fanfic_name = El extraño tras la puerta

author = Luvi_trustno1

dedicate = Disclaimer: Ahora sí que me niego a escribirlo… todo lo que está aquí es mío, demándenme a ver si consiguen algo (definitivamente escribir fics no nos saca de pobres, ¿verdad?

Clasificación: No sé, ¿ustedes qué dicen?

Spoliers: Ninguno en particular, pero en algún momento trae a colación toda la serie. Puede ubicarse después de la novena temporada.

Dedicatoria: Muy especialmente a Altamirus, coldqueen, Spooky2, Kchristin, SpOoKy Blue, ustedes son geniales. Y a Katherin, dana-k, lolafile, wendymsanches1979, Brunilda, sam-s, leencita, en fin, a todos los que tuvieron la paciencia de esperarme en “Jugando a ser tú”, les estaré eternamente agradecida. Un beso a todos.

Nota 1: Este relato está basado en una historia real, acaecida en el año 1966.

Nota 2: Espero que me perdonen si encuentran muchos "horrores" ortográficos o de redacción. La idea se me ha puesto en la cabeza hace unas cuatro horas y desde entonces no me he movido del ordenador. Sean piadoso, nunca antes había escrito un relato completo de una sola vez.

 

Rating = touchstone

Type = Suspense

fanfic =

 

1. Alguien llama a la puerta.

 

Springfield, Oregon.

Marzo 24 2003, 5.30 a.m.

 

Aún reinaba la oscuridad en esa fría mañana invernal que envolvía el número 13 del motel Faraway, perdido en las afueras de Springfield.

Fox Mulder, hombre de 40 años, alto, atlético, de cabellera castaña y expresión triste, se acababa de levantar. No, no tenía en su rostro las señales que tiene cualquier persona que todavía está adormilada. Por el contrario, podía adivinarse una noche de insomnio, una noche de intentar no moverse mientras sostienes una lucha silenciosa con tus peores pesadillas.

Porque las peores pesadillas siempre son aquellas que se te presentan cuando tienes los ojos abiertos.

Vestido sólo con una camiseta gris y unos pantalones de pijama azul oscuro, se dirigió hacia el baño encendiendo la luz para atender a sus necesidades fisiológicas. Luego se lavó las manos y se cepilló los dientes. Iba ya a apagar la luz, cuando se percató que el reflejo proveniente de la tenue luz amarillenta caía en el rostro dormido de la mujer pelirroja que yacía en el lecho.

No pudo evitar que una oleada de ternura le invadiera.

Y otra de dolor.

El dolor que nacía de la culpa, una culpa eterna.

En ese momento ella se movió. Era natural que empezara a despertar con los golpes fuertes a la puerta.

Dana Scully lo miró con expresión preocupada desde la cama. También él se sintió inquieto, pero le hizo un gesto de confianza a su compañera.

 

- Vuelve a dormir –le susurró esbozando una sonrisa.

 

No podía mostrarse siempre paranoico.

Tenía que ser alguien que se había equivocado de puerta o quizás el dueño.

Si se tratara de aquellos que aún estaban en su búsqueda, definitivamente no tendrían la cortesía de llamar.

Cruzó la pequeña estancia que servía de comedor y cocina y abrió la puerta.

Se encontró ante un extraño de elevada estatura, de cabello oscuro y ojos hundidos de mirar penetrante. Tenía la ropa mojada y llena de barro e iba descalzo. Apuntando con una pequeña pistola plateada, pegada al corazón de Mulder, el desconocido lo obligó a retroceder por el cuarto hasta el dormitorio.

 

- Acabo de pegarle un tiro a un policía idiota y lo mataré a usted si no me obedece. Necesito ropa seca.

 

 

2. El extraño.

 

Marzo 26, 10.14 a.m.

 

- ¿Por qué abandonó el trabajo en la Sociedad Protectora de Animales? –interrogó el sargento Bates.

- Lo dejó porque no le pagaban mucho y porque no podía ver que mataran a los perros y a los gatos- explicaría después a la policía la señora Janeth Acree, divorciada, amiga y casera de Harry Blank.

 

Harry Blank tenía 33 años y esa mañana de marzo su vida llegaba a un punto al parecer inevitable.

Había prestado honorablemente su servicio militar en infantería durante la Guerra del Golfo y, de regreso a los Estados Unidos, estuvo vagando por el Sud-oeste, hasta que en 1994 empezó a meterse en líos. Dos veces fue condenado a presidio por allanamiento de morada y una vez por robo. Salió libre en el 2002 y consiguió empleo en su pueblo natal, Springfield, en el estado de Oregon, con la Sociedad Protectora de Animales, pero a las cinco semanas dejó el trabajo.

El 23 de marzo, Blank había telefoneado a la señora Acree desde Salem, más o menos a una hora de camino, para decirle que se le había descompuesto el automóvil y pedirle que fuera a recogerlo.

Había ido a Salem a visitar a su padre, pero se enteró que estaba muerto hacía dos meses.

 

- Durante todo el camino no hacía más que repetir “¿Por qué no me avisaron?” y lloraba a cada rato. En un momento me dijo: “Tal vez es feliz. Nada le puede causar daño”.

 

En casa de la señora Acree pasó la noche, con dos individuos a quienes había conocido en la cárcel.

 

- Estaba deprimido y callado y varias veces me pidió prestado el auto para ir a dar un corto paseo solitario. Al fin accedí, estaba cansada y quería dormir. En realidad no pensé que podría cometer alguna locura si estaba acompañado.

- ¿A qué hora salió de la casa?

- Como a las 4.30 de la madrugada. Por la ventana lo vi tomar el volante. No supe más.

 

 

3. Tras la puerta.

 

Marzo 24, 4.48 a.m.

 

El teniente Albert Young, que conocía la historia de Harry Blank, lo vio pasar en compañía de otros dos individuos en un coche que llevaba matrícula caducada. Era la segunda vez que veía cruzar el coche. Así que resolvió detenerlos y averiguar qué estaban haciendo a esas horas sin rumbo fijo. Como medida de precaución, llamó por radio a la jefatura y pidió que fuera una unidad de apoyo.

Young hizo señas a Blank para que se detuviera cerca de la acera y en seguida se dirigió a pie a la ventanilla del conductor. Casi de inmediato, otro auto patrulla en el que iban el sargento Kevin Bates y el oficial Andrew Wilson, de 24 años, de aspecto juvenil y cuya esposa esperaba dar a luz en las próximas dos semanas.

Blank salió del auto. Se sentía tenso, el momento era crítico.

El mes anterior había cometido tres robos a mano armada y enmascarado en el mismo Springfield y ahora, además, llevaba una pistola en su espalda, bajo la camisa, y una escopeta escondida bajo el asiento delantero del vehículo.

El teniente Young le entregó sus documentos tras revisarlos.

 

- Lo lamento –le dijo- pero me veo en la obligación de entregarle esta citación. La matrícula del vehículo ya expiró –lo miró directamente a los ojos alcanzándole el papel- ¿Podemos registrar el auto?

- No es mío –respondió Blank.

- No importa; queremos registrarlo.

 

Luego de que los acompañantes de Blank se apearon, Andrew Wilson procedió a practicar el registro del vehículo. No tardó mucho en encontrar la escopeta.

Cuando la retiraba de debajo del asiento, Blank sacó la pistola y le pegó un tiro en el vientre. En seguida disparó sobre Young, pero erró el tiro y huyó en la oscuridad.

Wilson cayó de espaldas y se llevó las manos al vientre. Young lo ayudó a subir en uno de los autos policíacos y casi voló con él a un hospital cercano, mientras que el sargento Bates arrestaba a los dos compañeros de Blank.

Mientras tanto, Blank cruzaba a trompicones una construcción en la cual perdió los zapatos y cayó en un charco de agua.

Siguió corriendo, protegido aún por la oscuridad, hasta que se encontró en una carretera en las afueras, donde se alineaban varios módulos que formaban el motel Faraway. Entonces observó que en uno de ellos, se encendía una luz tenue que se filtraba por una pequeña ventanita en la parte superior.

Era el número 13.

 

 

4. Bajo amenaza.

 

Ante el rostro grave e inexpresivo de Blank, Mulder no pudo evitar sentir temor.

 

- Cariño –murmuró- aquí hay un hombre con una pistola que quiere ropa.

 

Ella, que apenas se estaba levantando, los vio entrar. Su primera impresión fue de resentimiento contra el desconocido que entraba en esa habitación.

No era una persona que se intimidara con facilidad.

En los últimos nueve años había visto demasiadas cosas, había conocido al hombre al que ahora apuntaba el desconocido, había sido secuestrada, habían experimentado con ella y la habían dejado estéril, le provocaron un cáncer y le arrebataron una hija que nunca tuvo en su seno. Además se había visto obligada a sostener al hombre del que se había enamorado cuando se convenció de que su hermana estaba muerta, había viajado hasta África para encontrar una cura a su enfermedad, lo había perdido, lo había visto muerto y luego vivo otra vez; habían tenido un hijo que se vio obligada a entregar y ahora estaba allí, escondida, con ese hombre al que habían condenado a muerte. Eran parias, buscados por el FBI y otras fuerzas ocultas mucho más poderosas.

No, no podían darse el lujo de que algún estúpido como ese los expusiera a la luz.

Eso era lo único que le atemorizaba.

Y probablemente era lo mismo que estaba sintiendo su compañero ahora. Por eso su tono de voz, aquel que le indicaba que estuviera tranquila y que reaccionara con cautela, sin tener que correr hacia el closet donde la noche anterior habían dejado la maleta sin desempacar y en cuyo doble fondo tenían un par de armas que portaban sin autorización.

Blank se quedó viéndola mientras tomaba el par de pantalones vaqueros que Mulder había usado en la víspera y que estaban sobre una silla al costado de la cama. Scully bajó un poco la cabeza mientras el bandido se mudaba de ropa.

Se sentía indefensa en la cama.

 

- ¿Por qué no sale un rato mientras me visto? –le dijo.

- No, quédese en la cama –ordenó Blank.

- Oiga –replicó ella apretando los dientes porque el arma seguía pegada al pecho de Mulder- Usted no puede entrara así y ordenarme cuándo puedo levantarme de la cama.

- ¡Laura! – dijo Mulder.

- ¡Le he dicho que se quede acostada! –gritó Blank blandiendo la pistola un segundo.

 

Un segundo que Mulder quiso aprovechar para arrebatársela pero Blank, que no lo había perdido de vista un instante, dejó caer con fuerza la culata sobre la sien izquierda, lo que hizo que se desplomara al suelo.

 

- Un movimiento más y no lo cuenta, amigo.

 

Scully vaciló un instante, pero resolvió tratar con el intruso con desprecio.

 

- No me importa lo que usted diga –repuso con voz suave, saltó de la cama y fue hacia donde Mulder intentaba incorporarse con dificultad-¿Estás bien? –

- Sí –susurró él clavándole esa mirada enigmática que sólo ellos comprendían mientras se dejaba ayudar. Podía sentir la breve humedad viscosa en la mano que tenía apoyada en la cabeza mientras la sensación de vértigo se apoderaba de él.

 

Blank no dijo nada; se limitó a retirarse un poco para mantener a los dos bajo la amenaza de la pistola

Los tres pasaron a la otra estancia.

 

- Laura, asegúrese de que todas las cortinas estén corridas –ordenó Blank.

- Todo está cerrado –replicó ella –Tengo que limpiarlo.

 

Blank le arrojó una toalla de manos. Se sentaron frente a frente. Mulder, mientras Scully limpiada la herida, la miró enigmáticamente. Blank estaba encendiendo la televisión y era un segundo precioso que podrían aprovechar para poner fuera de combate al tipo aquel.

Scully apretó ligeramente el hombro izquierdo de Mulder.

Ella sabía que eso no era lo que hacía una pareja normal.

Si lo detenían, luego tendrían que dar muchas explicaciones a la policía local.

También estaba la opción de matarlo.

Pero eso quedaba fuera de consideración. No, el sujeto no era un súper soldado o algún agente del sindicato… Era un pobre estúpido que tenía cuentas pendientes con la ley y que no valía la pena el riesgo.

En las noticias pasaban un boletín en que se informaba que Harry Joseph Blank no había sido capturado, que el oficial Wilson estaba en estado crítico y que todas las salidas de Springfield estaban vigiladas por la policía.

Mulder no sabía si esto último preocupaba a Blank.

Pero a él definitivamente sí.

 

 

5. Teléfono delator.

 

Cuando Harry Blank se acercó al teléfono, Mulder agachó la cabeza pues no pudo reprimir una sonrisa.

Blank marcó el número de la señora Acree, en cuya casa acababa de entrar la policía que estaba registrando todos los lugares frecuentados por el bandido. El sargento Bates indicó a la dueña de la casa que contestara.

 

- Si es él, pregúntele dónde está.

 

La señora Acree tomó el teléfono, escuchó a Bates e hizo una señal afirmativa.

 

- ¿Qué te pasó Harry? ¿Dónde estás?

- Estoy escondido. Tuve que dispararle a un policía. Tengo a una pareja de esposos como rehenes.

- Harry, déjame hablar con ellos.

 

Blank le pasó el teléfono a Scully, quien después de escuchar un rato, se volvió a él.

 

- Su amiga quiere que le de nuestro nombre y dirección.

- Déselos.

 

Ella miró un instante a Mulder quien movió apenas la cabeza y parpadeó una vez en un acuerdo tácito.

 

- Rob y Laura Petrie –dijo ella y a continuación indicó el lugar en el que se encontraban.

 

La señora Acree anotó los datos en un papel. El sargento Bates lo tomó y corrió con él a su auto patrulla para transmitir esta información por radio.

 

- No se angustie. Ya van a ayudarlos –dijo la señora Acree a Scully por el teléfono sin saber que era esto precisamente lo que más angustiaba a la ex agente federal- Por favor déjeme hablar con Harry.

 

Ella le devolvió el teléfono.

 

- Harry, prométeme que no harás daño a esa pareja.

- Si no me veo obligado, no les haré nada. Necesito saber qué le pasó al policía. Si se muere, cualquier cosa que yo haga no va a empeorar mi situación. Espera, voy a subir el volumen de la televisión.

 

El nuevo boletín ya estaba informando que Blank había sido localizado y que la policía lo rodeaba.

 

- ¡El jodido teléfono está interceptado! –gritó Blank.

- ¡Harry, Harry, yo voy a verte y tú me entregas la pistola!

- ¡Al primero que se me acerque lo mato!

 

 

6. Contra las cuerdas.

 

Para cuando terminó esta conversación, la policía ya había cerrado con un cordón la calle donde se encontraba el motel y se había apostado con armas de largo alcance en los techos vecinos y tras los arbustos cercanos.

 

- Abra un poco la cortina –dijo Blank a Scully- y dígame que ve.

 

Mientras él permanecía detrás, apuntándole con la pistola a la oreja, sin perder de vista a Mulder, ella se asomó y vio brillar una mira telescópica que desapareció en seguida.

 

- No se ve nada –dijo.

- ¿Tienen algo para beber?

- Creo haber visto jerez para cocina –dijo ella.

- Tráigalo.

 

Blank pasó unos minutos sentado bebiendo a pico de botella.

 

- Vamos a mirar otra vez por la ventana –dijo Blank.

 

Esta vez él mismo vio al oficial.

 

- ¡Oh, vean eso! ¡¿Es una ametralladora?!

 

A Mulder le dio la impresión de que el espectáculo emocionaba a Blank. Sintió a Scully sobresaltarse ligeramente cuando el teléfono sonó. Ya eran las ocho de la mañana.

El propio Blank contestó.

 

- Soy el teniente Young. Deja a los rehenes, Harry. No tienes ninguna oportunidad.

- Retire a la policía. Déjeme sacar a esta gente en un auto, los dejaré en libertad cuando llegue a la carretera.

 

Sí, esa sería una gran salida, pensó Mulder. Les evitaría muchos disgustos.

 

- No puedo hacer eso –dijo Young pues sabía que durante la persecución y el inevitable tiroteo podrían resultar heridas muchas personas.

 

Blank colgó y él y sus prisioneros permanecieron en silencio mientras se sentía crecer la tensión. Blank terminó el contenido de la botella y la puso cuidadosamente sobre el centro de la mesa.

 

- Deberían aceptar su oferta –comentó Mulder.

- Mjú –asintió Blank pensativo. En seguida, mirando a Scully, propuso- Vamos a salir usted y yo a la puerta y usted le dice al teniente Young que me llame por teléfono.

 

Antes de que abriera la puerta, él se colocó detrás de ella, le rodeó el cuello con el brazo izquierdo, mientras con la mano derecha apoyaba la pistola en la cabeza de Scully. Así aparecieron en el marco de la puerta.

 

- ¡Quiere que lo llamen otra vez! –gritó Scully - ¡Que el teniente Young lo llame otra vez! –y en seguida él la obligó a entrar otra vez en la casa.

- Pásame el teléfono –dijo el teniente Young a un oficial- “Esa mujer me parece familiar”, murmuró para sí mismo tratando de recordar dónde podía haberla visto antes.

 

**********************************************************

 

7. Misterio

 

El teléfono sonó casi inmediatamente. Blank pidió seis latas de cerveza, pero la policía se las negó, considerando su comportamiento, ya irracional, sería peor aún si bebía.

 

- Díganle a mi hermana que venga –pidió Blank –Tal vez después de hablar con ella le entregaré el arma.

 

El teniente Young telefoneó a la hermana de Blank y cuando ella llegó hizo que un oficial la acompañara a la puerta donde el bandido, apuntando a la cabeza de Scully, escuchó impasible los ruegos de su hermana para que se la entregara.

 

- Hermana –dijo- echa al aire una moneda.

 

Scully miró a Mulder de reojo con expresión de extrañeza mientras la hermana de Blank, sin comprender, obedeció.

 

- ¿Es cara o cruz?

- Es cara.

- Me lo temía –comentó él misteriosa y melodramáticamente –Entremos.

 

Ya dentro de la casa, la hermana siguió suplicándole y mostrándole una fotografía de sus hijitos. Él la detuvo.

 

- Guárdala –dijo riendo- Hermana, ve a pedir a los policías una botella de vino y me la traes. Entonces escribiré una confesión y me entregaré. No me voy a ir a la cárcel en mi sano juicio. Y diles que quiero ver a Janeth.

 

Ella salió y el teniente Young fue a su encuentro, negándose a la petición tras oírla.

 

- ¡Si voy desarmado ¿puedo entrar a hablar con usted?! –gritó Young, quien desenfundó su pistola y se la entregó a un policía.

- ¡Está bien! –gritó Blank sin percatarse del estremecimiento involuntario que sacudió a sus dos rehenes.

 

 

8. Tres rehenes

 

Young, el típico policía de edad mediana, con el pelo algo canoso, franco y sin rodeos, entró tranquilamente, acompañado por la hermana del bandido. Este permaneció al fondo de la habitación, apuntando la pistola a la cabeza de Mulder.

 

- Siéntese y no se mueva –le dijo a Young quien encendió un cigarrillo. -¿Me dejarán hablar con Janeth?

- No lo creo posible… Entendámonos reposadamente –dijo Young – Yo no le tengo miedo a usted. ¿Por qué no deja de jugar con esa pistola? La señora Petrie está embarazada y esto le hace daño.

 

Scully no pudo evitar que sus ojos se abrieran con sorpresa mirando a Mulder, en cuyo labio inferior se dibujó inconcientemente un pliegue con mayor profundidad, sin darse cuenta de que el teniente Young los miraba de reojo. Ya había mandado a investigar a la pareja y no habían encontrado rastros de su existencia, lo que acrecentó su malestar respecto de ellos, malestar que ahora se hacía casi palpable cuando, al toparse con sus rostros, la sensación de haberlos visto antes lo golpeó casi como una cachetada.

Blank, que había amartillado con el pulgar el gatillo del arma, continuaba jugando con ésta.

 

- Tengo dos balas en la pistola y puedo aprovecharlas.

- Si tiene la intención de dispararle a alguien, dispáreme a mí. A mí me pagan por correr el riesgo. Deje salir a esta gente y téngame a mí como rehén.

- Fuera –le ordenó secamente Blank.

 

Young no tuvo más remedio que obedecer. Blank parecía tranquilo y dueño de sí mismo, aunque un poco ebrio y capaz de matar a los rehenes.

Los rehenes…

¿Acaso estaban complicados? No, no lo creía posible. Pero algo andaba mal. Esa pareja no era común y corriente. Manejaban sus nervios demasiado perfectamente. Si tuviera tiempo, mandaría hacer un retrato hablado para buscar en el sistema algo sobre ellos.

Pero tiempo era precisamente lo que no tenían. Fueran quienes fueran, tenían que sacarlos de ahí.

Young pensó que ya Blank había pedido varias veces hablar con la señora Acree y no lo habían permitido por temor a que la lastimara culpándola de haberlo vendido, pero ahora resolvió correr el riesgo.

Sin embargo, en cuando la señora Acree apareció en la calle, Blank levantó la pistola y rompió un vidrio de la ventana.

 

- ¡No! – gritó Scully.

- Está bien. Usted y yo saldremos.

 

Mulder notó una expresión distinta en su mirada. Vio como rodeaba nuevamente el cuello de su compañera con el brazo y permanecía detrás de ella en la puerta.

 

- ¡Si vienes a la puerta, yo te daré la pistola Janeth! –gritó -¡quiero verte!

- ¡No la mates, Harry! ¡No!

 

Young detuvo a la señora Acree a medio camino.

 

- Acércate más –dijo Blank- Yo te quiero mucho Janeth.

- Sal acá afuera, Harry.

- ¿Me quieres Janeth?

 

Ella vaciló hasta que uno de los policías le dio con el codo.

 

- Sí.

- ¿Lo recordarás siempre?

 

Bajó el brazo izquierdo que tenía alrededor del cuello de Scully, la rodeó con el derecho y se puso en la boca el cañón de la pistola.

 

- ¡No, no! ¡Baja la pistola, Harry! –gritó la señora Acree.

- ¡Maldito bastardo! –gritó Mulder desde adento- ¡La tiene agarrada!

 

Scully trató de volver la cabeza a la derecha, lejos de la pistola, y esperó a que sonara el tiro. Pero de pronto Blank se sacó el arma de la boca y tiró de ella hacia adentro en donde la soltó.

Ella suspiró.

 

- ¡Estoy harta de usted, Harry! –le gritó de pronto pero sintió que Mulder la tomaba del brazo.

 

La hermana de Blank, en un rincón de la estancia, abrazada a sus rodillas, lloraba en silencio.

 

 

9. Vengan a aprehenderme.

 

El ambiente había cambiado de pronto, tanto dentro del módulo, como fuera. Adentro, la cólera, la tensión y el miedo producían casi una electricidad palpable. Mulder a duras penas podía contenerse. Había notado la última mirada que les había lanzado el teniente Young a Scully y a él y en su mente se había puesto la idea de que podía haberlos identificado por algún boletín que el FBI había hecho circular a lo largo y ancho del país. Si a eso aunaban el hecho de que el policía había mentido sobre la condición de Scully, casi no habían dudas.

Fuera, el teniente Young que había escuchado el grito que había dado la “señora Petrie”, comprendió que era hora de poner fin al episodio. Hacía más de ocho horas que Blank estaba dentro.

 

- ¡Le damos diez minutos, Harry! – gritó- ¡Si no sale, le arrojaremos gases lacrimógenos!

 

Era la 1.50 p.m.

Mulder se encontró con la mirada temerosa de su compañera. Tenía que empezar a pensar rápido, poco importaba en realidad lo que le sucediera al estúpido que los había metido en este lío. Mientras tanto, Blank y su hermana permanecieron sentados observando el minutero del reloj que lentamente pasaba del número doce.

 

- ¡Malditos sean! –rió Blank- Ya son más de las dos. No eran más que bravatas, vengan a aprehenderme…

 

No había terminado de pronunciar la última palabra cuando una granada de gas rompió la ventana principal e incendió la cortina. Inmediatamente dos grandas más entraron hacia otras direcciones.

Blank retrocedió hacia el dormitorio, mientras Scully se arrojaba hacia donde estaba la hermana de Blank y la llevaba a empujones hacia la puerta.

Entretanto Mulder, medio ciego por los gases, corrió tras Blank que se había metido ya en el baño.

Scully abrió la puerta.

 

- ¡No disparen! – gritó mientras empujaba fuera a la hermana de Blank casi de cuclillas.

 

Y entonces sucedió. Se escuchó un disparo y luego otro.

No pasaron dos segundos entre el volver la cabeza por la sorpresa y lanzarse otra vez al interior del lugar haciendo caso omiso a los gritos del teniente Young; el fuego avanzaba rápidamente y sabía que, sin importar lo que hubiese sucedido, eso podría paralizar a Mulder.

Minutos después, teniendo como fondo el sonido de las sirenas de los bomberos, Scully sostenía a un tambaleante Mulder que tosía y se cubría la boca con la mano derecha, mientras el brazo izquierdo pendía a un lado, mostrando una mancha de color escarlata oscuro que se iba expandiendo sobre el costado de su camiseta.

Los bomberos acudieron inmediatamente a auxiliarlo, colocándole el oxígeno, pero él se quitó la mascarilla y se la puso a su compañera con movimientos torpes, mientras dejaba que le revisaran la herida.

 

 

10. Confrontación.

 

Marzo 26, 9.17 a.m.

 

- ¿Qué pasó allí dentro, señor Petrie? –interrogó el teniente Young a Mulder, que mantenía a Scully cogida entre las suyas, la mano derecha de izquierda de Scully, acariciándola con los pulgares delicadamente.

 

Estaban sentados frente al policía en la sala de interrogatorios de la jefatura local. En el hospital los habían ayudado a conseguir algo de ropa pues el día anterior lo habían pasado en observación.

Ahora, Scully se humedecía los labios por cuarta vez mientras se acomodaba un mechón de cabello tras la oreja, concentrándose sólo en mirar a “su esposo”. Tenía miedo de que si miraba directamente al teniente, quizás éste podría confirmar sus sospechas.

 

- Él se mató.

- ¿Y por qué le disparó?

- No lo sé, quizás se asustó cuando me vio…

- ¿Por qué regresó usted hacia el dormitorio en lugar de dirigirse a la puerta?

- Estaba casi ciego por los gases…

- Eso no parece del todo creíble...

- Amor –dijo Scully con voz casi suplicante acariciando la mejilla de Mulder que tenía la barba algo crecida- mejor le decimos la verdad.

 

Se encontró con la mirada sorprendida de Mulder, pero apenas y parpadeó. Ella se volvió a mirar al policía.

 

- Rob.. bueno… Rob es pirófobo… -dijo y Mulder bajó la cabeza mientras el teniente levantaba las cejas.

- ¿Es por eso que retrocedió en lugar de avanzar, señor Petrie? ¿Le tiene miedo al fuego?

- ¿Qué esperaba? No puedo controlarlo… -dijo Mulder fingiendo impotencia.

- Lo que me parece extraño es que no aparezcan en la computadora, nunca nacieron, no sé donde trabajan…

- ¡Y nosotros qué culpa tenemos de que sus malditas computadoras estén locas! –dijo Mulder exhaltado.

- Cariño…

- ¡No, Laura! ¡Estuvieron a punto de matarnos y nos tratan como si fuéramos los criminales! ¿Quieres nuestros documentos? Vaya y búsquelos entre las cenizas, junto con nuestra ropa y los ahorros de nuestra vida…

- Sólo esperábamos pasear un poco por el país mientras tenemos este mes de vacaciones, ¿sabe?... –intervino Scully con voz acongojada- En unos meses llegará el bebé y…

- ¿Está usted embarazada? – el teniente Young parpadeó.

- ¿No lo sabía? –dijo Scully- Entonces lo que le dijo a ese bandido…

- Creo que fue intuición… ¿Qué harán ahora?

- Volver a casa, si ustedes nos lo permiten… -dijo Mulder retador.

- Desde luego. Pueden irse. Lamento los inconvenientes.

 

Mulder y Scully se pusieron de pie. Hicieron un gesto a modo de despedida y salieron tomados de la mano sin volverse hacia atrás, a pesar de sentir la mirada del teniente en sus nucas como una mano invisible.

A los pocos minutos, un oficial entró a la sala de interrogatorios con unas hojas que alcanzó al teniente Young. En ellas se veía las fotografías de las personas que acababan de salir.

 

“Dana Katherine Scully… doctora en medicina forense… agente del FBI… asignada a Quántico…Paradero actual desconocido… Fox William Mulder… ex agente del FBI… condenado a muerte por traición y asesinato, fugitivo de la justicia… Paradero actual desconocido…”

 

- ¿Quiere que los busquemos, teniente? –interrogó el oficial.

 

El teniente se le quedó observando unos instantes en silencio.

¿Por qué el FBI condenaría a uno de sus agentes a muerte y otro, que enseñaba en la Academia, lo acompañaría?

Su intuición le decía que algo andaba mal allí. Como le había dicho antes que ellos no eran quienes decían ser.

Como le había dicho que esa mujer pelirroja que mostraba tanto aplomo y que era el centro de la devoción que mostraba la mirada de ese hombre, estaba esperando un niño.

Porque en realidad era intuición.

Claro, podía ser que ellos confirmaran esta afirmación sólo para cubrirse mutuamente pues era evidente que tenían un lazo muy fuerte.

El teniente Young sacudió la cabeza negativamente.

Prefería pensar que había acertado.

Dejaría que los Petries siguieran su camino.

 

 

FIN.

 

 

 

Perú, Octubre 08, 2006.

 

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