chapter = 3
author = Luvi_trustno1
Rating = touchstone
Type = Suspense
fanfic = Tres.
Entraron al poblado casi al anochecer. Aunque miraba la carretera, la mente de Mulder estaba en el pasado, casi diez años atrás.
Scully despertó de repente, casi dio un salto sobre su asiento. Mulder la miró preocupado, respiraba aceleradamente.
- ¿Estás bien?
Ella no respondió, sólo lo miraba fijamente con los ojos desmesuradamente abiertos y una expresión de terror en los ojos.
- ¿Scully?...
- Yo… sí… -ella parpadeó. - ¿Dónde estamos?
- Entrando a Sanderson… ¿tuviste una pesadilla?
- Sí… Fue horrible… Una mujer golpeada, sangrante, uno de sus brazos pendiendo del enganche de un camión mientras el otro sostenía aún su cuerpo a un remolque… ¡Dios, era como si yo hubiera estado allí!
Mientras Scully narraba su pesadilla, la expresión de Mulder se fue transmutando y su rostro adquirió cierta lividez.
- ¿Qué ocurre?
- Eso no fue una pesadilla, Scully.
- ¿A qué te refieres?
- Esos son mis recuerdos.
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- Es casi imposible que dos personas estén pensando lo mismo al mismo tiempo, Mulder.
Se habían detenido a comer algo en una cafetería cercana; la temperatura había descendido algo y Scully se colocó una camisa manga larga a cuadros sobre la blusa. Algunos clientes los habían mirado con curiosidad inicial, pero el aspecto de viajeros hambrientos les ayudó a que pronto fueran ignorados.
- Tú lo has dicho, casi…Pero no imposible. Son conocidos los casos de hermanos que declaran pensar y sentir lo que el otro aunque estén a muchas millas de distancia.
- Gemelos, Mulder. Aún no se sabe a ciencia cierta el porqué pero se supone que su conexión se debe al haberse originado de un mismo zigoto y esta conexión se va perdiendo poco a poco a medida que van creciendo.-ella bebió un sorbo de café mientras miraba a su compañero engullir sus patatas fritas- Y tú y yo no somos gemelos ni familia, ni mucho menos.
- Tal vez estamos demasiado unidos…
Ella arqueó una ceja ante el comentario que su compañero había soltado con absoluta inocencia. Bajó la cabeza unos instantes para escapar de su mirada.
- Por qué no me cuentas todo, desde el principio.
- Sucedió cuando aún estaba por graduarme de la Academia. Casos aislados de mujeres que habían sido ultrajadas, torturadas y descuartizadas. Siempre en poblados distantes, vecinos a la frontera. Cuando aquí en Texas encontraron a una mujer descuartizada sin que se hallara rastro de su pierna izquierda, pidieron ayuda al FBI y a mí me llamaron para que participara en la elaboración del perfil psicológico del victimario. Capturaron a un joven llamado Erick Black, un viajero depresivo que se había encontrado en los lugares donde ocurrieron los asesinatos. Pero el perfil que tracé no coincidía. Me dijeron que era normal que pudiera equivocarme siendo este el primer trabajo importante y tratándose de un psicópata.
- ¿No te creyeron?
- No... Excepto el comisario Michaels. Él, como yo, creía que era víctima también del asesino, que le estaba tendiendo celadas para hacerlo aparecer culpable, lo había estado siguiendo. Finalmente, encontramos al hombre tratando de “sembrar” en casa del pobre Black la pierna de la última víctima. Se llamaba Jack Adams.
- ¿Estás seguro de que se trata de la misma persona que encontramos en la carretera.
- Ha cambiado un poco. Pero no podría olvidar jamás la sonrisa que tenía pintada en su rostro mientras acariciaba su macabro trofeo, Scully. O la mirada que tenía fija en mí mientras lo conducían a prisión.
- Lo entiendo.
- Lo que me sorprende es que esté afuera, debería estarse pudriendo en la cárcel.
- Tal vez el comisario Michaels lo sepa. ¿Sabes dónde vivía?
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- Está muy oscuro aquí, Mulder.
- ¡Comisario Michaels! – Mulder llamó en voz alta acercándose a la casa.
Todas las luces estaban apagadas. La puerta estaba entreabierta. Sintieron ruidos dentro.
Ambos sacaron sus armas. Se disponían a entrar.
- ¡Cielos! – Scully contuvo el aliento. Mulder sonrió.
- Tranquila –dijo, cuando vio al perro cruzarse por entre sus piernas. Sin embargo, siguió su trayecto.
El perro empezó a lloriquear en la puerta del granero, rascándola hasta que logró abrirla e introducirse rápidamente en él.
- Scully, ven aquí.
Cuando abrieron la puerta, un caballo salió despavorido.
Entraron y avanzaron unos metros.
Allí, en la máquina cortadora, el cuerpo del pobre comisario yacía con la cabeza cercenada a escasos centímetros de la sierra.
- ¡Por Dios, Mulder! ¿Qué está pasando aquí?
Mulder empezó a mirar a su alrededor, hacia arriba.
Sonó un disparo y Mulder cayó al piso llevándose la mano al costado, mientras que una risa conocida hacía estremecer a su compañera que se había agachado para ayudarlo.
- ¿Cómo está agente?
- ¡Bastardo! –gritó ella.
- Jajajaja… ¿Escuchas eso doctora?
Scully se estremeció. Y no precisamente porque ya podía sentir las sirenas de la policía y el hecho de que, a simple vista, ellos aparecerían como los culpables de aquel horrendo asesinato.
Sino porque, al oírse llamar “doctora”, recordó algo que se le había pasado desapercibido. El que ya antes, cuando Mulder echó al sujeto del auto, lo había mencionado.
Supo que todo era parte de un muy bien montado plan de esa mente criminal que ahora estaba buscando vengarse de Mulder.
- Tenemos que irnos de aquí – le dijo a su compañero.
Continuará.
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