fanfic_name = Desvío y paseo ante el mar: Ante el mar. (3:3)
chapter = 3
author = Rain
dedicate = A Angelita que es un cielo. A Lessa por sus consejos. A tod@s los que me escribís comentarios y decíais esperar otro...Ten cuidado con lo que deseas...Y a cualquiera que se haya esforzado por ser un buen amigo/una buena amiga (vamos, a tod@s, supongo).
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = • Derechos legales: ¿Soy millonaria? No. ¿Mi e-mail ha rebasado su capacidad de tantos correos preguntando por la segunda película? No. ¿Me he pasado noches en vela tratando de decidir a qué personaje me cargaré la próxima vez? No. ¿Entiendo la mitología? No. ¿Soy capaz de escribir un beso entre Mulder y Scully y no quedarme ahí? Sí...Pues una vez realizado el test parece que no soy Chris Carter así que tengo que informaros de que Mulder y Scully no me pertenecen sino que son propiedad de Chris Carter, 1013 y Fox y que no intento violar los derechos de autor ni obtener beneficios económicos por medio de este relato.
• Rating: TP.
• Spoilers: Hasta el final de la cuarta. Especialmente The field were I died.
ANTE EL MAR
Quedaba mucho por hacer:
recoger los sueños en las noches frías
como cuando no hay peces recojo las redes vacías.
El bosque de tu alegría, Manolo García.
La imagen de Phil apareció en la mente de Mulder: Lo cierto es que quizá aquel tipo ni siquiera se llamaba Phil, pero tenía un delantal rojo con un “Phil´s” bordado. Phil le ponía en las manos los vasos de papel con café mientras le sonreía y decía “¿Cómo andamos hoy?”. Phil sudaba mucho y sonreía mucho y se quejaba mucho de su mujer porque se empeñaba en poner aquel jarrón de flores sobre el mostrador y él tenía que sortearlo para servir cuando la cola se deshacía y le venían por la derecha. Siempre le miraba con la boca entreabierta y le decía, “¿Qué?, seguro que usted no tiene que soportar que se le metan así en su trabajo. “
Al escuchar eso Mulder siempre pensaba en Scully sentada en el sillón del despacho esperando por su café y sus panecillos mientras pasaba las hojas de algún informe con esa tranquilidad tan suya. Entonces la palabra “Compañera” cruzaba su mente y sonreía.
Phil tenía un hijo llamado Roger que siempre entraba y salía corriendo como si fuese un dibujo animado. Al parecer Roger siempre dejaba las cosas para el último momento, no ayudaba a nada y había nacido sólo para volver loco a su padre.
Roger estaba demasiado delgado según Phil, (aunque a Mulder le parecía un chico muy sano y normal) así que cada vez que pasaba a la velocidad de la luz Phil gritaba “Roger, ven aquí que te comes un panecillo” y Roger giraba ya levantando el brazo y cogía el panecillo de arándanos que su padre le alcanzaba sobre el mostrador diciendo “Chao, voy al parque” y Phil gritaba “A ver que haces que te conozco” y Roger rezongaba “Pesao siempre igual”.
Y tras sonreír y despedirse por quinta vez de Phil y jurarle a su mujer que no, que de verdad que no “necesitaba también llevarse unos pastelitos que seguro que no comía bien ay tanto trabajo de verdad si es que ahora no se vive”, caminaba con los vasos en una mano y la bolsa con los panecillos en otra, sintiéndose extrañamente feliz de tener que abrir las puertas con los codos. Y a veces, en esas largas tardes de primavera, pensaba que quizá, sólo quizá, si la vida al menos se alejaba un poco de ser tan repugnante, quizá llegaría a querer tener un Roger que le gritase: “Pesao, siempre igual”.
Hubiese preferido tener cualquier otro sueño, cualquier otro, lo cual no era precisamente poco decir en un hombre que había llegado a odiar dormir a causa de las pesadillas.
Era habitual que se despertase sobresaltado, sudando, gritando, llorando o ya en pie, buscando su pistola.
Hubiese preferido una pesadilla, a pesar de estar con Scully. A pesar de que habría tenido que explicarlo.
A veces, tenía buenos sueños, aunque tontos, sin sentido, como que podía volar sobre el Smithsonian, o que se dejaba caer sobre la hierba del prado al que iba de picnic con aquella chica algún fin de semana el segundo año de Oxford o que caminaba por la calle un día de primavera.
O que Scully le abrazaba. Solía soñar que Scully le abrazaba, sin más, no ocurría otra cosa en el sueño: Llegaba una mañana al despacho y le abrazaba, iba a su casa y en cuanto él abría la puerta le abrazaba, se dirigía al garaje para coger el coche y Scully estaba en el asiento del copiloto, él se sentaba y ella le abrazaba. Después de esos sueños siempre se despertaba con una sensación agradable, como si Scully le hubiese abrazado.
Dada la situación en que estaba, aquel sueño repetitivo hubiese sido lo más normal.
Pero no era eso lo que había soñado.
Se había medio despertado en algún momento de la noche con una sensación de felicidad tan intensa que le había costado darse cuenta de qué era lo que sentía; aún más aceptar que estaba en una cama incómoda en una habitación extraña y, por alguna razón que no recordaba, con alguien respirando cerca de su cuello y con una mano bajo su camiseta.
Respiró profundamente y supo que era ella, de modo que volvió a cerrar los ojos e intentó retomar el sueño, que era lo único aún mejor que la realidad.
Despertarse del todo varias horas después fue otra historia. Cuando se despertó del todo las imágenes y sensaciones de aquel sueño le golpearon con fuerza en un inmenso “Sólo ha sido un sueño”. Pero eso no era lo peor, lo peor era tomar conciencia de que aquella realidad de Scully dormida a su espalda y con su brazo rodeándole era algo momentáneo. Porque, entrevelado, tardó un par de minutos en recordar qué hacían ahí y cuál era la situación en que ella se encontraba.
Cerró los ojos con fuerza y murmuró un “Oh, Dios mío”.
Las imágenes volvieron: Estaban en una cama pero no como la de aquel motel, era una cama grande y blanca en una habitación grande y blanca iluminada por una luz difusa que parecía venir de todas partes, como si las paredes, el techo, los muebles e incluso ellos mismos brillasen.
Se miraban a los ojos. Scully sonreía, tan feliz que parecía incapaz de expresarlo, a punto de echarse a reír, o a llorar, o a gritar, a pesar del profundo cansancio que se entreveía tras esa felicidad. Tenía el pelo distinto y estaba...distinta. Exactamente ese tipo de “distinta”, exactamente el “distinta” de una mujer que acaba de tener un hijo.
Un hijo que ya se había quedado dormido entre ambos con el dedo índice de Mulder cogido en su manita. Se levantó con cuidado de la cama, lo tomó en brazos y lo llevo a su cuna.
Permaneció allí, de pie, observándole. Nada le había parecido nunca tan bello, tan complejo, tan increíble y tan real como aquel bebé que dormía entre sábanas con ositos. Inocente, ajeno al mundo, en paz.
Cuando quiso darse cuenta estaba llorando por la emoción. Entonces sintió que Scully estaba tras él y la llamó en un susurro: “Scully”. Sintió la mano de ella sobre su hombro. “Estoy aquí, Mulder”
-Ven, abrázame,- le dijo. Sonrió extrañado: ¿qué mundo era aquel en que él podía pedirle a Scully que le abrazase sin sentirse egoísta, o culpable, o extraño, o inseguro?
Ella le rodeó con sus brazos y se sintió tan feliz que creyó iba a saltar en pedazos. Estaba atrapado entre las dos personas a las que más amaba en el mundo. Porque, en el sueño, no tenía duda alguna sobre lo que sentía por Scully: Simplemente lo sentía todo, todo lo que creía podía llegar a sentirse por otra persona un cariño intenso, un fuerte deseo, la misma amistad pero aún más clara, un amor profundo. Todo, mezclado y concentrado habitaba el espacio entre ambos.
Tomó la mano de Scully y la llevó a su corazón incapaz de expresarle de otro modo lo que sentía.
Entonces la sintió inquieta, suspiró sobre su piel, él apretó su mano con más fuerza. Sabía lo que estaba pensando, sabía que tenía miedo, habían pasado por tanto...Pero él sentía que todo iba a cambiar. Sentía que, al menos en ese instante, los tres estaban a salvo y juntos.
Era un instante por el que merecía la pena una vida entera, que daba sentido a una vida absurda, que daba sentido a su vida.
-Tranquila, Scully: A partir de ahora todo irá bien.
Hundió el rostro en la almohada para ahogar los sollozos y fue ese ligero movimiento el que le hizo darse cuenta de aquella humedad en su espalda. En un primer momento sonrió al pensar que sería muy embarazoso para ella darse cuenta de que le había llenado de babas la camiseta mientras dormía, pero tuvo una sensación extraña: una mezcla de presentimiento y conciencia de que no era saliva. Se volvió aún con cuidado para no despertarla. A pesar de que la luz estaba apagada pudo ver una mancha oscura alrededor de su boca.
-¡Scully!
Encendió la luz, se quitó la camiseta y comenzó a limpiar con ella la sangre de su rostro. Scully despertó con aquel grito cargado de pánico y miró a su alrededor esperando un ataque, un fuego, un terremoto, pero no había nada más que un Mulder absolutamente aterrorizado y con una camiseta manchada de sangre en su mano.
Estaba tan confusa y sobresaltada, que en un primer momento creyó que la sangre era de él, que estaba herido, y miró su pecho buscando. Entonces sintió el sabor en la boca y comprendió.
El seguía cuando ya casi no había qué limpiar. Humedeció la camiseta y volvió a pasarla bajo su nariz queriendo borrar todo rastro de sangre, como si con ello borrase el hecho, como si así pudiese hacer desaparecer aquello que la estaba oprimiendo por dentro hasta hacerla sangrar. Lloraba, parecía fuera de sí, frotaba tan fuerte que le estaba haciendo daño.
-Mulder, ya,-susurró Scully sujetándole la mano. -Ya pasó. No es nada, tranquilo.
Le acarició la mejilla cubierta de lágrimas. Sentía tanta lástima por él, por verle en ese estado, que incluso le sonrió e intentó quitarle importancia al asunto. Le cogió la camiseta y se la enseñó:
-Ves, es muy poca sangre. No es nada. Estoy bien.
Se obligó a sí mismo a calmarse. Por un momento había pensado que no se despertaría, por un momento...Se apoyó contra el respaldo de la cama y la miró, ante él, sentada sobre sus talones, con una nueva gota de sangre fluyendo, intentando convencerle de que estaba bien. ¿Cómo podía la vida ser tan injusta?”Te está matando. Te está matando y quieres que me calme.”
-Te está haciendo daño.
Le resultaba tan inconcebible el hecho de no tener un enemigo, que en realidad parte de ella fuese el enemigo, no conocer las causas, razones, condiciones...sólo un hecho: La estaba matando.
-No duele, -respondió Scully con cansancio.
Estaba cansada, cansada de sangrar, de mantenerse entera, de evitar llorar, de decir que no pasaba nada, de esperar, esperar resultados, esperar esperanzas y, desde la última visita al médico...esperar lo único que quedaba por esperar ahora que sabía que no tendría que esperar demasiado. Cansada de ocultarle ese hecho a todos.
Se levantó para ir a lavarse. Le miró, y de nuevo sólo pudo sentir lástima por él y lástima por ella misma y odiarse por ello. Le besó suavemente,
-No llores. No es nada.
Caminó pesadamente hacia el baño y cerró con llave, sin saber porqué. Quizá tan sólo para olvidar que había hecho lo que se juró no haría: Permitir, provocar que alguien más sufriese por ello.
Él siguió el recorrido lentamente, paso tras paso, tras ella. Apoyó la frente, la palma de su mano contra la puerta del baño, cerrada, había escuchado el cerrojo.
No lo estaba consiguiendo, no la estaba ayudando. Se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo, contra la pared.
El sueño volvió a su mente, con todos los sentimientos y sensaciones que llevaba asociados. Había sido tan vivido, tan real, a pesar de ser una situación imposible, que resultaba físicamente doloroso.
¿Qué tipo de vida era aquella en que eso era imposible pero no que a Scully la hubiesen abducido para someterla a experimentos dentro de un complot entre el gobierno y seres extraterrestres? ¿Qué tipo de ridícula y absurda vida llevaba que hacía posible que los óvulos de su compañera hubiesen estado en su bolsillo?
Por un momento pensó que el sueño debía ser la realidad y la realidad tan sólo un estúpido sueño, una pesadilla.
No es que quisiese tener un hijo con Scully, ni siquiera tenía lo suficientemente claro si quería a Scully de esa forma. Odiaba reconocerlo pero sí, era de ese tipo de personas que valoran más las cosas cuando saben que pueden perderlas, por eso ahora no podía tomar una decisión respecto a qué sentía y qué no sentía por ella.
Todo era demasiado confuso, pero resultaba obvio que el sueño parecía más real que su simulacro de vida, con una hermana desaparecida y un padre asesinado, en la que cada día tenía que enfrentarse a algo más increíble. Quería despertar de aquello, Samantha estaría sana y salva y Scully no estaría enferma, y si el precio era ser padre y tener que aceptar esa responsabilidad firmaría ya mismo.
Por Dios, él sabía que los óvulos de aquella mujer a la que oía llorar al otro lado de la puerta estaban en un tubo cuando ella ni siquiera lo sabía.
No era tan fuerte. No es que no le gustase en parte llevar una vida distinta, investigar, descubrir hechos ocultos, hacer un viaje al otro lado del país para examinar unas marcas extrañas en el cuello de alguien pero no hasta ese punto. Aquello era demasiado. Aquello se estaba volviendo demasiado personal. No podía más.
Pero lo importante, lo único importante es que no se sentía ya con fuerzas para soportar ese peso, aceptar que iba a perderla a no ser que ocurriese un milagro, a ella, a la única persona en muchos, demasiados años, a la que había permitido acercarse a él. No podía soportar no poder hacer nada por ella. Fallarle hasta tal punto. Fallarle hasta el punto de no poder soportarlo.
Scully salió del baño y le vio, sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos.
-¿Me puedo unir a la fiesta?- dijo sentándose a su lado.
-Lo siento, Scully.
-¿El qué?
No consideraba que Mulder debiese disculparse por nada, pero sabía que se sentía culpable por casi todo en este mundo y no era capaz de imaginar a qué se refería en esos momentos.
-No hacer nada.
-Lo haces, Mulder. Haces lo que puedes. Y yo te lo agradezco.
Entonces la miró, triste, cansado, desesperanzado. Era como un espejo.
-Soy yo quien lamenta...haber permitido esto: No debí, dejar que te implicases hasta este punto. Yo tengo que pasar por esto pero tú no tienes porqué, -dijo remarcando las últimas palabras.
Debería habérselo evitado pero se sentía tan sola que le había sido imposible. Ya había alejado a su familia. Mulder no se había dejado, simplemente.
-¿No lo entiendes, Scully? No estar aquí no lo haría distinto para mí.
A veces todavía se lo preguntaba, después de todo lo que había ocurrido a veces aún se preguntaba qué eran. A eso no tenía respuesta aún, parecía claro que nunca la tendría. Pero, a veces, aún se preguntaba si era algo más para él, algo más que la que hacía las autopsias, la que redactaba más de la mitad de los informes, la que le daba credibilidad ante sus superiores.
En realidad lo sabía. Sabía perfectamente aquel “Importante” que él había pronunciado el día anterior. Algunas veces más que otras pero siempre lo sabía. Lamentaba sin embargo no haberlo tenido nunca antes tan claro.
-Para mí sí sería distinto si no estuvieses.
Mulder sonrió y echó el brazo sobre sus hombros. Scully dudó un instante. Pero era tarde para dudar, para alejarse, para soñar que no era importante, que él se tragaba su máscara de mujer inquebrantable, que estar entre sus brazos no implicaba automáticamente sentirse mejor. Era tarde así que pasó las piernas sobre las de él, se abrazó a su cintura y apoyó la cabeza sobre su pecho dejando que la rodease y la aislase del mundo real.
Dejo su mente vagar de un lado a otro arropada en aquel refugio.
Sólo un tiempo robado, eso habían sido esos días, un caso aparte, una nota débilmente sujeta con un clip a su vida, escrita con prisas, sin puntuación, palabras apenas reflexionadas, trazos rápidos e inseguros, difícil de leer más tarde e interpretar, poco espacio en el que se intenta concentrar un mensaje importante.
Quiso pensar que ambos leían lo mismo ahí. “Para mí sería igual-Para mí sería distinto” Opuestos que curiosamente decían lo mismo: Me importas. Eres parte de mi vida. Eres parte de mí.
Le apretó con más fuerza y él besó suavemente su pelo. Probablemente no sabía qué hacer, seguía pensando que no era suficiente, ignorando que estaba haciendo justo lo que necesitaba. Con torpeza y dudando, quizá poco acostumbrado a ser necesitado, pero certero.
Quería más tiempo y quería más tiempo con Mulder. Tenía mucho que hacer, en el trabajo, en su vida, quería no hacerle eso otra vez a su pobre madre, a sus hermanos, pero en aquel momento lo que realmente quería era más tiempo con aquel hombre al que tantas veces había “echado de más”.
No es que tuviese la impresión de haber perdido el tiempo pero sí de no haber sido consciente de lo que ocurría. Había vivido pensando demasiado en un futuro que ya no existía. Pensando que había que irse a dormir para estar descansada, en leer informes e investigaciones médicas por si acaso algún día necesitaba aquellos conocimientos en lugar de quedarse un rato hablando con él. Y mientras pensaba en lo que ocurriría no veía lo que estaba ocurriendo: cómo Mulder pasaba a ser la persona más cercana, la persona que siempre estaba allí cuando se le necesitaba, en cierto modo, la más importante en su vida.
Un compañero. No sólo alguien a quien se le da ese nombre sino un verdadero compañero: Quien te acompaña en tu vida.
Recordó aquel extraño caso unos meses antes, otra secta, una mujer, con doble personalidad, según ella, que recordaba sus vidas pasadas, según él. Mulder se había sometido a una regresión hipnótica y había hablado de sus vidas pasadas: Y ella siempre formaba parte de su vida, distintas formas, distintas personas, pero siempre estaban juntos. Las almas volvían juntas, había dicho él. Y se sorprendió a sí misma teniendo fe, sólo por un segundo pero creyendo, aquello.
Y eso le hizo reír. Ahora que ya no creía en nada, se estaba planteando la reencarnación, genial, eso era tan triste que resultaba gracioso, muy gracioso.
-¿Qué estás pensando?- susurró Mulder. No le gustó la pregunta aunque sí escuchar su voz. Lamentó haberse reído, se estaba más a gusto sólo sintiendo.
-Estaba pensando que todo se pega.
Mulder no preguntó más aunque quiso hacerlo. Sin embargo Scully continuó, aunque no quería:
-Sabes, Mulder, desde pequeña, desde que mi madre me enseñó el Padre Nuestro he creído en Dios. A veces más, a veces menos supongo, de distintas formas. Sé que a ti te sorprende que alguien como yo crea en Dios -su tono cambió de pronto, se volvió triste, dolorido.- A menudo pensaba que acabaría ocurriendo esto, pero ha tenido que ocurrir precisamente ahora. Toda mi vida he rezado, he intentado cumplir con todos los principios religiosos, he creído que algo, alguien, me tenía en cuenta, me conocía, me veía. Me he sentido culpable a veces por absolutas tonterías y otras por cosas...que eran para sentirse culpable, muy culpable, muy culpable...
Guardó silencio sumida en sus pensamientos, con la mirada perdida en el suelo.
Intuía cuáles eran las tonterías que había nombrado pero no podía imaginar qué podía haber hecho Scully que le provocase tanta culpa. Por un instante, casi sintió que se separaba ligeramente de él, como si de pronto no se sintiese cómoda abrazándole pero tampoco quisiese romper el abrazo. Ese gesto le dijo que no debía preguntar.
-Siempre he creído que alguien cuidaba de mí, de todos nosotros, y siempre he creído...-sonrió con ironía-ya sabes, la parte buena. Salvo ahora. ¿A qué es gracioso?
No, no le parecía gracioso sino terrible que hubiese perdido esa fe. Una fe que él no compartía pero sabía que era importante para Scully. Intentó imaginar hasta qué punto debía sentirse desamparada, sin esperanzas. Hubiese llorado pero no lo hizo, por respeto a ella.
-Supongo que no debería estarte contando esto, es... una tontería.
-Me gusta escucharte, tonterías incluidas, -dijo esforzándose en sonreír y tratando de dar a la conversación un tono de ligereza.
Scully le creyó y sonrió, demasiado, ambas cosas, por eso tuvo que bromear.
-Vamos, odias escuchar mis parrafadas científicas demoliendo tus teorías.
-Esto es distinto.
Se miraron largamente, con esa calma que da la confianza, la sensación de que nada de lo que se es, se ha sido, se ha hecho, se ha pensado, puede cambiar los sentimientos de otra persona. Mulder comenzó a colocarle el pelo mientras le decía:
-¿Sabes, Scully? Tampoco odio cuando me llevas la contraria. A veces eres exasperante, sí, como yo, pero... No sé,-suspiró tratando de encontrar palabras- Sé que no crees en la inmensa mayoría de las cosas en las que yo creo.
Scully sonrió.
-Pero recuerdo cuando te conté que Samantha había sido abducida: Acabábamos de conocernos y, sé que no lo creíste pero no me tomaste por un loco, ni por un estúpido. Cuando se es como yo soy y se creen las cosas que yo creo...
Se sintió abrumada, todo aquello era demasiado para ser escuchado en el suelo, en sus brazos, tan cerca, mucho más de lo que la misma situación implicaba. Mucho más que físicamente cerca. Nunca habían estado tan cerca.
-Mulder, que no crea lo que tu crees no significa que no crea en ti.
Seguía pareciéndole injusto, como siempre, desigual, como siempre: Ella siempre le había dado mucho más que él a ella. Dudaba incluso de que él le hubiese dado alguna vez algo. De modo que intentó, como llevaba intentando durante los últimos meses, descubrir qué era exactamente lo que ella necesitaba y cómo entregárselo.
No podía salvarle la vida, no esta vez, no podía darle más tiempo, no podía evitarle el dolor, pero tenía que haber algo, alguna pequeña y estúpida cosa útil, algo más que abrazarla, algo importante. Volvió a pensar en lo terrible que era que hubiese perdido su fe, ahora, cuando la necesitaba, pero él tampoco podía devolverle eso, ni siquiera creía.
Entonces hizo aquella absoluta estupidez sin sentido: Recordó el sueño, se hundió en el sueño, en las sensaciones, en aquellos sentimientos que en realidad, a pesar de lo fuertemente unido a ella que se sentía en esos momentos, no tenía, y se hundió en su mirada tratando de transmitirle aquella fe, la que él había sentido, la fe en que todo iría bien, porque sí, porque estaban juntos y todo tenía que ir bien.
-Que...-balbució Scully tras un tiempo que le pareció imposible de determinar.
No sabía qué preguntarle, no sabía qué decirle, no sabía qué había ocurrido, sólo que se había sentido de nuevo como ante el océano, sólo que eran los ojos de Mulder en esa mirada y se había hundido en ellos como si la vida, la muerte, todos los sentidos, todas las respuestas estuviesen allí, como si todo cupiese, como si todo pudiese tener un lugar...incluso la esperanza.
-Scully, la fe es peligrosa pero, ¿y si fuese lo acertado?
-Mulder, tú...ni siquiera crees en Dios.
-Y, aún así, te lo estoy diciendo.
-Ni siquiera...estoy muy segura de qué es lo que me estás diciendo...
-Quizá que las respuestas rara vez son lo que uno espera, pero hay que seguirlas esperando. Quizá todo lo que damos por seguro no esté tan claro...quizá.
“Quizá nada”, pensó. “El cáncer es cáncer, lo inoperable es inoperable y la muerte es la muerte. Y eso es todo.” Tenía sueño. Lo cierto es que no quería hablar más del tema: Hablar era pensar y pensar era pensar en ello. Sería perder el tiempo cuando allí había caricias, y miradas, y brazos y olor a Mulder. Quizá se iba a morir, pues vale, pero estaba viva y, como diría él: Una cosa era renunciar al sexo y otra a las fresas.
Cerró los ojos y apoyó la cabeza dejando que él la acariciase. Mañana sería lógica, mañana sería profesional, mañana sería fuerte, pero hasta el amanecer sería ella misma en los brazos de Mulder. No había razón para evitarlo. Ya nada podía cambiar nada. Hasta el amanecer se adormecería bajo aquella mirada llena de...lo que quiera que fuese, en el aroma, en las caricias, en el calor. Casi estaba dormida cuando él habló.
-¿Sabes qué es lo gracioso de la fe, Scully?
-Como digas algo de montañas que se mueven...no respondo de mí misma, -dijo adormilada, “¿Responder de mí misma?”, pensó, “dejé de responder de mí misma desde que soltaste aquello de “Pensé que te gusta el mar”
Mulder sonrió.
-No, lo gracioso es precisamente que no las mueve pero todos actuamos como si lo hiciese.
Aquello despertó realmente su interés, le miró interrogante.
-¿Qué quieres decir?
-Que creas en algo no hace que exista y que no creas no hace que no exista. La fe no cambia los hechos. La fe sólo nos cambia a nosotros. La fe en otras personas sí puede afectarles, por supuesto, pero la fe en Dios...Quizá has creído durante toda tu vida y eso no hizo que Dios existiese pero, si Dios existe, que no creas ahora no lo va a cambiar.
Pensó que, dando ánimos, Mulder era como en todo lo demás: Raro y honesto. Ella ya no tenía fe, y no iba a recuperarla pero...quizá sí esperanza, sólo un poco, pero la tenía. Esperanza en equivocarse al no tener fe, esperanza en equivocarse al no tener esperanza.
Sí, Mulder era raro y honesto, pero lo más raro de todo era que lo había conseguido, todo, que hablase, que olvidase y que creyese que existía una esperanza.
Recordó la mirada de hacía unos minutos y quiso creer que era fe lo que había en su fondo, no fe en un dios, no fe en la ciencia, fe en ella, quizá, fe en un milagro, quizá, una fe creada sólo para poder dársela a ella, para poder hacerle sentir bien. Eso le parecía algo muy bonito y eso era lo que quería creer. Volvió a sonreír: “Ella quería creer”.
-Todo se pega, -dijo en un murmullo casi inaudible. El sueño le estaba venciendo.
-¿Qué?
-Nada, que quizá hay montañas que se mueven y están hechas de granos de arena.
-¿Dunas?-, dijo él divertido y extrañado.
-No era un acertijo, pero supongo que has acertado.
El sol ya se colaba a través de las cortinas entreabiertas, se arrastraba por el suelo hacia ellos. Scully deseó que nunca les alcanzase. No quería el día siguiente, no quería el avión, no quería volver. Quería quedarse allí, en un abrazo lleno de caricias y susurros que sabía no volvería a existir o quizá, pensó, sólo quizá...
Le miró fijamente. Mulder pensó que podía deberse a la luz del amanecer, pero le pareció vislumbrar un rastro de esperanza en su mirada. Su sonrisa mostraba cansancio, pero ya no parecía tan triste, y pensó que quizá, sólo quizá...
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