Ya sabéis todo lo
que se pone antes del meollo de la cuestión. Pues saber que es un fanfic
romanticón, por capítulos que iré enviando a medida que
los escriba y que, por lo tanto no sé cuántos serán. No
creo que pase de un NC-7, aunque puede llegar a ser un poco subido de tono...
ya veré.
Feedback: hay bastante gente que me ha escrito por mi relato anterior, a todos
muchíiiiiiisssssiiiiiimas gracias, me ayuda mucho saber que gustan mis
relatos y que no (porque hay gente a la que no le gustan): dirección:
alexsabadell ARROBA hotmail . com
A disfrutar...
CENA, DROGAS, ENFADO... ¿CÓMO ARREGLO YO ESTO?
Avanzaban por el largo pasillo rodeado de ventanales. Ella iba delante. El fuerte
taconeo con que caminaba dejaba ver que estaba realmente enfadada. Agitaba una
carpeta de papeles que llevaba en la mano con cada paso que daba. La media melena
cobriza se movía al compás de sus pisadas, mientras el impecable
traje de sastre azul plomizo parecía tener vida propia, iba rígido
e inmóvil, igual que ella, que trataba de ocultar su enfado.
Detrás de ella, con la mirada fija en algún punto por delante
de él, caminaba distraído el hombre que había logrado que
su compañera, su mejor amiga, le dejara de hablar, haciendo de su despacho
un lugar más frío que el mismísimo polo norte. Cada palabra
que allí sonaba se congelaba en el aire cayendo a plomo con forma de
miles de cristales cortante sobre él. Lo había intentado todo,
llegaba temprano al trabajo, se encargaba del papeleo, café caliente
en la mesa... pero aquella pequeña mujer, cuando se sentía ofendida,
no cedía ante nada. Era "La Reina de Hielo", apodo que no se
había ganado precisamente por su dulzura.
¿Porqué había comenzado todo esto? Por una tontería
tan grande como un caso de tráfico de drogas. Podría parecer algo
serio sino fuera porque la droga no era más que leche en polvo que utilizaban
como ingrediente secreto en un famoso restaurante japonés...
Unos días antes...
Mediados de julio. En la
oficina de Washington tan solo queda la mitad de los agentes ya que el resto
se ha tomado las vacaciones de verano. Por supuesto, en el sótano, la
plantilla está el completo...
Es un día extrañamente fresco; a pesar de los 36º a la sombra
que marcan los termómetros, corre una suave brisa fresca que hace que
el caminar por la calle no sea un suplicio. Aquel despacho era frío,
daba igual que fuera invierno o verano, pero no importaba, el ambiente que se
respiraba era suficiente para olvidar el frío. Realmente no era el ambiente
que se respiraba, era el hecho de que cada vez que entraba y olía el
perfume de su compañera el estómago se le hiciera un nido de mariposas.
El verla sonreír por la mañana al darle los buenos días,
en fin, el ambiente cálido de esa oficina triste, fría y oscura,
era ELLA.
Como cualquier día, nada más llegar su compañera le dio
los buenos días con ese particular toque de ironía que solía
poner.
- Buenos días, ¿qué tal dormiste?, parece que se te pegaron
las sábanas.- Le guiña un ojo, y lo hace porque sabe perfectamente
que su compañero no tiene cama (mejor dicho, la tiene pero no la usa)
y sufre de insomnio.
A él no le hace falta responder verbalmente. Con una gran sonrisa en
la boca y los ojos brillantes, Mulder ya ha respondido. Se sienta en su mesa
posando una carpeta que llevaba en la mano y coloca los pies encima.
Ella le mira. Cierra el dossier que tenía entre manos y se apoya en la
mesa a la altura de los pies de su compañero.
- Me da la impresión de que no te han dado nada para hoy... - él
sonríe-
- Pues sí, tengo tres amigos fantásticos que... - no sigue hablando.
La ceja de Scully llega hasta el techo. No sonríe, tiene puesta esa cara
que pone cuando está haciendo una autopsia y algo le da realmente asco.
Nunca le han gustado las sorpresas de los tres mosqueperros, como ella les llama.
- No me pongas esa cara, es una cosa buena. - La ceja baja unos milímetros.
- Está bien, sorpréndeme - dice con un suspiro de resignación.
Mulder abre la carpeta que dejó en la mesa. Lo único que se encuentra
dentro es un montón de papeles estilo propaganda con letras japonesas
o chinas. Scully ha vuelto a levantar la ceja. Mulder la mira y sonríe.
Sabe que la desconcierta no sabe qué sucede. Es una mujer a la que le
gusta conocer todo lo que pasa en cada momento, es científica y agente
del FBI ¿Qué se puede esperar?
- Como sabía que hoy no había nada que hacer y se prevé
que mañana tampoco... - se pone a rebuscar entre los papeles.
- Cosa que sucede últimamente, ¿qué pasa que los mutantes
y alienígenas también se cogen vacaciones?- pregunta con ironía
y un deje de desesperanza en su voz. Realmente le hastía el no tener
nada que hacer, ella necesita estar activa, le motiva el trabajo, le gusta el
trabajo, y a él le gusta trabajar con ella. Él la sonríe.
- Algo así debe pasar... pues como no hay nada que hacer - saca uno de
los panfletos publicitarios - tres amigos míos me han conseguido mesa
para ésta noche... en un restaurante que no conoces... - le alcanza un
papel. Ella lo mira. De repente sus ojos azul cielo se abren como unas persianas.
Mira hacia Mulder. Él sonríe y continúa. - ...pero... -
- Pero ¿qué? - Sigue emocionada. El tono de voz es perfectamente
correcto y pausado y no demuestra ninguna emoción, pero él sabe
reconocer los gestos que la delatan. El hecho de tener las mejillas sonrosadas
ligeramente, no parar de juguetear con el panfleto entre los dedos, y los ojos,
esos ojazos azules que la brillan tanto que se podría iluminar el edificio
entero solo con la luz que desprenden. Todo esto, por supuesto, desde el punto
de vista de Mulder.
- Pues... el "pero" es que como ellos tampoco conocen el restaurante
y se han molestado en conseguirme la mesa... les dije que podrían venir
con nosotros... -
- ¿Qué podrían, Mulder?- él permanece callado unos
instantes - Muldeeeeerrr, dímelo. - dijo ella.
- Que podían venir con nosotros. -
Mulder esperaba que Scully dijera que entonces ella no iba, que con el renacuajo
no iba a ningún lado. Realmente la relación que su compañera
tenía con Frohikie no era precisamente cordial. Siempre y cuando se ciñeran
a lo estrictamente profesional lo toleraba, en el momento en que no era una
cuestión de trabajo Scully no aguantaba al pobre viejo. ¿Qué
tenía esa mujer que les traía locos? A parte de lo más
obvio como puede ser su belleza, encanto personal, que está ahí
cuando se la necesita, que es capaz de amar sin decir te quiero... pero realmente
si Mulder supiera qué tenía no tendría que dormir con su
camiseta de los Knicks... aquella que ella utiliza cuando por cualquier motivo
se queda en su casa, que suele ser frecuentemente.
La reacción de su compañera le sorprendió mucho. En vez
de mandarle a tomar viento fresco se limitó a decir:
- Está bien - Él se puso serio, esto le desconcertó bastante.
- Pero, yo también tengo un "pero" que poner- claro, ahora
Mulder entendía el porqué de su reacción tan tranquila,
tenía sus condiciones propias.- El trato es que yo también llevaré
a un amigo. -
Se levantó de la mesa. Él hizo lo mismo. No iba a dejar que se
saliera con la suya... además ¿cómo que iría con
un AMIGO? ¿Qué amigo? ¿Desde cuándo tiene un amigo?
A-M-I-G-O, masculino y singular, un amigo, lo que faltaba...
Ella va hacia la puerta.
- Invítame a desayunar.- dice abriéndola.
- ¿Quién es ese "amigo"?- pregunta él sujetando
la puerta para que ella salga. Scully sonríe y pasa el marco.
- Un amigo - dijo dedicándole una amplia sonrisa que acompañó
de un guiño que hizo que la temperatura se elevase unos 20º en aquel
despacho. Él supo que no iba a lograr sonsacarla nada. Como siempre ELLA
había ganado.
Esa noche...
El restaurante en cuestión se llamaba "Ikebana" (ikebana: significa
arreglo floral). Tenía sucursales por todo el país, pero las dos
más famosas eran ésta de Washington y "Tenkatsu" en
Los Ángeles (tenkatsu: fue una escuela de cine que introdujo novedades
técnicas, como el color, y estéticas al cine japonés),
conseguir allí una mesa era prácticamente imposible, claro que
para tres hombres "de mundo" como los tres pistoleros, introducir
una reserva en la base de datos del restaurante era muy sencillo, tan solo tuvieron
que llamar para confirmar que tenían una mesa reservada para las diez.
Mulder, que contaba con haber ido a buscar a Scully, y haber ido con ella, se
encontraba ahora con los tres pistoleros esperando. ¿Porqué? Pues
porque SU Scully iba a ir directamente con su AMIGO, que iba a ir a buscarla
a su casa... esto a Mulder le pareció bastante mal, porque ahora, sus
amigos se podían mofar de él por su indecisión... resultaba
que ahora la mujer que más apreciaba en el mundo tenía un AMIGO...
y ya no le permitía ir a buscarla para salir a cenar... le costaba mucho
reconocerlo pero estaba celoso... como para no estarlo... Scully era... era...
era... SUYA, vale, vale, no hay que ser tan posesivo, pero lo que sentía
por ella no lo había sentido jamás, y ahora, más que nunca
tenía la posibilidad de perderla por una tontería como es el no
haberla dicho nunca que la quiere...
Volviendo al restaurante... había que comer en el suelo, en grandes cojines
de raso. En todas las mesas había inmensos WOKS con un montón
de verduras dentro. Mulder y los pistoleros habían pedido vino para ir
bebiendo mientras esperaban a Scully que, se lo creyeran o no, llegaba con retraso.
Miraba el reloj una y otra vez. La puerta se abría cada poco pero Scully
no aparecía. Por enésima vez Mulder miró hacia el reloj,
solo marcaba un minuto más que la última vez que lo miró:
22:04.
- Por mucho que mires al reloj no harás que se materialice delante de
ti - dijo Langly que veía a su amigo preocupado.
- ¿Porqué dices eso?, ni que hubiera mirado muchas veces... -
sus amigos simplemente le miraron en silencio acusándole con la mirada.
Mulder se percató de eso.- Vale, lo reconozco, estoy preocupado... ella
nunca llega tarde a ningún sitio...
- Ya - dijo Frohikie - y el hecho de que venga con un amiguito, y que no sea
contigo no tiene nada que ver... - Mulder no sabía por dónde salir.
- No sé dónde quieres ir a parar...
- Estás celoso - dijo Byers - y no trates de ocultarlo, por lo menos
mientras ella no haya llegado, porque se te nota a la legua.
Mulder tenía la boca abierta, intentaba encontrar algún argumento
para rebatir lo que le habían dicho, pero todo era verdad y no podía
desmentirlo. Frohikie le pasó un brazo por los hombros.
- Bienvenido al club de "corazones destrozados por D. S," eres el
miembro número 2, que sepamos... - Mulder le apartó son una sonrisa
irónica en la boca.
El reloj seguía marcando los minutos más lentamente que de costumbre.
Mulder lo miraba una y otra y otra vez: 22:09. En una de las incesantes miradas
a la puerta que alternaba con el reloj se quedó mirando fijamente a un
hombre rubio, ojos azules, alto, atlético que entró sosteniendo
la puerta. El corazón le dio un brinco cuando vio a su compañera
entrar detrás de él. Jamás, pero jamás, la había
visto tan atractiva con un traje de chaqueta como esta noche. No era uno de
esos trajes que se ponía para ir a la oficina. Era blanco, de solapas
un poco amplias entallado en la cintura y el pantalón era ajustado, sí,
AJUSTADO, del mismo color. Llevaba una camiseta de color vino semi-transparente
que dejaba entrever lencería a juego con la camiseta y de encaje. Los
cuatro hombres que estaban a la mesa se quedaron boquiabiertos. Si tan solo
fuera el vestuario de Scully lo que les llamó la atención sería
normal, pero en realidad todos estaban mirando al hombre que la acompañaba,
de una extraña manera se parecía a ella...
La pareja llegó a la mesa acompañados por un camarero vestido
con kimono en negros y blancos. Durante todo el camino el hombre, ligeramente
detrás de Scully llevó la mano apoyada en su espalda a la altura
de la cintura. Mulder, al ver el gesto del hombre sonrió y saludó
con la mano. Los otros tres le miraban extrañados. No parecía
el mismo Mulder de hacía tres minutos.
Mulder se levantó para saludar, los otros le imitaron temerosos de lo
que pudiera hacer su amigo. Scully se acercó a la mesa y, por supuesto
al primero que saludó fue a Mulder. Se acercó a él y le
besó en la mejilla. Él, sorprendiendo a todos lo presentes la
respondió al beso son uno un poco menos casto, menos casto en el sentido
de que la agarró de la cintura y de que la besó tan cerca de los
labios que pudo descubrir que el carmín de Scully sabía a coco.
Porque no lo había dicho, pero iba maquillada, cosa que creo, jamás
hizo para ir a trabajar.
- Estás preciosa- le dijo al oído. Scully se sonrojó. Miró
a Mulder y sonrió. Sonrió al descubrir que sabía que le
había tomado el pelo.
- Hola chicos - saludó al resto. -Mulder... ¿quieres presentar
tú a mi acompañante?- dijo dedicándole una sonrisa. En
ese momento el acompañante de Scully sonrió y se acercó
a Mulder.
- Encantado, Dana no para de hablar de ti. - Mulder le tendió la mano
amistoso. Los pistoleros miraban y callaban, no entendían nada. ¿Qué
clase de AMIGO permite que un hombre bese prácticamente en la boca a
su pareja? ¿y porqué Mulder de repente ya estaba tranquilo y había
olvidado sus intenciones homicidas respecto a ese hombre?
- Tampoco para de ponerte por las nubes - respondió Mulder. - chicos,
- dijo girándose hacia ellos - os presento a Charles Scully...
- Mi hermano pequeño - acabó Scully por él. Los chicos
suspiraron y se relajaron de golpe.
- ¡ahhhh!
Uno a uno se presentaron. Después de las cordialidades tomaron asiento
en los grandes cojines. Scully y Mulder en uno de los lados de la mesa cuadrada,
Frohikie y Langly en otro y Byers y Charles cada uno en uno de los lados restantes.
A pesar de la habilidad de Scully para sentarse en los cojines, con las piernas
hacia un solo lado, Mulder pudo apreciar que la lencería de su compañera
era un conjunto con tanga.
A medida que avanzaba la noche la cena se animaba. En un principio las conversaciones
versaban en torno a temas tan socorridos como el lugar de trabajo de Charles,
cómo le iba, cuánto tiempo se iba a quedar... ese tipo de cosas.
Ya cuando estaban con el primer plato, tras los entrantes, la conversación
derivó en los casos más extraños de Fox y Dana, entre los
que se incluían anécdotas de los pistoleros de cosas inéditas
que se habían encontrado en la red, como una novia virtual para Langly...
pero lo mejor llegó a los postres. A pesar de que era lo más aclamado
del restaurante, ninguno pidió el postre especial, estaban llenos (aunque
ninguno supo de qué se llenó Scully porque casi no comió),
pasaron directamente al café, que, por supuesto sirvieron junto con unos
vasos de sake, invitación de la casa. Charles cogió el vaso de
sake y miró a su hermana... ella, que estaba dejando que Mulder la riñera
por haber comido poco, respondió al reto de su hermano.
- ¿Aún te acuerdas?- le dijo. Él respondió son un
movimiento afirmativo de la cabeza.
- ¿De qué? - preguntó Mulder picado por el gusanillo de
la curiosidad.
- Nada interesante - dijo Dana haciendo que Mulder la mirara moviéndole
suavemente la cara hacia ella.
- Ah, no, no vale, ahora hay que contarlo - dijeron los chicos. Charles posó
la copa e hizo amago de empezar a hablar.
- Charles, ni se te ocurra. - Scully se había puesto seria, pero no enfadada,
simplemente era una reacción de impotencia ante un hecho inminente, y
ese hecho era que su hermano iba a desvelar uno de sus secretillos más
oscuros...
- Pues veréis... - comenzó. Su hermana se echó para atrás
de manera que quedaba semi tumbada en los cojines, por lo tanto Mulder no prestó
atención al comienzo del relato, lo único en que podía
pensar era en qué pasaría si se inclinara sobre Scully y la besara
como siempre había querido...
- ...entonces ese día, por la noche... - continuaba Charles- papá
trajo comida japonesa a casa y por supuesto trajo sake... al terminar la cena,
Dana seguía sin contarles nada de lo que había pasado en clase,
así que mi padre nos ofreció a todos un vaso de sake. Como Dana
casi no había comido nada el sake se le subió pronto, - la risa
empezaba a interrumpir su relato de vez en cuando - así que mamá,
comunicada con mi padre, la sometió poco a poco a un interrogatorio y
Dana, jajajajajaja, estaba tan borracha que acabó confesando a mamá
que le había tirado los trastos al profesor de gimnasia en las duchas
jajajajajajajajjjjjaaaaaaaaa... - la risa no le dejó acabar. Todos estaban
riéndose a carcajadas. Mulder intentaba contenerse, no quería
herir a Scully, de repente, ella se incorporó de la atractiva posición
que había adoptado antes y se inclinó hacia su hermano.
- Ríete, Charlie, pero... ¿me puedes recordar en qué curso
sucedió aquello?- Charles se calmó ligeramente.
- Dos cursos antes de la universidad, más o menos.
- ¡ah!, y el curso siguiente tú estudiaste con Jack ¿no?-
su hermano asintió con la cabeza. - ¿conoces la marca del cemento
de las duchas? Dónde hay un pequeño clavo - él asintió
aunque ya se había perdido y el resto escuchaban con especial atención,
se ponía interesante- ¿y te acuerdas de la camiseta que le desapareció
a Missy y le apareció con unas manchas grises muy extrañas?- Charles
abrió la boca. Scully se quitó la chaqueta, la camiseta resultó
no tener espalda. - ves la cicatriz del hombro - Charles abrió aún
más la boca y asintió con la cabeza.- también conoces el
rumor de que el profesor de gimnasia se tiró a una alumna en las duchas
¿no?, Realmente hermanito, aquella noche en casa os engañé
a todos como a los chinos. Aguanto más sake que vosotros cuatro juntos...
- la mesa quedó en silencio, realmente no todos los días se descubría
que Scully se había tirado a un profesor en el instituto.
Mulder la miraba fascinado. Scully cogió el vasito de sake y se lo bebió.
Al cabo de un poco reanudaron las conversaciones banales. Tras una hora más
o menos decidieron irse a casa. Charlie iba a dormir en casa de una amiga (ésta
sí que era una "amiga"), que quedaba en dirección contraria
a la casa de Dana, lo que Mulder aprovechó para acompañar a Scully.
Los tiradores se quedaron por los nightclubs de la ciudad.
La vuelta a casa de Dana fue un remanso de paz. Ella se durmió a medio
camino. Había intentado mantenerse despierta. Hablaba de lo que podía,
pero tenía los ojos ya hinchados de cansancio. Cuando se hubo dormido,
aprovechando un semáforo, Mulder recostó el asiento del copiloto
para que durmiera más a gusto. Iban en el coche de él, porque
Charles se había ofrecido a llevar a su hermana y ella no había
sabido negarse. Tal ves Charlie fuera la única persona que podía
conseguir cualquier cosa de Dana con tan solo pedírselo.
Durante los 37 minutos que duró el viaje desde que ella se durmió,
Mulder se dedicó a dejar volar su imaginación. Solía hacerlo
a menudo, cuando tenía a Scully cerca no podía evitar pensar en
lo que sucedería si la besaba. Tenía tantas ganas de hacerlo que
muchas veces tenía que apartar la mirada de ella porque sabía
que, si no lo hacía, los rumores sobre ellos que corrían por el
cuartel general, acabaría siendo verdad... siempre y cuando ella no le
atizara un buen par de bofetadas y era muy capaz de ello. Esto le hizo reaccionar,
siempre había imaginado que Scully respondería, en caso de que
él la besara, dejándose besar y respondiendo al beso, pero ¿y
sin no lo hacía? Pediría el traslado a otra sección, se
apartaría de él, de su lado...
Así, todo el viaje, Mulder se comió la cabeza. Llegaron a la puerta
del apartamento de Scully. Él aparcó el coche en un hueco que
encontró prácticamente en la misma puerta. Miró hacia Scully
que seguía durmiendo. El pelo le caía en pequeños mechones
sobre la cara, como flechas indicadoras que hacían que Mulder no pudiera
apartar la vista de sus labios. Sería tan sencillo... solo con rozarlos
un momento se conformaría... tan solo un instante. Se quitó el
cinturón de seguridad y se acercó a ella. Le apartó el
pelo de la cara. La luz de una farola cercana se filtraba a través de
la ventanilla del coche, suficiente para rodearla de un halo luminoso. Mulder
no se había dado cuenta de que, al apartarle el pelo, Scully se había
despertado, pero permanecía con los ojos cerrados, porque la encantaba
que Mulder la despertara como solía, rozándole las mejillas suavemente
como si tuviera miedo de hacerla daño. Él lentamente se inclinó
sobre ella. Estaba tan cerca de su boca que era capaz de notar su aliento, pero
su sentido común actuó y desvió la trayectoria besándola
suavemente en la frente. Ella abrió los ojos parpadeando varias veces
seguidas. No podía creer que Mulder hubiera estado a punto de besarla...
no, no podía ser verdad, probablemente tan solo fue el roce de su barbilla...
sí, eso era, fue solo su barbilla.
- ¿Ya hemos llegado? - preguntó susurrando tímidamente.
- Mmmmhhhhmmmmhhhh- dijo él también suavemente asintiendo con
la cabeza.
Tras sonreírle para darle las gracias salieron del coche y él
la acompañó hasta la puerta. Después de despedirse volvió
a su casa.
Al día siguiente...
Extrañamente, ese día Mulder había llegado pronto a la
oficina. Entre su ya conocido insomnio, y el que llegase a casa cerca de las
tres de la madrugada el día anterior, le dio la hora de ir a trabajar
y no pudo dormir nada, de manera que llegó temprano. Scully aún
no estaba, pero la oficina conservaba el olor a su perfume, un olor suave pero
penetrante que era capaz de hacer perder el norte a cualquier hombre que allí
entrase. Todavía pensaba en lo tremendamente estúpido que fue
el día anterior al besarla en el restaurante tan cerca de la boca y el
no haberlo hecho en el coche. Últimamente Mulder había sobrepasado
ligeramente las barreras que se habían auto - impuesto desde que... ¿comenzaron
a atraerse? ¿apreciarse? ¿quererse? No sabía en qué
punto exacto de todo el tiempo que había estado con ella se fijaron esas
barreras, pero lo que sí sabía era que le excitaba jugar con fuego,
demostrar lo que sentía sin dejarlo ver claramente; le gustaba porque
ella también estaba jugando, no tan descaradamente pero también.
Si no ¿porqué la tontería de ponerle celoso? ¿Era
una prueba? ¿Estaría intentando descubrir lo que sentía
él de verdad por ella?
El taconeo de Scully por el pasillo le sacó de sus pensamientos. Entró
a la oficina con gafas de sol y un traje de chaqueta de color marrón,
discreta pero atractiva. Mulder la miró fijamente mientras se quitaba
la chaqueta. No, por favor que no sea la camiseta blanca de tirantes... ese
día Mulder no tenía a nadie pendiente de él. Scully llevaba
la camiseta blanca de tirantes con la que, si se agachaba frente a Mulder, a
recoger cualquier papel, dejaba ver la ropa interior, y a Mulder le desconcentraba
del todo de su trabajo.
- Scully... - dijo Mulder de manera que ella centró su mirada en él
- las gafas de sol...
Ella se las quitó dejando ver unas ligeras ojeras que quería esconder.
Bajó la vista. Mulder apreció que en un alarde de coquetería
a Dana le daba vergüenza tener ojeras. Con inigualable tacto él
se acercó, le quitó las gafas de las manos y la levantó
la barbilla.
- ¿Qué te hicimos anoche para que no durmieras bien? - preguntó
acariciando con los pulgares la zona ligeramente ennegrecida bajo sus ojos.
- Di mejor qué NO hicisteis, o mejor qué no hiciste... - Mulder
tenía cara de extrañeza, no entendía lo que le trataba
de decir.- ayer, en... en el coche...- no pudo seguir. La puerta se abrió
lentamente.
Una cabeza morena y pecosa apareció por detrás.
- ¿Agentes Mulder y Scully?- preguntó el joven vestido con gabardina.
- ¿Quién pregunta?- dijo Mulder apartándose de Scully,
no sin antes acariciarle la espalda y la barbilla. El joven, al ver a Mulder
hacer ese gesto se fijó en Scully y comenzó a tartamudear.
- So ssssssoosssososo... soy el agente Mumu mu mu mu mu Murray de narcóticos.
Verán es que no hay ningún agente de la unidad de narcóticos
del FBI y el director adjunto Skinner me envió a ustedes...
Mulder y Scully se acercaron al joven policía de no más de 27
años y le invitaron a tomar asiento. Mulder se sentó en su silla
con los pies sobre la mesa. Scully se sentó en la mesa y el joven agente
al otro lado. Éste sacó un dossier que llevaba en una carpeta
y se lo alcanzó a Mulder y Scully. Al recogerlo, Scully se agachó
ligeramente. El agente Murray descubrió el gran secreto de la camiseta
blanca de Scully y tuvo que estar un rato con las piernas cruzadas describiendo
un amplio triángulo que ocultase su "revolución" de
hormonas. Mulder simplemente disfrutaba al ver cómo el renacuajo ese
de narcóticos estaba prendado de SU Scully.
- Verán - decía el agente evitando, a veces sin éxito,
mirar al escote de Dana - ayer por la noche interceptamos a un camarero del
restaurante Ikebana, con un cargamento de 10kg de leche en polvo, parece extraño,
pero creemos que alguien de ese restaurante trafica con heroína y utiliza
la leche para cortarla.- Scully se movió en la mesa.
- Sinceramente - dijo - me parece que se precipitan con la suposición
del tráfico de drogas... no me parece una prueba suficientemente fehaciente
que un camarero lleve 10 kg de leche en polvo...
- Pero... - el joven agente se ruborizó al descubrir que había
cortado a Scully. - bueno... quería decir que... parece ser que varios
comensales del restaurante que anoche cenaron allí, han desarrollado
síndrome de abstinencia... lo que nos indica que se pudo administrar
por error parte de la heroína como condimento...
- Eso no es posible... - dijo Mulder saliendo del mutismo de los últimos
cinco minutos - nosotros cenamos allí anoche con unos amigos y ninguno
hemos desarrollado la sintomatología del síndrome de abstinencia.
- Bueno, la verdad es que tenemos tan solo a un par de personas en comisaría
ya que a la mayor parte de la gente que puede ir a ese restaurante no se les
puede detener porque tienen abogados influyentes, etc.- el joven detective bajó
la cabeza avergonzado por su impotencia ante ésta gente. - y... bueno,
como la agente Scully es forense querríamos que les echara un vistazo,
con el fin de determinar si es o no un caso de drogas...
- Agente Murray...- dijo Scully
- Mike, me me me me me llamo Mike, puede tutearme.- Mulder se reía para
sí.
- Bien Mike, yo soy Dana. Me interesa mucho echarles ese vistazo a las víctimas.
- el agente sonrió.
- Pu... pu... pues cuanto antes mejor. Vamos hacia la comisaría. Ten...
ten... tengo mi propio coche -
- Fantástico - dijo Scully divirtiéndose al jugar con el pobre
muchacho, - nosotros te seguiremos en el nuestro... - el joven agente dejó
de sonreír y agachó la cabeza. Salieron del despacho.
Mulder salió el último y detuvo a Scully del brazo. La habló
al oído...
- No está bien que juegues con los sentimientos del pobre muchacho. -
le dijo.
- ¿Y tú si puedes jugar con los ajenos? - le respondió
ella dejándole totalmente desconcertado, incapaz de responder ni de decir
nada. Ahora tenía mucho en que pensar. Pero mucho, mucho...
La comisaría, como la había llamado el agente Murray, resultó
ser un piso franco en medio de la nada, un barrio pobre, lo único bueno
era la situación, justo detrás del restaurante, donde se veía
la salida de servicio y los contenedores de basura. En el coche, Mulder había
estado callado, y Scully se había dedicado a lanzar indirectas que dejaban
a Mulder tan atolondrado que se saltó dos STOP provocando frenazos considerables
por parte de los coches que circulaban por la carretera. Las indirectas eran
tales como "me encantaría vivir el cuento de la bella durmiente,
¿sabes? Aquella a la que el hombre del que está enamorada la despierta
con un beso..."y cosas por el estilo.
Continuara....