlo! ¡Toma mi mano!
Maira tomó la mano de Mulder, pero no lograba sujetarse con suficiente fuerza. Haciendo un estoico esfuerzo, Mulder se apoyó con el brazo cuyo hombro sangraba, y bajó unos centímetros hasta ponerse en la posición de ella. Estaba agonizando, y entonces comprendió que todo era inútil.
- Maira...
Ella, con sus últimas fuerzas, abrió los ojos y lo miró provista de una sonrisa angelical, como si fuera su día más radiante de vida. Con una lentitud que contrastaba con la ferocidad de la corriente marina, Maira acercó sus labios a los de Mulder. El beso duró unos cinco segundos, cuando en un suspiro, ella no pudo aguantar más. Sus dedos se soltaron de los de él, y ella comenzó a caer al fondo del mar, aún con la postura con que lo tenía abrazado. Por breves instantes, la corriente se había detenido y Mulder pudo ver claramente el rostro de Maira Baron, puro y sereno, descendiendo hasta perderse en las aguas azules del océano Pacífico.
A lo lejos, las luces de una lancha de salvamento iluminaron el cielo y lentamente se acercaban. Pero Mulder no quería mirarlas.
TRI-CITY MEDICAL CENTER
OCEANSIDE, CALIFORNIA
9:44 AM
Scully estaba sentado junto a la cama de Mulder. Una enfermera abría las cortinas y unos rayos de luz se colaron por la ventana. Despertó.
- Buenos días, Mulder, ¿cómo te sientes? –saludó ella.
- Como si me hubieran aplastado el hombro. Pero viviré... espero.
- Sí, felizmente la bala no comprometió ningún punto importante. Sólo perdiste mucha sangre. Cuando el equipo de rescate te encontró estabas inconsciente.
- ¿Qué pasó con el submarino?
- Burroughs falleció y sus asistentes fueron detenidos, al igual que un par de marinos a cargo de la nave. También está siendo interrogado un agente del Departamento de Defensa que al parecer tutoreaba el proyecto Black Eye. Autorizó la salida del submarino de su puerto de origen. Esta mañana recibí informes de que todas las antenas que vimos desaparecieron. Tanto en Arizona, California y Nevada, donde también había algunas.
- ¿Entonces lograron hacer la conexión con Bell-Link?
- Sí. Encontramos el CD en tu chaqueta y transferimos el archivo de audio a Washington. Allá se compararon esos datos con el transistor reparado por los Pistoleros. Bell-Link fue clausurada definitivamente y se inició una investigación sobre el proyecto HAARP, que tiene su sede central en Alaska. No tendrán fácil volver a experimentar con ello.
- Comprendo.
Una pausa. Él miraba a la ventana, con el rostro en blanco.
- Mulder, lamento mucho lo de Maira. Sin ella no hubiéramos resuelto este caso. Esta mañana encontraron su cuerpo y fue trasladado enseguida a Arizona. Pedí que otorgaran una condecoración simbólica a su familia.
- Sí... gracias Scully. Lo superaré.
Scully le sonrío con ternura y salió de la habitación. Mulder siguió mirando a la ventana, y siguió en ello por muchos minutos más mientras la música de una radio lejana evocaba recuerdos de un utópico verano californiano.
* * *
Continua: No
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