chapter = 5
author = Luvi_trustno1
dedicate = Con cariño a katherin_m_s (aunque quizás no se acuerde de mi).
A Angelita, por llenarme de entusiasmo.
A FBI, chilly, selene, conocimiento acumulado, alderaan, siris... en fin, a todas las personitas anónimas que se toman un tiempo para leer aquello que puedo ofrecer. Muchas gracias
Rating = touchstone
Type = Suspense
fanfic = Cinco
Despertó intempestivamente, exaltada y sudorosa. Y no precisamente por el insoportable calor.
La imagen de Mulder sangrante e inconsciente, encerrado en una especie de tumba circular, se le presentaba con una claridad espantosa. Podía jurar que había podido escuchar cómo aún conservaba el pulso y se aferraba a la vida con todas sus fuerzas.
Se llevó una mano temblorosa a la boca a fin de poder ahogar los sollozos, pero no pudo evitar que las lágrimas resbalaran por sus mejillas.
Tragó la saliva y aspiró profundamente varias veces, hasta que pudo sentirse dueña de sí misma nuevamente.
Entonces empezó a explorar el lugar donde se encontraba.
Era un viejo granero, abandonado hacía mucho a juzgar por el terrible estado de conservación. Pero ¿cuánto tiempo llevaba allí? ¿dónde se encontraba? ¿qué le había sucedido a Mulder? ¿qué habían hecho con ella?
La imagen fugaz de su pesadilla en el auto la asaltó y se miró rápidamente de arriba hacia abajo.
Al parecer sólo la habían arrastrado a aquel lugar. Y, desde luego, ya no tenía ni su arma ni su identificación.
Al ponerse de pie, apretó los dientes frente al punzante dolor proveniente de su pierna.
También necesitaba atención médica o aquella herida terminaría infectándose.
Salió. Por la posición de la sombra, podía decir que era poco más de las 14 horas. Miró a su alrededor. A unos 10 metros, una casa casi derruida y una camioneta abandonada y sucia. Se dirigió hacia ella con cautela.
Las llaves estaban puestas en el contacto y al parecer tenía algo de combustible.
O tenía demasiada suerte o se trataba de una celada muy bien montada.
Sabía la respuesta, pero no tenía otra alternativa.
Subió a la camioneta y la puso en marcha.
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Casi una hora después se detuvo frente a una cafetería. No sabía si podría averiguar algo allí, pero no tenía otro punto de partida.
O quizás era sólo el presentimiento el que la obligaba a entrar.
Podía haber estado desierta, pero el cocinero, con su mandil blanco y su gorro, le daba la espalda. A la vista, en la cocina, la sartén con aceite caliente; la cafetera y la plancha.
- ¿Le ofrezco la especialidad de la casa, doctora? –dijo el cocinero con tono irónico.
Un tono irónico que conocía muy bien. Un escalofrío la recorrió por completo mientras veía al hombre rubio volverse a mirarla con su imborrable sonrisa.
- ¿Dónde está?
- ¿Quién?... Ah, su compañero… Seguro. Inconsciente, pero vivo creo yo. Todavía.
- ¿Por qué está haciendo esto? –era una pregunta estúpida, pero necesitaba saber.
- Una vieja deuda pendiente, es todo. No lo tome como algo personal, doctora- rió
- Es usted un maldito demente... ¿qué diablos pretende?
- Sólo jugar un poco, doctora…
- Mulder morirá si lo no ve un médico.
- No, no… no lo he planeado de ese modo… -el hombre acariciaba un enorme y filudo cuchillo de cocina del cual Scully no podía apartar la mirada- él despertará para enterarse de lo que le ha sucedido a su… ¿qué era? su noviecita si mal no recuerdo…
- ¡Y qué quiere! ¿Matarme? ¡¿Por qué rayos no lo hace de una vez?!
- Tranquilícese… Está usted muy alterada… Podría decirse que perturbada… Capaz de matar al pobre dueño del establecimiento –dijo mirando hacia el lado izquierdo.
Sólo entonces Scully se dio cuenta del hombre que yacía en el rincón, en medio de un charco de sangre.
- Sí…-Jack Adams rió- La policía lo sabe, pronto estarán aquí… Usted está loca. ¿Cómo ha podido hacerle eso al buen Bud? ¿Y cómo ha tenido la sangre fría para torturarme?
Ante la mirada atónita de Scully, Jack Adams colocó la mano izquierda con los dedos abiertos sobre la plancha y luego, sin inmutarse y sin perder su sonrisa, dejó que el cuchillo cayera pesadamente sobre su dedo meñique.
Ya podía escuchar las sirenas de la policía a su espalda, cuando tuvo que retroceder espantada. El hombre rubio cogió el dedo separado con la punta del cuchillo y lo echó en el aceite hirviendo.
- ¡Aaaah!... Llegó la caballería –el hombre rubio le guiñó un ojo- ¡Auxilio! ¡Auxilio!
- ¡Salgan con las manos en alto! ¡Están rodeados!
Entonces Adams tomó una escopeta que tenía tras el mostrador.
- Que empiece la diversión –susurró.
Y comenzó a disparar hacia el exterior. La respuesta por parte de los oficiales de policía no se hizo esperar. Scully se lanzó al suelo. Luego de dejar casi vacío el cargador, Adams lanzó la escopeta hacia donde se encontraba la agente quien la cogió instintivamente en el aire.
- Adiós muñeca. –dijo escabulléndose.
Scully se arrastró hacia la parte posterior del establecimiento, protegiéndose de los vidrios que volaban en sendas direcciones.
Cuando estuvo en el depósito, se puso de pie y se dirigió a la puerta posterior.
- ¡Quieta! –ya un oficial la esperaba.
La tomó del brazo y la condujo hacia el frente, donde se encontraba el auto patrulla. Del interior del establecimiento, bajo el cuidado de otro oficial, el hombre rubio, ya sin mandil y sin gorra, salía cogiéndose la mano mutilada.
- Está loca, oficial –oyó que decía con voz quejumbrosa.
Pero en el rictus de dolor que ofrecía su semblante, le pareció notar que su mirada era una sonrisa maliciosa.
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Estuvieron interrogándola casi toda la noche. A tres oficiales diferentes les repitió la historia: el cómo encontraron al hombre, la historia que Mulder le había contado, el hallazgo del cadáver del comisario Michaels. Y al parecer, de los tres oficiales, sólo el teniente Smith parecía concederle el beneficio de la duda. Aunque no dejó de ejercer presión.
- No tiene identificación.
- Pueden confirmar mi versión, llamen a las oficinas centrales del FBI y pregunten por el Director Adjunto Walter Skinner.
- Lo haremos, porque su versión difiere de la del señor Carter.
- Ya se lo dije, se llama Jack Adams… Teniente, mientras están perdiendo el tiempo, mi compañero se halla herido en no sé qué rincón y si no lo encontramos, morirá.
- Llamaremos a Washington.
No lejos de ella, un hombre rubio identificado como Jim Carter, apesadumbrado y confuso, narraba a una oficial cómo aquella mujer había entrado con la escopeta en las manos echándolo del local. Entonces él había corrido al teléfono que se encontraba en el exterior y había dado aviso a la policía. Luego, al escuchar el estampido de la escopeta, entró al local encontrándose con el arma en su cuello. Así, ella le había obligado a poner la mano en la plancha, había cogido un mantel y con él el cuchillo y le había cercenado el dedo.
- ¡Se lo juro oficial!... Yo… aún estoy temblando…
Al amanecer, luego de hacerle revisar la herida de la pierna, la esposaron y la sacaron de la comisaría para conducirla a la penitenciaría.
- Mira bien la calle porque pasarás mucho tiempo encerrada –le gruñó la oficial que la conducía hacia los custodios.
- Yo no lo hice, él miente.
- A él le cercenaron un dedo, cariño.
Scully miró al teniente Smith quien se disponía a seguir a la camioneta que la conduciría a la prisión.
- El Director Skinner confirmó que es usted del FBI. Vendrá cuanto antes. –le dijo antes de que la subieran al vehículo y se pusiera en marcha. – Vamos Danny –dijo dirigiéndose al oficial que lo acompañaría- date prisa.
- Sólo voy a demorar un minuto teniente- respondió el oficial- no querrá que me ocurra un accidente en el camino –sonrió.
Continuará
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