Nombre del Fanfic: Distancia

Capitulo: 1-16

Autor: francisca

Clasificacion: Touchstone

Romance:

Angst / Drama

Fanfic: DISTANCIA 
Aquel día en el que por primera vez te ví... 
Hubiese dado cualquier cosa para que me mirases como yo a ti 
O responder la vaga pregunta y la repentina distancia 
Que el momento y el tiempo interpuso entre nosotros  
¿por qué tanto costó? 
¿por qué solo un minuto pude tenerte entre mis brazos? 
 

Se encontraba de pie a un costado observando todo lo que allí ocurría. No había nada que esperar, nunca había nada que esperar, todo era demasiado predecible, o al menos Diego siempre así lo había pensado.  
El timbre resonó en el aula y al unísono una manada de jóvenes desesperados se apretujó en la puerta formando un caos. Las puertas se abrieron y la sala quedó vacía inmediatamente excepto por un par de estudiantes, que también se aproximaban a salir. Diego suspiró, cogió sin ganas su bolso y partió con aire resignado. Bajó las escaleras mientras miraba perdidamente hacia la multitud. Su corazón dio un brinco. Ahí estaba –Alejandra- musitó para si mismo- la chica de improvisto giró y posó su mirada en él como si lo hubiese escuchado. Su corazón dio otro brinco ante tal hermosa mirada - Mierda- pensó para sí y no atinó a otra cosa que llevarse el brazo a la nuca y apartar la mirada.  
Suspiró. Se sintió como un imbécil. ¿Dónde había quedado su fama de chico galán? Se sintió más estúpido aún al preguntarse aquello. Que idiotez más absoluta. Él era un idiota y además faltaba agregar que... –Diego! – una voz musical lo apartó de sus pensamientos  
- eh?- buscó con la mirada a aquel ser que pronunciaba su nombre de forma tan perfecta –oh, hola Jess-  
- ¿no quieres venir con nosotros a pasar el rato? – parecía orgullosa de la invitación –¿ah? – se sorprendió- mmmmh... pues debo estudiar para el examen semestral y... – 
-Diego- lo interrumpió la chica con un tono de emergencia - el examen semestral es en dos semanas más! – 
Diego comenzó a alejarse – ah, si es por eso... también hay examen de matemáticas el martes- Se alejó dando brincos. Se apresuró para atravesar la salida sin dirigirle la mirada a nadie en su camino dejando a algunos boquiabiertos por la actitud que se estaba apoderando del “gran Diego”. Comenzó a caminar, o a decir verdad, corría. Miles de pensamientos cruzaban su mente y solo indicaban hacia una persona, ella, Alejandra.  
-Alejandra, Alejandra, Alejandra- decía mientras corría desesperadamente hacia su casa. La quería y no lograba explicarse como. Como, cuando y por qué, pero la quería y demasiado para su gusto. Y lo más terrible era que con cada mirada, con cada momento en el que escuchaba su voz y la tuviese cerca suyo, este sentimiento, este maldito sentimiento se clavaba más en su pecho. La quería. Incluso a lo largo de todo el tiempo que había transcurrido desde que la había visto por primera vez se aterraba al sentir incluso que la amaba, sí, la amaba. 
Al llegar a su casa, se recostó sobre el sofá. Se estaba volviendo un maldito hábito recostarse sobre el mueble y comenzar a repasar los detalles sobre sus encuentros con Alejandra. Si es que se le podían llamar encuentros. Poco a poco fue reviviendo aquellos pequeños instantes en los que la tuvo próxima y en como los desperdiciaba con una sonrisa boba o simplemente haciendo lo que nunca deseaba hacer, marcharse. Poco a poco fue cerrando sus ojos hasta quedarse profundamente dormido, sin sacarla de su cabeza siquiera un segundo. 
 

Por motivo del fin del semestre e inicio de una nueva temporada, la escuela Makalister había adquirido la tradición de alentar a sus estudiantes organizando una fiesta, por la cual se comenzaban a hacer los primeros preparativos .  
Diego escuchaba sin ánimo como sus amigos entusiasmados trataban de anticiparse a lo que ocurriría y como se repartían con cierta egolatría a las chicas.  
-Jess estará conmigo- afirmaba Michael, mientras otro reclamaba inocentemente –no puedes asegurar de que ella querrá estar contigo-  
-ah, lo que es yo trataré con Margot- afirmó una voz profunda que hizo estallar en carcajadas a todo el grupo -Jason, todos aquí sabemos que es lo que siempre tratarás, y mas aún, sabemos tu inminente rechazo- sentenciaron todos a coro.  
-nadie puede estar seguro, quizás este año le toque- recalcó una voz masculinamente suave- el grupo giró sus cabezas sorprendido –oh , nos vas a dar un par de consejos esta vez, Diego- se acercaron para rodearle amigablemente – sí, tú siempre te llevas lo mejor. Esta vez no creo que nos dejes con cuello- 
-por favor-  
-lo único que se- se unió al grupo un joven alto y atractivo- es que la chica nueva se quedará conmigo-  
-oh! Alonso, se nota que cada intento tuyo de acercamiento es rechazado- se burlaron los demás. Diego sonrió. Aunque no podía sentirse mejor. Alonso era valiente al lado de él y supuso que su compañero obtendría alguna vez algún grado de respuesta por parte de... ella, Alejandra. Se aterrorizó de que sus pensamientos fuesen ciertos. ¿Alonso y Alejandra? ¡No! Ese imbécil solo jugaba con las chicas...se le hizo un nudo en la garganta, al final él no estaba lejos de jugar con las chicas. Se angustio. Ahora todo se sentía diferente. Se dio cuenta de que por primera vez quería a una de verdad, y que para su desgracia parecía ser la mujer que estaba en el lado más alejado de la galaxia. 
Se puso de pie y se dispuso a salir del salón cuando solicitaron su ayuda para mover las mesas al último piso del edificio. Miró de reojo hacia el sitio donde se ubicaba Alejandra, con la tonta esperanza de encontrarse con su mirada, pero fue vana. Ella charlaba animadamente con otros compañeros. Podía escuchar sus carcajadas animadas y su voz tan jovial. –Alejandra..- pensaba –te quiero tanto...- Regresó para buscar mesas y acarrearlas cuando se percató de que ella lo observaba y sin pensarlo le devolvió la mirada. Ella sonrió dejando entrever una pizca de melancolía. Su corazón se paralizó ¿qué es lo que ocurre? ...Alejandra... mi amor... 
-pero muévete pues hombre! – lo sacudió Alonso  
-ah! Disculpa- dijo...imbécil- susurró para sí. Enrolló la mesa con sus brazos lo más que pudo y subió de una carrera los cinco pisos hasta llegar al salón exhausto. Dejo la mesa junto a las decenas que habían y se acomodó en un sitio que parecía bastante cómodo a simple vista. Pronto comprobó que su suposición no había fallado. –Ah, por fin silencio-suspiró y dejó caer su cabeza cerrando los ojos . No supo cuantos minutos transcurrieron cuando comenzó a oír cuchicheos aproximarse –gruño- trató de seguir durmiendo. Si es que era eso lo que planeaba. 
-Diego!- la armónica voz lo sobresaltó de improvisto y molesto abrió los ojos, pero sus quejas se ahogaron al verla a unos pasos más atrás de Jess , ahí estaba Alejandra contemplándolo con una pizca de seriedad, no así Jess que parecía sonreír más que nunca -¿qué haces aquí?- agregó. Diego se incorporó un tanto –eeh, nada- mierda, que respuesta más ridícula, pensó. Jess lanzó una carcajada – flojo! Te arrancaste y dejas que los otros acarreen todo- se aproximó a él con la intención de moverlo pero la interrumpieron en el acto. 
-Jessica!- el grito parecía provenir de pisos más abajo. Jess gruño –ya voy!- se arregló su perfecto peinado y cruzó el aula velozmente desapareciendo entre los ecos de sus zancadas. Diego se quedó embobado mirando el marco de la puerta. Sabía que ella estaba ahí. No entendía que era lo que le impedía acercarse o mirarla. Alejandra se aproximó a la salida sin decir palabra. El corazón de Diego se detuvo –espera- dijo . La voz le salió demasiado firme y decidida que hasta a él mismo se impresionó.  
Alejandra se volteó con una chispa atravesando sus ojos - ¿si?-  
Diego sintió que le temblaban las piernas, era hermosa. De verdad que lo era. Su pelo castaño cortado asimétricamente hasta la altura de los pechos, no le quedaba claro si era liso o con ondas, aunque daba igual, le quedaba perfecto. Su atlética figura, su naturalidad, su sonrisa... 
-eeeh... ¿por qué te irías? , quédate– dijo por fin, después de su fugaz contemplación, y de nuevo se sintió como un idiota al ver que ella lo miraba con una extraña expectación. No atinó a decir nada más, simplemente cerró los ojos y aguardó –bueno, vete, pensó- y una angustia se apoderó de él cuando sintió que Alejandra se movía, pero una sensación más angustiante fue la que sintió cuando supo que ella no había abandonado el lugar, si no que se acomodaba a su lado, muy cerquita de él.  
¿Qué podía decir? ¿Qué debía decir para no dañar ese momento tan especial? , ¿Cómo algo así le resultaba tan especial? Tan importante... ¿Cómo actuar? ¿Qué esperaba ella? Sentía que su pequeño y débil corazón se hacía añicos...por nada. 
-te ves cansado...- la voz de Alejandra rompió el silenció. Diego cerró sus ojos con más fuerzas. Su voz era tan armónica, tan suave... 
-ya no duermo bien- musitó con un hilo de voz. Nuevamente se sintió un idiota ¿qué le iba a importar a esa chica que él ya no dormía bien?, pero la respuesta fue otra. Sintió como Alejandra se incorporaba delicadamente a penas a unos centímetros de él y comenzaba a deslizar sus suaves dedos a través de su cabello como una caricia, y era una caricia. Diego no entendía porque sentía tanta aflicción. O tal ves la alarma estaba apunto de despertarlo, pero nunca hubo alarma si no que las delicadas caricias de Alejandra se prolongaron como un delicado cepillo a través de su cabello. Y era hermoso. Y su corazón, y su alma se afligían al unísono. ¡Que ganas de quedarse allí toda la vida!, pero tal cual llegaron, las ansiadas manos de Alejandra desaparecieron y con ellas, sus esperanzas.  
-nos llaman- dijo ella con una sonrisa. Diego abrió los ojos –oh, sí, sí- se puso de pie tratando de no perder el equilibrio- vamos –  
 

No podía dejar de pensar en aquel día. Simplemente no podía. Sabía que no fue un sueño y ahora estaba enloqueciendo por volver a sentir sus manos. Él era un idiota y ya estaba más que claro. Los días siguientes solo se dedicó a la nostalgia. No! Era viernes y su desesperación era demasiada. Tenía que hacer algo. Tenía que aprovechar cualquier oportunidad. Después de meses por fin rindió su lógica frente a sus sentimientos. Caminó a paso firme y por primera vez desde hacía tiempo se irguió completamente sobre su 1,73 de altura impresionando a sus antiguas admiradoras que ya lo veían como un caso perdido. Bajó la escala decidido sin saber muy bien donde ir, solo buscarla. Hasta que la vio. No estaba sola y al parecer estaba muy complacida con su compañía, Alonso. Gruño –muy bien- se dijo a si mismo, pero el tiempo que estuvo ahí parado le dio tiempo suficiente para delatarse y que Alejandra lo divisara desde el otro extremo –mierda- bajó la cabeza y se fue por donde mismo vino. 
-andas bien raro tú oye- Diego se volteó –no sé- respondió 
-mmmmh no se de que serviría, pero sabes que cuentas conmigo, Diego-  
-gracias Jess- suspiró – eres buena al fin y al cabo- sonrió lo más sincero que pudo  
-anda, vamos a hablar un rato! – 
La jornada ya estaba por finalizar, pero para desgracia de los estudiantes se encontraba en el salón uno de los más macabros profesores, esos que no desperdician ningún minuto para entregar conocimientos. Se dictaba una clase de geometría avanzada, pero Diego lo único que atinaba a hacer era lamentarse por su falta de no se qué. El timbre resonó por fin en todo el lugar y los estudiantes desaparecieron en un dos por tres. Diego por su lado también partió apresurado con la esperanza de hallar la escusa perfecta y poder acercarse a Alejandra.  
Bajó las escaleras apresurado tratando de divisarla entre la chorrera de estudiantes. Se dispuso a salir del establecimiento cuando la vio. Ahí estaba. E inmediatamente quiso no haberla visto. Alejandra iba al encuentro de un chico. A lo que alcanzó a ver sería un par de años mayor o tal vez de la misma edad. No quiso seguir mirando, pero todo su ser se quedó pasmado y expectante a mirar la siguiente escena. Se abrazaron y el chico la rodeó por los hombros y comenzaron a caminar. Escuchó a lo lejos las alegres exclamaciones de Alejandra y su risa...su centellante y jovial risa.  
-no!- pensó. De nuevo la angustia se apoderó de él y miles de cuchillos invisibles clavaron su pecho. En contra de su voluntad apartó la mirada y salió corriendo del recinto. Cruzó la acera y se escabulló por los pasajes desolados. Su único impulso era correr, correr y correr –es imposible que esto me este haciendo sentir todo esto...-pensaba- su corazón daba un vuelco tras otro mientras repetía las imágenes en secuencia lenta, ese chico abrazándola, tomándola...- ah!- se detuvo. Le faltaba la respiración. Se encontró en un lugar que no le parecía nada familiar. Respiró hondo y comenzó la marcha hacia su casa. 
-como fui capaz de pensar...- suspiró. –Al final esto significa...nada- ¿qué debo olvidar? Si no hay nada que olvidar?- Siguió por el camino lamentándose. Le dolía. Como le dolía. 
 

Los rayos del sol golpearon en su cara, primero tímidamente, pero luego comenzaron a centellar en su rostro haciéndole finalmente reaccionar. Se incorporo lentamente. –Que raro, el sol no pega tan fuerte por la mañana- pensó.  
Cruzó los pasillos de su casa hasta el refrigerador, allí, para su sorpresa encontró una nota de su madre  
“parecías cansado, no te quise despertar .Te dejé almuerzo en el microondas. Un beso. Inés” -Diego abrió los ojos de espanto -¿Qué? Su mente se despabiló y entendió que se había quedado dormido y para su desgracia, eran pasadas las dos de la tarde y las clases terminaban a las dos treinta. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Debía entregar un trabajo demasiado importante y el plazo era hasta ese día. Se vistió rápidamente. Le urgía llevar el informe, pero interiormente sabía que lo que verdaderamente le importaba era poder verla aunque sea un instante. 
Dobló hacia la calle del establecimiento. A lo lejos se divisaban los primeros estudiantes –maldición- no aminoró la marcha hasta llegar a las puertas del recinto  
-buenas noches!- le interrumpieron Michael y Jason impidiéndole el paso entre los pocos estudiantes que quedaban  
-ah, hola- sonrió urgido –permiso que estoy ocupado-  
- quien te entiende! – exclamó Michael – yo ni loco regreso jajajaja-  
-allá tú- exclamó Diego y se hecho a correr arto de perder el tiempo. Entró alzando la vista y mirando por todos lados tratando de encontrar el inigualable rostro y figura de Alejandra, pero ya casi no quedaban estudiantes paseándose por el patio. Miró su reloj y suspiró –las dos cuarenta y cinco- Ya no importaba. Ella siempre salía dentro de los primeros cinco minutos. 
-¿Diego? – la voz del señor Trujillo lo pilló, como siempre, lamentándose.  
-eeeh ¿sí?- sonrío 
-¿hay que regalarte un reloj o qué? – dijo en tono amigable el maestro -¿a qué has venido?  
-eeeh pues... venía a entregarle el informe al profesor de música-  
-oh, me impresiona ese sentido de responsabilidad. Bueno, adiós- Diego agradeció que aquella incómoda conversación no se prolongara. Bajo la vista hacia su mano que sostenía unas impecables hojas, no comprendió como seguían en perfecto estado después de correr tanto. Suspiró y se encaminó a la sala de música que se encontraba al fondo.  
Se sentía a morir por algo así. Necesitaba verla. Arrastró sus pies hasta la entrada de la sala y escuchó que adentro personas hablaban. Al menos no tendría que esperar al profesor para entregarle el informe y salir de esa estúpida situación. Avanzó lentamente y cruzó el umbral. Miró a su alrededor. Era como sentirse en casa. Estar en compañía de tantos instrumentos le calmaba algo la angustia que sentía. De lo que no se había percatado fue del silencio que se había originado a su llegada, y que el profesor le miraba con curiosidad y algo de asombro. 
-Diego!- dijo con una voz ya despedazada por los años –impactante- agregó con una sonrisa gentil- no me digas que vienes por el informe – 
-eeeh...esto- dudó – sí! – se acercó al escritorio y lo dejó sobre este. El hombre lo tomó y le hecho una hojeada rápida –notable- murmuró con entusiasmo. Se quitó las gafas y miró por sobre el hombro de Diego 
-¿Alejandra? ¿Has terminado? –  
¿Qué? Pensó Diego. Ah! Sin duda se trataba de cualquier Alejandra, otra persona, pero le atemorizaba la idea de voltearse y que estuviera ella, tan perfecta, tan hermosa y en efecto ahí estaba sentada en una pequeña mesa al fondo del salón. Diego sintió como su corazón comenzaba a cobrar vida. 
-emm sí, creo que sí- sonrió y se aproximó hacia el mismo lugar donde estaba Diego para tenderle una hoja al profesor que la recibió cortezmente hojeándola de la misma forma en que lo hizo antes. Diego pudo ver la impecable caligrafía de Alejandra. Se aturdió. Era cierto que todo proveniente de ella lo encontraba bien. Tal vez se estaba precipitando. 
-bueno- el profesor se puso de pie –te debo felicitar Diego, no paras de impresionarme, y yo que pensé que te habías fugado para no entregar el informe- le guiño el ojo y salió de la sala 
- apropósito Diego- se volteó- las llaves de la sala están en el escritorio para que la cierres, como en los viejos tiempos-nuevamente le hizo un guiño y desapareció. Los jóvenes lo observaron perderse entre los pasillos. Silencio. Diego observó nuevamente su entorno. Sí. Como en los viejos tiempos. Sonrió. 
-¿viejos tiempos?- era esa suave voz de nuevo. No era un sueño. Ella estaba ahí 
-eeh, sí- respondió lo más risueño que pudo tratando de sostenerle la mirada sin caer en la locura  
-cuéntame- sonrió Alejandra  
Diego dio un respiró. Tranquilo hombre. Después cayó verdaderamente en la cuenta de lo idiota que era. Definitivamente no estaba siendo inteligente. Ya estaba arto de él mismo. 
-aja!- sonrió- Yo solía estar en la banda instrumental del profe. Ensayábamos todos los días. 
Ella se incorporó. Con la mirada clavada fijamente en él -¿y tú que hacías?-  
-¿yo?- pff obvio que tú idiota –se respondió para sí – pues yo era dueño de la batería, aunque podía hacerlo con todos estos instrumentos, o con la mayoría-  
-oh- exclamó ella como entusiasmada -¿puedes mostrarme?- esto último lo dijo con un tono desafiante más que de curiosidad, cosa que desconcertó un poco a Diego, pero también lo entusiasmo y fascinó más. Asintió en silencio y se dirigió a la batería que estaba a un costado, al parecer olvidada. La apreció unos instantes y se volvió a Alejandra –ven- murmuró. Le acercó un banco para que se sentara a su lado. Ella se acercó en silencio, expectante 
-siéntate- sonrió Diego  
-¿no te va a molestar acaso?- inquirió Alejandra algo confundida 
-pero no, al contrario...- Dejó esta la última frase a la mitad. Temía delatarse en cualquier momento. Aunque eso ¿qué importaría?. Suspiró y apreció el instrumento durante un instante. ¿Hace cuánto tiempo que no hacía esto?  
-eeeh bueno- dudó – los palos se toman así- se giró hacia Alejandra y tambaleó al ver lo cerca que estaba su hermoso rostro de él, sonriendo. 
-¿palos?- preguntó jovialmente. Diego dudó otra vez -eeh sí ¿no son palos al fin y al cabo?- Alejandra ahogó una carcajada sin mucho éxito  
-creí que tenían otro nombre- farfulló  
-oh...de hecho es cierto, pero ni siquiera lo recuerdo- admitió Diego resignado  
-bueno que importa- sonrió Alejandra –al final, lo que importante es que no hallas olvidado el... arte, la ejecución o como se le llame, eso- sonrió de nuevo rozando sus manos levemente con las de Diego, que se percató de que Alejandra estaba demasiado cerca siendo suficiente susurrar . Se bloqueó de nuevo al chocar con esa mirada la que era todo un misterio ¿por qué le miraba así? De verdad que estaba demasiado cerca como para poder pensar con claridad sin sentirse aturdido, preso de ese sentimiento que le golpeaba el corazón cada vez que la miraba, que la sentía cerca, y ahora , más aún. Volvió a la realidad, tenía las baquetas en sus manos- eso, baquetas, así se llamaban- pensó, pero ¿de qué serviría romper la atmósfera que se había creado a su alrededor? Comenzó a tararear una melodía en su cabeza y en acto reflejo la condujo hasta sus manos que comenzaron a tocar suavemente todos esos tarros o como se llamasen, daba igual. Sus movimientos pausados, al compás de lo que quería transmitir, lo hacían temblar. Cerró los ojos suavemente. Así podría resistir mejor la sensación de la mirada de Alejandra clavada en él. Estuvo así por unos minutos, hasta que el sonido de las baquetas rozando los tarros era casi imperceptible. Abrió los ojos y hecho una mirada a su preciada acompañante. Ahí estaba, con sus ojos cerrados y labios entreabiertos con algunos mechones de pelo cayendo delicadamente sobre su rostro. Una angustia le apretó el corazón. Estaba ahí tan cerca, pero a la ves tan lejos. Se resistió al arduo deseo de sostenerla entre sus brazos, de acariciarla. Se quedó contemplándola en silencio por unos segundos hasta que ella abrió los ojos. Sonrió. –vaya- musitó con un hilo de voz que hizo estremecer a Diego -¿de dónde es esa, eeeh canción?- preguntó con el mismo tono de voz 
-no sé, se me acaba de ocurrir- respondió Diego, temeroso de que el volumen de su voz lo arruinara todo  
-nunca pensé que un baterista sea capaz de eso- dudó- me refiero a que, siempre se escucha todo tan potente, tan rudo, tan...- sonrió - ¿me entiendes?  
-sin duda, pero ahora sabes, con todos los instrumentos se puede transmitir lo que uno desea, si de verdad lo sientes y...- su corazón dio un vuelco -¿me entiendes? 
-Sí- lo dijo con un hilo de voz. Suspiró y fue recogiendo lentamente su cabeza hasta apoyarla en el hombro de Diego. Sentir su contacto fue enloquecedor, si es que esa es la palabra que más acierta a la sensación que sintió. Y fue más terrible y hermoso que aquel distante día en que poseyó las manos de Alejandra, tan lejano y tan próximo. 
Diego levanto su otra mano libre lenta y suavemente para deslizarla sobre aquel hermoso cabello. Cuando estuvo apunto de rozarlo se arrepintió al sentirla suspirando de nuevo, siempre con los ojos cerrados. Diego contempló su silueta cuidando de no moverse ni un solo milímetro para no incomodarla.  
-debe ser muy lindo- Diego se estremeció al escuchar estas palabras salir tan suavemente de entre los labios de Alejandra.  
–mmmh?- murmuró  
-me refiero- hizo una pausa- a que debe ser lindo eso que te hizo interpretar- dijo todavía con los ojos cerrados. Diego tuvo el temor de que su corazón se haría añicos ahí mismo. ¿Qué decir frente aquella afirmación?. Deseó decirle. Deseó confesarle todos esos sentimientos que lo estaba destrozando hace tanto. Deseaba decirle que aquello que acababa de escuchar era solo producto de lo que ella le hacía sentir, anhelar... No. Quedaría en ridículo, o peor aún, causaría el alejamiento para siempre de Alejandra. 
-Alejandra...- musitó suave, muy suave 
-¿sí?- respondió ella sin abrir los ojos 
Se arrepintió al instante de lo que iba a decirle 
-Alejan...mmmh Ale, Ale ¿te puedo decir Ale?- ella sonrió pícara –No- respondió seria pero con una curva dibujada en sus labios. 
-Oh-  
Abrió los ojos y se incorporó radiante deshaciendo la nube que se había formado entre los dos. 
-claro que me puedes llamar así!- dijo en tono muy alegre y se acerco a él deliberadamente- tontito- murmuró. Se aproximó a la salida. A impresión de Diego, ella danzaba mientras avanzaba. –deben de ser las miles de estrellas que tengo ahora revoloteando alrededor de mi cabeza- pensó Diego –pero que marica fue eso- sonrió y la siguió a través de los pasillos. Le hecho una mirada a su reloj, las tres y un cuarto. No había transcurrido tanto tiempo como lo pensaba. No supo que decir. 
-bueno- se detuvo Alejandra –adiós- sonrió. Diego titubeó. 
-eeeh ¿quieres un helado o algo? La expresión de Alejandra se transformó, y él no la supo interpretar-mejor me hubiera quedado callado- pensó. 
-oh, me gustaría mucho, enserio, pero hoy me esperan-  
Diego miró por detrás. Sintió de nuevo ese escalofrío y el balde de agua fría se le vino encima –él- pensó 
-ah esta bien, no te preocupes- dijo 
-bueno, me la debes en todo caso- sonrió. -¿que acaso sabe lo hermosa que es su sonrisa?- gruñía Diego mientras la veía alejarse al encuentro de ese chico. Apartó la vista antes de salir más herido de lo que se sentía. Se sentía un estúpido. ¿Invitarle un helado o algo? Já. Cogió su bolso y partió desdichado –Como me dueles, no sabes cuanto me dueles, mujer-  
 

Aquel día jueves transcurrió con una lentitud inusual superando la habitual y lo peor de todo, es que aun faltaba la última hora del día. Diego recostado en la mesa del casino masticaba una manzana a medias mientras observaba con profunda decepción el ambiente prestando poca atención a lo que Jess le parloteaba al otro extremo de la mesa. – en fin- dijo dejando la manzana a un lado 
-¿en fin qué? – preguntó Jess expectante - ¿vas a venir conmigo o no?- esbozó una gran sonrisa  
-¿qué?-  
-no me estabas escuchando- suspiró  
-oh, perdona, lo que pasa es que...- 
-vale- . 
La última hora se daba inicio con un par de exposiciones, las que resultaban muy aburridas y Diego desde su sitio muy quieto, estaba expectante a cada movimiento de Alejandra. Lamentaba que se sentara en la fila paralela a la de él y un poco más adelante, porque solo así podía verle la espalda, y si tenía suerte, la silueta. Por otra parte agradecía aquella posición, ya que así podía evitarse la verguenza de ser descubierto en sus tantas contemplaciones. Al final se conformaba con escuchar su animada voz y su jovial risa, pero otras veces la observaba recostada sobre el banco, con la mirada perdida, era en esos momentos que a él le dolía más todo aquello. Era precisamente en esta situación en la que se encontraba ahora, en esa maldita clase que no finalizaba nunca. Más le angustiaba el hecho de que no la había visto los dos días anteriores porque ella se había ausentado y le angustiaba saber el porque, y más le angustiaba que no había podido acercarse a ella ya que Alonso la había estado rondando todo el día. Suspiró. -Quizás ella no le debe de dar tanta importancia-pensó –pero, ¿por qué le iba a dar importancia a algo así?- Continuó con su contemplación. Ahora podía ver su silueta escribiendo algo animadamente en el cuaderno, y para su sorpresa giró y le clavó su verde mirada. Se sintió débil ¿le estaba mirando a él? Ella sonrió y le hizo ver los garabatos que había anotado. Desconcertado, los leyó.  
“¿Y el helado cuándo?”  - Diego se entusiasmó, cogió rápidamente su lápiz para hacerle llegar la respuesta y anotó bruscamente, titubeando.  
“¿te espero a la salida?”  – Se avergonzó de que su letra sea tan descarrilada al lado de la de ella.  
“mejor yo te espero”  – Sonrío Alejandra y se giró de vuelta. 
A Diego le temblaba todo. -¿no es que él hombre toma la iniciativa?- se golpeó la cabeza. Que idiotez pensar eso. Se entusiasmo. Después de clases se reuniría con ella, la tendría...solo para él, sin timbres, profesores, sin nada interrumpiendo en ello. Pero de pronto, sus pensamientos sufrieron un vuelco. ¿Y aquel chico misterioso que la recogía? La angustia se apoderó de él de nuevo. Decidió mejor no pensar en ello y aguardar ansioso el fin de la jornada.  
El timbre resonó al igual que siempre, pero para Diego era el llamado a la vida. Trató de salir del salón como todos los días. Aguardó a que saliera el último grupo de chicos y se quedó meditabundo. ¿Qué estaría haciendo ella? No aguantó más y salió precipitado por las escaleras. La busco entre la manada de personas, pero nada. Salió decepcionado caminando por la vereda y alzó la vista. Se le vino el recuerdo de aquel día en que la vio por primera vez.  
Justo como ahora, caminaba desprevenido por aquel mismo lado de la vereda y alzó la vista al igual que ahora, hacia el mismo sitio, hacia aquella misma esquina. Estaba ella y otro grupo más de chicas charlando. Nunca la había visto, pero no fue eso lo que lo desconcertó. Nunca supo verdaderamente lo que lo desconcertó, pero en ese mismo instante, ella también fijó su mirada en él, y Diego supo entonces que algo en aquel sutil contacto le retorció por dentro. Que en aquel pequeño instante, en solo ese segundo se había plantado y enterrado el sentimiento y que no pudo detenerlo. Nunca supo si no pudo o no quiso. Sin duda ignoró todo eso hasta que se vino a enterar que aquella chica estaría en su clase. Lo otro no había para que mencionarlo, si lo había arrastrado hasta donde se encontraba.  
-hola!- Una figura se abalanzaba sobre él con una candente alegría que lo sobresaltó. Era ella. Sintió un gran deseo de abrazarla que reprimió como pudo 
-hola!- respondió sonriente  
-¿te ibas sin mí?- gruñó sin borrar la sonrisa de sus labios 
Diego titubeó 
- oh, muy bien-dijo con tono angustiado- podré superarlo- se volteó entre risas y dio un par de pasos despidiéndose. Diego abrió los ojos y la tomó por la cintura atrayéndola para sí.  
-no te vayas- murmuró a su oído. Se quedaron en aquella posición un par de segundos y ella se giró levemente. Alzó la vista y la clavó en los grises ojos de Diego, su corazón comenzó a latir muy rápidamente –por favor- sonrió tímidamente sin apartar la mirada que aunque lo quemaba, la necesitaba desesperadamente. Alejandra se liberó del abrazo de Diego y sonrió 
-como creíste que me iba a ir- le hizo una mueca  
-como tú creíste que yo me iría sin ti- Diego le devolvió la mueca y para su sorpresa Alejandra le devolvió otra. La personalidad de Alejandra comenzaba a aflorar y a Diego le provocaba cierta impresión, pero le gustaba más. Comenzaron a caminar en silencio lentamente, cosa que le costaba a Diego ya que estaba acostumbrado a caminar, o mejor dicho a correr hasta su casa. 
-¿Y bien?- dijo Diego sin despegar la vista del asfalto  
-mmmh?-  
-¿qué sabor de helado es el que te gusta?- la observó de reojo y notó que ella seguía sonriendo –sin duda ella sonríe más de lo habitual- pensó para sí 
-mmmh- murmuró. –cualquiera- afirmó 
-¿cualquiera?-  
-sip-  
Continuaron caminando en silencio por un buen rato hasta llegar a una plaza cercana. Diego se sintió afligido. Suspiró.  
-¿qué ocurre?- la pregunta le pilló por sorpresa y los ojos de Alejandra ya se apoderaban de él  
-oh...solo que...no creo que sea muy buena compañía- dijo – mierda-pensó enseguida-merezco sin duda el premio nobel a la estupidez  
Alejandra rió dulcemente –si eso fuese cierto, créeme, yo sería la primera en salir corriendo- declaró orgullosa –ven – lo tomó del brazo y lo arrastró a una banca escondida entre los arbustos –este sitio es fenomenal, lo descubrí hace poco cuando vine a pasear con mi hermano- continuó solemne. Diego abrió los ojos -¿hermano? –  
-sip, ha venido un par de veces a recogerme. Esta vez no porque le dije que vendría con alguien- Diego la observó confundido ¿Hermano? ¿Con alguien? Ella le guiñó un ojo y prosiguió con sus inesperados comentarios –ya que todavía no estaba segura de quien sería- bromeó 
-mmmh- eso es cierto. Yo no tenía claro a quien invitar- se arriesgó finalmente Diego, y para su impresión la gracia le cayó demasiado bien a Alejandra que soltó una carcajada –bueno, no sabes a cuantos he rechazado para venir hasta aquí-  
-de eso no me cabe duda- Se le apretó el corazón. 
-oh!- exclamó Alejandra -¿por qué crees de verdad eso?- le clavó de nuevo sus firmes ojos verdes  
-mmmmh- murmuró  
La escuchó refunfuñar sin perder aquella hermosa jovialidad. Le resultaba tan difícil creer que ella estaba ahí, a su lado, en una situación tan irracional pero tan valiosa, al menos para él. La miró de reojo nuevamente. Quería decirle y preguntarle tantas cosas que no sabía por donde partir o si quiera si iba a ser capaz de comenzar a hablarle. De algo estaba seguro, simplemente tenía que ser él. 
-¿qué me quieres preguntar?- le preguntó Alejandra mientras trataba de agarrar una pelusa que revoloteaba. Diego dudó ¿que ahora también era una lectora de mentes? 
-¿por qué faltaste?- dijo al fin. Ella se giró con aire de aprobación –buena pregunta- dijo de nuevo con esa sonrisa. Hubo un momento de silencio –tuve que faltar parece- respondió al final, pero a Diego le inquietó más saber la respuesta. Alejandra sonrío –había que aprovechar para estar un rato con la familia- declaró 
-¿cómo es eso?- preguntó temeroso de estar entrando en terrenos más profundos  
-mis padres viven afuera y vinieron a vernos-  
-¿eso es bueno o malo?-  
-no lo sé- Su mirada se perdió por un momento. Nuevamente Diego reprimió el deseo de abrazarla.  
-¿y tú?- preguntó volviendo a sonreír  
-vivo con mi madre, aunque es como vivir solo, porque trabaja todo el día-  
-aún así eres de los buenos- afirmó Alejandra 
Diego sonrió -¿por qué estas tan segura de eso? Ella soltó una carcajada –se nota- dijo seriamente –se nota- 
Los minutos continuaron con el mismo curso de siempre, aunque para Diego, aquellos minutos parecían segundos. No deseaba que terminaran jamás. La presencia de Alejandra le hacía sentir en las nubes. Un sentimiento de felicidad lo inundaba al sentir que ella le prestaba atención y que al parecer eran más compatibles de lo que había esperado. Aún así el sentimiento de angustia no lo abandonaba. Sí, seguía presente como desde el primer día incluso ahora con más intensidad, al igual que el otro innombrable sentimiento...sí, aquel mismo que había estado evitando, pero que irremediablemente no lo podía controlar. La quería, la amaba. Ya no lo podía negar. Estaba enamorado de Alejandra y le dolía. Como le dolía. 
Una suave brisa comenzó a correr que le puso los pelos de punta. Alejandra se puso de pie súbitamente interrumpiendo una de las tantas contemplaciones silenciosas de Diego. 
-vámonos- dijo en tono muy seco –me dio frío- agregó .Diego no dijo nada ya que lo cohibió el tono de voz que empleo Alejandra. Se quitó su chaqueta y se la hizo alcanzar, pero ella caminaba distante –no importa- dijo. Y continuó con por la vereda como si nada.  
Diego se angustió. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué esperaba ella exactamente? Su corazón de nuevo se paralizó al cruzarse miles de ideas por su cabeza. Trató de indagar por sus experiencias parecidas, pero no encontró ninguna como aquella. Ninguna. Regresó de nuevo al asfalto y trató de concentrarse en sus pisadas. Todo le daba vueltas. Esto definitivamente lo iba a trastornar. Alejandra caminaba a unos pasos más adelante. Podía contemplar su figura. Su inigualable look. No lograba entender porque la quería tanto a ella. ¡A ella! 
Se detuvieron. Diego se preguntó cuanto tiempo habían estado caminando, pero eso la verdad no importaba. Necesitaba quebrar el hielo. Tenía que hacerlo. 
-¿qué ocurre?- preguntó débil 
Ella se acercó sin decirle palabra alguna, Diego no estaba preparado para ese movimiento suyo y nuevamente el escalofrío le recorrió el cuerpo hasta aprisionarle el pecho. Alzó su mano y la presionó delicadamente contra su rostro. Avanzó con la yema de sus dedos cruzando la línea de los párpados hasta la mejilla, donde se detuvo y quitó cuidadosamente algo sosteniéndolo entre dos de sus dedos. 
-pide un deseo- murmuró . Diego se estremeció -¿qué?-  
-Eso, pide un deseo pues-  
-eeeh... este-  
-bueno, ya no importa – 
-¿por qué? –  
-te demoraste mucho- recalcó. Su tono tan seco se clavaba como una estaca en el pecho de Diego.  
-¿Qué ocurre?- volvió a preguntar Diego, cada vez más angustiado. Ella se acercó. Sus ojos no brillaban y ni una sonrisa dibujaba sus labios. –nada...-dudó- solo creí que...- Se alejó. 
-¿adónde vas?- 
-esta es mi casa- contestó con más calidez que denante. Estaban frente a una casa común. Las paredes parecían desgastadas por el tiempo y tenía un color muy sombrío, pero todo esto se escapaba ya que la decoraban un sin fin de plantas de diversos colores -me gustan las flores y plantas, o algo parecido- agregó-, abriendo la reja y cerrándola a su paso. Diego se acercó y ella también. La maldita reja los distanciaba.  
-bueno...- murmuró Alejandra –gracias, de verdad- y se fue alejando. Diego sintió que su corazón se quebraba. ¿Qué había pasado? ¿Qué es lo que debía hacer, si es que algo podía hacer? 
-Alejandra!- Ella se volteó al instante -¿sí?-  
-Te...- tembló- te veo mañana ¿vale? - Ella asintió en silencio. Esos ojos verdes se perdieron detrás de la puerta que se cerró tras su espalda. Diego se quedó por un par de segundos contemplando la casa –Alejandra... te quiero, te quiero...- un par de lágrimas humedecieron sus ojos grises -te amo-  
Esta vez la angustia era demasiado terrible. Se alejó dando brincos. En el camino cruzó miradas con un joven. Lo reconoció inmediatamente. Era él, a quien había visto recoger a Alejandra en la escuela y sin duda, su hermano. Los rasgos eran evidentes. Pero no le consolaba el hecho de que había sentido tantos celos su hermano. No le consolaba nada. Quizás la vaga ilusión de poder verla mañana y comenzar de nuevo. Se secó los ojos antes de que aquella lágrima quebrara su rostro. 
 

Pero aquel mañana, aquel día, no existió.  
Diego miraba como ido el sitio vacío que debería estar ocupando Alejandra ¿Qué le habría sucedido? ¿Por qué le habían arrebatado esa pequeña esperanza? Sintió un golpe en su cabeza – aish- gruño. 
-tienes la prueba en blanco! ¿qué onda?-le susurró Jason desconcertado. 
-mierda- masculló Diego. De verdad que tenía el control en blanco. Tendría demasiada suerte o demasiadas habilidades si alcanzaba a completar la mitad, pero como no poseía ninguna de ellas se resignó.  
Al fin de la jornada tuvo la vana esperanza de encontrársela. –que ridículo- Se encaminaba a su casa cuando un grupo des amigos lo interceptaron y practicamente obligaron a irse con ellos esa tarde a pasar el rato. Sintió un nudo en la garganta al divisar solo a lo lejos la calle que conducía hacia la casa de Alejandra- ¿Quién demonios era esa chica? ¿Quién se creía esa chica que lo venía a hacer sentir así?- No, era su propia culpa dejarse llevar..¿dejarse llevar?¡¿dejarse llevar?! Pateó una botella al borde de la calle y para su sorpresa salió disparada un buen tramo dando con el vidrio posterior de un auto. Recibió los elogios de sus acompañantes. Continuaron caminando. O mejor, Diego continuó caminando mientras sus amigos hacían de las suyas bailando y parloteando bulliciosamente y haciendo bromas sin sentido. Pronto no pudo comprender como antes de todo “esto” se divertía de esa misma manera, y es más, era quien más alentaba a esa clase de ridiculeces. 
Aquel día viernes lo sintió como uno de los más terribles...uno de los días más terribles a causa de algo que no se podía ver o tocar, algo que solo lo atormentaba a él, algo que solo estaba enterrado en lo más profundo de su corazón. 
 

Se despertó sobresaltado. Sospechó que era aún temprano como para levantarse aquel día Domingo. Trató de dormir, pero cada vez que cerraba los ojos su imagen, su nombre se le venía como un rayo a la mente. Se levantó y para su desgracia eran las cinco y media de la mañana. No era nada alentador. Desde hace mucho que solo dormía un par de horas. Ese extraño ardor en el pecho no le abandonaba, al igual que su motivo. Se paseó libremente tratando de idear la forma de gastar el tiempo en algo. Leyó antiguas historietas que ya había leído un centenar de veces. Las arrojó abruptamente al darse cuenta que todas tenían un relato de amor que contar, como el amor imposible del hombre araña y la chica pelirroja o quizás batman y la mujer maravilla. Nunca le había prestado mayor atención a este tipo de cosas y ahora hasta lo respiraba. Se preguntó si esos superhéroes sufrían tanto como él por sus amadas.  
Se despertó de sobresalto. Esta vez comprobó que eran alrededor de las cinco de la tarde. Hecho un vistazo a su celular. Tres llamadas perdidas de Jess. Gruño y marcó de vuelta. Respondieron al instante. 
-¿Diego?-  
-eeeh... me llamaste  
-de hecho sí...- le respondió con voz irónica –me preguntaba si quieres venir a mi casa. Están todos, solo faltas tú 
-Oh. Lo lamento, acabo de despertar y...  
-le prometí a tu mamá que vendrías  
-¿qué? – 
-ya sabes esta algo preocupada por ti  
-escucha, te agradezco mucho todo esto, pero necesito descansar- sin esperar respuesta colgó. Se quedó un instante apreciando el aparato y lo arrojó al tacho de la basura. Sonrió absurdamente y lo fue a rescatar. Eran diez para las seis. El teléfono vibro en su mano. ¿Por qué Jess insistía tanto? Lo ignoró otras tres veces más hasta cantar victoria. Se sintió muy mal por todo eso. Observó un rato por la ventana. Allá afuera se veía todo muy diferente. Suspiró. No le abandonaban las malditas imágenes de ella. Ahora no se atrevía si quiera a pronunciar su nombre. Las seis con cinco. Se lavó los dientes, cogió su abrigo y partió.  
Mientras caminaba apresuradamente no paraba de criticarse y de cuestionarse lo que estaba haciendo, pero no se detuvo ningún momento. Se detuvo frente a la vieja fachada, entonces recién ahí vaciló. Contempló las variadas flores. -¿qué estoy haciendo aquí?- Se dispuso a marcharse, pero ya había estado parado el tiempo suficiente para advertir su presencia. Un joven se asomó por la puerta extrañado  
-¿quién es?- . Diego tuvo el instinto de salir corriendo. Un rayo de luz chocó contra la mirada del tipo y reflejaron el indiscutible color verde que irradiaban. Tragó saliva y antes de quedar en ridículo preguntó por Alejandra en el tono más formal que pudo. Esperó la negativa de que ella no se encontraba o que simplemente no podía atenderle, pero el joven con una amable sonrisa le respondió que enseguida venía.  
Su corazón pareció paralizarse al verla aparecer detrás de esa misma puerta en la que la había dejado aquella oscura tarde del jueves. Alejandra le clavó sus ojos en él mientras se acercaba abrir la reja. Diego se impacientó al no saber interpretar esa expresión. 
-hola- lo saludó en tono radiante. Diego vaciló. Era ella. Ahora le parecía todo de diferente color. Necesitaba verla. La necesitaba... ¿pero como es que debía actuar?  
-eeeh hola – sonrío.  
Comenzaron a caminar por la calle lentamente. Comenzaba a oscurecer. Diego lo lamentó-quizás no debí venir –pensó. Notaba la intrigante mirada de Alejandra que no lo abandonaba en todo momento.- tal ves se este preguntando que mierda hago aquí- Ella no paraba de mirarlo. Se detuvieron en una esquina. A Diego le temblaban las piernas. 
-este...estaba por aquí cerca y me quise pasar a saludarte- que escusa más tonta-pensó. Ella sonrío. -me pregunto que andabas haciendo, porque parece que acabas de despertar- alzo una de sus manos y le acomodó los mechones de cabello. Diego se avergonzó. Ni siquiera se había peinado. 
-me urgía verte- declaró lo mejor que pudo. Ya daba igual. De alguna forma todo lo delataba ¿verdad? Ella alzó la vista sin decir nada. Esta mirada a Diego lo aterró, pero también lo esperanzó. Caminaron de vuelta sin pronunciar más palabras. Llegaron al punto de inició. 
-ven mañana ¿quieres?- Diego abrió los ojos. 
-claro que sí- sonrió 
Ella se acercó y a la vez lo atrajo hacia sí y le beso una de sus mejillas. Desapareció tras la puerta. Diego había cerrado los ojos. ¿Estaba soñando? No, era cierto. La temperatura de su rostro lo corroboraba. Tan cerca estuvo de ella que sus labios rozaron su piel. No era digno de eso. Aún así habían muchas cosas que ansiaba saber. La adorable personalidad de Alejandra y sus repentinos cambios lo volvían loco, su mirada ¿qué diablos escondía su mirada?, aquella maldita forma de mirarlo, de partirlo como un rayo, de destruirlo.  
Se marchó con la vaga ilusión de descifrarlas. Con la ilusión de que podría dormir bien sabiendo que ella estaría allí esperándolo, a él, de que mañana vendría por ella y tendría su bendita compañía.  
 

Corría exaltado. Oía las voces atrás gritándole que no se acercara más. Él no les hizo caso y se acercó. Las sirenas retumbaban en sus oídos pero el solo tenía el ansia de averiguar que había ocurrido. Quien estaría detrás de esa aglomeración de personas y le aguardaba. Tenía que saberlo. Quitó a las personas de su camino. Ahí estaba la respuesta. De pronto todo se hizo más borroso. Se le escaba. Ahí estaba...ahí. 
Se despertó angustiado. Eran las siete y un cuarto. –por lo menos estoy mejorando- pensó. Se dirigió al cuarto de baño. Se dio cuenta de que la última vez en que se había detenido frente al espejo había sido aquel lejano primer día de clases. Después solo pasaba frente a él mientras aseaba sus dientes o se quitaba los pocos bellos de su barbilla. No se había dado cuenta de como su rostro extrañamente había sufrido cambios. Pero todo estaba igual de alguna forma. Solo él podía distinguir el cambio. Su rostro parecía más frío, pero también más humano. Se preguntó que debía de esperar a los diez y ocho casi cumplidos –nada- se respondió desanimado. Trató de imaginar el rostro de Alejandra ahí a su lado y pensó que estarían sin sintonía alguna, porque ella de alguna forma irradiaba algo y él con los años practicamente encima. Sonrió.  
El resto de las horas transcurrieron lentas, pero no tanto como para desesperarlo. Tras un par de llamadas de Jess con nuevas invitaciones, se sintió aliviado de al fin poder tener una real excusa para no formar parte de sus planes aunque obviamente no los reveló a su compañera que posiblemente le hubiera dado un ataque de pánico o algo por estilo.  
Las tres y media. ¿Era buena hora? No tenía que parecer ansioso si no que hacer su mera aparición como si fuera casualidad. –al diablo las casualidades- partió lo más deprisa que pudo, pero cuidó que su aspecto no se deformara. 
La antigua fachada estaba de nuevo en frente suyo. Le pareció más linda de lo habitual. El hermano de Alejandra le hizo aguardar en el antejardín esta vez con un tono mucho más cercano –tú debes de ser Diego- le dijo estirándole la mano. 
-así es – le correspondió  
-ah muy bien- sonrío- yo soy Marcelo, ya sabrás que su hermano- le hizo un gesto que a Diego le desconcertó. –hermanos - concluyó con una sonrisa. 
Alejandra salió como danzando del inmueble -hola!- le saludó al llegar a su lado moviendo su mano de un lado a otro. Cualquiera hubiera dicho lo estúpida que se veía, pero menos él, que le pareció lo más angelical, jovial o cualquier sinónimo de esas  
-hola- sonrió. – me pareció buena la hora- trató de iniciar el tema de conversación, pero ella no respondió. Caminaba sombría a su lado, pero sin borrar la curva en sus labios lo que a Diego lo alivió. 
-¿a dónde vamos? – preguntó ella después de un momento 
-eeeeh, no lo sé- declaró- 
-creía que esto era como una cita ¿no crees?- Diego se sobresaltó. Definitivamente no podría predecir jamás lo que saldría de la boca de Alejandra. 
-yo creo...- 
-¿y no se supone que en las citas el hombre sabe donde llevar a la dama de antemano?- sonrió 
-¿a sí?- exclamó- pues eso era en el siglo pasado!- Ambos soltaron una carcajada  
-uumm, bueno, entonces tendré que improvisar algo-  
-no importa, vamos a esa placita que tanto me gusta-  
-como decirte que no- De nuevo la escrutadora mirada de Alejandra se posó sobre él en silencio. El día estaba soleado, pero engañaba.  
-oh, mira – exclamó ella. –las flores abrieron sus brotes, el Jueves no estaban así- 
-¿Jueves?- 
-sí-  
-¿qué hiciste el Jueves?- 
-venir para acá, pues- 
-Oh, claro, como soy tan idiota-  
Ella sonrió -eres idiota- Le tomó la mano sorpresivamente con el afán de conducirlo hacia un sitio. –mira, ven- se introdujeron en una especia de laberinto formado por los propios arbustos –llévame a donde sea...-pensaba Diego –pero no sueltes mi mano...- El tacto de la mano de Alejandra era suave y cálido y esta sensación recorría todo el cuerpo de Diego haciéndolo vibrar retornando a su punto de origen para volver a repetir el escalofrío que le provocaba. Suspiró. 
-¿te gusta?-  
Diego dudó. A continuación se percató de que se encontraba en una especie de hueco entre arbustos -menos mal que me tomé la pastilla antialérgica- sonrió. Lo único que le mantenía despierto era la mano de Alejandra sosteniendo levemente la suya.  
-es ...- vaciló- es perfecto- sonrió. 
-¿perfecto? –  
Diego se encogió de hombros – eeeh , sí. No lo sé ¿qué tenía que responder?-  
La mano de Alejandra se arrancó de sus dedos y ella se dejó caer livianamente en el pasto. Diego la imitó siempre cuidando de no romper el ambiente. Se colocó como pudo. No era muy cómodo que digamos, pero todo lo valía, ahí, junto a ella. Giró su cara para poder observarla directamente. Ahí estaba, no era un sueño, estaba ahí, a un par de centímetros de su rostro. Podía apreciarla a la perfección y los débiles rayos de sol que chocaban contra ella resaltaban más aún esa innata hermosura y el sin igual color de sus ojos que ahora Diego dudaba si eran azules o verdes, pero eso daba igual.  
En un movimiento poco consciente, llevó delicadamente su mano y la posó sobre el rostro de Alejandra deslizándola suavemente por sus mejillas tratando de evaluar su reacción y al no notar rechazo aparente prosiguió. Sus dedos tiritaban más de lo habitual, pero esto no lo detuvo. Había soñado tanto con algo similar, o es más, todo esto era inimaginable. Acarició sus cabellos de bronce estaño que parecían de oro. Toda la imagen de Alejandra podía burlar a la naturaleza allí presente, solo por ser ella... Ella. Bajó la mano por el antebrazo hasta llegar nuevamente hasta una de sus manos. Allí se detuvo temeroso y tras unos segundos la tomó y la sostuvo mientras sentía como ella aprisionaba sus dedos a los de él. Ella había estado durante todo este trayecto con sus ojos cerrados. Diego la imitó.  
Se quedaron tendidos en el pasto largo rato ¿Cuánto tiempo le tendrían ahí?, sintiendo la casi imperceptible respiración de Alejandra a unos centímetros suyo. Sintiendo el agradable aroma que emanaba de su esbelto cuerpo. De pronto todos estos pensamientos se fueron esfumando para dar paso a esa conocida escena para él... 
Corría exaltado. Oía las voces atrás gritándole que no se acercara más. Él no les hizo caso y se acercó. Las sirenas retumbaban en sus oídos pero el solo tenía el ansia de averiguar que había ocurrido. Quien estaría detrás de esa aglomeración de personas y le aguardaba. Tenía que saberlo. Quitó a las personas de su camino. Ahí estaba la respuesta. De pronto todo se hizo más borroso. Se le escapaba. Ahí estaba...ahí. 
Abrió los ojos. Se le estremeció el corazón al ver los ojos de Alejandra clavados en él con una ternura indescriptible -¿me habrá estado mirando todo este rato?- . Sintió la calidez de sus manos aún entrelazadas. 
-te quedaste dormido- afirmó con esa voz enloquecedora 
-eres tan…- Alejandra abrió los ojos, esto lo dejó boquiabierto impidiéndole continuar con la frase 
-¿qué soy qué?- su voz ocultaba demasiada ansiedad. Decirle algo así sería casi como una declaración, y esto solo arruinaría las cosas. Diego suspiró. 
-¿por qué me haces esto?- preguntó Alejandra levantando levemente el rostro e inclinándose hacia él. Diego no supo distinguir cual de las dos cosas le aceleró el pulso, si la pregunta o la extrema cercanía de ella. No supo que responderle. 
Alejandra poso un dedo sobre la barbilla de Diego –mmmmmh- murmuró. Comenzó a bajar lentamente hasta llegar hasta la boca del estómago. Diego no pudo evitar retorcerse. A Alejandra se le iluminó el rostro – tienes cosquillas!- su descubrimiento la alegró más de lo esperado.  
-no es cierto!- trató de aguantarse con una sonrisa, pero ya era demasiado tarde porque Alejandra se había abalanzado sobre él con un ataque supremo de cosquillas. Juguetearon un rato mientras Diego se retorcía y casi lloraba de la risa provocando el mismo efecto en Alejandra. La rodeó con sus brazos con el afán de aprisionarla para que dejara de “torturarlo”. Forsejearon un instante hasta que rodaron un par de vueltas sobre el pasto. El corazón de Diego se detuvo por un instante...estaba tan cerca. Sus miradas chocaron. Diego creyó ver fuego al interior de los ojos de Alejandra. No podía ser cierto, no podía!. Entonces, las llamas se extinguieron. No! ¿Alejandra?¡¿Alejandra?!  
Caminaron lentamenta por el asfalto. Las nubes se habían apoderado del cielo en cuestion de minutos y en otro tanto comenzaron a humedecer el paisaje. Al arribar a la ya mencionada casa, comenzaba a lloviznar y a medida que transcurrían los segundos se intensificaba.  
-gracias- murmuró Alejandra al alejarse con pasos perdidos 
-ahora si que te veré mañana ¿vale?- preguntó Diego esperanzado, nuevamente con la angustia apoderándose de él 
-¿de qué importaría eso?-  
Abrió los ojos –¿qué?- Alejandra no había esperado respuesta y había cerrado la puerta débilmente. La lluvia le golpeaba la cara. Diego presintió por un instante que eran sus propias lágrimas las que provocaban ese escándolo, pero no, él no podía llorar...Se quedó de pie observando la fachada de aquella casa tan desaliñada. ¿Dónde es que estaría ella en este momento? ¿qué es lo que hacía?¿qué es lo que le gustaba?. Trató de buscar entre todos los datos que había recopilado, conversaciones, cualquier cosa, pero todo era en vano ¿qué le gustaba? ¿qué es lo que ella anhelaba?. Y aunque tuviera la respuesta a todos sus quehaceres y gustos, no tendría sentido. Necesitaba ir más allá de eso.  
Su cabello pronto empezó a gotear, y él, Diego, continuaba ahí estancado frente a la casa de aquella mujer...de aquella chica que sin saberlo era la dueña de su corazón. Quizo llamarla, gritar su nombre, pero en aquella casa no parecía haber vida, las plantas parecían muertas en aquel día de pronto tan gris. Diego se marchó sin saber que desde el marco de una de las ventanas, ella lo observaba. 
 

Las calles parecían pequeños ríos allá afuera. Y Diego nunca había odiado tanto la lluvia como maldecir el hecho de que no ubiesen clases por esta misma. Habían transcurrido dos días así y parecía que tardaría otro tanto en apaciguarse. Pronto no lo soportaría más. Y para su desgracia parecía que iba a resfriar. 
Se sentía angustiado. Más que por el hecho de no poder verla, si no que pór su propia actitud, pero también la actitud de ella misma. ¿Qué tenía que ver todo eso?. Por primera vez le intrigaba el comportamiento de una mujer. Le desesperaba. Sus movimientos, sus formas de chocar su mirada contra la suya y sus repentinos saltos a la indiferencia. Eso era! Ella se acercaba y se alejaba, pero ¿qué tenía que ver eso? ¿y él que es lo que había estado haciendo? Nada. Él mismo estaba transformando eso en una tortura.  
Se tiró sobre el sofá con la esperanza de dormir un poco, pero ahí estaba ella, con su sonrisa, mirándolo fijamente con una expresión que como quisiera saber interpretar!. Entonces cada vez se acercaba más hasta quedar a unos milímetros de su rostro, de poder abrazarla y estrecharla entre sus brazos y rosar sus labios con los suyos... Abrió los ojos. Comprobó que todo aquello fue producto de su imaginación. El dolor chocó contra su pecho como un rayo ¿cómo algo asi podía doler tanto?. De nuevo ella estaba ahí, junto a él, rodando por el césped. ¡cómo le ardía!, solo recordarlo, solo saber que fue real. 
Tenía que hacer algo ¿Cómo hablarle?¿cómo acercarse a ella?¿cómo es que habían llegado a tales momentos? . No podía dejarlos en nada. Muy en el fondo sabía, muy en el fondo estaba teniendo la certeza de que probablemente esto podía tener un buen final.  
Un día más. Las nubes se habían abierto al crepúsculo. Ya era muy tarde para poder hacer algo, pero mañana volvería a ser un día común, pero si se trataba de eso, todo podría pasar. Diego no hizo más que comer panecillos y ver telenovelas de romances imposibles. Ya se había rendido de evitarlo. Ahora solo le quedaba esperar a creer que esas telenovelas tan trágicas eran solo ficción y que él estaba lejos de ser protagonista de alguna de ellas. Que su amada en cuestión no era miembro de ninguna familia enemiga o que vivía a cientos de kilómetros de distancia. Pero todos estos romances eran mútuos, se preguntó si sufrirían lo mismo que alguien que ni siquiera sabe si le corresponden. Poe fin se quedó dormido mientras la lluvia comenzó a cesar paulatinamente. 
 
10 
Al entrar a la escuela le sorprendió la forma en la que estaba adornada, con grandes focos de iluminación, carteles y de todo por doquier. Se le había olvidado por completo los preparativos de lo que prometía ser el suceso del año, como todos los años. Ahora no entendía como una simple fiesta desquiciaba tanto a sus compañeros.  
-Diego! – se acercó revoloteando Jess 
-hola –  
-¿te gusta?¿te gusta? No digas que no ha quedado fenomenal!-  
-mmmh, si Jess, muy bonito...eeeh ¿a qué te refieres?-  
- arrgg!- inquirió- pues la decoración del lugar –resaltó-  
-ah, eso, si esta muy... fenomenal-  
-lo sabía!- hizo una pausa desorientada -¿dónde se metió la Ale?!- la vió Alejarse dando brincos. Suspiró –la Ale...- pensó, y su corazón comenzó a llorar de nuevo.  
Sus compañeros se le acercaron bromeando, como siempre.  
-si o no que Jess es magnífica- dijo Michael con una sonrisa de oreja a oreja –y lo mejor de todo es que ella misma a arreglado nuestra gran velada en el baile- sonrió más aún 
-¿a sí?- preguntó Alonso burlón- yo tenía entendido que como siempre todo sería por su inolvidable amigo Diego-  
-eeeeh no- gruñó- yo este año no asistiré, así que pueden hacer lo que se les plazca- sentenció Diego  
-eres un idiota-  
Diego se encogió de hombros –soy un idiota- asintió. Entonces desvió la mirada y allí estaba. Todo su ser pareció congelarse y a la vez vibrar ante su precencia, solo con verla, aunque sea a lo lejos . Tembló. Dudó. Cuanto la quería. Cuando deseaba amarla . Su cuerpo ya no podía cargar con tantos sentimientos presionándolo.  
-hola- se acercó disimuladamente 
Ella parecía con la mirada perdida –hola- sus ojos cobraron vida 
-¿que tal te parecen los arreglos que hizo Jess?- no sabía de que podía comenzar a hablarle. 
-sí sí sí, muy original- sonrió –tienes fama- sonrió.  
-¿qué?-  
Ella se hechó a reir -¿no vas a dejar plantada a Jess?¿verdad? –  
Diego logró distinguir el tono irónico en la voz de Alejandra. -¿y tú vas a venir verdad? – Ella levantó las cejas. -ya sabes... agregó- tienes que saber de que hablan todos, todos los años- trató de sonreir. 
-solo si tú vienes...- comenzó a alejarse. Diego sintió un nudo en la garganta ¿solo si él venía? 
-espera!- la alcanzó nervioso. -¿qué harás hoy a la salida? – mierda- pensó. ¿Cómo es que le preguntó eso?.  
-nada- respondió en forma seca- a menos que propongas algo entretenido- volvió a sonreir y se alejó. Diego la contempló. Podía volver a respirar. –oye!- le dió un pequeño golpe en la nuca Jess -¿qué tanto miras?- bromeó. Le cogió del brazo y entraron al salón. 
Para desgracia y suerte de Diego, Jess se sentó a su lado aquel día y el siguiente. Le hablaba de cualquier cosa que se le ocurriese, desde pinturas y cremas femeninas hasta de lo que opinaba sonbre la situación económica mundial actual. Diego en parte lo agradecía ya que así evitaría sus pensamientos, que la mayoría giraban en torno a Alejandra y la otra en revivir sus pequeñas interacciones. Por otro lado tenía que fingir prestarle atención, pero no podía contemplar como él quisiera a la ya mencionada –Jess cierra tu boca de una vez por todas!-  
-¿y al final que dices?- le preguntaba Jess emocionada  
-¿qué?-  
-pues ya sabes... nuestra fabulosa entrada a la fiesta!-  
-Jess...- dudó- No te lo tomes tan enserio, es solo una fiesta! Y ya no somos más los ¿reyes? O lo que fuimos alguna vez-  
-ya, sí sí, pero no me puedes dejar esta vez, sabes que tienes que bailar conmigo!- 
La situación se ponía algo incómoda -¿tengo? – 
-así es, este año no será la escepción -  
-ni siquiera sé si voy a venir!-  
-señores por favor!- El profesor interrumpía aquella ridícula discusión- ¿podría la parejita dejar a un lado sus temas maritales y prestar atención a la clase?- El repentino comentario del hombre causo las burlas de sus compañeros . –maldita sea! – Lo único que se le vino a la cabeza fue ver la reacción de Alejandra, pero ella estaba recostada sobre el banco mirando hacia la pared. El nudo de su garganta lo ahogó. Que cosa tan irracional. 
Salió apresurado ignorando a Jess que seguía parloteando detalles de la fiesta que se realizaría aquella noche. Se mantuvo alejado del caos esperando la salida de Alejandra. Se le retorcía el estómago de tan solo pensarlo, pera ya no aguataba más, algo así algún día tendría que revalsar y no estaba dispuesto a esperar más. Algo así era demaciado hermozo y valioso como para guardárselo y no compartirlo con su preciada y única dueña... Ahí estaba. Bajaba las escaleras. Nunca la había visto bajarlas, peldaño a peldaño. Sus movimientos eran demaciado finos y con tal sutileza que embriagaba a cualquiera que la contemplara. Diego notó a unos cuantos chicos del nivel observarla como si observasen un cuadro y sin comprenderlo del todo, volvían a sus labores habituales, pero no él, él no. Él podía estar contemplandola toda la vida, cada forma, cada línea, cada detalle, siempre habría algo nuevo que descubrir.  
Su contemplación fue interrumpida por una figura familiar –Jess- gruñó. Las chicas continuaron la marcha juntas y se aproximaron a él. 
- y este milagro! ¿a qué se debe esta rapidez?- bromeó Jess 
- mmmh?-  
- bueno bueno, con la Ale tenemos mucho que arreglarnos ¿cierto Ale?-  
-mmmh...- asintió esta. Diego sonrió, al parecer se encontraban en la misma sintonía.  
-ya! Vamos andando – apuró Jess . Alejandra clavó su potente mirada sobre él –nos vemos- declaró con voz firme y seca, pero a la vez infinitamente suave y... sensual .Diego tragó saliva –nos vemos- asintió más para sí mismo... nos vemos. 
 
11 
La oscuridad se apoderaba del cielo conforme pasaban los minutos. Las nubes se quebraban dando un espectáculo inigualable. Era el atardecer, y Diego lo observaba desde una vista privilegiada en el balcón de su casa. Hechó una mirada al reloj –las 21:30- dudó. ¿esperaba otros cinco minutos más?. Daba igual. Cruzó el umbral de su casa sin apuros a pesar de que sus entrañas estaban lejos de estar tranquilas. Sentía el palpitar de su corazón y como la sangre parecía hervir dentro de él acelerando sus procesos cognitivos –hoy será el día- pensó. 
La escuela a simple vista no parecía ser escuela. Decenas de luces despegaban desde el interior y otro tanto de carteles cubría cada rincón. Al parecer Jess había hecho bien su trabajo –sonrió. Se abrió paso entre la multitud de jóvenes que se encontraba en el jardín y con firmeza entró al lugar ignorando a sus piernas tiritonas.  
En el interior del recinto las cosas parecían ir como Jess lo había planeado, mesas repletas de comida y el resto solo pista de baile. Habían ya demaciadas personas como para pensar que quedaba todavía esa multitud del jardín. La música golpeaba sus oídos ensordesedoramente. Definitivamente no era el mejor lugar para lo que tenía pensado hacer –esto no es una novela, esto es la vida real, sin lugares perfectos donde solo estuviesen las almas involucraas...pero habían lugares mejor...- Suspiró. Divisó a la tropa de su curso y se aproximó a ellos .  
-Diego! – exclamó Jason entusiasmado con un completo y una hamburguesa en sus respectivas manos – te dignaste a aparecer!-  
- esto si que se va a poner bueno- agregó Michael con un trozo de pizza en la boca  
-¿dónde esta Jess?- preguntó Diego queriendo decir ¿dónde esta Alejandra?. La expresión de Michael se enfrió.  
-debe andar por ahí creyéndose la anfritiona- gruñó.  
-te sería más fácil si no te preocuparas de comer- enfatizó Diego -¿me vas a ayudar a quitármela de encima?- Sonrió. A su amigo se le iluminó el rostro -¿y te vas a quedar sin tu reina? – preguntó aún con una pizca de desesperanza 
-por favor...tengo...-dudó-tengo otras cosas que hacer esta vez-  
-Oh!- exclamó Michael dejándo de lado el trozo de pizza y asicalándose un poco –te debo una- Diego se hechó a reir – ah, y no es mi reina- agregó seriamente . 
Continuo con su búsqueda visual. Ella no pertenece al común denominador entre todo este gentió, no podía tardar tanto en encontrarla, pero no la veía por ningún sitio. Repasó los posibles lugares donde podría estar, hasta aguardo disimuladamente afuera de los sanitarios de damas, pero nada. Maldició el hecho de haberse topado con Jess demaciadas veces y tener que escaparse para no convertirse en prisionero. Al cabo de una intensa búsqueda, ni rastros de su silueta ni hermozo rostro. –quizás no vino- sentenció. Pero ella había dado a entender que vendría! , lo había dicho incluso, pero había dicho tantas cosas... ¿cómo saberlo? Si cada cosa que hacía o decía era algo más parecido a un misterio que a un hecho concreto. Se angustio. Regresó a la mesa donde estaban sus compañeros y se resignó a tener que unirse al trío que engullía todo lo que pareciera comestible. Barajó la idea de largarse de aquel lugar antes de que apareciera Jess con sus locas ideas y estúpidas proposiciones, pero esto no se llevaría a cabo, pues ahí estaba, como siempre, ahí estaba! Y le hirvió la sangre al ver que se encontraba sentada, algo apartada de la multitud, junto a Alonso que le charlaba animado, pero él sabía lo que quería de verdad el desgraciado de Alonso ¿y él que quería? No! Eso no se podía cuestionar, era algo completamente diferente y solo él y ... Alejandra podrían comprenderlo. Si es que así era. Quizo abalanzarse sobre él y partirle la cara en dos, pero se limitó a arrebatarle a Jason una botella de coca-cola que verdaderamente contenía alcohol y se tragó casi la mitad del contenido de un sorbo. Su garganta ardió y posteriormente su estómago. Nunca se había acostumbrado a beber y menos de esa manera. 
-maldita sea!- su grito fue ahogado por la música. De pronto sintió una extraña sensación que se apoderaba de su cabeza. En ese instante vió acercarse a Jess. 
-me debes un baile querido!- lo sostuvo del brazo y lo arrastró hacia el centro de baile.  
Jess sostuvo de sus manos y las colocó en su cintura, se le acercó y lo rodeó con los brazos por el cuello. Diego trataba de zafarse sin ganas y a cada intento su amiga más lo aprisionaba.  
-Diego, había estado esperando este día- sonrió ¿y tú?-. Él se despabiló. Jess estaba demasiado cerca. ¿Qué rayos trataba de decir? ¿A caso todo esto era un plan demasiado pensado por quien solía ser su amiga más cercana? ¿para...?. Reconoció sus intenciones. Era evidente y lo peor de todo es que a un par de metros más allá se encontraba Alejandra. –No!- la alejó bruscamente. ¿Dónde estaba Alejandra? Ya no estaba donde la había divisado un par de minutos antes. Después de redondear el lugar, la divisó entre algunos compañeros siempre con Alonso a la siga. Se hecho a la boca una pastilla de menta. Su corazón comenzó a palpitar más rápido.  
-hola!- murmuró al oído de Alejandra, que se volteó casi instantáneamente. Le devolvió el saludo con una potente sonrisa y mirada.  
-¿bailas?- le preguntó tomando distancia.  
-¡¿qué?!- Sin duda no era el mejor lugar para iniciar una conversación. 
-¡Que si quieres bailar!-  
-¡no te entiendo nada!-  
-¡Que!...¡si...¡ quieres! ...¡bailar!-  
Ella sonrió. Se acercó y le susurró –tengo una mejor idea!- Diego no entendió exactamente, pero no hubo tiempo de respuestas, la mano de Alejandra lo cogió y lo condujo hacia un sitio que según los cálculos de Diego podía ser el patio trasero de la escuela. La música se escuchaba algo lejana y las luces resaltaban de vez en cuando el lugar. Estaban solos.  
-¿qué es lo que me habías dicho?- preguntó ella llena de jovialidad. Diego sintió como nuevamente su corazón comenzaba a provocarle inconvenientes. Tambaleó.  
-eeeeh, solo si querías bailar- sonrió 
-Oh- entonces vamos- Se dispuso a volver. Diego la vio un par de pasos alejarse de él. No. Ya no podía permitirlo. 
-aguarda!- la cogió delicadamente del brazo y la atrajo hacia él. No podía aprisionar más este tesoro. En ese momento sintió el agradable perfume de Alejandra, o quizás su propio aroma corporal, porque era una fragancia tan exquisita que solo podía pertenecerle a ella. Se le partía el corazón al sentirla cerca, al saber que ya no podía dar marcha atrás y que estaba a punto de dar el siguiente paso. Que tras esa oscuridad fortuita se escondía la mirada de Alejandra centellante, quizás de témpanos de hielo o de llamas ardientes. Era el momento de apostar. De saber. De rendirse. 
-Alejandra...- Creyó que su voz se quebraría de un momento a otro.  
-¿si?-  
Su aroma acarició su rostro. Sin pensarlo mucho levanto una de sus manos y comenzó a acariciarle sus cabellos. Se le caía a pedazos el alma cuando sintió que ella correspondió a aquella caricia y la acomodaba a su mejilla. Que suave era su piel, solo comparable con la seda, con la delicadeza de una flor.  
-Alejandra...yo...- En aquel instante un rayo de luz reflejó su mirada y reveló el brillo esmeralda de los ojos de Alejandra clavados en él y también su cercanía. Había fuego en su interior. Se le terminó de partir el corazón. 
-Alejan...- pero ella no le dejó continuar. 
-ssshhh- . Era demasiado inexplicable lo que deseaba confesarle, no cabía en palabras, pero ella lo comprendió silenciándolo con aquel susurro y suavemente acarició su rostro, sus mejillas, sus párpados, hasta sus labios. Diego vibraba. Todo su ser vibraba ante su presencia, ante su tibio contacto y se aferraba a aquel sentimiento que se estaba desbordando en ese preciso momento. Ya no lo soportaba. Fue entonces cuando sintió la ráfaga del aroma de Alejandra nuevamente acariciándolo, pero esta vez con más intensidad, como si estuviera mucho más cerca, y en efecto, le siguieron sus angelicales cabellos, y luego sus narices chocaron lenta y suavemente, hasta que finalmente sus labios se encontraron.  
Su corazón se detuvo por un instante. El rose de los labios de Alejandra lo desvaneció, para luego darle vida con más fuerza que nunca. La rodeó por la cintura y comenzaron a besarse suavemente. ¿Cómo se debía besar a una mujer? ¿Cómo se debía besar a la mujer que se ama? Su corazón comenzó a desenfrenarse. Estaba ardiendo en su interior, de una felicidad inexplicable, de una emoción que nunca antes había sentido. Acarició su rostro, sus cabellos. La sostuvo tiernamente durante ese suave y cálido beso. Tomaron distancia para poder volver a respirar. Su respiración se tornó irregular. Le sostuvo el rostro delicadamente sintiendo el poder de sus miradas nuevamente chocando. La besó de nuevo. Esta vez con más fuerza, con más locura, con más sentimiento, con más pasión. Cada segundo que pasaba la llama en su corazón se expandía, a cada segundo se hacía más fuerte y arrasadora. Se había rendido y resultó triunfante.  
Se abrazaron tiernamente durante un largo momento. Diego juró que nunca podría abandonarla, que nunca podría irse de allí sin poder decirle lo mucho que la amaba. Se reconfortó del tibio abrazo y de los apasionantes besos de Alejandra que sin duda gritaban lo mismo que él había estado ocultando durante tanto tiempo. Le habló al oído. Le dijo cosas que nunca antes había sentido por una mujer a pesar de haber estado con otras. Y ella le respondía, y ella sonreía. Y jugaron, y se rieron, y se besaron por largo, largo, rato. Y se alimentaron del inexplicable lenguaje del amor. 
Aquel día, aquella noche fue la más maravillosa que Diego haya recordado, la más feliz, y sabía que vendría momentos mejores. Había encontrado algo verdadero. Verdadero. Y así era, pero ¿puede transformarse la noche más feliz, en la más triste? 
 
12 
Los primeros jóvenes ya comenzaban a retirarse mientras el resto seguía haciendo de las suyas. La música había bajado considerablemente su volumen. Diego observaba a su alrededor mientras se dirigía junto a Alejandra a tomar un poco de refresco. 
-dame la mano- le dijo Alejandra sonriendo. Él se impresionó, pero eso le hizo sentir más feliz aún. Continuaron su recorrido cogidos de la mano como si siempre hubiese sido así.  
-ahora eres mi novia ¿verdad?- Le preguntó algo nervioso. Ella sonrió. Se acercó y lo beso tiernamente a la vista de sus compañeros, y distinguió como algunos le hacían un gesto de aprobación sonriendo.  
-no la hiciste tan bien, pero lo lograste- le bromeó Alejandra tomando un vaso de bebida.  
-tú no cooperabas ¿qué querías que haga?- suspiró.  
-¿que yo no cooperaba?- soltó una carcajada. Diego le cogió la mano y comenzó a jugar con sus dedos – bueno, eso ya no importa tanto ¿cierto?- sonrió sin ganas. Ella lo observó extrañada.  
-¿qué te preocupa?-  
-no lo sé- Suspiró. –me haces tan feliz- declaró.  
- y tú a mi, quizás tanto o más- El sonido de su celular interrumpió tan extrañas confesiones, se apartó a otro lugar para poder escuchar mejor. Diego la observaba y su estómago se retorcía. No lo podía creer. Casi no prestó atención a las disculpas que le suplicó Jess en un momento, él solo podía tener ojos y oídos para Alejandra. Ella regresó.  
-mi hermano esta casi llegando- Diego abrió los ojos. –lo que pasa es que nos iremos a quedar donde nuestra abuela-  
-Oh ¿queda muy lejos?-  
-nos vamos en taxi- declaró. 
-te acompaño-. Caminaron a la salida en silencio, pero Diego no podía despegar ni un segundo su mirada de ella.  
-¡¿Qué?!- dijo ella soltando una carcajada. Él sonrió. 
-Lo que pasa es que no puedes irte sin saber esto... -Alejandra puso cara de duda- lo que pasa es que siento algo tan maravilloso e inexplicable por ti, y que nunca dudé por un instante, que esto que siento es verdadero, que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa...- Suspiró. No era necesario aquel discurso. Los ojos de Alejandra nuevamente parecían brasas hirviendo.  
-yo siento que de verdad te amo- Aquella frase se clavó como una estaca en el pecho de Diego. Ella se acercó sonriente. –de verdad, quizás desde el mismo momento en que tú lo comenzaste a sentir también, pero no estaba segura de que tú también...- soltó una sonrisa pícara.  
-¿entonces?-  
-entonces, algunas cosas me dijeron que sí- Sonrió aún más. 
Oh!, no se pudo contener más y la besó. Cada beso era como el primero, cada beso hacía que recorriera su cuerpo una corriente de electricidad extraordinaria 
-ahí esta el taxi, y mi hermano-  
-no quiero que te vayas...- 
-yo tampoco- volvió a sonreír. Se fue alejando lentamente dejando entrever en sus labios cada palabra le decía –te quiero, te quiero, te quiero- Se alejó hasta llegar a la puerta del taxi. 
-Alejandra!- Ella se volteó. 
-yo también te amo- murmuró. Ella asintió, sonriendo. –nos vemos!- Abrió delicadamente la puerta del automóvil y se introdujo en él. Ya dentro dirigió su última mirada hacia Diego, siempre sonriendo. El taxi se alejó.  
-nos vemos- pensó Diego. 
En aquel momento salían Michael y Jason a festejar. 
-así que de nuevo las hiciste! “galán”- bromeó Michael  
-esta vez no es lo mismo.- recalcó Diego meditabundo 
-ya estaba bueno ya, oye- cambió de tema- apurémonos antes de que se acaben los últimos emparedados, mira que a mi todavía me queda algo de espacio en el estómago y no me iré de aquí sin antes llenarlo- sonrió orgulloso.  
Se apuraron en entrar antes de que no les dejasen regresar. Sus dos amigos iban bromeando, pero Diego se volteó. Algo en su interior se retorcía, algo andaba mal. Observó la avenida completamente desierta a no ser por un par de vehículos estacionados. Respiró una gran bocanada de aire y siguió a sus amigos al interior del recinto donde continuaba la fiesta. Lástima que justo en ese momento no escuchó la ráfaga de viento que hizo despegar un automóvil que paso rugiendo a gran velocidad, y menos aún el estremecedor ruido que lo seguiría solo unos segundos después. 
 
13 
-Ah!- se quejó Jason -ya no puedo más –gimió. 
-oye, vámonos ya, no quiero tener que ser voluntario para el aseo- dijo Michael 
-que lástima, aún quedaban algunos trozos de hamburguesas y pizza- gruñó –hey Diego ¿por qué no nos ayudas a llevárnoslos? 
-vámonos ¿quieren?- se incorporó seriamente. La música se bajó al mínimo. Los jóvenes se marcharon. Al salir del recinto vieron como una patrulla de carabineros pasaba velozmente seguida de una ambulancia. La sirena se perdió a medida que se alejaba. En el pecho de Diego algo ardió. Comenzó a caminar más de prisa.  
-hey amigo ¿por qué tanta prisa? 
Los ignoró. Practicamente comenzó a correr. A medida que avanzaba las sirenas se escuchaban con más claridad. Las calles solo estaban iluminadas por los pocos faroles encendidos a esas horas de la noche ¿y las sirenas?. El ruido se incrementaba, pero ni rastros de ambulancias ni patrullas. Se acercaba a la esquina de aquellas feroces avenidas entrecortándose. Dobló bruscamente . Su cuerpo estaba cansado y no podía contiuar. Pero continuó. Al doblar las luces lo cegaron por un instante. Ahí estaba el caos, a unos docientos metros más allá. Patrullas, ambulancias, una grúa y unas cuantas personas, testigos del brutal accidente o tal vez simples curiosos . Abrió los ojos al divizar a un taxi casi partido por la mitad a un extremo de la urna. Comenzó a correr con todas las fuerzas que le quedaban. Se aproximaba al límite de lo establecido por las patrullas. No le importaba. Algo le decía que... 
Estaba exaltado. Oía las voces atrás de sus amigos gritándole que no se acercara más. Él no les hizo caso y se acercó. Las sirenas retumbaban en sus oídos. Miró a su alrededor desesperado. Observó el taxi, había sangre en el asfalto. Cada segundo que transcurría su temor se reafirmaba más. 
-Diego! ¿qué te pasa?- lo sostuvo Michael 
-este tiene que ser otro taxi!- gritó- no puede ser el mismo... 
-¿de qué estas hablando? Vámonos de aquí!- trató de arrastrarlo de regreso 
-que no te das cuenta!- lo empujó bruscamente  
-muchachos!- intervino un policía -¿qué se han creído?. Ya hay suficiente que lamentar como para tener que darme el trabajo de llevarlos a ambos por peleas callejeras-  
-dígame!- lo tomó por los hombros Diego. El hombre se impresionó. -¿cómo se llamaban?- le preguntó desesperado -¡¿cómo se llamaban?!-  
El oficial dudó, pero al ver la desesperación en los ojos de Diego asintió – pues, el hombre mayor que conducía el taxi, 66 años...mmm Luis...- ¡¿y los pasajeros?!- intervino Diego -¿habían pasajeros?!- El hombre volvió a dudar –todavía no sabemos quienes son, ya que ambos jóvenes no portaban su identificación-  
Un balde de agua fría cayó sobre Diego. Se preguntó donde estaban, pero al parecer su pregunta fue escuchada, la ambulancia volvía a encender las sirenas y desapareció por las calles vacías. Recordó que algunas manzanas más allá se encontraba el hospital, sin pensarlo dos veces se lanzó a correr de nuevo desenfrenadamente haciendo oídos sordos a sus amigos y al oficial quele gritaban que se detuviera. 
-Alejandra no, por favor no...-  
 
14 
Entro a la recepción del hospital como quien escapa de la misma muerte. Habían unas cuantas personas que ni se molestaron en mirarlo a pesar de su caótica entrada. Estaba muy agitado por lo que esta vez tuvo que aguardar para recuperarse, una vez que lo hizo se dirigió a la señora mayor que atendía detrás del mesón. 
-¿sí?- le atendió la mujer sin despegar sus ojos de la pantalla del ordenador  
-hubo un accidente-  
La mujer pareció hacer una mueca –eso aquí no es novedad jovencito- Diego sintió que iba a explotar en ira. 
-un accidente hace un par de minutos a unas cuantas calles...- En ese momento sonó el teléfono que pareció despertar a todos en el lugar.  
-aguarde un momento- le interrumpió –hospital san lorenzo- la mujer soltó una sonrisa- Oh, ¿cómo estás?¿por qué llamas a estas horas?- Diego perdió la paciencia, ¿a caso debía aguantar que aquella mujer charlara con sus amigos mientras...?. No, aún había esperanzas.  
-¡quiere decirme dónde están los pacientes de un accidente que ocurrió hace un par de cuadras hace unos quince minutos!- La mujer lo miró boquiabierta. Diego se le acercó más 
-¡dígamelo!,¿ o debo esperar a que termine su inadecuada conversación?! – La mujer asintió algo avergonzada  
-hace cinco minutos ingresaron dos jóvenes, uno en estado crítico y el otro sin mayores complicaciones... sala de emergencias, después de este pasillo al costado izquierdo-  
Nuevamente Diego se hechaba a correr. Llegó a una amplia sala en la que habían mucho más personas que en la anterior se dirigió desesperado al recepcionista –acaban de ingresar a dos jóvenes por un accidente automovilístico- El hombre asintió -¿familiar de... Marcelo y Alejandra Valdés? – Diego asintió al escuchar los nombres resonar en su cabeza , eran ellos, era ella. No, no podía ser, pero lo era.  
-tendrá que esperar- el hombre le indicó un sofá. Diego como un zombi se acercó al mueble y se recostó sobre este. El dolor comenzó a invadirlo de una forma cruel. Miraba a su alrededor, se encontraba en una sala de emergencias . Solo una vez había estado en una y fue porque se había quebrado el brazo jugando baloncesto. No era nada comparable con lo que estaba sintiendo ahora , era peor que quebrarse todos los huesos juntos. Ahora comprendía todas las tragedias de por sí, más al fondo había una familia completa sollozando y a su costado un hombre que no despegaba su vista de la ventana, pero no parecía mirar nada. Estaba en shock. Se volteó para el otro lado, pero el panorama no parecía mejor, una mujer y una niña lloraban en silencio consolándose mutuamente. Algo le apretó el corazón. Quizás todas esas personas habían perdido la esperanza, pero era su carta bajo la manga. Le habían dicho que uno de los jóvenes había salido sin daños mayores, esa era su esperanza, su anhelada esperanza. Fue cerrando los ojos de a poco mientras el dolor invadía su cuerpo, lo último que recordó de aquel día el tic tac del reloj marcando las tres y cuarto de la madrugada.  
15 
Lentamente su mente comenzó a ordenar las cosas para salir del profundo sueño en el que se encontraba. Primero, se le vinieron los recuerdos de la fiesta de la noche anterior, de lo maravilloso que había sido por fin encontrarse con Alejandra. Suspiró aliviado. Trató de darse vuelta para continuar con su sueño, pero pronto se dió cuenta de que no estaba en su cama. Frunció el ceño. Una ola de nuevos recuerdos le azotó la memoria. La patrulla de policías, la sirena de la ambulancia, su desesperada aparición en el hospital, y por último, la certeza del accidente que había sufrido Alejandra y su hermano. El dolor se le vino encima a penas recordó esto, y estaba recostado en una posición bastante incómoda en un sofá del hospital. No quizo abrir los ojos. No quería probar que era cierto. Quería huir. Ir a la casa de Alejandra y llamarla con la esperanza de que acudiera a su encuentro, que nada había pasado. Sí, nada había pasado, esto tenía que ser un error, sintió un leve alivio. No tenía porque estar allí. Se angustió. Sintió la presencia de alguien observándolo. Abrió los ojos poco a poco. Había poca luz. Lo primero que vió fue el reloj marcando casi las nueve de la mañana. Sí, estaba en el hospital, no sacaba nada con tratar de autonvencerse de que no era cierto. Estaba en el hospital y... Un joven lo miraba detenídamente, al otro lado del pasillo, un par de metros más allá. Cuando sus ojos se adaptaron al lugar pudo reconocerlo y su horror se hizo más terrible. El joven se puso de pie y caminó hacia el con dificultad. Se sentó justo frente a él, mirándolo a la cara. A Diego se le hizo un nudo en la garganta, no pudo seguir observándolo. 
-todo fue demaciado rápido – dijo el joven después de un largo silencio. 
Diego levantó el rostro. Sí, era Marcelo, el hermano de Alejandra que se encontraba postrado con unas muletas y la mitad de una de sus piernas enyesada. No, no podía ser, entonces era Alejandra quien había sufrido el mayor daño. Quizo preguntarle como estaba, pero no tuvo el valor para hacerlo. Vió lágrimas caer por el rostro de Marcelo y sintió como el suyo se llenaba de estas mismas. Cerró los ojos y las retuvo lo más que pudo.  
-vimos como se vino encima y en segundos estábamos dando vueltas...- hizo una pequeña pausa- ella se encontraba en el lado donde colisionó la camioneta...no tuvo oportunidad, fue muy fuerte...- su voz comenzó a quebrarse. Diego abrió los ojos. ¿Qué es lo que trataba de decirle? No!. Se aferró a lo último que le quedaba, la esperanza.  
-ella te amaba... de verdad te amaba... muchas veces me contaba triste y otras veces feliz, pero sí te amaba! Y anoche antes del accidente lo último que me dijo fue lo maravilloso que había sido ayer...- Se llevó ambas manos al rostro y agachó la cabeza –Diego...- su voz se hizo casi imperceptible – ella ya no esta aquí, Alejandra no sobrevivió-  
Hubo silencio. Para Diego solo fue un silencio eterno el de aquellos minutos después de lo que había escuchado. Un silencio mortal a pesar de los sollozos del hermano de Alejandra. De pronto quizo ir y abrazarlo. Tener a alguien a quien abrazar y con quien compartir aquel terrible dolor que aún no había asimilado, pero entonces se preguntó que tenía que ver él con Marcelo. Ambos amaban a la misma mujer, pero de forma diferente. ¿Cómo podía él saber el dolor que sentía él?, que había compartido toda su vida con ella... El nudo en su garganta se hizo más fuerte a medida que pasaban los minutos e iba comprendiendo lo que había sucedido. Quizo preguntarle una cosa más, pero tampoco tuvo el valor de hacerlo, no había pronunciado palabra alguna y temió que su voz se quebraría o que simplemente no le funcionarían las cuerdas vocales.  
-¿dónde? – se aclaró la garganta -¿dónde esta?...- preguntó finalmente  
-arriba...en la última sala, aún no la sacan- se le volvió a quebrar la voz . Diego se mantuvo un instante más mirando las baldozas blancas del lugar. Finalmente se puso de pie y se dirigió a las escaleras. Cada paso que daba hacía que más le doliera. Miles de cosas pasaban por su mente y todas apuntaban a una misma dirección. Sí, ella, su amada Alejandra, su novia por tan solo un par de horas estaba... muerta. Al final, estaba siendo protagonista de su propia novela, sin final feliz. Se escapó rápidamente de esta última reflección. No podía aún ser así. No así. Necesitaba verla una vez más, comprobarlo. Lo necesitaba. Se aferraba la última esperanza de lo imposible.  
La puerta de la última sala estaba entreabierta. Acercó su mano a la manilla y vió como sus dedos temblaban. Empujó levemente la puerta y esta se fue abriendo a medida que avanzaba. Las persianas estaban casi cerradas, lo que le daba a la habitación un toque más lúgubre. El aire era denso, pero a la vez tierno. Divisó a una mujer, aparentemente enfermera desconectando cables y quitando algunos cubiertos de la cama que yacía al centro de la habitación. Se le heló el corazón. No era la imagen que esperaba. Recostada delicadamente se encontraba Alejandra. No parecía estar herida, no había ni grandes tubos ni nada conectada a ella. Ni siquiera vendas rodeaban su cuerpo, al menos lo que él podía ver, pero sí se delataba una gruesa venda rodeando su cabeza con un par de leves manchas rojizas. Sin duda aquel había sido el golpe letal. El resto estaba intacto.  
Avanzó unos pasos más, acercándose a la cama. La enfermera continuaba con su labor como si no le ubiera visto. Diego se detuvo al costado de la cama. Observó detenidamente a Alejandra. Se le estremeció el corazón. Estaba durmiendo. Hasta creyó ver como su pecho se expandía para recibir oxígeno. No podía estar sin vida, porque estaba más hermoza que nunca!, su rostro tan angelical, sus labios, ¡como si aún estuviera sonriendo!, sus cabellos decorando su rostro que hasta parecía emanar ese dulce aroma, sus ojos cerrados, daba la impresión que estaba soñando lo más bello que se pudiese imaginar. Pero ahí estaba, tan hermoza y tan inmóvil que algo así no podía tener vida, que algo así no podía pertenecer a este mundo si no a otro, uno que tal ves estuviese más haya o que tal ves ni siquiera existía, pero aquello no pertenecía allí, a su mundo. Ya no pertenecía. Entonces comenzó a comprender. Su rostro se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se las enjuagó como pudo.  
-lo siento-  
La enfermera se retiraba del lugar. Diego abrió los ojos -¿qué lo siente? –pensó -¡¿qué lo siente?!- Apretó sus puños. Quizás no habían hecho lo necesario apra salvar a Alejandra y solo lo solucionaban con un “lo siento”. Su dolor se transformó repentinamente en ira. Quiso correr tras esa mujer e increparla, buscar una explicación que apaciguara su dolor. Entonces observó de nuevo a Alejandra, a su amada Alejandra. Ahí estaba, en la misma posición, y no le quedaba mucho tiempo en ese lugar. La desesperación lo invadió por completo. Also la mano para cogerle una, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo un escalofrío lo detuvo. Se arrepintió. Se quedó inmóvil apreciándola por un largo rato hasta que sintió que alguien se aproximaba . Se le acababa el tiempo junto a ella... Acercó su rostro al de ella quedando a unos pocos milímetros de distancia. Su fragancia estaba casi intacta. Cerró sus ojos fuertemente y aguardó unos segundos. Eso fue todo.  
 
16 
Bajó las escaleras rápidamente y atravezó los pasillos de aquel hospital en menos de un minuto. Salió desenfrenado del lugar corriendo como nunca antes. El sol le golpeaba la cara de lleno y le hacía arder sus ojos, pero aquello no le importo. Era soportable, aquel ardor de ojos se le hacía demaciado fácil de soportar, pero no el ardor que carcomía su alma. Continuó corriendo, cruzó calles y avenidas sin importale la pila de autos que tuvieron que frenar bruscamente para no arroyarlo –eso, haber si me toca a mi ahora- Deseó morir. No creyó que podría vivir con algo asi entretejido en sus entrañas. Pero comprendió después que así tenía que ser, que así eran las cosas y que no se podía hacer nada. Las cosas son así. –no hay nadie tras de ellas. Nadie-  
La fatiga comenzó a apoderarse de él. Trató de continuar corriendo, pero esta vez sus piernas no le respondieron. Se acercó a un paradero que parecía estar abandonado. Se dejó caer en el único asiento disponible. Los pensamientos lo comenzaron de nuevo a bombardear.  
Esta muerta. Muerta. Era lo último que tenían que vencer para poder derrotar a la repentina distancia que se había interpuesto entre ellos sin desearlo, sin si quiera sospecharlo. No tuvieron tiempo, pero de alguna forma sí lo tuvieron, pero su enemigo era invencible. Quizás siempre estuvo ahí, al acecho, o se topa con algún desprevenido y ya está.  
La quería de verdad!, si que la quería y deseaba ir más allá, ver más allá de ella misma... pero estaba muerta. Ya no podía aferrarse a ninguna esperanza. ¿Qué se hacía cuando ya ni eso le quedaba?¿En qué debía creer?¿En qué debía apoyarse?. Se llevó las manos a la cara. El dolor se hizo más agudo, más intenso. Y entonces pudo llorar. 

Continua: No

Comentarios: Yes / Si

Email del Autor: f.gonzalezarayaARROBAgmail.com